"One for the money
And two for the show
I love you, honey […]
You're screwed up and brilliant
Look like a million dollar man
So why is my heart broke?"
– Million Dollar Man (Lana Del Rey)
Capítulo 23. Los conserjes retirados de Idaho I
Tenía dolor de cabeza, pero esta vez era solo por la reunión con Berry y Comfrey.
¿No se enfrentaban a suficientes problemas como para empezar a desviar esfuerzos a una fiesta de cumpleaños a semanas vista?
¿Y qué hacía Jess cuidando a un conejo gigante?
Estaba estresada.
Esta mañana se preparó el café y luego lo olvidó entero en la encimera. Dios…
Había comido con Greg cerca de Waystar, así que a eso de las dos se acercó con él al edificio de oficinas en el 28 de Liberty Street en pleno distrito financiero. A veces todavía se sorprendía pensando en cómo en esta ciudad todo se alzaba desafiante si mirabas hacia arriba…
Le gustaba mejor la vista de Nueva York desde una altura como el apartamento de Stewy. En medio de la noche todo eran pequeñas luces que revelaban la incesante actividad nocturna.
Un guiño a la sensación de movimiento y vida de la ciudad.
Echaba de menos un centro histórico con baldosas de piedra donde perderse una tarde de lluvia pero podía acostumbrarse al puente de Brooklyn o los alrededores del City Hall Park en un día soleado.
– ¿Crees que podría subir contigo sin que parezca que me envía Kendall?
– ¿Por- por qué?
– Solo curiosidad por estar dentro supongo… ¿puedes creerte que todavía no he estado dentro-dentro?
– Ah. No… no sé.
Aun no sabía por qué no lo había matado después de hacerle esa jugarreta con Logan.
Vaya, con el robusto pajarito…
Quizás porque mientras muchos aseguraban que te conviertes un poco en el niño que eras cuando estás con tus hermanos, ella en cambio se sentía responsable de Greg.
Como si tuviera 12 años y le preparara el desayuno otra vez.
– En serio, pensaba que saldrían guardaespaldas o matones y yo que sé Vinnie, me darían una paliza… Pero… si venías conmigo era menos probable, ¿n-no?
Se abstrajo un momento mientras Greg hablaba con una mujer de recepción y le preguntaba si podía entrar con él. Aunque le pareció reticente, al final le pidió que avisara a Tom, y esta acabó cediendo.
– Es una visita…
Como respuesta a la mirada evaluadora que recibió, puso las manos distraída sobre el mostrador.
Escuchó a alguien aclararse la garganta detrás de ella.
– Roman…
– ¿Estás espiando para mi hermano?
Lo miró con una media sonrisa.
Se merecía un poco de confianza en sí misma después de sobrevivir al patriarca.
– No. Solo quería ver el imperio Roy por dentro…
– ¿Por si eres la, ahm, la mujercita vivaracha del nuevo jefe? Supongo que eso sabes que no va a pasar…
Meneó la cabeza.
– No. Dios, ¿cómo lo haces?
– No tengo idea de qué hablas…
– Insultar y que casi parezca un cumplido.
– Puedo enseñarte.
– No gracias – entrecerró los ojos – ¿Quién es ese?
Se fijó en la mirada que les echó el desconocido que iba de salida, alto con una mochila, pelirrojo, de apariencia desaliñada, pero vestido de traje como otras personas alrededor, y devolvió la atención a su primo.
– Nadie.
– Nadie parece muy interesado en ti, Rome.
La expresión de Roman se volvió un poco más fría.
– Es raro, ¿no? – puso los ojos en blanco – ¿No… estás aquí por eso?
– No tengo ni idea de qué hablas.
Greg los interrumpió. – Hey, ahm, yo si eso… si vienes…
– Sube conmigo – Roman la estudió – no necesitarías permiso de una recepcionista si vas conmigo, ¿ves? Pero sigues tomando malas decisiones…
Para demostrar lo que decía, hizo una mueca como informando a la mujer con una mezcla de irritación y burla. – Es una espía.
Lavinia suspiró. – Tengo el presentimiento de que me voy a arrepentir de esto.
Pasaron la barrera de acceso.
Y se dirigieron a los ascensores.
Por alguna razón no era buena idea encerrar a Roman y Greg juntos en espacios pequeños.
Ambos estaban súper tensos con el otro. Se aborrecían...
No acababa de entender ese claro antagonismo.
– ¿Cómo está Tabitha?
Se rió. – De maravilla, según oí. Acumulando botes de helado y cremas anti estrías para cuando geste al anticristo.
Greg pareció sorprendido y preocupado a partes iguales. – ¿Está ella… embarazada? ¿Vas… a ser padre?
– No idiota.
Lavinia miró al techo del ascensor con estoicismo.
Subieron juntos hasta la planta quincuagésima.
Su hermano anunció un poco incómodo: – Yo me bajo… aquí.
– Pues felicidades – se mofó Rome.
– Espera, Greg, vengo. – se giró hacia su primo, sujetando momentáneamente la puerta del ascensor con una mano – Ahora en serio, ¿quién era el tipo?
– Un don nadie. Nada con lo que un minion de Kendall tenga que preocuparse.
No se fiaba.
– Presiento justamente lo contrario.
Rome guardó una breve pausa. – ¿Kendall está con papá en la isla de Aaronson, lo sabes, no?
– Sí.
– Frank y Karl están negociando con Sandy y Stewy.
Contuvo la sonrisa. – Ya.
Roman hizo una mueca. – Eres la maldita pesadilla de los que reparten los acuerdos de confidencialidad, ¿verdad?
– En este punto solo me muerdo la lengua unas diez veces al día.
– Huh, ¿sabes qué dijo Karl cuando Lord Roy Jodido nos dijo que tenía que debatir con su equipo si iba con el viejo a ver a Aaronson?
– No, pero tengo el presentimiento que me lo contarás.
Roman sonrió con malicia infantil. – "¿Va a decidirlo la novia de Stewy?" Ahora siempre serás famosa, primita.
Entornó los ojos.
Rome salió del ascensor con ellos cuando vio pasar a Hugo, pero no estaba segura de que esa fuera su planta. A Greg alguien le llamó por teléfono y se apartó por el pasillo. Su nuevo abogado. El de la empresa.
– De hecho me he pasado de piso. Vamos a tener que… bajar – murmuró su hermano – Un… momento.
Hugo vino hacia ellos cuando Roman le hizo una señal.
Iba concentrado en unos papeles y estaba casi segura de que no reparó en ella. En parte porque se había ido hacia Greg y estaba a varios pasos de distancia.
– ¿Todo controlado en Cape Cod?
– Sí – le dijo a Roman. Cuando ya se iba: – Ah, Mel ha acompañado fuera al hombre de Nueva Orleans.
– Ya. Genio…
Luego se marchó por el corredor.
Oh, joder.
La cara de Lavinia cambió un poco.
Roman se dio cuenta de inmediato. – Es un idiota… Joder, Hugo. – se giró aunque ya no podía sentirle – ¡Idiota!
– ¿Es en serio?
– Oh, conoces esa… historieta, ¿ehm?.
Suspiró. – Eh, me temo que sí…
– ¿Kenny también le ha pagado? ¿No me digas que el tío cutre nos ha birlado 1 millón de dólares a cada uno?
– Ah, no, no – negó con la cabeza – Me enteré por ahí... Tu padre se lo contó a mi abuelo y… Creo que trataba de mostrar lo horrible que son vuestros cómplices por asociación… o algo…
Roman estaba quieto ahora. Alzó una ceja. – Ahm.
Lavinia le miró. – Estoy segura que encuentra a sus hijos entrañables por el mismo motivo – frunció los labios – nada del otro mundo.
Roman iba a decir algo más sobre esto, pero era fácil ver que había algo diferente en Lavinia. – ¿No estás muy faltona hoy? ¿Qué avispa te ha picado?
Se encogió de hombros. – Creo que es solo el estrés postraumático de haberme reunido con tu padre. Ha sido… algo… ah… potente. No te ofendas.
La analizó. – Ven a mi despacho. Te voy a enseñar algo.
Se giró para avisar a Greg pero este seguía al teléfono.
Le hizo un gesto pero no se enteró.
Se puso la mano en la frente cuando lo vio meterse en un lavabo. ¿Qué hace?
– Vale.
Roman tenía una panorámica espectacular de la ciudad desde su oficina.
– Tienes unas vistas que son impresionantes – alabó.
– Si tuve que correrme sobre la Reserva Federal del Banco de Nueva York el otro día. Es ese edificio de allí – señaló a la izquierda con un chascarrillo.
Lavinia entornó los ojos: – ¿Pretendes espantarme?
– No es mi culpa que seas una mojigata.
Cogió aire.
Entonces, Roman metió una carpeta en un cajón hablándole como si se explicara a un párvulo: – Las fotos del tipo… Esas no te las voy a enseñar. No soy un idiota. Voy a dejar que te preguntes como de reales son. Es mi jodida bala mágica…
Lavinia se apoyó en el respaldo de un sofá de la oficina, mirándolo.
– Da igual… Ya intenté que Ken hiciera algo al respeto y no quiso ni oírlo a hablar. Así que… Solo dime, ¿cómo de malo vas a hacer que sea? ¿Voy a poder comer y cenar las próximas dos semanas? Me merezco dormir un poco...
– Oh, no, me lo voy a guardar para mí. Por el momento… tú dile que no se relaje. Que mantenga la tensión porque en cualquier momento… bum – hizo un sonido de explosiones. – La historia de cómo Wokahontas usó la frente de un pobre vagabundo de pósit podría recorrer el mundo en segundos...
Ella frunció mucho el ceño. – Uhm. ¿Entonces? ¿Qué quieres enseñarme?
– Ya verás… Pero antes de eso… ¿Qué te contó Hosseini? Porque cualquier cosa que no sea que estaba animando a su novio es mentira podrida…
Arrugó la nariz de inmediato.
Luego, armándose de paciencia: – Roman, no me hagas esto, ¿quieres…? Él dice que no lo recuerda… No quiero realmente discutirlo, ¿podemos no discutirlo?
– Seh, tampoco debe acordarse que jodió como un loco con...
Protestó, plegándose de brazos: – Pf. ¿Es esto… una especie de juego mental? No me opongo a la decisión de Greg de acudir a la defensa conjunta. ¿Qué más quieres que haga? – se irguió – Mira, me voy.
Roman hizo un gesto de lado con la boca quitando importancia a la conversación, pero ella decidió ignorarlo.
– Por favor, Vinnie-vi – fue sarcástico.
Ella bufó. – Tengo cosas que hacer…
Roman alzó una ceja, impertinentemente. – ¿A parte de chupársela a tu novio?
Negó con la cabeza, colocándose bien uno de los botones de la americana violeta, que llevaba a conjunto con unos pitillos de vestir negros. – Nos vemos, Rome…
– Espera, joder – la miró como si estuviera siendo irracional – Soy solo un primo que se preocupa. No es que no me crea que lo vuestro sea amor al primer polvo o lo que tú quieras, pero aceptemos que es raro que te cagas... Por cierto, ¿te he dicho que soy tu hombre en esta empresa? Que le jodan a tu novio o a Ken. ¿Has visto ese fucker de Hugo? Te iría 1000 veces mejor que a él…
Se mordió el labio, desconfiada. – Lo tendré en cuenta…
Entonces Roman dijo – ¿Te acuerdas del estanque de la casa de Nantucket?
– ¿Perdón?
– Mira.
De entre los papeles que tenía en la mesa del despacho sacó una foto medio descolorida que no le decía nada. Todo en la imagen desprendía haber estado hecha en los noventa.
Él puso voz de niña: – No hagas eso…
Lavinia reconoció a la pequeña Shiv con un vestido blanco y a Roman al fondo donde había una fuente de helado pero era solo la foto de su prima en un jardín en verano.
Oh, esa de espaldas era ella.
Ella y su entonces tupido cabello castaño atado en una trenza larga.
Intentó hacer memoria.
– No me acuerdo de ese día… – murmuró.
Roman rodó los ojos. – Karolina intentaba ilustrar un reportaje sobre la vida familiar de papá, ya sabes más allá de las puertas de palacio. Su faceta de papi amoroso. No ha habido mucha suerte, no es que te importe…
– Oh.
– Sí, no es como si no supiéramos que esta familia suele usar cosas moñas como esta con fines desagradables. ¿Te he contado el fin de semana de terapia en el rancho de Connor? – puso voz tétrica, como burlándose.
– No… Esa no me la sé.
Pensó en si debía decirle que lo sentía.
Como prima.
Roman siguió hablando:
– Pero me he acordado de Croaky y sus amigas. Mm. Era pequeña, de piel untuosa, lisa, uagh… Tu padre cazó esa rana feísima en el jardín para enseñarnos de cerca cómo se le inflaba su cuerpo. La niñera era una loca chiflada a la que le daban miedo las ranas y nos prohibió meterla en un frasco…, y pensé mierda, tengo que pensar en eso… ¿Cómo puedo hacer que eso sea divertido? ¿Qué voy a hacer? Así que esa noche cuando los mayores cenaban fuimos a cazarlas…
Frunció el ceño.
De pronto, recordó…
– Creo que pisaste una por accidente.
– No, hicimos catapultas para lanzarles piedras.
– No recuerdo eso.
Roman puso los ojos en blanco.
Luego con mofa: – No quieres recordar que me acompañaste a matar a esas ranas.
Ella volvió a mirar la fotografía con una mueca.
– Porque no es verdad… ibas a soltar una en su habitación.
– Ha. Sí lo es… seguro que ahora te sientes súper culpable.
Ella se pasó la mano por el cuello encogiéndose de hombros. – No, porque yo no quería matarlas…, pero me alegro que ahora tengamos clara tu historia de origen como villano…
– A mí me mola, tía.
Sonrió.
Se sentía un poco como esa niña ahora.
– ¿Hay una canción, sabes? La canción de las ranas de Paul McCartney. Los Beatles y eso.
– No sé nada de gente muerta.
– No es McCartney quien… – entrecerró los ojos – déjalo estar. Voy a irme… Greg me ha prometido enseñarme la ATN.
– Como si miraras eso…
– No, nop. Pero hey, no se entra en Mordor así como así – bromeó.
– Que te jodan. Estoy seguro que en esas vacaciones tu padre se tiró al monitor de kitesurfing por cierto.
– Tenías 8 años, Rome. Solo los mayores hicieron kitesurfing con esa especie de paracaídas enorme de los noventa.
– ¿Y qué? Tengo un sexto sentido para eso.
Puso los ojos en blanco.
– Voy yéndome…
Roman se pasó una mano por el cabello contorsionándose al sentarse sobre su mesa. – Valep. Ten cuidado.
Se giró para mirarle: – ¿Hay más asesinos de ranas en esta planta?
– Ha, ha. No. Me refiero a que tu novio siempre está dando vueltas a nuestro alrededor. No me fío de él.
Lavinia se rió. – A "nuestro" alrededor – dijo – ¿Cómo estoy incluida yo? Rome…
– Bueno, eres el tío Ewan de… nuestra generación. ¿no es así? Nunca entendí por qué, pero tiene un puto asiento en el tablero.
Hizo una mueca divertida. Roman hablaba extrañamente en serio al respecto. – Ya, pero suponiendo que yo herede algo… no va a ser su silla, ¿o sí?…
– Depende supongo, se votaría cuando la diñe. Digamos que ya ha preguntado sobre el proceso…
Recordó vagamente las palabras de Logan al despedirse en su casa…
Había llamado a su abuelo pero este había sugerido que andaba ocupado.
– ¿Qué quieres decir?
– No hagas esa cara...
Lavinia frunció el ceño. – ¿Qué cara quieres que haga? ¿Crees que está enfermo?
– O solo se ha dado cuenta de que tiene 800 años.
Lavinia se sintió culpable. ¿Estaba Ewan arreglando sus asuntos por su edad o…?
Meneó la cabeza apartando ese pensamiento.
– Probablemente quiera que Greg…
La imitó con voz infantil. – Probablemente quiere que Greg... ¿Te cuento un secreto? Nadie quiere que Greg haga nada… bueno, excepto Tom por alguna razón.
– Es un bluf. Mi abuelo no está enfermo o incapacitado. Solo… quiere que bailemos a su son, Rome.
Estaba bastante segura de que entendía de qué se trataba de eso.
Roman alzó una ceja.
– Me haces sentir mejor acerca de nosotros, ¿sabes? Al menos yo tengo un puto imperio en vez de una granja.
Josh lo fue a recibir a la pista donde aterrizó su helicóptero.
Enseguida se dio cuenta a quien pertenecían los dos jets privados que estaban a punto de despegar.
Ellos realmente habían utilizado dos aviones para venir hasta la costa de Boston.
– Hey, tío, cómo va – Stewy le golpeó la espalda efusivo. Haciendo un poco de teatro para el público que sabía que tenía en los aviones.
– Ven, hablémoslo, creo que ya he tomado mi decisión.
No tenía ningún interés en que Kendall Roy administrara 3,1 billones de sus dólares.
Josh había perdido ya 350 millones debido a las denuncias de Ken sobre los cruceros, y sí, prefería que padre e hijo se reconciliaran y crearan una "situación funcional", pero solo para proteger más sus propiedades.
Su voto era para Sandy y Stewy si le prometían más seguridad.
Este drama se había prolongado demasiado tiempo, y para el gusto de Josh, los Roy rara vez miraban fuera de su propia esfera, no bastante tiempo como para considerar a las otras personas que formaban parte del dichoso negocio…
Por eso insistió tanto en conocer la postura de Ewan el otro día.
No es que contara más que cualquier otro accionista, es que él despreciaba totalmente todas estas capas de drama familiar. No quería cambiar un Roy por Sandy Furness más un Roy.
Tal vez por eso le importaban tan poco las perspectivas de futuro que Logan veía en Kendall o pretendía ver.
La casa de Josh Aaronson en la isla era espaciosa con mucho vidrio, paredes blancas y techos altos de madera.
Josh invitó a Stewy a sentarse en el sofá del salón mientras se servía un café expreso.
– ¿Café? Si prefieres una copa puedes decirlo. Tengo hielo, naranjas frescas para un Orange Blossom Vermut de puta madre.
– No, café está bien – asintió Stewy. Tomó la pequeña taza cuando se la entregó y cruzó las piernas mostrando sus tobillos sin calcetín – ¿Estás dentro entonces? ¿Tenemos tu voto?
Había mucha luz y Kitty, la hija de Josh, jugaba en la piscina bajo la supervisión de una mujer mayor que Stewy supuso que era su niñera.
Aaronson exhaló aire.
– Positivo. Puedes decirle a Sandy que estoy dentro – Josh se sentó en el reposabrazos de uno de los sofás enfrente de Stewy.
Su voz era relajada. No parecía alguien que hubiera perdido mucho dinero en las últimas semanas, ni que acabara de tener de visita a Logan y Kendall Roy en su isla. Sus ojos lo miraron con interés, pero esta vez había algo diferente en ellos. No era codicia o suspicacia.
La expresión de la cara de Josh fue flemática.
Bebió un poco de café y resopló antes de continuar en un tono, que Stewy percibió mosqueantemente franco.
Querría que él le pagara con la misma moneda.
De acuerdo, hombre, sé simpático.
– Quiero recuperar mi dinero, tío – dijo Josh. – Eso… Logan, Kendall Roy… es un desastre. Estábamos en la punta este de la finca y volvíamos caminando… Quería ver qué tal su relación padre-hijo, lo presioné para saber hasta qué punto diría que no pasaba nada, cuando evidentemente no podía caminar todo ese trozo. Pero creo que he estado a punto de cargármelo…
Stewy se rió bajo, sacudiendo la cabeza por el modo en que lo dijo. La cara de Josh ni siquiera fue divertida. No estaba seguro de si había sido una broma o no pero solo… – El tipo tiene 80 años. ¿Qué esperabas, hombre?
Josh hizo un gesto lleno de conflicto con los ojos. – No estoy seguro. Bueno si me permites ir al grano…
Stewy alzó las palmas de la mano para comunicarle que estaba de acuerdo en proceder. – Claro – le aseguró – Nos aseguraremos de que los accionistas no perdáis dinero durante la transición. Si más adelante quieres vender obtendrás un buen precio por tus acciones. Muy rápido.
Josh se quedó pensativo por un segundo. – ¿Cómo?
– Estamos hablando de stock, Josh. Has perdido 350 millones de dólares debido a las audiencias del Congreso, la conferencia de prensa de Kendall, la redada del FBI… y vas a seguir perdiendo sin una situación funcional. Será algo orgánico. No vas a perder más sobre esto cuando los mercados respondan bien al cambio...
– ¿Quién va a ser vuestro CEO? ¿Tú?
Negó con la cabeza. – No. Te lo dije el otro día. Ese no es mi campo en absoluto, colega. Será un puesto técnico. Pero sinceramente cualquier cosa que no sea un Roy o uno de sus cortesanos va a ser una ganancia para todos. Por supuesto será una decisión racional como todas las que tomemos. Sandy está enfermo pero cabal y su hija le ayuda.
Presumiblemente.
– Bien…
Hoy Josh llevaba capas y capas de ropa… y un gorro beanie en la cabeza como si estuvieran en diciembre.
El capitalista definitivo.
El que te encuentras en el metro y parece un tipo normal no el multimillonario que está poniendo en jaque a tu compañía de luz con tus acciones para que te suba el precio.
Su fortuna estaba probablemente tan fragmentada que pasaba fácilmente bajo el radar de cualquier tipo de lista encabezada por los Roy.
– ¿Cuál es tu punto, Josh? – Stewy le presionó.
– Solo trato de aclarar las cosas. Ha sido un palo ver todo ese dinero yéndose por la tubería… Sé que tengo mucho más pero joder, tío. Me están sangrando vivo.
Stewy asintió mordiéndose el labio ligeramente.
Entonces: – Ya veo… Mira, el tiempo pasa y no pasa nunca, no hace frío ni calor, Wall Street es como el país de las hadas – respondió – En stricto sensu ese dinero no existe– y a la vez mañana podría estar de vuelta en tu gráfica.
Josh lo miró fijamente. – ¿Perdóname?
– No me malentiendas, me encanta el dinero. Me refiero a que al final es todo ingeniería económica… Son números que se mueven en una pantalla. Los bancos crean dinero, les pagan malditamente para hacerlo… Los mercados bursátiles son simplemente herramientas que pueden hacer más rica a la gente como tú y yo, realmente no es un misterio. Haremos que estos últimos coman de nuestra mano si tenemos tu voto.
Josh se levantó y caminó hacia la ventana. Por un momento vio a su hija correr por la piscina, riendo a todo pulmón. Luego, con la misma rapidez, se volvió hacia Stewy de nuevo.
– Eso estaría bien, tu ingeniería de finanzas. Pero tal vez – hizo un gesto hacia su pecho – eventualmente quiera un puesto en la junta. Un jodido asiento. ¿Porque cómo sé que cuando inevitablemente vendas la compañía por partes no estoy perdiendo dinero? ¿O que tu CEO no la caga?
– No lo sabes. Es por eso que tienes que confiar en nosotros. Tenemos gente trabajando en esto. Ellos arreglarán todo lo que los Roys estropeen.
Josh negó con la cabeza con firmeza.
– Es posible que no sean lo suficientemente rápidos. Dile a Sandy que os apoyo pero quiero tener voz, estoy seguro que habrá una manera – Hizo una pausa, pensando – Si puedo confiar en ti con una cosa más, no tiene que ver, pero ¿podrías decirme cuánto pueden tardar mis acciones en AVA a subir hasta los 30 dólares tal como ha abierto hoy Wall Street? Mi exsuegro me recomendó invertir.
– No tranquilo. ¿Un día entero? Tal vez más dependiendo del tipo de inversionista que compre. Y si te interesa su índice bursátil. Puedes ver ese gráfico aquí – tecleó algo en el buscador y le mostró su móvil.
– Los números muestran que estas acciones están subiendo lentamente y seguirán haciéndolo. Pero la próxima llámame antes, hay mucha variabilidad riesgo-retorno en ese sector.
Josh asintió. – Gracias.
Stewy siguió mirando su móvil. – Mira. En el jardín de los grandes las de Waystar están… en rojo. Pero no te preocupes… Si confías en nosotros, nos aseguraremos de que suban de precio en unas semanas mientras ganas dinero en pastos más verdes… solo es una mala idea fiarse de tu exsuegro, tío – dijo lastimeramente.
Josh le puso una mano en el hombro.
– Quería disculparme. El otro día quizás fui inapropiado… Se me ocurrió que quizás ella te daba pase libre… ya sabes cómo va.
Por lo que sabía Stewy, Aaronson había estado casado con una bióloga llamada Gaby por las apariencias. Sus padres la adoraban y se quedó embarazada así que… o eso aseguraba el cotilla de Joey.
Le miró serio un segundo.
– Entiendo.
– El divorcio me ha dado energía pero no negaré que estoy un poco oxidado – desvió la cabeza hacia un lado y miró fugazmente hacia la piscina. No quería que su hija de 12 años lo escuchara hablar así.
– No. No te preocupes en absoluto. Somos todos adultos…
Esa tarde Stewy llegó a su apartamento cuando ella se estaba duchando.
– ¡Livy! – Stewy golpeó la puerta del baño del primer piso con los nudillos, pero durante un momento no hubo respuesta.
Después escuchó su voz. – ¿Stew, estás allí?!
Probablemente Lucy, su empleada, no hacía mucho que se había ido.
– Sí, soy yo, nena, no te asustes – dijo entrando.
– ¡Ya casi salgo!
Lavinia paró el agua un momento y apoyó su figura contra el vidrio de la mampara empañado por la acumulación de vaho. – Ya salgo, dame dos minutos…
Stewy sonrió satisfecho con otra idea.
Se quitó la americana y empezó a desabrocharse su camisa. Dejó el iPad que llevaba en las manos sobre el mármol del lavamanos. – ¿Sabes qué sería genial en este momento?
Ella respondió con un ligero ¿hmm—?.
Stewy lo tomó como una indicación. Siguió desvistiéndose mientras el agua de la ducha continuaba corriendo.
La escuchó abrir la mampara de la ducha de nuevo y se giró para mirarla con una sonrisa.
– Hola – Ella le saludó cubriéndose la piel empapada con las manos.
Stewy sonrió, deleitado. Como un gran gato al que le acaban de brindar una presa irresistible.
– Joder… Qué buena estás…
A sus ojos, ella realmente era la mujer más hermosa que jamás había visto o conocido.
Lavinia se rió. Él alzó una ceja con otra sonrisa descarada. – ¿Puedo unirme?
– Sí, por favor… – Lavinia dio un paso atrás y le permitió entrar.
Aunque él solo se descalzó sin molestarse a quitarse los pantalones.
La tomó en sus brazos, besando su cuello, abriendo el agua de nuevo.
– Stewy – le riñó ella a media voz.
Besos cortos y caricias fueron el comienzo, su lengua recorrió su cuello, las caricias más intensas. La besó en el cuello y entre los pechos resbalando su boca por la piel. Sintió que sus pezones se endurecían bajo sus dedos.
Su piel de gallina bajo su toque. Suaves jadeos… – Me encanta como se siente tu lengua ahí – gimió suavemente Lavinia.
Más besos.
Él masculló: – Joder… He tenido fantasías con esto todo el día.
Stewy se desabrochó los pantalones y los calzoncillos ahora mojados y los empujó hacia abajo. Su miembro libre, listo.
Ella fue a acariciarle el sexo con una pequeña sonrisa, primero de forma lenta, tentándolo, y luego con más confianza al tiempo que sentía como su respiración se alteraba.
La mano izquierda de Stewy rozó la que ella tenía en su estómago y sus dedos se entrelazaron, acariciándose las yemas primero y besándose.
Se miraron a los ojos por un momento mientras ella seguía haciendo maravillas en su pene.
Los labios de Lavinia se abrieron con un pequeño «o» cuando los dedos de él alcanzaron su pubis como pago. Ahora su otra mano apretaba su cadera.
Tenía tantas ganas de hacerle el amor en todas las posturas posibles que resultaba casi doloroso y su agarre en su polla lo estaba enloqueciendo…
El agua los salpicaba. El sonido de la ducha era ensordecedor en el apartamento silencioso.
La levantó entre sus brazos mientras la besaba desesperadamente, el agua tibia bajando en riachuelos por su cara y su cabello. Lavinia envolvió sus piernas alrededor de su cintura y se aferró a él con fuerza. Él lamió el agua en su mejilla con una sonrisa.
Lavinia pensó fugazmente que estaban en una posición incómoda para él que sostenía todo su peso contra la pared empapada. Pero…
– Stew, ¿quieres que nos mov…
– No. Tengo que estar dentro de ti. Me tomaré más tiempo contigo después en la cama pero ahora quiero estar dentro – sus manos la recorrieron, el vello de su sexo provocando un leve cosquilleo por debajo de su vientre.
Era lo que ella también deseaba.
Stewy acarició su cintura y se apretó más contra ella, las piernas de Lavinia se contrajeron a su alrededor, su pene insistente contra la piel de su vientre. Fue cuando ella murmuró muy muy bajo: – Hazlo entonces… sin juegos, cariño. Métela, date prisa..., quiero tenerte – que todo pensamiento racional cortocircuitó.
Después de eso iba a hacer el amor como un puto desquiciado. ¿Qué otra opción tenía?
Entró en el interior de ella de una manera que la hizo gemir en voz alta y echar la cabeza hacia atrás. Su piel se erizó en su nuca. – Stewy… – dijo sin aliento.
– Este es el único lugar donde quiero estar, nena.
De ambas gargantas nacieron sonidos de impaciencia. Lavinia se vio invadida por un placer intuitivo y maravilloso, conocido, al mecerse con su erección.
Stewy se empujó más adentro.
Más. Más. Más.
Ella jadeó ahora en voz baja.
Se perdieron durante varios minutos en la pasión.
Sin aliento, hubo un momento en que Stewy bajó una mano hasta sus piernas hundiéndola en sus rizos entre sus cuerpos buscando su centro de placer.
Aseguró mejor su sujeción, salió de ella y frotó el glande a lo largo de su sexo antes de volver a entrar.
Mientras Lavinia estaba absorta en la sensación que le provocaba sus dedos dibujando espirales en su clítoris, luchó contra si mismo para no perder el ritmo de sus acometidas.
Había algo en los ojos de Lavinia... un deseo desesperado... que lo estaba volviendo loco. Ella mantenía las manos en sus hombros como si le fuera la vida.
Quería que Lavinia lo cabalgara y apretase los muslos contra sus costados mientras él sujetaba sus caderas y se perdía en su interior. Quería follarla y que ella lo follara hasta que no pudieran pensar con claridad…
Y hacer jodidamente el amor.
Pero esto ya era más.
Sujetó con más fuerza uno de sus muslos, levantándolo ligeramente, clavando firme los dedos en su piel. – Sí, eso es…– gruñó y se hundió con más profundidad.
Un movimiento involuntario de contracción en su cadera hizo que él acelerara el ritmo. Lo tenía loco de ganas.
Repitió lo mucho que le gustaba su calidez y su humedad. Con palabras sucias, imposibles. Gimió.
Lavinia notó como sus dientes se hundían en el borde entre su cuello y su hombro haciendo la presión justa.
Oh.
OH.
– Stew… – se quejó no muy convincentemente. – Cariño, Stew…
– ¿S-í? – besó su piel, volvió a mordisquearla.
Negó con la cabeza.
– No quiero… mierda, no quiero llevar cuello alto toda la semana… – las mil sensaciones, el sonido de los golpes piel con piel entre sus caderas le impedían sentirse apropiadamente preocupada por eso.
Era más una idea vaga.
– No tienes por qué. Me gusta bastante que todos sepan lo que hacemos... déjales que me imaginen entre tus piernas.
Lavinia sonrió ahogando un jadeo con su brazo alrededor de su cuello. Los labios de Stewy se curvaron hacia arriba. Ahora estaban haciendo el amor y bromeando. Era la mejor sensación del mundo…
Ahogó un gemido.
Decidió que también quería eso.
– ¿Sabes dónde puedo morderte yo?...
Stewy se rió con libertad pese a continuar sus arremetidas y lamió el espacio de piel que antes había mordido.
– ¡Ha!... no deberías decirme eso si quieres que dé la talla, amor. Ya sabes… – dio una embestida certera, otra – Podría volverse tímida…
– No— por favor.
Stewy le acarició la cara, apartando unos mechones de pelo que le tapaban los ojos. Cada acometida traía ahora un gruñido, un gemido... cada vez más frecuente e intenso.
– Eso… pensaba yo…
Quería hacerle el amor toda la noche, todas las noches.
– Perfecto – susurró en uno de sus embistes.
– Stewy – apretó los dedos en los músculos de sus brazos.
Stewy movió a Lavinia a otra de las paredes de la ducha para probar otro ángulo, acarició sus caderas, el agua cayendo sobre ellas. Luego, se las apañó para que el chorro dejara de caer directo sobre sus cabezas. Sus manos firmes en los muslos de la mujer que le traía loco. Comenzó a aumentar el ritmo.
De repente la miró a los ojos, la besó en los labios y le susurró al oído: – Te amo.
Ella lo miró fijamente por un momento antes de besarlo como respuesta. –Oh, Dios. Yo también, yo también – jadeó.
Entró y salió de ella varias veces con movimientos largos y fuertes. Cerró los ojos al sentir más el acogedor calor de Lavinia. Hubo más embestidas. Una, dos, tres… cinco, infinitas.
Si no frenaban se acabaría ya.
Lavinia lo paró un momento, la mano en su pecho. – Sh, para – y fue cuando, después de mirarle solo a los ojos por un puñado de segundos, casi mareada, se deslizó de su agarre y pudo ponerse en pie y se puso de rodillas…, y besó su estómago y su pene, aun sonriendo porque… Joder…
– Nena, por favor… – pidió con un hilo de voz.
– ¿Sí? – dijo remolona.
– Mírame – comandó.
Lavinia puso su miembro en su boca entreteniéndolo con la lengua sin perderse su mirada oscura… absorbió su sabor mezclado con el suyo, deslizó su lengua por él y acarició los glúteos masculinos firmes con las dos manos mientras hundía el pene de él en su boca lo más hondo posible. Parecía que él lo disfrutaba porque echaba las caderas hacía delante como queriendo adentrarse más, así que abrió más los labios, su nariz rozando la parte baja de su estómago, giró un poco la cabeza para mantener el ritmo.
Sus cuerpos seguían empapados por el agua.
Al sentir que estaba tan a punto, Stewy avisó dos veces suplicando su nombre. – Liv.
Lavinia le liberó y él la llevó hacia arriba casi con urgencia contra la pared. La besó bruscamente. – Mierda…
– Stew – protestó.
– No quiero que te quedes sin fiesta – explicó sin aliento pero con deseo.
Lavinia se mordió el labio inferior con una promesa en los ojos. – Pero no me importaba – y un poco sucia – Dios, amo tu polla.
Él casi ronroneó contra su cuello, satisfecho.
– Por eso voy a estar dentro de ti durante horas, cielo…
Envolvió sus brazos alrededor de su cuello, sus piernas, de nuevo, y ambos se movieron, lentamente al principio, pero luego más rápido. Podía sentir la tensión creciendo, la fricción de sus embestidas, su boca cerca de la suya, en besos casi torpes.
Cada sonido que ella hacía traicionaba más lo profundo de la necesidad por él… cuando comenzó a perder el control.
Él soltó sus caderas y agarró sus muñecas, colocándolas sobre su cabeza y sujetándolas para que no pudiera moverse. Su cuerpo aprisionándola.
Siguieron besándose y lentamente se movieron más y más rápido hasta que una ola de placer volvió a crecer a través de él haciéndolo jadear por aire.
Stewy trató de contenerse inútilmente.
Pensó en la puta bolsa, en lo poco que le gustaba cuando Sven llevaba el maldito helicóptero.
Cualquier cosa.
Joder, no podía no…
Ella gimió en el tono más alto, mientras él continuaba entrando y saliendo de su cuerpo.
Sus pieles se encontraban resbaladizas por el agua, frías pese al calor, y ambos disfrutaban de lo cerca que estaban el uno del otro. – Por favor, no te detengas ahora… – Lavinia gimió suavemente, sus uñas arañando su espalda.
– No voy a parar. Quiero llenarte de mí, quiero que lo sientas en todo tu cuerpo, que me sientas, cómo te presiono, quiero…
Abrió los ojos.
Dios, quería… más. ¿Qué quería?
Un espiral de deseo e ideas inconexas recorrió su columna.
– Cariño... por favor sigue...
El cuerpo de Stewy reaccionó cuando la sintió apretarse a su alrededor. Enredó sus dedos en un mechón de su cabello, luego, cuando no fue suficiente, colocó la mano en su cuello, sujetándola para hundirse en ella lo máximo posible.
Se sentía increíble sentir que sus paredes se tensaban a su alrededor.
Lavinia volvió a gemir fuera de sí, agarrando puñados de su pelo rizado en sus manos. Y…
Lavinia nunca dejaba de sorprenderlo cuando estaban juntos, revueltos… Era como si siempre supiera exactamente qué hacer por él. – Joder, Lavina, te sientes tan jodidamente bien – presionó un beso en su mandíbula, desesperado.
Ella lo montaba echando la cabeza hacia atrás, arqueándose. Acariciando su propio pecho, haciéndole querer enterrar su boca allí sin que atinara a parar lo suficiente para eso. Lavinia se agarró con más fuerza a los hombros de Stewy y hundió finalmente la nariz en su cuello.
– Nena, voy a correrme dentro de ti… estoy a mil… no puedo más – gimió.
– Stewy – Le contestó, prácticamente retorciéndose en su sujeción.
Sintió el calor de su semen entre sus piernas mientras sus propios músculos se contraían.
El éxtasis.
Mientras tanto, todo.
Cuando finalmente se detuvieron, Lavinia respiró hondo varias veces tratando de calmar su acelerado corazón. Permanecieron en silencio en la ducha durante un minuto, disfrutando del respiro momentáneo de su intenso acto sexual antes de separarse uno del otro.
No por primera vez, Stewy deseó tener 20 años menos para lograr permanecer en esta postura, así, quietos, Lavinia enredada en su torso, de pie, hasta ir a por una segunda ronda en un instante.
Ellos habían evitado el agua directa por un tiempo ahora, pero no se habían molestado en apagar el chorro.
Lavinia salió primero de la ducha, pisando con cuidado para no resbalar en las baldosas mojadas. No habían cerrado la mampara bien. Se envolvió en una toalla y caminó hacia la puerta del baño. Se giró para sonreírle una vez en la sala cuando descubrió a Toffee en el sofá mirándolos fijamente. – A estas alturas misifu piensa lo peor de nosotros – bromeó.
Stewy le dedicó una sonrisa de listillo, haciéndose el despistado. – ¿Por?
– Cariño, esta semana he tenido 9 orgasmos en cuatro días.
Stewy se rió llegando a ella para tomarla de la cintura dejando caer la toalla que se había colocado alrededor de su pelvis un momento antes – ¿Solo?
Lavinia le golpeó el pecho, jugando. – ¿No lo aburrirás?
– ¿Contigo? Nunca.
Se ruborizó un poco. – Puede que no sea así siempre.
Él frunció el ceño. – ¿Qué quieres decir?
– Bueno… – se corrigió – probablemente ahora mismo vayamos dopados de hormonas… Se supone que la rutina lo vuelve menos… menos así – no encontró la palabra.
Stewy ordenó: – Mírame – mientras se cernía cautivador sobre ella. Y luego puntuando con la lengua – A la mierda con eso. Te voy a follar hasta caer muerto… Tendrán que separarme de ti si no quieren que rompa la jodida estadística.
Lavinia capturó sus labios por un par de segundos antes de alejarse con una sonrisa.
Subió a la habitación dejando la bata de raso que llevaba en las manos amontonada junto a la cama. Stewy cerró la puerta detrás de él.
No necesitaba un gato curioso mirándolo fijamente.
La pequeña bestia ya había tenido show de sobra con su striptease allí abajo.
Lavinia se giró hacia él dedicándole su mejor sonrisa seductora.
– ¿Quieres que te ponga un poco de loción? – Preguntó, su voz cálida. – Y después me devuelves el favor. No soy la mejor masajista pero… en Paxos no lo hice tan mal…
Entonces Stewy recordó…
Mierda. Mierda.
Había olvidado que tenía pendiente otra videollamada.
– Eso suena jodidamente maravilloso, cariño…. ¿Puedes darme un segundo? Tengo que verificar algo muy rápido y luego vengo a por esto.
Stewy resopló resignado, pasando junto a ella hacia el armario para coger una camisa y unos putos pantalones de pijama, y luego la tomo de la cintura.
– Claro, no hay problema. ¿Frank y Karl?
La besó. – Ni me lo recuerdes…
Siguió besándola en el cuello con pequeñas mordidas aun si estaba saciado para hacer nada más.
Si alguien les viera ahora, la imagen era la de una pareja que se adora y se susurra al oído. Una pareja que no necesita necesariamente tener sexo para hacer el amor si eso tenía sentido…
Nadie a parte de él había pasado antes tantas horas en su apartamento.
Una parte de Stewy estaba satisfecho con ese desarrollo.
Pero aún no era suficiente para lanzar la cautela al viento y pedirle simplemente que dejara su piso en Queens.
Era demasiado pronto. Quizás ella tenía razón.
No podía arriesgarse a un atracón… a meter la pata…
Aun así estaba apegado a ella como un loco.
Lo que sentía era algo… que te hace cambiar la perspectiva.
Joder… Su noviazgo con Lavinia era la relación más sólida que había logrado en sus treinta y nueve años.
– Ponte cómoda. Vuelvo enseguida… – fue al piso de abajo a buscar su móvil y luego al despacho aunque dejó la puerta abierta.
Lavinia decidió bajar hasta el baño que habían usado para poner un poco de orden, pese a que seguramente Stewy insistiría en que no era necesario porque para eso tenía a Lucy.
Se puso un albornoz de Stewy por encima pese a que estaban solos.
La ropa que había llevado hoy él yacía tirada en el suelo del baño y su iPad había quedado encima del lavamanos.
Lo cogió para cambiarlo de lugar porque Stewy lo había dejado en un equilibrio muy precario en la repisa – había agua por todos sitios.
Su intención no fue nunca leer el mensaje.
Pero la pantalla se encendió y ahí estaba. Un mensaje de Ken.
"¿Te estás tirando a Josh Aaronson mientras te follas a mi prima o qué?", le preguntó a Stewy en el iMessage. "Eres un capullo cínico".
Stewy estaba usando el móvil porque contestó enseguida.
"¿Cómo dices?".
"A Josh, que si te lo estás tirando".
"No sabes lo que dices".
Iba a apartar los ojos del maldito iPad pero luego…
"Sí lo sé; tienes un problema muy grande con tu polla".
"Soy consciente de que tengo un gran problema con mi polla", Stewy estaba siendo irónico ahora. Jesús… "Vete a la mierda".
Vale, basta.
Frunció el ceño al tiempo que sintió un mordisco de celos en el costado. Pero… ¿qué le pasaba? Ella ya sabía que estos dos tenían una relación cercana y complicada.
Lavinia se dijo a sí misma que era una cháchara de negocios, tonterías, gilipolleces. Su primo no le preguntaba a su novio si se follaba a Josh… no de verdad… Era solo jerga estúpida para provocarle.
Estaban hablando como dos idiotas que se conocen desde siempre.
Excepto que en el fondo su tono la dejó aprensiva. A una vocecita en su cabeza se le ocurrió insinuar que se sentía intimidada, molesta.
No por Josh.
Sino porque, bueno…
Ella no estaba exactamente acostumbrada a mantener conversaciones cultivadas o no con sus ex. En su caso la cosa estaba mucho más… fría.
Su única experiencia previa real… en fin…
Preferiría morir que hablar con Mark y más si la conversación contenía la palabra polla.
No estaba segura de cuánto había leído, pero intuía que debería haber apartado la vista mucho antes. Le ardían las orejas.
– ¿Estás bien, nena? – Escuchó preguntar a Stewy, su voz resonando alrededor del amplio espacio del baño.
Él se había vestido con una camisa y el pantalón del pijama para aparecer en la videollamada como un minuto… para básicamente desechar de nuevo cualquier intento de acuerdo y regresar.
Parecía un poco más tenso y más alerta que antes.
– Sí, sí. Solo pensando... – Su voz salió un poco apagada, destemplada.
– ¿Acerca de? – preguntó. – Ven aquí, ¿qué pasa? – le pidió cuando vio su rostro.
– Nada, vamos a la cama…
Tiró suavemente de su brazo para que la siguiera dándole su iPad. – Toma… se iba a caer o a mojar.
Lavinia dio dos pasos en la habitación sosteniendo el albornoz apretadamente alrededor de su cuerpo, su corazón aún acelerado y su estómago revuelto.
– Livy – pidió él.
Podía ver que algo estaba mal.
Lavinia se sintió culpable.
– Lo siento. No pretendía mirar… – abultó el carrillo con la lengua – ¿Qué quería Ken? ¿Qué era todo eso…?
Stewy suspiró profundamente, pasándose los dedos por su cabello húmedo.
Le había irritado que Ken tuviera que mencionarla a ella. ¿Por qué tenía que meter su relación con Lavinia en esto?
Él, por supuesto, no esperaba que ella leyera pero…
– Está cabreado porque he aparecido en la isla de Josh justo cuando se iba y probablemente pensaba que había conseguido convencerle. Quien sabe – estiró el sonido de la última vocal, y bromeó acercándose a ella y alargándole la mano – tal vez incluso trató de pedirle que se mudaran juntos. Y luego tuve que ir yo y besar a Aaronson— en el trasero…
Era una manera de quitarle importancia pero obviamente no funcionó.
Lavinia se enfurruñó tontamente. – No hagas broma.
– Liv… Solo está actuando como un príncipe arrogante al que Josh no hace el suficiente caso pese a ir a jugar al columpio de su jardín.
Lo peor de todo era que Stewy no había hecho nada malo.
Ella sabía que estaba siendo una idiota y una egoísta. Él no es responsable de tus miedos.
Había una posibilidad real de que Stewy estuviera furioso con ella por leer esos mensajes.
Lavinia se mordió el labio fustigándose.
– Es solo que… mierda… – murmuró – Stewy todo el mundo nos ve y debe pensar como ellos, ¿qué hace Stewy Hosseini con ella? ¿Cuándo recuperará el sentido común?
– Lavinia…– se acercó dándole calor a través del albornoz al tocar su brazo.
Stewy le quitó las manos de la cara y pasó los dedos por su mejilla. ¿Cómo podía decir eso? ¿Seguir sintiéndose insegura?
Pero en el fondo Stewy sabía por qué.
Toda esa jodida familia había soltado al mundo a sus retoños gateando a ciegas… con la esperanza de tropezar por accidente un día con el amor y la lealtad.
No llevaban juntos tanto tiempo, era algo relativamente nuevo… era demasiado pronto para sellar eternamentes y aun así si Stewy estuviera tan seguro del resultado de la junta de accionistas como de esto…
Si pudiera asegurar sin una pizca de miedo que no metería la pata… como sentía que estaba a punto de hacerlo ahora.
¡Casi vomitaba el corazón al verla a su lado por las mañanas!
No habían hablado de vivir juntos, simplemente había empezado a pasar menos y menos días en su piso y más en el de él y él no podía desear otra cosa que eso continuara.
– Yo no…
Se puso muy serio. – Livy… – la nombró en un susurro – Escúchame un segundo.
Ella se disculpó, confundida y contrariada consigo misma. – Es que es extraño… ya sabes…
Stewy la observó ceñudo: – Lo sé. Pero… Livy, no tienes que competir con nadie. Yo estoy contigo.
Necesitaba que ella entendiese que no iría a ningún lado.
Pero ella seguía en silencio, así que suspiró.
– Te prometo que todo se pondrá en su sitio después de la junta... Cualquier amistad que quede y para serte sincero mi opinión varia día a día, espero que se asiente en algo mucho menos desquiciante. Lo arreglaré, pero no esta noche, ¿de acuerdo?
Lavinia miró al suelo. – Sé que también estás estresado. Lo siento – se mordió el labio – Vamos, tratemos de descansar un poco…
Entonces Stewy curvó tenuemente la comisura de los labios y respondió, besando su sien con suavidad: – Te quiero, Lavinia. No quiero que te sientas insegura por un segundo cuando se trata de nosotros. Te mereces el jodido mundo… pero necesito que te lo creas. No puedo hacerlo solo.
Ella sonrió un poco y volvió a subirse a la cama, mientras él apagaba las luces.
– Dejemos el masaje para mañana…
Lavinia se quedó muy cerca de su cuerpo, el brazo de Stewy alrededor de su cintura, ella abrazada a una almohada y se quedó mirando al techo. Esto no iba a terminar bien, no podía, ¿o sí?
Se sintió en la piel de una niña asustada porque el amor de su vida había amado parecido antes ¿y qué pasaba si no encajaba en este mundo en el que sus primos y él se movían?
¿Si sin querer esperaba mucho de esto?
Susurró: – ¿Te ha… ahm, Aaronson… tirado los tejos?
Stewy la apretó un poco más contra sí con un suspiro.
Ahora estaba inseguro acerca de su política de honestidad.
Cuando le habló de Zahra el otro día… quizás subestimó la seguridad de ella en los dos. Estaba pinchándola un poco… Oh, era imbécil.
Al final pensó ¡a la mierda!… ambos estaban por encima de eso.
Y fue a decir: "Josh me entró y le dije que mi preciosa novia me esperaba en casa".
Pero luego razonó que no quería que se preocupara por una estupidez.
– Contrariamente a la creencia popular, no soy universalmente deseado – contestó con un beso en su oreja.
Lavinia dejó que la abrazara. Stewy puso su rostro contra su cabello y la estrechó un poco más.
En medio de su propia agitación consiguió que su espalda se derritiera contra el calor de su cuerpo.
– Stewy…
– ¿Sí?
– Me siento estúpida…
– No lo eres. Y para que conste – dijo – quién ellos esperan que recobre el sentido común no es yo… eres tú, Lavinia Hirsch.
Su cabeza daba vueltas de aquí para allá.
– Oh, pero con todo esto a veces parezco una niña jugando a disfrazarse. Estudié Relaciones Públicas, ¿y qué? ¿y si no sirvo para trabajar en esta ciudad? ¿O a este maldito nivel lejos de caterings y exposiciones de arte medianamente decentes? No siento que nada de lo que he hecho últimamente haya hecho ningún servicio y…
– ¿Y? – Stewy presionó. Y luego: – Tú sabes que eres jodidamente brillante, Lavinia. Pero Ken necesitaría escuchar a alguien para que pudieras hacer algo, ¿hm?…
– Mm.
Lavinia bajó la voz aunque estaban solos en la oscuridad del cuarto.
Al final bromeó quietamente, sin ganas. – Supongo que tampoco estaba preparada para una conversación sobre tu polla…
– Ha sido una respuesta muy fina…
En el fondo sabía que lo había jodido de alguna manera.
Por lo menos, esta noche.
Lavinia se despertó de un sueño pacífico con el sonido de su teléfono sonando. Aturdida, se estiró y lo cogió.
– ¿Hola? – murmuró.
– Hola Vinnie, soy yo.
Le costó reaccionar.
Miró la hora grogui. ¿Se había dormido?
No, apenas eran las 7.
– Oye, quería… El día de la votación en la empresa, ¿estás trabajando para mí? Por supuesto que sí, pero... ¿se supone que te reunirás con el tío Ewan?
– Bueno, espero verlo sí. Así que…
– Genial, genial… oye, escucha, tu jodido hermano me ha dejado como San Pedro. ¿puedes reunirte conmigo a las 8? Sé que en teoría no empiezas hasta más tarde, pero… ¿estás en Manhattan? Tengo reuniones después.
Miró la figura dormida de Stewy a su lado: – Voy a intentar llegar. Dame un poco de margen.
La habitación todavía olía a champú y loción, a cedro y cosas caras.
La realidad de que podría tener que hablar con la policía u otra vez con el Congreso lo hizo cuestionar si Ken tenía en mente lo mejor para él…
Por eso, qué diablos, Greg cambió de bando.
Además Pugh apenas le cogía el teléfono cuando quería hablar con él…
Sabía que tenía formas de hacer un trueque así que aunque su tío dijese que no funcionaba así… bueno, un poco sí.
Esperaba conseguir la dirección de operaciones en los parques, estar en casa los fines de semana.
Dada la situación… era curioso que en vez de estar dando vueltas a esa idea suya de pedir un lugar de responsabilidad en Brightstar Buffalo, estuviera googleando en el móvil sobre la Antigua Roma.
Lavinia le había mandado un par de links sobre Nerón medio en serio medio en broma, porque había dado por hecho que estaba viendo un documental friki de historia en alguna plataforma.
"Deberías ver documentales sobre asesinos en serie como el resto", le picó su hermana en su mensaje.
Greg recuperó en su mente la conversación con Tom. Había algo que no dejaba de hacerle run run en el pecho. – Greg, ¿qué sabes sobre, um... Nerón y Esporo?
Tal vez solo era Tom siendo Tom y tratando de asustarlo…
Si lo pensaba bien no pasaba nada porque era solo Tom y una de sus salidas de tono.
No debería estar repitiendo una y otra vez esa conversación en su cabeza.
– Nerón y...
– Esporo.
– Espor—no soy familiar con ese IP.
– Greg, sí – dijo Tom – Esporo era un joven esclavo. Era el favorito de Nerón. Y, eh... ¿sabes lo que Nerón le hizo?
Lo miró como quien ve un tren aproximándose a gran velocidad y en vez de apartarse, piensa absurdamente «no sé qué hago aquí».
– Bueno, Nerón... empujó a su esposa... por las escaleras. Y luego hizo castrar a Esporo y se casó con él en su lugar. Y le dio un anillo. Y lo obligó a vestirse como su difunta esposa.
Tom estaba un poco loco, un poco solo.
Greg intentó ocultar los nervios reales que de repente sentía sin motivo o uno que entendiera con una risa sorda. – ¡Guau! ¡Plot twist! – Tartamudeó. – No lo vi venir.
Tom respiró cerca, mientras él seguía intentando encontrar cuál era el motivo oculto para esta conversación. ¿Por qué Tom debía tener un doble motivo no?
Aquí siempre había un juego presente.
– Te castraría y me casaría contigo en un abrir y cerrar de ojos.
Joder…
Ah…
Abrió la boca intentando respirar, y sintió su cara arder.
De repente hubo demasiado silencio.
– ¿Estás bien, Tom?
Era imposible que Tom dijera algo tan ridículo. No era algo serio...
Después, cuando se había ido gritando porque no había querido pelear con él, Greg miró a su alrededor y se encontró solo. Su corazón estaba acelerado.
¿Qué estaba mal con él?
Cerró los ojos. Respiró. Exhaló. La tensión en su pecho se liberó un poco más.
Tom estaba loco, totalmente loco.
Le gustaba Tom… como una especie de amigo… aliado, ¿no? ¿C-cierto?
Recordó el cumpleaños de Vinnie.
No sabía dónde se había ido ella, pero se quedó con Tom hasta las cuatro de la mañana pasadas.
Les entró un hambre voraz y se pusieron a hablar de temas trascendentales.
Para Tom en ese momento… bueno… no había tema más importante que las cárceles.
Acabaron yendo a un restaurante en China Town de los que no cerraba nunca donde Tom se dio cuenta a medio devorar su comida que eso era pollo agridulce con verduras y arroz en vez del pato pekinés que había pedido.
Solo porque la camarera, una chica muy joven, intentó quitarle el plato mientras se disculpaba.
Estaba tan apurada que después también quería llevarse el plato de Greg y traerle pato. Uno de esos asados y relucientes que colgaban del aparador.
Cuando pagaron les trajo un postre que dijo que corría a cuenta de la casa. El aspecto del postre era… su aspecto era bastante extraño, pero tenía un buen sabor.
De alguna manera Tom acabó culpándolo a él, pero iban medio dormidos y borrachos, y le vio reír a carcajadas cuando subió al taxi. – No siempre es tu culpa, Greg, pero casi siempre es tu culpa, la leche, ¿a qué tugurio me has traído?
La corte de Logan Roy en pleno todavía buscaba desesperadamente aliados dentro de la junta anual de accionistas... para hacer todo lo posible para que Sandy y Stewy no ganaran.
Era el día D.
El tiempo se acababa.
Terminada una última reunión particularmente intensa con Kendall y Berry, esa mañana Lavinia se apresuró a llamar a uno de los ascensores para ir a buscar a su abuelo.
La junta de accionistas de Waystar se llevaba a cabo en uno de los grandes hoteles de Nueva York.
El Marriott.
Simplemente necesitaba hablar con él, saber si había algún motivo de preocupación por su salud.
Sabía que lograr una conversación de verdad con Ewan constituiría un reto, quizás uno mayor al de convencer a los medios de la posición de Kendall en esto.
Los pecados del padre…
Pero sin que hoy la empresa dejara de estar bajo su control.
Era una posición imposible.
Llegó a su abuelo antes que Greg. Éste llevaba el pase azul identificativo en el cuello e iba acompañado de Roger Pugh.
– Abuelo, ¿cómo estás?
Ewan pareció un poco molesto cuando le dio un beso en la mejilla, pero dijo: – Nada nada, espérate – y retornó a su asiento haciendo ademan de estar hablando algo de importancia con Pugh.
Estaban en una cafetería que el hotel había acomodado expresamente para los accionistas.
– Te presento a mi abogado. Roger – El otro hombre la saludó – Llevaba el asunto de tu hermano hasta que ha decidido faltarle al respeto. Estoy poniendo mis asuntos en orden. Ha pasado tiempo..., ¿todo bien contigo Vinnie?
– Sí, abuelo. Encantada, ah, – hizo un gesto amable hacia Pugh y se giró para hablar con Ewan – he estado intentando contactar contigo.
– ¿Algo importante?
Rechazó con una sonrisa la invitación para sentarse que Ewan hizo con su bastón. – Solo quería saber cómo andabas… y Greg..., discúlpale, pero anda bastante asustado con este tema, creo que está un poco perdido.
Ewan se mostró disgustado.
– No… basta de excusas. De hecho – anunció – he optado por donar mi fortuna a la caridad ya que tu hermano me ha faltado al respeto pese a ofrecerle mi comprensión y ayuda y se ha puesto del lado de esa pandilla de crápulas cómplices de Logan.
Bueno, pensó Lavinia, eso lo dejaba todo más claro.
Sería un palo para Marianne y Greg…
Y bueno no es que a ella le gustara ser pobre pero…
De alguna manera, por un momento, se sintió aliviada.
– Entiendo – dijo con cautela. Y quiso asegurarse – ¿Tú estás bien? ¿De salud?
No estaba segura que la sonrisa de Pugh fuera o no genuina cuando su abuelo murmuró molesto. – Estoy perfectamente.
Suspiró. – Bien, estaba un poco preocupada, abuelo… mira, sabes, es que —
Su abuelo hizo ademan de que lo dejara estar.
Pero después se aclaró la garganta: – Quizás no me incumbe, pero…
Se preparó para lo peor. – Dime…
– ¿Aun te ronda ese hombre?
Era una forma curiosa de preguntarlo después de la última vez. – Salimos juntos, abuelo. Es mi… pareja.
Movió la cabeza, ahora sí claramente molesto.
– Así supongo que he obrado bien – dejó su bastón apoyado en la mesa.
Eso le dolió un poco. El desheredarla porque elegía estar con quien consideraba… o darlo a entender en este momento…
Hizo lo mejor posible por ignorar el enfado que sentía con su abuelo.
– Tengo que volver a mi puesto de trabajo…– inclinó la cabeza ligeramente, para despedirse.
Su abuelo la estudió calmadamente.
– Como quieras, yo me voy mañana temprano, me van a quedar cosas por hacer, así que vas a tener que verte con Pugh si me haces el favor, te he hecho un poder.
– ¿Perdón?
– Has convencido a Finnigan de poner todo mi rancho patas para arriba. Tendré que volver… dudo que John o ese chaval sepan por dónde empezar con lo del viñedo.
– ¿Qué… quieres exactamente que haga?
Lavinia parpadeó.
Hizo una mueca, pasando su peso de una pierna a la otra.
Ewan la miró. – Nada que te traiga mucho trabajo. Es solo papeleo… Roger te llamara cuando se te necesite. Por ejemplo quiero deshacerme de mi apartamento en la ciudad, pensaba que podías tener un ojo en ello, junto con otras cosas menores.
A Lavinia le costó ocultar su sorpresa. – Claro...
Su abuelo suspiró, cerrando una carpeta que tenía en la mesa. – He dejado firmado el tema del testamento. No quiero dejar una herencia al tuntún por temor a que se desperdicie en fantochadas como la que nos ocupa aquí hoy, y tu hermano tiene que crecer, tomarse en serio. No lo hará si espera mi dinero… Ese muchacho tonto se ha puesto al servicio de una cruzada monstruosa. No soy una persona nada fácil pero quiero lo mejor para vosotros. Por eso voy a dejar una cantidad generosa a Greenpeace. Para ti – dijo – hay un fondo que gestionara Roger con una serie de condiciones para asegurar tu futuro. Nada que se te tenga que subir a la cabeza… Pero no voy a dejar a mi única nieta, y a mis bisnietos si un día los tengo, en manos de un desaprensivo sin una salida. Aunque no te lo creas, me preocupáis, y tal como yo lo veo, tu situación es muy distinta a la de tu hermano. ¿Escuchas?
Se le heló la sangre.
Eso le cayó mucho peor que si la hubiera desheredado de raíz...
¿Por qué?
Por la mirada de su nieta, Ewan dudó que la chica entendiera que no intentaba hacerle daño con ello, sino todo lo contrario.
Lavinia no sabía si quería seguir escuchándolo. Se apretó el puente de la nariz con los dedos: – ¿Unas condiciones?
– Sí, en efecto.
La mirada de Lavinia se hizo más intensa buscando respuestas. – ¿Qué condic…
Se sintió enfadada. Maldición, apretó los labios. – No soy la princesa en la torre o lo que sea que intentas, abuelo. No quiero eso. ¿Por qué harías…? No necesito ese tipo de protección...
– Yo ya terminé de tirar el dinero. No estoy obligado a pasar el resto de mi vida apoyando a adultos – le advirtió Ewan cambiando el tono fastidiado de su voz – Él no es bueno para ti. Tú eres mi nieta y no voy a permitir que él ni nadie te haga daño. Estoy estableciendo una salvaguarda para que no dependas de ningún diablo como ese. Lo hago por el cariño que te tengo. Pero no esperes mucho más de tu viejo abuelo…
– Stewy me quiere.
– Recuerda la analogía del gato y el ratón, solo que en este caso al ratón le gusta que lo atrapen. Eres más espabilada que eso, niña.
– ¿Cómo puedes decir
Nunca imaginó que le saliera con aquello.
Su decisión nacía ciertamente de una actitud de dinosaurio pero rechazó diseccionarla. No quería enfurecerse tanto con su abuelo que no hubiera vuelta atrás.
¡No estoy completamente desvalida —
Ewan no planteó esto con Marianne, que ella supiera.
No en esos términos.
– Me alegraré de que Greenpeace también obtenga mi parte. Si me disculpas…
Y como se fue así, pensó que eso era todo, su abuelo no iba a perdonarla.
Tenía varias llamadas de Kendall y Shiv.
Iban a seguir negociando aquí en medio de toda la acción.
Cuando bajó del coche con los Furness, la entrada del edificio donde se celebraba la junta de accionistas de Waystar Royco estaba abarrotada de gente, periodistas por todas partes.
"¿Estás dentro?"
"Sí".
"¿Llevas esa blusa que me has enseñado por la mañana?"
"Sí… Stewy, que tengáis suerte".
Estaba demasiado… distante.
Vaciló por un momento, pero luego la conversación que habían tenido después de que leyera su conversación con Ken en el iPad regresó a su mente.
Lavinia había estado normal después de eso.
Pero bueno, él había pasado dos noches casi en vela con todo eso de la maldita negociación con los dos trols idiotas de Waystar.
Quizás se le había escapado alguna cosa.
Sandy ahora pedía cuatro asientos, pero Stewy sospechaba que preferiría mejor a Logan haciendo el pino.
No había firmado para esto, joder.
"¿Algo está mal?", insistió.
Tardaron un rato en dejar de aparecer y desaparecer los puntos conforme ella estaba escribiendo.
"Mi abuelo".
"¿Qué pasa?"
"Nada. No te preocupes y menos hoy".
Mierda, Lavinia. ¿Y qué quieres que haga si no me cuentas mejor que pasa?
Lavinia estaba allí cuando entró a hablar con Ken sobre las negociaciones.
Pero ese no era el momento.
Le sonrió con los ojos y le rozó la mano cuando ella pasó por su lado para salir de la sala.
– No necesitas hacer eso – le llamó la atención Ken.
Sonrió con mofa. – ¿El qué?
– Actuar como si no estuvierais juntos, tío. ¿Es realmente serio entonces? Vas a ¿qué? ¿Aparecer en Acción de Gracias?
Alzó una ceja. – Si todo esto no me mata hoy.
Kendall asintió.
Luego Stewy rodó los ojos, chocando la mano y dándole unos golpecitos afectuosos en la espalda. Kendall era muchas cosas – pero también era su amigo más antiguo.
Había sido sincero cuando dijo que esperaba que todo fuera algo menos delirante a partir de ahora.
Aunque quería mantener la distancia después de que le hiciera quedar como un idiota con esto de Waystar. ¿Quién podía culparle?
La gente en realidad no cambia, al menos no quienes son en el fondo.
Todo lo que Kendall siempre había querido es ser reconocido por su padre.
A Stewy le resultaba extenuante de ver después de todo.
– Bienvenido a la verdadera reunión anual.
Sonrió con ironía.
– Bien, entonces… ¿qué pasa? No deberías estar parado sobre una caja arcoíris gritando "¡Se acabó el tiempo!"?
– Si bueno, sin el control familiar no puedo cambiar las cosas. De eso se trata en realidad…
– Bueno – Stewy dijo apoyándose en el sofá – guárdatelo para Vanity Fair, soy yo, tío.
– Como sea… mira, mi única agenda de hoy, ahora mismo, es buscar un trato que nos funcione a los dos.
– Hmm. Bueno. Sobre eso, tío…
– Soy tu aliado más poderoso en la compañía, sé que tus finanzas comienzan a tambalearse, no quieres arriesgarlo todo en una tirada de dados de una votación…
Stewy se cruzó de brazos. Se mordió el labio resignado porque eso no era más que culpa de sus malas decisiones. – Si perdemos nos vamos, nos vamos a la siguiente compañía y ya está…
– Sí, con un agujero de 50 millones de dólares en el bolsillo. ¿Tú quieres sacar algo de esto? Sandy quiere lastimar a mi padre. Hagamos lo posible, tengo a alguien con mi padre ahora mismo y está listo al cien por cien para llevarlo a votación.
Negó con la cabeza.
Podía apostar cualquier mierda a qué ese alguien era el puto Frank Vernon.
– Eso sería muy estúpido, Ken.
Joder.
– Stewy, lo sé. Habéis estado buscando un mejor trato, tú no piensas que haya ningun riesgo llevándolo al límite, pero sé a ciencia cierta que no vas a conseguir uno. Es un narcisista psicópata – siguió explicándose Ken. Le dio rabia que tuviera un cierto sentido. Mierda… – Él piensa que puede llevar esto ahí fuera, arrastrar a los indecisos con su… cosa de vudú Logan y ganar de plano. Y, sabes, no sé. ¿Quién puede decir que no puede?
Esto es de puta madre.
Le escuchó pensativo.
No se sentía tan entusiasmado por el desenlace de esto cómo debería; 50 malditos millones después…
Apenas escondió su reticencia cuando Ken le habló del cumpleaños que estaba preparando.
Podía prever ese absoluto desastre en su mente.
Cuando dejó la habitación, Lavinia estaba encerrada en otra sala con paredes de vidrio hablando abstraída con Jess.
Quería creer que tenían el infinito a sus pies.
La miró un momento tan… … bonita.
Después de esto de hoy, quería pedirle que se fuera a vivir a Tribeca con él.
Lo había pensado bien estos días.
Ella no tenía que dejar su piso de Queens…
Podía ayudarla a pagarlo para que tuviese todavía un lugar si… resultaba demasiado.
Stewy sabía que era subir la apuesta al modo difícil. Lanzarse con todo el equipo.
Pero ahora mismo no podía imaginarse querer otra cosa que no fuera a ella.
Se dio cuenta de que ni siquiera habían hablado de cómo veían ese hipotético futuro.
¿Cómo funcionaría? ¿Qué pasaría cuando… si?
Encajaban tan bien. Le gustaba quien ella le hacía sentir.
Solo quería esto; algo real. Con Lavinia.
Había dicho una vez y lo mantenía que le haría el amor cuando tuvieran 90 años. Adoraría cada bendita parte suya hasta que diera su último aliento. ¿Cómo se vería eso?
Estaba convencido de que podían formar una pareja sólida y duradera… si ambos mataban ese maldito miedo.
Estaba perdidamente enamorado de esta mujer.
N/A: Los diálogos de la serie pertenecen a los estupendos guionistas · Habrá más Tomgreg · No se ha dañado ninguna rana al escribir este capítulo :D
¡Disculpad el retraso, se aceptan críticas, tomatazos, y palabras de aliento!
