Disclaimer: BNHA y sus personajes, no me pertenecen.

Summary: Las noches en "Dollhouse" siempre eran movidas; la gente iba y venía y las historias que las damas de compañía escuchaban, no siempre eran felices. Uraraka Ochako trabajaba allí bajo el seudónimo de Angel face y de entre todos los desdichados que pagaban por unas horas con ella, nunca esperó hallar al padre de su amiga aguardando por su compañía.

Aclaratoria: Ésta es una obra propia y todos los derechos son reservados.

Advertencias: Lemon/Sexo explícito.


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Capítulo 21

Tuya

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La primera vez que Kirishima Eijiro pisó una comisaría fue cuando tenía diecinueve años, se había involucrado en una gresca de borrachos en un bar, no porque intentara lastimar a alguien, sino todo lo contrario, trataba de separar a los involucrados, pero entre medio, recibió uno que otro golpe. Cuando eso, aún tenía el cabello oscuro, su tono natural, un piercing en la nariz y otro en la ceja, y ambos acabaron desprendiéndose de su piel debido a los golpes que recibió por intentar sujetar a uno de los borrachos. Eijiro siempre fue poseedor de una gran altura, su cabello oscuro y sus dientes puntiagudos le daban un aire peligroso o quizá fue la percepción que la policía tuvo de él cuando lo llevaron aprendido con los demás borrachos, pasando así, su primera noche tras las rejas hasta que su madre fue a buscarlo.

Su madre lo conocía a la perfección, sabía que su presencia en la comisaría fue por querer ayudar en lugar de hacer lo que cualquier otra persona haría: ignorar y seguir con su vida.

Una vez estuvieron fuera, no sabía cómo mirar a su madre, estaba avergonzado de ella pero lo que sintió a continuación, fue la mano dulce de su madre levantando su mentón para mirarlo mejor. Sus mejillas se sonrojaron de la pena porque su madre lo observara con la sangre seca en su rostro, como si acabara de matar a alguien. La vio suspirar y luego una pequeña sonrisa salió de ella.

―Al menos te sacaste esos piercings del rostro ―fue lo primero que dijo. Su madre odiaba sus aretes porque decía que ella había traído a un niño hermoso al mundo, no a un catálogo de metales andante. Él solía reír de sus ocurrencias, pero esa vez, él la abrazó―. Mi niño, ¿cuándo dejarás de meterte en problemas por ayudar a otros?

―No puedo evitarlo, soy tu hijo ―respondió el gran joven ocultando su rostro en el hombro de su madre. La escuchó reír por lo bajo―. Creo que la gente me tiene miedo.

―¿De qué? Si no matas ni una mosca.

―Pero podría ―respondió con gracia. Ella volvió a tomar su rostro entre sus manos.

―Sólo eres grande y la gente tiende a juzgar a un libro por su portada ―golpeó ligeramente sus mejillas―. Eres noble, Eijiro, eso te hemos enseñado. No tienes que ir por la vida tratando de salvar a todo el mundo.

―¿Y si tiño mi cabello? ¿Crees que no me tomarán por un matón? ―Su madre rodó los ojos molesta para jalar sus mejillas―. ¡Ey, eso duele!

―¿Me escuchas al menos? ―Preguntósu madre. Él volvió a abrazarla, la sintió exhalar un suspiro gigante―. Eijiro, sé que tu corazón es enorme pero trata de no meterte donde no te llaman. No quiero que la siguiente vez que me llamen sea del hospital porque trataste de frustrar un atentado.

―Pero saldría en las noticias al menos ―su madre pellizcó su abdomen en respuesta―. ¡Ya, ya!

―Hablo en serio, Eijiro.

Kirishima sonrió al traer el recuerdo de su madre. Desde que se mudó de casa para vivir con sus amigos a la caótica Tokyo, ya no veía a su madre con la regularidad de antes, sus horarios eran muy distintos a los de ella, pues él se había vuelto un noctámbulo desde que comenzó a trabajar en Doll House, pero solía llamarla.

Agradecía que nadie hubiera llamado a su madre para avisarle que estaba hospitalizado con pronóstico reservado porque sabía que vendría desde Osaka para jalarle las orejas como siempre hacía.

En esa ocasión y tras recibir el alta del hospital, su siguiente tarea encomendada fue ir a la comisaría a dar declaraciones sobre los sucesos ocurridos en el bar donde trabajaba. Él era pieza principal para dar con las personas que atentaron, tanto contra su vida, como con la de su amiga Ochako; pero para su mala suerte, el hombre que lo atacó llevaba un gorro que impidió notar algo particular en él, sin embargo, su voz, eso no olvidaría.

―¿No hubo nada, ningún rasgo que pudiera resaltar en él? ―preguntó el oficial Monoma quien tomó su declaración. Eijiro negó. El hombre rubio de uniforme presentó un dibujo basado en las declaraciones de Midoriya Izuki sobre un hombre de cicatriz vertical en la frente pero no pudo percatarse de nada en particular debido a su rostro oculto por el gorro oscuro.

―Pero recuerdo perfectamente su voz ―dijo entonces el pelirrojo. Monoma lo miró con curiosidad―. Si logro escucharlo, sé que podré reconocerlo.

Con otras preguntas más, Monoma lo dejó ir. Su aporte, si bien no era grande, ayudó a esclarecer un poco más el panorama, teniendo más certeza de que los ataques estaban relacionados puesto que, el atacante de Eijiro, mencionó a Chisaki Kai. Eso confirmaba la teoría de que fue un ataque de venganza por frustrar el primer ataque contra Ochako.

Eijiro volvió su atención a sus espaldas donde se encontraba la comisaría donde brindó su declaración, preguntándose por el final de aquella pesadilla. Dejó escapar un suspiro. Estaba con recuperación luego del ataque y estaba desempleado, definitivamente agradecía que su madre no esté allí para no preocuparla.

Luego de su ataque en Doll House, no dudó en presentar su renuncia al bar y dar por finalizada su historia allí, después de todo, el lugar no les brindó la seguridad que pretendían hacer creer en un principio. Tetsu Tetsu no esperó para renunciar también, de hecho, lo alentó a hacerlo, instándole a que el bar de Kaminari Denki estaba buscando bartenders. No perdía nada con presentar su currículum y ver un lugar más tranquilo a lo que encontró en Doll House.

―Eijiro ―la voz conocida de una mujer llamó su atención. Kirishima volteó a ver con sorpresa a Mina quien traía su bolsón a cuestas y su elegante conjunto de traje en tonos oscuros y lentes de sol. Dios, se veía tan hermosa con sus prendas de ejecutiva. No pudo evitar sonrojarse al verla―, ¿también te llamaron para declarar?

―Mina ―saludó Eijiro con un torpe cabeceo de respeto―, sí. Me pidieron hacer la declaración a penas me dieran el alta.

―Entiendo. Supongo que están llamándonos por parte, hoy me tocó declarar a mí ―dijo ella sencillamente―. Bien, es bueno ver que ya estás mejor.

―Sí… ―Mina dio un ademán para retirarse de allí, pero él se apresuró a hablar nuevamente―. Tienes… ¿Tienes tiempo? ―Ella lo miró con curiosidad―. No hemos hablado desde hace unos días. ¿Quieres tomar un café?

La última vez que supo algo de Mina fue cuando ella se molestó con él estando en el hospital. No supo si actuó mal, de hecho, no sabía por qué Mina acabó molestándose con él, sólo sabía que quería arreglar las cosas con ella.

La mujer aceptó ir a tomar un café a un sitio no muy lejos de allí, no hablaron mucho de camino, él se sentía extrañamente incómodo y ella prefería guardar silencio mientras tanto. Llegados a la cafetería, Kirishima pidió dos americanos y fue hasta ella para colocar la taza de porcelana frente a la mujer y sentarse a una distancia prudencial de ella. Se veía hermosa, no podía despegar su vista de ella pero tampoco quería parecer un idiota.

―Entonces… ―Inició Mina―, ¿me dirás algo o sólo quieres compañía para beber café?

―No, no es eso, es decir, quiero tu compañía pero no sólo para beber café ―las palabras se fueron entreverando en su mente y en su lengua, estaba haciendo el ridículo y lo sabía. Estaba sonrojado y nervioso, no sabía cómo sentirse frente a ella en esos momentos―. Escucha, sé que te hice sentir mal el otro día y lamento eso… Ochako es una amiga muy importante para mí, ha pasado por mucho y cuidar de ella ha sido una prioridad hasta hace poco para mí. ―Los ojos oscuros de la mujer lo miraron con intensidad―. Es algo precipitado decir esto pero me gustó que hayas ido a buscarme al bar.

Las mejillas de Mina se sonrojaron y apartó los ojos del pelirrojo, volvió su atención a su café para beberlo, al parecer su actitud fría era sólo una fachada y darse cuenta de eso, disipó un poco más el nerviosismo en él.

―Sólo te busqué por un motivo, Eijiro ―dijo Mina sin mirarlo―. No confundas mi actitud del otro día. Ochako es tu amiga, perfecto, no pienso decirte lo que tienes que hacer. Si he ido a buscarte al otro día fue porque quería sexo. Nada más.

Las mejillas de Mina seguían sonrojadas y cuando hablaba no lo miraba. Eijiro sabía que eso no era del todo cierto.

―Si sólo buscabas sexo, ¿por qué permaneciste a mi lado cuando estuve inconsciente? ―Las mejillas de la mujer se tornaron aún más enrojecidas y él sonrió con dulzura―. Mina, gracias por quedarte conmigo.

―No lo hice por tí ―mintió―. Ochako quería quedarse contigo pero Katsuki…

―No importa cómo han sido las cosas, gracias por no dejarme solo ―reiteró el pelirrojo. Mina volvió a mirar su taza de café con vergüenza―. Y si aún quieres usarme como muñeco inflable ―las mejillas de la mujer se encendieron nuevamente para mirarlo con reproche―, tienes mi número.

―Eres increíble, apenas te dan el alta y ya estás ofreciéndote ―respondió Mina fingiendo enfado―. ¿A Ochako no le importará?

Kirishima sonrió y así cómo su madre solía tomar su mentón para levantar su mirada, él hizo lo mismo con el mentón de la de hebras rosas. Al momento de sentir el tacto de Eijiro sobre su piel, una corriente eléctrica golpeó a Mina pero todo empeoró cuando se vio reflejada en los ojos rojizos del gran hombre. Eijiro tenía tanta bondad en sus ojos que el sólo hecho de ser observada por él con esa sonrisa tonta, la hacía sonrojar.

―Ochako no me interesa de esa forma, Mina ―respondió―. Tú, por el contrario, sí.

Una mirada cómplice fue compartida por ambos. Mina no lo conocía demasiado, pocas palabras y poca ropa fue lo único que tenían de historial, pero algo le decía que podía confiar en él.

―No soy el plato de segunda mesa de nadie, Eijiro. ―Él rió y tomó su mano con las propias―. Si tratas de verme la cara de idiota, he matado a mi primer esposo ―Mintió para ver la reacción de su acompañante.

―¿Por qué eso me excita tanto? ―Preguntó y Mina le arrojó servilletas a la cara.

Ya no había mucho por decir, sólo de que estaba claro el interés mutuo. Mina sólo tenía una idea en mente y el departamento de Eijiro no estaba lejos.


Ochako sentía cómo el nudo en su garganta iba bajando hasta la boca de su estómago. La presión que se anidaba en su interior la estaba haciendo querer vomitar todo lo que traía encima. Sus manos se hicieron puños sobre su regazo y de sus labios no salió palabra alguna hasta que estuvo finalmente sola con Bakugo Katsuki.

Cuando Katsuki fue a buscarla a las afueras de Doll House, Ochako sintió que todo su mundo se caería en pedazos porque el hombre la vió allí, de pie, en el lugar donde ella fingía ser otra persona y donde, ella creía, que él no la conocía, al menos no como Uraraka Ochako.

Pero ante la luz del día, sin máscara, sin peluca, sin nada que le permitiese ocultarse, Ochako se mostró como era ante él. Y de entre todos los escenarios que su mente preparó para ella, en ninguna parte mencionaba que Katsuki llegara hasta ella para abrazarla y hacerla sentir que sus brazos eran su lugar seguro.

Cuando creyó que lo peor había pasado, olvidó el detalle de que no solo estaban solos, estaban ante la persona que la conocía por quien verdaderamente ella era.

Cuando las palabras de Todoroki Enji salieron de sus labios, recordándoles que sí, que él seguía allí, Ochako se separó abruptamente de Katsuki y miró a su ex jefe con el miedo plasmado en sus ojos, porque él tenía el arma más peligrosa para ella en esos momentos.

Y Enji no dudó en usarla.

―Así que ya sabes con quién has estado pasando los últimos meses, Bakugo ―la imponente voz del hombre pelirrojo provocó que Katsuki lo mirara con recelo y tomara a Ochako para acercarla hacia él, en un intento por protegerla. Aquel gesto no pasó desapercibido por el magnate y dueño de comercios en Kabukicho, quien dejó salir una sonrisa ladina―. Yo que tú, mantendría a esa mocosa lejos tuyo. Al menos si quieres cuidarte las espaldas.

―No me provoques, Todoroki ―respondió Katsuki molesto―. Ella ya no tiene relación alguna contigo.

―No, desde ahora ya no ―respondió―, pero te daré un consejo, de hombre a hombre ―el de ojos color cían miró Ochako y ella supo que él podía destruirla con sólo una oración―. No te dejes engañar por su apariencia. Lo de cordero sólo tiene el pelaje, lo demás es tan ponzoñoso como no tienes idea. Si quieres protegerte a tí y a tu familia, mejor aléjate de ella.

―Muchas palabras para alguien que tiene el negocio contado ―Katsuki lo miró una última vez para añadir―. Tu sabías quién era ella, ¿no es así?

Ochako miró a Katsuki sin entender sus palabras, pero a diferencia de ella, Enji frunció su entrecejo.

―Sabías que Rei fue vista por última vez con…

―Si sabes lo que te conviene, Bakugo, te alejarás de esa mujer ―interrumpió Enji con molestia.

Ochako sintió la mano de Katsuki tomando la suya y jalando de ella, se alejaron de Enji de regreso hacia la patrulla policial perteneciente a la unidad de Shoto, quien se mantuvo al margen de todo. Cuando Shoto vio a Katsuki regresar a la cabina de su vehículo, supo que era momento de acercarse a su padre. El hombre al reconocer a su hijo, prefirió darse la vuelta e ignorarlo, dejándolo con las intenciones de hablar con él, en el aire.

―Hey, mitad-mitad ―llamó Katsuki―, conduce de una vez de regreso.

Shoto miró una última vez por donde su padre se marchó sin querer escucharlo y no tuvo más remedio que hacer caso a las palabras de Katsuki para retornar al vehículo, regresando por donde vinieron hasta devolverse a la estación de policía.

Y fue aquel episodio con Todoroki Enji el que la silenció por completo porque sabía por qué dijo todas esas cosas sobre ella. Enji sabía que Ochako trató de perjudicar a Katsuki pero, antes de intentar cualquier cosa, dio un paso en reversa; eso, claro, no quitaba el hecho de haber tenido toda la intención de causarle problemas a Katsuki. Recordaba cuando ella lo besó en Doll House, recordaba todas esas emociones que la invadieron por momentos y que quiso sacar provecho de las cámaras dentro de la Golden Room para conseguir información de su padre a costa de Katsuki.

Nunca se lo perdonaría y sabía que si Katsuki lo sabía, tampoco lo haría.

―¿Ochako? ―La castaña pegó un respingo al escuchar la voz de Katsuki y sólo entonces se dio cuenta que ya no estaban en la comisaría sino en la Suite Presidencial. La mirada de Katsuki llegó a ella y no tuvo mejor reflejo que bajar la atención de sus ojos a sus pies―. No has dicho palabra alguna todo el camino. ―Ella se mordió el labio inferior―. Ochako…

―¿Desde hace cuánto lo sabe? ―Preguntó Ochako sin mirarlo. Katsuki se acercó a ella pero la joven dio un paso en reversa, poniendo distancia de él―. ¿Desde hace cuánto sabe que trabajo allí?

Katsuki la miró un momento en silencio, dejó escapar un suspiro profundo para recostarse contra la mesa del comedor y cruzando sus brazos sobre el pecho, miró a la joven. Ochako tenía los ojos cargados de lágrimas, estaba asustada más que otra cosa, temía que él le gritara o quizá la juzgara, pero en lugar de eso, él sencillamente dijo.

―Tenía mis sospechas ―inició―, el día que te atacaron, fui a buscar información y… ―Ella miró al hombre, él se encogió de hombros―, vi cuando te arrebató la peluca. Kirishima te defendió entonces, no hizo falta que me involucrara, aunque ahora que lo pienso, lo hubiera hecho.

―¿Todo este tiempo supo que yo…? ―Ochako no podía creerlo―. ¿Cuándo me encontró en la calle sabía que yo…? Dios, esto es tan vergonzoso… ―Ochako ocultó su rostro entre sus manos con verdadera pena―. No puedo creerlo… ―Katsuki se acercó a ella y con cuidado, tomó las muñecas de la joven para apartar sus manos de su sonrojado rostro―. ¿Por qué me ayudó? ¿Por qué no me ha gritado ni me ha reclamado? Yo…

―¿Por qué no le has dicho a Mahoro que yo frecuentaba ese bar? ―La pregunta de Katsuki la tomó por sorpresa.

―¿Qué? Pues… Porque ella no tiene por qué saber lo que usted hace siempre… No tiene nada de malo y…

―Bien, es lo mismo ―dijo Katsuki―. Lo que hayas hecho para sobrevivir a ésta ciudad y a todo lo que te ha sucedido, no tiene que ver conmigo ni con nadie. Es tu historia, es tu lucha. ―Ochako lo miró sorprendida―. No te mentiré, cuando lo supe al principio, quise prender fuego a todo y reclamarte por todo, pero… ¿Qué sentido tenía? Es un trabajo, yo pedí por tí, pedí por Angelface, sin saber que eras amiga de mi hija. Tuviste el detalle de no decirle nada a Mahoro, de guardar mi secreto, a pesar de que, al principio no fui amable contigo. Carajo, de sólo recordar cómo te traté, no te hubiese culpado si querías vengarte de mí o algo.

Ochako negó enseguida y Katsuki sonrió para atraerla hacia él.

―Eso es lo que me gusta de tí ―dijo―, me gusta que eres noble. No tienes dobles intenciones. Por eso confío en tí, Ochako.

La castaña sentía la misma presión en el pecho que hace un momento, cuando Enji dijo todas esas cosas sobre ella. Se separó un poco de Katsuki para mirarlo a los ojos, debía decirle la verdad.

―Katsuki-san… Sobre lo que dijo Todoroki-san.

―Lo dijo para molestarme ―respondió enseguida Katsuki―. No lo sabes pero tengo una historia complicada con su familia. Quizá en algún momento te hable sobre eso, pero no lo tomes en cuenta, Enji busca perjudicarme y sólo ha dicho eso para conseguirlo.

―Pero…

―Ochako ―Katsuki la interrumpió―, te lo dije, eres mi responsabilidad ahora. Quiero que sigas a mi lado. Nadie te lastimará si lo haces. No quiero etiquetas entre nosotros, sólo… ―Katsuki tomó su mentón para levantarlo hacia él―, quiero tenerte a mí lado.

Ochako sonrió y asintió a sus palabras para ser besada por el hombre. Ella no tardó en corresponder a sus labios, a reaccionar a su sabor, a permitirse abandonarse en sus besos. Katsuki bajó las manos por su espalda y acabó en su cintura, ella profundizó aún más el beso cuando mordió ligeramente el labio del hombre y lo sintió sonreír para advertir seguidamente, cómo los dedos del hombre apretaron su piel y sus manos sedientas, buscaron su piel por debajo de su playera. Ella arqueó su espalda para permitirle mayor apertura y su cuerpo aprisionó al de Katsuki contra la mesa comedor, pudiendo sentir cómo la virilidad del hombre iba despertándose a medida que él sentía su piel y ella lo besaba.

―Ochako… ―Susurró Katsuki contra sus labios―, a éste ritmo querré hacerte el amor a cada hora.

―Puede hacerlo ahora ―respondió ella bajando sus labios por el cuello del hombre―, puede hacerlo ahora y cuando quiera. Soy suya.

―Mala elección de palabras, mocosa ―lo siguiente que sintió Ochako fue cómo las manos del hombre la tomaron y la voltearon para dejarla a ella contra la mesa comedor, la hizo sentar sobre su superficie con tanta velocidad que le sorprendió cuán rápido podía llegar a ser―. No me digas eso porque harás que te coja aquí mismo.

―¿Qué cosa? ―Susurró Ochako contra sus labios―. Soy tuya… Katsuki-san.

―Mierda, ángel ―El hombre no tuvo reparos para quitarle su playera y bajar su brasier, dejando al descubierto sus senos pequeños y rozagantes, cuyos pezones estaban erectos ante él. Comenzó a besar sus pechos y a estimularlos con la lengua mientras su mano libre, buscó con torpeza los botones de los pantalones en la más joven.

Ochako ya no tenía inquietudes con su cuerpo, ya no quiso ocultar sus cicatrices ante él, no desde que fue consciente que Katsuki sabía quién era ella. Ochako lo ayudó a quitarse sus propios pantalones y quedar en ropa interior completamente húmeda, ella estaba casi desnuda sobre la mesa comedor mientras él seguía jugando con sus pezones, haciéndola gemir suave y lento, pero ella quería más, siempre que él la besaba, que la tocaba, ella quería más.

Las manos de Ochako tomaron las del hombre y las llevó a su intimidad, no quiso darle vueltas al asunto, ella estaba húmeda y necesitaba que él la hiciera llegar al paraíso con su lengua.

―¿Qué quieres? ―Dijo él.

―Por favor… ―Ochako no quería decirlo y eso lo divertía.

―Dímelo, ¿qué quieres que haga? ―preguntó el hombre, ella estaba sonrojada hasta las orejas―. Ochako… No haré nada si no me lo pides.

―Quiero que… ―Tragó saliva con pena―, quiero que use su lengua allí abajo ―susurró avergonzada. El hombre sonrió y dirigió uno de sus dedos hacia su ropa interior húmeda, la hizo a un lado despacio y pasó superficialmente su dedo contra sus labios. Ochako dio un respingo al sentir su tacto cálido.

―¿Dónde? ¿Aquí? ―Preguntó con una sonrisa mientras comenzó a estimular el clítoris de la muchacha. Ella soltó un gemido y se llevó ambas manos a sus labios, tapándose―. No te escucho.

―Ah… Katsuki… ―El hombre siguió estimulándola y ella trataba de no gemir―. Por favor… Ah… ―Ochako levantó sus pies sobre la mesa para permitirle mayor espacio al hombre con su intimidad, mientras él apreciaba cómo el rostro de la joven rogaba porque siguiera.

Katsuki la hizo recostar su espalda contra la mesa para darse el trabajo de apreciar cada centímetro de su intimidad servida como un plato sobre su mesa. Ochako era un manjar, todo en ella dulce, incluso su vagina, su aroma, su tono rosa, su sabor. Katsuki se acomodó mejor sobre ella y se dio el mejor festín con la húmeda vagina de la joven, delineó cada pliegue con la punta de su lengua y degustó su sabor mientras sus dedos fueron introduciéndose en ella, golpeando sus paredes interiores para causar que ella arqueara su espalda.

Las manos de Ochako ya no pudieron contener sus gemidos, ella ya no pudo guardar las apariencias, necesitaba sacar de sus labios todo lo que su cuerpo estaba sintiendo. Y Katsuki se deleitaba con su aguda voz. Era probable que algún empleado los escuche pero no serían insensatos y dejaría que su Presidente siga con lo suyo.

Katsuki descubrió que los gemidos de Ochako eran su melodía favorita, que su nombre sonaba mucho mejor cuando ella lo decía y que la sensación que le provocaba verla tan excitada, era la droga más viciosa que alguna vez pudo probar.

―Ochako, necesito tenerte ―dijo el hombre cuando la erección en sus pantalones estaba lastimándolo. La idea de verla tan excitada y él tan lejos de ella, lo torturaba.

―Vayamos a su cuarto ―respondió Ochako sentándose sobre la mesa.

―No, quiero hacerlo aquí ―dijo él llevándola hacia el sofá que no estaba lejos de ellos―. De hecho, quiero hacerlo en cada rincón de ésta casa ―Ochako recostó su cuerpo sobre el sofá oscuro y sonrió al hombre―. Quiero que llenes cada rincón de tí.

Ella lo atrajo hacia sí misma cuando Katsuki desnudó su virilidad, Ochako pudo ver cuán dura la tenía, tanto que parecía por explotar. Katsuki pudo notar el modo en el que los ojos de la joven miraban su miembro y no pudo evitar sonreír.

―No se demore, Katsuki ―dijo Ochako atrayéndolo hacia ella―. Quiero tenerlo adentro.

Katsuki la volvió a acostar sobre el sofá y acomodándose entre las piernas de la joven, introdujo entonces su pene erecto en su intimidad; la sensación fue tan satisfactoria para ambos, ella podía sentir la ardiente carne del hombre colmar todo su interior mientras la calidez de sus paredes envolvían el miembro del hombre. Ambos exhalaron un gemido al sentirse plenamente. Katsuki fue embistiéndola, al principio lento y con calma pero Ochako quería más, así que dirigió sus dedos a los labios del hombre.

―¿Estás bien? ―Preguntó Katsuki. Ochako sonrió y asintió.

―No tema romperme, Katsuki-san ―dijo ella con la voz aguda por el placer que recibía―. Quiero que me tome como quiera. Recuerde… Soy suya.

Esas dos palabras se habían vuelto un detonante para el cerebro del hombre y eso parecía comprenderlo a la perfección la joven, en cuyos ojos se leía el deseo por querer que él suba la intensidad de sus embestidas. Y al parecer eso fue suficiente para conseguirlo.

―Quise ser un caballero, Ochako, quise hacértelo dulce, pero no me dejas opción ―Katsuki tomó las piernas de la más joven y las levantó sobre sus hombros, se desajustó su corbata y pudo darse más libertad de movimiento para tomarla por el cuello y comenzar a embestirla con fuerza. Ochako abrió los ojos de par en par al sentir con mayor énfasis el miembro del hombre golpeando hasta los confines de su cuerpo, debido a la posición, podía llegar hasta lo más profundo de ella y la sensación era inexplicable. Sentir la mano de Katsuki sobre su cuello la excitó aún más, verlo de ese modo, más resuelto, más violento, más fuera del papel del hombre de traje que conocía para ver su lado más hambriento, más primitivo, despertaba en ella un deseo casi animal.

El cabello de Katsuki fue desarreglándose y el sudor empapar su frente, Ochako no pudo haber encontrado mejor ángulo que el que tenía en esos momentos del hombre con la camisa y el pantalón de diseñador, metiéndosela con tanta fiereza.

―Katsuki… Ah… No se detenga… Más fuerte, más fuerte ―rogaba Ochako, sin dejar de mirar a esos ojos rojizos intensos que también la hacían suya.

―Dime, Ochako… ¿Eres mía? ―Ochako ya no pudo contenerse y el orgasmo llegó a ella mientras repetía una y otra vez que sí, que era de él, que era de Bakugo Katsuki.

Con la respiración desbocada y el cuerpo empapado de sudor, Ochako llegó al tan deseado orgasmo pero Katsuki quería seguir allí hasta que su esencia se desprendiera de su interior. Tomó a Ochako con fuerza y la hizo voltearse hasta enseñarle su trasero. El movimiento tomó por sorpresa a la joven pero cuando sintió de vuelta la virilidad del hombre penetrándola con fuerza, ella no se resistió, siguió gimiendo, peor cuando él comenzó a tocarla de vuelta en su clítoris hinchado por el placer recibido previamente, sentía que todo en ella explotaría de placer. Ochako no podía, seguía aumentando sus gemidos y el placer volvió a envolverla.

―Ochako, dios… Eres tan deliciosa… ―Ochako ya no tenía palabras, la estimulación a su clítoris y a su vagina volvió a arrastrarla a otro orgasmo que la hizo estallar en un gemido casi gutural y cuyo orgasmo se le unió el del hombre que la tenía puesta en cuatro ante él. El semen de Katsuki llenó su interior y el golpe del orgasmo los sacudió a la par. Katsuki, sin salir de su interior, la tomó por el cabello y la jaló hacia él para levantar su cabeza y besar sus labios. Ochako rió por el movimiento tan brusco y repentino.

Katsuki se separó entonces de ella, cuidando de no manchar con su esencia el sofá o su ropa. Ella lo miró divertida y fue a buscar un poco de servilleta de la cocina para limpiar todo el desastre que habían hecho en el sofá. Cuando terminó de limpiar y se encaminaron hacia la ducha para asearse, él jaló de Ochako hacia el interior del baño. Ella fue retirando su camisa y sus pantalones para dejarlo completamente desnudo, así como ella se encontraba. Verlo desnudo siempre sería un deleite para sus ojos, el hombre mantenía un estado físico activo, tenía buena masa muscular y su cuerpo parecía tallado como una escultura barroca. Ochako desfiló sus dedos por el pecho del hombre y fue bajando por su abdomen.

―¿Qué haces? ―Preguntó él con gracia. Ella sonrió como una niña.

―Es la primera vez que veo un cuerpo tan escultural ―comentó sin dejar de recorrer sus dedos por su cuerpo―. ¿Nunca pensó en ser modelo artístico?

―Ochako, ¿de qué hablas? ―Las mejillas de Katsuki se encendieron sutilmente, era la primera vez que alguien halagaba su cuerpo de ese modo. Él sabía su estado físico se mantenía bastante bien gracias a que entrenaba bastante y llevaba una dieta saludable y equilibrada para mantenerse firme, pero era la primera vez que alguien se lo decía de una forma genuina. No era de sorprenderse que alguna revista o alguna mujer comente sobre él pero era diferente el cómo Ochako lo hacía, como si realmente quisiera dibujar cada parte de él, que lo mirara como una obra de arte.

―Sólo digo que su cuerpo sería fantástico para dibujar ―respondió ella encogida de hombros.

El agua tibia fue cayendo por la espalda de Katsuki y él abrazó a Ochako, permitiéndose ocultar su rostro en su cuello. Ochako se sorprendió por el repentino abrazo pero no se echó para atrás, acarició su cabello y dejó que el peso del hombre recayera un poco sobre ella. Le gustaba sentirlo así, abandonándose en ella.

―Creo que ahora sí se ha tomado las cosas en serio, Katsuki-san ―dijo Ochako mientras acariciaba su cabello revuelto.

―No quise asustarte ―respondió él sin mirarla, aún con su rostro oculto en su hombro―. No sé cuál es tu relación con el sexo, pero a mí me gusta que sea rudo, sin embargo, quería hacértelo dulce, despacio. Era nuestra primera vez juntos.

―Le seré muy franca, no tenía casi noción de esto ―dijo Ochako, refiriéndose a la intimidad en pareja―, no era una prioridad para mí, además no es algo que me traiga buenos recuerdos tampoco… ―Katsuki la apretó más contra sí mismo, pensando en lo alguna vez había vivido ella. Ochako se separó un poco de su cuerpo para mirarlo y añadir―. Lo he disfrutado, como no tiene idea. Me gusta que me tome de ese modo, arrebatado y salvaje y que también lo haga dulce y despacio… Ambas formas me gustan, mientras sea usted con quién lo haga.

Él volvió a besarla con hambre, con insistencia y ella volvió pedirle que la hiciera suya allí mismo. El vidrio del baño no tardó en empañarse mientras ambos volvían a gemir el nombre ajeno, entregándose mutuamente como hasta hace un momento lo hacían en sofá. Katsuki comprendió que Ochako podía excitarlo de mil formas y él querría hacerle el amor las veces que sean necesarias.

Katsuki tomó el cuerpo de Ochako y poniendo su espalda contra el azulejo del baño, la levantó para volver a embestirla. Ochako se abrazó a él, sus manos volvieron a buscar su cabello y sus uñas encontraron la piel de su espalda; él besaba sus labios pero también mordía su boca, su cuello, dejó marcas en Ochako que eran visibles, tan visibles como lo eran sus cicatrices. Ninguno de los dos pudo más y el orgasmo volvió a envolverlos allí, empapados en agua y en placer.

―Me dejarás seco a éste ritmo, Ochako ―dijo Katsuki con gracia mientras salía de su interior. Ochako rió y comenzó a lavar su cuerpo con jabón. Katsuki no tardó en imitarla.

―Pues, será mejor que siga entrenando, señor ―respondió Ochako―. Espero que los veinte años de diferencia no sean un problema para usted.

―Mocosa ―Katsuki llenó de carbón el cabello de Ochako y ésta salpicó agua a su rostro. Los dos comenzaron a llenarse con jabón todo el cuerpo y echaron a reír como dos adolescentes. Era la primera vez en tantos años que Katsuki reía de ese modo, que hacía el amor de ese modo y que sentía que alguien lo miraba de ese modo.

Cuando dejaron el baño de la habitación de Katsuki, ambos con batas blancas, Ochako tomó sus propias prendas para volver a vestirse con ellas, no podían levantar sospechas dentro de las instalaciones, aunque quizá por el modo en el que sus gemidos resonaban en toda la Suite, no estaba tan segura de lo que pudo haber salido fuera de ella.

Katsuki salió del vestidor portando su acostumbrado traje de diseñador y su pulcra corbata, acomodando su cabello como solía tenerlo siempre, peinado todo para atrás. Ochako lo miraba desde la comodidad de su cama, le gustaba verlo vestido de traje y conocer su lado salvaje fuera de él.

―¿Qué tanto miras, Ángel? ―Preguntó Katsuki al volver su atención hacia ella.

―Me gusta su cabello revuelto ―dijo―. Sé que no es lo que el Presidente Bakugo usaría, pero me gusta.

―Dios, deberías haberme visto en la secundaria. Lo tenía totalmente revuelto ―dijo con gracia―. Aunque dudo que te hayas fijado en mí en esa época.

―¿Por qué lo dices? ―Ochako caminó hacia él.

―Era muy ruidoso e impaciente, seguro hubieras salido corriendo asustada ―fue su respuesta.

―¿Quién sabe? Quizá me guste esa versión tuya ―Katsuki la atrajo hacia él.

―Me harás querer desnudarte de vuelta y yo tengo una junta ahora. ―Dijo mordiendo la mejilla de la joven. Ochako se echó a reír.

―¿A qué hora regresará? ―Preguntó entonces―. Puedo preparar algo para cenar.

―No te molestes, ya tengo los planes hechos. Sólo quiero que tengas hambre para las nueve de la noche, del resto no te preocupes. ―Dijo el hombre revolviendo sus cabellos castaños. Ochako sonrió y lo vio marcharse finalmente.

Cuando la puerta de su habitación se cerró, Ochako se dejó caer sobre la cama King size de Katsuki, era gigante y excesivamente cómoda. Quedó con la mirada puesta en el cielorraso y una risita salió del interior de su cuerpo. Cerró los ojos y dejó que el aroma de Katsuki siguiera ingresando a su sistema. No podía creer lo bien que se sentía después de haber tenido tanto tiempo con Katsuki, de haber tenido sexo tantas veces en el día, pensó que era un chiste de las películas americanas pero comprobó qué es posible. Le dolía el cuerpo pero era un dolor más que placentero, disfrutable, delicioso. No sabía qué relación tenían con el padre de Mahoro pero lo disfrutaba, le gustaba que él la proteja, la haga suya, la haga sentir que, si era necesario, él la buscaría a los confines del mundo.

Le gustaba Bakugo Katsuki. A ese ritmo, sabía que terminaría enamorándose de él y eso la asustaba pero había un deje de emoción latente allí. ¿Habría algún futuro para ellos como pareja? Esa pregunta era difícil de responder, había muchos peros, comprendía por qué le había pedido que no hubiera etiqueta entre ambos. Ochako no buscaba nada en particular de Katsuki pero le gustaba sentirse amada y protegida.

Quizá se deba al entorno en donde creció que, la más mínima muestra de interés, ella podría caer rendida a los encantos, pero la persona de Katsuki era diferente. Si él quisiera tomar partido de alguien con quien acostarse sencillamente, tenía un catálogo de modelos jóvenes, mucho más hermosas que ella, sin un pasado trágico que las preceda con quien pasar el tiempo; a pesar de eso, él quería estar a su lado.

Pensar de ese modo la hacía sonrojar como una niña enamorada. Se cubrió el rostro con sus manos y dio pataletas al aire, hacía tiempo que no sentía esa emoción creciendo en su pecho, hacía tiempo que el estrés y el miedo ya no era una constante en su vida. Se sentía satisfecha.

No podía pretender que dure demasiado lo suyo con el Presidente del Grupo Bakugo, ella no era tonta, sabía que no entraba en los estándares que personas como Bakugo Camie pertenecían, pero quería disfrutar el tiempo que durase.

Cuando dejó la habitación de Katsuki para dirigirse a la cual pertenecía durante su estadía en el Complejo Bakugo, Ochako bajó por el ascensor con un semblante resplandeciente, tarareando una canción pegadiza que quedó en su mente en loop mientras jugaba con su propia blusa. El aroma de Katsuki quedó impregnado en su mente tan pegadiza como la melodía en su recuerdo.

Al llegar al cuarto de huéspedes, ver a Bakugo Mahoro sentada en su cama la tomó por sorpresa, pegando un respingo y un grito que también sorprendió a la rubia.

―¡Hey, tranquila! Sólo soy yo ―dijo Mahoro con calma, echó a reír al ver el rostro tan asustado de Ochako―. Dios, parece que has visto un fantasma.

―Mahoro ―Ochako saludó con pena―, disculpa es que no sabía que estabas aquí ―respondió.

―¿Dónde estabas? ―Preguntó entonces la joven―. Vine a buscarte aquí y no estabas.

―¿Has estado aquí mucho tiempo? ―Preguntó y sus mejillas se sonrojaron, temiendo que la hija de su amante haya escuchado o haya intuido algo. Mahoro negó―. Disculpa, tu padre me ha llevado a mi viejo departamento para traer mis cosas y de allí fui a la comisaría a pedido de la policía.

―Oh, entiendo. Hey, ¿crees que mi padre quiera salir con alguien? ―Los ojos de Ochako se abrieron de par en par y el sonrojo se apoderó de sus mejillas―. Perdona, fue una pregunta muy rara.

―Por… ¿Por qué lo preguntas? ―Ochako sentía mucha presión en su estómago.

―No lo sé, cada vez que pienso en lo que vivió con mi madre, siento que quizá necesite salir con alguien ―Ochako apretó la tela de la blusa entre sus dedos―. ¿Conoces a la profesora de anatomía, Nemuri Kayama? ―Ochako asintió recordando a la perfección a la atractiva docente de cuarenta años, con un cuerpo escultural, gafas rojas y cabello oscuro―. Creo que harían una bonita pareja, ¿no crees?

―¡No! ―Soltó enseguida Ochako para sorpresa de Mahoro―. Es decir, ¿no es la que está saliendo con un compañero nuestro?

―¿De verdad?

―Sin duda ―soltó Ochako mirando a otro punto sin creerse siquiera en sus propias palabras. Se sentía tan tonta inventando historias sobre su profesora porque no podría imaginarse a Katsuki saliendo con alguien más mientras estuviese con ella. Claro, Mahoro no sabía lo que había sucedido entre su padre y ella a partir de ese día pero tampoco quería que esté buscándole pareja a quien ella deseaba―. Escucha, ¿por qué no dejas que tu padre haga su luto en forma? Quizá no quiera pareja ahora mismo.

―Tienes razón ―dijo Mahoro para tranquilidad de Ochako―. Oye, sobre la universidad… La profesora Kurose me ha preguntado por ti, al parecer quería conversar contigo sobre una beca ―los ojos de Ochako se abrieron con sorpresa y Mahoro sonrió―, hey, me alegra que la profesora Kurose note tu talento. ¿Por qué no vamos al campus juntas? Llevaremos seguridad así que no tienes que preocuparte por lo que pueda suceder.

―He dejado mis trabajos de la universidad inconclusos por todo el tema del ataque ―respondió Ochako con cierta desilusión―, pero no puedo disponer de tu seguridad cada vez que voy a salir.

―¿Por qué no? Mi papá te adora.

―¿De verdad? ―Las mejillas de Ochako volvieron a encenderse y Mahoro asintió complacida―. De todas formas, ya les estoy causando muchos problemas.

―Tonterías. Además, no te perdonaré si dejas el semestre. Estamos a mitad del periodo, tienes que terminar tu proyecto final del semestre y ver si puedes calificar para la beca de Kurose. Escuché que ella tiene allegados en Bellas Artes de París. Sería genial que apliques y estudies en el extranjero.

―Sería… Sería un sueño hecho realidad ―Mahoro sonrió y levantándose de la cama de Ochako fue hasta ella, tomando así los hombros de su amiga.

―Entonces no sólo sueñes, haz que suceda, Ochako ―respondió su amiga. Ochako la abrazó y Mahoro la instó a que vayan juntas a la universidad, después de todo la primogénita Bakugo tenía razón, no podía dejar el semestre a mitad.


Todoroki Shoto seguía con la mirada perdida en la pantalla de su ordenador mientras el tiempo pasaba ante él, reviviendo una y otra vez el episodio frente a Doll House, entre Bakugo Katsuki y su padre, Todoroki Enji. Había escuchado por parte de Touya que la enemistad entre ambos hombres se debía a su madre, y era de público conocimiento que la familia de su madre eran allegados de los Bakugo desde hacía varias generaciones, incluso Rei y Katsuki fueron amigos de infancia hasta que, por temas familiares, Rei debió casarse con Enji en una boda arreglada como era muy común entre las familias adineradas de Japón.

Él era muy pequeño cuando su madre murió pero supo todo el revuelo mediático que representó su muerte, incluso su padre estuvo bajo investigación por ser sospechoso de su muerte durante mucho tiempo, debido a eso, la familia de su madre prácticamente lo crió lejos de su padre.

―¿Por qué decidiste ser policía? ―las palabras de Katsuki regresaron a su mente mientras él se abandonaba al recuerdo de su madre―. ¿Fue por ella? Por tu madre.

No se lo dijo en ese momento pero sí, la decisión de Shoto para volverse policía fue porque, con los años, no entendía por qué el caso de su madre acabó archivado en un escritorio olvidado mientras todos hablaban de ella como si hubiese estado demente desde siempre. Odiaba escuchar a las personas hablando de ella sin conocer siquiera una parte de su vida, de lo que pasó con su padre, de lo que representaba su depresión.

Sí, se hizo policía por su madre pero al convertirse en uno, no pudo aún hallar una respuesta al caso de su madre y eso lo frustraba. Creía que el tiempo invertido estudiando el caso de suicidio de su Himura Rei habia sido un desperdicio y volvió a sepultar todos los expedientes relacionados a ella en su escritorio hasta ese día que Bakugo Katsuki llegó a su vida.

Más precisamente, cuando lo vio enfrentarse a su padre.

―Tú sabías quién era ella, ¿no es así? ―acusó Katsuki a su padre, aparentemente hablando de Ochako. La muchacha parecía tan confundida como él mismo al escuchar a Bakugo acusando a su padre de tal detalle―. Sabías que Rei fue vista por última vez con…

Y desde ese día, desde ese momento, Todoroki Shoto volvió a reabrir el caso de su madre para sentarse a ver detalles que quizá estaba pasando por alto. ¿Quién era el hombre que mencionó Katsuki? ¿Por qué no había un registro de la última persona que vio a su madre con vida? ¿Algo se había obviado en la investigación?

―Shoto-kun ―sentir la mano de su compañero tocando su hombro lo hizo espabilar para mirar a Iida Tenya de pie junto a él―, disculpa, ¿estabas ocupado?

―No, no, ¿qué sucede? ―preguntó Shoto guardando la carpeta de su madre en el cajón de su mesa.

―¿Tienes algún avance del caso Doll House? ―Preguntó―. El Comandante está pidiendo acelerar la investigación.

―Estuve archivando las declaraciones de dos personas más involucradas en el ataque sufrido en DollHouse ―explicó Shoto―, las declaraciones de Kirishima y Sero Mina, la mujer que estuvo con él durante su ataque. Según Monoma, quien tomó su declaración, no visualizó a su atacante pero sí recuerda su voz.

―Eso está difícil ―convino el oficial Tenya y Shoto asintió―. ¿Qué más tienes?

―Que, efectivamente, ambos ataques sufridos hacia Uraraka Ochako y Kirishima, están relacionados ―expresó Shoto tomando la carpeta del caso―. Ambos casos están vinculados a Chisaki Kai.

―Entonces tenemos un panorama más esclarecido ―Shoto asintió―. Debemos solicitar una órden de investigación para Chisaki Kai para atraparlo y hacerlo declarar.

―Así es, mandé la solicitud a la Fiscalía pero aún no han dado retorno.

―Siempre se demoran con éstos casos ―respondió Iida con frustración.

Shoto iba a añadir algo más cuando su teléfono comenzó a sonar, interrumpiéndolos en su conversación. Pidiendo perdón a su compañero, Shoto contesta la llamada verificando un número desconocido en su pantalla.

―Oficial Todoroki Shoto ―anunció el hombre con heterocromía en sus ojos.

―Todoroki-san ―la voz dulce de Midoriya Izuki tras la línea le recordó al oficial que éste le había brindado su tarjeta profesional ante cualquier emergencia―, soy Midoriya Izuki.

―Claro, Midoriya ―respondió Shoto. Tenya lo miró con urgencia reconociendo con claridad el apellido de una de las testigos del caso―. ¿Qué puedo hacer por ti?

―Esto sonará extraño pero… ―La voz de la joven muchacha llamó la atención en Shoto―, creo que están siguiéndome. ―Todoroki frunció su entrecejo―. Hay un auto oscuro que me ha estado siguiendo desde que salí del club de Dollhouse y ha estado rondando la manzana de mi departamento.

―¿Tiene anotada la placa del vehículo? ―Ante la respuesta afirmativa de la joven, Shoto tomó los datos y cargándolo en el sistema Nacional de Transporte Vial, verificó que se trataba de un vehículo robado. Frunció su entrecejo―. Escuche, Midoriya. Cierre todas las puertas y ventanas de su departamento y manténgase allí hasta que yo llegue. ¿De acuerdo?

La joven no prestó negativa a su indicación y Shoto no tardó en ponerse en camino junto con Tenya a la indicación otorgada por la joven Doll. No era un barrio concurrido al cual pertenecía la joven de hebras verdosas, es más, era una zona no muy populosa y no muy segura. Shoto observaba con detenimiento todo lo que había a su alrededor para tomar de referencia ante cualquier circusntancia.

Llegados al departamento de la joven, tanto Shoto como Tenya hicieron un recorrido de la manzana, verificando que el auto denunciado por Deku ya no se encontraba en la zona. Shoto observó con cautela todo a su alrededor.

―Necesitamos resguardar a la testigo ―dijo Shoto.

―Pediré relevo para la zona cada hora ―anunció Tenya.

―Hazlo, por favor. No quiero pasar lo mismo que con Uraraka Ochako. ―Iida asintió a las palabras de su compañero.

No pasó mucho tiempo para que Midoriya bajara hasta donde se encontraban los dos oficiales con una sonrisa al reconocerlos.

―Es un alivio verlos, Todoroki-san ―habló la joven que llevaba puesto ropas holgadas, que demostraba que la joven estaba descansando en su departamento―. Lamento haberlo llamado sin avisar.

―No dudes en volver a hacerlo, Midoriya ―indicó el de ojos con heterocromía. La joven se acomodó un mechón verdoso tras la oreja y asintió con entusiasmo―. Eres un testigo fundamental para el caso, no podemos ponerte en peligro.

―Me alegra haber contribuido con lo que sabía, pero mi hermana me ha regañado bastante. Me ha dicho que me he puesto en peligro ―dijo con pena. La joven enseñó su teléfono con cierta gracia―. Hatsume me ha instalado un sistema de rastreo en caso de que me suceda algo. Le he dicho que con la policía sería suficiente pero ha insistido bastante.

Iida y Todoroki compartieron una mirada entre ambos.

―Por favor, ¿puedes compartirnos tu ubicación constantemente? ―Dijo Shoto entonces―. Tu hermana está en lo correcto en ponerte la mayor seguridad posible.

―Pero usted vendrá a rescatarme, estoy segura ―respondió Izuki con una sonrisa que dejó a Shoto en blanco. Al darse cuenta de sus palabras, la joven se sonrojó―. ¡Me refiero a la policía! No a usted en particular, claro. Debe estar ocupado y… Usted entiende.

Iida Tenya se aclaró la garganta con cierta gracia para traer a la realidad a Shoto, el joven no era nada bueno con las indirectas y estaba más que claro que el joven oficial le tomó más tiempo del que podía admitir, el darse cuenta de tal detalle.

―No se preocupe, Midoriya-san. La policía hará su recorrido constantemente por su departamento ―habló Iida, recibiendo un asentimiento por parte de la joven.

No tardaron mucho más en la zona para despedirse finalmente de Midoriya Deku. El silencio se instauró en la cabina del móvil policial de regreso a la estación. Tenya había pedido el relevo de patrulleras para la zona de Midoriya cuando regresó su atención a su compañero.

―Tienes que estar pendiente de Midoriya, Todoroki-kun ―habló su compañero trayéndolo a la realidad.

―Lo estoy ―dijo sencillamente.

―Ella o él, está en peligro y lo sabes.

Todoroki miró a su compañero con cierta desaprobación.

―Es mujer.

―Para la policía, no del todo ―respondió Tenya sencillamente―. Sabes que con personas como ella, incluso con Uraraka Ochako, la protección policial no pone exhaustivo esfuerzo por protegerlas.

De sólo recordar el cómo Uraraka fue puesta en peligro dos veces debido a lo que Iida mencionaba sobre la doble moral de los altos cargos de la policía, incluso de la fiscalía, generaba un repudio hacia el sistema al cuál él pertenecía. Todas las personas deben ser protegidas por el cuerpo policial, ninguna es más o menos importante que otra, pero Japón, a pesar de ser potencia en muchos ámbitos, en cuanto a derechos humanos, seguía siendo muy retrógrada.

Personas que trabajan en bares, vendiendo su cuerpo o su tiempo, incluso personas fuera de los cánones hegemónicos de la sociedad tradicionalista, son vistas como parias y muchos oficiales de policía pecaban de prejuiciosos a la hora de hacer cumplir su trabajo protegiendo a personas menos favorecidas.

No era extraño que casos de homicidio por odio hacia personas como Midoriya quedaban como el caso de su madre: archivado en un viejo escritorio.

―Yo, personalmente, me encargaré de proteger a Midoriya si es necesario. Ella es crucial para la investigación ―expresó Shoto sin apartar su atención del camino mientras conducía.

―A todo ésto, Todoroki-kun ―volvió a hablar Iida―, escuché que Bakugo Katsuki estuvo por la comisaría.

La mirada bicolor del más joven fue hacia su compañero, comprendiendo por qué quería hablar sobre el tema. Se encogió de hombros. Shoto conocía a la perfección el estado actual de su relación con la actual pareja de Iida Tenya, sabía cómo inició y si bien no es algo que él aprobaba del todo, sabía que Tenya amaba a Camie y al bebé que estaba en camino. Muchos en la comisaría ignoraban la identidad de la novia del Oficial Iida porque, para fines prácticos, era una mujer influyente y (demasiado) conocida, por ende respetaba que quisiera mantener su relación por lo bajo, por lo que la intromisión del ex esposo de Camie, podría poner en aprietos su relación.

―Sí, ha hecho un escándalo muy propio de lo que se espera de él ―respondió el más joven. Iida lo miró con premura pero Todoroki se apresuró en aclarar―. No por tí ni nada relacionado a eso.

―¿Entonces? ―Preguntó. Shoto recordó el incómodo momento que vivió al descubrir la extraña y secreta relación entre el Presidente del Grupo Bakugo y la mejor amiga de su hija cuando fue al departamento de la última. Dejó escapar un suspiro. ¿Por qué las personas debían involucrarse en relaciones tan complicadas?

―Fue por un tema con mi padre ―mintió―. Tiene un asunto pendiente con él y conmigo.

―¿De verdad? ―Shoto se encogió de hombros nuevamente―. Lo lamento. No sabía que había un tema problemático con Bakugo. Supongo que es un hombre difícil.

―No sé si la palabra correcta sea difícil ―intervino Shoto sin pensarlo. Recordaba cómo el hombre habló con él sin tapujos de camino a DollHouse en busca de Ochako, cómo habló de su madre y una sensación cálida se forjó en su pecho. Era como si hablara con un padre preocupado―. Creo que Bakugo es… Intenso.

―Si tú lo dices.

El resto del trayecto lo hicieron hablando de temas variados pero ya sin mencionar a Bakugo Katsuki; muy por el contrario, Shoto siguió maquinando en su mente cómo vinculaba el caso de su madre con Uraraka Ochako y supo que Bakugo Katsuki podría saber más de lo que aparenta.


Katsuki verificó que toda la planificación preparada por el equipo logístico del Grupo Bakugo estuviese puesto en escena para la rueda de prensa del día siguiente. Se encontraban en las instalaciones del edificio corporativo del Grupo, en la sala de conferencias más grande que tenían debido a la cantidad de medios confirmados para la sesión del día de mañana. Fue chequeando punto por punto junto con su asistente, aprobando todas las modificaciones que surgieron al momento para no demorar y permitir que el equipo de sonido preparara toda la sala, tanto para el sector del Grupo como para los reporteros.

Pasado el mediodía, Katsuki seguía verificando todos los puntos críticos del día siguiente junto a Nejire cuando Sero Mina llegó con un conjunto ejecutivo color oscuro, traía el cabello húmedo y una sonrisa contagiosa que, a juzgar por su reciente experiencia, hablaba de que la mujer tuvo un buen rato.

―¿Y esa sonrisa? ―preguntó Katsuki cuando Mina llegó a él. Ella fingió demencia y tomó el listado de invitados para la conferencia―. ¿Kirishima ya puede hacer esfuerzos o tú correrás con su internación si se le abre alguna herida?

―¿Desde cuándo estás cotilleando mi vida amorosa, Bakugo Katsuki? ―Preguntó fingiendo molestia, pero su sonrisa no duró mucho encerrada con su semblante serio y terminó por resaltar con fuerza―. ¿Qué hay de tí?

Katsuki cambió su semblante confiado al escuchar su pregunta. Estaba con la guardia en alto y no debía de mostrarse muy evidente que estaba tan, o quizá de mejor humor que su amiga.

―¿Qué hay de mí?

―¿Cómo estás? ¿Nervioso? ―Cuando comprendió la pregunta, Katsuki volvió a respirar y asintió apartando la mirada de su amiga.

―Claro que no, esos reporteros vienen con la idea de ver un avance de la colección de Athena's Silk pero ambos sabemos que quieren hurgar en nuestra situación familiar. No me estreso por eso ―dijo pero sin mirarla, algo que llamó la atención de su amiga. Mina conocía a Katsuki tan bien, quizá incluso mejor que su propia (ex) esposa, así que evitar el contacto visual era poco común en él.

―¿Katsuki? ―Preguntó Mina pero él comenzó a caminar indicando algunos cambios en el cronograma mientras Nejire tomaba nota detrás suyo. Mina aguzó su mirada dirigida a las espaldas del hombre pero no indagó demasiado. Ya suficiente estrés tenía encima como para molestarlo.

Y fue así cómo el día cruzó ante sus ojos, de reunión en reunión, pruebas aquí y allá, Katsuki no pudo detenerse si no era para comer algo y retomar las corridas junto a Mina y Nejire detrás suyo.

Finalizada la última reunión del día con sus asesores, el equipo de producción y sonido, Bakugo Katsuki dio por finalizada sus actividades del día a las ocho de la noche, algo muy extraño viniendo de el hombre adicto al trabajo. Nejire no fue la única en mirarlo dos veces para corroborar que las palabras de su jefe no estén siendo mal interpretadas, debido a que, un evento así los tendría hasta la medianoche verificando y verificando cualquier punto, por más insignificante que pudiese ser.

―Es necesario que el Presidente del Grupo mantenga alta la moral del equipo ―dijo Mina para respaldar las palabras finales de Katsuki―. Vayan a casa, descansen y regresen con toda las fuerzas para mañana. No será sencillo, así que tomen las precauciones necesarias.

Todas las personas dieron una respuesta positiva a sus palabras de la Asesora Sero para ir despidiéndose del edificio corporativo. Mina regresó su atención a Katsuki y para su sorpresa, lo vio escribiendo algo en su teléfono con una pequeña sonrisa en su rostro. ¿Bakugo Katsuki sonriendo? ¡Ja! Primero debía caerse el cielo o congelarse el infierno.

―¡Hey, Katsuki! ―Llamó Mina a su distraído amigo quien dio un respingo para mirarla con el seño fruncido haciéndola sonreir―. Oh, eso está mejor. Creí verte sonriendo, pero fue una ilusión de mi mente, supongo.

―Yo no estaba sonriendo ―respondió enseguida Katsuki.

―Hey, terminamos temprano. ¿Por qué no vamos a tomar algo con Denki? Su bar está teniendo más afluencia desde que cambió la temática del lugar ―habló su amiga señalando la salida.

―Tengo planes ―respondió cortante Katsuki, guardando su teléfono en su bolsillo. Mina enarcó una ceja―. Es una cena de negocios.

―¿Estás seguro? ―Katsuki frunció su entrecejo en respuesta y ella sonrió―. Yo creo que hay algo que no me estás diciendo, Katsuki.

―¿De qué mierda hablas? No tengo nada qué decirte ―respondió Katsuki caminando hacia la salida de la sala de conferencias, pero no contenta con ver su espalda marcharse, Mina fue hasta él y tomó su brazo para conseguir que lo mirase―. ¿Qué quieres?

―Te estás congiendo a alguien, ¿no es así? ―Las mejillas de Katsuki se encendieron como si hubiera fuego bajo su piel. Katsuki tapó con sus grandes manos la boca de su amiga para mirar a sus costados, buscando alguna persona que pudiera haberla escuchado―. ¡Entonces es verdad! ¿Quién es? ¿La conozco?

―Mina, no es eso. De verdad tengo un compromiso. ―Respondió molesto pero sin poder bajar el color en sus mejillas. Mina lo conocía de una manera molesta.

―Está bien, está bien. Fingiré que te creo ―dijo Mina soltándolo―. Pero me la tienes que presentar. Soy como una hermana para tí, tengo que darle mi bendición ―respondió con gracia, guiñandole el ojo en respuesta.

No pasó mucho para que Mina y Katsuki dejaran las instalaciones del complejo. Eran las ocho y media de la noche, así que Bakugo estaba con el tiempo medido para pasar su noche tan ansiada con la mujer que quería.

Llegado hasta la suite Presidencial, Katsuki ingresó a su casa y apreció qué toda la mesa del comedor estaba preparada como había indicado, con algunos platillos fríos, vino, dos copas y dos platos con sus correspondientes cubiertos. Estaba todo listo salvo por la compañía que estaba esperando ver al llegar.

―¿Ochako? ¿Estás en casa? ―su pregunta no obtuvo respuesta y eso comenzó a preocuparlo. Avanzó hasta la sala y luego fue hasta los pasillos de las habitaciones llamándola sin obtener respuesta alguna. Sabía que Ochako había ido con Mahoro al campus universitario en compañía de su seguridad privada, pero ya debían de haber regresado, es más, su hija tenía una cita esa noche así que contaba con que no estaría por allí pero Ochako era cuento aparte―. ¿Dónde estás, Ochako? ―volvió a preguntar el hombre sin respuesta. Comenzó a preocuparse, porque lo último que sabía de la joven era que estaba regresando a la suite. ¿Le pudo haber pasado algo en el trayecto? No, su seguridad se lo hubiera informado.

Llegó hasta la puerta de su propio cuarto y lo abrió con prisa, era el último lugar que le quedaba por revisar y para alivio y sorpresa suya, halló a Ochako allí, pero en un escenario muy diferente al que pudo haber imaginado.

La mujer yacía sentada en su cama con nada más que un babydoll blanco, unas medias bucaneras blancas con ligas en sus muslos, tenía puesta una peluca rosa, muy similar al que usaba en Doll House, junto a un antifaz igual de semejante. En ese cuarto, luego de tanto tiempo, volvió a ver a la fantasía hecha carne qué alguna vez conoció.

―Ochako… ―susurró al verla vestida como Angelface.

―Katsuki-san ―saludó Ochako con una sonrisa coqueta, disfrutando ser admirada por el hombre ante ella―, ¿le gusta? ―Preguntó acomodando la peluca rosa―. Pasé por una tienda y creí que… ―Ochako fue perdiendo de a poco la confianza inicial que tenía encima al no ver reacción alguna de parte de Bakugo―, ¿sucede algo malo, Katsuki-san?

El hombre no respondió, procedió a desajustar su corbata y a quitarse el saco que traía encima, lo siguiente fue caminar hasta donde se encontraba Ochako sentada y tomando su rostro, la observó un momento.

―¿Qué traes puesto? ―Preguntó Katsuki con el semblante serio, algo que comenzó a preocupar a Ochako.

―Yo… Yo creí que quizá… ―Ochako se relamió los labios debido al nerviosismo, pero Katsuki tomó aquel gesto con otras intenciones. Dirigió su pulgar hasta los carnosos labios de la joven y los acarició dulcemente―. Pensé que le gustaría volver a ver a Angelface.

Katsuki sonrió y dirigió sus manos al antifaz de la joven para retirarlos con cuidado; Ochako lo observaba con detenimiento, sin entender qué esperar de él.

―Anteriormente, una de mis fantasías era esta escena… Era hacer mía a la mujer de la peluca rosa y el antifaz ―Dijo al tomar en mano el antifaz de Angelface. Lo siguiente que sintió Ochako fue cómo Katsuki retiró con cuidado su peluca y la redecilla qué congregaba su cabello con cuidado―, pero eso fue antes de conocer mejor a Uraraka Ochako.

―Katsuki-san…

―No quiero a nadie más ahora ―dijo finalmente para recostarla sobre la cama y posicionarse sobre ella.

Ochako cerró los ojos al sentir los labios de Katsuki besando sus propios labios. Sentir el peso de su cuerpo encima suyo, la hizo abrazarlo con ambos brazos, recibiéndolo con ganas, con ansias.

Ochako tenía en mente otro resultado, nunca esperó que Katsuki prefiriera a la joven estudiante de artes, llena de cicatrices antes que a la mujer que vendía una fantasía portando peluca y antifaz, pero saberse deseada por encima de Angelface la hizo besarlo con tantas ganas que la que tomó la iniciativa por tumbar el gran cuerpo de Katsuki a la cama y posicionarse encima suyo, fue ella.

Katsuki la observó con gracia y ella no esperó para desabotonar la camisa del hombre mientras sus labios iban dejando un camino de besos húmedos por el trayecto de piel visible. Cuando llegó hasta el inicio de los pantalones, Ochako levantó la mirada hacia el hombre.

―¿Comeremos el postre antes de la cena, Katsuki-san? ―Preguntó Ochako con dulzura. El hombre sonrió.

―Más vale que sí, Ángel ―Respondió con las ganas latentes por volver a tener a la joven mujer para él.

Ochako desajustó el cinturón de los pantalones del hombre y fue bajando la bragueta con tanta lentitud qué podía sentir las palpitaciones del hombre salir fuera de su pecho, le gustaba verlo ansioso, le gustaba que rogara porque ella lo tocara, lo besara. Cuando Ochako tuvo ante ella la virilidad despierta del hombre bajo su ropa interior, acercó su rostro hasta él y fue dando besos sobre la tela.

―Ochako… ―gruñó Katsuki―. No juegues conmigo, mocosa…

Ella lo hizo callar chitando y Katsuki río con sorna. Lo siguiente que sintió el hombre fue cómo Ochako bajó los bóxers lo suficiente para poder tomar entre sus dedos su erección despierta. Katsuki exhaló un suspiro cuando ella comenzó a estimularlo, primero despacio para después introducir la punta de su pene en su húmeda boca. La sensación fue sumamente deliciosa, tanto que el hombre buscó la cabeza de Ochako para tomar su cabello y jalar suavemente a medida que la felación se hacía cada vez más placentera.

―Ochako… Ah… Eso es, suave… ―Alentaba el hombre a medida que Ochako fue subiendo y bajando su boca por la endurecida carne qué tenía entre sus manos―. Dios… no te detengas ―rogó para acentuar los jalones en el cabello de la castaña a medida que el ritmo de la boca de Ochako fue sumándose la mano de la joven―. Mierda… ―Ochako subió un poco más la velocidad de su mano mientras lamía como si fuese un caramelo la punta del glande, trazando círculos alrededor de su circunferencia, escuchando cómo los gemidos del hombre se intensificaban a cada estimulación recibida―. Ochako, detente… A este ritmo… Ochako, para ―pero la felación no cesaba, muy por el contrario, subió la velocidad hasta que Katsuki ya no pudo contener el orgasmo y Ochako, siendo consciente de ese detalle, metió a su boca el pene del hombre para recibir en su interior toda su esencia. Katsuki exhaló un gemido gutural cuando el orgasmo, al igual que su semen, abandonaron su interior y lo siguiente que hizo fue jalar el cabello a Ochako para acercar su rostro al suyo. Un hilo blanquecino escurría de la comisura de sus labios carnosos y no supo qué lo había excitado más, el sexo oral recibido o el rostro de Ochako en esos momentos―. Eres una niña sucia, ¿eh?

―¿Qué hará? ¿Reprenderme? ―Respondió Ochako relamiéndose los labios. Katsuki negó y la atrajo hacia él para besarla de una forma arrebatadora, volcándola a la cama para tomar sus muñecas y con su corbata, atarlas con fuerza.

―Te cogeré tan duro que mis empleados tendrán que llamar a la policía por tus gritos ―susurró contra sus labios.

―Perro que ladra, no muerde ―Respondió para contrariarlo. Katsuki negó de vuelta y lo siguiente que sintió Ochako fue cómo Katsuki bajó su escote para comenzar a saborear sus pechos con detenimiento, estrujando uno mientras lamía el otro, mordisqueando sus pezones o la piel visible entre sus senos, pellizcando y besando como si no hubiera un mañana. Ochako se removía bajo suyo, ante cada beso, lamida o mordisco, sus movimientos se acentuaban aún más bajo Katsuki.

―Ah, Katsuki…

―Eres tan deliciosa, Ochako… ―Dijo hundiendo su rostro entre sus pechos.

Lo siguiente que sintió Ochako fue un camino de besos húmedos por su abdomen, su ombligo, y la naciente de su vulva, pero antes de sentir la lengua o los dientes del hombre dentro de su intimidad, Katsuki continuó el camino de besos por sus caderas, mordiendo ligeramente su piel, haciéndola saltar de la impresión.

―¡Katsuki-san! ¡¿Qué hace?! ―Preguntó con sorpresa.

―Te disfruto ―Respondió―. Y te torturo.

Bakugo fue abriendo las piernas de Ochako para acomodarse entre ellas dejando que el camino de besos y mordiscos se cimentara entre los muslos internos de la mujer, sacando en ella gemidos y risitas.

―Katsuki-san… ¿Por qué pierde el tiempo?

―¿Perder el tiempo? Ángel, si supieras lo deliciosa que es tu piel, tu carne, tu cuerpo… ―Respondió el hombre―. ¿Por qué tanta prisa?

―Pero… Ah… Katsuki-San…

―¿O quieres algo en particular? ―Preguntó el hombre mirándola de soslayo―. Si me pides lo que quieres, te lo daré.

―Ah… Quiero… Quiero que…

―Vamos, dilo…

―Quiero sentir su lengua en mi… Mi interior…

―¿Ah, qué más?

―Y… Y Que meta… Dios, qué vergüenza ―Ochako se tapó el rostro con sus manos, escuchando a Katsuki reír―. ¡No me haga decirlo!

―¿Por qué no? ―Preguntó Katsuki―. Si quieres algo, sólo tienes que pedírmelo, Ángel.

Ochako lo miró y no dudó en responder.

―¡Lo quiero a usted! ―Soltó entonces para sorpresa de Katsuki―. Sólo lo quiero a usted.

Katsuki la observó un momento y sonrió para sí mismo. ¿Así se sentía tener a alguien que te deseara tanto y te quisiera a su lado? Era extrañamente agradable, como la brisa cálida del verano mientras caminas sobre la arena tibia en la playa. Bakugo se acomodó mejor entre las piernas de Uraraka y levantando sus caderas un poco, comenzó a degustar su vulva con su lengua. Ochako se sorprendió por los movimientos repentinos del hombre, pues había detenido toda acción por un segundo y al otro, estaba con las caderas al aire, recibiendo uno de los mejores sexos orales que alguna vez pudo tener. Katsuki era implacable con su lengua, le gustaba recorrer cada pliegue, cada punto, cada parte de su vagina como si quisiera desenterrar algo y a medida que los movimientos se centraban en su clítoris, Ochako sólo podía mandar la cabeza hacia atrás, exhalando gemidos mientras repetía y repetía el nombre de su amante.

"Katsuki" se había vuelto, al parecer, la única palabra en su cerebro en esos momentos, no pudo pronunciar nada más y él estaba satisfecho con eso. Quería que ella olvidara todo mientras él la hacía el amor, la hacía suya, quería que su nombre sea lo único que ella pudiese pronunciar sin errores, sin duda, mientras su cuerpo se movía tan erráticamente a consecuencia de las oleadas de placer que él se encargaba de brindarle.

A Katsuki, el sexo volvió a tener un significado importante en su vida, volvió a representar una actividad inamovible de su agenda, algo que tiempo atrás ya casi ni percepción tenía de él. Con su ex esposa, cuando novios, eran fogosos, carnales, se buscaban más para tener sexo qué otra cosa, pero con la llegada de Mahoro las cosas fueron tomando más consciencia, al menos para él; sin embargo, ante la pérdida de su último hijo, representó un quiebre para su relación con su esposa y también con su relación con el sexo.

Cuando tomó la decisión de hacerse la esterilización masculina, no se lo dijo a Camie, fue una decisión netamente suya y cuando ella lo supo, fue el fin real de su relación por más de que seguían fingiendo que no. Camie encontró refugio en el oficial de policía y él…

―¡Katsuki-san! ―La melosa y aguda voz de Ochako lo trajo a la realidad nuevamente, recordando que él no estaba para lamentarse por relaciones pasadas, sino para disfrutar de la mujer que tenía en esos momentos para él―. Por favor, ya no puedo más… ¡Hágame suya!

―Música para mis oídos ―Respondió Katsuki pero no se detuvo inmediatamente, dio una última succión al clítoris de Ochako mientras dos de sus dedos seguían inmiscuyéndose en su húmeda cavidad, derrochando tanto líquido que sentía húmeda sus muñecas―. Eres una delicia, Ochako… ―Dijo el hombre bebiendo todo cuánto podía en ella, mientras Ochako estaba perdiendo la batalla contra su propio cuerpo.

Y antes de que Uraraka pueda respirar, Bakugo la volteó contra él hasta dejarla de cara contra el colchón, y levantando sus caderas, introdujo casi violentamente su pene dentro de ella. Ochako exhaló un grito y él aprosionó sus caderas con ambas manos, hundiendo sus uñas en la pálida piel de la joven.

―¿Te gusta así, Mocosa? ¿Quieres que me detenga? ―Preguntó con lasciva voz, pero la respuesta de Ochako fue acompañar las embestidas de Katsuki con sus propias caderas para sentirlo más profundamente―. Lo tomaré como un no.

―Hágalo así, duro… Me Gusta… ―Dijo Ochako hundiendo su rostro en el colchón por la vergüenza de estar diciendo esas cosas.

Katsuki sonrió y se acomodó mejor sobre ella para lograr morder la piel de su hombro, acercando su boca al oído de la muchacha, repartiendo mordiscos y lamidas a su oreja, sintiéndola estremecerse.

―Eres mía, nunca lo olvides, Ochako… Te Lo haré las veces que sean necesarias para que lo recuerdes siempre ―Dijo con voz gutural debido al placer que su cuerpo experimentaba a través del de Ochako, cómo su pene podía sentirse asfixiado en su vagina y la presión que sentía al meterlo y al sacarlo, incrementaba el deseo por seguir.

―No se detenga… Hágalo las veces que quiera… Soy suya ―dijo Ochako pero su cabello fue jalado hacia atrás, levantando su cabeza―. ¡Ah, Katsuki-san!

―Repítelo. ―Ordenó él.

―Ah… Soy… Soy suya, Katsuki-san ―dijo Ochako cerrando los ojos, entregándose al placer de sentirse dominada y controlada por el hombre, su cuerpo temblaba y su clítoris se endurecía a cada embestida.

Katsuki la soltó y siguió embistiéndola con rudeza y, a su par, una de sus manos fue hasta su clítoris para seguir estimulándola. Ochako sólo podía gemir, sus manos se agarraban con fuerza de las sábanas mientras todo su cuerpo se abandonaba al placer que Katsuki le provocaba.

La vista de Katsuki sólo podía excitarlo más, tener a Ochako enseñándole todo de ella con el trasero elevado y verla agarrándose de las sábanas para tratar, inútilmente, de contener las oleadas de placer que él le otorgaba con cada movimiento. El cabello revuelto de Ochako caía sobre su frente y una película de sudor empapaba su rostro permitiendo que sus hebras castañas se impregnaran en su piel, mientras que en todo su cuerpo, el sudor y recorría cada centímetro de ella, podía sentir todo a la perfección mientras el clímax comenzaba a invadirla. Ochako levantó aún más sus caderas cuando las oleadas de placer aumentaban en su cuerpo, dándole a Katsuki mayor apertura con su cuerpo. La espalda de la joven se arqueó como si de un gato se tratara mientras su rostro acabó hundiéndose en el colchón, apretando con sus dientes la sábana para impedir que los gritos salieran de sus labios.

―No te reprimas ―dijo Katsuki tomando nuevamente el cabello de la mujer para jalar de ella y elevar su cabeza―. Quiero escucharte gemir.

―Katsuki-san… Por favor, todos nos escucharán…

―Te lo dije ―susurró él volviéndose a posicionar sobre ella, teniéndola como una presa bajo su cuerpo mientras él seguía penetrándola con dureza y velocidad―, te dije que ellos llamarán a la policía.

―Por favor…

―Ruégame que me detenga, vamos… Hazlo.

―No… No pare, me encanta ―Katsuki mordió su hombro y aumentó la velocidad de sus embestidas. Ochako ya no pudo contenerse más y dejó salir ese gemido que tanto temía ser escuchando, gritando casi la llegada del ansiado orgasmo, dejándose caer sobre el colchón empapado con su propio sudor mientras su vagina seguía siendo penetrada por el hombre detrás suyo.

Ochako sólo podía mirar el techo mientras la electricidad recorría cada nervio dentro suyo, no supo en qué momento sus ojos se cerraron y su consciencia dio un lapsus de quietud. El orgasmo fue tan fuerte que su cuerpo sentía desfallecer debajo del cuerpo de Bakugo Katsuki. El hombre no mentía cuando le dijo que la tomaría con tanta fuerza que gritaría de un modo descomunal.

―Ah… Ochako… ―Las palabras de Katsuki que llegaron con el orgasmo fue el nombre de la joven para que él despidiera su semen dentro de la cavidad de la mujer y finalmente rendirse a las sacudidas que ese orgasmo tan delicioso causó en él. Los grandes brazos de Katsuki se colocaron a cada lado de los hombros de la muchacha que yacía debajo de él, intentando soportar su propio peso muerto. Ochako se removió un poco para levantar su mirada a la suya y con una sonrisa tonta, producto del efecto causado por su orgasmo, tomó uno de los brazos del hombre para hacer que la abrazara e indicarle con ésto que podía dejar caer su peso sobre ella.

Él no desobedeció tal orden y se abandonó sobre Ochako, aún con su pene dentro de ella, aún con su semen escurriéndose sutilmente de su interior. Ambos cuerpos desnudos, ambos cuerpos sudorosos y pegajosos, se encontraron y quedaron allí un buen rato mientras el cuerpo iba tomando su tiempo para espabilar. La primera en reomponerse fue Ochako pero no se movió de dónde yacía atrapada bajo el peso de Katsuki, le gustaba sentir su cuerpo pegado al suyo, tan pegado que podía decir que eran uno sólo. Cerró los ojos y pudo normalizar su respiración a la par que el de Katsuki lo hacía.

―Ángel… ―Saludó Bakugo sobre ella, pegando sus labios a su oído. Ella sonrió al sentir la tibieza de su aliento contra su oído―, eso fue…

―Magnífico ―completó Ochako con una risita al final de sus palabras. Katsuki acomodó su cabello mejor para tener más apertura del rostro de la joven y de ese modo, ver sus mejillas sonrojadas―. Si todo ésto lo hemos hecho en un día, ¿qué nos depara el resto de los días?

―Más orgasmos, tenlo por seguro ―respondió él mordiendo la punta de su oreja. Ochako rio por lo bajo―. Viviría sólo para hacerte el amor, Ochako.

La castaña sonrió y se removió un poco para darle a entender al hombre que quería mirarlo. Él salió de su interior y permitiéndole a Ochako la autonomía de su cuerpo, quedaron mirándose cara a cara, mientras él sostenía su peso sobre sus brazos. Ochako dirigió sus manos, aún maniatadas por su corbata, hasta el rostro de Katsuki. Él besó dulcemente la palma abierta de su diestra, compartiendo una mirada entre ambos. Los ojos del hombre fueron bajando desde el rostro de la más joven hasta la primera cicatriz visible en su nívea piel y, a juzgar por la mirada de Ochako, comprendió qué fue lo que tenía tan hipnotizado al hombre. Ella intentó cubrir con sus manos la cicatriz más grande de su pecho pero él no le dejó, tomó su mano con la suya volvió a levantar los brazos de la joven por encima de su cabeza, permitiéndole una mejor vista de las cicatrices visibles en su pecho y abdomen.

―Katsuki-san…

―Eres hermosa, Ochako ―respondió Katsuki antes de que ella pudiese decir algo más. Ella lo miró con notoria sorpresa―. Y no lo digo por quedar bien, de verdad, todo en ti es bello, incluso lo que crees que a otros no les gustará.

―No mienta ―las palabras de Uraraka lo hicieron fruncir su entrecejo―. No tiene que decir eso. Sé que no es algo atractivo ver a una muñeca mal cosida ―Ochako apartó la mirada de Katsuki luego de decir esas cosas sobre su propio cuerpo. El hombre no dejó de observarla así que lo siguiente que sintió Ochako fueron los labios de Katsuki besando cada cicatriz visible. Ella lo miró con urgencia―. Katsuki-san…

―Eres hermosa ―volvió a repetir―. Tu vida, tu cuerpo, todo en tí es hermoso, Ochako. ―Los ojos de la castaña se humedecieron y sin quererlo, finas lágrimas acabaron por escurrirse. Katsuki besó hasta la última cicatriz de su abdomen y lo siguiente que hizo fue desatar sus muñecas para besar las marcas que tenía en sus brazos, en sus muñecas, en sus manos. Ochako se abrazó a él y hundió su rostro en su cuello, sollozando en silencio. Bakugo la contuvo y abrazó todo el tiempo que ella necesitó, mientras acariciaba su espalda, su cabello, su alma―. Debo de ser el peor amante si luego de hacerte llegar, te hago llorar.

Ochako se echó a reír entre lágrimas. Se separó un poco de él y lo besó con dulzura.

―Cada una de ellas ―dijo Ochako refiriéndose a sus cicatrices―, me recuerda al día que perdí a mi padre.

―¿Todas son por el accidente? ―Preguntó Katsuki y Ochako asintió―. No tienes que hablar sobre esto si no quieres.

―Usted… ―Ochako se acomodó el cabello tras su oreja con cierta pena―, usted me hace sentir confianza, así que quiero contárselo.

―Entonces, dímelo todo.

―Pero mientras comemos, me muero de hambre ―Katsuki soltó una risita al escucharla decir esas cosas. Apegó su frente al de la joven y lo siguiente fue ayudarla a ponerse de pie fuera de la cama, ya que los dos tenían el agotamiento de su sesión sexual reciente.

Luego de que ambos se dieran una ducha, entre besos y risas, se colocaron batas de baño y fueron hasta el gran comedor de la suite, tomados de la mano, como un par de adolescentes enamorados mientras reían jalándose uno al otro. Katsuki estiró una de las sillas permitiéndole a Ochako sentarse en ella, mientras él sirvió las copas de vino, uno para ella y otra para él. No tardó en sentarse junto a ella.

Comieron, bebieron, rieron. Fue su primer día juntos y sentía que podía llevar esa rutina toda su vida, teniendo a Ochako junto a él, despertar a su lado, volviendo a la casa para encontrarla, hacerle el amor hasta que sus cuerpos ya no dieran más. Dios, era el maldito paraíso y él vivía allí en esos momentos gracias a la joven castaña que bebía vino junto a él.

―Así que, Mahoro está con Kouta-kun ahora mismo ―dijo entonces Ochako mientras llevaba un bocado de salmón ahumado. Katsuki dejó escapar un suspiro cansino que la hizo reír―. De seguro están haciendo lo mismo que nosotros.

―Ochako, mejor te comes eso antes de que te lo meta a la fuerza la boca ―respondió Katsuki haciéndola reír con ganas―. Dios, eres una pesadilla.

―Oh, vamos, gracias a Kouta-kun, tenemos éste momento juntos ―dijo ella aún con gracia en la voz. Katsuki rodó los ojos con hastío.

―Es lo único que le agradezco pero sigue siendo mi hija. Es malditamente incómodo ―dijo él y Ochako tomó su mano con cariño―. No me mires así, sé que es adulta.

―Eres un padre maravilloso ―dijo Ochako con una sonrisa dulce en sus labios que lo hizo suavizar su expresión en su rostro―. De verdad, Mahoro ha ganado todo en ésta vida con un padre como usted.

―Sólo lo dices porque coges con su padre ―Ochako se sonrojó y golpeó su hombro, consiguiendo que el que riera en esos momentos sea él.

―Ya, lo digo de verdad ―respondió la joven―. Debo admitir que la envidio un poco.

Ante sus palabras, Katsuki recordó la noche que Ochako había bebido tanto y él terminó arrastrándola a su habitación. Él la miró con curiosidad y eso pareció notarlo a la perfección la más joven.

―El día que te emborrachaste y me besaste ―inició Katsuki con seriedad―, habías dicho algo así.

―Oh, supongo que sí. Los ebrios no mienten ―respondió la joven tomando un sorbo de vino.

―¿Y cuando dijiste que le tenías más envidia a Camie? ―Ochako casi escupió el vino que tenía en su boca, tosiendo con fuerza debido a la impresión de escuchar sus declaraciones estando ebria. Katsuki sonrió―. Así que lo recuerdas. ¿Qué habías dicho después de eso?

―No… No lo recuerdo ―mintió la muchacha y él lo sabía―. ¡No me mire de ese modo!

―Entonces deja de mentir. Claro que lo recuerdas ―aguijoneó el hombre acercándose a ella. Las mejillas de Ochako se encendieron a medida que lo tenía más cerca al Presidente del Grupo. Katsuki se puso de pie y acorralando a Ochako posicionando una mano en el respaldo de su silla y otra en la mesa frente a ella, la observó como cual depredador observa a su presa―. Dime, Ángel…

―Yo… ―Ochako intentaba no mirarlo pero era difícil cuando los ojos de Katsuki la observaban de ese modo tan abrumador, tan demandante. Ella comenzaba a comprender que, si existía alguna debilidad, eran los ojos del hombre que podían sacar hasta sus más íntimos pecados con sólo observarla―. Yo recuerdo haber dicho que… ―Ochako se tapó el rostro con ambas manos para decir finalmente―, ¡que si era yo, jamás lo dejaría como ella!

Un silencio se instauró en el sitio, pero Ochako no sabía muy bien qué esperar. No sabía si esas palabras resultaron incómodas para Katsuki o quizá estaba tomando mucha confianza con él. Se sentía estúpida e inmadura, pero antes de proceder a pedir alguna disculpa, sintió las manos de Katsuki tomando sus muñecas con cuidado, alejándolas de su rostro. Ochako vio el rostro del hombre cerca del suyo con una pequeña sonrisa.

―Katsuki-san…

―Entonces no lo hagas ―dijo el hombre tomando con su mano el mentón de la muchacha para elevarla hacia él y besarla―. No te alejes de mí.

Ochako se puso de pie para abrazarse a su cuello y besarlo con mayor apertura, entregándose a ese beso y al hombre que la sostenía como si fuese su mundo en esos momentos. Prometieron que no tendrían etiquetas entre ambos pero se hicieron una promesa y era no alejarse uno del otro. Había una dependencia tácita entre ambos que alimentaba esas ganas que tenían de estar al lado del otro, pero ninguno de los dos era consciente que esa dependencia podía destruirlos tan fácilmente.

O quizá sí lo sabían, pero prefirieron ignorar las advertencias y abandonarse al deseo que despiertan el uno por el otro.


Notas de la autora:

¡Muchas gracias por llegar hasta aquí!

Espero que hayan disfrutado las escenas spicies, porque vendrán más ;)

Hay más indicios que vinculan a los Todoroki con Uraraka y quizá ahora las cosas comiencen a tener más claridad.

La relación secreta de Uraraka y Bakugo comenzó bien fuerte y veamos cómo evoluciona, después de todo, hay muchas complicaciones de por medio.

Y sin otra cosa por agregar, espero que el capítulo les haya gustado.

Estaré publicando en dos semanas ya que tengo mucho trabajo.

Gracias por la paciencia y la comprensión.

Espero leer pronto sus comentarios.

¡Nos seguimos leyendo en el siguiente capítulo!