"Cuando fue la última vez,
Que derramaste tu pasión
Me abrazas pensando en él,
Crujes, de dolor.
Tiemblas de placer,
Y sudas tu error […]"
– La Última Vez (Dani Flaco)
Capítulo 38. Living+
En las montañas de Noruega.
Un paisaje rodeado de picos puntiagudos con cúpulas afiladas alrededor, y de pronto, un claro rocoso plano donde se alzaba la estación de un funicular.
Roman y Ken estaban hablando. – Ese no era el plan, Rome.
– Sí, bueno, el plan era una mierda. Papá iba a decirle que le dieran por el culo, pues que le den hombre, que le den.
– Fue tonto. Estamos expuestos.
La sorprendió cerca del río.
– ¿Qué estás haciendo aquí?
Lukas movió su cabeza.
– Quería hacer esto – y la besó sujetándola un momento de los hombros. Olía a jabón y a pino, con un ligero toque de algo más almizclado debajo.
Ella desvió un momento la mirada. – ¿No se supone que deberías estar en lo alto de una montaña reuniéndote con Kendall y Rome?
El jefe de GoJo se encogió de hombros. – Pues sí. Están esperando que les demos la señal para subir. Pero he decidido que esto no podía esperar.
Le limpió una mota de algo que al parecer vio en su barbilla con un dedo.
Ella exhaló. – Lukas…
– No te preocupes me voy volando, pero me parecía bien hacerlos esperar – le guiñó un ojo. – Dile a Oskar que estoy de camino.
De aquello hacía una media hora. Pensó Lavinia observando unos picos pelados al fondo del valle.
Su cabeza estaba hecha un lío.
No creía que alguna vez olvidaría completamente a Stewy, pero esperaba sanar con el paso del tiempo y aprender a vivir con ello.
Lavinia había estado sola otras veces. Estaba acostumbrada a la sensación.
A que al final quienes quería le hicieran daño o la defraudaran.
Reorganizó el contenido de su bolso tomando con cuidado uno de los sonajeros, con una simpática cabeza de jirafa acolchada, un aro de madera para sujetarlo.
Se sentía incómoda y ansiosa por el regalo de Stewy.
Quizás porque no sabía si se lo habría confiado a un asistente sin despeinarse.
Como esos ejecutivos que hacían que su secretaria escogiera las flores tanto para disculparse por un plantón como para una operación de apendicitis.
Quizás porque no necesitaba un recordatorio de cuánto lo amaba.
Confusa por… Lukas.
Le tomó un poco más de tiempo del necesario entrar a otra habitación después de salir de la proyección de la película.
El clima pronto cambiaría a nieve. El camino era estrecho y embarrado. El aire hacía que las ramas de los árboles crujieran ligeramente al pasar por debajo.
Lavinia no podía sentir sus dedos a causa del frío.
Necesitaba un momento para reunir sus pensamientos. "¿Qué estás haciendo?", protestó para ella misma.
Lavinia respiró hondo.
Le gustaba esta parte del mundo. Los fiordos, el lecho del río que serpenteaba a lo largo del bosque, la lluvia la ayudaba a sentirse más ligera.
Sus partes favoritas de su infancia en Canadá tenían algo de eso. Eran pocas…, pero consistentemente al aire libre.
El rancho de su abuelo, la tradicional escapada de Liam para dar la bienvenida al verano mientras fueron cuatro… Todo eso desapareció con el tiempo.
Ella sabía alguna cosa de padres ausentes.
Lamentó que sus hijos también tuvieran que saber lo que significaba no tener un hogar normal.
Cuando papá se fue... solo querías que volviera.
¿Y te acuerdas cuando llegaste a Brujas y en la escuela eras la chica rara que no sabía neerlandés? Deseabas que mamá o el abuelo te obligaran a regresar.
Lavinia llevaba semanas sumergida en demasiado estrés e incertidumbre.
Se sentía constantemente en movimiento y sola, sin nadie con quien compartir los bonitos momentos que tendría en el horizonte.
Tampoco los difíciles.
Los lloriqueos, los cólicos.
Estaba convencida que Stewy y ella tendrían unos niños fantásticos que serían más que la suma de los dos. Aunque los primeros meses fueran sólo saquitos adorables de cacas y pedorretas que la transformaran por completo.
No podía esperar para conocerlos.
Quería tomar sus pequeñas manos entre las suyas y contarles una mejor versión del mundo.
Las piezas de los puzles y los lápices de colores por el suelo.
Iba a evitar a toda costa que no se sintieran amados.
Estaba enfadada porque la había abandonado cuando le había parecido y ahora no sabía qué pensar o hacer.
En su vida nada le había salido como esperaba.
Lavinia había querido ser madre algún día.
En sus ensoñaciones adolescentes, había un padre en la foto cuyo rostro era borroso pero que sabía que la adoraba y hacía reír. Y ella se sentía reconfortada y segura y pensaba que él era maravilloso.
Miró su teléfono móvil por el rabillo del ojo y suspiró.
Devolvió la pequeña sonaja a su embalaje.
Al menos se sentía agradecida al universo de que Stewy hubiera estado allí el otro día en la ecografía para algo tan importante como: "Oye, estás esperando mellizos".
El pequeño ¿Kian? y su hermano o hermana.
Pero ellos merecían alguien a quien le encantara ser su papá. Incluso las cosas que debería odiar, como las rabietas y las noches de insomnio.
¿Por qué me siento tan culpable?
Lavinia solo estaba tratando de poner límites, no dejar su corazón o el de dos inocentes a la intemperie.
Lo podía visualizar perfectamente en una reunión que se alargaba: "Oh, tengo dos gemelos de un año en casa, así que no te preocupes por mí, estoy de puta madre. ¿Café?"
El regalo, las flores, la nota… Quizás estaba siendo injusta.
Es como… Stewy había sido el que dudaba, pero ahora era ella la que lo alejaba. Ella todavía estaba herida, enfadada… Él había hesitado durante cuatro semanas, mientras ella tenía que hacer de tripas corazón. ¿Cómo fue eso justo?
Yo también tomé mi decisión.
Te dije que podía criarlo(s) sola.
Yo y tú. Eso era lo único que tú querías… Sabía lo importante que era tu libertad; sólo te pedí que no entraras y salieras de nuestra vida porque eso nos haría más daño.
Los sentimientos por él todavía eran muy fuertes.
Se preguntó si siempre se sentiría así.
Seguía enamorada de Stewy. Cuando él esbozaba su media sonrisa, en algún lugar se hacía de noche.
Pero ella no quería ser débil y blanda, dado que era él quien se hizo al lado, muerto de miedo al ver lo que le venía encima. Era algo que no podía permitirse.
¿Cómo sabia que su cambio de parecer era sólido?
Si no estaba segura de él, entonces por supuesto que no merecía ser bienvenido en sus brazos cuando quisiera.
Cerró los ojos y se presionó las sienes con los dedos, exhalando.
Tardó solo segundos en enamorarse de Stewy al verlo, y todavía lo amaba a pesar de que tal vez eso había dejado de tener sentido.
Stewy estaba empeñado en este momento en... ella, y la responsabilidad de apoyarla porque creía que no tenía otra elección que "sacrificarse", pero ¿qué... qué pasa con las personitas que serían esos bebés?
Si vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo bien. Definitivamente quería hacer esto de la maternidad de la forma correcta.
Había leído sobre lo difícil que eran los primeros seis meses. Y eso era en parejas que lo habían deseado, pero que de repente, y aun con ayuda externa se encontraban sin tiempo o ganas para quedarse despiertos hasta tarde haciendo otra cosa que no fuera intentar alimentar a su bebé.
Sólo quería que ellos dos no se hicieran más daño y amar a esos bebés más que a nada en el mundo.
Tengo que crecer más allá de este corazón roto. Maldita sea, Stewy.
Estaba segura de que él creía que la amaba como decía, pero si quería ser padre sólo para conservarla a ella, no era una buena idea.
Necesitaba más. ¿Pero qué?
Stewy tenía que comprometerse, aunque en este punto Lavinia no tenía ni idea de lo que esperaba.
No puedes pretender que nadie dé la vuelta a su vida como un calcetín para no perderte.
Él terminaría odiándolo.
Tuvo que obligarse a respirar profundamente.
Lavinia trató de no dejar que su ansiedad empeorara demasiado, porque eso sólo resultaría en que se sintiera miserable.
Lo mejor era limitarse a invertir sus esfuerzos en sus pequeños.
Algunas personas creían que un estado de ánimo negativo durante el embarazo podía provocar complicaciones o niños más inquietos. Todavía estaba en las primeras etapas de la gestación… ¿Qué pasaría si algo saliera terriblemente mal?
Al parecer, embarazada… la lista de cosas por las que una podía sentirse culpable era interminable. El listón siempre está más alto para las mujeres. Hostia.
Las hormonas la estaban haciendo un desastre.
Estaba ahogándose por muchas emociones y decepción. Pero, ¿qué pasa con la ternura? ¿y esto que sentía cuando miraba la ecografía de sus bebés?
Eso tenía que contar.
¡No me amabas tanto como yo a ti! Y es una mierda, pero es lo que hay…
Por eso voy y me acuesto con otro hombre...
Recordó la noche anterior con Lukas.
No estaba segura de que quisiera ahogar la sensación.
Lukas fue cuidadoso, gentil, ansioso por complacerla de maneras que no esperaba en la cama.
Esta mañana, había fallado su boca por poco, y fue abrupto y corto. Luego partió hacia la cima de la montaña donde sus primos le esperaban.
Parecía casi deslumbrado. Tenía esa mirada que ya le había visto antes… una que se le quedaba cuando absorbía algo nuevo o interesante por primera vez.
A ella le gustaba la forma en que él la miraba.
Había algo excitante en su manera de memorizarla.
Por alguna razón, se sentía una versión diferente de sí misma.
Él decía que le costaba leer a las personas y aun así había conectado fácilmente con ella.
Ya fuera la intriga, la atracción por lo que se suponía no debía hacer, las cosas en común, o simple química.
Le venía bien tener a alguien de su lado. Alguien que la animara a levantarse y seguir creyendo en sí misma.
Pero Lavinia acababa de terminar una relación, estaba embarazada, esas no eran las condiciones para lanzarse a nada.
Y no, no estaba en ese punto.
Le habría gustado criar a sus bebés con Stewy.
Le quería de verdad.
Una parte de ella sabía qué pasaría incluso antes de contarle la noticia. ¿Entonces por qué…
¿Por qué no podía elegir lo que le hacía bien como cualquier adulto?...
Incluido en lo relativo a Lukas. Lukas, su jefe. Lukas, el hombre que en cierto modo iba a suceder a Logan Roy. El hombre que puede que todavía fuera un total desconocido.
Esta podría no ser la mejor situación para tomar decisiones racionales.
Y ahí lo tenía. La debacle de la sangre, Shiv…
Puso música en su móvil.
The Lumineers. Cleopatra, Ophelia,…
"Oh, Ophelia, you've been on my mind, since the flood…"
Oskar entró en la sala donde había acabado Lavinia después de caminar un poco.
La miró un momento antes de preguntar. – Hej Lavinia! Hur mår du?
Levantó una ceja, contestándole en inglés.
– Todo bien, gracias.
Oskar era realmente bueno usando el sueco como excusa para ser un idiota.
– Una peli apasionante – ironizó.
– Estoy segura. Un hit el tal Kalispitron. Una hora durmiendo en una cueva.
– Huh. Dos.
Lavinia había abierto el portátil para revisar el último clipping de prensa de esta mañana.
Se había escaqueado del visionado de la película.
Pero por supuesto había trabajo que hacer, no podía desaparecer cuatro horas como si nada.
En su actual puesto de responsabilidad todo era para ayer y tenía que seguir el ritmo.
Había un constante flujo de correos electrónicos y peticiones de la prensa.
Así que, Vinnie, imagina como encajará una madre que pretende conciliar en este entorno…
Hoy la prensa digital decía que aquí la gente no se entendía, que había mal ambiente.
Al menos eso era bastante fácil de gestionar. «Sin comentarios… no, no haremos comentarios»...
Pero si el trato iba a firmarse, había mucho que hacer.
Alguien de Waystar también se había dedicado a contar que el estudio era una ruina, la peli una mierda y una historia en el Svenska Dagbladet (uno de los grandes periódicos suecos del que había conseguido un ejemplar en papel) sobre el talante de Logan y lo errático de sus últimas decisiones en la empresa que venía a ser el equivalente a anunciar que la casa está encantada a posibles compradores para que se echen atrás ellos mismos.
Se recordaba detalladamente el escándalo de los cruceros y por qué era estructural.
La prensa sueca en particular tenía una especial vendetta con Lukas.
Así que habían tenido unas semanas movidas cuestionando la rumoreada adquisición.
Lukas hacía tuits incendiarios, no concedía entrevistas y no parecía lo buen tipo que pintaban a Daniel Ek aunque los dos tenían cosas en común.
Entonces, básicamente no tenían ni idea de qué hacer con él.
Abrió la web del New York Times para repasar si también decía algo de la reunión o Lukas.
Notó la presencia de Oskar a su espalda señalando el ejemplar de papel.
– ¿Cómo entiendes eso?
– Magia…
Había usado Google Lens.
Era un gran invento.
Lukas le envió un mensaje con una foto desde la cima en Åndalsnes.
"Ojalá estuvieras aquí. Disfrutarías las vistas mejor que yo. ¿Te encuentras mejor?".
Le contestó con una foto de su buzón de correo. "Estaba bien. Todo el mundo quiere que hables"
"(Emoticono del payaso). Te dejo. Ya están aquí".
Oskar soltó un bostezo genuino. – Necesito un café muy cargado – refunfuñó.
Se acercó a la cafetera y cuando se hubo preparado uno se volvió hacia ella.
– ¿También estás exenta del cine basura por recomendación médica…?
Levantó una ceja. – Ja, ja, ja.
El segundo al mando de Lukas alzó las manos como si su interés no fuera con retintín. – Era una pregunta.
Lavinia intentó concentrarse.
Oskar tomó un largo sorbo de café.
Ella se recogió el cabello con una pinza de pelo roja con la que había estado jugando mientras trabajaba.
Todavía estaba pensando en lo de la sangre.
Ladrillos de sangre congelados como una especie de broma.
La información la había dejado un poco aturdida. ¡¿Dónde te metes?!
Sin ahondar en lo que Lukas tenía en juego profesional o físicamente… No pudo contener un gemido ante el desastre que ahora tendría que ayudarle a mantener a cubierto.
El drama de la sangre era profundamente perturbador, confuso y también exasperante, en el sentido de decir "¡qué jodidamente está mal contigo!".
Realmente se sintió muy mal por Ebba.
Era increíblemente inapropiado, masoquista y extraño, ¡Ebba literalmente tenía más sangre suya que él!
No es que Lavinia no hubiera tenido la impresión de que siempre estaba dispuesto a probar algunos límites.
Ella misma había hecho bromas incomodas sobre un desván lleno de cadáveres.
Palabra clave: en broma. El silencio de los corderos sería un poco extremo y eso.
Los números en la India tampoco eran una buena noticia.
Lukas era diferentes tipos de terrible. Una vez que se enfocaba en una tarea, era casi obsesivo. Era alguien que desafiaba las reglas, alguien que veía el mundo a su manera. Y también, bueno era…, Lukas. Asocial, sarcástico, impredecible.
El caos, el drama y la posibilidad del fracaso. Todas estas cosas eran profundamente interesantes para él.
Pero le sonreía y había calidez genuina en su sonrisa, simpatía y afecto genuinos.
Había algo feroz, vulnerable en cómo la había besado anoche.
Todavía se sentía aturdida.
Algo en él conseguía despertar su piel, una leve ilusión de calidez.
Incluso si su cabeza seguía pensando en Stewy… y él lo sabía.
Porque no era ciego. Ni tonto.
Lukas no parecía inmutarse ante el desorden de su vida — los bebés, su familia, su carrera. Era parte de lo que le parecía tan fascinante en él.
No tenía ni idea si Lukas se hacía a la idea de lo delicado que era todo eso para ella.
En GoJo de repente se sintió valiosa. Había estado luchando para construir su currículum. ¿Por qué lo arriesgaría?
Bélgica. Nueva York. Angela, Kendall…
Entre unas cosas y otras…
Nunca había tenido una oportunidad profesional como la que le estaba brindando Lukas. Era muy muy mala idea desdibujar las líneas con él.
"No en serio… Me involucro mucho con la gente y luego me decepcionan". ¿Y tú quieres, qué…
Prefería no pensar en ello.
Ese hombre tendría que haber aprendido ya algo de salir con su última jefa de Comunicaciones.
Su móvil se iluminó con un mensaje de Tabitha invitándola a Los Ángeles si iba a estar en Estados Unidos los próximos días.
Al parecer había conseguido quedar con Roman.
No podía contarle nada de esto de Ebba. ¡Pero sabía exactamente qué le diría! "¿Tendremos un imán que atraiga a tipos trastornados? ¡Siento ser sincera pero es la verdad…!"
Lavinia se preguntó si Lukas todavía le enviaba sangre a Ebba a pesar de decirle que había dejado de hacerlo hace meses.
Su cuerpo se sintió frío.
Desde la primera vez que puso un pie en la sede de GoJo le dio la sensación de que desprendían…, un no sé qué, intimidad.
Lo cual tenía sentido, pero no en absoluto al mismo tiempo.
Porque bueno… los había visto conversar de manera afectuosa.
Y estar borde con el otro y al parecer anoche hasta debatieron intensamente sobre la paternidad de sus bebés.
Por supuesto que estaba confundida acerca de eso.
Lo de Barba Azul se había vuelto como muy real.
Estuvo tentada de levantarse de la silla para tomar ella también un café. Necesitaba la cafeína. Pero se conformó con un vaso de agua fría. Ops, se te va a congelar el cerebro.
Era la maldita siguiente en la fila, ¿verdad?
"Lección aprendida"… Y Lukas tuvo el descaro de parecer introspectivo.
Pero, dios, quiso creerlo.
El futuro de su carrera dependía de este juego en particular con este hombre en particular.
Pero también porque… ella intuitivamente había encontrado lo que sea que fuera su amistad reconfortante.
Lo suficiente como para dejarseacariciar por la creciente fascinación mutua.
No estaba enamorada. Pero antes de esa confesión en la cena… ella podría haberse visto a sí misma pujando sin reservas por su victoria.
No sólo porque él la había acogido en el seno de GoJo.
Todavía se sentiría mal por mayormente… Rome.
Intencionalmente o no, Lukas podría acabar sepultando a esta familia.
La idea de comprar una empresa familiar tan heredada, como Waystar Royco, oh, era tan jugosa y encantadora para él…
La riqueza de Lukas, como la de la gente del mundo de los Roy, era abstracta e irreal, una cadena de ceros que existía en algún extraño espacio propio.
Quién sabe qué había visto Logan en él.
Tampoco estaba segura de querer diseccionarlo.
Miró su reloj y maldijo su debilidad, pero tenía un ligero cosquilleo en los dedos, así que dejó su teléfono a un lado y acabó de responder a un par de periodistas que nadie de GoJo haría declaraciones.
Estudió su reflejo en la ventana buscando rastros de ojeras u ojos hinchados.
Necesitaba parecer una persona, no una zombie ahora que todos sabían que estaba embarazada.
No quería que nadie hablara detrás de su espalda sobre lo poco profesional que parecía.
Lukas ni siquiera se había inmutado ante su embarazo. "Vas a ser el maldito Ringo Star aquí si quieres". En ese momento un hombre no podría haberle dicho nada más dulce.
Él no sólo la tomaba en serio, sino que parecía genuinamente impresionado por ella.
Había sido increíblemente fácil disfrutar de su atención.
Su presencia en general.
Y ahora su foto estaba al lado de la definición en el diccionario de problemas.
Su propio Dracula. Pero a la inversa.
¡Qué suerte la suya!
Tenía que ser firme en lo que respecta a sus propios límites, sus propios deseos.
No pudo evitar sentirse como...
Era dura consigo misma.
Reorganizó sus pensamientos hasta que decidió que había terminado de pensar. Se suponía que era una mujer fuerte con una carrera y dos bebés en camino.
Lukas tenía una cantidad increíble de poder sobre su futuro laboral.
Incluso sin saber lo de Ebba… había sido estúpido…
Oskar se aclaró la garganta mientras miraba algo en su móvil.
– ¿Damos por buena la lista?
Dudó. – ¿Por qué no?
– He escuchado que iban pidiéndola.
– ¿Tiene importancia?
Él se rascó la barba sin comprometerse en una respuesta. – No, en realidad si tienen algo es solo un borrador.
Tenía que reconocer que a veces Oskar todavía la asustaba un poco.
Eso de convivir con gente que no conocía de nada pero que no dudaría en juzgarla le daba un poco de pánico.
– Por cierto, me ha llegado que ayer cenaste en la cabaña de Lukas. No he querido escuchar mucho porque voy con resaca como la mayoría. De las que duran 48 horas.
Asintió mordiéndose el labio. – No es lo que piensas – mintió.
Pero no importaba.
– Ya, ya. Yo tampoco suelo consumir drogas. ¿Le has dado un vistazo? A la lista.
– Karolina, Gerri… Lukas me lo comentó.
– Solía hacer un buen trabajo. Ebba. ¿Ahora vamos a tener tres relaciones públicas hasta febrero? – gruñó.
Cerró el portátil, pensativa.
– Karolina y yo… No lo sé. Y Ebba tiene un nuevo cargo, ¿no es así?. Pero Oskar, me ha llegado… lo suyo… Puede ser complicado…
Él la estudió sorprendido un segundo. Entonces se rió sonoramente.
– Y aquí estás, ¿uh? Jodidos Roy…
Lavinia se burló levemente al ver a Oskar poner los ojos en blanco.
– ¿Esperabas que huyera?
– No realmente, no.
Su sonrisa se había ido. – Pero Hirsch, no le hagas un lío. ¿Quieres?
Encontró eso confuso.
¡Lukas era quien enviaba sangre a la gente por el amor de Dios!
– Mi trabajo es estar de su parte, ¿sí? – miró a Oskar.
– Mmm.
Siguió trabajando en silencio durante unos minutos.
Abrió el bolso en busca de un boli para apuntar algo en la agenda y…
Allí estaban los sonajeros.
Su mano se fue instintivamente a la caja.
No tuvo que volver a abrirla para dibujar mentalmente las bonitas cabezas de jirafas con simpáticas sonrisas en su interior. Eran cosas adorables. Se mordió el labio.
¿Stewy los había elegido o se lo había pedido a algún pobre asistente suyo?
Parecía decidido a actuar como si se preocupara. ¿Pero era así? Y lo más importante… ¿era suficiente?
No importa, ya habías decidido que te harías cargo sola. De protegerles.
Enseñarles que el mundo da muchas vueltas y a veces no vuelve a parar en el mismo andén de tren. Pero siempre tiene que valer la pena.
Había recuperado una ramita de lilas de la papelera de su cabaña. La cogió con cuidado metiéndola en su libreta.
No mucho después llegó Lukas.
Entró en la sala, un poco desaliñado. A veces tenía un poco del encanto de un genio torturado y introvertido… excepto cuando estaba siendo su elefante en una cacharrería persona.
Podía hacer un comentario serio de forma completamente genuina, y en dos segundos soltar algo horrible, como la pesadilla que era.
Estaba claro que algo le molestaba ahora.
Su expresión permaneció fija, la sensación de monotonía en los ojos.
¿Tal vez realmente estaba sorprendido de la reacción de Roman y Kendall en esa montaña? ¿Era algo completamente distinto? Quién sabe.
Lavinia se preguntó qué habría sucedido.
– Son idiotas.
– ¿Qué ha pasado?
– He acabado aquí. Con la panda de Scooby doo de pacotilla. Volvemos a Estocolmo. – dijo con una energía más nerviosa – Tendré que pasarles por encima y hablar con los viejos. Se les ha ido la olla. ¿Lavinia, tienes, los folios manuscritos sobre los valores que dibujó este – hizo una señal a Oskar que no se inmutó.
– Espera. Los busco.
El resto de GoJo volvía esta noche por varios medios.
Pidió que Oskar y ella lo acompañaran en su jet.
Lukas era un tipo con talento para el código, lo tecnológico, lo comercial y el caos.
Obsesionado con lo que hacía.
Podía estar una hora hablando de programación o en cambio perder toda la tarde con un juego en línea y en GoJo nadie si quiera pestañeaba porque era lo que se esperaba de él.
Nadie se extrañó tampoco cuando estuvo inusualmente abstraído esa tarde.
Lukas se hundió en una butaca de cuero del avión y le hizo una señal para que ella se sentara en frente.
Había estado en silencio hasta ahora.
– Pídete algo de beber.
La azafata fue hacia ellos con copas de champagne. – Perdona. ¿Tenéis algún zumo?
La mujer asintió.
Lukas hizo un gesto para que se llevara las copas. – Esto no. A mí tráeme una botella de soda. Y algo fuerte para Oskar.
Se pasó la lengua por los labios cuando cogió una llamada antes de que el jet despegara.
Fue evidente que no tenía nada que ver con la empresa.
Tenía una especie de expresión abierta. Casi ingenua.
Habló unos minutos en sueco antes de colgar.
Luego, se tumbó hacia a Oskar que se estaba colocando unos cascos de música murmurando algo.
– Joder, es la mujer más cabezota que conozco.
Cuando se giró de nuevo, su mirada se alzó con sus cejas como diciéndole a Lavinia que quizás no del todo.
Dejó caer una mano en la mesilla que les separaba y donde la azafata había dejado las bebidas. Cerca de la suya.
Lavinia sintió curiosidad. – ¿Todo marcha bien?
– Mi madre está planeando la Navidad. Laponia con sus amigas. Ella ha estado tratando de mutilarse con el esquí durante las dos últimas décadas. Espera que me deje ver por allí.
Sus ojos siguieron su gesto flemático. – ¿Qué edad…
– 65. Exacto – murmuró bajo su aliento.
– Pero todavía estamos en noviembre. Sueles hacer algo con ella en… Quiero decir… – Vale sí, le costaba imaginar al Lukas hijo.
– No siempre, pero me dejo caer por Gotemburgo al menos una vez en diciembre.
Miró por la ventana pensativa.
Estaban tomando altura.
– Tu madre debe estar muy orgullosa.
– Pst. Cuando vendí mi primera empresa por 30 millones de coronas, creo que tenía miedo de que me largara a California. Yo no quería pasarme toda la vida trabajando en una pequeña web sueca, ¿sabes? ¿Pero qué hacían en Silicon Valley que no hiciéramos nosotros? ¿Por qué no competir con ellos y darles por el saco?
– Debió ser emocionante.
– ¿Porque a los 24 conseguí mi jodida independencia con un Ferrari, un apartamento de lujo y tarjetas VIP para entrar a clubes y fiestas? No lo se. Estaba… malditamente aburrido. Empecé a pensar, pensar, pim pim pim, como una ametralladora. Reuní un grupo de personas que habían nacido conociendo como poner los puntos y comas en Javascript. Después, fue… Una locura absoluta. Luego aburrido otra vez. Entonces tu tío apareció. Pero no vayas repitiendo eso.
Sonrió. – Mantendré el secreto.
– El dinero solo te lleva hasta un punto, ¿sabes? Fue jodidamente devastador por un tiempo – dijo.
Después, un silencio.
– ¿Te he contado nunca la historia de mi padrastro?
Lo miró. – No…
Lukas miró hacia la nada.
Había tristeza en su rostro, un atisbo de algo más.
– Era un gran tipo. Uno de esos catedráticos sindicalistas. Facultad de Física. Teníamos una gran relación. Hasta que, bueno… Creo que él sabía que lo encontraría yo, pero supongo que pensó que era mejor eso que no lo hiciera ella. Puedes imaginarlo.
Ella comprendió que había una gran herida escondida en un par de frases y un tono apático.
Al menos ya era un joven casi adulto cuando pasó.
– Lo siento mucho. De verdad.
Lukas movió la cabeza, y suspiró.
– Agua pasada. ¿Qué pasa con el tuyo? ¿Tu padre? Quiero decir lo sé todo sobre tu abuelo. Está preocupado por lo verde, ¿huh? Pero tu padre en cambio ni idea – Le dio un golpecito al móvil con los dedos.
Ahora estaba sonriendo, no podía evitarlo.
El frío CEO de GoJo que tenía que montar una estrategia todavía estaba aquí, enterrado en algún lugar, pero por el momento no al mando.
El pensativo Lukas lo estaba, y había decidido que disfrutaba de estas conversaciones francas con ella.
Lavinia no le aburría.
– Nada. Enviudó y creo que decidió que volvía a tener 16 años. Me escribe emails, Whatsapps… desde los lugares que visita.
Asintió abriendo los ojos. – Entonces tu madre…
– No. Seguro que te lo he comentado… mi padrastro.
– Oh – la miró un instante procesándolo – Sí, sí, claro, creo que me acuerdo. ¿Ellos ya saben que…?
– Mi madre. Mi padre no todavía. Pero es posiblemente el único a estas alturas – rodó los ojos en broma. – Tengo que llamarlo.
Y luego por alguna razón estúpida se dijo que no sabía si Stewy habría contado algo en su casa, a sus padres.
Se tocó el abdomen distraída y pensó: ¿Querrán conoceros?
Tenía la impresión de que eran una familia unida.
Pero Stewy no la había llegado a presentar.
Le gustaría que sus hijos supieran cosas sobre la cultura de sus abuelos paternos.
De Irán.
Los recuerdos. La historia. Los cuentos y canciones que Stewy habría escuchado de niño.
¿Estaba robándoles también eso?
Se debió quedar pensativa porque Lukas chasqueó los dedos frente a ella.
– Perdón…
La voz de Oskar les distrajo.
– ¿Dónde vas a quedarte? ¿Has buscado ya un piso en Estocolmo?
– No. Voy a volver a coger una habitación en un hostal por el momento.
Realmente esperaba que en algún momento Lukas aclarara como iba a ser la nueva etapa.
En términos… geográficos.
¿Estarían en Nueva York? ¿Suecia?
¿Entre ambos?
¿Cómo lograría—?
Sí, querría empaparse de sus pequeños humanos.
No era negociable, sobre todo al principio. Lukas ya lo sabía.
Pero después tendría que lograr algunos malabarismos.
Se distrajo en sus pensamientos.
Lukas la estuvo observando.
Estaba quieto.
Él mismo todavía pensando en su padrastro y el pasado. De cosas perdidas y cosas que pudieran haber sido.
– No te preocupes por eso del hostal. Tenemos que planificar, quiero que hoy Oskar y tú os vengáis directamente a mi cuatro-plex en Estocolmo.
Oskar le dijo algo en sueco que él le contestó.
Lavinia se tiró hacia atrás del asiento mirándolos.
Hizo más comprobaciones en el móvil.
– Lukas…. Perdóname. Varios medios continúan pidiendo una declaración sobre esos rumores de la reunión. ¿Sigo diciendo a todo el mundo que no tenemos ningún comentario que hacer?
– Ya sabes, en confidencia podrías dejar caer a un par que la peli… es tan jodidamente mala que es buena… – se burló, llenando un vaso de agua y pasándoselo –Estoy a tope. Voy a pagarles 192 por acción.
Abrió los ojos. – Lukas…
– Por ejemplo, cuéntaselo al Washington Post…
Se plegó de hombros todavía sorprendida. – Vale. Si es lo que—
Oskar se había quitado los auriculares en su asiento: – ¿Es broma? El precio.
Lukas levantó una ceja hacia él.
No había llegado donde estaba, aceptando que le dijeran que no.
A la mierda, los Roy.
– ¿Estás seguro?
Lukas hizo una pausa, pero soló por un instante. Su respuesta fue casi instantánea.
– Nunca he estado tan seguro. Voy a llamar a uno de los ancianos del consejo para hacérselo saber. ¿Qué tal ese Frank?
– ¿Entonces Shiv…
– Necesitaré un poco mi propio guía en la casa del terror, ¿no? Hay habitaciones en las que no quiero entrar.
Lavinia tenía ligeramente el ceño fruncido. – Lukas…
Le dio un apretón con fuerza en la mano.
– Es trabajo.
Las palabras fueron casi una confesión. A ella.
Su respuesta le hizo fruncir el ceño un poco más.
Ella no había querido implicar…
– No he dicho lo contrario…
– Pero lo digo yo.
Se miraron en silencio unos segundos.
Ella ladeó la cabeza comprobando, aliviada, que Oskar volvía a tener la música en los oídos.
Algo parecido al metal si se aceptaban apuestas.
Lukas habló torciendo la boca de buen humor. –Te gusto. ¿Recuerdas?
Se tiró hacia atrás en el asiento con un pie apoyado ahora contra el de ella. Era un hombre alto.
– No tanto – decidió susurrar tomándole el pelo para aplacarle.
– ¿No? – Él espero.
«Ya hablaremos», Lavinia agregó con los ojos.
Debería intentar hablar con él sobre los límites de las relaciones profesionales. Y bueno, decía intentar, porque para eso llegaba un poco tarde…
La sonrisa de mosquetero.
– No estoy de acuerdo.
– ¿No?
– Te encanto.
Colgó una vez que había hablado con Frank.
En su casa en Estocolmo.
Oskar estaba al teléfono con el equipo legal.
Lavinia respondiendo a un periodista.
– ¿Podrías tomar una foto de sus caras y enviármela? – pidió a Shiv a través del teléfono.
Colgó.
Pudo casi palpar que Siobhan disfrutó la sensación de estar dentro.
Eso le venía bien.
– ¡Lavinia! – gritó.
– ¿Sí?
– ¿Por qué no somos buenos y les hacemos llegar discretamente esa lista? Démosles un poco de lo que hablar, ¿sí?
Lo miró un instante. – Es un borrador.
Le hizo un guiño. – Sí. Así también se preocupan un poco. Pero como si fuera cosa tuya.
Pensó en Jess.
Porque Greg no necesitaba que lo animaran mucho más.
– Como quieras.
– Por cierto, Hirsch.
– Dime.
– No puedo dejarte volver al hostal ese. En la STV y Canal 4 dirán que no pago a mi equipo. Toma – se levantó y sacó una tarjeta como de hotel de un cajón. Se la ofreció con su habitual política de hechos consumados – Es la primera casa en la que viví en Estocolmo, nunca llegué a venderla pero hice reformas. A no ser que prefieras un hotel o quedarte aquí, hay cuatro pisos, no tienes porque verme después de las 9 – se mofó.
– Lukas…
– Eh, no es para siempre. Además, en dos días nos largamos a América.
Él se encogió de hombros.
Hizo una llamada a Jess saliendo a uno de los balcones para observar el movimiento de la ciudad a media tarde.
Östermalm era el barrio de lujo de Estocolmo, la parte cara y lujosa de la capital sueca. Había amplias avenidas y restaurantes y bares exclusivos.
Dio una ojeada a Lukas a través de la corredera.
Al parecer él quería ser su caballero de brillante armadura…
No era que no necesitara todo el apoyo y cuidado que pudiera recibir, pero mejor no sentirse demasiado cómoda con ello cuando ya tenía suficientes problemas.
Conociendo su tendencia a ser demasiado intenso a veces, no estaría de más que ella fuera más firme.
El teléfono dio varios tonos antes de que una voz respondiera.
– Jess.
– Lavinia. Hola – La había sorprendido.
– Me han dicho que estuvisteis preguntando por la lista. De manera que pensaba – se paró sobre sus palabras – ¿Estás aquí?
– Oh, sí, perdona. Te escucho. Es que estamos en el avión.
– Claro. ¿La tienes?
– Bueno, yo en realidad, – si había dado pasos para conseguirla por otras vías no iba a decírselo.
– Me la pidió Greg. Te la estoy pasando ahora, ¿vale?. Sólo… Es un borrador inicial. Muy provisional. Aunque hay la propuesta de indemnizaciones. Sujeto a cambios— Porque, bueno… Lukas, Matsson todavía está dándole vueltas a las cosas.
– Sí… Lo- lo entiendo.
Los Roy no estaban precisamente preocupados por el consumo de combustible de sus aviones y habían hecho caso omiso a la petición de Sandy al respecto para sorpresa de nadie.
Stewy no parpadeó cuando Kendall le informó que harían una parada en la ciudad durante tres horas para coger ropa, reunir a sus asistentes y volver a subirse al jet a Los Ángeles.
– ¿Un café?
– Algo más fuerte, colega.
Y ahí estaba él, caminando hacia un bar cerca de Wall Street con las manos en los bolsillos, viendo hablar animadas a algunas de las personas que pasaban junto a él.
Había estado allí una o dos veces antes con Kendall. El lugar no estaba muy concurrido en ese momento, pero se dio cuenta de inmediato que esa tarde estaría más lleno que nunca.
Stewy pidió ginebra.
Ken llegó casi en seguida.
Llevaba una cazadora oscura de aviador.
– ¿Qué pasa? ¿Estás bien, tío? Ven aquí.
Puso una mano en su hombro. Stewy no esperaba felicidad en Ken; pero era fácil notar un cambio en su energía respecto a hace unos días.
Kendall negó con la cabeza y levantó las manos. – Gracias por venir – dijo. Se dieron un ligero abrazo amistoso antes de sentarse en los taburetes.
– Honestamente, quería ver qué tienes entre manos – admitió abiertamente.
– Estoy bien. Bien. Preparándome para Los Ángeles. La presentación es un día importante – le sonrió, los ojos un poco desenfocados hacia la derecha.
Stewy se mostró escéptico. – Sí, por supuesto – hizo una pausa – ¿Pero cómo mierda os ha ido, Ken? Noruega.
Kendall tomó un sorbo de agua.
– Mira, en general, bien. El precio es excelente – dijo imperturbable.
Stewy miró fijamente a Ken durante medio segundo, y este le desvió la mirada.
Tomó un profundo respiro.
– Oh, eres un mentiroso – chasqueó la lengua, ganándose la esquiva mirada de su amigo – No puedes fingir conmigo, Ken. Pero, como sea.
Kendall sonrió un poco, incómodo. – ¿Qué quieres saber?
– ¿La verdad? Esperaba que me pusieras al día, ¿tal vez un resumen rápido de las negociaciones?
Y ¡Ah! ese brillo en sus ojos.
Conocía el jodido brillo.
– Ken, estuviste de acuerdo en que el trato era para mejor. Cerrar la casa embrujada para siempre y contar el jodido dinero, ¿recuerdas? – La voz de Stewy fue más aguda.
– No puedo. No en conciencia de mis obligaciones.
Oh, joder, Kendall.
Juntó las manos como si estuviera rogando. – Nada de tonterías, Ken. Por favor.
Stewy miró a su amigo.
Era sólo que, bueno… podía verlo… Su amigo tenía toda esa mierda delante de él. Esta, esta empresa. Todo lo que Ken quería hacer con ella, aquí estaba. Enfrente de él.
Incluso si eso lo matara algún día.
Y ya le había dejado tener la mencionada carta de la amistad.
¿Realmente iba a oponerse?
Kendall se aclaró la garganta. – No te diré que le dijimos que se fuera a la mierda…, eso estaría fuera de lugar por supuesto – empezó a decir.
Stewy levantó una ceja invitándole a continuar. – Por supuesto.
– El consejo nos intentaría dar por el culo y eso. Pero— ahm, Matsson está como una puta cabra. Tengo dudas, Stew, como por ejemplo… ¿hasta que punto entiende qué está comprando? He estado reconsiderando si podemos lidiar con él y sinceramente creo que sería muy mala idea. Roman… él lo culpó de la muerte de papá, le dijo algunas cosas. Y Matsson… no me gusta él. Es problemático.
Esta vez Stewy se rió, desapasionado. – ¿Oh, sí? No jodas, Sherlock.
Odiaba jodidamente a Matsson. Vete a la mierda. Simplemente estás celoso.
Pero no había porque mezclar las cosas.
Ni siquiera tenía pruebas de que Livy y él...
No quería pensarlo.
Hizo un esfuerzo por mantener la cabeza en los negocios. – Cuéntame más.
Kendall pareció sinceramente contrariado.
– Tío, yo… ¿estás siendo serio ahora mismo? Quiero decir, venga hombre. ¿De verdad no te importa una mierda? Sería como meter un detonador con la carga de Chernobyl en el piso 80. Estás al tanto de… ¿Lavinia y él…? quiero decir… Dicen que se está acercando bastante a ella.
Respiró hondo tratando de estabilizarse lo suficiente para continuar con la conversación.
– ¿Si estoy al tanto que Lavinia trabaja para Matsson? Sí, lo estoy. Solía tener un trabajo con un imbécil que la apartó. ¿Tú estabas consciente de eso? Tío… Ken…– frunció el ceño.
Kendall alzó las dos manos. – Vale, capto el mensaje. Lo siento… Siento eso.
Stewy se humedeció los labios, frustrado.
– Ken, está ofreciendo 192. Sandi tiene sus fuentes. ¿Esa es la cifra, no?
– Con un 50% en acciones. Eso nos deja muy desprotegidos, con la reputación de Matsson… puede ir en ambos sentidos, sabes cómo va…
Su labio se arrugó en un gesto pensativo.
Hizo un cálculo de la situación apretándose el puente de la nariz.
– Nop. Nop. Ken, es un buen negocio... La gente del consejo no va a comprártelo. Los grandes accionistas, ¿Josh?, ¿el irlandés?. Ellos ya están a media digestión. Piénsalo. Tendrás que forzarles a abrir las fauces para liberar la presa, tendrás que hacer que funcione para ellos… será desagradable. ¿Por qué quieres hacerlo?
No iba a dejar que sus sentimientos interfirieran.
Aunque subconscientemente una voz interior le recordó que la compra también significaba que Lavinia se quedaba en Nueva York.
¿Alguna vez has pensado que ella no? No, no... Con los niños, ella no puede simplemente...
Mierda, Livy.
Kendall se encogió de hombros. Tenía un puto objetivo entre ceja y ceja.
– Estamos investigándole. A Matsson. Voy a reventar el precio, lo que sea. Stewy, que quede entre nosotros, ¿uhm?
Le miró.
Genial.
Stewy clavó la mirada fijamente en su vaso. Se quedó mirando hasta que perdió la forma, los colores se mezclaron hasta que no quedo nada en absoluto. Livy...
Decidió callarse lo que le habían contado de la sangre por ahora.
Hasta pensar más en ello.
Déjame recordar qué pasó cuando se conoció qué había pasado en la división de cruceros durante años. Oh, sí, absoluta jodidamente nada.
Su cabeza palpitaba.
Estos días Stewy intentaba evitar la coca fuera de determinados lugares y nunca por la mañana como remedio para la falta de sueño de mierda.
No había contado con ser tan consciente del esfuerzo.
Exhaló aire. Ken, Ken…
– Kendall… – intentó razonar.
– Es que creo que, escúchame, mi padre quería vender la empresa no destruirla. Es obvio que hizo un error de cálculo. Puedo creerme que no te importe que Ragnar el vikingo venga a saquear, desacrar y quemar el legado de mi familia por una puñetera bolsa de oro. ¿Pero qué pasa si yo soy un poco parcial porque es mi herencia? Y te diré algo – Ken se detuvo – Adelante. Toca la marcha fúnebre para nosotros. Eh, Matsson va a jodernos de lo lindo a todos… uhm, incluida a Vi. No es solo ellos trabajando, Stew. Él… No quiero que te rayes. ¿Pero sabes que está encima de ella todo el rato como un puto perro en celo, verdad? Tío, si fuera Rava—
Stewy tuvo que recordar que frente a él estaba su mejor amigo y la primera persona a la que había querido aparte de su familia. Hizo un gesto exasperado con la cabeza para atrás, apretó dos dedos en su entrecejo en pinza.
Eso no evitó que se sintiera enfermo.
– Jesús, Ken. Lavinia es una chica grande. Sé que es lista, puede manejar al puto Matsson. ¿Ok? – dijo.
Kendall decidió pedir una cerveza al camarero. Tal vez sin alcohol. Empezaba a haber ruido en el bar.
Levantó su botella a modo de brindis silencioso con el camarero cuando este se la entregó.
– Vamos, ah…, no te hagas el santo varón conmigo. Uh huh, ¿qué tal si lo apuñalamos en el pecho? – entonces – Stewy, puedo ver los círculos debajo de tus ojos y soy yo el que no puede dormir, ¿qué mierda ha pasado contigo y Vi?
Stewy estaba ahora cruzado de brazos.
– La cagué con ella. ¿Por qué seguimos hablando de eso?
– Está bien, okay… solo quería saber qué os ha pasado. Oye, vamos, Stew – respiró hondo antes de continuar – Voy a hacer un buen trabajo en Waystar. ¡Ayúdame! Busquemos una posición que sea favorable para ti. No es que no habláramos de ello muchas veces en la universidad, ¿no?. Vas a ser padre, este es un buen momento para estar en lo alto de la cadena alimenticia. Tú y yo… por nuestras familias y todo eso.
Stewy negó con la cabeza.
Ken, tío…no estoy seguro de que funcione así.
Por casualidad no recordarás que tu ex mujer me odia por una buena razón, ¿no?
Además, no me cuentes milongas… porque me acuerdo de la última vez… Me gustaría, ya sabes… escuchar algún día la versión de lo que pasó de tu puñetera boca.
Ken casi sonrió. – Sophie estará encantada con las noticias. A ella le gustan los niños pequeños del lado de Rava.
¿Pero estaba seguro de eso? ¿O estaba hablando de hace cinco años?
Se miraron en silencio por un momento, tomando otro largo trago.
– Ken…
– Ayúdame a matar el vikingo de los cojones. Vamos.
Stewy cerró los ojos.
Estaba cansado. Cansado de todas estas reuniones con banqueros, de reuniones con los miembros de la junta directiva. Por supuesto que era importante. Pero no tenía la cabeza en su sitio y estaba siendo agotador.
Cualquier cosa que Kendall quisiera sería mil veces más agotadora y seguramente le haría perder dinero.
– Haz la jodida presentación de ese lugar de pesadilla para jubilados, ¿Sí? – le ofreció – No lo sé, hombre, sólo déjame asegurarme de no arrepentirme. Ya me estoy arrepintiendo de lo de "¿qué vamos a hacer? ¿Sentarnos en la oscuridad y beber Laphroaig?" que me vendiste hace solo tres días. ¿Qué ha pasado con lo de Pierce y empezar algo nuevo con Roman y Shiv? – rodó los ojos para sí mismo – Estás rompiendo tu propia marca, Ken.
Había mucha apatía en él estos últimos días.
No por ella.
Por el resto.
– Okay. Okay.
Ken miró su reloj. Los Ángeles estaban esperando.
Después, esbozó una sonrisa contrita. – No puedo imaginarte a ti con un bebé.
Eso le recordó: – Bebés. Los tengo aquí.
Su voz sonó demasiado fuerte para sus propios oídos. Su garganta seca.
Dejó el móvil sobre la barra con una foto de la galería en la pantalla.
Allí estaban: dos cabecitas. No era capaz de distinguir mucho allí, pero la doctora había dicho que parecían estar bien y sanos. Recordó que sus diminutos corazones latían rápido.
Dos bebés. Merecían más que un padre ausente.
Kendall no respondió durante un momento pero pestañeó.
Finalmente le dio dos palmadas en la espalda. – Estoy muy contento por ti de verdad.
Stewy se guardó el móvil.
Había estado buscando en su iPad a través de pilas de cosas que probablemente constituían la mitad de las pesadillas de muchos padres (nunca había entendido la payasofobia tan bien, ¿y por qué había dinosaurios rosas?) hasta que algo le llamó la atención.
Eran… simpáticas. Sintió un nudo en el pecho.
La referencia decía que estimulaba la curiosidad del bebé.
Así que se lo envió a Lavinia, junto con unas lilas naturales que encargó en un lugar de a tomar por el culo en Noruega vía telefónica. Unas lilas porque le recordaba más a Lavinia que las rosas y la mujer le aseguró que eran recién cortadas y el aroma era fresco.
La nota, bueno, él no tenía suficientes palabras para arreglarlo.
Ella no respondió, eso también le quitaba el sueño.
Pero no la llamó él para no acabar de complicar su situación.
¿Y si no conseguía recuperarla y esto era todo?
Se suponía que Livy pronto estaría otra vez en Nueva York, ¿verdad?
Con ese imbécil sicofante de Matsson.
Que se joda Matsson.
La amaba a ella y a los bebés. Tal vez no habían parecido reales hasta ahora, y él todavía la cagaría, pero estas dos pequeñas cabezas, el latido, su vientre, ya no parecía sólo una idea febril.
Estaba tan jodidamente asustado de hacer esto, de hacerlo mal.
Suspiró profundamente. El reloj corría.
Se sintió mal. Demasiado tiempo perdido.
La reunión había terminado.
Ken necesitaba irse.
¿Qué estaba realmente pasando con Lavinia y Matsson?
No podía imaginar la idea de ella… Si tenía que vivir con eso se volvería loco.
Ella era tan hermosa, fuerte e inteligente como siempre, no había ninguna razón para que el puto robot sexual de GoJo sacado de una IA o algo peor no lo intentara.
No podía imaginar un escenario en el que Livy—
Pero eso estaba jodiendo con su cabeza.
Él no pensaba rendirse.
Ella es libre.
Lo es porque tú eres un imbécil.
– ¿Dónde está?
Oskar lo entendió a la primera.
– Ni idea. Ha ido a dar una vuelta y no ha vuelto.
La encontró frente al Gran Hotel de Estocolmo, que era un edificio que tenía muchas terrazas pequeñas con vistas al Báltico. Nadie en ninguna de ellas.
Lavinia en el muelle.
El casco antiguo de la ciudad al otro lado.
– ¿Caminamos?
– ¿Cómo has sabido…
Él se encogió de hombros. – Intuición…
Al cabo de un rato se detuvieron en un puente.
El sol se ponía, arrojando una cálida luz dorada sobre el mar y el cielo. Cogió aire. Ella se inclinó. Una suave brisa alborotó su cabello, haciéndolo parecer incluso más largo de lo que era. Sería fácil rodearla con sus brazos y acercarla a él. Pero no lo hizo, no cuando acababa de darse cuenta de cuánto la deseaba a su lado. Él sabía que ella nunca lo entendería.
– Ya te he dicho que me gustas un montón, no es un secreto, ¿no?
Ella sacudió la cabeza, su cabello castaño ondeando al viento.
Lukas absorbió esa imagen mientras sus ojos se detenían en su rostro.
– ¿Puedo mostrarte mis cartas?
Ella asintió dubitativamente.
– Mira, sé que te estoy pidiendo que confíes en mí, pero deberíamos intentarlo. Quiero decir... Tú y yo, Lavinia. Todos están en mi contra y tú sabes que es peor si me follo a mi empleada que a mi novia – hizo una mueca que rejuveneció sus facciones.
– Lukas…
Él le tendió una mano.
–Tal vez, no lo sé, tal vez incluso me ayudes y no la cague como la última vez…y está el ángulo familiar. El tipo nuevo se hace con la compañía y la sobrina, no es un titular tan horrible – chasqueó la lengua con un guiño.
Eso último no era completamente en serio.
Ella frunció el ceño. – ¿Una operación de prensa?
– Era una broma. Joder, no, H. Eso no es lo que estoy diciendo. – dijo Lukas con impaciencia, y retiró su mano de la de ella – Es que probablemente sería mejor que evitara todo… este lío. Pero me conozco – expuso – Si te quedas a mi lado sin tener que pensar mucho en ello entonces al menos podremos intentarlo. Seré bueno. Ya verás. Solo quiero que mires el mapa que estoy dibujando para nosotros, ¿eh?
Por un momento se le ocurrió que estaba hablando como alguien que ofrecía un puesto, pero luego, el puesto se lo había ofrecido mientras almorzaba con ella y su amiga en Bruselas y nunca había estado tan increíblemente serio como ahora.
Tan serio que la puso nerviosa.
Levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.
– Te das cuenta de lo que va a pasar aquí dentro de unos meses, ¿verdad? – Señaló su sección media.
Él levantó una ceja. – Era un culo de mal asiento en la escuela y a veces me metía en problemas porque solo me interesaban los ordenadores. Pero creo que ese día asistí a clase, sí.
– Dos criaturas.
– Y no soy yo quien puso la semilla.
Ella le estudió. – No, pero eres tú quien quiere que sea tu...
– Creo que hoy en día todavía lo llaman novia.
Sintió calor en sus mejillas.
Lukas prosiguió:
– Entonces, ¿cuánto tiempo esperas que insista hasta que dejes de sentirte tan incómoda conmigo? Ni siquiera hemos tenido una cita real todavía.
– Recuerdo haber cenado contigo ayer.
Los ojos de Lukas brillaron con un reto.
– ¿Sí?
– Sí.
Levantó ambas manos en señal de rendición. – Ajá, ¿ves? Anda, sé buena chica – se rió Lukas. Bajó los brazos y los dejó caer. – Me encantaría repetir lo de anoche muchas veces, pero a Oskar podríamos darle una úlcera si no hacemos un poco de estrategia, no apreciaría a Oskar de baja justo ahora.
Lavinia sonrió ante eso.
Sintió un tirón bajo el ombligo que haría las cosas más fáciles si ella simplemente pudiera hacer un reset — y no hubieran litros de sangre involucrados.
Debería decirle que entre ellos no había nada más que una amistad y un acuerdo profesional y que lo ocurrido ayer fue un error.
Estaba a tiempo de evitar toda la situación por completo. En lugar de dejarse llevar.
La bandera sueca ondeaba en los barcos amarrados en el puerto.
No tenía lógica. Podía cortejar a cualquier otra persona en el mundo. En lugar de a su desastre.
Lo había dicho él mismo.
Esto eran problemas.
– ¿Lavinia?
No había mucho tráfico, pero Lavinia tuvo tiempo de mirar a su alrededor y notar que los ciclistas que pasaban lo reconocían.
Pero nadie hizo ningún movimiento para interrumpirlos.
Lukas no tendría esto en muchos lugares fuera de Suecia.
Ella estaba desviándose del asunto.
Sacudió la cabeza. – Lukas… no puedo empezar nada porque creo que no soy yo misma. Ahora no.
Él se quedó callado, se aclaró la garganta y se rascó la barba. Dio un paso hacia ella.
– No estoy seguro de creerte. Al menos, ¿puedo…?
Ella inclinó la cabeza mientras sus ojos azules parecían clavados en su boca. Su cabello rubio arena estaba desordenado por la brisa y una parte de Lavinia quiso ordenárselo lo que no ayudaba a las cosas.
– ¿Puedes…?
Estaban muy cerca de ella, él puso sus manos en su chaqueta cuando ella abrió los labios y sus respiraciones se mezclaron.
Su pulgar acarició ligeramente su mejilla y luego la besó suavemente. Ella dudó pero finalmente le permitió el acceso.
– Dios, eres maravillosa – Lukas dijo en voz baja.
Con los ojos cerrados, ella dejó que él tomara el control. Al principio, el beso se sintió suave y gentil. Entonces Lukas lo hizo urgente, sus dos manos se agarraron a la barandilla del puente para anclarse contra su cuerpo. Mordisqueó su labio inferior con deseo. Cuando él se movió, su pecho presionó su espalda suavemente contra la barandilla y ella se estremeció.
Ella giró la cabeza y estudió sus ligeras arrugas en los ojos.
Su mirada era intensa.
– ¿Eso está bien?
– No lo sé… – suspiró.
Aprovechó su posición en el puente, de cara a ella y al mar, dándoles así una mayor sensación de intimidad con respecto a la gente que pasaba, para seguir besándola.
La sensación de la brisa y el agua en sus mejillas, de sus cuerpos apretados con las caderas alineados, el calor de sus manos descansando contra las de ella, y la presión de él contra su estómago, se sintió más íntima que si estuvieran realmente solos, y eso era todo en lo que Lukas podía concentrarse.
Todo su cuerpo estaba zumbando, pero no quería que ella se sintiera incómoda.
Él la acercó más, aprovechando al máximo la oportunidad. El sonido de su voz baja y ronca en su oído. – Lavinia.
Continuaron besándose sin palabras, hasta que Lukas sintió que su boca comenzaba a sentirse pesada por la sed. Estaba cálida; ella era embriagadora. Sus labios eran tentadores, incluso si estaban agrietados por el frío de Escandinavia.
Rompieron el beso, ligeramente sobresaltados. Lukas mantuvo sus brazos alrededor de su cintura, sosteniéndola firmemente. Subió una mano por su espalda y sus dedos rozaron sus omóplatos a través de la tela de su suéter.
Después de lo que pareció una eternidad, ella finalmente abrió los ojos. Lo miró con los ojos muy abiertos y una expresión que él no pudo descifrar. Podía ver la confusión mezclada con alguna otra emoción que pensó que probablemente tenía algo que ver con... – Oye, tengo frío. ¿Podemos buscar un lugar a cubierto?
Estaba seguro de que no era sólo el frío.
Lukas puso su mano en su oreja para acariciarla y accidentalmente desprendió el pendiente del lóbulo. Ella se quedó helada.
El pequeño «cling» de la joya al caer al suelo se amplificó en su cabeza.
Hubo un fuerte zumbido en sus oídos.
El sonido parecía hacerse más cercano con cada segundo que pasaba. El timbre empeoraba.
El suelo del puente no era compacto en toda la superficie. Estaban en una parte de madera con pequeños espacios entre tablones.
El mar estaba debajo.
Era el pendiente que Stewy le había regalado en su cumpleaños.
Su corazón se sintió como un puño golpeando su caja torácica porque no tenía ni idea donde había aterrizado la joya.
– No, no...
Se agachó intentando encontrar la pieza.
Notó como sus ojos se humedecían, pero no dejó que las lágrimas cayeran.
Eres idiota.
Ni siquiera tendrías que llevarlos.
Ha sido un accidente.
Ya estaba bien de llorar. Se negaba.
– Lavinia. ¿Qué pasa?
– El pendiente.
– ¿Cómo…
– He perdido uno de mis pendientes.
Sus manos encontraron las de ella al instante, alejándolas de su oreja. Eran frías. Su voz se volvió cálida. – Espera sí?
Miró a su alrededor nuevamente sin suerte.
– Probablemente esté en el mar.
– Puedo comprarte otros para compensar—
Ella le respondió sin dureza pero con un nudo en la garganta.
– No, realmente no… No puedes.
Lavinia se llevó las manos en la cara. – Mierda, Lukas, lo siento. Discúlpame.
Él la miró de nuevo, esta vez más profundamente. Adivinó que la consternación en su delicado rostro no era por el valor de la joya, aunque lo tuviera. Sintió simpatía por ella. Y, sin embargo, también el aguijón de los celos. Pero lo empujó hacia abajo tan fuerte como pudo.
– Lo lamento.
– No es tu culpa…
Esta vez Lukas le apartó un mechón de la cara con cuidado, chasqueó la lengua y la abrazó inseguro.
Poco después, la sacudió con atención: – Vale. No te preocupes. Llamo a alguien para que venga y nos ayude a buscarlo.
Lukas caminó por la parte del puente donde estaban como buscando con ojos de halcón.
No era solo para cumplir la papeleta.
Escribió un par de mensajes a alguien.
Lavinia miró hacia las aguas azules mientras se retiraba un poco. Ella estaba cansada. Quería estar sola. Pero también necesitaba el pendiente. Dejó vagar su mirada por el suelo. En el borde junto a la barandilla, vio algo brillante. – Mierda.
Él siguió su mirada.
– Espera.
Yacía allí junto a un montón de hojas. La luz se reflejó en la superficie del diamante. Fue un milagro que no estuviera en el agua. – Creo que necesitarás un nuevo cierre – Lukas lo sostuvo entre su dedo índice y pulgar mientras se lo devolvía
– Dios, gracias. Soy un desastre – se disculpó Lavinia con la voz entrecortada.
Él. Las cosas relacionadas con Hosseini la entristecían
Lukas lo sabía.
Había visto las flores arrojadas en la cesta de la habitación y había preguntado a la dirección del alojamiento en Noruega.
– Eso no es cierto – le dijo Lukas.
Dios, a Lavinia le dio mucha rabia el susto que tenía el cuerpo. Es la última vez.
Intentaba avanzar adelante pero no lo lograba, iba siempre a medio gas.
¿Por qué tu fantasma no me deja en paz?, pensó sopesando el diamante en su mano, mirando las partes de la ciudad visibles desde aquí.
Sabía que era absurdo estar enfadada con Stewy ahora... tal vez podría... por las flores... pero el arete... acababa de ser... el maldito universo.
Y ella estaba más sensible simplemente porque lo estaba.
Se le permitía estar en shock.
Bastante abrumada, esto también. Herida, sí.
Cuando os explique cómo uno de vosotros se escondió de mamá y los médicos y la sorpresa que nos llevamos, la historia de estos días os parecerá mucho más bonita, os lo prometo.
Y mamá parecerá mucho menos perdida.
Lukas se mordió la mejilla, pensativo.
– Probablemente tenga que escaparme a un lugar en las próximas horas, pero me gustaría enseñarte la casa que dijimos. No quiero que tengas que estar dando vueltas entre hoteles cuando estemos en Estocolmo. Os voy a dar mucha caña, necesitaras un lugar para poner un muñeco con mi cara y hacerme vudú y eso – dijo sarcástico pero serio.
Ella frunció el ceño.
– ¿Dónde vas a ir…?
– Haré unos 6.000 kilómetros para… repostar. Esa presentación… No entiendo por qué quieren joder ahora con ese maldito proyecto para jubilados. Además, es una idea horrible. No puedo imaginarme por qué alguien querría quedar atrapado en un lugar como ese. Son personas mayores de todos modos… – dijo. Luego la miró con curiosidad – ¿Quieres venir? Oskar va a viajar el miércoles o el jueves, nos reagruparemos en Nueva York.
Cualquier cosa hacía que quisiera besarla.
Empezaba a ser bastante molesto.
Era ridículo cómo Lavinia lo hacía sentirse como un niño a veces.
Ella abrió los ojos. – Podríamos haber usado un Uber. ¿Hay conexión por carretera, verdad?
– Cierto, pero quizás quería enseñarte las vistas.
Lavinia lo miró fijamente.
El barco se detuvo y Lukas salió.
Intercambió algunas palabras con el hombre que estaba al timón. Después, volvió hasta Lavinia y le ofreció la mano para ayudarla a bajar.
Había anochecido.
Era una casa moderna de una sola planta con un muelle a las afueras de Estocolmo.
Lukas abrió la puerta de la calle marcando unos números en el dispositivo que había en un lado de la puerta.
Entraron en la casa con la tarjeta que le había dado esta mañana.
Palpó la pared y encendió las luces del recibidor. Tenía un suelo de madera y unos techos altos. El sitio estaba muy bien, era bonito, amplio y muy limpio.
Por supuesto la gran vidriera de la terraza del comedor tenía vistas al agua.
– Bueno – dijo Lavinia, cuando Lukas cerró la puerta que habían dejado abierta – Tendrás que darme algún detalle más de la conexión con la ciudad, yo no tengo barco.
Él pareció ignorar eso.
– Nah. Todas las islas están comunicadas con ferry. Me gustaba más esto, pero no era práctico transformarlo en un lugar de trabajo y no voy cada día a la oficina. Por alguna razón los banqueros, mis asesores legales y financieros encontraban farragoso venir hasta aquí. El ñeñeñe fue entretenido por un rato pero en la ciudad pasan las cosas más rápido.
Ella asintió, pensándolo.
– Bien. Intentaré no dormirme por la mañana, jefe.
Lukas sonrió, una sonrisa bastante serena y confiada. – He hecho que te trajeran comida. Está en la nevera y la despensa.
– Gracias.
Lukas se sentó de manera informal en el brazo del sofá blanco mientras la estudiaba.
Se inclinó, apoyó los codos en las rodillas y la miró. – Odio esa idea de la presentación de pasado mañana de Waystar. Odio los cruceros y eso es… peor. Pensé que había pocas cosas más depresivas.
– ¿Qué quieres hacer?
– Hablar con Shiv. La necesito para establecer conexiones políticas… me será de ayuda.
Lavinia se pasó la lengua por los dientes.
No dijo nada hasta un rato después, pero él no pareció molestarse.
Había también una plata de manzanas en la isla de la cocina americana como en la cabaña en Noruega.
Él sopesó una.
– ¿Hay... en esas películas de piratas, hay un punto de la trama en el que Jack, el mono toma el sombrero de capitán, verdad?
Lavinia le miró confundida. – Puede…
– Estaría cómodo con el mono. Sabría que devolverá el sombrero. Pero con según otros… motines, huracanes, el kraken. Preferiría evitar el kraken. ¿Qué me aconsejas?
Se rió un poco incrédula. – No tengo ni idea de qué estamos hablando…
Él chasqueó la lengua. – Estoy sólo moviendo ideas en mi cabeza – le ofreció la mano – Ven, sígueme. Quiero que veas algo más.
Salieron literalmente al techo.
Había oscurecido y el cielo era estrellado.
Ella se había abrigado con una bufanda que casi le tapaba la cara, él llevaba una sudadera pero parecía ser inmune a las bajas temperaturas.
Desde el incidente del pendiente había algo triste en el aire que la rodeaba.
Lukas se resistió un poco a hacer aquella afirmación.
Pero acabó por soltarse. – ¿Te he dicho que estoy enamorado de tu sonrisa? Es increíble.
Ella hizo un sonido poco comprometido, incrédula.
– ¿Qué podrías ser tan especial?
– Ocupa gran parte de tu cara.
– Genial. Eso suena horrible – sonrió levemente.
– No, eres preciosa.
– Lukas…
– Quiero ser el jodido Sauron. Mantener un ojo en todo esto. ¿Sabes?
Se permitió relajarse.
– Si hicieran a Sauron sexy…
– Quizás pronto. Bezos está en ello.
Se quedó callada. Soltó una carcajada.
– ¿Vienes conmigo hasta un aeródromo en Wyoming mañana?
– ¿Wyoming? ¿Wyoming, Estados Unidos?
– Me gusta el tema de preparar la estrategia. Es sexy – bromeó – ayúdame a contactar con varias personas mientras llegamos, ¿vale?
Y eso no era cuestión de querer o no.
Era su trabajo.
–Vale.
– El primero que llamaremos, Frank. Otra vez. No necesito los cruceros y mucho menos cruceros en tierra. Es muy deprimente estar encerrado en un crucero. ¿Pero quedarse en un solo lugar con el mismo concepto? Absolutamente devastador.
Lo pensó.
– Sí, puedo ver eso…
– Paramos en el oeste. Hago eso mío con Shiv, nos vamos a Boston. Quiero hablar con Aaronson. Te necesito Lavinia, ¿ves? – sostuvo
Parecía calmado.
Más en control que cuando el tema era personal.
– Alguien pasara a buscarte por la mañana. Pero antes quizás debería desearte buenas noches.
Ella sonrió por fin.
– Eso ni siquiera es sutil.
– Encima, ¿es culpa mía? – dio un tono de burla. – He aceptado que sólo estamos conversando. Tus normas.
– ¿Lo has hecho?
Lukas admitió la derrota chasqueando la lengua con una sonrisa. – No, no en absoluto. Pero debería irme. Tienes que dormir todo lo que puedas. ¿Lo hiciste ayer?
– Sí… No, no muy bien la verdad – admitió.
Miró al agua. – Creo que mi taxi está listo para volver. Descansa.
Cuando bajaban las escaleras. – Lavinia.
– ¿Sí?
– Hay mantas en la cajonera.
Pero podría haber ido en bikini porque la calefacción de la casa estaba a 26 grados.
Shiv estaba viendo el clip de Logan para Living+. Permaneció impasible.
Su teléfono sonó.
– Ey.
– Ey. ¿Entonces?
Hubo una pausa.
– ¿Vienes?
Ella miró por la ventana.
Vio a Matsson a través de la ventanilla de su avión.
Ya sabía que estaba allí.
No pudo distinguir si había alguien más con él.
Lukas fue irónico.
– Tal vez mi avión ha sido revisado recientemente en busca de micrófonos porque estoy en plan Peter, el paranoico al que le cuesta confiar. Viniste dos mil millas, ¿no puedes venir veinte más metros?
– Verás, es que solo he parado en un sitio cualquiera para repostar en una instalación y no hay razón alguna para bajarme, o sea que.
Al final Lukas bajó las escaleras y se acercó.
Lavinia lo contempló desde el mismo jet sin cerrar su portátil.
Está loco. ¿Por qué va descalzo?
– Qué anticuado está.
– Uy, eso duele. ¡No critiques el interior de mi jet! – Shiv lo miró – ¿Entonces?
– Nada. Quería ver cómo iba la cosa, la de presentar la novedad a los inversores.
– Living+. Sí, ¿qué?
– ¿Por qué hacemos esta mierda?
Después de una conversación de varios minutos…
– ¿Ajá?
– Vamos, ¿podemos hablarlo?
– ¿Quizás te odio?
– No puedes odiarme, no me conoces lo suficiente.
– Quizás soy intuitiva. Quizás simplemente lo sé. – O la alternativa – A lo mejor quiero mucho a mis hermanos.
Él se rió.
Tonterías.
– ¿Por cierto no te han contado cuando se volvieron totalmente locos? sobre mí, arriba de Åndalsnes? Vaya falta de profesionalidad. Una torpeza.
Shiv no estuvo dispuesta a admitir que no se lo habían contado.
– ¿Lo sabías?
– Mira. Ya has hablado. Te he escuchado. Pero tengo que irme. Me parece que mi vuelo está a punto de irse. ¡Encended motores!
– Bueno. Pero mantenme informado, ¿sí? Mi contacto silencioso.
– Anda ya, y tú eres gilipollas a voces. Voy a contar a mis hermanos todo lo que has dicho.
– Bien. Estoy tranquilo. Nada que esconder. Nada que no les diría yo mismo – le lanzó un beso al aire.
– ¿Tienes a Josh?
Lavinia asintió. – No iba a ir a Los Ángeles. Te espera en Boston ciudad en las oficinas de su ex suegro.
Inclinó la cabeza.
– ¿Le ha llegado el nuevo precio?
– Bueno, sí… Lee los periódicos, ha hablado con Frank…– resumió.
Lukas juntó sus manos. – Fantástico.
Entonces, le sonrió: – No te he preguntado si estuviste cómoda anoche.
Al final la salida se había retrasado y se habían visto esta mañana en GoJo en Estocolmo en vez de en el aeropuerto, pero ella tenía reunión con Andreas y Rasmus sobre los prescriptores.
Y Lukas se había encerrado en una sala con el equipo jurídico.
Luego, se habían pasado el vuelo preguntándole por esos informes que le había dado actualizados Oskar.
Lukas trasteaba el móvil mientras aparentemente la escuchaba.
– Zzzz. Me voy a quedar dormido, H. – dijo en un momento dado mientras ella le leía la información de Aaronson.
Levantó una ceja. – Tú has preguntado por esos.
– Bueno, es un montón de paja…
Lavinia le observó. – Estuve cómoda. Gracias.
Por fin parecía relajado.
Lukas asintió antes de recostarse en su asiento. – A Boston entonces.
Ella le miró de arriba abajo. – Están a 2 grados Celsius en Boston ahora mismo.
– ¿Qué quieres decir?
– Sé que los suecos estáis hechos de otra pasta pero llevarás algún jersey, ¿no?
Él se encogió de hombros y se inclinó hacia delante.
– No me gustan los jerseys. Entonces no.
Sus dedos tocaron su muslo suavemente, enviando un hormigueo arriba y abajo de su columna. Ella sintió como si él estuviera tratando de enviarle otro mensaje, uno que llevaba en su lenguaje corporal.
– Espero que mientras tanto pienses en mi propuesta.
Ella pareció confundida por un segundo: – ¿Qué —
– No creo que ninguno de nosotros necesite más confusión en estos momentos así que simplifiquemos, ¿eh?
– Lukas…
Lukas le sonrió. – ¿Es demasiado?
Cerró el portátil para mirarle mejor. – Sí, sí… creo que sí.
Él se encogió de hombros. – Yo quiero más ya lo sabes…
Pero entonces, porque decidió no presionarla o porque el jet empezó a moverse, cambió de tema.
– ¿Por qué diablos Lavinia Hirsch no tiene cuenta GoJo? Te he estado buscando.
El avión empezó a coger velocidad para despegar.
– ¡Eso ni siquiera es legal!
– Es legal para mí.
Ella no pudo evitar devolverle la sonrisa: – Es terrible, Lukas. Tú lo sabes.
Él se giró hacia la ventana divertido por su tono después de un momento.
– Por cierto, me gusta la colección de True Crime del catálogo.
– ¿Cómo lo…
– He compartido contraseña con Monique ocasionalmente.
– ¿Dejamos que eso siga pasando?
– Funcionó la última vez.
Cuando aterrizaron en el aeropuerto de Hanscom Field ya eran las cuatro de la tarde.
Visitaron a Josh Aaronson en un edificio de oficinas en Boston.
Josh era el mismo que Lavinia había visto en otras ocasiones.
Hoy iba arreglado en lugar de más informal.
Pero eso significaba que llevaba un jersey de cremallera en vez de muchas capas.
Lo que estaba bien porque el único esfuerzo que había hecho Lukas era usar un jersey blanco de cuello alto y unos pantalones de cargo.
Ella esperó en un coche a través de la calle.
No apareció hasta el final de la reunión como habían quedado con Lukas.
Josh Aaronson se alzó de la mesa para saludarla. – Ya había escuchado eso que trabajabas en GoJo. Bienvenida, Lavinia. ¿Cómo está tu abuelo? Oh, perdón. Qué cabeza la mía – dijo – Te acompaño en el sentimiento a ti también. ¿Cómo estáis?
– Bien, gracias…
Le sonrió.
– Le estaba contando a Lukas que mi influencia en el consejo es limitada. Tenía una gran amistad con tu tío pero—
Josh quería que le cortejaran un poco antes.
Lukas intervino:
– Josh me ha estado hablando de Lawrence Yee. Al parecer no se rindió después de The Vaulter.
– Sí, sabía que tenía algún proyecto. ¿Cómo le va?
Lukas chasqueó la lengua. – Al parecer mejor de lo que nadie se esperaba.
Lukas y Josh se dieron un apretón de manos.
Josh le ofreció la palma a ella aunque estuvo estudiándolos a Matsson y a ella un momento.
– Estamos en contacto.
– Claro.
Le sonrió cuando llegaron al coche.
– Él piensa que eres guay.
– Creo que encuentra más guay que le pagues 192 por acción.
Se quedaron un momento en silencio.
– ¿Podemos tener una cena tranquila cuando vuelvas de Los Ángeles?
– Sí. Gracias por… darme la noche libre para que vaya.
Usó un tono aciago: – Bien. Puedo arreglármelas cenando yo solo con el irlandés pero no sé si tendría que estar preocupado.
– ¿Por?
– Que tú y Roman os pongáis chitty chatty y yo terminé jodido. Ellos estuvieron llenos de basura en esa montaña.
Ella estaba un poco ofendida por su suposición aquí.
– Demonios, es que probablemente no me hablará a mí. Sé que ahora te odia y todo eso, pero es mi familia. Roman… no quiero volver a perder el contacto. No es como si fuera por trabajo.
Lukas se quedó pensativo.
No podía creerse que al final se hubiera podido escapar a Los Ángeles.
Lukas se quedaba en Seattle.
Allí habían logrado localizar al irlandés.
Pero él no la necesitaba esta noche.
Sospechaba que él había estado de mal humor durante la tarde porque no estaba muy emocionado con que ella viniera hasta aquí.
Pero al final no dijo nada más en contra.
Tabitha la ayudó a vestirse para la fiesta para los accionistas en el hotel donde habían quedado.
Tabs – que vivía en San Diego y que recientemente había cambiado su nuevo novio por nueva novia – había reservado una habitación para pasar la noche.
La chica rubia se puso una camisa y unos pantalones negros. Metiendo el encaje blanco de la camisa dentro de sus pantalones. Tabitha se cepilló el cabello y luego salió del baño.
Se había empeñado en que Lavinia se pusiera un vestido azul noche satinado de manga larga que a ella le parecía algo MUY corto para su percal.
Al final le insistió que los zapatos planos no eran negociables.
No era fácil esos días con el incipiente embarazo de gemelos.
Tabitha sacó el vestido de la funda, luego la ayudó con la cremallera de la espalda. – Pensé en ti cuando lo vi en esa tienda y como no llegabas hasta las tantas y no sabías que ponerte. Luego hacemos las paces con el ticket.
– Se me va a ver todo.
– ¡Vas a estar espectacular!
Era precioso, pero llegaba por encima de medio muslo.
Al menos el escote drapeado no era muy evidente.
Estaba consciente de… sí ¡increíble he ganado un poco de todo en cada parte de su cuerpo!
Ella protestó a Tabitha, pero al final se dejó ayudar con ello.
Después de todo, solo estaba de cuatro meses.
A partir de aquí iría a más.
Así que podía disfrutar de sentirse un poco guapa mientras durara.
– No te preocupes, creo que te ves genial – dijo Tabitha, sonriendo a su amiga. – Estoy segura de que todos quedarán impresionados.
– No necesito impresionar a nadie – le recordó con una sonrisa contrariada.
Tabitha se rió.
– No, ni que lo digas – dijo echándole una puya.
Roman saludó a los inversores al pasar, de camino a Tabitha, ah, y Lavinia.
Todavía estaba un poco conmocionado.
Él se las había manejado para despedir a dos personas esta tarde.
Una de ellas, Gerri.
– Tabitha. Ey. Y tú… Traidora.
– ¡Roman Roy! Mi antiguo y futuro novio – le saludó Tabs.
– Rome...
Le hizo una mueca.
Tabitha les cortó: – ¿Estás bien?
– Claro.
– ¿Sí?
– Seguro. Haciendo el trabajo de los Dioses, y cosas así. No puedo hablar porque estás acompañada de aquí la espía.
Lavinia protestó. – No tengo ninguna intención de hacer un informe.
– No sé si quiero hablar contigo.
Habían hablado en Noruega pero luego las cosas se fueron de madre con Lukas en la montaña.
El mismo Roman le había contado en lo alto de esa montaña que no querían vender.
«Le chupaste la sangre, alargaste esta mierda y ahora nos haces venir aquí»…
Y Lukas pensaba que el nuevo producto era una basura.
Así que tampoco era como si hubiera mucha más información que compartir en ninguna dirección.
Roman la ignoró y siguió dirigiéndose a Tabitha. – Como te dije por teléfono. Ya pasé el duelo…
Tabitha lo miró.
Por su cara, ella no creyó una palabra.
– Quiero decir, escúchame un momento. ¿Debe haber sido realmente horrible?
– Lo fue – confirmó Lavinia.
– Tú no lo sabes.
– ¿Una bebida? – sugirió Tabitha conciliadora – Sin alcohol no son peligrosas para la mamá. ¿Algo con grosella?
Román volvió a mirarla: – ¿Así que al fin estamos diciendo las palabras reales? Lavinia, preñada.
– ¿Qué propones si no —?
– No sé. Todavía me preguntaba si finalmente le diste una oportunidad a algún trastorno alimentario.
– Eso es terrible – lo reprendió Tabitha.
– No hay problema. No es el primer rodeo – lo excusó Lavinia.
Pero suspiró.
Era obvio que Rome estaba de un humor más oscuro que la última vez que habían conversado.
– ¿Cómo está el jodidamente horrible hombre escandinavo que te follas?
– Nada mal.
Él le dedicó su mejor sonrisa falsa.
Tan pronto como estuvieron de lado mientras Tabitha saludaba a alguien, Lavinia preguntó:
– ¿Cuánto tiempo hace que sabes…?
Román se encogió de hombros y respondió:
– No lo sé. Pero… ¿no es mío no?
– Eres un idiota.
– Ya sabes lo que dicen las viejas sobre los primos.
Lavinia torció la boca. – No, no lo sé…
Su plan era quedarse como Cenicienta hasta la medianoche. Mañana tenía que estar junto a Lukas, Oskar y, al parecer, el resto llegarían a los Estados Unidos durante el día.
– ¿No viene Ken?
Rome hizo un gesto rodando los ojos.
Todo el mundo estaba de pie en pequeños grupos.
La música era chill-out.
Dejó a Tabitha y Roman hablando entre ellos para ir al baño.
Sacó el móvil mientras hacía cola para pasar el tiempo.
Oh, tenía varias llamadas de Lukas.
Repasó Twitter por si hubiera algo de lo que estar alerta. Pero no encontró nada.
Pulsó el botón de llamar. Lukas contestó a la primera señal.
– ¿Lavinia?
No podía estar tan sorprendido que lo llamara.
Él había insistido bastante. – ¿Hay algo nuevo?
– No, no. Leyendo sobre el candidato demócrata, ahm, Jiménez. ¿Estás bien? Te oigo una voz rara.
– Es porque… estoy en esa fiesta.
– ¿Dónde vas a quedarte?
Miró su reflejó en el espejo desde donde estaba. – Con Tabitha. Estamos en un hotel del centro.
Hubo una pausa.
– Podría recogerte. Si quieres.
– ¿No estás en Seattle?
– San Francisco. Hubo un cambio de planes con el irlandés.
Lavinia lo pensó por un momento.
Dejó pasar a una chica delante suyo en la cola del baño.
Quizás debería dejar que Tabitha y Rome resolvieran sus cosas.
Y además, ganaría tiempo estando a primera hora con el equipo.
Lukas notó que dudaba.
– Pásame la ubicación. Voy a buscarte.
– ¡Lukas!
– ¿Te estás… divirtiendo?
– No, en realidad no sé si fue buena idea…
Maldita sea.
Su vejiga no podía esperar mucho más para ir al baño.
– ¿Sí?
– Sí.
– Te llamo cuando esté aquí.
Y colgó.
Se encontró a Greg saliendo de los baños.
Parecía inquieto.
Se sobresaltó un poco al verla.
– Lavinia, no sabía que estabas, uh, por aquí…
– Me he dejado caer para ver a Tabitha. ¿Y tú? No pareces muy contento.
Greg negó con la cabeza. – Es sólo que llevaba dos días planeando esta noche con, ahm, unas pibas espectaculares y luego… – se calló – no pasa nada. ¿Me… me disculpas? – dijo y se fue hacia un chico al que llamó míster corta-pega.
Y que le dio la impresión que estaba aquí por compromiso. – ¿Has venido al final?
– Tu, tu me lo dijiste tío.
– Porque no- Porque no podía esperarme a la mañana. ¿Tie-tienes la versión buena? Ahm. ¿Podemos verlos aquí en alguna parte?
Ni un '¿Cómo estás, Lavinia?', 'Bien, Greg. Oh, no sufras por mí'.
Suspiró.
Esperó una eternidad en la barra hasta que le sirvieron un zumo embotellado y volvió a la mesa donde se habían situado Tabitha y Rome.
Parecían un poco incomodos.
– ¿Dónde te habías metido?
Hizo una mueca. – Había cola.
Tabitha intervino con una copa de gin-tonic en la mano.
– Le estaba proponiendo a Roman que podríamos colarnos en su casa a bañarnos en esa fantástica piscina climatizada que tiene.
Este le dedicó una mirada asesina a su ex novia.
– ¿Oh, sí, y después quieres que follemos mientras Lavinia hace la percusión o?
– ¡Roman! No seas desagradable.
La miró entrecerrando los ojos.
– Tu calla. ¿Te estás pasando por la piedra a Matsson sí o no?
Entrecerró los ojos. – Esa pregunta ya está gastada.
Respuesta equivocada.
– Eso es un puto sí. Matsson no sólo mató a mi padre aunque tú le defiendas con tu 'ee-eey-eey', se queda con nuestra empresa y tiene charlitas con Shiv en una bucólica cabina en Noruega. ¿Es ahora el 'nuevo primo'? Primo Lukas. Suena fatal. Lo odio, por cierto. Me da asco.
– No seas un idiota anda – le pidió Tabitha.
Lavinia se apoyó en el respaldo de su silla. Los canapés que les habían servido aquí eran un asco. No porque no fueran pijísimos pero si comía otra cosa que tuviera algún tipo de hígado de pato iba a vomitar.
– Creo que tenga el deseo de pizza justo ahora…
Tabitha sonrió. – ¿Quieres pizza?
Miró la hora en su reloj.
Podía esperar a Lukas en el vestíbulo del hotel.
– Creo que debería irme… en realidad.
Su amiga la miró extrañada. – Pero si llevamos apenas una hora y media.
– He encontrado un método de transporte. Pero me ha alegrado verte, Tabs.
Roman la miró raro.
Tabitha le pidió una explicación con la mirada.
– Es más conveniente.
– ¿No te tendrá esclavizada trabajando a todas horas, no?
Lavinia acabó tomando uno de los dos ascensores para bajar al vestíbulo.
Tabitha le dirigió una mirada reprobatoria a su ex.
– No deberías darle tanta caña.
– A ella le gusta que le de caña.
– No seas idiota, ella no está bien.
– ¿Oh, se ha muerto su padre? – ironizó.
– Roman, no seas tonto. Además, sí. No hace ni un año. ¿Recuerdas? ¿Su padrastro? Y ella siempre es amable contigo.
Pareció en conflicto por un momento.
Se pasó una mano por el cabello.
– Vamos Tabs, obviamente no hay resentimiento o mierdas. Quiero decir... no hablaría con nadie más que trabajara para el cabrón de Matsson. No es que tenga muchas ganas de hablar con ella, ñe, pero… En cierto modo lo provoqué yo— que ese hijo de puta la – se quedó callado un momento – Mira quien ha venido.
– ¿Quién? ¿Qué?
Stewy.
– Buenas noches.
– ¿Qué estás haciendo aquí? – elevó una ceja Roman.
– Hablé con Kendall y pensé que alguien tenía que echar un ojo a qué estabais haciendo. Resoplaros en la nuca. Sandy estuvo de acuerdo.
Roman se puso de pie. – Sí, uh, lo que sea. Voy a por otro Martini, idiota – y cuando estaba unos metros más allá – Por cierto, Vinnie estaba aquí… debe tener un séptimo sentido con eso del bombo que le hiciste, porque acaba de largarse. Ala, cinco minutos. Ahora vuelvo.
Hubo una pausa entre Stewy y Tabitha.
Apenas habían hablado antes.
Pero…
El corazón se le había acelerado en el pecho.
– ¿Está Lav… aquí? – preguntó bajo su respiración.
– Hasta hace un momento.
Él asintió muy serio, mordiéndose el labio.
– ¿Cómo la has visto?
Parecía más tenso que de costumbre, en contraste con el Stewy casanova y gracioso que Tabitha había visto en el cumpleaños de Lavinia en julio.
Tabitha fue un poco brusca con él. – Fantástica. Gracias.
Pero Stewy sacó el móvil del bolsillo.
El hecho que estaba atormentándose era más evidente ahora con el ceño fruncido.
– Creo que debería llamarla para—
– No.
Stewy se quedó allí realmente desconcertado.
Tabitha decidió por una vez mandar al diablo toda cortesía. Estaba genuinamente preocupada por su amiga.
– Dios, no hemos hablado mucho en el pasado. ¡Pero estoy tan enfadada contigo! – exclamó sin subir la voz – Yo siempre te defendí y luego le haces eso. Lavinia no se merecía esa canallada.
Stewy bajó la mano con la que sostenía su móvil.
Su boca se torció un poco.
– Sé lo que parece pero ella realmente me importa.
Tabitha sonrió levemente.
– Me alegra. Pero que te importe alguien y merecerlo son dos cosas distintas. Discúlpame, voy a por Roman. Cuídate.
Stewy no protestó.
¿Qué le has traído aparte del puto desengaño y tus propios deseos egoístas? …
Es solo que, mierda, su corazón no podía aceptar que no hubiera nada que pudiera hacer para arreglarlo.
Si al final ella estaba en Europa y él en Nueva York, entonces no… hiciera lo que hiciera los habría perdido a los tres.
Nunca serás el padre de verdad de esos niños.
Será diferente. No será nada.
Se sintió desesperado.
Lavinia acabó caminando hasta la zona del aparcamiento cuando se cansó de esperar en el vestíbulo.
– Ey – dijo una voz tranquila en la oscuridad.
– Tom.
– No deberías estar en la calle plantada. He visto malas pintas por aquí – La avisó.
– Me vendrán a buscar pronto. ¿Y tú te escondes de algo?
– Oh, no, no, no. Estaba en una habitación— y he bajado a por algo a mi coche. Mi chofer me lo ha traído.
– Vale.
– ¿Va todo bien? He visto a Hosseini subir antes.
Se quedó parada.
Ella no se había dado cuenta.
– Ni siquiera sabía que estaba en Los Ángeles.
– ¿No es él— Ya sabes, el padre. Si puedo hacer esa pregunta.
Lavinia se encogió de hombros. – Sí puedes.
– ¿Vas a subir entonces?
Su corazón se había disparado en su pecho.
Ella no iba a romperse de nuevo.
Cerró los ojos. Apretó los labios y se negó a moverse como le exigían sus piernas.
Miró al suelo y sintió como si las rodillas le flaquearan.
Quiso meterse en esa cabeza suya que si volvía a entrar, no acabarían nunca.
Volverían a tener una discusión que ya habían tenido. ¿Y entonces qué?
No podía cargar con más recuerdos, más «y si». Ya había llorado a mares.
Ella ya lo había perdido una vez.
Y no volvería a someterse a esta tortura.
Ella no podía seguir haciendo esto del embarazo sintiéndose enferma y mareada todo el tiempo, la fatiga, las náuseas Y el corazón roto... ya no era lo suficientemente fuerte para soportar eso.
A pesar de que lo amaba, más de lo que él se merecía, no lo justificaba hacerla pasar por esto, no era sano para ella ni para él. Los bebés valían demasiado como para renunciar a sí misma.
Su corazón se rompió más.
Un coche se paró en la entrada del hotel.
No los vio pero era Ken.
Stewy había venido aquí por negocios, no a volver a hacer otro drama.
Ellos hablarían cuando ella supiera qué decirle.
Hubo otro vehículo poco después del que nadie bajó del coche.
Lukas.
– ¿Te vas?
– Sí.
Recibieron un mensaje de seguridad del hotel donde se hospedaba Lukas.
Lavinia se lamentó penosamente. – ¿Ah, de verdad? ¿paparazzi? ¿En San Francisco de todos los lugares?
– La prensa está interesada en mí. Al parecer alguien ha estado siguiendo mis movimientos con FlyRadar hasta aquí esta tarde. ¿Cuál es tu consejo?
– Pasar de ellos. Te harán fotos en un coche con cristales tintados saliendo de un helipuerto. Absolutamente innovador. A veces agradezco no haber estudiado periodismo.
– Déjame consultar algo.
La dejó un momento en la pista a oscuras.
En la habitación de San Francisco, Lukas cerró la puerta tras ellos.
– Fue gracioso cuando casi me matas.
– Sssh. Ven aquí – lo obligó a sentarse en una silla – Te has hecho un chichón haciendo el tonto.
Había intentado acercarse sigilosamente a ella por detrás mientras ella esperaba que él arreglara su salida del helipuerto por lo de los paparazzi.
Se inclinó un poco para sorprenderla bajando su mano a su costado.
Y ella se movió bruscamente pensando que era otra persona.
A ella le dolía un poco la cabeza como resultado, pero él tenía un golpe evidente cerca de la sien.
Lavinia lo curó con dedos suaves y un paño tibio del baño.
Cuando terminó de atenderle el hematoma, lo miró de pie, mientras estudiaba todas esas líneas en su frente y alrededor de sus ojos.
Lukas le devolvió la mirada desde la silla. – Eres dura de mollera, ¿huh?
– Tonto.
Lukas sintió que su corazón latía rápidamente y supo que lo que estaba a punto de suceder era la forma de Lavinia de no pensar demasiado, pero no le importó en lo más mínimo.
Amaba a esta chica. Ella era amable. Era agradable estar con alguien que potencialmente no lo quería sólo por lo que pudiera sacar de él.
Técnicamente Ebba— pero eso se había complicado rápidamente.
Lavinia torció su sonrisa mientras evaluaba el daño. – Lo siento.
– Está bien – tomó su mano izquierda y entrelazó sus dedos.
Y de repente, Lavinia sintió confort en Lukas.
Lavinia recordó una de aquellas manos en la rodilla en el helicóptero.
Esas mismas manos duras y precisas que ahora le subieron el vestido hasta la cintura y la sentaron en su regazo a horcajadas. Ella cedió a la peligrosa sensación de ser seducida por este hombre.
Lukas envolvió sus manos alrededor de su delicada espalda, bajando su cremallera, su mano más fría que su piel.
Lavinia exhaló.
Ella estaba sentada en sus rodillas, él se desabrochó el pantalón. Ella se quitó las braguitas por debajo del vestido casi desvergonzada.
Esta vez no hubo preliminares.
Si descontabas el hecho de que ella le echara una mano con el condón con el que se hizo entre sus pertenencias, no requirió mucho esfuerzo por su parte.
– Eso es tan estúpido Hirsch – protestó.
– Por favor.
Él entró en ella con un solo movimiento. La sujetó firmemente por las caderas cuando ajustó su posición, mientras respiraba ruidosamente, pegado a su cuello.
El sonido del sexo resonó en la habitación, la vibración vibró a través de ella.
Todo fue rápido y físico, no se permitió pensar.
Lukas se hundió un poco más en la silla, lamiendo su clavícula sudada después de varios vaivenes. Ella dejó escapar un suave gemido, cerró los ojos de placer y hundió los dedos en sus bíceps sobre su ropa. Ella no se dio cuenta de que él todavía estaba sujetando sus caderas, hasta que las movió hacia abajo para masajear su trasero, acercándola hacia él.
Cuando él llegó, ella jadeó. No una protesta, sino un gemido de placer entrecortado.
La abrazó, frotándole la espalda, calmándola con sus grandes manos.
– ¿Eh, estás bien?
El discurso de Kendall tuvo un comienzo bastante complicado, pero cuando recuperó el brío, pareció convencer a la gente.
Lavinia, que lo miraba a través del móvil, no supo si porque realmente sabía lo que estaba haciendo. Se concentró en los inputs que le llegaban por las redes sociales.
Pero mientras que Kendall convenció a la mayoría de la gente, había una persona a quien no.
Lukas hizo un Tweet.
Un Tweet muy insensible.
Un Tweet que Lavinia recibió como una notificación de Twitter más. Porque, por supuesto, que no se lo consultó.
Subió al piso donde él estaba.
Oskar ya estaba allí.
Había llegado a Estados Unidos esta mañana.
Pero se miraron y parecieron decidir que era mejor para ella manejarlo.
– ¿Acabas de publicar un tuit que trivializa el holocausto, de verdad? Lukas… – preguntó Lavinia incrédula. – No es posible que estés hablando en serio; quiero decir, es como... es el Holocausto. ¿Sabes que es grave? – Ella preguntó.
La expresión de su rostro era ilegible, pero no parecía preocupado.
Ella iba a matarlo.
– Están todos súper enfadados y con toda la razón. La fundación Auschwitz-Birkenau. Entidades memoriales y museos. Dios. Haré control de daños, pero no puedo hacerlo si no eliminas tu tweet. – ella intentó.
Lukas suspiró: – Todavía pienso que ese invento es una mierda. Llámalo como quieras.
Apretó los labios. – Lukas…
– Vale, vale…
Aceptó eliminarlo.
Frunció los labios después.
– No me puedo creer que tuvieras el tiempo para hacer el fotomontaje y todo. Al menos ya visitamos a Josh. ¿Lo sabes? Quiero decir…
Alzó las manos. – Vale. Perdón.
Stewy fue a darle una palmada de felicitación en la espalda a Kendall.
Pero lo encontró… un poco perdido en la idea del poder. Él hacia eso a veces, pero esta vez Roman simplemente se retiró incapaz de ser partícipe.
Stewy se dio cuenta.
