"To the end of the Earth, I'll search for your face. For the one who laid all of our beauty to waste […].There's a million sad stories on the side of the road. Strange how we all just got used to the blood. Millions of stories that'll never be told…"
– As Cold as it gets (Patty Griffin)
Capítulo 8. Argestes I
– Diez minutos.
– Vale pero no puedes… uhm… es secreto, ¿vale? No puedes contar nada de lo que leas a… a nadie.
– Lo capto, tranquilo.
No le ofrecía mucho tiempo, pero mientras estaba sentado frente a su hermana y dos tazas de café americano en el comedor de su nuevo piso de Queens, y ella leía en silencio el primer borrador de la charla que iba a dar Tom en Argestes, Greg sintió como si pasaran una eternidad sin decir nada.
– Me ha pedido que haga… – dijo –… uh, aportaciones para ayudarle a tener un mayor impacto. Transmitir su pasión por la nueva estrategia de la ATN a un público difícil. Quiere que sea sincero. Que destripe las palabras si es… bueno… necesario. Preferiría no destripar nada no vaya a recibir, digamos, de valiente… ten eso presente, ¿de acuerdo? Solo dime si hay algún pequeño consejo que pueda darle… en… uhm… en líneas generales.
– Greg – su hermana le miró como si tuviera 8 años y volviera a corregirle los deberes de matemáticas – necesito silencio para leerlo.
– Vale.
Greg se obligó a resistir el impulso de comportarse de verdad como si fuera un crío y volver a preguntarle qué le parecía. Miró a su alrededor, tratando de encontrar otra cosa en la que fijarse.
El piso de Lavinia en Queens era exactamente igual que ella. Las cortinas estaban abiertas de par en par para que entrara el sol, había un parquet de madera y colores de color pálido en las paredes. El sofá gris no era nuevo pero parecía cómodo.
Enfrente del mismo tenía una alfombra de color rojo cereza que destacaba.
Estaba atardeciendo y la silueta de los árboles resaltaba contra el color naranja del cielo de Nueva York a través de la ventana.
Era la primera vez que estaba en aquel lugar pero le parecía acogedor.
Había visto que tenía flores secas sobre el borde de la vieja bañera con patas del lavabo y una foto de un paisaje de nieve en la habitación.
El suspiro de su hermana hizo que fijara su atención sobre el dedo con el que seguía la página del discurso. La vio negar con la cabeza.
Greg se encogió un poco en su silla. Sabía que tendría algo que decir, solo esperaba que no encontrara fallas lo suficientemente graves para tener que advertir a Tom.
¿El equipo de Karolina ya lo había revisado antes, no? ¡Y habían hecho esa encuesta para el eslogan!
Tom se había esforzado mucho en ese discurso, era su primera gran aparición como jefazo de la ATN.
Con el ascenso lo había convertido en una especie de estratega ejecutivo junior, lo que sonaba muy bien sobre el papel, pero no dejaba de ser una glorificada versión de su antigua posición de asistente raso.
Su trabajo era pensar ideas para Tom, las cuales sabía que usaría para burlarse de él o quedarse el crédito por ellas.
Greg prefería impresionarlo con alguna observación incisiva pero poco beligerante. Algo con que lo felicitara por su aportación y siguiera con su día sin ir a mayores, no que lo enfureciera.
No quería ni imaginar su cara si realmente le destripaba ese texto.
Los cambios de humor bruscos de Tom le ponían nervioso.
Al menos le pagaban más. Eso era definitivamente bueno y la nueva oficina, un plus.
– Ha cubierto bien todas las bases, ¿no? – cuando se lo había hecho imprimir esta mañana, mucho antes de que llegara nadie a la oficina, Tom parecía feliz, orgulloso de haber hecho un buen trabajo.
¿Cómo iba él a decirle que no era bueno?
Por no olvidar que puede que pedirle que diera su opinión "sin paños calientes" fuera una trampa, más tratándose de algo tan delicado como esto. Un juego retorcido de Tom para acabar actuando como un brabucón y echarle en cara lo poco capacitado que estaba para un puesto de más responsabilidad como el que había conseguido chantajeándolo amistosamente con los documentos de los cruceros…
Tenía que demostrar que tenía alguna idea de lo que se hacía.
Por eso le había pedido ayuda a Lavinia.
– Con todas las partes que has tachado de esta copia de la charla es muy difícil de decir… pero… – dijo sin levantar la vista.
– ¿Pero?
– No lo hace bien. En cómo se expresa, quiero decir. Hay demasiado florituras y licencias poéticas algo desconcertantes. Es mejor un lenguaje sencillo y claro de frases cortas, sin grandes subordinadas y con cadencias cómodas de lectura. La expresión "asaltar los cielos" es de Karl Marx y la otra mitad de las frases sobre la democracia y la opinión del público parecen tomadas de Robespierre. Creo que hasta funciona pero es confuso… ¿Está dirigiendo una televisión de derechas o quiere montar la Revolución Francesa? ¿No ha encontrado ninguna frase de Reagan o El Padrino que le sirva? – sonrió con ironía – No te enfades. Aunque no me queda claro que es la ATN Citizens y no sé si es solo porque has quitado fragmentos enteros. ¿Qué piensas que haría con ellos?
– Bueno…
– Voy a mandarte unas cuantas anotaciones para que puedas proponerle algunos cambios – vio la cara de su hermano – Nada que pueda resultarle demasiado ofensivo… ¡Todavía no entiendo porque dejas que ese hombre te trate como lo hace! – movió la cabeza resignada y volvió a dar un vistazo a los papeles mientras se frotaba la frente.
– No es para tanto, voy bien.
– Paso de volver a discutir contigo sobre eso – suspiró – Hay un par de errores ortográficos tontos pero como lo que importa es lo que va a leer… eso da igual.
¿Ortografía? Había leído ese discurso cien veces antes de enseñárselo.
Juntó las yemas de los dedos ante su cara.
Angela iba a ir a Argestes.
El socio capitalista que habían conseguido las había invitado a un par de charlas el sábado.
Iría con él en su jet privado y volvería la misma noche.
Ilhan la felicitó.
Aunque su jefa no estaba convencida.
Los tacones de las botas de Angela repiquetearon en el suelo de la oficina al pasar entre las mesas y se apoyó en el escritorio de Ilhan.
– Es otro aparador del dominio masculino en la economía mundial. Nosotros somos un granito de arena allí. Ni siquiera George ha podido conseguir pases platino. Vamos una tarde de excursión y después ¡pum! fuera.
– Pero es una oportunidad para que habléis de Dust a gente importante – dijo Lavinia alzando los ojos del ordenador. Era una evidencia, ¿no? Pero en cambio Angela se la quedó mirando.
A veces valía más estar callada.
– ¿En cuatro horas? No, pero servirá para que lo parezca. Vamos a hacer un par de vídeos para la web, stories de Instagram y tuits. En vez de Kara, me va a acompañar una de las artistas de nuestro catálogo, vendimos una escultura suya sobre el Me too por 6 cifras el lunes. Joven, guapa, éxitosa… ¡Ahora es Medusa quien decapita a Perseo! "El arte de hoy en la misma sala que Bill Gates y Airbus". ¿Qué te parece?
Ilhan rió. – Cuidado Lavinia, la jefa te va a robar el trabajo.
Meneó la cabeza con una sonrisa. – No me preocupa.
Se concentró en la pantalla del ordenador. El sol caía de una forma tal sobre la pantalla que le devolvía parte de su reflejo.
Llevaba el pelo en ondas sueltas con una raya al lado, una americana negra y unos pantalones tres cuartos de color pistacho con los Jimmy Choo que le había regalado Tabitha.
– Estás muy guapa hoy pero vamos a necesitar jerséis en ese sitio – le dijo Angela.
Se volvió hacia ella, extrañada. – ¿Cómo?
– Perdón. Tenía que haber empezado por el principio – su jefa se disculpó – Por supuesto que vas a venir tú también. ¿No pensabas que iba a hacer los vídeos yo, no?
Oh, Dios.
Sintió un pellizco en la tripa al darse cuenta de lo que podía venírsele encima.
Pensó en Stewy, por supuesto.
Él estaría allí.
Pero no sólo él…
¡Joder! ¡Joder!
Greg, Tom… los Roy al pleno iban a ir a ese lugar.
Qué desastre.
– ¿Estás bien? – le preguntó con una mueca su jefa.
Cálmate, Lavinia. Son cuatro horas. Una tarde. Dos conferencias. Decenas de participantes de cómo 50 países. ¿Qué posibilidades hay que te cruces con alguno de ellos?
En todo caso, quien fuera su familia formaba parte de su vida personal.
Hacía un buen trabajo aquí. Tenía derecho a callarse eso.
No tenía por qué ir dando explicaciones y tampoco es como si alguno de sus primos fuera a actuar efusivamente de cruzársela en un corredor.
Tragó saliva. – Sí, estoy bien. Estaba pensando en… ¿cómo fue la venta del cuadro de ayer?
– Bien – sonrió Angela – No cada día compramos a un coleccionista privado para vendérselo después a otro por muchos más ceros. Pero la obra lo valía. Inspirado en Rothko. Líneas incoherentes, hombres mal dibujados, y una profunda reflexión detrás. Naranja, amarillo, rojo. En 20 años valdrá 60 millones de dólares.
Lavinia asintió, mordiéndose el interior del labio.
Fuera había empezado a llover con fuerza. Vio a un grupo de brokers de Wall Street y a una pareja esperando en la entrada del restaurante, mirando cómo arreciaba la tormenta.
El eco golpeaba tan fuerte en las vidrieras del edificio que casi se le taponaban los oídos, y cuando estalló un trueno en un lugar cercano, un ruido blanco sustituyó sus pensamientos por un segundo.
Había intentado dar sentido a esta historia que tenía incrustada en la cabeza con la fuerza con la que la lluvia parecía castigar hoy Nueva York.
Pensó en el poco tiempo que había pasado con ella. En la primera vez que la había visto. Y en su risa en esa barca en el Hudson. Llevaba a Lavinia en la punta de los dedos, en la boca del estómago, entre los dientes. Joder, la tenía metida muy dentro.
Jugueteó con su móvil.
Tenía una llamada perdida de ella de hacía tan solo unos minutos.
Era aún inusual que llamara y eso lo despistó.
Pero aquí no podía contestarle.
Primero tenía que prestar atención a esto que había venido a hacer.
Había quedado con Zahra en este restaurante para disculparse antes de subir al jet de los Furness hacia Belfast. Lo había invitado a una movida con sus amigos cuando volviera a la ciudad, pero Stewy supo que lo había hecho solo por consideración a esos meses que habían estado juntos. Ella ya sabía que declinaría la invitación.
Puede que no estuviera listo para hablar en voz alta de romper porque eso requeriría de una explicación que en este momento no quería dar, pero a Zahra no pareció importarle. Ella dio muchas cosas por hecho.
Stewy miró al final de la sala durante un largo momento.
Mientras estaba en esas supuso que hay cosas que no se pueden cambiar, lo asuma uno o no.
Lavinia era piel y esa sonrisa que vivía sin pagar alquiler en su pecho. Él, un necio.
No estar preparado para confesarse era una fantástica excusa para exonerar su culpa.
En el fondo supo que esto era un adiós aunque Zahra no cerró ninguna puerta.
No se había tenido nunca por un cobarde. Sin embargo, agradeció que se permitieran hacer el paripé de esa forma. Ahora mismo iba a otro ritmo con las palabras.
Aquella historia de ruptura sin lágrimas, encajaba a la perfección con ellos.
Pero se sintió un poco acojonado. No sabía lo que estaba haciendo ni por qué no le ponía freno.
– Tú y yo somos como los de Bang Bang que cantaba Nancy Sinatra – dijo Zahra. Pero honestamente su cultura musical no era tan buena.
Ella canturreó un par de líneas cuando le vio fruncir el ceño. "He didn't even say goodbye, he didn't take the time to lie". Tenía una buena voz.
Stewy aceptó el dardo con elegancia. Fue el único reproche.
Hace mucho que habían pactado no perder el tiempo si las cosas dejaban de funcionar. Desde el principio habían sido dos personas que no tenían plan y a las que les apetecía salir juntos sin más. Era así para los dos, ¿no?
– Lamento haberme ido así el otro día – ofreció.
– Lo único que me molesta es que pensé que cuando llegara el momento lo vería venir, pero me has tomado por sorpresa. Es una lástima porque esto… nosotros… estaba saliendo bien… ha sido guay…
Zahra insistió en subir a su ático antes de despedirse pero él no pudo ni meterla en su cama. Como si eso significara algo... Le sirvió una copa de vino rosado y lo hicieron en una puta silla. Solían hacer un espectáculo de esto, ¿por qué no hoy?
Follaron pero necesitó de un arranque manual, y fue solo divertido a medias como lo es a veces el sexo mecánico. Para su frustración hacia el final sintió un vacío detrás de los ojos y en el pecho, como si estuviera en carne viva.
Cerró los parpados para correrse y entonces por una vez en horas no pensó en ELLA, la ella por la que estaba perdido en primer lugar, aunque hacerlo habría facilitado mucho las cosas.
Se dio cuenta que no quería tener la polla en otra cuando estaba pensando en Lavinia. Era… asqueroso.
Zahra tampoco se lo merecía.
Mecagoenlaputa.
– Ha estado… bien – dijo su novia… exnovia… poco convencida cuando se desconectaron y se apartaron.
– Lo siento – admitió él – Ven.
Zahra negó con la cabeza.
– Olvídalo. No ha estado tan mal – se colocó bien la falda larga que llevaba – Es un pene, no tiene tantos secretos.
Siempre había sido muy directa, eso le había gustado desde el principio.
– Visto así…
– Hay un alguien – le interrumpió – Por supuesto que sí, no hace falta ser Einstein. ¿Pero desde cuándo?
No se refería al sexo.
Él no tenía una respuesta concreta.
– Hace unas semanas – confesó.
¿Había sido la primera vez que la había visto, o hasta que no se la había encontrado en Nueva York todavía había habido esperanza que no quedara clavada tan adentro?
Supo que con Zahra no volverían a repetir esto de hoy.
Pero fingió cierta ignorancia.
– Estás hecho un asco, ¿lo sabes? –le dijo ésta cuando ya se iba.
Stewy se repitió que había jodido esto fantástico como tarde o temprano jodería lo que fuera que estaba pasando con Lavinia.
Era especial. Con Lavinia era… malditamente íntimo. Sentía cosas por ella.
Pero era imposible que él la quisiera cómo se merecía…
Porque una tía como Lavinia merecía que la quisieran de la hostia, sin peros ni condiciones.
… y él tarde o temprano lo mandaría todo a la mierda como hacía siempre.
No había descartado el amor y eso. Se trataba simplemente de que ya de joven se había vuelto un poco cínico. Había aprendido a masticarlo y tragarlo de manera diferente. A disfrutar del sexo sin compromiso.
Lo suyo era estar con alguien con quien le apeteciera acostarse, besar con ganas, irse de copas, a cenar, echar unas rayas y que no se interpusieran en sus planes, en su carrera por el dinero.
No porque le hubieran hecho el corazón añicos sino porque podía.
Un mejor hombre se apartaría de Lavinia ahora que aún no le había hecho daño.
Pero como era un puto egoísta gilipollas siguió escribiéndole.
"¿Ya te has mudado?". Se frotó la cara en silencio mientras esperaba una respuesta.
Por lo que sabía de Logan Roy y como trataba a los suyos, y lo que ella había dejado entrever de la difícil relación de éste con Ewan; podía estar a punto de ponerla en una situación de pesadilla. Sabía mucho, demasiado, de lo que era capaz el puto dinosaurio.
Además, era la prima de Kendall. Había implicaciones que les rebasaban incluso si ella no tenía nada que ver con la empresa.
"Estoy en ello. Me falta escoger algunos muebles".
"¿La cama?". Usó un emoticono con un beso.
Tuvo la urgencia de eliminar eso enseguida pero Lavinia estaba conectada y ya era demasiado tarde.
"Ya tengo una, pero siempre podrías venir y comprobar que es aceptable…".
Le despertaba la puta piel. … cómo de bien se sentía toda ella… poder recorrerla con la yema de los dedos… perderse por completo cada vez.
Si ella supiera cómo la deseaba…
¿Por eso te has follado a otra aquí mismo, Hosseini?
Stewy tardó demasiado en responder el mensaje a pesar de que Lavinia pudo ver que estaba en línea. Eso la inquietó.
El cursor parpadeó. Dudó qué escribir.
Lavinia llegó a pensar en despedirse quietamente, fingiendo que no era él quien había empezado la conversación. ¿Había dicho algo mal?
Flaqueó un poco y le puso:
"¿Todo bien?".
"Sí, sí. Es que estoy a punto de coger el coche hasta el aeropuerto".
Mantuvo los ojos en la pantalla. "¿Vas a estar fuera muchos días?".
"No lo sé pero después está Argestes. Joder, todavía querría meterte en la puta maleta, Lavinia... y no sé qué hacer con eso.…".
¿Por qué ese arranque de sinceridad?
Iba a volverla loca.
Si estuviera allí sería más fácil de recriminárselo.
Cerró el chat y buscó su nombre en la agenda para llamarle. Stewy lo cogió al tercer tono aunque estaba segura que tenía el teléfono en la mano.
– Sobre Argestes, hay algo que tengo que contarte –le anunció –.
– Dime.
A pesar de todas las prevenciones, la voz de Stewy seguía reverberando en su interior. Escucharle, la hacía sentir distinta, bien.
– No sé si te sigo, Tom – Shiv le miró pero solo le prestó atención parcialmente mientras buscaba algo en su bolso en el recibidor de su dúplex. Salían de casa juntos y, pese a que estos últimos días iban hacia la misma empresa, apenas volvían a hablar con el otro al anochecer – En Waystar tienes a los mejores a tu disposición para esto, a un ejército entero de personas con credenciales que ya han revisado cada una de las partes de esa intervención. ¡Y tienes a Greg!
– Greg es mi asistente – Tom tosió – Bueno ya no es mi asistente estrictamente hablando porque ha habido el ascenso pero hará ese papel en Argestes.
– Exacto – sonrió su mujer. – Ya le tienes a él.
No le dijo que ya se lo había pedido al maldito Greg y éste le había presentado unas observaciones tan puntillosas a su borrador que enseguida había adivinado que no eran suyas…
Aunque eran buenas.
Había sido relativamente fácil que confesara.
– Greg tiene mucho trabajo que hacer para mí, incluyendo revisar los flecos con el equipo legal. A mi intervención le falta algo pero no sé el qué. Estoy explorando qué es pero voy a contrarreloj… Tú lo sabes más que nadie. Detrás de las grandes figuras, hay siempre orfebres de las palabras, maestros de la semántica, forjadores de conceptos, ¡albañiles de los discursos! ¿Y yo quien tengo en la cúspide de la ATN? ¡A un interno de un interno de Cyd Peach porque parece que el equipo de Karolina está demasiado ocupado! ¿A Greg? La parte legal les interesa, hemos gastado miles de dólares en un estudio de mercado, ¡hemos hecho una encuesta para el eslogan!, pero mi lucimiento del que depende lanzar la nueva estrategia de la ATN ahí fuera en ese foro de titanes, uhm… creo que lo que pasa es que como no habrá prensa… pero es importante explicarlo a los peces gordos de Argestes – se rascó la barbilla nervioso – Sin ánimo de presumir, Shiv, pero esta nueva estrategia es la rehostia. Voy a revolucionar la tele. La charla es mía, no necesito que me escribas lo que voy a decir, solo que me asesores como dar el mayor impacto posible. ¡Bum! – hizo un gesto con las manos de lanzar una bomba – Un poco de coaching, pulir más el guion. Me encantaría que el último vistazo se lo dieses tú, si pudieras…
– ¿Yo? Tengo muchas cosas que hacer, Tom. Tengo que encontrar la manera de hablar con mi padre para asegurarme que lo de la sucesión sigue en pie como lo dijo… ¡Todo va ir bien con lo de la presentación, no te obsesiones!
– Lo sé, va a ir genial, pero…
Shiv dejó entonces el bolso encima de la mesa de su recibidor y le prestó por fin un poco de atención: – ¿Quieres que te recomiende algún asesor de comunicación que haga colaboraciones externas para empresas? Puedo pasarte teléfonos.
Tom se plegó de hombros.
– No. Voy a espabilarme. Además, el equipo jurídico pide completa confidencialidad.
– ¿Seguro?
– Sí, puede que al fin y al cabo Greg me haya dado una buena idea.
Greg, Greg, Greg…
Ese chico era una comadreja lista.
A Tom le gustaba como pensaba.
Eso que al principio no había sabido qué opinión tener del primo larguirucho de Shiv. Por un lado lo había acogido bajo su ala, pero por el otro no le gustaba la idea que otra persona venida de fuera de la familia tuviera ningún tipo de precedencia a él.
Al fin y al cabo, Tom no se consideraba a si mismo buena persona. Era un bastardo competitivo dispuesto a conseguir aquello que quería o eso le gustaba creer.
Disfrutaba de la audacia y la estúpida falta de miedo que Greg exhibía en cosas como conseguir estar siempre en el ajo o chantajearle.
A primera vista, era un chaval nervioso y tembloroso capaz de usar el nepotismo para su ventaja aquí y allá. Pero no, no importa cuál fuera la primera impresión, no era estúpido.
Aunque valía más no hacérselo saber, podía subírsele a la cabeza…
Shiv arqueó una ceja escéptica. – Caramba, con el primo Greg. Todavía no lo he entendido… ¿qué se supone que hace ahora?
– No, ni de coña.
Greg suspiró. – Por favor. Te prometo que te lo compensaré.
– Dijiste que no querías que me involucrara.
– Uh… ahm… y no quiero que lo hagas.
Lavinia entrecerró los ojos y se apartó el cabello de la cara. – Esa es una manera muy muy peculiar de demostrarlo.
– Por favor.
Cogió aire.
Estaban en una cafetería, así que no podía subir el tono.
– Pero es que no hay nada que se pueda hacer más allá de prenderle fuego al archivo Word donde lo ha escrito. Ya te hice algunas anotaciones que lo mejorarían un poco, y por lo que leo en esta hoja que me das, ha hecho con ellas lo que le ha dado la gana, no me pidas más… Mira, te leo – agitó la mano al coger los papeles como si le pesara – y por favor ríete porque me niego a pensar que va a poder decirlo sin descojonarse: "… dos cosas fundamentales sobre las noticias. Una, es la novedad. Todo lo novedoso, es noticia, hay muchas noticias…". ¿En serio? ¿Es que… qué se supone que significa eso de todas maneras?
– Vinnie…
– Dile que no y que no insista con otro de sus correos. Sois muy cabezotas… ¡los dos! – hizo una pausa para mirarle – y él no para de mencionarte en ellos… "Dile a Greg, dile a Greg…". Es un pesado. ¿Qué no habláis cada día? Ahora, mira, tengo que trabajar en serio. Angela está que no para con eso de tener que ir a Argestes el sábado – se recogió el cabello en una coleta con una goma que llevaba en la muñeca –.
– Solo tienes que firmar el acuerdo de confidencialidad para que te pueda pasar el guión entero y, ahm, dar tu opinión de la pieza íntegra de texto. Sugieres cambios, arreglas las citas y eso, Tom lo integra o no según vea, lo pasamos una última vez al equipo de Karolina y, chas, hecho. Uh, te va a pagar.
Le puso ojitos de cordero degollado.
Sabía exactamente cómo hacerla ceder.
– No, lo que vais a lograr es que me despidan…
"Hay un montón de relaciones públicas mucho más experimentados que se pelearían por colaborar con la ATN en un foro como Argestes y no me imagino a ninguna de esas personas haciéndose las estrechas cuando se lo pide el máximo responsable de contenidos globales de las noticias".
Tom Wambsgans le había soltado ese mensaje. Por qué sí.
¿Quién se creía que era?
Pero bueno, luego le había ofrecido una cifra absolutamente loca que ni Carrie Bradshaw en esas columnas ficticias de Sexo en Nueva York.
Toda la vida que llevaban discutiendo con Monique que nadie podía ganar tanto por trabajar como una vez a la semana…
¿5.000 dólares por dar otro vistazo al guión de su charla un viernes por la tarde?
El marido de Shiv se había bebido el puto entendimiento.
Técnicamente no era para la ATN sino para Wambsgans directamente así que era algo totalmente inocente. Al menos entre comillas. Había mil excusas que le podía poner a su abuelo.
De todas maneras no sabía cómo iba a aguantar en Nueva York con su actual sueldo.
Tenía que pagar el crédito de los muebles.
Era por una buena causa. La de aguantar en la ciudad unos meses más sin renunciar a no sé… cosas básicas.
A Stewy le había comentado ayer las novedades.
Él le había hablado de Argestes y justamente por eso era bastante extraño que ahora fuera a ir… Oh, Dios mío.
Lo último que quería es que pareciera que le estaba persiguiendo como una maldita chalada.
Él decía querer verla, pero esto…
Era complicado.
– El sábado va Angela. Iré a las conferencias a las que está invitada y nos largaremos. … Al menos ese es el plan de Dust... – le dijo por teléfono – Yo al final llego el viernes en un vuelo comercial... Le he prometido a Greg que daré un vistazo a la sala donde Tom Wambsgans habla. Esta tarde les pasaré el guión que he revisado y le daré otro vistazo ese día. Dormiré a 20 quilómetros de donde estáis en el hotel que aparentemente usa la prensa. ¡Apenas les dejan entrar a dos conferencias y un photocall y están todos. Hasta la BBC británica. Es surrealista!
Por un momento pareció tremendamente tenso pero se repuso.
– ¿De verdad crees que 20 kilómetros van a disuadirme de ti?
Lavinia se había prometido hace mucho tiempo, incluso antes de Mark, que no permitiría que un hombre la distrajera de un trabajo.
Lo que debería incluir a su hermano lo más pronto posible…
Esperaba que Kara y Angela no se enteraran nunca que les hacía un poco el salto con Tom.
... ni tan siquiera con algo tan poco ortodoxo como aquello quería mezclar las cosas.
Pero la verdad era que estaba bien que llegara antes para grabar imágenes de recurso para los micro vídeos que Angela quería ir colgando el sábado, y quizás preparar mínimamente el terreno para conseguir que dos o tres de esos peces gordos de Argestes hablaran unos segundos de arte para la cámara de su móvil y hacer una serie de stories.
Daría vidilla a la web y a redes y serviría de excusa para que su jefa hiciera negocios, eventualmente.
George, cuyo apellido era búlgaro y que había puesto dinero en Dust, le había facilitado el contacto de un activista medioambiental que presentaba un proyecto para reciclar basura de los océanos en un panel con Jeff Bezos y el de una joven CEO de una startup japonesa para empezar.
Angela había estado encantada que se adelantara.
En realidad un pase de prensa como el que había conseguido daba para poco más que rondar el exterior del recinto, así que su jefa no se sintió menoscabada.
Podía imaginar que si le hubiera dicho que tenía cualquier otro acceso se habría puesto suspicaz.
Si Angela supiera…
Por Dios, Vinnie.
Mientras tanto el aviso de mensajes de su móvil se había convertido en la banda sonora de sus días y también de algunas de sus madrugadas…
"Acabo de aterrizar en Belfast. Espero que me eches un poco de menos".
"Creo que lo hago".
Un audio con voz encantadora: – ¿Solo lo crees?
Stewy la había convertido en una mentirosa. Aunque eso era consecuencia de estar enamorada y ser rematadamente idiota.
… ¿qué esperaba que le dijera? ¿Que estaba enamorada hasta las trancas de él?
Era curioso el modo en que el mes de mayo había caído en la ciudad en cosa de un par de días.
La semana pasada iba a trabajar con abrigo y manga larga; y ésta ya llevaba una chaqueta liviana y un vestido ligero floreado para salir a despejarse fuera de horario de oficina. Estaba encantada. Le gustaba esta primavera.
Las calles estaban preciosas y cuando no llovía podían disfrutar de un sol templado que barría el parquet de su estudio en Queens y alejaba las sombras de las aceras por donde transitaban los neoyorquinos.
Estaba convencida que el mes de mayo y el hecho de que por fin había empezado a moblar su piso era lo que hacía parecer que aquellas cuatro paredes eran un poco más cálidas, más suyas. El salón tenía una luz preciosa. Se había hecho con un par de alfombras, el sofá, una mesa redonda donde comía y que también usaba para escribir con el portátil…
Echaba en falta la cantidad de flores que había en los Países Bajos por la calle en este tiempo.
Le daba un poco de pereza volver a recuperar los jerséis para ir a ese sitio por no hablar de las horas de avión.
Pero…
– Oh, y aquí estás, en misión de incognito – bromeó Greg cuando la recibió en la parada del autobús sujetando su mochila.
Esta zona estaba llena de cámaras y periodistas pese a que estos tenían un acceso muy limitado al retiro. Una rueda de prensa de inicio, una de final, acceso solo a algunas conferencias.
– ¿Vamos a acabar con esto pronto, verdad? Me paso esta tarde por la sala donde dará la conferencia, repasamos lo que sea que haya escrito después de lo último que vi, la puesta en escena y mañana dedico todo el día a Dust.
– ¿No vas a quedarte a la presentación? Ya que te hemos conseguido meter hoy con uno de los pases de prensa de la cadena… y mañana vas a tener el de Dust, así que…
Miró a su hermano entrecerrando los ojos. – ¿Quieres que me quede?
– Por si hubiera algún imprevisto de última hora.
Su contrato no le impedía colaboraciones freelance siempre que no perjudicara a los intereses de Dust pero dudaba que les hiciera mucha ilusión saber qué estaba haciendo.
Pero, hey, a ver cuándo cumplían ellas con sus últimas promesas y le subían por fin un poco el sueldo...
Eso le evitaría tener que jugársela con ellas, con su abuelo, oh, y con Roman… a su primo tampoco le iba a gustar si se enteraba.
– ¿Cómo ha ido el vuelo? – le preguntó Greg.
– Periodistas tecleando portátiles, niños llorando… y luego una hora de autobús hasta aquí. Seguro que no tan bien como tu jet privado. ¿Qué tal eso?
– Una hora dando vueltas para aterrizar. Bastante chulo.
Sandy parecía en bastante buena forma dadas las circunstancias.
En el fondo no pudo evitar estar de buen humor; la ducha de esta mañana había disipado sus comidas de coco con bastante eficacia.
Que esta noche fuera a verla, ayudaba como el demonio.
Se giró un poco con un cóctel en las manos y Sandy diciéndole algo al otro tipo que les daba conversación. Vio quien entraba.
Joder…, no, ni de coña.
Observó de soslayo como Ken y Roman entraban en la sala en la que se estaba dando la bienvenida a los asistentes al foro.
No es que no supiera que los Roy iban a estar en Argestes pero ahora mismo no tenía tiempo para Kendall.
No tenía ganas.
Ni ahora ni mañana ni pasado ni en 2050.
Lo miró de arriba abajo cuando éste se giró hacia su hermano. Estaba hecho un puto espectro.
El fantasma de las Navidades pasadas.
Ya no confiaba en él, esperaba hacerse con la empresa de su padre lo más pronto posible pero seguro que no indoloramente y su amistad se había ido al garete.
Oh, y había desarrollado sentimientos por su prima de todas las personas del planeta.
Lavinia, ahí metida en su cabeza y sus venas, colonizándole el pecho.
Tom saludó de buen humor a Greg cuando este irrumpió su mañana perfecta.
– Hola. ¡Pero si es mi sherpa! ¿Qué te cuentas?
Greg también parecía un niño con zapatos nuevos: – Pues, eh, creo que acabo de tocar a Bill Gates…
– Oye, ¿has comprobado la acústica de la sala para mi charla? ¿Me has apuntado a la caminata cultural? – Tom preguntó – Y supongo que nuestra pequeña ayuda… ahm… ha llegado ya…
– Sí. Todo está bien.
– ¿Y qué me han puesto en la cabaña? ¿Frutos secos y fruta o champagne y pisapapeles?
– La cesta, sí. Pero la sala de la charla es genial. Es la misma de Roman y Ken. Vinn… ella dice que es una buena sala y ya ha firmado la cláusula de confidencialidad y he podido enseñarle el guión…. tu guión final… sin censura. Va a trabajar en él antes que os veáis esta tarde.
– Perfecto, perfecto.
Roman les interrumpió en ese instante sin venir a cuento. – Bonito chaleco, Wambsgans, que mullidito. ¿Lo has rellenado de tus sueños y esperanzas? Vaya, botas de montaña, qué original…
Greg podía ver que Tom odiaba eso, que los Roy le hicieran sentir inferior. Quizás por lo mismo estaba tan inseguro sobre su charla.
Al final, pedirle ayuda no era una trampa que le hubiera parado, sino algo real. Saber eso era liberador.
Logan Roy llegaba en este momento del brazo de Marcia.
El número limitado de pases platino parecía no haber sido un problema en este caso, pese al enfado de Shiv.
– Sólo quería decirte. No sé si te han puesto al día de todos los detalles, pero estamos listos para anunciar la estrategia de la ATN mañana – Tom contó a Logan.
Definitivamente Tom era el único que parecía tomarse en serio aquella presentación.
– La misma mierda con otro envoltorio – sentenció el gran patriarca.
– Bueno, no vamos a usar ese eslogan. Al final hemos elegido "Te escuchamos" – arrugó las cejas Tom pero mantuvo un tono jovial.
– La encuesta fue genial – dijo Greg.
Logan Roy suspiró. – Fue aceptable. Hacedme un favor, ¿ese es Sandy Furness? Pues seguid hablando, no paréis, no quiero cruzarme con él, ahora no. A las víboras les encantaría.
– Pues veras – aprovechó Tom – La charla hace hincapié en poner las necesidades del público en primerísimo lugar y aspiramos a que sea muy inclusivo tras los últimos acontecimientos porque ATN Citizen es muy similar, pero da opción a un nuevo…
Logan no le escuchaba. Para él era solo lo mismo de cada año. – ¿Cómo está? ¿Cómo le veis? ¿Está sano?
– Se le ve un poco debilitado.
– He oído que a lo mejor, que a lo mejor es sífilis.
– ¿En serio? Interesante porque ya no se oye hablar mucho de la sífilis hoy en día. Es como el MySpace de las ETS.
Hugo les interrumpió.
Susurraron.
Una revista había tenido una filtración y amenazaba de publicar un escándalo sobre los cruceros. El acuerdo con los Pierce peligraba.
Tom y Greg no serían conscientes de nada de ello hasta más tarde.
Le encantaba comer.
Por eso ya era mala suerte que se encontrara con Ken justo en ese momento en el que estaba sentado en una mesa.
– Vaya, mira quien está aquí. El niño de papá – le dio la mano pese a todo – He oído que todo vuestro personal se está suicidando.
– Sí, al pensar que puedas ser su jefe. Cosa que nunca serás…
– Ya, gracias a todas las adquisiciones que estáis haciendo, hinchándoos a comprar, ¿eh? Esta ensalada cuesta 75 dólares. Compra una y úsala para defenderte.
– Sí, sí, quizás. O la ensalada o algo más sabroso.
– Uh. ¡Qué miedo! ¿Qué podría ser? Una hamburguesa, unos calamares o un puto… tío, ¿es Napster?
Qué te den Ken. Joder.
– Mira, solo diré que, sinceramente, tenemos algo en ciernes y hará que tu acuerdo sea insostenible. He pensado que como amigo debía decírtelo.
– Pues que detalle. Parecemos putos amigos íntimos…
Como si el puto Internet no estuviera a petar de rumores.
– No es ningún farol. No te estoy vacilando, Stewy. Te juro por la vida de mis hijos, que tenemos un acuerdo tan gordo en el bote que va a joder tu operación y hasta cierto punto me da lástima como ha acabado todo entre nosotros.
Qué bonito.
Meneó la cabeza.
– La cuestión es Ken, con todo el respeto, que no me fío de ti.
Stewy puso los ojos en blanco.
Con todo lo severo que era su padre, siempre decía que perder un amigo era de las cosas más duras que le puede pasar a uno; pero un amigo de aquellos de verdad, de esos que se han ensuciado de barro la ropa y las botas contigo de pequeño, de los que han dejado huella.
Kendall y él, por ejemplo.
Habían hablado siempre del futuro como si no existiera en el mismo espacio cuántico que el presente, como si ya estuviera todo hecho, cuando no era verdad.
Pero claro, cuando su padre le decía aquello, era por los amigos que había dejado atrás en su país hace como, bueno, mil siglos… y no por… esto.
Ken y él eran terribles personas.
Miró su móvil en la cafetería de su hotel.
Luego se apoyó en la silla y chasqueó la lengua.
Qué cara hacían los dos.
– ¿Venís temprano? Pensaba que tenía vía libre hasta la tarde. Estaba a punto de ponerme a editar unos vídeos. He estado hablando con esta empresaria japonesa que es un encanto, hemos comido juntas hablando de cubismo y realismo, quiere conocer a Angela mañana, no te crearas lo que…
Greg bufó. – Necesitamos otro eslogan.
– ¿Cómo? ¿Por qué?
– Prefiero no decírtelo pero no podemos usar "Te escuchamos". ¿Tú qué propondrías?
– Bueno necesitaría alguna pista sobre por qué tenéis que cambiar nada antes que...
La ignoró.
Los dos lo hicieron.
– Creo que vamos a decir "Te oímos". Suena menos activo… – le dijo Greg a Tom.
Esto era un desastre.
– ¿Quieres decir?
– ¿Y si decimos "Estamos atentos"? – propuso entonces su hermano.
Tom protestó. – ¿Eso no es un galimatías?
Puede que en el fondo no la necesitaran como creían.
Porque bueno, sus propuestas eran terribles. Pero a veces… lo terrible también funcionaba muy bien en publicidad.
Tom y Greg la colaron en ese bar en el que había medio Argestes de copas.
Había quedado un poco antes de medianoche con Stewy, así que después de cenar accedió a ir con ellos un rato.
Greg estaba fascinado por la posibilidad de volver a chocar con Bill Gates.
– ¿Lo veis?, esto está lleno de titanes de la tecnología y supermodelos… – anunció al entrar visiblemente impactado.
Tom, bueno… hasta ahora le había parecido un imbécil… pero en privado parecía menos obsesionado con hacer bullying a Greg, y más agobiado por la incipiente pero creciente comprensión de que quizá había hecho una mala apuesta de vida o dos…
Era todo falso bravado y fanfarronería.
Esos dos se entendían bien.
Hasta ahora no le había pasado por la cabeza que pudiera haber una conexión genuina.
Puede que no conociera tanto a su hermano como creía, al fin y al cabo había desertado de la vida en casa con su madre cuando él era solo un niño…
Con catorce años había sido demasiado joven e inmadura para poder hacer algo por Greg pero demasiado mayor como para no darse cuenta que lo estaba dejando atrás.
Estas semanas en Nueva York se la había pasado riñéndole por dejarse mangonear por su jefe, ¿pero qué sabía ella?
Roman apareció en su visión perimetral cuando pedía un gin-tonic.
– ¿Qué haces aquí? – le preguntó suspicazmente.
– Trabajo – dijo señalando brevemente el pase de prensa que todavía llevaba colgado al cuello.
Eso hizo alzar las cejas a su primo.
– Hasta donde yo sé, no te tendrían que haber dejado pasar aquí con ese pase de pobretona…
Suspiró.
– Me ha colado Greg, ¿contento? – se rindió.
– Oh.
– ¿Vas a hacer que me echen?
Su sonrisa fue malintencionada. – Depende.
– ¿Ahora es cuando me chantajeas?
– Me debes una, ¿sabes? – levantó las cejas sugerente, robándole el gin-tonic de la mano y dando un sorbo largo sin ninguna vergüenza.
– ¿Te debo una porque no has publicado mi vida sexual en el boletín corporativo de Waystar? Me da igual… – tiró la cabeza hacia atrás. Dios.
– No, porque acabo de impedir que tu hermano se meta coca. Sabes…umm… ver corromperse a un ser humano nunca había sido tan entretenido… pero también es un poco patético.
Negó con la cabeza, incrédula. – ¿Qué dices?
– Tu hermano, es la monda. "Yo te admiro mucho por tu dinero" – imitó lo que Greg había soltado a Eduard Asgarov en el lavabo. – ¿Qué crees que ha estado haciendo en todas esas fiestas de Kenny?
– Oh, por favor… en serio, no me interesa.
¿Qué es lo que quería de ella de todas formas?
– Vinnie, aclárame una cosa – rogó burlándose – ¿El cabrón de Hosseini folla bien? ¿Ya le has dejado hacerse una raya en… – le señaló el pecho – Vamos, Pamela. ¿Cuántas te has metido tú?
En este punto se estaba riendo de ella, pero no permitió que la hiciera sentir incomoda.
– Cállate anda… vete.
Dejó de hacerle caso cuando vio a Shiv interrumpir la conversación que Tom tenía con una mujer en el segundo piso. El jefe de su hermano rió pero había algo en su manera de plegarse hacia delante que le hizo parecer un poco chafado.
Lavinia no tenía ni idea de por qué de repente Shiv estaba aquí...
Rome hizo tronar dos dedos frente a su cara para llamar su atención:
– Yo de ti iría con cuidado, ¿vale?… Ese cabrón significa problemas. No te puedes fiar de él. Mira a Ken sino…
Por una vez pareció casi civilizado. Eso hizo que le mirara extrañada.
Fue a largarse como si nada, ¡con su gin-tonic!, pero no le dejó, interponiéndose entre él y la ruta obvia hacia la puerta.
– ¿Qué tiene que ver Kendall con nada? Y puedes devolverme la bebida, ¿por favor?
Chasqueó la lengua y la miró fingiendo lástima.
– Mira Vinnie, tengo… algo que hacer… porque tu Stewy y su socio nos intentan joder. Y yo tengo que salvar la empresa en vez de emborracharme y echar un clavo con algún coño de por aquí – dijo soez. Lavinia resopló. Él no se iba a tirar nadie y los dos lo sabían. Estuvo a punto de decírselo. Sé de qué pie cojeas, Rome. Pero entonces añadió bastante serio – El consejo es gratis y te lo regalo incluso si me parece un poco triste que después de todo se haya metido en tus bragas. Huye en dirección contraria. Lo van a negar hasta que se mueran pero ellos dos follaban y no fue bonito.
No supo interpretar su expresión.
– Explícamelo. – cruzó los brazos sobre el pecho – Inténtalo al menos.
– Follaban. No estoy seguro cuando pararon, si es que pararon. ¡Oh! Pero cuando Rava echó a Ken por jugar con droga en casita… ¿a qué no sabes donde fue y a meterse qué…? ¡Exacto! ¡Como cada puta vez! No es que no crea que el tipo no sea guay... ¡la hostia de guay de fiesta! – espetó con desdén – ¿Quieres la verdad? Creo que Stewy claramente sobreestimó sus habilidades de titiritero en la boda de Shiv…
No contestó. Estaba bastante consternada, pero no quiso admitirlo en voz alta. Sinceramente, ahora mismo solo quería que Roman se mordiera la lengua y la dejara en paz. – ¿Eso es todo? – preguntó.
–No. Lo último: ¿te ha pedido ya que convenzas al tío Ewan para ir con ellos? Tiene menos del 1% pero una silla en la junta… no sé, puede que la semana que viene envíen a Sandy a hacer un cunnilingus a mamá o algo – hizo una mueca.
Había estado debatiendo de negocios con Sandy durante horas en la sobremesa.
Su socio estaba convencido que se avecinaba algo gordo en la guerra de poderes. Algo bueno para ellos. Pero por una vez Stewy se sentía cansado, irritado.
Estaba en esto para ganar mucho dinero pero le sobraba tanto drama. Tío, sí, parte de la diversión había sido saber que le estaban arrebatando el reino a Logan Roy, pero nunca había pretendido que le diera todos esos quebraderos de cabeza.
Aun si ganaban, sin las tecnológicas, era un imperio decadente…
Se apretó el puente de la nariz para centrarse.
A Lavinia la necesitaba como el aire pero cuando la encontró esa noche parecía demasiado callada. Él mismo estaba embotado. Fatigado.
Se inclinó y la besó con fuerza mientras Lavinia se dejó besar sin desprenderse de él, pero sin responder.
Entraron en el hotel de prensa de la mano. A esa hora estaba casi desierto.
– Tengo mucho trabajo antes que Angela llegue mañana.
Stewy le acarició la mejilla.
– Entiendo. ¿Quieres que me vaya?
Lavinia luchó a dentelladas contra su orgullo. Llevaba una hora rebatiéndose esto a sí misma. – No.
Roman decía esas cosas con el único propósito de torturar a la otra gente. Hacerlo todo más sórdido, y por eso su perorata no significaba absolutamente nada.
Podía ser hastío, desprecio o simple curiosidad por crear el caos… Su primo no estaba preocupado por ella, solo quería hacerla sentir ridícula, inapropiada, un juguete en manos de Stewy.
¿Qué más daba a quien se tirara? ¿Y lo demás? Si apadrinaba un pingüino de la Antártida tenía más posibilidades de convencer a su abuelo de votar cualquier cosa que a través de ella.
Se humedeció los labios y contuvo el aire.
– ¿Entonces… – tanteó Stewy.
– ¿Puedes quedarte pero sin que…? No sé si quiero tener sexo esta noche.
Lavinia notó la respiración profunda en el pecho de Stewy cuando la abrazó. Luego, se irguió buscando sus ojos y pareció interrogarla con la mirada.
Quería decirle muchas cosas pero aún no tenía palabras para ello. De manera que por ahora solo la besó. Se besaron. En un beso casi inocente, boca sobre boca.
Ella le rodeó la cintura con los brazos y apoyó su frente en su hombro.
– ¿Dónde estás? ¿Por qué no aquí conmigo? – le preguntó quieto, frunciendo el ceño.
Cerró los ojos meneando la cabeza. – Lo siento es que…
Él la interrumpió: – No lo sientas… solo explícamelo, ¿mm?
– No te preocupes.
Eso pareció remover algo dentro de Stewy.
– Da por supuesto que me preocupa, ¿vale? Necesito que sepas que me importa. Dime…
Hacía frío en el hall de ese hotel y Lavinia sintió un escalofrío.
Él le acarició el pelo y la espalda – Voy a volver a intentarlo, a preguntártelo, ¿de acuerdo? ¿Qué te pasa?
– Nada… es solo que… – su sonrisa tembló – Roman se ha estado intentando meter en mi cabeza. Sabe que tú y yo… y…
Lavinia se mordió el labio y se obligó a respirar. No supo cómo continuar. Se había enamorado de este hombre y eso la aterraba.
Se culpó por no haber luchado más contra ello. ¿Cómo había permitido que ocurriese?
Podía tragarse su orgullo, aceptar que ella era una mota de polvo en el universo de Stewy. Pero pensar que aun así estaba enamorada...
Las manos de Stewy recorrieron sus brazos y le acarició la cara.
Lavinia se sintió vulnerable bajo su escrutinio.
Ella ya había tenido demasiadas experiencias de mierda.
Por Dios. Su primera relación fue con un chico de su clase que la sermoneó por decirle "te quiero" demasiado pronto. Como si con 17 años y su historia familiar tuviera que saber cuándo usarlo. Ella solo había estado entusiasmada por un gesto bonito en su primer viaje… ni siquiera había pretendido decir que le quería así… Después hubo algunos novios efímeros. El lío con ese profesor del que había conversado con Stewy y, por supuesto, el maldito Mark con el que había pensado que sentaría cabeza.
Estaba enamorada pero no era tonta.
No iba a pasar por algo tan tóxico nunca más.
Mucho menos con Stewy... precisamente porque estaba hasta las trancas. Era preferible que fuera un bonito recuerdo que... ¿Que, qué? Igualmente ellos no eran nada más que dos personas que se acostaban. ... una aventura.
Stewy la miró, rodeándola con los brazos:
– ¿Por qué no me llevas a tu habitación? No para dormir juntos. No de esa forma. Necesitas descansar y me temo que yo también, mañana va a ser un día duro para todos.
Él en ese momento hablaba de trabajo, de Angela, de Furness, del puto Logan Roy.
Ninguno de los dos tenía ni idea...
Minutos después entraban en su cuarto de hotel. Él la beso con un suspiro y se sentaron en el colchón, las sábanas blancas recibiéndoles bien planchadas, frías. Ella le acarició la barba.
– ¿Puedo?
Le quitó la camiseta cuando asintió y él se quitó el jersey de cuello alto. Lavinia se desabrochó el pantalón, la ayudó a tirar de él y, a continuación, hizo lo mismo con el suyo. La abrazó contra su pecho cuando se recostaron.
Aún llevaba la ropa interior y él una camiseta porque no se quitaron nada más. Lavinia se permitió examinar esa imagen en su cabeza mientras la abrazaba bajo una fina sábana. El edredón en algún lugar del suelo.
Era ridículo y reconfortante.
Un poco de su desatiento se disipó con el calor de sentirlo más suyo de lo que habría estado segura hace un rato. Lo bastante para acabar durmiéndose.
Era una mujer adulta que no podía depender de esta fe que le decía que quizás… quizás…
Quizás había algo de verdad entre ellos.
Se despertó con el ruido de gente en la calle y el sol que entraba por la ventana. ¿Era sábado? Sí, y estaba en Argestes.
Debía haberse quedado grogui.
Stewy…
Angela… ¡mierda!
Se reincorporó de golpe, pero estaba sola. Él había pasado la noche aquí. Recordaba haberle oído levantarse y susurrarle algo que ahora no podía recordar.
El edredón seguía en el suelo y las sábanas estaban arrugadas a los pies de la cama.
No habían hecho nada, excepto dormir acurrucados.
Eso quizás era peor.
Se frotó la cara con las manos y luego miró al reloj. – Mierda, mierda – Eran las diez y media. Normalmente a esas horas ya estaba de pie, incluso los domingos.
Él le había dejado una nota y un café latte que a estas alturas ya se había enfriado.
Le había dicho algo de pedir el desayuno al servicio de habitaciones, estaba casi segura.
La nota estaba en una de las mesitas de noche.
"Cuando acabes con Dust esta tarde, no te vayas. Veámonos cuando este circo haya acabado, ¿vale? Besos. P.D.: Dales caña".
Angela parecía una entusiasta de esta movida pese a lo que había dicho en Nueva York. George y ella tenían un par de reuniones a la que les acompañó la artista que venía con ellos.
Lavinia hizo su trabajo y se quedó al margen de lo demás.
Se dio cuenta que todo el infierno se había desatado cuando empezó a leer tuits hilarantes sobre cruceros mientras esperaba que su jefa saliera de una de esas reuniones.
Era malo. Casi no tenía palabras.
Vio a Roman y a Kendall de lejos un par de veces pero por suerte estos la ignoraron. Para ser sincera no estaba preparada para que Roman volviera a hablarle nunca en la vida…
En una de esas consiguió pillar a Greg libre.
– ¿Uhm, vendrás a la charla de Tom o te vas en cuánto acabéis?
– No – se mordió la mejilla por dentro inquieta – me quedo.
– ¿Sí? – la miró de forma extraña con esos ojos azules que muchas veces lo hacían parecer más joven de lo que incluso era.
– ¿Quién quiere un jet privado un sábado por la noche cuando puede pillar un avión comercial lleno de bebés llorones a primera hora del domingo? – bromeó.
– Uhm…
– Greg – intentó hablarle – tú… si tuvieras un problema, me lo contarías, ¿verdad?
Se quedó muy quieto, mirándola con las cejas arqueadas. – Lo hice. Tom ha quedado muy contento con…
– No, no – negó – me refiero, no sé, algo más así como con… las drogas. Sé que no eres un crío, solo quiere estar segura que todo va bien. Todas esas fiestas con Kendall y…
– ¿Has hablado con Roman?
Se rascó la nuca. – Puede que me dijera que le pediste coca ayer.
Greg se encogió de hombros y frotó su frente. – Fue solo… para ponerme a tono un poco… toda esa gente tan rica y las supermodelos… ya sabes cómo va…
Suspiró y cambió de tema. – No sé cómo va. Solo, cuídate, ¿vale? ¿Has visto las noticias?
– ¿El qué?
– Eso de los cruceros… las violaciones…
Le pareció que se erguía nervioso.
– Por… por encima. Dicen que no es tan malo, ¿no? Una mujer hace 20 años y no muchos casos ahora.
Arrugó la frente.
– A mí me parece terrible… hablan también de alguien que se ahogó. ¡Nosotros conocíamos ese hombre! Lester McClintock. Estaba allí en vacaciones y esas cosas… imagínate que… yo que sé… da un poco de miedo.
Era todo de lo que Angela habló ese día.
Sobre la podredumbre moral de Waystar y los Roy.
Lavinia estaba incomoda y ya no sabía cómo ponerse ni qué iba a decir si se tropezaba con alguien de su familia en un corredor.
No tenía manera de taparse más la cara con el cabello y quererse fundir con el suelo…
Stewy había tenido otro encontronazo con Kendall y esta vez había ido él a hablarle porque, joder, ¿de veras? Si tenían algo en ciernes, el acuerdo estaba tan muerto en el agua como algunas de las mujeres de esos cruceros.
En serio, compadecía al idiota de Ken.
Fue más tarde que divisó a Lavinia fuera de una sala de conferencias.
Tenía que hablar con ella porque ayer no estaba ni siquiera seguro de haberle hecho las preguntas correctas.
Fue hacia donde estaba.
– Hola…
La miró y ella a él.
– Vamos a apartarnos de aquí un momento – propuso. – Quiero hablar contigo.
Ella le siguió por detrás echando un último vistazo a la puerta de la sala donde estaba su jefa y su grupo.
Se apoyó en la pared de un pasillo que iba hacia otra estancia igual que ahora estaba vacía, al fondo había un lavabo para personas con movilidad reducida y un cambiador de bebés que permanecía desierto.
No es que hubiera mucha oportunidad para la diversidad de cualquier tipo y menos niños de teta por aquí.
La élite seguía siendo mayormente blanca, llena de testosterona, capacitacista.
Stewy se puso enfrente. Muy cerca.
– Es mi culpa… pero tengo la sensación que ayer dejamos una conversación a medias – confesó.
Ella frunció el ceño. – ¿Qué quieres decir?
– El puto Roman… yo debería saber más a estas alturas que dejar agusanar lo que sea que suelte por la boca. ¿Qué te dijo?
Lavinia negó con la cabeza. – No significa que tenga importancia, yo…
Alargó la mano y le puso un mechón detrás de la oreja afectuosamente. – No me obligues a preguntárselo a él. Puedo asegurarte que hoy eso no iría bien.
– Sí, he visto las noticias…
– Bien, entonces… ¿qué te dijo?
Stewy le hizo un gesto con los ojos, asintiendo para que hablara.
Lavinia notó como su pecho se hinchaba al respirar profundo.
– Que tú y Kendall… sé que no es asunto mío, es solo que de la manera que lo dijo – se encogió de hombros y dejó caer las manos a los lados. – Lo hizo sonar mal… pero no quiero que creas… ayer también estaba preocupada por Greg, supongo, y mencionó a mi abuelo y su puesto en la junta y… todo se me hizo una bola…
Stewy sabía exactamente cómo Rome podía hacer sonar todo aquello. Y retorcido no era ni el principio.
Tuvo el instinto de ser cuidadoso con esto.
Y también honesto.
– Lavinia, este no es el mejor sitio, ¿vale? – se mojó los labios – ¿Te digo la verdad?, ¿que si tu primo y yo? Sí, hace un siglo. Pero es que da igual. Hemos sido amigos mucho después y ahora… juzga tu misma… Es un puto niñato vacío.
Había algo pequeño y casi imperceptiblemente vulnerable en su voz que le hizo fruncir el ceño. Sin quererlo, había golpeado un punto sensible.
– Lo siento, no me debes ninguna explicación…
Claramente, eso lo exasperó.
– Sigues repitiendo eso como si no te la estuviera dando porque quiero. Uno tiene su pequeño corazón, ¿sabes? – sonrió irónico, sus ojos un pozo profundo en el que perderse.
– Stewy…
– Mira, – movió la cabeza – hay como un terremoto en Waystar ahora mismo con eso de los cruceros y Sandy está salivando por sangre. Dame unas horas y te busco. Hablamos de lo que quieras, todo el tiempo que quieras, te lo prometo. Hablamos, nos reímos de mi yo imberbe y estúpido y después tenemos sexo hasta que nos estallen las tapas de los sesos.
Lavinia intentó decirle algo pero antes de que pudiese darse cuenta tenía sus labios apretando los suyos. Su lengua acariciando la de ella.
Un momento después se apartaban.
El carraspeo de Sandy Furness casi hizo que a Lavinia le saliera el corazón por la boca.
– Aquí estabas – le dijo a su socio. No había nada más que una ligera diversión en su tono. – Lo siento. Solo iba al baño… Para acceder a los otros, hay demasiadas escaleras. ¿Vienes a la reunión de luego, no? – le guiñó un ojo a él en un gesto casi paternalista y la miró a ella con curiosidad.
– Por supuesto. Sí.
– Perfecto.
