Fatalidad.
No tuvieron ningún problema en llegar al refugio que Mogeko-algo-extraño les había mencionado. En realidad se encontraba muy lejos del castillo pero tampoco se ubicaba muy profundo en el bosque, de hecho era un lugar cálido que daba la impresión de ser hogareño a pesar de poseer el aspecto de un campamento común. Los mogekos que ahí se reunían rápidamente se pusieron de pie para recibir a su amigo guardián, preocupados por su tardanza, pero deteniendo todas sus interrogativas al vislumbrar a sus acompañantes. Los humanos pudieron ver en aquellos mogekos las claras diferencias en comparación a todos los que ya habían visto o incluso el que figuró como su guía hasta ahí. De esta forma tenía más sentido el que los catalogaran como "especiales". Yonaka dibujó una alegre sonrisa en su rostro al recordar su amabilidad cuando más la necesitaba.
—Hola, cuanto tiempo —les saludó ella sin borrar su expresión risueña.
— ¿Es esa quien creo que es? —Mogecucko no podía creerlo, y cacaraqueó con asombro, deshaciéndose de algunas plumas pequeñas en el proceso de agitar sus alas rechonchas. El mogeko rojo a su lado tuvo que alejarse para no ser afectado.
—Pero si es la joven dama —la reconoció Mofuru acercándose para mirarla más de cerca al igual que Espíritu de Sangre, quien debido a su timidez no pudo hacer más que saludarla con la cabeza.
—Oh, cariño. Que gusto nos da volver a verte —dijo el Hada del Prosciutto antes de prestar más atención a sus acompañantes—. Y vemos que esta vez vienes bien acompañada.
—Sí, ellos son mis amigos: Ashley y Andrew Graves-san.
—Hola, ¿qué tal? —dijo Andrew sin mucho entusiasmo, le resultaba extraño que cualquiera de esas criaturas pudiese ser mínimamente civilizada considerando lo que habían presenciado. Ashley se limitó a saludarlos con la mano con una mueca incómoda.
—Y este es mi hermano mayor: Shinya.
—Shinya, dices… —Mofuru miró con curiosidad al recién nombrado.
—Oho, son un interesante grupo —se permitió reír el Hada del Prosciutto moviendo las antenas con júbilo, encantada por lo apuestos que eran esos chicos, también por la manera en que Shinya desvió la mirada con indiferencia a la indiscreta inspección que obtuvo de todos ellos sin remedio. Era inevitable que notaran que su pequeña hermana y él mantenían los dedos entrelazados
—Así que, en resumen, están en un gran aprieto ahora mismo. Es muy desafortunado que entraran en nuestro mundo por medio de ese autobús —comentó Espíritu de Sangre.
—Este mogeko dijo que necesitaba consultar con ustedes para comprobar si podrían encontrar un método para que nos vayamos de aquí sin tener que pasar por lo que Yonaka ya pasó una vez en ese castillo —dijo Andrew luciendo angustiado.
—Aunque matar mogekos sea divertido, yo también preferiría hacer el menor ejercicio posible porque odio estar toda sudorosa.
— ¿"D-D-Divertido" dice, señorita Ashley? —tartamudeó Mogecucko.
—Oops, lo siento. ¿Se supone que no debí decir eso en voz alta?
— ¡Solo hay dos tipos de personas que encontrarían divertido el matar! Y tenemos dos claros ejemplos en el castillo.
—Bueno, es que ellos son los que se lo buscan. No tendríamos que mutilarlos si no fueran tras la mínima oportunidad de lanzarse encima de nosotros. Desde que los conozco no han parado de insinuarse a Yonaka y a mí como si fuéramos carne cruda gratis para que ellos nos usen.
—Eso… no niego eso pero…
—Quiero decir, querer coger no es malo, lo que es malo es no pedir permiso. Si tomar lo que es de otros estuviera permitido, yo sería la primera en luchar contra esa ley porque yo he guardado mi virginidad como un tesoro hasta ahora, sería horrible que un montón de mierdas amarillas sin ningún atractivo físico y con falta de atención femenina me la quitaran por simple capricho.
— ¿De qué carajo estás hablando, Ashley? —Andrew se exasperó pero de inmediato cambió su semblante por uno de buen samaritano cuando se dirigió a los mogekos presentes, a pesar de que el sonrojo en sus mejillas no disminuyó—. Por favor, disculpen a mi hermana. Está un poco alterada por lo que vivimos antes. No siempre es así. Mejorará en cuanto descanse un poco. Mientras tanto les suplico que no le hagan caso.
—Sólo estoy expresando mi sentir, Andrew. Yo sé que Yonaka está conmigo en esto. Seguramente ella ha resguardado su virginidad para alguien muy especial también.
—Ashley, basta.
—Veo que la señorita Ashley es una joven con mucha energía —comentó el Hada del Prosciutto divertida pero el mayor de los Graves se esforzó en mantener el tema de conversación que realmente le importaba. Carraspeó la garganta.
—Entonces, ¿qué solución pueden darle a nuestro problema?
—Bueno, podríamos reparar el autobús con el que llegaron y abrir un portal hacia su mundo de nuevo a través de la carretera, o quizás forjar un camino seguro a través del bosque. Pero para ello necesitaríamos de todas nuestras energías —evidenció Mofuru—. Y ahora mismo estamos agotados por los combates que hemos llevado a cabo antes de que ustedes llegaran. Necesitamos recuperarnos, organizarnos y asegurarnos de que cierto rey idiota no se entere y vaya a interrumpirnos. ¿Les importaría esperar hasta entonces? Podrían aprovechar para tomar un descanso también.
— ¿Lo dicen en serio?
—Apostamos a que están ansiosos por partir, nosotros queremos ayudarlos de buena fe pero me temo que en nuestras condiciones actuales no será posible —señaló Espíritu de Sangre.
Aunque insatisfecho con la respuesta, Andrew optó por ser comprensivo con esas criaturas, no le convenía actuar demasiado exigente después de todo; aún no confiaba en ellos y empujar demasiado sólo haría que las cosas resultaran fatales y lo que menos quería eran más problemas. Ninguno de sus planes hasta el momento había resultado como quería. Asintió con resignación.
—Prepararemos una tienda para ustedes, también en unos momentos estará lista la cena si gustan unirse a nosotros alrededor de la fogata —dijo Mogecucko volviendo a cacaraquear.
— ¿El fuego no llamará la atención? —inquirió Yonaka, mirando brevemente hacia el interior del bosque con aprehensión.
—Descuida, señorita. Nos aseguraremos de que todo marche bien, mientras tanto ustedes pueden relajarse.
Con aquello dicho, los mogekos se dividieron para cumplir sus establecidos roles, pues mientras algunos se encargaban de cocinar otros se ocupaban de montar las tiendas de campaña caseras con ayuda de algunos utensilios básicos. Realmente Andrew detestaba la idea de acampar en medio de la naturaleza salvaje, tenía muy malas experiencias de este tipo de actividades, tanto que lo enloquecía, así que buscó una oportunidad para apartarse del grupo y encenderse un cigarrillo en completa soledad. Con la espalda recargada en el tronco de un árbol y oculto tras una roca de gran tamaño, se preguntó si alguna vez sería capaz de cumplir sus ambiciones. El destino parecía empecinado en lanzarle desgracia tras desgracia. Esto debía ser su castigo por tantos crímenes cometidos, que pena que no se arrepintiera de ninguno a estas alturas.
De hecho, se atrevía admitir para sí mismo que matar a su madre fue una de sus mejores ideas. Se había vengado de ella y podía decir con seguridad que se lo merecía más que nadie en su familia.
La risa maliciosa de Ashley atrajo su mirada hacia ella, encontrándola en compañía de Yonaka, la cual parecía nerviosa por alguna broma que esta le hubiera hecho mientras estorbaban a los trabajadores mogekos. Verla sonreír conseguía que su corazón experimentara paz y sosiego. Era cierto que era una mujer molesta pero sin su locura no se sentiría completo nunca. Y si alguien alguna vez intentara separarlos, lo desmembraría parte por parte hasta dejarlo morir desangrado.
Y el recuerdo de su primer beso volvió a su mente, incitándolo frotarse los labios con los dedos. El anhelo de volver a probarlos palpitando en sus venas.
Hubiese continuado con esa fantasía de no ser porque involuntariamente recordó las palabras de Shinya al respecto. ¿A qué se había referido con tomar la responsabilidad? Desde niño Andrew había hecho hasta lo imposible por mantener a su hermanita cerca y protegida. ¿Qué era un control real? ¿Existiría una manera de aplicarlo en alguien como Ashley? Lo dudaba mucho.
—Eludir… —reflexionó en volumen bajo.
Sí, siempre había eludido admitir sus sentimientos por ella, porque se esforzaba en ser un buen hermano mayor aunque muchas veces sus verdaderas intenciones fueran otras. Entregarle su corazón a Ashley para que lo destrozara y comiera, ¿era lo que ambos necesitaban? ¿Entregarle lo que le quedaba de cordura bastaría para recibir el alma de alquitrán de Ashley a cambio? ¿Alcanzaría para pagar su carne? ¿Por fin sería totalmente suya? Su adorada hermana pequeña, su congoja y felicidad, ¿como pareja? De alguna manera la palabra "pareja" y "Ashley" no ajustaban, así que sólo debía transformarla en algo más intrínseco, más acorde a sus realidades.
Algo como…
—Mi todo —concluyó.
Tal vez era hora de ponerlo a prueba, a pesar de que era más fácil pensarlo que hacerlo. Inhaló y exhaló con nerviosismo. Su cuerpo empezó a temblar ante la sola idea de acercarse a Ashley con esas intenciones. ¿Cuándo siquiera había coqueteado con una chica? Era un perdedor que había tomado de ventaja el que Julia se sintiera atraído por él para convertirla en su novia. Por lo tanto no tuvo que hacer un gran esfuerzo para conquistarla, bastaron unas cuantas palabras bonitas y engañosas. Cortejar a alguien del calibre de su hermana sería un trabajo titánico en muchos sentidos. Se sobresaltó cuando sintió un puñado de dedos presionando ambos extremos de su cintura, cuando se giró en busca del causante se dio cuenta que Ashley se había colado detrás del árbol en el que descansaba para sorprenderlo. La sonrisa que se dibujó en el rostro de la pequeña diablilla lo decía todo, por lo que Andrew no tuvo más remedio que mirarla mal.
—No vuelvas hacer eso, por un momento pensé que eras una de esas cosas amarillas.
—Oh, vamos. No exageres. Aquí estamos a salvo.
— ¿Dime cuándo hemos estado seguros desde que nacimos?
—Sí, sí. —Ashley suspiró con exasperación, acomodándose a un costado de su hermano, el cual fingió no sentirse culpable por provocar esa expresión decepcionada debido a su reacción apática.
—Me sorprendiste, pensé que estabas con Yonaka. Te vi hace un momento con ella.
—Sí pero comencé a extrañarte. ¿Es malo? —Andrew pretendió no sentir que su interior ardía por esa confesión mientras terminaba de fumar su cigarrillo. Ashley mantuvo la vista fija en su reacción pero al no conseguir leer nada, nuevamente sintió decepción—. Tal vez tú te sientas más feliz lejos de mí pero yo no puedo ser así. Seguro me ves como una molestia y darías lo que fuera por desecharme. No te entiendo, Andrew. Primero me dices que quieres que volvamos a ser solo nosotros dos, luego parece que quieres que yo me divierta con otros.
—Mira. Primero: no he dicho eso. Segundo: ¿podrías por favor dejar de auto sabotearte?
— ¿Y eso qué es? No uses palabras complicadas para confundirme.
—Vamos, ni siquiera tú puedes ser tan idiota —se mofó Andrew apagando la colilla de su cigarro para inclinarse sobre su hermana y comenzar a alborotarle más de lo que ya estaban esos hermosos cabellos—. Sé que hay una pequeña parte de ese cerebro tuyo que funciona bien.
— ¡Ay! ¡Para de una vez!
—Aww, mi dulce y tierna hermanita no puede soportar un poco de cariño de hermano mayor.
—No, ese tipo de cariño es horrible —se rió aunque en realidad estaba disfrutando en grande de los mimos que lentamente reducían su fuerza para transformarse en ligeras caricias sobre su nuca. Incluso había recibido un beso en la parte superior de su frente, un gesto que estaba más que arraigado en sus interacciones.
— ¿Andrew? ¿Estás enojado conmigo por lo que pasó?
—No seas tonta, nada de lo que ha pasado hasta ahora es tu culpa.
—Bueno, probablemente es por culpa de que tengo vagina que esos mogekos nos están persiguiendo ahora. Sería tu oportunidad de abandonarme para siempre si quisieras, ¿sabes?
—Ni loco permitiría que un montón de locos degenerados te pusieran una pata encima —declaró Andrew casi gruñendo con la sola imagen mental.
— ¿Oh? —Ashley sonrió con picardía, claramente disfrutando de aquella muestra de posesividad—. ¿Significa que protegerás mi virginal cuerpo hasta el final?
—Oh, hermana mía. Luz del rocío invernal. Yo, tu hermano mayor y guardián, prometo protegerte a ti y a tu zona floral como un cinturón de castidad en época medieval.
Ashley no pudo evitar echarse a reír por el espontaneo poema que su hermano había armado para seguirle el juego. Usualmente debía pedirlo en base a un acontecimiento clave, ya fuera como un elogio o porque necesitaba consolarla, así que obtenerlo de manera tácita le generó un enorme placer. A su Andy siempre había tenido que obligarlo, por lo que comenzaba a pensar que Andrew no podía ser tan malo después de todo. Era difícil leerlo y continuamente le provocaba inseguridad ya que no podía adivinar si era sincero, no como Andy. No podía estar segura si la necesitaba tanto como ella a él pero instantes así podía considerarlo un compañero confiable.
—Basta, es demasiada poesía para mí.
Ashley siguió riéndose, ajena a la expresión conmovida del mayor de los Graves, el cual se armó de valor para volver atraerla, incitándola subirse a su regazo para disfrutar de un abrazo mucho más íntimo. Normalmente Andrew fingiría que esto era normal pero luego de haberse enfrentado a sus demonios por esa noche, quería abrazar a Ashley siendo plenamente consciente de que esto era amoral y perverso pero también romántico y hermoso. Por desgracia, la menor de los Graves no tardó en darse cuenta del cambio un minuto más tarde.
— ¿Qué te pasó hoy? ¿Huir de esas cosas amarillas te hizo apreciarme más?
—Sólo digamos que me siento inspirado hoy, es todo.
—Lo que digas, querido —Ashley le dedicó un mohín con los labios a su hermano y luego volvió a sumergirse en el abrazo como si fuera a cambiar de opinión de mantener las distancias más tiempo—. Ojalá te sintieras inspirado siempre.
—Sé una buena chica y podrás ver más de mí.
—No importa, ya seas un completo llorón, un amargado o un poeta fracasado, estaré feliz mientras seas tú.
El joven Graves afianzó el abrazo y enterró el rostro entre los risos negros de Ashley en consecuencia, no importándole que los Kurai o los Mogekos Especiales los vieran. Esa noche sería su noche para dejarse llevar hasta que su sentido de culpa lo hiciera arrepentirse o debieran mantener su espacio personal por decencia. Mientras tanto quería ser todo lo que no había podido permitirse. Comerse a su vecino, escapar de un departamento en cuarentena, dispararle a un sicario y desparecer a sus padres sin sentir culpa, valía la pena si podían continuar juntos.
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La mente de Shinya era un caos. Veía la fogata frente a él donde aquellos mogekos cocinaban lo que parecía ser carne y macarrones, al tiempo que sentía a sus sentidos vibrar. Y aunque no se había unido a la conversación que su hermana pequeña mantenía con ellos, no quería decir que no estaba prestando atención a los detalles de la misma, así que en tan sólo unos segundos había reunido información importante sobre cómo funcionaba el castillo que estaban evitando visitar. Justo como los humanos, los mogekos sufrían pandemias, masacres, problemas sociales y conflictos étnicos. Su principal característica parecía el desorden pero de alguna manera habían estado funcionando hasta presumiblemente la huida de Yonaka y la muerte de dos integrantes importantes de los guardianes de los siete pisos.
Uno de ellos había herido a Yonaka. Hasu o Nega-Mogeko.
Aunque no habían profundizado mucho en ellos para no poner triste a su hermanita, Shinya era consciente de que su aura asesina era percibida por el resto y por ello también evitaban hablarlo, lo cual era una lástima. Suspiró en su intento por relajarse. Ahogar emociones nunca fue difícil. Se había pasado toda la vida actuando como un chico recto, cortés y respetuoso, así que era absurdo que se le complicase luego de por fin haberse liberado. Miró el generoso trozo de jamón servido en su plato y le dio un gran mordisco, no sería educado desperdiciar la comida.
— ¿Qué tal está? —quiso saber el Hada del Prosciutto, quien parecía la más interesada en él.
—Delicioso. —Al mayor de los Kurai se le formó una sonrisa demasiado dulce y brillante que contrastaba con su actitud sombría de antes, razón por la que varios de los presentes no pudieron evitar mostrarse nerviosos—. Muchas gracias, señorita.
—Oho, en verdad eres un hombre interesante.
— ¡Hada! —se quejó Yonaka, temiendo que la susodicha se le estuviera insinuando a su hermano.
—Oh, miren a esa niña consentida —se rió la Mogeko entre divertida y enternecida.
Avergonzada, la menor de los Kurai miró de reojo a su hermano, esperando que su actitud posesiva no fuera a molestarle. Y a pesar de que la sonrisa que le devolvió Shinya era alegre, ella de inmediato se dio cuenta de lo falsa que esta era. Sin saber qué hacer con este conocimiento, no le quedó más opción que encogerse y continuar degustando sus alimentos. Aquello estaba siendo muy complicado para ella, pues ese mundo se trataba de algo que había marcado para siempre su existencia, por lo que saberse de vuelta en compañía de su hermano y nuevos amigos le generaba miles de sentimientos. Era como si fuese expuesto un secreto íntimo, algo que todavía no estaba preparada para compartir, así que tenía miedo. Miedo de que todo lo que la había hecho fuerte en ese lugar, arruinara la vida que había obtenido junto a su hermano.
No quería volver. ¿Por qué? Todo por ese obsesionado rey. ¿Acaso no iba a ser capaz de librarse de él? Debió haberlo hecho trizas cuando tuvo la oportunidad. Juraba que si se atrevía interponerse entre ella y su vida perfecta, le arrancaría la cabeza y la usaría como sombrero.
—Esa expresión da miedo, joven dama.
— ¿Eh? —El comentario de Mofuru sacó a la joven japonesa de sus oscuras cavilaciones.
— ¿Todos los humanos pueden verse así, eh?
— ¡No sé de qué habla! Y-Yo no estaba haciendo ese tipo de caras.
—Pensaba que tu hermano daba miedo cuando lo vi pero que tú seas capaz de tener una mirada como esa ha cambiado mi perspectiva.
— ¡Le digo que yo no hago eso!
Ante el tierno intento de Yonaka por justificarse de algo que no era consciente, los Mogekos Especiales rieron divertidos. La menor de los Kurai parecía atareada pero le tuvieron piedad cambiando a un tema mucho más cotidiano como el sabor de las comidas caseras y por qué los mogekos amaban tanto ingerir alimentos. Poco a poco, Yonaka volvió a integrarse a la charla y más tarde se unieron los hermanos Graves que habían estado renuentes a probar la comida que querían servirles hasta que el hambre los venció. Shinya se limitó a observar la convivencia, nuevamente reservándose a responder tan sólo cuando le preguntaban a él de forma directa. Así fue hasta que se llegó la hora de dormir y su pequeño grupo se retiró a las casas de campaña entre medio de las correspondientes a los Mogekos Especiales.
Según sus propias palabras, de esa manera evitaban que sus enemigos los tomaran por sorpresa si se les ocurría atacarlos en mitad de la noche. Ashley y Andrew entraron en la suya sin demasiados preámbulos, Yonaka hizo lo mismo. Aunque, cuando Shinya iba inclinarse para seguirla, una voz lo llamó. Se trataba del Mogeko-algo-extraño que al parecer tenía algo urgente que hablar con él.
Despidiéndose de su pequeña hermana un segundo, el mayor de los Kurai acompañó a este mogeko lejos de la zona de campamento. Entre más se alejaban, Shinya se aseguró de preparar su cuchillo por si esta criatura se atrevía hacer una maniobra arriesgada. Grande fue su sorpresa que al caminar unos pasos más al oeste se encontraran con un pequeño río de cristalinas aguas; simplemente no era algo que Shinya se esperara ver cuando lo siguió sin cuestionarlo más.
—Los mogekos regularmente poseemos muy buen olfato. Esto ayuda a que nos mantengamos ocultos más tiempo de lo que podríamos estar en otras circunstancias —explicó el mogeko amarillo cuando leyó la sorpresa en el rostro del japonés.
—Supongo que no debería sorprenderme que conozcan a su propia especie, ¿verdad?
—No es solo eso, los mogekos poseemos esa particularidad de saber todo sobre las cosas que nos interesan. Siempre que algo capta nuestra atención investigamos e investigamos hasta sentir que hemos aprendido lo suficiente para aplicarlo en nuestra vida diaria.
— ¿Por eso saben todo sobre mi hermana?
—Y también sobre ti. —Los ojos del humano se afilaron, sintiendo su declaración como un descarado reto—. También sabemos sobre esos dos que vienen con ustedes. Aunque apenas hayan llegado a este mundo, no es una coincidencia que eso haya ocurrido. Los humanos suelen aparecerse aquí por si mismos porque se sienten perdidos o algo les angustia. También hay ocasiones como esta que los mogekos les brindamos ese impulso de llegar directamente.
Shinya desenvainó su cuchillo con cuidado y comenzó avanzar hacia la criatura que acababa de darle la espalda para arrodillarse frente al río, lavándose sus redondas manos con movimientos calmados. El Kurai ya estaba listo para apuñalarlo cuando Mogeko-algo-extraño habló de nuevo.
—No podemos juzgarles. Nuestra gente está demasiado corrompida, así que no somos quiénes para señalarles lo que está bien o mal. Cada uno de nosotros ha cometido sus propios errores, consciente o inconscientemente. Para nuestros difuntos camaradas fue igual. Por eso no nos queda más que purgar nuestros pecados ayudando a humanos infelices a que encuentren su camino, aún si en el proceso se quedan algunos.
— ¿…Quién fue? —inquirió Shinya de pronto, intrigando a su pequeño acompañante—. ¿Quién se atrevió a entrar en el corazón de mi Yonaka?
—Si ella no te lo ha dicho, ¿por qué debería decírtelo yo?
—Porque podría adornar este bonito rio con tus pegajosos intestinos.
—Cielos… —Mogeko-algo-extraño se estremeció entre asustado y excitado por la amenaza de Shinya—. Por mucho que me dé curiosidad esa idea, no te lo aconsejaría, ¿sabes?
— ¿Qué es esto? ¿Se enaltecen de ser diferentes al resto de mogekos y también tienen ese lado pervertido?—se burló, dibujando el contorno de esa cara redonda con la punta de su hoja filosa.
—Se lo dije a la señorita Yonaka. Yo prefiero más estar tranquilo bebiendo té… aunque no debería ser un distintivo que me guste masturbarme. He practicado muchos movimientos de intestino.
—Me das asco.
—Sí, eso es perfectamente razonable.
—Entonces aunque tu vida esté en riesgo, ¿no me dirás quién de sus dos amigos muertos se acercaron demasiado a mi Yonaka?
—Más respeto por ellos, por favor.
—Yo no respeto a nadie, mucho menos a los que se meten en el camino de mi hermana.
—Bien, escucha. Si te sirve de algo, esto tal vez esté pasando porque la señorita necesita solucionar sus sentimientos, prepararse mentalmente. Si en verdad te importa, deberías ser capaz de esperar por ella, ¿no es así? —Shinya chasqueó la lengua, guardó el cuchillo y devolvió sus pasos rumbo a las casas de campaña, pero Mogeko-algo-extraño no había terminado—. Hey, muchacho. Sé más comprensivo con ella, es todo lo que tienes, ¿no? Y no hay manera de que ella alguna vez piense en abandonarte. Realizó todo este viaje por ti. Si en el pasado ella se quedó atrapada en este mundo retorcido, fue por ti. Eres todo su mundo. ¿No debería ser eso suficiente?
—No. —Le respuesta de Shinya fue contundente—. Nunca es suficiente cuando se trata de mi Yonaka. Abrirla de pies a cabeza para ver su interior no saciaría mi sed de ella. Arrancarle el corazón y contemplar hasta el último rincón que lo compone no bastaría para calmarme. Yonaka es más que su cuerpo, es más que su mente, es más que este mundo. Si no soy capaz de encontrar hasta la última molécula que la compone, entonces ser amado por ella no habría valido la pena. No le habría correspondido de forma correcta. Así que no te atrevas a insinuar que cruzar un único límite es suficiente.
Mogeko-algo-extraño tragó saliva, perturbado con esas palabras. Estar frente a la despiadada reina Moge-ko lo había traumatizado de por vida y generado un odio tan profundo que ni todas los agradables encuentros que tuvo, o buenas acciones hacia otros, habían bastado para purificar un poco de su ira contra ella. Y escuchar a este adolescente hablar de las complejidades de su amor hacia Yonaka lo estaban haciendo cuestionarse si de verdad ya lo había visto todo.
Si era posible que existieran almas incluso peores a las que habitaban el castillo.
Habiendo concluido el encuentro, Shinya se retiró para volver con su hermana, al único lugar para él; su refugio. Al cruzar la puerta de tela la encontró dormitando en un improvisado futón para acampar, algo que le formó una sonrisa maliciosa en el rostro. Gateando se acercó a ella lo más cuidadosamente que pudo para enseguida colocarse sobre su indefensa figura e inclinarse a la altura de su oído descubierto y susurrarle.
—Muy descuidado de tu parte, hermanita. Dormir sin ninguna preocupación en un sitio como este, completamente sola.
Algo que Shinya no se esperaba es que Yonaka le respondería de la misma manera.
—Es porque confiaba en que tarde o temprano volverías, Niisan. —Los párpados de la menor de los Kurai se abrieron y contemplaron con una traviesa sonrisa la figura petrificada de su hermano, procediendo a extender sus delgados brazos a cada lado del cuello de Shinya para atraerlo a sus labios, ofreciéndole un breve beso que hizo al mayor de los Kurai ruborizar—. Me demostraste que siempre estarás ahí para mí, y yo también.
Luego de un corto lapso, Shinya al fin recuperó la compostura, sonriéndole con dulzura a su hermana para recostarse sobre ella, un hecho que hizo a Yonaka reír y reclamarle lo pesado que estaba, al menos hasta que se acurrucaron juntos uno a lado del otro con las piernas y brazos entrelazados. Shinya apoyó su barbilla en la parte superior de la cabeza de Yonaka mientras que ella posó su rostro contra el pecho de su hermano, disfrutando de su perfume.
— ¿Sigues enojado conmigo, Niisan?
—Estoy deseando que estés lista para contarme qué fue lo que pasó, pero supongo que eres demasiado linda para dejarte tirada. Así que… sí, estoy enojado pero eso no cambiará nada entre nosotros porque definitivamente me lo dirás.
—…Lo siento.
—Disculpa, aceptada. Aunque no es necesaria. Me diste tu primer beso, ¿verdad? Eso me ha hecho muy feliz. Tanto para compensar ese secreto que tanto me molesta.
—Niisan idiota.
Shinya se echó a reír por el débil insulto de su hermana mientras disfrutaba de palpar los largos cabellos sueltos a su alcance. Yonaka siempre se deshacía sus trenzas a la hora de dormir, así que era en estos momentos que tenía la oportunidad de delinearlos como si sus dedos fueran cepillos y ella la modelo que debía tener preparada para la pasarela. Por supuesto, Shinya detestaba la idea de que cualquier otra persona mirara demasiado a Yonaka pero mientras nadie más pudiera tocarla como él, lo calmaba.
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A través de una unión telepática natural, los cuatro Mogekos Especiales restantes observaron con asombro la interacción que su compatriota y amigo, Mogeko-algo-extraño, había protagonizado con el mayor de los Kurai. Cada uno de ellos ya lo sospechaba pero verlo por sí mismos continuaba siendo impresionante. Mientras esperaban el regreso del quinto mogeko superviviente, compartieron miradas inseguras, llenas de interrogantes. Lo que harían era cumplir su papel como guías pero todavía no estaban seguros si esta vez lo conseguirían. Además tenían miedo de lo que pudiera depararles el futuro con esta nueva tarea.
—Tal parece que existen humanos verdaderamente aterradores —comentó Espíritu de Sangre con aprehensión—. Y yo que creía que yo podría ser visto como una abominación por los hombres.
—No importa cuál sea la verdad, si esto es lo que a Yonaka más quería… —dijo el Hada del Prosciutto en un tono de voz tierno que la mostraba comprensiva.
—También están esos chicos, los hermanos Graves —recordó Mofuru—. Incluso Yonaka estaba muy asustada la primera vez que llegó aquí, pero Ashley actúa un tanto insensible ante los peligros, es incluso indiferente a la idea de asesinar. Ella y su hermano han vivido en un infierno por tanto tiempo que no les interesan las acciones de otros mientras no los afecten a ellos.
—Podemos decir que esos mogekos idiotas esta vez han traído armas de doble filo —estuvo de acuerdo Mogecucko frotándose el rostro con las alas—. Aunque seguiría siendo peligroso para ellos que Moge-ko o mogeko los encontrarán. Debemos devolverlos a su mundo cuanto antes.
—Lo haremos. —Mogeko-algo-extraño salió de entre los arbustos para unirse a los otros—. Nega y Hasu así lo habrían querido también.
—Ah, yo no olvido lo estricto que se volvía Hasu cuando no queríamos rezar al único y hermoso dios del prosciutto —rememoró Mogecucko con nostalgia—. Yo no sabía que podía quitarse la aureola de la cabeza hasta que me reprendió con ella por haber blasfemado una vez. Y ese traidor de Nega sólo se burló, ¡en lugar de ayudarme a levantar del piso! ¡Vi mi vida pasar frente a mis ojos y él sólo me dijo que complaciera a ese malvado querubín! ¿Pueden creerlo?
—Nega fue el primero en acercarse a mí sin burlarse de mi aspecto. —Fue el turno del Espíritu de Sangre recordar en voz alta—. Tenía a mis sirvientes pero, si no hubiese sido por él, jamás hubiera tenido el valor de conocerlos a todos ustedes. Y Hasu, él fue quien me enseñó cómo comportarme para ser visto como un buen líder.
—Hasu y yo siempre acabábamos debatiendo sobre quién tenía las alas más bonitas —se rió el Hada del Prosciutto—. Nunca pudimos resolver esa conjetura. Tal vez pudo ser posible si Nega no hubiera dicho que ambas tenían su encanto. Siempre fue un caballero.
—Ellos siempre se tomaban un tiempo para visitarme en el primer piso para tomar el té —aportó Mogeko-algo-extraño—. Hablamos tantos temas que el tiempo se pasaba volando sin darnos cuenta… eran buenos tiempos.
—Cómo olvidar la vez que estuve a punto de ser devorado por ese monstruo todo porque tropecé en un momento inoportuno con mi propio pelo esponjoso. Si no hubiese sido porque Nega estaba de paseo por mi piso, no estaría aquí ahora. Oh, a Hasu le encantaba peinarme, decía que era una lástima que las plumas de sus alas no fueran igual de suaves, porque así se coronaría como vencedor y derrotaría las alas de Hada.
—Ese Hasu. —Los cinco Mogekos volvieron a reír por el relato de Mofuru, guardando silencio cuando se dieron cuenta que esas memorias sólo habían conseguido ponerlos más tristes.
—Si llego a ver a ese rey idiota de frente otra vez, juro que le dejaré ronchas incurables de los picotazos que le voy dar.
—No te preocupes, Mogecucko. Tendremos nuestra venganza —le consoló Mogeko-algo-extraño.
—Sin embargo, primero debemos enfocar nuestras energías en ayudar a los humanos. Si se quedan más tiempo, es probable que se encuentren con esa loca también. Y todos sabemos que es muy persistente. Si se diera cuenta que hay más de un humano en nuestro mundo, no descansará hasta convertirlos en sus juguetes.
—No permitiremos que eso suceda —asintió Hada del Prosciutto para reafirmar las palabras de Mofuru—. En nombre de nuestros amigos caídos, impediremos que esos malditos se salgan con la suya de nuevo. También encontraremos la manera de acabar con ese monstruo de una vez por todas. Ya es hora de que el Castillo Mogeko sea gobernado por una nueva ley.
En los rostros de los Mogekos Especiales que quedaban se había cristalizado la determinación y confianza para cumplir con este objetivo. Estaban cansados de huir y ocultarse, era momento de que todos se unieran para derrocar el mal principal del castillo. Después de transportar a sus visitantes, estaban decididos a reclutar a todos los mogekos que habían sido cazados y ejecutados por pensar diferente del resto. Una nueva era se acercaba. Esto significaría la revolución para su mundo
Notas Finales: Vi la oportunidad de desarrollar los lazos de amistad entre los Mogekos Especiales y la tomé.
