Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.
Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.
Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.
CAPÍTULO 18
Confesiones con sake
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La calidez del agua recorriendo su desnudo cuerpo, con cicatrices marcadas por los años y alguno que otro reciente, le devolvió un poco a la vida. Con los ojos cerrados, las manos de Uraraka Ochako recorrieron su rostro, mientras el agua, impoluta, limpiaba todo cuánto podía en ella. Una fracción de dolor la hizo fruncir su ceño al tocar, sin recordar, el golpe que Chisaki Kai le había propinado cuando la esperó fuera de su departamento en su intento por abusar de ella y secuestrarla. La mano de la joven acabó contra el azulejo oscuro del duchero y todo el peso de su cuerpo se concentró en ella, sosteniéndose únicamente por su diestra, cuya fuerza flaqueaba por segundos porque, inconsciente o conscientemente, las imágenes de sus recientes recuerdos, traidora secuencia que la hacía revivir el trauma, se agolpaban tras sus párpados cerrados.
Y así como el ruido seco de un trueno sacudía el bosque y ahuyentaba a las aves carroñeras, la imagen de esos ojos rubíes que la protegieron sin dudar, se inmiscuía en su mente y alejaba cualquier dolor, cualquier malestar, cualquier indicio de soledad. Apegó su frente contra el azulejo y sintió cómo su espalda era el destino del tibio torrente de la ducha mientras repasaba una y otra vez las facciones de Bakugo Katsuki en su mente.
¿Cómo podía estar pensando en él de ese modo? ¿Cómo podía si hasta hace un mes atrás, ella hubiese hecho hasta lo impensable para lastimarlo, para tomar ventaja de él, para herir su ego.
¡Qué irónica situación!, pensó.
Al principio de todo, Bakugo Katsuki era la razón por la que ella deseaba buscar respuestas sobre el odio infundado de su madre hacia él y su familia, culpándolo por la muerte de su padre; pero con el pasar del tiempo que llevaba hasta la fecha, con tantos sucesos entre medio, ella se encontraba dándose una ducha en la casa del hombre, durmiendo bajo su mismo techo, viéndolo todos los días. De alguna u otra forma, Ochako terminó desechando esos sentimientos de resentimiento y venganza que, por un momento, albergó su pecho, porque a pesar de los sucesos del pasado, Katsuki no se negó a ayudarla ni darle cobijo ni la dejó a su suerte a sabiendas de que ella podría traer más problemas.
Ochako cerró el grifo del baño y el agua dejó de envolverla, dejando que las gotas que quedaban en su cuerpo, acaben muriendo en el risco de sus curvas, mientras sus ojos veían con una atención dispersa sus pies desnudos. Un pensamiento se acunó en su mente y un vacío se atoró en la garganta cuando recordó un pequeño detalle.
Él sólo me ayuda porque no sabe que, en realidad, soy Angelface, se apresuró a decirse a sí misma. De haber tenido conocimiento de quién soy y todo lo que sé sobre él, de seguro me dejaba morir esa noche.
No hacía falta conocer demasiado al hombre para ver que era intransigente, que no existía grises para él, que era dominante y autoritario, sin mencionar, que por su procedencia y el estrato social del que procedía, ser prejuicioso era hasta un rasgo de su personalidad; no hacía falta recordar los sucesos pasados en los que él la trató de formas crueles porque la encasillaba de una forma. No dudaba en que, de saber que ella era la mujer a la que él visitaba desde hacía tiempo para calmar algún vacío suyo, Katsuki no habría tenido tanta compasión; es más, quizá hasta preferiría que ella desapareciera de su vida porque su simple existencia, ponía en peligro su propia reputación, sin mencionar de que Mahoro lo terminaría odiando si supiese a donde acudía por las noches. ¿Quizá ese miedo recurrente a ser descubierto por su hija, fue la razón por la que ya no frecuentaba Doll House? Era una posibilidad.
Y a pesar de ya no verlo en la Golden Room, Ochako estaba a metros suyo. Su reflejo contra la mampara de vidrio que contaba el duchero le recordó un poco cómo lucía su cuerpo y cómo Bakugo Katsuki había tenido acceso a él cuando frecuentaba el club. ¿Qué los separaba ahora, después de que él la había visto con pocas prendas? La moral, quizá, la idea de ser amiga de su hija y el hecho de que él le doblaba en edad. Había tantos títulos, tantas etiquetas que los hacía mantener distancia cuando ella era Uraraka Ochako, pero esas mismas etiquetas desaparecían cuando ella llevaba una máscara.
Por primera vez, sintió envidia de Angelface.
En esos momentos de incertidumbre, en donde ni su trabajo o su departamento era un lugar seguro para ella, Ochako se replanteó la posibilidad de dejar Doll House, de mudarse de una buena vez de Minato y ver de empezar una nueva vida lejos de Tokio. Tenía el dinero suficiente para iniciar en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad, no le vendría mal un cambio de ambiente, principalmente, donde nadie la conozca.
Y mientras las ideas corrían en su interior, Ochako terminó de secarse y vestirse con las prendas que Mahoro le había dejado para que las usara. Estaba causando muchos problemas a su amiga y la verdad, la idea de estar bajo el mismo techo que su padre, no estaba entre sus deseos de cumpleaños.
Necesito regresar al departamento y ver la maldita correspondencia que mi madre me ha dejado cruzó por su mente. Ochako sabía que algo había estado obviando y quizá la respuesta se encontraba en la gaveta de la correspondencia. Acudir de noche hasta su departamento sería algo estúpido, así que debía ir de día y ver de empacar algunas cosas, las necesarias, las imprescindibles hasta tener muy en claro qué hacer a partir de ese momento. Podría ir a algunas termas donde pasar algunas noches hasta tener claro qué debía hacer.
Ochako, enfrascada en sus pensamientos al dejar el cuarto de baño de huéspedes en donde se quedaba últimamente, ignoró por completo la figura robusta del Presidente del Grupo Bakugo y dueño de casa, recostado contra el marco de la puerta, observándola en silencio como un felino resguardado entre la hierba ante su presa. El hombre de rubios cabellos llevaba puesto unos yoguis negros y una camiseta vieja con el nombre Exodus impreso en el pecho, traía las manos en los bolsillos y su atenta mirada en la joven que seguía sin percatarse de su presencia. Sólo cuando el hombre se aclaró la garganta, Ochako fue consciente de que no estaba sola y sólo entonces, volteó horrorizada a verlo.
―¡Mierda! ―exhaló Ochako con una sorpresa palpable.
―He tocado la puerta pero no eres buena escuchando, al parecer ―se excusó el dueño de casa, haciendo un gesto con la mano, dándole a entender que se anunció ante ella. De igual forma, Ochako no estaba en sus cabales debido a tantos pensamientos entremezclados que la tenían yendo y viniendo con la mente en piloto automático.
―Lo siento, Bakugo-san ―Respondió Ochako dedicándole una reverencia de respeto―. ¿Necesita algo de mí?
―En realidad, quiero saber cuál será tu movimiento a partir de ahora ―dijo Katsuki. Ochako lo miró con total y genuina sorpresa, algo que él prefirió ignorar, apartando su vista a otro punto del cuarto―. Quiero saber qué has decidido hacer.
―Yo… ―Ochako apretó sus manos hechas puños de forma inconsciente, sin saber realmente qué responder a esa pregunta porque, para fines prácticos, tampoco tenía muy claro qué venía a continuación. La castaña bajó la vista a sus pies enfundados en alpargatas de interior color blanco sin una respuesta clara―. Tengo algunas cosas que quiero ir a buscar de mi departamento… Serán pocas cosas hasta que pueda hallar un lugar donde mudarme definitivamente.
―Sobre lo que te mencioné hace un rato ―dijo Katsuki mirándola con atención. Ochako sentía que esa mirada podía quemarla con facilidad, así que volvió la vista a sus pies―, ¿lo has pensado?
―Sigo sin entender por qué insiste en ayudarme ―dijo Ochako la joven con una pena palpable―. Entiendo que encontrarme en la madrugada fue algo fortuito y le agradezco, pero involucrarse conmigo puede causarle problemas de seguro.
Katsuki exhaló un suspiro cansado, se cruzó de brazos y la observó con detenimiento, con el mismo que tenía cada vez que se ponía serio.
―Me dices eso y sólo puedo pensar que si te dejo sola ahora, me arrepentiré aún más. ―Quizá fue por el modo en que lo dijo o la expresión en sí pero Ochako lo miró con urgencia ante sus palabras. Era la primera vez que lo escuchaba hablando de ese modo, con genuina preocupación. Ochako se sonrojó porque sentía cómo en su interior había un fuego abrazador que iba a consumir todo a su paso. ¿Por qué se sonrojaba por algo tan tonto? Por alguna extraña razón, sentir que Katsuki se preocupaba por ella, la hacía flaquear sin entender muy bien por qué. Kirishima Eijiro fue claro con sus intenciones hacia ella, a pesar de eso, nunca sintió algo tan cálido como lo que tenía atorado en la boca del estómago en ese momento.
―A todo esto, Uraraka ―inició Katsuki―, ¿de dónde conoces a ese par de policías? Al de los ojos de colores y al cuatro ojos.
Esa pregunta la sacó totalmente de cuadro, de entre todas las cosas que Bakugo Katsuki pudo haberle preguntado, no esperó que sea sobre su relación con Todoroki Shoto e Iida Tenya, aunque por los sucesos de las últimas horas, no podía culparlo.
―Son amigos de Eijiro ―Respondió vagamente.
―¿Y cuál es tu relación con ellos? ―Katsuki avanzó un paso y Ochako no supo por qué retrocedió otro más.
―¿Qué insinúa?
―De entre todas las personas, tenías que relacionarte con: primero un Todoroki y segundo, con ese cuatro ojos. ―El ceño fruncido de Katsuki sólo la hizo imitar su gesto. Por un momento, la sensación cálida del principio, desapareció casi al instante.
Ochako exhaló un suspiro y no se limitó a resguardar una sonrisa cansina. Katsuki enarcó una ceja.
―Si su oferta para averiguar sobre mi padre viene con condiciones de por medio, puede ahorrarse la molestia de ayudarme, Bakugo-san ―Respondió Ochako y con clara intención de cerrar la puerta para ya no tener que ver el rostro del hombre, la muchacha tomó el pomo de la puerta―. Mañana dejaré de causarle inconvenientes y…
―No sé cuál es tu relación con esos dos oficiales pero tienes razón, te pondré condiciones y espero que lo medites con propiedad. ―La mano de Katsuki detuvo el avance de la puerta cuando intentó cerrarla―. Mantén distancia de esos dos oficiales, yo te proveeré protección el tiempo necesario hasta que la policía haga su trabajo para atrapar al hombre que te atacó. No los necesitas, pero sí me necesitas a mí, piensa en eso antes de dormir. Mañana me das tu respuesta. ―Sin otra palabra más, Katsuki soltó la puerta que los separaba y se alejó de allí dejando a sus espaldas a una muy confundida joven que no dejaba de pensar en las razones ocultas que albergaba el hombre para ayudarla.
Ochako vio marcharse al dueño de casa y no dejó de observar su andar hasta que la espalda del mismo desapareció en el oscuro pasillo. Con un nudo en la garganta y también en la boca del estómago, la joven castaña cerró la puerta y se mantuvo de pie mirando la fina madera del cerramiento, intentando comprender las palabras de Bakugo Katsuki.
Por un lado, entendía por qué no quería que se relacionara con Iida Tenya, debido a la infidelidad de su esposa y de que ha de ser bastante incómodo tenerlo cerca conociendo los detalles; pero, ¿de dónde nacía tanto odio de parte de Bakugo Katsuki hacia la familia Todoroki? No era la primera vez que se expresaba de forma despectiva hacia ellos, pero no tenía el mismo problema para acudir al bar qué dirigía Enji. ¿Por qué tanto misterio? Pensó.
Cuando Katsuki abandonó la habitación de huéspedes que había mandado preparar para que la amiga de su hija se instale, no pensó en que fuese algo sospechoso que él mismo bajase hasta donde se encontraba la más joven para hablar de forma privada, después de todo, había cosas que debían seguir su curso y que los vinculaba enteramente a la joven Doll y a él mismo. No lo había meditado lo suficiente a pesar de ser algo que, en términos de comportamiento moral está mal visto, ingresar al cuarto de una mujer que no era ni su hija o su pareja, peor, alguien mucho menor a él.
Así que, cuando su hija, ubicada en el comedor de su piso, lo vio llegar con un rostro furibundo debido a la molestia que le causaba qué alguien tan joven sea tan terca, Mahoro no pensó que tal motivo involucrase a su padre y a su amiga.
―¿Sucedió algo, papá? ―Katsuki pegó un respingo cuando la voz de su hija lo regresó a la realidad.
―¿Sigues despierta? Creí que ya te habías ido a dormir ―Respondió fingiendo que no le había sorprendido encontrarla allí.
―Vine a buscar un poco de agua, pero, me es raro verte deambulando por la casa ―dijo y Katsuki se mordió la lengua. Había creído que su hija ya no estaba por los pasillos de la casa, por ese motivo, bajó con tranquilidad a ver a Ochako―. ¿De dónde vienes?
―¿De dónde vengo? ¿De dónde más, mocosa? ―dijo con una falsa confianza―. Fui a ver al personal que acompañará mañana a tu amiga. Necesito organizarme para indicar las cosas a Nejire.
―Oh, pero no te preocupes, yo acompañaré a Ochako a empacar sus cosas ―dijo su hija.
―Ni hablar, Mahoro. No te expongas de esa forma. Yo me encargaré de ella, pondré a su disposición algunos empleados para que la ayuden a empacar y no esté sola.
―Pero estarás ocupado con tantas cosas encima, con eso de la rueda de prensa y…
―Y tú tienes que concentrarte en la universidad.
―Sí, pero…
―Nada de peros, mocosa. Haz tu trabajo, yo veré por tu amiga ―insistió su padre. Mahoro sonrió y poniéndose de pie, fue hasta donde se encontraba el hombre. Los brazos largos de su hija lo rodearon y él dejó salir un suspiro y una sonrisa pequeña.
―Eres el mejor, ¿lo sabes, no? ―la mejilla de Mahoro apretada contra el pecho de su padre lo hizo esbozar una sonrisa, él besó la coronilla de su rubia cabellera―. De verdad me sorprende que le hayas tomado cariño a Ochako. Te lo dije, es una buena chica.
Katsuki abrazó a su hija y cerró los ojos un momento, sintiendo un poco de culpa. Sus intenciones expuestas a Mahoro no eran del todo verdad, lo único que realmente necesitaba en esos momentos era que Ochako dejara atrás todo lo que podría llegar a comprometerlo verdaderamente.
―A todo esto, ¿para cuándo han programado la rueda de prensa que están preparando? ―inquirió Mahoro separándose un poco de su padre.
―En dos días ―respondió―. Será mejor que…
―Que me mantenga a raya, lo sé ―Mahoro se encogió de hombros―. Lamento que tengas que pasar por todas estas incomodidades por culpa de mamá.
Katsuki exhaló un poco de aire.
―Mahoro, escucha… ―Katsuki la miró con comprensión pero también con seriedad―. Tu madre falló, es verdad, pero no se acabó el mundo por ello. Eventualmente, ella y yo estaremos frecuentandonos, tú también, eres nuestra hija finalmente.
―Ni siquiera me pidas que la trate bien, no después de todo el problema en donde metió a la familia ―Mahoro iba a separarse de su padre pero las manos de Katsuki, fuertes pero gentiles, tomaron sus manos con calma, algo poco común en él.
―No te pido que la perdones, pero no se lo hagas muy complicado ―insistió su padre―. Recuerda que está embarazada y su caso es de riesgo, así que…
―Por eso prefiero no cruzármela ―insistió―. De verdad me sorprende cómo has podido perdonarla tan fácilmente.
―Perdonar y ser maduro son cosas diferentes ―respondió con seriedad―. No la he perdonado por fallar conmigo, pero hay una empresa que depende de ella y de mí, no puedo sólo apartarla de todo.
Su hija lo observó un momento y luego dejó salir un suspiro profundo, como si un peso gigantesco se deshiciera a través del aire hasta reducirse en nada. La vio cerrar los ojos y finalmente, los volvió a abrir para hablar.
―A veces creo que, cuando la abuela hablaba sobre tí, cuando tenías mi edad, estaba hablando de una persona completamente diferente. ―Katsuki rio por lo bajo y ella sonrió―. De verdad te lo digo. ¿Eras tan impertinente y bocón como la abuela cuenta?
―¿No tenías prisa por irte? ―Mahoro aguijoneó a su padre con gracia. Ellos se tenían uno al otro y eso estaba bien. Eran suficientes sólo ellos dos.
―Mira, sobre lo que dices, ok, lo entiendo… No me cruzaré con mamá y si eso pasa, no haré una escena ―Katsuki asintió―. Prometo ser mejor que ella.
―Ya lo eres, mocosa ―Katsuki revolvió sus cabellos rubios―. Eres mejor que yo incluso.
Mahoro sonrió como una niña.
Mahoro se despidió de su padre no sin antes, volver a agradecerle por el gesto que tenía con Ochako, su amiga. Él sólo pudo asentir sin mucho ánimo.
Su hija desconocía por completo todo lo que lo vinculaba a Ochako y prefería que eso se mantenga de ese modo, por ese motivo, Katsuki prefería tener en el radar a Ochako antes de dejarla ir y que luego se vuelva un problema para él, pero claro, en el proceso, su hija pensaba que era el padre del año por cuidar tan celosamente la integridad de su amiga.
Katsuki no tardó mucho en retirarse a su habitación luego de que Mahoro hiciera lo mismo un momento antes.
Una vez acostado en su cama con la mirada puesta en el cielorraso de la habitación oscurecida, seguía repasando una y otra vez la escena en el hospital. ¿Por qué, de entre todas las personas, Ochako debía estar tan involucrada con los Todoroki? Ver al menor de los hijos de Enji tocarla con tanta confianza sólo despertaba una indescriptible molestia.
¿Acaso es tu forma de burlarte de mí, Rei? se preguntó a sí mismo.
Y entre el torbellino de recuerdos de ese día en particular, las palabras de Mina regresaron a él cuando habían dejado las instalaciones del hospital para ir a las oficinas centrales del Grupo Bakugo, para una última reunión con su asesora publicitaria.
―¿Cuál es tu plan ahora, Katsuki? ―Katsuki tenía la atención puesta en los últimos detalles que su equipo publicitario, en conjunto con su asesora externa, le habían proporcionado. Se había llamado a una rueda de prensa para dentro de dos días, tiempo suficiente para aclarar todos los posibles puntos que la comidilla estaría buscando dónde hurgar. Cuando la voz de su amiga y asesora externa llegó a él, Katsuki la miró con duda―. No me hagas mencionar el nombre de cierta jovencita con la misma edad que tu hija ―Katsuki le aventó unos papeles para hacerla callar―. Entonces ya sabes a quién me refiero.
―No tocamos ese tema en éste lugar, Mina ―respondió el rubio de mala gana, regresando su atención a sus papeles.
―Creo que en algún momento tendrás que hacerlo si sigues llevándola contigo a todas partes. ―Mina no se inmutó ante la mirada furibunda que su amigo le dedicó, después de todo, ambos no mantenían una amistad de más de treinta años sólo por caerse bien. De entre las pocas personas que tenían las agallas de hablar a Katsuki como una madre casi, Mina resaltaba con letras mayúsculas.
―¿Cuál es el problema? Te dije que me la encontré por la calle en un estado total de desamparo ―Katsuki siguió fingiendo que las hojas entre sus manos eran más interesantes que la conversación que llevaba adelante con su amiga.
―Sí, pero la llevas a una comisaría y la dejas allí para que realice las diligencias correspondientes.
―Me pediste que diera con alguien cercano a Kirishima, bueno, de nada.
―Sí, pero ¿por qué sigues viendo éste escenario sin la preocupación con la que yo lo estoy viendo? ―Mina tomó las hojas que tenía Katsuki entre sus manos para que prestara su completa atención a ella―. Escúchame, preparamos ésta rueda de prensa precisamente para que ya no sean comidilla de los medios tanto tú como Camie y las empresas que penden de tus manos. ¿Qué sucedería si, por ésta chica, se descubre que incursionas en ese bar o que pagas por su compañía?
―Lo dices como si estuviese pagando por sexo.
―Bueno, sigue siendo un tipo de prostitución, Katsuki. ―Ambos amigos se miraron con intensidad, ella con todas las de ganar y él con ganas de que se calle de una buena vez―. Mira, Ochako es dulce y parece ser una buena jovencita con un pasado trágico, por eso terminó trabajando en ese lugar, pero eso no es lo que dirán de ella en los medios y ni siquiera hablemos de lo que dirán de tí. Ella es una persona cualquiera que puede rehacer su vida si se muda a otra ciudad, nadie la recordaría, pero tú, amigo mío, tienes más que perder.
Katsuki mandó la cabeza hacia atras, recostándola contra el respaldo del sillón tipo poltrona negro gamuza en donde se hallaba sentado. La gran oficina del magnate millonario y presidente del Grupo Bakugo se encontraba con su asesora publicitaria externa en la oficina privada de la misma, a la espera de los demás asesores para una reunión general que contemplen todas las empresas y tiendas que formaban parte del gran Grupo Financiero y Empresarial.
Nadie se encontraba en la sala más que ellos dos, sin embargo, la frase de los muros escuchan era un poco cierto, más cuando se trataba del presidente.
―La única forma que tengo de protegerme de eso, Mina ―los ojos rojos de Katsuki enseñaban no sólo determinación, sino algo que Mina no pudo identificar muy bien―, es tener a Uraraka cerca.
―Pero…
―Si no puedo estar a dos pasos por delante de ella, debo mantenerla cerca, al menos hasta que ya no sea un peligro para mí. ―Katsuki se puso de pie, sabía que su bar personal seguía custodiado hasta que la rueda de prensa finalice y las cosas puedan volver casi a la normalidad, así que no tenía otra salida que no sea buscar un vaso de agua y servirse mientras la mirada de Mina lo estudiaba con detenimiento.
―¿Y cuándo será eso? ―Preguntó la de rulos rosas.
Él bebió un sorbo largo, se limpió los labios un pañuelo y volvió su vista a su amiga.
―Cuando Uraraka deje atrás Doll House.
Esa idea fue surgiendo a partir de su último encuentro con Ochako, cuando, de una forma casi impropia de él, había buscado cualquier excusa con tal de que los pasos de la joven no se alejaran. ¿Por qué? Ni siquiera lo sabía con certeza, pero había algo que seguía haciéndolos converger en el mismo plano. Quizá era una forma en la que el destino tenía de hacerle tomar responsabilidades por todo lo que Uraraka Ochako ha pasado en su corta vida por haber perdido a su padre. O quizá, era un deseo interior, muy interior suyo, que buscaba, de alguna forma muy retorcida, mantener a Angelface viva.
Claro, ese último pensamiento no fue dicho ni a Mina ni nadie más, el sencillo hecho de concebir tal idea en su pecho lo avergonzaba de sobremanera; pero en algo no estaba mintiendo y era en la posibilidad que tenía de mantener todo a raya, todo el escándalo de haberse involucrado en Doll House, todo era posible de mediarlo si Uraraka Ochako seguía donde él pudiese verla.
Cuando los primeros rayos de luz cruzaron por las rendijas abiertas de sus cortinas, Katsuki ya se encontraba terminando de asearse y vestirse, recorriendo su walking closet, tomando postura frente al espejo en donde ajustaba su camisa negra, observando que todo estuviese en su lugar. Las seis y media de la mañana iban marcando en su reloj de muñeca, horario acostumbrado para ir a realizar su rutina de ejercicio o natación matutina, pero con tantos preparativos encima, ya no tenía tiempo ni siquiera para caminar fuera de sus instalaciones.
Las noches se habían vuelto largas desde que su incursión a Doll House se redujo a volverse nula, su cuerpo en sí, tenía mucha energía dentro y sabía que lo mejor que podía hacer en esos momentos era reprogramar su entrenamiento físico como hacía tiempo era parte de su rutina. Desde el caos que su ex esposa había dejado en Athena's Silk, Katsuki vivía prácticamente en la oficina general del grupo, atendiendo incendios qué la marca en sí necesitaba apagar; otra veces, acudiendo con las demás empresas del grupo y algunas pocas veces teniendo tiempo para descansar.
Cuando llegó a la cocina, sólo encontró a su hija despierta, sirviendo un poco de café negro. Llamó su atención que sólo Mahoro se encontrara despierta, pero recordó que apenas y los primeros rayos de luz habían surcado el panorama en la gran vivienda Bakugo. Cuando llegó a su hija, ésta lo saludó con una sonrisa y le ofreció café recién hecho; si había algo que debía darle mérito a su hija era la preparación de su café, sabía cómo filtrarlo a un punto idóneo para sentir el sabor del café en su máximo esplendor.
―Extrañaba beber café contigo ―dijo su padre y ella sonrió.
―Yo también ―admitió su hija.
―Pero deberías de comer algo más ―insistió su padre.
―No tengo espacio para nada a esta hora del día ―Respondió su hija. Su padre frunció su entrecejo―. Prometo desayunar en forma.
―Tienes que alimentarte bien, eres muy joven para…
―Para tener problemas de salud. Ya lo sé, Bakugo Katsuki-san ―bromeó su hija―. Me alimento bien, sólo que no tengo apetito muy temprano en la mañana. Prefiero sólo tomar café.
―Te creeré ―Katsuki sonrió a su hija―. ¿Y qué sabes de tu amiga? ¿Aún no despierta? ―Preguntó tratando de no mostrar mucho interés.
―No, Ochako aún no despierta. La he ido a ver y no parece que vaya a despertar enseguida. ―Katsuki dio un sorbo a su taza sin mirarla, pensando en cuán agotada había notado a la joven Uraraka, sin mencionar que el día anterior que la fue a buscar al cuarto de Mahoro, la encontró durmiendo profundamente, como si no hubiese descansado por semanas―. Supongo que le damos confianza. ―Katsuki la miró con curiosidad―. Había leído que personas que han pasado traumas muy grandes, ataques sexuales o violencia de algún tipo, no recuperan el sueño con facilidad. Pueden presentar insomnios o ataques de pánico, así que cuando logran encontrar lugares que le transmitan paz, pueden dormir largas horas.
Su padre meditó un poco su palabras, había algo que no se animaba a preguntar pero al parecer, Mahoro ya conocía un poco más de su amiga de universidad.
―¿Te ha contado algo? ―Mahoro lo observó―. Sobre el ataque que sufrió.
―Un poco ―comentó Mahoro encogiéndose de hombros―. Ochako es una chica dulce pero muy independiente. Supongo que no está acostumbrada a que la ayuden, se ha valido por su cuenta desde que salió de la casa de su madre. Al parecer, el hombre con el que se casó su madre luego de que su padre muriera, es un hombre horrible.
Katsuki frunció su entrecejo.
―¿A qué te refieres?
―No me lo ha dicho directamente, pero creo que el trauma principal en Ochako fue provocado por ese hombre ―respondió su hija con un semblante molesto―. Por lo que pude entender de lo poco que me dijo fue eso y al parecer, su madre defendió más a su pareja que a su propia hija. ¿Por qué otro motivo dejaría su casa y a su madre por llegar a Tokio a pasarla mal?
Katsuki volvió a dar otro sorbo de su café sin decir nada más, pensando en las palabras dichas por su hija y meditando todo lo que sabía de Ochako hasta la fecha, recordando cómo la madre de la joven la había golpeado frente a él y la había tratado de una manera ruín cuando la encontró con él llegando a su departamento.
―¿Qué haces con éste hombre, Ochako? ¿Te acuestas con él? ¿También planeas quitarle dinero como a...? ―Las palabras de esa mujer se reproducían una y otra vez en su mente, mientras la imagen de Ochako siendo atacada, hervía su sangre. Se había referido a su hija como si sacara dinero a cuesta de su cuerpo, como si fuese algo recurrente en el día a día de la muchacha. En un primer momento, pensar que las palabras de la madre de Ochako eran verdad pura no estaba lejos de la realidad, peor aún cuando supo sobre su trabajo como Doll; sin embargo, escuchar a su hija decirle esos detalles, sólo podía creer que esa mujer estaba loca por haberla tratado de ese modo a su única hija. ¿Priorizar a tu pareja por encima de tu propia sangre, de tu hija?
Cuando recordó el día que Ochako lo ayudó a buscar rastro de Mahoro, sus palabras lo golpearon con fuerza. Ambos en la cabina de su vehículo mientras ella buscaba el más mínimo indicio del lugar donde pudiese estar Mahoro, Ochako le había confesado cómo había sido su luto ante la pérdida de su padre y ese recuerdo, lo obligó a cerrar los ojos con fuerza.
―Cuando mi padre murió... Quería compañía, quería sentir a alguien a mi lado, quería... Sólo quería a alguien que me buscara como usted busca a Mahoro... Lastimosamente, la única persona disponible para mí era yo misma. Mi madre... No podía contar con ella en ese entonces.
No supo en qué momento sus manos se volvieron puños, ni cómo sus uñas se encarnaron en la palma de sus manos, tenía la mandíbula apretada por la rabia. Sentía una furia indescriptible contra las personas que la lastimaron tanto y la convirtieron en la joven que era. ¿Qué demonios le hicieron a esa joven? ¿Qué tanto ha sufrido Ochako para dejar atrás una familia no sólo disfuncional, sino negligente?
Ver a su hija moverse frente a él, llevando la taza al fregadero para lavarlo lo hizo despertar de sus recuerdos. Aflojó un poco el cuerpo, no quería despertar preguntas de parte de su hija.
―Como sea, debo irme, papá ―habló Mahoro―. Quedé con Kota en encontrarnos en la biblioteca y no quiero que me regañe por hacerlo esperar.
―Vaya, lo tuyo con él va en serio ―comentó Katsuki con gracia―. Ni siquiera te compadeces de hacer esperar a tu padre.
―Oh, cállate, soy un encanto con mi padre ―respondió Mahoro abrazando a su padre antes de irse―. Por cierto, papá ―la joven regresó su atención a sus espaldas, Katsuki la observó con atención―. Gracias por cuidar de Ochako.
Él no dijo nada, prefirió no decir nada. ¿Cómo podría?
Dedicó a su hija un asentimiento de cabeza y dejó que se marchara sin más.
Katsuki terminó su café e hizo lo mismo que su hija, llevó al fregadero su taza y lo lavó mientras su mente seguía reproduciendo una y otra vez la imagen de Ochako en ese estado total de abandono. ¿Qué han hecho contigo, Ángel? se preguntó internamente.
Por alguna razón, se sentía responsable por todo lo que esa joven había vivido y esa sensación lo atormentaba. Tomó su teléfono cuando sus manos estuvieron del todo secas, buscó el número de su secretaria y no dudó en abrir un chat con ella, ignorando todos los mensajes que la joven le había mandado indicando los pendientes para ese día.
Me:
Nejire, necesito que te pongas en contacto con el antiguo administrador de mi padre, no recuerdo su nombre pero pídele el expediente de un antiguo chofer. Uraraka Kyoshi.
Mandó el mensaje tan rápido que sus dedos ardían. Sentía que su pecho estaba enfrascado en un fuego abrasador que lo consumiría en segundos. No le importaba que Ochako aceptara o no su ayuda, él quería respuestas, quería saber si tuvo algo que ver con el despido de su padre y su repentina desaparición, quería saber en qué condiciones lo habían dado de baja y por qué.
Enfrascado en sus pensamientos, no sintió los pasos de Ochako hasta que la joven se aclaró la garganta. Katsuki volvió su atención a sus espaldas con un respingo notorio que la hizo disculparse.
―Bakugo-san, buenos días ―saludó Ochako entonces―. Disculpe, no quise sorprenderlo. Tampoco pensé en la hora, me quedé dormida.
―No te disculpes ―se apresuró a decir el hombre―. Toma un poco de café, tengo que acudir a la oficina temprano así que, te vienes conmigo o te quedas, pero mantenme al tanto de tus movimientos.
Ochako parpadeó un momento sin comprender por qué el tono furibundo del hombre hacia ella. Katsuki notó la perplejidad en la más joven, se sonrojó y aclarándose la garganta, añadió.
―Necesito organizar a mi personal si vas a buscar tus cosas.
―Oh, comprendo ―Ochako se acomodó un mechón tras la oreja y sin esperarlo, el sonido estruendoso de su estómago rugiendo de hambre los hizo mirarse al mismo tiempo. Ochako se sonrojó terriblemente―. ¡Disculpe, no es que tenga hambre, sólo…!
―Niña… ―Renegó Katsuki y dándole la espalda, fue hacia el intercomunicador que tenía disponible no muy lejos de la cocina, tocó un botón y la voz de una mujer se escuchó del otro lado―. Shuzenji-san, informa a la cocinera que prepare un desayuno a base de proteínas y fibra. ―Miró a Ochako por encima del hombro―. ¿Eres alérgica a algo? ―Ochako se apresuró a negar―. Puede usar lactosa y gluten. ―La mujer tras el intercomunicador acató la orden e indicó que no tardarían en hacerle llegar el desayuno al último piso.
―Bakugo-san, no tiene que molestarse, voy a salir a comprar algo y…
―Estás delgada, no duermes bien ―indicó Katsuki volviéndose hacia ella y sin que Ochako lo previera, él dirigió su diestra al rostro de la joven, desplegando con su dedo pulgar su párpado inferior―, aparentemente, un poco anémica; se ve que no te estás alimentando en forma y tu estilo de vida es trágico. Come algo y el chofer pasará por tí a las ocho, le indicas tu dirección así te llevará al departamento. Tendrás a un equipo de mudanza para acarrear lo que necesites, pero si necesitas algo más, se lo pides directamente al encargado de la flota.
Ochako se veía confundida pero Katsuki no quería retrasarse más o dejar que la muchacha hiciese más comentarios que puedan avergonzarlo, tampoco deseaba evidenciarse con sus acciones, así que se alejó de ella caminando de regreso hacia el intercomunicador.
―Si necesitas algo más aquí, aprietas el intercomunicador y vendrá la ama de llaves. Se llama Shuzenji Chiyo pero puedes llamarla por su apellido directamente. Es mi personal de confianza y trabajó para mi familia mucho tiempo.
Ochako asintió aún muy confundida por todos los detalles que estaba teniendo el hombre para con ella, Katsuki lo notó y prefirió retirarse de allí de una buena vez, el día estaba cargado de cosas en su agenda y él no podía perder más tiempo allí. Ochako se despidió de él con una reverencia que él prefirió sólo ignorar, tomó su saco y recibió la llamada de Nejire, informando que ya estaba en la planta baja, aguardando por él.
Ochako lo vio marcharse sencillamente. Katsuki tenía una forma tan particular de ser, opinó la castaña: por ratos, parecía ser el hombre más frío y desinteresado por los demás pero luego, era como si quisiera protegerla a toda costa. Percatarse de esa dualidad en el hombre la hizo acelerar un poco sus latidos y sonrojar sus mejillas. Nuevamente esa sensación pueril se apoderó de ella. Cuando quedó sola en la gran Suite de la familia Bakugo, Ochako no supo por qué quería que el hombre regresara, aunque sea por un segundo.
Estás siendo ridícula, pensó. Él no actuaría así si conoce quién eres en realidad.
Ochako recordó su lugar y no volvió a pensar de ese modo.
Cuando el timbre de la Suite Presidencial se oyó, Ochako fue a la entrada en donde una mujer mayor vestida con un uniforme oscuro y una sonrisa cordial, trayendo en sus manos una bandeja con varios platillos en él, además de una taza de café y un jugo de naranja.
―Usted debe ser la invitada de la familia ―dijo la mujer con una afable sonrisa―. Mi nombre es Shuzenji Chiyo. Le he traído el desayuno encargado por el Presidente.
―Mucho gusto, me llamo Uraraka Ochako ―la joven le dedicó una reverencia de respeto que correspondió la mujer mayor―. ¿Todo esto es para mí?
―Así es. El Presidente fue muy claro con el pedido. ―Respondió―. Normalmente nadie en la familia Bakugo pide desayuno, así que nos apresuramos para atenderla.
Ochako se sonrojó al escucharla decir esas cosas, después de todo, sentía que sólo estaba causando problemas. Agradeció a la mujer y tomando la bandeja en sus propias manos, volvió a agradecerle con una reverencia. Mirar la cantidad de comida que le habían encargado era un sueño, desde café negro, jugo natural recién exprimido, tostadas francesas y huevos revueltos, fruta troceada, y algunos cereales en pote, todo solo para ella. Su estómago rugió aún más y la vergüenza volvió a asaltarla. ¿De verdad Bakugo Katsuki había escuchado su tripa hablando? Era tan humillante. Tonta, te ha visto en peores circunstancias y te preocupa la tripa. Se regañó.
No esperó mucho para sentarse en la mesa del comedor y empezar a comer todo cuánto pudiese, no recordaba haber probado algo tan delicioso, ni siquiera recordaba haber comido tanto en un santiamén.
Una vez terminó el desayuno, se encargó de lavar los trastes para dejar todo impecable en la vivienda de los Bakugo. Secándose las manos con un trapeador de tela, observó toda la gran Suite Presidencial con gran impresión, caminó unos pasos hasta sentarse en el gran sofá de la imponente casa y paseó sus manos por el cuero que la envolvía. Un atisbo involuntario, el recuerdo silencioso que se escondía en su subconsciente y a medida que su piel sentía la frialdad del cuero, su mente recreaba el tacto cálido de Bakugo Katsuki.
Cerró los ojos y recordó cuán tibias eran sus manos mientras curaba sus heridas, cuán gentiles eran sus manos a medida que la tocaban y cuán pequeña se sentía a merced de su sombra. Sus manos se detuvieron al momento de recordar su voz.
―Me dices eso y sólo puedo pensar que si te dejo sola ahora, me arrepentiré aún más.
Ochako no lo admitía pero todo en ella tembló cuando lo oyó decir esas cosas. Ochako no lo admitía pero quiso creer en sus palabras.
El intercomunicador sonó con un estridente pitido, despertándola de sus memorias con el sello Bakugo impregnado en ellas. Se apresuró a ir hasta el aparato sonando a un lado de la puerta principal y apretando el botón para contestar, escuchó la voz de la señora Shuzenji, indicando que el chófer enviado por el Presidente del Grupo Bakugo había llegado por ella.
Se fijó en la hora, marcaban las 8 de la mañana, tiempo exacto que le había anunciado el dueño de casa que el chófer pasaría por ella.
Ochako no tardó en bajar por el elevador hasta la Plata Baja y hallar al hombre de uniforme abriéndole la puerta de la cabina del vehículo para que ingresara. Ochako saludó al hombre y subió al vehículo que la llevaría hacia su domicilio.
Cuando el chófer cerró la puerta una vez que ella subió al vehículo, Ochako notó una caja con la marca de un teléfono celular de alta gama descansando sobre el asiento trasero. El chófer, ya ubicado tras el volante, reconoció el rostro confundido de Ochako a través del espejo retrovisor, por lo que se apresuró a hablar.
―Es un obsequio de parte de la hija del Presidente ―los ojos de Ochako fueron inmediatamente al espejo retrovisor del vehículo, en donde hizo contacto visual con el chófer. Este sonrió con gracia al ver su expresión―. De hecho, fue una orden de parte del mismo Presidente pero la Srta. Mahoro eligió el modelo y el color.
Ochako no cabía en la idea de estar sosteniendo un teléfono tan costoso y encima, que sea un regalo de parte de la familia Bakugo. Recordaba que le había dicho tanto a padre como a hija, que su teléfono se había destrozado en su huida estrepitosa de las manos de Chisaki Kai, pero no esperaba que eso los hiciera sentir responsables de comprarle un teléfono.
―No puedo aceptar algo tan costoso ―dijo enseguida Ochako.
―El presidente dijo que diría eso, así que me indicó que le diga que es "una orden directa".
Actúa como si fuese su empleada, pensó Ochako. Abrió la caja del teléfono y vio el tono rosa pastel del mismo, con un llavero de Saturno. Sonrió. Mahoro la conocía bastante bien en cuanto a gustos se refiere.
Encendió el móvil y al inicializarse, revisó la lista de contactos y halló los nombres no sólo de la primogénita del Grupo Bakugo, sino de su padre.
Bakugo Katsuki, leyó. Repasó su número en su cabeza, recordando su conversación de esa misma mañana. Había tanto en él que llamaba su atención y lo tenía viviendo en su mente gratis.
Ochako siguió meditando los últimos acontecimientos en su mente mientras la ciudad pasaba ante sus ojos, a través de la ventana, observando cómo todo iba tan deprisa. Viéndolo en retrospectiva, todo en su vida parecía correr deprisa; entre lo ocurrido en el bar de Doll House hasta la fecha había una semana de diferencia pero ella sentía que apenas había sido la noche anterior. No había dado señales de vida en su trabajo y al parecer, eso no incomodaba porque no había ningún mensaje o algún indicio de parte de sus empleadores por saber de ella. O quizá, el último suceso con el ataque a Kirishima, complicó las cosas en Doll House. De igual forma, debía presentar su renuncia, eso era un hecho.
Con ese pensamiento rondando su mente, llegaron hasta el frente del complejo habitacional donde vivía. Una sensación de angustia la abrazó cuando reconoció la fachada del acceso principal. Un sentimiento devastador la asaltó, tanto como un ataque de pánico, sintió sus latidos acelerarse y la boca completamente seca. Sus pies, dos piezas pesadas de concreto, avanzaron como pudieron fuera del vehículo hasta el ingreso principal en donde ya no veía ningún vigilante, sino una cinta policial.
Llegar al lugar que, anteriormente, era sinónimo de refugio pero que, en la actualidad despertaba su instinto de subsistencia más primitivo, le causaba una tristeza inmensa. Había pasado por tanto para alquilar un departamento en esa zona y ahora, debía entrar sintiéndose tan ajena a lo que alguna vez llamó hogar.
La voz del chofer indicando que la empresa de mudanza contratada por la familia Bakugo había llegado llamó su atención. Se apresuró a ir hacia el encargado presente, se presentaron formalmente y ella fue dando algunas indicaciones para ir subiendo al edificio. Cuando llegó hasta el piso de su departamento, nuevamente, sintió como su corazón se paralizó. Aún podía sentir cómo Chisaki rondaba en su cabeza y la sensación de vacío que le generó estar a merced suya la hizo echarse para atrás.
―Les dejaré la llave, olvidé algo en planta baja ―fue la excusa que dio Ochako al encargado de la empresa y éste sencillamente asintió para recibir en mano las llaves del departamento. Con las indicaciones dadas de las cosas que necesitaba sacar de allí, Ochako bajó casi corriendo hasta llegar al lobby del complejo de departamentos.
Su corazón latía con fuerza y ella ponía todo su esfuerzo en no romper en llanto en ese momento. Sin importar cuánto tiempo pasara, sin importar cuánta distancia ponga, parecía que siempre, su padrastro lograría torturarla. La idea de saber que ya nada era seguro para ella, que siempre viviría como un animal asustado, huyendo de un lugar a otro sin encontrar un verdadero refugio la hizo tambalearse sin gracia. Su cuerpo encontró apoyo en uno de los muros más próximos y lo tomó cuál balsa en medio de la tempestad.
Ochako se sentía aturdida, desolada, ultrajada, todo porque revivía una y otra vez su horrible vida al lado del hombre que se encargó de destruirla.
―Uraraka-san ―la voz de una mujer llegó a ella, llamando su atención, despertándola del torbellino de pesadillas que se empecinaba en hacerla querer vomitar. Ochako volteó hacia quien la llamó, hallando a una joven mujer de cabellos verdes cuál enredadera, Ibara Shiozaki, la del 109, pensó―. ¡Qué alivio verte por aquí! ―Expresó la mujer al llegar hasta ella, tenía un rostro sumido en genuina preocupación―. No sabíamos nada de ti, pensamos que también fuiste atacada como Inasa-san.
Escuchar la mención del vigilante tan activo y de gran porte la hizo recordar el cómo Chisaki Kai se refirió a él cuando la arrinconó en su departamento.
―¿Te refieres al grandote de la entrada? Tranquila. Si lo encuentran en unos minutos, quizá pueda contar la historia aunque dudo mucho que me recuerde.
La voz del hombre que la atacó la volvió a hacer sucumbir en el caos interior. ¿Cuántas personas debían salir lastimadas para que su padrastro esté feliz? Primero Kirishima, ahora Inasa y pensar que el número de heridos de forma tangencial aumente, sólo provocaba que su estómago sintiera una presión inmensa y las ganas de vomitar regresaran.
―Ibara-san, ¿qué ha sucedido? ―Ochako temía hacer esa pregunta pero si no estaba segura de lo que sucedía, no sabría cómo actuar. Debía hacerse responsable.
―¿No te has enterado? ―Preguntó la joven. Ochako negó―Inasa-san fue agredido hace unos días con un cuchillo o algo punzante; gracias a que uno de los vecinos bajó a buscar algo, logró dar con al pobre hombre desangrándose en el patio trasero ―Ochako se mordió la lengua y cerró los ojos con pesar―. Lo llevaron a urgencias al hospital más próximo, pero sigue en recuperación, sin despertar. La policía estuvo por aquí hablando con algunos vecinos, pero las cámaras fueron dañadas e Inasa-san sigue inconsciente, así que no hay noticias de quién pudo haberlo atacado de éste modo.
―Entiendo, no estaba al tanto ―admitió Ochako con pena profunda―. ¿Sabes dónde está internado Inasa-san? ―Ibara Shiozaki asintió. Proveyendo del nombre del hospital en cuestión, Ibara se alejó de Ochako dejándola nuevamente sola en el lobby del complejo habitacional.
Ochako seguía sin poder creer todo lo que había sucedido en un minuto, tantas cosas, tantas personas lastimadas a consecuencia suya. Entonces, su recuerdo la llevó a levantar la mirada hacia el área de correspondencias en donde los buzones se hallaban con el número de cada departamento impreso en su frente. La pequeña cabina con el número de su departamento fue haciéndose notar a medida que Ochako avanzaba hacia ella y con el dudar latente en sus dedos, se tomó unos minutos antes de ingresar la clave que le diera el acceso completo al interior de la cabina.
Tienes que ponerle fin a ésto, Ochako, se dijo a sí misma. Tomó aire y su mano se movió finalmente hacia la cabina, digitó la clave y la puerta se abrió ante sus ojos.
Bakugo Katsuki era conocido por ser meticuloso hasta el hartazgo. Todo lo que hacía lo hacía cuidando cada minucioso detalle hasta llegar lo más cerca que pudiera de la perfección; todo aquella búsqueda de la perfección era un rasgo de su crianza bajo la dura mano de su madre y la ausencia casi de su padre. Bakugo Masaru siempre fue un hombre noble, dulce, quizá con poco carácter, por ese motivo, su matrimonio con la impetuosa Mitsuki resultó tan satisfactoria, no sólo para él, sino para que el grupo Bakugo se consolide como líder nacional y trasnacional.
Mitsuki era la mano que no todos veían a la hora de felicitar el trabajo que Masaru llevaba por delante y Katsuki, como único hijo de la pareja, sabía a la perfección.
Katsuki era, por excelencia, control de calidad de todo lo que implican sus empresas. No aceptaba tratos ni se asociaba con ninguna empresa que no tuviese sus mismos intereses por presentar algo genuino y bien hecho, por eso muchos lo respetaban como el empresario que era.
Cuando se anunció la nueva colección Primavera-Verano de la línea de Athena's Silk y la administración del presidente del grupo pasó a llevar adelante la dirección del evento, muchos cotilleos se empezaron a desbordar por los pasillos, se habló de despidos inmediatos y muchas horas extras no remuneradas porque era la imagen que se tenía del explosivo Presidente.
Para sorpresa de muchos, el trabajar de cerca con Bakugo Katsuki resultó hasta inspirador por el modo de trabajo que tenía el hombre de no dejar cabida a errores, de ir personalmente a las reuniones con proveedores, diseñadores, organizadores, de dar las directivas y entregar calma a todo el caos que la ausencia repentina de Camie generó.
Katsuki se encontraba en las inmediaciones de la fábrica de Athena's Silk aprobando los bocetos que le habían presentado para iniciar la etapa de confección y la aprobación de los cronogramas reorganizados, cuando su asistente recibió una llamada que, no sólo llamó la atención de su jefe, sino que lo hizo volverse a verla con el ceño fruncido al notar el semblante preocupado de la mujer.
―Es sobre el pedido que me ha hecho ―dijo Nejire una vez su teléfono fue puesto en su bolsillo―. No puedo acceder al expediente solicitado, Bakugo-san.
―¿Por qué mierda no? ―Inquirió con notorio fastidio. La secretaria se mostró con un semblante preocupado que no pasó por alto el Presidente.
―Porque requiere autorización del anterior presidente ―respondió finalmente.
Katsuki frunció su entrecejo, incrédulo al escuchar lo que su secretaria le acababa de decir. Se suponía que la figura máxima era él, el actual presidente del Grupo Bakugo pero para acceder al expediente de un antiguo empleado, un simple chofer, necesitaba la autorización de su padre? ¿Qué estaba sucediendo?
―Señor ―la voz de Nejire volvió a arrastrarlo a la realidad. Katsuki carraspeó ligeramente―, ¿procedo a solicitar el permiso de su padre?
―Déjalo como está ―indicó el hombre apartando la vista de regreso a la mesa de trabajo―, pero programa una cita a la casa del anterior Presidente.
―Como ordene, señor. ―Nejire se alejó de él para continuar con las indicaciones de su jefe, dejándolo con sus documentos.
Pensar que algo tan sencillo como indagar en el expediente de un antiguo empleado de la empresa familiar le generara tantos inconvenientes, provocaba que Katsuki deseara llamar a su madre para discutir un buen rato, pero ya no tenía quince años y muchas cosas dependían de él en esos momentos.
Cuando su reunión en Athena's Silk finalizó, la tarde había llegado a acomodarse en el cielo; el cielo enrojecido debido a la muerte del sol en el horizonte coloreaba su oficina mientras él observaba el panorama desde lo alto de su edificio. Ver la ciudad tan pequeña le daba una sensación de calma para los problemas que solía atormentarlo, recordando que todas las personas tan diminutas caminando entre las calles como cuales hormigas, tenían problemas igual de insignificantes qué los propios, entonces, Katsuki ya no se sentía al borde del caos. A veces, las cosas se apreciaban mejor desde otra perspectiva, un consejo muy sabio dicho por su padre.
Bakugo Masaru era una persona de buen humor, amiguero, amoroso y compasivo, era todo lo que un Bakugo no era. Su madre siempre le recordaba que las características de su padre no hacían a un buen jefe, quizá por eso, se encargó de crecer bajo la rigidez de Mitsuki antes de la bondad de Masaru.
Era tan conocido su padre por esa gentileza y dulzura que estaba seguro que la orden de autorización máxima a ese expediente no lo habría determinado él, sino su madre. Era esa conclusión la que le hacía replantearse una y otra vez, quién fue Uraraka Kyoshi.
Su teléfono sonó en el bolsillo de sus pantalones alertándole la llegada de un mensaje. Con pereza, buscó el aparato y verificó un nombre que no sólo le daba dolor de cabeza, sino que consiguió que él esbozara una pequeña sonrisa.
Uraraka Ochako:
Buenas tardes, Bakugo-san. ¿Podríamos hablar sobre su oferta de la noche anterior?
El mensaje de Ochako provocó que Katsuki se apresurara a responder, como si fuese de suma urgencia. Se recriminó tal celeridad.
Me:
Claro. ¿Ya estás en casa?
Katsuki observó un largo rato la pantalla, aguardando por la respuesta de Ochako aunque sin noticia alguna. ¿Por qué le daba tantas vueltas a una simple pregunta?
Uraraka Ochako:
No.
¿Puede venir a esta ubicación?
El mensaje incluía el link de una dirección georeferenciada qué lo transportó a un pequeño puesto de comida callejera no muy lejano del complejo de departamentos de Ochako.
Katsuki no respondió al último mensaje, sencillamente tomó su saco, apagó la luz de su oficina y bajó hasta donde se encontraba su chófer para que lo llevara a la ubicación de Ochako. Estaba llegando la noche y ella estaba sola cerca del lugar del ataque. ¿Qué demonios le sucedía?
Llegó al lugar y le indicó a su chófer que se retirara, que lo llamaría para regresar a la casa. Con esa indicación dada, Katsuki bajó del auto y caminó hasta la tienda callejera donde Ochako se encontraba. No recordaba la última vez que se sentó en la calle a comer, quizá en su época de universidad o incluso mucho antes. Al ser presidente del grupo, lo último que se le pasaba por la cabeza era acudir a los sitios informales para comer o beber, no porque no quisiera, sino porque no debía; estaba en el ojo público y todas sus acciones tenía siempre comentarios de parte de todo el mundo.
El restaurante callejero tenía un pequeño local en la planta baja de un edificio de dos pisos, mientras que el resto de mesas y sillas se ubican sobre la vereda y parte de la calle, todo era cubierto por una carpa debido a las noches frescas que azotaban a Tokio. El lugar no tenía mucha gente aunque eso podía deberse más al horario antes que a otro motivo.
Katsuki, una vez cruzó la carpa transparente del lugar, reconoció inmediatamente a Ochako sentada en una de las esquinas que contaba el sitio, se hallaba sola frente a una mesa circular pequeña y dos botellas vacías de sake barato. Suspiró al reconocer la mirada perdida de la joven, observando con detenimiento una de las botellas, enseñando que la sobriedad ya no era algo que poseía en esos momentos.
Caminó hacia ella y faltando unos pocos pasos para llegar, Ochako lo reconoció, su rostro se iluminó al verlo, él quiso culpar al alcohol.
―¡Bakugo-san! ―canturreó la joven al verlo, él volteó con disimulo a sus espaldas, esperando que su repentino despertar llamara la atención de alguna otra persona―. ¡No creí que vendría!
―¿Qué haces ebria tan temprano? ―Preguntó con cierto enfado en su voz. Ochako hizo un puchero que causó gracia en él, aunque no lo admitiera.
―¿Cómo puede preguntar algo así? ―Inquirió ella―. Después de todo lo que ha pasado, ¿puede culparme? ―Katsuki se encogió en hombros, claro que no podía culparla―. Además, "ebria" como tal… No estoy ebria ―dijo con un cántico al hablar, declarando qué la ebriedad sí abundaba en su cuerpo. Katsuki renegó internamente para tomar asiento junto a ella.
―¿Has comido algo? ―Ochako negó como una niña, sonriendo de oreja a oreja―. No has comido nada y te has bebido dos botellas de sake. Estás mal, niña.
―Invíteme a comer, entonces, Bakugo-san ―dijo la joven―. O mejor aún, deje que yo le invite. Ha tenido buena atención conmigo.
―¿Qué quieres comer?
―El Kimchi Udon es delicioso de este lugar ―dijo Ochako―, pero también sus Yakisoba con cerdo frito. ¿Qué le gustaría? Deje que le invite.
―No te molestes ―Respondió Katsuki y poniéndose de pie, caminó hacia donde se hallaba la encargada de tomar las órdenes, pidió lo que Ochako quería y añadió una porción más de kimchi udon.
De regreso a su lugar, notó a Ochako cabizbaja, observando las botellas de sake. Llegó a ella y la vio esbozar una sonrisa cansada pero genuina. ¿Por qué lo miraba de ese modo? ¿Cómo si él fuese una balsa en medio de la tormenta?
―¿Cómo te ha ido con las cosas que necesitabas de tu departamento? ―Preguntó. Ella se encogió de hombros.
―Comienzo a pensar que tengo una maldición o algo similar ―Respondió la joven. Él la miró sin comprender―. Todas las personas a mi alrededor sufren cuando están cerca mío. Lo único que logro es perjudicar a otros… ―Ochako lo miró a los ojos―. Ni siquiera mi madre me ha protegido porque de seguro fui una carga para ella. ―Katsuki sintió el peso de sus palabras atoradas en el pecho. No podía culparla por sentirse tan sola―. No tiene que sacrificarse por mí. No dejaré que haga eso.
―Uraraka, ya hemos hablado de esto…
―Bakugo-san, déjeme pagar su hospitalidad como corresponde ―Ochako dirigió su mano a la de Katsuki, el tacto de la joven lo puso nervioso aunque no lo demostró―. Lo único que puedo hacer ahora es alejarme de ustedes.
―Uraraka…
―Lo he llamado aquí para decirle todo esto porque si se lo digo por teléfono, insistirá como siempre lo hace ―Respondió Ochako con una pequeña sonrisa―. No puede darme órdenes. ¿Cómo más debo decirle que me deje ir? No soy una empleada suya para que me de órdenes. De hecho ―Ochako colocó con torpeza el teléfono nuevo sobre la mesa para entregárselo―, Se lo devolveré. Puedo comprarme uno yo misma.
―¿Me invitaste a venir aquí para decirme todo esto? ―Katsuki sonrió con gracia, llamando la atención de la joven. Katsuki devolvió el teléfono a su dueña―. Uraraka, escucha…
―¡No! ―Frenó Ochako y sus ojos se llenaron de lágrimas que lo sorprendieron. Algunas personas voltearon a ver a su mesa debido a que Ochako levantó la voz, así que Katsuki dio un cabeceo de disculpa a los demás clientes, centrándose en la joven que estaba al borde de las lágrimas―. Por favor… ¿Qué tengo que hacer para que ya no insista? Sólo le pido que no me haga sentir más culpable de lo que ya me siento.
―¿Por qué dices eso? ¿Culpable de qué? ―Ochako lo miró con las lágrimas acumulándose en la comisura de sus ojos, mientras su rostro se coloreaba por el esfuerzo de no romper en llanto. Katsuki pudo sentir hasta en su piel la tristeza que cargaba la joven.
―Tarde o temprano, terminaré lastimándolo… A usted, a Mahoro… No podría perdonármelo.
El hombre de traje aspiró profundo y se tomó un momento para meditar sus palabras. Ochako estaba ebria, sí, pero también muy susceptible a consecuencia de los últimos sucesos que acontecieron en su vida. Sus ojos fueron a los de la joven y su mano afianzó el agarre que tenía con la joven.
―Uraraka, no sé por quién me tomas, pero no soy cualquier persona. No pueden lastimarme fácilmente. Si te inquieta que resulte herido como tu amigo, puedes dejar de preocuparte. No me sucederá eso porque es muy difícil que me encuentre solo sin seguridad alguna.
―Vino a verme solo, sin seguridad ―dijo Ochako.
―No es lo mismo.
―¿Por qué no? ―Preguntó Ochako―. Podría haberle tendido una trampa.
―Porque confío en tí. ―Sus palabras salieron casi disparadas de su boca, no lo meditó, ni siquiera pensó en cómo sonaría fuera de sus labios esas palabras pero al ver el rostro de Ochako, comenzó a replantearse sus palabras―. Es decir, sé que no nos harías algo como eso.
El pedido realizado por el hombre llegó a la mesa y eso fue suficiente para que Katsuki apartara su atención de Ochako, al menos intentando ocultar el sonrojo que su reciente declaración provocó.
Ochako levantó su mano a la mesera y como si fuese poco, pidió otras dos botellas de sake para sorpresa del hombre.
―¿No has bebido suficiente? ―Preguntó Katsuki.
―Con usted presente, no, aún no bebí suficiente ―respondió mirándolo con gracia―. Acompáñeme a beber… Después de todo, aquí usted y yo somos iguales… ―Katsuki la observó con curiosidad así que ella le enseñó que a su alrededor, nadie lo estaba mirando, nadie le prestaba atención―. Aquí nadie nos conoce, nadie se pregunta por qué un hombre de traje y una joven como yo están bebiendo sake y comiendo juntos.
Para sorpresa de Katsuki, Ochako tenía razón, porque sin importar donde mirara, nadie estaba mirándolo ni de casualidad, ni por su aspecto ni por la diferencia de edad entre ambos. Si bien, no era el mejor lugar en donde se imaginaba encontrarse cenando con Ochako, pero viendo el anonimato que tenían, resultó mucho mejor a lo que alguna vez pudo pensar.
―Así que no tema por lo que pueda opinar la gente de la calle, Bakugo-san ―Ochako tomó unos palillos y se llevó un poco de comida a la boca. Las dos botellas de sake llegaron a su mesa, así que Katsuki tomó una de las botellas para servir en los vasos de vidrio un poco de alcohol para ambos. Ochako lo miró con una sonrisa que él correspondió―. Salud porque aquí podemos ser Katsuki y Ochako, sin apellidos.
El hombre sonrió y tomó su vaso de vidrio para golpear los cristales con Ochako y sin dejar de mirarla, se bebió su trago. No supo si fueron sus palabras o quizá porque llevaba tiempo sin probar ni una gota de alcohol que el sabor del mismo era dulce. O quizá, Ochako tenía razón.
Sólo estaban Katsuki y Ochako bebiendo juntos, sin ninguna otra etiqueta de por medio que los haga preguntarse por qué se encontraban ambos allí.
Ver a Ochako comiendo con gusto y sin restricciones causó gracia en Katsuki qué no se molestó en comer mucho, sólo quería sentarse allí, beber sake y verla comer. La joven no se había percatado de ese detalle, estaba más interesada en comer con ganas mientras disfrutaba de cada bocado.
―No creí que vendría ―soltó Ochako entonces, la mirada de Katsuki viajó hasta ella. La joven sonrió con pena y un poco de salsa teriyaki en la comisura del labio―, a este lugar… No es su estilo, supuse.
―¿Mi estilo?
―Ya sabe, restaurantes lujosos rodeado de modelos, su estilo… ―Ochako lo observaba con detenimiento pero con una gracia en sus labios. Katsuki no disimulaba el no notar tal detalle en la joven, por primera vez, sintió que no debía resguardar apariencias mientras la observaba, llenando su mente de ella.
―Nadie me había invitado a comer en la calle ―admitió. Ochako iba a darle un sorbo más a su vaso con sake pero él estiró su mano hasta su rostro, sorprendiéndola―. Tienes salsa aquí ―dijo limpiando con un poco de servilleta los labios carnosos de la mujer, quien no dejaba de mirarlo―. Supongo que tampoco es mi estilo el ir a restaurantes lujosos llenos de modelos, aunque debo admitir que aquí la comida es mucho mejor.
―¡Verdad! ―soltó Ochako con entusiasmo―. Déjeme invitarlo a comer…, en el barrio de Shibuya hay un puesto que prepara los mejores…
―¿Y cómo podrías invitarme si quieres alejarte de mí? ―Ochako no disimuló la sorpresa de escucharlo preguntar algo así, él no se molestó en corregir sus palabras para quitarse responsabilidad, ambos tenían la justificación del alcohol para decir lo que tenían atorado en el pecho.
―Bakugo-san… ―Ochako no sabía qué decir y él leyó esa urgencia en su rostro―. Es por su bien y el de su familia.
―Es gracioso como una chica de veintidós años insiste en decidir lo que es lo mejor para mí ―Katsuki se acercó un poco a ella. Ochako no retrocedió―. ¿De qué tienes miedo?
La castaña bajó la mirada al vaso con un resto de sake, se perdió un momento en el líquido cristalino qué tenía delante. ¿Cómo podía explicarle sus miedos sin hablarle directamente desde el principio? ¿Sin abrir sus heridas a él? ¿La miraría como lo hacía si sabía todo sobre ella?
―¿Puedo pedirle un favor, Bakugo-san?
Él asintió sin pensarlo. No sabía si era el alcohol que lo envalentonaba o era el tacto dulce que tenía Ochako, pero estaba seguro que si ella le pedía hasta la cosa más absurda, él se lo daría.
―Si usted… Supiera algo sobre mí… ¿Podría mirarme de la misma forma que lo hace ahora?
―Cómo… ¿Cómo te estoy mirando ahora? ―Preguntó con urgencia y suma vergüenza. Ochako sonrió.
―¿Podría pedirle ese favor?
Notas de la autora:
¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!
Gracias por comprender los tiempos de las publicaciones y por tanta paciencia que tienen con ésta historia. Espero que la historia siga teniendo el mismo atractivo para sus lectores.
La siguiente publicación la haré en una o dos semanas, dependiendo mucho del flujo de trabajo que tenga encima.
Nuevamente, gracias por el cariño que le dan a ésta historia.
¡Nos leemos pronto!
