"[…] All she did was tie me down
That ain't what I need right now
But then again
Her touch is like a southern breeze on a summer night
It cools the air and dances on your skin"
– Then Again (Mitch Rossell)
Capítulo 25. Lo que sea necesario
Stewy se dirigió a la discoteca con Joey. Estaban en la zona VIP, la más exclusiva de todas, a la que solo tenían acceso unos pocos privilegiados. La noche prometía pero le inquietaba cómo se había despedido Lavinia.
Estos sentimientos que solo lo ataban, los habría mandado al infierno en otra circunstancia.
Sin embargo, no con ella.
Pasada la medianoche Stewy siguió bebiendo, con aire distraído fijó los ojos en la niebla rojiza que flotaba sobre las cabezas que bailaban en la pista del club.
Era un lugar caro pero no prohibitivo en el New Meatpacking District de Nueva York, un concurrido club pensado más para los negocios después de la cena y el copeo que para una cita íntima.
Uno de esos locales que seguramente un artículo de una revista del Lounge VIP del JFK había puesto de moda entre la jet neoyorquina.
De inmediato vio al puto Johnny Carson, que estaba bebiendo y esnifando cocaína en uno de los reservados. Como siempre, los amigos de éste eran tan ruidosos que ni se molestaban en cerrar la maldita puerta de la cabina.
No les importaba ser vistos y el staff del club hacía la vista gorda.
No eran los únicos.
Al jodido Joey Stuhlbarg se le acercó una chica y tiró de él hacia un lado.
El mismo Joey que estaba casado en segundas nupcias y tenía un hijo adolescente…
Su colega y la chica estuvieron riendo y ella no apartó la mano de las solapas de su americana. Joe parecía un crío con zapatos nuevos pero eso era habitual.
Le vio mandar varios mensajes de texto.
Stewy resopló con sarcasmo mientras esperaba por él.
El alcohol ya le estaba haciendo mella.
Luego su colega volvió donde estaba, contándole que un amigo suyo los había invitado a su apartamento en Sutton Place para una fiesta privada.
Stewy dudó, pero si hoy se iba a casa temprano, no iba a hacer nada que no fuera comerse la cabeza.
Lavinia no estaba, y sinceramente todo le parecía menos interesante por ello.
¡Joder!
¿Qué pasa contigo?
Tú no eres así.
Joey le presentó a la chica y a una amiga, pero fue una conversación breve.
El hombre se abrazó a Stewy mientras hablaba con las chicas. – Sois unos ángeles pero tengo que deciros que aquí mi amigo Stewy tiene un problema…
Las chicas rieron.
– ¿Stewy? ¿Ese es tu nombre?
– ¿Sí?
Él asintió llevándose la copa a los labios.
Una de ellas se acercó hasta estar casi encima suyo. – ¿Cuál problema? – preguntó divertida.
Stewy soltó una media risa, apoyándose contra una columna a una distancia un poco más prudencial. Se llevó la copa a los labios y esta vez bebió de tres tragos.
– Trabajar con él…
– No, no. El problema de Stewy es que se nos ha enamorado…
– Oh. Pero venid a la fiesta de ¿Nigel? Es una noche, no pasa nada.
– ¿Eh que no? – chinchó Joey, para reírse no sabía si de la chica o de él.
– No, además somos dos para dos…
– Di que sí. Díselo, díselo – la animó Joey – alguien tiene que sacarlo del cascarón.
– Vamos a por unas copas, ¿qué queréis? – ofrecieron.
– Tomad – Joey les dio un billete grande – pago yo.
Stewy chasqueó la lengua cuando se alejaron. – Tío…
– ¿Sí?
– No voy a hacer nada… y menos… ¿Pulseras de Columbia? ¿Estás seguro que ya tienen edad para beber? Paso.
– ¿La sobrina de Roy te tiene castrado o qué?
Puso los ojos en blanco. – Pasaría de esto aunque mi chica no estuviera sola en su casa. ¿Qué haces? Al menos ya sabes, – se burló con un gesto obsceno – te pones el condón y luego tienes sexo.
– No seas cretino. Tienen 23 años, ellas quieren pasarlo bien y yo también… Son majas.
Levantó una ceja. – Colega…
– Espera que probemos eso que llevo, entonces te sentirás vivo tío, como un puto súper héroe…
Fue mala suerte encontrarse de cara a Johnny Carson, en compañía entre otros de nada menos que el degenerado de Reece Barnett, cuando media hora después se dirigió al baño para refrescarse.
¿Por qué los idiotas siempre se juntaban?
Reece era obviamente el que iba más cocido de ese grupo.
– ¡Al baño, lo más interesante está siempre en el baño...! – le oyó decir.
Stewy arrugó los ojos y dejó que se formara una mueca en su boca.
¿Ahora Johnny compraba relojes inflados de precio como Ken?
Había movido hilos para desterrar a Barnett de estos círculos.
Y no dudaba que Kendall había hecho lo mismo en la última semana.
Había rumores efectivos para ello.
Aunque todo el mundo consumiera, a nadie le gustaba un idiota con la etiqueta de toxicómano y estafador…
¿Por qué cojones nadie lo había empaquetado a Alaska?
Johnny le sonrió con naturalidad al reconocerle de nuevo. Rió:
– Qué casualidad, Hosseini. Reece me decía justo hace un momento que tu novia tiene unas buenas tetas… ¿Es la jefa de prensa de Kendall, no? ¡Qué pequeño es el mundo!
Pero ¿qué mierdas?
– Piérdete de mi vista, tío.
Johnny Carson soltó una risita como de disculpa y musitó: – Bueh… hombre. ¿Dónde la escondes? Ya van dos veces que nos vemos hoy y ni un pelo de ella.
– Eso no es, ni de lejos, cosa tuya – le respondió a Johnny, tenso.
Stewy notó que el jodido Reece Barnett levantaba un poco la comisura de los labios y sonreía, no le pasó desapercibido que tardaba un momento en hacer contacto visual con él. Puto cínico.
Entonces el tipejo tuvo que abrir la bocota.
– ¿La prima de Roy? Felicidades, colega. Mierda, está buenísima... ¿le compraste tú ese vestido de la fiesta? ¡Acojonante!
Joder, menudo gilipollas.
Apretó sus puños hasta que sus nudillos se emblanquecieron, la mandíbula le pesaba y sus ojos estaban completamente oscurecidos. Otros dos tipos observaron el intercambio como si el imbécil de su amigo estuviera hablando del tiempo.
Eso probablemente hizo que intentara demostrar estúpidamente su "molabilidad".
– ¿Es tu novia o no? No TE enfades, hombre…– miró a Stewy y luego a Johnny.
Era un mierdas.
Le había metido ketamina en la bebida a Lavinia, aún sabiendo que esa puta droga era un anestésico utilizado para caballos y elefantes y que ella probablemente no tenía experiencia con ello.
– Hijo de puta… – siseó Stewy incapaz de enfocar la mirada en otra cosa que ese puerco.
Johnny Carson soltó una carcajada: – ¡Qué caras tan largas! Venga, que está de broma…
Stewy le lanzó una mirada de advertencia.
Intentó contar hasta cien para tranquilizarse y no hacer nada de lo que se pudiera arrepentir.
– Me da igual. No vuelvas a hablar de ella, Carson, es un aviso y aleja este de mí… – escupió – yo de ti… no me rodearía de gusanos… Si me disculpáis…
– Ehh – Reece tuvo la cara de protestar.
Había sido una noche larga.
Johnny Carson mantuvo la sonrisa ladina. – Yo solo quería saber si había para tanto… Va, no te hacía de esa clase – le golpeó el hombro jocosamente – Tío, solo te falta golpearte el pecho con los puños…
Stewy le apartó bruscamente.
Johnny le devolvió el empujón.
– Stewart, no seas ridículo. Es solo una tía… Me alegro que la vida te vaya bien, pero reconoce que lo que se dice es verdad, estas enchochado perdido, relájate.
– Vete a la mierda.
– Oh, no te pongas así… Por los viejos tiempos eh.
Stewy forzó su tono, un poco más pesado, cargado que antes: – Ya, lo que tú digas…
– ¡Venga! – insistió Johnny.
– A la mierda…
El idiota de Reece se envalentonó por alguna razón estúpida. No supo en qué momento se le puso delante.
Era más bajo que él.
Entendió que el tipo sabía perfectamente que estaban intentando joderle cuando nombró a Ken.
– Es una niñita rica de mierda que no aguanta un poco de k, vamos… ¿Por eso se ha mosqueado Kendall? No intenté nada, tío. – su tono fue engañosamente ligero – Estoy seguro que es una princesa de almohada… Ya sabes, tiene pinta de ser una estrellita de mar en la cama… y el vikingo daba mal rollo… No te cabrees, fijo que gime como una gata cuando te la follas pero, uhm… demasiado esfuerzo – añadió como si Lavinia no valiera una mierda... como si apenas fuera un trozo de carne sobre el que discutir.
Stewy movió el brazo derecho y le dio un sorprendentemente y efectivo puñetazo a Reece en la mandíbula. Tenía las cejas arrugadas por la furia.
El tipo cayó hacia atrás, agitando los brazos en el aire.
Él abrió la mano para relajar el puño después del golpe.
– ¿Qué cojon… – dijo Reece entre jadeos por aire. – ¿Estás loco? – preguntó mientras limpiaba la sangre de debajo de su boca.
– Cierra la boca – exigió Stewy. Dio un paso más cerca del hombre.
– Hey—
Johnny lo tomó del codo porque tuvo la impresión (errónea) que iba a volver a abalanzarse sobre Reece. Forcejearon, y mientras él se movía para librarse, Johnny levantó la mano para sujetarle la cara tratando de tener su atención, pero terminó golpeando a Stewy en el pómulo.
Stewy se zafó a la fuerza y se llevó instintivamente la mano a la mejilla. – Suéltame, hostia.
Johnny Carson levantó la mirada, sorprendido.
– Joder, Hosseini…
Stewy respiró hondo, una expresión seria, tajante.
Miró a la carroña de Reece y de nuevo a Carson: – Mierda… apártalo de mi vista o no respondo… Te juro que…– maldijo indignado, la mandíbula tensa – No, ES QUE ni siquiera me molestaré...
En ese momento Joe terció en la escena, apareciendo con el móvil en la mano de la nada. Conocía bastante a Stewy y había oído bastante sobre Reece últimamente para saber que eso solo podía acabar mal para todos.
– Vamos chicos, no hagamos nada de lo que vayamos a arrepentirnos. Vayamos al bar, Stewy. Tengo mucha sed...
Stewy puso cara de irritación.
Juraría que Joey que había estado con él justo antes de encontrarse con Carson ¿pero por qué esa obsesión suya de hoy con el teléfono? ¿Dónde se había metido?
Se produjo una incómoda pausa. – ¿Vamos?
Su compañero de Maesbury lo estudió con el ceño fruncido.
Su voz había sonado informal, pero Stewy escuchó algo más en ella. Una promesa de que cualquier cosa que hiciera tenía su apoyo.
– Sí.
Suerte para soportar tanta mierda.
Johnny se mantuvo allí de pie atrapado entre la ira y la diversión mientras observaba a Joey arrastrarlo a él hacia la barra. Otro tipo al que conocía de vista y que era culo y mierda con Carson dio unos golpecitos de apoyo en el hombro a Reece, humillado.
– ¡Qué imbéciles…! – Joey le susurró cuando se alejaron.
Stewy se giró como si hubiera estado viendo un grupo de serpientes comunicándose. Después, se encogió de hombros y cerró un par de veces la mano adolorida. – El muy hijo de puta…
– Ese bastardo de Johnny – dijo su colega del trabajo y comenzó a caminar de nuevo.
Stewy se quedó atrás y lo siguió a través de la puerta y hacia la pista llena de gente. – Pero en serio. ¿Quién es el otro? El que has pegado… Su expresión... El hombre debería pasar por la abstinencia.
Stewy no respondió, demasiado ocupado cavilando la situación, los labios fruncidos, y preguntándose cuánto alcohol podría beber sin matarse en una noche de borrachera.
Caminaron los pocos metros que les separaban del bar, que estaba sorprendentemente limpio y vacío.
Tardó un momento en reponerse de lo que había pasado y seguir el hilo de la conversación.
Las amigas de Joe no estaban a la vista.
Lo que era positivo porque si volvía a escuchar hablar del TikTok de nadie en la siguiente media hora…
– ¿Qué pasa…
¿De dónde salía ahora Ken? ¿No era esa Naomi?
Joey rodó los ojos y le habló con cara de disculpa.
Stewy intuyó que era lo que le había estado diciendo un momento antes:
– Me ha estado llamando… Quería saber dónde estaríamos de celebración. A Sandi no le gustaría saber que has tenido línea abierta con él toda la mañana… Estoy harto de escucharla quejarse de tu relación con los Roy.
Stewy se pasó la mano por la frente.
Uno de sus brazos dolía.
Le daba igual Sandi Furness ahora mismo.
– No te preocupes, ha sido para bien. Y hacía mi trabajo. Ni de coña nos favorecía que el viejo Sandy siguiera persiguiendo condiciones aún más ridículas. ¿No querías ir a votación, no?
– No estoy seguro. Hemos dado tantas vueltas que… Ya sabes que Albert piensa que eres brillante y él es el que tiene la firma para la caja fuerte.
Kendall apareció en su campo de visión en cuanto acababa de hacer la pregunta en voz baja.
Se dieron unos golpecitos en la espalda como por la mañana.
– Tío, hoy ha ido muy bien – Stewy solo alzó las cejas como respuesta.
– Confiamos en ello – Joey le dio la mano y puso su mejor cara e hizo una señal al camarero de la barra.
– Claro.
Stewy movió la cabeza. No era un entusiasta de ello, pero era un buen trato porque a priori no perdería más dinero.
– Ya veremos, colega. ¿Qué vas a tomar?
– ¿Te animas? – le hizo una seña que conocía y que no significaba alcohol en absoluto sino un tiro. Tardó un momento en contestar – Vamos, tío.
No le haría asco a una raya a esta hora. Pero no tenía ningún interés en volver a cruzar el local en la misma dirección.
– Mejor un vodka para empezar.
Ken le dijo algo a la oreja a Naomi Pierce y luego volvió su atención a Stewy. – ¿Uh, y ella? ¿Vinnie?
– En casa. Estaba cansada.
–Tío…
– ¿Qué?
– Te olvidas de que te he visto con la cabeza metida en un orinal – le dijo – Debería pedirte que trates bien a mi prima.
Stewy chasqueó la lengua.
– Si mal no recuerdo, tú acabaste esa noche peor. Y… tío, me cortaría una mano por ella.
Kendall no tenía derecho a mostrarse tan sorprendido como se mostró.
– ¿Hablas en serio?
– Nunca miento.
El mayor de los Roy (con permiso de Connor) movió el cuello, rígido, analizando de cerca al chico con el que había crecido.
Stewy dio un nuevo trago a la copa que acababan de servirle por cortesía de Joey.
Pidió también una botella de dom antes de sugerirles ir a unas butacas cerca de una rocola antigua que era parte de la decoración del club.
Las luces del local se habían vuelto azules después de haberse mantenido en rojo hasta la una.
Stewy exhaló aire, destensándose.
Fuera o no inteligente sentirse así… estaba jodidamente enamorado de Lavinia. Quizás un poco perdido por ello.
Sabía que ella sentía lo mismo.
Ken le examinó con la mirada y él levantó una ceja.
Entonces el primero volvió a mirarlo bien. – Qué… Pero si tienes toda la mejilla roja. ¿Te ha pegado alguien?
Stewy hizo una mueca. – Voy a arruinarle la vida a ese Reece, tío, no me hago responsable, y Johnny es un imbécil de campeonato…
– ¿Te has pegado de verdad con…? ¿por lo del otro día?
Stewy frunció el ceño. – Lo estaba pidiendo a gritos...
Kendall se rió incómodo, preguntándose cuando era la última vez que le había visto en esa tesitura. – Colega… ¿qué te pasa? – aunque se rindió cuando no tuvo una respuesta inmediata, solo la mirada en blanco de su amigo – Vamos, celebremos lo de hoy. Ha sido un placer volver a trabajar juntos. Nae, ven, vamos a brindar – llamó la atención de su novia que ahora estaba hablando con Joey. – ¿Puedes creerte que Stewy se ha pegado con Reece? – le preguntó cuándo ella se giró hacia él.
– Cualquier cosa… los tíos dais mucho asco…
Stewy rodó los ojos e inclinó la cabeza en un gesto de impaciencia.
– Hablando de brindar, tío – dijo Stewy serio, cruzándose de piernas al sentarse, intentando ponerse cómodo – Estoy metido hasta el cuello. Tal como está la cosa con Sandy no me quedará más remedio que ocupar mi silla en el consejo una temporada más, así que te pido por favor que hasta entonces no hagas ninguna tontería que me haga perder dinero…
– ¿Más remedio? – Ken se rascó el mentón, abriendo los ojos – Muchos no estarían tan resignados ante la perspectiva de seguir sacando dinero de la empresa de mi familia...
Stewy se pasó la mano por el pelo.
Quizás estaría más contento si esto no hubiera sido una mala decisión desde un buen inicio. – Es una maldita carga, eso es lo que es – gruñó, lamentándose.
– Será mejor que no te despistes – avisó Ken con un guiño de optimismo – Cuando consiga que se haga justicia haré grandes cosas con la empresa, no querrás vender.
Stewy se echó hacia atrás en la butaca.
La verdad es que la maldita actitud de Kendall todos esos meses seguía poniéndolo bastante enfermo, y le parecía ridículo escucharlo hablar como si no lo hubiera dejado en la estacada a punto de conseguir lo que habían planeado desde críos.
– Con todos mis respetos, Ken, sigo siendo escéptico. Si recibo puntualmente mi dinero, sabes que no te necesitaré.
– Tú solo espera, ya lo verás. Solo… – se interrumpió.
– Di.
– Cuatro asientos, Stew, con uno más nos tendríais jodidos… No solo pienso en mi tío, me ha llegado que Josh Aaronson está presionando para conseguir un puesto o vender… Mi viejo debe estar realmente jodido solo de pensarlo, va a hacer lo que pueda para impedirlo, pero dado que lo de la Pasa va a darle por el culo, quién sabe.
Stewy bebió un sorbo de vodka y agitó la copa en el aire.
– Y estás seguro de que podemos colaborar, ¿no es así?
– Por supuesto – dijo Kendall.
Él negó con la cabeza. – Deberías saber que si antes solo me interesaba el dinero que puedo ganar, ahora con mucha más razón.
– Bueno, y además…
– No te sigo. ¿Y además qué?
Kendall sonrió.
– Quieres el dinero y a mi jefa de prensa. Mi jodida prima, tío.
Abrió las palmas de las manos sobre sus rodillas, aceptándolo. Pero también fastidiado – Bien, vale… Exacto. Me has pillado – dijo con sarcasmo.
– Entonces – dijo Kendall ajeno a la conversación paralela que Naomi mantenía con el otro ejecutivo de Maesbury – ¿Cómo puedo contribuir a que lleves una existencia más pacífica?
Stewy se encogió de hombros porque su ex, su examigo, lo que fuera, sabía perfectamente la respuesta.
Le miró pensativo.
– Aquí no, colega. Pero quiero que hablemos de lo que pasó y – ironizó – no me mandes mierda la próxima vez que creas que me tiro al puto Aaronson. Quiero vivir tranquilo, disfrutar de un poco de paz. ¿Podemos hacer eso?
Ken vaciló. – De acuerdo. Es justo…
– Bien.
Luego se rió. – Aunque harías buena pareja con Aaronson. Quizás más que con mi prima. Lo intento pero... no puedo ver que tenéis en común. Te han ido mucho más siempre las modelos locas…
Stewy no dijo nada por un momento.
Luego añadió riéndose y poniendo los ojos en blanco:
– Déjate de gilipolleces y bebe.
– Y tú alegra esa puta cara. ¿De verdad vas a ser el ejemplo del decoro y la respetabilidad a partir de ahora? – preguntó Ken.
Pero Naomi había tenido suficiente de las confidencias de ambos sin acabar de escucharlos por la música del local y además el dom no le gustaba.
– ¿Alguien de aquí me va a invitar a una raya antes de que salga el sol o no?
– Nae…
Stewy asintió, rodando los ojos. Aunque, luego miró el panorama, divertido: – ¿Vas a entrar al servicio con nosotros tres?
– ¿Por qué no? ¿Crees que me van a decir nada? – la risa burlona de Naomi le hizo levantar una ceja. Se rascó la nariz.
Joey le señaló el camino al levantarse. – Qué va. Vamos, vamos. Será un placer.
– Genial… ¡Dejad de actuar como si fuerais monjes! ¡Hay que divertirse!
Se dio cuenta que no era la primera ronda de la noche para Naomi por los ojos y por cómo arrastraba las palabras.
Fue su compañero de trabajo quien habló primero cuando se pusieron en marcha – Sabemos que no es asunto nuestro – continuó Joey con seriedad cuando trastabilló con el tacón mientras maldecía en voz baja – pero ¿estás bien?
– Estáis todos muy preocupados – dijo Naomi, con una amplia sonrisa, seguramente porque alguien ya se la había hecho antes –, y eso es bastante conmovedor. Estoy segura de que de momento os llevo ventaja – hizo un gesto, y cogió del bracillo a Ken con una sonrisa.
Stewy refutó: – Hmm…
Noemí se rió. – ¿No vais a preguntarme si estoy segura de esto, ¿verdad? – Ella hizo un gesto vago hacia sí misma. Esto lo he hecho a los 16, a los 30. Créeme, puedo aguantar tu ritmo, Hosseini, sea cual sea.
Ken se encogió de hombros.
– Dice la verdad, aguanta más que tú.
– Vale – aceptó Stewy. Se volvió hacia Ken, – Aunque ya veremos. Entonces, ¿Dónde vamos? – preguntó, y Naomi chasqueó la lengua.
Ya en el servicio de hombres, Ken se acercó a su novia, apoyándose contra la pared como si aprovechara su espacio.
Mientras Joey hacía la primera raya sobre la pantalla rota de su teléfono de última generación, ¡y ya había cambiado de terminal tres veces ese mes durante las negociaciones!, Kendall decidió insistir con aquel plan de su cumpleaños.
Stewy escuchó vagamente las palabras de su amigo mientras observaba a Joe ponerse fino.
– Estos polvos son mágicos, tíos – le dijo éste.
Kendall habló en voz alta, casi anunciándolo como si estuviera invitando también a los que no estaban encerrados en el cubículo para minusválidos de ese lavabo.
Los cuatro cabían allí perfectamente, y además había un lavamanos.
– Voy a cumplir cuarenta y va a ser una fiesta de puta madre, tíos. ¿Cómo lo veis?
Stewy le miró. – Fatal.
– ¿Sí? ¿Eso crees?
Stewy no le contestó. En vez de eso fue hacia Joey, tomando un pollo del bolsillo de su propio pantalón. – Déjame a mí ahora, ¿quieres?
– ¿No quieres de esta?
– Tío, la última vez que me fié de tu material acabé la noche con taquicardia.
– Entonces, ¿por qué has dicho antes que sí?
Él ladeó la sonrisa.
Kendall les interrumpió: – Van a estar Zadie Smith, el puto Chuck D y Lukas Matsson, mi fiesta molara un montón, Stuhlbarg no puedes perderte esa movida.
Eso ya se lo conocía...
Cómo había dicho Naomi él también hacia estas cosas hace 20 años.
Por un momento recordó a Rava quejándose de su (ex)marido y él.
Solía pensar que había razones de peso por las que no se llevaban bien… pero Rava había hecho siempre bien a Ken, al menos hasta que su viejo yo no lo había mandado todo a la mierda.
La frustración que sentía por el sinsentido con lo de Waystar de su amigo ahora probablemente se parecía bastante a su frustración.
¿Podía conseguir él ese nivel de compromiso para sí mismo? ¿Uno parecido?
Todos los chicos de pequeños quieren ser los héroes de la historia, pero al final uno tenía suerte de no ser el malo...
No se perdonaría jamás hacer daño a la mujer de su vida.
Sabía cómo iban estas cosas… el compromiso…
Vio cómo se estropearon la relación y el matrimonio de Kendall.
Curiosamente no dio más de un segundo pensamiento a la cocaína en su mano.
¿Acabaría jodiéndolo espectacularmente?
No estaba seguro de si sabía cómo hacerlo.
Necesitaba su espacio y quizás esto, pero también a ella.
Stewy prefirió pensar en otra cosa, y dijo entrecerrando los ojos:
– ¿Por qué me tendría que importar que viniera Matsson a tu jodido cumpleaños?
Su amistad… no sabía hasta qué punto se podría parecer a cómo era hace un año.
Se arrepintió de haberle seguido la corriente con aquello del brindis ahí fuera… quizás hasta de haberle estado cogiendo el teléfono hoy. Tío, aún no me fío de ti.
– Pero vendrás, ¿no? Voy a tener a Lavinia allí trabajando.
Le miró fijamente. – Oh sí, el hecho que amenaces con esclavizar a mi novia toda la noche es mucho más tentador… Colega, dale libre e igual me lo pienso. El Times no va a cubrir tu jodido cumple en directo, búscate un organizador de eventos. Usa a Schneider.
Kendall se quejó: – Joder… Trato hecho… ¿Vendrás, entonces?
Stewy volvió a encogerse de hombros, y enarcó una ceja.
Hizo un sonido poco comprometido. – Ya veremos.
– Va – les dio prisa Joey – Espera, la raya. Pasa el turulo.
Ken se giró entonces hacia Naomi. – ¿Puedes creerte que está gaga por mi prima?
Joey soltó una carcajada con naturalidad. – ¿Gaga? Roy, no lo has visto ahí fuera a punto de romperle la cara a ese gilipollas de Carson.
– No ha ido así – Stewy zanjó.
Lo que esos tíos habían dicho para cabrearle… no era justo para Lavinia.
– ¿De qué cojones estabais hablando que haya acabado así? – preguntó Kendall un poco burleta.
– De nada. Estaba ese jodido Reece. Sabes que no soy violento. Si hubiera estado Livy, ella misma le habría dado una patada en los putos cojones.
– ¿Mi prima?
– Sí, tío. Y no dudo que lo haría mejor que lo he hecho yo.
– Deberías contárselo – dijo Naomi como si fuera obvio – aunque nos de rabia aún nos gusta que nuestros hombres se peleen como imbéciles por nosotras. Es por el jodido Disney o así. Normalmente os es poco favorecedor y además después os lo creéis y os volvéis insoportables, pero tratándose de patear el culo a Carson o Barnett, sí, puedo ver el atractivo…
Stewy levantó un hombro, un gesto a juego con la sonrisa torcida y miró a Joey. – Esto ya no es divertido… ¿Antes hablabas de… Suton Place?
Por la mañana, Stewy recordaría pocas cosas de aquella fiesta a la que fueron después.
Los primeros cuarenta cinco minutos después de llegar a la fiesta, su compañero de Maesbury estuvo hablando sinsentidos sobre no sé qué ejecutivo idiota de un fondo de coberturas que creía haber sufrido un ciberataque y le habían pedido una cantidad estúpida para no vender información de su empresa en el mercado negro o a la competencia. En realidad, lo único que tenían de él era unas selfies donde esnifaba polvos mágicos del canalillo de una desconocida.
Pero les había acabado mandando un montón de dinero…
Estos días los gilipollas parecían multiplicarse en Wall Street.
No era tan difícil, solo se trataba de no ser un idiota.
Luego alguien hizo un comentario sobre la juventud de la chica que había estado con Joey parte de la noche.
Se ve que era de buena casa con un futuro más o menos prometedor que podía irse al traste si metía la pata con tipos casados como Joey, por lo que puede que éste se estuviera jugando más que un tirón de orejas de un padre furioso.
A estas alturas de la madrugada Stewy estaba semi lucido.
Pero se sentía en lo alto, en la cima.
Era el embrujo de la cocaína y el alcohol.
Toda esta gente, bebiendo y gesticulando, levantaba el mismo rumor que si el salón estuviese ocupado por un avispero enorme.
En cada rincón de la casa había gilipollas, alcohol y sexo.
El desfase era absoluto.
Pensó que a Lavinia le enfurecería ver hablar y comportarse a la mayoría de tipos de Wall Street que corrían por este piso creyéndose Jordan Belfort.
Le mandó un mensaje aunque estaba seguro que estaría en la cama.
Quería arrancarle una sonrisa.
Vértigo. Esa es la sensación que le dominó mientras tecleaba.
Pero estaba jodidamente seguro que era cierto.
"¿Sabes cuándo quieres que un momento dure para siempre? Así es como me siento contigo. Te quiero, joder".
Ella no debía poder dormir porque le mandó un emoticono con un beso no mucho después. "¿Por dónde andas?"
"En una fiesta con Joey".
Dudó si esperar a verla para contarle que Kendall y Naomi estaban en algún lugar de la misma fiesta pero supo que no tenía puto sentido callar.
La llamó en cuanto consiguió llegar a un lugar de la casa sin ruido.
La cocina estaba vacía porque, bueno, al entrar él… una pareja que se metía mano contra la nevera había salido pitando de allí.
En una de las habitaciones, Joey había pillado unos en plena mamada... cuando se había aventurado al fondo de un corredor para dejar la americana y el bolso de esas chicas que había traído con él.
Lavinia dejó pasar tres tonos antes de cogerle el teléfono. – Hey, Liv.
Enseguida los dos supieron que podía más su preocupación que cualquiera que fuera lo que la había hecho estar distante al final de la tarde.
– ¿Te encuentras bien? – le interrogó un poco alarmada.
– Sí, bueno… nada que no se arregle luego con unas horas de sueño.
Hubo un silencio de parte de ella.
– Livy…
– ¿Sí?
– Kendall está aquí.
– Lo sé. Agregué a Naomi en Instagram para… bueno, por si había algo que se nos escapaba, ya sabes, con todos esos artículos venenosos que salieron después de la carta de Shiv – su tono pareció relajarse – Sales en el fondo de algunas de las fotos… ¿Volvéis a trabajar juntos? ¿Habéis podido hablar… de lo que sucedió cuando él… se tiró atrás?
Se pasó la mano por el cabello sujetando el móvil contra la oreja. – No. No realmente. Pero quiero hablar de eso. Te prometí que lo normalizaría y es lo que pretendo hacer. Livy… no habrá más mierdas que nos afecten. Lo que tenemos… Eres demasiado importante, mierda.
Sabía que era su colocón hablando más claro de lo que quizás haría sobrio…
Pero no importaba.
Con una voz más controlada dijo: – Vente a vivir conmigo.
Ella suspiró. – Stew… No creo que por teléfono y a estas horas sea buena idea que lo hablemos…
– Tienes razón, solo… piénsalo, eh.
Identificó una pequeña risa de ella en el sonido del auricular, casi aliviada. – Odio hacer dramas, pero creo que necesitaba que me telefoneases a las tres de la madrugada… aunque no tenías por qué hacerlo. No tiene mucho sentido.
Stewy sonrió y apretando un botón solicitó convertir la llamada en una videollamada.
Pronto la cara pálida de Lavinia apareció en su pantalla.
Adivinó que no llevaba pijama porque se había envuelto en sus sábanas.
Era preciosa y suya.
Recordó el día en que se conocieron...
Ella se sonrojó porque le puso la mano en la parte baja de la espalda y desde entonces ya jamás salió de su cabeza.
No lo estropees.
– Tiene todo el sentido. Yo también necesitaba llamarte…
La vio entrecerrar los ojos. – Pero tengo sueño… estoy cansada… y tú no estás en condiciones… No podemos hablar realmente de nada.
– Da igual. Puedo mirarte y eso es más que suficiente… me gusta mirarte.
Lavinia se pasó la mano por el cabello y queriendo arreglarlo se lo alborotó aún más. – Estaba intentando dormir. Estoy hecha un desastre…
Él estuvo en desacuerdo: – Estás insoportablemente bella.
A estas alturas Stewy la quería, no, más, la adoraba, le tenía rendido.
Lavinia sonrió incluso a su pesar. – No mientas…
Sus ojos marrones oscuros brillaron enseguida. – No lo hago… creo que aun llevo tu gusto y tu olor quizás es que no se me va a borrar nunca – hizo un puchero – No es nada divertido sin ti.
– Stew…
Hizo un gesto de exasperación con la cabeza pero no parecía enfadada.
Stewy siempre había disfrutado de este tipo de fiesta en el que entrabas en una habitación y podías encontrarte cualquier cosa, sexo, drogas, pero en este momento le molestó sobre manera que alguien interrumpiera su conversación para entrar en la cocina.
Podía haber música, psicotrópicos, lo que fuera, eran las 3 de la madrugada, la gente que uno se podía encontrar a esta hora era de lo más variada pero compartía un cierto gusanillo por vivir rápido.
Escuchó unas voces y luego alguien que paraba en seco al abrir la puerta de la habitación.
– Perdón – se disculparon dos chicas y un chico de unos treinta cuando entraron, pero siguieron su camino hacia una mesa con botellas.
Tenía una mano en el bolsillo y toqueteaba con los dedos la bolsa de polvos mágicos para saber que seguía ahí. Que seguía ahí él, no la bolsa.
Había esnifado sus gramos ya, necesitaba tocar algo que le fijara.
– Será mejor que hablemos mañana – propuso Lavinia con voz dulce, consciente que ya no estaban solos.
Al final suspiró con un sonido suave que, de alguna manera, Stewy notó en todo su cuerpo.
– Te quiero, preciosa
– Lo sé.
– Vente.
– ¿Cómo quieres que venga a esta hora? Estoy en la cama, en la otra punta de Nueva York.
Stewy le insistió, aunque era un error. – Puedo mandar a alguien a buscarte.
– ¿Cómo…
Flaqueó un poco por su mirada de gamberro…
Stewy supo enseguida que la tenía casi convencida. – Veeen.
Ella hizo una mueca: – ¿Tú estás bien?
Stewy lo estaba, pero había tomado mucho, llevaba horas bebiendo alcohol y se había metido varias rayas de coca.
Resultaba obvio que necesitaban hablar mañana, sobrios, sin sueño… y que ella estaba a punto de ceder más fruto de la preocupación que otra cosa.
Los celos ni le pasaron por la cabeza. Fue porque era obvio en sus pupilas que era de esas veces en las que iba a meterse hasta quedarse listo.
No porque no controlara, se dijo, pero porque estaba celebrando como había sido el plan desde un principio…
Él quería celebrar con ella.
Ella no podía dormir.
– Bebe agua, ¿eh?
Miró a su alrededor y dijo en broma: – No sé si hay agua.
Ella sonrió. – ¡Llena un vaso en el grifo! Voy a intentar cerrar los ojos un rato… ¿vas a estar bien?
Stewy protestó. – ¡Ven a celebrar, Livy! Esta vez estoy dentro de la empresa para bien y será otro rollo distinto, ven, bailamos un rato y nos vamos a casa juntos… No tendría que haberte dejado ir esta tarde, soy un idiota.
– ¡Son las 3!
– Pero eso no quiere decir que no podamos disfrutar de esta noche. ¿Qué dices? Tengo solo un 2% de batería.
La vio morderse el labio, dudando. No habría manera de dormir ahora.
– No me hagas esto.
– Podemos ver la salida del sol desde el Highline. Además…
– ¿Además? – preguntó sonriendo.
Se puso zalamero. – No has querido celebrar conmigo mi victoria. Vas a tener que pagarme una prenda…
Decidió pincharle un poco. – ¿Oh, era una victoria?
– Sí, y mi chica ha decidido no acompañarme…
– Salta a la vista que te lo estás pasando más que bien. No quiero que digan de mí que soy una novia paranoica… ¿quieres que venga en pijama?
– ¿Qué pijama?
– ¿El qué?
Se mordió el labio, bromeando: – No lo sé.
Se rió. – No voy a darte nada… ¡Mírate!
– Me rompes el corazón cariño… – ahora hacía comedia.
Ladeó la cabeza para mirar a cámara:
– Si cojo un taxi... ¿De verdad, quieres que venga…?
– No, un taxi no, es peligroso a esta hora, no es seguro, te mando a alguien.
– Stewy…
– ¿Es un síi?
Ella acabó asintiendo.
Guardó su móvil en la americana en cuanto tuvo de inmediato la confirmación que Diego la recogería en su piso.
Se tropezó con Joey apenas salir al salón. – ¿Dónde estabas?
– Llamando.
– ¿A estas horas? ¿Al departamento de moneda?
Él sonrió como un gato travieso.
De repente empezaba a sentirse mejor, como alguien que tiene más consistencia que la realidad, a pesar de que esa no fuera una hora para ello.
Era algo distinto a la lucidez de la droga.
– Le he pedido que venga. Esta tarde cuando fui… algo no estaba bien.
– Estás realmente enganchado, ¿eh?
– Ríete…
– No – Joey le miró divertido – Ven conmigo, acompáñame, necesitas aire fresco… Mírate los ojos. ¡No querrás que te vea con esas pintas! ¡Y yo soy quien estaba peor hace una hora!
Salieron a acompañar a la chica que Joey había conocido esta noche y a sus amigas a un taxi. Había una chica más que en el club.
El ejecutivo de Maesbury les llevaba al menos 20 años. Él más de 10.
Una de ellas se apoyó en su brazo como para despedirse, justo cuando lo iba a besar Stewy sonrió con un modismo pícaro evitándola.
– Eso mejor a Joey…
Después de que se fueran Joey le invitó a un cigarrillo, mirándole como si en las últimas horas le hubiera salido otra cabeza.
Stewy ofreció voluntariamente después de varias caladas: – ¿Qué pasa?
– Estás jodido…
– Nope.
– Por supuesto que sí.
Stewy dio otra calada al cigarrillo.
Exhaló humo.
Joey le estudió y, durante unos segundos, los dos se quedaron allí fumando.
– ¿Qué propones que haga? – preguntó, contento de ocultar tras el tono de voz irónico la ternura que sentía al pensar en su novia.
– Cómo saberlo… pero tío, qué habilidad para meterte en líos con esa familia. No me mires así, que no soy idiota y llevo trabajando contigo 13 años. ¡Y qué necesidad! ¿Qué coño? – dijo – Te prometo que cualquiera en esta fiesta te la chuparía igual de bien…
Había confianza entre ellos… tanto que daba asco.
Pero por alguna razón, una expresión que no hace tanto no le habría hecho sentir ni frío ni calor, le disgustó de una forma… más real.
Casi tanto como lo había hecho Johnny Carson antes.
Quizás por eso tendría memoria de ese momento al día siguiente pese al alcohol y la droga que había consumido.
– Joey, joder… – protestó.
Stuhlbarg levantó ambas manos con ánimo apaciguador.
– Perdona, es la puta costumbre… Joder, hasta las 6 que no nos echen podríamos haber hecho muchas chorradas… Dios, acabo de dejar marchar a esa chica y su amiga… ¿amigas? ¿había más de una, no? – se puso la mano en la frente – ¿Esto te parece divertido?
Stewy se pasó la mano por la barba ordenada, sonrió pillo.
Y, agitó la cabeza.
– Luego te arrepentirás.
– Oh, mira qué me dices... Me das miedo, tú no eras así.
– ¡Estás colgado, cabrón!
Esta semana su trabajo le había obligado a saltar de la cama temprano o a no ir a esta.
Ya no era tan joven como para dormir tres o cuatro noches y las demás salir de noche o tener reuniones a las putas 5 de la mañana. Además se encontraba, como decirlo, cansado.
Normalmente habría regresado sin ningún remordimiento a Tribeca o acabado desplomado en la cama de uno de los desconocidos que esa noche se había cruzado en su camino.
Con Zahra quizás habrían ido a diferentes fiestas y se hubieran reencontrado al final de la noche.
Pero no estaría tan aliviado de dar la vuelta a la noche cómo hoy con Lavinia.
Ni siquiera después de un pequeño enfado.
Maldita sea.
Ella era la chica definitiva.
No es que nadie usara ese término hace un puto siglo, pero en ese instante ella lo era. Definitiva, irrevocable y absoluta.
Y que Dios le asistiera, sentía el irrefrenable impulso de hacerla feliz.
Pero has sido un egoísta de mierda sacándola de la cama…
Joey volvió a hablar. – ¿Entras conmigo o…? Debes encontrar como bajarte el pedal. Confía en mí, vas a estar como nuevo cuando llegue tu chica. Esta no es una hora para estar vivo…
Estaba haciendo lo que mejor se le daba en ocasiones como esta.
Disfrutar de la escena social.
Tomar copas con este y aquel. Golpecitos en la espalda, bromas, conversaciones de negocios cuando hasta el más pintado iba mal, llevaba en esto toda la vida.
Se rió a carcajadas cuando Joey le ofreció otra ronda de droga.
G.
– ¿No decías que tenía que pasárseme?
– Exacto. Esta mierda te irá bien, confía en mí...
Ella llegó una hora después.
Iba con una blusa negra y unos shorts de fiesta.
Sin maquillar. Preciosa.
– Stewy…
Él sonrió, abrazándola.
– Baila conmigo…
Le puso una mano en la barba, mirándolo. – ¿Estás bien?
Los ojos preocupados.
– Mejor que nunca. Déjame verte…
– Stewy… Acabo de salir de la cama por ti hace una hora, sé bueno.
– No dormías…
– No, pero podía cerrar los ojos y imaginarme que lo hacía. Hoy… – enarcó una ceja – ayer fue un día duro.
– Lo sé, ven. Déjate llevar.
Sonaba una pieza de música electrónica, pero con trazos de algo más tropical. Stewy la cogió de la mano para que le siguiera y la hizo bailar.
Lavinia volteó sonriendo.
Él apoyó su cabeza en la espalda de Lavinia cuando ella se giró, abrazándola.
Se dejó guiar, sus dos manos en la cintura.
Luego: – Mira lo guapa que eres, mira cómo bailas, joder. Realmente disfruto de verte. Puede que esté completamente colocado, pero contigo aquí el subidón es mucho mejor…
Ella se mordió el labio dándose la vuelta, siguiendo el ritmo de la música. Pasó los brazos alrededor de su cuello.
– ¿Estás bien? ¿Qué has tomado? ¿Pastillas?
– No pasa nada.
Hizo una mueca. – Vamos. ¿Has visto tus ojos?
– ¿Qué hay de malo con ellos?
– No sé…
Stewy dijo varias veces su nombre. – Livy, Livvy…
– Apenas puedes hablar…
Lavinia hizo una mueca contrariada, pero antes de venir era perfectamente consciente de que él estaría así.
Una gran parte de por qué había aceptado era porque le había preocupado.
Se mantuvieron allí, con los brazos alrededor del otro, hasta que perdió la cuenta de los minutos.
– Vamos a casa.
– No, no llevas aquí ni una hora, quedémonos. Es divertido…
– Mírate esas ojeras. Pareces un fantasma.
Stewy acercó la boca a la suya, riendo gamberro. – ¿Un fantasma haría eso? Vamos di mi nombre, Stewy, Stew – El tarareo de Stewy fue prácticamente un ronroneo, consciente de su mirada.
Puso las manos en el cuello de ella y después jugó con los mechones de su melena castaña.
Ella le puso una mano en el pecho, entre el cariño y el enfado. – A veces puedes ser muy dulce pero otras eres un verdadero idiota…
– Soy tu idiota.
– Venga, vámonos a casa.
– Mhm. ¿Vas a decir que sí a vivir conmigo?
– Voy a decir que lo hablaremos por la mañana…
Esta vez sí dejó que la besara.
Se encontraron a Kendall poco después.
– Hombre, ¿has venido a hacer de canguro de este tío tarado…
Ella realmente no quería eso.
Suspiró.
– Vais fatal, todos, Kendall, procura no – resopló – hacerte selfies por ahí. Mañana no empiezo a trabajar hasta las 11, así que si hay un escándalo antes…
– Tú mandas…
Naomi se lo llevó con ella pero después estuvo mirándolos de lejos.
Cuando estuviera sobrio Stewy tendría que reconocer que era verdad que la prima de Nan Pierce tenía una resistencia admirable a la coca.
Lavinia hizo pensativa un gesto de negación con la cabeza. – Menuda fiesta, ¿eh?
Ni siquiera se detuvo a pensar o a reconsiderarlo cuando dejó que Stewy le diera un pico en los labios. – Ha mejorado mucho últimamente.
Frunció la boca, aún sonriendo. – Adulador.
Se encontraron a Joey más tarde mientras Stewy le iba a buscar algo para beber. – Él está coladísimo por ti. Nunca lo había visto así.
– Estoy segura que exageras…
– Nunca – insistió Joey. Luego se rió – Se está volviendo un pelmazo. Hace cosa de un año poniéndonos tibios a alcohol, los dos nos quejamos de esos tíos que dejarían atrás a su madre por una mujer… bueno, creo que eso fui yo – levantó las cejas sugerente – pero mírale ahora.
Muy maduro, se dijo irónica.
– Si me perdonas…
– Hey, hey. Toma – cogió la copa que le ofrecía Stewy – ¿Qué pasa?
Lavinia sonrió besándolo mientras él le rodeaba de nuevo la cintura.
Stewy le besó suavemente primero, y buceó por su boca después buscando su lengua. La estrechó y se movieron por la sala pegados, la guió abrazándola por debajo de las costillas.
Stewy también le sonrió por debajo de sus pestañas, trayéndola de vuelta de sus pensamientos.
– Eres preciosa – susurró mientras su mano acariciaba la parte baja de su espalda, – Tengo ganas de pasarme toda la noche tocándote.
Lavinia se resistió un poco, pero acabó cediendo a sus mimos.
– Queda ya muy poca noche y estoy bastante cansada… – le dijo.
Stewy se inclinó hacia ella y le recibió con los labios entreabiertos. Se empezaron a besar y se apretaron buscando el tacto del otro. – Para, para…
– ¿Por qué?
– Porque vas muy mal.
Stewy se rió. Tiró de ella contra su cuerpo, de nuevo abrazándola. – Maldita sea… vamos a divertirnos. Hay que dejarse llevar. Puedes propasarte conmigo, ¡en serio!…
– Eres un altruista… – bromeó.
– Venga… ¡es divertido!
Él volvió a darle un pico.
Lavinia notó la piel de los brazos poniéndose de gallina cuando susurró con una sonrisa: – Livy, Livy, Livy… Te he echado de menos toda la jodida noche.
– Stew…
Una mujer espectacular, de unos 50 años, se quedó mirándolo cuando estaba sirviendo a Lavinia una copa de un mueble bar. – ¿Es esa ginebra japonesa?
– Sí.
– ¿Me ayuda a servirme?
Les sonrió al irse.
Podían estar hablando fácilmente de la doble de Monica Bellucci.
La música estaba más alta de cuando Lavinia había llegado.
– Es muy guapa.
Stewy sonrió con algo travieso en la mirada: – Oh, ¿te gusta?
Ella entrecerró los ojos. – Noo. No creo que me... gusten las mujeres.
Su sonrisa se redobló. – Es una pena.
Lavinia puso los ojos en blanco.
La volvió a coger de la cintura con voz seductora. – No haría nada, solo… querría verte con ella... pero entonces, entonces creo que miraría de sacarte de allí… para tenerte para mí solo…
Bromeó cogiéndolo de las manos: – Estás loco…
Él la besó como la quería cuando se permitía prescindir de nada que no fuera su instinto. Posesivamente.
Lavinia apenas pudo dormir en toda la noche.
Cuando llegaron a casa ambos estaban destrozados.
Stewy se quedó dormido en cuanto se permitió cerrar los ojos. Casi dejándose caer en la cama…
Ella se quedó mirándolo un buen rato, su mano pasando suavemente por el pelo de su pecho. Se había acostado en calzoncillos. Más tarde, miró hacia el cielo oscuro y nublado, intentando aclarar su mente.
Las fotos de Instagram de Naomi eran lo bastante inocentes.
Pero habiéndolo visto en persona, las caras, las chicas con tipillos imposibles, los hombres guapos, las ropas, las posturas, es verdad que se preguntó por enésima vez si ella encajaba de verdad en el mundo de élite de Stewy en Nueva York.
En fiestas como la de hoy…
Esa mujer del final de la noche lo había mirado con un deseo tal que hasta ella lo había sentido en su cuerpo.
Siempre había algo o alguien dispuesto a recordarle que Stewy era un tipo libre, excepto que lo ataban a este mundo los bienes terrenales, los vicios y las pasiones.
Quizás ella podía ser una de esas cosas.
Stewy es… es diferente.
No pretendía cambiarlo.
Aunque esto suyo fuera en serio...
Al revés, se sentía orgullosa de la manera como se relacionaba tan fácilmente con todo el mundo, cómo era capaz de atraer la atención de una sala a su entrada, en su elemento, perfectamente cómodo con todos.
Pero quererle como le quería no significaba que pudiera ser para siempre... Inhaló nerviosamente por la nariz y expulsó aire por la boca.
Lo miró dormir, tan tranquilo que nadie podía imaginar que aquel hombre era apasionado, encantador y que hace solo unas horas estaba bastante colocado.
Estuvo pensando largo rato si no sería ella el problema…
Porque imaginarlo siendo abordado por esas mujeres y hombres, con toques que se eternizaban, besos demasiado cerca de la boca, la enfadaba un poco tontamente.
Querer pero sin confiar no era posible.
Las fiestas como la de hoy eran medio mundo de Stewy.
Ese Johnny tenía razón.
O su compañero de Maesbury.
Ella no quería ser una aguafiestas o hacerle de madre.
Los celos eran una emoción como todas las demás…
El demonio dentro de ti está tenso, alerta. Raspa un dedo a lo largo de la parte inferior de tu estómago, con ojos verdes y hambriento.
La culpa significaba que tenía cierta consciencia de que las emociones estaban surgiendo de una manera más negativa de lo que le gustaría.
Podía elevarse por encima de eso.
Ser madura.
No estaba celosa ayer al final de la noche.
Insistió para que tú fueras.
¡Te llamó a las 3 de la madrugada!
No puede volverse una costumbre, ninguno de los dos querría, pero fuiste porque te preocupó que se hubiera pasado.
Bebiste, bailaste… en realidad estuvo bien.
Cuando a primera hora de la noche había llegado a Queens lamentó no haber ido antes a por Toffee…
Pensó que al menos así tendría compañía mientras daba vueltas en la cama o vagabundeaba por su piso.
Fue más tarde cuando Stewy la llamó, que cambió toda su idea de la noche.
Sentía un cosquilleo en el pecho y la boca del estómago cuando respondió al teléfono. Estaba enamorada y… Oh, eres tan ridícula.
Maldita sea.
Había algo en el tono de su voz, y la manera tan intensa en que la miraba que siempre la hacía sentir deseada, bonita.
Pero esta vez también estaba un poco enfadada.
No estaba segura si más con él que con sí misma.
Esta mañana él aun dormía.
Lavinia llamó a Monique cuando fue al baño.
Estaba agotada.
Los ojos hinchados por la falta de sueño.
Dormir poco le sentaba mal.
Buscó en los cajones y le robó a Stewy un poco de la primera crema hidratante que encontró para remediar la imagen que le devolvía el espejo.
Dejó que su teléfono diera señal cuando marcó el número de su amiga
– ¿Hola?
– ¡Monique!
– Cariño, hace siglos que solo sé de ti por las redes.
– Lo siento, ha sido un poco de locos...
Se sintió algo culpable por agobiarla, cuando antes no la había llamado en semanas.
Pero su amiga la conocía bien y ella se había quedado rayadísima con su abuelo y Greg… y después estaba Stewy que… De tanto pensar… podía estar complicándolo todo. – ¿Vas a desembuchar o? ¿Vinnie?
Suspiró. – No te preocupes. Es solo… estoy comportándome de un modo ridículo. ¿Crees que se puede querer mucho a alguien… pero no saber hacerlo bien?
Pudo imaginar la mirada exasperada de su amiga.
– ¿Qué ha hecho?
– Nada. Bueno… aún está durmiendo. Ayer fue una noche complicada. Estaba completamente drogado.
– Oh, y tú cuidaste de él.
Suspiró reteniendo una risa. Era como si Monique le leyera el pensamiento. – Creo que ya lo sabes…
– Oh, cariño... Confía en tu instinto – entonces añadió en un tono algo mordaz – Que se lo monte mejor y deje de hacer dudar a mi mejor amiga o me voy a presentar en Nueva York un día de estos.
– Moni… – se mordió el labio – Me ha pedido que viva con él.
Su amiga tosió. – ¿Ya? Dios, para no estar por la labor, va muy deprisa – rió.
– No, solo, me he estado quedando mucho, mi apartamento está muy lejos del centro…, a mí también me gusta quedarme… es que, bueno Stewy no es evidentemente de ese tipo…, ¿y cuándo se dé cuenta que le he ocupado su sitio o que ronco cuando estoy agotada o me dejo las medias por el medio?
Monique se aclaró la garganta a través del teléfono.
– Vinnie… Odio decir esto porque aún no estoy segura que me caiga bien. Pero sé que tiene algo que te engancha y la vida es corta, si estás segura que te quiere, aprovecha. ¿Será tu amor para siempre? No sé si puede que lo sepa alguien… Sí, sé lo que piensas tú… Pero esas cosas llevan tiempo… ¿cuánto lleváis, reina?
– No estoy segura... Quiero decir, si cuentas que sin estar juntos, lo estábamos, puedes decir 5 meses pero si no… Debo estar loca.
Monique hizo un chasquido, con familiaridad.
– Ay, cariño… si quisieras y te lo creyeras, el mundo sería tuyo.
Lavinia pensó que estaba suficientemente enamorada como para saber que debía pararse a pensar con algo de sensatez.
El balance, los límites... esas cosas importan.
Se había enamorado de él ciegamente como una niña y se conocía lo bastante a sí misma para temer que un día en ¿uno? ¿cinco años? estarían abrazados en la cama y sin querer se encontraría pensando que no le importaría ¿qué? ¿boda? ¿hijos? Y él… ¡él no era ese tipo de hombre!
No estaba listo y puede que no llegara un momento en que eso cambiara.
Se frotó las manos por la cara.
Pensar en eso aunque ni siquiera ella sabía si era lo que de verdad quería era tan injusto para Stewy como lo eran los celos.
Gimió un poco para sí misma, puso el manos libres y dejando el móvil sobre el lavamanos cruzó los brazos sobre el pecho mientras se miraba al espejo. Luego se frotó la cara. – No sé qué hacer…
Cuando Stewy al fin se levantó, encontró a Lavinia poniendo comida a Toffee en un bol en la sala.
Stewy la miró frunciendo el ceño, porque le dolía la cabeza. Sabía cómo disimular lo mala que era una resaca como esa, o eso pensó durante los primeros minutos.
Lavinia prácticamente lo había metido en la cama anoche.
– Estás hecho un desastre – dijo con cariño, besándole en la mejilla.
Él llevaba la toalla de la ducha, desnudo.
Lavinia había estado escuchando el agua caer un momento antes.
Para ser honesto Stewy se sentía lo bastante indispuesto para haber podido ahogarse.
– Liv…
– Ey…
Sonrió a su chica. – Hemos dormido mucho. Tenemos que ponernos en marcha…
– Lo sé, he preparado café.
Se fijó en la mochila de Toffee preparada encima de uno de los muebles.
– Ayer hablaba en serio, instálate aquí. No tienes que llevarte a Toffee a ninguna parte…
Ella sonrió, pero lo hizo para quitarse esa sensación que le contraía le estómago. – Lo he estado pensando…
– ¿Y qué me dices? – rozó su mano con la yema de uno de sus dedos y esperó que hablara.
– Que te asfixiarías… ¡es demasiado pronto!
No, Livy, no me escuchas.
Stewy protestó aunque deseaba un ibuprofeno para la resaca más que casi nada.
– No…
– No tenemos por qué correr.
– Ven – A continuación él la abrazó y besó su hombro como anoche – Me subestimas… Quiero estar contigo todo el rato, tenerte aquí todas las noches, y hay un montón de habitaciones por si uno de los dos necesita espacio… Livyy – insistió.
– Ya… por eso mismo… si no estás seguro… Es una decisión que no debería depender de tener muchas habitaciones.
– Yo no he dicho eso… – la apretó más contra él en una muestra de afecto.
Lavinia tuvo la necesidad de ceder, pero algo le impedía hacerlo.
Una parte de ella no podía dejar de repetirse que era demasiado pronto.
Estaba insegura, celosa.
Metería la pata.
Si él se lo pedía las suficientes veces… Quizás al final cedería… cedería porque cuando se trataba de Stewy le seguiría al fin del mundo.
Pero… ¿qué pasaría si era más difícil de lo previsto?
– Lavinia…
Ella bajó la cabeza y se centró en darle una taza de café recién hecho.
Le sonrió.
– Tengo que dejar a Toffee en casa e ir a trabajar… Hoy acabaré muy tarde. No sé si dejé alguna luz abierta, iré antes de trabajar, tengo que ir a un estudio de radio que queda cerca para la estrategia de Ken de la fundación, pero será mejor que duerma allí, tengo que tirar la mitad de cosas que dejé en la nevera hace más de una semana y está bien, así descansamos una noche, ¿ehm?
No había dormido nada.
Movió el transportín a la mesa del comedor.
Cogió con cuidado al gato y fue colocándole en la maleta cuando se fijó en la superficie oscura de madera.
Stewy se había dejado una bolsita vacía con polvo.
Pasó los dedos con cuidado por esta.
¿Cómo había llegado esto aquí…?
– Stew…
– ¿Qué pasa?
Frunció el ceño. – No quiero a un gato muerto, cariño. Mira…
– No recuerdo…
¿Había sido al llegar? Stewy era meticuloso pero ayer estaba medio dormido, se había entretenido quitándose los zapatos y el cinturón cuando ella fue al baño al llegar.
– Lo sé – dijo, pero lo hizo contrariada. – Pero no hace falta nada para…
Estaba entrando en pánico ahora.
Stewy apoyó sus manos sobre sus hombros. – Lo siento…
Lavinia suspiró, cerrando los ojos.
– Hemos ocupado tu piso a la brava. No creo que eso sea lo que quieres – dijo nerviosa.
– ¿Por qué no iba a serlo?
Lavinia resopló un poco.
– No lo sé… No sé qué me pasa. Siento como un nudo en la boca del estómago… Te quiero pero no… no lo sé… – miró fijamente a la mesa – sé que…, esto va a pasar, de vez en cuando, está bien... También es mi culpa. Es un gato, lamen todas las cosas…. No podemos imponernos en tu apartamento y tus hábitos de golpe y porrazo. Es tu espacio…
Stewy parpadeó.
Sintiéndose un poco indispuesto, no pudiendo entender de donde venía esto, le dijo: – Lavinia sé mejor que nadie qué quiero. Deja de insistir en lo contrario… Lo siento, vale, iba muy pasado – Se pasó ambas manos por el cabello sin llegar a comprender porque se empeñaba en alejarse. Hizo una pausa – Piénsalo, es más práctico que vivamos juntos, te quiero aquí y a la pequeña bestia. Seré más cuidadoso con esto, no volverá a pasar – le prometió.
Maldita sea.
Hubo silencio entre ellos por unos momentos, Stewy desvió su mirada a su taza de café. ¿Qué haces mal?
– Tengo que irme ahora, pero te llamo al mediodía – Ella hizo una mueca, suavizando el gesto – ¿tienes mucha resaca?
Stewy chasqueó la lengua, resignado. – Un montón.
Lavinia asintió.
Él extendió la mano: – ¿Puedo besarte?
Ella asintió, aunque a Stewy enseguida le pareció que estaba demasiado pensativa.
Con una mano le tomo el mentón y se acercó más a ella, posó sus labios sobre los suyos y susurró sobre estos. – Livy…
Lavinia se apartó instintivamente.
– ¿Y si no sale bien?
– ¿Por qué no saldría bien…? – no pudo evitar sentirse exasperado.
– Es que... No, déjalo – le miró en busca de ayuda para describir lo que sentía, pero él no ofreció ayuda.
– Te quiero – El rostro de ella se ablandó un poco cuando las palabras de él dieron en el blanco – Siento hacerte sentir así. Mierda, – fue como si Stewy masticará su inquietud – Lavinia no quiero mandar esto a la mierda. Ayúdame, joder, no sé cómo hacerlo, pero eres mi futuro, ¿vale? Quiero que vivas conmigo. Si no quieres ahora, esperaremos, el resultado no va a variar…
– Stewy…
Él la interrumpió: – Estoy enamorado de ti y es honestamente abrumador pero no significa que no pueda hacerlo. ¿Me dejas intentarlo…?
Ellos dos tenían algo que cuesta arrancar de dentro.
Lavinia frunció los labios.
– Stew… – pedía... no supo muy bien qué – Tengo que irme para aprovechar al máximo el día, ¿hablamos luego? Realmente me gustaría saber más sobre lo que pasó anoche… – se dio cuenta con la luz del día cayendo de pleno sobre ellos, entrecerró los ojos. – Tienes un moratón en la mejilla.
– Eso fue una tontería… Me encontré con Reece y bueno…
Abrió los ojos como platos. – Oh, Stewy. ¿Reece…?
– Lo que te hizo… lo que dijo ayer, pff.
Quizás golpearle no ayudaría a Lavinia ni cambiaría el susto que se habían llevado o los insultos groseros y sexistas pero él se había sentido un poco mejor.
Sonó una de las alarmas de su móvil.
– Si no me voy ahora no…
Él apretó los labios. – Claro, ve. Piensa en mi propuesta, ¿vale?
Se marchó sin beso de despedida.
Se fue, le miró y cerró la puerta cargada con Toffee.
Más tarde recibió un mensaje de Roman. "¿Quieres ver lo más podrido de este país?"
"Ya he estado en la Estrella de la Muerte…".
"No, me refiero a la cueva del elefante decrépito".
Intuía… no, sabía que Kendall no se opondría a que ella se dejara caer en algo familiar. Probablemente vería la oportunidad de enterarse de cómo estaban las cosas en ese flanco.
Esta mañana le había pedido nada más llegar que intentara contactarle con Tom, más o menos, por lo civil o por lo 'criminal'.
El chantaje estaba admitido.
¡No es que fuera a salir de ella lo más escandaloso que imaginaba del hombre!
Dios mío… ¿por qué me estoy haciendo esto?
Ni siquiera tenía ganas de confrontar otra vez a Greg.
Pero quizás era una oportunidad para estar un par de días fuera de la ciudad, pensar fríamente en la propuesta de Stewy, encontrar un poco de claridad.
Cuando todo estaba contado y debatido se sentía como si no pudiera evitar adelantar acontecimientos.
Sí, Stewy la quería pero ¿y si era solo por quien creía que era? ¿Qué pasaría cuando rascara y siguiera rascando, esa segunda y tercera capa que solo se descubre cuando uno se va al sofá porque el otro ronca o tiene una mala noche?
¿Cuánto va a gustarle siempre? ¿y tú? ¿Deberías estar más preocupada por su consumo?
Aunque era para divertirse.
Fue todo muy rápido.
Al mediodía llamaba a Stewy para decirle que estaría fuera 36 horas.
No era mucho.
– ¿A Kendall le parece bien?
– Sí, bueno… ¡Tenía pendiente darme un día libre!... y quiere que hable con Tom y a cambio se replanteara lo de usar a Greg de cabeza de turco. Tom no les coge ningún teléfono, así que le ha parecido de puta madre, ya sabes, enviar refuerzos. Acabo de hablar con él hace media hora.
Su voz de advertencia fue suave a través del teléfono: – Livy…
– Lo sé, lo sé. Iré con cuidado. Sé de qué pie calza mi tío. Te quiero, ¿vale?
– Y yo.
Hubo un silencio.
– Sé que metí la pata pero… ¿Quién va a quedarse con Toffee?
Era extraño que no le llamara el gato, micifuz o la pequeña bestia.
Sonrió levemente para sí misma. – Tabitha puede pasarse, no te preocupes…
– Normalmente voy con mucho más cuidado, lo sabes, ¿verdad? – vaciló, quizás porque sonaba demasiado a cliché, pero joder, era absolutamente cierto – Sé que ahora mismo te sonará estúpido pero tengo control sobre esa mierda.
– Ya…
– Livy…
– Dime.
– Hazme un favor – rogó – Me habría sentido fatal si le pasa algo a Don Peludo… no te miento. Deja que contrate a alguien para que se pase, ¿vale?
Era un día soleado.
Llegó al aeródromo donde tenía que subirse al avión privado de su tío y el primer sorprendido en verla llegar fue su hermano.
– ¿Qué haces aquí?
– Me ha invitado Rome.
– ¿Rome?
Le dio su maleta a uno de los empleados.
Era una de pequeña, roja, rígida.
Llevaba algo de ropa y el portátil por si surgía algo de Kendall.
Hoy hablaba con el Departamento de Justicia.
Pero en principio no estaba previsto que trascendiera el mismo día a la prensa.
Había estado intercambiando mensajes con la abogada de Kendall para poder preparar cualquier cosa que surgiera.
Llevaba todo lo necesario para mantenerse conectada.
– Quería hablar contigo…
– Si es por lo de… la herencia… bueno puede que ahora sí que tenga base para denunciar a Greenpeace.
– Oh, mierda, Greg…
– No, escúchame, alguien dejó un mensaje en su web que podría ser insultante para mí y luego Greenpeace promocionó el comentario. Así que... Es en serio. Mi abogado cree que es difamación.
Cogió aire, pasándose la mano por el cabello.
– ¿Sabes? No quiero saberlo.
Shiv no perdió la oportunidad de confrontar a su hermano sobre la presencia de Lavinia en el avión.
– ¿Por qué la has invitado? – le musitó girada en su asiento, enarcando una ceja. ¿Papá ha estado de acuerdo?
Tenía a Rome en uno de los asientos de detrás.
Su hermano no se inmutó: – No sé, ¿por qué se ha traído tu marido al huevo de su asistente? ¿Cómo no va a querer papá dar por el saco a Kendall y a Ewan?
– ¿Es la prima Vinnie tu asistente ahora?
Le sonrió burlándose. – No, pero si esos Republicanos aceptan a una Gilipogre como tú, ¿por qué no a dos? Más divertido.
Cuando llegaron a Virginia, Lavinia tuvo que enarcar las cejas un par de veces por los comentarios de su alrededor.
Esto era serio.
El búnker de Berlín…
Otra encantadora convención de hombres blancos cis. Pero esta vez… para gobernar el país.
El hotel en Richmond era bonito pero de un ostentoso que resultaba muy barroco. Con la vista al infinito se quedó como transfijada con la ondeante bandera americana de la entrada.
Se le acercó un hombre maduro con alopecia y sobredosis de rayos UVA poco después de llegar al hall. – Buenas tardes, encanto… ¿Vienes a la conferencia…
Forzó una media sonrisa aunque su cara fue de circunstancia. – Si me perdona… creo que me esperan…
– ¿Dónde estabas? – Le reprochó a Roman después en la recepción donde recogieron las llaves.
– ¿Ya te ha tirado los trastos el primer viejo verde?
– Mira, eso… – le indicó Rome cuando bajaron a la recepción después de instalarse en las respectivas habitaciones – Shiv está aquí faltando a la primera enmienda llamando nazis a estos patriotas – se burló – ¿qué te parece?
Alguien hizo un discurso.
Lavinia no podía estar más incómoda en su vestido de cuadros recatado.
–… porque el próximo presidente de los Estados Unidos está en esta habitación –.
Greg se puso a su lado. – ¿Tú crees que eso que hacen aquí es constitucional? – murmuró.
Lavinia miró hacia arriba con sarcasmo, en voz baja. – La democracia según el Partido Republicano. A Monique le encantaría esta historia…
– Han pedido discreción…
– Yo no he firmado nada. ¿Tú has firmado algo? ¿Crees que nos miran y piensan, bah, de donde han salido esos dos Roy de sobras? – ironizó.
– Sí, pero aun pueden mandar unos matones y…
No es que Monique fuera a aplaudir que no se sintiera compelida a… no sé… indignarse mucho más con toda esta comedia política.
Estaba aquí porque Roman parecía encontrar divertido el escandalizarla.
Bueno, y para conseguir que Tom accediera a reunirse con Kendall, pero esto no hacía falta que fuera diciéndolo.
Tomaba una copa a solas en la barra de la sala cuando Roman se sentó a su lado, observándola.
Ella ladeó la cabeza:
– ¿Ya has acabado de hablar con todos los fachas?
– No del todo – fue sarcástico – Todavía. ¿Tú sabes que hemos estado espiando a tu novio, verdad? Por cierto, mi madre se casa.
Ella le miró entrecerrando los ojos. ¿Cómo? ¿Qué?
Parpadeó.
– ¿Cómo dices? Espera, céntrate… ¿Caroline? ¿Con quién?
– Me lo acaban de decir, yo que sé.
Lavinia suspiró. – Y los espías…
– ¿Lo sabías o no?
Le miró.
– Sé que hubo algún artículo tratando de arrastrar su reputación y la de Sandy por el barro, sí. Con información... inexacta.
– Bueno, pues, por alguna razón alguien no recibió el memo que ya no hacía falta hacerle fotitos.
Alzó una ceja. – Ahm… ¿y?
– Coca, coca, Kenny, y unas veinteañeras en el apartamento de un tío de sus movidas de capital riesgo. La mujer de Joey Stuhlbarg estará contenta, por cierto.
Suspiró.
Sorprendentemente de buen humor.
– Estaba allí, ¿sabes? Se ve que tu espía se fue a dormir temprano – se mordió el labio – Solo… quiero pensar que insistís porque os preocupo… y no porque secretamente estáis esperando que me engañe...
– Kenny no lo sé. Yo… solo quería advertirte antes de que Colin te diera el sobre con las fotos.
Frunció el ceño.
Quiso reírse. – ¿En serio? ¿Fotos reveladas? ¿Qué estamos? ¿En los 70?
– Hosseini es un golfo, ya sabes. No vas a transformarle en tu perrito faldero aunque admito que te estás ganando un 10 por el esfuerzo.
– Rome, ¿puedes no ser así…?
– Tú ya lo sabes. Es un golfo. Manwhore Hosseini. Pero déjame acabar – frunció los labios en una mueca – Puede que tu novio sea sincero esta vez, ¿sabes? Las fotos son de una noche loca y todo eso yada yada pero antes de eso no hay nada de nada… una cenita en la que puede que parara los supuestos avances de Josh. Muy íntimo y acogedor, todo, nah, no fue así... Creo. ¿Sabes que hay un motivo por el que no lo hemos atacado por marica, no?
Se mordió el labio, molesta.
– Idiota.
Luego resignada: – ¿También me espiáis a mí?
Su primo ni se inmutó:
– Claro. Mientras seas la jefa de prensa del traidor – dijo con total naturalidad – Aunque no fue mi idea invitarte… Papá quiere ver qué hay con la flor de Ewan, sobre todo ahora que vas a tener papeles para actuar en su nombre.
Se pasó una mano entre uno de los mechones de su pelo y la sien, suspirando. – Es para vender su apartamento.
– ¿Estás segura?
– ¡Sí! – aseguró – No es que haya abierto el correo con instrucciones que me ha hecho llegar Roger Pugh. Estaba demasiado enfadada… y luego bueno está Stewy y tú que me invitaste y me vine aquí.
– ¡Ha! – Rome le enseñó la lengua – Estoy seguro que el tío cascarrabias te pasará indicaciones. Él te quiere cumpliendo sus deseos a cambio de su herencia, ¿o no? Toma te paso por mensaje las fotos de Hosseini. No entres en pánico. Solo son unas putas arrimándosele.
Pidió otro gin-tonic.
Debía ser el ambiente o los comentarios tontos de Tom sobre que aquí podías decir que no te gustaba Hamilton, pero se atrevió a formular en voz alta una pregunta que llevaba haciéndose unos días sobre su abuelo.
– Tú crees que mi abuelo, con Stewy, puede que sus motivos, sean… que esté siendo…
– ¿Un cascarrabias aburrido?
– Racista…
Roman se rió en su cara.
– ¿Por qué un tipo llamado Stewy Hosseini se tira a su nieta?
Frunció una mueca, disgustada. – ¿Eso es un sí?
Su primo chasqueó la lengua contra la mejilla. – Tía, se crió con mi padre en un secarral lleno de nieve en Canadá o algo parecido, que Hosseini tenga polla ya lo hace bastante complicado, estoy seguro. Que sea un malvado hombre de color… Vale, sí, si lo veo.
Cerró los ojos.
– Lo quiero mucho – se sinceró.
– ¡Ha! Si fueras hija de papá te diría que…
Le interrumpió: – No, no continúes. Es horrible… Toda esta gente de aquí lo es. La ATN, tu padre...
– Sí, qué tragedia que no les guste tu novio. El siglo pasado hubiera sido más divertido, nos habría quedado un poco a lo Capuleto retar al desgraciado que tocara tu virtud y eso – siguió en su línea – Hey, quizás es eso lo que le pasó a Rose…
Arrugó la nariz. – ¿El qué?
– Quizás el tío Noah le dio una paliza a uno de sus novios y a ella la mandó a una clínica donde le frieron el cerebro como a esa Kennedy, trarata tará.
Sintió un escalofrío. – No seas bruto…
– ¿Qué te parecen las fotos?
Lavinia abrió los archivos con incomodidad.
Su corazón se hundió un poco.
– ¿Qué quieres que diga?
El ángulo hacía que pareciera el beso de dos personas.
Entre el humo y las luces moradas de la calle a esa hora supuestamente se veía a Stewy en actitud cariñosa con una chica que tenía la mano en su brazo.
Stewy salió del edificio de oficinas de Maesbury y se acercó a paso ligero hasta una pequeña plaza cercana, pavimentada pero sin árboles. Sus zapatos resonaron con fuerza en la acera, su rostro tenía una expresión grave.
Lavinia estaba de pie a pocos pasos, mirando la brillante luz del sol y fisgoneando distraídamente su bolso.
Se dijo que era una conversación fácil, respiró profundamente en un esfuerzo por calmar su pánico. En el fondo era una tontería, ella sabía exactamente lo que sentía, la quería, joder.
Solo se marchaba a los Hamptons unos días con una amiga.
Stewy se dijo que no tenía sentido.
¿Por qué se sentía como si fuera a cortar con él?
Livy no estaba más serena que él.
Stewy llegó a la plaza iluminada por el sol, sus ojos se fueron un momento hacia las otras personas que la atravesaban, pasaban cerca o conversaban entre sí. Consultó su reloj, una ola de ira se había apoderado de él en cuanto supo por Kendall lo que había pasado.
Le dio una patada a un cajetín de cigarrillos vacío que yacía en el suelo, miró hacia enfrente y sus ojos se fijaron en Lavinia que seguía allí.
Caminó hacia ella lo más tranquilo que pudo. – Livy – se revolvió el pelo.
Ella le miró directamente. – Necesito decirte algo antes de que empieces a justificarte… – sus dedos siguieron jugueteando con su bolsa – Sé que no te acostaste con ninguna de esas mujeres… Dios, estoy segura que ni la besaste.
Asintió. – Bien.
Stewy se acercó para acariciar su mejilla y frunció el ceño al darse cuenta que estaba un poco húmeda, su rímel movido.
– Pero Stew, ojalá todo fuera más fácil.
Era verdad.
La única persona que en ese momento tenía algún poder para hacerla sentir mejor era Stewy.
Todo lo que sabía era que lo quería y había sido un poco estúpida, pero necesitaba ganar perspectiva.
– Siéntate – le dijo Stewy tirando de ella con suavidad hacia un banco. – Todo es una broma horrible – mantuvo su mano con la suya – Te quiero.
Ella se mordió el labio evitando responder con estridencia. – Estuve allí al final de la noche, es el tipo de cosas que puedo imaginar sin más, sé que no pasó nada, aun así duele… un poco… es un sentimiento extraño.
Lavinia se sintió incapaz de sentarse.
Los dos permanecieron de pie.
Él añadió suavemente – No me liaría con otra… ¿de verdad crees que encontraría algo que no tengo ya? – Subió su mano a la muñeca de ella, acariciándola con el pulgar.
– Ella parecía dispuesta… – Lavinia frunció el labio. Vale… Ahora estaba siendo un poco cría.
Él exhaló. Dijo grave:
– Creo que podría haberle sonreído o llamado la atención con alguna estupidez de Joey o algo así, estaba borracho y con un globo enorme. Las acompañamos al taxi, no me acuerdo muy bien. Ya tengo a mi chica, ¿ehm? – susurró.
Lavinia contempló el banco que tenían enfrente sin moverse.
– Lo sé, cariño. Al menos sabemos que eres siempre fotogénico – cogió su móvil y abrió el mensaje que le había reenviado Rome – Mírate.
Él tomó el móvil con expresión muy seria.
– Debería haberme dado cuenta. Mira aquí, no tuvo su mano en mi brazo más que unos segundos, puedes preguntarle a Joey, le di la tabarra sobre ti.
Lavinia se mordió el labio. – ¿Y qué te dijo?
Eso le hizo arrugar las cejas.
– No tiene importancia.
– Sé lo que me dijo a mí – mostró una pequeña sonrisa. – Está bien…
Le puso las manos en la mejilla cuando la vio distraída y luego acarició su cara. – Hey… No me importa tener que gritar desde lo alto del Empire State que solo quiero estar contigo. ¿Pensé alguna vez que sería así? No. Pero no puedo ni quiero evitar lo que siento por ti.
– No debería sonar como una carga – musitó.
– ¡No lo es! – le juró – ¡No lo es! Livy… Si no quieres venir a vivir conmigo no tienes por qué todavía, quiero más que nadie que esto salga bien. ¡Qué le den a todo el mundo!
– No. Es que… mierda, para mi es tan fácil la idea de dejarlo todo por ti. Supongo que asusta un poco – se pasó la mano por la boca nerviosa pero dejándose abrazar por los brazos de Stewy – Es extraño pero ya sé que no besaste a esa mujer… solo voy a estar unos días fuera.
– Voy a estar allí cuando vuelvas – le aseguró.
Ella le miró.
Era solo que…
Todos estos meses habían sido como una avalancha, necesitaba ordenar un poco sus pensamientos.
– Voy a acompañar a Tabitha unos días, se someterá al procedimiento que te dije y quería descansar después… un par de noches en la casa que sus padres tienen en los Hamptons. Haremos noches de chicas.
– Lavinia…
– Solo… – murmuró apoyando su cabeza en el beso que él le dio en la frente – no sé si puedo hacerlo, esto, no lo sé.
Se sentía frustrado.
Por una vez, protestó, dio un paso atrás, pasándose la mano por la cara y el cabello.
– No te he dado ningún motivo, joder. No puedo hacer más… ¿Qué es lo que quieres de mí?
– No estoy diciendo que es tu culpa sino que no sé gestionarlo, no quiero que nos convirtamos en una de esas parejas que acaba con un saco lleno de resentimiento y reproches.
N/A: ¡Perdón, perdón, perdón por el retraso!
En el siguiente capítulo volveremos a Richmond donde creo que nos hemos dejado alguna cosita por ver y veremos qué pasa después de esto ;)
