Turbación.
Todo era rojo. Mientras ellos corrían de un lado a otro el espacio se salpicaba de ese hermoso líquido carmín, tan vital para los seres vivos. Mientras trataban de recuperar oxígeno, él sólo tomó asiento en un sillón de la inmensa sala a esperar que su patética agonía terminara. "Que desastre" pensó Shinya cuando sus padres dejaron de moverse y por fin se derrumbaron sobre el suelo de madera, completamente inertes (salvo por el propio reflejo de los nervios que no cesó hasta después de un par de minutos). Estaba hecho, completó su cometido. Resultaba extraño que no experimentara espanto o alivio, nada más que mera indiferencia por lo que estaba viendo, como si el escenario precediéndole no se tratara de la situación más macabra existente en la historia de la humanidad. ¿Debería sentir algo? Repugnancia fue lo que le provocaron sus padres siempre y ahora que estaban muertos ni siquiera se sentía así. Se levantó para inspeccionar el lugar, listo para atender la segunda fase de su misión cuando la puerta a sus espaldas sonó.
—Estoy de vuelta… —La voz de su hermanita logró reanimar sus congeladas emociones—, Shinya.
—Bienvenida a casa, Yonaka. Hace mucho que no nos vemos.
—Si…
—Te tardaste.
—Sí, un poco.
Shinya tarareó, sopesando en la actitud algo mecánica de su hermana pequeña, pues de alguna manera se esperaba más entusiasmo de su parte aunque le calentó las entrañas sentir su mirada fija en él, lo que sólo podía significar que trataba de grabarse su imagen, quizás asegurarse de que su reencuentro en verdad estaba sucediendo. Sonrió suavemente, tomando el valor de girarse hacia ella, demostrarle con su sonrisa lo feliz que estaba de que ocuparan el mismo espacio.
—Estaba empezando a creer que no volverías, ¿sabes?
—…Esto es… —Ella finalmente se había tomado la molestia de mirar a su alrededor al parecer y por fin se había dado cuenta de lo que había sucedido ahí.
—Es verdad, es justo lo que estás pensando.
Cuando alzó la vista se percató de que Yonaka seguía sin reaccionar, su expresión permanecía en blanco como si le importara bien poco (más bien nada) el hecho de que poseyera una maravillosa vista de los cadáveres de sus padres posados sobre sus grotescos fluidos sanguíneos. Y ya que parecía que no iba a comentar nada al respecto, Shinya se decidió explicarle cómo lo había hecho, cómo había cortado sus gargantas y la manera en que se habían movido por la habitación como insectos, más su pequeña hermana no dijo nada hasta que mencionó que era su turno. Sólo entonces Yonaka mostró una emoción; se mostró horrorizada.
.
La calidez en un tacto ajeno sobre su hombro lo sacó de sus pensamientos de forma muy abrupta, por lo que no pudo evitar sobresaltarse un poco y mirar con los ojos bien abiertos a quien interrumpía sus recuerdos. Le cohibió un poco percatarse de que quien solicitaba su atención no era Yonaka sino Ashley, la cual le hizo entrega de una capa roja que sugería ser la talla adecuada para él, pero de todos modos la analizó a detalle al tomarla entre sus dedos y alzarla al nivel de su cabeza. Al terminar buscó a su hermana con la vista, notando que ella ya se había puesto la capa encima con una sonrisa divertida, girando sobre sí misma para asegurarse de que el largo no le impidiera moverse libremente.
— ¿Cómo…? —Shinya hizo el intento por ponerse al corriente de lo que sucedía.
—Mi hermano salió hace poco a comprarlas ya que, según él, ninguno de nosotros iba a saber lidiar con los interrogatorios de los policías. Veo que no te diste ni cuenta.
—Pero…
—Como parecías tan sumergido en tu cabeza le preguntó a Yonaka tus medidas, ella fue de gran ayuda. Me impresionas, niño grande —bromeó con tal familiaridad que Shinya de algún modo se sintió intimidado—. Eres el primero que me supera en soñar despierto.
—Muchas veces no es intencional.
—Lo imagino, deben haberte quedado secuelas de tu tratamiento psiquiátrico, ¿uh?
—Masomenos… no, de hecho esto ocurría desde antes. Yo…
—Ya, no necesito detalles. —Ashley le cortó, haciéndolo tensarse—. ¿Sabes qué creo? Que deberías prepararte para ir con los cultistas porque si Andrew llega a pensar que no nos servirás de mucho, querrá deshacerse de ti.
Aquello lo dijo con tanta picardía que hizo dudar a Shinya de su aseveración enseguida. El mayor de los Kurai miró al aludido de reojo, viéndolo convivir con Yonaka con esa misma expresión seria pero cuya gentileza podría notarse a través de sus ojos.
—No parece del tipo.
—Ojalá pudiera decir lo mismo. —Su triste comentario llamó la atención del mayor de los Kurai hacia la expresión aprehensiva de Ashley—. Temo no saber leerlo como antes, él… está cambiado.
— ¿Qué quieres decir?
—Desde nuestra última visita a nuestros padres… no, diría que desde más atrás actúa diferente. Me gustaría que las cosas fueran como antes pero… no creo que él quiera lo mismo.
—Deberías decírselo.
—No sé si eso sea buena idea, teniendo en cuenta que las veces que se lo insinúo se porta peor que nunca. Es agotador.
—Solía tener miedo de lo que Yonaka pensaría de mí si supiera una cuarta parte de mis secretos pero desde que lo hablamos la conexión que tenemos creció, y estoy seguro que podría ser el mismo caso para ustedes.
—No sé. Andrew es alguien complicado. Andy no lo era.
— ¿Andy? —Shinya se percató que Ashley estaba conversando con demasiada libertad con él pero prefirió no interrumpirla, después de todo parecía que lo necesitaba.
— ¿…Alguna vez trataron gente con doble personalidad en el hospital al que fuiste?
—Bueno… —Shinya iba a señalarse a sí mismo cuando Andrew interrumpió la conversación.
— ¿Qué tanto están secreteando, ustedes dos? —quiso saber con tono irritado. Lucía celoso.
—Uy. Shinya, nos han descubierto. Abortemos la misión. Ya no vamos a poder envenenar a nuestros hermanos con sustancias nocivas mientras estaban distraídos —se mofó Ashley llevándose una mano a la boca para ocultar su risa sutilmente, de esta forma evadiendo dar el mínimo indicio del tema tratado entre ellos. El mayor de los Kurai admiró su astucia.
—Muy graciosa, Ashley. Mira cómo me estoy riendo.
Y sobre la risa fingida y prácticamente robótica del mayor de los Graves, Ashley se soltó a reír con efusividad; Shinya se preguntó si tal actitud era un mecanismo de defensa para ella o en verdad le causaba gracia el comportamiento de su hermano. Como fuere, era un hecho que esos dos eran bastante cercanos, ni siquiera Yonaka y él compartían ese grado de complicidad, casi le provocó envidia, pero fue distraído por el apresurado abrazo de la susodicha.
— ¿Ya te probaste la capa, Niisan?
—Aún no.
—Inténtalo, es muy divertido. —Yonaka se puso la capucha y extendió los brazos frente a él sin borrar su sonrisa traviesa. El mayor de los Kurai se enterneció con la actitud de su hermana una vez más; ella sabía muy bien cómo derretir su corazón—. ¡Mira! ¿Verdad que me veo misteriosa?
—Sí, estás lista para invocar un demonio de alto nivel. —Yonaka se rió de su broma, por lo que ninguno de los dos contaba con lo que les dirían a continuación.
—Y más vale que tengas preparada un alma para ofrecer, porque si no el demonio tomará la tuya sin dudar. —La intervención de Ashley rompió las ilusiones de Yonaka sobre el romanticismo del tema, lo que la hizo dudar y temblar mientras se retraía.
— ¿D-De verdad? ¿Tú has invocado un demonio real, Ashley-san?
—Sí, un par de veces. No era nada como me los hubiera imaginado. Al lugar al que iremos esta noche tratan de invocar a un tal Lord of Unknown y es bastante imponente.
—Pero con suerte no necesitaremos quedarnos cuando lo logren, la última vez no pudieron llamar una mierda, así que no corremos peligro de que esta vez sea diferente —les tranquilizó Andrew, cansado de que su hermana revelara datos secretos a la ligera pero uniéndose a la tarea para calmar a sus nuevos aliados, a pesar de que todavía no estaba seguro de catalogarlos así. Aun le preocupaba de que fueran a convertirse en enemigos o estuvieran de alguna forma vinculados con la compañía de agua que había enviado a aquel sicario para matarlos; no quería revelar tantos datos pero con su hermana ahí se le estaba dificultando.
— ¿Ehh? Eso es interesante. —La mirada de Shinya cambió, lo que inquietó un poco al mayor de los Graves—. ¿Existen requisitos para invocar demonios con éxito?
—Así es, algo como símbolos satánicos, sangre fresca, velas y música —dijo Ashley con absoluta confianza, Andrew estaba un poco impresionado de que lograra memorizarlo.
—Y yo creyendo que esas cosas eran sólo mitos.
—Bienvenido al club, para nosotros era igual hasta ese día durante la cuarentena.
— ¿Cuarentena?
—Es una historia para otro momento —Andrew interrumpió el flujo de la conversación—. Hay que enfocarnos en lo que nos interesa en estos momentos. Según pude extraer de mi breve charla con los policías, estos se marcharán dentro de seis horas, por lo cual tendremos nuestra oportunidad de infiltrarnos a ese club que mencionamos. Y el plan es este: Ashley y yo seremos integrantes ocasionales que decidieron invitarlos a ustedes que serán primerizos, eso les dará la oportunidad de hacer tantas preguntas como deseen sin temor a verse sospechosos. Si los del culto hacen preguntas sobre cómo nos enteramos de la reunión, diremos que vimos el anuncio en una revista ocultista que compramos mensualmente. Eso debería bastar para convencerlos. O podríamos decir que ellos mismos nos invitaron, dependiendo de cómo se dé la conversación.
—Entendido —asintió Yonaka.
—Y mientras hacemos eso, preguntaremos casualmente sobre si alguno conoce una persona capaz de falsificar identidades —dijo Shinya comprensivo—. Parece sencillo. Pero, ¿y en caso de que seamos vistos como una amenaza?
—Bueno… —Los ojos de Andrew se mostraron nerviosos por un momento, más al siguiente instante fueron tan macabros que Shinya no pudo evitar sentirse intrigado—. Si eso ocurre, seguro sabrás qué hacer. Después de todo haz llevado ese cuchillo contigo todo este tiempo.
— ¿Oh? ¿Lo notaste? —Shinya se congeló, no esperaba ser atrapado.
—Y el de Yonaka también —afirmó Andrew, provocando que la menor de los Kurai se sobresaltara un poco e inconscientemente se llevara una mano a la espalda baja, que era donde ocultaba dicha arma. Shinya sonrió de forma burlesca.
—Diría que estoy impresionado si no supiera que en tu bolsillo derecho resguardas un cuchillo también.
Fue el turno de Andrew para impresionarse, antes de romper toda sorpresa dibujada en su cara y admitir con un dócil asentimiento la acusación que le era hecha, tomándose la libertad de inclusive sujetar el mango del mencionado objeto para sacarlo parcialmente de su escondite para mostrárselos. Los hermanos Kurai pudieron observar que se trataba de una cuchilla de carnicero. Su bolsillo debía ser lo suficiente grande para que entrara ahí sin tanto problema, como una funda.
—Asumiré que los tres pudimos intuirlo porque nuestros métodos de asesinato son similares.
—Si —aceptó Shinya derrotado—. Por más que busqué en la silueta de Ashley-san, no pude identificar cuál es su arma o el escondite de la misma.
—Como los veo tan interesados, se los presentaré —dijo la menor de los Graves con gesto pedante para enseguida inclinarse y sacar de entre su ajustada ropa por alguna zona de su espalda baja una pistola amartillada, lista para usarse en cualquier momento—. Poseo pocas balas ahora mismo pero este es el método más fácil en caso de una emergencia. Hasta ahora no me he visto en la necesidad de usarla porque la última vez la usó Andy.
—Es Andrew —gruñó el aludido. Ashley se tensó por un momento pero enseguida formó un puchero con los labios.
—Como sea, no espero necesitarla pero les aseguro que no dudaré jalar el gatillo.
—Por alguna razón te creo —dijo Shinya con una mueca, palabras que consiguieron halagarla.
—Por supuesto que sí.
—Y sobre esto… —Shinya miró la capa en sus manos, pues inevitablemente terminó preguntándose de dónde había salido el dinero para comprarlas. Andrew debió leer su expresión ya que no tardó mucho en responder sus dudas.
—Oh, no te preocupes. Yonaka nos facilitó el dinero, ella dijo que estaría bien.
—Siento no haber pedido tu opinión antes, Niisan. Estabas distraído y…
—No importa, supongo que podría servirnos para un cosplay cuando todo esto termine.
—Esto será divertido —comentó Ashley de pronto con una sonrisa emocionada. Andrew suspiró en desaprobación pero no hizo comentario alguno a pesar de la réplica que picaba la punta de su lengua, queriendo averiguar a qué se referían esos chicos con "cosplay" pero dejando el tema para otro momento. Algo le decía que esta alianza duraría bastante tiempo.
.
Las horas se escurrieron y los cuatro se prepararon para emerger del motel. Primero Andrew verificó que los policías hubieran cumplido su palabra cuando fue a fumar un cigarrillo mientras yacía atento a los ruidos al interior del cuarto en que yacía su hermana junto a esos extranjeros. Apenas haber cumplido su cometido, les pidió a los otros tres salir, entonces se dirigieron al sucio callejón detrás de los edificios, siendo recibidos por los mismos grandes contenedores de basura. Ahí estaba ese mismo grafiti con los números 666, la misma puerta de sólo personal y el mismo extraño elevador de código. Por un segundo se preguntó si el código para ingresar continuaría siendo el mismo, pues era posible que lo cambiaran. Primero tendría que comprobar si estaba en servicio, pues de lo contrario todos sus previos preparativos serían insulsos.
—…Está muerto —comentó con clara decepción al intentar abrir las puertas.
—Tal vez… ¿acordaron la reunión otra noche? —opinó Ashley.
—Es posible que no sea la hora indicada. ¿En qué horario se infiltraron la última vez? —quiso saber Shinya, decidido a probar todas sus opciones antes de rendirse.
—Sólo sé que era muy entrada en la madrugada, ya que no había ni un alma por ahí.
—Esperemos entonces —alentó Yonaka—. Alguien podría llegar aparecer.
Andrew se detuvo un segundo a considerar cada una de las posibilidades al alcance. Por una parte sería peligroso el simplemente quedarse ahí hasta que alguien se apareciera, ya que todavía no estaban seguros si la policía volvería en algún momento o si había otros enemigos ocultos.
—Estoy a favor de ver qué pasa —dijo Ashley, irrumpiendo en la ansiedad del mayor de los Graves, que se vio acorralado por la mayoría de votos.
—Bien, nos quedaremos aquí. Pero si no ocurre nada la próxima media hora, deberíamos volver al motel para crear un nuevo plan. Los policías podrían estar cerca todavía y nos veríamos sospechosos con este atuendo de Halloween sin ser fecha.
—Si eso pasara podríamos sólo matarlos.
— ¿…Qué? —Andrew se sorprendió por la abrupta sugerencia de Shinya—. ¿Te estás escuchando? Es posible que los superemos en número pero los oficiales patrullan en equipos de dos. Además han sido entrenados, no hay forma de que les ganemos en combate cuerpo a cuerpo aun tendiéndoles una trampa. Y en el posible caso de que les ganemos, ellos se mantienen en contacto constante con otros policías, bastaría un informe a través de sus radios para vernos rodeados.
—…Sólo fue una sugerencia. —Y con eso Shinya dejó por terminada su corta conversación mientras veía con expresión indiferente a un costado, lejos de las siluetas de los Graves.
Andrew se le quedó mirando sin comprender muy bien cómo esos dos habían sobrevivido hasta este punto si el hermano mayor (quien se suponía tenía en sus manos la responsabilidad) poseía unas ideas tan extremistas y estúpidas. Sin mencionar que era aterrador cómo estaba tan seguro de que pudieran hacerse cargo de la ley de forma tan directa. El mayor de los Graves no quería pensar que en verdad poseía la habilidad para ello, en cambio tal le ayudó a reducir las sospechas que conservaba, pues era imposible que un sicario enviado por la compañía de agua actuase tan obvio desde el principio. Sin embargo, cuando veía cómo Yonaka lo animaba mientras se aferraba a sus brazos y le sonreía, pudo entender el tipo de roles que manejaban.
—Andrew —La manera cantarina en que su hermana menor pronunció su nombre, atrajo la atención del mayor de los Graves enseguida.
— ¿Qué quieres?
—Dame un abrazo.
— ¿Uh? —Las cejas de Andrew se fruncieron al mismo tiempo—. ¿Por qué?
—Me siento sola —comentó Ashley colocando detrás de la espalda ambos brazos mientras se balanceaba de adelante hacia atrás sin despegar las puntas del suelo y estiraba los labios.
— ¿Cómo vas a sentirte sola si hay cuatro personas aquí?
—Sólo míralos —Ashley hizo un gesto con la cabeza para señalar a los Kurai que en esos instantes jugueteaban entre ellos. Andrew los miro de reojo sintiéndose incómodo al instante por las exageradas muestras de afecto que se dedicaban—. A ninguno le importa el hecho de que nosotros estemos aquí, sólo hacen lo que quieren y ya está. No lo sé, me dan celos.
—Bien, escucha… —El mayor de los Graves se cubrió el rostro con gesto exasperado—. Ellos poseen una relación incestuosa, me importa una mierda cómo o por qué, es un hecho. Sin embargo, somos diferentes a ellos. No tenemos razones para ponernos cariñosos de la nada. Y podemos tomar en cuenta que son de una muy diferente cultura. Tal vez en Japón eso está permitido. Aunque, bien, el hecho de que no esté penado no significa que sea bien visto socialmente. ¿Supongo que ellos sólo se acostumbraron y listo?
—Claro que eso es lo que dirías —gruñó Ashley para desconcierto de Andrew—. No sé cómo me permito tener esperanzas, debo ser la chica con el hermano mayor más desabrido de la historia.
En circunstancias normales Andrew hubiera usado ingeniosamente la palabra que Ashley había usado para describir su actitud y renuencia al afecto excesivo entre ellos dos, pero no se atrevió hacerlo, pues la postura defensiva de su hermana pequeña y el tono con el que lo había acusado le daba a conocer el peligro al que se enfrentaría si no se tomaba la conversación en serio. Debía tantear el terreno con cuidado si no quería terminar pisando una mina. Aunque eso no significaba que no podría ser un poco agresivo para establecer autoridad, la poca que le quedaba de su extensa y tediosa convivencia.
— ¿Ah, sí? ¿Y qué se supone que debo hacer? No me has dado motivos para tratarte como una princesa, y aunque así fuera, no lo haría.
—Esa vez en el puente me abrazaste sin que te lo pidiera.
—Eso fue porque… —Andrew sintió a su cuerpo tensarse debido a los nervios, sabiendo bien que un calor conocido comenzaba a teñir sus mejillas, por eso desvió la mirada—. Estaba tratando de que no me golpearas, ¿sabes? Un abrazo era una buena manera de distraerte.
—…Supongo. —Ashley bufó dándole la espalda y se alejó varios pasos para evitar que Andrew viera cuanto le había herido esa explicación. El mayor de los Graves no tardó en sentirse culpable.
—Ashley… —Pero cualquier ruego que hubiese pensado en hacer, fue interrumpida por los Kurai.
—Viene alguien.
Los cuatro se colocaron la capucha sobre la cabeza y corrieron tras los contendores para vigilar de quién se trataba. Para su sorpresa, eran un grupo de tres cultistas vestidos precisamente para la ocasión justo como aquella noche. Al considerar que podrían comenzar su pequeña actuación aquí, tanto los hermanos Kurai como los hermanos Graves se miraron entre sí para asegurarse que estaban todos listos, entonces salieron de sus escondites sorprendiendo a los recién llegados.
—Woah, ¡ustedes! —Se sobresaltó el cultista que iba al frente de manera cómica, antes de recomponerse—. ¿Qué hacían escondidos ahí? ¡Casi me da un infarto!
—Lo siento, pensamos que podrían ser policías. Estaban merodeando antes y no queríamos que nos arruinaran la reunión de hoy. —Usando sus habilidades de persuasión, Andrew tomó la palabra antes de cualquiera de sus acompañantes para establecer compañerismo—. Y como el elevador no funciona, no tuvimos más remedio que seguir esperando aquí.
—Estaban tan ansiosos, ¿eh? Normalmente nosotros somos los primeros en llegar. Pero no se preocupen, el elevador no debe tardar en funcionar, siempre pasan entre 15 a 20 minutos cuando nosotros llegamos para que vuelva a trabajar.
—Oh, ¿en serio? ¡Es un alivio! Por un momento pensamos que nos equivocamos de fecha.
—Así es, están de suerte. Deben ser de los miembros que se presentan de último.
—Nos atrapaste —rió Andrew con naturalidad. Ashley rodó los ojos bajo la capucha a pesar de que sabía que no tenía nada de qué quejarse, después de todo muy a su pesar las mentiras de su hermano siempre habían sido de utilidad.
—Oh —Otro de los cultistas no pudo evitar mirar detrás de Andrew y notar la presencia de los hermanos Kurai—. Nunca había visto miembros tan pequeños en el culto. ¿Son nuevos?
—Sí, es nuestra primera vez aquí, así que estamos emocionados —habló Yonaka con tanta alegría que Ashley dudó por un momento que era la misma niña tímida de antes—. Siempre hemos querido participar en una invocación tan importante como esta. ¡Por favor déjenos participar!
— ¡Oho! ¡El culto siempre está abierto para integrantes tan apasionados! ¡Y lo mejor de todo es que después del ritual siempre sirven pasteles y café gratis! ¡Estoy ansiando ese momento!
—Oh, pasteles gratis, me siento emocionado —dijo Shinya con el entusiasmo de un muerto. Andrew se sintió anonadado por esa actitud pero no tuvo oportunidad de nada cuando de pronto un sonido invadió la atmosfera, mismo que les dio a saber a todos que el elevador había sido encendido, ya que la pantalla en el panel de código se había iluminado.
—Esa es nuestra entrada. Démonos prisa, quizás tengamos la oportunidad de intercambiar algunas palabras con nuestro líder Six Eyes esta vez.
Encabezando la fila, el recién llegado trío de cultistas ingresaron el código de tres dígitos y entraron de manera juguetona en el elevador. El viaje fue un poco apretado para el gusto de los jóvenes japoneses pero nada comparado a la hora pico en la estación de tren en Tokio, por lo que no se quejaron. En realidad, Shinya volvía a sumergirse en su mente mientras llegaban al piso indicado y bajaban en conjunto hacia la zona del ritual. Yonaka admiró el gran círculo pintado de rojo en el suelo, el cual encerraba un pentagrama de cinco picos en cuyos extremos se encontraban ojos y un tanto temerosa se aferró de nuevo al brazo de su hermano, a quien notó rígido enseguida. Levantó la vista hacia su rostro, encontrándolo disperso.
— ¿Niisan? —Shinya no respondió al llamado de su hermana pequeña, sus pupilas fijas en el dibujo demoniaco mientras los recuerdos de sus últimos momentos en la casa de sus padres volvía a colarse en su memoria.
.
La había visto huir cuando estuvo a punto de sujetarla amorosamente. Fue un shock tremendo ver a Yonaka marcharse así, ella, su hermanita, a quien había dedicado largas horas en vela dentro de su habitación en el Centro Psiquiátrico. Sintió a su corazón romperse y esa parte primitiva de él activó sus instintos depredadores, por lo que no dudó un instante perseguirla por toda la casa. Shinya recuerda haber roto muchos adornos en su hogar, tirar muebles y rasgar la madera con su cuchillo antes de que ambos emergieran al patio para no conseguirla alcanzar cuando ella salió a la calle. Se quedó ahí, cansado, sin saber cómo tomarse aquella reacción. Lo habían prometido. Se suponía que él terminaría con la vida de ambos, de esa manera podrían estar juntos en el otro mundo; como no podían estarlo en esta vida repleta de reglas.
¿Qué había hecho mal? ¿Por qué? ¿Ya no era suficiente? ¿Acaso Yonaka había encontrado a alguien mejor que él y por eso se negaba quedarse a su lado?
Sus ojos rojos contemplaron el vacío mientras recogía sus pasos de vuelta a su hogar en modo automático. No se dio cuenta en qué momento entró en la sala donde yacían los restos de sus padres. No consiguió darle importancia a las horas transcurridas en su entorno mientras su mente era torturada por miles de pensamientos, todos apuntando su incompetencia, a su patético ser.
Yonaka había escapado porque había dejado de amarle.
Su tesoro, lo único que para él valía la pena. Por quien resistió todos esos años encerrado, aguardando el momento de su liberación. Todo para estar con ella, para la eternidad, pues su vida sin Yonaka dejaba de tener sentido. Si no podía matarle, si no le permitía cumplir su promesa significaba que ya nada importaba. Los recuerdos se desvanecerían, su propósito sería polvo.
—Niisan… —Pero la voz de Yonaka había vuelto a cantar un lullaby para él en medio de toda la oscuridad de su mente, devolviéndole los sentidos—. Aquí estoy… ya no iré a ninguna parte.
—Es bueno oírlo… —susurró Shinya con inmenso alivio, girándose para enfrentar a esa encantadora chica que se ofrecía a él completamente desarmada, brazos extendidos y ojos cerrados, expresión serena dibujada en el rostro, aguardando su inevitable final.
El mayor de los Kurai desenvainó su cuchillo, el mismo con el que había asesinado a sus padres pero el cual había limpiado y desinfectado para usarlo con ella, pues –a diferencia de sus padres o cualquier otra persona en ese despiadado mundo– ella era especial. Se acercó a su hermana pequeña, tomando una profunda respiración para terminar con lo que había empezado. Sin embargo, justo cuando estaba listo para apuñalarla con todo su amor y devoción, lo único que fue capaz de hacer fue acariciar su piel con el filo del cuchillo, deslizándolo de manera tan cuidadosa que hizo a la menor estremecerse y abrir los ojos para mirar a su hermano, conmocionada por aquel actuar. Terminó sonrojándose con fuerza por la fragilidad en su mirada carmín. En ese momento Shinya sólo podía pensar en lo hermosa que ella era.
—Yonaka…
— ¿S-Si? —inquirió con voz temblorosa, inundada de ardor y adrenalina. Los penetrantes ojos de su hermano siempre la habían puesto nerviosa y en esos instantes no era diferente.
— ¿Te gustaría fugarte conmigo?
— ¿Eh? Yo... yo… pero, hermano, ¿qué hay… de nuestra promesa?
—Podemos cumplirla en otra ocasión. Ahora todo lo que quiero es recuperar el tiempo perdido a tu lado. Vivamos nuestro sueño y volvamos a este punto después, cuando el final del camino esté frente a nosotros.
—Es tan repentino, yo… —Su tímida hermana entró en pánico mientras evadía su mirada, indecisa y emocionada a la vez por tan vergonzosa proposición.
Shinya no perdió la oportunidad de tomarla de la barbilla, incitándola mirarlo a los ojos. Algo debió notar ella en su expresión relajada que la cautivó de nuevo y por ello enterró el miedo que en un principio mostró hacia él, así que se dejó llevar como una hoja arrastrada por el río. Cuando se fundieron en un abrazo, Shinya volvió a experimentar esa paz que había perdido desde el momento que fueron separados. Todavía quería cumplir su cometido pero el deseo de regalarle a Yonaka aquello que más había anhelado se hacía cada vez más fuerte, imposible de ignorar.
Entregaría su alma al averno con tal de mantener el alma de su hermana junto a él y así hacerla tan feliz que jamás intentaría irse de nuevo, porque estaría tan perdida en él que cualquier otra propuesta de felicidad quedaría opacada por el embrujo que él lanzaría sobre ella.
