Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.
Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.
Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.
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Capítulo 19
Sin etiquetas
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Sero Mina pasó una toalla húmeda por el rostro del hombre que seguía con sus ojos cerrados, acostado en la camilla frente a ella. La privacidad era una virtud cuando se tenía el dinero suficiente para pagar la internación en un cuarto privado, algo que la de rulos rosas poseía. Si bien, Kirishima Eijiro no era más que un polvo de una noche, él no hubiese resultado tan mal herido si ella no hubiese estado allí para distraerlo. De sólo recordar cómo se había defendido del agresor al principio le daba a entender que estaba más qué preparado para dar pelea.
Mina tomó asiento junto a la camilla y contempló en silencio el rostro del hombre dormido, recordando una y otra vez cómo había gritado su nombre cuando la que estaba en peligro fue ella. Él la protegió hasta el último momento y sólo podía pagarle una habitación vip en el Hospital. Nunca se había sentido más inútil en su vida.
―Si despiertas, prometo invitarte a cenar algo delicioso ―dijo la mujer, acariciando los cabellos rojizos qué caían sobre su rostro dormido―, conozco muchos lugares exclusivos y tengo amigos chefs, así que no me hagas renegar más, ¿de acuerdo?
Mina acercó su frente al pecho de Eijiro y un sollozo ahogado se desprendió de sus labios. El recuerdo de su esposo vagaba por su mente y la idea de una nueva despedida agitó su pecho.
―¿Tienes idea de la vergüenza que me has hecho pasar? ―Siguió hablando Mina entre lágrimas―. Ni siquiera sabía de tu familia, ni tus amigos. La policía ha de pensar que soy una homicida en serie que asesina a sus amantes. Carajo, ya puedo escuchar a Denki burlarse de mí. Me llamará la viuda negra y esas cosas. ―Sus lágrimas salían a borbotones mientras ella seguía aferrada contra el pecho del hombre recostado frente a ella.
A medida que transcurrían los minutos, Mina dejó escapar el torrente de lágrimas que se habían atorado en su interior desde que había decidido montar guardia en la habitación de Kirishima Eijiro, cuando los médicos autorizaron las visitas para el joven bartender.
Sus amigos habían ido a verlo, uno tras de otro, cuyos rostros Mina no tenía ni de asomo referencia alguna. Una joven de cabellos oscuros y ojos verdes llamada Midoriya Izuki había sido atenta con ella, le había preguntado cómo se encontraba o si necesitaba un relevo, pero Mina negó.
―No sabía que Eiji tuviera novia ―admitió la joven Midoriya. Mina no se molestó en corregir, aunque ni siquiera se atrevía a decir que fue la causante de que terminara hospitalizado.
Y una vez sola frente al pelirrojo inconsciente, Mina había dejado salir toda la carga que llevaba con ella, toda esa culpa y ese remordimiento entremezclado con el miedo a que ya no despertara.
―No te atrevas a morir, Eijiro ―siguió sollozando Mina contra su pecho―. Tienes que presentarme a tus amigos, decirme tu tipo de sangre y volver a prepararme Martinis. De verdad te odiaré si mueres…
―O positivo.
Los ojos de Mina se abrieron de par en par al escuchar el murmullo brotando del pecho en donde ella se hallaba acostada, llorando como Magdalena. Su mirada oscura buscó la rojiza qué había logrado erizar su piel en tan corto tiempo, y con esfuerzo, los ojos de Kirishima Eijiro fueron mostrando el color sangre de sus iris qué enfocaban el rostro sonrojado de Sero Mina.
―Eiji… ¡Eijiro! ―Gritó Mina abrazándose al cuerpo lánguido del hombre, causando no sólo ternura en él, sino mucho dolor que no dejó de hacerle saber―. ¡Lo siento, lo siento! ―Se separó de inmediato de él, pero la mano de Eijiro buscó la de Mina.
―No te alejes… Háblame de esos restaurantes me mencionaste hace un rato ―La sonrisa en Eijiro devolvió el aliento en la mujer mayor a él, regresando su rostro al del pelirrojo, besando sus labios pálidos debido a todo lo que pasó.
Eijiro la contuvo en sus brazos como pudo, debido a que su cuerpo aún no se sentía del todo suyo, aunque las fuerzas de tener a Mina sobre su pecho no se desvanecieron en él. Él la besó lento y suave, todo lo que su cuerpo podía permitirle mientras ella no dejaba que los centímetros aumentaran entre ambos.
―Lo lamento tanto… ―Soltó entonces Mina―. Te hirieron por mi culpa.
―Volvería a recibir otro corte si eso significa que tú estarás bien ―susurró el hombre, acariciando el rostro sonrojado de la mujer debido al llanto―. Me alegra saber que estás aquí.
―No te hubiese dejado solo ―respondió Mina―. Avisaré a las enfermeras qué has despertado.
Pero antes de que Mina se alejara de él, la mano de Eijiro, que sujetaba la de ella, no la soltó. La mirada de la mujer viajó al del hombre.
―No es seguro estar aquí… El atacante…
―No te preocupes, estamos con escolta policial ―Respondió la de rulos―. Agradece a tus amigos policías, aunque también se lo debemos a Ochako.
―Ochako… ―susurró Kirishima, llamando la atención en Mina―. ¿Qué ha sucedido con ella? ¿Dónde está?
―Descuida, Katsuki se encargó de ella ―esa respuesta no parecía ponerlo más tranquilo y eso pudo notarlo la mujer―. Ochako está bajo la protección de los Bakugo, no podrán acercarse a ella.
―Precisamente los Bakugo son un problema para ella ―respondió el pelirrojo―. Ochako…
―Ochako es una mujer adulta que decidió confiar en Katsuki ―lo interrumpió de mala gana, alejándose de él―. No sé si tu preocupación principal debe de ser ella precisamente.
―Mina…
―Escucha, iré por las enfermeras y ya luego me retiraré. Tengo mucho trabajo pendiente ―No dejó qué el hombre le dijera nada más, tan sólo se puso de pie y abandonó la habitación de Kirishima Eijiro.
Mina estaba molesta porque a pesar de haber estado al borde de la muerte, Uraraka Ochako seguía siendo su principal preocupación. Pero más molesta se ponía porque no tenía razón de ser su enfado, Kirishima y Uraraka se conocían de más tiempo, era normal que él esté preocupado por ella, pero eso no entraba en el razonamiento de Sero Mina. Por alguna razón, sus celos estaban latentes; tenía cuarenta y dos años pero su actuar era la de una adolescente, se sentía ridícula por sentirse de ese modo.
Desde que Uraraka Ochako había empezado a dormir en el edificio de los Bakugo, sus horas de sueño eran completas y reconfortantes. No había noche que se despertara a mitad de la madrugada con pesadillas ni el cuerpo cansado, siempre estaba con energía y buen humor gracias a ese detalle vital.
Sin embargo, ese día en particular, la resaca y los malestares estomacales la pusieron en pie a temprana hora sin dejarla descansar con propiedad, dirigiendo sus pasos quejumbrosos hasta el retrete en donde casi todo lo ingerido, terminó yendo por el excusado.
Y mientras se lamentaba, sostenida por la taza del inodoro, Ochako, con la mente revuelta, traía imágenes a ella que no estaba segura de ser parte de un sueño muy extraño o sus desventuras cuando la ebriedad azotó su realidad.
Y de pronto, la imagen de Bakugo Katsuki sosteniéndola muy cerca de su rostro, mientras sus grandes manos la abrazaban casi con urgencia, y esos ojos rubíes no dejaban de observarla, se abalanzaron sobre ella como una avalancha de imágenes, obligando a Ochako dejar escapar un grito atorado en su pecho. Esas imágenes no eran de un sueño, ¿o si?
¿Qué había sucedido la noche anterior para tener al padre de su amiga tan cerca? Aún podía recrear en su mente el aroma de su fragancia y el cálido tacto de sus manos sobre su piel.
Ochako se llevó las manos a su cabeza que no dejaba de dar vueltas hasta que otra oleada de vómito la hizo regresar a su posición inicial, abrazando nada más ni nada menos que la taza del retrete, mientras sobrevivía al malestar generalizado de una noche bebiendo sake como si no hubiese un mañana.
Ella recordaba que había ido a ese puesto callejero a beber porque se sentía sumamente defraudada y desolada debido a los últimos sucesos que tuvieron lugar en su vida, incluyendo el ataque a Kirishima Eijiro, el ataque al guardia de seguridad de su edificio y para colmo, encontrar el recado que su madre había dejado para ella en su buzón tiempo atrás.
De sólo recordar el interior de su carta, sus piernas volvían a fallarle.
Ochako, tu padre no está jugando. Debes regresar si es que no quieres que él vaya a buscarte. Te compré pasajes para Kyoto, ven y arreglemos las cosas con tu padre. Aún hay tiempo.
De entre todos los insultos que su madre pudo haberle dicho, el que insinuara que ella era la mala hijastra, qué había defraudado a la familia como si no fuese bastante humillante que su madre defendiera al abusivo de su esposo antes que a su propia hija, era el colmo.
Ochako había destrozado con sus propias manos el sobre con el pasaje en tren que le había dejado su madre, con tanta rabia y frustración, tanto así que terminó echarse a llorar a mitad del vestíbulo, frente a los fragmentos de lo que alguna vez fue el insulto de su madre. Había veces que deseaba haber muerto junto a su padre para no tener que vivir esa pesadilla, porque su madre había acabado sucumbiendo a un estrés post traumático qué la hizo encontrar, en su actual pareja, un alivio tal que lo prefería a él por encima de su hija.
El personal contratado por Bakugo Katsuki la vieron de rodilla al suelo llorando como una niña, no sabían qué hacer en esa situación, salvo dejarla sola, mientras seguían con el trabajo de trasladar sus pertenencias hacia el camión con el que llegaron.
Ochako reconoció a los hombres y secándose sus lágrimas, acudió a ellos para detener su avance.
―Pero el presidente fue muy claro con su orden ―indicó el encargado de la flota de empleados―. No podemos dejar sus cosas aquí.
―Yo hablaré con él ―dijo Ochako―, no puedo mudarme. Por favor entienda, yo asumiré la responsabilidad de su trabajo si el Presidente Bakugo llega a reclamarle. ―Ochako le dedicó una reverencia profunda para implorar porque la comprendieran, y a pesar de la insistencia, cedieron al pedido de la mujer.
Así que ese día, las pertenencias de la joven regresaron a su lugar mientras que el personal se marchó de allí, dejándola sola en mitad de su sala. Y una vez estuvo allí de pie, se dejó caer sobre su sofá, observando las piezas de arte que había hecho.
Pensar en que quizá, ella nunca logre nada porque su padrastro se obsesionó con ella y estaba más que claro que la perseguiría a los confines del mundo hasta tomarla, le dejaron en evidencia que ella nunca podría hacer otra cosa que no fuera huír. Ni siquiera sabía si la idea de la beca sea una opción porque no podía ni siquiera acudir a la universidad sin el miedo latente que la encuentren. Ella sencillamente debía desaparecer y empezar de cero en otro sitio hasta que vuelvan a dar con ella. Y así, hasta que ya no quede lugar al cuál huír.
Esa sensación de agonía la hizo acudir mucho antes de que el sol se ponga en el ocaso al puesto callejero donde pidió sake para beber como si su frustración sea alérgica al alcohol. ¿Quién sabe? Quizá pudiera ahuyentar algo con la ebriedad cubriendo su mente.
Y entre tragos y tragos, la imagen de Bakugo Katsuki llegó a ella.
―¿Quién se cree ese sujeto? ―dijo con notorio enfado, ya sin una pizca de sobriedad en su sistema―. Me regala un teléfono y me obliga a mudarme como si su dinero pueda salvarme. ¡Ja! Me cree una idiota ―susurró molesta.
Y con el deslumbramiento de la ebriedad, la idea de llamarlo cruzó su mente camuflada como una buena idea. ¿Cómo podía siquiera pensar en salvarla cuando lo mejor que podía hacer era mantenerla lejos?
―Ese hombre me escuchará ―dijo y fue cuando escribió el mensaje que atrajo a Bakugo Katsuki a un restaurante callejero donde nadie tenía conocimiento de él.
Ochako sabía que había conversado toda la noche con él, sabía que habían bebido juntos y de que él, dentro de todo, volvió a insistirle en que no se aleje, que él podía hacerse cargo de ella, protegerla.
¿Cómo puedes encontrar en un gato callejero la imagen de una mascota leal, si toda su vida ha hecho lo imposible por sobrevivir? ¿Acaso Bakugo Katsuki la veía como un proyecto de caridad? ¿O por qué tanto interés en ayudarla?
Y mientras más vueltas le daba a sus recuerdos, la imagen de estar siendo escoltada por él hasta el interior de su habitación regresó con fuerza. Sus ojos se abrieron de par en par porque el destello de verlo tan cerca, de tener impregnado su fragancia en sus sentidos y el calor de sus manos en su piel no fueron producto de su imaginación.
Bakugo Katsuki había estado en su cuarto.
Pegó un grito y se revolvió la cabeza pensando en si sucedió algo más. ¿Acaso terminaron haciendo algo más? No veía en Katsuki a un hombre de ese tipo, que pudiese aprovecharse de alguien en estado de borrachera, aunque él también estaba ebrio. ¿Sucedió algo más? Las preguntas se acumularon en su cabeza y ella sólo deseaba desaparecer de la faz de la tierra.
Ochako se jaloneó sus castañas hebras en represalia por haber hecho tantas estupideces están ebria, no eran justificación y eso la hacía sentir mucho peor.
―Así que no tema por lo que pueda opinar la gente de la calle, Bakugo-san. Salud porque aquí podemos ser Katsuki y Ochako, sin apellidos.
Recordó lo que le había dicho al hombre y sintió tanta vergüenza. ¿Desde cuando tenía tanta confianza? La ebriedad la había llenado de falsas expectativas y malas decisiones, cuyo resultado no tenía claro en dónde terminó.
Necesitaba aclarar las cosas con el Presidente del grupo o no podría vivir con tranquilidad.
Apresuró su andar para asearse e ir a buscar al Presidente del Grupo Bakugo, pero para su sorpresa, no había nadie ni en la cocina o en el cuarto de Mahoro. Tomó su teléfono y marcó a su amiga, al menos para tener una idea de dónde podía hallar a su padre, pero Mahoro sencillamente no respondía, para variar.
Dejó escapar un suspiro cansino. Miró su teléfono y estuvo tentada a marcar directamente al hombre pero la vergüenza se lo impedía. Ni siquiera sabía lo que había sucedido en su momento de borrachera pero temía que fuese algo grave.
Y para su sorpresa, la puerta principal de la Suite Presidencial se abrió, alertándola. Vio entonces cómo la ama de llaves, la señora Chiyo ingresó a la propiedad llevando una bandeja de desayuno como el otro día.
La mujer sonrió al verla.
―Uraraka-san, qué bueno verla ya despierta ―la saludó la mujer y Ochako le dedicó una reverencia de respeto―. Venga, siéntese a desayunar.
―¿Es para mí? ―Preguntó confundida. La mujer asintió dirigiendo sus pasos hasta la mesa comedor gigantesca de la casa. Ochako dudó un momento pero terminó siguiendo los pasos de la mujer mayor.
―El presidente mandó la orden de prepararle el desayuno, así que siéntese a comer tranquila. Me pidió que le preparase una infusión para el estómago ―dijo con una sonrisa jocosa que la hizo sonrojar―. Al parecer se ha ido de tragos porque el Presidente insistió en que le sirviéramos algo para la resaca.
―Oh, ya veo ―dijo con la vergüenza clara en su rostro.
―No se sienta mal, él también ha llevado su infusión porque no está libre de pecado ―dijo con gracia. Ochako trató de sonreír sin enseñar cuán evidente era su incomodidad en esos momentos.
―El presidente… ¿Ya se ha retirado? ―Preguntó la joven.
―No, aún no ―respondió―. Ha ido al área del gimnasio privado. Se encuentra en el tercer piso, si necesitas de él.
―Sí, de hecho, necesito hablar con él antes de desayunar… ¿Tercer piso, no es así?
―Eh, sí pero coma algo o al menos beba su infusión ―dijo la mujer. Ochako no podía negarse a tal insistencia así que tomó la taza cerámica en mano para beberse el líquido amargo hasta vaciar por completo el recipiente―. Buena niña. ¿Quiere que la acompañe hasta donde se encuentra el Presidente? ―Ochako asintió.
Y así, en compañía de la ama de llaves del lugar, tomó el ascensor y descendió hasta el área de gimnasio en donde el hombre que siempre la veía en sus peores condiciones, se hallaba.
Bakugo Katsuki era un hombre de rutina bien marcada. Odiaba la monotonía pero odiaba más no tener cosas qué hacer. Su rutina, antes de todo el escándalo con el amorío a manos de su ex esposa, llevaba un ritmo de actividades saludables pero con la infidelidad y el caos empresarial de Athena 's Silk, todo en su agenda se había desmoronado.
En ese momento, temprano en la mañana, se hallaba en el gimnasio particular de la unidad de su edificio, donde solía dedicar al menos dos horas de entrenamiento o inmerso en el sector de la piscina cubierta qué contaba las instalaciones.
Sólo su familia o invitados de los Bakugo acudían al lugar, y como estaba acostumbrado, él era el único en darle utilidad al gimnasio y a la piscina, como lo era en ese momento.
Y allí, inmerso en las aguas tibias del sector de baño, realizando un poco de actividades de natación con estilo libre, lograba qué su cuerpo y su mente pudieran relajarse.
Pero mientras más intentaba alejar los pensamientos irruptivos, todo regresaba a su mente.
Uraraka Ochako sacando de él lo que ya creía extinto.
La noche anterior, que había compartido comida y tragos con la castaña amiga de su hija, la joven le había recordado lo agradable de tener a alguien con quien hablar sin tapujos, sin restricciones, de escuchar la risa de alguien o de sentir la calidez de una mano que tomara la suya.
Mientras más tiempo seguía al lado de la joven, ponía menos resistencia en el modo que sus ojos la miraban, recorriendo su rostro, sus ojos, sus labios. Por un momento, recordó lo que eran sus noches junto a Angelface pero sin una doble identidad, porque Ochako, por primera vez, parecía mostrarse como era realmente.
Y eso lo volvía loco.
La comida terminó al igual que las botellas de sake, Ochako ya tenía los ojos más cerrados que abiertos y su cabeza acabó recostada sobre su ancho hombro. La mano de Ochako terminó en la suya, él tampoco estaba del todo sobrio, no supo en qué momento terminó sujetando su mano o cuándo entrelazaron sus dedos, sólo era consciente de cuán suave era la piel de su diminuta mano mientras él paseaba su dedo pulgar por su monte de venus sin darle muchas vueltas al asunto. La proximidad entre ambos era riesgosa, no había forma de justificar el por qué estaban tan cerca y ninguno se molestó en buscar respuesta. Katsuki sólo quería seguir allí sosteniendo su mano mientras la escuchaba tararear una melodía sin mucho sentido.
Sólo cuando la encargada del local se acercó a su mesa para anunciar que el horario de cierre estaba próximo, Katsuki soltó la mano de Ochako como si estuviera hecha de lava pura, le dedicó un cabeceo de respeto a la mujer mayor, indicando que se marcharían de allí. Katsuki volvió su atención a sus espaldas y ya no había nadie más que ellos dos sentados en el restaurante.
―Uraraka, ya están cerrando el restaurante ―dijo Katsuki al ver que eran los últimos del lugar en seguir allí―. Será mejor que vayamos a casa.
―¡Otra ronda! ―vociferó la joven.
Katsuki la hizo callar y tomándola por la cintura, la ayudó a ponerse de pie, aunque claro, ni él ni ella podían caminar sin trastabillar.
Su chófer lo aguardaba no muy lejos del sitio, fue sencillo ordenarle que regresara a la casa sin hacer preguntas incómodas a pesar de ver a la amiga de su hija totalmente ebria siendo arrastrada por el presidente del Grupo. Su personal directo era seleccionado precisamente para evitar hacer preguntas y hacer la vista gorda y oídos sordos a todo lo que sucedía con él o su familia.
Sentó a Ochako junto a él y a pesar de recostarla contra la puerta de la cabina, ella volvió a apoyar su cabeza contra su hombro. No peleó contra la joven, dejó que sus castaños cabellos cubran su hombro mientras él veía pasar la ciudad frente a sus ojos, embriagándose en su aroma.
Llegados hasta el edificio del gran Grupo Bakugo, el presidente bajó con cuidado a la más joven que no podía tener las piernas estables, y a pesar de que el chófer insistió en ayudarlo, Katsuki prefirió llevarla por su cuenta.
Marcó en el elevador el piso qué correspondía al sector de viviendas, en particular la habitación de huéspedes que contaba las instalaciones. Eran cerca de las tres de la mañana así que ningún alma deambulaba por los pasillos, para su buena suerte. Finalmente llegaron hasta el cuarto y ayudó a la joven a abrir la puerta con la llave que tenía, pero toda la fuerza en el cuerpo de Ochako pareció desaparecer, porque Katsuki ya no estaba ayudándola a caminar, la estaba llevando a cuesta.
―Esto es inútil ―se dijo a sí mismo antes de tomar a Ochako en brazos, metiendo su mano por debajo de sus piernas para cargarla en forma; un golpe duro del mareo le dijo que quizá, cargar a Ochako estando también ebrio, no era una buena idea pero ya faltaba poco para su cuarto, así que prefirió arriesgar. Llegó hasta la habitación de la joven y trató de acostarla en la cama lo mejor que pudo, pero él tampoco estaba en su mejor momento, así que no fue sorpresa terminar cayendo con Ochako en su cama.
Ambos se quejaron y él pudo alejarse de ella apenas sintió que la joven acabó en la cama. Se enderezó como pudo y la acomodó mejor para que pudiese dormir tranquila.
―¿Dónde estamos? ―Preguntó Ochako con somnolencia. Katsuki rodó los ojos hastiado.
―¿Dónde más, mocosa? ―Preguntó―. Te traje a tu habitación.
―¿Bakugo-san? ―lo miró con duda―. ¿Qué hace en mi departamento?
Katsuki renegó y alejándose de la mujer, la observó un momento. Dejó escapar un suspiro cansino.
―Descansa.
―No se vaya… ―habló Ochako, mirándolo con una sonrisa gentil, ella se enderezó como pudo de la cama, a pesar de los intentos de Katsuki porque volviera a acostarse. Ochako, sentada en el colchón lo observó con una pequeña sonrisa, él no apartó su atención de ella. Él la observó de pie pero con cierta distancia, ella estaba susceptible y él no era de los que aprovechaban esas situaciones, a pesar de eso, Ochako parecía verlo con un brillo diferente en esos avellanos orbes o eso es lo que la ebriedad causaba, quiso creer―. De verdad le tengo envidia… ―Él no disimuló la sorpresa de sus palabras.
―¿A quién? ―Ochako intentó ponerse de pie pero el mareo la hizo tambalearse. Katsuki la sostuvo deprisa, apoyándola contra su cuerpo.
La joven levantó su mirada al hombre de rubios cabellos y mirada rojiza, con cierta torpeza pero con ese brillo en particular que él no comprendía del todo.
―Supongo que un poco a Mahoro ―dijo volviendo a sentarse en la cama bajo la protección del hombre, que no dejaba de sujetarla con cuidado. Quizá fue por estar más concentrado en que Ochako no volviera a tropezarse qué no reconoció la nula distancia entre sus rostros, no hasta que, al observar a Ochako, ella acercó sus labios a los propios, dejándolo petrificado. Katsuki tuvo un recuerdo volátil al sentir los labios de Ochako sobre los suyos y fue de regreso a la Golden Room, en donde él había sucumbido a esos mismos labios de una forma injusta. Su corazón se aceleró como hacía tiempo no le pasaba, mientras el sabor del alcohol sólo hacía más apetecible los labios ajenos. Él no se movió, no profundizó el beso pero tampoco se alejó de ella, por más que todo dentro de él gritara "peligro". Katsuki deseaba recordar un poco más el sabor de Angelface―. Pero mucho más a Camie-san…
Los ojos de Katsuki se abrieron en par y sólo entonces, se alejó como un resorte, de los labios de la más joven, como si con aquella mención, Katsuki recordara quién era ella, quien era él y dónde se encontraban. Ochako se recostó en la almohada con una sonrisa infantil y cerró sus ojos sin tener en claro lo que había hecho.
Katsuki se llevó sus dedos a sus labios y se sintió tan extraño, pero le asustaba el pensar cuánto había deseado ese beso y cuánto había anhelado el haberlo podido profundizar si las condiciones hubiesen sido otras.
Ochako balbuceó cosas que ya no fueron comprensibles para Katsuki y cuando se dio cuenta, la joven había caído profundamente dormida. Él no sabía muy bien qué pensar, qué sentir, sólo podía mirar a Ochako dormida con una amalgama de contradicciones metidas en su pecho.
A cada bocanada de aire que daba mientras nadaba, recreaba esas palabras una y otra vez, como si hubiese un enigma entre cada sílaba qué no lo dejaba digerir en forma, mientras el recuerdo de ese beso ebrio, le arrebatada la calma. Sabía que Ochako estaba ebria y muchas veces, la ebriedad no era sinónimo de veracidad, pero algo dentro de él, quería creer que sus palabras hablaban con verdad, que eran ciertas, quería que sus acciones sean acompañadas por deseos internos. ¿Qué demonios le sucedía? Parecía un adolescente a quien acaban de confesar su amor de preparatoria, peor, le hubiesen robado su primer beso y él no tenía ni idea sobre cómo afrontarlo.
Sintió con la mano la llegada al punto de partida de la piscina por lo que salió a la superficie finalmente. Katsuki levantó los lentes para el agua y reconoció las piernas de una mujer al borde de la piscina. Sus ojos rojizos viajaron hasta hallar los cobrizos de la mujer que lo traía pensando en ella.
―Bakugo-san ―saludó la más joven. Katsuki asintió sencillamente, lo siguiente fue impulsarse por el borde de la piscina para salir del agua. Su cuerpo completamente mojado pareció llamar la atención de Ochako pero inmediatamente, apartó la vista a otro punto. Él sonrió para sus adentros, mientras retiraba la gorra de látex de su cabeza, dejando al descubierto su cabello rubio y alborotado―. Perdone, no quise interrumpirlo.
―¿Has desayunado? ―Preguntó sin darle importancia a su disculpa. Ochako negó―. ¿Aún no te hicieron llegar el desayuno? ¿Qué mierda hacen…?
―¡No, no me refería a eso! Aún no tenía apetito ―habló la joven―. Creo que me excedí con el alcohol el día de ayer…
―Al menos lo admites. ―Katsuki se alejó de ella para tomar la toalla que tenía cerca a él y secarse el rostro.
―De verdad, lamento si dije o hice algo indebido ―Ochako le dedicó una reverencia de disculpa―. Normalmente no soy de beber sin moderación, pero tenía muchas cosas en la cabeza.
―Si, eso pude notarlo ―exhaló Katsuki secándose el cuerpo, alejándose del borde de la piscina―. ¿Cómo te sientes ahora?
Ochako lo observó con cierta sorpresa y él no pensaba apartar su vista de sus ojos, no después de tenerla metida en su mente como si viviese allí.
―Un poco mareada aún pero creo que bien ―la vio jugando con sus manos, con nerviosismo. No era la misma mujer de la noche anterior―. Bakugo-san… Ayer… Creo que hice cosas de las que no me siento orgullosa, también dije cosas que no son ciertas. Cómo le digo, yo…
―¿Recuerdas algo de ayer? ―Preguntó el hombre. Ella lo miró con clara vergüenza.
―Sé que me llevó a mi cuarto y… No sé, no recuerdo mucho realmente…
Katsuki avanzó hacia ella y su cercanía puso en aprietos a la más joven. Pensar que tenía a Ochako metida en su mente como un virus, sin poder hacer nada más que recrearla una y otra vez, para escucharla decir que no recordaba nada de la noche anterior, peor, que sus palabras no reflejaba nada de la realidad era hasta insultante.
―Bakugo-san…
―¿De verdad no recuerdas nada? ―otro paso más y Ochako retrocedió dos más. Estaba molesto, bastante, pero eso ella no lo entendía.
―Pero no lo tome en cuenta, por favor, lo que hice o dije no…
―No te molestes en corregir lo de ayer ―la interrumpió―, no significa nada finalmente. ¿No es así?
A pesar de sus palabras, Ochako pudo sentir mucho enfado en la voz y en el rostro de Katsuki, no supo bien por qué, y eso la hizo desear recordar aunque sea una parte de ello. Y en ese momento, el borde de la piscina estaba demasiado cerca a ella pero al estar pendiente del hombre, ignoró completamente dónde se hallaba parada.
Cansado de ese juego de mentiras y verdades, Katsuki le dio la espalda, poniéndose sobre los hombros la toalla, pero fue un movimiento brusco qué provocó que Ochako retrocediera abruptamente, y fue ese sencillo impulso lo que necesitó para caer al interior de la piscina. Ochako estiró su mano hasta jalar el cabello de Katsuki y arrastrarlo con ella al interior del agua. El grito de ambos y el sonido del chapuzón fue lo único que retumbó en el sector de la piscina.
―¡Auxilio! ¡No sé nadar! ―Gritó la joven aferrada al cuello del hombre. Katsuki renegó y dirigió sus manos a la cintura de la castaña para separarla de él pero estaba aterrada, parecía un gato desesperado, dando patadas al agua intentando no hundirse cuando eso era imposible ya que él la sostenía.
―Uraraka, tranquila.
―¡Voy a ahogarme!
―Carajo, que no te pasará nada ―Katsuki tomó el rostro de la más joven con su mano y la otra, la abrazó con fuerza―. Escucha, te tengo. No te soltaré, ¿de acuerdo? ―de a poco, la fuerza con que Katsuki abrazaba su cintura fue atrayéndola a la realidad, siendo consciente de que en verdad él la estaba sosteniendo y de que ella lo abrazaba como un náufrago a una balsa. Los castaños ojos de la mujer fueron a los rojizos del hombre, en donde halló calma y su respiración fue regulando―. Tranquila… Estás conmigo.
―Lo… lo lamento…
―Vamos a salir ―indicó el hombre llevando su cuerpo hasta el muro de la piscina, las manos de Ochako tomaron el borde de la piscina y él la impulsó para que pudiese salir del agua. Ochako se abrazó al suelo y dejó que su respiración se regularizara mientras el miedo iba abandonando su cuerpo.
Katsuki no tardó en salir del agua y acudió a ella con una toalla, envolviendo sus hombros con la tela. Ella levantó sus ojos a los del hombre y él sencillamente la ayudó a ponerse de pie.
―Bakugo-san… ―Katsuki la cubrió con una toalla seca y la hizo caminar hacia la salida del gimnasio.
―Vamos a la Suite. ―indicó―. Desayuna de una vez.
No era una pregunta, era una orden. Algo que Katsuki estaba acostumbrado a dar y Ochako comprendía un poco más que la gentileza del hombre se resguardada entre líneas.
Llegados al piso destinado a las viviendas, Ochako regresó al cuarto de huéspedes para cambiarse, quitarse las prendas mojadas, lavarse de vuelta el cabello y el cuerpo para quitarse los químicos de la piscina, mientras repetía en su cabeza el rostro furibundo de Bakugo Katsuki.
¿Qué tanto he hecho como para que él insistiera en que lo recuerde? Se preguntó Ochako con cierto temor de descubrir qué aconteció entre copa y copa.
Cuando salió nuevamente a su cuarto, ya completamente vestida y secándose el cabello con una toalla, observó la cama en donde pasó las últimas noches, sus pies se dirigieron hasta ella, recorriendo con su mano la superficie ya tendida. Fragmentos de recuerdos volvieron a ella pero nada demasiado claro. Ella había sido acompañada por el Presidente del Grupo Bakugo hasta su cama, estaba segura que él la hizo acostarse allí pero luego, ya nada estaba claro. ¿Qué sucedió?
Su teléfono volvió a sonar con la llegada de un mensaje. Era el Presidente.
Bakugo Katsuki:
Tengo que salir. Ven, necesito hablar contigo.
Ochako tragó saliva con dificultad. De seguro había hecho un desastre, vomitado o hecho un escándalo del que no tenía recuerdo y él estaba muy molesto con ella. Fantástico, Ochako, pensó.
Tomando el elevador, Ochako se dirige al último piso destinado a la Suite Presidencial del edificio. Cuando las puertas del elevador se abrieron, halló a Katsuki sentado en el comedor, tomando una taza de café y un revuelto de huevos junto a él, nada más; mientras que del otro extremo, yacía todo el desayuno que habían preparado para ella. Cada vez que hacía el intento por recordar qué hecho catastrófico había cometido por el cuál Katsuki estaba tan enfadado, se le anulaba el apetito.
―Pedí que te recalentaran el desayuno ―la voz imponente de Katsuki la despertó de sus pensamientos, acelerando sus pasos hacia la mesa comedor. Le dedicó un cabeceo de respeto para sentarse.
―No tenían qué preocuparse ―insistió la joven para beber un poco de una infusión de hierbas puesta en una taza de porcelana fina.
―Me ha dicho mi personal que no has traído nada de tu casa ―habló Katsuki sin mirarla―. Creí que había sido claro contigo anoche.
Ochako se atoró un poco con su bebida, una tos seca salió de ella para mirar al Presidente con cierta urgencia.
―No acepté nada aún, Bakugo-san ―dijo la joven al recomponerse―. Ayer estaba muy molesta por su insistencia, de verdad, no sé cómo explicarle que no necesito ser su proyecto de caridad ni nada similar.
Katsuki enarcó una ceja, la molestia estaba plasmada en su rostro.
―¿Proyecto de caridad? ¿Qué carajos significa eso? Dime algo, Uraraka, ¿recuerdas algo de lo que hablamos ayer? ―Preguntó molesto. Ella se encogió de hombros, apartando la mirada de la suya.
―¿Hay algo que deba recordar en particular?
―De verdad eres un caso ―dijo con hastío―. Entiendo que has sobrevivido a muchas cosas por tu cuenta, pero que alguien quiera ayudarte no significa que te tenga lástima, mocosa ―Katsuki se puso de pie y fue hasta Ochako, la joven comenzó a ponerse nerviosa al verlo avanzar hacia ella de ese modo. Una vez estuvo enfrente, Katsuki apoyó su mano sobre la mesa y la otra sobre el respaldo de la silla en donde se hallaba sentada, acorralándola por completo―. Me pediste un favor ayer, ¿recuerdas?
Los ojos castaños de Ochako no podían apartarse de los rubíes ajenos, sintiendo cómo su piel se erizaba al tenerlo tan cerca; entonces un recuerdo fugaz se atoró en su mente cuando sus ojos bajaron a los finos labios del hombre frente a ella.
―Que si descubro algo sobre ti… No cambiaría el modo en el que te vea ―dijo y Ochako recordó mejor sus andanzas de la noche anterior―. No lo haré, Uraraka. Así que, déjame protegerte.
Ochako se sonrojó pero no por las palabras del Presidente del Grupo, sino porque recordó por completo qué había sucedido entre ellos la noche anterior en su habitación. Ella lo había besado. ¡Había besado al padre de su amiga!
Ochako pegó un gran grito que hasta asustó a Katsuki quien se alejó de ella creyendo que le había sucedido algo. Ochako no supo muy bien qué hacer, pero prefirió hacer lo más eficiente en ese momento. Hacerse la tonta.
―¡Me picó algo! ―dijo la castaña sujetando su tobillo, para sorpresa del hombre―. Uy, de verdad creo que ha sido una araña.
―Déjame verlo ―insistió Katsuki, intentando ver donde se hallaba la picadura.
―¡No se moleste, Bakugo-san! ―Ochako se puso de pie de inmediato―. No debe ser nada grave. Como sea, las cosas que hice o dije ayer no tienen validez porque estaba ebria, así que…
―Así que sí recuerdas las cosas que hiciste ayer.
―Yo no he dicho eso ―se apresuró a decir. Katsuki suspiró y Ochako se sintió realmente apenada. Antes de que él hombre dijera algo más, la joven continuó hablando―. Escuche… Sobre lo que dijo de que no sé recibir ayuda, tiene razón. Mi madre… Dios, mi madre me ha dejado en claro que no descansará hasta que yo regrese a su casa y de verdad, no puedo volver a ese lugar. Si tengo que huir al último rincón del país para lograrlo, pues…
―Has salido de la casa de tu madre, has trabajado sin descanso por dos años para poder estudiar y ahora que estás en la universidad, ¿dejarás todo lo que has logrado para vivir huyendo? ―Ochako no pudo responder esa pregunta, le dolía el pecho al pensar siquiera en que se sentía tan sola y tan pequeña en esos momentos. Katsuki no sabía a profundidad su vida pero esa pregunta la dejó totalmente desarmada.
―Es que yo… ―su rostro comenzó a sonrojarse pero por la angustia de no poder contener las lágrimas, de no tener otra forma de expresar esa frustración que no sean sus lágrimas―, ya no sé qué hacer… ―Ochako sollozó como una niña y Katsuki estuvo tentado a tomarla por los hombros para calmarla pero no lo hizo―. Mi actual trabajo era lo único que me permitía seguir aquí con una vida medianamente normal, pero ya no es un lugar seguro.
―Entonces renuncia.
―Como si alguien fuese a contratar tan rápido a una estudiante de artes ―Soltó Ochako.
Katsuki exhaló un suspiro, le tomó un segundo darse cuenta de lo que en verdad tenía que hacer para que Ochako deje finalmente Doll House.
―Yo lo haría ―dijo el hombre finalmente. Ochako lo miró incrédula―. Mi asistente necesita una mano para lidiar con todas las nuevas responsabilidades que estamos asumiendo con la marca de Camie, sería cuestión de tiempo que me pida a alguien antes de amenazarme con renunciar.
Ochako no podía creer lo que estaba escuchando y él sabía que incluso de este modo, había una posibilidad enorme de que Ochako siguiera diciéndole que no a su ayuda, pero era la única alternativa que tenía para que ella confiara en él de una vez por todas.
―No tengo experiencia…
―Sería como una pasantía, te capacitarán ―Respondió con tranquilidad. Ochako ya no sabía qué decir―. Tendrás un trabajo de medio tiempo con una buena paga, seguirás tus estudios y además, tendrás un departamento corporativo no muy lejos de las oficinas del Grupo.
―Pero…
―Antes de buscar más excusas, termina de desayunar y vamos a buscar las cosas que necesites de tu departamento. ―Katsuki se alejó de Ochako―. Traeremos sólo lo necesario, ¿de acuerdo? Hasta que hagas el papeleo con el departamento de Recursos Humanos.
―Espere, aún no he aceptado.
―Lo harás ―él la miró con confianza―. Es la mejor opción que tienes ahora mismo.
Y sin otra palabra más, Katsuki la dejó sola en el comedor con tantas preguntas sin resolver.
Ochako siguió mirando por donde se había ido el dueño de casa con tanta incertidumbre metida dentro de ella, cuando su teléfono sonó con insistencia, llamando su atención. El nombre de Mahoro se leía en una llamada entrante.
Ochako contestó.
―Maho…
―¡Kirishima despertó! ―La emocionada voz de su amiga la hizo perder el hilo de su preocupación al revelarle una de las cosas que más tranquilidad le había causado en mucho tiempo. Ochako rompió en llanto pero de alegría, al fin su gran amigo volvió a ella.
Cuando Ochako cruzó el umbral del hospital a toda la velocidad que sus piernas podían otorgarle para llegar cuánto antes pudiera a la sala de Kirishima Eijiro, Bakugo Katsuki sintió un incómodo aguijón en su pecho al verla correr tan rápido, tan pronto, tan lejos suyo. No lo dijo, pero la fuerza impuesta en su mandíbula había incrementado considerablemente a medida que sus pasos, lentos y pesados, avanzaban por el pasillo hospitalario.
No supo porqué pero estaba molesto y la idea de tener que ver a Ochako corriendo como si fuese lo único que le interesara, lo ponía aún peor.
Cuando Mina le había confirmado a Mahoro que Kirishima Eijiro había despertado y estaba fuera de peligro, la joven no tardó en llamar a su amiga para darle la buena nueva. Ochako, quien se hallaba lista para partir, le había cambiado el plan por completo cuando le pidió de favor que la llevara al hospital en donde se encontraba su amigo. ¿Cómo podría negarse a algo tan comprensible? Pues, estuvo a punto de hacerlo.
Cuando Katsuki llegó a la sala donde se encontraba resguardando descanso el pelirrojo bartender de Doll House, la imagen no era muy alentadora. Ochako abrazaba con fuerza el cuello de su amigo mientras echaba a llorar como una niña a quien acabaron de decirle que sí, que sí irían al parque de diversiones que tanto quería visitar.
Niña tonta, pensó el hombre al ver cómo Ochako se comportaba con el amante de una noche de su amiga Mina. ¿Aquel detalle era de conocimiento de la castaña que abrazaba al joven? Más le valía al barman que sí, porque él era muy capaz de ponerlo en peor situación si llegaba a jugar a dos puntas con las dos mujeres en cuestión.
Katsuki dio un paso en reversa al ver que Ochako no era la única en la sala, sino que habían dos jóvenes muchachas a los pies de la camilla del hospitalizado, observando con ternura la escena. No sabía quienes eran pero temía que alguna de ellas fuesen empleadas de Doll House, así que prefirió dar un paso en reversa para alejarse de allí. Si Mahoro llegaba y lo veía compartiendo espacio con posibles empleados del Club para adultos de Todoroki Enji, estaba acabado.
El hombre se dirigió hacia el sector de la cafetería del Hospital, prefirió rondar los pasillos y tomar un café mientras aguardaba a que la muchacha hiciese su acto de caridad del día con su molesto amigo.
Su teléfono comenzó a sonar. Cuando reconoció el número de Mina, no tardó en contestar.
―Ah, ¿Qué ha sucedido con tu versión de buena samaritana? ¿Kirishima perdió la membresía o qué? ―Dijo con gracia el hombre―. Creí que te encontraría aquí a su lado.
―No seas idiota ―la escuchó hablar del otro lado, él rio por lo bajo―. ¿Qué haces tú en el hospital? ―Katsuki se llevó una mano a la boca, ya sabía lo que vendríá a continuación―. Bakugo Katsuki, ¿sigues con Ochako a cuestas? Carajo, ¿de verdad te importa tu imagen pública?
―Ya, no seas exagerada. Ni siquiera estoy con ella ―respondió enseguida el hombre, sabiendo que aquella sería la reacción de su amiga al escucharlo decir que sí, que seguía con Ochako como si fuese un llavero de bolsillo―. La dejaré una vez termine de hacer su acto de caridad con tu cogi-amigo.
―Nada de amigo ―respondió la pelirrosada―. Ochako se lo puede quedar. Ese chico sigue pendiente de ella como un perro fiel, así que ya no es tan divertido lo del "cogi-amigo".
Esas palabras dejaron en blanco a Katsuki, quien se apresuró a volver la atención por donde, sabía, quedaba el cuarto donde Ochako yacía abrazando a su amigo. ¿Por qué le molestaba tanto? Ella podía abrazar a cuantos quisiera y eso debería de importarle nada, pero ahí estaba, con el teléfono a punto de destrozarlo mientras Mina le hablaba de temas que no venían al caso para él en esos momentos.
Ochako, por otra parte, tenía la atención puesta en el relato que Eijiro les daba sobre la noche del ataque, ya que en esa misma sala, Midoriya Izuki y Usui Tsuyu se encontraban acompañando a su compañero.
―Así es que es un hecho ―dijo entonces Tsuyu, una vez Eijiro dejó de hablar―, la persona que te atacó está relacionada con la que atacó a Ochako.
―¿La policía aún no ha logrado obtener mayor información? ―Preguntó Izuki mirando a la castaña. Ochako negó.
―¿Dónde estás quedándote ahora, Ochako? No puedes volver a tu departamento ―se apresuró a hablar el pelirrojo. Ochako apartó la mirada a otro punto, no podía estar anunciando a los cuatro vientos que vivía con, nada más ni nada menos, que su cliente habitual en Doll House.
―Yo… Estoy quedándome con una compañera de la universidad ―fue una verdad a medias, finalmente Mahoro era una compañera de universidad.
―¿Por qué no vienes conmigo? ―Preguntó enseguida Eijiro, Ochako lo miró con curiosidad―. Tenya se mudó con su novia y nos sobra un cuarto. Puedes quedarte allí, además está Shoto, ¿qué mejor roomie que un oficial de policía?
La oferta no era mala si lo pensaba bien, pero tenía a Katsuki encima suyo intentando ayudarla bajo la condición de alejarse de los Todoroki por completo.
―Lo importante ahora es que te recuperes, Eijiro-kun ―dijo Izuki percibiendo el mutismo de Ochako como incomodidad. Izuki era buena leyendo a las personas, por eso sabía a la perfección que Ochako no estaba siendo del todo franca pero no era el momento ideal para hablar sobre ello.
―Como sea, las cosas en el trabajo no están muy bien tampoco ―soltó entonces Tsuyu, todos voltearon a verla.
―Ya, ya, no hablemos de trabajo mientras Eijiro-kun está aún recuperándose ―instó Midoriya con pena.
Con la amena conversación de las dolls, Ochako pudo sentirse un poco menos tensa, a sabiendas que Eijiro ya estaba recuperándose del ataque sufrido, su corazón ya estaba más tranquilo aunque claro, quedaban muchas cuestiones aún latentes que no la dejaban respirar holgadamente.
Finalmente, Tsuyu se despidió de los demás, Izuki no tardó en hacerlo pero antes, pidió a Ochako hablar a solas. Ambas tenían una conexión aunque no tengan mucho tiempo conociéndose, Izuki podía comprender un poco mejor a Ochako y eso le gustaba de su amiga, que era sencillo hablar con ella.
―Ochako-chan, ¿cómo has estado éstos días? ―Preguntó la de hebras verdes cuando estuvieron solas en el pasillo. Ochako se encogió de hombros, primera reacción honesta.
―No te mentiré, Deku-chan, realmente ha sido duro ―comentó con desgana―. Me han salvado tantas veces que realmente desconozco qué hubiese sido de mí si eso era diferente.
―Lo entiendo ―dijo Deku entonces. La de ojos verdes observó a su amiga con cierta urgencia―. Ochako-chan, debo ser muy directa contigo… Tienes que salir de Doll House.
Las palabras de la joven llamó la atención de la castaña.
―¿Sucedió algo?
Deku no sabía cómo iniciar la conversación.
―Las cosas no están bien en el club desde el ataque a Kirishima. Muchas Doll han renunciado, la policía está metiendo presión dentro y Todoroki-san… ―Los labios de la más joven se fruncieron en un gesto doloroso qué Ochako no supo interpretar―, ya no es seguro allí. Para nadie y menos para ti. Enji-San está convencido de que has confabulado con la policía para desarmar el club, si regresas debe ser para renunciar o te hará padecer un infierno como a todas las que seguimos allí.
―Deku-chan…
―Además ―la de hebras verdes continuó hablando―, un hombre y una mujer rubia de coletas han estado acudiendo al club, reuniéndose con Toya. Me pidió servir tragos en una oportunidad y los escuché mencionando tu nombre.
Ochako sintió una presión en el estómago, la descripción del hombre lo sentía lejana pero la mujer rubia de coletas la regresó a una oportunidad en donde una mujer con las mismas características, ingresó al vestuario de las dolls pensando que se trataba del sanitario.
Esa misma noche, ella fue atacada por Chisaki Kai.
―Deku-chan, ese hombre que dices, ¿fue el mismo que me atacó? Un hombre de ojos dorados y cabello oscuro.
―No ―Respondió―, era rubio de ojos oscuros. Oh, creo que tenía una cicatriz vertical en la mitad de su frente.
―Comprendo. Estaré atenta ―Respondió Ochako―. Gracias por decírmelo.
Midoriya sonrió a su amiga y no tardó en despedirse de ella para regresar. Ochako la vio marcharse y entonces, sus pasos retornaron a la sala de Kirishima Eijiro. Para su sorpresa, su amigo no se encontraba solo, Bakugo Katsuki yacía de pie junto a él.
―Bakugo-san ―nombró sorprendida Ochako al verlo allí―. Creí que se había marchado.
El hombre rubio y el pelirrojo se observaron un momento con una completa seriedad que dejó a Ochako en claro que acababa de interrumpir algo.
―Si ya terminaste, vámonos ―dijo Katsuki sin mirarla―. Te dejaré en casa antes de ir a la oficina.
―Ochako ―llamó Eijiro entonces―, ¿de verdad estás quedándote con él en su casa?
Ochako, al escuchar la pregunta de Eijiro, se sonrojó terriblemente, entonces miró con urgencia a Katsuki, sabiendo que fue él quien reveló tal hecho.
―¡No con él! ―dijo enseguida la castaña, roja de vergüenza―, me quedo con su hija. Mahoro, ¿recuerdas? Bakugo-san sólo está de vez en cuando, ni nos cruzamos. Ha sido muy amable y―
―Me alegra que estés a salvo ―cortó entonces Kirishima, mirándola. El semblante del pelirrojo cambió una vez sus rojizos ojos se posaron sobre los de ella, enseñando calidez, la calidez qué era bien conocida en Eijiro.
Ochako y Katsuki se despidieron del hombre hospitalizado, Ochako prometió volver a verlo en esos días y cuando retorne a su casa y sin más, dejaron las instalaciones del Hospital.
De regreso a su departamento, Ochako meditaba las palabras que Deku le había dicho sobre las dos personas que se reunieron con Toya, sospechando qué estén relacionadas con su ataque y quizá, con el de Eijiro. La mujer rubia era sin duda la misma qué había visto entrar erróneamente al vestidor, y estaba casi segura que sabía que se hallaba en el sector de vestuarios, quizá había entrado para verla, para reconocerla sin la identidad De Angel Face. Tantas cosas en su mente que no escuchó la voz de Katsuki.
―Hey, ¿no me has escuchado? ―La Voz de Katsuki la trajo a la realidad de vuelta, recordando que se hallaba en compañía con el Presidente del Grupo Bakugo en la cabina de su vehículo corporativo, escoltados por su chófer privado.
―Disculpe, estoy un poco pensativa ―Respondió.
―Eso es un hecho ―Soltó Katsuki―. Te decía que te apresures con tus cosas, tengo una reunión en una hora.
Ochako asintió pero a Katsuki le supo extraño verla tan ensimismada.
Llegados al departamento de Ochako, las cosas no estaban muy distintas a la última vez que estuvo por allí, las personas parecían que iban dejando sus departamentos, había mucho movimiento de empresas de mudanzas acarreando muebles, ropa y otras cosas. Katsuki y Ochako compartieron una mirada, al parecer ella no era la única en dejar de a poco su hogar. Con el guardia de seguridad hospitalizado, había otro celador pero la calma ya no era algo que la gente poseía en ese lugar. No podía culparlos.
Cuando subieron al piso de Ochako, la joven cerró la puerta y observó su casa con cierta decepción. Katsuki lo notó.
―He hecho tantas cosas para lograr alquilar un cuarto en este edificio ―Soltó entonces Ochako con pesar palpable―, y ahora parece un lugar más.
―Escucha…
―No me demoraré, Bakugo-san ―interrumpió Ochako, lo miró con pena―, sólo tenía ese pensamiento atorado en mi pecho.
―Es comprensible ―dijo él sencillamente. Ella le dedicó un cabeceo de respeto para ir a su cuarto. Katsuki permaneció en la sala de la más joven, observando todo a su alrededor. Era tan pequeño el lugar que Katsuki sintió sofoco estando allí, pero entonces, reconoció los cuadros qué Ochako había pintado y su atención fue a ellos en particular. Tenía algunos enmarcados, otros sólo apoyados contra el muro, olvidados. Los pasos del hombre lo traicionaron, lo llevaron hacia las obras de la castaña, hipnotizándolo.
Tomó uno de los cuadros, era pequeño pero los colores, las formas, todo llamó su atención. Sonrió con cierta dulzura para pasar su vista a otro punto, una libreta con bocetos hechos por la joven. No lo dudó, sólo lo tomó para observar cuán talentosa era Uraraka.
Desde paisajes, objetos y rostros. Todo un álbum de dibujos maravillosos qué lo dejaron un buen rato embelesado por ellos. Había algo en el trazo de Ochako qué llamaba su atención pero no fue hasta cierto retrato qué descubrió qué hacía tan hipnótico el trabajo de la artista.
Katsuki abrió los ojos con sorpresa al reconocer su propio rostro en el bocetario de la joven, con un trazo grueso y dulce había recreado sus facciones en el papel. Él no pudo evitar dirigir sus dedos al papel, como si el trazo pudiera hablar.
―¿Por qué estás tan triste?
Esa fue la primera vez que escuchó a Angelface hablando. Ella lo veía con tristeza y fue esa misma tristeza la que bañaba los trazos qué envolvían su retrato. Ella tenía una forma muy particular de dibujar y era sacando esa tristeza que la carcomía por dentro y que, al parecer, ambos compartían.
―Bakugo-san, puede… ¡¿Qué está haciendo?! ―La voz de Ochako regresando de su cuarto para la sala se disparó como un golpe cuando lo vio con su bocetario en mano, observando nada más ni nada menos, el retrato que ella había hecho de él. El hombre rubio volvió su atención a ella.
―¿Así de atractivo me ves, Uraraka? ―dijo él con gracia. Ochako perdió los estribos y fue hasta el hombre para tratar, inutilmente de sacarle de las manos su libreta―. ¡Oye, tranquila!
―¡¿Cómo puede pedirme eso si está urgando entre mis cosas?! ―Vociferó Ochako con el rostro en un rojo vivo qué causaba más gracia en el hombre.
―Vamos, lo tenías expuesto allí, con tus otros trabajos.
―¡No es lo mismo! ―Ochako sujetó con fuerza la camisa del hombre para hacerse de fuerza y lograr alcanzar su libreta, no quería que la siga humillando pero él no lo veía de ese modo―. ¡Devuélvemelo!
―¡Está bien, está bien! Primero tranquilizate ―dijo él alejándose, mostrándole con las manos que no opondría resistencia. Ochako extendió su mano para recibir su bocetario y él cedió, entregándole su ansiada libreta de dibujos―. No esperaba que tengas tanta fuerza ―dijo el hombre, ella se sonrojó guardando su libreta entre algunos libros de anatomía y técnicas de dibujo que poseía en su reducido librero―. Dime, ¿hace cuánto me acosas? ―comentó con gracia. Ochako volvió a mirarlo con un sonrojo enorme y el ceño fruncido.
―¡No es lo que piensa! ―Soltó ella enseguida―. Sólo… Sólo tiene un rostro que me pareció… Interesante, sólo eso. Bien, vinimos a buscar mis cosas, ya las tengo en un bolsón así que ―antes de que Ochako se alejara de él, Katsuki tomó su mano evitando que se alejara. Ella volvió su vista con premura a los ojos del hombre. Una sonrisa gentil se posó en los labios del hombre que la miraba con calma, por primera vez, esos ojos color vivo mostraron eso, calma.
Katsuki atrajo un poco a Ochako, ella no se opuso a su cercanía y una vez estuvo ante el hombre sentado en su sofá, ambos compartieron un recuerdo en silencio, sus noches en Doll House.
Qué coincidencia, pensó ella.
Qué nostalgia, pensó él.
―¿De verdad no recuerdas nada de lo de anoche? ―Preguntó con cierta urgencia en su voz. Ochako sintió un cosquilleo en su cuello, escuchar su voz casi suplicante generó en ella una urgencia por sentir más de cerca la calidez qué la mano del hombre causaba en su cuerpo.
―¿Hay algo que quiere que recuerde, Bakugo-san? ―Preguntó ella con cautela. Él sonrió ladinamente. Ella no era tonta.
―Habías dicho algo que me hizo pensar bastante ―dijo él sin apartar la mirada de la más joven. Tenía una extraña valentía metida en su pecho desde que vio el dibujo de Ochako; no estaba ebrio pero se sentía desinhibido, quizá se deba a que, después de mucho tiempo volvió a sentir algo que creyó olvidado, y era esa sensación electrizante de sentirse visto, admirado, deseado.
―¿Qué cosa?
―Que en la calle podíamos ser sencillamente, Katsuki y Ochako, sin etiquetas ―las mejillas de la joven se encendieron aún más, su impulso más natural fue llevarse ambas manos al rostro, apenada.
―De verdad, he dicho tantas tonterías ―se lamentó Ochako―. Qué vergüenza.
Él sonrió y se puso de pie, tomó las muñecas de Ochako con suavidad y apartó sus manos de su rostro enrojecido. Él la observó durante un momento, empeorando el tono de piel de la más joven.
―No me torture más, Bakugo-san, no volveré a beber de ese modo, se lo prometo ―dijo intentando a apartar su atención del hombre a otro lado.
―La Ochako ebria era más divertida ―dijo y ella enrojeció más―. Era directa y no temía decir tonterías.
―La Ochako ebria no temía hacer estupideces como bes… ―Sus ojos se abrieron con sorpresa al casi soltar la última palabra, sabía que Katsuki comprendió sus palabras pero él prefirió encogerse de hombros.
―Sí, la Ochako ebria no temía besarme ―Soltó.
―Bakugo-san… Yo…
―Katsuki ―dijo él, corrigiéndola―. Dime Katsuki ahora. ―Ochako compartió una sonrisa con el hombre. Las etiquetas desaparecieron. Ambos sencillamente eran dos personas con una atracción muy intensa qué los estaba comiendo vivos―. Dime, ¿sigues sin recordar lo de ayer?
Ochako se mordió los labios observando los del hombre enfrente suyo. La química entre ambos estaba consumiéndola y la confianza que le causaba el tacto de Bakugo la seducía.
―Usted… ―inició Ochako con duda―, usted podría hacerme recordar…
Katsuki sonrió y asintió. Acercó su rostro al de la más joven y apoyó sus labios contra los de Ochako, fue sólo un tacto suave, él no profundizó nada, sólo apoyó sus labios contra los suyos y se apartó nuevamente. Ochako sentía la sangre corriendo con fuerza y el hormigueo en su vientre le decía que ella estaba lista para dar otro paso, sin importarle que él sea un hombre veinte años mayor a ella, que estaba en proceso de divorcio ni que era el padre de su amiga. Ochako quería más, Ochako lo quería a él.
Tomó por el cuello de la camisa al hombre, e impulsándose sobre sus pies en puntas, acercó su rostro al de él, cortando la distancia entre sus labios pero esta vez, ella profundizó el beso, sintiendo cómo si fuegos artificiales explotaran dentro suyo.
Katsuki dirigió sus manos a la cintura pequeña de la joven y la atrajo a él, la besó con más insistencia, con más profundidad, con urgencia, como si él beso que le daba en esos momentos fuera lo único que pudiese salvarlo.
Había tanta tensión entre ambos, tanta que era hasta palpable el cómo ambos se miraban, deseaban y en ese momento, finalmente, pudieron romperla, pudieron quebrar lo que tanto les ansiaba sentir. ¿Desde cuándo? Quizá desde de la Golden Room o quizá, desde que sencillamente eran Katsuki y Ochako, sin apellidos, sin etiquetas.
.
Notas de la autora:
¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!
Finalmente, sucedió lo que todos estábamos esperando, el tan ansiado (y peligroso) acercamiento entre los protagonistas. El beso que le dará un giro de 180 grados a la relación que llevan éstos dos.
Espero que el capítulo les haya gustado y esperen con ansias el siguiente que viene cargado con mucho más contenido Kacchako.
¡Nos estamos leyendo!
