Capítulo I
No es justo.
Catra contempló sus garras.
Sus manos, su pelaje.
Sus ropas.
Hasta su cola.
Llena de sangre, polvo y porquería.
Nunca sintió menos.
No le importaba su aspecto.
Alguien, en algún momento, le trajo uno de sus viejos uniformes de la Horda, ya que la Segunda no podía ir por ahí rebanando gargantas y tendones en un convencional top gris y blanco. Lo rojo oscuro no se distinguía de lo negro, y el diamante de su manga izquierda tampoco se veía.
Toda la noche y parte del día peleó al lado de sus tropas, con soldados rebeldes y desertores de la Horda, pero leales a ella, por igual. La protegían (como si hiciera falta). Pero la mayoría del tiempo solamente les daban un final más rápido y misericordioso a los hordianos que por alguna razón seguían peleando, presas de un frenesí desesperado, que sucumbían a sus garras heladas. En todas esas horas, Entrapta logró cambiar el centro de poder de la Horda a Darla. Podían prescindir del sanctum de Hordak.
Era perfectamente capaz de infringir heridas rápidas y mortales, pero esas requerían cierto tiempo, buscar un ángulo, movimientos precisos y calculados, y Catra lo único que estaba buscando era desahogarse, aunque con cada nueva garganta cortada, cada golpe incapacitante, el abismo dentro de ella no desaparecía, por el contrario, la consumía.
Quizás el abismo era fruto de su falta de sueño. Ya no recordaba la última vez que tuvo descanso.
De momento, bebía y comía lo que cualquier hordiano de a pie, pero en la soledad del puente de Darla mientras Entrapta dormía, acurrucada entre sus coletas bajo la consola principal de la nave. Catra nunca la había visto dormir así, pero por la familiaridad con la que se acomodó, dudaba que fuera la primera vez que lo hiciera. Le asaltaron recuerdos que parecían de una vida pasada: alguna vez se acomodó junto a Entrapta a dormir, cuando todo parecía un juego todavía.
Cinco minutos de paz era todo lo que pedía para comer. No es que realmente tuviera hambre. Pero una vocecita que empezaba a parecerse a veces a la de Bow o a la de Entrapta, le recordó que si no comía, no podría seguir enfrentándose a todo lo que estaba por suceder.
Las barras, las cuales tenía ya meses sin probar, eran buenas para recordarse que solamente estaba comiendo porque debía de comer. Distraídamente, se preguntaba qué tan bajos eran sus estándares para considerar "las mejores" a las barras grises. Ahora no encontraba diferencia entre ellas o las cafés o cualquiera de las otras. Después se entretuvo cortando otras barras en pequeños cubos para cuando Entrapta despertara. A la princesa de Dryl parecía no molestarle el sabor mientras fueran pequeñas y nutritivas. Aunque en el castillo la había visto comer encantada repostería de los diseños más adorables.
En diferentes holos de Darla se reproducía en vivo la tarde. Las múltiples cámaras de la Horda permitían tener un control asombroso, no comparable a nada en la Alianza sino solamente a la prisión. Catra dio la fría orden de no misericordia. El tiempo para que los hordianos renunciaran a la Horda expiró. Esto ya solo era la rendición. La limpieza, donde ya no existía calor ni gloria ni perdón.
Catra no gastaría recursos en soldados estúpidos que no pudieron ver que cambiar de bando sería lo mejor. Cualquier herido que no se hubiera rendido, debía ser finiquitado. Todos aquellos que eligieron rendirse mientras la batalla seguía, eran atendidos por las fuerzas médicas de hordianos y rebeldes por igual. Algo en común debían de tener los matasanos porque según el reporte preliminar, casi todos los enfermeros y médicos hordianos se cambiaron de bando, aunque fuera solo para ser capaces de seguir atendiendo a los heridos a su cargo.
Trabajadores administrativos, trabajadores de las minas interiores, técnicos y demás también se rindieron ante la marabunta de desertores y rebeldes tomando cada centímetro de territorio hordiano. Algunos otros solo se atrincheraron para morir aplastados o asfixiados por las explosiones. Todos los hordianos que perdieron a alguien en la Batalla de las Salinas, se rendían al escuchar de otros que los Rebeldes mantenían un campamento lleno de prisioneros, esperando por encontrar a un amigo, a un amante perdido.
Pero hoy no habría prisioneros.
No después de comprobar gracias a los radares de la Zona del Terror que algo se estaba moviendo, alto en el cielo, pero cada vez más cercano. Según Entrapta, en solo un par de horas a lo sumo, serían visibles a simple vista, fueran lo que fueren lo que Glimmer liberó.
Catra no quería quedarse ni un segundo más de lo necesario en el territorio muerto de la Zona del Terror.
—¿Segunda? —preguntó incierta una voz desde atrás. La voz era gruesa y ruda en su forma, pero reverente en su tono. De todos modos, la cola y las orejas de Catra se movieron con molestia y escuchó el gañido de disculpa de su servidor. —Suprema, lo siento.
Catra torció los labios.
No le gustaba del todo el título que DT había estado esparciendo entre los soldados.
—¿Qué quieres, Grizzlor? —preguntó al Capitán de la Fuerza más leal que le quedaba. El hombre bestia no tenía una correlación directa con algún animal en especifico, o no que Catra supiera, como los magicats con los gatos, si no que simplemente contaba con una suma de características animales y un comportamiento instintivo, sumiso ante el líder de la manada. Además de que era un cobarde consumado y profesional.
Por un momento, vio a Grizzlor con el pelaje sin manchas grises, entre las tuberías del Sanctum, al lado de Cobalt, y entre sus brazos, un bebé rubio. Los recuerdos súbitos que no eran suyos, llegaban en momentos inesperados e inoportunos. Lo aplastó a la parte trasera de su mente y volvió a ver al ya veinte años más viejo capitán.
—Los últimos soldados insurgentes están listos para ser ejecutados. Entre ellos están los presos por castigos previos y Cobalt —hubo una vacilación en Grizzlor al final.
—Bien. Procedan. Manda a Octavia y Lonnie conmigo de inmediato —lo despidió con un movimiento de la cola. Lo vio dudar —de inmediato. —Reiteró con impaciencia.
—En seguida, Suprema —Grizzlor reverenció y salió de la nave.
Catra no se preocupaba de que alguien más fuera a perder si no a un amigo, a un camarada por lo menos. En estos momentos no tenía ninguna consideración.
Pudo seguir el camino del capitán hasta la playa, limpia ya de cuerpos, por las cámaras, donde los hordianos disidentes se distinguían entre ellos por todavía portar sus armaduras y armas, de los que habían permanecido leales a Hordak o a su causa por andar descalzos y sin nada de equipo, con el uniforme negro de batalla, las simples ropas de diario o incluso en la estándar ropa interior de aquellos que fueron levantados de su descanso por las alarmas. Quizá doscientos de ellos quedaban.
En grupos de diez, uno a uno fueron cayendo al recibir el impacto del shock eléctrico directo en la base del cráneo de los bastones de aturdimiento a toda potencia. Ninguno intentó correr a pesar de ver la muerte acercarse implacable. Y sin mayor ceremonia, los cuerpos fueron arrojados al mar.
Catra no quería ser más obvia en su ubicación encendiendo hogueras. Ninguna princesa a la vista, salvo los viejos reyes. Miraban impasibles y aún así, tristes, el destino de aquellos miserables. Nube Oscura estaba al lado de su amiga, apoyándose en un bastón. Ellas ya se habían puesto al día con los sucesos que cada una vivió y miraban al futuro inmediato con frío miedo en el corazón.
Nube compartió el hechizo que hizo con el resto de los magicats para calmar a los Bosques Susurrantes y la loca carrera por alcanzar a Catra y ayudarla como pudiera. Angella habló de las locuras que Catra decía, y de las que la magicat oscura casi no se enteró por estarse desangrando. El destino y la voluntad de Glimmer se alzaban como frías incógnitas entre ellas, ninguna quería opinar al respecto.
Octavia y "Lonnie" llegaron ante la presencia de la Suprema y reverenciaron.
—Octavia, toma lo que quede de la flota rebelde y los barcos hordianos y coordina el regreso a Salinas con Sea Hawk. Llévate los hordianos que necesites y hazles entender que cualquier error será castigado. Que borren como sea los logos de la Horda ¿Quedó claro?
—Sí, Suprema. El ejemplo con Cobalt ha cundido —hizo otra reverencia y se fue, satisfecha de su destino a pesar de todo. Prácticamente era la nueva almirante de la Horda.
Lonnie perdió su fachada aburrida y profesional por una sonrisa presuntuosa, con una malicia que no le era desconocida, pero no era su malicia, por lo que había algo pervertido en la expresión.
—Deja el maldito acto —musitó Catra, exasperada.
—Oh, Gatita. Veo que contigo siguen siendo solo negocios —Catra le fulminó con la mirada. Sus ojos intensos y gélidos.
—Cállate. Solo te llame para darte tus siguientes órdenes. —DT se mostró sin emoción y rodó los ojos —Vas a seguir ocupando el lugar de Lonnie. Nos vamos a mover de aquí en seguida. Manda un escuadrón de explosivos a plantar todo lo que puedan en las fábricas, el centro de mando y el Sanctum. No quiero que quede nada útil para el Hermano Mayor ¿entendido?
—Entendido, Suprema —le respondió usando la voz de Lonnie y el estómago de Catra sufrió una sacudida.
—Vete de una vez —siseó.
Double Trouble tuvo el impulsó de sacudir un poco la cola. Era una pequeña inconveniencia de personificar a especies sin cola, al menos con Catra todavía tenía esa libertad. Respiró profundo para volver a entrar en el personaje de la impasible Capitana de la Fuerza y salió con su paso altivo y ligero. Al menos Lonnie también era un gran papel para representar.
—¿A dónde nos iremos? —preguntó Entrapta con voz normal. Catra no se dio cuenta en qué momento se despertó.
—En cuanto las princesas estén listas, saldremos a Luna Brillante para decidir el nuevo plan.
Catra podía seguir viendo cada rincón de la Zona del Terror.
Los últimos reportes eran más y más precisos según las pequeñas batallas se terminaban y el personal era capaz de hacer su maldito trabajo otra vez. Todos los cadetes y niños fueron llevados al Campamento Plumeria y las tropas desde Thaymor llegaron a romper los últimos bloqueos hordianos. El número de bajas hordianas, sin contar las ejecuciones, fue increíblemente alto. Catra ni siquiera se molestó en llevar una cuenta personal. De un ejército, un reino, ahora quedaban poco menos de la mitad, y de esos, la mayoría era prisionera en el Campamento Prisión. Tal vez necesitaba un nombre.
Una a una, las princesas que participaron activamente en los combates se presentaron en el puente de la nave. Todas lucían terrible. Tanto física como anímicamente. Catra pensó para sus adentros que las apuestas sobre "derribar" soldados se habían terminado. Sucias de tierra y sangre, debía reconocerles, todavía portaban su orgullo y honor reales.
Frosta era quizá la que explotaba el peor cambio, porque al mirarla ya no podías encontrar a la niña, a la adolescente de 14 años, solo un soldado más, regio y mortal, sí, pero cansado… una niña cansada.
Catra estaba sentada muy recta en la silla del capitán en Darla, la última en entrar fue Angella y si pensaba algo acerca de la situación, no dijo nada. Micah y ella también estaban sucios, pero no tanto, ya que pelearon lado a lado, hasta que Angella agotó sus fuerzas por primera vez en siglos. No estaba segura si era por perder su conexión con la Roca Lunar. Después de ese momento se ocupó de ayudar a los heridos y a tomar decisiones cruciales toda la madrugada, al lado de Catra o Nube Oscura.
—Iremos a Luna Brillante mientras los capitanes movilizan todos los recursos aquí.
El comentario de Catra desató diferentes reacciones, pero la verdad es que después de la batalla, nadie tenía ganas de pelear.
Después de todo, resultó bien que Scorpia y Perfuma se quedaran atrás, a estas horas eran las únicas princesas con algo de descanso y entre las dos estaban recibiendo y manejando el campamento con todos los heridos. Una línea de suministros se estaba armando para movilizar los recursos.
Todos se acomodaron como pudieron en el espacioso pero impersonal puente de la nave. Spinnerella descansaba su cabeza sobre la de Netossa, juntas después de las desastrosas horas pasadas. Frosta sentada en el piso junto a Mermista, que distraídamente le pasó una mano sobre los hombros. Los reyes seguían sin saber cómo afrontar el destino de su hija. Bow se acercó hasta Entrapta y empezó a trabajar en silencio a su lado, solo dedicándole un apretón de manos cariñoso, recibiendo una pequeña sonrisa de vuelta.
Nube Oscura se ubicó a la derecha de Catra, quien ni se inmutó. La mirada verde se detuvo en un rincón apartado, donde Treeleaf estaba echado con el pelaje de un marrón sucio, Tajana estaba a su lado, una bola esponjosa de color rojo y grumos. Otra bola estaba junto a ellos, solo se veían las orejas negras de Mehira y Winda descansaba a su lado pero sin tocarlos a causa de sus espinas, con las patas extendidas.
Era la primera vez para algunas estar dentro de la nave en vuelo, pero era el menor de los detalles. Darla levantó el vuelo, con destino a Luna Brillante. A través de los cristales podían ver mejor las naves blancas que parecían suspendidas, sus formas amenazantes y filosas, como gigantes puntas de lanza.
Catra se preguntaba por qué aún no llovía fuego de los cielos.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Mermista poniéndose de pie.
—¿Qué son esas cosas? —masculló Castaspella.
—Parecen ser naves. De la Horda Galáctica, presumiblemente. Todavía no determino acertadamente su función, pero mi teoría más probable es que están cartografiando y explorando Etheria. —Explicó Entrapta.
Siguió una leve discusión donde Catra no participó. Como siempre, las palabras de la princesa de Dryl eran lógicas.
En pocas horas, terminaría el primer día del planeta de regreso al universo estrellado.
Y una mujer de apenas 20 años tenía el control del ejército más caótico y fraccionado que la historia de ese pequeño planeta recordara, para hacer frente a la mayor amenaza a la que cualquiera de los presentes se hubiera enfrentado, y dicho sea que entre esos presentes existía un ser inmortal de un milenio de edad.
Llegaron a Luna Brillante y la nave se estacionó en su lugar habitual. Ni siquiera pudieron llegar al mejor punto de la discusión.
—Seguiremos con esto en tres horas, en el Salón de Guerra —ladró Catra poniéndose de pie para detener las balas verbales. Todas las miradas se dirigieron a ella. —Todos tienen que descansar y comer algo —Volvió a hablar Catra, y la miraron más intensamente. —Lo que sea que estén haciendo esas cosas, no se va a detener. Tenemos que aprovechar este momento.
—Tres horas, en el Salón. Okey, Catra —Netossa se adelantó hasta ella, extrañada. —Y entonces nos explicaras todo lo que pasó para que estén esas naves en el cielo —la acusó frente a todas.
El tono de la princesa de las redes era terminante.
—Tres horas —Angella se adelantó antes de que alguien más pudiera decir algo. —Es cierto que debemos descansar y reponernos lo mejor que podamos. —Micah se le acercó para ponerle una mano en el hombro.
Cuando Catra llegó al Salón de Guerra, las que ya estaban ahí eran Mermista y Frosta, que no decían nada entre ellas. Se veían cansadas. Después de horas y horas de peleas, Catra tampoco sabía cómo seguían en pie. Ella pudo dormir un rato de puro cansancio y extenuación. Las otras dos solo reconocieron su presencia con miradas cansinas para regresar a reclinarse por entero en la mesa. Poco a poco el resto de las princesas se fue presentando, incluso Perfuma y Scorpia que llegaron apenas con tiempo desde Plumeria. Las demás apenas reconocieron la herida de Scorpia por su vendaje, pero estaban mucho más allá de preocuparse por eso cuando todas ellas también tenían heridas vendadas y tratadas. Las duchas, los baños largos, nuevas ropas, comidas calientes, alguna siesta, apenas podían paliar el cansancio de todos.
Al final, llegaron los reyes.
—Ya estamos todos aquí, Catra. Estamos esperando porque arrojes algo de luz sobre lo que está pasando.
—No hay necesidad de que yo aclare nada. Podrán verlo por ustedes mismos.
Existían un montón de cámaras en la Zona del Terror. Para Darla no fue complicado generar un video con los cortos que necesitaban, para presentarlo a los congregados.
Las princesas no tenían idea de lo que esperaban, pero no que Catra les mostrara tan vívidamente lo que pasó.
Se encontraron con las escenas de Lonnie recibiendo la comunicación de Catra, plantando las bombas, las desesperadas ordenes de Catra, como la redujeron los otros capitanes de la fuerza, el escenario con Hordak y como cuando ya estaban a punto de tener el control, y todas las princesas se olvidaban de que en esos momentos cada cual estaba en el lugar a donde debían estar en sus batallas, esperaban que fuera otro desenlace y no el que ya todas conocían. Sería la película más horrorosa de sus vidas. Y en otro holo se reproducía la dulce manipulación de Glimmer a Scorpia en la Cámara de la Black Garnet, el despertar de la conexión y la pelea que tuvieron contra las fuerzas hordianas que respondían a las alarmas. La Scorpia real miraba apenada hacia el suelo.
Todos vieron el despliegue de Hordak. Como Catra daba una patada a Hordak y en un momento de caos, las tabas quedaron volteadas en favor de Lonnie y la magicat. Del otro lado, Scorpia era parpadeada por Glimmer fuera de cámara y Glimmer reaparecía en el Sanctum, interrumpiendo la victoria sobre Hordak. Ese era el momento en el que la masacre de la noche se pudo evitar. Hordak intentó un ataque cobarde por la espalda de las dos mujeres peleando todavía, entre lágrimas y mutuos reclamos, Catra iba a detenerlo pero una extraña luz verde los rodeó y ella se quedó fuera de su alcance. Los tres dentro de la luz se detuvieron y un segundo después desaparecieron junto con el rayo. Nadie decía nada y la grabación seguía, mientras la Catra de la pantalla se acercaba al hoyo perfectamente circular que se quedo abierto y miraba arriba y abajo, con la cola agitándose violentamente, para después regresar a las pantallas y llamar a Lonnie en vano, a sí misma, a otros capitanes, posiblemente a quién fuera, para después los reyes llegar volando por la abertura del techo.
—Fue Glimmer... —susurró Mermista al terminar de ver los videos.
—Ella no... —Angella se llevó una mano al rostro y fue incapaz de seguir mirando. A su lado, Casta, Micah y Nube tampoco podían articular palabra.
—Lonnie no pudo volar los generadores, pero Double Trouble y ella lograron detener a Hordak antes de que activara su propia máquina. Pero Glimmer trabajó con Light Hope para restablecer las piedras rúnicas y activar el Corazón —explicó Catra desapasionadamente, pero sus puños apretados dejaban escurrir gotas de sangre. —No llegué a tiempo de detener el movimiento planetario.
—¿Qué significa eso? —Netossa preguntó, porque todos parecían demasiado pasmados de lo ocurrido como para pensar correctamente.
—Significa que hemos vuelto al universo —dijo Entrapta un tanto emocionada, pero no exultante.
—Significa que el ejército que Hordak quería traer aquí, son las cosas que están volando en el cielo —saltó Mermista.
—Las dos cosas son ciertas. El ejército que Hordak jura es más poderoso que nada en la galaxia —volvió a tomar la palabra Catra. —Ahora nos enfrentamos al Hermano Mayor y nuestra arma más poderosa no sirve. El Corazón de Etheria está activo, todas las piedras están equilibradas pero sin Glimmer no podemos manipularlo.
Scorpia en realidad lucía tan abatida.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Frosta, bastante perdida.
—¿No es obvio? —todos respingaron al escuchar la voz de Lonnie, que estaba un poco oculta tras Entrapta y Catra.
—Double Trouble, nadie está de humor para tus juegos —le regañó Catra con hartazgo.
—¿Ahora ese será tu papel?
—No podemos desbalancear más la cadena de mando, ¿verdad, Gatita? —dijo Double Trouble mientras absorbía la luz a su alrededor y reaparecía con su apariencia original.
—¿Puedes decirnos lo que es obvio? —preguntó Micah.
—Este es el ejército más grande de la galaxia, y aquí está el arma más poderosa del universo —se paseó por el espacio, volviéndose el foco total de la atención. —Está lista para usarse, solo falta el gatillo. Y no lo sé de seguro, princesita tecnológica, pero ¿no es más grande el universo que una galaxia?
Incluso Catra estaba pasmada ahora. Dejo de presionar sus palmas para considerar las palabras de ese reptil arrogante.
—No podemos usar el Corazón de Etheria.
—Eso era antes, ¿No, Gatita? Entiendo bien tus razones, y siempre es más divertida una campaña de asedio que una bomba gigante —le dijo DT como si estuvieran a solas, sentándose sobre la mesa holográfica. —Pero las circunstancias han cambiado.
—No vamos a usarlo... —siseó Catra, sintiendo el frío embargarla.
—Catra... podría tener algo de razón —dijo Entrapta, forzándose con cada palabra.
—¡No podemos estar considerando esto! —volvió a decir Mermista.
—No lo estamos considerando —dijo Catra otra vez sin levantar la voz, pero perdiendo la paciencia.
—Tal vez deberíamos pensar mejor todo esto —intentó Castaspella.
—Tal vez sea la única oportunidad que tengamos —dijo casualmente DT, todavía sobre la mesa y mirándose una uña.
—¡Tú no te volviste una bengala viviente! —exclamó Mermista otra vez. Solo Frosta asintió para apoyarla.
Angella dio un paso al frente y extendió las alas. Todos se callaron y la miraron. Incluso DT tuvo el decoro de bajarse de la mesa y ponerse a la izquierda de Catra, Nube no le veía con buenos ojos.
—Todos los puntos expuestos son válidos —empezó, recuperando su autoridad como Reina —Sin embargo, tanto no podemos permanecer sin actuar como sin considerar todas las posibilidades.
Parecía que Angella se estaba dirigiendo únicamente a Catra, aunque miraba a toda la habitación. Solo una gran regente tenía la experiencia y la pericia para lograr que todos en una habitación sintieran que ella les dedicaba aunque sea un segundo de su undividida atención.
—Aunque quisiéramos usar el Corazón, sin Glimmer no tiene caso —declaró Catra otra vez.
—Me temo que tienes razón, Comandante. Yo no experimenté más que una pequeña perturbación en mis poderes durante la activación, mientras todas ustedes mencionan haber sufrido un gran dolor junto con un incremento de sus poderes, princesas —Angella se dirigió a todas.
—Majestad, eso solo significa una cosa más —volvió a hablar DT y cuando todos le miraron, siguió —Necesitamos a todas las princesas elementales para usar el Corazón.
—Sí, pero nos falta una —dijo Mermista.
—Entonces hay que ir por ella —soltó DT. Catra le encaró y de verdad parecía que le iba a saltar al cuello —Tú lo sabes también como yo, Gatita. Pero no quieres admitirlo todavía —la sonrisa de DT solo se extendió —Existe la posibilidad de que el Corazón estalle y nos evapore a todos, incluyendo esta pequeña... peste, como siempre ha existido y se lo dejaste bien claro a la reinita. Pero ahora tenemos sobre nosotros a un ejército que traerá refuerzos de todos los rincones y ustedes no tienen a dónde ir. ¿Una táctica maravillosa, no crees? —Catra estaba respirando fuerte y profundo, claramente conteniéndose de matar a su mejor elemento. Pero la fuerza de una probabilidad contra una posibilidad iba a entrar en ella tarde o temprano.
—¿Nosotros? —pregunto Perfuma, tratando de distraer un poco la tensión.
—Sí, Florecita —DT volvió a transformarse, tomando la apariencia de Hordak —Yo estaré al lado del Hermano Mayor —todas reaccionaron diferente a su acción.
—¿Si te es igual, cuál es el punto, ser vil? —se adelantó Micah. Pero el ser vil regresó a la apariencia de Lonnie, lo que pareció contener más a Catra.
—No me es igual —dijo DT con la energía y firmeza de Lonnie —pero me gusta la administración actual y prefiero que no cambie. Sin embargo... —esta vez dejo que la fuerza de la mirada verdosa de Lonnie recorriera toda la habitación —Hay que contemplar todas las posibilidades. —Dijo terminando con Catra y regresar a su forma habitual —Además yo soy solo responsable de mi persona, pero ustedes, majestades, tienen mucho más de qué preocuparse —cerró con una ademán teatral hacia las pantallas que ahora solo emitían lo que pasaba frente a las cámaras en la Zona del Terror, soldados y rebeldes cumpliendo sus asignaciones o descansando.
A las princesas más orgullosas les quemó que fuera el ser más egoísta el que les recordara que su principal razón, la que debía ser su prioridad máxima, tenía que ser la seguridad y bienestar de sus súbditos. Aquellos que iban a la guerra en su nombre, aquellos que creían en sus juicios y valores para dirigir sus naciones.
—Double Trouble tiene razón. En todo —una voz calmada, fría y cansada se dejó escuchar claramente en el silencio espeso del Salón de Guerra. ¿No era triste que tuviera que existir una cámara llamada así en primer lugar? Pero esa voz tenía tan poco de familiar.
Catra de hecho respingó cuando Bow habló más allá a su derecha, pues él estaba al lado de Entrapta.
—Tal vez el Corazón sea lo único que pueda detener al ejército hordiano, pero sin Glimmer no podemos usarlo. Pero antes que todo, tenemos que asegurarnos que la gente esté lo mejor preparada posible.
—No vamos a usar el Corazón. No vamos a arriesgarlo todo. La Horda no podrá contra nosotros —declaró Mermista, mucho más contenida ahora, tratando de no prestar atención al cambio del arquero.
—Como bien dice Bow, lo que debe ocuparnos de inmediato es asegurar que las personas estén lo mejor posible bajo este nuevo panorama —dijo Netossa, lo que recibió asentimientos de parte de los viejos reyes y la mayoría de princesas.
—Seguimos en guerra. Las cosas no han cambiado —dijo Catra, tratando de recuperar algo de autocontrol. Este era su trabajo, no tenían que recordárselo.
Netossa estaba dispuesta a discutir eso en el momento, pero Spinnirella la detuvo.
—Nuestro enemigo no es el mismo, Catra —dijo en su lugar.
—Un enemigo u otro, no importa, descubriremos cómo destruirlo. No me detendré hasta que la cabeza de Hordak y el Hermano Mayor muerdan el polvo.
Ahí estaba otra vez esa mirada. Angella y Nube, cada quien por su cuenta, seguían esperando el momento en el que Catra saltaría, como una cuerda demasiado tensa.
—No dudamos de tu palabra ni tus intenciones, Catra —se adelantó Angella otra vez, sonando calmada y contenida. En opinión de Catra, era lo único que le quedaba después de ver lo que su hija había causado.
—Primero solo hay que asegurarnos de que todos estén a salvo, lo más que se pueda —agregó Micah, antes de que su esposa pudiera seguir hablando.
—En lo que todos pensamos en algún plan y descansamos un poco —agregó Netossa, centrada otra vez. Spinni le regaló una sonrisa.
—Llamada entrante de Grizzlor —informó Entrapta y todos se centraron en ella.
Catra tuvo el detalle de cuestionar a Angella con un movimiento de cabeza y esta respondió a su vez con un ligero asentimiento, juntando las manos comedidamente frente a su estómago. Catra le asintió a Entrapta.
—Suprema, General Glizzlor presente para el reporte —dijo el hombre bestia al momento que Entrapta le aceptó la llamada.
Mermista hizo un sonido de divertido y exasperado desdén sacando aire. Otras princesas solo se removieron inquietas. Catra casi podía escuchar el insulto sarcástico de Glimmer a su nuevo título, si estuviera presente.
—Procede —gruñó.
—Todo está listo. Las factorías, las fraguas y el centro de mando han sido vaciados y evacuados. Listos para su confirmación.
Todos tenían cuestionamientos en la mirada.
—Majestades, princesas... Bow, mi regalo por la victoria... —dijo Catra con cierto sarcasmo —Grizzlor, detona las bombas.
—¿Pero qué...?
—¿Bombas?
—¡Catra, espera...!
Los holos cambiaron la imagen y ahora mostraban vistas áreas generales de la Zona del Terror, siendo tragada por explosiones gigantescas una tras otra. El volumen era el suficiente para que todos escucharan las conversaciones de Glimmer y todo lo sucedido, pero ahora sobresaltó a los presentes. Catra agachó las orejas, igual que Nube, molesta por el ruido, pero no era lo único que la molestaba. En algún momento de la tormentosa noche, mientras planes y pensamientos del futuro se formaban, y durante el día más tranquilo, una parte de sí imaginó que se sentiría... bien. Alguna satisfacción, liberada, vengada. Algo. Pero quizás todo dentro de ella seguía obliterado por el inmenso odio que no dejaba de sentir.
Odio.
El único sentimiento que podía sentir.
Contra Glimmer, contra la Horda, contra la ingenuidad de Scorpia.
Catra pensó que ya estaba preparada para esto. ¡Ella lo vivió! Pero ver con toda claridad lo que pasó, era demasiado. El odio resonaba con cada explosión, pero no le traía ninguna paz ni satisfacción. Por lo menos matar a Shadow Weaver fue liberador.
Antes, sintió dolor, ira, resentimiento, un profundo sinsabor. Pero ya nada de eso era identificable, solo un corrosivo, poderoso, frío y ardiente odio. Contra Glimmer, contra Light Hope, contra todo... contra sí misma. Falló. Le falló a Adora otra vez. Pudo terminar con todo. Este debería ser el momento supremo, destruyendo lo peor de la Zona del Terror, sus arsenales, sus fraguas, el sanctum de Hordak con sus experimentos fallidos y enfermizos. Pero no. Le era negado otra vez.
El Odio se condensaba en todo su ser y las puntas de sus dedos refulgieron con hielo prístino.
Nube Oscura y Perfuma sintieron un escalofrío que no tenía nada que ver con el espectáculo de explosiones.
—Nada que pudiera ser usado por la Horda quedó en pie. No habían suficientes explosivos para volar todo, pero los fuegos harán su trabajo también —informó soltando hechos.
—¿Dónde está Grizzlor? —preguntó Netossa fríamente.
—En el campamento que montó la caballería de Luna Brillante en el borde con Plumeria —le contestó Entrapta, ya terminada la llamada con el aparente nuevo general de la Horda.
—No sabía que siguiera con vida —comentó Angella.
—Es el último de los Capitanes de la Fuerza originales. No es el más listo, pero es leal y sabe manejar a los soldados. —Empezó Catra —si quieren tratar de lo que se necesita para proteger a la gente y prepararnos, hay que hablar de eso.
Mermista seguía dudando un poco de Catra, que seguía acumulando poder y poder. Y por un momento, ni siquiera un segundo completo, sintió el pánico recorrer su cuerpo entero, también parecía ser igual para el resto de princesas. Realmente, para algunas, fue como si Catra solamente hubiera actuado todo el tiempo. ¿Bombas? Tuvo la osadía y el poder de ordenar plantas bombas en la Zona del Terror. El sabor rezagado de la traición les seguía amargando el alma. Catra no debería sorprenderlas así si no quería reacciones adversas.
—¿Cuáles son tus intenciones de verdad, gata?
Nube nunca había estado en una reunión de Estado con estas nuevas princesas, pero no le sentó bien eso. Un gruñido creció en su garganta, pero Angella la tocó sin voltear a verla con un ala y se contuvo.
—Ya lo saben —dijo Catra, cansada, deseando poder sentarse. Pero todas las sillas fueron alineadas a las paredes. Nube se sorprendió de que Catra no reaccionara para nada al claro insulto, cuando era orgullosa y saltaba por otras cosas. —Terminar con la Horda, sea cual sea.
—¿Solo por qué sí?
—Creí que lo que querían era hablar sobre la gente.
—Te estás pasando de la raya con tus decisiones.
—Tomo las decisiones necesarias y las que nadie más quiere tomar —gruñó al fin Catra y algo más ardió dentro de ella. —¿Estás enojada? ¡La Zona del Terror está ardiendo! ¿No estás satisfecha, no estás contenta? —dijo con todo el vitriolo que estaba conteniendo contra sí misma —¿Después de todo lo que tomaron de ustedes, después de todos estos años, no están satisfechas? —les gritó a todas, centrándose en Netossa, Mermista y las mismísimas reinas. —¿Por qué me siguen cuestionando a mí cuando fue Glimmer la que nos puso en esto? —dijo en su lugar en voz baja, concentrada, perfectamente clara, estirando los brazos y mostrando las manos, que goteaban la sangre de sus garras y de las palmas heridas por sí misma.
Netossa apenas se mostró un poco avergonzada. Mermista se alzó más, orgullosa y dolida, la barbilla le tembló un momento pero fue capaz de seguir sosteniendo la mirada a la magicat. Angella, por su parte igual que Micah, solo respiró profundo y se irguió de nuevo con el semblante ecuánime y las comisuras de los labios caídas. Nube contuvo el impulso de soltar un triste maullido.
—Por favor... —como en el más bizarro y horrible juego de netball, ahora todos dirigieron su atención a Perfuma, que apenas habló en toda la reunión. —Por favor, detengan esto.
Scorpia no se atrevía a levantar la mirada y claramente estaba conteniendo el llanto.
Perfuma ya tenía sus ojos brillantes de lágrimas y otras princesas se le unieron, azoradas y sorprendidas, el ambiente belicoso destruido totalmente. Mermista miró a Catra un momento, sintiéndose culpable, pero Catra no la miraba a ella, sino a Scorpia y la sirena fue testigo de uno de los cambios más asombrosos y súbitos en la princesa magicat. La tormenta de odio dentro de Catra fue asolada por vientos de arrepentimiento y desconsuelo. Pese a todo lo hecho y dicho, todos esos años, nunca había visto a Scorpia tan... deshecha. Era culpa de Glimmer, totalmente, ella manipuló a Scorpia, ahí estaban todas las pruebas y Catra nunca sintió ni dijo nada en contra de la escorpioni, porque de verdad no responsabilizaba de nada a su amiga. Pero no se detuvo a pensar lo que esas imágenes traerían para ella, lo que las bombas representarían para Scorpia. Nunca había visto a Scorpia a punto de llorar. Ni siquiera cuando envió a Entrapta a Isla Bestia.
A lo mejor, Scorpia lloró a solas, como todo hordiano.
Mermista y Nube vieron por primera vez preocupación en el rostro de Catra y cómo hacía el amago de caminar hacia Scorpia y Perfuma.
—Por favor, no más —pidió Perfuma.
Y en el instante la expresión abierta y preocupada de Catra murió, para regresar a una máscara más contenida, sino es que todavía algo culpable y avergonzada.
—Los campamentos están atendiendo a los heridos y los hordianos están terminando de reunir bienes y vivires —dijo Catra en un tono de voz tan neutral como si estuvieran en cualquier otra reunión diaria para ver la agenda del día y los avances. —Plumeria ya está recibiendo las primeras caravanas con recursos desde la Zona del Terror y los niños.
—Por hoy será todo... Mañana temprano nos reuniremos de nuevo.
Al principio, nadie reaccionó a las palabras de Angella. Scorpia lanzó un gran suspiro y su cuerpo entero tembló. Netossa y Spinnirella compartieron una mirada con la reina angelical y se acercaron a la salida.
—Mañana será otro día —dijo con serenidad la princesas de los vientos y remolinos.
Tras ellas salió Lonnie, después Frosta, Mermista, Entrapta le lanzó una mirada suplicante a Catra y a Bow y los dos le asintieron, Entrapta se fue en silencio y apenada. Bow después le lanzó una mirada a Perfuma y a Catra y también se marchó tras su princesa. Para entonces Scorpia ya no podía contenerlo, las lágrimas bajaban por sus mejillas y se dejó caer al suelo. Nube y los demás se acercaron, pero era Perfuma la que estaba al lado de la princesa Escorpión. En susurros, Angella le pidió a Micah y Casta que se fueran, Catra no se podía mover de su lugar.
Antes de que Nube pudiera alcanzar a Scorpia y Perfuma, Angella le puso abruptamente un ala enfrente.
—Esta es mi enmienda.
Angella era más alta que Scorpia, pero con la corpulencia de la segunda, era fácil pasarlo por alto. El llanto de Scorpia era silencioso y desgarrador, no quería incomodar a nadie. No hacía caso de las caricias suaves de Perfuma, de los besos frágiles en su cabeza, ni de las palabras que buscaban consolarla. Pero sintió el cambio cuando fue Angella, arrodillada a su lado, la que puso una mano firme y gentil en su hombro.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! Yo no quería...
Y el corazón de Catra no podía romperse más, pero de nuevo, cada trozo sangró. En su interior, juró que Glimmer pagaría de un modo u otro. Y poco a poco una parte de sí empezaba a admitir lo que Double Trouble dijera, pero no por esas razones.
Catra estaba clavada en su lugar, observando como impotente testigo a Perfuma, Nube y Angella al lado de su mejor amiga.
—Ven, Scorpia —llamó Angella con la voz más suave y amorosa que Catra jamás escuchara, punto.
Tan gentil como el agua, más suave que el viento, cálida como llama delicada en invierno, tan fresca y sencilla para reposar como la tierra. El amor inconmensurable de una madre. Angella, la que siempre se alzaba digna reina, hoy se arrodillaba humilde madre. Scorpia se sostuvo de su antebrazo con un poco más de fuerza de la necesaria y la piel de Angella se abrió, un hilillo de su sangre cayó hasta su pantalón, pero nadie le prestó atención a ello.
Angella envolvió con su otro brazo a Scorpia por los hombros y la llevó a su pecho, donde Catra y Perfuma veían con diferente dolor como la princesa roja se deshacía en llanto. Había algo profundamente mal en ver a una mujer tan grande y poderosa como Scorpia reducida a ese estado.
—Llora todo lo que necesites —recitó Angella con la misma voz baja, tranquila, quebrada al final, empezando a mecerse con Scorpia entre sus brazos. Y antes de que las alas las cubrieran a las dos, Catra apreció las lágrimas que también caían por las mejillas angelicales.
Ojalá no le estuviera haciendo esto a su amiga. Ojalá pudiera entregarle en su lugar la Zona del Terror, la Black Garnet, su antiguo reino, sino hogar, como era su secreta ambición hasta que el hechizo de la verdad la hizo tenerlo en cuenta. Había estado tan cerca... todos habían estado tan cerca.
Glimmer pagaría por cada lágrima derramada por su causa.
Pero el odio se dormía ante el cansancio y el remordimiento. Le dejó un vacío entumecido. Sintió frío y se miró las manos, verdaderamente consciente de sus heridas abiertas y el pelaje húmedo del hielo derretido por primera vez en todo ese rato. Una nueva punzada de odio la recorrió y se envolvió los brazos, justo cuando sintió las punzadas de sus garras, se detuvo mirando a la bola de alas y sollozos frente a ella. Scorpia siempre se ponía triste cuando Catra tenía nuevas heridas. Así que encogió las garras y solo apretó con la punta de sus dedos, pero la punzada de odio se disipó tan pronto como apareció y la dejó más cansada. Con la cola rodeando su propia pierna, sintió al fin el escrutinio de Nube Oscura sobre sí misma y bajó las manos en puños.
Pero no tenía caso, Catra estaba consciente de su cuerpo otra vez. ¿Cuánto tiempo había pasado? Ni 24 horas desde que destruyó a Light Hope, a lo mejor sí desde que She-ra, Mara, la tomara en contra de su voluntad y le diera toda la historia que no pidió. Su carne ya estaba abierta de nuevo. Su alma era una llaga viva. El tiempo ya no tenía principio ni fin, solo una tarea tras otra sin descanso ni satisfacción. Solo sigue adelante.
Perfuma estaba encogida en una sentadilla profunda, con sus delgados brazos rodeando sus rodillas y mirando con una mezcla de sentimientos enorme a las alas de Angella, pese a ser translúcidas les daban la suficiente intimidad a la princesa y la reina.
Nube se acercó hasta su amiga, se sentó con las piernas cruzadas con cuidado, le posó con cariño su mano mutilada en la espalda y empezó a cantar. Catra no sabía qué sentir de las continuas canciones de su madre, pero de la voz clara y grave, que se alzaba en notas sin letra, el entumecimiento de su interior empezó a ceder. Perfuma levantó la cabeza, curiosa, con los pequeños espasmos y suspiros de un niño pequeño que se recupera de una rabieta o un llanto profundo. Una pierna de Scorpia salió un poco por debajo de las alas y Nube Oscura la tocó con la otra mano.
El canto se impusó lentamente sobre los lamentos amortiguados de la escorpioni y las notas nítidas se convirtieron en la nana que Catra no recordaba pero con la que su cuerpo entero vibraba.
Ninguna era consciente del tiempo.
Dentro de las alas, Angella susurraba a Scorpia, consuelo y disculpas, profundo dolor y pena. Le ofreció tantas disculpas, por no tomarse el tiempo de hablar antes con ella, por no compartir acerca de su gente, de sus madres, por no mirar más en su dirección. Por todo lo que Glimmer dijo y la llevó a cometer. Scorpia al principio parecía tan perdida que no atendía el significado de las palabras, solo su gentil arrullo, pero después el llanto disminuyó lo suficiente para que Scorpia balbucease de vuelta. Disculpas y disculpas... disculpas por querer, por desear, si tan solo se hubiera adherido al plan, hubiera luchado junto a las otras princesas y todo esto no estaría pasando. Pero Angella disculpaba cada pecado imaginario y borraba cada culpa.
—Le creí, majestad... —susurró Scorpia con tanta desdicha.
—Y todo lo que dijo es cierto. La Black Garnet esperaba por ti.
—Pero no era el momento —renegó Scorpia.
—Eso no lo sabemos de seguro —intentó Angella.
—Lo siento tanto —volvió a decir Scorpia entre otro ataque de sollozos, sin encontrar más argumentos.
—Sácalo todo, Scorpia.
Porque Angella también necesitaba sacarlo todo.
Los versos de la nana se repetían y se entrelazaban, trayendo consuelo a quienes la escuchaban. Al cabo, Angella plegó las alas y Scorpia descansaba su cabeza contra el regazo de la reina. El llanto reducido solo a lágrimas que caían lavando todo tras de sí. Scorpia parecía a punto de quedarse dormida. Perfuma se apresuró a ayudarla a levantarse y sostenerla.
—Vamos, Scorp... vamos a descansar.
La escorpioni le pasó pesadamente un brazo sobre los hombros y se apoyó, aunque no era su poderoso físico el que la traicionaba.
Más compuesta, pero todavía con la expresión llena de pena, le dirigió una mirada a Catra, que no se atrevía a acercarse más.
—Lo siento, Catra.
—Solo ve a descansar, Scorpia —fue lo único que pudo ofrecer la princesa magicat con voz baja y suave. Pero se adelantó a abrir las puertas, y vio a Lily, la zorrillo, acompañar a las otras dos princesas.
Catra les dirigió una mirada cansada a las reinas, pero la última, la más pesada y la más resentida, fue para Angella. Salió, cerrando la puerta tras ella.
Angella se llevó las dos manos al rostro y rápidos sollozos se le escaparon, pero se recompuso antes de que Nube pudiera reaccionar adecuadamente.
—Desearía tanto no comprender tu dolor, Angella.
—Mi hija no está y la única propuesta de rescatarla llegó de un mercenario —respondió poniéndose de pie, con la voz plana e inmensamente triste.
—Todos están cansados y enojados... mañana pensaremos mejor —intentó Nube otra vez.
—No puedo reprochar su ira. Glimmer actuó a espaldas de todos.
—Lo siento tanto.
—Disculpa, Nube... iré a buscar a Micah —y con un asentimiento de la magicat, la reina salió de la cámara.
La magicat solo esperó un poco más para también salir, dispuesta a buscar a Chezira, pero después de unos pasos, decidió que también se merecía un descanso. Buscó algo de comer, se fue a su habitación y después de desnudarse para dormir, apareció una sombra por una de las ventanas. Dejó que Mehira se metiera bajo las sábanas con ella, mientras el puma lloraba a su modo.
Catra estaba tan cansada de estar cansada. Era un sentimiento tan... opresivo. Casi prefería el odio ardiente y frío, cual el viento cortante del Norte. Estaba tan cansada... pero no lo estaba en realidad. De algún modo, el canto de Nube había restituido sus fuerzas mentales y físicas, le dejó la mente preparada para lidiar con todo lo que pasó. Pero no quería. Estaba cansada de los acertijos, de las pruebas, de los reproches, de los... celos. De la culpa.
No podía creer que estaba algo celosa de Scorpia.
Scorpia, la princesa que fue timada, que era capaz de aceptar el abrazo de alguien más y sumergirse en ese consuelo. De aceptar la ayuda ofrecida.
Pero Catra estaba sola. Primero por imposición de sus pares, después por elección. Sus muros eran demasiado gruesos y altos para que ella misma los saltara en estos momentos de su vida.
Sabía que necesitaba una buena noche de sueño. Tal vez si lograba dormir, soñaría con Adora, con los recuerdos que Mara revolvió y trajo frescos a la superficie, de tiempos más felices y sencillos, donde su única preocupación era evitar la mayor cantidad de castigos posible. Era tanto que no podía lidiar con ello. No quería estar sola. No quería admitir que necesitaba compañía. ¿Y a quién buscar? No quería más peleas. Double Trouble ya debería de estar camino a la prisión para seguir a Plumeria y relevar a Juliet. Bow estaba con Entrapta.
Mermista y Frosta deberían estar solas, o a lo mejor se acompañaban entre ellas, pues Sea Hawk estaba en el mar con Octavia, dirigiendo sus propios barcos.
Aun así. ¿Quería la compañía de alguna princesa? Mientras caminaba a su habitación, recordó la amorosa y melancólica expresión de Mara, la penúltima She-ra dorada, muerta en soledad en medio del desierto, donde sus huesos se tornaron en polvo y una parte más del mismo desierto, de Etheria. ¿Era por eso que su espíritu, algún recuerdo con voluntad, podía alcanzar a Catra mil años después? Ojalá el conocer a la Mara real, o lo que quedaba de ella, ayudara a disminuir sus pesadillas. Nube llegó entonces a los pensamientos de Catra, la madre que siempre deseó sin saber lo que una madre era, que ahora rechazaba una y otra vez.
No era justo.
Catra sintió pena de sí misma.
No era justo.
El mundo la privó de todas las cosas buenas y suaves, la mordió y cortó una y otra vez, y Catra se hizo fría, se hizo astuta, filosa, pronta a morder también. Se volvió la mejor en aislarse para que no volvieran a morderla. No era justo. El mundo la hizo así, la mejor comandante, la mejor estratega para la guerra, la mejor manipuladora y conocedora de las emociones para sus propios fines. Y ahora el mundo le regresaba a su madre, a su gente ¿y pretendían que solo... dejara todo atrás? ¿Que bajara sus defensas y los recibiera con los brazos abiertos cuando todo el pelaje, todo su instinto pedía por soledad, por seguridad? No era justo.
¿Pretendían que dejara toda su identidad por un abrazo? ¿Por consuelo?
No era justo.
Y Catra no era justa.
Catra solo sabía de venganza, precios y deudas por pagar.
Así que ella y el mundo no estarían en paz.
Porque el precio a pagar por un poco de consuelo y descanso era demasiado alto. Catra no estaba dispuesta a pagarlo y resultar timada.
Siguió caminando para darse cuenta que no tenía una oficina o un despacho al cual refugiarse por trabajo. Molesta una vez más, siguió a su habitación para buscar su tableta y después irse al laboratorio de Entrapta. Esperaba que no estuviera ahí con Bow, sino en Darla o la habitación del arquero, estuviera donde estuviera. Para su buena suerte, la poca que pudiera tener, el laboratorio estaba vacío. Los diferentes espacios de trabajo con todos los proyectos de Bow y Entrapta.
Ya había reportes acumulándose. Los inventarios no se habían actualizado. Había algunos disturbios entre Rebeldes y Hordianos. Catra necesitaría ir al campamento Plumeria justo después de la reunión de la mañana. Tal vez podría irse de una vez y atender la reunión virtualmente.
Tuvo una llamada con Juliet, cuyas ojeras estaban peor. Catra podía admirar su dedicación al trabajo. Le comunicó las últimas actualizaciones de su estado, el descanso que se estaban tomando todos. Juliet dio un reporte detallado de todo lo que estaba pasando: estaban haciendo lugar para los niños, que habían llegado con sus cuidadores, algunos otros pubertos y sargentos hordianos. Casi cinco mil personas en total. Los hordianos enfermos y heridos estaban llegando también, transportados como sea en carretas, en hombros, en camiones hordianos y esquifes. El éxodo no se detenía. Estaban levantando lonas y telas como podían para ofrecer algún pequeño refugio
—Grizzlor es el nuevo General de la Horda, y Lonnie la Comandante, ya va para allá para ayudar a coordinar. En cuanto llegue, retírate a descansar. Hablaré con otros capitanes de Caballería para que ayuden a mover recursos más rápido —y Catra no quería escuchar nada sobre que no eran mulas de carga.
—La situación es muy tensa, Princesa Catra —comentó Juliet.
—Estoy al tanto. Mañana en la mañana saldré directo para allá para... hacer lo necesario para garantizar el trabajo fluido. Solo mantén a tu gente tranquila y lo mismo hará Grizzlor.
—Enterada —fue todo lo que Juliet pudo decir.
—Descanse, General.
Entonces Catra tuvo otra llamada, con Grizzlor. Su reporte fue más escueto y al grano.
—Solo mantenlos a raya. Haz cundir el ejemplo como haga falta. Los hordianos siguen sujetos a nuestras costumbres.
—Los Capitanes de la Fuerza están reacios, Suprema...
—Hazlos entender, Grizzlor. Es una orden. O los haré entender yo en la mañana.
—Entendido, Suprema —gruñó con miedo.
Era un cierto alivio solo poder gruñir y hacerse obedecer.
Catra siguió trabajando, llamando a más Capitanes de la Fuerza y caballeros, reafirmando las órdenes de Juliet y Grizzlor.
Siguió por lo que parecieron horas, hasta que la situación fue más tolerable y Catra solo podía pensar en el dolor de cabeza que sentía. A lo mejor debería ir por algo de comida. No había comido nada desde la mañana en Darla, algunas barras. Cuando estaba solo paseándose entre más reportes y viendo los archivos del resto de las princesas en la nube, notando que Netossa y Mermista también estaban haciendo lo propio, se abrió la puerta y Catra dejó caer la tableta de sus manos al ver quien llegaba.
Era Rogelio.
—Catra —gruñó con las extrañas inflexiones de su lengua.
No había odio, solo la impotencia suprema, la culpa.
—Rog... —no, no, no estaba lista para esto. Sabía que tenía que dar la cara. Pero no estaba lista. Por eso evitó a toda costa la prisión.
—Ya lo vi. Entrapta me dejó ver los videos. La encontré primero a ella —dijo Rogelio.
El silencio cayó sobre ellos. Rogelio no la estaba juzgando, pero su tristeza la aplastaba.
—No pude llegar... No la pude traer.
En respuesta, Rogelio emitió un gañido lastimero, comparable a un perro pateado buscando contentar a su amo. Catra ni siquiera sabía que el lagarto fuera capaz de emitir tal sonido.
—Rogelio... Lo siento, lo siento —era lo único que Catra podía decir. Y sentada como estaba, cayó al piso.
Porque era demasiado. Les había fallado a todos. No era justo. No lo era. Y lo que no le había provocado ninguna otra cosa, el silencioso dolor de Rogelio lo hizo. Pero Catra no podía quebrarse, no podía llorar, no lo merecía. Por mucho que lo necesitara, por mucho que le doliera, no podía llorar, no se merecía ese alivio, ese escape. Sentía la garganta arder de los sollozos que no permitía salir. Sentía la presión en su rostro de las lágrimas no derramadas, de los gritos no emitidos. Porque no lo merecía. Era peor que callarse ante un hechizo de la verdad.
Se ahogaría en sus gritos inarticulados si es lo que hacía falta. Porque algún precio debía pagar.
Rogelio no estaba preparado para esto así que hizo lo primero que su cuerpo lo impulsó. Sostuvo a Catra entre sus brazos, tal cual sostuviera a Kyle tantas veces mientras lloraba escondido por los insultos y ataques de los otros cadetes, asustado después de una plática con Shadow Weaver. Catra sacó las uñas, pero las escamas eran un poco más resistentes que la piel y en realidad no buscaba dañarlo. Los sonidos ahogados de sus gritos no emitidos. Rogelio nunca había visto a nadie gritar sin gritar. Por el contrario, había visto cadetes y prisioneros tan mal, que después de gritar y gritar terminaban vomitando porque no podían detenerse y al parecer el cuerpo necesitaba seguir sacando cosas, hasta que los gritos se convertían en arcadas vacías y las arcadas también se detenían, eventualmente. Hasta que el cuerpo y la mente quedasen vacíos.
Pero Catra no estaba permitiendo esa ansiada liberación. Estaba luchando contra su propio cuerpo.
Rogelio intentó contenerla lo mejor que pudo, incluso envolviéndolos con su cola, hasta que uno de esos espantosos gritos ahogados se cortó a sí mismo y Catra empezó a toser violentamente, ahogándose con el propio aire y su saliva. Hasta que tosió algo de sangre.
Catra se quedó quieta entre los brazos y piernas de Rogelio, tratando de recuperar el aliento, exhausta otra vez. Rogelio la mecía un poco y aunque el lagarto no era precisamente cálido, algo logró templar a Catra.
No lo merecía, pero Rogelio la había atrapado. No era ella buscando el alivio.
Se quedaron así hasta que el lagarto sintió que la gatita se sostenía de su uniforme también. Los dos haciendo lo mejor posible con lo poco que se les dio para ofrecer consuelo.
Catra no quería saber nada de Glimmer. Ni del Corazón. Pero si podía evitar que alguien más tuviera el corazón roto como ella, cometería cualquier artimaña para evitarlo. Ella no entendía de hijas y madres, pero sí de corazones rotos y amores perdidos.
Cumpliría su promesa: Lonnie, Rogelio y Kyle podrían estar juntos, o moriría intentando.
—La traeré —emitió en un susurro quebrado y Rogelio la abrazó más fuerte.
Muy lejos, en otro mundo, en otro corazón, tampoco existía paz.
Lonnie había regresado, restituida, a la celda donde las encerraron a las dos. Pero Lonnie no le dirigió ni la mirada. Glimmer podía ser un mueble más en su presencia. Lonnie solo se recostó en su cama y cerró los ojos. Glimmer ya no tenía fuerzas para seguir llorando. El cuerpo le dolía después del espectáculo de luces, cuando creyó que explotaría, de los golpes de Lonnie. Le ardían los ojos. Tenía sed. Solo era una bola de nervios tensos y sensaciones inquietas. Estaba sola. Estaba profundamente sola y sólo ahora comprendía que fue ella la que se cerró.
¿Cómo es que Lonnie podía solo acostarse y dormirse?
Glimmer siguió acostada, con algún suspiro trémulo interrumpiendo su desazón, hasta que no pudo más y solo se durmió, presa del cansancio y la soledad. De la culpa y la vergüenza.
Soñó con alas rosas y cálidas, brazos amorosos y besos que hacían cosquillas.
Si tan solo...
Se despertó sobresaltada con un ruido, pero no era más que Lonnie acomodando una silla bajo la cama para usarla de soporte y empezar a hacer su rutina de ejercicio. Por un momento, la reina sintió algo de hastío y exasperación, lo agradeció porque cualquier cosa diferente a la culpa y la vergüenza era bienvenida. Regresó a acostarse y cubrirse la cabeza con la almohada. No creía haber dormido demasiado porque todavía estaba cansada y dolorida, aunque con la mente un poco más clara.
Escuchaba la respiración pesada y rápida de Lonnie según la rutina se intensificó, después el sonido de sus pies desnudos al saltar sobre el suelo. ¿Cómo podía pensar en hacer ejercicio cuando estaban en una nave alienígena fuera de todo lo que conocían? Glimmer no podía más solo fingir que estaba físicamente sola. Se levantó exasperada al baño y se encontró con la mirada cortante de Lonnie, solo en top y boxers. No eran detalles en los que estarse fijando. Pero el corazón le tembló porque era la misma ropa interior de Adora.
La puerta corrediza se cerró automáticamente tras ella y se acercó a lo que parecía una urna en la pared, sobre la que estaba un espejo, o al menos un material reflejante, imbuido también en la propia pared. No es que Glimmer tenga pensamientos... peligrosos para sí misma, pero dudaba que el espejo pudiera romperse y pudiera usarlo.
Cuando salió del baño, se encontró a Lonnie en la posición de montar más perfecta que Glimmer viera, con el sudor rodando por sus músculos grandes y tonificados. ¡Por favor! ¿Su mente podría dejar de estarse fijando en eso? Casi podía escuchar a Mermista haciendo algún comentario sarcástico pero apreciativo acerca del tema. Ya sabía del coqueteo que hubo durante la preparación de las defensas para las Salinas. Y la culpa con la vergüenza volvieron a arremolinarse salvajemente en su interior. Con prisa, se fue a su cama otra vez.
Notas:
Hola! De verdad espero que este primer capítulo les haya gustado!
Siento la intermitencia y las publicaciones tan espaciadas. Pensaba publicar esto el fin de semana pero me agripe y solo me hice bolita en cama.
Nos vemos muy pronto en otro cap y en otras historias!
Carpe Diem
