Capítulo 29


Otoño 1998

Habían pasado un par de días con una frialdad incómoda, hasta que finalmente ambos retomaron la rutina acostumbrada, aunque con una cortesía gélida. A Ginny en otra ocasión le habría encantado molestar aún más a Tom, sin embargo, la delicada situación en los Balcanes se lo había impedido, apenas habían liberado Inglaterra (y la mayor parte de Alemania de muggles), cuando el Ministerio Mágico de Yugoslavia cayó. Se había debilitado desde hace 5 años, después de que una guerra civil hiciera que los gobiernos muggles crearan países nuevos, y con la guerra entre muggles y magos, el débil ministerio no había resistido.

Había tenido que tragarse su ira y habían acudido a Tiranë, Albania, al gran Consejo Mundial, en donde todos se habían reunido. Sarajevo seguía sitiado por los muggles así que era demasiado inseguro para que los líderes se reunieran, además, Tom deseaba regresar triunfante al país en donde había pasado sus años más miserables.

Marvy y Delphi había tenido que quedarse atrás con sus damas y con Tilly, pero había estado tan preocupada por sus pequeños que finalmente había decidido regresarlos a Hogwarts. Había hecho que el director Snape acudiera en persona para llevárselos, y le había encargado que estuvieran bajo su vigilancia personal, para supervisar a las damas que los cuidarían, así mismo confiaba en Luna, quien se había comprometido a hacerse cargo.

Estaba sentada junto a Tom, ambos a la cabecera de la larga mesa en la que todos los ministros de Europa estaban sentados. Percy sólo le dirigió una breve mirada de saludo, la cual Ginny le regresó con discreción, era la primera vez que lo veía en 3 meses. La última vez fue una semana antes del nacimiento de Marvy.

El Consejo Mundial era el Gobierno paralelo que había sustituido al agonizante Wizengamot, todos los países solicitaban ingresar y sólo tras un largo debate los ministros de los países miembros emitían una opinión, y Tom y ella decidían si aceptarlos o no. Aunque usualmente todos concordaban.

Australia había sido una clara excepción, nadie había querido hacerlo miembro del Consejo, sin embargo, ella había expresado con decisión que en ese asunto no habría debate. Y era lo suficientemente descarada como para no importarle que todos supieran que la única razón por la que había aceptado la integración de Australia, era porque uno de sus hermanos mayores tenía un puesto en ese ministerio de magia. Australia había intentado contactarlos desde el inicio de la guerra, habían querido su integración al consejo y ser tomados en cuenta, pero habían sido ignorados y menospreciados, y sólo una carta de Ron había logrado una respuesta que Australia había esperado por meses.

El ministro Howard se había unido así, siendo recibido con frialdad por todos, pero sin que nadie se atreviera a ser descortés directamente. Y el hombre estaba demasiado emocionado con su primera reunión.

Ginny sólo observó en silencio la reunión, aburrida, mientras Tom y los ministros discutían sus planes. Ella sentía tanto sueño que apenas y podía mantener la expresión seria y adusta que adoptaba en público, no permitía que ninguna emoción atravesara su rostro, no debía mostrar debilidad frente a nadie. El maquillaje perfecto le añadía un par de años para quitarle la apariencia aniñada, además llevaba el cabello recogido en un pulcro rodete en lo alto de la cabeza, y la ropa recatada y con colores sobrios eran más apropiados para una bruja de mediana edad. Llevaba la cintura suelta, el embarazo aún no se notaba, pero no podía arriesgarse, después de todo Tom tenía razón en algo, estar encinta la ponía en riesgo.

Continuaban con el largo debate de incluir a Estados Unidos en el Consejo Mundial, como ya habían hecho con Brasil, la mayoría exigía su integración ya que como aliado sería una fuerza importante, eran los más integrados a los muggles y los conocían bien, además, eran una población numerosa, y si ella ya había alterado el plan original (habían decidido que Australia y América en general serían el hogar de los muggles) al incluir a Australia y Brasil, ¿por qué no a ese aliado deseable?

–Si me permite, mi señor, Lady Voldemort ¿usted considera que podremos apoyarnos de Estados Unidos? – Le preguntó directamente el ministro de Portugal en un inglés perfecto, Ginny le dirigió una mirada fría mientras pensaba. Meredith (según sus visiones) seguía aferrada a su novio muggle quien estaba en contra de la guerra. MACUSA por el momento se mantenía fuerte, sin embargo, sin Meredith ellos nunca lograrían una cooperación parecida a la que ellos estaban logrando en Europa. El presidente Samuel Quahog acababa de tomar el poder, el presidente más joven y ambicioso que había tenido MACUSA era un perfecto líder, además al ser soltero era la opción más lógica para que Meredith afianzara su poder y guiara a su sociedad. Si ellos se casaran y formaban la alianza más fuerte, unidos por el lazo carmesí de la sangre, todo saldría bien, pero…

Pero Meredith no deseaba hacerlo, Derek era más valioso para ella que todo el mundo mágico, realmente no sabía si sentir admiración o lástima por la decisión que había tomado. Era una mujer tan ingenua y en cierta medida tan infantil, pero ella en su niñez había sido ambiciosa y decidida, sólo el amor la había trastornado. Tal vez, si le daban la oportunidad suficiente podría convencerla, o al menos Ginny podría librarse de la culpa de llevarla a la perdición.

Así, finalmente tomó una decisión, miró a Tom, pidiendo permiso para dar su opinión y solicitando su apoyo, como siempre que ella tomaba una decisión que necesitara su absoluto apoyo. Su marido asintió y ella habló.

–Podemos darle una oportunidad a ese ministerio, el ministro Quahog sería un miembro adecuado de este consejo, sin embargo, esa sociedad está demasiado fragmentada y dividida, si no presentan un frente unido será imposible para ellos ganar la guerra. – Dijo Ginny con calma, mirando al ministro de Portugal, volvió a mirar a su esposo y mantuvo su mirada mientras proseguía hablando. –La única manera sería que una bruja; Meredith Steward, se uniera al ministro como consejera, sería aún mejor si se unieran en matrimonio.

–¿Por qué ella? – Ginny miró con frialdad al ministro Howard, molesta por la interrupción del hombre. Era la primera vez que estaba en presencia suya así que no sabía todos los protocolos que imperaban en la presencia de Tom y ella. El hombre le miraba el rostro directamente y no se inclinaba en señal de respeto, como hacía todos allí, el que incluso se dirigiera a ella sin pedir permiso a Tom era algo sorprendente.

El silencio de incredulidad llenó la sala ante esa gran falta de respeto, incluso Tom se veía furioso, el pobre ministro saldría muy lastimado si era elegido como blanco de su ira, Ginny le lanzó una rápida mirada a su hermano, quien de inmediato le entendió e intervino con rapidez.

Percy comenzó a reprenderlo de manera fría, tan flemáticamente inglés que ella aguantó las ganas de reír, su hermano no había cambiado nada desde niños, casi se sintió en su hogar, con sus hermanos y padres, con Percy siendo pomposo mientras regañaba a los gemelos por su última broma. O tal vez en…cuando… Percy regañó a su pequeño Albus después del desastre con ese giratiempo… ¿eso había pasado realmente? No sabía si era un recuerdo, un sueño o una visión.

Se sintió confundida, ¿qué era real? Sentía que formaba parte de un cuadro en movimiento, con una sonrisa de felicidad plasmada perpetuamente en su rostro.

¿Era feliz en este momento? ¿O todo lo que hacía era para serlo en un futuro? Ella cumplía con su deber, todo lo que había hecho y haría era con el fin de salvar a los suyos. Todo valía la pena ¿no? De repente se sintió desdibujada, como si no estuviera realmente allí, solamente una espectadora de su propia vida, sin control sobre sus propias decisiones. Sentía que flotaba, se veía a sí misma sentada con la espalda rígida, con el cabello en un peinado horrendo de señora, el maquillaje de una anciana, y disfrazada con lo que parecía ropa de su abuela.

Una ridiculez en serio, no sabía que sentir en ese momento, aterrada de que el resto de su vida fuera así, atada a esas normas, al trabajo sin descanso, al poner encima de sus necesidades las necesidades de su esposo, de sus hijos, de sus padres, hermanos, amigos…Sentía que no podía respirar, sentía que se asfixiaba por todo el peso que sentía sobre sus hombros, tenía ganas de salir corriendo, una desesperación tal que ni siquiera podía soltarse a llorar.

Se sentía tan perdida, y tal vez habría colapsado si en ese momento Tom no hubiera tomado su mano, viéndola de reojo con cierto destello de preocupación. Su mirada, el reconocimiento de sí misma en sus ojos la regresó a la realidad. Ella existía, Tom era su esposo y tenía hijos con él, hijos que existían, que ella había parido y que amaba, a los que debía proteger.

Por fin recompuesta, explicó llanamente lo vital que era la existencia de Meredith Steward. –Tiene habilidades parecidas a las mías, diluidas por su mezcla de sangre, pero aun así presentes. –Dijo Ginny con vaguedad, no les explicaría que Meredith no poseía el control total porque su padre no había realizado Lucretia Castitate en ella. –Si queremos que ese ministerio nos sea de ayuda debemos asegurarnos que ella coopere, sólo así aceptaré esa alianza, sólo así será de utilidad, de otra manera esa sociedad está destinada al colapso.

Todos murmuraron su acuerdo a ese asunto y pasaron a otros asuntos más sin importancia, extendiéndose Tom dio por terminada la reunión. Percy se acercó a ellos y pidió permiso para hablar con ella.

Ginny miró con esperanza a Tom, era la primera mirada real que le dirigía en días, y él la miró casi con frialdad, pero un destello de algo que ella no reconoció, brilló en los ojos de su esposo. Lo que sea que hubiera visto en ella, fue suficiente para que él asintiera y saliera de la habitación.

–Alcánzame en 10 minutos querida. – Dijo antes de salir, cerrando la puerta tras de él.

–Percy ¿qué pasa? – Preguntó Ginny de inmediato, algo asustada por la petición de hablar a solas con ella, no es algo que su hermano hubiera pedido antes.

–Nada malo hermana, – Dijo Percy tomando su mano en un gesto tranquilizador, para después soltarla y acariciar su cabeza, –Sólo quería preguntarte como estás, no estoy ciego ¿ya pasó tu luna de miel?

–No es eso hermano. – Dijo Ginny de inmediato. –Tuvimos una pelea recientemente, pero no fue algo de gravedad, sólo que no nos hemos reconciliado.

–Está bien, – Dijo Percy con cierta desconfianza, para después continuar con firmeza. –Hermana sabes que si necesitas una salida en tu matrimonio yo haría lo que tú…

Ginny cubrió su boca de inmediato para evitar que siguiera hablando, sonriéndole. –No te preocupes por mi, Percy, yo estaré bien, Tom no me hará daño y todo se solucionará. – Percy asintió y Ginny retiró su mano.

–Además quería decirte que Audrey está embarazada, estamos esperando a nuestro primer hijo. – Dijo Percy.

Ginny le sonrió con alegría, nunca había visto a su hermano más feliz, ella lo abrazó y lo felicitó, esperaba poder estar en Inglaterra para cuando ocurriera el nacimiento, ansiaba conocer a su primera sobrina. Una bebé Weasley sobre la que su mamá pudiera derramar su amor. Ya que hasta el momento ni Delphi ni Marvy podían disfrutar de ese privilegio.

–Felicita a Audrey por mí, hermano, y también… hay otra cosa que… quería decirte… – Ginny tartamudeó un poco y casi se sonroja enfrente de Percy, avergonzada de admitir su vida sexual enfrente él. Por suerte su hermano la conocía demasiado bien y le ahorró las palabras.

–¿Sobre tu embarazo? – Dijo él con una media sonrisa –Me di cuenta en cuanto te vi Ginny, estás cansada, brillas y usas esas túnicas sueltas, además ¿por qué te vistes como la tía Muriel? Hermana déjame decirte que te hace parecer una señora mayor.

–Es la intención, me siguen viendo como a una niña. – Dijo Ginny con amargura mientras cruzaba los brazos con un gesto casi infantil, –Todos ellos, de no ser porque Tom no se despega de mi ni siquiera me tomarían en serio. La primera vez que me vieron todos sonrieron con burla.

–Es lo que tienes por ser una adolescente, calabaza. – Dijo Percy con una sonrisa triste, Ginny puso una expresión enfurruñada para evitar ensombrecer el ambiente.

–Ya cumplí la mayoría de edad, Percy, tengo 17 años. – Dijo ella alzando la barbilla con falsa arrogancia. Sacando una sonrisa de su hermano quien sólo murmuró que era toda una adulta entonces. –Y ahora que supe de Ron, después de exigir que Australia se uniera al Consejo, noté que alguien se atrevió a robar una de las cartas que él me envió.

Percy se sorprendió ante esto, era raro que alguien se atreviera a hacer eso, y vio que su hermana estaba muy preocupada por esto, así siguieron charlando otros minutos, hasta que se cumplió el plazo que Tom le había permitido, ambos se abrazaron y se despidieron con tristeza, pasaría tiempo antes de que pudieran volver a hablar. Percy la acompañó a sus aposentos y ella observó como la acostumbrada postura recta de su hermano flaqueaba un poco al verla entrar a su habitación, para reunirse con su esposo. Ella sólo lo miró y le sonrió con tranquilidad haciendo un ademán de despedida.

Su hermano no podía librarse de la culpa que sentía al haberla entregado a su esposo.

Pero no era algo en lo que ella lo pudiera ayudar, Ginny tenía su propia culpa que cargar.

o-o-o-o

Harry ya no se sentía tan ridículo en esas túnicas ligeras de color amarillo, con los pies desnudos dentro de unas sandalias ásperas que le daban comezón y ya lo habían hecho sangrar varias veces. Ya había pasado un par de semanas en ese templo, realizando el primer ritual para purificar los Horrocruxes, el Banthe le había indicado que ese día comenzarían con sus lecciones privadas. Un añadido a las lecciones que tomaba con los monjes más jóvenes.

–Hermano, hay 4 Nobles Verdades en este mundo, – Dijo banthe Genjyo con calma, –La primera verdad es dukkha; el nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la enfermedad es sufrimiento, la muerte es sufrimiento. La pena, el lamento, el dolor, la aflicción, la tribulación son sufrimiento. Asociarse con lo indeseable es sufrimiento, separarse de lo deseable es sufrimiento, no conseguir lo que uno desea es sufrimiento. Es irrefutable y no puede negarse que todos viviremos esto.

Harry lo miró con la cabeza revuelta, así que ¿simplemente siempre sufriría y no tenía salida? Toda su vida había sufrido, y por momentos pensaba que ya había pagado toda su cuota de sufrimientos en esta vida.

–La segunda noble verdad, samudaya, es que el sufrimiento es causado por el deseo y la aversión. Sufriremos, hermano, si esperamos que otras personas se ajusten a nuestras expectativas de vida, si queremos que les gustemos, si no obtenemos lo que queremos. – Dijo banthe, Harry lo escuchó con atención, y curiosamente sintió ardor en los ojos al escuchar esas palabras. –Y, el conseguir lo que quieres, no garantiza la plena felicidad. Querer nos priva de alegría y sobre todo, de felicidad. Una vida de deseo crea una energía poderosa que hace que el individuo nazca de nuevo. Así que el deseo conduce al sufrimiento físico, porque nos hace renacer.

–Suena muy dificil el ser feliz, entonces. – Dijo Harry en voz baja, con la garganta rasposa.

–Esto me lleva a la tercer noble verdad, nirodha, el sufrimiento es posible que se pueda superar y la felicidad es posible alcanzarla, – Le dijo dándole una sonrisa tranquila. –Que la verdadera felicidad y la satisfacción están al alcance de todos. Si abandonamos el anhelo inútil y aprendemos a vivir cada día sin residir en el pasado ni en el futuro imaginado, podemos ser felices y libres. Entonces tendremos más tiempo y energía para ayudar los demás, algo que nos dará una inmensa felicidad . A esto se le llama Nirvana.

Harry pensó en Ginny, en la infelicidad que había mostrado desde que la conocía, el dolor que había plagado todo su ser por un futuro que ni siquiera había ocurrido, en palabras sonaba muy facil, pero…también pensó en sí mismo, en la amargura que lo llenaba, en la ira que sentía con todos, con la vida que le había tocado, el dolor por no ser suficiente para Ginny, la amargura del engaño, y la tristeza porque la felicidad parecía escapar siempre de él.

–La cuarta noble verdad hermano, – Continuó el monje, interrupiendo sus vorágine de pensamientos. –Es que el Noble Sendero Óctuple es el camino que conduce al final del sufrimiento de nuestra existencia para encontrar la felicidad.

Harry esperó con impaciencia a que el monje continuara, ¿qué se necesitaba para ser feliz? ¿para no sufrir?

–Estos principios tienen que guiarnos, y se resumen en ser completamente moral a través de lo que decimos, hacemos, centrando la mente en ser plenamente conscientes de nuestros pensamientos y acciones en nuestra vida cotidiana, y desarrollando sabiduría al entender las Cuatro Nobles Verdades y al desarrollar compasión para otros sin expectaciones de recibir nada a cambio. Visión perfecta, Emoción perfecta, Habla perfecta, Acción perfecta, Subsistencia perfecta, Esfuerzo perfecto, Atención consciente perfecta, Samadhi perfecto. – Las palabras del monje sonaban curiosas a los oidos de Harry, casi como cantos, como cantos gregorianos, pero con tonos diferentes, aunque con las mismas características de cuando los llegó a escuchar en las películas de terror ocasionales.

–Tenemos por esto que seguir preceptos morales, joven hermano, y existe cinco que son los principales. El primero es no quitar la vida de ningún ser viviente. – Dijo el monje con una sonrisa. –Eso incluye animales, joven hermano, incluso una hormiga cumple un destino en el gran orden del mundo, y no debemos interferir en lo natural.

–Es por eso que no he comido carne aquí entonces.– Dijo Harry casi para sí mismo, avergonzado por la sonrisa que le dirigió el monje, no podía evitar extrañar los pasteles de riñón, o el pastel de carne, incluso un pescado con papas. Pero en ese lugar sólo comían arroz sin sal y verduras, con alguna fruta ocasional.

–Así es joven mago, no tomamos ninguna vida, por más pequeña o insignificando que pueda parecer. Nuestro segundo principio moral es no tomar nada que no se da libremente por otros. – Continuó. –Los robos, fraudes, estafas o cualquier otra acción deshonesta que implique apropiarse indebidamente de lo que no es propio es una afrenta a nuestra propia vida.

Harry asintió, al menos con ese principio podía identificarse plenamente, era vergonzoso robar.

–Nuestro siguiente precepto es no tener una conducta sexual indebida. – Dijo el monje, provocando que las orejas de Harry se encendieran de la vergüenza, –Una conducta indebida lleva al adulterio, a la promiscuidad, a la violación, a conductas aberrantes para ti y para los que te rodean.

–Entonces, implica…¿abstenerse sexualmente? – Preguntó Harry con curiosidad, había pasado 17 años de su vida sin que ello representara un problema, pero ahora que ya lo había experimentado sería perdirse a sí mismo algo imposible.

–Sólo si anhelas unirte a nosotros como monje, hermano, – Dijo el Bhante con una sonrisa tranquila, misma quen Harry le devolvió, –Cada rama de nuestras creencias llevan diferente prácticas en los numeroso templos, en nuestro caso puedo decir que se nos considera de las más estrictas, ni siquiera nos permitimos estar en contacto con las mujeres para evitar estos deseo. Sin embargo, siendo tú un laico, este precepto lo debes seguir sólo con el fin de evitar una conducta sexual que perjudique a otros o a uno mismo. El apego al sexo y la adicción al sexo son muy dañinas para las personas y sería bueno para ti evitarlas. Si vas a mantener una vida sexual, debe ser equilibrada y no obtenida por medios vergonzosos, coercionando a tu pareja, ya sea por la fuerza física o mental, ni por medio de engaños.

Harry asintió, sintiendo una punzada de vergüenza por sus acciones al pensar en Ming y en lo mucho que la había lastimado, se intentaba convencer a sí mismo que no la había utilizado, que él nunca le había mentido…pero… ¿omitir era mentir? Él sabía que ella se había enamorado, lo supo por muchas semanas en las que sólo ignoró eso para seguir acostándose con ella. Y al final la había lastimado. No había obrado bien, eso era claro, y la culpa que había ignorado lo llenó, lamentaba su falta de carácter, su arrogancia al pensar que sólo por haber sufrido tenía derecho a tomar de los demás lo que quisiera.

Nunca volvería actuar con tanta desconsideración.

–El siguiente precepto es abstenerse de hablar falsamente o careciendo de la verdad, nunca olvides hermano que debemos desenmascarar la mentira y eliminar el sufrimiento que genera. Recuerda siempre que una mentira puede salvar el presente, pero condena el futuro. – Dijo el Bhante en esa lengua extraña, mentir… realmente él era muy bueno para mentirse a sí mismo. –El último precepto es evitar la intoxicación por la distracciones hacia el Nirvana, para poder llegar a nuestro detino tenemos que tener un karma limpio.

–Banthe, sobre el karma… no entiendo… – comenzó Harry, dudando, no quería incomodar con sus preguntas, no olvidaba que las personas religiosas no las tomaban bien. Aún recordaba la ira del pastor de la iglesia a la que acudia con sus tíos cuando cuestionó la existencia de un Dios, le había valido una paliza al llegar a casa, acompañado de gritos de que era un ser malvado y un demonio. El monje lo miró con paciencia, esperando a que terminara su pregunta sin presionarlo. –Si toda acción tiene una reacción, y todo lo enviado al Universo, tarde o temprano volverá a nosotros… ¿por qué las personas sufren entonces? Seres que no han hecho nada para merecerlo.

Harry soltó lo último como una exhalación, siempre se había preguntado ¿él se había merecido todo lo que pasó?

–Hermano, nuestras acciones tienen resultados o consecuencias. Y a muchos no les agrada esto, pero explica también la desigualdad en el mundo, por qué algunos nacen discapacitados y otros dotados de infinidad de talentos y por qué algunos viven solo una vida corta. Todos los individuos somos responsables de nuestras acciones pasadas y presentes teniendo en cuenta las consecuencias que tendrán. Si en tu vida anterior hiciste algo lo pagarás en la siguiente. Si por ejemplo, en lugar de purificar esos fragmentos corruptos los hubieras eliminado, no habrías escapado a tu cruel destino, tal vez incluso en esta vida. No hay mayor afrenta que romper con lo natural.

Harry asintió, y el banthe finalmente dio por terminada esa lección, el joven mago se unió al cuarto de oraciones y al lado de los monjes entonó ese cántico que había pasado días aprendiendo. Harry encontraba un consuelo en ese ritmo del monje que golpeaba el cuenco al ritmo de los cánticos que realizaban los monjes que permanecían con el guardapelo de Slytherin, realizando el ritual fúnebre.

En los siguientes días le enseñarían a escribir en esa lengua que hablaban ¿sánscrito? El día anterior se había sentido muy estúpido al darse cuenta que él lo entendía sin hacer el encantamiento de traducción porque era pársel. Y ahora que ellos sabían que él podía hablar esa lengua habían decidido enseñarle a escribirlo, muchos encantamiento podían hacer así, incluso podría aprender a hacer esos curiosos trasladores.

Todos los días él pasaba horas en esa sala, cantando esas oraciones, al principio se había sentido raro cantando casi por la salvación del alma de Voldemort, pero le brindaba una tranquilidad y consuelo inexplicable, sentía a veces que se salva a sí mismo.

Era fácil identificarse con Voldemort, con Tom Riddle, con el niño huérfano creciendo en un ambiente hostil, encontrando un hogar en Hogwarts, un mundo mejor en la sociedad mágica y ahora, seguro encontrando afecto en el mismo pecho en el que Harry había conocido el amor. Gin… Ginny…Ginevra, ¿cómo la llamaría él? ¿La amaría? ¿la trataba bien? ¿Ella era feliz a su lado?

Deseaba su felicidad, la amaba y no importaba lo que ella había hecho, sólo esperaba que ella fuera feliz, merecía ser feliz. No quería que las pesadillas invadieran su sueño, no deseaba que el miedo le impidiera vivir bien.

Anhelaba que algún día volviera a su lado, pero si permaneciendo separados ella era feliz…no intervendría. Si ella amaba a su esposo…

Si llegaba el momento en el que ella fuera feliz con su esposo, él sería libre para continuar con su vida.

o-o-o-o

Meredith estaba asustada pero el tacto de la mano de su padre la calmaba, se aferró a él mientras intentaba relajar su rostro, ambos caminaban por el pasillo y finalmente llegaron a la puerta en la que la paqueña bruja que los guiaba les indicó que era la reunión.

–Te esperaré aquí Mer. – Dijo su padre mientras le soltaba la mano y ella asintió con miedo, resisitiendo las ganas de rogarle que entrara con ella, pero le habían indicado que debía entrar sola. Le habían enviado una carta hacía un par de semanas para citarla a una reunión, el ministro y todos sus jefes de departamentos los observaban cuando ella entró en esa elegante sala de comedor en MACUSA. Se sintió juzgada y las palmas de sus manos se llenaron de sudor, sentía que su corazón palpitaba enloquecido y apenas y pudo caminar y sentarse en el lugar que le señalaron.

Era una mesa rectangular con 20 sillas, el joven ministro de magia estaba sentado en la cabecera, con sus jefes de departamento ocupando 10 sillas, a cada lado de él, Meredith se había sentado en medio, junto al jefe del departamento de seguridad, y con sillas vacias a su lado derecho. Enfrente de ella estaban sillas vacias y le devolvía la mirada su reflejo en el gran espejo que adornaba la pared de la sala. Se concentró en observarse para no sucumbir a los nervios.

El espejo le mostraba una joven hermosa, admitió para sí misma sin ninguna vergüenza, llevaba puestos unos cómodos jeans, unos converse blancos, y una blusa cerúlea de manga larga que combinaba con sus ojos azules, llevaba el cabello rubio suelto, con su corte a la altura de su barbilla y el fleco recto. Su madre casi había pegado un grito cuando la vio salir así de su habitación, y habían tenido una gran pelea, ella insistía en que usara una túnica "como una bruja decente haría", y allí en medio de todos esos hombres ancianos admitió a regañadientes que tal vez debería haber usado algo formal.

Sabía por qué la habían llamado, incluso su pobre primo Agilbert (antes de morir) había terminado aceptando que ella podía ver el futuro, pero para ella era muy confuso todo, sólo eran destellos desconcertantes acompañados de los sentimientos más horribles del mundo, miedo, pánico, ira, tristeza. Sabía que ella les había ordenado su presencia allí, esa arrogante bruja inglesa que se consideraba a sí misma reina del mundo.

Le hecho un vistazo al ministro Quahog, era un hombre guapo, vestido con un traje muggle, bastante parecido a ella, muy alto, con el cabello rubio oscuro peinado hacia atrás, ojos azules y cara atractiva, con una nariz recta y labios casi femeninos. Era completamente opuesto a Derek, en donde el ministro era pura arrogancia, Derek era amabilidad, incluso físicamente eran opuestos, Derek tenía los ojos verdes y el cabello de un castaño oscuro hermoso, con la nariz aguileña y los labios delgados.

El ministro la miró con curiosidad, como si se preguntara qué tenía que hacer ella en ese lugar. Meredith sólo bajó la mirada y esperó, no tuvo que hacerlo mucho, porque la puerta se abrió y la bruja que la había guiado anunció su llegada.

–Lord y Lady Voldemort. – Dijo la bruja como si estuviera anunciando a la difunta reina de Inglaterra. Meredith volvió a subir su mirada y la dirigió hacia la puerta, una pareja entró y todos (excepto ella) se pusieron de pie. La joven pelirroja se veía muy joven, (cruzó por la mente de Meredith que ellas tenían la misma edad), con el largo cabello pelirrojo suelto llegándole por debajo de sus caderas, en ondas cuidadosamente peinadas.

"Es muy guapa" pensó con cierta amargura, apenas y prestó atención a las 8 personas que entraron junto a ella. Se dio cuenta que eran los dos únicas mujeres en esa sala, y no pudo evitar mirarla para buscarle defectos, para sentirse más hermosa que esa chica. Su cabello era llamativo, aunque a muchos hombres no les gustaban las pelirrojas, y las rubias siempre son las preferidas, pensó con cierta arrogancia, aunque se sintió un poco masculina al sentir el frío en la nuca descubierta por su corto cabello rubio. La cara de la pelirroja era bonita, con cejas pobladas arqueadas sobre ojos grandes y almendrados de color café, casi avellana, la nariz era respingona y pequeña como la de una niña, los pómulos eran prominentes y la barbilla delicada, dándole a su cara una forma de corazón, la piel muy blanca, sospechosamente libre de pecas así que seguro llevaba maquillaje, las mejillas con un sonrojo natural y los labios con forma casi delineada y algo gruesos aunque no exuberantes, de color rosa.

Casi sonrió con satisfacción al observar lo baja que era, del tamaño de una niña, media metro y medio, tal vez un poco más, pero era mucho más baja que su metro con 80 cm de altura. Además llevaba túnicas, como una señora, y su cuerpo no debía ser tan atractivo si llevaba esa ropa tan suelta. No podían compararse, decidió con satisfacción, ella era un pigmeo paliducho, y Meredith era una joven guapa, alta, con pecho y nalgas grandes y la cintura definida, su propia ropa dejaba en claro lo atractiva que era su figura.

Lady Voldemort entró con actitud altiva, con arrogancia, como si fuera la dueña de ese lugar y ellos solo unos sirvientes. A su lado iba Lord Voldemort, y Meredith reconoció para sí misma que era bastante guapo, un hombre maduro con cabello negro, aunque peinado muy formalmente, (parecía que se había vaciado todo el frasco de gel en la cabeza), ojos grises, mandibula marcada, nariz recta y labios bonitos. Iban ambos del brazo, y por primera vez Meredith se dio cuenta de que ellos estaba casados, osea sí sabía que estaban casados, pero ellos eran una pareja en verdad.

¿No había salido por años con otro chico? ¿Ese tal Potter? Que mujer tan desvergonzada era.

Vio en silencio como todos se presentaban entre sí, hasta que finalmente la pelirroja le dirigió la mirada con frialdad y le dirigió la palabra, y todos la observaron, como si recién se dieran cuenta de su presencia.

–Señorita Steward ¿no es verdad?– Dijo ella con una sonrisa fría. –Soy Ginevra Voldemort, pero probablemente has escuchado, o más aún, me has visto antes.

–Sí, soy Meredith Steward, y ya sé quien eres, pierdes el tiempo al traerme aquí. – Dijo Meredith con arrogancia, satisfecha de arrancar suspiros de miedo de casi todos los hombres en la sala.

–Eres bastante estúpida al creer que haría algo sólo por perder el tiempo. – Dijo la chica con una sonrisa dulce que le provocó escalofríos. La pelirroja se sentó en el extremo de la mesa, al lado derecho de la cabecera, en donde Voldemort se había sentado. –No te voy a pedir ayuda, chica, estoy aquí para explicar lo que pasará si no cooperas.

Meredith se quedó callada, sintiendo miedo de la mirada terrorífica que el esposo de la chica le había lanzado, parecía listo para matarla en cualquier comento.

–Te casarás con el ministro Quahog, servirás a tu ministerio de magia y cooperarás con el Consejo Mundial, si no lo haces, tu destino no será fortuito, ni el de Derek. – Dijo sonriendo. A Meredith no le extrañó que supiera todo sobre su vida, sabía que por alguna razón desconocida la pelirroja era una maestra en la adivinación, si había que comparar sus dones, mientras ella tenía un río, la pelirroja tenía al mar. Sin embargo, no iba a tolerar a esa zorra arrogante.

–Si eres tan maravillosa como crees, puedes hacerlo sola perfectamente Gin, yo creo que eres perfectamente capaz ¿no? – Dijo Meredith con petulancia, ocultando todo el miedo que sentía, y sintió un placer morboso cuando vio que el rostro de la chica se contorsionó por unas milésimas de segundos y casi creyó que les ordenaría a los esclavos que rodeaban que acabaran con ella.

–Tal vez pienses que eres una chica lista, fiel a sus nobles ideales, una buena persona que hace lo correcto, pero no eres más que una tonta que ha permitido que sus amigos y familia sean masacrados. Al parecer no querías mucho a tu adorado primo ¿no?, que mal, incluso fue tu profesor, y fue asesinado por los muggles después de su tortura. Ni quieres a tu hermana, a la pequeña Alexandra, a pesar de saber lo que le espera, o a tus padres. Sinceramente no me importa lo que pienses de mí ni de mis
acciones, pero no te atreverás a cuestionarlas, si eres una idiota no es culpa mía. – Dijo la zorra con una sonrisa dulce que Meredith odió, pero no se atrevió a contestarle, estaba aterrada de la presencia de Lord Voldemort y sentía ganas de llorar por la rabia, pero la culpa también la llenó.

–¿El ministro tiene algo que decir a esto? – Preguntó Meredith entre dientes, intentando evadir esa obligación. –Ya que sólo soy una chica estúpida, como dices, no creo que él quiera casarse conmigo.

La expresión de la pelirroja no cambió, y Meredith no se sorprendió cuando (como un lamebotas) el ministro intervino de inmediato.

–Haré lo que sea necesario para obtener el apoyo de Lord y Lady Voldemort. – Dijo con calma, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Meredith soltó un bufido leve, asqueada por esa situación, era sumamente injusto, ella era muy joven, sólo una estudiante feliz con un novio del que estaba enamorada y con una pasión por el diseño de modas. No tenía por qué llevar la carga de salvar a todos, no era responsabilidad suya, pero no podía dejar que Derek ni su familia sufrieran.

Así, con todos observándola, los miembros de MACUSA con una mirada de advertencia, y los ingleses con una mirada de suficiencia y arrogancia, ella finalmente musitó: –Está bien, me casaré con él.

–Bien, – Dijo la pelirroja con tranquilidad, y con una seguridad exasperante, para después dirigirse a su anciano esposo y lanzarle una mirada rara, él asintió y ella se volvió hacia el ministro. –Ahora, tengo que conversar algo con la señorita Steward en privado, por favor, esperen todos afuera.

Como si tuvieran un resorte todos se levantaron de inmediato, siguiendo a Lord Voldemort. Meredith tuvo ganas de gritar, con un último rastro de rebeldía exclamó. –Cualquier cosa que quieras decirme hazlo enfrente de todos, ya que no has tenido filtros hasta este momento.

Vio con horror con la pelirroja soltaba una risita cantarina y sus ojos se iluminaban de placer. Eso hizo que todos se volvieran a sentar. –Bueno, quería darle un atisbo de privacidad, señorita Steward, pero…bueno, necesito saber si eres virgen.

Meredith se sonrojó con fuerza, ¡cómo se atrevía esa perra a preguntarle esas cosas!, eso no le importaba a nadie, ¿qué obsesión tenían con eso? Escupió con enojo: –No es de tu incumbencia.

–No me interesa si ya te acostaste con tu noviecito o con 100 más, sólo necesito saber si eres virgen o no. – Dijo la pelirroja mientras veía a su marido, sonriendo con socarronería, lo que sea que le haya dicho con la mirada, él se levantó y los demás lo siguieron. Después de eso, ella sólo la miró con calma.

–No soy virgen. – Dijo finalmente, comprendiendo que la obligaría a responder.

–Una pena entonces. – Dijo la chica con un suspiro profundo.

–No entiendo por qué eso es importante, la virginidad ni siquiera es algo tangible, el himen es sólo una membrana que puede romperse incluso montando la escoba, y el sexo sólo es sexo. – Dijo Meredith molesta.

–Meredith, puedo entender tus argumentos. – Dijo la chica con calma, con lo más parecido a la sinceridad que había mostrado. –Algunas de esas cosas yo misma lo he pensado, pero estás pensando como una muggle, una no-maj como los llaman ustedes, lo cierto es que el sexo en sí mismo tiene magia y muchos rituales antiguos para la cosecha y la suerte lo involucra, y nuestras habilidades para ver el futuro están fuertemente entrelazadas al sexo.

–¿A qué te refiere?

–Tú madre es Hafsa Shafiq y tu padre es Abilor Steward.

–Así es. Mi madre proviene de Inglaterra, algo que probablemente sabes, y mi padre es descendiente los fundadores de Ivelmorny.

–Soy consciente de esto, y tal vez tu madre te ha hablado de un ritual con tus runas familiares.

–Ahhh, ese ritual raro de castidad, mi madre quería realizarlo cuando iba a entrar a Ivelmorny, pero mi padre se opuso, dijo que estaba prohibido, creo que también a ella se lo realizaron mis abuelos. – Dijo Meredith, razonando rápidamente. –¿Entonces ese ritual es algo importante?

–Sí, sé que nadie te enseñó esto, ya que tu madre no tuvo la habilidad y en la familia Steward no ha sido tomada en serio la adivinación, pero en la familia Weasley es una habilidad heredada desde hace siglos, y cada mujer Weasley que la ha tenido ha escrito todo en nuestros libros. Una de las primeras relaciones que encontraron es que sólo la hija de un mago con herencia de adivinación y una bruja a quien le realizaron el ritual de castidad puede heredar la adivinación. – Comenzó la chica, sorprendiendo a Meredith, nunca se le había ocurrido que eso se heredaba así, aunque a decir verdad nunca se había preguntado eso. –Sólo con esos dos factores una bruja hereda la habilidad, para controlarla hace falta otra cosa.

–¿Qué? – Preguntó Meredith con emoción, tal vez finalmente podría controlar sus visiones por completo.

–La única forma de controlarlo hasta el momento es con el ritual de castidad, cuando a una bruja se lo realizan obtiene un dominio completo de sus habilidades, y aumenta aún más después de un matrimonio rúnico. – Dijo con un suspiro.

–Entonces hay que hacer el ritual, podré controlar las visiones por fin. – Meredith estaba emocionada por la idea, después de todo, era muy molesto sólo tener visiones raras y no controladas.

–Lamentablemente no podemos. – Dijo ella con decepción –El ritual solo se puede realizar si eres virgen.

Meredith se sonrojó con vergüenza e ira, se sintió como una tonta, hace apenas una semana se había acostado una sola vez con Derek y por eso ¿Qué? ¿ya por eso había perdido su don?

–El matrimonio rúnico podrá fortalecer tus habilidades, pero tu padre tendrá que seguir instrucciones muy específicas cuando te cases. – Dijo ella dando golpecitos con sus largas uñas en la mesa. –No obtendrás un control completo, pero nos servirá, al menos podrás proteger a tu esposo, y al ser el ministro protegerás a toda tu comunidad mágica.

–¿Es por eso que te casaste con él? – Dijo Meredith con curiosidad mirando hacia la puerta donde los demás habían salido, haciendo que la pelirroja dejara de mover sus uñas y la mirara con seriedad.

–Sí, el matrimonio rúnico une tu alma y destino a tu esposo y hace que su futuro sea tu prioridad, por lo tanto, tus visiones de manera natural se orientarán a protegerlo, a proteger su alma y su ser. En nuestros casos, al protegerlos protegeremos a nuestra sociedad. – Dijo la chica con seriedad, una leve pizca de tristeza brilló en los ojos de la chica, sorprendiendo a Meredith, no se imaginaba que esa fría arpía tuviera sentimientos.

Lo siguiente fue una vorágine de acontecimiento que por momentos sobrepasaron su entendimiento, y así, llegó un día al altar de la mano de su padre para unir su vida a ese hombre que no amaba, Ginevra Voldemort le había dicho que tenía que protegerlo, ciertamente eso no equivalía a amarlo.

Nada le impediría amar a Derek, y no le debía ninguna lealtad a su esposo.


Una disculpita por la tardanza, he tenido meses muy pesados, pero espero actualizar mas seguidos, comenten porfi :)