12. Cafetales

El camino hasta Strawberry del día siguiente es un poco tenso ya que ambos se evitan un poco y, por suerte, como hay muchas más personas a su alrededor, esto se hace fácil… hasta que tienen que desviarse para ir hacia las plantaciones de café.

Aziraphale vuelve a vacilar un poco intentando hacer un mutis por el foro de manera discreta y sin despedirse de nadie, aun pensando que alguien podría haberlo reconocido y pretender entregarlo a las autoridades, así que se separan de los marchantes de manera discreta.

Crowley está seguro de que, aunque alguno podría reconocerle e ir a hablar con el Sheriff, en general esa gente no estaba preocupada por los carteles de bandidos buscados, ya que siempre eran muchísimos y cambiaban casi a diario, así que en general las personas los ignoraban. O si acaso, los miraban una vez y luego no volvían a recordarlos.

Los tres trotan a paso rápido sin cabalgar mientras Asmodeo alardea del sexo de anoche con la hija del mercader, nadie le hace mucho caso.

Transitan por entre los campos donde los esclavos se encargan de cuidar las plantas hasta llegar a la casa de dos pisos, grande y blanca al final de la vereda. Tiene el tejado a dos aguas de paja medio derruido, flores en las ventanas, un establo y un corral en el lado izquierdo del porche.

Asmodeo aprieta los ojos y los dientes al notar de qué casa se trata, su caballo relincha y se mueve un poco yendo adelante y atrás cuando le obliga a seguir a los otros dos.

—¿Todo bien? —pregunta Aziraphale mirándole de reojo.

—Uhm… C-Claro, ¿Qué podría ir mal? —sonríe de manera falsa, así que el de blanco mira a Crowley de reojo a ver si está pensando lo mismo que él. Este asiente entrecerrando los ojos porque sí, esto es raro.

Y de repente un disparo de una escopeta los hace pararse y que todos los pájaros alrededor salgan volando.

Los caballos vuelven a asustarse y Aziraphale, el hombre, tiene que tirar fuerte de Aziraphale, el caballo, porque se levanta sobre dos patas y casi le tira.

Crowley se tensa con eso y se acerca para ayudarle a calmarlo también.

—Espera, espera. Creo que no nos ha reconocido —pide el de blanco, bajándose del caballo—. Dejad que yo me acerque y esperad aquí.

Crowley asiente, tomando las riendas de Aziraphale, el caballo y mirando a Asmodeo de reojo, que, si no fuera aun atado, pensaría que este es un buen momento para escapar.

La verdad, debió escapar ayer noche cuando tuvo oportunidad en vez de tirarse a esa chica, pero esas cosas siempre le pierden.

Aziraphale se acerca a la persona de la escopeta frente a la puerta, que es una mujer rubia que sigue apuntándole.

—¡Maggie, soy yo! —explica caminando hacia ella con las manos levantadas—. Por favor, no me dispares, necesitamos refugio.

—¿A-Aziraphale? —le reconoce ella casi enseguida bajando el rifle, incrédula.

Él sonríe un poquito y saluda con un gesto de la mano.

—¡Aziraphale! —sonríe al fin corriendo hacia él para abrazarle.

Crowley y Asmodeo se miran entre ellos un poco incomodos porque… de verdad que Aziraphale no parece la clase de persona a quien las mujeres se le echan encima.

—¿Celoso? —pregunta el rubio al pelirrojo.

—Cállate —le fulmina y tira de los caballos para acercarse hasta la entrada.

Asmodeo pone un poco de resistencia y el pelirrojo se gira a mirarle.

—Crowley, este sitio… —niega con la cabeza.

—¿Qué? —se gira a mirarle.

—Este es EL SITIO —aprieta los ojos.

—Espera… ¿Qué? —levanta las cejas—. Vamos, hombre, no me…

—¡Crowley! —le llama Aziraphale tan contento haciendo un gesto con la mano para indicar que es seguro que se acerquen.

El pelirrojo se gira a mirarle y luego mira a Asmodeo.

—¿Estás seguro?

Asmodeo le echa una mirada de circunstancias, porque claro que está seguro, joder, ¿cómo va a no estar seguro?

—Ehm… Bueno, quizás no te reconozcan —vacila Crowley y le hace un gesto con la mano a Aziraphale—. ¿Qué tanto hicisteis?

—Pues… —vacila, porque en realidad tiene razón, estaba yendo con un par de idiotas más que lo llevaron todo al extremo y aunque él quería violar a las propietarias, el fuego se fue de madre y al final no hubo tiempo de ello, así que quizás no le reconozcan, ciertamente—. Ya sabes… Un poco de esto y de lo otro.

El pelirrojo aprieta los ojos e igualmente tira de él hacia la casa, porque tampoco es como que haya mucha opción.

—…pasando unas cosas terribles, pero, vayamos dentro y nos ponemos al día —está explicando la chica cuando ambos llegan.

—Ah. Maggie, mira… estos hombres vienen conmigo, este es Crowley, mi… —vacila.

—A lo mejor deberías empezar a decir solo que soy Crowley —se burla este de la vacilación y hace un gesto con el sombrero para Maggie—. Señora.

—Sí, bueno —bufa un poco Aziraphale—. Y este es…

—Smith —le interrumpe Asmodeo, sonriendo.

—¿Smith? —pregunta Aziraphale.

—Smith, es mi nombre real.

Crowley pone los ojos en blanco con eso y el de blanco suspira.

—Ehm… Bueno, mucho gusto —sonríe Maggie—. Perdonad por los disparos si os he asustado. ¿Por qué no dejáis a los caballos en el establo y entráis? Prepararé algo de café.

Tras el rato que conlleva esa actividad, ahí están los tres hombres sentados en la mesa de la casa. Es parecida a las de las Nutter salvo por las hierbas y cristales por todos lados, las paredes de madera están pintadas de un suave color azul y entra la luz por la ventana. La mujer está con la cafetera al fuego en una cocina de hierro negro grande y cómoda a la que le va echando tronquitos de madera.

—Entonces ¿qué es lo que dice que os ha pasado? —pregunta Aziraphale apartando las flores del centro de la mesa para que no molesten.

—Bueno, hace unos días ya de esto. Vinieron unos hombres con antorchas y estuvieron intentando quemar la plantación y también se quemó el tejado de la parte trasera de la casa —explica ella en un suspiro llenando vasitos de café.

—Oh, ¡qué mal! —Aziraphale le mira desconsolado y Asmodeo se hunde un poco en su silla, apartando la mirada después de tomar su vasito.

—Nina está hablando con el banco y en negociaciones con los seguros —asiente Maggie con pesar, sentándose.

—¿Teníais un seguro? ¡Menos mal! Si podemos ayudar en algo... —se ofrece Aziraphale, oliendo su tacita y sonriendo porque esto le recuerda a su infancia.

—No querría yo sonar aprovechada, pero la llegada de tres hombre fuertes y hábiles nos viene como caída del cielo —admite ella.

—Por supuesto, os ayudaremos a reconstruir el tejado —asiente y señala a Asmodeo y Crowley—. Ellos dos son muy hábiles, ya lo verás…

Crowley sonríe un poco con cara de "¿Qué demonios, Fell? ¿y tú qué? ¿no piensas ayudar?" y Asmodeo se frota la cara con una mano porque la ironía de tener que ayudar a reconstruir la casa que les mandaron quemar.

—Muchas gracias, muchachos —Maggie les sonríe.

—¿Y por casualidad… —interviene Crowley—, vinieron después a ofreceros comprar el cafetal en nombre de Inversiones Archangel?

—¿Ah? ¿Cómo lo sabes? —Maggie le mira con la boca abierta, este mira Aziraphale que frunce el ceño asintiéndole.

—Es por eso por lo que hemos venido —explica Aziraphale.

—¿Cómo? ¿Lo sabíais? —Maggie se vuelve a él, levantando las cejas.

—Mi tío está haciendo esto por todo el país, si vieras las cosas que me han contado en New Austin —suspira.

—¿Has estado en New Austin?

—Sí, ¿recuerdas que vine aquí a principios de primavera y os conté todo lo de Muriel?

—Sí, que estabas yendo por las comisarías intentando que alguien te hiciera caso —asiente ella.

—El asunto se ha vuelto mucho más turbio, Maggie. Es toda una red de crimen organizado. Están haciendo esto, contratan a criminales para que arruinen a las personas y luego los compran la tierra a bajo costo a cambio de mensualidades.

—¿Y no crees…? —Maggie se muerde el labio, preocupada.

—Ya, ya sé lo que me vas a decir, pero… —frunce el ceño.

—Es que… Ya me parecía terrible lo de Muriel y entiendo que lo hacías por justicia, pero Nina misma te lo dijo. Tu tío no va a dejar salirte con la tuya.

—Ya, ya lo sé. Sé que me dijisteis que debería olvidarme del asunto y mejor alejarme de mi familia antes de que esto fuera a peor —le mira.

—Ya te dije que si necesitas… las puertas de nuestra casa siempre están abiertas para ti —Maggie le toma la mano por encima de la mesa, Aziraphale suspira con eso y sonríe.

—Lo sé y os lo agradezco —le aprieta con la mano de vuelta.

—Voy a mandar a un chiquillo al pueblo con una nota para que avise a Nina y me lo cuentas TODO —sonríe levantándose y soltándole.

Aziraphale se reacomoda en la silla mirándola salir y luego se vuelve a Crowley. Este le mira.

—¿Qué piensas? —pregunta el de blanco.

—Pues que… parece buena gente.

—Son buena gente a pesar de lo de la escopeta, están tensas con este asunto. Creo que podríamos quedarnos aquí con ellas en lo que hacemos un plan —propone.

El pelirrojo asiente sonriéndole y esa sonrisa calma bastante al de blanco que le sonríe un poco de vuelta, tímidamente.

Asmodeo mira a uno y otro u vuelve a hacer los ojos en blanco, pero no comenta nada porque a ver si esto mejora un poco ahora que haya más gente.

Nina no tarda mucho en regresar del pueblo, en lo que Maggie le explica los pormenores reales de las perdidas en la casa, como le robaron también todo lo que pudieron, como parecían querer violarlas, como acabaron por matar a uno de los chavalines de los esclavos que intentó defenderlas y como Nina casi mata a uno cuando consiguió un rifle en mitad de la huida hacia fuera del incendio.

Aziraphale está absolutamente escandalizado con el relato cuando Nina llega entrando como un huracán, de nuevo, pistola en mano.

Todos los presentes se quedan paralizados con eso. Los tres hombres levantan las manos y Crowley piensa que estás dos son tal para cual.

—¡Nina! —Maggie la riñe un poco.

—Nina, Nina, calma… soy yo —Aziraphale le sonríe un poquito.

—Sí, ya sé quién eres —responde la mujer negra, con el ceño fruncido, apuntando a Aziraphale.

—Ehm… ¿Y no crees que… podrías calmarte un poco y bajar el arma? —propone el rubio.

—Quiero saber qué haces aquí, ¿Qué es lo que quieres?

—Pero Nina, ¿qué pasa? es Aziraphale… —insiste Maggie.

—Y el pueblo está empapelado de carteles con su cara —se defiende la otra—. No sé si se habrá unido a una banda bajo las órdenes del señor Archangel como el idiota de Gabriel.

—¿Qué? —protesta Aziraphale y Maggie también levanta las cejas porque no sabía esa parte, boca abierta.

—A juzgar por las compañías, no me sorprendería —sigue Nina, firme.

—No, no, Nina… estos… estos son… —Aziraphale mira a Crowley y a Asmodeo, que de repente, ahora que Nina está acusándole de esto se ven mucho más fieros y salvajes de lo que venían viéndose hasta este momento, hasta él mismo se pregunta a si mismo qué demonios hace yendo con ellos.

—Si vienes a ofrecerme otro trato…

—¡No vengo en nombre de mi tío! —insiste Aziraphale.

—¿Y ellos? —Nina vuelve a señalar a los otros dos con la punta de la pistola.

—Ellos vienen conmigo. Uhm… C-Crowley es caza-recompensas, me está ayudando con ese asunto de Muriel que os conté —explica mirándole y sonriéndole un poco sin poder evitarlo, Crowley le hace un gesto a Nina como si llevara el sombrero—. Y el señor Asm…

—Smith —le recuerda Asmodeo, interrumpiéndole.

—Uhm. El señor Smith nos encontró en Blackwater y le traemos porque tememos que me entregue a las autoridades ahora que me buscan. Es uno de los diablos de mi tío.

—Joder, Aziraphale. ¡Que te jodan! —protesta Asmodeo con eso, enojado.

—¿Él es uno de los diablos? —Maggie se lleva las manos a la boca con eso y Nina frunce el ceño.

—Pero ¡no puede matarme nadie porque voy a testificar! —chilla Asmodeo a la desesperada.

—Ah, sí, eso es verdad —asiente Aziraphale.

—¿Y nos lo traes aquí después de que nos han quemado la plantación? —protesta Nina.

—Yo no sabía que eso había pasado… —se defiende el de blanco.

—Vamos, Nina… Cálmate —pide Maggie poniéndole las manos en los hombros. Ella suspira y baja el arma. Aziraphale sonríe un poco con eso, respirando de nuevo—. ¿Qué es lo que tiene que testificar?

—¿Recuerdas cuando vine y os conté que estaba buscando justicia por el asesinato de Muriel? —empieza Aziraphale de nuevo.

—Sí, sí, claro —gruñe un poco Nina.

—El caso se ha vuelto más grande. Hasta el punto de que ahora mi tío ha pedido una recompensa por mí, pero siento que estamos tan cerca de conseguir algo…

—Aziraphale…

—No, no, Nina, ya lo sé —interrumpe este, dulcemente a pesar de todo—. Pero me han hablado… hay una empresa que se dedica a organizar estas cosas y trabajan con un despacho de abogados en Valentine a los que quiero ir a visitar.

Nina mira a Maggie con eso y esta suspira, porque es que ella ya se lo ha dicho, sí.

—No lo sé, Aziraphale, a mí me parece una pésima idea —valora la chica negra.

—¿Por qué no os quedáis aquí unos días y descansáis un poco… y hacemos un plan? —propone Maggie.

—Gracias, Maggie —el rubio sonríe con eso.

—Disculpadme una cosa —interviene Crowley—. A ver si lo he entendido... pero ¿no que ellas eran amigas de tu tío? ¿por qué hacerles esto?

—De mí... No, no, no. La casa de campo de mi tío está aquí cerca, a unas millas más al este —Aziraphale señala hacia dónde.

—De hecho, siempre se llevó muy mal con mi abuela cuando aún vivía —explica Nina asintiendo.

—Aziraphale y yo veníamos a jugar a los cafetales... alguna vez traía a la otra niña... ¿Cómo se llamaba? la negra.

—Ah, mi prima, Uriel —Aziraphale asiente.

—¿Tienes una prima que es negra? —levanta las cejas Crowley.

—¿Algún problema? —pregunta Nina, frunciendo el ceño.

—No, no. Es solo que... no pensé que fueran de color.

—Ah, no, Miguel y Gabriel no lo son, solo es ella.

—¿Y tu tía?

—Pues... no, ¿qué insinúas? —frunce el ceño.

Crowley se humedece los labios porque... alguien puso los cuernos a alguien, eso está clarito.

—Bueno, son raras esas combinaciones de colores, ya sabes...

—Lo que dice es que o tu prima es hija de alguien más o tu tía le puso los cuernos a tu tío —suelta Asmodeo.

—¿Q-Qué? ¡Claro que no! —se le abre la boca con eso.

—Ehm... —Nina vacila porque, ya debería saberlo.

—En mis clases de biología nos enseñaron sobre los genes recesivos y como podrían aparecer en futuras generaciones, aunque hubieran estado aletargados —responde Aziraphale.

—Bueno, eso no es el asunto ahora... —intenta calmarles Maggie—. El que vino a vernos fue Gabriel, creo que está en la casa de campo ahora.

—¿Qué? ¡No! —se lamenta Aziraphale.

—Y, de hecho, podría volver a venir —advierte Nina.

—¡No! Si me encuentra aquí... ¡seguro me obligará a volver a casa!

—¿Y qué crees que hará el abogado de Valentine cuando sepa quién eres? —pregunta Nina. A Aziraphale se le cae el alma a los pies porque no había pensado en eso.

—Bueno, podría no... Reconocerle —propone Maggie. A Aziraphale se le ilumina lacara con eso.

—No, Maggie, no. Esto es muy serio y peligroso —Nina niega con la cabeza.

—¡Pero no pasará nada! —exclama Aziraphale—. ¡Maggie es muy buena!

—Maggie es muy buena, pero esto es arriesgarse demasiado —insiste Nina.

—¿Qué está pasando? —pregunta Crowley mirando a los tres como en un partido de Tenis.

—Ah... —Aziraphale cae en la cuenta y se vuelve a él—. De hecho, tendrían que hacértelo a ti también.

—¿A-A mí? —Crowley vacila.

—¿A él? —Nina pregunta a la vez.

—Es que Crowley es un proscrito en New Hannover, así que a él tampoco pueden reconocerle —explica el rubio.

—Bueno, está bien, tanto da uno que dos —Maggie se encoge de hombros.

—Tendremos que dejar aquí los caballos e ir en tren —sigue Aziraphale—. Bentley llamaría demasiado la atención.

—Pero ¿Qué es lo que quieres hacer? —insiste Crowley sin entender.

—Es que Maggie es muy buena estilista, entonces ella puede... cambiarnos el color del pelo o maquillarnos un poco para vernos como si fuéramos personas diferentes y así que no sea fácil reconocernos.

—¿Q-Qué? —Crowley le mira, horrorizado.

—¿No quieres? —Aziraphale hace un mohín y sus ojitos de cachorro.

—P-Pero... E-Es que... Uhm... —vacila.

—¡Bien! —exclama como si hubiera dicho que sí—. Empezaremos conmigo —le pide a Maggie levantándose.

Ella le sonríe levantándose también y Asmodeo hace un sonidito de látigo para Crowley, que le fulmina.

—No seáis críos —les riñe Aziraphale—. Y ayudad a Nina en lo que os pida, nosotros ahora volvemos.

Nina los mira a ambos y se los va a llevar a arreglar el tejado a puros gritos.

Maggie se lleva a Aziraphale a otra habitación, lo hace sentarse frente a un espejo y le mira, inclinando la cabeza.

—¿Qué quieres que hagamos?

—No lo sé. Pensaba en... ¿quizás algunas prótesis y un cambio de cabello? ¿Cómo andas de milagros? —bromea un poco.

—Mal —sonríe de vuelta—. No sé si tu plan era que te vieras como de veinte años, pero me temo que vamos a tener que ser más drásticos...

—Ojalá pudiera yo verme tan joven —se ríe—. Me cansaría mucho menos, ¿sabes que llevo semanas MONTANDO A CABALLO?

—Ya, ya me he dado cuenta —se va a un armario bajo, agachándose y buscando algo en el interior de este—. Lo que pensamos que no iba a suceder nunca.

—Es lo PEOR. No se me ocurre tortura mayor. Más vale que Muriel esté valorando todos los sacrificios que hago por ella —sigue, mirando lo que hace.

—Pero tiene sus ventajas, ¿no? —le mira de reojo dejando la caja en el tocador y abriéndola.

—Pues sí las tiene, porque no llegas a las estaciones de tren donde seguro los Sheriff tienen gente esperándome. ¿Has visto la recompensa que da por mí? Es el valor de todo el rancho Emerald.

—¿Esa no es tu casa? Supongo que pretende meterte en prisión y dar el rancho a el que te entregue —Maggie se muerde el labio.

—La verdad, menos mal que Crowley está ayudándome o ya me habría... No sé, muerto, probablemente —suspira.

—¿Por? —levanta las cejas.

—Es... —la sonrisa de Aziraphale cambia un poquito, pensándoselo—. Él es así cómo... ¿Sabes? —la mira porque no sabe cómo describirle.

—¿Aja? —inclina la cabeza.

—Uhm... Pelirrojo —acaba la frase con eso a falta de una definición mejor.

—Pelirrojo. Ya veo —se burla un poco empezando a sacar cosas de la caja.

—Lo que digo es que... ¡No que tenga nada de malo ser pelirrojo! —añade por si las dudas.

—Ya, ya. Ya me imagino...

—Lo que digo es que llevamos semanas cabalgando y no es que seamos amigos, porque es un caza-recompensas y ya sabes qué pienso yo de esas cosas.

—Bueno, tampoco tiene porque ser una mala persona solo porque trabaje así un poco al margen de la ley. Aquí tenemos algunos caza-recompensas que han atrapado a más criminales que el propio Sheriff.

—Ya, ya lo sé —la mira de reojo y suspira porque Crowley es así también.

Ella saca un peine y comienza a cepillarle el pelo.

—De hecho, me salvó —admite el rubio, porque quiere seguir hablando de esto.

—¿Te salvó?

—Encontramos a Sandalphon, que es uno de los administradores de mi tío, en el banco de Armadillo y me rescató, sí. Les apuntó a todos con el revólver y hasta recuperó el libro que me olvidé.

—Eso suena bastante romántico.

—Sí... digo, ¡No! uhm... ¿R-Romántico? —cambia de idea tres veces, sonrojándose.

—¿No? Digo, ¿quién estaría preocupado por un libro en mitad de un tiroteo si no fuera porque sabe que te gustan? Hasta tú lo olvidaste.

—Uhm... B-Bueno, sí... S-Supongo —se mira las manos, aun sonrojado.

—La pregunta aquí es si a ti te... —Maggie vacila, porque conociendo a Aziraphale ya se imagina la respuesta sobre la moral y la ética si le pregunta si le gusta—. Si es lo bastante pelirrojo.

El hombre la mira con la boca abierta a través del espejo mientras ella sigue peinándole y le sonríe.

—¿Tanto? —Maggie levanta las cejas leyendo esa respuesta en lo que su amigo no dice.

Aziraphale aparta la mirada y cierra la boca.

—¿Más que Oscar? —sigue preguntando sin piedad alguna.

—Oscar no era pelirrojo —murmura Aziraphale con la boca pequeña y sin mirarla.

Maggie suspira con eso, porque sabe que él sabe que ella sabe que no era del color del pelo de lo que estaban hablando, pero Aziraphale siempre usa esos trucos para evitar los temas escabrosos.

—Además, no sé a qué viene Oscar ahora. No tiene nada que ver con esto. Se fue a vivir a Europa hace muchos años como ya sabes y ya ni siquiera escribe ni...

—No pensé que... —interrumpe ella las alegaciones que ha oído un montón de veces.

Aziraphale se calla y la mira. Ella para de peinarle y se va a la caja a ver que encuentra.

—¿Qué es lo que no pensaste? —pregunta el hombre.

—Ya sabes. Que fuera a atraer... ser lo suficiente pelirrojo alguien como él.

—No sé qué estás insinuando que significa "ser pelirrojo" pero... —empieza a protestar.

—Bueno, ¿Y qué más has hecho en tu viaje? —le interrumpe otra vez.

—Ah. Uhm... —se lo piensa—. Nos colamos en un tren... y luego nos alojamos en un burdel. Y fuimos a un casino ilegal en donde dispararon a Crowley.

—De... acuerdo —responde ella bastante impresionada con eso. Aziraphale era la clase de persona que cuando eran niños les contaba cuentos y libros que había leído... y escribía bonitas cartas sobre otros libros, pero si le preguntabas que había hecho él personalmente la respuesta se limitaba a "leer".

—Sí. También fuimos a una librería y me compró un libro... no vas a creerte —sonríe emocionado con eso y vuelve a sonrojarse un poquito—. Se plantó frente al librero quitándose el sombrero con su sonrisita esa que hace —intenta imitarla al espejo y no acaba por salirle—. Y le dijo "¡Quiero el libro más indecente, inmoral, impúdico, obsceno, procaz e indecoroso de la tienda!"

Maggie lo mira de reojo pensando que nadie más que él sabe más de dos sinónimos de una palabra de memoria, pero vale. Permitámosle a la gente tener fantasías, no estamos aquí para hacerle kinkshaming a nadie.

—¿Y sabes qué hizo entonces? ¡Lo compró! —sigue Aziraphale explicando esto como un niño describiendo la noche de navidad—. ¡Para mí! Es que no puedo creerlo, ¡No te imaginas como es ese libro!

—¿Lo has leído ya? —pregunta sacando una prótesis de dientes falsos hechos de madera y cera.

—Ah, sí, al final no es para tanto —le quita importancia al asunto con un gesto de la mano—. Pero ese no es el punto, Maggie. Podría haber tenido... ¡De todo! ¡Y simplemente no le importó!

—Veo que nos impresionó bastante —lleva la prótesis a lavarla en un cuenco de agua, que vierte de una jarra y luego se la tiende—. Pruébate esto.

Aziraphale se la pone, haciendo gestos raros con la cara.

—L-Lo khe digo esh khe fue ggaggo —habla con ella puesta, probándola.

—Tienes que hacer más prácticas. Mete el dedo gordo en la boca y aplánate la cera para que se te ajuste —indica ella haciendo el gesto con los pulgares.

Él lo hace como le indica y mejora bastante.

—Esh un poco ggaggo eshto aun, pero me shiento mejor —sigue.

—Vas a tener un poco de acento raro unos días hasta que te acostumbres —explica ella—. Pero es algo bueno, porque ayudara a que no te reconozcan por la forma de hablar. No quiero teñirte el pelo, tan bonito que lo tienes y no se te va a ir si no lo cortas... —vuelve a pasarle las manos por él.

—Lo she, pero ¿qué alternativa hay?

—Podría ponerte algunas patillas y extensiones. Aumentarte las cejas... y probamos con ropa de alguno de los hombres de la plantación. Creo que tienes la misma talla de que Robert.

Aziraphale arruga la nariz, porque ropa del servicio.

—Tienen que ser cosas fáciles que puedas ponerte y quitarte tú mismo o que no se te muevan —se excusa ella.

El rubio suspira y asiente.

—Te inventas un nombre falso y luego bajas a ver si Nina y los demás te reconocen —le sonríe.

—Crowley sheguro va a reconocerme —responde cerrando los ojos y echándose atrás un poco cuando ella empieza a ponerle las patillas.

—¿Tú crees? —pregunta ella sonriendo al notar que volvemos al tema.

—Shí. ¿Shabesh que le dishpararon? tuve que curarle la herida yo mishmo —sigue, porque pretende seguir con el tema mientras dura toda la sesión de maquillaje.

Un par de horas más tarde es que bajan para ir a comer y van a buscar a Nina y los otros dos.

Esta los tiene, muy inteligentemente, a los dos sin camiseta y subiendo fardos de paja al tejado. Crowley subido a una escalera de madera de tijera acomodando la paja y a Asmodeo pasándosela desde el suelo.

Primero habían empezado al revés porque Asmodeo consideraba más cansado pasar la paja que acomodarla, pero habían acabado por cambiar cuando notó que también era menos peligroso.

Todos están frustrados intentando liderar esta operación y pensando que los demás lo están haciendo mal a propósito, gritándose unos a otros.

Maggie ha mandado a Aziraphale él solo a avisarles a ver si le reconocen o no y este lleva un buen rato practicando lo que les va a decir intentando tener un acento más parecido al de Tumbleweed.

—Sheñores, la sheñorita Maggie eshta disponiendo piscolabis y refrigerios para todos en el refectorio —les avisa sonriendo al abrir la puerta, olvidándose de hacer las eses raras a la mitad.

Los tres se detienen de los que estaban haciendo, mirándole unos segundos intentando entender lo que ven.

Aziraphale se sonroja un poco y mantiene su sonrisita nerviosa, sudando un poco de nervios porque este es el momento de la verdad.

—¡Qué sexy, Fell! —se burla Crowley desde arriba de las escaleras, silbándole y sonriendo.

Los otros dos caen en la cuenta de lo que están viendo entonces, sonriendo también.

—¡Ugh! No se suponía que tenías que reconocerme —protesta—. ¿Qué me ha delatado?

—Que no he entendido la mitad de las palabras que has dicho —asegura Crowley encogiéndose de hombros y yendo a bajar de las escaleras.

Aziraphale pone los ojos en blanco con eso.

—Yo sí tengo hambre. Es comida, ¿no? —asegura Asmodeo soltando la escalera de Crowley antes de tiempo, así que tiene que hacer un salto raro al final de su bajada.

Nina se acerca a Aziraphale, sonriendo. Le toma de las mejillas inspeccionando el trabajo de Maggie y pensando que mira cuanto talento tiene la muy...

—Ni te rías tanto que luego de comer vas tú —asegura Aziraphale para Crowley igualmente dejándose hacer por Nina, pero mirando a este de reojo.

—Ñañañaña —responde el pelirrojo infantilmente, vistiéndose otra vez.

Aziraphale le saca la lengua.

—En realidad te ves distinto, sí que ha hecho un buen trabajo —comenta Nina.

—¡Sí! Ni yo me he reconocido a mí mismo en el espejo —el rubio asiente para ella.

—No creo que nadie te esté buscando te reconozca en el cartel ese que han hecho.

Crowley traga saliva con eso porque él se quedó el cartel que trajo Asmodeo y espera, la verdad, que todos se hayan olvidado de ese detallito y nadie se lo pida.

—¿Y puedes comer con eso? —pregunta Asmodeo mirando a Aziraphale arrugando un poco la nariz.

—Eh... habrá que intentarlo —Aziraphale se encoge de hombros. Así que ahí se van todos para el comedor.