Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y la historia está escrita sin fines de lucro.

Por otro lado, en la Ciudad de Tokio, en la casa de la familia Saotome:

― Nodoka, si sientes que buscar a esa chica y ofrecerle disculpas te hará sentir mejor, hazlo -le dijo la señora Nara a su hija mayor, sonriendo levemente, refiriéndose a Akane- no le des tantas vueltas al asunto.

― ¿Crees que si deba hacerlo, mamá -le preguntó la señora Nodoka- es que, le hablé tan mal la última vez que la vi, al recordar el sufrimiento tan profundo de Ranma por ella, unos días antes de que se enlistara en el ejército nuevamente… -hizo una pequeña pausa y exhaló un suspiro, con tristeza- no sé cómo vaya a reaccionar: quizás ni acepte hablar conmigo y no la culparía.

― Es de sabios cambiar de opinión, además, ni siquiera imaginabas, bueno, ninguno de nosotros imaginaba la historia que la rodeaba todo este tiempo y que siempre amó sinceramente a mi nieto… pobre muchacha, no puedo creer que estando en pleno siglo veinte, aún haya lugares que mantengan esas costumbres tan absurdas y que la hayan obligado a aceptar un compromiso para poder seguir estudiando en la universidad… es injusto que hagan eso con esas jovencitas de pueblo.

― Mi hijo… mi hijo intentó decírmelo varias veces y yo no quise escucharlo -dijo después, empezando a derramar unas pequeñas lágrimas- me cerré completamente al creer que ella solo estaba jugando con él, que andaba con varios hombres y que se había prestado para perjudicarlo en su carrera en el ejército… ¡ay, mamá, jamás lo apoyé…!

― Ya, hija, cálmate: solo actuaste como cualquier madre hubiera actuado por proteger a su hijo -dijo, tomando una de sus manos- y no digas que no lo apoyaste, porque no fue así: Genma y tú lo apoyaron completamente hasta el final… tanto, que mi nieto murió haciendo lo que siempre deseó toda su vida y te aseguro que desde el cielo, no le gustará escucharte decir todas esas barbaridades -luego, tomó su rostro con una de sus manos, para darle un beso en la mejilla- él debe estar muy agradecido por todo el cariño y el amor que siempre recibió por parte de su familia… especialmente, de ti.

La señora Nodoka sonrió levemente, derramando unas pequeñas lágrimas más:

― Pero, bueno, volviendo a hablar de esa muchacha -continuó la señora Nara- si te decides a ir a buscarla, cuenta conmigo.

― Gracias, mamá…

― Porque podríamos hacerlo ahora mismo, si estás de acuerdo, aprovechando que ese muchacho Toma, te dejó todos los datos para localizarla.

La señora Nodoka se quedó pensando un momento:

― Hasta podríamos decirle a tu padre que nos acompañe, porque creo que mi ciudad tocaya no está tan lejos, lejos, que digamos -continuó la señora Nara tratando de hacer un poco de gracia, pues, se llamaba igual que esa ciudad- regresaríamos en la noche, a más tardar, ¿qué dices?

― Bueno, creo que…

― A Genma no podríamos pedirle que nos acompañe porque está trabajando y tu hermana, pues, quién sabe dónde esté: ayer estuvo fuera casi todo el día y hoy, creo que ni siquiera la he visto.

― Ha de estar con algunas de sus amistades, mamá, tratando de distraerse un poco.

― Hmmm… ella debería estar aquí dándote todo su apoyo, como tú lo hiciste cuando perdió a su esposo -dijo, algo molesta-.

― No podemos obligarla, mamá -le dijo sonriendo levemente, limpiándose las lágrimas con un pañuelo- ella es libre de hacer lo que guste.

― Eres tan buena y comprensiva, hija -le dijo, tomándola de la mano nuevamente- pero esto no puede quedarse así: tendré que hablar seriamente con ella cuando la vea, porque ya no es una adolescente y éste no es el momento para divertirse o "querer hacer vida social", cuando nuestra familia está de luto y pasando por una situación sumamente difícil.

Mientras tanto, en Nomonhan, Mongolia, en el hospital "Sainshand":

― Gracias, Mariko, ya estoy satisfecho -le dijo Ranma, luego de terminar de almorzar y que ella le ayudara a hacerlo, por no poder ver muy bien aún (veía borroso)-.

― ¿De verdad, Shinno?, ¿no quieres algo más? -le dijo, muy contenta- porque puedo pedir que te traigan más comida…

― No, no, gracias, así está bien.

― Bueno, como digas -le dijo retirando la bandeja de comida de sus piernas, para colocarla en una mesita que estaba a la par de la camilla-.

― Mariko, yo… quiero agradecerte por la paciencia y todos los cuidados que has tenido conmigo durante este tiempo -le dijo después, buscando una de sus manos para tomarla y darle un beso- gracias por todo…

Ella sonrió ampliamente y se acercó mucho más a él, para darle un beso en los labios:

― No sabes cuánto deseo poder verte y recordarte… -dijo él, nuevamente- debes ser muy hermosa, tal y como te he apreciado en mis sueños…

Mariko cambió completamente su expresión al escuchar eso último:

― Bueno, no claramente -continuó Ranma- porque todavía es muy borroso, pero…

― ¿Has soñado con… una mujer? -le preguntó después, algo molesta-.

― Sí, pero sin duda alguna, debes ser tú: no creo que pueda ser alguien más, si estoy casado contigo…

― Eh, sí, por supuesto… -dijo después, algo nerviosa de que sus celos la hubieran traicionado-.

― Lo que sí me tiene muy preocupado es que, en el último sueño que tuve, alguien me gritó fuertemente que… que iba a ser padre…

Eso sí que la asustó:

― Mariko, ¿estás embarazada?, ¿vamos a tener un hijo? -continuó Ranma, en tono de súplica- dime, por favor.

― ¡No, no, no, claro que no, Shinno! -le dijo después, casi gritando- ¡solo fue un sueño, como bien acabas de contarme, no le des tanta importancia!

― ¿De verdad?

― ¡Sí, sí, por supuesto! -y luego dijo internamente, muy molesta- ¡entonces, sí es cierto que el hijo que está esperando esa estúpida pueblerina, es suyo y lo peor de todo, es que sí lo supo!...

― ¿Entonces, no es un recuerdo? -le dijo después, con decepción- tenía la esperanza de que sí lo fuera… creí que ya estaba empezando a recordar algo, pero…

― Tranquilízate, cariño, no te pongas así, además, si tanto deseas que tengamos un hijo, podemos planificarlo cuando te recuperes y salgas de este hospital, no te preocupes -le dijo maliciosamente, acariciando su rostro- pero, mientras eso ocurre, acá me tienes para seguirte contando cosas que sí viviste y que son ciertas…

― Gracias, Mariko, gracias por ayudarme y platicarme todas esas cosas de mi niñez y mi adolescencia, aunque aún no logre recordarlas, por más que lo intente… -dijo, exhalando un pequeño suspiro con tristeza-.

― ¡Ay, todo a su tiempo, no te desesperes! -le dijo después, volviendo a besarlo-.

― Está bien… mejor sígueme contando sobre mis padres adoptivos: ¿cómo fue que fallecieron y que nuevamente me quedé huérfano?... también platícame, cómo fue que nos enamoramos y nos casamos, por favor.

― Claro que sí, con todo gusto, mi amor.

Mariko se había estado encargando de contarle una vida que no era la suya. Sin embargo, para su desdicha, esos sueños (o mejor dicho, "recuerdos") se seguirían haciendo mucho más frecuentes los próximos días.

Por otro lado, en la Ciudad de Nara, Japón:

― Ku… Ku… Kuno -exclamó Akane, aún muy asustada al verlo. Sabía que en algún momento tendría que enfrentarlo, pero jamás imaginó que fuera tan pronto-.

― ¡Respóndeme, maldita sea! -le gritó él, de nuevo- ¡¿pensabas traicionarme y no casarte conmigo?!

― Yo… yo…

Para ese entonces, ya todas las personas que estaban en esa cafetería se les habían quedado viendo, muy sorprendidas:

― Disculpe, señor -dijo de pronto el dueño de la cafetería, acercándose y dirigiéndose a Kuno- no sé qué problema pueda tener con la señorita, pero esa no es la manera de tratarla.

― ¡Usted, no se meta! -le gritó Kuno, aún furioso- ¡yo trato a mi prometida como se me pegue la gana!

― Kuno, cálmate, por favor -le dijo Akane, aún en el mismo tono-.

― ¡Pues, no aquí en mi cafetería! -volvió a decirle el dueño a Kuno- ¡y si no se tranquiliza, voy a tener que llamar a la policía!

Kuno se enfureció mucho más al escucharlo y luego, metió rápidamente su mano a uno de los bolsillos de su chaqueta, para sacar unos billetes y aventárselos a la cara:

― ¡Vámonos de aquí! -le dijo después a Akane, llevándosela del brazo-.

― ¡Qué hombre más grosero! -gritó todavía una señora, al ver el comportamiento de Kuno- ¡llame a la policía, llámela, que no se lleve a la muchacha! -dijo después dirigiéndose al dueño de la cafetería, pero, ellos ya se habían alejado de ahí-.

Caminaron un poco más hasta llegar a un parque, donde no habían muchas personas:

― ¡Ahora sí, quiero que me respondas! -volvió a gritarle Kuno a Akane, soltándola del brazo-.

― Está bien, Kuno, está bien: hablaremos -le dijo con la voz algo temblorosa, tratando de mantener la calma- sé que mereces una explicación de mi parte y por eso…

― ¡Vaya al menos lo reconoces! -le volvió a gritar, con mucho sarcasmo-.

― Kuno… yo… yo… ya no voy a regresar a Nerima y si pedí realizar mis prácticas en esta ciudad, fue… fue por eso… porque ya no me casaré contigo -luego, tomó un poco de aire para seguir hablando- no… no sé cómo te enteraste que estaba aquí -pues, le había pedido de manera muy especial a la coordinadora de su carrera, que no le contara a nadie (incluyendo, a su familia) de su decisión de cambiar de lugar para hacer sus prácticas- pero, en parte, me quitas un gran peso de encima, porque podré devolverte tu anillo y…

― Jajajajaja, ¡¿y así nada más me lo dices, después de haberte permitido seguir estudiando en la universidad y de esperar durante cinco malditos años para casarme contigo?! -volvió a gritarle, con mucho más sarcasmo- ¡te di los obsequios más caros, te traté como una reina, te respeté, te tuve toda la paciencia del mundo, me porté siempre como un caballero, te fui fiel y no te forcé siquiera a que me dieras un beso: algunas veces hasta soporté tu asquerosa comida, ¿y así me lo agradeces?!

― ¡Lo siento mucho, Kuno, pero yo siempre fui sincera contigo! -le dijo, empezando a derramar unas pequeñas lágrimas- ¡en varias ocasiones, te dije que no te amaba y que buscaras a alguien más con quien casarte…!

― ¡Esa no es ninguna justificación, además, al final, aceptaste casarte conmigo!: ¡me diste tu palabra frente a todo el pueblo! -le gritó con desesperación, pasando una de sus manos por su cabello- ¡confié en ti, Akane!: ¡confié en ti y ahora resulta que mientras yo me mantenía tan tranquilo trabajando en mi hacienda, creyendo que estabas estudiando, tú te burlabas a mi costa, metiendo hombres a tu departamento, como una cualquiera!

― ¡Eso… eso no es cierto! -le gritó, entre desconcertada y molesta-.

― ¡¿Ah, no?! -le gritó después nuevamente, con sarcasmo- ¡¿y qué hay del militar que metiste en tu departamento la última vez que estuviste en ese edificio, eh?!: ¡el "tal Ranma ese"!

Akane se quedó completamente estática, al escuchar eso último:

― ¡Entonces sí era cierto lo que me contó esa señora del edificio y lo que me dijo Azusa! -exclamó Kuno empezando a enfurecerse mucho más, al ver su expresión (y ahora Akane ya sabía muy bien quién le había contado sobre Ranma y donde podía encontrarla)- ¡qué ciego estuve todo este tiempo: ese hombre sí existe y creías que jamás me enteraría!... ¡no eres más que una perdida y una descarada! -le gritó después, tomándola del brazo fuertemente- ¡seguramente, todo esto es obra de la mala influencia y de los consejos que siempre te dio tu amiguita esa, "la tal Shampoo", pero de una vez te digo que a mí no me vas a dejar en ridículo frente a todo el pueblo, ¿me escuchaste bien?!... ¡ah, no, primero, mataré a ese hombre para limpiar mi honor y después, volverás conmigo y nos casaremos!

― ¡No, Kuno, no volveré contigo, ni mucho menos, nos casaremos! -le dijo, zafándose de su agarre-.

― ¡Claro que sí lo harás, Akane!

― ¡No, Kuno, no!… ¡jamás!

― ¡Por supuesto que sí, porque de no ser así, dejaré a tu familia en la calle!

― ¡¿Pero de qué estás hablando?! -le preguntó, nuevamente desconcertada-.

Kuno sonrió con mucho sarcasmo y maldad. Se le quedó viendo de arriba hacia abajo un momento y luego le dijo, sin más contemplaciones:

― Si no nos casamos, "mi amor", entonces, tendré que cobrar la deuda que tu padre tiene conmigo desde hace años y que ya asciende a millones de yenes.

Mientras esto ocurría, por otro lado, en la Ciudad de Tokio, la señora Hinako acababa de regresar a la casa de su hermana y de su cuñado (luego de haber ido nuevamente a la mansión Konjo y de haber logrado traerse los documentos de Shinnosuke, que estaban en la habitación de Mariko):

― ¿Dices que mi hermana y mis padres salieron de viaje hace unos minutos? -le preguntó la tía Hinako muy sorprendida, a Asami-.

― Sí, señora -le respondió ella- si hubiera venido un poco antes, seguramente los habría encontrado todavía.

― Oh, ya veo… ¿y a dónde fueron?

― Fueron a la Ciudad de Nara y dijeron que posiblemente regresaban hasta la noche.

― ¿A Nara? -volvió a preguntar, mucho más sorprendida- ¿y a qué irían allá?

― La verdad, no lo sé: solo me pidieron que le avisara cuando regresara.

― Ah… -dijo algo fastidiada, pero después, pensó- bueno, al final me beneficia que no haya nadie en la casa, porque así podré escribirle a Mariko, para avisarle que ya conseguí los documentos de Shinnosuke y quizás hasta me dé tiempo de enviárselos hoy mismo, para salir de eso de una vez, sin que sospechen…

― ¿Desea comer algo, señora? -le preguntó después, Asami-.

― No, Asami, no tengo hambre -le dijo, en el mismo tono- voy a estar muy ocupada en mi habitación y no quiero que me molesten… -y empezó a caminar para dirigirse a las escaleras- hasta más tarde, súbeme té.

― Como diga, señora.

Por otro lado, en la Ciudad de Nara, Akane se había desconcertado aún más, al escuchar lo último que Kuno le había dicho:

― No entiendo… no entiendo nada… -le dijo después, con voz temblorosa-.

― Jajajaja, ¡por supuesto que no entiendes nada, porque ese fue un trato que hicimos únicamente entre él y yo! jajajaja: ¡el señor Soun me concedería tu mano a cambio de que le perdonara todo el dinero que le presté y que le he seguido prestando para que nadie se entere, ni siquiera su familia, de que su hacienda está en la ruina!

― Eso… eso no… no puede ser…

― ¡Claro que sí puede ser, querida!: ¡tu padre te vendió para saldar sus deudas conmigo! jajajaja, si no, ¿por qué crees que cambió tan abruptamente su decisión de no seguir con las tradiciones de Nerima, con lo de no comprometerte ni a ti, ni a tu hermano en matrimonio, eh?... ¡no tenía otra opción simplemente!: ¡o me concedía tu mano o se quedaban en la calle, porque la hacienda Tendo quedó como garantía de que nuestro matrimonio se llevaría a cabo! jajajaja.

Akane abrió mucho los ojos, completamente asustada:

― Deberías estar muy agradecida conmigo, cariño, porque yo he sido el que te ha pagado todos estos años tu carrera de enfermería, el que no ha permitido que tu familia se quede sin comer y también quien ha evitado que el señor Kuonji cancele el compromiso de su hija con tu hermano, porque por si no lo sabías, él hace ya un buen tiempo que tiene sus sospechas respecto a la situación económica de los Tendo y ha estado investigando, pero hasta ahora no ha podido confirmar nada jajajaja… -continuó Kuno-.

― Eso… eso no es cierto… ¡no es cierto!: ¡nada de eso es cierto! -le gritó, después- ¡estás mintiendo!... ¡estás mintiendo, Kuno!: ¡solo estás inventado todo esto para lastimarme y vengarte de mí!... -iba a decir algo más, pero de pronto, sintió una fuerte punzada en su vientre. Llevó rápidamente sus manos a dicha zona para acariciarlo un poco y se sentó en una banca que estaba por ahí cerca, mientras respiraba profundamente, esperando que se le pasara el dolor-.

Kuno cambió su expresión al verla:

― ¿Qué es lo que tienes? -le preguntó después, pero ella no le respondió- ¡¿qué tienes?! -le volvió a preguntar algo molesto, acercándose a ella-.

― ¡Nada, no tengo nada! -le dijo, también molesta- ¡aléjate de mí!

― ¡Ah, ya entiendo: seguramente estás fingiendo para que me compadezca de ti y no cumpla con mis amenazas, ¿verdad?!: ¡pues, no vas a conseguir nada de mí, de una vez te lo advierto!

Akane siguió respirando profundamente un momento más, hasta que sintió que el dolor estaba disminuyendo:

― ¡Si no crees lo que te acabo de decir! -continuó Kuno- ¡aquí tengo las pruebas para demostrarte que no es una maldita mentira! -y sacó rápidamente de sus bolsillos, unos papeles mal doblados- algo me decía que debía traerlos esta vez -le dijo después, entregándoselos-.

Akane los recibió y como pudo, los desdobló para empezar a leerlos: eran los testimonios de unas escrituras públicas que había faccionado su notario de más confianza, cuando el señor Soun aceptó dar como garantía de sus deudas, la hacienda de su familia, si no se llevaba a cabo dicho matrimonio.

Mientras tanto, por otro lado, nuevamente en la Ciudad de Tokio, Chihiro (una de las empleadas de la familia Konjo), se encontraba en la habitación de Mariko, revisando sus muebles, para saber qué era lo que la señora Hinako se había llevado, mientras el señor Konjo aún no regresaba de su trabajo:

Se veía muy sospechosa -dijo Chihiro, internamente- y hasta me pidió que no le contara al señor Ikki de su visita, ¿pero, por qué?: si supuestamente la señora Mariko le pidió que le enviara más ropa ahora que va a estar en Mongolia por algún tiempo, mientras cuida de su esposo, no veo el motivo por el cual hay que ocultárselo al señor… hmmmm, ¡todo está muy raro, porque bien pudo la señora Mariko pedirle ese favor a su padre o con todo el dinero que tienen, bien podría comprarse ropa allá!... -hizo una pausa- ¡y al irse de aquí (la señora Hinako) no vi que llevara alguna maleta!... ¡no, no, no, estoy completamente convencida que aquí hay gato encerrado y algo me dice que no fue por eso por lo que vino!

Por otro lado, en la Ciudad de Nara, después de unos minutos, mientras más avanzaba Akane con la lectura de esos documentos, más lágrimas derramaba con mucho dolor, al confirmar todo lo que Kuno le había dicho: ¡todos estos años, ¿cómo pudo hacerle algo así su padre, al imponerle esa carga tan enorme y pesada, amenazarla, reprimirla, atormentarla?!... ¡jamás imaginó que por haberse endeudado con Kuno, era que había cambiado su parecer con respecto a comprometerla en matrimonio con él!... ¡¿tanto la odiaba que la había considerado como un objeto, para poder disponer qué hacer y qué no hacer con ella?!:

― Todo habría sido tan distinto si no hubieras tomado la decisión de traicionarme… -le dijo Kuno, nuevamente- tú me obligaste a revelártelo, porque de no haber sido así, jamás te habrías enterado del trato que hice con tu padre y la imagen que tienes de él, seguiría intacta…

― ¿Mi… mi familia lo sabe? -le preguntó después, con voz temblorosa y entrecortada- ¿lo saben mi… mi mamá, mi… mi hermano y mis a… abuelos?

― No, no lo saben aún y va a depender de ti que lo hagan, que los deje en la calle y que se le arruine a tu hermano su boda con esa "linda señorita" de una de las mejores familias de Nerima, si no te casas conmigo -le dijo, en tono retador-.

Akane volteó a verlo, sintiendo una enorme repulsión por él:

― ¡No esperé todo este tiempo para nada, "amor mío"! -le dijo él después, en tono sarcástico- ¡ah y por si acaso se te ocurre la brillante idea de romper esos documentos, de una vez te informo que solo son unas copias, porque los originales ya están en los registros respectivos y son totalmente legales, ¿eh?, además, mi notario está listo para hacerlos valer, si llega la fecha y el matrimonio no se ha llevado a cabo!

― Kuno… yo… yo… no sé cómo, ni cuánto tiempo me tome, pero te juro que voy a devolverte todo el dinero que le prestaste a mi padre… -le dijo, con voz que denotaba una profunda desolación- pero, por favor, no los dejes en la calle, te lo suplico, ni le arruines su boda a Ryoga: ellos no tienen la culpa de nada -le dijo después, derramando unas pequeñas lágrimas-.

― ¡Ay, qué tierno! -le dijo con mucho más sarcasmo, simulando que estaba conmovido- ¡ahora sí te preocupas por tu familia, cuando pensabas traicionarlos a ellos también al haber tomado la determinación de fugarte con tu amante y de no volver a Nerima, además, tus juramentos ya no valen nada para mí, querida!

― Kuno… yo…

― ¡Tú nada, Akane! -le gritó furioso- ¡o te casas conmigo en la fecha pactada para no levantar sospechas o en este mismo instante, viajaré a Nerima y te expondré ante todo el pueblo como la mujerzuela que eres!: ¡les contaré sobre la deuda millonaria que tiene tu padre conmigo y me encargaré de que el compromiso de tu hermano con Ukyo, se vaya al infierno!

― Kuno… es que, yo… yo… ¡no puedo!… -le dijo con desesperación, volviendo a sentir un fuerte dolor en su vientre- ¡no puedo casarme contigo!… ¡no puedo y tampoco quiero: entiéndelo!

― ¡Ah, porque seguramente sí es cierto que te casaste con ese militar, como me dijo la señora del edificio donde vivías, pero no te preocupes que dejarte viuda no será un problema para mí! -le gritó, aún furioso- ¡muy militar podrá ser, pero no le tengo miedo y voy a matarlo como el gusano inmundo que es, porque es lo único que merece después de haberse atrevido a poner sus ojos en ti y deshonrarte!

Akane volvió a sujetar su vientre con ambas manos, tratando de respirar profundamente para que le cesara el dolor:

― Yo… yo… yo no me casé con él, Kuno… -le dijo después, empezando a derramar varias lágrimas nuevamente- Ra… Ra… Ranma murió… murió en la guerra que… que hubo no hace mucho… -hizo una pequeña pausa y lloró un poco más- fue… fue un gran hombre… tan… tan valiente, tan… especial y conocerlo, fue lo mejor que me pudo haber pasado y… y aunque ya no esté, lo seguiré amando toda mi vida… -iba a continuar hablando, pero de pronto, se acercó uno de los guardias del parque, al verla llorando y sujetándose el vientre:-

― ¿Se encuentra bien, señorita? -le preguntó- ¿qué le sucede?

― Todo está bien -le dijo Kuno rápidamente, bastante reseco- es un simple dolor de estómago: debió comer algo que le cayó mal y ya.

― No me parece que sea un "simple dolor de estómago", señor -le respondió el guardián, algo molesto- pediré una ambulancia… -y se comunicó por medio de una radio para solicitarla- ya vienen en camino, señorita -dijo después de unos instantes, dirigiéndose a Akane- no se preocupe.

― Gra… gracias, señor -le dijo con algo de dificultad, derramando más lágrimas- ¡Ranma… Ranma, ayúdame, por favor! -dijo después internamente, muy desesperada- ¡no permitas que le pase algo malo a nuestro hijo, te lo suplico!

Kuno solo se quedó viendo, mientras bufaba aún furioso y fastidiado.

Mientras tanto, por otro lado, en la Ciudad de Tokio, después de una hora aproximadamente, la señora Hinako se encontraba en su habitación, terminando de escribir la carta que le enviaría a Mariko, junto con los documentos de Shinnosuke:

¡Si no hubiera sido tan torpe y descuidada al revelar mi más profundo secreto ese día…!, ¡ay, no sé cómo fue que se me escapó así nada más! -dijo después internamente, bastante molesta- ¡pero, en fin, lo único que queda es que Mariko se lo lleve muy, muy lejos como pretende, para que nadie más sepa que está vivo, ni se entere de lo que ocurrió hace años…!

Estaba muy ensimismada, pero de pronto, alguien abrió abruptamente la puerta de su habitación:

― Señora, aquí le traigo el té que me pidió hace un rato… -era Asami-.

La señora Hinako pegó un brinco en la silla donde estaba sentada por el susto, botando parte de los documentos que tenía sobre el escritorio donde estaba escribiendo:

― ¡¿Pero qué te pasa, estúpida?!: ¡¿por qué no tocas antes de entrar?! -le gritó furiosa y nerviosa a la vez-.

― Lo… lo siento, señora, no fue… no fue mi intención… -dijo muy apenada colocando rápidamente el té en el escritorio, para luego, agacharse y empezar a recoger los documentos que se habían caído-.

― ¡Deja eso y lárgate inmediatamente de aquí! -volvió a gritarle-.

Asami asintió muy avergonzada aún, pero antes de colocar en el escritorio los documentos que tenía en sus manos, se dio cuenta que se trataba de la cédula de vecindad y el pasaporte de Shinnosuke:

― Estos… estos son los documentos del joven Kobayashi -exclamó después, muy sorprendida- ¿por… por qué los tiene usted?

― ¡Eso no te importa, entrometida! -le gritó nuevamente, arrebatándoselos- ¡ahora, sal de mi habitación!

― Sí… sí… señora…

― ¡Y ni se te ocurra contarle algo sobre esto a alguien, ¿me entiendes?, o te juro que esta vez, sí haré que te echen de esta casa y que no consigas trabajo en ningún otro lugar!

― No… no lo haré… con… con su permiso -dijo saliendo rápidamente muy asustada, al verla así-.

― ¡Ja!, ¡con eso basta!... ¡no creo que se atreva a decir algo, porque no le conviene! -dijo muy confiada, volviendo a sentarse para seguir escribiendo su carta-.

Por otro lado, en la Ciudad de Nara, en el hospital donde habían trasladado a Akane, después de los fuertes dolores que había sentido:

― Ya está fuera de peligro y podrá llevársela hoy mismo, como desea -le dijo una doctora a Kuno, bastante seria- voy a recetarle algunas vitaminas, pero, por favor, procure que esté tranquila y libre de preocupaciones lo más que se pueda, porque de no ser así, podría verse nuevamente en grave riesgo la vida del bebé: estuvo a punto de perderlo.

Kuno se desconcertó completamente, al escuchar eso último:

― ¿Qué… Qué fue lo que dijo? -le preguntó después, con voz temblorosa y entrecortada, por la rabia que se estaba empezando a acumular dentro de él- ¿be… bebé?

― Sí, creí que ya lo sabía -le respondió, muy sorprendida- porque su esposa ya debe tener aproximadamente como tres meses de embarazo…

― ¡¿Tres meses?! -gritó después, bastante molesto- ¡¿tres meses de embarazo?! -y luego dijo, internamente- ¡no se casó con ese malnacido, pero sí se entregó a él!... ¡todo… todo este tiempo, me estuvo viendo la cara de imbécil, ¿cómo no me di cuenta?!... ¡¿cómo pude ser tan confiado y permitir que se burlara así de mí?!... -pasó una de sus manos por su cabello- ¡ojalá se esté pudriendo en el infierno ese infeliz!

― Lo siento, seguramente se trataba de una sorpresa y yo me adelanté a contárselo… -le dijo la doctora, algo apenada-.

― No… no se preocupe… -le dijo, tratando de mantener la calma y de no explotar- quiero… quiero verla… -le dijo después, en un tono siniestro-.

― Sí, por supuesto, pase… -le dijo, abriéndole la puerta de la habitación donde estaba Akane-.

Kuno ingresó y se quedó parado frente a la camilla donde ella estaba, mientras apretaba sus puños fuertemente. Akane lo vio y procuró mantener una expresión firme:

― Bueno, yo me retiro, con permiso… -dijo la doctora, saliendo y cerrando la puerta de la habitación-.

― Ya… ya me dijo la doctora que… que estás embarazada, amor mío -le dijo después fingiendo una sonrisa, mientras pequeñas lágrimas empezaban a salir de sus ojos, por la furia que sentía y que lo estaba consumiendo en ese momento- ¡qué alegría!: ¡vamos… vamos a ser padres!… por eso, ahora más que nunca, debemos casarnos antes de que se te empiece a notar tu embarazo y el pueblo quiera hablar mal de ti…

Akane se desconcertó mucho al escucharlo:

― No, Kuno, no nos casaremos y tampoco volveré a Nerima… -le dijo después tratando de no inmutarse, con voz que denotaba cansancio-.

― ¡Por supuesto que sí nos casaremos, cariño!: ¡eso es un hecho!

― Kuno, por favor…

― ¡Ya no digas nada más, porque en este preciso instante, partiremos a Nerima y nos casaremos en la fecha pactada!... -le dijo en un tono aparentemente sereno y feliz, empezando a asustar mucho más a Akane- ¡ahora, vamos a recoger tus cosas al departamento donde has estado viviendo, para tomar el próximo tren!

― ¿Qué te sucede, Kuno?: ¿qué no me estás escuchando? -le preguntó después, empezando a enojarse y a desconcertarse aún más-.

― Vamos, te ayudaré a levantarte -le dijo acercándose a ella y tomándola por el brazo-.

― Kuno… Kuno… ¡no voy a ir contigo a ninguna parte! -le dijo después, casi gritando-.

― Claro que lo harás, mi vida, lo harás: porque si no, tendré que sacar hoy mismo a tu familia de esa gran hacienda donde han vivido por generaciones y no creo que quieras eso, ¿verdad? -le dijo, en un tono bastante siniestro- además, no le hace nada bien a nuestro bebé que te sigas estresando tanto: ya me lo hizo ver la doctora, porque estuviste a punto de perderlo -le dijo después con mucho sarcasmo, colocando una mano en su vientre- y por supuesto, no podemos permitir que ocurra algo así nuevamente, porque tiene que nacer sano y fuerte como su padre, ¿eh?…

Akane se le quedó viendo todavía más asustada y él continuó:

― Ahora, vamos… vamos por tus cosas -y la levantó de la cama, para llevársela de ahí-.

Mientras tanto, en la Ciudad de Tokio, después de unos minutos más, la señora Hinako acababa de salir nuevamente de la casa de su hermana y su cuñado, muy tranquila, para ir a depositar su carta al correo, aprovechando que su hermana y sus padres aún no regresaban de su viaje. Asami la vio cuando salió y decidió subir a su habitación para tratar de descubrir qué era lo que ocultaba (pues, estaba actuando aún más extraño que de costumbre): ¿por qué tendría esos documentos?, ¿por qué estaría tan nerviosa y por qué reaccionaría tan violentamente?... ¿por qué tanto misterio?

Al llegar, empezó a revisar las gavetas de su escritorio y al no encontrar nada importante, decidió revisar los muebles donde guardaba su ropa, pero de pronto, vio unas hojas en blanco que estaban sobre el escritorio que llamaron su atención, pues, notó que en ellas había quedado remarcado lo que la señora Hinako había estado escribiendo:

― Hmmmm… quizás si le paso un lápiz, logre descubrir a quién y qué era lo que estaba escribiendo… -dijo después, tomando las hojas y saliendo de ahí-.

Nuevamente en la Ciudad de Nara, minutos más tarde, Akane se encontraba en el departamento que había compartido con Shampoo, desde que llegó a esa ciudad y empezó a realizar sus prácticas, recogiendo sus cosas y guardándolas en una maleta. Kuno la estaba observando y al ver que se estaba tardando mucho, la tomó fuertemente del brazo, justo en el momento en que ella estaba guardando la muñeca de porcelana que Ranma le había regalado, provocando que la botara al suelo:

― ¡Apúrate, maldición, que debemos regresar hoy mismo a Nerima! -le gritó, muy molesto-.

― ¡Suéltame, no me toques! -le gritó ella también zafándose de su agarre, para luego, agacharse rápidamente y recoger la muñeca- la… la quebraste… -le dijo después con voz temblorosa, empezando a derramar muchas lágrimas, pues era un obsequio demasiado preciado para ella- ¡por… por tu culpa se quebró! -le gritó con mucho dolor y la acercó a su pecho, para abrazarla fuertemente-.

― ¡A mí qué me importa, solo era una estúpida muñeca! -le volvió a gritar con insolencia, cerrando la maleta- ¡no sé cómo puedes ponerte así por algo como eso, además, ni siquiera se compara con lo que me hiciste, así que no te atrevas a reclamármelo!

Akane derramó unas lágrimas más y él, al ver que aún seguía abrazando esa muñeca, se la arrebató de los brazos y volvió a lanzarla al suelo:

― ¡Ahora, vámonos de una buena vez! -continuó Kuno, tomándola del brazo- ¡porque de ti va a depender que no le avise en este instante a mi notario, para que proceda con el desalojo de tu familia! jajajajaja: ¡estoy únicamente a una llamada, mi amor, así que agradece lo benevolente que he sido contigo hasta ahora!

Ella volvió a zafarse de su agarre bruscamente y él le dijo, nuevamente:

― ¡Y ni se te ocurra quitarte otra vez ese maldito anillo de tu dedo, ¿me escuchaste?! -la había obligado a ponerse el anillo de compromiso, nuevamente- ¡porque lo portarás siempre, hasta que la muerte nos separe! -y una vez más, la tomó del brazo para llevársela de ahí-.

Por otro lado, en el pueblo de Nerima, Gosunkugi se encontraba hablando con Kodachi, en su habitación:

― Ya revisé todos los documentos más recientes que tiene tu hermano en su archivo, también sus chequeras, pero no encontré nada sobre esas mujeres del orfanatorio que se llevaron a tu sobrino -le dijo él, con decepción-.

― ¡Ay, no puede ser! -dijo ella con desesperación, cubriendo su rostro con ambas manos- ¡¿qué vamos a hacer?!, ¡¿qué podemos hacer?!

― Tranquilízate, querida -le dijo, abrazándola- te prometí ayudarte a encontrar a tu sobrino y lo haré… -luego, hizo una pausa- para mí que debió enviarlo a un orfanatorio de Tokio: nadie me lo quita de la cabeza.

― ¿Tú crees?

― Sí… voy a ver si logro comunicarme hoy mismo con un conocido que tengo por allá, para que haga el favor de averiguar en cada uno de los orfanatorios de esa ciudad.

― ¡Ay, sí, por favor, hazlo!

― Así será, solo te pido un poco más de paciencia, porque de que lo encontraremos, lo encontraremos: ya verás.

Mientras tanto, en la Ciudad de Tokio, después de una hora más, aproximadamente, Asami se encontraba bastante desconcertada, avanzando con la remarcación de las hojas que había encontrado en la habitación de la señora Hinako:

¡¿Pero, qué es todo esto?!... ¡¿qué?! -dijo internamente, mientras empezaba a derramar algunas lágrimas con mucho dolor- esto… esto es muy grave… demasiado grave… ¡¿cómo pudo hacer algo así la señora Hinako?! -hizo una pequeña pausa y lloró un poco más- ¡¿cómo ha podido permitir tanto sufrimiento?!... ¡pero, esta vez… esta vez, no me quedaré callada y aunque esto signifique perder mi trabajo irremediablemente, les contaré todo a los padres del joven Ranma!

Minutos más tarde, por otro lado, en la Ciudad de Nara, la señora Nodoka y sus padres habían llegado al hospital donde Akane había empezado a trabajar hacía apenas unos días y estaban siendo informados por un doctor, que ella ya no había regresado por la tarde. No dejaron de sorprenderse, pero decidieron ir a buscarla a la dirección del departamento donde vivía.

Mientras tanto, en la Ciudad de Bayan, ubicada en Mongolia, la abuela y la prometida de Sentaro acababan de llegar al hospital donde él estaba internado (con la ayuda económica del señor Konjo).

Sentaro estaba comiendo una pequeña merienda que le habían llevado unas enfermeras a su habitación, cuando las vio ingresar y no pudo evitar emocionarse mucho por tan agradable sorpresa:

― ¡Hijito! -exclamó la señora Daimonji, acercándose rápidamente a él para abrazarlo fuertemente, derramando unas pequeñas lágrimas- ¡ay, gracias, Kami-sama, gracias!

― Abuela… -le dijo sonriendo, sin poder escucharla con mucha claridad-.

― ¡Sentaro! -exclamó Satsuki también derramando unas pequeñas lágrimas, acercándose para darle un beso en los labios- ¡te extrañé mucho y no sabes lo preocupada que he estado desde que te fuiste y luego, al enterarme de lo ocurrido en la última batalla, yo… creí que te perdería! -y lloró un poco más-.

Sentaro acarició su rostro un momento y le dijo:

― Me alegra mucho volver a verte… pensé en ti en todo momento durante estos meses… -luego hizo una pequeña pausa y exhaló un suspiro con tristeza- disculpa que no haya podido escuchar muy bien lo que dijiste: perdí la audición, pero…

― ¡No te preocupes! -le dijo interrumpiéndolo, rápidamente- ¡lo que importa es que estamos juntos de nuevo, que nos quedaremos aquí contigo hasta que te den de alta y...!

― Eh, hija… -le dijo de pronto la señora Daimonji a Satsuki, interrumpiéndola también- lo mejor será que le escribas todo lo que le dijiste, porque no escucha: ya nos lo había advertido el señor Konjo en la carta que nos envió y ahora, él mismo nos lo confirmó.

― ¡Ay, es cierto! -dijo cubriéndose la boca con una mano, muy avergonzada- lo siento... ¿tiene un papel y una pluma? -le preguntó, después-.

Sentaro sonrió levemente y luego les preguntó, cambiando el tema:

― Disculpen, ¿ustedes saben algo sobre Ranma?

Ambas cambiaron su expresión al escucharlo y voltearon a verse entre ellas:

― Es que, en este hospital no está internado -continuó Sentaro- se lo pregunté a una de las enfermeras.

― Eh… hijo… -dijo después la señora Daimonji, con un gran pesar- él… él… murió: nos lo escribió el señor Konjo en la carta que nos envió...

Sentaro se le quedó viendo muy confundido, al no comprender muy bien lo que ella le había dicho:

― Mejor, escríbaselo -le dijo Satsuki a la señora Daimonji, entregándole una hoja y una pluma que había encontrado en uno de los cajones de una mesa que estaba a la par de la camilla-.

La señora Daimonji lo escribió rápidamente y después, se lo entregó a Sentaro:

― ¡¿Qué?! -exclamó después, muy desconcertado al terminar de leerlo- ¡¿Ranma… también murió?!

Ellas se sorprendieron mucho al escucharlo decir: "también" y Sentaro arrugó el papel, sintiendo como si le hubieran atravesado el pecho con una daga:

¡Los perdí a ambos! -dijo después internamente, volteando a ver a otro lado, cerrando fuertemente los ojos- ¡oh, Kami-sama: perdí a mis hermanos!

Por otro lado, en el pueblo de Nerima, Ryoga se encontraba en su habitación, empacando lo más necesario en una mochila, para el viaje que estaba dispuesto a realizar:

― Hijo, ¿puedo pasar? -le preguntó de pronto su mamá, tocando a la puerta-.

― Sí, mamá, pasa -le respondió algo serio, mientras continuaba empacando-.

― Cariño, me alegra que ya hayas regresado de trabajar -dijo, deslizando la puerta e ingresando a la habitación- ya casi está la cena y… -se detuvo al ver lo que estaba haciendo- ¿qué… qué significa esto, Ryoga? -le preguntó después, muy sorprendida- ¿por qué estás empacando tus cosas?

― Viajaré a Tokio a buscar a mi hermana, mamá -le dijo, aún en el mismo tono- tomaré el próximo tren.

― Pero, hijo, ¿lo sabe tu padre? -volvió a preguntarle, muy preocupada- ¿sabe que viajarás a Tokio?, ¿te dio permiso?

― No, mamá, no lo sabe y no pienso pedirle permiso esta vez, aunque se enoje conmigo y me vuelva a golpear… lo único que me importa es encontrar a Akane y como Kuno ya no se comunicó, iré también para asegurarme que todo está bien -y diciendo esto último, salió de su habitación decidido a viajar a Tokio, a pesar de los ruegos de la señora Aiko, pidiéndole que no lo hiciera, para que no se metiera en problemas con el señor Soun-.

Ryoga salió de la casa, para luego, encaminarse hacia la entrada principal de ese lugar, pero antes de que pudiera avanzar más, detuvo su andar precipitadamente al ver a su hermana junto a Kuno, ingresando a la hacienda.

Sonrió ampliamente y le gritó, muy emocionado:

― ¡Akane! -y corrió a su encuentro-.

― ¡Ryoga! -le gritó ella también al verlo-.

Se abrazaron fuertemente y él, hasta la levantó del suelo, dándole unas vueltas en el aire:

― ¡Me alegra mucho que ya estés aquí, payasita! -le dijo él, aún emocionado- ¡nos tenías muy preocupados, bueno, más a mí!

Akane derramó unas pequeñas lágrimas, acariciando su rostro un momento:

― A mí… a mí también me alegra mucho volver a verte, hermanito… -y lo abrazó fuertemente, de nuevo- perdónenme… ¡perdónenme por haberlos preocupado!...

― Ya, ya, cálmate, lo que importa es que ya estás de regreso: señorita enfermera -le dijo después, sonriendo nuevamente- ¡felicitaciones por haber finalizado la universidad!... ¡hay que celebrarlo a lo grande desde ya y después, otra vez cuando te entreguen tu título en tu graduación!

Kuno solo se quedaba viendo, sin mostrar expresión alguna:

― ¡Gracias por traerla, Kuno! -dijo Ryoga después dirigiéndose a él, aún sonriendo-.

― Con lo del título, ya quedamos con Akane que iremos por él después de nuestra boda -le respondió bastante reseco, evadiendo el comentario-.

― ¿Y eso, por qué? -le preguntó, muy sorprendido- ¿qué no iba a haber un acto de graduación o algo así?

― Sí lo habrá, cuñado, pero estando las bodas tan cerca, es preciso que nos enfoquemos únicamente en eso: ya después veremos todo lo demás -luego volteó a ver a Akane, sonriéndole con mucho sarcasmo- ¿verdad, amor mío?: ¿verdad que estás completamente de acuerdo conmigo y que es mucho más importante nuestra boda, la de mi hermana, pero, sobre todo, la de "Ryoga con la señorita Ukyo"?

Akane se le quedó viendo, sintiendo mucha más repulsión por él y no le respondió (porque sabía que nuevamente le estaba recordando sus amenazas).

Ryoga se les quedó viendo a ambos, aún sorprendido e iba a decirles algo más, pero de pronto, se acercaron las señoras Aiko y Cologne donde ellos estaban para abrazar a Akane, muy emocionadas también de volver a verla.

Por otro lado, en la Ciudad de Tokio, después de unos minutos más, siendo ya de noche, el señor Konjo se encontraba en la sala de su casa, cargando a su nieto muy contento:

― Señor, disculpe que lo moleste -le dijo de pronto Chihiro (una de las empleadas domésticas), llegando con él- pero creo que es necesario que se lo diga…

― ¿Qué me digas qué? -le dijo después, volteándola a ver-.

― Que la señora Hinako vino por la mañana…

― ¿Otra vez?: pero si ayer vino y se quedó hasta tarde… -dijo sorprendido- ¿y qué necesitaba?: ¿por qué no le dijiste que fuera a buscarme a la empresa?

― Es que… no vino a verlo a usted -le dijo, algo seria-.

― ¿Ah, no? -le preguntó, aún sorprendido- ¿y entonces a qué vino?: ¿a visitar al bebé?

― No, señor, tampoco…

― No entiendo nada Chihiro: explícate, por favor.

― Al llegar, me dijo que venía por un poco de ropa de la señora Mariko, para enviársela a Mongolia ahora que se quedará por un tiempo a cuidar a su esposo, porque ella se la había pedido y que no le contara nada a usted al respecto…

― ¿Qué?, ¿ropa? -preguntó, muy confundido- ¿mi hija le pidió ropa a Hinako?, pero si le dejé suficiente dinero para que pudiera sufragar todos sus gastos… ¿y por qué Hinako te pidió que no me contaras?

― Porque no fue por eso por lo que vino, señor: me dijo que venía por ropa para la señora Mariko, pero no fue eso lo que se llevó…

― ¿Entonces, qué se llevó? -dijo, empezando a enojarse-.

― Revisé bien todas las cosas de su hija y lo que se llevó fueron los documentos del señor Kobayashi.

Mientras tanto, después de otros minutos más, el señor Genma acababa de llegar a su casa:

― Señor, me alegra mucho que ya haya regresado… -le dijo Asami, al abrirle la puerta-.

― Gracias, Asami -le dijo sonriendo levemente y después, le preguntó- ¿ya volvieron de su viaje mis suegros y mi esposa? -ya que, le habían avisado para que no se preocupara-.

― No, señor, aún no -le dijo después algo nerviosa, volteando a ver hacia las escaleras, para asegurarse que la señora Hinako no se apareciera en ese momento y escuchara lo que tenía que contarle- pero, necesito hablar con usted urgentemente…

― ¿Qué es lo que sucede, Asami? -le preguntó sorprendido- te ves muy nerviosa y… ¿y eso? -le preguntó después, al darse cuenta que llevaba una maleta en una de sus manos- ¿te vas de aquí?

― Sí, señor, así es… -le dijo, tratando de mantener la calma- porque después de contarle todo lo que debo contarle, estoy consciente que ya no podré seguir trabajando en esta casa… -hizo una pausa y tomó un poco de aire- por… por eso prefiero renunciar…

El señor Genma se sorprendió aún más e iba a decirle algo, pero de pronto, tocaron a la puerta. Abrió rápidamente y se trataba de su esposa y sus suegros:

― Cariño, qué bueno que ya hayas regresado del trabajo -le dijo la señora Nodoka al verlo y se saludaron con un beso en la mejilla-.

― A mí también me alegra que ustedes ya hayan regresado de su viaje, ¿cómo les fue? -les preguntó después, el señor Genma- ¿pudieron hablar con la muchacha?

― No, Genma, no pudimos -le respondió su esposa, muy preocupada-.

― ¿Y eso, por qué?, ¿se negó a hablar con ustedes?

― No, no fue por eso, es que… no estamos muy seguros, pero parece que el hombre con el que ella estaba comprometida, la encontró y se la llevó de ahí -una vecina que vio todo, se los había contado- posiblemente, al pueblo de donde son, para obligarla a casarse con él, pero no sabemos cuál es el nombre de ese lugar… por eso, estábamos pensando ir a preguntarle a Toma a su casa, porque él sí lo ha de saber…

Asami solo estaba escuchando:

― Sí, me parece bien… -dijo el señor Genma- pero, hoy ya es demasiado tarde para ir a buscarlo, ¿por qué no vamos mañana temprano?

― Sí, eso mismo pienso yo -dijo el señor Raiden y luego, se dirigió a su hija- además, ¿de verdad es tan importante lo que debes hablar con esa muchacha, hija? porque yo, sinceramente, te aconsejaría que dejes las cosas tal y como están y que no vayas a buscarla a su pueblo, porque la gente de esos lugares, en su mayoría, es muy agresiva y no sabemos realmente cómo vayan a reaccionar…

― Tienes mucha razón, papá, pero si Toma vino a hablar personalmente conmigo, tomándose la molestia de aclararme todo respecto a Akane, fue por algo: lo presiento…

― ¡¿Toma vino a hablarte de Akane?! -preguntó de pronto la señora Hinako, muy molesta desde el balcón del segundo piso- ¡¿a eso vino ayer?!

Todos voltearon a verla, rápidamente:

― ¡¿Por qué no me lo dijiste?! -continuó la señora Hinako enfureciéndose mucho más y empezando a bajar las escaleras-.

― Porque no te has mantenido en la casa -le respondió la señora Nodoka, bastante sorprendida al ver su reacción-.

― Sí, hija, tu hermana tiene razón -dijo después la señora Nara algo molesta, dirigiéndose a la tía Hinako- quién sabe dónde te has metido y has estado actuando muy raro.

― ¿Qué es lo que has estado haciendo? -le preguntó también, el señor Raiden- porque éste no es el momento para estar socializando: nuestra familia está de duelo y…

― ¡Ay, bueno, solo era una pregunta! -dijo después haciéndose la desentendida, tratando de tranquilizarse- es que, de todo lo que pude haberme imaginado, jamás pasó por mi mente que Toma vendría a hablarte de esa mujerzuela, Nodoka…

― No la llames así, Hinako -le dijo la señora Nodoka bastante seria, interrumpiéndola- ya no quiero que te vuelvas a referir así de Akane, ¿está claro?

La señora Hinako se sorprendió mucho al escucharla hablar así y la señora Nodoka continuó:

― Akane fue la única chica que mi hijo amó, al igual que ella a él y jamás estuvo tras su dinero, ni anduvo con otros hombres, como tantas veces me aseguraste.

― ¡Ay, Nodoka, ¿pero, qué es lo que te sucede?!: ¡¿tan fácilmente le creíste a Toma todo lo que te vino a contar ayer y te atreves a dudar de mí, que soy tu hermana y que siempre velé por tu bienestar y el de mi sobrino?! -le preguntó después, fingiendo estar ofendida-.

― ¿Por qué me mentiste, Hinako?: ¿por qué me aseguraste que la última vez que hablaste con ella, te había confesado que había tenido varios amantes y que solo andaba tras el dinero de mi hijo?

La señora Hinako se sorprendió aún más y antes de que pudiera decirle algo más, Asami intervino:

― No… no solo en eso le mintió a usted, a su esposo y a sus papás, señora Nodoka, también lo hizo en muchas otras cosas más…

Mientras esto ocurría, por otro lado, en el pueblo de Nerima, en la hacienda de la familia Tendo, Kuno se estaba despidiendo para retirarse, después de haberse quedado a cenar y a platicar "amenamente" con ellos:

― Acompaña a tu prometido a la puerta, Akane -le dijo el señor Soun en tono algo reseco e imponente, mostrando siempre una expresión implacable (aunque por dentro se sintiera aliviado y que se le había quitado un gran peso de encima por su regreso)-.

Akane volteó a ver a su padre de una manera fría… muy fría (como nunca antes lo había visto, al tener muy presente todo lo que había hecho con ella) y después solo asintió, empezando a encaminarse hacia allá.

― Gracias a todos, feliz noche… con permiso -dijo Kuno haciendo una pequeña reverencia y siguiéndola. Al llegar a la puerta, volteó a ver a todos lados y la tomó fuertemente por la cintura para acercarla a él y susurrarle al oído:- espero que estés muy satisfecha y agradecida conmigo de que a pesar de tu traición, haya aceptado aún casarme contigo, descarada, porque lo que en realidad procedía era dejar en la calle a tu familia y exponerte ante todo el pueblo para que te lapidaran por ser una cualquiera… -hizo una pausa y después le dijo, sonriendo sarcásticamente- pero ya me lo cobraré en nuestra noche de bodas y más te vale que le pongas todas las ganas del mundo y me demuestres cuanta experiencia adquiriste en la cama jajajaja.

Akane se separó de él bruscamente y le dio una fuerte bofetada:

― ¡No vuelvas a tocarme y lárgate de aquí de una vez! -le gritó después, furiosa- ¡no voy a permitir que me sigas ofendiendo!

Kuno se le quedó viendo aún sonriendo sarcásticamente, mientras sobaba su mejilla:

― Con que muy digna, ¿eh? -le dijo después, en el mismo tono- le aprendiste muy bien a "tu amiguita" todos estos años -se refería a Shampoo- pero, otro golpe así y ya ni siquiera casándonos será suficiente para no despojarlos y cobrar la deuda de tu padre, ¿te quedó claro, mi amor?: espero que sí… -y diciendo esto último, le lanzó un beso y le guiñó un ojo, para darse la vuelta e irse de ahí-.

Akane cerró la puerta somatándola, para luego, recostar su frente en ella, sintiendo una gran impotencia y desolación:

― ¿Sucede algo, niña? -le preguntó de pronto su abuela acercándose a ella, mientras sujetaba un azafate en sus manos (venía de la cocina para llevar más té a la sala)- me pareció que estabas discutiendo con Kuno…

Akane se limpió rápidamente las lágrimas que tenía en sus ojos, con uno de sus brazos y volteó a verla:

― No… no pasa nada, abuelita… -le dijo después, sonriendo levemente- no… no estábamos discutiendo… discúlpame, pero, estoy muy cansada por el viaje… creo que… creo que mejor me iré ya a descansar… buenas noches.

― Pero… ¿qué no te ibas a probar de una vez tu yukata para bodas?... hijita…

Akane no la dejó terminar y se fue corriendo de ahí, en dirección a su habitación.

Estoy segura que sí le ocurre algo a mi nieta y algo muy serio -dijo después internamente la señora Cologne, con preocupación- soy vieja, pero no tonta y la experiencia nunca falla: espero que no sea lo que creo que es, por favor, Kami-sama… -ya que, en cuanto vio a su nieta, pudo notar varios cambios en ella, no solo en su estado de ánimo, sino también "en su cuerpo" y de lo que estaba completamente segura, era que la Akane que había regresado, no era la misma que había salido del pueblo para ir a estudiar a Tokio-.

Por otro lado, nuevamente en la Ciudad de Tokio, en la casa de la familia Saotome, todos habían volteado a ver a Asami, al escucharla:

― ¿De qué hablas? -le preguntó después el señor Genma, bastante sorprendido-.

― Sobre eso era que quería hablarle, señor -le respondió Asami- o mejor dicho, sobre ella…

― ¡¿Pero cómo te atreves, mocosa?! -le gritó la señora Hinako- ¡¿con qué derecho interfieres en esta conversación, eh?!: ¡aquí no eres más que una sirvienta y tu lugar es en la cocina!

― ¡Ya no más, señora, porque en este preciso momento, renuncio a mi trabajo en esta casa! -dijo después, tratando de mostrar firmeza- ¡pero no me iré sin antes contar todo lo que sé…! -hizo una pequeña pausa y luego, continuó- usted… ¡usted le aconsejó a la señora Mariko hace unos meses que sedujera al joven Ranma: ella vino a reclamárselo un día antes de casarse con el joven Shinnosuke y a exigirle que no la dejara sola, porque había sido su idea, pero usted la sacó de la casa diciéndole que su hermana jamás le creería, aunque se lo contara y aquella vez que llamaron de un bar para avisar que el joven Ranma estaba muy bebido, usted le deseó que le diera una sobredosis de alcohol!

Todos se desconcertaron mucho, al escucharla:

― ¡Niña insolente, ¿cómo te atreves a levantarme falsos y a acusarme así nada más, sin tener pruebas?! -volvió a gritarle, la señora Hinako- ¡¿cómo puedes inventar todo eso de mí?!: ¡a la conclusión que puedo llegar, es que siempre me odiaste y que lo único que buscas es hacerme quedar mal con mi familia!

― Asami, esto es muy serio -dijo después el señor Genma, interviniendo- si solo es un invento de tu parte, entonces…

― No es un invento, señor, pero desgraciadamente, no tengo pruebas para demostrarlo…

La señora Hinako sonrió complacida:

― Lo mejor será que te vayas de una vez de aquí -le dijo después, acercándose a abrir la puerta de la casa- y ni esperes una indemnización de nuestra parte, ¿eh?, porque no te la mereces.

― No tengo pruebas de eso… -dijo nuevamente Asami, con mucha firmeza- ¡pero sí para demostrar que el joven Ranma está vivo y que usted se puso de acuerdo con la señora Mariko para hacerlo pasar por el joven Shinnosuke, aprovechándose de la amnesia que está padeciendo y poder sacarlo de ese país y llevárselo a Francia!

Todos se desconcertaron mucho más al escuchar eso último. La señora Nodoka se cubrió la boca con ambas manos por la impresión y la señora Hinako sintió como si le hubieran vaciado encima veinte baldes de agua fría… muy fría:

― ¡¿Qué… qué dijiste, Asami?! -le preguntó después la señora Nodoka, casi gritando y derramando muchas lágrimas- ¡¿mi… mi hijo está… está vivo?!

― Sí, señora, lo está… -le dijo, sonriendo levemente- pero deben apresurarse a ir por él, antes que a la señora Mariko le lleguen los documentos del joven Shinnosuke y lo pueda sacar de Mongolia, haciéndolo pasar por su esposo… -y sacó de su bolsillo una de las hojas que había tomado del escritorio de la señora Hinako y que había remarcado con un lápiz, para entregársela-.

La señora Nodoka la recibió para empezar a leerla, pero de pronto alguien más que también había escuchado lo último que Asami había dicho, se hizo presente en ese lugar (ya que, la puerta estaba abierta) y gritó, completamente furioso:

― ¡¿Entonces, para eso fue que te llevaste todos los documentos de Shinnosuke, Hinako?!: ¡¿para eso los querías?! -se trataba del padre de Mariko, que había ido a buscarla para exigirle una explicación- ¡¿mi hija y tú se pusieron de acuerdo para hacer pasar a Ranma por Shinnosuke, aprovechándose de su ceguera y su amnesia?!... ¡oh, Kami-sama, ¿cómo pude ser tan ingenuo?! -gritó después, con mucho dolor- ¡ahora entiendo perfectamente por qué Mariko no se puso a llorar desconsoladamente al enterarse de la muerte de Ranma: porque sencillamente, no está muerto y ese muchacho… ese muchacho que estaba en esa habitación, es él!

― Hija, ¿cómo… cómo pudiste? -dijo después la señora Nara, completamente horrorizada- ¡¿cómo pudiste hacernos algo así?!

― ¡Hinako, será mejor que nos des una maldita explicación sobre todo esto! -le gritó el señor Genma, muy desconcertado- ¡porque no es posible que sabiendo que mi hijo está vivo, te hayas atrevido a ocultárnoslo y a apoyar a Mariko a cometer esa bajeza!

― ¡No, no, no, las cosas no son así, cuñado! -le dijo bastante nerviosa, tratando de inventar algo rápidamente- ¡Mariko solo me pidió que le enviara los documentos de su esposo para llevárselo de vacaciones cuando salga del hospital, nada más!: ¡yo no sé de dónde sacó Asami que mi sobrino está vivo y que Mariko está planeando hacerlo pasar por su esposo!

― ¡Y si por eso era que necesitabas los documentos de mi yerno, ¿entonces, por qué demonios le dijiste a Chihiro que mi hija te había pedido que le enviaras ropa, eh?! -le gritó nuevamente, el señor Konjo- ¡¿y por qué le exigiste que no me contara sobre tu visita de hoy por la mañana?!

La señora Nodoka volteó a ver a su hermana con una furia incontenible, derramando muchas más lágrimas, mientras sujetaba aún la hoja que Asami le había dado, con sus manos temblándole completamente. Después, se acercó a ella y sin decir una sola palabra más, ni darle tiempo para que reaccionara, le dio tres fuertes bofetadas en ambas mejillas.

La señora Hinako no se lo esperaba y se asustó mucho:

― ¡Te abrí las puertas de mi casa cuando murió tu esposo! -le gritó después la señora Nodoka, aún furiosa- ¡te apoyé cuando más lo necesitabas; siempre te quise mucho y en varias ocasiones, regañé a mi hijo y hasta me puse en contra de él, por darte a ti la razón!: ¡¿por qué me hiciste esto, Hinako?!, ¡¿por qué?!... ¡¿por qué me odias?!... ¡¿por qué odias a mi hijo?!... -y lloró, todavía con más dolor- ¡él siempre me lo dijo desde que estaba muy pequeño y yo no le creía!

― Hinako, es muy grave lo que pensaban hacer Mariko y tú, con Ranma -dijo después el señor Raiden, bastante molesto- y aunque seas mi hija, tendré que llamar a la policía ahora mismo, para que respondas por este delito….

La señora Hinako no podía creer aún todo lo que estaba pasando. Se sintió completamente acorralada, pues esta vez, no tendría escapatoria alguna: había quedado al descubierto. De pronto, sin decir nada más, salió corriendo de ahí, lo más rápido que pudo:

― ¡Hinako, ¿a dónde crees que vas?! -le gritó su papá todavía, al verla huir-.

El señor Konjo y el señor Genma fueron tras ella, pero, al salir de la casa, la tía Hinako no se fijó y se topó con unas personas que iban caminando por la acera y cayó al suelo (ganándose algunos raspones e insultos). Se levantó rápidamente, pero al ver que ya iban a alcanzarla, se atravesó la calle sin ver a los lados, provocando que un vehículo la atropellara irremediablemente y que saliera volando, para luego, caer al suelo bruscamente, quedando inconsciente:

― ¡Hinako! -gritaron sus padres muy asustados, desde la puerta de la casa, yendo rápidamente con ella-.

La señora Nodoka se cubrió la boca con ambas manos por la impresión y el señor Genma la abrazó, también muy sorprendido por lo que acababa de pasar:

― ¡Lo siento, yo… yo no quise lastimarla! -dijo el conductor del vehículo bajándose rápidamente, muy preocupado y asustado a la vez- ¡ya no pude frenar!: ¡ella se me atravesó así de repente!

― ¡Llamen a una ambulancia, por favor! -gritó la señora Nara, muy desesperada-.

El señor Konjo fue rápidamente a un teléfono público para llamarla, mientras toda la gente curiosa que andaba por ahí cerca, se amontonaba para ver lo que había ocurrido.

Por otro lado, después de varios minutos más, nuevamente en el pueblo de Nerima, en la hacienda Tatewaki, Kuno se encontraba encerrado en su oficina bebiendo Whisky descontroladamente, para tratar de ahogar el profundo dolor que sentía "por el engaño de Akane":

¡¿Por qué, maldita sea, por qué?!... ¡¿por qué, Akane, por qué me hiciste esto, si yo te amo?! -gritaba internamente, llorando y sintiéndose herido de muerte- ¡te amo como nunca antes había amado en toda mi vida!: ¡eras lo único valioso que me quedaba en mi miserable vida y ahora resulta que me apuñalaste por la espalda y de la manera más baja que puede existir! -lloró un poco más y después, tiró todo lo que estaba en su escritorio, con furia- ¡iba a darte tu lugar como mi esposa, iba a consentirte y a llenarte aún más de obsequios; iba a darte todo lo que me pidieras, pero eso se acabó!: ¡ahora solo servirás para complacerme todas las noches y ese bebé… ese engendro que esperas, no nacerá!... ¡no nacerá, porque ya me encargaré de que lo pierdas en nuestro viaje de luna de miel, porque solo a mí me darás hijos!... ¡solo a mí!

Horas más tarde, siendo aproximadamente las tres de la mañana del día siguiente, Kodachi se encontraba despierta, a pesar de estar acostada en su cama, pues, no podía conciliar el sueño por estar pensando y pensando en lo que sucedería con Nabiki y su sobrino, ahora que su hermano había regresado de su viaje. Solo esperaba que Gosunkugi lograra averiguar algo pronto con el conocido que tenía en Tokio, porque cada día que pasaba, se preocupaba más y más por no poder hacer nada por ellos.

Estaba muy ensimismada, cuando de pronto, escuchó unos pequeños golpes en su ventana. Primero, creyó que quizás se debía al viento que estaba soplando muy fuerte, pero después, escuchó también que le decían, en voz baja:

― Señorita Kodachi… señorita Kodachi…

Se sorprendió mucho al reconocer esa voz y rápidamente se colocó una bata sobre su camisón para acercarse a su ventana:

― ¿Mousse? -exclamó, levantando sus cortinas- ¿qué… qué haces aquí? -le preguntó después, con voz algo temblorosa por no poder creer que de verdad se tratara de él y abrió la ventana para permitirle que entrara:-

― Señorita… disculpe mi atrevimiento de venir a esta hora y de entrar por su ventana… pero, es que, ya no puedo permitir que siga un minuto más en esta casa… -le dijo él, muy nervioso- yo… quiero que sepa que vengo dispuesto a ayudarle a escapar, aunque su hermano ya haya regresado de su viaje…

Ella se le quedó viendo un momento, aún muy sorprendida. Luego, exhaló un pequeño suspiro y le dijo, algo reseca:

― Mousse, yo… te lo agradezco mucho, pero no era necesario que hicieras algo tan arriesgado como esto, porque tal y como te dije la última vez que hablamos: ya no quiero escapar de aquí.

― Pero, señorita, entonces… ¿me está diciendo que está dispuesta a casarse con ese señor que no ama? -le preguntó, muy desconcertado-.

― ¿Quién dice que no lo amo, si se ha portado de lo mejor conmigo desde que nos comprometimos y me ha demostrado que me quiere de verdad?… -le dijo después utilizando un tono sarcástico, dándole la espalda y cruzándose de brazos- ya ves que cuando estuve enferma, casi todos los días me vino a visitar, regalándome "hermosas rosas rojas" para que decorara mi habitación y levantara el ánimo, además de consentirme, mimarme, escucharme y… bueno, ¿qué más podría decirte?: es el hombre perfecto.

― Usted… ¡usted no puede estar hablando en serio! -le dijo mucho más desconcertado tomándola de uno de sus brazos, para que volteara a verlo- ¡no puede ser que diga todo eso de él, después de la manera en que ha permitido y se ha prestado junto a su hermano para hacerle daño, manteniéndola encerrada, provocando que se enfermara!... -se le quedó viendo un momento a los ojos y luego le dijo, entre sonrojado y nervioso- usted… usted no puede decir todo eso de él, después de… después de… confesarme que me… que me amaba…

Kodachi tragó duro al escuchar eso último y él continuó:

― Y no después de… de be… de besarme… -y diciendo esto último, tomó valor y acercó una de sus manos a su rostro (temblando en el acto) para acariciar una de sus mejillas- se… señorita Kodachi… usted… usted es muy bien correspondida en sus sentimientos por mí… -le dijo después, casi en un susurro-.

Ella se sonrojó a tope también y él empezó a inclinarse lentamente para besarla:

― Yo… yo también la amo… la amo desde hace mucho -continuó Mousse, casi rozando sus labios- desde que entré a trabajar a esta hacienda y mis ojos se cruzaron con los suyos por primera vez… -hizo una pequeña pausa- no sabe cuánto he sufrido todo este tiempo, por tener que ocultar mis sentimientos y mis celos, al ver cómo usted aceptaba besar a ese señor…

― Mousse… -le dijo también en un susurro, no pudiendo creer lo que había escuchado y él finalmente, la besó tiernamente. Pero esa pequeña caricia duró tan solo unos segundos, porque ella rápidamente lo apartó, al recordar la promesa que le había hecho a Gosunkugi:- vete, Mousse… -le dijo después, en tono reseco- vete, por favor y olvida lo que te dije aquel día, porque solo fueron mentiras: no te amo…

― Pero, señorita…

― Vete o voy a gritar.

― Señorita…

― ¡Voy a gritar, Mousse!: ¡te juro que lo haré! -le dijo después, con desesperación- ¡sal de aquí ahora mismo y olvídate de que existo!

Él se le quedó viendo muy sorprendido y ella volvió a decirle:

― ¡Mejor ve a ver si ya te consiguieron prometida, porque ya Anna me platicó que tu mamá te está buscando la mejor candidata de Nerima!... ¡qué bien, me alegro mucho por ti!: ¡ojalá y sí te haya encontrado la indicada! -le dijo después, en un tono que denotaba celos peligrosos-.

― Señorita, yo…

― ¡Vete, vete de una vez o en serio, voy a gritar!...

Mousse se le quedó viendo un momento más y después asintió levemente, reflejando en su semblante una profunda tristeza:

― Está bien, señorita, está bien… será como usted diga -le dijo, después- disculpe que la haya molestado y de verdad, deseo que sea muy feliz junto al señor Gosunkugi… que pase buen día, adiós -y diciendo esto último, salió por la ventana-.

Kodachi solo lo vio irse, empezando a derramar varias lágrimas:

¡Perdóname, Mousse… perdóname, por favor, pero tengo que renunciar a mi propia felicidad!… ¡si quiero volver a ver a mi sobrino y a Nabiki juntos, debo hacerlo…!

Por otro lado, en la Ciudad de Tokio, después de unos días, en el hospital donde había sido trasladada la señora Hinako luego de su accidente, sus padres estaban siendo informados que, "desafortunadamente", su hija había quedado ciega por los golpes tan fuertes que había recibido en la cabeza al caer en el pavimento, su rostro se había desfigurado notablemente y sus piernas habían perdido su movilidad, a pesar de las operaciones a las que había sido sometida, por lo que tendría que usar una silla de ruedas el resto de su vida.

La señora Nara se cubrió la boca con ambas manos, muy asustada, empezando a derramar varias lágrimas, mientras que el señor Raiden, estaba muy impresionado, no pudiendo creer lo que había escuchado, pero, en el fondo ambos reconocían que todo lo que le había pasado, no podía ser más que castigo de Kami-sama y las consecuencias que sobrevenían de su mal proceder (y todavía le esperaba la prisión, cuando la dieran de alta).

Mientras tanto, por otro lado, en Nomonhan, Mongolia, en el hospital Sainshand, Ranma estaba terminando de ponerse su uniforme militar para dejar el hospital, (pues, Mariko ya había recibido los documentos de identificación por correo y se lo llevaría a Francia, como tenía pensado, al ya no correr peligro su vida):

― Adelante -dijo Ranma, al escuchar que tocaban a la puerta de su habitación-.

― Con permiso, señor -dijo una enfermera, ingresando- ¿de verdad, no necesitaba ayuda para vestirse? porque pude haberles pedido a algunos de mis compañeros que vinieran a apoyarle con eso…

― No, se lo agradezco, pero ya terminé -le dijo, sonriendo levemente- además, ya veo mucho mejor.

― Sí, puedo darme cuenta: su recuperación ha sido extraordinaria, me alegro mucho -le dijo, sonriendo también- bueno, entonces, ya que terminó de vestirse, voy a cambiarle las vendas en lo que viene su esposa por usted… aunque seguramente, me matará por haber permitido que se pusiera nuevamente su uniforme militar -le dijo después, con algo de preocupación- porque ayer en la noche, me dijo todavía que le compraría ropa y que me deshiciera de ese uniforme, por el mal estado en el que quedó después de los últimos acontecimientos, pero yo todavía lo veo muy bien… bueno, quizás lo que ya estaba en muy mal estado era una playera blanca que cargaba bajo su uniforme, que ella tiró de una vez a la basura y que estaba manchada con… ah, no sé, tal vez, ¿helado?, porque cuando lavaron su uniforme, a la playera no le salieron esas manchas…

Ranma se le quedó viendo muy sorprendido, al escuchar eso último:

― ¿Una playera blanca… manchada de… de helado? -repitió después lentamente, como si haber escuchado aquello fuera de gran importancia-.

La enfermera se le quedó viendo también, algo confundida y antes de que pudiera decirle algo más, él empezó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza que le había dado:

"¿Todavía pensabas conservar esta playera, aunque ya todo hubiera terminado entre nosotros?" -resonó en su mente, una voz tan suave y dulce que le era muy familiar a su corazón-.

"Por supuesto, esta playera es muy valiosa y jamás me desharía de ella, por más que la chica que me la manchó ya no hubiera querido saber nada de mí, pues, aunque me lo propusiera, jamás podría olvidarla, porque siempre será la única en mi corazón… la única…" -esa era su propia voz-.

― ¡Cálmese, por favor! -le dijo la enfermera muy preocupada, mientras él se sentaba en la camilla y empezaba a sujetarse la cabeza con ambas manos, al ser el dolor insoportable- ¡voy a darle unos analgésicos! -dijo, acercándose a una mesa donde habían medicamentos-.

Ranma seguía sujetándose la cabeza y de pronto, los recuerdos empezaron a fluir claramente en su mente y en cuestión de segundos, su niñez, su adolescencia, el momento en que conoció a Akane en aquella heladería, sus amigos, cuando ingresó al ejército y muchas otras cosas más, pasaron frente a sus ojos, especialmente, aquella maravillosa noche junto a la única mujer que amaba, lo que vivió en la guerra, lo que Picolette le había gritado, respecto al embarazo de…

"Akane, aunque no hayamos podido casarnos, para mí eres mi esposa y te dije que ahora yo soy el responsable de darte todo lo que necesites… por favor, tómalos, así podré irme un poco más tranquilo sabiendo que tendrás el dinero suficiente hasta que pueda enviarte más… por favor, preciosa, hazme caso" -se hizo presente lo último que habló con aquella mujer que, aunque Mariko había intentado borrarla de su mente al contradecirle todos los recuerdos que había estado teniendo durante los últimos días, estaba grabada en todo su ser-.

"Es… Está bien, así lo haré" -de nuevo, esa voz tan hermosa resonó en su mente-.

"¿Me lo prometes?"

"Sí, te lo prometo, así como tú me juraste volver muy pronto, sano y salvo".

"¡Sí, sí, amor, así es!"

"¿Aunque me hayas dicho una vez que no eras bueno cumpliendo tus promesas?"

"Esta vez, sí cumpliré mi promesa, preciosa, ya verás"

― ¡Akane! -gritó de pronto, con mucha desesperación- ¡Akane! -volvió a gritar- ¡Akane, oh, Kami, ¿cómo… cómo pude olvidarla?!... ¡¿cómo pude olvidarla?!

― ¡Tenga, tómese estas pastillas! -le dijo la enfermera aún preocupada, entregándole los analgésicos y un vaso con agua-.

Ranma lo hizo así, pero el dolor aún persistía y más recuerdos seguían haciéndose presentes en su mente:

― ¡Ya estoy aquí, cariño! -dijo de pronto Mariko muy contenta ingresando a la habitación, pero, al percatarse que Ranma se había puesto su uniforme, cambió de expresión- ¿te volviste a poner tu uniforme, Shinno?, ¿por qué? -y luego se dirigió a la enfermera, algo molesta- ¡¿qué no le dije que se deshiciera del uniforme de mi esposo, porque iba a comprarle ropa?!

La enfermera estaba por responderle, pero Ranma se le adelantó:

― ¡¿Por qué… por qué me llamas así, Mariko?! -le preguntó bastante molesto, volteándola a ver- ¡¿por qué me llamaste Shinno, si sabes que ese no es mi nombre?!

Ella quedó como estatua, al escucharlo:

― ¡Respóndeme! -le gritó él, nuevamente- ¡¿por qué me llamaste así?!, ¡yo no soy tu esposo, ni me llamo Shinno!: ¡soy Ranma!… ¡Ranma Saotome!

CONTINUARÁ…

¡Hola de nuevo, apreciados lectores, me da mucho gusto saludarlos! :)

Acá estoy, tardando en volver como siempre jejeje y tal y como me había imaginado, sí se me alargó el final jejeje, pero para no tardar mucho más, decidí compartirles una parte por el momento. La otra ya la tengo avanzada y espero poder compartírselas dentro de dos semanas. Quería compartirles las dos partes juntas, pero iba a hacerlos esperar más aún de lo que ya han esperado. Ojalá no los haya decepcionado :'(

Les comento que me decidí a escribir un pequeño epílogo jejeje donde se les verá a nuestros queridos protagonistas, siendo completamente felices al fin :), es que, había estado dudando sí lo hacía o no, pero al ver una linda petición que me hizo uno de mis apreciados lectores de esta plataforma, lo haré jejeje.

Muchas gracias por seguir acompañándome por acá, por agregar mis historias a sus listas de lectura, a los nuevos seguidores y especialmente a: D-Infinity, Bayby Face, Alexandraaa417, Grace, Vane112, Alexander O'Connell y a Manuelll98, por sus lindos mensajes :)

Amé leer todas sus teorías sobre el final de esta historia, qué lindas ideas tienen :)

¡Saludos desde Guatemala, cuídense mucho, nos vemos muy pronto! :)

Rhou