"Sweet Sunday afternoon
September's golden brown
Summer always fades too soon [...]
And shadows fill the room
Where sorrows come to drown"
– A Song for the Drunk and Broken Hearted (Passenger)
Capítulo 27. Demasiado cumpleaños
Un ruido molesto lo despertó. Tenía que ser tardísimo. Tan pronto como levantó la cabeza de la almohada, reconoció el sonido como la alarma de su móvil.
Hizo una mueca cuando vio que el otro lado de la cama estaba vacío. Ella se había ido.
Lavinia había dejado una nota en su mesita de noche.
Le vino a la mente el recuerdo de la noche anterior cuando se quedó dormida. Dormida, boca abajo con el pelo esparcido sobre una almohada y la sábana cubriéndola.
Su gesto se arrugó aún más cuando leyó la nota.
Livy…
¡Mierda!
Ella había insistido en pedirle tiempo, espacio. No sabía por qué la nota y su huida sin despedirse lo hizo sentir enfermo por dentro.
Maldijo en voz alta, pasándose la mano por la cara.
Era todo lo que podía hacer para no arrancarse el pelo de la frustración.
Como si hubieran vuelto a su primera noche.
El sexo casual que fue más.
La cabezonería de no quedarse a desayunar.
Ya entonces supo que quien la tuviera con él sería un bastardo afortunado.
¡Pero Stewy no podía creer que le estuviera haciendo esto! ¿Por qué ella no podía escucharle NI UNA sola maldita vez?
Él ya había hecho tantas promesas…, y ella no tenía idea de lo muy serio que le hablaba.
Quererla le partía por la mitad, joder.
Como si su última noche juntos no hubiera sido tan alucinante, desgarradora…, satisfactoria. Pero luego se dio cuenta de que si quería mantener esta relación, necesitaba ser paciente y comprensivo. Eso lo hacía difícil.
Durante años había tratado las relaciones de una manera que no entorpecieran su carrera, que no le causara ningún tipo de dolor de cabeza, ya que se veía obligado a trabajar muchas horas, viajar.
No quería falsas expectativas.
Ni etiquetas.
Cuanto más sientes, más te arriesgas, y a la primera de cambio estás jodido…
Tenía un don para no soltar arrastre fácilmente cuando le importaba, aunque desde fuera pareciera lo contrario.
Le tomó demasiado darse cuenta de que no había sentido ESTO en mucho tiempo.
Parecía más fácil ir tirando sin sentir nada.
Sin riesgo a perder.
El instinto de defenderse o huir cuando era alguien que había logrado apretar con demasiada fuerza ese órgano sangriento suyo estaba incrustado en su maldita memoria muscular.
Siempre sucedía algo. Alguna estupidez que lo cambiaba todo, ¿no?
Ahora no podía ignorar el constante dolor en lo profundo de su pecho. Una parte de él se culpaba a sí mismo.
La última persona que lo había afectado así... bueno.
Pero seguiría intentándolo…, porque la quería demasiado como para dejar de hacerlo.
¡Se lo había dicho claramente! Él ya le había dicho a Lavinia que nunca la dejaría. Que la quería con cada parte de sí mismo y siempre lo haría si ella le dejaba intentarlo.
Sí, sí, NO ES QUE no estuviera asustado, con miedo a no estar a la altura, a perderla.
Era jodidamente difícil querer a alguien criado en ese lío. Había sido herida por su madre, su abuelo, ese Mark… Pero mierda… ¿Por qué no era suficiente?
De alguna manera se sintió tremendamente herido. Y un poco traicionado.
Una irritación amarga que le era conocida hirvió bajo su piel. Era un mal tipo de dolor. Ser sacado a la fuerza de una relación que le importaba como el demonio. Alguien tirando de la línea por él.
Miró hacia el techo, tratando de no flaquear y empezar a llamarla por teléfono como un demente.
Podían resolver algo, llegar a algún tipo de compromiso.
Su corazón latía salvajemente. ¿Qué diablos estaba mal con él?
Si el mundo no lo odiara tanto, ayudaría. Joder.
Por la mañana estaba demasiado cansado para lidiar con cualquier emoción.
Iba a ser un día increíblemente largo.…
Era un imbécil.
Lavinia era una mujer espectacular.
Era tan hermosa, tan fuerte, pero vulnerable al mismo tiempo.
Sabía que era dura consigo misma. Y había sido así desde que era una niña.
Todo ese corazón suyo.
Esa movida de la foto le parecía una canallada. Pero ella tenía que volver a sus sentidos.
¿Qué esperaba que pasara? ¿Qué olvidara esa maldita foto donde parecía que esa chica estuviera a punto de comerle la boca, la estúpida broma a Kendall sobre su polla, lo idiota de pincharla con Zahra porque secretamente había querido verla un poco celosa…, solo porque el sexo era increíble?
Joder, ¡sí, sí!
Nunca había planeado que el maldito Logan Roy tuviera ningún poder sobre él y ahora con una sola foto… Stewy trató de que eso no lo afectara.
Era incapaz de aprender la lección de una jodida vez, ¿no?
Porque mierda… Había puesto mucho dinero en una empresa del año de la nana que se iba al demonio y, luego, había conocido a Lavinia… y su mundo se había visto sacudido.
Tenía que asegurarse mantener los pies sobre tierra firme.
Stewy no podía seguir preparándose para una jodida caída. La carga era demasiado grande, y a estas alturas su jodido corazón había sido arrasado por un tsunami.
Tenía que mantener la cabeza fría.
¡Maldita sea…!
Se duchó, se vistió y abandonó la habitación.
Preguntó al recepcionista, pero no la había visto marcharse.
Maldijo de nuevo en voz baja.
Necesitaba café o algo más fuerte para aliviar su dolor de cabeza.
Después de dar el primer paso fuera, se detuvo en la acera y miró hacia arriba al edificio de fachada de vidrio.
Recordó a Lavinia frente a él anoche en el bar.
Los ojos cerrados cuando se devoraban uno al otro en la habitación. Ella en su regazo. Su leve sonrisa. Las cosas que ella no dijo. Su mano en su estómago. Un dedo trazando círculos en la suavidad entre sus muslos. La forma en que se estremeció bajo ese toque. Imaginó que todavía podía sentirlo.
El roce de los dedos de Lavinia jugando sobre su pecho. Suave y ligero. Como alas de mariposa. Sus propias manos descansando en sus caderas, apretándolas suavemente. Luego, acercándola, sus cuerpos presionándose juntos. El suave gemido de ella contra sus labios. Llenando sus pulmones con el olor de su piel.
La escena estaba grabada en su mente.
Sus labios, entreabiertos ligeramente, su respiración acelerada y pesada.
¿Cómo diablos podía seguir ahora adelante con su semana...? ¿Y hasta cuándo?
Suspiró y sacudió la cabeza. No tenía tiempo para darse latigazos. Él tenía trabajo que hacer y ella no estaba aquí. Empezó a caminar hacia la limusina donde Diego lo esperaba, el móvil en su mano. Tal vez un poco de café lo ayudaría a sentirse más en control. Para variar.
Empezó a escribir el mensaje en el móvil. Lo cogió, releyó el mensaje.
"Sé que necesitas tiempo, pero esto que hay entre nosotros estoy seguro que nos ha cambiado a los dos. Deja que pese más la ilusión por lo que vendrá que el miedo. Por favor, Livy, no sé qué más puedo decir"
Luego lo borró.
Dejaría que ella escogiera el momento, aunque la espera le partiera como un rayo.
No sabía cómo articular por qué su instinto le decía esto, todo lo que sabía era que confiaba en él.
La perdía, joder.
No necesitaba de ninguna señal para saber que estaba malgastando el tiempo de una cuenta atrás al final de la que no sabría cómo reaccionar.
Nunca sería un juego de suma cero.
Decidió hacer ese viaje a la boda de su primo sin planes de volver a tiempo para el cumpleaños de Kendall.
Joey estuvo encantado de darle unos días de más.
– Por supuesto, tío. Ve, distráete. Yo nunca te había visto así – dijo mientras se tomaba un café rápido antes de una reunión – Te ves agotado, no duermes, no puedes trabajar, estás distraído en la oficina. Esta mujer te está volviendo loco.
Tenía que poner en orden sus prioridades.
No podía pararlo todo a esperar que ella reaccionara.
Fue como si su tono realista activara un interruptor.
– Deja el dramatismo a un lado. Voy a sobrevivir. Dame un poco de crédito, anda… – puso los ojos en blanco y se metió en teléfono en el bolsillo de su pantalón.
Le había explicado a Lavinia lo importante que era para él. Más que importante. Pero parecía que no había escuchado todos sus argumentos.
Joey negó con la cabeza.
– Ve con cuidado, Hosseini. Si sigues con la cabeza en las nubes, te van a cazar como a un pardillo. Mírame a mí… dos veces.
Arrugó las cejas.
– Oh, que te den, Joey.
A él le importaba una mierda eso. Ella le podía hacer lo que quisiera… lo cual era aterrador como la mierda…
Intentaba demostrarle continuamente que era con ella que quería estar. Evidentemente no lo estaba haciendo bien.
Quería vivir con ella.
Compartir con ella el jodido día a día.
Mierda.
Ese maldito papelito era como una bofetada.
Tuvo que seguir recordándose a sí mismo que sabía cómo ir detrás de lo que quería. Lo hacía para ganarse la vida.
Torció el gesto recordando la noche anterior.
Lavinia… que enorme suerte tenía…
Con ella se le iba todo el aire de los pulmones.
Y sí, sí, había abierto su enorme boca para decir que no se había sentido nunca cómodo con la idea de sentar cabeza con papeles de por medio… ¿Y por qué? ¿Quién le había preguntado? ¿Qué estaba haciendo…? Marcar territorio. Le salía la estupidez por los poros.
Era como protegerse de unas expectativas que ella no había mostrado nunca en cinco meses. El fantasma de las Navidades presentes y pasadas. Como si siguiera en esa tienda donde le había comprado los pendientes con esa mujer aleccionándole sobre jodidas cajitas.
Siempre había creído que ello no cambiaba materialmente una relación, así que por qué molestarse, no hay nada de malo en estar con alguien indefinidamente sin complicarlo.
Como alguien dijo una vez demasiado de cualquier cosa es malo, pero demasiado champán es perfecto. Algo así.
Al final, mira como acabaron Kendall o el puto Joey cuyos acuerdos prematrimoniales valían millones de dólares.
Él se parecía mucho más a estos que a Dar, ¿no?
Para empezar el desastre de Kendall con la tablet de sus hijos.
No quería eso.
Lavinia se merecía algo mejor.
Lavinia estaba concentrada en el trabajo.
Pero tuvo que hacer un esfuerzo enorme esos días para no marcar el teléfono de Stewy y pedirle que viniera a estar con ella, que le necesitaba. A la mierda mis inseguridades.
Sacudió su cabeza y miró hacia abajo, a sus manos.
Estaba bloqueada y agobiada.
Después de todo le echaba de menos.
Lo quería a rabiar, pero sentía todo ese miedo en la garganta.
Quizás solo había muchas cosas pasando a la vez. Su abuelo, Greg, Stewy…
Recuerda ese amor y que no vale la pena sabotear la relación por tus miedos.
¡Mierda! Te mueres por ese hombre pero de pronto cada vez que piensas en algo bonito también sientes inmediatamente inseguridad, tristeza, enfado.
No quería seguir sintiéndose así.
Todo ese vértigo… Le daba rabia estar ansiosa, cansada, y al mismo tiempo, sabía que eso no tenía por qué ser de esa manera.
Se había prometido a sí misma que su relación no sería tóxica ni demasiado complicada y sin embargo aquí estaban.
Necesitaban arreglar las cosas.
Hablar de verdad.
Porque por muchas veces que hicieran el amor no iban a resolver nada.
¡Pero antes necesitaba respirar! Tratar de concentrarse en sí misma, en el trabajo…
Sabía que a él le dolía igual. Estaba segura de que siempre había sido sincero sobre sus sentimientos. ¿Pero era suficiente? Puede que no lo bastante para que funcionara para siempre.
No es el trabajo de Stewy, ayudarte a superar tus aprensiones.
Deja de castigarle.
Miró concentrada la tablet donde Comfrey había hecho un Excel con los invitados.
Se movió incomoda y alzó la vista hacia donde Kendall ensayaba su 'actuación' de cumpleaños.
Le vio dar instrucciones a los técnicos de sonido y acto seguido ir hacia ella.
Se había dicho que aceptaba el trabajo con Ken mientras buscaba otro, ¿pero acaso había empezado? Dios…
– ¿Todo en orden? – Le preguntó.
Asintió.
Él hizo un gesto con la cabeza.
– Por cierto, tenemos confirmación de Matsson.
– Vale.
La miró de una manera que la hizo mover las manos con inquietud.
– Stewy no ha dicho nada – aventuró Kendall.
Lavinia suspiró cortadamente. Lo sé.
– ¿No?
Kendall hizo una mueca impaciente. – No. ¿Supongo que no hay ningún problema?
– Pues…
– Os espero ese día a las 8. No hace falta que vengas con mucha antelación el día de la fiesta. Pero tendrás que atender a la prensa si hay peticiones. Espero que a Stewy no le moleste…
– Ken- Kendall.
Su primo levantó la vista.
– ¿Sí?
Llevaba unos días evitando el tema.
En el fondo sabía que Kendall le estaba dando todas esas facilidades porque en su cabeza su tarea ese día era arrastrar a Stewy aquí.
No sabía cómo se sentía al respecto.
Todo lo que había envuelto su nombre desde que le conoció era… confuso y mágico y un poco aterrador, pero sobre todo maravilloso.
Si por besarle tuviera que ir después al infierno lo haría. Y aun así… Ella era más racional que eso.
No quiero que acabemos dolidos y odiándonos. Yo sola, y tú probablemente…
Miró la tablet y se apartó el pelo de la cara como si eso la ayudara a ver más claramente. Tenía los labios cortados de tanto mordérselos.
No había tenido mucho que decir estos días.
Era como si el dolor que le provocara alejarse de él le hubiera robado las palabras.
Se sentía enferma como si hubiera recibido un gancho de derecha en el estómago.
Necesitaba pensar. ¿Estaba dejando que sus inseguridades dirigieran su vida? ¿Todo esto era porque no estaba acostumbrada a que alguien la pusiera a ella primero?
Pensar en que Stewy estaba respetando sus deseos hizo que creciera un remolino de culpabilidad en su pecho.
¿No era eso lo que quería? Negó con la cabeza. Necesitaba concentrarse en ese trabajo en ese momento, no distraerse pensando en Stewy.
¡Hacía semanas que debería haberse puesto las pilas buscando otra cosa!
– No tengo ni idea si va a venir.
– ¿Qué quieres decir que no tienes ni idea?
– Pues eso – se apretó las manos no iba a hablar de sus problemas con Stewy – Su primo se casa en 10 días.
– Mi cumpleaños es en 11.
– La boda no es en los Estados Unidos.
Kendall pareció contrariado.
– ¿Tú vas a…?
– ¿Yo? No. Sé que has encargado la logística a Comfrey pero voy a ayudar con la agenda.
– Bueno, tú misma – arrugó las cejas.
No pareció nada contento.
Esos días de septiembre fueron en blanco.
Se obligó a no releer los mensajes que le había enviado cuando pasó esos días con Tabitha en los Hamptons y dejó de esperar que la próxima notificación de su móvil fuera él.
No hubo más que ruido blanco.
Una tarde acompañó por fin a Tabitha a hacerse la implantación y luego esa noche durmió en su sofá hablando hasta tarde de Roman.
– Tú y yo no pasaríamos el test de Bechdel si esto fuera un libro, ¿no? – Preguntó su amiga riéndose.
– No estoy segura. Ya me callo, pero es una pena que no os haya ido bien – sonrió.
– Para irnos de alguna manera tendríamos que tener algún contacto primero y prácticamente no le veo desde tu cumpleaños – Tabitha se encogió de hombros.
Lavinia dio un trago a su vino.
Le había dicho a su amiga que dado que ella no iba a tomar no hacía falta abrir una botella, pero había insistido. Le puso otra copa – Echaré de menos la relajación mágica que trae ese líquido. Quiero que lo disfrutes por mí. ¡Venga no seré la única que se desahogue! Luego vamos a mi vestidor y pasamos el puñetero test, tengo un montón de ropa preciosa que no voy a llevarme a California – bromeó Tabitha.
Se rió con las piernas cruzadas en el sofá de su amiga.
– Estoy segura de que tengo algunas faldas que te estarán y mi colección de blusas hippies YSL…
Se mordió el labio intentando apartar la melancolía. – Voy a pagar el alquiler con esas faldas…
– No para eso tengo unos bikinis monísimos de Gucci. Me quieres, ¿verdad?
Apartó la mirada de los estantes de ropa y la miró algo confundida. – Sabes que sí. Esta tarde me he sacado un doctorado en mamarazzi con las revistas de chismes de esa sala de espera. Me sé con todas las tías con quien se ha acostado Chris Evans.
Tabitha se movió en el puf donde estaba sentada. – Si me quieres, déjame decir una cosa entonces, ¿vale?
Lavinia asintió frunciendo el ceño. – Puedo intuir que no me va a gustar…
– Llámale. Estoy segura de que él se está torturando como tú. Es una situación difícil y es comprensible que quieras tomarte un tiempo para pensar. Y joder, él está respetando eso, lo cual es genial. Pero deberíais poner una fecha límite o algo… Porque francamente… si no funciona, los dos tendréis que volver a empezar.
– Creo que es mejor esperar… pero solo un poco más – dijo.
Y pensó, con un vacío en el pecho: quizás ahora es él quien no va a querer saber nada de mí.
Se levantó el día antes del cumpleaños de Kendall con dolor en el costado. Acarició a Toffee detrás de las orejas y dejó que se acurrucara con ella unos minutos más.
Había muchas preparaciones que hacer para la fiesta.
Iban a ser dos días muy largos.
¿Qué coño estaba haciendo?
Intentar no echarle tanto de menos. A sabiendas de que no puedes sacártelo de la cabeza ¡porque ni siquiera es lo que quieres!
¿Sabía Lavinia cómo se sentía cuando estaban tan lejos como ahora?
Los dos verían el mismo cielo esta noche, pero con todas las estrellas fuera de lugar.
En franjas horarias completamente opuestas.
Stewy había querido facilitarle las cosas manteniendo este silencio, pero sintió que no podía hacerlo más. No era justo ni parecía un movimiento inteligente de su parte, que tenía el pecho abierto en dos.
Porque, joder…, no estaba preparado para arriesgar todo esto con ella.
Había puesto sus necesidades por encima de su ego para darle el tiempo que necesitaba. Pero no quería dar a entender que estaba dispuesto a tirar la toalla. Bullía de rabia e impotencia al pensar que esa familia había tenido que ver.
Aquí estaba, en la boda de su primo en una mansión al borde del Bósforo.
En unos jardines enormes que le recordaban a aquella foto sonriente de su madre a la sombra de los árboles de la casona de sus abuelos en Teherán que él no había llegado a ver.
Uno de sus tíos aseguraba que la primera impresión que percibía un iraní al visitar Estambul era el parecido que encontraba con el Teherán de los últimos años del Sha.
Acogedora, colorida, viva.
Con más minaretes.
Por supuesto, su padre no estaba de acuerdo.
Para él su ciudad siempre sería el mejor lugar del mundo.
Estaba eso sí el aroma a jazmín, azahar y frutas en las amplias casas con jardín como esta.
Quien sabe, quizás solo era una casualidad con esa casa de sus abuelos de la que tanto había oído a hablar. De la que decían que rebosaban objetos hermosos, obras caligráficas, cuadros, miniaturas persas clásicas, libros.
O una elección consciente de su primo.
Que había estudiado la secundaria en este país y ahora vivía en Los Ángeles.
Hoy aquí había arreglos de rosas blancas y orquídeas por todo el lugar, candelabros de cristales colgando sobre las mesas provistas de arroces de distinto tipos incluido el dulce, dolmas, platillos con especias y una tarta preparada con nata, azúcar y nueces.
Los samovares para servirse el té y las pastas.
Invitados por todas partes.
Su familia materna seguía en Irán, pero la paterna había quedado repartida después de los años de la revolución y la guerra de los ochenta entre Irán e Irak.
En sus últimos años su abuelo solía presumir de haber ayudado con su empresa a construir modernas autovías y nuevas vías de tren en el país.
En los 50, los 60, los 70.
Existía una vieja foto de su abuelo y uno de sus tíos con el Sha sobre la que honestamente nunca había preguntado mucho.
Si Stewy había sufrido alguna vez la sensación de pérdida del exiliado, había sido demasiado pequeño para ser consciente de ello… esta había quedado en las aulas de Buckley y la facilidad por hacer amigos que más o menos iban y venían hasta que le tocó compartir pupitre con Kendall.
Su padre era un hombre prudente pero recto y entre ellos había un montón de bagaje y mierda sin decir, pero su infancia había estado llena de cariño, risas y juegos con sus hermanos, y la seguridad de que sin importar dónde estuviera, obtendría el afecto de las personas que amaba.
De ellos, había aprendido la tosudez.
Era algo que conservaba.
Incluso ahora, mientras trataba de encontrar una manera de expresar sus sentimientos sobre Lavinia y todo lo demás.
Tenía que pensar qué hacer.
No podía presentarse de nuevo ante ella con solo palabras.
Sabía que si la llamaba en este momento y lograban conversar metería la pata.
En vez de decirle… lo que sentía por ella.
Porque a veces era un cabronazo y un idiota integral.
Una parte de él había odiado esa nota.
Acabaría diciendo algo poco menos que irracional cómo: ¿Por qué estamos hablando de ello siquiera si ya me has juzgado, Livy?
– Estás muy callado esta noche – se atrevió a preguntar su padre. – ¿Estás bien?
El hombre sonaba tan preocupado que, por un momento, Stewy casi creyó que simplemente podía dejarse ir y tener una conversación de hombre a hombre.
Dejar de ahogarse en su actual frustración, pero no tenía caso.
– Sí, estoy bien, baba, algo cansado del vuelo, supongo.
Seguía siendo el hijo pequeño rebelde que había elegido la carrera que hacía ser escéptico a su padre.
El epitome del capitalismo americano sin alma.
Éste era un hombre culto que poseía un extraordinario sentido visual y espacial por su profesión de ingeniero. A su manera un romántico que diseñaba edificios de acero y hormigón y puentes enormes.
Stewy se mordió el carrillo sarcástico.
Su relación era cercana si bien no se pasaba por casa tan a menudo como ellos querrían.
Su padre frunció el ceño como si pensara que Stewy le estaba ocultando algo, pero antes de que pudiera presionar más, el abuelo de la novia se alzó para dar un nuevo discurso y la atención rápidamente se centró en los felices recién casados.
Su progenitor le dio dos golpecitos afectuosos en la espalda. – Vete después a consentir a maman, ¿ehm? Nunca para de presumir del benjamín de la familia.
– Claro.
Stewy observó a los invitados hablar, bailar y reírse entre ellos.
Su mente vagaba por otro mundo. Uno que tenía a Lavinia, el olor a flores y el calor del sol en un jardín lleno de caras sonrientes.
No era una ocasión de los dos, sino una mierda de locura con Wambsgans de nuevo con esmoquin.
Alguna variación insana del momento en que se conocieron el pasado mes de marzo.
Necesitó todo su interior para no darse la vuelta de inmediato, tomar un avión y correr a casa con ella, pero ella le había pedido espacio.
Se sentía como si últimamente lo hubiera hecho todo del revés.
Odiaba estar lastimándola.
¿Qué había hecho mal esta vez para tener tanto miedo de perderla? ¡No era su culpa que la amara tanto que lo estaba volviendo loco!
Habían sido unos días duros. Demasiadas horas de vuelo y ganas de verla.
¡¿Cómo podría arreglar este desastre?!
Se habían prometido hacerlo lo mejor que pudieran, el uno al otro. Ambos conocían los riesgos. Ella se iría y luego ¿qué?
Le dolía que no pudiera marcar su número ahora mismo y hablar con ella sobre eso, ni siquiera se sentía seguro de cómo hacerlo…
Lavinia era hermosa, amable y apasionada, pero quizás él siempre acababa diciendo, haciendo, callándose algo para distanciarse un poco.
Como un mecanismo de defensa que no podía controlar.
Había habido cero necesidad de mencionar que no creía en un compromiso más serio.
Había sido una de las primeras instancias que había proclamado de joven a su padre.
Ciertamente entonces se había sentido orgulloso de la decisión tomada.
Aunque cuando en realidad la decisión la había tomado Ken por él… era fácil hacer afirmaciones grandilocuentes.
Nunca tuvo un motivo para contar aquello a sus padres.
Eso no tenía nada que ver con ellos ahora.
Él había cometido el error de enamorarse profunda e irrevocablemente de ella, y ahora ella parecía decidida a irse.
Lavinia ya era su corazón y su alma.
Lavinia lo era todo para él y no podía volver a ella sin aceptar la importancia de aquello.
No importaba lo mucho que quisiera tomarla y abrazarla para siempre.
Ella tenía la última palabra.
Tal vez Lavinia había tenido la intención de tomarse ese tiempo para, después, tratar de resolver las cosas juntos sin una dolorosa discusión que los rompiera por las costuras o sexo para tapar las brechas, y tal vez de alguna manera eso tenía sentido.
Él había accedido forzado a esperar.
Pero no estaba viviendo un calvario para después no decirle todo lo que necesitaba que supiera. Como por ejemplo que no podía soportar estar lejos de ella sin que eso le causara dolor físico.
Egoístamente solo pensaba en no perderla.
Quería hacerla sonreír con sus palabras, tocar su mano, escuchar sus historias y su risa. Quería besar esos labios, escuchar su voz cada mañana.
Suspiró con exasperación.
Stewy sabía que rayarse así era una estupidez por su parte y que era importante que no olvidara las otras cosas importantes como su carrera y el sentido común.
Se había esforzado por hacerla feliz.
Para amarla y darle la tranquilidad que se merecía pero era solo humano.
Si al final, pese a ser lo último que querría en esta vida, acababa haciéndole daño otra vez, seria él mismo el que se retirara.
Estaba dispuesto a salir herido en el intento sí, pero ninguno de los dos podía seguir viviendo así por mucho tiempo.
Miró el cielo estrellado, parpadeando.
El dolor en su pecho había sido reemplazado por un ruido sordo que llegaba a todas partes. Sus manos y pies estaban fríos, pero su cabeza todavía estaba caliente.
Tenía un fuego constante en las dos sienes.
Se frotó la frente y los ojos con una mano.
Nunca debería haber permitido que se convirtiera en alguien tan importante para él si no podía lograr que confiara puñeteramente en su palabra.
Pero no había nada que pudiera hacer, no mientras estaba fuera de Estados Unidos.
No mientras Lavinia estuviera en algún lugar de Nueva York tratando de resolver todo por sí misma. No cuando su hermano Cas insistía que después de esto le acompañara unos días a Teherán.
No iba a rendirse aún, no podía.
Mehri, una buena amiga de la hermana de la novia, fue a hablar con él.
– Una galería de Gramercy Park expondrá mis fotos el mes que viene. Dice Nahid que quizás tienes algún contacto. Me gustaría quedarme más tiempo en la costa este, exponer en Manhattan o Brooklyn.
Elevó una ceja. – No estoy muy familiarizado con ese mundo.
Aunque por supuesto que podía conseguir un puñado de contactos.
Ella le sonrió con cordialidad. – Qué pena…
Estuvo conversando con su querida madre que opinaba que cada vez estaba más delgado y tenía más mechones grises en el pelo.
Alguien más lo invitó a bailar y seguir el ritmo de los logros más bailables de la música persa y turca. Pero prefirió un par de charlas sobre negocios.
Una de sus pequeñas sobrinas tuvo más suerte. Dorsa que bailaba dando giros y saltos.
Después se acercó uno de sus tíos, el hombre mayor lo observó atentamente.
Stewy podía ver la curiosidad en sus ojos, probablemente porque había escuchado parte de su conversación con su padre, pero no quería pensar en eso ahora.
– ¿Cómo va tu trabajo en Manhattan?
– Bien, gracias.
– Tengo que pedirte algo…
Decían que todos los cuentos en Teherán acaban con un gigante bondadoso que llega a la ciudad para salvar el día.
También que los genios, no siempre buenos, viajan con el viento.
La mano de Lavinia vaciló cuando abrió el cajón de su tocador y sacó un sujetador y braguitas de encaje negro. Habían pasado quince días desde la última vez que vio a Stewy, que se había ido a la boda de su primo.
Se estaba preparando para la fiesta de cumpleaños de Kendall: su primo y su jefe, que estaban organizando en The Shed, una mega sala dedicada al arte vanguardista.
Una que cerraría para la ocasión vía un montón de millones.
Se supone que sería divertido, pero Lavinia podía sentir que empezaba a ponerse nerviosa. La cabeza le funcionaba a mil por hora. La última vez que estuvo con Stewy, ambos tuvieron sexo en la cama de una de las suites del hotel Mandarín. Al día siguiente, ella se fue con una nota.
Se sentía toda clase de tipos de estúpida por eso.
Te quiero… y si no es demasiado tarde… no quiero perderte…. Pero Dios no sé cómo hacerlo…
Hay una parte de mí que te adora hasta morir.
Estaba enamorada hasta la médula. Mierda…
Apenas dormía y las horas pasaban con el recuerdo de las promesas de Stewy, de sus manos sobre su cuerpo, de los pequeños pendientes que estos días la acompañaban allí donde fuera.
Monique y Tabitha tenían opiniones diametralmente opuestas sobre Stewy.
Se bajó el pantalón corto de pijama por las piernas y se puso las braguitas negras antes de deslizar el sostén por sus brazos. Escogió un vestido azul parecido al del otro día pero largo, sin mangas.
Lavinia se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja. Le costaba acostumbrarse a recogerse el pelo. No se había sentido cómoda haciéndolo de más joven. Ahora se sentía bien.
Era raro pensar que tampoco lo vería esta noche.
Lavinia se sintió extraña incluso por usar la ropa interior que todavía estaba cubierta del olor a suavizante caro que Lucy usaba en casa de Stewy, como si nunca pudiera tomar suficiente distancia.
La verdad es que si acababan separados extrañaría hasta el más pequeño detalle.
Dio una vuelta enfrente del espejo después de pintarse los labios de un rojo, potente. Su estómago se agitó cuando se vio a sí misma. Se sentía bien esta noche, casi bonita. A Stewy le gustaría. Pero después de todo a él parecía gustarle siempre. "Eres preciosa, Livy". "¿No lo ves?".
Ella sonrió con resignación y sacó su teléfono. Tenía una hora antes de que comenzara la fiesta. También podría llamar a ver cómo le había ido a Stewy en el banquete de su primo. Escribir un mensaje.
Pero había pedido espacio y tiempo y todo indicaba que Stewy había cumplido. No era justo llamarlo. Una parte de Lavinia pensaba que no contestaría. Probablemente él también quisiera espacio, después de todo. Quizás estuviera molesto por la forma como se había marchado. Entonces, en lugar de llamar a Stewy, se comunicó con el correo de voz del despacho de su casa que sabía de sobras que no cogería, con la esperanza de que al menos le diera algo en lo que concentrarse mientras esperaba que llegara el Uber que había pedido.
Su voz era cálida y líquida, aterciopelada. Calmada, segura.
Era una de las cosas que amaba de él.
La fiesta era ruidosa y Ken le había dado libre hoy. Comfrey había sido la responsable de que todo funcionara.
Habían repasado juntas los últimos detalles durante el día de ayer.
Hace una semana que se había negado a guardar en casa ninguna maldita fiambrera de He-Man.
Lavinia caminó con paso seguro por el hall de la entrada donde aun se preparaban cosas, simulando una confianza que distaba mucho de ser real, pero consiguió avanzar y llegar hasta las puertas dobles de cristal de una de las salas.
Kendall le dio la bienvenida con una amplia sonrisa que ella no se creyó en absoluto y la llevó al bar lateral, donde los invitados más puntuales ya bebían, bailaban y conversaban.
Lavinia vio al famoso Josh Aaronson entre ellos, sentado en una mesa de la esquina, bebiendo tragos de vodka y enviando mensajes de texto a alguien en su teléfono celular.
Comfrey vino a dar actualizaciones de gente que estaba llegando, gente que no estaba. Cómo iban los preparativos para el acto musical de Kendall.
Iba a cantar Honesty de Billy Joel y a colgarse de una cruz.
Lavinia frunció el ceño con frustración al pensarlo.
Se sintió un poco culpable por no haber insistido bastante en lo muy mala idea que eso era. Sin embargo, aquí estaba, intentando mostrar la apariencia de tenerlo todo controlado.
Kendall le pidió que hablara con los periodistas de los periódicos sensacionalistas que estaban tratando de hacerse con fotografías de los invitados que llegaban a la fiesta ahí fuera.
Él no iba a salir hoy.
– Pero deja claro que mis hermanos van a venir.
– Ken… ¿Estás seguro?
– Por supuesto.
– Vale. ¿Va a venir tu padre?
– Ya veremos. Deja eso fuera, ¿quieres?
Salió al exterior para dar un breve comentario a la prensa.
Pedir que se retiraran o como mínimo se apartaran de la entrada.
Luego volvió adentro atravesando una simulación del nacimiento de Kendall. "Enhorabuena, acabáis de nacer en el mundo de Kendall Roy".
¡Tal como sonaba…!
Lo había evitado antes entrando por una de las puertas de emergencia.
Todo era extravagante, pensó Lavinia, mirando a los invitados.
Estuvo a punto de tropezarse al entrar en una sala que era más oscura que la anterior.
Dios, eres una torpe...
Había más champán y comida de lo que creía posible. La gente bailaba y bebía donde quiera que mirara.
Reconoció a Remi hablando animadamente con un anciano.
A Rava, que le dedicó una sonrisa tensa.
Siempre tenía la sensación de que la ex mujer de Kendall debatía si acercársele y decir algo o no…
Luego recibió instrucciones de Ken en el móvil. "¿Puedes asegurarte de que todos los invitados VIP tengan libre acceso a la Zona VIP? Sin excepciones. Y que los amigos y una lista reducida de gente de negocios pueda entrar a la casa del árbol. Pero que no haya colas. Quiero a todo el mundo contento".
Ella respondió: "¿Puedes ser más específico? ¿Por dónde empiezo?"
"Lukas Matsson está por llegar. Que no se lleve una mala impresión de mi fiesta. Vendré en breve a buscarlo", suspiró y compartió un emoji del pulgar hacia arriba. Estaba nerviosa por esta fiesta de Kendall. La última... terminó mal. Kendall probablemente intuyera lo que pasaba por su cabeza porque luego llamó hablando de pulseras de arcoíris para la zona VIP y le dijo sin venir a cuento que se mantuviera a salvo.
Lavinia miró a su alrededor. Luego volvió a salir a la calle a esperar.
Vio a Lukas Matsson poco después. Una pequeña multitud se apartó para hacerle un camino hasta la puerta. Hubo algunes flashes.
No usaba traje, solo un simple polo oscuro y pantalones tejanos.
Era alto. Callado. Las manos en los bolsillos.
Sus ojos buscaron en la multitud, finalmente aterrizando en ella.
Matsson sonrió aunque apenas se le reflejó en la expresión. Como si no se sintiera nada complacido de estar aquí, pero le pareciera vagamente entretenido verla.
Lavinia odió la perspectiva de volver a lidiar con aquel hombre.
Él se acercó a ella y le tendió la mano a modo de saludo: – Lavinia, oye, ha pasado un tiempo – lucía un poco diferente.
Su voz tenue, posiblemente burlándose, aunque era difícil saberlo por lo impasible de su expresión.
No parecía menos mortalmente aburrido que la última vez.
Quizás más… serio.
– Sí – Ella dijo, dándole la mano y estrechándola.
Él dio otra sonrisa escéptica.
Pareció ligeramente interesado, pero más que eso, fue educado.
Caminaron juntos hacia la zona VIP.
La gente saludaba a Lukas Matsson por su apellido y él les devolvió el saludo con el fantasma de una sonrisa en su expresión.
– ¿Entonces, ¿qué piensas? – preguntó Lukas, señalando el área que representaba la vagina de Caroline – ¿Tu jefe va a hacer que valga la pena? Soy escéptico – confesó, las manos todavía a los lados.
Unos minutos después a Lavinia le dio la impresión de que él se sentía como si la estuviera pinchando con un palo y eso secretamente le pirrara.
¡Como si fuera ella el espécimen raro aquí!
Lo miró.
– Es agradable – Lavinia dijo, con un gesto poco comprometido. Estaba pensando en cómo se supone que esto lo impresionaría. Era su trabajo después de todo. Su primo iba a entrar en crisis si su invitado estrella no se quedaba por lo menos hasta saludarlo – Kendall se ha esforzado. Habrá alguna que otra sorpresa – ofreció. Y mordiéndose el labio, sintiéndose algo vengativa por todos los caprichos con los que Kendall había vuelto loco a su equipo toda la semana, dijo levantando una ceja: – Todo el mundo va a querer verlo...
No seas mala.
Matsson miró hacia otros asistentes con una mueca que parecía encontrar esa declaración francamente prometedora. – Bien. Eso me gusta…
Lavinia pensó que estaba intentando suprimir una sonrisa burlona. Había captado perfectamente la dirección de sus pensamientos, ¿verdad?
Se pararon por un par de segundos y él miró su reloj.
Ella hizo un gesto para guiarlo hacia la zona VIP y Lukas Matsson la siguió pacientemente. – Por aquí.
Había un montón de salas tematizadas. El despacho en llamas de Logan, el túnel de los elogios, la caseta de madera de la infancia de Kendall.
Habló con uno de los tipos de seguridad cerca de esta última.
– Tome – le extendió una pulsera de arco iris a Matsson.
Él la cogió con un chasquido de la lengua.
– Entonces, supongo que ahora debería dejar que vuelvas a disfrutar y todo eso.
Se encogió de hombros: – Probablemente tenga que ir a dar la bienvenida a más invitados así que…
– Sí. – Lukas asintió, – Mejor me voy. Diviértete, Lavinia.
Al menos hoy no se estaba riendo abiertamente de ella.
Lavinia se enderezó en un intento de verse más segura, profesional. – Cualquier cosa que necesite, la gente de la sala le atenderá con mucho gusto.
Le pareció vagamente decepcionado.
Su voz, educada cuando frunció el ceño.
– Eso pensaba. Qué típico, Lavinia. La verdad es que soy una persona muy privada. Preferiría llamarte si hay algo. En confianza.
– Bueno estoy segura de que no tendrán un problema en servir un whisky – Soltó las palabras antes de poder contenerse.
Él mantuvo la mirada, imperturbable.
Levantó una ceja hacia ella a continuación.
– No era mi intención molestarte – dijo Matsson.
Lavinia se sintió mortificada bajo su estudio.
Por Dios, no pretendía… Kendall iba a matarla si le ofendía.
Necesitaba un cambio de enfoque.
– Discúlpeme. Es que soy jefa de prensa, no azafata. Pero puedo hacer que venga Kendall y mientras hacer que le traigan lo que quiera.
Este fijó la mirada en ella, evaluándola:
– Eso suena mejor. Pero no me trates con esa formalidad. Por favor, no me hables de usted. Sí, sí, lo sé… mea culpa. He empezado yo – se frotó el mentón con otro indició de sonrisa. – ¿Tampoco vas a enseñarme los alrededores? ¿Estoy condenado a la sala VIP? ¿Es el castigo por plantar a Logan Roy?
Arrugó el gesto. – No sé de qué va eso.
– Así es verdad – dijo, inexpresivo – padre e hijo no se hablan.
– Es la pregunta del millón de dólares. Discúlpame si no te la respondo – Lavinia relajó los hombros echó un vistazo a su móvil – Tengo que asegurarme que no me necesiten. Pero me voy a pasar más tarde. Aunque estoy segura de que para entonces todo irá sobre ruedas – dijo, planchándose inconscientemente el vestido.
– Lavinia…
– Encantada.
– El placer ha sido todo mío – aceptó, sacudiendo de nuevo su mano.
Pero Matsson no se alejó lo bastante rápido.
No antes de que Josh Aaronson se plantara allí frente a ellos, saludándola con un nombre equivocado y ese apellido atronador.
Eso serían malas noticias.
Aaronson no necesitaba mostrarse para hacer girar su rueda, por decir de alguna manera.
– Louise Roy. ¡Buenas noches!
Josh captó claramente el interés de Matsson. – Es Lavinia, – ella corrigió en poco tiempo.
– Oh, sí, Stewy no paraba de decirme eso, discúlpame, ¿dónde está?, – Josh preguntó, escaneando la habitación. Lavinia se encogió de hombros.
– Aquí no, lo siento – Lavinia dijo con modales brillantes.
– Ah, okey. ¿Sabes hay algo planeado después de las doce? Tengo que retirarme temprano porque tengo Kitty conmigo mañana.
– Voy a preguntarlo y te lo mandó a decir. Pero está la actuación de y Kendall quiere también hacer algo – sonrió intentando no volver a sonar absurda.
Matsson la miró inquisitivamente por un segundo y luego se volvió hacia Josh. – Oye, ¿qué haces aquí?
Se conocían. Claro.
Fantástico.
Josh sonrió abiertamente: – Mirando qué es todo esto, Kendall dijo que estaba bien planeado. Un poco de distracción.
– ¿En serio? – preguntó Matsson.
Después de una charla rápida que Lavinia no siguió del todo porque desvió la vista a la gente que iba entrando, Josh Aaronson se marchó e insistió en darle un medio abrazo con golpecitos en la espalda tal como acababa de hacer con Matsson.
– Esperaba encontrar a Stewy, qué pena que no esté aquí – Insistió Josh antes con una sonrisa.
– A él también le hubiera gustado estar – Ella contestó por compromiso.
La verdad es que no estaba segura qué tan cierto era.
– Dile por favor a tu abuelo que estoy deseando tener una conversación. Ya sabes, sobre la actual composición del consejo.
– Haré lo mejor que pueda.
Debió morderse el labio o hacer un pequeño gesto en cuanto Josh se giró.
–Eres bastante buena – Lukas Matsson miró a Lavinia y bajó un poco el tono.
Ella asintió suspirando y dijo. – Gracias.
Matsson inclinó la cabeza. – ¿Estás segura de que no quieres pasar el rato esta noche? ¿O Kendall hará que la familia trabaje en su cumpleaños? Señorita Roy… Mi asistente normalmente es buena mencionándome esos detalles. ¿Por qué no sabía eso? Eso explica muchas cosas.
Lavinia dudó, mirándolo. Era arrogante, con su cabello rubio y ojos azules. Tal vez si no estuviera perdidamente enamorada de Stewy, diría que era guapo. Algo sobre sus ojos. Ella arrugó el gesto. No tenía sentido... ¿Estaba tratando de coquetear con ella? No, por supuesto que no, ¿por qué estaría tratando de coquetear con ella?
Frunció los labios. – ¿Qué cosas?
– Que me sugieras que me espabile para pedir un whisky. Nadie hace eso muy a menudo. ¿Me dejas invitarte?
– No es necesario.
– Discrepo.
Se volvió para mirarlo, se había inclinado un poco hacia la puerta con la mano en la pared.
– ¿Y por qué es eso? – lo cuestionó.
Debió verse genuinamente confundida, porque Lukas soltó una risa ahogada. – ¿No me digas que voy a tener que deletreártelo?
– ¿Perdón? – Ella preguntó bruscamente, sintiéndose un poco ofendida.
– No importa – Elevó las cejas, un brillo de diversión en sus ojos – Olvídalo. Dile a Kendall que no tengo toda la noche, si me aburro, me largaré… ¿uhm?
– Estoy segura de que va a aparecer pronto por aquí – intentó reafirmarle. – Por cierto. Tu asistente sí sabía… lo mío. Aunque, como le dije a ella, mi apellido es Hirsch.
– Mal por su parte. Me temo que a veces piensa que el hecho que me aburra socializar significa que no quiero saber con quién trato si no es Jeff Bezos o el jodido Daniel Ek. Los detalles son importantes. Empleo a 5.000 personas. Es ridículo – murmuró. – Lavinia – dijo su nombre como despedida.
– Señor Matsson. Lukas – se corrigió amable.
El teléfono de Lavinia sonó poco después.
– Acabo de pasar por la vagina de mi madre. ¿Dónde demonios estás?
– Hey, Rome…
Caminó entre la gente por la sala principal hasta divisar a Greg y Tom.
Un segundo después vio el precioso vestido verde de Shiv, a Roman, y a Connor y Willa.
Se alegró por Kendall.
Llevaba dos semanas comportándose como una criatura caprichosa con Berry y Comfrey.
Pero al menos tendría a sus hermanos aquí.
– Vinnie-vi, sonriente y pizpireta como siempre – la saludó burlándose Roman – ¿Todo bien? ¿Has perdido a Hosseini por aquí?
Lo ignoró mientras Connor le daba dos besos.
Se giró hacia él a continuación: – Stewy no ha venido.
– Oux. ¿Problemas en el paraíso? Un momento ¿es por ti? ¿o por su otro novio?
– ¡Rome!
Su primo se encogió de hombros. – Es broma… o así... lo que sea. ¿Dónde está Kendall? ¿Y por cierto, has visto a Lukas Matsson? Es alto, así con pinta de llamarse Harald.
– Bueno – empezó, pero enseguida vio la cara de interés de Shiv. Prefería no meterse en lo que sea que fuera esto – Kendall está arriba en la zona VIP.
– Yep. ¿Vamos y así nos lo quitamos de encima? – Roman le preguntó a Shiv.
Esta asintió.
Lavinia sonrió a su hermano que iba más rezagado. Tenía la sensación de que cada vez hablaban menos: – Greg.
– Vinnie…
Tom la interrumpió: – ¿Sabes quién no va a ir a la cárcel, Lavinia?
Asintió. – Algo había escuchado… Me alegro, en serio.
– Íbamos a celebrarlo por aquí con unas copas. ¿Te apuntas?
Dudó.
Pero luego vino Berry.
Miró a Shiv y Roman que hablaban en voz baja no muy lejos. – Mejor los acompaño a ellos a encontrar a Kendall. ¡Pero felicidades!
– Gracias.
Connor que iba con un brazo en cabestrillo aprovechó ese momento para volver a llamar su atención. – Estás radiante, Vinnie. Muy muy guapa. ¿Te has hecho algo?
A parte de emperifollarse para esta fiesta…
Le sonrió.
– No.
– ¿Estás segura?
– De verdad.
Levantó la vista y coincidió con la mirada de Willa.
Le había sabido mal no intervenir más activamente en Richmond cuando claramente pedía ayuda a gritos con la postura para esquivar otro de los donantes de la campaña de Connor.
Pero ella misma estaba un poco superada por el ambiente, su particular set de problemas.
Lo de Stewy la tenía presa en su propio mundo.
Ningún hombre la había afectado nunca así y tampoco había demostrado estar enamorado de ella como Stewy.
¿Qué será de todo lo que pudimos vivir juntos si metemos la pata?
Pero sabía reconocer cuando podía obrar mejor… Se sintió mortificada.
Se dirigió a Willa con interés: – Espero que el otro día no fuera del todo mal...
¿Qué podía decir?
– No te preocupes. Fue bastante intimidante, pero he conocido cerdos misóginos peores.
Lavinia lo pensó un segundo. – Lo siento… no estaba pensando con claridad.
– Connor estaba allí. Todo está bien – entonces bajó la voz – Yo también te veo algo diferente.
– Puede que sea el pintalabios rojo.
– Sí, puede.
Connor se había distraído hablando con sus hermanos.
Entonces Willa le dio otra mirada fugaz: – ¿Va todo bien? ¿Stewy?
Ella tomó una profunda respiración y trató de mantener la compostura.
– Sí. Está fuera del país – dijo.
Y luego sacudió la cabeza, intentando respirar normalmente: – Es complicado.
– Siento escuchar eso. ¿Sigues en contacto con Chris?
¿Chris?
Le costó recordarlo. – Oh, no, no. ¡Qué va!
– Bueno, seguro que habrá algun – susurró – atractivo hijo de puta por aquí – espetó con una sonrisa amable.
Lavinia levantó la mirada. Rió con un resoplido.
– No estoy interesada...
– Aun así, me das envidia malsana.
– ¿Envidia?
– No sé qué os ha pasado, pero tómalo con calma. Las dos sabemos que ambos estáis insanamente enamorados el uno del otro, ¿no? Es lo que se intuye de escuchar a Roman, Tabitha, ¡por Dios, hasta Tom utiliza eso para meterse con tu hermano!
– No estoy segura de que quererse mucho sirva si uno no sabe si quiere bien...
Willa la miró como lo hacían sus compañeros de Bachillerato cada vez que al salir del examen decía que no sabía si le había ido bien.
– ¿Y entonces qué esperanza tenemos los demás? No, en serio… ¿qué hacemos los mortales?
La pilló mirando a Connor que ahora saludaba a Berry.
– ¿Puedo ayudar? Ya sabes…
Willa negó con la cabeza: – No. ¿Pero cómo va a ser un problema, Lavinia? Si os queréis – arguyó. Entonces pareció debatir consigo misma: – Está guapo hoy, ¿verdad? Connor…
– Nosotros nos vamos para arriba – anunció Roman. – ¿Nos ayudas a buscar al gilipollas de mi hermano o no? ¿Vinnie?
Lavinia suspiró. – Sí, os acompaño.
Dejó que pasaran delante de ella.
– ¿Quién os ha dejado entrar? Es para amigos – Escuchó decir a Kendall.
– ¿Entonces tendría que estar vacío? – rebatió Shiv.
– Me lo has quitado de la boca – rió Roman.
Como niños.
Bien.
– Felicidades, viejales.
– Yo solo he venido porque dicen que será una catástrofe monumental y quiero verte arder.
Hubo abrazos.
Y otras pullas: – ¿No me has escrito una tarjeta? ¡pero si escribes cartas preciosas!
– No encontré una que pusiera "Felicidades y recupérate".
– Oye, ¿le has pedido permiso a mamá…? por lo de su potorro.
– ¿Lo dices por el Copyright?
– No sé. Seré anticuado, pero yo preguntaría antes de construir una réplica gigante de una vagina.
– Tranquilo. Puedes llevártela.
– ¿Una copa? – le ofreció Berry que venía cerrando el grupo.
– Sí, gracias.
Se remojó los labios con champán.
Shiv la llamó:
– Ey, Vinnie. ¿Entonces no está Stewy, sí o no? ¿Hay gente de negocios? Nos vendría bien tender puentes. ¿Está Lawrence Yee? ¿Lukas Matsson? Kendall dice que están por ahí. Pero…
Miró a su primo que se defendió.
– Puede que Stewy no, pero el resto sí. Tíos, – la señaló – ¿qué culpa tengo que vayáis por ahí de paparazzis? ¿No eres tú el que le enseñó la foto esa? ¿Rome?
Lavinia se molestó con un ligero fruncimiento de cejas:
– Sigo aquí, ¿eh?
Oh, tómalo con calma.
– Ya porque no ha venido por ella… no por Kenny el traidor.
– Para tu información estuvimos de fiesta el otro día.
– ¿Oh, ¿sí? ¿Ya sabías eso, Vinnie?
Dios santo.
Por algún milagro, se las arregló para no atragantarse con el sorbo que acababa de dar a su copa.
– ¿Puedo quedarme al margen? Por favor – Su voz fue áspera y agitada.
Ken ofreció una tregua: – Va, que os enseñaré algo, venid.
Había visto esos posters.
Se quedó donde estaba, aunque estuvo a tiempo de ver a Roman entregar a Ken una tarjeta.
Kendall la llamó con la voz. – ¿Vienes? Les estaba diciendo que a decorar todo esto me asesoraron Gladwell, Harari, Lovelock y Popcorn.
– No, si de caso, adelantaros. Voy a buscar a Comfrey y a asegurarme que no necesita ayuda.
– Claro. Bien… Si tienes noticias de… ya sabes – le dijo.
Asintió algo molesta.
Pasó varios segundos mirando la puerta por que salieron de esta sala concreta.
En el hipotético caso que Stewy apareciera y aún le dirigiera la palabra… tenían una conversación pendiente que no se veía teniendo aquí. En esta fiesta.
Aunque quizás era exactamente donde tenía que suceder.
No podía esconder más sus sentimientos. Le quería, mucho. ¿Y si sus celos eran inevitables?
¿Somos realmente compatibles?
Ante ese pensamiento quiso hacerse tan pequeña como fuera posible.
Quizás este absurdo dolor fuera menor si dejaba ir todos sus frustraciones, esperanzas y expectativas deterioradas y aceptaba que no podía ser.
¡No!
De acuerdo. La inseguridad era su punto débil, pero podía sobreponerse.
No puedes ser una cobarde indefinidamente, deberías llamarlo.
Tabitha tenía razón.
Cruzó otra amplia y animada sala hacia una barra.
Pidió un agua porque después de la broma de Reece no quería sorpresas.
Se topó con Comfrey en uno de los ascensores que solo usaba el equipo de trabajo. Intentó centrarse en ayudarlas con esto de la fiesta.
Era su trabajo… más o menos. ¡Todo esos años de universidad para esto…!
– ¿Tenemos a alguien que mantenga un ojo en la caseta del árbol?
– No. ¿Por?
– Curiosidad. ¿Has visto qué hacía Matsson?
Comfrey negó con la cabeza. – Estaba con el móvil. ¿Jugar al buscaminas?
Miró a sus manos en tono cansado:
– Va a durar como cinco minutos más allí arriba. ¿Lo sabemos, cierto? ¿Por qué no buscamos a alguien que le distraiga?
Comfrey susurró. – Kendall no quiso… bueno, ya sabes, chicas… daría una imagen equivocada. Por su posición de aliado…
¿Qué? Whoah…
– No me refiero a chicas. Solo alguien que le enseñé, bueno, todo esto.
– ¿Una niñera? – Comfrey le preguntó con total naturalidad.
Se encogió de hombros cogiendo aliento: – Algo así…
– Yo tengo un montón de cosas que hacer. Está la actuación y…
Se abstuvo de poner los ojos en blanco con aquello.
– Vale, mensaje recibido.
Comfrey pareció dudar un segundo. Pareció preocupada y dijo: – Vinnie. Lavinia, perdón. ¿Has hablado con Kendall antes de la fiesta?
Estaba mirándola fijamente a los ojos y sostuvo su mirada ansiosa.
– No. Lo hicimos el jueves, ¿por?
– Nos ha pedido a Berry y a mí que bueno pongamos a la prensa en contra de Greg. Sé que la prensa es tu terreno, pero como es tu hermano…
Parpadeó rápidamente.
Concéntrate, Vinnie.
– ¿Por qué habéis hecho una reunión sin mí?
– Ken te había dado el día libre – murmuró – Él no iba a… pero luego ha salido el tema y dado que Greg está en el otro bando… Berry piensa que es una buena estrategia. Pero voy a intentar contextualizar.
Se rió incrédula. – Soy su puñetera jefa de prensa ¿y vamos a difamar a mi hermano?
– No te lo tomes a mal – murmuró. – Yo es que… bueno, no sé, ¿te llevas bien con él? ¿con Greg?
– Por supuesto. Crecí con él. Es el único hermano que conozco.
– Claro. Perdóname. Como… se comenta que tu abuelo… ese tema de Greenpeace. El rancho. Sé que no es mi asunto – musitó. – A mí me cae bien Greg si sirve de algo… Lo siento.
Le subió algo por la garganta que le hizo un nudo.
Hacía mucho calor bajo estos focos y se sintió mareada.
Estaban en una especie de réplica infernal del despacho de Logan. Intentó sofocar la mueca ridícula que sus labios amenazaban con mostrar.
Es verdad que Ken ya había dicho que tendría que usarlo de chivo expiatorio si cambiaba de bando.
¡Pero había esperado algún aviso!
No que se la saltara y fuera directamente a la prensa con Berry.
Potencialmente ahora que nadie iría a la prisión no tenía por qué ser tan malo. Pero aun así…
¿Hacía falta?
Genial.
– No iré a saco, ¿vale? – insistió Comfrey.
Oh, al infierno.
– Vale.
Estaba tirado en un sofá en la casa del árbol.
Apático.
Lavinia rodó los ojos hacia el techo.
Sí, vale. No sabía si en la historia de la humanidad alguien había celebrado alguna vez una fiesta para adultos tan infantilizada como esta.
Con la bienvenida esa de la azafata vestida de enfermera, el despacho de su padre en llamas, literalmente una casa del árbol, y con planes para que todo acabase con un espectáculo musical con el autonombrado salvador de la democracia liberal crucificado por el bien de todos, bajando desde las alturas…, PERO estaba segura de que se podía hacer algo más que pasar pantallas del Minecraft…
Se acercó a uno de los camareros. Un chico espigado, delgado como una rama. – Me sirves un agua con gas y lo que sea que él tome – le dio una indicación con la cabeza.
El chico asintió.
Pero luego se la quedó mirando con curiosidad. – ¿Es famoso?
– Un tío de las tecnológicas.
– Oh – comentó. Era evidente que daba por hecho que hablaba con una de las personas que habían contratado Berry y Comfrey para supervisar las salas. Bajó la voz: – Parece el tipo de tío que muere por asfixia autoerótica – sugirió de repente.
Le miró horrorizada.
– ¿No se habrá pasado con nadie?
El camarero negó con la cabeza haciendo un ademán sobredramático: – No, no, no. Pero no se ha movido de ahí… Tiene un tipazo.
El chico sirvió el gin-tónic en la barra. – Toma. ¿Vas a llevárselo o prefieres que vaya yo?
Lavinia suspiró.
La estaban confundiendo de nuevo por una de las azafatas.
Al menos eran sólo azafatas.
Cambia el chip… Haz tu trabajo.
– Ya me encargo…
Se volvió y fue hacia Matsson. ¿Acababa de ponerse unos auriculares? ¿unos pequeños inalámbricos?
Raro no lo definía lo suficiente.
Arrugó la frente al acercarse. – ¿Qué estás escuchando? – dejó la nueva copa sobre la mesa y sujetó su vaso de agua con una mano. Después de lo de Reece no le apetecía para nada emborracharse en una fiesta de Kendall.
Matsson alzó la vista y por un momento fugaz aparentó menos edad. – Esto y aquello… Boten Anna de Basshunter...
Oh, wow.
Parpadeó.
– Eso es super viejo… Sonaba un montón en Ámsterdam cuando yo estudiaba allí. En todas las malditas discotecas. Creo que solo recuerdo esa canción de las fiestas – espetó inesperadamente.
Infierno santo. ¿Acabas de decir eso en voz alta?
– ¿Ámsterdam?
No le contestó.
– ¿Puedo?
– Claro.
Le cedió un auricular.
Se rió para si al escuchar la dichosa mezcla.
– ¿Te gusta?
– ¡No! Es decir… – tarareó incrédula el maldito estribillo och ana bot mal pronunciado porque no tenía ni idea de sueco, pero esa canción estuvo en todas las malditas radios de los Países Bajos durante meses. Matsson presionó un botón de su móvil y la canción volvió al principio – Un ciclista me atropelló una vez saliendo de un bar donde sonaba esta canción como por quinta vez en la noche. ¡Dios…!
Se aclaró la garganta tratando de no sonar como una loca.
El recuerdo la había asaltado espontáneamente.
Nunca habría dicho que pensaría con cariño en las salidas nocturnas de los meses de exámenes mientras nunca nunca dejaba de llover.
La miró, y sentenció enfatizando su nombre. – Me preocupas, Lavinia.
– No pasó nada – Frunció el ceño, pero hizo caso omiso de su expresión – No soy yo quien está escuchando una canción de como ¿2008? En una fiesta la que los Dj han costado miles de dólares. Kendall ha dejado claro que quería temazos todo el tiempo.
Él se encogió de hombros. – ¿En serio?
Lavinia pensó que tenía que contarle a Stewy lo muy raro que era ese Lukas Matsson.
¿Se conocerían?
Probablemente habían coincidido antes.
Raro ni siquiera lo cubría... Oh, y le contaría sobre la bendita canción. ¿Le había hablado nunca de esa pequeña cicatriz en el tobillo?
Tendría que estar aquí para verla hacer el ridículo con el invitado estrella de Kendall, o ella en… Estambul.
Mierda, Stewy… ¿qué estamos haciendo?
Se le volvió a hacer un nudo en el estómago.
En el fondo se moría porque su teléfono sonara, que le dijera que estaba loca si pensaba dejar pasar un día más.
Mañana.
Le llamarás tú y hablaréis. Marcaréis una fecha, algo.
– Gracias – Lukas señaló las bebidas sacándola de sus pensamientos – ¿Abstemia?
Se recompuso como pudo notándose los labios secos.
– No. Solo estoy trabajando…
Entonces recibió dos mensajes de Roman.
Sacó el móvil de la pequeña bolsa que todavía llevaba colgada del hombro devolviéndole el auricular a su interlocutor y bajó de nuevo la vista al aparato.
"¿Sabes o no donde se esconde Matsson?"
Resopló.
Lukas volvió a levantar una ceja. – ¿Qué es tan exasperante?
– No, nada.
¿Por qué no decirle a Roman que estaba aquí?
Oh, porque trabajaba con Kendall y tenían un acuerdo profesional…
Ha.
Con una sacudida, aclaró su cabeza.
Escribió a Roman pero luego se arrepintió. ¿En qué estaba pensando?
No quería estar en medio de lo que fuera eso.
– Entonces… ¿Vamos… a seguir oyendo a hablar de GoJo pronto?
– Psé… Estoy jodidamente aburrido, Lavinia… – se puso la mano en la nuca.
Alguien debió avisar a Ken que sus hermanos buscaban como locos a Matsson porque no tardó en aparecer.
Pareció confundido cuando la vio hablando con él.
– Hooola. Vinnie. ¿Qué está pasando aquí? Tío, hola. Si me disculpas, me llevo a mi prima un segundo, ¿vale? Ahora vuelvo...
Lavinia puso los ojos en blanco, alzándose.
– ¿Qué pasa?
Ken la arrastró a un lado sin perder de vista a Matsson. – ¿Qué buscan mis hermanos? ¿Negociar con él?
– Y yo qué sé – frunció el ceño.
– ¿No le habrás dicho a Roman dónde está?
– ¿Por qué? ¿Tendría algún motivo?
La miró claramente con la adrenalina disparada, viendo fantasmas por todos lados. – ¿De qué va esto? ¿Me estás jodiendo?
Oh, por Dios.
– No va de nada. ¿Encima? Por favor…
– No, espera – la cogió del brazo cuando ella se apartaba.
Lavinia protestó.
– Joder, Kendall.
– Esos idiotas van en sentido contrario – la liberó alzando las manos, pacificador.
– ¿Solo ellos?
Parpadeó. – ¿A qué…? ¿A qué viene esto, Vi…? porque no lo pillo.
– Podrías haberme avisado que me relegabas de mis funciones. Hasta hoy pensaba que me encargaba de tu oficina de prensa…
– Sí.
– ¿Por eso decides lanzar una campaña de difamación a Greg en la única reunión en la que no he estado en semanas? No solo en Twitter sino que mandas a Comfrey a llamar a la prensa.
Su primo pareció evasivo. – Eso no es… no es importante. Sé profesional. No te pongas histérica… sobre eso.
– Oh, vamos. No es sobre eso en realidad. Son las mentiras. Podías, ya sabes, decírmelo. ¿Por eso me has dado el día libre? – preguntó.
Estaba furiosa.
– ¡No! ¡No! Yo… hice un trato con Stewy. Yo te libraba de la fiesta… y él venía. Pero bueno, no se puede confiar en él.
– No seas injusto…
Kendall se pasó la mano por la frente. – ¿Injusto?
No quería ir por aquí.
Suspiró. – No le avisaste que te retirabas de aquel plan. Tuvo que dar la cara con Stuhlbarg, Sandy…
Kendall se retrajo.
– ¿Cuánto hace que lo conoces? ¿Cuánto llevaba con su novia modelo? ¿Un año? Ya. Y mira.
– Ken…
Reconoció enseguida que iba a hacer daño.
Debía haber pasado algo más. ¿Qué debía decir la tarjeta que le había dado Roman?
– Dejémoslo aquí, ¿quieres? – giró sus ojos hacia Matsson. Aunque a esa distancia no podía escucharlos, les estaba mirando interesado.
O al menos lo más interesado que había mostrado hasta ahora.
El nórdico se alzó y luego volvió a sentarse en una especie de banco bajo, cerca de donde estaba.
Recibió a Kendall con una mirada de curiosidad cuando este volvió a acercarse. Situó un codo en su rodilla, intrigado.
– ¿Y bien?
Luego, pidió otra bebida con la mano en la barra.
Lavinia pensó a unos metros de distancia que en vez de espantarle Kendall había conseguido su atención.
¿Cómo de aburrido le resultaba tener de repente todo ese éxito y millones en el banco para que encontrara entretenida esta locura de los Roy?
Resultaba absolutamente agotadora tanta intensidad.
Kendall hizo su papel.
– Nada. Cosas de familia. Dime, ¿cómo te lo estás pasando? ¡El Odín de la programación! Mi colega, mi mito, mi puto monolito…, ¿qué pasa contigo? – chocó un puño con él. – ¿Qué hay? ¿Te lo estás pasando bien?
El otro levantó una ceja. – ¿Tengo pinta de pasármelo bien?
– Nop, creo que no.
– Pues eso.
Kendall, con su cazadora moderna y su demenor, se tiró hacia delante para ganar presencia. Estaba intentando ser guay. – ¿Aun no pillas los algorismos sociales, ¿eh? Dile a tu programador que te depure el código.
Matsson ladeó la cabeza como si hiciera un esfuerzo para no mostrar desdén.
– Tío – se quejó – Me acabas de arruinar la única diversión de la noche.
Ken parpadeó con una sonrisa brusca. – ¿Cómo? No te entiendo… Oye, una advertencia – le dijo humedeciéndose el labio y poniéndose serio – Tengo que avisarte. Mis hermanos te estan buscando.
– Vaya tendré que buscar otra zona más exclusiva aún. El semisótano, por ejemplo – ironizó.
– Sí tal, vez. Son los emisarios del gran duque de lo Rancio. Papá quiere comprarte y ha enviado a esos dildos con alas para charlar…
El camarero de antes la abordó ensanchando la sonrisa.
– ¿Y cómo ha ido, ehm?
Eso la obligó a desviar la atención.
Igualmente no escuchaba exactamente qué se decían.
– Normal.
– Oh, a mí me pareció que bastante bien – le dio un golpecito con el codo.
¿Qué demonios…
– Soy Sasha – se presentó.
– Liv – sonrió.
Era uno de los diminutivos de Stewy. De algún modo la reconfortaba pronunciarlo ella.
Aunque hasta ahora había tenido calor cogió un poco de frío cerca de uno de los climatizadores de la sala. Se cruzó de brazos pasándose una mano por la piel de gallina.
– ¿Tienes un abrigo – le preguntó el muchacho, Sasha.
– Sí. Lo he dejado fuera. La chica de la entrada ha insistido mucho… órdenes de Ken- Kendall Roy – se corrigió.
– Claro, nosotros aquí solo somos los siervos de todos esos billonarios – bromeó el muchacho. – Espera… Tengo por aquí como una bufanda de pelo falso. Es de mi novio, me lo pongo en los hombros, pero ya sabes, mi jefe lo encuentra un poco afeminado para servir copas.
Se solidarizó con él. – Qué vergüenza…
– Vamos, ven – Sasha se fue detrás de la barra, se agachó y le ofreció la tela.
– Gracias – se encogió cubriendo sus hombros. Eso estaba un poco mejor.
Kendall apareció por detrás.
¿Y ahora qué?
– ¿Te vas a hacer camarera? ¿Qué es eso? ¿Has matado a tu gato?
Arrugó las cejas. – Puede…
– ¿Me haces el favor y ayudas a Matsson a buscar, no sé, golosinas, mujeres, coca, pasta garganelli…
No podía creérselo. – ¿Yo?
– Bueno, Reece me serviría para eso, pero – dijo como si fuera evidente – tuve que mandarlo a la mierda después de aquello.
Algo en su tono la incomodó.
– Ya, bueno, porque la alternativa era… ¿qué? ¿arriesgarte a que drogara a alguien más por las risas y esta vez sí acabarais en comisaría?
– Que tu novio cometiera un asesinato.
Se acordó del moratón en la mejilla…
– Ken, ¿qué paso con ese tío y Stewy?
– No estoy seguro. Tengo entendido que dijo algo desagradable sobre ti y le pegó. ¿No te lo ha contado?
– No tuvimos tiempo de… – dijo pensativa. Enseguida cambió de tema. – Entonces, ¿qué quieres que haga?
– Eso, que siga por aquí, que nadie le va a tocar las pelotas, ¿vale? El colega solo quiere privacidad, coños, pasta… – Movió la mano abarcando toda la habitación – Busca a Remi que os ayude a encontrar algo por aquí. No me mires así. Stewy es el príncipe de los copos de nieve…
– Oh, vete a la mierda…
Miró de reojo al chico camarero que estaba alucinando.
Kendall se dio cuenta.
– Roman y Shiv estan fuera. No pueden entrar, ¿okey? Me largo, Rava me está esperando. Quítate… eso, ¿quieres? – dijo y desapareció.
De puta madre.
Los ojos de Sasha estaban como platos. – ¿Qué ha sido eso?
Suspiró con resignación.
Iba a hacer lo mínimo indispensable para cumplir la órden de Kendall, y a irse a casa a descansar.
Roman le mandó un par de mensajes más.
Ella los leyó sacudiendo la cabeza.
Rome usaba el móvil como alguna clase de artefacto incendiario.
Oh, por favor…
– ¿Todo correcto? – preguntó a Lukas Matsson, sentándose en la silla de su izquierda a regañadientes.
"No le dejes moverse".
Sí, claro, Ro-Ro. "Más te vale darte prisa".
– Pues… uhm… como le he dicho a tu ¿primo? hasta la cara que pongo es secreto comercial. ¿Me vas a llevar al kiosko? ¿uhm?
Lavinia hizo chocar su lengua contra la parte posterior de los dientes:
– Me temo que eso no entra en la descripción de mi trabajo. Lo siento.
Él se encogió de hombros, casi en modo de disculpas.
– No hay problema.
Pero luego la miró como analizándola.
Ella frunció el ceño, incómoda por su escrutinio. Siguió el rumbo de su mirada; ¡oh, por favor! ¿En serio?
– Voy a hacer que te presenten a Remi y por mi parte ya está... – explicó.
Una arruga revoleteó en el rostro de Matsson:
– ¿Hay algo que sí te apetecería?
Le tocó la rodilla con un movimiento fugaz, casi de refilón. Un roce amable.
Lavinia se sobresaltó, sorprendida.
Inmediatamente movió la pierna.
Sacudió su repentina incomodidad lanzándole una mirada de asesina en serie: – Creo que es mejor que me vaya a lo mío. Tengo algo de trabajo que hacer —
Matsson levantó una palma, aplacándola.
– Una ronda más.
La mirada de Lavinia buscó en último segundo su vaso con agua con gas, pero lo había dejado tirado en la mesa de antes.
Fantástico.
Él bebió otro sorbo de su copa antes de decir con humor: – Pídete algo. Puedo manejarme solo durante cinco minutos más o menos —
– Estaba pensando más como… el resto de la noche...
Matsson se inclinó hacia atrás. Pareció genuinamente divertido por su reacción. – Eso es una pena…
Lavinia enarcó las cejas.
¿En qué momento le has dado a entender…
Entonces Comfrey los interrumpió.
– Perdóname, Lavinia, Roman está abajo e insiste. Shiv y él ya han discutido antes con Kendall – susurró.
Después de once horas de vuelo y el trayecto de taxi más largo de su vida, estaba en la maldita fiesta de Kendall.
Acababa de conseguir una de esas ridículas pulseras pintadas de arcoíris cuando la vio sentada en esa mesa con Lukas Matsson.
Detuvo sus pasos un segundo. ¿Qué diabl…
Lo primero que pensó es que quería a Matsson fuera de la fiesta, la ciudad y el maldito país.
Era evidente que se la estaba comiendo con la mirada.
No quería que la mirara y mucho menos así y mucho menos... La vio guardar distancia.
Para, tío. Esos celos no te pegan.
– Vaya, vaya… Así que están a punto de substituirte… Pensaba que pasabas de la cara de mi hermano…
Apretó la mandíbula al girarse hacia Roman, menuda noche le esperaba.
– Caramba, Ro-Ro. Tienes el don de la oportunidad para tocarme los huevos…
– Déjame decirte que cómo los sigas mirando así te quemarás los ojos.
Chasqueó la lengua. – Muy gracioso.
– Eh, eh, eh, ¡que yo te defendí, colega! Le dije que no creía que te estuvieras follando a ninguna pava por ahí.
Puso los ojos en blanco. – Tío…
Rome se marchó riendo aún.
Stewy volvió la mirada a Lavinia.
Estaba preciosa.
¿Cómo alguien no iba a mirarla?
Aunque su extraña compañía era, por lo menos, una sorpresa.
Sus hombros se tensaron a la defensiva bajo su mirada. Sin embargo, Lukas no parecía preocupado por su incomodidad.
– Debo irme.
Después de que se puso de pie miró alrededor. De pronto este lugar estaba atestado de gente. ¿Quién estaba regalando las dichosas pulseras?
Hubo un golpecito en su brazo. Se dio la vuelta y se encontró a Roman sonriéndole ampliamente. – ¡Sorpresa, capulla…!
– ¿Cómo has entrado?
– Tengo mis trucos. Y he tenido que matar a alguien para tener la pulsera. Voy a hablar de negocios con Matsson, gracias por entretenerlo.
Se estrechó el puente de la nariz. – No ha sido solo por ti.
– Un poquito sí. Aunque… Greg ya sabe que su careto va a salir en la prensa, ¿no? Eso me ha parecido oír a Wambsgans…
Resopló.
Roman le dio un golpecito en el brazo y fue hacia Matsson que se había puesto a jugar con su móvil. De nuevo.
– Ey, aquí estabas escondiéndote de mí, como una VPN humana. ¿Qué tal?
No alzó la vista. – Pues bien. Estoy… bueno, imagínatelo.
– Te entiendo. Esta vida de mierda es agotadora.
Matsson lo miró de reojo, con desgana. – Solo esperaba un buen coñito para largarme, ¿sabes?
Eso le hizo gracia a Roman. – ¡Ha! ¿Y no has encontrado ninguno? ¿No?
– Psé…– sonrió evasivo – Creo que ha huido. ¿No tendrás tú algo que ver?
– ¿Yo? No, tío. Aunque a mí me pirran los coños, ¿has visto el de mi madre?
Lavinia se preguntó qué se estarían diciendo, aunque solo fue un instante.
Seguramente no quieres saberlo.
Decidió ir a la barra para pedir otra agua con gas.
– ¿Todo bien?
– Sí y gracias de nuevo, no me iré sin devolverte tu pieza de ropa.
– Oh, no te preocupes. Si no me he perdido… Eres la prima del mandamás de esta juerga, ¿no? ¿sí? Kendall Roy. Yo no lo hubiera dicho…
– Mejor no me lo tengas en cuenta… – pidió al camarero con una pequeña sonrisa, resignada.
Sasha desvió la vista hacia un lado y le hizo una señal con la cabeza.
Se dio la vuelta con una sonrisa extrañada y allí estaba Stewy, su mirada profunda, algo especial en la forma que elevaba la comisura de su boca.
– Stew…
– Estás extraordinaria.
Cielos.
La voz de él hizo que olvidara por un segundo todo lo que la rodeaba.
También la situación en la que estaban.
– ¿Has venido? – sintió su estómago dar un salto. Lavinia trató de no echársele encima y comérselo a besos. – Stewy... yo…
– Sht – Él le susurró dando un par de pasos. Su boca estaba ahora lo suficientemente cerca de la de ella que podía oler su pasta de dientes de menta, y alcohol, y colonia que olía vagamente a cigarrillos.
De pronto estaba muy serio.
– Stewy…
Él se inclinó más cerca, ahuecando su rostro entre ambas manos. La miró profundamente a los ojos.
– Por favor… – susurró – Solo por un segundo. ¿Puedo? – Hizo una pausa para el efecto, – besarte.
Su corazón latió rápidamente cuando sintió que sus labios tocaban los de ella.
Fue suave y vacilante al principio. Pronto, el beso se volvió más contundente. Se volvió desordenado y lleno de frustraciones reprimidas que Stewy no podía aguantar más.
El besó estuvo también lleno de afecto.
De algún modo a Lavinia se le oprimió el pecho. Algo intenso, profundo. Se habían lastimado mutuamente. Podía notar en ese beso el efecto que la distancia había tenido en Stewy. Pero también las ganas de sentirla.
Su boca se movió con la urgencia que él parecía desear.
Apenas podía recordar su propio nombre cuando dejaron de besarse.
El beso se había vuelto descuidado y torpe, pero no importaba mientras el hombre que amaba se lo devolviera. Sus dedos encontraron el camino hacia la parte posterior de su cuello. Se separaron, jadeando por aire.
Stewy mordió la parte inferior de su labio.
– Te quiero – Lavinia respiró mientras él le rozaba la mejilla con la mano. Estaban en medio de la sala llena de gente, pero no le importó ni por un segundo.
Stewy la miró intentando hacer un ejercicio de adivinación.
Mierda, necesitaba saber si su mundo no se había puesto patas arriba sin que él lo supiera.
– Dime. ¿Has pensado en todo? Porque tienes que escucharme, pasaría por el infierno y el cielo por ti, ¿de acuerdo? Tu nota casi me vuelve loco – confesó, esperando, deseando, rezando para que ella supiera que hablaba en serio.
Porque realmente no podía vivir así por más tiempo.
Ella asintió y se mordió el labio. Sintió su mano moverse a su cintura. No quería arruinar este momento.
– Por favor, Livy, perdóname, pero necesito... Esto me está matando. Déjame saber lo qué piensas…
Stewy llevaba un abrigo de entretiempo oscuro, una camisa negra y pantalones de vestir.
Se había peinado el cabello y sus zapatos estaban lustrados. Era exactamente la forma en que solía mostrarse y, sin embargo, a ella no le importaba. Era tan guapo que daba igual lo que eligiera ponerse. Esos ojos y la mecha gris de la que quizás tenía un poco de culpa, Dios. Todo lo que importaba en ese momento era que la hacía sentir en casa en sus brazos. En casa.
Pero parecía cansado.
Y tal vez hambriento.
– Podemos hablar mientras comemos algo – propuso apretando los labios – ¿Has cenado? ¿Has podido felicitar a Kendall?
Con suavidad, él trazó un sendero de besos a lo largo de su mandíbula hasta sus labios.
Lavinia cerró los ojos cuando comenzó a besar el cuello, casi como quien probara el gusto salado de su piel por primera vez, dejándola sin aliento.
Fue como una chispa. Las chispas explotaban por todo su cuerpo. Quería gritar, reír, gemir.
Pero no iban a cruzar ninguna línea de nuevo antes de una conversación completa.
– Oh, Dios, no hagas eso – Lavinia lo reprendió, la mano en su barba.
– Lo sé — Santo cielo, te he extrañado – murmuró contra su piel. Ella sintió que las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas y su pecho se oprimió. No seas tonta.
Mantuvo los párpados cerrados para frenarlas.
Él le acarició uno de los pómulos con los labios, mientras la abrazaba, pero esta vez fue algo quieto. Sus dedos se enroscaron en sus hombros.
Lavinia intentó recobrar el aliento. ¿Qué estaba diciéndole antes de…? Oh. Sí. Por supuesto.
Suspiró.
– ¿Ya lo has felicitado?
Stewy hizo un mohín apretándola contra su cuerpo. – ¿Tengo que…
Sonrió resignada pero después su cara se puso muy seria. – ¿Acaso no quieres?
– No, sí… Mierda. Lo siento. Me alegro de estar aquí, pero sé que me pediste que fuera paciente y yo… esta vez tenemos que hablar en serio.
Respiró hondo, cogiéndole de la mano. – Sí— Oye, puede ser que a veces me haga preguntas, pero estoy trabajando en eso. Ven. Busquemos a Ken. Lo hablamos cuando salgamos de aquí, ¿vale?
Levantó una ceja. – ¿Quién es ese? Me suena.
– Oh, Hosseini.
Aaronson lo había mencionado.
– ¿El tal Stewy?
– Sep – Roman levantó las manos burlándose – Colega, lo siento.
Matsson lo miró. – ¿Por qué? A mí me parece que lo hace mucho más interesante.
Nadie les había sabido decir exactamente dónde estaba Kendall.
Aunque Comfrey se ofreció a ayudarlos a buscarlo.
– ¿Tú…
– Oh, no. Prefiero no verle más por hoy... si está tan nervioso como dice Comfrey. Yo ya le he felicitado – se encogió de hombros.
Stewy asintió.
Hizo una mueca dejándola en la sala cerca de los baños.
– Ya vengo. Le encuentro y…
– No me voy a escapar… además estoy bastante cansada.
– Vale.
Lavinia se quedó esperando a Stewy apoyada en una columna cerca de la pista donde divisó a Shiv bailando.
Fue entonces que notó una mano en su brazo. – Matsson…
Sus dedos eran firmes, aunque no forzó ningún movimiento.
Su ceja levantada le indicó que estaba siendo irritante aposta. – ¿Todo en orden? No parece que te estés divirtiendo – dijo.
– Estoy bien. Esperando a mi novio – lo cual no era mentira.
Matsson asintió. – Sí me han hablado de él.
La sala estaba abarrotada y alguien cruzó detrás del sueco haciéndolos moverse. Lukas se inclinó más, hasta que ella apenas tuvo sitio contra la columna.
Lavinia reaccionó abruptamente apartándose, obligándolo a echarse atrás.
– ¿Así que simplemente no te agrado?
– ¿Está todo bien? – preguntó una voz secamente en la oscuridad, sobre la música.
– Stewy Hosseini, ¿cierto? – Matsson apenas se inmutó. Stewy estaba mirando a Lukas con el ceño fruncido. Lavinia le miró en silencio.
– Me temo que sí.
El vientre de Lavinia se revolvió. Mierda, Stewy.
Se removió la bufanda de Sasha de los hombros. Esta sala volvía a ser sofocante.
El gesto distrajo la mueca homicida de Stewy.
– ¿Necesitas ayuda? – dio un paso poniendo sus brazos alrededor. La interrogó con los ojos, serio.
– Hace un montón de calor.
– ¿Sí?
La estaba mirando fijamente, evaluándola.
Le hizo un gesto con la cabeza a Matsson excusándoles. Le ofreció la mano.
– Un placer. Si nos disculpas…
– Por supuesto… Lavinia – se despidió.
Ella asintió.
Stewy puso una mano en la parte baja de su espalda. – Vamos, nadie sabe dónde está Ken. Te llevaré a casa. ¿Has tomado mucho? ¿Algo en especial? – murmuró.
– No, casi nada. Nada.
Puso su mano en el mentón y la miró más serio:
– ¿Qué era… eso? ¿Matsson?
– No estoy segura.
– Si quieres probar…
Frena, colega. Que te va a dar algo.
No te lo crees ni tú; te volverías majara.
– ¿Qué?
– Matsson… Eso.
Lo único que consiguió es que Lavinia pareciera molesta.
– Oh. ¿Te daría igual? – musitó dolida.
– No, claro que no.
Estaba furioso con ese tío.
Un sentimiento que había intentado aplacar corrió a través de su cuerpo, agotado por el viaje.
La sala que atravesaron era ruidosa, estaba llena de gente, una multitud en la pista de baile. Le dio la mano a Lavinia para guiarla a través.
Shiv parecía estar ejercitando demonios.
Puede que no estuviera mal pedirle un poco de esa mierda.
Gritó para hacerse oír por sobre la música: – ¿Ha pasado algo con tus primos?
– GoJo. Si no he entendido mal van a comprarlo.
Las luces se movían al compás de la luz en extraños colores y sombras sobre los invitados de la fiesta de Kendall.
– ¿Estás segura?
Asintió.
Stewy rodó los ojos.
Ese asunto tendría que esperar otro día.
Vio al puto Marcuse que pilotaba helicópteros para Kendall.
La cogió de los hombros: – Quedémonos.
Lavinia pareció confundida.
– ¿Estás seguro?
La apretó con fuerza contra él, las dos manos en la cintura…
Se inclinó para hablarle al oído: – Sé que tenemos que hablar seriamente. Sobre esto. Pero quedémonos aquí solo por una canción. ¿De acuerdo?
