"Hold your horses Cinderella, don't rush for the crown.
Whatever you have lost, you better forget it now [...].
The sweetest days often go to waste from the very morning.
So please, stop naming the hours
after long forgotten flowers".
– Long forgotten flowers (Pajaro Sunrise)
Capítulo 18. Secesión
Se deslizó debajo del agua del jacuzzi del patio para deshacerse del mal humor.
La puerta corredera del comedor estaba abierta y podía escuchar el ruido que hacía Stewy al abrir las puertas de los muebles de la cocina. ¿Qué estaba haciendo?
Le había pedido que se relajara mientras él preparaba la cena.
Había mandado a casa a todo el servicio doméstico que quedaba en la finca, incluso al pobre hombre que hacía el mantenimiento de la piscina cada dos noches.
Lavinia se dijo que debería salir del agua del jacuzzi e ir a ayudarle.
– Stewy, vengo, ¿eh?! – gritó.
La cabeza de él apareció por el hueco de la vidriera poco después con una sonrisa. – Espera un poco, voy a cocinarte algo fantástico.
Su móvil sonó en ese momento. – Y aquí está mi partida de rescate – añadió.
Lavinia puso cara de confusión. – ¿Quién?!
Él chasqueó la lengua, girándose para tomar la videollamada. – Mi cuñada Leila. Le pedí que me escribiera una receta pero tengo un par de problemas técnicos.
Lavinia hizo un esfuerzo por no sonreír demasiado. – Pregúntale por Toffee, ¡por favor!
Stewy le hizo un guiño antes de desaparecer por donde había venido.
– ¡Hey! –.
Era el teléfono de Leila pero su hermano apareció en primer plano.
Genial.
Sabía de qué iba esto.
– Buenas, Casanova. Estoy deseando preguntarte cómo van las cosas desde que llegué a casa y me encontré al nuevo inquilino… ¿Dónde está tu novia? Esa que esta vez síi nos vas a presentar… Quiero decir, tendréis que venir a rescatar al bicho, ¿no?
Eso le hizo fruncir el ceño.
– Lo trajo a tu casa mi asistente e iba a volver a rescatarlo, pero planeo pasarme yo cuando vuelva. Así os saludo y te hablo de un tipo que conocí en Venecia con el que puede que te interese hacer negocios.
– Oh, vamos… ¿sin ella? Tío, no me hagas esto. Quiero conocer a la dueña del peludo. Ya sé que estás que lo petas. Pero normalmente no te tomas tantas molestias. ¿Vas en serio o no?
– Dare, ¿puedes no… – cerró los ojos un segundo y se apretó el puente de la nariz. Por suerte ya había entrado en el salón – Agradecería no tener que explicarle que mi hermano piensa que seguramente esté haciendo el tonto por ahí... así quee… – suplicó.
– Bueno hermanito, mentiría si dijera que no estoy intrigado... No hagas esa cara, sabes que te quiero.
La falta de costumbre hacía que se sintiera muy incómodo hablando con su hermano mayor de su vida sentimental.
No; pero no es que no hubiera previsto esto en el mismo momento que propuso a Lavinia dejar a la pequeña bestia naranja con ellos.
Stewy entornó la vista al techo.
– Ella es espectacular… pero no vas a conocerla todavía.
– ¿Cómo puedes ser de esta forma?
– Vamos, chicos. Que tengo cosas que hacer – interrumpió Leila por detrás con una sonrisa – Dime, cual es el problema con la receta. ¿Tienes berenjena?
– Sí, y cordero, guisantes amarillos y una lima seca entera.
– ¿Es de verdad que estás cocinando?
– Darian…
– Gheimeh bademjan – confirmó Leila.
Cogió un delantal de algodón negro antes de ponerse en los fogones.
Siguió hablando casualmente con Leila y Darian mientras cocinaba, solo con algún comentario avieso de este último de vez en cuando.
Lavinia se envolvió en una toalla y puso música chill out en la terraza antes de entrar por la puerta corredera del comedor.
Todavía se le revolvía el estómago al pensar en la conversación con su tío Logan.
Pero no se arrepentía de estar aquí.
Una sonrisa se extendió en su rostro cuando le observó cocinando, tenía el móvil apoyado en la encimera y estaba cortando las berenjenas mientras hablaba.
El cuerpo de Lavinia se relajó y se sintió aliviada, como si hubiera estado ávida del confort de esa imagen.
Podía convertir esto de verlo cocinar en un hobby suyo.
En ese momento Stewy estaba enfrascado contando algo en otro idioma que no era el inglés. Dio por hecho que era persa.
Sonrió ampliamente contemplándolo.
Entonces se giró con la intención de volver al patio para dejar a Stewy seguir con la llamada.
Pero él la vio de reojo.
– Creo que ya lo tengo, os dejo. Dad besos a las chicas – su cuñada sonrió y aleteó la mano para despedirse.
Stewy colgó la videollamada, se limpió las manos con un trapo de cocina y miró a su novia. – Estás muy sexy empapada – dijo.
– Tú lo estás todo el tiempo – le contestó.
– Estaba deseando oír eso – murmuró, y apretó los labios contra los suyos. Sus labios se separaron y su lengua alcanzó su boca. Se movió, alejándola un poco: – Venga, vístete. Te estoy preparando una cena de gala.
Lavinia le rodeó el cuello con los brazos y le besó la mandíbula. – Puedo ayudarte – ofreció con un mohín.
Él apartó un mechón de su cabello con un dedo para no ensuciarle el pelo mojado con las manos y repuso: – De ninguna manera o me vas a distraer. Sólo estoy intentando ser un buen novio… déjame intentarlo.
Supuso que no podía discutir con esa lógica.
Dio un vistazo a todo lo que había en la encimera y se fijó en la pequeña libreta con la caligrafía estilizada en otro alfabeto. Eran seguramente las recetas de Leila. En un trazo delicado.
Se detuvo y lo miró, después de señalar la encimera con un gesto de cabeza. – Ahora que te estás graduando en esto de la cocina… ¿Me vas a enseñar algún truco que aprendas? Esas berenjenas tienen muy buena pinta.
Él le sonrió, bromeando: – Absolutamente no. Aunque… puede que me lo piense si me sobornas apropiadamente…
Lavinia le devolvió la sonrisa.
Se mordió el labio inferior para llamar su atención con una idea nueva. –Ahm, quizás... puestos a sobornarte, y solo si te dejas…, un día también puedas enseñarme persa… o algunas palabras… ¡No soy ambiciosa!
Stewy arrugó la nariz con un puchero. – Vas a darme mucho trabajo, ¿a que sí?
– Un poco.
Sonrió como un angelito y musitó: – Ya veremos, si eres buena chica…
Cuando sonreía de esa forma se le adivinaban unas pequeñas arrugas alrededor de los ojos, y Lavinia decidió que era el momento ideal de apretar de nuevo su boca contra la de él.
Tenía muchas ganas de conocer cada versión de Stewy que él permitiera.
La abrazó mientras la movía para sacarla de la cocina. – Ahora… dame media hora más, por favoor. Estoy preparando ese manjar y…
A Lavinia le dolía la cara de sonreír, y sentía el corazón lleno, y una calidez por todo el cuerpo, pese a que el día no había ido como hubiera querido.
– Media ahora y vengo a ayudarte a acabar lo que quede y a emplatar. Me siento mal no haciendo nada mientras cocinas tú solo.
Al menos ya no se sentía tan cansada como hace un par de horas.
Cenaron en el balcón de la habitación de Stewy a la luz de la luna y con varias pequeñas lámparas led de diseño con diminutas luces que parecían luciérnagas que habían quedado atrapadas.
Abrieron una botella de blanco y brindado con champagne. Lavinia había tenido la preocupación de apenas llevarse unas gotas a los labios; aunque se suponía que la pastilla era segura de igual manera.
– Eso estaba realmente bueno.
– Lo dices como si te sorprendieras…
Lavinia se rió. – ¿De tus dotes culinarias? Tenía mis dudas.
– No te creía una mujer de tan poca fe…
– Buenoo… no es que no puedas contratar un ejército para cocinar por ti. Así que… – se burló – ¿Estás seguro que no tienes ningún elfo doméstico escondido en la cocina?
Stewy chasqueó la lengua.
Tenían un gran cubo de hielo en la mesa y una botella de champagne francés que valía un montón de ceros asomando entre cubitos resplandecientes.
Él rellenó un poco su copa sólo por el placer de ver una vez más las burbujas en suspensión.
Casi de inmediato volvió a dejar la delicada pieza de cristalería en la mesa.
– Ven…
Lavinia se rió.
– ¿Ven? ¿Dónde? Estoy justo aquí.
– Te quiero más cerca – movió ligeramente la cabeza para buscar su mirada.
La comisura de los labios de Lavinia formó una perfecta sonrisa burlona que no pudo contener, pero fue hacia él.
La sentó en sus rodillas y sujetándola por la cintura, le besó el hombro.
Las luces tenues del balcón parpadearon un poco como si hubiera habido una bajada de tensión en algún lugar.
Había anochecido, la noche era perfecta, no hacía nada de viento y el cielo era estrellado. La luna brillaba en el mar. Lavinia había dejado el bikini tendido más allá en una silla cerca de la barandilla de forja para que el sol lo secase cuando amaneciese.
Ahora llevaba un ligero vestido de verano que resbalaba de un hombro. Trató de acomodarlo, pero volvía a caer.
A esta hora de la noche no quería hablar de su tío abuelo, ni de Waystar ni…
Enseguida acabarían estos días y volverían a Nueva York, a la realidad, se dijo Lavinia. ¿Y qué quería decir eso?
No debería estar tan ansiosa por alargar lo que pudieran estas vacaciones. Pero aquí estaba… deseando que no se acabaran.
Tendría que buscar trabajo ahora que ya no sería bienvenida en la empresa. No había llegado a tomar ninguna decisión sobre Waystar, pero a buen seguro que ya no hacía falta.
Era tarde para evitar ese algo «estúpido» que había dicho Roman.
Aunque estar con Stewy no le parecía estúpido en absoluto. Quizás sí temerario.
Mentiría si no dijera que a veces había una pequeña vocecita que le recordaba que estaba soñando por encima de sus posibilidades, sembrando unas expectativas que ella sabía que no iban acorde a Stewy.
Ojalá bastara con quererle para que fuera para siempre.
– ¿Qué quieres hacer mañana?
Él besó su omoplato repartiendo cortos besos por su piel.
Nunca había sido tan real como ahora. Ellos.
– Podemos quedarnos en la cama o tumbarnos al sol. Voto por la cama porque, uhm, tengo grandes planes para tu cumpleaños y eso es pasado mañana – le guiñó un ojo.
Ella se lo quedó mirando como hipnotizada.
Luego Lavinia parpadeó pensativamente, y preguntó: – ¿Qué quieres decir con 'grandes planes'? Stewy, tengo que decirte que no me gustan las sorpresas, me ponen nerviosa.
– Esta te gustará, te lo prometo, es todo cuanto estoy dispuesto a decirte. – le susurró.
Lavinia le dedicó una mirada enfurruñada pero después le sonrió.
Todavía estaba rodeada por sus brazos. Él le besó el lóbulo de la oreja con los labios, rozándole con la nariz el pelo suelto.
La villa y los alrededores estaban en total quietud, a excepción de los sonidos del mar.
Durante mucho tiempo, Stewy había perseguido relaciones fáciles, que no le dieran problemas, por eso pensó que ahora le sonaba tan alienígena la posibilidad de sentarla a cenar con Darian y Leila.
No podía imaginarse en ese escenario. Y a la vez, acariciándola, sin llegar a ser caricias explicitas, sabía que iba a quererla hasta que le doliera no haberla tenido antes en su vida. ¿Se conformaría ella con lo que le ofrecía? ¿La haría feliz?
Lavinia se giró para mirarle después de un momento de silencio. – Estás muy callado… Un centavo por tus pensamientos.
Forzándose a sonreír, Stewy negó con la cabeza. – Nada. Me acabo de dar cuenta que había comprado cerezas para acompañar el helado… También pensaba en que quiero devorarte. ¡Ah! puedo subir después las cerezas maduras… de tentempié.
Ella meneó la cabeza con una risita. – Acabas de soltar esa frase allí en medio solo porqué sí. ¡Es terrible!
– No, tiene todo el sentido – se burló de sí mismo con ironía. La apretó un poco más contra él sin dejar espacio – ¿Te encuentras mejor, verdad?
– Sí.
Stewy la besó en los labios esta vez, y pese a que lo había hecho miles de veces, se dijo que se sentía como algo precioso, ya conquistado, pero a la vez delicado. Algo que aún tenía miedo de romper de alguna manera.
Pese a su declaración de intenciones se quedaron allí quietos, agarrados, pasados unos minutos, él apoyó su barbilla en su hombro. – ¿Cuándo crees que te enamoraste de mí?
Lavinia sintió el corazón muy apretado.
Puede que hasta le sorprendiese la pregunta.
– No tendría que decirte eso para que no te lo tengas creído, Stew. ¡Pero es muy fácil enamorarse de ti! Puede que me llevara un par de horas la primera vez que nos acostamos… ¡Uno no puede ser tan atento y encantador cuando tiene sexo casual…! No, ahora en serio… No fue el sexo, aunque… fue genial – añadió cuando él quiso protestar – Pero estaba completamente fascinada, y en vez de echarme como temía y a la vez esperaba, me besaste el hombro cuando me quedé dormida en tu colchón. ¿Cómo no iba a caer rendida? ¡Cuando nos volvimos a encontrar en Rhomboid todavía quería estrangularte por ello! – sonrió.
Stewy tiró su cabeza un poco hacia atrás, dejando su nuez a la vista. Volvió a mirarla con las cejas ligeramente arqueadas – Pfff, espero estar a salvo ahora – bromeó.
– No me tientes – le pidió alegre.
Estaba embriagada por el momento.
Los dos cruzaron una mirada seria a continuación, como de entendimiento.
– Stewy…
– ¿Sí?
Pensó que debían enterrar aquel tema allí, de una vez. No quería que siguiera pesándole en la boca del estómago cuando volvieran a Nueva York.
Vamos, díselo.
Él pudo notar el cuerpo de ella tensándose.
La miró, tratando, sin éxito, de leer su intención en los ojos.
– Solo déjame decir esto esta vez, ¿vale? – aclaró Lavinia.
A Stewy le costó un instante pero entonces adivinó por qué de repente arrugaba el gesto.
– Livy, yo…
Era muy fácil olvidarse de la realidad en este lugar paradisiaco.
Pero esta era inevitable; como había quedado más que demostrado hoy.
Lavinia se aclaró la garganta y habló, muy concentrada. Habían hablado de la cuestión sólo que… había cosas que quería decirle antes de enterrar el tema por siempre.
Monique tenía razón.
Enfádate si tienes que hacerlo, y no te sientas culpable por ello.
Los que te queremos no dejaremos de hacerlo por mostrar rabia o tristeza o vulnerabilidad.
Tragó saliva.
– Stew… Quiero que sepas que cada vez que me has dicho que el dinero era lo primero estaba escuchando… no soy tonta… pero en Washington me enfadé… porque… cuando se trata de tú y yo tengo las expectativas desbocadas. Todavía pienso que podríamos haber encontrado otra manera, solo quería que lo supieses, ya está – dijo.
Bajó la cabeza y se mordió el labio inferior con esos nervios de días atrás.
Él mantuvo la voz suave. – Livy… Tengo un deber para con mi empresa y Sandy. No podía arriesgarme a dar la alerta a Wambsgans...
– ¿Y no podías confiar en que no se lo dijera?
– No estaba seguro si era justo pedírtelo.
Era más fácil para los dos, había dicho también esa noche cerca del puente de Brooklyn.
Subió la mirada.
– Lo sé… Solo… quería ponerlo en palabras. Sé que ya lo habíamos hablado pero necesitaba articularlo mejor.
– Estabas decepcionada… lo entiendo, yo estaba acojonado por si te perdía por una nadería. En el gran esquema de las cosas, no contarte eso era una puñetera gilipollez – murmuró – Joder Livy, estás semanas, lo que está por pasar, puede que todo se ponga serio de cojones, dime que podremos con ello. Por favor –.
La mano de él se hundió en su cabello, sosteniéndole la cabeza; sus labios rozando los de ella un momento después de verla asentir.
Stewy prosiguió: – Mierda, Livy, ¿sabes qué es lo puto peor?
Sus cejas finas se fruncieron imperceptiblemente. – No. ¿Qué? – dijo casi reticente.
– Tengo fantasías en las que te quedas conmigo para siempre, pero después va mi hermano y me pregunta por ti y soy un maldito idiota de nuevo.
– ¿Qué quieres decir? – arrugó más el gesto.
Stewy inclinó la cabeza con seriedad y le tomó la mano, dándole un pequeño apretón. – Nada. No me hagas caso…
Respiró hondo. No iba a estropear esta noche.
La quería hasta el extremo. Con todo lo que tenía y más.
Sólo necesitaba un poco de tiempo para deshacerse de viejos tics. Puede que estuviera más dañado de lo que dejaba ver después de tanto tiempo con relaciones pequeñas… inconsequentes.
Entrelazó los dedos con los suyos.
Ella miró sus manos juntas un momento. – Sé que no hay una historia perfecta, la nuestra desde luego tendrá baches... y quiero decirte que no tienes la culpa de mis expectativas, de eso tengo la culpa yo, – lo interrumpió acariciándole la barba cuando él intentó decir algo – pero también quiero que sepas que me enfadaré y mucho si me tomas por tonta...
– Livy…
– Es irónico, – continuó Lavinia – pero finalmente me has ayudado a darme cuenta de que soy digna de querer así, y ser un poco contradictoria, y enfadarme, aunque te quiera como una loca – hizo una pausa –... Hay otra cosa que debería comentarte.
Él se mordió el labio. – Di.
– He hablado con Greg esta tarde. No tengo ni idea de qué implicara pero le he animado a hacer lo correcto, algo bueno con esas copias… Sé que preferirías escuchar otra cosa.
Sus ojos avellana le lanzaron una pregunta silenciosa.
Para su alivio, Stewy sonrió.
– No voy a disculparme por ser ambicioso, Livy, pero que me aspen… no tengo ningún derecho a decirte nada.
Le besó con la boca abierta y murmuró su nombre.
Ella replicó un: – Te quiero.
– Y yo, joder… terriblemente.
Después devolvió la mirada a su cara. – Livy…
– ¿Sí?
– Tengo ganas de morderte por todas partes.
Se rió.
Kendall tragó saliva, se humedeció los labios con algo duro atrapada en la garganta.
Logan había decidido que no podía o quería seguir con la conversación de esta mañana otra vez en la cena. Greg, Tom… no funcionaban para lo que tenían que hacer, no convencerían a las voces externas que eran un sacrificio suficiente.
"¿Qué podrías matar, que amas tanto, que haría que el Sol volviera a nacer?".
Subió a un helicóptero con los primeros rayos de la mañana. En tierra cogería un jet con destino a Nueva York.
Le acompañó el primo Greg.
Al principio se preguntó internamente si era necesario que el puñetero Greg le sobrevolara como una niñera un poco hiperactiva.
Pero a su padre le pareció bien.
Quizás temía que se lanzara al vacío o quizás solo daba igual.
El plan era convocar una rueda de prensa y admitir que lo sabía todo, que lo encubrió y que el escándalo nunca fue más arriba.
Todo tenía sentido, sabía del encubrimiento, había sido la cara visible en la audiencia en Washington después de una aparición lo bastante aplaudida, y su padre decía confiar en él, ahora que las cosas se estaban poniendo feas.
Quizás estaba bien porque pagaría inadvertidamente por lo que le había hecho a ese chico. Dijera lo que dijera su padre.
Vio a Greg frotarse la cara nervioso un par de veces antes de pedirle por favor que parara.
– Yo… Kendall, ehm, yo… hay algo que quizás tendría que decirte.
– Ahora no es el momento Greg, en serio tío, para ya.
Inicialmente, Greg iba a esperar a decírselo una vez que estuvieran en el avión privado, pero cambió de opinión. – No es que… – se miró las manos todavía en el hangar – ¿recuerdas… recuerdas cuando te dije que había guardado unos papeles… que tengo copias de algunos documentos clave con ese tema por si me metía en problemas?
– Greg…
El maldito jodido Greg.
Pequeño puto Maquiavelo.
No era algo nuevo, pero hacer el amor con él era siempre asombroso. Ella aún reía cuando se desnudaron el uno al otro en la cama.
No había prisa. La noche se presentaba larga, perezosa.
– Hermosa, exquisita, solo para mí… – Stewy le dedicó palabras a media voz con esa sonrisa suya entre la travesura y el deseo.
Estaba lamiéndola por todo el cuerpo, tocándola, explorando cada milímetro de su piel. ¿Por qué no podían seguir como hasta ese momento?
El placer que se dieron mutuamente borró por completo todo mal rastro del día.
Se besaron y se corrieron, pero no llegó a estar dentro de ella. Hoy era otra cosa, y ninguno tenía prisa. Tenían horas por delante para recorrer y deleitarse en el cuerpo del otro.
A propuesta de Stewy usaron un aceite de coco maravilloso que él guardaba en uno de los baños y aseguraba que era comestible para masajear sus pieles.
Era demasiado erótico para que el objetivo fuera solo el orgasmo.
No sobraba para nada que Stewy conociera al menos una docena de maneras de volverla loca a base sólo de besos y caricias. …
En algún momento, debió quedarse dormida en sus brazos.
Cuando Stewy despertó, Lavinia tenía su pierna enganchada alrededor de su cadera y sus pechos contra su costado. Si se movía un poco, ella estaría empujando contra su erección. Iba a tener que escaquearse a darse un chapuzón en la piscina si dejaba que sus pensamientos transcurrieran por ese camino. Quería dejarla dormir porque seguramente estaría agotada.
Se dijo que él mismo sería un idiota abandonando la calidez de esta cama.
El reloj despertador marcaba en grandes números rojos las cinco de la mañana.
Hizo lo mejor que pudo para aferrarse a su cordura. Sólo le besaría la sien e intentaría dormirse él un poco más.
Lavinia suspiró, todavía profundamente dormida, encajando perfectamente en sus brazos. Al cabo de un momento, Stewy notó que ella se estiraba un poco, sus labios lo besaron posándose con levedad sobre su cuello, una de sus manos en su cabello.
Como si apenas se hubiera despertado, ella volvió a acurrucarse contra su piel, arrastrando la nariz por su barba antes de presionar un beso prolongado en su mandíbula.
– Livy… – musitó.
– ¿Sí…?
– Aunque querría mostrarte cómo me haces sentir ahora mismo, algo me dice que después no nos volveríamos a dormir. Estabas cansada… – le pasó la mano por la espalda, y luego hacia abajo como si tratara de procesar la textura de su piel debajo de los dedos –, intenta dormirte. Prometo levantarte cuando el sol esté alto… ¿Sabes eso que has dicho que puedo despertarte con mi boca recorriendo tu piel?
Ella apuró una risa.
Bostezó.
– Vale. Trato hecho – musitó con la voz somnolienta.
Cerró los ojos para volver a dormirse.
Sin embargo, una vez desvelada, solo pudo quedarse en un estado de entrevela abrazada a él. Enterró su cara más profundamente en su cuello, un brazo de él alrededor de su cintura.
Se deslizó con cuidado fuera de su abrazo cuando notó la respiración más rítmica y pausada del sueño de Stewy.
Él también parecía exhausto.
Para poder ubicarse sin abrir las luces buscó su móvil en la mesita de noche. Sí, se había sentido agotada ayer, pero estaba espabilándose bastante rápido esta mañana.
Tuvo una cierta de sensación de inquietud pese a que todo estaba especialmente en calma en la habitación y fuera en el jardín y la playa, lo comprobó al ir hacia la ventana y apartar levemente las cortinas.
Pensó en hacer algo espontaneo y bajar solo con una toalla a la piscina, bañarse desnuda.
Pero probablemente iba a encontrarse con alguna de las personas de servicio que habían estado aquí las otras mañanas. Aunque aún quedaba tiempo hasta que los últimos resquicios de madrugada se evaporasen con el sol y se registraran las primeras temperaturas decentes de la mañana…
Buscó un camisón entre la ropa de su maleta que Stewy había hecho colocar en uno de los armarios dos días atrás.
Había decidido hacer una parada antes de subir al maldito avión.
Puesto de excusa a Naomi.
No quería que su padre supiera que hacía esto para que no sospechara que algo iba mal.
Aún no tenía una decisión tomada… no del todo.
Pero quizás sí. Joder, quizás sí.
– Kendall… – Greg se ajustó el polo que llevaba puesto inquieto – ¿Dónde…? Pensaba que Naomi se había vuelto a América cuando… cuando tu padre la echó.
– El vuelo está programado a las 10. Tranquilo, tío. Quiero hablar con alguien. Hay tiempo.
– Ehm… vale, bueno.
Miró a su primo que permanecía hecho un saco de nervios. – Es Stewy, tío. No voy a ponerlo sobreaviso solo… Solo… si hago esto, tendré que tener todas las puertas abiertas, ¿no?
La expresión de la cara de Greg cambió. – Quieres decir… hablar con Stewy no en Nueva York… sino aquí… en… aquí… – pensó que iba a atragantarse.
Si la situación hubiera sido otra, en vez de fruncir el ceño, Kendall hubiera puesto los ojos en blanco. – Relájate. Te doy mi palabra que a las 9… a las 10 como muy tarde estaremos en ese avión. Entonces llamaré a Karolina y haré que me informe de cada detalle que haya planeado de la rueda de prensa. Hay 12 horas de vuelo de Dubrovnik a Nueva York.
– Dios…
– ¿Qué?
– Nada…
– ¿Qué haces con el móvil, tío? Deja el móvil… no quiero que nadie tenga la menor idea de esto… Mi padre… ya sabes… tiene ojos en todos los putos sitios.
– Pero es que…
Greg buscó la manera de expresarse pero al final tampoco supo muy bien si tenía que decir nada.
Lavinia salió a la terraza con el cabello suelto y un camisón blanco de seda, de los que normalmente no usaba para dormir, pero que había comprado en algún momento con la idea boba de usarlo en una ocasión con él.
Estaba a punto de tomar un sorbo de un vaso de agua que se había servido en la cocina cuando escuchó un tremendo estruendo en el jardín.
Debían haberse dejado alguna puerta abierta en la finca ayer y el ligero viento de la mañana la acababa de cerrar con un ruido terrible.
Pisó descalza la hierba húmeda meciendo los últimos rastros de sueño distraída por la maravillosa visión del mar a esa hora.
Lavinia habría podido pasar por una pequeña estatua blanca en el jardín, a no ser por la brisa que movía las hebras de su cabello castaño. Notó que la luz de la mañana empezaba a cambiar. Pronto el sol empezaría a calentar.
Se giró cuando escuchó pasos en la terraza donde ella había estado hace un momento. Alguien se había parado enfrente de la puerta corredera del comedor e hizo ademán de entrar como si conociera muy bien la casa.
Desde este punto del jardín era apenas una figura en la sombra pero no iba vestido como alguien de mantenimiento.
Dios, apenas había amanecido.
Se acercó unos pasos con cautela, abrigándose con los brazos, de repente consciente de ir muy poco vestida. El camisón apenas disimulaba su cuerpo.
– Perdona… perdona, ¿a quién busc – abrió los ojos con sorpresa dejando la frase a medias, como cuando alguien se encuentra de golpe con una cara conocida que no espera.
No a esta hora, aquí, después de la visita de ayer.
Traía la cara desencajada, estaba ojeroso.
Mientras permanecía de pie ordenando las ideas, reconoció detrás suyo la voz de su hermano.
– La-lavinia…
Esto era fantástico.
La cara de Kendall no indicaba que hubiera esperado encontrarla aquí. Pero eso no tenía sentido. Ayer, su tío…
La miró de arriba abajo, y hizo una mueca.
Alzó una ceja cuando se hubo recompuesto, pillado por sorpresa.
– Ah… cojonudo – se rió seco, frotándose la frente.
Habría que estar ciego para no atar cabos.
Lavinia se encogió de hombros por instinto.
Intentó actuar como si no tuviera la piel de gallina ni se sintiera híper consciente de sus pintas. – ¿Va todo bien?
– Depende – ironizó con una sonrisa – ¿Está Stewy? Es decir, es obvio... Joder, Vinnie…
La puerta corredera se abrió más, y apareció Stewy, alucinado y con el cabello algo alborotado – Pero ¿es que no sabes qué hora es? ¿Ken, colega, no duermes? Te prometo que te cambiaría la vida…
Llevaba puesta la camiseta arrugada de ayer y unos bóxers negros. Miró a Kendall y después posó los ojos en su novia.
Stewy quería saber si estaba bien, deslizó los ojos por su rostro, preocupado. Hubo un pequeño entendimiento entre ellos con la mirada. – Livy…
Ella dio un leve asentimiento.
Lavinia hizo un esfuerzo por concentrar su atención. Entonces, pensó que era mejor dejarlos solos un momento.
Estaba claro que Kendall no estaría aquí a las 6 de la mañana sino fuera importante.
Los negocios eran su mundo, no el de ella.
Y Kendall…
Habría esperado que todo eso de Waystar no se viniera abajo justo ahora pero no estaba en sus manos.
– Yo… creo que voy a irme a vestir – dijo, y se volvió a Greg – ¿Me esperas detrás? Hay una caseta. A menos que… también tengas que participar en la conversación.
– No. Es mejor que… sí, te espero allí – asintió su hermano, antes de mirar a su primo y luego a Stewy.
Cuando pasó al lado de Stewy por la puerta, éste la frenó un momento con una mano en la cintura. – No vamos a tardar – musitó serio.
– Está bien – se mordió el labio. – Dejaré la cafetera preparada antes de salir porque no creo que Thea haya llegado aún, creo que nos vendrá bien a todos.
Lavinia se plantó en la habitación intentando no estar tensa. Era como si su corazón se contrajera en un puño imaginario, lo que era extraño, porque podía oír la sangre que pasaba por sus oídos. Era ridículo que esta visita la hiciera sentir así de inquieta.
Sus pies la guiaron hasta el armario, los mechones de pelo flotando con el movimiento. Se vistió lo más deprisa que pudo con una camiseta gris y unos tejanos.
Dejó un vestido encima de la cama por si tenía que arreglarse mejor más tarde y ordenó la maleta. Algo le decía que su escapada tenía los días contados.
Salió al patio trasero y buscó a su hermano.
– Aquí estás – dijo.
– Ho… hola. – se rascó la nuca.
– ¿De qué va todo esto? – preguntó.
– Siento no haberte avisado – se disculpó Greg – Es que no, ehm, no podía usar el teléfono. No tenía ni idea de qué vendríamos.
Greg le contó la decisión que había tomado Logan. –… le dije que lo que está haciendo su padre, no está bien.
Se quedó quieta. – Ya veo.
– Iba a usar las llaves de repuesto de tu casa que me diste para coger la carpeta.
Lavinia se mordió el labio inferior.
– Por supuesto.
– Pero entonces él ha querido venir, ehm, no sé si esto me gusta mucho, si nos pillan antes de… bueno…
– No te preocupes.
Kendall se quedó parado, inmóvil.
– ¿Te estás follando a mi prima?
Stewy echó la cabeza hacia atrás. – ¿No?
Kendall le miró incrédulo.
– Oh, vamos qué te den. Es obvio que te la estás tirando.
Stewy le miró indolente.
Hubo una pausa de su parte, un suspiro. – ¿Bueno entonces, por qué preguntar?
– Tío… Es mi prima. No, peor. Es la hija de Marianne… No te puedes follar a la hija de mi prima. Es asqueroso...
Stewy puso los ojos en blanco. – Kendall, Lavinia es una mujer adulta con una vida adulta, así que...
– ¿Desde cuándo? – insistió.
Suspiró.
– Con todo el respeto, Ken, no es de la incumbencia de nadie más que de mí y de ella. Pero… desde la boda de Shiv… – admitió.
Ken se quedó callado un largo momento.
– ¿Qué?
Esta conversación era ridícula.
Stewy le interrumpió, molesto.
– ¿Qué quieres…? Porque dudo que estés aquí por esto.
Kendall tardó un segundo en reaccionar. – Dijiste una vez que ofrecías el comodín de la amistad.
Stewy frunció el ceño más aún.
– Hace cuatro meses, tío. Solo para que quede claro, esa oferta, ya no está encima de la mesa – se frotó la cara con las manos. Era demasiado temprano para esto – No puedes… La gente normal hace las visitas cuando el sol lleva ya dos horas en el puto horizonte. Si esto es otra oferta como ayer… no me interesa. Acéptalo, Ken, prácticamente está hecho. Los accionistas nos quieren a nosotros, Los cruceros, McClintock… lo de esconder a serpientes en la cueva os ha mordido en el trasero. ¿Qué quieres que haga? Tú empezaste eso, la adquisición de Waystar fue tu idea.
Kendall se humedeció los labios.
Pareció pensarlo un momento.
– Stew, escúchame. Mi padre ya ha escogido quién va a la picota... Agradecería que esperaras antes de decir esto a Sandy, sé que no estoy en condiciones de pedirte nada. Sólo…, – tomó una bocanada de aire y añadió – voy a ser yo. Pensaba que… quería decírtelo por los viejos tiempos y porque agradecería tu opinión.
Intentó asimilar esa información. ¿Qué en el maldito infierno era esto?
– ¿Mi opinión? Colega, – se llevó una mano a los ojos – no quiero ser desagradable… ¿pero has perdido el juicio? ¿Cómo vas a ser tú? No deberías estar contándome esto.
– Tom, Greg… el público no lo compraría… yo lo sabía todo, es lo lógico – repitió las palabras de Logan.
– No tengo ni puta idea de qué te pasa pero se te está yendo la olla. ¿Por qué ibas a hacer algo así?
– Mi padre… me lo ha pedido.
Primero estaba dispuesto a renunciar a su asiento en la junta y ahora…
¿Qué mierda?
Joder.
Puede que el Kendall que él conocía, y que creció soñando con más, hubiera desaparecido, sacrificando viejas ambiciones por una oportunidad de ganarse a su padre y mantenerse atrapado en sus vísceras para siempre.
Hizo un sonido de incredulidad, no fue exactamente una risa.
– Tu padre te lo ha pedido. Pues nada... adelante, Ken. Yo no quiero saberlo… en serio – soltó con un tono que Kendall conocía, frío pero con algo más bajo la superficie. Su mirada líquida, de enfado – Mira Kendall, vamos a tomar ese café y haz lo que consideres. Me jodiste vivo con lo del abrazo del oso y honestamente no sé qué haces aquí.
– Pensé que me vendría bien un consejo… de un amigo.
Le hizo un gesto para que entrara al comedor.
Se sentó en el brazo del sofá.
Entonces, habló sin esperar a Kendall. – Lo entiendo, sí, excepto por una cosa... no somos amigos. No voy a invitarte a un whisky a las 6 de la mañana porque parece que ya estás flipando lo bastante… así que te tendrás que conformar con ese café. Voy a por él.
– Espera, tío… 30 años… tienen que valer de algo.
Exhaló.
– No en esto – cedió – Tendría que estar llamando a Sandy en este momento y lo sabes, no me preguntes porque no estoy haciéndolo justo ahora. Mi consejo es que no me cuentes nada más…
– Es que… – Ken tanteó enseguida – estoy valorando seriamente… creo que tengo caso para – se puso a reír, algo desquiciado. – un parricidio. Esta vez, podría funcionar… podría eliminarlo, sacarlo de la empresa.
Stewy chasqueó la lengua incrédulo.
– Vamos, tío. No me cuentes milongas…
– Escúchame,…
Stewy le cortó, serio. – No.
Quería más que nunca poner de rodillas a Logan Roy pero no podía confiar que esto fuera algo más que un nuevo intento frustrado de algo que quizás Kendall no estaba hecho para llevar a cabo.
– ¿Qué está mal contigo? Pensaba que solo te importaba el dinero, pero estás siendo jodidamente mezquino, Stew. Que mate a mi padre te beneficia. Ayúdame a que Furness me respalde. Podría mantener el mismo trato que te ofreció mi padre, incluso uno mejor.
– No confío en ti.
– Tengo un buen caso. Puedo probar que la principal manzana podrida de esa empresa es él.
Stewy intentó mantener un tono civilizado. Eso no significa que no le apeteciera sacudirlo violentamente. Uh, el plan de mi padre es mejor y me manda a decirte que…
Intentó mantener el veneno de su tono al mínimo.
– Mira, da absolutamente igual lo que tengas. Tú y yo sabemos qué harías si ahora papá dinosaurio aparece por aquí. ¿Cómo puedes estar seguro que no sabe que has venido? ¿Qué va a pasar si cambias de opinión? ¿O sí… – especuló – ¿Tenía algo contra ti la otra vez, no? ¿Cómo sabes que no va a utilizarlo?
– Stewy… No, yo, no fue eso – le mintió.
Stewy ni siquiera parpadeó.
Kendall mentía muy mal, incluso callado.
– ¿Cómo sabes que no va a utilizarlo ahora? – repitió.
Ken meneó con la cabeza sin contestar.
– Kendall… – le advirtió.
– Eso no tiene que preocuparte. Y he ido con cuidado al venir. Paré mi móvil en Croacia. – explicó, apretando su entrecejo con dos dedos, nervioso – Naomi está con unas amigas en Pula. Si le preguntas al puto piloto del avión que nos espera en Dubrovnik, me escuchó decirle por teléfono en el lavabo que iba para allá…
Stewy entornó los ojos.
Naomi Pierce, el último deseo del condenado. Estaba seguro que a Logan le pirraría.
– No lo veo. Vamos a tener esa conversación cuando realmente haya pasado, ¿vale?
Kendall hizo ademán de protestar, pero se paró a sí mismo. Eso era mejor que nada.
Un compromiso.
Pero… un momento, ¿todo encajaba o no?
Pero… todo… un momento, ¿todo encajaba o no?
– Cómo quieras – Kendall titubeó y miró a Stewy de nuevo. Entonces el gesto de su rostro se endureció: – No me has preguntado por ningún específico… de mi caso. ¿No quieres saber qué tengo… si son documentos o no… qué clase de documentos?
– ¿Y lo tienes? ¿Algo específico? ¿Aquí?
– Sí… No, pero lo tendré en la rueda de prensa. Hay algo que tiene Greg que... puede ayudarme. Greg, mi primo – aclaró sin que hiciera falta.
Stewy giró su cuerpo hacia Kendall antes de dejar la vista fija en un punto de la pared, y volver a mirarle después de un momento considerándolo. – Vale. Supongo que te ibas a cargar igualmente mis vacaciones, bien, – ironizó – nos vemos en Nueva York en, ¿qué? ¿Catorce putas horas?
– Ni siquiera pareces sorprendido.
Se armó de paciencia.
– No es mi problema… me jodiste, te jodí antes sí, pero tú lo hiciste de manera espectacular. No me fío. No confío en ti, Kendall. Supongo que no es ninguna sorpresa.
– No es eso…
Cruzó las piernas tranquilamente en el extremo del brazo del sofá. – ¿Ah, no?
– No, ya lo sabías.
– No jodas Sherlock, ¿qué sabía?
Tan sólo faltaba la paranoia.
– No estoy seguro.
– Bien porque no sé nada. Sólo que tienes algo que puede o no servir. Hablaremos, veré qué dice Sandy, yo no lo veo.
– No has ni pestañeado cuando he mencionado al puto Greg.
Esto era de puta madre.
– Puede que sea porque has asaltado mi jardín cuando no era ni de día con tu primo. Esa sería una buena razón, piénsalo.
Resopló, encogiéndose, sin acabar de hacer contacto visual. – Lo sabías porque ella lo sabe. Greg ha dicho que lo tienen en su casa…
– Ken, déjalo. No estoy involucrado.
– No lo entiendo. ¿Por qué no usarías algo así en contra de mi padre?
Porque ya la he cagado bastante con ella, joder.
Supongo que esperaba convencerla para hablar con su hermano en cuanto este viera que necesitaba ayuda fuera de la maldita pecera de los Roy.
Pero no necesariamente.
No le contestó, en vez de eso negó con la cabeza.
Kendall apretó la mandíbula, tenso. – Bien, hablamos en Nueva York. No puedo entretenerme.
– Será lo mejor.
Luego sin venir a cuento: – ¿Llevas cuatro meses con… ¿Todo este tiempo?
Sí, sí, joder… todo este tiempo.
De alguna forma no había habido nadie más desde ese momento en Inglaterra.
– No hace falta que hagas tantos aspavientos…
Se dio cuenta que de alguna manera su expresión podía darle la impresión equivocada, dar a entender que esto no era importante. Lo era, mucho.
Estuvo tentado de aclararlo.
Lo que tengo con ella es real y ha significado tantas cosas desde que sucedió, estaba tan acojonado… que digo, aún lo estoy, muerto de miedo porque podría quererla hasta que se acabara el mundo.
Es una de las cosas más bonitas que me ha pasado en la vida, por ridículo que suene en boca de un cabrón como yo, que está chalado por ella. Me paso los días pidiéndome «calma» a mí mismo.
Pero el Kendall que tenía delante era ahora mismo la última persona del mundo con quien tenía ganas de discutirlo.
Eso implicaría una conversación más profunda que la que estaba dispuesto a tener con él.
Ken dio un par de pasos en el comedor.
Se alejó y se acercó.
– Me ha pillado por sorpresa, eso es todo… ¿No hay ningún motivo oculto que tenga que preocuparme? – sugirió con las manos en el bolsillo del pantalón de vestir – El voto del tío Ewan podría ayudar a convencer a Layton…
Joder.
– Vete a la puta mierda…
– No, tío, vale, lo siento…
Era evidente que por dentro estaba hecho un flan por lo que iba a hacer.
Stewy le puso una mano en el hombro. – Déjalo estar, ¿quieres? Céntrate en el parricidio que vas a cometer y hablamos.
Alguien que no estuviera acostumbrado a verlos interactuar, podía sorprenderse por la cercanía. Pero era un gesto que había hecho millones de veces.
Uno que reflejaba años y complicidad.
– Bien…
Había escuchado la cafetera de fondo hace un momento.
Luego vino la voz de Lavinia.
Francamente, ella sólo alcanzó a preguntarse mentalmente por qué con todos los ex de Stewy pasaba eso. La cercanía e intimidad.
Zahra le había besado.
Pero fue porque le reconfortaba más que pensar que estos dos se habían querido mucho.
– Tenéis café hecho… Greg está fuera – anunció.
– No tardaremos a irnos – dijo su primo.
Asintió sintiéndose fuera de lugar por un segundo. – Vale.
Stewy se puso de pie.
– Voy a por el café. Ahora vuelvo – indicó a Kendall.
A continuación hizo una pausa y la miró. – Ven, necesito ayuda… – pidió.
Lavinia se dejó guiar hasta la amplia cocina de su mano.
– ¿Qué pasa?
– Livy… tengo malas noticias – susurró.
Eso la sobresaltó. No dijo nada, esperó que él volviera a hablar.
– Vamos a tener que hacer un cambio de planes. Lo siento muchísimo. – se disculpó Stewy – En cuanto se sepa, Sandi va a quererme allí. Es mejor que me adelante a los acontecimientos... Te lo compensaré, lo prometo. Celebraremos tu cumpleaños mañana en el mejor restaurante de Nueva York…
Lavinia pareció perdida un segundo. ¿Era sólo eso?
– Claro – reaccionó – Sé que es importante. ¡Por supuesto! Está bien... Greg me ha contado algo – dijo sincera.
Pero la expresión de Stewy era de preocupación. – ¿Estás segura?
Lavinia sintió una extraña sensación de vacío.
Ambos sabían que no cambiaría nada aún si no lo estaba. Stewy no podía hacer nada más que volver a Nueva York.
Hiciera lo que hiciera Kendall… culparse, salvarse… la rueda de prensa era algo demasiado gordo para que Maesbury y los Furness no requiriesen la presencia de Stewy en la ciudad.
Si encima Kendall traicionaba a su padre… no, no podían quedarse aquí, ni siquiera otro día.
– Stewy, han sido unas vacaciones fantásticas, pero se han terminado – dijo, haciendo un esfuerzo por no mostrarse decepcionada. Se obligó a sonreír – Estoy lista para volver.
Stewy le rodeó la cintura con un brazo. – Siento que no hayamos podido disfrutar de más tiempo. Odio esta mierda.
– No… sabíamos que podía pasar. Puede que hubiera preferido a Josh Aaronson bajando en helicóptero pero… – ella bromeó. – Siento que haya sido así, tan de repente, pero todas las vacaciones terminan tarde o temprano.
Stewy la besó en los labios.
Pero Lavinia se apartó de golpe sólo un latido después.
– Livy.
¿Qué tenía?
Stewy se quedó mirándola, sin comprender.
Alguien carraspeó detrás de ellos. – Tengo que salir ya…
– Claro.
Lavinia se mordió el labio inferior. No le gustaba la punzada de desencanto que sentía por el cambio de planes. Eres una chica mayor, Vinnie. Habrá más viajes y vacaciones.
Sus vacaciones en Paxos se habían acabado y estaban a punto de salir hacia Nueva York. Stewy dio varias órdenes a sus empleados antes de partir hacia el hangar.
Kendall y Greg se habían ido hace media hora.
En el vuelo de vuelta, ella lo observó, muy concentrando, a quilómetros de allí.
– Stew… – él la miró volviéndose con la lengua en las muelas. – ¿Va todo bien?
– Perfectamente – dijo, pero Lavinia no estuvo segura de que fuera verdad.
Parecía molesto, preocupado.
– Puedes hablarlo conmigo si quieres.
– No es nada de lo que debas preocuparte. Son los negocios, no…
– Puedo entenderlo si me lo cuentas – se mordió el labio – inténtalo.
Él se quedó mirándola con expresión sombría. – No tiene importancia.
Necesitaba ordenar por su cuenta lo que le preocupaba de todo esto. El puto Kendall iba a liarla y si bien a Sandy y a él les beneficiara que hiciera explotar una bomba desde dentro que hundiera a Waystar en el mercado, no sabía hasta qué punto este iba en serio con esto o podía ganar.
Lavinia asintió poco convencida.
– ¿A qué hora han convocado la rueda de prensa?
– Con la diferencia horaria no mucho después de que llegue el avión de Kendall.
Ella cogió aire y se frotó las rodillas con las dos manos.
– Creo que voy a ir.
– ¿Por qué? – preguntó él, no sin cierto recelo.
– Porque al final esos papeles están en mi casa y yo le dije a Greg que hiciera lo correcto, me siento responsable.
La miró fijamente. – No tienes porque…
– Lo sé, lo sé, pero es otro lío en el que va a meterse, quiero estar allí.
– Livy. Debes saber… – apartó la vista de ella y miró un segundo por la ventanilla, apretándose el puente de la nariz – no creo que esto salga bien… No es solo que no confíe en Kendall… Le he visto otras veces como hoy… existe un fuerte riesgo de que su plan se convierta en un jodido bumerán.
Lavinia le escuchó atenta. – Estás preocupado por Ken.
Sus ojos nunca dejaron su rostro, esperando que él tomara de nuevo la palabra.
– Podría salir mal y destruirnos a todos. Recomendaré a Sandi esperar, – dijo Stewy – ver para donde va todo en primer lugar. Logan puede llamarlo con cualquier treta y obligarlo de nuevo al redil.
– Entiendo. Pero yo no hablaba necesariamente del negocio – infirió Lavinia.
Hay un montón de historia entre vosotros, es normal que te preocupe.
Ante la falta de respuesta de Stewy, ella suspiró.
Stewy frunció el ceño con el teléfono en la mano.
Debían estar ya en mitad del Atlántico cuando se levantó para ir al baño.
Lavinia se mantuvo un rato contemplando las nubes cada vez más oscuras.
Luego tomó una decisión.
Cuando entró en el pequeño baño del avión, él estaba de pie, lavándose las manos en la pica, perdido en sus pensamientos. – Hey.
– Hey.
Se abrazó a su cintura, apoyando la cara en la espalda de su americana. No se movieron en un rato. – ¿Estás bien? ¿de verdad? – le preguntó ella.
– Sí. – Stewy vio su rostro en el espejo del pequeño baño – Livy…
– Dime…
Su boca formó una sonrisa de disculpa. – Lamento ser un idiota.
Lavinia le sonrió para tranquilizarlo. – No lo eres.
La chica mordió su labio inferior y luego volvió a mirar al espejo. – Además, te dije que me cabrearía cuando te lo merecieras… pero no creo que sea el caso. ¿Por qué no me besas? – pidió.
– Pensaba que no ibas a pedírmelo nunca.
Él se giró y se zambulló en sus labios. El beso fue un desastre porque puso un poco demasiado de entusiasmo al hacerla retroceder hasta la puerta. El chocar de dientes provocó una risa de ambos con una mueca.
Ella se apoyó en la puerta un segundo. – Hay poco espacio.
– El suficiente.
Los labios de Stewy se movieron con gracia contra los de ella haciendo que su corazón latiera con fuerza; sus cuerpos presionados juntos. La cabeza de Lavinia dio vueltas mientras envolvía su lengua alrededor de la suya. Había ligeras turbulencias en la zona que atravesaban.
Él se apartó para mirarla a los ojos, con una sonrisa traviesa en su rostro mientras se inclinaba de nuevo hacia su boca. El roce de la barba de Stewy en su mandíbula, mientras trazaba líneas con su lengua en su garganta, hizo añicos cualquier rastro de paciencia en Lavinia. – Mierda – La voz de ella fue baja, desesperada. Se sujetó a su camisa blanca impoluta.
Luego hubo un par de turbulencias más.
– ¿No deberíamos ir al asiento?
– No.
Un suspiro surgió del pecho de Lavinia cuando Stewy envolvió sus brazos alrededor de ella y levantó sus piernas para que rodeara su cintura con ellas. Sus ojos estaban cerrados, disfrutando de la sensación de ser sostenida así de ferozmente por este hombre.
Stewy maniobró con dificultad por el pequeño espacio.
Los dientes de él mordisquearon la zona sensible de su cuello, justo antes de dejarla caer sin contemplaciones sobre el lavamanos. – Lo siento – masculló. Pero no había tiempo para disculpas. Lavinia le cogió del cuello y tiró de él hacia sus labios.
Él la apretó aún más contra sí y estrelló su boca contra la de ella, deslizando la lengua entre sus dientes.
Las manos pequeñas de Lavinia buscaron a tientas los botones de su americana y su camisa para descartar tanta ropa como pudiese, mientras las de él se enredaban en su cabello, tirando suavemente de sus hebras castañas, hasta que Lavinia tuvo que separarse para tomar aire.
Stewy se estremeció cuando ella dejó vagar sus manos por su torso y después pasó las uñas por la cinturilla de sus pantalones.
Lavinia estaba acostumbrada a la sensación de los dedos de su novio sobre ella, rozando su piel. Pero maldijo igualmente cuando él deslizó sus manos debajo de su vestido y por su estómago. Gimió al sentirlo cubriendo sus pechos. – Maldita sea.
Se sacó el vestido por la cabeza y se inclinó hacia adelante atrapando el lóbulo de la oreja de Stewy entre sus dientes. Él respondió tirando de sus caderas contra las suyas, para que pudiera sentir exactamente lo duro que estaba.
Le bajó bruscamente el sostén y atrapó su pezón con su boca, ella jadeó mientras él lo lamía, haciendo rodar el otro pezón entre las puntas de sus dedos. Lavinia pasó las uñas por su espalda y a lo largo de su columna.
Como respuesta, la lengua de Stewy serpenteó por su estómago hasta la curva de su cadera. Sus palmas se movieron sobre los muslos sedosos de ella y la escuchó gemir lascivamente cuando enganchó sus dedos en la banda de sus braguitas.
A Lavinia le sorprendió comprobar que él no tiraba de la tela hacia abajo, sino hacia arriba, levantando los costados más cerca de su cintura. Esparciendo la humedad acumulada sobre el fino algodón. – Estás jodidamente empapada – dijo con voz áspera. Aún sin quitarle la ropa interior deslizó un dedo por encima de la tela para tocarla. Lavinia jadeó, arqueándose.
Stewy bajó la cabeza descendiendo por su piel y lamió una fina línea entre sus muslos, provocando una sacudida directamente a su centro. Se dejó caer de rodillas al suelo, dobló las rodillas de ella sobre sus hombros, y la miró una vez más antes de volver a reclamar con su boca ese lugar cálido entre sus piernas. Lavinia se agarró a los bordes del lavamanos como un salvavidas, mientras él movía su ropa interior a un lado para separar su carne con dos dedos.
El sonido que hizo fue obsceno.
Sus piernas comenzaron a temblar sobre sus hombros cuando él empujó sus dedos en sus muslos, usando su peso para mover su boca ansiosa contra su sexo.
La admiró desde abajo, las pupilas se abrieron lo suficiente como para convencerla de que el negro de sus ojos era infinito. Entonces, la cabeza de Lavinia se inclinó hacia atrás mientras enroscaba sus dedos en su cabello y la tensión que había ido creciendo en ella finalmente se rompió.
Le sonrió aturdida mientras él se limpiaba la barbilla con el dorso del antebrazo.
Su lengua se asomó para tocar su labio superior en una sonrisa tonta, un gesto que siempre le había encantado, pero que ahora asociaría con la imagen de él saboreando su orgasmo. Stewy se alzó para darle un beso profundo, abrazándola.
Después, gimió contra su boca antes de susurrar: – No hemos terminado.
Pero alguien de la pequeña tripulación del jet golpeó la puerta sobresaltándolos. – Lo siento mucho, ah – la mujer se quedó un momento callada a través de la puerta – Vamos a pasar una zona de tormenta, deberían sentarse. Lo lamento.
Lavinia enterró la cabeza en sus manos con vergüenza, él se rió.
Apartó los mechones de cabello suelto de su frente para colocar un beso allí. Sus palmas ahuecaron su cara. – Esta noche en casa – prometió.
Se puso una ligera chaqueta a juego con el vestido, tomó el bolso y salió.
Stewy y ella se habían separado a los pies del avión en el aeropuerto. Había insistido que utilizase a Diego y a que usara sus gafas de sol porque ella se había dejado las suyas en Grecia al hacer las maletas con prisas.
Acarició la montura de las gafas antes de salir del coche, enfrente del lugar donde a esta hora Kendall ya estaba dando su rueda de prensa.
Diego, solícito, le abrió la puerta. – ¿Necesita algo, señorita Hirsch?
– No. Gracias – le sonrió amable.
Cuando entró en el edificio, los flashes de las cámaras eran absolutamente ensordecedores y los periodistas habían enloquecido.
Vio a Greg y a Karolina en un lateral de la sala.
Asintió a su hermano cuando lo vio sujetar la carpeta de papeles contra el pecho.
Seguramente Stewy tenía razón y esto era un suicidio.
Ella no podía estar segura. Se dijo que al menos parecía lo correcto, fuera o no una locura.
Todas esas mujeres que fueron agredidas en los cruceros, se merecían justicia. No es que creyera que esa era la motivación real de Kendall y sabía que solo eran aproximadamente la mitad de las razones de Greg, la otra siendo básicamente la supervivencia como ella misma le había recomendado, pero quizás era un inicio.
Quería creer que Greg era un buen chaval… pero no estaba segura de hasta qué punto se le podía considerar totalmente sin culpa.
Él destruyó esos documentos en primer lugar. Después de verlo interactuar con Tom, sería ingenuo pensar que este último lo había intimidado hasta tal punto que no había tenido ninguna opción. Tom no tenía ningún poder fuera de la empresa. Podría haber dimitido. Lo hizo para afianzarse en la empresa, y luego guardó los documentos como seguro.
Era su hermano de todos modos.
Ambos formaban parte ya de este mundo de una forma u otra.
Desde pequeños te inculcan lo bueno que debes ser, pero ¿qué era ser realmente buena persona? Ella quería serlo en serio.
En esta ciudad todo el mundo intentaba sobrevivir de un modo u otro.
Kendall todavía estaba hablando.
–…. la noción de que [Logan] habría permitido que se pagaran millones de dólares en acuerdos y compensaciones sin su aprobación explícita – estaba diciendo Kendall – es absolutamente fantasiosa. Tengo hoy conmigo copias de documentos que muestran su signatura personal. Cuantos de nosotros que ejecutamos sus deseos carga con responsabilidad es una cuestión para otro día, pero creo que hoy es el día que su reino termina.
La sala llena de periodistas se levantó al pleno cuando lo hizo Kendall con preguntas y miles de fotografías más.
Todo se movió muy deprisa.
Karolina estaba hablando desesperada por teléfono con alguien de su equipo.
Greg que había estado muy concentrado un momento antes, la miró como si la adrenalina apenas estuviera empezando a calar.
– ¿Es… ehm, crees que el tío Logan me vaya a matar en plan… literalmente? – murmuró.
– No tengo ni idea, Greg. Pero es un poco tarde para preguntártelo…
– Joder, joder.
Karolina les interrumpió. – Tenemos que movernos de aquí.
Luego la vieron alcanzar a Kendall, pero con todo el lío no pudieran escuchar que le decía. Lavinia empujó a su alto hermano de la cintura para que se moviera, las gafas de sol de Stewy aún en su mano. El tacto frío de las mismas casi tranquilizándola. – Vamos… no te entretengas.
– ¡Kendall! – se acercó Karolina con expresión desesperada – Tenemos que irnos.
Se perdieron por un corredor hacia la habitación de hotel que Ken había alquilado por unas horas en ese mismo edificio, y donde la seguridad no dejó pasar a los periodistas. Estarían esperando todos fuera, ansiosos.
– Bien, vamos, joder, Karolina, vamos – le sonrió algo fuera de sí.
– No, escúchame, escúchame. No sé si debería acompañaros ahí fuera…
La miró. – ¿Qué dices? Acabo de hacer jodida Historia Karolina. Esto es una revolución… una jodida guerra contra los malos. Tienes que venir conmigo, formar parte de mi equipo. Mi padre está acabado, ¿no lo has visto?
La relaciones públicas suspiró manteniendo la compostura.
Esto era una locura. ¿Cuánto hacía que ella no hacía una?
Estuvo casi tentada de decirle que sí… Sería excitante. Pero conocía demasiado los bajos fondos del distrito financiero, de Washington, del maldito Waystar, para creer que una victoria sería tan fácil.
Le caía bien Kendall.
Genuinamente.
Le miró seria. – De momento vengo hasta al coche.
– Bien.
Exhaló aire cuando volvieran a salir hacia la puerta.
Greg y Lavinia estaban allí.
Pero en este momento no mantenían una conversación.
– ¿Estás… estás bien? – Greg preguntó a su primo al verle.
Jess apareció detrás suyo.
– ¿Todo listo para irnos? – Kendall cuestionó a su asistente.
– Déjame hacer una última comprobación con el chófer.
Se giró hacia Karolina: – Necesito una relaciones públicas, Karolina, vamos.
– Mantenla a ella.
– ¿Cómo dices?
– Tu prima, le hace falta pulirse un poco, pero es buena. Créeme, no sé qué demonios pasa con su vida personal, Gerri no acabó de contármelo – supo que se iba a arrepentir de decirle esto – pero si puedo, voy a seguir insistiendo para que la contratemos. Revisé el trabajo que ha estado haciendo, es una currante, una de las mías – aclaró.
– ¿Mi prima? – se rió.
– Ya está – anunció Jess – Podemos ir.
Karolina reviso su móvil.
Hugo acababa de salir para Europa para encontrarse con los Roy.
Estaría contentísimo cuando colgaran la cabeza de ella en la puerta del departamento. No guardaba precisamente en secreto que estaba deseando hacerse con su puesto. Esto era como hacerse el harakiri en directo para las noticias de las cinco: – Os acompaño al coche. Pero estoy fuera… – anunció.
La marea de prensa fue absolutamente abrumadora.
– Creo que voy a vomitar – musitó Greg al lado de su hermana.
Lavinia se apiadó un poco, aunque en este momento estaba preguntándose cómo iba a hacer para dejarlos atrás y buscar a Diego en el otro lado de la calle.
Se vio siguiendo a Greg y Jess empujada por la corriente de periodistas.
– Es malo, ¿ah que sí? Tom va a asesinarme. Van a turnárselo – su hermano susurró cuando ella tuvo que sujetarlo de la americana porque alguien le dio sin querer (esperaba) con la cámara en la espalda.
– ¿Ahora te preocupa Tom? – susurró.
No contestó.
– Tengo que contarte algo – le vio la cara de circunstancia cuando la miró de soslayo y sostuvo con más fuerza la carpeta de documentos contra su pecho – No es de la empresa… Es una tontería pero en Grecia pensé que quizás podía… pero se te veía distraída con Kendall y eso… y no dije nada.
– Sht – avisó Karolina a Greg – los micros.
– Sí, claro, claro. Ahm, no… ¡no voy a hacer declaraciones! – dijo Greg al periodista que tenía más cerca. – ¡No tengo nada que decir! ¡Sin comentarios! ¡Sin comentarios! – anunció al resto.
– No, no hace falta que digas nada – Karolina puso los ojos en blanco.
– Pero… ¡Sin comentarios! – reiteró.
– Hazle caso – insistió Lavinia. Se giró cuando Jess abrió la puerta del coche a Kendall. – Yo os despido aquí. Buena suerte.
Su primo la miró un momento casi de pasada, permitiéndose una pausa corta antes de entrar en el vehículo.
– No.
– ¿No? – entrecerró los ojos riéndose por la absoluta locura que los rodeaba – ¿Qué quieres decir con 'no'?
– Te llevamos – sonrío de esa manera extraña, destemplada, que la hacía pensar en lo que le había dicho Stewy en el avión. "Sólo es que… no creo que Ken pueda ganar".
No es como si pudiera abrirse paso ante el mar de periodistas para travesar la calle, miró a su alrededor y suspiró.
– Sí, vale. De acuerdo.
El cielo se había nublado y el viento parecía anunciar lluvia.
Lavinia se dejó caer en el asiento trasero de la limusina al lado de Greg.
Kendall iba una fila por delante con Karolina.
Era evidente que esta intentaba mantener las cosas bajo control pese a un mar de confusión.
– Mierda – dijo Karolina al darse cuenta.
– ¿Qué? – preguntó Kendall colocándose el cinturón.
– Este es un coche de empresa.
– ¿Y?
– Es decir, lo hemos hablado, no pinto nada en esto, pero como claramente has abierto fuego contra la compañía, y dado coba a la investigación, las demandas, ¿me imagino que ya no estás trabajando para la empresa?
Kendall pareció sinceramente confundido. – Bueno, no, porque estaba actuando en el mejor interés de la empresa.
– ¿Violando las obligaciones de confidencialidad? ¿Tus responsabilidades fiduciarias como director?
– Necesito un equipo compacto aquí, Carolina. Te quiero conmigo, en serio… entonces… ¿te apuntas? ¿Estás… estás en esta jodida revolución?
– Ahm…
– Esta es una bifurcación en tu vida, Karolina.
– Simplemente no… no…
– Okey. Para el coche – comandó Ken al chófer.
– Fuera, fuera. Tengo… tengo que hacer varias llamadas, no puedo tener… gorgojos en el puto saco de harina, ¿vale? Todo lo que has escuchado hoy es privilegiado… si repites algo voy a meterte una demanda de cojones – presionó.
– ¿Greg? – preguntó Karolina.
– Yo, uhm… me voy con estos tíos.
Lavinia tuvo el instinto de hundirse más en su asiento. – Disculpadme… como ya no hay tantos periodistas afuera… yo si agradecería bajar. Si alguien quita el seguro…
Su primo frunció el ceño.
– Oh, vamos, Vinnie, buuu. Este es el puto coche de la justicia. Estoy seguro que el puto… ahm… ¿cómo se llamaba?... Diego, ¿no? va a venir a recogerte donde le digas. No puedo dejar que te retraten subiéndote al jodido Bentley de Stewy.
– ¿Y las llamadas confidenciales?
– Ya llegaremos a un acuerdo – se recolocó la corbata buscando aire – Además, una es a Furness.
Buena suerte con eso, pensó cruzándose de brazos.
Jess subió al coche en cuanto lo abandonó Karolina.
Le pidió a Greg que oteara los medios y las redes sociales para saber lo que se decía de él.
– Todo el mundo me dice que Lisa Arthur es mi chica… Eso de los abogados… – se dirigió a Lavinia después de hablar a Jess – preferiría que no lo comentases… voy a tener que hacerte firmar un documento de confidencialidad.
Ella puso su cabeza en la ventana. – Acabo de olvidar el nombre que has dicho.
Lo peor es que era verdad. Toda esa actividad, Kendall absolutamente desquiciado, Greg moviendo la pierna, nervioso a su lado, Jess escribiendo en su móvil, estaba martilleándole la cabeza. Logan Roy tomó el aire de un gigante malvado de cuento, amenazando a Kendall por teléfono con moler sus huesos para hacer pan.
Lavinia intentó mirar si tenía algún mensaje de Stewy en el móvil pero sencillamente acabó desistiendo.
Tenía llamadas perdidas suyas pero también un montón de su madre, un número fijo de Canadá que mucho se temía que era el rancho de su abuelo, y oh, Roman.
Y mensajes que no quería leer.
Podía adivinar que en cualquier momento Tom también intentaría contactar con Greg a través suyo.
Si su teléfono estaba así, no podía imaginar el de Greg.
Greg intentó cumplir con la tarea que Kendall le había comandado. – Uh, eres Trending Topic en Twitter por delante de Tater Tots. ¡Ah! Y el Papa te ha seguido.
– Okay… ¡wow!
– Uh…
Tendría que haber escuchado a Stewy y quedarse quietecita en su piso. De esa manera le habría esperado viendo todo ese desaguisado por la tele.
Habría podido llamar a Greg a la hora de cenar, darle sus condolencias o su compasión, felicitarle, o lo que fuera que hiciera falta al final del día.
Se frotó la cara y miró a su hermano decidida a ahorrarse al menos esto que estaba pasando justo ahora. – No, no creo que este sea el Papa – Estaba obviamente rectificando su hermano.
– Puedo… Kendall, me dejas…, ¿dar un vistazo a las redes y a los medios a mí?
– Genial, sí, sí, Greg tú, obsérvala, ehm, toma nota.
Se supone que tenía que estar en Grecia disfrutando de unos días con Stewy y estaba atrapada en este coche en medio de la Gran Manzana.
De puta madre, Vinnie.
– Oh Dios, esto es como OJ – respiró nervioso Greg mientras aún estaban circulando – Quiero decir si OJ nunca hubiera matado a nadie.
