"Before I got to fighting, or when fighting got to me: I looked to find examples on the field of chivalry and I saw mighty arms much stronger than my arms could ever be. So I thought perhaps that field was not for me […]. She was ladylike and lively, not the type you would expect; with a braver heart than many and a slot-shot to respect".
– One of us (Heather Dale)
Capítulo 13. Dundee
Los hermanos Roy y Escocia.
Dundee tenía un efecto en Logan, y en menor parte también en Ewan, que era fascinante de ver.
No hacía ni diez minutos que su abuelo acababa de echar sapos y culebras sobre su hermano y su empresa, pero ahora estaban hablando de pájaros y de cómo Logan intentaba identificarlos de pequeño.
Lavinia vio de reojo a Greg mirar a los dos ancianos con curiosidad. Se apartó un poco a un lado, buscando una corriente de aire que la aliviase del agobio que sentía. Escuchando la conversación a desgana.
Si Greg supiera lo qué le venía encima a continuación, no tendría esta expresión confiada.
Suspiró planchándose con la mano las arrugas de los pantalones de vestir. Llevaba una camisa de manga tres cuartos y unos pitillos negros. Los cabellos ligeramente revueltos por el viento escocés de primavera.
Su abuelo había querido ir hasta allí caminando desde el centro de la ciudad, nada de taxis o coches privados. Las autoridades locales acababan de descubrir una placa que homenajeaba a su hermano en los jardines de la Universidad de Dundee.
Como habían hecho en su antigua casa.
– ¿También vas a cambiar el nombre del aeropuerto cuando te vayas? – Fue el primer buenos días de Ewan a Logan, aunque ya hacía un rato que habían superado la barrera del mediodía en esta punta del mundo.
– ¿Te llamó Marcia?
– No, la nueva. Escuela de periodismo Logan Roy… – se rió sarcástico Ewan – ¿Y luego qué? ¿La clínica para mujeres Jack el Destripador?
Se fastidiaron uno al otro con un par de comentarios más. Una charla, entre hermanos.
Si los viera alguien que no los conociera podría pensar que se llevaban bien y que eran dos hombres mayores sin más. Con estatus, pero sin más.
– Vi un zorzal charlo en el templete – explicó entonces Logan a Ewan, cosa que le hizo reír.
– No me digas.
– Oh, qué cabronazo. ¿Sabéis? – Logan se giró hacia Greg y Lavinia – Yo llevaba un registro de los pájaros que veía. Luego, vuestro abuelo lo miraba y me tachaba los que no se creía que había visto…
– Eras muy generoso con tus avistamientos – intercedió Ewan.
Lavinia sonrió por cortesía.
Nerviosa, se apartó el pelo de la frente.
Cómo no…, algo tenía que venir a recordarle justo entonces que esto era un lío enorme. Fue una llamada automática que Logan recibió en su teléfono gentileza de Maesbury Capital.
Pudo escuchar con suficiente claridad el murmuro del robot al otro lado del teléfono, incluso sin el uso de manos libres por parte de su tío.
– Estimado accionista, pronto deberá tomar una decisión clave en Waystar…
– ¿Quién coño es? – exclamó su tío.
Oh, genial.
Era un follón porque nadie aquí le iba a perdonar que tuviera esa relación con Stewy...
La tacharían de traidora y la tratarían como tal… si se les metía en la cabeza que le había contado la más mínima tontería… no importaba si era qué había desayunado su tío esta mañana.
Estaba segura que si fuera uno de ellos buscarían una justificación y de algún modo la encontrarían…, aunque la óptica no fuera la mejor y por un momento pareciera que el mundo se hundía...
Un Roy no tenía por qué dar explicaciones.
Pero a ella se la iban a comer viva e iban a escupir los huesos… sin remordimientos.
Greg y ella podían ser aceptados como miembros de esta familia de un modo accesorio… … pero no eran de la maldita realeza Roy.
A ellos dos la única persona que podía defenderlos sería quien más duramente los juzgaría… su abuelo.
Logan Roy se apartó para hablar con su guardaespaldas. El tal Colin, que parecía un tipo al que no te gustaría tener en contra.
Joder, y ya que su abuelo tampoco parecía tener en cuenta la paz mental de nadie: eligió este preciso momento para darle a Greg las noticias sobre su herencia.
Quizás Greg se lo había puesto en plata, mostrándose un poco demasiado entusiasta durante todo el intercambio entre Ewan y Logan.
Lavinia había esperado que la conversación pudiera retrasarse.
– Me gusta verte charlar con tu hermano – Greg le dijo a su abuelo – Es un pájaro de cuidado pero es…
– Es un corrupto, un ser vacío…
Entonces vino la charla sobre el testamento que ella no quería presenciar por nada del mundo.
Lavinia decidió que ese era el momento en que desconectaba todo lo posible de la conversación. Qué pesadilla. Era agotador…, se sintió mal al imaginar que el resto de su vida adulta tendría que vivir alguna versión u otra de esto…
Como si estuviera atrapada en el noveno anillo del infierno de Dante.
Amaba a su abuelo. Estaría destrozada cuando lo perdieran, pero era una crueldad que les hiciera esto hasta su último día.
Cinco, diez, quince años más.
¿Por qué no podía dejarlos ser sin más?
¿No quería dejarles nada en la herencia? Fenomenal. Por ella estaba bien… Que lo dijera y podían pasar página de esa conversación en particular.
Puede que incluso su madre pudiera avanzar.
Le recorrió un escalofrío y apartó la mirada mientras Ewan y Greg hablaban.
Estaba agobiada.
«Dinero, aléjate... ... Dinero, es un crimen. Compártelo justamente pero no tomes una rebanada de mi torta».
¿No era ese el verso de una canción que había escuchado en el coche de unas turistas el verano pasado en Brujas? Se acordaba porque le habían pedido ayuda con la máquina del aparcamiento y ella les había preguntado si era Pink Floyd u otra banda parecida. La buscó y el tema había estado sonando en su Spotify todo el mes de agosto.
Cuando estaba en Brujas siempre se quejaba de su trabajo y lo imposible que era vivir en la ciudad en verano, pero presenciando esa discusión echaba un poco de menos su vieja vida. El trajín, Monique, sus amigas, el no tener que hablar constantemente de dinero con la gente que quería. Era curioso, uno ve los momentos pasar y no los valora hasta que ya han quedado atrás.
Dinero era de lo único que parecía que conversaban todo el tiempo con Ewan, ¡y eso que eran la parte pobre de la familia! …dinero, aunque fuera para aborrecerlo…
Un veneno que les impedía tener otras conversaciones con ese hombre parco que ella quería creer que a su manera quería a sus nietos.
Era muy pronto para empezar con el bajón en lo que podía ser un largo fin de semana.
Aunque se apartó un poco, no pudo evitar escuchar la comparación que Ewan hizo de Logan con Hitler: – Si pensamos en las vidas que se perderán por servir a quienes niegan el cambio climático, se podía decir con total seguridad que es peor que Hitler…
Estuvo tentada de protestar.
Entendía que su abuelo estuviera moralmente en contra del imperio de su hermano, pero bien podría buscar otra comparación.
La invasión nazi y los horrores que la habían seguido continuaban recordándose con monumentos, placas, baldosas en las calles de Bélgica y los Países Bajos donde se había hecho una mujer.
Angela solía hacer esa comparación y no estaba orgullosa de haber ironizado sobre ello, pero escucharlo de la boca de su abuelo que consideraba un hombre culto le pareció especialmente absurdo.
¡Además, el dinero de sus acciones en Waystar era parte de ese testamento que usaba como garrote para los suyos!
Su abuelo hablaba desde una posición de privilegio que en parte procedía de esa empresa.
Claro que defender a su tío porque Waystar había creado no sé cuál franquicia de entretenimiento familiar en el cine, no fue exactamente la mejor ocurrencia de Greg.
Su hermano era un hombre adulto.
A estas alturas tendría que aprender a leer la situación con más cuidado.
Ewan pidió a Greg que dejara de trabajar para Logan o se acogería a su derecho de borrar su nombre de entre los beneficiarios de su herencia. …
Lavinia suspiró, resignada, volviéndose hacia el edificio que tenían enfrente.
Era una universidad de ladrillo rojo con una parte nueva, moderna. Había verde por todas partes. Árboles, flores, un grupo de jóvenes reían en el césped.
Vio a Kendall conversar con esa mujer llamada Rhea al fondo del jardín.
Lo observó un momento.
No se había permitido pensar demasiado en cómo se había sentido la otra noche.
No mientras iba serena al menos.
Pero tenía que aceptar que había una herida abierta allí…, en Stewy, no únicamente por la relación de años atrás sino por su amistad.
Solo podía esperar que estuviera siendo sincero con ella al respecto.
Podía sobrevivir no ser su primer amor. ¡Dios, tenían 30 y pico años! Él casi 40.
No eran unos niños.
¿Quién no ha pensado alguna vez en qué hubiera pasado esa vez si...?
La cultura popular insistía en un único amor verdadero, pero se supone que tarde o temprano aprendías que cada nuevo amor es un universo que conocer.
No es que ella pudiera aducir poseer ninguna verdad sobre el tema.
Había tenido un amor que durante un tiempo había parecido definitivo… sí, pero sin magia y con poca poesía… porque era más fácil seguir con algo mediocre que decir adiós cuando las mariposas se habían agotado… Era una emoción nueva para Lavinia, ese flechazo tan preciso con Stewy.
Se daba cuenta de que cuanto más sientes, más arriesgas de ti mismo…
Eso era también cierto en todos los demás frentes de su vida.
– No le has dicho nada – le reprochó Greg cuando dejaron a su abuelo en el hotel veinte minutos después. Había estado callada durante todo el camino – Eh, podías haberme defendido. Joder, joder. ¡Quiere cortarme el grifo, Vinnie! – levantó los brazos al aire y se giró hacia ella – Eh, es que… no es justo. Además, ni siquiera ha dejado del todo claro qué pasa si me borra de su última, ahm…, voluntad. Qué parte es para ti y cuál para… ha mencionado Greenpeace, ¿verdad?
Lavinia cogió aire.
Greg estaba teniendo un pequeño ataque de pánico.
– No estaba escuchando… no todo el tiempo – admitió.
– ¿Cómo que no estabas…? ¡Vinnie! – Estaba un poco acelerado – Según mamá los 250 millones son la parte que tiene consignada para sus nietos… ¿cuánto crees que tiene en total? ¡A mamá solo le va a dar 5 millones! ¿Es eso lo que va a hacer conmigo? ¿Quiénes son sus otros beneficiarios? A parte de ti… ah, y Greenpeace. ¿Puedes… hacerme caso?… ¿Cómo de… de justo es que solo deje dinero a un nieto si tiene dos? – tartamudeó.
Lo miró como un resorte cuando procesó qué estaba diciendo.
Por favor, POR FAVOR no…
– Greg, no, es que… ¿podemos no hacer esto? No voy a discutirme contigo por la herencia del abuelo. Cálmate, por favor.
– Yo no he dicho que… no tenemos que pelearnos…– se quejó con una mueca.
– Pero es lo que hace todo el mundo con estos temas… pelear. Mira, yo no quiero que te desherede, ¿vale? Si quieres mi opinión, ni siquiera creo que lo haga… solo quiere que dejes ese trabajo y es la única herramienta que cree que tiene…
Greg pareció pensárselo: – ¿Entonces… tú crees que no lo hará?
Su tono mostró esperanza en que su hermana hablara en serio… su voz tal vez una pizca demasiado de alivio.
Estaba prestando atención a lo que acababa de decir por todos los motivos equivocados.
Lavinia se plegó de brazos; a estas alturas, un poco superada por todo lo que la rodeaba. – Ey… para un poco el carro… no lo sé… solo digo lo que pasó conmigo – lo miró – Pero… ¿tan malo sería si te alejaras de esa empresa? Podrías encontrar otra cosa.
– ¿Otra cosa? ¿Cómo qué? – preguntó Greg.
– No lo sé… pero quizás valdría la pena negociar tu salida de Waystar… que te hicieran una buena carta de recomendación, un finiquito aceptable y explorar un poco qué hay para ti en Nueva York… ahora tienes más de experiencia que cuando llegaste… puedo ayudarte a buscar.
– Sí, explorar… o ehm, volver a casa con mamá… – dijo, contrariado.
– No tienes porque.
– Yo no soy tú, Lavinia – Movió las manos sin saber muy bien qué hacer con ellas – no soy tan listo, ni tengo una carrera acabada y un máster o, uhm, caigo bien.
– Qué equivocado estás...
Había conseguido ese trabajo tan buen punto llegó a Nueva York gracias a que Tabitha estaba ben relacionada y Angela y Kara desesperadas por alguien. No exactamente jugando la carta del nepotismo pero no por mérito a secas.
En cuanto a su relación con los demás…
Tenía momentos…, pero por lo general… le costaba un poco dejarse ir, que no le importara lo que otros pensaban de ella. Como si su valor estuviera determinado por ciertas personas.
Sus inseguridades la saboteaban constantemente.
– Vinnie…
– Greg… por supuesto que eres listo. Más que yo… mírate, con tu sueldo de seis cifras al año y tu oficina por encima de la quinta planta. Pero no sé, es que puede que sea para bien – bajó la voz – no sé en qué lío estás, pero quizás te convendría largarte de allí…
Estaba claro que lo de los cruceros no podía acabar bien.
No estaba segura al cien por cien si de alguna forma podía estar en un follón por eso…, se suponía que había sido el asistente de Tom, llevando a cabo funciones administrativas simples y preparando cafés…
Greg se distrajo por unas cuantas gotas de lluvia que todavía no osaban en convertirse en un diluvio.
Su hermano pequeño se frotó la frente, y luego se rascó la coronilla y se pasó la mano por el cabello corto, puede que aún molesto por el picor de las pulgas de arena de la obra de teatro de Willa.
No le dijo nada por un largo segundo.
Y entonces: – Mira, Vinnie, es que pienso que es injusto… no creo que para el abuelo haya tanta tanta diferencia entre Logan y Waystar y ese Sandy y sus planes para de la compañía, ¿no? Ehm, los llamó buitres, dijo que eran peores que él… Desde el primer momento ha dejado claro que lo que quería hacer Kendall era mucho más… más grave… y ellos eran sus socios.
Esa respuesta era lo último que esperaba escuchar.
Subió la vista horrorizada… ¿qué era esto?
– No sé dónde quieres ir a parar, pero yo no trabajo para Sandy Furness… – le recordó un poco más seca de lo que pretendía. ¡Greg!
– Bueno no, pero eres, ahm, técnicamente, la… la novia… de Stewy… y soy el único al que van a desheredar. ¿Cómo… es eso justo? – balbuceó.
– No soy la… – Hizo una pausa. Habían quedado que salían, pero… ¡Qué más le daba a Greg! – No entiendo que tiene esto que ver con nada. Y por favor, baja la voz – miró a su alrededor un poco preocupada.
Estaban en la puerta del hotel donde se alojaban algunos de los invitados a la fiesta de mañana. Era una casona bonita a las afueras, nada de rascacielos ni paredes interminables de cristal.
Aquí en cualquier momento les podía ver y oír cualquiera.
Podía aparecer Rome o peor… uno de sus hermanos.
Rogó con la mirada a Greg que lo aclarara rápido. Su hermano se apresuró a hablar: – Es que… ahm… el abuelo me va a desheredar a mí, pero tú tampoco estás libre de… El que esté libre de pecados… que lance la primera piedra y eso… uh, no es justo que solo reciba yo. Estoy profesionalmente vinculado… vinculado a una empresa corrupta, vale. Pero tú estás… durmiendo con el enemigo – hizo una mueca. – Él es tan amoral como ellos. Otra serpiente… en el nido proverbial de los Roy… como… co-mo dice el abuelo – por supuesto que Ewan diría algo así.
– Greg…
– Bueno, yo solo digo que… es… ¡Es la verdad! – Greg caminó unos pasos y volvió para plantarse enfrente de ella en un gesto nervudo. Estuvo a punto de arrancarse el botón del puño de la camisa de tanto toquetearlo.
No sabía dónde quería ir a parar pero se sintió profundamente perturbada por su discurso.
No hace ni 24 horas que le había permitido meter en su casa unos papeles que no sabía qué eran… él le dijo que era algo que tenía que guardar fuera de la oficina y no podía extraviar… Apenas le había hecho preguntas porque quería que acudiera a ella si la necesitaba.
– No puedo creerlo. ¡Stewy no es un trabajo, Greg…! – murmuró – Es algo personal. Alguien que me importa… No puedes compararlo con…
– Bueno, pero… ehm… si se lo contáramos al abuelo… ¿qué diría?
– ¿Qué es esto, Greg?
– Nada… solo… ahm, se me ha ocurrido.
Sintió algo frío en la garganta.
– No contar algo hasta que se está preparado, no es nada malo… no es justo que me ataques. ¡Estoy a tu favor!
Su hermano reculó.
– Yo no… no era un ataque. Lo siento, ¿vale? No es nada… yo solo – se pasó las manos por la cabeza.
Su cara era la de alguien confundido, pero a Lavinia le dejó muy mal cuerpo.
– No puedo dar explicaciones a nadie si ni siquiera estoy muy segura qué nos estamos diciendo a nosotros mismos... – intentó volver a explicar con un hilo de voz.
Greg asintió visiblemente con la cabeza. – Lo… lo siento.
Los dos habían crecido en un entorno medianamente privilegiado pese a todos los problemas de sus padres… No importa que su madre tuviera que rogar dinero a Ewan para obtener algunas cosas… tenían mucho más seguridad económica que una mayoría.
No quería dar la razón a su abuelo… pero el Greg que había intuido solo un segundo antes, frustrado, y blandiendo conspicuamente el «y tú más» sin más motivo que una decisión del abuelo en la que ella no tenía ningún poder, le preocupó.
Se puso seria: – ¿Qué demonios son esos papeles?
Greg se encogió de hombros. – Ahm… na…, nada, vamos a hablarlo en otro sitio, ¿vale?
– Sí, pero vamos a hablarlo ahora. Ven… – insistió.
Caminaron lo bastante para alejarse del hotel.
Greg intentó poner excusas cuando llegaron a la carretera pero ella le tomó del brazo. – Vamos, es un paseo.
Se sentaron en un banco cerca del río con vistas al moderno edificio de congresos donde mañana se haría la cena para celebrar los 50 años de trayectoria de Logan Roy.
Lavinia miró al infinito y jugó con su móvil borrando notificaciones antes de volver a hablar.
– ¿Y bien?
– Bueno…
– Greg… – le advirtió. – Te lo preguntaré directamente, ¿vale? ¿Esos papeles que llevaste a mi casa… tienen que ver con los cruceros?
– Ah… pue-de. Pero no son… ¿Puedo confiar… contigo? Quiero decir, confío en ti, pero ahora con esto de Stewy, ¿cómo sé que no vas a decir nada?
Frunció el ceño: – ¿Lo dices en serio?
Greg intuyó que acababa de meter la pata.
No tenía a mucha gente de su parte… Tom quizás… a veces… es decir, cuando estuvieron en Hungría no le delató, pero… pero no en esto.
– No… yo… quiero decir… nadie sabe que los tengo… no puedes decírselo a… nadie – hizo un gesto con los ojos como expresando preocupación. – Es algo que podría ser… no estoy admitiendo nada… pero podría ser, ahm, desde un punto de vista legal, yo… podría tener problemas…
Su hermana intentó hacerle ir al grano: – Los papeles… ¿Qué son?
Él estaba nervioso.
Un Roy podía librarse de todo. Pero él… un Hirsch… quizá un Hirsch no.
– Ehm… si te lo cuento no puedes decírselo a nadie – empezó – y es todo digamos que hipotético, ¿vale?… Imagina que… Tom me hubiera pedido que, ehm…, que me encargara de unos papeles… No estoy reconociendo nada, es un supuesto. Solo que… si lo hubiera hecho, era mejor si hacía copias… pero me… me precipité, mierda, Vinnie… porque cuando le sugerí… ah, un ascenso… que creo que debo decir que era merecido… él después exigió que-marlos y bueno… recuperé algunos y eso… de las llamas… ehm… pero no pude evitar que hiciera cenizas el resto.
Lavinia tardó un momento en dar sentido a la parte donde pedía un ascenso.
– Un momento, Greg. ¿Lo chantajeaste para que te subiera el sueldo? – parpadeó.
– Para un ascenso. Amistosamente.
– Eso no suena muy compatible con la palabra chantaje… – meneó la cabeza confusa – Vale, sigue. Pero, ostras, Greg…
Él continuó:
– En realidad no sé si… llegado el caso, esos papeles servirían para… librarme – se encogió de hombros. – ¿No vas a venderme a Sandy y Stewy, verdad?
Lo miró visiblemente consternada. Se miró las manos.
– Si lo he entendido bien… ¿te mandó a eliminar los papeles que demostraban que se habían encubierto… abusos sexuales en los cruceros?
Greg asintió.
Sin decirle que lo primero que había querido hacer Tom era hacerlo público. En ese momento le había parecido buena idea informar a Gerri.
– Por Acción de Gracias.
– ¿Por qué no te negaste?
– Es un secreto… tienes que jurármelo que no saldrá de aquí… que no me venderás a Sandy y Stewy… o a Roman… o… ¿tenías una amiga que era periodista, no? No quiero salir en los periódicos tampoco…
Habría reído si su hermano no acabara de confesarle un delito grave – Oh, Greg…
– Yo no… no sabía qué hacer, ¿vale? – se defendió. Sus ojos azules se abrieron exageradamente en una expresión casi inocente – Se podría decir que es defensa propia, guardar esos papeles.
Lavinia temió que estuviera mintiendo en algunas cosas. Puede que aún estuviera estupefacta por la perorata sobre Stewy y por eso desconfiara.
Se cruzó de brazos con la vista fija en los coches que pasaban por un puente al fondo. Joder, Greg.
– Eso de los cruceros… no estamos hablando de una caja B, son violaciones… – dijo despacio como si eso fuera a hacerlo reflexionar – abusos a mujeres… quizás hasta gente ahogada. No sé si quiero esos papeles en mi casa, lo siento, Greg. Cuando lo dijiste pensé que… no sé qué pensé… algo potencialmente malo, pero no así… que era de la ATN… facturas de… yo que sé… algún rollo de Tom… cenas, alguna fiesta que habíais colado en el presupuesto de la cadena… listas de pecados de alguno de vuestros presentadores pasados de rosca que llama Blondi a su perro y lee a Knut Hamsun… como si eso no diera suficientes náuseas…
– ¿Entonces… quieres que me los lleve… cuando volvamos a Nueva York?
Suspiró.
– Creo… creo que sí.
No se había dado cuenta de cómo de metido podía estar Greg en ese follón.
¿Cuántos meses había trabajado en esa división? ¿Cuatro?
¿Cómo era posible?
Esconder unos papeles u obedecer órdenes de Tom no era ni la punta del iceberg de lo que había pasado allí… Pero necesitaba tiempo para aceptar al Greg que acababa de ver bajo ese posado nervioso.
Este Greg dispuesto a eliminar papeles importantes y chantajear.
Prácticamente no cenó.
Mañana se celebraba la gala por la trayectoria empresarial de Logan. Medio siglo al pie del cañón.
¿Y si al fin y al cabo su abuelo tenía razón y entrar en esa dinámica de los Roy estaba… cambiando… a Greg? ¿O es que no lo conocía tan bien como había empezado a creer? ¿De dónde había salido esa versión interesada, casi calculadora de su hermano? Ese Greg que apostaba al nepotismo y al chantaje «amistoso», y parecía dispuesto a competir por quien acababa peor en la herencia del abuelo sin que ella hubiera dicho o hecho… ¡Qué narices…!
En Nueva York era solo media tarde, pero Stewy la llamó por FaceTime desde lo que parecía su oficina.
– ¿Qué es esa cara? ¿No te alegras de verme? – la interrogó con un mohín cuando ella respondió a la videollamada después de casi tropezarse con su maleta al intentar recuperar el móvil que cargaba en un rincón de la habitación. Había empezado a usar un iPhone de segunda mano para el trabajo hace un par de semanas.
– ¿Hago mala cara? – Lavinia se sentó en la cama mirando a la pantalla. Arqueó una ceja intentando apartar el mal humor y la preocupación que sentía por Greg.
Stewy estaba sentado en su silla de escritorio. La camisa desabrochada del cuello. Había un poco de contraluz.
– No me malinterpretes... Estás siempre preciosa pero haces la cara que haría alguien que lleva más de 20 horas con los Roy – llevó la mano derecha al puente de su nariz con gesto divertido – ¿Va todo bien?
– Sí… Bueno, ya es eso, ¿no? – dijo desviando su atención. No tenía ganas de hablar ni de su abuelo ni de su hermano.
Porque en serio… ¿qué iba a decirle?
Todo lo que él y Sandy estaban haciendo para revolver el tema de los cruceros por los accionistas podía acabar con Greg en problemas.
No tenía ni idea cuán graves.
Le faltaban conocimientos de derecho para ello.
Sí que sabía que cuando los ricos y poderosos hacían cosas horribles… como encubrir abusos… normalmente se llevaba la peor parte el eslabón débil de la estructura.
– Te van a salir unas arrugas horribles – bromeó Stewy – Cuando vuelvas voy a tener que compensarte todo ese estrés con algo que te relaje…
– Ah, sí, ¿y cómo lo harás? – le puso ojos tiernos pese a tener que hacer un esfuerzo por sonreír.
– Tengo algunas ideas. – se mordió el labio inferior – ¿Quieres escucharlas? Podríamos empezar a practicar alguna a distancia…
– No lo sé… – dijo, aunque ella misma deslizó sus dedos por su brazo imaginando su mano. Se dejó caer en el colchón con un suspiro cansado – ¿Por qué mejor no empiezas contándome algo de tu día y me entretienes? Pero algo que se pueda contar. Ahora mismo no necesito sentirme peor cuando por aquí mencionen a ese tipo…
– ¿Qué tipo?
– Weissel.
Stewy puso cara de interés por lo que escuchaba y dejó caer un inflado: – Oh, ¿así que ya saben que James Weissel va a largar?
– Vale, acabo de contarte algo que no debía, ¿verdad?
Amplió su sonrisa con los brazos cruzados. – No veo por qué no deberías, iban a saberlo más pronto que tarde. Están jodidos igual – razonó.
Lavinia se pasó una mano por el cabello.
– Van a mandarme al sol con un cohete por tu culpa.
– Eso no va a pasar – su voz de pronto fue afectuosa, dulce, tuvo el efecto de un abrazo.
Ella exhaló. – Ojalá tengas razón…
Esto con Stewy sería fácil si solo fuera una tórrida aventura sexual…
Cada día que pasaba estaba más lejos de que una renuncia no fuera terriblemente dolorosa.
Stewy arrugó el ceño: – ¿Hay algo más?
No sabía cómo empezar a contarle lo de su hermano.
Así que optó por el otro tema. – El lunes puede que me echen del trabajo.
– ¿Cómo dices? – vio su expresión seria. Stewy irguió su posición y la observó quieto, a miles de quilómetros. Ella deseó con más fuerza que estuviera aquí.
– Mi abuelo fue a verme… yo no estaba… pero bueno, ahora ya saben que he estado callándome, ya sabes, quienes son mis primos y eso… creo que no se lo han tomado bien…
Stewy negó con la cabeza. – Estoy seguro que es ilegal que te echen por quien es tu jodido primo.
Lavinia ni siquiera quería pensarlo:
– Da igual… si no quieren trabajar conmigo, ¿qué se supone que voy a hacer? ¿Obligarlas? Le dije a Monique que pelearía por quedarme en la empresa pero – suspiró – No lo sé, Stew. Si pierdo el trabajo en Dust… no sé si podré seguir pagando el piso o incluso si puedo permitirme quedarme en Nueva York…
– Lavinia…
– No tengo la más remota idea de qué haré.
Stewy guardó silencio.
Por un momento la llamada pareció quedarse congelada.
– Nos lo figuraremos – dijo finalmente – a no ser que prefieras volver a Bélgica…
Lavinia parpadeó. – Por supuesto que no… no ahora…
Un huracán de pensamientos voló por su cabeza.
Ambos se habían dicho que salían… pero la respuesta de Stewy a la pregunta de Lawrence sobre si era su novia… había sido una sonrisa…
Una de brillante, pero aun así…
Suspiró tragándose palabras.
No iba a decirle que estaba tan enamorada de él que era completamente ridículo… no todavía… Estaba segura que él ya sabía cómo la hacía sentir.
– Stewy… – dijo su nombre después de cerrar los ojos un momento.
Él levantó la cara en la pantalla y esperó.
– Dime, Livy…
El estómago de Lavinia dio un vuelco, como siempre que le sonreía.
– Mañana a esta hora piensa un poco en mí… voy a estar en esa fiesta horrible… – le pidió.
– Siempre – aseguró con un gesto de obviedad absoluta.
– Gracias… Stewy, ahm… eso servirá.
El sol trazó líneas en la pantalla.
Lo vio pasarse la lengua por los dientes e inspeccionarse la uña del pulgar como si pensara.
– Entonces… cuando acabe de darte un parte de mi aburrido día de reuniones aguantando los achaques de Sandy, quieres que te adelante algo de las cosas que tengo pensadas o...
Ella mantuvo la mano con la que no sostenía el móvil extendida en su propia clavícula. Se rió. – Bien pensado creo que puedes ahorrarte la parte de Sandy…
– ¿Seguro?
– ¿Vas a hacerte de rogar?
Stewy chasqueó la lengua: – Tengo una reunión luego con unos tipos de Wall Street… no quiero que piensen que estoy contento de verlos.
– Eres un tramposo…
Levantó una ceja sonriendo.
– Si insistes…, Livy – dijo simulando que cedía por su terrible insistencia y entonces susurró en voz baja – Mmh, me apetece acariciar tu piel sin parar… Comenzaría por tus labios, me encantan…, y… ¿Así mejor?, y bajaría por el cuello, hasta la nuca. Recorrería toda tu espalda, rodeando con los dedos vértebra por vértebra y giraría hacia el costado para llegar a tu ombligo... ¿Por qué no te tocas para mí mientras te lo cuento?. Yo puedo hacer lo mismo… – propuso.
Lavinia hizo un puchero para no sonreír pero falló, seducida por el casi ronroneo con el que hacía la sugerencia. – Oh, Stewy…
Alguien llamó a su puerta en ese momento.
Ella gimió con frustración. – Tengo que ir a ver quién es…
– Hey, ¿pero no son las putas 11 de la noche dónde estás? – protestó.
– Sí… pero debe ser Greg que no puede dormir…
Stewy entornó los ojos. – Estoy condenado a una ducha fría, ¿verdad?
Ahogó media carcajada. – ¿No tenías una reunión?
– Oh, no me lo recuerdes.
– Hablamos más tarde.
– Besos, preciosa.
Cortó la videollamada a regañadientes.
Era Connor.
– ¿Está todo bien? – le preguntó.
– Sí, es… Willa… me ha pedido que hable contigo.
Eso la extrañó. – ¿Conmigo?
– Parece ser que Jennifer va a llegar de un momento a otro…
– Perdón – la conversación con Stewy debía haberle minado las capacidades porque Connor hablaba pero lo que decía no tenía sentido – ¿Llegar? ¿A dónde? Discúlpame es que…
– Aquí… a Escocia… es que bueno, Willa dice que hablaste con ella esa vez que estuvisteis de compras y de fiesta… y se preguntaba si tú podías tratar de imponer, ahm, un poco de sentido común en su… cabezota.
– No entiendo nada. ¿No hay función este fin de semana? – se pasó una mano por el pelo. Oh, Dios. Iba complemente despeinada y aún seguía con ganas de que Stewy...
Joder.
– Sí. ¡Exacto! Pero Kendall la ha invitado. Voy a hablar con él… pero bueno, no lo sé, si tú, si en algún momento te tropiezas con ella y puedes echarnos una mano…
– No sé si debería. Quiero decir – A ver cómo se excusaba de esta – Apenas la conozco. Me ayudó con un capullo fuera del local, pero no sé si va a hacerme mucho caso. Me parece increíble que haya dejado tirada a Willa, lo siento, Connor.
– Gracias, Vinnie. Tú, solo… si coincidís, en el desayuno abajo o en la comida o algo, solo, haz lo que puedas, ¿vale?
No llegó a contestarle.
Su primo le sonrió, disculpándose antes de irse. – Buenas noches, Vinnie.
Por supuesto no vio a Jennifer ni a Kendall en el desayuno.
Tabitha, que había estado hablando por teléfono con Willa, sugirió que estaban tremendamente ocupados en la cama – ¿Deberíamos secuestrarla o algo?
– Yo… prefiero no meterme la verdad – admitió Lavinia, mordiendo su croissant.
Dio un vistazo a su móvil.
Stewy le había mandado un mensaje pasada la medianoche de Nueva York.
"Estaba pensando en ti esta tarde y se me ha escapado un gemido. Te llamo a mis 12".
Escondió la pantalla cuando vio aproximarse a Roman. – ¿A ti también te ha pedido ayuda Connor? – le preguntó.
Suspiró. – Sí.
Su primo se rió.
Greg le había dejado un mensaje en el contestador diciéndole que desayunaría en el pub del otro día con el abuelo.
Ewan no quería hacer "vida" familiar.
Lavinia los quería a ambos… a su hermano y su abuelo… pero después de cómo habían ido las cosas ayer… no tuvo fuerzas para ir.
Acababa de recibir además un mensaje privado por Twitter que hizo que arrugara el ceño.
¿Qué hora era en América? ¿Las 3?
"Buenos días. ¿Cómo marcha el fin de semana?"
Era Chris, el actor.
Revisó dos veces su foto de perfil para estar segura. "¿Hola?"
"Perdona que te escriba, es que quería saber si era verdad lo que se dice… ¿Está Jennifer aquí? ¿Con uno de tus primos?"
Oh, Dios.
"Ahm…"
"¿No lo sabes?"
"No estoy segura cómo debería responder a eso…"
"¿Por?"
"Me cae bien. Me ayudó a librarme de un baboso en aquel local"
"Oh, entonces, te apenara saber que Willa planea matarla"
No quería contribuir a que la lapidaran. Pero suponía que de Willa no iba a librarla nadie…
"Siento que haya más dificultades con la obra"
"C'est la vie…! Cuando la mejoremos tienes que volver a verla"
Cuando Stewy la llamó esa tarde ya se estaba arreglando para salir.
Al final no había hablado con su hermano en todo el día.
Lavinia estaba deseando que fueran las ocho de la tarde para que empezara el homenaje a su tío abuelo… porque eso quería decir que estarían más cerca de acabar con todo aquello… y volver a Nueva York.
– ¿Qué llevas puesto? – le sonrió Stewy a través de la cámara de su móvil.
– Un vestido.
– Uno de espectacular. Joder… recuérdame qué hago en Nueva York.
Se puso los pendientes mientras hablaban.
Eran largos con diminutos brillantes aunque era solo bisutería.
Esperaba que nadie se fijara en exceso…, muchos de los presentes en la fiesta podían distinguirlos de joyas más caras.
– Estás en Nueva York porque creo que se han olvidado de meterte en la lista de invitados. Me pregunto por qué – bromeó.
– Ahora mismo me parece una injusticia.
– No seas tonto… ibas a pudrirte en esa fiesta. Aunque no estuvieras planeando cargarte a mi tío.
– Pero iba a compensarlo después contigo – replicó. – Además, ¿que no van a leer su obituario esta noche?
– Stewy… – le riñó con una sonrisa.
– Yo solo digo que me encantaría devorarte con ese vestido cuando volviéramos al hotel.
– Eso suena… tentador. ¿Nos vemos… cuando vuelva? En persona, quiero decir.
– Por favor.
El vestido elegido era rojo con escote de barco y manga corta. Era bonito pero no pertenecía a ninguna marca molona como los que seguro se verían esta noche en Dundee.
Se hizo un moño en el cabello y acabó descartando el collar de su abuela que había lucido ayer… solo porque aún estaba enfadada con Ewan… y después de la charla con Greg le recordaba demasiado lo manipulada que se había sentido no hace mucho.
Se maquilló con cuidado.
Cuando salió de su habitación se encontró de cara a Roman y Tabitha. A decir verdad… iban guapísimos los dos.
– Ey, ven en nuestro coche – le ofreció Tabitha cogiéndola del brazo – ¿A que no sabes qué ha comprado Roman como regalo para papá?
– Ni idea – dijo – Ah, ¿le haréis regalos?
Su primo captó su inquietud al vuelo con una sonrisa malvada. – Oh, estoy seguro que va a sobrevivir sin el reloj o la corbata que ibas a regalarle, Vinnie. Tom ya hizo el ridículo una vez.
Dudaba que pudiese permitirse tanto.
– Bien, entonces – le cortó rodando los ojos.
– No pero – continuó Rome que parecía tener ganas de hacer saber por todo lo alto qué iba a regalar a su padre – yo sí le tengo un súper regalo. Los Hearts, su club de futbol.
Arqueó una ceja. – Quieres decir el club… de la liga escocesa…
Bajaron por un ascensor y luego salieron a la calle donde les esperaba una limusina. Vio a Kendall subirse a otro coche con Jennifer. La chica les saludó con la mano y ella sonrió educadamente.
Tabitha alzó una ceja.
Rome siguió hablándole cuando entraron en el coche: –… mi opinión es que el futbol escocés es bastante lamentable pero Eduard conoce un agente. Dice que va a comprar el club tomando prestados a nueve súper jugadores para llegar al segundo puesto y tener acceso a la Champions, después algo de ser súper campeones de algo, y cuando el club valga mucha más pasta nos lo vendemos…
Lavinia miró a su primo. – ¿Tu padre es del Hearts?
– Sí, es lo único de su infancia que no odia, ¿por qué?
Se mordió el labio mientras el chófer los llevaba por las calles de Dundee dirección al puerto. – ¿Y ya habéis comprado el equipo?
– Estamos en ello…
Tabitha los miraba entretenida. – ¿Por qué?
– No tiene ningún sentido que tu padre sea del Hearts, y Rome, ahm, ese Eduard seguro que tiene mucho dinero y un montón de negocios que le van de la hostia, pero ni idea de futbol escocés.
Ahora su primo estaba genuinamente ofendido. – Qué sabrás tú.
Genial.
Pensó en callarse y dejarle hacer pero ya había empezado a hablar así que…
– Tu padre y mi abuelo crecieron siendo católicos, Rome… es un poco raro que siguiera al Hearts… que yo sepa, en Escocia hay un par de derbis con el tema de la religión muy marcado… y uno es el que juegan el Hibs y el Hearts… pero yo que sé… quizás… hay una razón – se encogió de hombros – de lo que estoy segura es de que la segunda posición de la liga escocesa no da acceso a la Champions…
– ¿Estás completamente segura?
– Sí... a ver que podéis quedar primeros y hacer todo eso que dices... pero no parece saber mucho de la liga donde va a competir su equipo...
–… le basta y le sobra con dinero.
– Seguro.
– Puto Eduard – farfulló Roman.
Pensó que iba a insultarla por meterse o a salir con alguna burrada pero solo se quedó pensativo un momento. – ¿El equipo católico es el Hibs, dices…?
– Sí…
– ¿Y entonces el Hearts?
– Protestante…
Su primo puso los ojos en blanco.
– ¿Cómo demonios te interesa a tú esto del futbol?
– Cuando estudiaba en Ámsterdam todo el mundo allí seguía al Ajax. Hasta me compré una camiseta una vez. No me preguntes como pero siempre acababan jugando eliminatorias europeas contra el Celtic de Glasgow…
– Está decididísimo que vas a sentarte en nuestra mesa, prima Vinnie… – interrumpió Tabitha con una risotada.
Estaban el alcalde, la cámara de comercio de Dundee, y todo Waystar Royco.
Oh, y el humor de su abuelo había ido a peor.
Intercambiaron algunas miradas con Greg pero no se dijeron mucho.
– Agasajando al rey – refunfuñó Ewan – Tácito me viene a la mente… Ha creado un desierto, él lo llama imperio.
– Oh, Tácito puede ser… Tácito, era un fenómeno… poca broma – probó Greg. – ¿Siempre tienes grandes citas?
– ¿Ya has presentado tu dimisión?
Ahí vamos de nuevo…
– Todavía le estoy dando a la cocorota…
– Si me disculpáis…
Estaba muy cansada…, quería a su abuelo pero era jodidamente agotador.
Si la desheredaba y si no.
Le daría mucha rabia que ese asunto estropeara la relación con su hermano que apenas estaba recuperando.
Ewan y Greg estaban arriba en una tribuna contemplando a la gente, pero Lavinia se fue abajo hacia el centro de la sala donde Tabitha insistió que se quedara un rato.
Necesitaba alejarse un poco de ese tema del testamento.
– Ahora que no está Roman… – la cogió del brazo – ¿Qué novedades tienes?
– Sobre… ¿Qué quieres decir?
– Oh, vamos. ¡Él!
– Sht…
– Cuéntame… voy a guardar el secreto si quieres…
Lavinia suspiró. – Vale, nos hemos estado viendo…
– Viendo… cómo, ¿viendo? ¿Tenéis citas?
– Sí… sí…
– ¡Oh, Dios mío! ¿Tendría que… no sé… felicitarte?
– Aún no las tengo todas, Tabitha…
Su amiga la abrazó medio en broma, sonriendo. – Connor viene hacía aquí… vamos a pillar más champagne… antes que nos vuelva a explicar como de malas son las críticas y lo terrible que es Kendall por haber tomado como rehén a la actriz… ¡Tía, me parece súper guay que estés saliendo con el puto Stewy!
Poco después Logan llegó a la fiesta. Salió, entró, la gente aplaudió.
– Vinnie… – su hermano se acercó nervioso.
– Greg…
– Le he sugerido proceder con un… Grexit… ahm… al tío Logan esta noche… solo quería que… bueno para que lo sepas…
No podía estar muy enfadada con su hermano, no importaba lo que hubiera pasado en su conversación de ayer.
Le debía más que eso.
– Me alegro.
– No es que… – negó con la cabeza. – Al final creo que voy a elegir quedarme en Waystar. Él piensa como tu… ya sabes, ahm, que el abuelo realmente no procederá… además, es divertido… ah… trabajar… en lo referente a, bueno, donde estoy ahora.
– Ay, Greg…
– Bueno… solo… solo quería que lo supieras.
Hubo de todo en esa cena.
El rap de Kendall a lo rey Midas «súper cool» fue algo para lo que apenas tenía las palabras
Tabitha grabó un vídeo.
Otras personas subieron fotos a Instagram que acabarían en algún tabloide estúpido o que alguien de Waystar haría borrar en los próximos minutos.
– Esto va a hundirnos – se quejó Roman, lanzando una de sus carcajadas. Aun riéndose de su hermano, su primo le dio un puñetazo suave en un costado con una mirada burlona: – ¿Qué bebes?
– Un San Francisco virgen.
– Mira, como tú. Ay no, eso es incorrecto. ¿Alguna razón para renunciar al alcohol?
– No. Joder, Rome, solo planeo coger uno de los primeros aviones a casa – se quejó con una mueca.
– ¿Tan mal te lo pasas con nosotros?
– A ratos… – ironizó.
Lavinia usó la pajita que le habían servido con la bebida al acabar la cena para dibujar patrones en el fondo del vaso vacío.
Miró un momento alrededor de la sala.
Su abuelo conversaba con Logan.
Los observó de lejos pero no pudo saber qué se decían.
Poco después el hermano de su abuelo subió a hablar y anunció a esa mujer, Rhea Jarrell, como nueva CEO de Waystar.
Cuando después de los discursos, Roman se levantó de la mesa, Tabitha le sonrió, señalándole la cara. – Estás embobada. No voy a proponer una cena de parejas por motivos obvios, pero espero coincidir con vosotros algún día que vaya sola.
Su amiga se rió con naturalidad.
Qué guapa que era y con qué estilo. Tabs era de esas personas de las que daban ganas de ser su amiga.
– ¿Y tú con Roman qué?
Desvió los ojos tres mesas más allá, donde su primo hablaba ahora con ese amigo suyo, Eduard, y volvió a mirarla. Tan rubia, normalmente sin pelos en la lengua. – Mal – dijo con ¿cansancio? ¿resignación? ¿añoranza de lo que pudo haber sido?
La acompañó a hacer un cigarrillo fuera cuando insistió.
– ¿Quieres?
– No fumo.
– Vamos, una calada… para que no me sienta tan sola.
Odiaba el gusto a nicotina en la boca.
Escucharon a Jennifer discutir con alguien del servicio.
– ¿Pasa algo? – preguntó Tabitha.
– Ese hombre ha traído mi abrigo y dice que me va a llevar a un avión. Pero eso no puede ser, Kendall no me hubiera dejado aquí fuera sin despedirse.
Tabitha rodó los ojos.
Al parecer pensaba que era exactamente lo que haría Kendall.
La novia de Rome puso una mano en el brazo de Jennifer, consolándola.
– Tía, no sabes la bala que acabas de esquivar. Toma – le dijo prestándole un cigarrillo y dándole fuego.
Lavinia quería intervenir pero se dio cuenta que no le apetecía ahondar en ese asunto. Lo último que quería es sentirse justificada en una lista de rencillas hacia su primo o algo.
El estómago se le lleno de augurios… ninguno demasiado bueno. No parecía correcto.
Y ya sabía lo horrible que podía ser todo el mundo en esta familia.
Las miró fumando apoyadas en la barandilla exterior que daba al agua del río. Jennifer empezaba a tener las mejillas manchadas de ríos de rímel. Los ojos perdidos, el cigarro entre sus dedos consumiéndose sin que ella le diese nuevas caladas. Tabitha, a su lado, contó un mal chiste sobre el rap de Kendall.
– Siempre habla de su padre – sollozó Jennifer.
– Exacto, cariño, es lo que yo digo de los Roy – apuntó Tabitha con sarcasmo.
– Perdónenme – insistió el chico de servicio que se había estado discutiendo con ella no hacía ni diez minutos – pero tengo órdenes de que suba al primer avión cuando…
Tabitha meneó la cabeza.
– Tranquilo que no va a entrar a buscarlo.
– Señorita, yo solo…
Frustrada, Lavinia se apretó el entrecejo con los dedos.
– Danos media hora, ¿quieres? ¿No ves cómo está?
Fue al entrar de nuevo para ir al baño que casi se tropezó con Shiv y Gerri.
Ellas no la vieron y Lavinia solo intuyó parte de la conversación.
Observó cómo se alejaban hasta una mesa donde estaba Karolina.
– ¿Estabas escuchando "destranquis"? – Al levantar la vista se encontró con el ceño de Tom.
– Hola, Tom.
El hombre se irguió con una sonrisa extraña.
–… ¿a tu hermano no se le estará pasando por la cabeza dejar la empresa, no?
– Tendrías que preguntárselo a él.
– Es lo que he hecho… pero ronda a tu abuelo todo el rato y no puedo tener una conversación con él.
Lavinia dudó. – Realmente sería mejor que te lo contara él.
– Supongo que sí. Ah… – su vista se desvió a Karolina, Gerri y Shiv hablando en la mesa del fondo.
Puso mala cara.
– ¿Todo bien? – ella se atrevió a preguntar.
Tom la miró sarcástico: – Estabas escuchando. Es evidente que no va bien…
Lavinia chasqueó la lengua contra el paladar. Si Greg no mentía, ÉL era la razón que su hermano estaba en problemas en primer lugar.
Estaba demasiado pálido como para que pudiese sentir un enfado apropiado ahora mismo.
Greg no era un niño.
Tenía que haber sabido que lo que hacía podía acarrear consecuencias.
Y luego estaba todo el asunto de guardarse esos papeles para acabar chantajeando a su jefe por un puesto mejor y ahora tener que confiar su seguridad a unas cuantas páginas que ni siquiera tenía idea que dijeran nada de valor.
Por más que lo intentase, no lograba encontrar un buen argumento por el que defender las acciones de su hermano.
– En menudo lío estáis… – se quejó entre dientes.
– ¿Cómo? – Exclamó Tom…, aunque probablemente entendió a lo que se refería, porque bajó la voz. – ¿Qué te ha dicho Greg?
– Nada… tú lo has dicho, estaba escuchando… ¿Greg empezó contigo en esa división, no? – dibló cualquier suposición que tuviera. Era raro que no hubiera pensado antes más a fondo lo que podía significar que Greg hubiera trabajado en ese sector de la empresa.
Tom negó con la cabeza con una sonrisa que no pareció convencida. – La comadreja va a aceptar el dinero… solo quiere más… No va a pasar nada…
Excepto que alguien ya estaba ofreciéndole más… pensó Lavinia.
James Weissel iba a salir pronto por televisión con todo tipo de detalles.
– ¿Y si no?
– ¿Por qué no lo haría? ¿Por qué no aceptaría todo ese dinero?
– No lo sé – intentó que pareciera que no tenía ni idea – ¿Por moral? – aventuró.
– Nadie es tan íntegro, prima Vinnie, nadie.
Lavinia se mordió la mejilla.
En realidad le gustaría pensar que sí, que alguien podía hacer lo correcto simplemente porque era lo que se debía hacer.
Pero bien, la realidad era otra. Como mínimo aquí y ahora.
– Entonces todo bien… para todos – sonrió sin ganas.
– Todo bien – dijo Wambsgans con falsa bravado.
Cuando volvió a salir al exterior, el estado de ánimo de Jennifer había empeorado.
Estaba sentada en el suelo agarrada a su abrigo con Tabitha de pie mirando al infinito.
A estas alturas, a juzgar por su cara, la novia de Rome ya se había arrepentido de intentar consolarla en primer lugar. Al verla, la mirada de Tabitha solo pudo traducirse como un "joder, por fin" – Vinnie, por favor… Dile algo.
Suspiró.
Quería irse de aquí, pronto. Tuvo ganas de volver a casa…, solo que por un momento no estuvo segura de donde era eso.
Se puso de cuclillas delante de Jennifer para estar a su altura.
Ella le había ayudado aquel día que había salido con Tabitha y el reparto de Sands. Sintió que le debía al menos un gesto.
– Es mejor que cojas ese avión y te olvides de esta familia, Jennifer, en serio. Tabitha tiene razón… has esquivado una bala esta noche.
– Pero él dijo… me bombardeó con palabras de amor y promesas y luego… ¡He dejado tirado a todo el reparto!
– Mañana Tabitha y yo intentaremos hablar con Willa, ¿vale? No te hagas esto, sube a ese avión, pídeles el licor más caro que tengan o cualquier cosa que te apetezca aprovechando que va a su cuenta corriente y descansa.
No podía imaginar qué haría ella en una situación como esta… al otro lado del mundo con promesas de amor y vete a tu saber qué… y luego…
Pero Lavinia quería pensar que no podía pasarle… porque nunca arriesgaría un trabajo de esa forma… estaba convencida que como mínimo… eso era cierto…
Había tenido compañeras de universidad con grandes ambiciones que habían metido el freno al enamorarse de un tipo y, cuando habían querido retomar el ritmo, sus carreras estaban en la picota y el tipo las había abandonado.
Era un error que no se había permitido cometer… ni en su peor época con Mark.
Cuando al fin convencieron a Jennifer para tomar ese avión, Tabitha entró de nuevo a la gala prometiéndose que no iba a volver a consolar a desconocidas durante un buen tiempo, o eso dijo la mirada que intercambio con Lavinia antes de alejarse.
Lavinia quiso quedarse a tomar el aire sola un rato más.
No entró hasta que algunas personas empezaban a irse. Le había parecido ver a Marcia subir sola a una de las limusinas hace como media hora.
Vio a Greg y Tom hablando con sus caras a no más de diez o veinte centímetros.
Si no fuera el marido de Shiv y su hermano no jurara y perjurara que no le gustaban los hombres, empezaría a imaginar cosas.
Cuando por fin tuvo una excusa para irse al hotel porque era lo suficiente tarde como para retirarse, ese tipo, Colin, se acercó a ella.
– ¿Puede venir un momento?
– ¿Por?
No podía ser nada bueno.
Logan estaba sentado solo en su mesa.
– Eh, tú – le dijo cuando se acercó.
Lavinia empezaba a pensar que lo hacía porque no se acordaba de su nombre. ¿La había llegado a llamar Lavinia o Vinnie en algún momento este fin de semana?
– Tío… tío Logan… – miró a su alrededor – Felicidades por la noche… el aniversario…
El anciano la miró como si estuviera calibrando algo.
– He hablado con tu hermano antes… me cae bien… Greg – le sonrió de una manera que la puso nerviosa – he estado hablando con él y ha sido interesante. Ambos sois bienvenidos en la empresa, solo… me parecía que tenía que decírtelo… – hizo una pausa – Deja graznar a tu abuelo… en el departamento de relaciones públicas siempre faltan manos, solo… coméntaselo a Roman si te decides… diría… que os lleváis bien… él puede hacer los trámites con la gente de Karolina. Ha comprado el Hibs, por mí, el equipo de futbol, ¿qué te parece?…
– Es fantástico – sonrió sintiéndose consciente de sí misma – Y sobre… estoy muy agradecida que me lo digas… pero me temo que mi abuelo… ya sabes como es – se excusó lo más cortés que pudo.
– Tu abuelo es un cobarde… no va a cortaros el grifo – la interrumpió. – Piénsatelo.
– Ah… va-vale.
Dios.
– Eso es todo. Ve. Ewan va a ponerse a ladrar si ve que distraigo a su ojito derecho.
Dijo aquello último con algo parecido al desdén, pero a la vez con el tono que uno usaría de verdad con una sobrina.
Lavinia obedeció asintiendo sólo levemente con la cabeza porque, la verdad, sintió que cualquier excusa era buena para esfumarse de allí inmediatamente.
No hacía falta ser un cerebrito para entender que todo esto iba de fastidiar a Ewan.
Se encontró con Greg antes de subir a uno de los coches.
– ¿Y el abuelo?
– ¿Qué hablabas con el tío Logan?
– De ti. Dice que le caes bien… y también quería… que supiera que yo podría trabajar en su departamento de relaciones públicas… si lo quisiera…
– Ehm, ¿y has dicho que... que no?
Se puso el abrigo que llevaba en las manos por sobre los hombros. A esta hora hacía frío en este punto de Escocia.
– No creo que esperara un sí o un no…
– Dijiste que no trabajarías en Waystar.
– Greg, no he dicho que sí… era hablar por hablar, lo más seguro para tocar la pera al abuelo – murmuró.
Su hermano no pareció convencido ni nada contento.
– Ya… ehm… la herencia… Waystar… súper amiga con Roman. Felicidades, supongo – frunció el ceño.
– Greg… no seas absurdo…
La evitó visiblemente durante el resto del viaje.
Volvió a revisar las llamadas perdidas que tenía de Stewy al aterrizar en Nueva York.
Llevaba la intención de llamarle al llegar a casa. Su parte lógica le decía que siguiera ese plan. Pero de forma inexplicable, la ansiedad por la que no había comido ni prácticamente dormido en todo el vuelo y el ligero pánico por lo que iba a hacer a partir de mañana si la despedían la empujaron a no ir a casa.
Quería verle.
Ni siquiera sabía si estaría en su ático de Tribeca.
"¿Estás en casa? ¿Puedo venir?"
"Claro. ¿Todo bien?"
– Hola señorita – El portero la dejó pasar como había hecho otras noches. Stewy había dado su consentimiento esa primera vez que le visitó después de Canadá.
Lavinia subió por el ascensor hasta el último piso.
Dudó al salir de este.
– Livy… hola – él se frotó los ojos y bostezó al abrirle la puerta – Te he estado llamando, pero no contestabas el teléfono.
¿Qué estaba haciendo? ¿Frente de la puerta de Stewy pasada la media noche, con apenas un mensaje de texto como aviso, como si llevaran juntos mucho más tiempo que una mísera semana?
¿Es que quería que se cansara de ella? ¿Agobiarle?
Dio un paso atrás pero se tropezó un poco con la suela de su sandalia. Mantuvo los ojos clavados en el torso desnudo de Stewy que iba en pantalones de pijama.
Tenía el pecho salpicado de vello, y ese maldito piercing que contra todo pronóstico lo hacía ver más jodidamente sexy.
– Creo que será mejor que entres – la invitó con voz suave.
Lavinia sintió todo el peso del viaje a Escocia en sus espaldas. No se movió y buscó algo que decirle, pero Stewy le puso las manos en la espalda y le sonrió.
– Vamos, ven.
La acercó hacia él, y la giró consigo en brazos para que caminaran los dos a su apartamento.
– ¿Qué demonios ha pasado en ese lugar? – preguntó mientras la apretaba contra la pared del recibidor y cerraba la puerta.
Su cuerpo muy cerca.
– Me he peleado con Greg – explicó. ¿Era eso lo que había pasado? No estaba segura.
– ¿Con tu hermano? – Los ojos de Stewy pasaron por su rostro con cuidado – ¿Por qué?
Ahuecó su mejilla en la palma de su mano.
Lavinia puso sus manos en sus hombros desnudos. Lo quería mucho, mucho más cerca.
– Mi abuelo amenazó de desheredarlo si no deja el trabajo, y no sé como pero entonces mi tío me ofreció trabajo a mi… no di una respuesta pero creo que… él se siente amenazado… – dijo.
Stewy la escuchó callado.
– ¿Vas a aceptar? ¿El trabajo?
– Sería en el departamento de relaciones públicas, Stew. No puedo hacer eso, no ahora… no conmigo y contigo… además, es más complicado. Todo lo es.
– ¿Quieres decir, por nosotros? – preguntó mientras sostenía su barbilla un momento.
– Sí.
Se retiró hacia atrás y se apoyó contra la pared, mirándola.
– ¿Por qué?
– No tenía ni idea hasta que subí en el avión hacia Escocia… pero Greg… me temo que no ha hecho las cosas tan bien como debería cuando estuvo en la división de cruceros – se frotó los ojos y las mejillas, agobiada –… si la cosa se pone seria… podría acabar mal.
No podía darle detalles; ambos lo sabían.
– Lo siento…
Ella asintió sin decir nada.
– No puedo pararlo – dijo él.
– Lo sé.
– Eso no cambia lo que siento por ti pero son…
–… negocios, sí – acabó la frase por él.
Stewy se quedó en silencio mientras la observaba, como si tratara de averiguar si le creía… si esto cambiaba quienes eran.
No podía ni quería perderla.
Mucho menos por esa mierda.
Sintió que debía decir algo más pero no sabía qué.
Se movió y volvió a pegarse a ella, apartándose de la pared. – Si mañana… si son tan idiotas de echarte… conozco a mucha gente en esta ciudad, Lavinia. Es tu decisión… pero si no quieres, no tienes por qué decir que sí a Waystar.
– Oh, Stew…
– Mira – colocó sus manos en sus brazos – sobreviviría que dijeras que sí a tu tío… pero por favor, no te vuelvas a Europa. La junta de accionistas es en unas semanas. Es un espacio de tiempo razonable para esperar…
La miró con intensidad.
– Pensaba que decías que no sobrevivirías a las dos semanas de Los Ángeles – se permitió bromear aunque dejó que su mirada se colará en su pecho reconfortándola.
Stewy le tendió la mano. – Acompáñame.
Sin titubear, puso la palma de su mano en la de él y sus dedos la sujetaron mientras subían las escaleras hacia las habitaciones. – Es tarde, no debería haber venido.
– Shht.
En vez de llevarla a su dormitorio, lo vio rebuscando en un pequeño cajón, subieron unas escaleras de caracol blancas y salieron a una espectacular terraza desde que las luces de la ciudad brillaban. El piso de Stewy era de una pulcritud exquisita pero no tan impersonal como quizás parecía a primera vista. Debía tener alguien que le regara las plantas aquí arriba. Nunca se le había ocurrido que tuviera.
– Siéntate – le pidió cuando la guió hasta un taburete frente a una mesa blanca alta de exterior. – ¿Quieres algo de beber? ¿Cena?
– No, estoy bien.
Stewy sonrió un poco.
– Háblame más de porque os habéis peleado con tu hermano.
– Porque cree que mi abuelo me favorece y le castiga, y porque me acuesto con quien está colocando las piezas para hacer algo que mi abuelo consideraría un mayor pecado... Ninguno de ellos sabe si estáis pagando a Weissel o no… pero será peor cuando alguien lo intuya. No quiero ser su enemiga, Stewy. Pero no puede hacerme responsable de sus decisiones…
Ese no era un buen tema que tocar, aún con omisiones.
Pero no era el único…
Si estaba con Stewy tendría que aceptar que había toda una zona gris de la que ahora mismo no podían hablar.
Notó los dedos de Stewy acariciando su mano y sus pensamientos se desperdigaron.
– Estoy harta del chantaje de mi abuelo y no puedo ceder al de mi hermano… creo que por eso no dije que no a mi tío con más vehemencia… moralmente sé que es catastrófico, puede que lo encuentres estúpido… Lo de los cruceros… no me gustaría ser parte de eso… – tragó saliva, respiró – Pero me da igual la herencia, me merezco labrar mi camino… a mi manera… me gusta Dust y me abre las puertas de algo que siempre he querido hacer, y aun así… el sueldo… la situación ya era precaria antes… quizás con más dinero y más tiempo hasta podría estudiar algo más cercano al arte… a veces odio las redes sociales y los comunicados de prensa… Lo siento, debería dejar de hablar…
– Me gusta escucharte – pareció sincero como si no le estuviera hablando de su tema menos favorito del mundo. Esa familia. Su familia.
Arqueó las cejas.
– Debes pensar que soy imbécil…
– Nunca…
Le rozó la cara con los nudillos.
Sus besos fueron suaves al principio, luego más insistentes, demandantes. Stewy recorrió su cintura con las manos, sus caderas, sintiendo el calor de su piel a través del vestido hasta llegar a sus nalgas y deslizar sus palmas debajo de la tela.
La bajó del taburete, pegándola a su cuerpo. – Livy… – rogó.
Lavinia exhaló un gemido mientras él le subía la falda hasta la cintura. Como si su cuerpo no obedeciera a su cerebro, cerró sus párpados al mismo tiempo que decía: – No sé si deberíamos seguir haciendo esto.
– ¿Por qué? – Stewy se detuvo un segundo.
– Si voy a estar del lado de mi hermano o si cogiera ese trabajo – dijo – no puedo estar contigo. Va a haber demasiados silencios – Envolvió su cuello con las manos – Sería deshonesto.
Francamente, iba a ser un gran problema.
– Lavinia…
– Si ellos sospecharan… quizás Greg tiene razón, podrían pensar que te he pasado información.
– Serías una espía preciosa – sonrió – y cuando sea el jefe… tú y yo…
Le dio un empujón, y se mordió el labio. – Lo digo en serio. Deja de pensar con el pene.
– Yo también lo digo en serio. La maldita junta de accionistas es a finales de agosto. Quizás hasta podamos escaparnos antes unos días juntos… a Europa, al Caribe, donde diablos quieras. Podemos hacer eso y mientras tanto vivir en nuestras Las Vegas.
– ¿Las Vegas? – intentó soltarse de sus brazos con una sonrisa. Él paseó su nariz por su mejilla.
– Lo que sea que pase… que digamos… queda con nosotros. No cogeré llamadas de Sandy y tu familia no existirá aquí.
– Sabes que suena más fácil de lo que es…
Lavinia sintió que iban a caer los dos en el mismo abismo.
Pero Stewy estaba seguro que la necesitaba mucho más cerca.
– Shht.
– Stew…
– Llevo soñando con tener tu cuerpo pegado al mío desde nuestro último FaceTime. Estabas preciosa con ese vestido rojo y estás perfecta hoy, pero necesito tenerte en mis brazos lo más desnuda posible.
Llevaba un vestido blanco de lino con unas rayas verde manzana y sandalias de vestir.
Una de sus manos volvió a subir por su cuerpo para acariciarle uno de los pechos sobre la tela del vestido, mientras la mantenía sujeta por debajo de la cintura con la otra.
Su pezón notó el calor de su palma con tanta claridad que Lavinia se preguntó si la tela no era mucho más fina de lo que parecía.
Emitió un suspiro entrecortado cuando él insistió en el contacto. Quería pedirle que deslizara la mano en su piel y dejara de torturarla, pero Stewy abrió la boca y, con la lengua, acarició delicadamente la de ella.
Adoraba aquella forma que tenía de besarla, fuerte y suave a la vez.
– ¿Bajamos a tu dormitorio?
– ¿Tienes frío?
– No…
Se siguieron besando, hasta que él descendió los besos por su garganta, manteniéndola sujeta por debajo de la cintura. Ella ladeó la cabeza para darle un mejor acceso.
Entre besos y caricias, Stewy trazó un movimiento deliberadamente lento con la mano y por fin hundió sus dedos en sus pliegues bajo la ropa interior. Lavinia sintió que sus rodillas flaqueaban cuando descendió a su interior húmedo con delicadeza.
Se estremeció cuando Stewy mordisqueó su cuello al tiempo que empezaba a hacer pequeños círculos, presionando con suavidad. Él sostuvo una de sus piernas, y dejó que el peso de ambos se apoyara en la mesa de la terraza, tatuando besos densos sobre ella. Respiró profundo, algo ronco.
Empujó hacia abajo su ropa interior, deshaciéndose también de sus pantalones de pijama.
En cuanto Lavinia sintió su sexo rozándola, dejó escapar un jadeo. – Stewy…
– Pídemelo – sonrió.
Se rió, negó con la cabeza.
Él arqueó las cejas.
Insistió: – Sé que lo quieres tanto como yo...
En vez de entrar en ella, volvió a introducir sus dedos.
Lavinia cerró los ojos.
Tardó solo un puñado de segundos en rendirse.
– Por… favor, quiero tenerte dentro – gruñó y movió la cabeza hacia atrás.
Él quitó la mano un instante pero no actuó enseguida.
– Me vas a tener en un segundo – le dijo besándola, aún haciendo fricción. Tiró un poco de su pelo y el calor de su aliento calentó la piel sensible de su cuello.
Su pulgar insistió de nuevo en su piel sensible y luego… Cuando se apartó del todo, ella protestó.
Lavinia solo pensó con claridad pasado un momento.
– Un condón.
Necesitaban un maldito condón.
Le vio abrir el envoltorio y ponerse uno que no supo de donde había sacado.
– ¿Lo llevabas en el bolsillo de… – empezó a preguntar. Pero estaba muy excitada. Su mano rozó la suya mientras acababa de colocárselo. Siguió besándolo, gimiendo. Lo acarició.
Buscaron juntos la posición, su espalda contra la mesa algo inestable. Antes de que la penetrara del todo y mientras se ajustaba, Stewy sintió todo su cuerpo convulsionarse y temblar contra él.
Se detuvo un segundo.
Con una sonrisa rapaz.
– Jo-der… ¿Acabas de correrte?
Ella respiró con profundidad, expuesta.
Después, murmuró con la respiración entrecortada: – Lo dices como si no me hubieras estado follando con los dedos un segundo antes…
– ¿Quieres que paremos un momento?
– No.
La besó y la acarició, recuperó el ritmo en cuando ella se aferró a sus brazos.
Era un jodido paraíso.
Podía hacerle el amor así por siempre.
Lavinia cerró los ojos y luego los abrió y observó a Stewy mientras continuaba moviéndose en su interior. Sus manos recorrieron su torso y le acariciaron la cara. Él se echó hacia adelante y le dio un beso en los labios, jugando con la lengua, haciéndola esperar y haciéndose esperar a sí mismo para cada embestida.
– Te necesito.
– Stewy…
La terraza se inclinó y Nueva York al fondo se iluminó en tonos azules y rosados mientras hacía resonar su nombre en su oreja y se hundía en ella insistentemente. Tuvo un segundo orgasmo.
No sería fácil. Esto…, lo suyo.
Lengua, dientes, saliva, suspiros. Pequeños mordiscos y el aliento agitado.
Su sexo estaba lleno de él, su piel. Salió de ella y pudo sentirlo gemir derramándose en su muslo.
Era una ingenua, una idiota enamorada que debería saber tener la boca cerrada, pero no supo, no quiso, callar. Aún temblaba por el sexo cuando le dijo:
– Te quiero, Stewy... Estoy muy, muy enamorada de ti – Él acercó la boca a la piel que su vestido dejaba libre en su clavícula, repartiendo besos dulces, lentos.
N/A: Los diálogos de la serie pertenecen a sus creadores (que molan un montón y esperemos que nos pongan más Stewy en la temporada 4). La canción que recuerda Lavinia es «Money» de Pink Floyd.
