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"Are those fingers in my hair?
That sly come hither stare
Strips my conscience bare
It's witchcraft
And I've got no defense for it
That heat is too intense for it […]"
– Witchcraft (Frank Sinatra)
Capítulo 21. La irrupción
No era una imposición, pero aun así le dejó mal gusto de boca.
Cruzaron la calle para volver a entrar en el club. Él tomó su mano. Ella dejó cosas por decir y apretó sus dedos con cuidado. Le miró de perfil fijándose en la línea de su nariz y su boca.
Te quiero.
Fue ya en el interior del local que él la atrajo hacia sí y sostuvo su rostro entre sus manos. Como si hubieran tenido una conversación entera sobre aquello ahí afuera, Stewy le prometió – Te ayudaré a buscar algo más. Eres alucinante y vas a arrasar, no necesitas el trabajo… Escucha, Livy… Todo va a estar bien.
Lo dijo con tanta convicción que su caricia envió escalofríos a través de su columna. Pero pese a intentarlo Lavinia no pudo actuar como si lo que tenía que decir no importara: – Es mucho dinero, Stewy. Tengo un alquiler que pagar, gastos y cuando salimos no puedo permitir que te hagas siempre cargo de todo… ¿No te han contado que las novia-florero son un coñazo? No parece muy empoderador – un mohín irónico en la comisura de la boca.
Él sonrió.
Estaban hablándose al oído porque la música estaba muy alta y el local abarrotado.
– Sabes que no hay condiciones.
– Es importante para mí.
– Livy, – Él respondió con una breve sonrisa pero pudo notarlo inseguro – a todo el mundo le encanta mi dinero, y tú eres mi pareja. Déjate llevar. Encontraremos algo. Conozco a gente que conoce a gente…
Sería tan fácil deslizarse en la vida de Stewy e ir con la corriente, ver qué pasa…
Cuando él retiró su cabello detrás de la oreja, Lavinia le dejó hacer apretando los labios: – A la que aparezca una oportunidad, hablaré con quien sea, pero mientras voy a hacer esto de Ken… no puede ser tan malo – razonó.
Stewy bajó las manos por sus brazos sin dejar de mirarla. – Livy, joder – protestó, despacio – Él… está lleno de mierda. Te prometo que no va acabar bien.
– Quizás. Pero creo que puedo manejarlo…
Stewy se frotó la barba con una mano, y por alguna razón, ella se sintió contrariada. Pensó que hasta ese momento no había sido del todo sincero en la conversación, y luego él dijo: – Es solo que alimentar esa espiral… No me gusta, Liv…
Lavinia se humedeció el labio.
Vaciló dudando entre enfadarse o decirse que estaba siendo boba. ¿Estás preocupado por mí o…?
– Con mi poca experiencia en esta ciudad puede que mi único futuro sea en un despacho en el subsuelo haciendo copywriting para una web sombría – respiró y pensó en ello por un momento – No estoy diciendo para siempre. Quizás no tendría que haber dejado Dust, no lo sé… Kara me ha escrito pero no la he llamado.
Él interrumpió su razonamiento cogiéndola de la mano. – ¿Y Roman?
Se quedó un instante parada. – ¿Qué quieres decir?
– Waystar.
– Sí, estoy segura que a mi tío abuelo le chiflaría la idea después de todo – ironizó, mordiéndose el labio – Y no sugieras que me espere a la junta. Hasta entonces tendría que hacer algo de todos modos… a este paso voy a tener que echar el currículum en la panadería de mi calle. Al menos tienen los mejores bagels de Nueva York…
Stewy quería creer en el jodido Kendall pero a estas alturas era difícil…
Había demasiada evidencia de lo contrario… Ken se había cargado todo lo que habían construido hace unos meses y ahora simplemente había ido y había "asesinado" a su padre enfrente de las cámaras para todo el país.
Nada de ello hacía pensar que mereciera un voto de confianza o que no fuera a arrastrar a otros con él.
Prefería mantenerse al margen, y no le gustaba la idea de ella involucrada. Era la última persona a la que quería ver arrojada al barro por todo aquello.
Hizo un leve movimiento de negación con la cabeza antes de alzar la vista hacia ella. – Es una mala idea...
Lavinia tensó su expresión.
El monstruo de los celos que había escondido bien hasta ahora volvió a protestar inconforme en su pecho, pero no dejó que se escapara de su control.
Stewy pudo sentir que algo iba mal por el leve gesto de su boca. Lavinia, mierda.
Estaban en un rincón de la sala principal del club. Entonces la besó, empujándola gentilmente hacia atrás, contra la pared. Ella perdió el aliento un segundo cuando su espalda se encontró con la solidez de esta. Pasó los dedos por las solapas de su americana, acariciando el tacto de la tela de terciopelo. – Stew...
– No quiero que te encuentres en medio. Eso es todo, solo necesito que me escuches – razonó. – Y sobre eso que has mencionado de la despedida de soltero de Ken… Nunca en mi vida he ido tan pasado como esa noche. Me contaron cosas al día siguiente pero honestamente me daba igual.
Parecieron perdidos los dos por un momento.
– No importa. Stewy… – intentó seguir su hilo de pensamientos.
El tono de Stewy era bajo y suave cuando volvió a hablarle. – Vamos a concentrarnos en nosotros esta noche. Solo… no quiero que lo nuestro siga girando alrededor de todo este sinsentido, ¿me entiendes?
– ¿Y tú a mí? No es que pueda, no sé… ¿fingir que ellos no existen?
La mirada de ella era preocupada, pero aún no enfadada. Stewy hizo una pequeña mueca antes de volver a hablar: – Sé que al final depende de ti, pero por favor piénsalo…
En el local la música se hizo más estridente. Para compensarlo, habían subido más la voz…
Lavinia desistió de mantener una conversación que llevara a algo en esas condiciones.
Dedicó un momento a meditar sobre eso de trabajar para Kendall…
Cómo se sentía por su confesión sobre esa noche en Nueva Orleans decía más de ella ahora que de él entonces. ¿Qué es lo que no imaginabas?
Pensó que todo lo que quería que hicieran era poder desahogarse al acabar el día como cualquier otra pareja, sin que uno de los dos tuviera que ir con pies de plomo.
Wall Street no era exactamente un pozo de virtud y ética. ¡Pero en los negocios entendería que hiciera cosas que no le gustasen!
Solo necesitaban alejarse de los Roys.
Lo último que quería otra vez era algo como Washington.
Entonces… Él tenía razón, ¿no?
Quizás la tenían los dos.
Vio por el rabillo del ojo a Roman y Tabitha junto a la barra del fondo. Tom y Greg habían desaparecido aunque no podía asegurar que no siguieran en el club.
– Cariño…
Stewy se acercó un poco más a Lavinia y la cogió de la cintura. – Larguémonos de aquí.
Se fueron para casa después de pedir otro Uber.
Ella apoyó su cabeza en su pecho y casi se durmió por el suave movimiento del coche.
Stewy.
Al abrir los ojos porque el coche había parado enfrente del edificio donde él vivía en Tribeca, Stewy la estaba observando quietamente con algo en el rostro.
Tenía esa mirada intensa que la hacía sentir vista, que sabía de dónde venía.
Fue al atravesar la puerta de su apartamento que él acarició su mejilla y luego lentamente la besó de nuevo, esta vez con más tiempo.
Stewy enroscó uno de sus mechones castaños entre sus dedos, y la acercó aún más hasta que sus cuerpos se presionaron uno contra el otro.
Ella suspiró aplacando sus pensamientos, dejando que sus brazos la atrajeran hacia él. Entre besos y mordiscos, sus respiraciones se agitaron.
Lavinia palmó su erección con una mano mientras tiraba de la hebilla del cinturón con la otra.
– Pensé que habíamos quedado que no íbamos a hacerlo, esta noche – le susurró Stewy al oído, bromeando.
Ella se echó hacia atrás lo suficiente para mirarlo, inclinándose para atrapar su boca de nuevo, tirando de su camisa con ambas manos para sacarla de sus pantalones.
Dejó escapar un suave gemido cuando Stewy profundizó el beso y se apartó solo un poco antes de confirmarle. – Bueno, puede que mencionara que no hacía promesas pero...
Stewy podía sentirla sonreír contra sus labios.
– Pero… – la animó a continuar. Una de sus manos grandes en su espalda.
Lavinia pasó sus dedos por su camisa de nuevo antes de besarlo una vez más – Pero estoy aquí – bajó más la voz y, con el sonido del roce de sus ropas, añadió – Y creo que tal vez deberíamos reconsiderarlo…
Él envolvió sus brazos con más fuerza contra su cuerpo, atrayéndola contra su pecho. –No sabes cómo me gusta escuchar eso…
Lavinia sonrió en su beso mientras permitía que su mano se deslizara más abajo sobre su culo, por la tela de su vestido. Lo apretó suavemente, asegurándose de ser firme y de que ella supiera que sabía exactamente cómo quería que la tocara en este instante. – ¿La cama? – preguntó entre besos. Ella asintió y él se apartó lo suficiente para mirarla, sus ojos se oscurecieron cuando ella lo miró.
– La cama.
No estaba segura que dijeran nada más en ese momento, pero de alguna manera ambos lograron quitarse la ropa entre este punto de su recibidor y las escaleras hacia las habitaciones.
Solo quedaron sus cuerpos, las braguitas negras de lencería de ella y su polla dura e insistente contra su cadera, las manos frenéticas en sus costados.
Notó la piel de él contra la suya, caliente y sudorosa. El mundo tan estrecho que solo cabían los dos. Luchó solo un segundo más contra la urgencia de pedirle que se lo hiciera aquí contra los escalones.
Una cama le parecía increíble ahora mismo…
Tuvo una preocupación absurda por un segundo.
– Toffee... ¿No habrás dejado nada abierto?
– Que va. Estoy seguro que está felizmente dormido, ven.
Lavinia ni siquiera podía recordar quien había arrancado qué o cómo porque todo lo que veía era a él. Una vez que se tenían piel con piel y solo faltaba una última capa de tela por su parte, Stewy murmuró con las manos a la deriva por sus caderas: – Quiero sentir mi recorrido a lo largo de ti…
Ella jadeó contra él. – Sí…
– Necesito que estés de acuerdo.
Era difícil pensar cuando él pasaba los dedos sobre su piel.
Negó con la cabeza concentrada en la seductora sonrisa de sus labios – Tú solo… sigue…
Siguió besándola implacable hasta que finalmente rompió el beso, tomándola por sorpresa al poner su mano debajo de su barbilla y obligándola a mirarlo: – Quiero… Déjame hacerte el amor pero no quiero que sea despacio… voy como un loco, cariño.
Se rió, el sonido reverberando a través de su pecho, presionado contra el de él, libre de ataduras. Notó los dedos en la cinturilla de su lencería – De alguna forma todavía llevo demasiada ropa para eso – se mordió el labio.
La boca de Stewy abandonó la suya para morder la piel suave de su cuello, haciendo que gimiera y arqueara su espalda, una de sus manos amasando un pecho. – Tan jodidamente sensible – gruñó con una sonrisa.
Lavinia levantó sus manos enterrándolas en su pelo, para poder estar más cerca de su cara. Solo quería las manos de Stewy sobre ella, su boca en su piel, sus dedos tocando su cuerpo, la forma en que lo hacía siempre.
Sentirlo dentro y fuera de ella. Las respiraciones entrecortadas y jadeantes de los dos. El roce de su torso desnudo contra su piel de gallina.
Sin detenerse llegaron a la puerta de la habitación y fue tras empujarla con una mano en el tomo de la puerta que volvió a capturar sus labios en otro beso abrasador.
Era demasiado y no era suficiente a la vez.
A medida que los besos se volvían más apasionados, más acalorados, más parecía desesperarse hoy por ella, más exigente se volvía por tenerla.
Cuando consiguieron llegar a la cama, Lavinia se sentó a horcajadas sobre Stewy, inclinándose para un beso profundo. Él tomó su pecho con determinación entre los dientes y con la lengua y Lavinia gimió.
– No te detengas...
Lavinia murmuró pequeños sinsentidos y echó la cabeza hacia atrás mientras él continuaba besando y lamiendo su pecho como si su vida dependiera de ello. Movió su mano por su muslo y comenzó a bajarle sus braguitas. – ¿Cómo iba a hacerlo? Livy, no quiero nada más que tenerte hasta que estés gritando mi nombre – su voz áspera y sus dedos apresurándose por debajo de la tela.
– Espera – Sacudió la cabeza, tratando de concentrarse en lo que estaba haciendo Stewy. Lo que estaba diciendo ella. Lo que decía él.
– ¿Por?
– Tus sabanas carísimas…
– Te dije que no me importa – Su voz era baja y deslizó su mano por su piel caliente haciéndola gemir – Dime lo que quieres y te lo daré…
Ella le hizo caso. Un latido, dos.
Porque sintió que si él se detenía un solo segundo, se caería. – Quiero esto. Te quiero a ti…
Los ojos de Stewy se oscurecieron más y bajó la cabeza, con un apetito voraz, con la boca tibia de nuevo en su piel. Ella se arqueó por más, aferrándose a su cabeza, sintiendo su lengua arremolinándose alrededor de sus pezones, enviando escalofríos por su espalda. – Dios, Stewy…
Cuando se apartó, su mirada se encontró con la de ella.
– Ahora sé más concreta, dime lo que quieres. – Habló en voz baja, acariciando con el pulgar el labio inferior de ella y mordiéndose el suyo concentrado. – ¿Qué es?
Lavinia se humedeció los labios y trató de pensar con claridad. Era difícil de hacer cuando su cálido aliento abanicaba su carne expuesta.
Él la miró respirando con dificultad, sus pezones sensibles, su saliva en la delicada piel de sus pechos, cuyo mapa ya conocía de memoria. – Joder – gruñó – Eres jodidamente perfecta.
Entonces tomó la parte inferior de su pecho en la palma de su mano, masajeando suavemente mientras la miraba a los ojos. Besó la comisura de su boca antes de comenzar a mordisquear su labio inferior. – Dilo Lavinia – susurró. – ¿Qué es lo que quieres de mí?
Dejó de mover la mano y levantó la mirada para encontrarse con la de ella. – Dilo.
No fue fácil, pero de alguna manera logró forzar las palabras: – Tú. A ti.
Cerró los ojos, sacudiendo la cabeza. Su voz salió ronca y débil. – Sé más descriptiva…
Ella sonrió un poco.
– Ve al baño a por una toalla y cuando vuelvas, te quiero… ...dentro y fuera de mí... Quiero que me hagas olvidar todo menos a ti… quiero que entres en todas partes antes de que se haga de día.
Él la besó, pasando sus dedos por su muslo. – No tardaré nada y luego voy a enseñarte lo bien que se siente…
El corazón de Lavinia se disparó en su pecho y él se apartó, sonriendo.
Quería tanto a esta mujer que casi iba a reventar de necesidad.
La dejó sólo un momento.
Pronto, esa noche, estuvieron horas haciendo el amor hasta que ambos quedaron exhaustos.
De alguna manera, Lavinia se sintió más sensible al tacto y al frío y el calor, sus besos húmedos, el aire de su fantástico climatizador librándoles del sudor de una noche de verano, las yemas de sus dedos tibios.
Enredando sus brazos alrededor de su cuello, besándose y gimiendo con desesperación.
Cuando se durmieron, los brazos de Lavinia se envolvieron alrededor de él y se sostuvo con fuerza, sin querer soltarle nunca. Una de las piernas de Stewy se enredó en la suya y se quedaron acostados uno al lado del otro.
El sol ya había salido cuando Stewy volvió en sí.
Unos enormes ojos ovalados de color verde le despertaron. Y el hocico de un color anaranjado lo hizo tirarse un poco hacia atrás entre los cojines un instante hasta que consiguió situarse. – ¿Qué demonios…
Tenía un poco de resaca, pero agradeció recordar que él estaba en casa y que conocía ese pequeño monstruo, Toffee.
No era un gran fan de los pelos de gato en su apartamento impoluto.
Se trataba de una concesión que no sabía que haría hasta ahora.
La propietaria del animal, que era una cabezota, pero a la que quería igual, roncaba un poco con la boca ligeramente abierta mientras parecía mover la cabeza en discusión consigo misma.
Iba a meterse solo un poco con ella por eso.
Luego.
Las imágenes del día anterior, volvieron a su cabeza. La intensidad de la sensación de sus cuerpos moviéndose juntos. Su polla deslizándose en ella de manera que ésta aún respondía al recuerdo. El peso de ella encima de él. Sus piernas alrededor de la cintura cuando cambiaron de posición.
La absoluta necesidad de control pintada por todos partes en forma de las manos impacientes de ambos. Cada gesto con su respectivo sonido, el tacto, los murmurios incoherentes que agregaban combustible al fuego. El conocimiento de que toalla o no las sábanas acabarían hechas un desastre porque simplemente no podía estarse quieto.
Las palabras que le venían a la mente ahora al contemplarla semidesnuda, su cuerpo solo cubierto por una fina sábana, eran inservibles entre ellos de la manera que lo eran ya "follar" o "joder" o incluso "hacer el amor", porque todo parecía demasiado soso o intrascendente o común para lo que era esto cada maldita vez.
Quizás hasta se sentía algo sórdido volver a poner un condón entre ellos después de haber llegado a aquel grado de intimidad… Pero no dijo nada cuando usaron un par ayer. A veces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer.
La besó en la boca fanáticamente y cuando pudo coger aire lo único que sintió eran ganas de más…
Él era codicioso y egoísta.
¿Y ella?
Lavinia tenía el hábito de atraparle con sus caderas mientras se enterraba en ella, la mano de él en una de sus piernas. Sus músculos tan apretados que tenía que luchar para no correrse. ¿Cómo era eso justo?
Sonrió para sí mismo mientras la veía dormir.
Quizás los dos se conformarían al fin si no volvían a salir de esta cama… Las sábanas mitad revueltas, mitad en el suelo.
Se le hacía imposible pensar que fuera a saciarse de esta mujer en algún momento.
La observó dar un vistazo a sus pendientes en el espejo del baño esa mañana todavía en topless, recién salidos de la ducha.
– No te los quites – le pidió situándose en su espalda. No iba mucho más vestido que ella.
– Me da miedo perderlos – hizo un mohín en el reflejo, insegura.
Notó las manos de él debajo de sus pechos acariciando pequeños parches de piel, bajando los dedos hacia su ombligo, y luego más bajo pero solo tentativamente.
– Te prometo que tienen un cierre estupendo. Llévalos.
– ¿A trabajar? No sé si debería pero voy a ponérmelos en toda cita adecuada que tenga por mucho tiempo. Son preciosos – movió la cabeza para darle un pico en la comisura de los labios.
Stewy pareció pensativo. – Espera un momento.
Se giró para mirarlo. – ¿Por?
Él hizo un chasquido con la lengua.
Esto era más ridículo que si hubiera actuado como una persona adulta y no hubiera escuchado a esa mujer joven de la joyería. Joder.
– Hay una maldita caja donde será mucho más seguro que los guardes. Esa mujer solo… era un fastidio y parecía pensar que te harías ideas.
Lavinia alzó la ceja luchando con una sonrisa. – ¿Ideas?
– No me hagas decirlo. Es ridículo y soy un idiota.
Ella siguió sonriendo. – Dilo sin más, Stew, no me haré ideas. Llevamos… muy poco aún. – parpadeó, bajando la cabeza – Dios, necesito un café. Quiero decir…
Se ruborizó.
Stewy la miró. – Sí, lo sé.
Los dos habían retrocedido a la adolescencia porque de otra forma esto no tenía explicación. Fantástico, tú asústale.
Alzó la barbilla, pasando la lengua por una pequeñísima herida que tenía en el labio de la noche anterior.
– Ahora quiero micaja – pidió con un guiño y una sonrisa – Aunque puede que hoy sí lleve los pendientes. Son un regalo increíble…
Le vio salir del baño hacia el dormitorio, completamente desnudo.
Mirarlo hacía ciertamente que su cabeza tuviera muchas malas ideas…
– Stewy – le llamó.
Él se dio la vuelta exponiendo su gloriosa desnudez y la miró interrogante, casi juvenil: – ¿Sí?
– Gracias. Este cumpleaños... fue una noche estupenda.
Días después.
Desde que trabajaba para Kendall, y ahora que éste había trasladado todo su equipo a su apartamento en Hudson Yards, ese lugar inhóspito y lleno de cristal y rascacielos estrechos de Manhattan, que parecía gustar a los muy ricos, Lavinia había intentado y desistido casi de inmediato ser el tipo de neoyorkina cosmopolita impecablemente vestida que todo lo que necesitaba para deslizarse con glamour por la vida es un tubo de lápiz labial en un pequeño bolso y unos tacones caros y finos.
Aun así hacía un esfuerzo por dar la imagen adecuada.
Hablaba cada día con periodistas de medios nacionales... Si alguna vez en la vida había estado en condiciones de hacer contactos para encontrar el trabajo ideal era ahora.
Era la ventaja de estar a cargo de las relaciones de prensa de un multimillonario desordenado que resultaba ser su primo.
Mientras, el estado de su carrera era más bien incierto.
En Bélgica no había pasado nada emocionante en su currículum durante años. Pero entonces no había sido un gran problema…
Una chica de 20 y tantos tenía mucho tiempo para llegar a sus metas y se dejaba la piel en ese trabajo que tenía. Y luego... ¿En qué momento el tiempo se había acelerado?
Stewy abrió la puerta con una expresión divertida.
– Estás sudando.
– Sí, he estado en un vagón de metro sin aire acondicionado, cargando a Toffee en su mochila hasta aquí.
– ¿Por qué no has venido con Uber? ¿Y por qué no usas las llaves?
– Ahm… Demasiado dinero. Y no lo sé… estabas en casa.
Stewy la dejó pasar con una pequeña sonrisa. – Úsalas siempre que quieras. Son para eso. Quiero que entres y salgas de mi apartamento cuando lo necesites. Y Livy…
– ¿Sí?
– Cuando propuse que trajeras lo que hiciera falta para quedarte unos días, pensaba en ¿un cepillo de dientes, ropa?… no me refería a nuestro amigo – bromeó.
Ella le miró un momento.
– Si quieres que me quede a dormir las próximas dos noches no puedo simplemente abandonarlo en Queens…
Pero él sonrió sabelotodo. – Es un gato… ni siquiera les gustan los humanos.
Hubo un silencio prolongado que hizo que Stewy frunciera el ceño.
La tomó más en serio en cuanto vio su cara.
– Si no quieres que nos quedemos – susurró Lavinia, ocultando sus nervios – No te… entendí bien.
Cariño…
Stewy la abrazó, impaciente – Livy, mierda, te estoy tomando el pelo...
A estas alturas tendría que saber cuándo no ser un idiota…
Sintió que el cuerpo de ella se relajaba en sus brazos. – Ey, – insistió – estoy positivamente desesperado por no escuchar más que te vas a tu piso después de salir a las tantas de trabajar porque el pequeño monstruo te necesita… Me parece perfecto que lo traigas aquí cuando quieras – le dedicó un mohín mientras le cogía el trasportín de las manos y lo dejaba en el suelo un segundo – Eso sí, vamos a poner el arenero lejos de mi ducha…
Lavinia entrecerró los ojos, pero ahora sonreía: – Tienes cuatro baños…
– Cinco.
– Bueno…
– Y vamos a dejar uno para el bicho y su desastre de arena… Lucy se encargará. Aún está arriba, estoy haciendo espacio en el despacho. Voy a cambiar la televisión que tengo en la pared de esa habitación por un proyector. Pero ya sabes… normalmente en casa soy más de sofá y móvil.
– Y un dedo de whisky.
– Y un dedo whisky…– le sonrió.
Lavinia se encogió de hombros. – Lo de la arena es un momento, puedo hacerlo yo antes de cenar.
– ¿Y malgastar ni un segundo contigo fuera de mis brazos? Ni de coña. Vamos a liberarlo de su maleta, va. He pedido sushi – se pasó la punta de la lengua por su labio inferior con una sonrisa.
Cenaron en la terraza con una botella de champagne rosado, frío. La clase de vista a la ciudad que solo se conseguía con mucho dinero. El sushi delicioso que él había encargado. La sensación de la charla era siempre placentera y ambos disfrutaban de ello. Después, la cama inmensa, Stewy comiéndosela a besos…
Más hombre y a veces un poco más niño, jugando con ella, obsesionado durante un rato por las cosquillas y al momento siguiente jurándole te quieros.
El beso descuidado, frenético, al reanudar la exploración de su piel; haciéndole promesas mudas de un futuro de complicidad, de sensualidad y una ternura casi feroz.
Él era leal y protector con quien tenía al lado y nunca había sido más evidente que ahora.
En un determinado momento Stewy jugó con su pelo. – Livy, nena.
– ¿Sí?
– No le dejes explotarte…
Había acabado consistentemente a las tantas cada día desde su cumpleaños.
La pagaba para que estuviera a su entera disposición aunque a veces significara empezar a las 6 de la tarde.
– No es...– se movió para apoyar la cara en una de sus manos con el codo en la almohada – Está obsesionado con Sophie Iwobi. A veces solo me siento al lado de Jess y la ayudo a revisar un aburridísimo informe con datos o hablo media hora con el periodista de turno que llama preguntando si va a colaborar con el departamento de Justicia, mientras vuelve loca a Comfrey, antes de poder sentarnos y avanzar con algo – se interrumpió a sí misma, su ceño fruncido. – Lo siento. No deberíamos…
– No. Da lo mismo… Me hago una idea – dijo. Luego, la besó.
Esta vez Stewy no pareció retraído.
Pero por un pequeño momento Lavinia sintió una punzada de remordimientos por si era culpable de complicar demasiado las cosas al trabajar para su primo. ¿Y si lo estropeas?
No se tenía que ser un genio para ver que Stewy todavía estaba molesto por cómo habían ido las cosas.
Había estado retrasando esta llamada a su madre todo lo que había podido, pero al final se armó de valor para cumplir con la palabra que le había dado a Greg.
La hizo esa mañana después de haber dormido con Stewy.
Justo después de despedirse de él con un beso en la puerta de su edificio.
– Nunca te acuerdas de llamar a tu madre – la acusó Marianne como si telefonearse fuera algo que ambas hicieran a menudo.
Lavinia intentó mantener la calma. – ¿Estás bien?
Aún se ponía mil excusas para no llamar a Marianne, si podía evitarlo.
– ¿Por qué no debería estarlo? – la voz femenina al otro lado del auricular reaccionó a la defensiva.
Suspiró. – No lo sé. Hablé con Greg… está preocupado por ti.
Marianne soltó una risa hueca, dolida. – ¿Greg? ¿El mismo que ha dejado a su madre sin tarjeta de crédito para que no pueda sobrevivir aquí sola mientras el mundo se hunde?
– Mamá… si esto es por Kendall, no te preocupes. Hay un poco de mala mar por aquí pero ya sabes cómo son esas cosas…
Tomándolo como una invitación a debatirlo, su madre continuó.
– No, no lo sé. Tu abuelo podría haber dejado que me involucrara, pero sabes que no es así – Marianne protestó – Es más, parece ser que me ha borrado del todo de su testamento. ¿Sabías que hay países donde no se puede desheredar del todo a un hijo?
Se frotó la cara con las manos. – Todo va estar bien – dijo intentando mostrarse de su parte, aunque no sabía cuan en serio iba su abuelo con sus amenazas esta vez. Tampoco al respecto de ella…
Pero entonces…
– Qué fácil es decirlo desde tu posición, hija – la acusó su madre.
Lavinia meneó la cabeza no tan perdida en la conversación como querría. – ¿Qué quieres decir?
Oh, sabía que se arrepentiría de hacer esa pregunta.
– Bueno, sin duda te has espabilado bien.
– Ken paga bien por unos días sí – dijo insegura, intentando pasar de puntillas por cualquier otra cosa a la que se refiérase. – Pero estoy buscando otro trabajo…
– No digas tonterías. ¿Por qué dejarías el trabajo para tu primo? A no ser que tengas una oferta en Waystar, claro… yo de tu iría a lo seguro, pero tu veras.
– Mamá…
– Además no hablaba de eso. Ya me han dicho que tu novio es muy rico. Sé quién es, ¿sabes? Le he buscado en Internet – hubo una nota incierta en su voz, pero enseguida añadió – Hace negocios con Furness. ¿Qué quieres ser? ¿La que enterró a su familia? Al menos estarás haciendo arreglos para nosotros... ¿Y cómo planeas retenerlo? Un hombre rico y guapo probablemente tenga a docenas detrás que vayan a la caza y captura.
Lavinia quiso que se la tragara la tierra.
Se dio cuenta que le temblaba la mano de nervios. No tienes que reprimir tus sentimientos.
– No digas… eso.
– ¿Y qué quieres que diga?
– No lo sé. El abuelo me pidió que lo dejara – intentó morderse la lengua.
Marianne contestó de inmediato a aquello, casi alarmada – ¿No estarás tan tonta de hacerle caso en esto?
– Claro que no. Pero no por… esa clase de motivos, mamá. Él me gusta mucho – ni siquiera pudo entretener la idea de usar el verbo querer; era dar un poder a su madre que no le apetecía que tuviera.
Lo usaría en su contra y solo conseguiría sentirse como una niña inapropiada otra vez. Como en el momento de dar besos en la mejilla o abrazos de vuelta en Canadá…
– Si fueras lista tendrías un plan con ese chico, pero cúbrete las espaldas – advirtió Marianne en tono conspirador – si se cansa, no le faltaran para escoger.
Se detuvo para no decir algo de lo que se iba a arrepentir.
Si bien intentaba soñar poco y no muy alto… que su madre hablara así de ellos, le parecía cruel.
Era un pensamiento deprimente que su madre apoyara esta relación que era tan importante para ella, pero fuera por todos los motivos equivocados…
Cogió aire: – Mira, mamá, yo solo quería… no te preocupes por la empresa ni por Kendall… y al abuelo iremos… manejando la situación lo mejor que podamos, ¿vale? Sé que quería regresar a casa durante unos días pero va a volver a estar aquí para la junta de accionistas.
Marianne continuó hablando.
– Sé lista… ¿Qué piensas que hizo tu padre conmigo? Asegurarse que se casaba bien siendo deshonesto... Toda esa labia de pseudoescritor le fue de maravilla. Y tú, tú le fuiste de perlas.
Oh, Dios.
– Mamá…
– Ya me callo. No esperaba que me escucharas… siempre has pensado que eres mejor que los demás con tus moralinas con los animalillos y ese pose tan serio que tienes desde niña... Tendría que haber dejado que tus abuelos te adoptaran como quería mi madre. Tu abuelo habría adorado moldearte a su imagen y no le habría costado mucho si quieres que te diga…
Por suerte, entonces recibió la notificación en el móvil que había estado esperando…
– Mamá… – la interrumpió – Te tengo que dejar. Kendall tiene una entrevista en un restaurante y tengo que pasarme primero para que todo esté en orden con esa periodista que va a venir.
– Tú misma… Solo vigila qué haces y tráelo aquí algún día. No serías la primera de la que hacen un número si sabe que te gusta tanto…
Suspiró y cerró los puños, deseando ser más hábil en manejar a su madre.
Lo intentaba, al menos no era tan malo como antes.
Le dijo que no se preocupara y se despidió sin querer entrar a debatir con ella.
– Llegas tarde…
– No es cierto. Relájate, Ken. Todo irá bien – suspiró – Hablé ayer con la periodista y no me pasó las preguntas pero es un perfil, solo sé amable, muéstrate cómo eres y cuéntale por qué estás haciendo esto. Jess me confirmó que habías recibido mi email. Estoy segura que te preguntara por la posición de Roman y Shiv. Se ha especulado mucho en los programas matinales de estos días. Háblale de tus niños sin que te pregunte… cuando las preguntas empiecen a ser más personales.
Kendall contó en silencio algo con los dedos. – Bien.
– ¿Qué es?
– ¿El qué?
Lavinia hizo el mismo gesto con su mano derecha y le miró interrogante.
– Solo repasaba mentalmente los puntos principales. Los tengo memorizados con palabras clave. Voy a plantar una bandera en Waystar, la manera de hacer las cosas va a cambiar, estoy bien en mi espacio mental…
Ella asintió. – Vale. Entonces yo me retiro discretamente en cuanto aparezca la periodista.
– Sí. Vinnie… ah. ¿Crees que debería pedir ensalada de hinojo o algo más contundente?
Abrió más los ojos sin saber qué decir. – ¿Quizás? Si te apetece… – sugirió con incerteza.
– Claro, es que quiero transmitir una imagen saludable, que – dijo, buen humorado – no como mucha carne, me cuido, etcétera…
Lavinia sonrió algo preocupada. – Solo… relájate.
Era malo que Stewy no se le apareciera en los pensamientos solo para turbarla con imágenes eróticas de la noche anterior… sino como pequeño demonio de la conciencia.
No dirás que no te lo dije.
Es como un choque de trenes, donde no puedes mirar hacia otro lado...
Pero en realidad la campaña con los medios no estaba yendo mal.
Sí, había algunas expresiones de Kendall convertidas en broma recurrente y todo el mundo mantenía un poco el aliento pero le constaba que Waystar estaba intentando contrarrestarle activamente.
Al menos un par de periodistas que intentaban saber si tenía un pacto de inmunidad le habían confesado haber recibido llamadas de Hugo interesándose por si tenían una entrevista de Kendall en la agenda. Habían perdido anunciantes… Planeaban un acto abierto para responder las dudas de los empleados… Hasta ahora Logan no había aceptado colaborar con la investigación que se había abierto.
– ¿Has pensado en la cena de la prensa?
– Sí, la tengo en cuenta. El Comité para la Protección y el Bienestar de los Periodistas en el Stephen A. Schwarzman en la Quinta. Nos adelantaremos con Berry. Voy a hablar con todo el mundo que pueda, discretamente, para que sepan que estás abierto a hablar con los periódicos y las teles y lo muy implicado que estás. Y Berry va a intentar colar un hashtag llamativo en las interacciones del evento que se relacionen con tu perfil y un montón de tuits. Es una gala benéfica después de todo – Ella realmente no discutía la estrategia de Schneider así que solo se encogió de hombros.
Kendall la miró distraído. – No me refería a la estrategia de comunicación de Schneider. Vamos a ir de juerga después, todo el mundo es libre de llevar pareja… le dije a Greg que te lo dijera.
Ella abrió la boca pero no supo contestar. Le mosqueó un poco – No crees en serio que Stewy acceda.
– No lo sé. Si lo convences… Me han llegado historias – y pareció una acusación de algo pero, objetivamente, bueno, solo estaba intentando usarla para hablar con él…
– ¿Qué historias?
– Prácticamente vivís juntos.
– No lo hacemos. He estado días sin poner un pie en su apartamento por las horas en las que dejo el tuyo, Ken. Jess puede decírtelo… – guardó su móvil en el bolso y dudó – ¿Cómo has llegado a esa conclusión igualmente?
– Greg.
Genial…
– ¿Vas a dormir en Queens después de la fiesta? – continuó.
Se rindió con una mueca. – No. Voy a pasar unos días en el piso de Stewy… Pero sinceramente, Ken, él ya tiene otros compromisos esa noche.
– Entendido. Tú solo díselo… tiene que reconocer que esto va por buen camino. Además, te vas a aburrir como una ostra sino.
Le lanzó una mirada recelosa. – Tampoco es que pensara quedarme mucho rato después de la gala – se justificó.
– No, pero tienes que hacerlo. Quedarte – indicó como si fuera evidente – Necesito que mi jefa de prensa tenga contactos en todos sitios, Vinnie. Y he invitado a gente interesante. Es tu trabajo. Dile que se pase. Acabaremos tarde, querrá acompañarte para volver a casa.
La expresión de Lavinia se ensombreció.
Stewy no iba a pasarse; no a saludar de todos modos.
A buscarla, quizás.
Pero no se lo había preguntado… no esperaba que fuera su perrito faldero.
Y su trabajo con Ken era conseguir a periodistas de su lado no a Stewy.
No era muy halagador que intentara usarla para eso…
– No sé qué dirá. – lo miró – ¿Has dicho que todo el mundo puede llevar pareja a tu fiesta?
– Sí. ¿Por?
– ¿Te importaría que le diga a Greg que invite a alguien con quien quiero hablar? Es un asunto de mi abuelo.
– No, por supuesto. Cuanto más seremos…, solo asegúrate que no desentone, todo el mundo va a ir arreglado.
Suspiró.
Porque estaba un poco molesta… – Sobre gustos de vestir no hay nada escrito.
– Solo mira que…
No le dejó terminar – Vale, vale. Mira, creo que aquí está nuestra periodista. Es esa chica morena de la americana de cuadros rojos que entra por la puerta…
Stewy se paró y se giró hacia ella con una sonrisa maliciosa en la boca.
– ¿Vas a ir con otro hombre a una fiesta?
– Yo no. Greg… Mi abuelo me dejó esa libreta con cosas de mi abuela… y quiero hablar con Tony porque pienso que no tiene ningún sentido que algunas de esas ideas se queden en papel o esperen mil años a ¿qué? Yo no me veo en Canadá en el futuro – dijo con la voz amortiguada por el bullicio de Nueva York – así que por qué no dejar que gente a quien le importa ese lugar se encargue… si es que alguien logra convencer a mi abuelo. Quien sabe, puede que funcione de alguna manera…
… y decida no centrarse demasiado en la vida de sus nietos aquí en Nueva York.
Aunque ese ya sabía que era un escenario poco realista.
– ¿Pero tú no vas a intentar convencerlo?
– No puedo, no me haría caso.
Stewy la miró pensativo. – ¿Por qué no? Te ha dado la libreta a ti… A no ser que – frunció el ceño – ¿cómo de guapo es ese Tony?
Lavinia se quejó. – ¿Qué tiene que ver la guapura de Tony con nada?
– Tienes un proyecto en el que esperas que tu abuelo ponga dinero y un novio inversor pero prefieres a ese… ¿qué has dicho que hace?
Ella alzó una ceja – No es tan mono como piensas eso de hacer ver que no me escuchas... Es jefe de cuadra.
– Eso. ¿No estará tratando de desviar tu atención? ¿Le gustas a… Tony?
Eso la hizo reír. – Vamos a subir – le cogió el café de Starbucks de la mano – Tengo que arreglarme para la cena de prensa en el centro y tú tienes esa especie de salida de empresa con Joey.
Lavinia sabía que era más bien ir a un reservado de un club carísimo y potencialmente no esperaba que acabara la noche demasiado sobrio.
Pero, hey…, estaba bien.
A él le gustaban sus salidas nocturnas.
Y ella tenía un compromiso de trabajo en el que habría una excesiva indulgencia en general. No es como si le fuera a esperar en casa en bata.
A juzgar por sus cejas y sus labios fruncidos, no era ella a la que la cabeza iba a mil por hora. – ¿Qué pasa? – le preguntó – Te ha cambiado la cara.
– No lo sé. No me gusta imaginarte con ese Tony en la maldita fiesta de Ken.
– Pensaba que no eras celoso – pinchó un poco.
Era malo que ella prefiriera pensarle con ese Joey presentándole modelos de piernas imposibles que acompañándola a la fiesta de su primo, su ex…
Era algo tonto.
El monstruo de los celos nos golpea a todos de vez en cuando.
Lo importante es como los manejas. … o eso esperaba.
Stewy sonrió, robándole el café para dar otro sorbo. – No lo sé. Esto es nuevo para mí...
Lavinia levantó la comisura de los labios.
– Los celos no son románticos – dijo, no es que ella pudiera ponerse muy estupenda al respecto. – Aunque… si lo dices así – sonrió un poco.
De todas maneras sabía que no estaba siendo muy convincente, porque le miraba muy enamorada y no es como si él no se diera cuenta…
Ya en su apartamento se arregló con un vestido negro de corte cruzado que le llegaba un poco más arriba de los tobillos y un escote.
Él también se puso guapo para su salida. Cuando salió del baño, lo encontró dejando que Toffee jugara con su mano, mordiéndola al cazarla y enganchándose con las patas delanteras.
– No tengo claro que eso no sea maleducarlo – les interrumpió desde el marco de la puerta cruzándose de brazos.
Stewy alzó la vista y hubo un brillo peligroso en su mirada.
– Esto no es serio – puso morros. Un poco en serio, un poco en broma.
Eso la confundió. – ¿Qué quieres decir?
Le dio una carantoña suave en la cabeza a Toffee y se puso de pie.
Lavinia frunció más el ceño. – Pensaba que él no te gustaba...
Stewy la miró haciendo un espectáculo de la forma como se pasó la lengua por el labio. – Me gusta todo lo que es tuyo.
Se rió. – Oh, no estás hablando del gato ahora, cariño.
– ¿No?
– Espero que no… – alzó una ceja.
Él se acercó y le puso los brazos en la cintura mientras la miraba. Se balancearon un poco los dos.
Volvió a morderse el labio. – Sabes que no puedo dejarte ir sin algún tipo de pago…
– ¿Pago por? – Lavinia hizo como si estuviera pensando en ello seriamente, pero se le escapó la risa. Stewy aprovechó la oportunidad para atraerla hacia él y besarle los pómulos y la comisura de los labios.
Notó una de sus manos apretándole el trasero. – Stewy, acabo de darme una ducha y ponerme un quilo de maquillaje encima, me he recogido el cabello. Habrá políticos, editores de periódicos y cadenas importantes. No me hagas hacer todo eso de nuevo…
Su lengua se enrolló en la de ella en un beso y gimió en silencio, como un ronroneo. Le dijo – Lo siento, normalmente soy muy ingenioso y encantador… ¿Te estoy convenciendo ahora?
– ¿De qué? – le provocó un poco. Pero, luego: – Me apetece mucho Stewy, pero no tengo tiempo. He de llegar a la gala mucho antes que la limusina de Kendall y he de hacerlo presentable…
Él la miró seductor, casi hambriento.
El vestido encajaba a la perfección en cada curvilínea de su figura, dejando al descubierto el cuello esbelto, el escote que le llevaba loco desde el primer día – Solo necesito una mano rápida aquí, lo prometo.
Su erección empezaba a abultar el pantalón.
Lavinia decidió ignorarla aun apretándose más contra su cuerpo y entretuvo una mano en su pelo con el gel recién aplicado un momento, mientras le hacía ojitos.
– Hey… – protestó él cuando pasó su mano por su pelo y acaricio su cuero cabelludo con cariño.
– Oh, no voy a ser la única que eche a perder el look, señor Monopoly – bromeó.
Alzó una ceja. – ¿Me estás llamando viejo?
– Nooo. Solo encantador, atractivo y millonario – se mordió el labio – No lo hagas…
– ¿El qué? – murmuró.
– Marcar territorio. Soy tuya de todas formas. Es decir – sonrió y Stewy ladeó la cabeza con un mohín porque adivinó donde iba – soy mía de mi misma… pero después… … sí, bastante tuya – Stewy se echó a reír y asintió. A ella le pareció más guapo que nunca. Muy muy guapo.
– Lo siento. Pero… – Pudo sentir ahora las manos de Stewy acariciando sus lados por encima del vestido – No ha sido planeado. Pero es que te miro y… ¿Vas a dejar que me vaya y hacerme esperar toda la noche para esto?
Movió su pelvis contra la de ella al tiempo que abría un poco sus piernas con las rodillas.
Lavinia sabía lo que quería y era a ese hombre, ahora.
No había necesidad de convencerla…
Los dos chocaron y la besó.
Fue algo apasionado.
Él buscó la cremallera del vestido con las manos para aflojarlo un poco, haciendo que cayera por sus hombros dejando al descubierto más piel del escote de Lavinia hasta revelar un sostén negro que, irreverente, apenas la cubría.
– Tenemos 10 minutos – Lavinia le advirtió con la respiración entrecortada.
– Es más que suficiente.
– Stew… no me arrugues el vestido.
Stewy asintió y movió sus manos acatando la orden. – Ven aquí…
Primero sujetó su pecho izquierdo, lo sacó de su sostén y comenzó a besarlo. Después, la condujo con una sonrisa a la mesa de comedor de ébano prístino.
La giró de espaldas a él, entre sus brazos, y con ella apoyada sobre la mesa con las manos, con cuidado levantó la falda de su vestido sosteniendo la tela en su mano hasta la cintura.
Debería haberla llevado al baño… por el espejo.
Había apenas un reflejo de ellos en la ventana que les quedaba más cercana. Le encantaría verla ahora con la boca un poco abierta, curvando la espalda para tenerle a él más cerca.
Lavinia sintió las manos de Stewy en su cintura mientras este se movía detrás suyo.
– Mi chica perfecta – susurró con voz ronca y ella se estremeció.
La abrazó por detrás y besó su nuca. Ella inclinó más la cabeza para tener un acceso más fácil a su boca, cuando sus manos viajaron por sus costados, encima y debajo de su vestido.
Sus dedos se deslizaron lentamente hacia sus braguitas para deshacerse de ellas. Ella iba conjuntada y la imagen era tan cautivadora que dudaba que tuviera suficiente con un puñado de minutos.
Comenzó a besar su piel mientras su mano rozaba los rizos desnudos de su coño. – Por favor – respiró en su oído mientras se desabrochaba los pantalones. – Estoy realmente duro, Livy, haz algo por mí – Su voz era casi un gruñido. – Ya sabes lo bien que me haces sentir, como me pones – La tocó suavemente entre el vello rizado de su intimidad – Tan caliente, tan húmeda… Tócate.
Deslizó un dedo dentro de ella mientras ella bajaba una mano dubitativa. – Prefiero… ayudarte a ti.
– Esto es mejor para los dos… Confía en mí.
Ella gimió suavemente ante las sensaciones. Todo su cuerpo palpitaba. Quería besarle, poner las manos en él. Era casi demasiado. Lo único que lo hacía soportable eran sus sentimientos por la persona a su espalda…
Su cuerpo se convulsionó alrededor de sus dedos mientras él continuaba con su bombeo.
Lavinia trató desesperadamente de no gemir de placer porque le pareció que él la encontraría desesperada pero no pudo evitarlo. – Oh por favor – ella jadeó cuando cubrió su mano acariciando también su clítoris, arriba y abajo – Por favor… – rogó.
– Sí, cariño – dijo Stewy en un tono bajo y sexy – ¿Quieres esto? ¿Me quieres dentro de tu dulce coño? – Podía notar su polla tensándose contra su culo aún atrapada en el bóxer. Ella tembló con anticipación porque nunca había querido nada tanto ni tantas veces como esto…
Stewy levantó sus caderas y bajó sus pantalones y calzoncillos lo suficiente como para tomar su pene y tomarlo en su mano.
Se presionó contra ella, entre sus muslos. – ¿Estás lista? – preguntó mientras ella gemía.
– Sí, por favor.
Insertó otro dedo profundamente dentro de ella, haciéndola gemir y lo sacó dejándola completamente vacía y temblando. – No pares – Lavinia dijo. Sus manos estaban por todas partes ahora. En todas partes, pero aún entre sus muslos. – Ahora… Por favor. Mierda, cariño… – suplicó y él finalmente obedeció.
– No voy a parar… – murmuró. – Te follo, te hago el amor, no planeo parar en ningún momento cercano.
Se zambulló en ella después de acariciarse volviéndolos locos a ambos. Sus manos se aferraron a ella intentando no castigarla con su peso. Ella jadeaba con cada embestida. El único pensamiento en su mente era que el control era algo curioso. Apenas lo retenía… pero estaba allí.
Stewy soltó un gruñido al acelerar. Lavinia…
Escuchó el golpe de sus caderas contra sus muslos mientras ella volvía a gemir. – Livy… no estamos usando condón – escogió ese momento para sostenerla con las manos por la pelvis, los dos gimieron ante la sensación.
Ella meneó la cabeza pero no pudo decir mucho – Está bien, la píndola…
– ¿Estás segura?
– Sí. Los días. Ya está.
Stewy continuó sumergiéndose más profundo hasta el último momento, queriendo sentirlo todo; queriendo notar lo apretada que estaba a su alrededor. Ella jadeó y echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos con fuerza.
Stewy respondió separándole un poco más las piernas y penetrándola de nuevo. Su fuerza la empujó más hacia la mesa y ella curvó los dedos alrededor del borde como si su vida dependiera de ello.
Cuando Lavinia llegó a su orgasmo con los ojos cerrados, tuvo que morderse el labio para no sentirse en carne viva.
La voz de él la acarició. – Voy a correrme… ¿puedo
Ella asintió sin voz.
De repente, todo era cálido, húmedo y envuelto de él.
Stewy se derrumbó encima de ella.
Durante mucho tiempo, apoyados en la mesa, ninguno de los dos dijo una palabra. Finalmente, Stewy levantó la cabeza. – Nunca he hecho esto antes – confesó en voz baja.
– ¿Qué?
– Como me siento... Follar así cada vez.
– ¿Y eso qué significa? – Lavinia le miró interrogante masticando una sonrisa, recuperando el aire. Él era todo menos inexperto en el sexo…
– Significa que eres especial, Lavinia. Y te amo. Te quiero mucho. Muchísimo, ¿me oyes? Te necesito mía. Quiero tenerte el mayor tiempo posible. Mía… No sé si eso es egoísta, pero joder. A la mierda, soy egoísta – le besó el hombro y suspiró profundamente – No seré gilipollas con esto, no te preocupes. Es que me tienes como desesperado y… creo que me corrí demasiado fuerte. Me duelen todos los músculos…– se detuvo, con la mirada vivaz.
Podía oír o, mejor dicho, adivinar los latidos de su corazón. Un ruido sordo, sordo, sordo... Y algo más, justo detrás, como un tamborileo distante.
Ella se rió y puso la mano en su mejilla entreteniéndose en la barba. – Vamos. No fue tan malo.
– Todo lo contrario a malo.
Ahora él se reía a carcajadas.
– Tenemos que limpiarnos y volver a arreglarnos un poco – aplastó un rizo rebelde de Stewy hacia atrás con los dedos – y largarnos. Los dos vamos tarde…
Se refrescaron, y intentaron reordenar su aspecto.
Aunque Lavinia era de la opinión que como siempre él lo había conseguido mucho mejor que ella. El moño de su cabello rebelándose, obligándola a hacer algo con menos gracia.
Un recogido un poco Rottenmeier para su gusto que acabó soltando en el ascensor dejando algunos pequeños mechones sueltos.
Ambos bajaron juntos al coche.
Lavinia se sentó a su lado.
Él besó su frente suavemente. Puso un brazo alrededor de ella.– Sé buena chica.
– ¿Lo serás tú?
– Absolutamente. Además llevo tu olor en mi ropa para asegurarnos de que nadie me ponga las manos encima – murmuró un poco pillastre – ¿Nos vemos después?
Ella asintió con una pequeña sonrisa.
La cogió de la mano un momento antes de dejarla ir. – Deja a esos periodistas impresionados. Haz que se te disputen en esta ciudad.
Llegó casi corriendo a la fiesta… como cenicienta pero al revés.
Berry la esperaba en lo alto de la escalinata. – ¿Han llegado? – le preguntó.
– ¿Kendall Roy? No. Pero está su hermana… Me ha preguntado por ti.
Joder.
– ¿Cuánto van a tardar? Ken, Comfrey y… compañía.
Berry que había empezado tratándola como una subordinada, pero que rápidamente había decidido que era preferible otro enfoque, suspiró. – Tenemos media hora.
Probablemente ahora mismo pensaba lo peor de ella.
– Siento el retraso – según su reloj llegaba un cuarto de hora tarde, lo que hacía que se sintiera terrible consigo misma. ¡No podía dejar que la distrajera así!
Se sintió un poco culpable, pero si una flor no hace verano, una pequeña fechoría que te retrasa unos minutos…
– No. Ni lo intentes – dijo Berry un poco seca, pero pareció brutalmente honesta – El jefe es tu primo. Yo ni habría venido… Ve allí dentro a ver si amansas alguna fiera… dales piruletas con forma de corazón o algo porque hay un montón de crueldad mezquina suelta… manzanas de Blancanieves… ya sabes, periodistas…
Su mejor amiga era una excelente periodista…
Lo que no quitaba que los peces gordos del negocio en Nueva York… Sí, Berry tenía razón. Suspiró. – Voy entrando entonces. Y disculpas, de nuevo.
Cuando se dio cuenta que la moqueta era fatal para los tacones ralentizó un poco sus pasos.
Los interiores del lugar que había elegido el comité de prensa para esta gala eran impresionantes, como el vestíbulo con suelos brillantes, techos altos, y la iluminación dorada derramando desde los pasillos.
Casi tanto como la escalinata blanca del exterior.
Saludó a la periodista que había entrevistado a Kendall el otro día que acompañaba al director de su periódico y un jefe de fotografía de la edición dominical.
Le presentaron un par de personas más que se interesaron por si podía avanzarles algo del discurso que iba a dar Kendall.
– Me temo que no, pero creo que todo el mundo va a estar interesado en escucharlo – dribló un poco sus preguntas. Lo había trabajado con él, pero probablemente habría cambiado desde entonces más de un par de puntos. Quizás todo ello, dos veces.
Berry había querido introducir diferentes términos que creía que iban a funcionar en Internet.
Dio un trago a la copa de champagne que habían puesto en su mano.
Y luego vino Shiv con una mirada asesina.
No le extrañó que varias personas la siguieran con la mirada porque su prima era espectacular. Y el vestido azul de espalda abierta simplemente increíble.
Solo…preferiría no recibir su ira justo ahora.
– Lavinia – saludó con una sonrisa que escondía más cosas, sin que sus ojos dejaran de evaluarla – ¿aún no ha llegado mi hermano?
Se humedeció los labios. – No, pero está al caer…
– Ya veo – contestó más tensa. En voz baja – Quería hablar contigo hace mucho. Es una pena que nos pille ahora esto… pero quizás podrías ayudarme a razonar con él. Está… tirando piedras sobre su propio tejado… pero está perdido, quizás… Si me ayudas a que entienda que los cambios en la empresa pueden hacerse desde dentro. ¿Tú le has visto bien?
– Sí. Está… normal – se podía decir que mintió.
– ¿No toma nada? Dime que planea… ¿Va a ocupar su oficina en la empresa?
La tuvo que detener. – Lo siento pero no… estoy trabajando con Ken ahora. No estaría bien que tuviéramos esta conversación. Creo.
Shiv pareció todavía más contrariada pero le sonrió quietamente. – Vinnie… Te equivocas alimentando esta locura. ¿Lo has hablado con…
Oh, dios, no puedo con esto.
Se amedrentó un poco, aunque después pensó que podía haberse estado refiriendo simplemente a su abuelo.
– Shiv. Solo he aceptado una oferta de trabajo. Es todo.
– Ya…
El ambiente en la sala cambió, las conversaciones subieron de volumen, y Lavinia fue consciente entonces que probablemente había llegado la limusina de Ken.
Salió a lo alto de la escalinata para ver a Kendall y a su novia Naomi, justo antes de exclamar "¡muerte al patriarcado!".
De repente fuera había un montón de cámaras y fotógrafos, y mucha gente. Parecía que Kendall era sin duda la atracción de la noche.
Ni siquiera se atrevió a pensar en los titulares y los tuits que su grito generaría.
– Kendall…
– Vi. ¿Todo bien?
– Siobhan ha venido – Él asintió.
Kendall se acercó a Shiv y a otro chico que parecía… un poco pagado de sí mismo.
– El Comité para la Protección y el Bienestar de los Periodistas. Formas parte, pero te gusta mantenerlos en conejeras, ¿correcto?
Nate Sofrelli.
Guardó una distancia prudencial de toda la conversación.
Shiv y Ken hablaron entre ellos, presumiblemente para convencerlo sutilmente que ambos querían cambios, pero al final escuchó a su prima espetarle – ¿O es solo ego?
Alguien abrió un micro: – Señoras y señores, para presentar el siguiente premio… un hombre que está acostumbrado a ser dueño de las noticias en lugar de estar en las noticias. ¡Kendall Roy!
– Lo siento por ti, Siobhan.
Ken se dirigió al escenario.
Una voz la distrajo cuando su primo ya acababa su discurso.
– Espero que no fuera por mí…
Se giró.
Era George, el inversor de Dust.
No esperaba ver a ninguno de ellos aquí.
Lavinia negó con la cabeza.
Dio otro sorbo a su copa. De hecho, no advirtió el por qué él haría este comentario hasta un segundo después…
– No. Fue Angela… ya debes saberlo.
– Sí, algo me han ido contando. Mira – dijo con su particular acento y cogió una copa de una de las bandejas de un camarero señalando al champagne – Veuve Clicquot... Quien diría que el Comité para los periodistas sería tan generoso.
– Sí…
George empezó a decir otra cosa, pero pareció pensárselo mejor – Brindemos. Para que la agencia que Angela quiere hacer contratar lleve las campañas la mitad de bien que tú… llevan a otros clientes. Me gustaba tener a alguien concentrado solo en nosotros.
Lavinia se encogió de hombros, sin idea de qué hacer con esto.
No sabía cuáles habían sido sus intenciones, pero sí que no le había gustado nada que invadiera su espacio personal cómo lo había hecho en Los Ángeles.
– Me ha alegrado verte. Pero tendría que ir para allí… – señaló a la sala algo en guardia – Estoy trabajando con Kendall Roy.
– Es una pena. Estaba tranquilo… con el trabajo que hacías. Kara aun confiaba en convencerte. Deberías llamarla…
– Gracias. En realidad, iba a hacerlo. Para… ver cómo iban.
– Fantástico.
– Pero… tengo un nuevo trabajo ahora. Y Angela…
El hombre búlgaro se rascó la cabeza. – Ya… eso la escuece bastante.
– Voy a ver si todo va bien – dejó la copa sobre una mesa en cuanto vio a Berry a su izquierda – Nos vemos.
Le presentaron a un par de personas más con las que había estado hablando por teléfono esta semana.
Probó con la cortesía, la charla trivial, una sonrisa abierta y prestar atención por vano que fuese el comentario. Era su trabajo tenerlos de su parte.
Pasó la mayor parte de una hora ocupada en hablar de cosas sin importancia y asegurando que sí Kendall estaba totalmente convencido de su discurso.
La pagaba para esto…
Se tropezó con Greg que estaba colocándose la pajarita y hablando con ese otro chico de treinta y muchos que al parecer mercadeaba con relojes de lujo.
Solo lo había visto dos veces pero su cabello castaño despeinado y su caminar caótico eran inconfundibles.
– Oh, esa es tu hermana, ¿no?
– Lavinia.
– Suena como un nombre muy victoriano.
– Ah… De hecho estoy aquí porque trabajo para Ken y tendría que estar… haciendo relaciones ahora mismo – aclaró arrugando un poco la nariz.
– ¿Sí?
– Sí. Pero quería saludar. ¿Cómo va? – le preguntó a Greg.
– Tendrías que haber estado en la limusina. Hemos… ya sabes… eh, jugado a ¡buen tuit, mal tuit…! – hizo un gesto con las manos – y ahm… había un buen ambiente.
– ¿Nos disculpas?
Tomó a su hermano del brazo. – Cuéntame… No hablamos suficiente últimamente…
Miró a su alrededor. – ¿No se supone qué tienes que interactuar con la prensa…?
– Voy a hacerlo justo a continuación. Dime, ¿cómo te va en Waystar estos días?
– Bueno… sin… muchas novedades. Aún con trabajo pero en una peor oficina – frunció el ceño – Uh. Porque no acepté el abogado de la compañía… no lo sé. Hay un montón de cuchillos afilados y mi abogado solo me coge el teléfono por las noches – bajó la voz. – Eh, al menos Ken me va a regalar un reloj para agradecerme mi apoyo.
Eso parecía muy amable por su parte...
– Greg…
– Tony llega a las 12 por cierto. Para ir directos a la fiesta…
– Bien.
– ¿Va a venir… ya sabes, tu novio?
– Quizás… a recogerme cuando vayamos para casa. Tenía planes con un tipo del trabajo. Contactos, cócteles nocturnos…– miró la hora en el móvil.
"– Los progresistas han estado abrazando a este tipo. ¿Por qué? Este es el tipo que le dijo al Congreso hace como un mes que la investigación sobre su padre era una cacería de brujas…".
Dijo Sophie Iwobi en la televisión.
– Creo que debería ir al programa. ¿Qué opinas, Vi? Creo que debería… ¿Puedes contactarla?
Negó con la cabeza...
Escuchó suspirar a Comfrey móvil en mano.
– Hay formas para contrarrestar…
– ¿Contrarrestar? Esto es estar en la conversación. Esto es realmente genial…
Se humedeció los labios secos. – Ken, no me parece que… vamos a hablarlo mañana. Creo que a Lydia Hudgens de la PGM le gustaría tenerte en su programa de máxima audiencia el sábado por la noche. Hoy no paraba de darme conversación al final de la gala…
– No pero… no lo ves. Es genial.
Tony se había unido a Greg en la fiesta que había organizado Kendall pero no era difícil darse cuenta que estaba incómodo.
Este no era su ambiente.
Solo había aceptado porque Greg había insistido y Greg era… el nieto de su jefe.
– Te pareces a Uhtred de Bebbanburg de la serie esa – le espetó uno de los colegas de Kendall metiéndose con el cabello semi largo y la coleta alta de su cabello.
La última vez no llevaba ese estilo.
¡Ha! Su abuelo habría rodado los ojos cuando lo vio.
A Comfrey parecía gustarle… mucho. También el look casual, se lo había escuchado murmurar a Berry antes de que esta se retirara por hoy.
Estaba bien… pero se le veía aún un chaval, como su hermano.
Los invitados a la fiesta de Ken hablaban, reían, y bebían en grupos reducidos. Comfrey seguía sin separarse de su móvil pese a los evidentes ojillos al huésped de Greg.
De momento la fiesta había servido básicamente para ver como Greg ¿iba a gastar 40.000 dólares en un reloj de pulsera?
No era un regalo después de todo.
Se sentó con un Manhattan al lado de su hermano en el sofá.
– Dice que ya tiene mi pátina y…
– Oh, dile que se lo quede él… –.
Entonces, miró a Remi, uno de los tíos que había ido con el grupo hoy: en sus 40 años y en la misma "onda" de Ken, según Ken. Estaba tan o más callado que Tony, pero había estado ayudando a Comfrey con los vídeos en la gala. Le preguntó: – ¿De dónde lo ha sacado Ken? ¿cómo sabemos que ese reloj vale 40.000 dólares?
– Es un colega. Reece o Brice. De apellido Barnett. Es como un vendedor del mercado gris que trabaja con comerciantes para mover relojes y obtener una parte. Kendall ha comprado varios a través de él.
Alzó una ceja – ¿En serio? Ken puede comprar una buena tacada de acciones de Rolex si le apetece – Dio un sorbo a su copa – No lo entiendo…
Remi se encogió de hombros. – Es más divertido… Por cierto, – les hizo una seña. – Llevo un par de pollos encima ¿queréis?
Lavinia vio de reojo la reacción de su hermano. – Ah… no… – la miró a ella – voy a ver cómo va con Comfrey.
Sabía que él había consumido alguna vez.
Pero estaba decidida a no ser su niñera. No dijo nada.
– ¿Entonces… digamos que es probable que Kendall esté pagando más por sus relojes porque le llegan antes por esta vía?
– No lo sé. Pero hay nuevos modelos que tienen auténticas listas de espera, ¿qué son otros 10.000 o 20.000 dólares más de todos modos?
Escuchó a Tony toser a su lado.
La incredulidad escrita en toda su cara.
Esperaba que eso fuera sarcástico… ¿De dónde sacaban a esta gente?
– Oh.
– Ahora vuelvo. Voy un momento a ver que todo esté bien con Ken – anunció Remi.
Lavinia suspiró.
Se giró hacia el joven empleado de su abuelo. – Siento haberte hecho venir a esta locura. Y perdóname, porque cuando mi hermano intentaba introducirte, Kendall ha puesto el vídeo de Sophie.
– No – dijo amable – Está bien.
A Lavinia se le ocurrió que… – ¿Podemos empezar de nuevo?
– Vale.
Le ofreció la mano – Encantada. Me alegro de verte en Nueva York.
– Sí – asintió. – Han sido unos días interesantes. Aunque… al final me voy a ir sin tu abuelo porque parece que ha decidido quedarse hasta la junta… – se tiró atrás en el sofá.
– ¿Te lo has pasado bien? ¿Por aquí?
– No me quejo. El retrasar su vuelta ha alargado mis vacaciones – le respondió con una pausa larga al final, como esperando que ella introdujera un tema.
Greg debía haberse avanzado.
– Pero al final no se va.
– No. Es una fuerza de la naturaleza… tu abuelo.
Supuso que ese era su momento para hablarle del rancho.
Pero alguien preguntó. – ¿Queréis algo más?
El famoso Reece de los relojes.
– ¿Por qué tenéis las caras largas? Vamos, tenéis que dar un trago a esto. Es un vodka tonic. ¿Vinnie?
Estuvo segura que la llamaba así porque había escuchado a Kendall. Ni siquiera les habían presentado debidamente.
– Me estoy tomando un Manhattan… Gracias.
– Yo estoy bien. – rechazó Tony. – Decías…
Reece rodó los ojos.
– Es… pensarás que es una tontería, pero mi abuelo me regaló un cuaderno con garabatos y planos… son ideas de mi difunta abuela. Y pensaba… – dio pequeños golpecitos con su mano en el sofá de piel blanca – Ni siquiera sé si donde está situado el terreno se podría cultivar vino de hielo… también he leído algo de las caballerizas… si no te importa que te mande unas copias por correo electrónico, podrías no sé, darle un vistazo con el viejo Finnigan. Sé que mi abuelo confía en él y a mí todo eso me resulta muy lejano… ¿Qué te parecería?
Tony la contempló con sorpresa por un momento. Entonces Greg no le había dicho nada...
– Ah. Estoy encantado de ayudar, Lavinia, pero no sé si… Quizás si mi padre habla con Finnigan – sugirió.
– Eso quizás serviría. Gracias.
Siguieron conversando.
Se dio cuenta que él miraba todo este tinglado como ella había esperado hacerlo al principio. Cuando leyó las primeras noticias sobre la boda de Shiv. Ya no era exactamente esa chica…
– La verdad es que no bebo, no fumo, me hago mi propio pan... He decidido que mi cuerpo es mi templo.
Le parecía un tipo agradable pero esto pensó que se lo tomaba demasiado en serio.
Mira a Roger… No había fumado, apenas bebía…
Tuvo mala suerte…
El tipo de los relojes había estado distraído mirando a su alrededor pero volvió su atención a ellos. – Mi cuerpo también es un templo. Qué sea para rendir culto a Baco es algo irrelevante.
Lavinia alzó una ceja.
El devoto de Baco se inclinó hacia Tony y le golpeó la rodilla con una risotada.– Oh, vamos, no seáis jodidamente aburridos. He pedido chupitos, tenéis que beber… La noche necesita un poco de emoción.
Tenía las pupilas dilatadas y hablaba sin parar, por lo que imaginó que había tomado alguna sustancia estupefaciente.
Quizás era hora de retirarse de esta fiesta.
Le sabía hasta mal por Tony. – ¿Quieres que traiga a Greg para que te rescate? – murmuró.
– No, está bien.
Vio a Reece moverse y sentarse a su lado pero lo ignoró. – Yo solo… me gusta tu pajita naranja. A mí no me han dado una. ¿Puedo dar un sorbo?
Le miró entrecerrando los ojos. – No…
Desvió la atención a la pantalla de su móvil porque saltaron algunas notificaciones.
Las miró aburrida al ver que eran correos spam de publicidad.
Alzó un momento la cabeza para coger su copa.
Había llamado a Stewy un par de veces para ver si respondía pero debía estar dentro de un club sin cobertura. Saltaba el contestador.
Estaba haciendo el idiota porque aunque le cogiera el teléfono habría demasiado ruido para hablar.
Se distrajo con la pantalla de su teléfono un momento…
Bien, se acabaría la copa y le esperaría en casa.
Le llamaría de camino.
Ni siquiera se paró a reconsiderarlo. Ahora ella tenía llaves para esperarle dentro. Tenían una relación… adulta.
Una pareja que esperar en la cama.
No había ningún motivo para preocuparse.
Se quedó pensativa.
Le pareció que había menos luz que hace un momento.
– Tony – se giró para hablar con el empleado de su abuelo, pero vio a Comfrey hablando con él. Cerca de una de las ventanas.
Le resultó súperraro que no se hubiera despedido al levantarse del sofá. ¿Por qué no le había dicho nada?
Miró a su alrededor. Desde aquí también veía la figura de Greg en el fondo de la sala entre la gente. Remi no había vuelto. ¿Dónde estaban Kendall y Naomi?
Sujetó su bolso y se puso derecha intentando figurarse en qué dirección estaba el baño. Por allí…
– Naomi – encontró a la novia de su primo de camino – voy a salir un momento a tomar el aire. ¿Puedes decirle a Kendall y Greg que subiré a despedirme antes de irme?
– De acuerdo.
Su parte lógica le dijo que se quedara quieta donde estaba, quizás los dos Manhattan eran más fuertes de lo que había pensado, porque se sentía menos sobria de lo previsto y estaba empezando a agobiarse…
Quería irse a casa. Esta vez hubo cinco tonos y alguien descolgó pero había mucho ruido. Le envió un mensaje a Stewy. "Me siento un poco rara. Te espero en casa".
Se chocó con unas chicas al salir del hotel donde Kendall estaba dando la fiesta.
Decidió sentarse por un momento en una jardinera de piedra que había en la calle, mirando a gente que pasaba. Curioseó un rato en su Instagram pero estaba mareada.
Se preguntó si había bebido más de la cuenta.
¿Qué ha podido…?
Kendall arrugó la frente en dirección a Naomi. – ¿Qué ha pasado?
– Rubell y Schragger acusan a Reece de haber intentado meterles algo en la bebida.
– Son viejos rockeros.
– Exacto y van a matarle.
Negó con la cabeza. – ¿qué coño le pasa?
Stewy se había dejado convencer por Joey para visitar Rhomboid después de dejar la fiesta en la que estaban. Le costó un mundo atravesar la marea de personas hasta que pudo vislumbrar la salida.
Espabiló cuando notó más aire.
Despacio, usó el codo para hacerse espacio entre la gente, disculpándose y rodando los ojos varias veces por algunas reacciones.
Daba por acabada la noche.
Su móvil sonó pero aún estaba dentro del club. Un par de personas que iban en dirección opuesta a la suya le empujaron.
Recibió un mensaje de ella al subir al ascensor y lo leyó.
Le escribió enseguida: "¿Has bebido mucho? Joey ha ido "a por tabaco" y me ha dejado compuesto y en Brooklyn. Espérame".
Cuando pasaron los minutos y ella no contestó, Stewy se encontró frunciendo el ceño mientras conseguía un coche.
Fue consciente de nuevo cuando se dio cuenta que estaba hablando con su padre por teléfono.
– Cariño, estoy en Jairpur… en la Índia… no puedo venir.
Angustiada, y mareada, intentó recordar qué hacía aquí. – He empezado a caminar, y entonces no conocía la calle, he llamado a Stewy muchas veces y a Greg y… Dios, papá no he bebido tanto…
Además nunca le había afectado de esta forma.
Con un poco de amnesia al día siguiente sí, pero miró al cielo y aún era de noche.
Todavía no estaba muy segura de no ir colocada.
Colocada.
Un momento. ¿La había drogado ese imbécil?
Por el tono de voz, acababa de alertar mucho a Liam Hirsch. – Vinnie, voy a llamar a la policía. ¿Puedes ver el nombre de la calle?
– No, no hace falta – se puso una mano en la cabeza – Estoy… bien. Mejor. Solo he… caminado.
– ¿Estás segura?
Asintió y luego se dio cuenta que tenía que hablar si quería que la escuchara.
– Te lo prometo. Recuerdo que me puse a hablar con unas chicas y después caminé… me angustié porque no… recordaba donde estaba. Pensaba que había perdido el móvil.
– Voy a llamar a Greg para que te lleven a un hospital. No te muevas de donde estás.
– No, papá…
Una voz la distrajo.
Era Comfrey.
Que se acercó acelerando el paso.
Parpadeó. – Dios, Lavinia… ¿Estás bien? Llevan horas buscándote. Ese tío… Reece confesó haberte puesto algo en la copa para "animar la fiesta". Tu primo lo echó pero nadie tenía idea donde habías ido.
Nadie…
Miró a su móvil la llamada todavía en marcha de Liam. – Papá, te llamo después… Lo… siento.
– ¿Es un amigo? ¿Hija?
– Sí… trabaja con Kendall. Todo está bien.
– Llámame cuando estés en casa por favor.
Colgó y miró la hora del móvil un par de veces.
Eran casi las tres.
Habían pasado dos horas y tenía un montón de llamadas perdidas.
Se sintió mal… cuando no era su culpa.
Marcó el teléfono de Stewy con una sensación muy rara.
Como si él fuera a pensar que era estúpida.
– Stew…
Cuando habló su voz se sintió constreñida de una forma extraña. Como con miedo. Con frustración. Algo más – ¿Dónde estás? ¿Estás bien? Mierda, Livy, háblame.
Ella cerró los ojos. – Estoy… bien. Estaba mareada y perdida. Dios – se puso una mano en los ojos. – Me siento como una adolescente que ha bebido demasiado y…
– No, ni lo pienses. Iremos a denunciar a ese hijo de puta.
Escuchó a voces detrás. Naomi pidiendo calma.
La voz de Stewy se alejó un poco. – Tu hermano quiere hablar contigo. Vamos para allá… No te muevas.
Greg le interrumpió – Vinnie… Estábamos muy preocupados. ¿Estás… estás segura que estás bien?
– S-sí.
TW: Drogas · alteración ilícita de una bebida (drink spiking)
A/N: Los nombres de pila del grupito de la limusina de Kendall estaban en la ficha de IMDb de Succession así que los he tomado prestados.
