Abandono.

Inaudito no era palabra suficiente para describir el suceso. Andrew se reconoció incómodo sobre una de las sillas delante del escritorio de mierda donde Asarotte trabajaba apilando papeles después de firmarlos y organizarlos. Ashley se miraba las uñas con aburrimiento, Yonaka yacía sentada en la otra silla a su lado y Shinya se encontraba recargado en el muro junto a la puerta jugueteando con su cuchillo. Uno pensaría que al ver a alguien con un arma se alarmaría o al menos no lo perdería de vista, pero a este sujeto de cabellos grises no podría importarle menos; debía estar acostumbrado arreglarle el papeleo a todo tipo de lacras y por ello no se estaba molestando en hacerles preguntas.

Desde el momento que Ashley fue en busca de ellos para guiarlos hacia los verdaderos edificios rojos y cruzaron la puerta de su despacho, Andrew comparó la sensación abordándolo como si estuviera en un sueño. Simplemente no era posible que una construcción cubriera a otra de aquella manera tan espeluznante. Era tan extraño.

—Bien, aquí tienen todos los documentos que necesitan para hacer su vida con normalidad —dijo Asarotte de pronto, sobresaltando sin querer al mayor de los Graves que se había distraído mirando el escote de su hermana menor de un momento a otro. Recibió la carpeta después de Ashley con manos temblorosas mientras dicho sujeto enumeraba—. Acta de nacimiento, registro civil, licencia para conducir, certificados de secundaria, preparatoria, titulo de universidad. Incluí diferentes carreras, así que pueden desechar las que les plazca. Y por supuesto sus identificaciones. ¿Debería agregar certificado de matrimonio también?

—No —Andrew replicó rápidamente, enseguida revisó los papeles con cuidado, prestando especial atención a la fotografía de su credencial, sin poder creerse que se las hubiesen tomado justo en esa oficina. Este sujeto no le parecía alguien profesional y aun así le habían quedado perfectas, como si de verdad se tratasen de documentos oficiales.

—Y para los niños, a partir de hoy son ciudadanos de la región, también mayores de edad, así que vivan como mejor puedan. —Shinya se acercó para observar las carpetas que su hermana pequeña había recibido y abierto sobre sus piernas—. Ahora, no hace falta que lo diga pero, como miembros oficiales del culto, será necesario que mantengamos comunicación. Un regalo extra de nuestro líder. —Asarotte extrajo de los bolsillos de su chaqueta un par de celulares de cartera para Ashley y Shinya—. Me tomé la libertad de apuntar su número y también el mío, asegúrense de responder a tiempo, odio cuando suena más de dos veces.

—Me vas a tener paciencia porque nunca había manejado uno de estos —dijo Ashley con desdén.

—Pero… nosotros ya tenemos…

Yonaka sacó su celular y detuvo su oración en cuanto se dio cuenta que no tenía señal. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar que había sucedido lo mismo cuando se detuvo cerca del Castillo Mogeko. ¿Desde cuándo estaría así? No había tenido la oportunidad de revisarlo por lo feliz que estaba desde que se reencontró con su hermano después de todo.

—No me importa que lo compartan o lo que sea mientras lo mantengan consigo.

—Sobre el pago… —Andrew intervino luego de haber leído brevemente los documentos, temiendo que un trabajo tan fino y detallado le saliera más caro de lo que tenía contemplado.

—Sí, esa es la cosa. En casos normales les estaría cobrando una fortuna pero al ser importantes miembros del culto no hay nada que pueda hacer, así que el coste por cabeza son 90

— ¿Nos estás cobrando en euros?

—Oye, soy una persona que viaja mucho y no en todos los países de Europa usan esa mierda de dólares a los que están acostumbrados aquí. Si no tienen, sólo denme el equivalente, ¿sí?

De mala gana (prácticamente refunfuñando) Andrew pagó por Ashley y él sin demora, entonces miró con curiosidad a los hermanos Kurai que se habían concentrado bastante en reunir la cantidad que les correspondía a ambos, hurgando en sus bolsillos tres veces más de las necesarias mientras seguían contando. Se sintió tentado preguntar si poseían suficiente capital pero sabía que al hacerlo tendría un cierto deber moral por ayudarles en aquel dilema, y ni él o Ashley estaban en condiciones de lidiar con más problemas ajenos, así que los dejó apañárselas. Cuando los billetes y monedas correspondientes estuvieron en manos de Asarotte, las parejas de hermanos estaban listos para marcharse.

—Un placer hacer negocios con ustedes, supongo. Ahora, cuiden bien de esos aparatos, se meterán en un grave problema si los pierden o rompen.

— ¿En serio? ¿Habrá alguien que nos esté espiando para notarlo? —inquirió Ashley con gesto indiferente.

—…Exacto. Créanlo cuando digo que cada integrante del culto se asegurará de cuidar bien de su elegida ahora que la han identificado. Me sorprende que no supieras eso.

—Si ese es el caso, ¿no deberían estar buscando una residencia digna de mí?

— ¡Ashley! —le reprendió Andrew en automático.

— ¿Qué? ¿No nos ahorraría un dolor de cabeza? Tú mismo dijiste que sería nuestro siguiente plan.

—…Puedo comunicarlos con un conocido mío que trabaja en vender departamentos y casas pequeñas. La calidad de cada vivienda es aceptable y algunas tienen una buena vista, apuesto a que les gustará alguna —ofreció Asarotte sin inmutarse, así que Andrew replicó al instante.

—No, está bien. Nosotros nos encargaremos de buscarlo por nosotros mismos, gracias.

— ¿Seguro? No me tomaría más que hacer una llamada.

—No te molestes, de verdad. Ya tenemos contemplado nuestros pasos.

—…Como les sea más cómodo entonces. Llámenme si cambian de opinión.

—Muy amable. Ha sido un gusto conocerte, Asarotte. Nos vemos.

El susodicho observó con una ceja levantada cómo aquel cuarteto de raritos salían de su oficina, empujados por el mayor de los Graves que era malo para disimular su nerviosismo, aunque eso no le impidió empujar a Ashley del trasero, cosa que lo dislocó aún más. Sin duda se trataba de un grupo peculiar, aunque no era como si le importara mucho. Sacó de su bolsillo del pantalón un aparato rectangular, el cual activó un foco carmín con sólo presionar un botón. Y sólo con eso volvió a su trabajo, satisfecho consigo mismo por haber terminado el encargo de un viejo amigo.

.

Una vez afuera del todo, Andrew se permitió suspirar aliviado de que aquello por fin se terminara, estaba cansado de escuchar la voz de Asarotte, temer que pudiera involucrarse en sus asuntos más de lo necesario. Los hermanos Kurai y Ashley lo miraron pero fue su hermana quien no tardó en reclamarle su elección de desperdiciar oportunidades debido a su constante paranoia, claro que de una manera más grosera. Y mientras los Graves se ocupaban de pelear por las mismas tonterías de siempre, ambos Kurai dieron un vistazo al cielo para darse cuenta que estaba comenzando a oscurecer de nuevo, al parecer realizar trámites ilegales les había consumido un buen tiempo. Más les valía encontrar nuevamente un sitio donde dormir. Yonaka estaba especialmente preocupada por el par de nubes tormentosas posándose sobre ellos, pero la cercanía de su hermano mayor capturó toda su atención de nuevo.

—Hey, hermanita. Me he portado bien. ¿Mi premio?

— ¿Premio?

— ¿No me digas que lo olvidaste tan pronto?

No había forma de que la menor de los Kurai lo olvidara, pues sus mejillas se sonrojaron de forma encantadora al poco rato de mirar fijamente a los ojos contrarios, razón por la que desvió la mirada con vergüenza. Cuando Shinya se inclinó hacia ella, Yonaka lo tomó del rostro y se acercó para darle un beso muy cerca de la comisura de los labios. No se había dado cuenta de ello hasta que la sonrisa maliciosa del joven japonés creció, haciéndola retroceder con fingida confianza. A partir de ese día serían adultos ante la sociedad y la sola idea sembró una semilla de discordia en la mente de Yonaka, que ya se estaba imaginando circunstancias nada inocentes entre ellos dos.

—Sigue portándote bien y te seguiré dando besos.

— ¿Qué debo hacer para ganarme un beso en la boca?

— ¡Shinya!

— ¿Qué? ¿Estaba prohibido preguntar?

—N-No, es sólo que… no lo había pensado.

—En ese caso, ¿me estaría portando mal si te lo robara ahora?

— ¡Shinya! —protestó la pequeña japonesa, empujando lo mejor que podía a su hermano mientras este se impulsaba hacia al frente de manera juguetona sin verdaderas intenciones y ella se resistía a ser besada sin mucha voluntad tampoco—. ¡No! ¡Hermano malo! ¡Pervertido! ¡Si lo haces te voy a castigar sin caricias por una semana!

—Tú y yo sabemos que tú serías la primera en no resistir —se burló—. Siempre fuiste una brocon.

— ¡No es cierto!

Los hermanos Graves se detuvieron para ver con incomodidad la escena que sus acompañantes estaban protagonizando, aunque un sentimiento más opresivo y espeso invadió el interior de Ashley. Habían conseguido documentación ilegal, así que se preguntó con cierta preocupación si esto era todo, si aquí se separarían. Había sido un corto periodo de tiempo pero no estaba segura de que nada más obtener el beneficio de su pequeña comunión cortaría todo lazo con ellos. Aunque ella era la adulta, la idea de soltar a dos personas que se habían acercado a ella de tal manera la hacía dudar. Y Andrew ya le había dado a entender que no quería seguir cuidando de otras molestias, que con ella era más que suficiente. Se preguntó si debía despedirse ahora. Andrew carraspeó la garganta para interrumpir a los adolescentes.

—Siento arruinar su diversión pero me gustaría saber si tienen planes a partir de ahora.

—Oh… —Los Kurai parecieron darse cuenta de las implicaciones y aquello le formó un nudo en la garganta a la menor de los Graves—. Parece que pronto lloverá, así que primero buscaremos un sitio donde quedarnos.

—Sí. Tenemos el teléfono celular, así que supongo que podremos jugar a los invocadores de demonios un buen tiempo —agregó Shinya—. Tomaremos en cuenta sus consejos también para no meternos en problemas en esta horrible ciudad.

— ¿En serio? ¿Con tu bajo autocontrol? —le retó Andrew con una sonrisa divertida. Shinya sonrió.

—No he atacado a nadie hasta ahora, ¿no? Sólo a esos mogekos.

—Ashley-san, ¿estarán bien por su cuenta?

La tensión en la voz de la pequeña japonesa sólo agudizó la extraña sensación apretando el pecho de Ashley, aquella pregunta era una despedida indirecta, así que no fue capaz de responder por un rato. Pensó en lo patético que era, y lo triste de su vida para que un par de horas en compañía de esos extraños la estuviese afectando. Andrew estaba bastante bien en comparación a ella. Le aterraba que se alejaran. Como sus falsas amigas, como los chicos de la escuela, como sus padres. Si se fueran así de fácil entonces no eran diferentes a todos los demás. La enojó, hizo que quisiera soltarse a llorar, gritarles, incluso golpearles. No era la primera vez que experimentaba estos sentimientos tan complejos pero sí que fueran causados por alguien más que su hermano.

—No. —Su respuesta fue rotunda, casi seca.

— ¿Qué? —Shinya se sorprendió por la respuesta de la Graves.

— ¿Ashley-san?

—Ashley, ellos probablemente necesitan continuar solos, así como nosotros, además no creo que tengan problemas lejos, recorrieron todo este camino por sí mismos —dijo Andrew, intuyendo lo que cruzaba la mente de su hermana en esos momentos. Nadie la conocía tan bien.

—…No quiero —susurró, ya le costaba respirar.

—Ashley.

—Si se van, significa que sólo nos usaron, a ti y… a mí. Como ratas.

—Por favor, Ashley. Esta era una alianza temporal, lo aclaramos antes. Y no puedes obligarlos a quedarse si ellos no quieren. —El mayor de los Graves se dirigió esta vez a los Kurai que miraban atónitos a Ashley—. No se preocupen por los delirios de esta perra loca, hagan lo que deban. Nosotros estaremos bien.

—Pero…

Yonaka siguió mirando a Ashley con pesadumbre, ya que aquellos lindos ojos fucsias que la habían mirado directamente todo ese tiempo ahora estaban evitando a toda costa su mirada. Además, sus puños apretados temblaban, señal de cuanto se estaba conteniendo de armar un escándalo. Conocía esas señales y que era imprudente acercarse, rozarla con los dedos o siquiera hablarle con suavidad. Lo había visto muchas veces en su hermano, comprendía los riesgos, aun así no concretó tomar a Shinya y alejarse mientras se despedían de Andrew antes de que la bomba estallara. No quería dejar a su nueva amiga, había hecho aquella pregunta porque no estaba segura de que la presencia de ella y su hermano fuese a ser conveniente para los Graves. Más después de la reacción de Ashley, estaba segura que no quería cortar su comunión así.

—Insisto. No se sientan atados, pueden irse cuando quieran.

—No estás diciendo nada incorrecto pero… me molesta —replicó Shinya levantando la mirada hacia Andrew, todo el compañerismo reciente reemplazado por amenaza—. Me molesta que la llames "perra loca" en esta situación. ¿No es tu preciada hermana? Aunque mi Yonaka se comportara como lo peor, jamás la trataría mal en un momento delicado para ella.

—Yo… no lo dije con esa intención…

—Sí, noté que su manera de dirigirse entre ustedes no es suave y probablemente no quieran denigrarse en serio ya que están acostumbrados a ser de esa manera. Pero me sigue molestando.

— ¡Sí! ¡Considero a Ashley-san mi amiga!

Escuchar las palabras de ambos Kurai calmó un poco el choque de emociones que habían abordado a Ashley, por lo que se animó alzar la mirada sin saber cómo comenzar a sentirse después de todo lo que su cuerpo le exigió liberar, toda la violencia, todo el abuso verbal. Y peor fue cuando se encontró con la mirada de los japoneses y estos le sonrieron. A Yonaka se le veía con ganas de acercársele y tocarla pero desistió, avanzando tan sólo un par de pasos más cerca de ella, con tanto cuidado que no lo notó.

—Está bien, lamento que les moleste, sólo estaba tratando de ayudar.

—No sabemos con qué clase de personas hayas tratado, Andrew-san. Pero eso no nos ayuda.

—Mi culpa. De nuevo —refunfuñó.

Fue en ese momento que Ashley se soltó a reír, sorprendiendo a sus tres acompañantes. Carcajeando tanto que el mayor de los Graves pensó que había perdido la cabeza por completo, al menos hasta que secándose las lágrimas con el dorso de los dedos, Ashley recuperó la compostura.

—Es la primera vez que alguien me defiende de mi hermano, carajo. ¡Hasta parece que quieren darme la razón por mi comportamiento de mierda! ¡Que raros son! —Ashley aprovechó la distancia para capturar a Yonaka entre sus brazos—. Entonces, ya que me dan la oportunidad, quiero proponerles que se queden conmigo, necesito saber si soy capaz de fastidiarlos o puedo hacer que les agrade genuinamente a pesar de la tremenda mujer que soy.

— ¿Qué dices, Ashley-san? ¡Ya nos agradas! —Yonaka le devolvió el abrazo, haciendo a la menor de los Graves volver a reír.

—No sabes lo que dices, Yonaka.

Escucharla pronunciar su nombre con aquella confianza y desfachatez, iluminó el rostro de la menor de los Kurai que también se aferró a ella mientras ambas le dedicaban una mirada a sus hermanos mayores. Shinya sonreía orgulloso, lo contrario a Andrew que lo único que acertó hacer fue liberar un suspiro y encabezar la caminata para ir en busca de un refugio para los cuatro de nuevo. Ashley y los Kurai caminaron detrás de él por lo que ninguno se percató de la sonrisa conmovida que se dibujó en los labios de Andrew, quien se reconocía feliz porque su hermana por fin fuera capaz de compartir una verdadera amistad.

.

Debido a todo el alboroto que el trio estaba ocasionando con jugueteos y conversaciones hechas casi a gritos, quedaron atrapados bajo la marquesina de un local. Las chicas se habían estado debatiendo sobre ir a conseguir paraguas por la lluvia que azotó la avenida, pero Andrew insistió en que ahorraran lo más posible. Luego de un pequeño debate sobre a dónde dirigirse, decidieron volver a tomar un autobús y viajar tan lejos como les fuera posible. Así que llegaron a la parada más cercana. Para sus desgracias, justo en esos momentos la sirena de una patrulla de policía los alertó. Al principio intentaron ignorarlo pero el vehículo se acercaba de una manera muy sospechosa a ellos. Y a pesar de que subieron al autobús la camioneta continuaba avanzando justo detrás.

—Estamos bien —les tranquilizó Yonaka en voz baja, tratando de convencerse también a sí misma—. No hemos hecho nada raro, no tendría sentido que nos persiguieran.

—Sí, bueno, dudo que cuente la masacre de muñecos amarillos vivientes que ustedes hicieron.

Pero pese las palabras de Ashley, Andrew no dejó de vigilar disimuladamente todo el trayecto que la patrulla se mantuvo detrás del autobús en el que viajaban. Estaba tan concentrado en ello que nunca notó que nadie más abordó; las puertas delanteras y traseras del transporte público se mantuvieron fuera de función todo ese tiempo. Apenas vió que el vehículo policiaco giró hacia otra carretera, el mayor de los Graves se permitió relajarse en su asiento aún después de sentir que Ashley recargaba la cabeza en su hombro completamente dormida. De hecho, el que lo hiciera agregó una sensación de paz a su cuerpo. No la culpaba por estar tan cansada, habían estado moviéndose de un lado a otro sin descanso y apenas habían comido algo.

—Andrew-san, ¿puedo preguntarte algo?

—…Adelante —accedió el joven Graves después de notar que la situación del Kurai no era distinta: Yonaka también se había quedado dormida, aunque en el regazo de su hermano mayor.

— ¿Cómo te diste cuenta que te gustaba tu hermana?

—…No sé de qué hablas.

—Se te nota, Andrew-san. No eres tan bueno ocultándolo. —La falta de respuesta animó a Shinya insistir—. Puedo ver que serías capaz de todo por Ashley-san. Incluso matar a tus propios padres. Tus ojos me lo dijeron el día de nuestro primer encuentro. Lo sé porque… me reflejé en ti.

Andrew se percató del mensaje oculto en las palabras del Kurai, así que se aseguró de que su hermana estuviera dormida y no sólo fingiendo, por lo que en cuanto lo comprobó se volvió hacia Shinya para responder adecuadamente, derrotado por sus propios sentimientos.

—…Es cierto.

—Entonces, ¿por qué finges lo contrario?

—Si fuera el mismo que hace un par de semanas, habría dicho algo tan obvio como excusa pero la verdad es que… me aterra, no porque esté mal, sino porque Ashley no… no es como la mayoría de chicas. No sé si sea de nacimiento o fue el resultado de la pésima crianza que tuvimos pero sé… sé que ella sería capaz de todo con tal de mantenerme a su lado. Es posible que no sea lo que verdaderamente quiere. Debajo de esa actitud de mocosa y esa falta de empatía, hay una nena que teme al abandono tanto como quiere amor. No quiero aprovecharme de eso. Soy un monstruo pero… quiero ser un monstruo protector, no un simple pervertido que toma lo que puede en el instante que se lo ofrecen.

Shinya reflexionó en esas palabras y acarició con suavidad los cabellos húmedos de su hermana pequeña, la cual reacomodó su cabeza con un gemido gustoso antes de quedarse quieta de nuevo. Podría ser una de las pocas veces que el mayor de los Kurai se permitiese ser transparente con otra persona, alguien que no fuese su querida Yonaka.

—Si Ashley-san es como yo, estoy seguro que un poco de control real la ayudará a mejorar su modo de actuar. Eludir sin tomar la responsabilidad sólo hará que el miedo en su corazón crezca.

—No estaría tan seguro. Ashley es complicada.

—Ponlo a prueba. ¿Crees que entre nosotros dos, soy yo quien toma las decisiones? —Andrew miró por un breve momento a Yonaka—. Yo sólo poseo la fuerza y la voluntad de llevarlo a cabo sin titubear, mi Yonaka posee el cerebro, quien lleva las riendas.

En ese momento, si ella hubiese decidido luchar contra él, clavarle el cuchillo que mantenía oculto, Shinya la hubiese dejado atravesarle la carne con sus propias manos. Dejaría que los llevara a su merecido final feliz. Porque Shinya todo lo que sabía era destruir, jamás controlarse, nunca mirar atrás más que para contemplar a su hermana pequeña, adorarla como la luz que representaba para alguien sombrío, asqueroso y monstruoso como él.

—Shinya…

—Es sólo un consejo. No soy nadie para meterme en tu vida, pero pensé que lo mejor sería que lo supieras, ya que Ashley-san me dio esa impresión cuando hablamos.

—Bien… supongo que no tengo nada que perder. Eres un buen hermano mayor, Shinya…

—Hago lo que puedo.

—Modestia, ¿eh? Nunca me lo hubiera esperado de alguien como tú.

—No me obligues a usar el cuchillo.

Andrew se limitó a reírse pero fue justo en ese momento que se permitió mirar a través de las ventanas del autobús. Acababan de cruzar un túnel y tal hecho le ayudó darse cuenta que habían estado viajando un buen rato. Tal vez era momento de bajar, la lluvia parecía haber menguado también. Se levantó, acomodando a Ashley contra el asiento para que no se golpeara. Luego presionó el botón para dicha acción, pero en ningún momento el chofer pareció prestar atención a la indicación ya que pasó de largo la próxima parada. Esto desconcertó a Andrew, por lo que se dispuso a insistir; de nuevo sin respuesta.

— ¿Qué ocurre? —inquirió Shinya, haciéndose cargo de despertar suavemente tanto a Yonaka como a Ashley, que enseguida se refregó un ojo para desperezarse.

—No se detiene. Esperen aquí.

Andrew caminó con cuidado por el pasillo vacío del transporte, agarrándose con firmeza de los tubos hasta alcanzar el asiento del conductor. Su voz fue la que acostumbraba dirigirle a desconocidos: cortés pero sencilla. Inmensa fue su sorpresa al descubrir que quien conducía no era humano.

—Lo lamento, señor. Todavía no hemos llegado a su destino. —Asustado, Andrew no pudo evitar gritar de la impresión, el mogeko se burló con su voz chillona y habló en tono juguetón—. ¿Les escupe en la cara a todos los ciudadanos de este encantador país? Muy mal, joven. Muy mal.

— ¿Andrew-san?

— ¡E-Esta cosa…! ¡La que está manejando…! ¡Es igual a los que vimos en el edificio de Six Eyes!

Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, las llantas del autobús rodaron por un bache que hizo a los cuatro perder el equilibrio al mismo tiempo que el mogeko anunciaba que aumentaría la velocidad. Y aunque Andrew suplicó que no lo hiciera, el mogeko pisó el acelerador a todo lo que la maquina daba, con ayuda de unas varas especiales ajustadas a sus cortas y regordetas piernas para manejar adecuadamente un coche humano.

— ¡Nuestro rey estará feliz de que Yonaka-tan vuelva al castillo! ¡Pero moge-tan lo estará mucho más! ¡En especial ahora que hemos conseguido una mujer verdaderamente bonita y sexy a nuestro cuidado! A los otros dos podremos quemarlos en la hoguera o entregárselos a esa loca de Moge-ko. Ha estado mucho más rebelde desde que Yonaka-tan se escapó.

— ¡No otra vez! —exclamó la menor de los Kurai presa del pánico.

Y aunque Shinya o Andrew hubiesen querido hacer algo para poner a sus hermanas y ellos mismos fuera del peligro, se encontraban limitados por la forma tan trastornada de conducir de aquel mogeko. No supieron por cuánto tiempo el autobús expreso estuvo esquivando coches particulares y otros medios de transporte de maneras cardiacas, pero de lo que si se dieron cuenta fue del abrupto cambio de atmósfera que enseguida los rodeó. Fue como si vieran en cámara lenta cómo frente a ellos se abría un portal del que nadie más era capaz de percatarse, ya que mientras sentían a sus cuerpos vibrar desde adentro, el paisaje urbano que habían estado recorriendo a toda velocidad se intercambió por una carretera solitaria en medio de un ambiente psicodélico que pronto brindó una mezcla de carretera rural y tecnológica por los anuncios tan locos que adornaban el paisaje.

En este punto, Shinya consiguió equilibrarse y se impulsó a toda velocidad hacia el conductor, esquivando a Andrew y desenvainando su cuchillo con claras intenciones de cometer asesinato. A pesar de que el mayor de los Graves trató de detenerlo, fue demasiado tarde. En cuanto Shinya le desgarró la garganta al mogeko con su arma blanca, el vehículo se salió del carril para volar rumbo a un profundo bosque que aparentemente los había estado observando desde debajo de un puente automovilístico.

Los cuatro supervivientes gritaron, sacudiéndose al ritmo de los impactos y volteretas que el colectivo realizaba completamente fuera de control hasta que por ley natural la maquina se detuvo. Tanto los Graves como los Kurai necesitaron un largo lapso para recuperarse de las náuseas y el dolor inducido por el violento aterrizaje. Ashley fue la primera en recuperarse y en emerger al aire libre, sólo para –después de avanzar un poco– encontrarse con el destrozado cadáver del mogeko, el cual debió salir volando en algún punto.

— ¡Ashley! —La voz de su hermano mayor la incitó girarse para ver a Andrew correr a toda prisa hacia ella—. No te escapes así, puede ser peligroso.

—Quería asegurarme de que esto no fuera el más allá. ¿Y mis amigos?

— ¡Si estás preocupada por ellos ve a verlos antes de inspeccionar la zona, idiota! —En su interior, Ashley se golpeó la frente con la palma de su mano pero no iba a permitirse que Andrew notara que se dio cuenta de su vergonzoso error. Vio necesario cambiar de tema.

—En fin, ¿qué es este lugar?

—Es el mundo de los mogekos —anunció Yonaka desde una de las tantas ventanas rotas del autobús—. No hay duda, cruzando este bosque encontraremos su castillo.

— ¿Y por qué nos trajeron aquí?

— ¿Para enfrentarnos en su territorio? No, ese conductor mencionó a su rey —maquinó Andrew.

—Debemos buscar la forma de escapar antes de que nos encuentren. Las noticias viajan rápido en la red mogeko. Si notan nuestra presencia no dejaran de venir más y más y más.

—Primero necesitas calmarte, Imouto —comentó Shinya cuando se percató de lo histérica que se había puesto su adorada hermana pequeña.

La cual, aunque luchó al principio, terminó cediendo con mucha dificultad. Recuerdos desagradables volviendo a su memoria sin mesura. Ahora que poseían documentación y un pase seguro (para devolver sus vidas a la normalidad aunque fuese a medias) el mundo conspiraba en su contra de nuevo trayéndolos allí. ¿De qué manera escaparían de ese bosque desconocido? No tenían ni idea pero ninguno tenía pensado morir ahí.


Notas Finales: Después de que los Kurai pasaron algún tiempo en el universo de TCOAAL, es hora de que los Graves se adentren a Mogeko Castle.