Capítulo 11: En la biblioteca.

Diana Cavendish en su vida había tenido tanto dolor. Se podía decir que era alguien valiente y de corazón puro. Dispuesta a defender a todo aquel que lo necesite. Brindar ayuda a todas aquellas personas que se la pidan amablemente y apoyarlas en todo lo que necesiten si es que eso esta a su alcance.

Aunque los acontecimientos de las últimas dos horas la estaban poniendo muy a prueba y tal vez solo tal vez debería adoptar una política de cero tolerancia contra las personas idiotas.

Pero lamentablemente la persona que empujaba su silla de ruedas sobrepasaba y hasta abusaba enormemente de su titulo de persona sin cerebro.

—Siento mucho todo lo que pasó Dian...

—Callate y sigue empujando o llegaremos tarde a clases —la cortó Diana de forma molesta. No quería escucharla y mucho menos verla.

Akko apretó sus labios y bajó la mirada con mucha impotencia. Se notaba que estaba muy, pero muy triste. No fue su culpa todo lo que pasó.

Bueno en realidad si.

Mientras ella empujaba la silla de ruedas por los largos pasillos de la academia en dónde iba Diana quién estaba con vendajes en todo el cuerpo y cabeza, con un brazo faltante (El izquierdo), con un parche en el ojo derecho, con su pierna derecha rota y enyesada, con un cono alrededor de su cuello y con un lápiz clavado en su espalda, empezó a recordar todo lo que le había hecho a su amiga en tan solo dos horas.

Hace dos horas.

—Wow... —Dijo Akko muy maravillada mientras observaba con la cabeza muy alzada la enorme biblioteca central de la academia de magia de Luna Nova. —¡Es increíble! —Gritó está con emoción.

—Ssssshhhh —la silenció Diana. Akko retrocedió por esa acción. —Si vas a estar aquí deberás estar en completo y absoluto silencio, o si no la encargada podría sacarte y prohibirte el acceso a este lugar, ¿Ha quedado claro? —Explicó Diana con enojo.

La castaña asintió repetidamente con su cabeza.

—Muy bien, iré por unos libros que necesito leer —comentó Diana. —No causes alboroto, ¿De acuerdo?

La japonesa asintió nuevamente. Después de que Diana se fue. Los ojos de Akko observaron de un lado a otro buscando a la dichosa encargada de la biblioteca, pero solo estaban ellas dos.

Bueno solo ella, ya que Diana se había ido hace poco.

Para asegurarse buscó a la maestra por todas partes, detrás de los libreros, enfrente de los libreros, a los lados de los libreros, incluso se subió encima de los libreros para ver si estaba allí pero nada.

No había señales de la dichosa encargada.

—¿Dónde estará? —Se preguntó por lo bajo. Akko se encontraba sentada encima de un librero con sus piernas colgadas mientras las balanceaba de atrás hacía adelante.

—¿Qué haces? —Preguntó una voz desde abajo.

Akko bajo la mirada y se encontró con una inexpresiva Diana Cavendish quién la observaba con detenimiento y con los brazos cruzados.

No parecía sorprendida en lo más absoluto por lo que la molesta chica hacía. De alguna o de otra forma, ya se lo esperaba.

—Ah Diana, pues buscó a la encargada de la biblioteca —respondió Akko.

De un saltó se bajo del librero y cayó de pie enfrente de la chica Cavendish.

—¿Y no seria mejor buscarla en su escritorio? —Dijo Diana de forma muy obvia mientras señalaba un escritorio que estaba cerca de la entrada y salida de la biblioteca.

Akko lo volteó a ver y después de asentirle con su cabeza a la rubia se dirigió al mueble de madera.

Pero no encontró a nadie. Únicamente había un letrero que decía:

"Abierto de 8:00 am a 6:00 pm".

No entendiendo mucho de lo que significaba tomó el letrero con sus manos y lo leyó más de cerca. En verdad estaba muy confundida.

—No lo entiendo... —Dijo en voz baja. Luego se giro para ver a Diana y al verla un poco lejos. —¡Diana, ¿¡Qué significa esto!? —Le gritó en voz alta mientras le señalaba el letrero.

Diana la volteó a ver con enojo. Dejó los libros que revisaba y se acercó a dónde estaba la molesta chica.

—Sssssssshhhhhhh —primero la silenció. —¿No te dije que guardarás silencio o la encargada te iba a sacar de la biblioteca? —Le recordó con enojo.

—Lo sé... —Dijo esta bajando la mirada con mucha vergüenza. —¡Pero que significa estooooooo! —Dijo con furia y con los dientes apretados haciendo sus habituales rabietas.

Diana rodó los ojos y con mucha indiferencia le arrebató el letrero a Akko y lo leyó. Dándose cuenta de que se trataba del letrero que estaba encima del escritorio de la encargada de la biblioteca.

—Significa que la encargada llegará a las ocho y saldrá a las seis... —Explicó con cansancio.

Akko asintió como ya entendiendo todo. Pero algo no cuadraba en todo esto. Rápidamente observó el reloj de su muñeca y vio que eran cómo las cinco y media de la mañana.

Entonces la castaña levantó la vista y observó con mucho enojo a Diana. Quién retrocedió un paso al ver dicha expresión en la explosiva chica.

—¡Espéra un minuto! —Dijo Akko con furia mientras señalaba a su compañera de cuarto con su dedo índice. —¿Desde cuándo empecé a usar reloj? —Preguntó de repente mientras observaba su muñeca en donde traía su reloj. Parecía confundida de la nada.

—Aaaaahhh... —Suspiró Diana con cansancio. —Si ya terminaste de quitarme mi tiempo, tengo deberes que terminar. —Dijo con seriedad.

Dejó a Akko sola y se dirigió a hacer lo que estaba haciendo anteriormente.

La castaña alzó la vista y al ver que su amiga se iba.

—¡Espérame Diana! —Le gritó para empezar a seguirla de inmediato.

—Sssshhh —la volvieron a silenciar.

—Ah, ya sé, ya sé —se quejo Akko con molestia.

Unos minutos después.

Ambas se encontraban sentadas en una mesa. El ambiente era de lo más silencioso puesto que ambas se encontraban muy concentradas leyendo sus respectivos libros de manera tranquila.

O eso parecía.

Mientras Diana estaba muy metida en su lectura. Akko se aburría de lo lindo, su aburrimiento era tanto que tomó de manera inconsciente el Claiomh Solais que estaba en la mesa y se puso a jugar con el cómo si fuera un avión.

—Wiiiiiiiii... —Jugaba Akko de forma infantil.

Diana la observó de reojo y después de rodarlos a un lado decidió continuar con su lectura.

—Ay maldito mosquito —dijo con molestia la castaña de repente. Al parecer un mosquito la molestaba y por puro instinto empezó a agitar su mano para ahuyentar al molesto animal. —¡Ay quédate quieto! —Exclamó molesta.

Pero mientras más agitaba su mano, más le parecía que el mosquito se burlaba de ella ya que esquivaba los ataques de la chica cómo si nada.

—¡Ahora si! —Akko no aguantó más. Se levantó de su asiento y con el Shiny Rod intentó darle un golpe. Pero por más que lo hacía no lograba darle.

Para éste punto ella perseguía al molesto insecto por toda la estancia. Diana por su parte ignoraba todo lo que hacía la molesta chica, no tenía intensiones o el tiempo para lidiar con Akko. Tenía muchos deberes que terminar cómo para andar de niñera.

Pero por alguna razón sentía que si no la detenía sería tal vez el error más grande de toda su vida.

—No, seguramente no es nada —dijo Diana por lo bajo restándole importancia al asunto.

Mientras tanto.

Akko corría por toda la biblioteca intentando matar al insecto ese. Pero este esquivaba fácilmente los ataques de la chica.

—¡Ay ya me harté! —Gritó Akko. Acto seguido, le dio vuelta al Shiny Rod y con la punta hacía el frente empuñandolo cómo si fuera una lanza espero el momento indicado para arrojarlo. —¡Listo, allí vaaaaaaa! —Gritó ella al momento de tener en la mira al mosquito.

Lanzó la lanza con todas sus fuerzas. El proyectil iba a toda velocidad pero el mosquito pudo esquivarlo de forma olímpica por muy poco. Decidiendo entonces en que debía irse de allí. Pues el ambiente estaba muy hostil.

Akko se tiró de los cabellos al ver que había fallado. Pero rápidamente se puso pálida al ver que el proyectil que había lanzado tenido un nuevo objetivo.

Diana Cavendish.

—¡Oh no! —Gritó Akko horrorizada. —¡DIANA CUIDADOOOOOOOO! —Intentó advertirle pero era muy tarde.

—¡Le dije que guardará silenc-¡AAAHHH! —Gritó la rubia.

Solo alcanzó a levantar la vista ya que el impacto de algo puntiagudo directo a su cara la hizo caer de espaldas al suelo con todo y asiento.

Akko se horrorizó más de lo que ya estaba y con rapidez corrió a ver que fin había tenido su amiga.

—¡Diana! ¡Diana! ¡Diana! —La llamó varias veces.

—Ay... ¿Qué pasó? —Preguntó Diana mientras se levantaba y se asomaba por un lado de la mesa. Se sujetaba la cabeza ya que parecía dolerle muchísimo.

—¡AAAAAAAHHHH! —Gritó Akko abriendo los ojos y la boca a más no poder.

Pues frente a ella se hallaba una de sus mejores amigas con la punta de la vara brillante clavada en lo que parecía ser su ojo derecho.

—¿Qué pasa? —Preguntó Diana con algo de dificultad pues le dolía muchísimo su ojo derecho y no sabía por que.

—Pues... T-tu... T-tu... O-o-o-ojo... ¡Sé ve terrible! —Exclamó con mucho terror la japonesa.

—¿Qué hay en mi... —Fue entonces que se tocó su ojo y se encontró con algo que estaba fuera de lugar. Era como si tuviera una especie de palo en dónde debía estar su ojo de color azul. —Aaaaaa-a-a-aaaahhh... —Diana intentó gritar pero se quedó sin voz.

—¡Lo siento tanto! —Se disculpó Akko mientras se ponía de rodillas frente a la rubia de los Cavendish.

—¿¡Qué hiciste!? —Diana ignoró sus disculpas y le habló muy duro.

Akko se levantó de golpe y se acercó a ella para explicarle mejor las cosas.

—¡En verdad lo siento! ¡Es que el maldito mosquito esquivo el ataque que le mande con la vara brillante y entonces te dio a ti en tu ojo! ¡En verdad lo siento tanto Diana! —Se disculpó entre lloriqueos. —Ven déjame quitartelo de allí. —Decidió entonces jalar el Claiomh Solais de donde estaba incrustado.

Pero lo único que provocó fue que le saliera más sangre del ojo a Diana seguido de un líquido un tanto espeso y blanquecino además de provocarle mucho dolor a la rubia.

—¡AAAHHH! —Gritó Diana por el dolor.

Empujó a Akko con sus manos y le dijo.

—¡No toques! —Le reclamó por lo imprudente que era.

—¿¡Entonces que hago!? —Exigió saber Akko se notaba mucho más alarmada que la rubia.

—¡Pues ayúdame a llegar a la enfermería! —Dijo Diana con molestia.

—¡Si! —Exclamó Akko asintiendo al mismo tiempo.

Diana tocó el Claiomh Solais mientras era llevada a la enfermería por la torpe chica. No pudo evitar apretar los dientes con mucho enojo pues no podía creer que tenía clavado en su ojo tan importante y poderosa reliquia.

Era sin duda algo que sobrepasaba lo inaudito. Era muy irrespetuoso para la memoria de las nueve brujas.

Pero poco podía hacer en estos momentos.

Unos veinte minutos después.

Ambas estaban nuevamente en la biblioteca estudiando cómo lo hacían antes del incidente.

Bueno aunque Akko no dejaba de ver de reojo a su compañera de habitación. Pues le intrigaba saber si estaba bien, además de que se veía un poco graciosa con un parche en su ojo derecho.

Además de que no podía creer que la maestra enfermera las atendió sin hacer muchas preguntas. Esa mujer le parecía un poco gruñona casi tanto cómo la maestra Anne Finnelan.

—¿Estas bien? —Preguntó Akko mientras acercaba su dedo a la cara de la rubia para tocar su parche.

¡SLAP!

—Auch... —Pero lo único que recibió fue un manotazo por parte de ella.

—Si, estoy bien —dijo con molestia la ojiazul.

Estaba molesta con la castaña por su culpa había perdido un ojo pero no debía de que preocuparse. Más tarde lo recuperaría con ayuda de la magia sanadora.

Una muy poderosa.

Notó que la señorita Kagari tenía nuevamente en su poder el Claiomh Solais. No pudo evitar molestarse otra vez por ver que tan poderosa reliquia estaba en las manos de alguien tan tonto y descuidado.

Pero poco podía hacer.

Cerró el libro que estaba leyendo. Al parecer ya había terminado de leerlo.

—Iré por otro libro —susurró por lo bajo. Se levantó de su asiento y se encaminó a uno de los enormes libreros que habían en la biblioteca en donde se puso a buscar un nuevo libro.

Ya que ya había terminado de leer todos los libros que había escogido desde un principio.

—Esta muy alto —dijo con molestia. Observaba un libro que estaba muy arriba y que obviamente necesitaría una escalera para alcanzarlo.

—Si, esta muy alto —dijo una voz a sus espaldas.

No se sorprendió al darse cuenta de que ella la había seguido. Con un suspiro cansado se dio la vuelta y de brazos cruzados le dijo.

—Si, esta muy alto —comentó de mala gana.

—Eso ya lo dijiste, torpe Diana —comentó Akko con mucha burla.

Diana cerró su ojo y con un tic nervioso en el apretó sus puños. La castaña la empezaba a sacar de sus casillas.

—Yo lo alcanzó —dijo Akko de repente.

—Espere, eso no es necesario —dijo Diana para detenerla.

—Descuida Diana, es lo menos que puedo hacer por haberte sacado un ojo jeje —dijo con pena.

Diana rodó su ojo a un lado y no pudo evitar que la chica hiciera lo que se le viniera en gana. Aunque no pudo evitar alzar una ceja al ver lo que está hacía.

—¿No sería mejor usar una escalera? —Preguntó Diana al ver que la chica empezaba a escalar el librero de forma torpe.

—Si, si, si yo sé lo que hago así que ya cállate —ordenó Akko con molestia.

Diana simplemente puso una expresión cansada. Solo esperaba que no se lastimara o peor, que ella no saliera herida por las estupideces de Akko.

Mientras ella subía el gran librero. La rubia se puso a ojear los libros que estaban enfrente de ella para matar el tiempo. Debía hacer algo de provecho por mientras la chica castaña le buscaba un libro.

—¡Lo tengo! —Oyó gritar a Akko quién ya había alcanzado el libro. —¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHH! —Se escuchó gritar a Akko quién se había resbalado y ahora caía a una velocidad sorprendentemente rápida hacía el suelo.

—Pero, que... —Diana solo alcanzó a levantar la vista y lo único que vio fue algo que caía sobre ella.

¡PLOOOOOOOOOM!

El estruendoso ruido que causó la caída de la atolondrada chica hicieron eco en toda la biblioteca.

Al menos estaba vacía por que las hubieran sacado a ambas con lujos de violencia innecesaria si hubiera estado allí la maestra encargada o algún duende de seguridad.

—Aaaauuu... —Se quejó Akko mientras se reponía del golpe. Se sujetaba la cabeza y mantenía sus ojos cerrados y los dientes muy apretados. —¡Me duele! —Gritó con furia y una voz chillona.

Al menos cayó sobre algo muy suavecito.

—Uff... —Se quejó alguien abajo de ella.

Bajo muy lentamente la vista y se encontró con que había caído sobre Diana.

La rubia parecía muy adolorida. Casi inconsciente y parecía que le dolía su pie izquierdo ya que no dejaba de tocarselo.

—¡Oh Diana! —Exclamó Akko mientras se levantaba de encima de su amiga. La observó fijamente por unos segundos para luego poner una expresión muy feliz al tiempo que le mostraba el libro que ella quería. —Tengo el libro que querías.

—Uff... —Diana simplemente se quedó allí en el suelo mientras se quejaba del dolor que sentía.

Al parecer había tenido otro accidente por culpa de Akko.

—¿Diana? —La llamó nuevamente al ver que ella no le hacía caso.

Unos cinco minutos después.

Diana y Akko estaban nuevamente en la biblioteca sentadas en la misma mesa de la primer vez. La diferencia era que la rubia tenía enyesada una de sus piernas gracias a la castaña que estaba sentada a su lado.

—Oye, yo... —Habló Akko.

—Silenció —la calló Diana. No tenía ganas de escucharla así que solo se concentró en su lectura para intentar ignorarla lo más que pudiera.

Aunque seria difícil.

—¡Hummmmgh! —Akko se cruzó de brazos en su asiento mientras inflaba sus cachetes con una expresión molesta.

En verdad no le gustaba la actitud enojona de Diana. Era muy mandona.

Unos diez minutos después.

Diana llevaba difícilmente unos tres libros a un librero que estaba en el sótano de la biblioteca.

Mientras bajaba las escaleras con ya saben quién siguiéndola de cerca. Se escuchaban los gruñidos de muchos murciélagos que atemorizaban a la japonesa en gran medida.

—Ay, ay, ay, ay, ay, que miedo... —Susurró Akko por lo bajo.

Su miedo era tanto que tomó del hombro a Diana a quién ya se le hacía difícil bajar las escaleras con un pie roto y cargando unos libros y ahora lo era más con alguien sujetandola mientras temblaba mucho.

—¿Te quieres calmar? Aquí no es peligroso, es oscuro si pero no hay de que temer —explicó Diana con molestia.

Akko la observó con miedo. No sabía si creer en las palabras de su compañera de cuarto o no. Pero lo único que si sabia en estos momentos, es que le daba mucho miedo toda está oscuridad y peor con murciélagos y otros bichos raros rondando cerca.

—¡Ah! —Gritó Akko en el momento en que un murciélago paso volando cerca de su cabeza.

—Uff... —Diana no tuvo de otra que suspirar y seguir adelante con la molesta chica pegada a su hombro.

Para su suerte ya habían llegado hasta el fondo del sótano de la biblioteca. Por lo que podría separarse de Akko.

—¿Me permites mi hombro? —Pidió amablemente la rubia.

Akko la volteó a ver con los ojos bien abiertos en exceso, sin dudarlo ni un segundo negó enérgicamente con su cabeza. Negando la petición de la rubia. Es más, afianzó más el agarre al hombro de Diana.

Esta puso una expresión molesta y con algo de humo saliendo de su cabeza de un movimiento brusco logró liberarse del agarre de Akko.

Quién al ver lo que hizo Diana no tuvo de otra que cruzarse de brazos con los cachetes inflados haciendo otro de sus pucheros.

—Gracias —agradeció Diana.

Acto seguido se fue con rumbo a unos antiguos libreros en dónde debía dejar los libros que traía. Por suerte para ella no eran tan pesados y podía cargarlos sin mucho esfuerzo.

—Ay, me chocas —murmuró Akko con molestia.

Desvió la mirada a un lado y su atención rápidamente fue llamada por algo que brillaba de forma reluciente a metros de su posición.

—¿Y eso? —Se dijo así misma.

Acto seguido se acercó al objeto reluciente y se llevó la gran sorpresa al ver que era una espada antigua.

—Oooooooh —se sorprendió por tal descubrimiento. —¡AAAAH! —No pudo evitar gritar nuevamente ya que otro murciélago pasó cerca de ella. —¡Ahora si! —Exclamó molesta ya de tanto bicho.

Esbozo una extraña sonrisa maquiavélica al momento de levantar la espada y empuñarla lista para cortar en dos al próximo animal asqueroso que quisiera tocarla.

—¡Ahora si!

Exclamó furiosa al sentir que algo o alguien le tocaba su hombro. Sin mediar palabra se dio la vuelta muy rápidamente y...

¡SLASH!

La espada hizo un sonido de corte al momento de cortar lo que sea que se haya atrevido a tocarla.

—Jejeje, te corte... —Dijo con malicia. Pero su expresión cambio rápidamente a una horrorizada al ver lo que acababa de hacer. —¿D-Di-Diana?

La mencionada cerró los ojos al ver lo que la torpe iba a hacer, los mantenía cerrados aún cuándo esta la llamó. Pero por alguna razón no sentía del codo para abajo de su brazo izquierdo.

Es más, ni siquiera sentía su brazo izquierdo.

Con mucho miedo se digno a abrir su ojo y se llevó la sorpresa de su vida al ver que efectivamente, su brazo ya no estaba.

—Aaaaahhh... —Intentó gritar pero la voz se le había ido nuevamente. Si, cualquiera se queda sin voz al ver que le acaban de cortar una parte del cuerpo, la cuál estaba en el suelo.

—¡Ay por Dios, Diana tu brazo no está! —Gritó Akko horrorizada mientras la señalaba con su dedo índice.

La ojiazul en cambio volteó a ver de forma escéptica a la castaña por la cosa tan obvia que acababa de decir.

Pero no podía pensar claramente. Empezaba a dolerle mucho y no tenía tiempo que perder. Debía volver a colocarse su brazo en su lugar con un poderoso y eficaz hechizo sanador.

—S-señorita Kagari, rápido recoja mi brazo del suelo... —Pidió Diana mientras empezaba a caer de rodillas en verdad le dolía mucho, sacó difícilmente una varita ordinaria que tenía en su falda lista para usar un hechizo en sí misma.

—¡Ya voy! —Gritó Akko. Se acercó al brazo de Diana pero... —¡AAAAHHHHH! —Gritó al ver que una rata estaba parada sobre este. —¡Hey! ¡Vuelve aquí! —Se repuso al ver que el grotesco animal se llevaba el brazo de su amiga y se perdía en una hueco en la pared.

Akko se giro hacía dónde Diana y esbozo una enorme sonrisa nerviosa por lo que acababa de pasar.

Diana solo la observó de forma cansada mientras lentamente empezaba a cerrar sus ojos y a perder el conocimiento.

—¡Diana! —Lo último que escuchó antes de caer inconsciente fue la voz de Akko gritando su nombre.

Una hora y media después.

Diana abría los ojos lentamente. La luz blanca del lugar le dificultaba poder ver bien el entorno en dónde se encontraba.

Pero al poder abrir bien los ojos se dio cuenta de que estaba en la enfermería.

—Ufffff... —No tardó en recordar lo que había pasado.

Pues Atsuko Kagari le cortó un brazo con una espada oxidada y vieja de esas que se encontraban en el sótano de la biblioteca.

—Luego hablaré con la directora para qué podamos hacer una limpieza al cien por ciento en esa estancia —comentó para si misma la rubia del parche en el ojo. —Pero por ahora se me hace tarde para ir a-¡Au! —Gimió del dolor de repente. —¿Pero que? —Se percato de que tenia un cono en su cuello.

Lo que le dificultaba en gran medida la movilidad de su cuerpo. Además de qué estaba toda vendada de su cuerpo. Un sin fin de preguntas le venían a su cabeza del por qué parecía tener más lesiones de las que recordaba. Incluso sentía muchísimo más dolor del que sintió al perder su brazo.

Lo cuál se lo estaba tomando de la mejor manera el haber perdido una extremidad tan importante.

—Debo llegar a clase para luego usar magia sanadora para poder sanarme al cien por ciento —murmuró para sus adentros mientras se intentaba levantar de la cama.

—¡AAAAAAAAAAh! —Gritó una voz chillona. —¡Despertaste! —Se trataba de Akko.

La castaña apareció de la nada y abrazó a Diana aferrándose de su cuello tomándola por sorpresa evitando que siguiera intentando levantarse.

—Hola Señorita Kagari... —Dijo Diana con los dientes apretados. Una por que no tenia ganas de ver a la chica molesta y otra por que le dolía muchísimo todo el cuerpo.

—¿¡Estas bien!? ¿¡Te duele algo!? ¿¡Estas molesta!? ¿¡Sabias que la enfermera que te atendió también es maestra de magias curativas!? ¿¡Cuantos dedos te estoy mostrando!? —La bombardeo con muchas preguntas.

Diana únicamente apartó la mano de la castaña del frente de su cara bajándola lentamente con su mano. En verdad ya estaba cansada de todo esto.

—¿Me puede decir si paso algo mientras estuve inconsciente? —Preguntó la rubia de forma tranquila.

Akko ladeo la cabeza a un lado cómo no entendiendo muy bien a lo que Diana se refería pero esta señaló con su dedo el cono qué tenía en su cuello.

Increíblemente Akko entendió.

—A-aa-a... —Pero se veía muy nerviosa. —Veras... Jeje... Es que mientras te cargaba inconsciente por las escaleras del sótano... Jejeje... —Rio nerviosa mientras se rascaba la nuca. —Tu cuerpo se me resbaló y rodaste por las escaleras abajo jejeje... —Dijo entre risas.

Diana solo la observó sin decir nada. Ya para que. Sabía que desde el día en que la vio en el bar de su madre. La chica le traería muchos, pero muchos problemas.

—¡Pero fue un accidente! —Aclaró Akko.

La ojiazul simplemente negó con su cabeza y sin mediar palabra señaló una silla de ruedas que estaba a unos tres metros de su posición.

—¿Quieres que te acerque la silla de ruedas? —Preguntó la castaña.

Diana asintió.

—Si, ¿Me hace el favor? —Preguntó gentilmente.

Akko hizo un saludo militar y después de mostrarle una sonrisa a Diana hizo lo que ella le pidió.

—Ah... —Suspiro Diana con pesadez. Si tan solo tuviera su varita a la mano podría curarse e irse caminando a su clase pero no, tendría que esperar hasta la última hora para poder ir a su habitación y curarse por completo.

Será una tortura hacer todos sus deberes el día de hoy en su estado. Pero era una Cavendish y debía dar lo mejor de lo mejor.

Unos minutos después.

—¡Y listo! —Exclamó Akko contenta al terminar de ayudar a Diana a sentarse en su silla de ruedas. —¿Algo más? —Preguntó mientras juntaba sus manos.

—Es casi hora del inicio de las clases así que será mejor que nos vayamos al salón ya —informó Diana.

—¡Entendido! —Dijo Akko. Acto seguido se coloco atrás de Diana y empezó a empujar la silla de ruedas donde iba está.

Pero se detuvo de repente al ver que el mismo mosquito de hace un par de horas andaba volando cerca de su cara.

—Ahora veras —dijo con malicia.

Logró notar que el mosquito ese se posó en la pared frente a ella. Estaba un poco lejos así que lo mejor que podía hacer era arrojarle algo al condenado animal.

Buscó con la vista algún objeto que estuviera a su alcance y lo único que logró encontrar fue un lápiz grafito en una mesa cercana.

—Bingo —dijo al momento de tomar el lápiz.

No perdió tiempo y sin más que esperar le arrojó el lápiz al insecto. Pero por azares del destino el animal logró irse volando a tiempo un segundo antes de que la punta del lápiz lo atravesara de forma cruel.

Pero eso no termino allí, el lápiz en vez de quedar clavado en la pared rebotó y fue directo hacia la castaña.

—¡Aaaaahh! —Gritó Akko.

Se agachó mientras se cubría la cabeza con ambas manos. Había logrado esquivarlo por poco.

—Señorita Kagari, ¿Hay alguna razón por la que se tarda tanto? —Preguntó Diana impaciente.

La japonesa recobró su compostura y cuándo iba a responderle se llevó una enorme sorpresa al ver qué el lápiz estaba clavado en la espalda de Diana.

Obviamente debía sacárselo de inmediato.

—Señorita Kagari apurese —ordenó Diana.

Lo que hizo apurarse a la castaña.

—¡Si! —Exclamó Akko. Empezó entonces a empujar la silla de ruedas de su amiga.

—Gracias —agradeció Diana con los ojos cerrados.

Al fin se empezaban a mover.

—"Se lo sacaré mientras llegamos al salón" —Pensó Akko mientras empujaba la silla de ruedas.


—¡Ay! —Se quejó Diana al sentir que Akko nuevamente le jalaba la espalda. —¿Sucede algo? —Preguntó. —Llevas un par de minutos tirando de mi espalda y eso me empieza a incomodar. —informó.

Ambas entraban al salón de clase el cuál ya estaba lleno de alumnas quienes no pudieron evitar centrar su atención en la lisiada chica que acababa de ingresar a este.

—Este, lo siento jejeje —se disculpó Akko mientras ocultaba sus manos atrás de su espalda. —"Lo hice". —Pensó con una sonrisa triunfadora al haber logrado quitar el lápiz de la espalda de su amiga.

—Olvídalo —dijo Diana que con tono indiferente. Ahora tenía un nuevo obstáculo para llegar a su asiento que estaba al centro del salón.

Escaleras.

Esta ignoró los murmullos de las demás y se concentró en observar el primer escalón que estaba frente a ella. Era muy obvio que no llegaría hasta su asiento sin la bendita ayuda de alguien más.

Pero el único problema era que...

—¡Arriba! —Exclamó Akko mientras empezaba a empujar la silla de ruedas de Diana por las escaleras.

—Ah... Gracias... Ah... —Agradeció ella de forma entrecortada pues si era cierto que no quería escuchar o hablar con la castaña. Tampoco era una rencorosa impulsiva qué le gustaba estar molesta con las demás.

—Ni... Lo... Menciones... —Dijo Akko con los dientes apretados pues era muy difícil empujar la silla de ruedas de su amiga.

Pero ya estaba a punto de llegar a su destino.

—Lis... Ah... To... —Dijo Akko muy cansada por tal acción que acababa de realizar.

Diana observó de reojo a la castaña. Ya estaba sentada en su silla con las manos entrelazadas sobre la mesa... Digo, con su mano buena sobre la mesa y con la mirada fija al frente.

—Gracias —agradeció de forma tranquila.

—¡Para lo que necesites! —Exclamó Akko con felicidad.

¡SLAP!

Acto seguido le dio un manotazo en el hombro a la lastimada chica.

—Aaaaau... —Gimió Diana por lo bajo por el dolor que eso le causó. Incluso una lagrima se le salió.

Mientras se aguantaba el llorar cómo una bebé no se dio cuenta de que Amanda quien estaba sentada a su lado con sus brazos apoyados atrás de su cabeza y recostada sobre el respaldo de su silla la observaba de reojo.

Parecía interesada en la condición de la rubia.

—Oye —la llamó.

Diana la volteó a ver.

—¿Qué sucede? —Preguntó la ojiazul.

—¿Akko fue la responsable de tu condición actual? —Preguntó Amanda.

—Si... —Respondió Diana desviando la vista a un lado.

Amanda sonrió de forma burlona al tiempo en que cerraba los ojos para seguir durmiendo.

—Jejeje estúpidas —murmuró por lo bajo.

—¡Tsk! —Gruñó Diana con enojo. No podía creer que esa chica la volviera a insultar.

Era inaudito.

Pero en su condición actual no podía hacer nada más que esperar a que las clases transcurrieran lo más rápido posible.

Solo eso.

Media hora después.

—¿Pero dónde se habrá metido la maestra? —Preguntó Diana con enojo al no ver a la peliazul por ninguna parte.

Akko simplemente se encogió de hombros ante la pregunta de la rubia. Ella no tenía idea de dónde estaba la maestra Ursula.

Mientras tanto.

—Zzz... Zzz... Zzz...

Roncaban enérgicamente un par de mujeres adultas mientras dormían bien abrazadas en la cama de la habitación de la maestra Ursula.

Una de ellas era la maestra Ursula y la otra era la poderosa bruja, Woodward Sensei.

Ambas habían tenido una larga noche de parranda y al parecer no había fuerza en este mundo quien las pudiera despertar.

O tal vez si.

Continuará...


Nos vemos en la próxima, adiósh ;3.