Rook

Unos momentos antes…

El cuerpo del venatori cayó a plomo en el suelo del exterior de la taberna, mojando sus ropajes por culpa de la lluvia que siempre caía en la ciudad. Rook se sacudió las manos, indiferente, como si hubiera lanzado un palillo de dientes en vez de un cuerpo que pesaba el doble de ella. Su pelo, corto y rosado, por encima de los hombros, se sacudió cuando giró su cabeza hacia la tabernera y los demás venatori, que la escoltaban como si fuesen sus fieles perros.

Rook ladeó ligeramente sus labios, esbozando una sonrisa burlona. Se crujió los nudillos, lentamente, mientras daba un paso hacia ellos.

—Vamos a probar otra vez. ¿Dónde está Neve Gallus?

Su voz se alzó en el silencio de la taberna, que habían desalojado con antelación, para poder hacer el interrogatorio sin interrupciones. Una sola mirada de Rook bastó para que la mayoría de personas saliesen pitando, viendo la amenaza en sus ojos. Entonces, una risita se escuchó en el fondo. Rook lo ignoró sin piedad mientras clavaba sus ojos heterocromáticos, uno de color de la plata y otro del color del cuarzo en la tabernera, sabiendo que el origen de la risa era amigable.

La tabernera, con gesto indiferente, apartó su mirada de sus uñas, donde había la había estado fijando hasta ahora, como si con ella no fuese la cosa. Aunque quería aparentar calma, no pudo ocultar el rictus cabreado de sus labios, que se habían desviado hacia abajo. Observó a Rook y levantó una ceja, mientras se estiraba en la barra, apoyando una de sus manos detrás suya.

—¿Crees que puedes venir aquí, a MI bar, con exigencias? —le preguntó, en voz baja, amenazante, a la elfa. Los venatori, a sus lados, dieron un pequeño paso hacia delante, mientras abrían y cerraban las manos, calentándolas para lo que se venía.

Rook de un paso más hacia delante, haciendo su sonrisa más amplia, más molesta.

Si lo que querían era pelea, se dijo, crujiendo el cuello, ella estaba más que dispuesta a dársela. Pero, como ante todo, era buena persona, les dio otra oportunidad más.

—Mire, tengo una misión—suspiró, con agotamiento, como si hablase con niños pequeños—. Necesito encontrar a Neve Gallus para poder detener al Lobo Terrible, ya que es la única que sabe dónde está— Se crujió los dedos, impaciente, otra vez, mientras los miraba, uno a uno, muy, muy despacio—. Podemos hacerlo por las buenas… o por las malas —les amenazó, bajando sutilmente el tono, como su buen maestro le había enseñado siempre.

No por nada un Cuervo debía aprender ciertas técnicas oratorias. Más si se anticipan a una tortura, pensó, indiferente.

La tabernera soltó una risita, como si la elfa no entrañase ningún peligro.

Rook no se lo tomó en cuenta. Al final, los mejores venenos siempre vienen en frascos pequeños. En este caso, en un frasco de un metro cincuenta, exactamente.

—Qué adorable —dijo la tabernera, falseando el tono dulce de su voz. Entonces, alzó una mano, ordenando a los venatori sin hablar.

Ellos dieron un paso hacia Rook, desafiantes, dispuestos a pelear y llegar a los extremos, si hiciese falta. Rook se encogió de hombros, al ver como avanzaban hacia ella.

Si era lo que querían, que no se diga que la pelirrosa no lo había intentado.

Con un movimiento rápido, le dio una patada a un barril que tenía a su lado, lanzándolo hacia delante, provocando la caída a plomo del venatori más cercano, al asestarle en la cabeza. En otro paso rápido, se acercó y asestó un puñetazo a su compañero, despistado por el repentino vuelo de un barril. La nariz del venatori crujió bajo los dedos de Rook, transmitiendo un sonido satisfactorio, que la elfa disfrutó.

Dos menos.

Aun así, le había tocado los venatori más toca huevos del pack. Uno de ellos, el más listo, aprovechó el acercamiento de la elfa y la agarró por la espalda, levantándola como si fuera un peso muerto.

Pero Rook estaba entrenada para esas situaciones.

Gruñendo, se zafó de él, pegándole con el codo en la cara, no sin antes llevarse unos cuántos golpes de regalo.

Qué pesados, pensó Rook, mientras sentía un golpe en su rostro, que la hizo gruñir, algo dolorida, mientras daba un paso atrás, tambaleante.

Eso le costó caro, ya que uno de ellos aprovechó y la agarró del pelo, planchándole la cara en una de las mesas, haciendo que crujiese bajo su peso. Rook sintió como sus dientes hacían un pequeño ruido, pero, por suerte, lo único que salió de su boca fue un poco de sangre, al morderse el labio.

La tabernera sonrió de forma zorruna, creyendo ganada la batalla, mientras miraba el intercambio de golpes entre ellos, pataleando en el aire, como una pequeña niña satisfecha.

Lo que ella no sabía era que Rook era muchas cosas.

Cabezota, una de ellas.

Demasiado optimista, otra.

Pero, sobre todo, era insistente. Muy insistente.

Giró la cabeza y alzó una mano, aprovechando que había una botella a su alcance. La cogió y la reventó en la cara del venatori detrás suya, que aún seguía agarrándola, creyéndose ganada la batalla. Justo con ese golpe, la sonrisa de la tabernera dudó, cuando vio caer al venatori a plomo al suelo, junto con su compañero derribado por el barril. Ella frunció el ceño, el miedo colándose en su mirada, al darse cuenta de la situación.

—No hay oro suficiente que me compense esto— emitió, entre murmullos, bajando de la barra y queriendo escabullirse, como una cobarde rata de dos patas. Pero la pelirrosa no iba a dejar que se fuese de rositas.

Rook asestó dos golpes más, rápidos y eficaces, quitándose a los últimos venatori que quedaban en pie de encima suya. Una vez derribados, se giró, chasqueando la lengua, molesta.

Tocaría tirar de la vieja confiable.

— ¡Varric, tuya! —exclamó, mirando hacia detrás, a esa risita que antes había ignorado.

Una ballesta, de cuatro hélices y muy mortal, se alzó y disparó. La flecha voló, certera, hacia su objetivo. La tabernera solo pudo gritar cuando la saeta enganchó su camiseta, dejándola clavada a la pared, con el terror grabado en su tez pálida.

El enano que había disparado ronroneó, satisfecho por el tiro. Su rostro, lleno de cicatrices y algo arrugado por la edad, se alzó, mirando a la tabernera.

Varric bajó a Bianca, su querida ballesta, y le guiñó un ojo, burlonamente.

—Te presento a Bianca, mi fiel compañera. Te solicita, amablemente , — dijo, colocándosela a su espalda, fijándola con destreza—, que te quedes quietecita. A ser posible, claro.

La tabernera gruñó en voz alta, molesta, mientras intentaba liberarse, sin éxito. Rook escupió al suelo, soltando algo de sangre. En un salto, se encaramó a la barra, pasándola por lo alto y acercándose a ella, quedándose de pie justo delante de la humana, que le enseñó los dientes, desafiante.

—Neve Gallus. Ahora —le ordenó la pelirrosa, posando sus manos en la cadera, impaciente.

—¡En la plaza de Dumat! Se la llevaron allí los magos de sangre—jadeó la tabernera, observando la amenaza en los ojos de Rook, que ya no tenían ni un pizco de diversión en ellos. Rook asintió, satisfecha por la respuesta y girando levemente hacia atrás, desviando su vista de la humana.

En ese momento, la tabernera alcanzó una botella, estirando el brazo y, con un movimiento rápido, la bajó, dispuesta a golpear a Rook, fuese como fuese, en pos de una venganza tonta.

Aun así, aparte de insistente, pensó la elfa sonriendo zorrunamente, Rook era una persona muy, muy previsora.

Valiéndose de sus reflejos, se giró y la paró en seco, sujetando la mano traidora de la tabernera. Chasqueó con la lengua, transmitiendo su decepción.

—Mala chica.

A continuación, le asestó un golpe directo con su frente, dejándola inconsciente, mientras la cabeza de Rook se resentía, levemente, por el golpe.

Ah, pero que satisfecha se había quedado, se dijo, soltando la mano de la humana, que cayó a peso hacia el suelo, con un fuerte golpe.

Varric, que estaba detrás suya, en ese momento empezó a reírse, mientras alzaba una jarra, a su favor. Sus carcajadas reverberaron por todo el lugar, transmitiendo su alegría a la elfa, que lo observó, posando las manos en la cadera.

—Y por eso eres mi lugarteniente —Varric dejó la jarra de cerveza encima de la barra, después de pegar un sorbo—. Aunque seguro que había mil maneras mejores de descubrir donde estaba Neve sin necesidad de, ya sabes — hizo un gesto sarcástico con su mano, señalando al bar, —, cargarse a todo el mundo.

Rook le dedicó una sonrisilla de burla, mientras lo miraba por el rabillo del ojo.

—Pero ha funcionado —declaró, encogiendo un hombro, con indiferencia.

Con un gesto de su cabeza, se dirigió a la puerta, en dos zancadas.

—Vamos. Seguro que Harding está preocupada.

Varric suspiró, mientras negaba y miraba con pena su bebida.

—Se acabó el recreo entonces —murmuró, entre dientes.

Bebió un buen trago de la jarra, la apoyó fuertemente en la barra y fue con Rook, quien miró como se colocaba a su lado, mientras se cruzaba de brazos.

—¿Estás seguro de que esta Neve Gallus sabrá encontrarlo? —le preguntó, con cierta duda en su tono.

Varric asintió, con firmeza.

—No hay cosa en Minrathous que se le escape a Neve. Incluso, diría, del mundo. Es una de las mejores detectives que he conocido en mi vida —Con gesto serio, se ajustó nuevamente la ballesta, en un tic nervioso—. Si ella dice de tener una pista sobre Solas, me lo creo.

Abrieron la puerta de la taberna, dirigiéndose al exterior, mientras la lluvia los empapaba. Rook cerró los ojos un momento, sintiendo las gotas caer en su rostro, mientras mojaba sus pestañas, de color blanco. Después de unos segundos, los abrió, inspirando y los fijó en el cielo, al escuchar un ruido extraño.

—Coño, el Palacio del Arconte— soltó, en un murmullo sorprendido, al mirar la enorme estructura que se alzaba en el cielo.

No era más que un castillo, con luces de vigía dirigidas a la ciudad. Pero era un palacio atemorizante para muchas personas en la ciudad, pensó, sombríamente, al saber de las historias que se hablaban sobre él. Varric también dirigió su mirada hacia el palacio, frunciendo el ceño al ver las luces encendidas.

—Algo les ha sacado de quicio. Y no algo pequeño. Démonos prisa —la instó, apresuradamente.

Empezó a caminar pero, aunque había dicho de darse prisa, sus pasos fueron lentos, casi comedidos. Con confusión, Rook se puso a su lado, deteniéndose solo un momento mientras soltaba algo de oro a una persona sin hogar, que se lo agradeció, mirándola. Rook le dirigió una pequeña sonrisa, y se colocó, dando pequeños pasos, al lado del enano, posicionando bien su capa para evitar la lluvia.

—¿No dijiste de darnos prisa? — le preguntó a Varric, entre dientes.

—No podemos dar la nota —le explicó el enano, bajando la voz—. Tengo prisa, sí, pero debemos ir como quién no quiere la cosa, para no llamar una atención indeseada—Varric la miró por el rabillo del ojo— ¿Te recuerdo que Solas tiene una legión de espías? —inspiró, lentamente, mirando de nuevo al frente—. El plan es simple. Encontramos a Neve Gallus, detenemos a Solas y listo.

Atravesaron las calles de Minrathous poco a poco, en silencio después de sus palabras. El murmullo de la gente los acompañó, sin saber que entre ellos, caminaban dos personas con una importante misión.

La de impedir que el mundo, tal y como lo conocían, pereciese sin remedio.

—¿De veras crees que vas a poder disuadirlo de hacer el ritual? — le preguntó Rook, aunque se le notó un ligero titubeo en el tono, como si no terminase de creerse que Solas tuviese alguna salvación.

Al final, había dedicado más de lo que ellos habían vivido en intentar destruir el único medio que separaba su mundo de ser invadido por demonios. Rook pensaba que sus dudas tenían total fundamento, si lo ponías en esa tesitura.

El ceño de Varric se oscureció en ese momento, al escuchar sus palabras.

—Ese maldito ritual va a desgarrar el velo, lo único que nos separa de los demonios— Fijó su mirada en Rook, con decisión —. Tengo que disuadirlo —declaró, con la tensión grabada en su rostro.

Entonces, llegaron a un pequeño balcón y, de un momento otro, una luz se fijó en una ciudadana, apuntándola con un gran foco. Ella, asustada, se encogió, sin saber qué pasaba.

—¡Eh! ¡Alto! —le ordenó una voz, desde el Palacio del Arconte, amplificada por sus enormes altavoces mágicos. La ciudadana solo se encogió más, totalmente confusa.

Rook y Varric se escondieron detrás de un edificio, cerca suya, evitando ser vistos, mientras observaban que pasaba con el ceño lleno de perplejidad.

—¿Qué demonios? —soltó Varric, en un murmullo que solo escucharon ellos dos.

—¿Nos están buscando por lo del bar? — preguntó con atónito Rook. Apenas habían pasado diez minutos desde la trifulca. ¿Cómo era posible?

Varric bufó, enfadado, mientras crujía los dedos, destensándolos.

—Qué rápido corren las noticias en esta ciudad, por las barbas del Hacedor.

—Tenemos que ayudarla, Varric—dijo la elfa, con inquietud. Rook se lanzó hacia delante, pero la detuvo la mano de Varric, que la agarró antes de que saliese de la cobertura. El enano negó, con la agitación grabada en su tez.

—No hay tiempo, Rook. Hay que…

Un ruido estruendoso le paró en seco, haciendo que se mirasen entre ellos, con horror, reconociendo ese ruido. Dirigieron su mirada hacia las estrellas, con inquietud. En el cielo, una brecha de color verde empezó a abrirse, lentamente. Unas figuras, demonios, empezaron a colarse, con gritos inhumanos. Rook sostuvo su aliento, llevándose una mano al pecho.

Mythal'enaste. El velo se estaba desgarrando.

Varric perjuró en voz alta, utilizando todas las maldiciones que le ocurrió en el momento.

—Oh, mierda. Vamos tarde.

Sin pensarlo dos veces, se echaron a correr calle abajo, esquivando a la turba que iba en dirección contraria, huyendo aterrorizados de los demonios.

—¡El ritual ha comenzado, pero si nos damos prisa, podemos detenerlo! —Varric esquivó a la multitud con agilidad. Con un gesto de la cabeza, señaló hacia delante, hacia una calle más arriba.

—¡Harding debería estar por aquí! ¡Ella sabe dónde está la maldita plaza!

De repente, Varric hizo un amago hacia la derecha, justo cuando un demonio caía un segundo después donde había estado él, esquivándolo con agilidad, sin mirarlo.

Rook alzó las cejas, sorprendida por los reflejos del enano. Aun así, no aflojó el paso, mientras esquivaba también al demonio, que cayó por la inercia hacia un barranco.

Bueno, un problema menos por el que preocuparse, no pudo evitar pensar Rook.

—¿Crees que Solas está invocando demonios adrede? —le preguntó Rook, a voz de grito a Varric, ocurriéndosele esa idea y desconfiando aún más del dios elfo.

Varric negó con la cabeza, con seguridad.

—¡No, tiene pinta de que únicamente se están colando por las grietas!

Lo que viene a ser su culpa indirectamente, pensó Rook, aunque no lo mencionó en voz alta, mientras fruncía los labios, descontenta.

—Si así es solo que "se están colando", ¡¿cómo será cuando se rompa el velo?! —gritó, desesperada, señalando a los demonios a su alrededor, que atacaban indistintamente a la gente, sin distinguir entre lo que para ellos eran sus presas.

En ese momento, un demonio cayó delante de ellos, haciendo que Rook se desestabilizase y cayese hacia atrás, topando su trasero con el duro suelo. Ella torció el gesto, con dolor, mientras se lo frotaba.

—Dichoso bicho. Me va a doler sentarme por una semana, mínimo.

Varric le tendió una mano, su expresión llena de seriedad. Rook se la aceptó, levantándose dolorida.

—En cuánto a tu pregunta… Se parecerá mucho, sin duda, a esto— señaló al demonio delante suya. El demonio hizo el gesto para atacarles solo para verse interrumpido por una andanada de magia, venida directamente del palacio del Arconte. El monstruo cayó, dejándoles el camino despejado.

Siguieron hacia delante, sin detenerse más. Con un salto, se encaramaron a una pared, llegando al otro lado. Varric alcanzó su ballesta, para clavársela a otro demonio, que venía directos hacia ellos.

Pero, como venida de la nada, una flecha se le clavó en la espalda al monstruo, haciéndose que gritase en agonía, para después desaparecer en una bruma negra.

Un perfecto Bull's-Eye, silbó Rook, impresionada. Entonces, miró a quién había realizado ese perfecto disparo, con una envidia sana.

Una enana pelirroja, con la cara llena de pecas, suspiró, aliviada, al ver desaparecer al demonio. Dirigiéndose a unos humanos, detrás suya, les alentó a esconderse, con unos susurros bajos. Ellos se lo agradecieron, una vez más, y corrieron a esconderse dentro de una casa, cerrando la puerta tras de sí.

Varric suspiró aliviado, al ver a la enana.

—Harding, ¿estás bien? —le preguntó, obviando los saludos. Harding se dirigió a él, asintiendo, mientras se colocaba el arco a su espalda, colgándolo de su armadura de exploradora, con tonos marrones y anaranjados.

—Hago lo que puedo por ayudar, desde luego—le contestó, con una voz algo aguda, pero muy bonita, casi dulce—. Hay demasiados demonios y demasiada gente asustada —murmuró, descontenta, mientras dirigía su mirada hacia la brecha, que cada vez parecía mayor.

—Hacía años, desde la época de la Inquisidora, que no había tantos demonios pululando—Varric chasqueó la lengua, agachando la vista, mientras negaba con la cabeza.

Harding, en ese momento, miró a Rook y le dedicó una sonrisa, con empatía ante la situación que estaban viviendo.

— ¿Qué tal vosotros por ahí? —le preguntó, a modo de saludo.

Rook se encogió de hombros, tratando de parecer indiferente, sabiendo que caer en los nervios ahora no era la solución.

—Mejor que nunca—contestó, con sarcasmo, pero con una sonrisa amable. Harding le devolvió la sonrisa, riendo ligeramente ante su intento de burla—. Por casualidad, ¿no tendrás mis cosas por ahí?

Harding se apartó en ese momento, desvelando unas dobles dagas, envueltas en una funda marrón, con cuervos violetas dibujados en el cuero. Rook emitió un pequeño ronroneo al verlas y se acercó a recoger sus queridas armas, casi acariciándolas mientras se las colgaba a la cintura. Varric hizo un gesto hacia delante, una vez que la vio preparada.

—Vamos, Solas no espera. Nosotros tampoco.

Harding miró a su alrededor, mientras seguía las zancadas del enano.

—¿Dónde está Neve Gallus? ¿No estaba en el punto de encuentro? —preguntó, confusa, al no ver a la detective.

Rook se frotó el cuello, algo nerviosa.

—Digamos que se nos adelantaron los venatori y tuvimos que… Convencerlos de que nos dijeran a donde se la habían llevado —su capa dio un vuelco, cuando se giró bruscamente para seguirlos—. Está en la Plaza de Dumat.

Varric fue el que se encogió de hombros esta vez, sin poder evitarlo, dirigiendo la marcha.

—Una cosa es cierta, no me extraña que nuestra detective haya hecho algo para enfadar a los magos de sangre —dijo, con algo de gracia. Negó con la cabeza, rascándose la barba—. Pero, de verdad, que malditamente inoportuno —bufó, algo divertido.

Rook se cruzó de brazos, opinando lo mismo que su amigo, acompañando su risa. Varric se giró hacia la enana, ladeando la cabeza.

—¿Puedes llevarnos a la plaza, Harding? — le preguntó, sin más demora.

—La exploración es mi especialidad, ya lo sabes. Por aquí — Harding se adelantó, girando una esquina y dirigiendo ella esta vez la marcha.

Tras unos minutos caminando, una brecha verde se abrió justo delante de la enana, que dio un paso atrás, rápidamente, mientras alcanzaba su arco. Un demonio salió del desgarro, gritando, junto a un par más, que lo acompañaron en sus gritos.

El equipo preparó sus armas, dispuesto a pelear para abrirse paso. Rook sonrió ladinamente, mientras crujía sus dedos. Alcanzó sus dagas y las desenfundó, haciendo que brillasen bajó la luz verdosa de la noche. Frunció el ceño desafiante, al mirar a los monstruos.

—Ahora sí que sí, demonios estúpidos. Venid a por mí —murmuró, con la anticipación de la pelea en su voz.

A su lado, Harding tensó su arco y Varric apuntó a Bianca, con confianza.

Nada ni nadie los iba a detener en su misión, pensó, saltando hacia la lucha, mientras sonreía, ladinamente.


Términos élficos:

Mythal'enaste: El favor de Mythal.