"Oh, I won't be silent and I won't let go
I will hold on tighter 'til the afterglow
And we'll burn so bright 'til the darkness softly clears […]"

– Afterglow (Ed Sheeran)

Capítulo 39. La fiesta preelectoral I

– Una vista no tan buena como en San Francisco – Lukas la pilló de improviso mirando a la ciudad.

Para Lavinia era relativamente fácil perderse en las luces de Nueva York ya que todo tenía una gran cuantidad de ellas. La ciudad de los rascacielos y las prisas. Los puentes y Central Park.

El sonido de sirenas y el humo en el asfalto.

Muchas veces olvidaba que tenían el mar cerca de aquí.

Había oscurecido hacía horas.

– Con el tiempo te apegas a ella – le aseguró a él.

– No. No es para mí.

Ella notó su mano recorriendo su espalda. Llevaba una blusa ligera granate, formal. Se movió un poco, preocupada de que Oskar o alguien más pudiera entrar en cualquier momento.

Se negó a reconocer que la forma en que él la tocaba provocaba un calor en su piel.

Esa irritante sonrisa.

Maldita sea, era de carne y hueso.

Él apenas se dio cuenta porque estaba concentrado en la sensación de sus dedos sobre la tela. Como si no estuviera reordenando mentalmente sus prioridades por el resto de la noche.

Lavinia no dio otra señal de haber notado el roce de su mano en sus costillas. La forma en que su pulgar trazaba círculos cálidos en su espalda.

La postura de ella se relajó.

Lukas tuvo la impresión de que tenía luz verde para continuar.

Durante el día no había perdido oportunidad de tocarle el hombro, el brazo o la espalda en roces casuales mientras orbitaban alrededor del otro.

Después de lo que pasó anteayer… bueno, merecían algo de privacidad.

– ¿Vas a quedarte?

– Debería pasar por mi apartamento. Lukas…

– Dime.

Ella se giró hacia él. – La gente comenzará a pensar cosas…

Lukas le quitó importancia. – Ahí fuera sólo hay zombis, H.

Lavinia levantó una ceja. Pero sonrió.

Se mordió la lengua. – ¿De veras?

– Seguro.

Todavía estaba enamorada de Stewy.

Stewy que era encantador, mordaz, atento y en cuyos ojos profundos oscuros aun soñaba. Un encantador de serpientes con una copa de vino en la mano.

Pero un amante tierno, alguien a quien abrazar, con quien despertarse por la mañana y compartir secretos que solo permanecerían entre los dos.

Seguía reviviendo algunos de sus momentos juntos en su cabeza.

La forma en que la miró la primera vez.

Argestes, Washington.

Su cumpleaños.

Era un peso que llevaba consigo como las molestias de su embarazo.

A veces era más difícil de sobrellevar que otras. En pocas ocasiones incluso lograba olvidarse por unos minutos.

Stewy le había mandado un mensaje en el móvil después de la presentación de Living+.

"Podemos hablar?

Livy… ¿Cómo te encuentras?".

No le contestó.

Pero sabía que tenía que hacerlo.

Habían quedado que lo mantendría al día.

Se repetía las cosas que Stewy le dijo y las interminables conversaciones que tuvieron cuando estaban juntos, y no podía no pensar: "¿Cómo pudiste dejarme en la estacada tan fácilmente?".

¿Y si ella hubiera tenido más paciencia después de darle la noticia?

Estabas confundida y herida y probablemente él sentía lo mismo…

No, rogarle migajas era demasiado deprimente. Quizás porque Lavinia había tenido una infancia difícil, necesitaba amor, seguridad y confianza como el oxígeno.

Nunca se había considerado muy orgullosa, pero que la encerraran si se conformaba con ser esa novia con dos criaturas a la que visitaba en un apartamento de Manhattan.

Le había pedido perdón en la ecografía — Eso no borraba como de estúpida y desprotegida se había sentido cuando hizo esa propuesta.

¿Qué haría? ¿Follársela en el tocador del bebé a la 1 de la madrugada oliendo a alcohol y cigarrillos y otros perfumes?

– Si quieres un consejo, Lukas, como tu directora de comunicación, no deberías llamar zombis a tu equipo financiero. Pero quien soy yo…

Parecía divertido ahora. – Anotado. Pero, no, en serio… lo son.

Ella rodó los ojos.

Lukas había bajado sus manos a su cintura.

Lukas Matsson—

Él quería salir con ella, tener sexo apasionado con ella, todo eso.

Incluso cuando complicaría las cosas más de lo necesario.

No necesitaba aquello. Estaba todo el pifostio de la empresa.

El paquete de acciones, los beneficios.

¿Por qué no debería tenerlo todo?

Había un televisor encendido de fondo con las noticias.

Parecía que Jiménez ganaba en las encuestas.

Pero ese tipo, Mencken, había hecho una serie de declaraciones que hacían que a aquella mujer que hablaba muy rápido frente a un micrófono de la PGN le palpitara una vena en el cuello.

No hizo mucho caso.

Puede que estuvieran aquí en una especie de limbo, mientras Oskar volvía de responder una llamada del banco, y que la democracia estadounidense o lo que fuera estaba en la balanza ahí fuera, pero en este instante ella tenía toda su atención.

Había probado una de esas gominolas de Oskar antes.

Pero debía ser mierda porque no le hizo ningún efecto.

La estudió cuidadosamente. Lavinia estaba de pie con los brazos cruzados sobre su pecho, el mentón inclinado, su silueta delineada por la camisa y unos pantalones tobilleros de vestir.

El estilo más informal que había llevado en Escandinavia olvidado en alguna maleta.

Le gustaba ese look de polluelo corporativo.

Aquella tarde, mientras estaban con Oskar en un restaurante, le había puesto en broma una flor en el pelo.

Ella puso los ojos en blanco mientras se la quitaba, sin mencionar el hecho de que todavía estaba enfadada por lo del tuit de ayer.

Había acabado gestionando la crisis hasta altas horas.

"¿Qué pasa con esos multimillonarios genios? Pueden ser muy tontos", había publicado el Times.

Como jefa de relaciones públicas sería crucial para la transición.

La flor magullada estaba junto a su portátil, una pinza roja que a veces llevaba en el pelo, aquella libreta con garabatos que incomprensiblemente arrastraba a todos lados y que a veces hacía las veces de tablet – lo cual ya habría comentado en contra si no pareciera tener un control impecable de todo – y el resto de sus pertenencias que aún no había desempacado.

Lukas estaba impaciente por cerrar el trato.

Sin embargo, la perspectiva de conducirse en esto delicado y más arriesgado, en vez de sentir una horrible apatía por quien lo acompañaba a lograrlo era un jodido incentivo.

Lo pillaba en este berenjenal, pero ella le gustaba desde el principio.

Lavinia se dejaba la piel. ¿Lo malo?

Esta mujer era una cabezota… lo que era fantástico y una pesadilla al mismo tiempo porque él estaba acostumbrado a conseguir lo que quería y cómo lo quería.

Y le estaba haciendo sudar un poco aquí.

Él no era así como súper paciente la verdad y no le gustaba jugar a las adivinanzas.

Pero bueno, el tuit había tenido una recepción compleja por lo que esta vez podía aceptar que ella le diera el esquinazo esta mañana.

No es que Oskar no hubiera hecho lo mismo.

Cría cuervos y blablablá.

En su mente seguía siendo ese programador de Gotemburgo, Suecia.

Un David que había llegado a ser Goliat.

Tal vez Ebba pensaba que él no era un verdadero programador. Pero Ebba había sido una extraña jefa de comunicaciones al mismo tiempo.

A la mierda.

Todavía era el tipo de… La visión, los beneficios, la escala, lo que sea que dijera su ex.

Matt Hillborg había conseguido que la interfaz no sólo funcionara sino que volara con su puto parche, pero no sin su insistencia casi enfermiza.

Y sí, había terminado comprando sus jodidas participaciones porque este quería ser PirateBay.

Tuvo algunos desacuerdos en las primeras empresas que impulsó, desacuerdos con los cofundadores, cosas básicas.

Así es como gano… Me centro en la ejecución.

Normalmente estaba rodeado de idiotas o aduladores que le resultaban un maldito aburrimiento.

Se cansaba fácilmente en cinco segundos si alguien no captaba profunda y genuinamente su atención.

Lo que, maldita sea, Lavinia ya había logrado por completo.

Había pensado en Lavinia todo el día.

Podría contratar un millón de Ebbas.

Y Ebba había sido fantástica hasta que ya no, alguien que no se asustaba con su mierda.

Pero Lavinia...

Era como si pudiera leerlo como un libro. ¿O tal vez al revés?

– ¿Qué dice Shiv?

– Quiere que vaya a ese guateque preelectoral de mierda de los 70. Pero creo que paso de meterme en ese circo lleno de retrasados, H.

Ella abrió los ojos. – ¿Y qué harás?

– Pedirle matrimonio y tener una docena de leprechauns para mantener la dinastía. Es broma. Uh, no estoy interesado.

Cerró los ojos un segundo con una mueca.

Lavinia sonrió ligeramente y dijo en voz queda: – Te merecías ese chichón del otro día.

Él resistió la tentación de zarandearla de los hombros y besarla.

Sabía hasta qué punto esto podía convertirse en una obsesión para él. Fácil. Interesante. Narcótico.

Ya estaba un poco obsesionado con ella.

Mírala, joder.

Aunque no era un incauto.

Estaba mucho más encaprichado que seguro de que terreno pisaba con Lavinia.

En general, ella no parecía dura, pero lo era.

Tenía agallas.

Iba a mantener a Karolina para los asuntos americanos pero no a mover a Lavinia de su equipo.

A Lukas le pareció que Lavinia era el último golpe de suerte que había tenido.

Dejó su palma en la parte baja de su espalda en silencio.

Dios, todas las cosas que esto podría ser.

Se sentía tan jodidamente bien, los contornos sexys, suaves de su cuerpo.

Solo le molestaba que podría haber sido el que la hiciera ver así como ahora. Tan malditamente hermosa.

Lo ponía cada vez más cachondo.

Sus curvas, energía radiante y preciosos labios besables.

No le diría que no a un duendecillo de esos con ella.

Lavinia agachó la cabeza un momento para pensar, y la alzó de nuevo para devolverle la mirada.

– Estoy desesperadamente hambrienta. Si Oskar tarda puede que me lo coma a él – dijo como un hecho.

Él le devolvió la sonrisa con la mirada.

– Preferiría que no. ¿Quién va aterrorizar al resto de empleados y darme por el saco? Además, es indigesto. Le digo a Phyllis que pida que nos traigan algo, ¿vale?

La mujer vino algo atribulada con dos carpetas cuando Lukas llamó por ella.

Lukas se inclinó hacia Lavinia bajando la voz como si le estuviera proponiendo algo indecente a lo que ella sabía qué diría que no. – ¿Comida sana?

Ella arrugó la nariz.

Lukas chasqueó la lengua.

– Por supuesto que no. Eso es jodidamente triste. Suficientes ensaladas para Lukas o los pequeños munchkins aquí. ¿Deberíamos pedir patatas fritas? ¿Hamburguesas? Phyllis, tu misma.

– ¿Eso es todo?

Lukas asintió descuidado.

A Lavinia le dio reparo. – Phyllis… gracias.

La mujer se retiró con un leve ceño fruncido pero no dijo nada más.

– Otra lección de tu departamento de imagen es que debes dar las gracias – murmuró Lavinia por lo bajo.

– Siempre tan exigente, Hirsch.

Él le puso una mano en la mejilla, satisfecho, suave. Ella le acarició la mano con un dedo pero volvió a apartarse un poco, sin dejar de mirar por la ventana.

Desde aquí era como estar volando por las calles con la gente pequeña debajo.

– Lukas… – dijo casi susurrando.

– No te preocupes por Phyllis.

Ella suspiró antes de decir nada más.

Lo expresivos que eran sus ojos era una de las cosas favoritas de Lukas.

Siendo realistas… El mundo daría menos importancia a que ella fuera su empleada siendo sobrina de Roy.

Él sabía que ella sabía que había un ángulo en alguna parte.

Si ellos quisieran que lo hubiera.

Era menos extranjero si estaba con la sobrina extranjera. Algo así.

Las notificaciones del móvil de ella parecieron haber cobrado vida. Lavinia se mordió el carrillo para atender la aplicación que reclamaba su atención.

Lukas tendría que dejar arrastrarse a reuniones y fiestas imaginablemente aburridas estos días.

De acuerdo, el hecho de deshacerse de Kendall y Roman y convertirse en el tiburón más grande sería absolutamente gratificante.

Que les dieran.

El precio de Waystar se había disparado por las nubes aunque el primer impulso había empezado a desvanecerse al cierre de los mercados este viernes.

Shiv le había prometido contactos políticos.

Necesitaban enfocar su estrategia.

El trato aún no estaba cerrado.

Pensó que quizás podía pedirle a Lavinia que se quedara cuando hubiera despachado a Oskar por esta noche.

Pero ya había acabado cayendo dormida en su estudio la madrugada pasada mientras esperaban la evolución de los mercados asiáticos.

Podría haberse retirado para entonces, pero dijo que estaba demasiado desvelada para hacerlo.

La idea de tener que llamar a un coche para que llevara a Lavinia a su apartamento hoy se sentía como si estuviera siendo privado de algún derecho humano.

– El funeral es el día después de las elecciones – Lavinia probó serena, observando su semblante.

– Sé qué queréis que vaya.

Ella cogió aire para intentar liberar la incomodidad que le producía todo el asunto.

– No me siento tan bien al diseñar una estrategia para el funeral de mi tío, pero la percepción podría ser buena. Yo solo… ya sabes, tendré que dejarte con Oskar por un rato. Tengo que sentarme con mi parte de la familia en la ceremonia, sería raro que no lo hiciera – dijo – y estoy preocupada por mi abuelo – añadió para pacificar la incomprensión en esa mirada medio divertida, medio molesta, los ojos entrecerrados.

– ¿Sí?

– ¿Es un problema? Será solo para la misa. 90 minutos.

Lavinia pensó que tal vez debería intentar convencerle pero…

El diablillo de la malicia intervino.

Ese que hacía que alguna vez a ella le entraran unas ganas locas de arrancarle los ojos o una parte de su cuerpo como con el tuit.

– ¿Estará él… tu eso… con la familia? He escuchado que es, ya sabes, uña y carne con Kendall desde el colegio y tal. He estado leyendo todo tipo de cosas interesantes.

Ella le miró con el ceño fruncido.

La pregunta la sorprendió pero enseguida se rehízo.

– Cosas que no me explicarás porque no es relevante para mi departamento y es la persona con la que concebí estos bebés. No necesitas—

– Hirsch, me importan una mierda esas historias.

Pareció aliviada.

– Vale.

– Vale.

Lavinia agachó la cabeza un momento para pensar, y la alzó de nuevo para mirar al cielo de la ciudad, a esas estrellas que Nueva York no dejaba ver.

Cogió aire para evitar el mal cuerpo que de pronto sintió.

Lukas puso su mano en la suya en un intento de apaciguar a la mujer que quería que fuera su chica.

Mantuvo la sonrisa perezosa.

– Eh, no te enfades.

Aquí en Nueva York había lugares y personas que podrían ponerla fuera de su alcance.

Stewy Hosseini era el principal.

Con Ebba ya había aprendido que la gente «real» siempre podía irse.

O planear hacerlo durante un maldito año. Lo que fuera.

Ahora el «acto» de Ebba le resultaba tedioso y repetitivo.

Lavinia, Lavinia…

Era increíblemente frustrante.

Lo que no significaba que fuera a desatender lo demás.

Podría tenerlo todo.

A la empresa, toda esa gente de ahí afuera y a Lavinia.

Lo que sea que pasó por la mirada de Lavinia, por sus ojos marrones, cuando una persona del servicio los interrumpió con la comida, hizo que Lukas sonriera con un punto socarrón.

El ambiente se relajó.

– ¿Quieres? – le ofreció ella antes de acercarse a la mesa de centro en la que habían dejado las bandejas.

– No. Adelante, H.

Lavinia tomó uno de las hamburguesas y dio un bocado. Dos.

La dejó en la bandeja después de un momento.

– No estoy enfadada – hizo una breve pausa – Él es… debería ser el padre de mis hijos y actuar como tal, ¿puedo preguntarte algo?

– Dime.

– ¿Nunca has buscado a…

– ¿Mi padre biológico?

– Sí.

Volvió a caminar hasta la ventana.

Y ahí estaba el semblante frío, los ojos inexpresivos de Lukas, como los recordaba de la primera vez.

– Intentó conocerme cuando vendí mi primera empresa. Un periodicucho de poca monta publicó después una entrevista con él poniéndome a parir por no querer conocerlo.

– Lo siento.

– No. No siento nada por él. En realidad. Yo ya tuve a mi padre. Estaba muy enfado con él cuando decidió... pero no necesito otro. Realmente no quiero que me molesten con eso así que tienes vía libre para joder al primer periodista que lo intente.

Lavinia asintió seria.

Lukas parpadeó.

Todo esto… Ella era definitivamente algo más complicado de lo que buscaba.

Porque maldita sea, hacía 20 años que ni siquiera hablaba de ese tema con su madre. Y aquí estaba Hirsch, preguntándole y obteniendo respuestas.

Y luego ella fingiría que enviar sangre a Ebba era lo más desquiciado que podía hacer por una mujer.

Con calma, racionalmente, consideró lo que estaba en juego.

Él necesitaba concentrarse.

Necesitaba que Lavinia estuviera concentrada.

Había decidido que también se encargaría de los grupos de presión, en lugar de Andreas.

Era sorprendentemente disuasiva.

Pero ahora no le presionó.

Durante la tarde-noche habían estado trabajando en una declaración para la región Asia-Pacífico sobre las redes sociales y los datos de las apuestas de este trimestre cuando Oskar tuvo que atender una llamada del equipo legal de GoJo.

La adquisición estaba ocupando el primer plano de cualquier cosa que hicieran durante el día. Sin embargo, la maquinaria no paraba.

La firma podía ser la semana que viene o dentro de dos meses. Pero todo tenía que estar listo para entonces.

Estaba lo de la India.

Era una cagada pero si lo manejaban correctamente no era inviable salir de ello.

Después, bueno, Waystar era enorme. Por lo que se necesitarían al menos uno o dos años para integrarlo completamente en GoJo.

Lavinia tomó aire.

Él hizo una pequeña cara. – ¿Sabes que me elogian por reestructurar nuestros departamentos de Comunicación y Marca?

– Sí, se lo dije a Oskar. The Economist – confirmó ella.

Lavinia todavía estaba extrañamente horrorizada por aquello.

La publicación usaba una horrible foto suya sacada de las redes de la empresa belga en la que había trabajado lo que parecía una vida atrás.

Allí ella parecía ingenuamente más joven. Con coleta y flequillo abierto.

Por supuesto, mencionaban a su tío abuelo porque, por supuesto.

La de Ebba, en cambio, era una foto de archivo de una entrevista en un periódico noruego donde estaba fantástica con una camisa moderna de color café y unos pantalones de tiro alto.

Ebba había ayudado a crear la imagen de Lukas Matsson.

Puede que incluso hubiera tenido que ver en los muebles de este apartamento.

Ella todavía estaba sorprendida que no estuvieran en un hotel.

Lavinia podía ver lo que este hombre había visto en ella.

Sólo deseaba que él no le hubiera… mandado su sangre.

Ajeno a ese descalabro en particular, The Economist había decidido que era muy inteligente por parte de GoJo entender que la marca tenía que ser algo transversal y confiar en dos jóvenes mujeres profesionales para el cambio.

El artículo era increíblemente bueno para la imagen de su marca.

Era simplemente que…

Lukas parecía creer que Ebba nunca diría nada.

No es que fuera un secreto tan bien guardado. También era consciente de eso.

Probablemente la mitad del consejo directivo de Waystar habría recibido un informe sobre su carácter a estas alturas.

Los medios intentarían crujirle vivo, sería interminable, agotador y no siempre gratificante.

No podían transformar la ATN en un Bloomberg gris, sin importar lo que Lukas hubiera dicho; pero Europa, Canadá, Asia Pacífico... GoJo todavía necesitaba suscriptores en esos lugares…

Añádele un posible escándalo de #metoo a la mezcla.

Le estaba enviado sangre a Ebba no hace tanto, ¿cómo sabía que le importaba algo en absoluto?

¿Cómo era aquello?

Ah, sí. Pasta, coños, privacidad.

Santo Dios.

Se imaginó miradas extrañas de sus compañeros de trabajo durante sus descansos.

A veces también deseaba ser una zombi.

El trabajo de relaciones públicas ya solía conllevar un estrés infernal.

Solo que solían haber algunas líneas.

No debería pasar tantos nervios.

Las manos de Lukas se demoraron alrededor de sus hombros, luego las bajo por sus lados.

Su toque siempre parecía emocionante, salvaje, peligroso.

Una mujer acababa jodida por menos.

Podía sentir su respiración desde donde estaba casi apoyada contra él, entre la ventana y su cuerpo. Lukas mantuvo una mirada clara con los ojos muy abiertos.

– ¿No te importa estar atrapada aquí?

– ¿Cómo? – las palabras fueron acompañadas de un pequeño estado de confusión.

– Me refiero a… has dicho que querías pasar por tu piso… Puedo enviar a alguien a buscar lo que necesites mientras vuelve Oskar.

– No hace falta. Estoy mucho mejor ahora que hay comida… Aprovecharé la oportunidad de irme cuando se presente pero podemos acabar lo que estábamos haciendo. Extraño a mi gato.

La miró entretenido.

Una pequeña sonrisa se asomó a los labios de Lukas. – Claro que tienes un gato.

– ¿Qué se supone que significa eso…?

Pero él no contestó.

Lukas la cogió de la muñeca con suavidad, acariciándole el dorso con las yemas de sus dedos. Luego acercó la mano a su cuello, con otra carícia.

– ¿Vas a volver a ponerte pronto el vestido del otro día?

Ella frunció el ceño.

– Era bonito… – admitió – pero no creo que funcione mucho para los negocios.

Su sonrisa le dijo que depende.

– Era jodidamente sexy… ¿pon que… cenamos? ¿mañana? ¿aquí mismo?

– Lukas…

– ¿Sí?

Ella seguía resistiéndose un poco.

Sus labios rozaron los de ella, enviando una sensación de hormigueo por todo su cuerpo. – ¿Qué culpa tengo si tú y yo somos criaturas que queremos cosas…?

En ese momento se abrió la puerta y entró Oskar.

Ella se echó hacia atrás mirando a Lukas con un punto de «ves!».

¿Podía decirle que no a un hombre como Lukas?

Era inútil porque no escuchaba.

Y ella no estaba siendo muy convincente para empezar.

Oskar se aclaró la garganta de esa manera que tenía cuando le habían entrado ganas de ponerle las cosas difíciles.

– Lavinia, ¿puedes volver a mostrarme el spot europeo? – preguntó.

– Tengo los cambios anotados. Pensé que teníamos el visto bueno aparte de las notas. Rasmus ha estado hablando con ellos.

– ¿Puedes?

– Sí. Espera, está en el pendrive. Déjame ponerlo en una pantalla – Oskar se acercó y se paró junto al sofá. Unos momentos después ella le estaba mostrando el video.

Él la miró.

– ¿Esto es FranceTV?

– Sí. La corporación francesa.

– Huh.

Lukas intervino.

– ¿Estás ya satisfecho, Oskar?

– Ja. ¿Una copa en algún bar de esta maldita ciudad? ¿Nadie?

– Hay cervezas en la nevera del minibar. Ve y sé libre, ¿eh?

Se despidió en sueco.

Lavinia se retorció las manos cuando cerró la puerta.

– Siento lo de Oskar.

– Él hace su trabajo.

– No. Es un cabrón malicioso, le sale de esa manera.

Lukas le mantuvo la mirada un momento más. – A nadie le importa el spot francés. ¿Qué decimos en él de todos modos? – Lukas teatralizó moviendo una mano hasta que acabó acariciándole la nuca entre su cabello – A ver. Déjame arreglarlo para ti… Ah, sí: ¿Qué es GoJo? Es fácil. Somos el futuro. Sabemos más sobre ti de lo que tú sabes sobre ti, pequeño Pierre. ¿Qué tal así?

Algo parecido a una risa brotó de la garganta de Lavinia.

– Si quieres tener a la gente con tridentes en tu puerta ese es exactamente el eslogan que necesitábamos.

Él la soltó por un momento.

Para entonces la conversación se había convertido en un baile sin que ninguno de los dos tomara la iniciativa.

Ella se acabó su hamburguesa y cogió una botella pequeña de agua de sobre una de las mesas.

La asistente de Lukas golpeó la puerta y entró de nuevo preguntando si necesitaba algo más por hoy.

– No, Hirsch me ayudara si sale algo. Buenas noches, Phyllis – dijo Lukas asumiendo sin esfuerzo de nuevo el papel de jefe magnánimo.

– Buenas noches entonces.

Lavinia esperó a que no se oyera ruido en la otra habitación.

Lukas fingió inspeccionar el mueble bar.

Se sirvió un whisky agitándolo en un vaso, no tan ajeno a los pensamientos de Lavinia que se quedó callada.

– Bueno, tú también eres libre de irte si quieres. Pídele a mi chófer que te lleve – ofreció después de un momento de pausa.

– Está bien.

Lukas se dedicó a comer las patatas grasientas en vez de la hamburguesa pero la siguió con la mirada.

Empezó a recoger su portátil y su libreta.

Lukas la interrogó con la vista. – Tengo muchas mierdas que hacer mañana, gente del respaldo legal.

– Lo sé.

– Quiero que estés presente.

– ¿Por qué? No es mi campo…

– Quiero escuchar lo que Oskar y tú tendréis que decir después. ¿Ok?

Se mordió la uña del dedo pulgar. – ¿Estás planeando algo más.

– ¿Otro sobrepago? No, pero el precio no me va asustar.

– Claro…

Lavinia miró un momento la gardenia amarilla de esta tarde tirada en la mesa.

Debatiéndose entre si tenía que decir esto o no.

– Uhm, es difícil, no lo sé, ya sabes, encajar en este trabajo, – sacudió la cabeza – lo estoy intentando, pero puede ser complejo sentir que realmente estoy progresando con la gente dado que estoy… eso… contigo. Son buenos y duros, el resto de tu equipo… No quiero que desconfíen de mí. Con los antecedentes en mi puesto y eso – tomó aliento mordiéndose el labio inferior por dentro.

Lukas tuvo el descaro de sonreír.

Se fregó los dedos en una servilleta de papel.

– No os parecéis en nada. Ebba puede que fuera encantadora pero también es un incordio y me odia. Quiere clavarme unos chopsticks en mis globos oculares.

– Creo recordar que eso te lo mereces.

Levantó las manos rindiéndose.

Estaban nuevamente más cerca aunque no estaba claro quién se había acercado.

Ella había sido tan libre por un breve momento en San Francisco.

La manera en que no había podido prever como malditamente agradecido estaba que otro hombre fuera tan idiota.

– Lukas…

– Vinnie.

Él miró a su vaso y a la botella de agua en su mano.

– ¿Bebes conmigo?

Lavinia arrugó la nariz.

Lukas la observó ajustarse el cinturón que llevaba sobre la pequeña curva de su vientre, que era más evidente ahora que lo había inspeccionado de cerca.

De alguna manera en el hotel de San Francisco se detuvo antes de hacer que sus dedos caminaran por la piel de su barriguita.

Lukas insistió. – Sin alcohol claro. ¿Entonces qué…

El azul de su mirada pareció reflejar la luz cuando sus ojos se fijaron en ella con algo amable. Un énfasis burlón en su asentimiento.

– Soda.

El reloj marcaba las diez y cuarto de la noche.

Lukas tomó un sorbo más de whisky.

Había sido un día muy largo.

Le sonrió presionando las palabras en el borde del vaso: – Me alegro que me dejaras venirte a buscar a Los Ángeles – y después dejándolo en una mesa.

– Fue… un error ir.

Lavinia se sentía como si estuviera fuera observando este momento con Lukas pero no formara parte del todo de ello.

Trató de decir algo más.

Pero él la cogió de la cintura, y la besó mientras le recorría la línea de la mandíbula con dos dedos.

– Lukas—

– Vámonos a mi habitación. ¿Qué te parece? – hizo una pequeña indicación hacia donde Oskar había dejado una tablet – Me adelanto yo.

Lavinia vaciló.

La volvió a besar, pero ella apartó los labios.

Él la rodeó con los brazos apartándose hacia atrás para estudiarla. – Pediré que nos suban algo de postres. Puedes irte después, Hirsch. No es un secuestro.

Lavinia sintió una marea agitada en su pecho.

– Mira. Tienes muchas cosas en la cabeza. Lo entiendo, pero podemos divertirnos un poco y relajarnos, ¿eh?

– ¿Relajarnos, huh?

No se sentía fuerte pero notó que podía respirar un poco mejor, porque por lo menos Lukas no la trataba como si la viera con diferentes ojos que en Italia.

Para él era la misma.

Mucho había cambiado desde entonces.

Su móvil eligió ese momento para volver a hacer ruido.

El mensaje de otro periodista.

Había muchas especulaciones sobre la compra especialmente con las elecciones a la vuelta de la esquina.

Tomándole de la mano que ella tenía libre y jugando con sus dedos, Lukas le sugirió: – Contesta… Y apaga el teléfono.

Sonrió inclinándose para besarla, pero Lavinia colocó su mano sobre su pecho frenándole. – Espera… necesito pensar…

– Diles que he llegado a Nueva York. Déjales especular.

Ella hizo un par de cálculos mentales.

– ¿Entonces no vamos a ir a la fiesta preelectoral a la que te invitó mi tío?

– Improvisaremos – se encogió de hombros, mientras ella elevaba una ceja hacia él.

Una calidez se extendió por su cuerpo y el vello del brazo se le erizó cuando Lukas apartó su cabello para dibujar besos en su cuello, mientras ella todavía escribía en el teléfono mordiéndose el labio.

"Debería pararle", pensó.

Lukas mantuvo la mano que no estaba tan caliente como las suyas en su codo. Su otra mano se movió detrás de su espalda. – ¿Estás lista? Mierda, Lavinia – murmuró Lukas, tan suave que sonó como una palabra cariñosa – ¿Vienes? ¿O de verdad no te apetece?

Ella se estremeció cuando su cálido aliento le hizo cosquillas. Lukas continuó en voz baja: – Necesito estar dentro de ti – murmuró. – Dime, aquí en este sofá o…

Ella cerró los ojos. – Aquí no.

Demasiadas emociones querían aflorar de repente.

¿Qué diría Stewy si— No, él no tenía derecho a decir nada.

No estáis juntos.

Ha sido egoísta. Stewy no te ha considerado en absoluto.

Pero admitió que si esto era doloroso para él, sinceramente, quizás a una parte de ella no le parecía mal.

Puedes hacer lo que quieras. No es tu trabajo hacerlo sentir mejor.

¿Cuántas personas más ha follado Stewy en estos cuatro meses?

Lavinia supo que mañana al cruzar el puente de Brooklyn, Manhattan le parecería un gigante, haciéndola sentir muy lejos, lejos de casa.

Porque pensó que quizás se había acostumbrado a la ciudad pero a quien quería engañar.

De quien estuvo enamorada siempre fue de Stewy no de Nueva York.

Cuando Lukas se separó de su cuerpo, Lavinia trató de decirle algo, pero él detuvo sus palabras con otro beso breve.

– Cuenta hasta veinte y sígueme.

– ¿Es una orden?

– Solo si quieres que lo sea, Hirsch.

No la habría dejado irse.

Ella sintió un revoloteo en el estómago cuando sus ojos se fijaron en ella.

Lukas especuló con la idea de besarla contra la puerta doble antes de caminar hacia el ascensor. El ruido de la tela, sus dedos buscando a tientas los botones de su pantalón, los zapatos aterrizando en el suelo.

Ella gimiendo su nombre.

Pero dio media vuelta después de hacer un gesto de concesión con una sonrisa desafiante.

La recibió en su habitación caminando despacio hacia la puerta entreabierta por la que acababa de entrar. El torso desnudo, su camiseta en las manos. Sus ojos estaban llenos de un evidente deseo por ella.

Inmediatamente Lavinia sintió su cálida boca sobre ella. Y antes de que ella supiera lo que estaba pasando, sus manos acariciaban su cintura y sus caderas de arriba a abajo.

Quería más que que la consolara.

– Lukas – susurró mientras su boca descendía e hizo un sonido de protesta poco convincente en respuesta.

Esperaba del cuerpo de él tanto apetito como comprensión. Por favor.

No habría querido que pasara nada.

Pero era insufrible, convincente.

Una de las manos de Lukas se coló en su blusa.– Sht… Espera unos momentos hasta gritar mi nombre – advirtió con una sonrisa.

– Si esto se sabe…

– No me importa lo que piense nadie – él musitó. Esta vez acallándola con un beso fuerte, con un ligero mordisco en su labio inferior.

Sus dedos expertos exploraban y presionaban cada vez menos delicados.

Lukas le quitó la blusa sin parsimonia, desabrochándole rápidamente los botones delanteros, su espalda contra uno de los muebles de la habitación.

Pero luego él puso una mano suave sobre su muslo, apretándose contra ella. – Estás pensando demasiado – bajó la cabeza para besarle de nuevo el cuello.

– Yo no… Mierda– intentó negar.

Dejó que su mano se deslizara ahora debajo de su sostén, ahuecando su pecho, pellizcando el pezón tierno entre dos dedos fríos.

Lavinia ronroneó un poco demasiado alto y él se rió y asintió contra ella en señal que apreciaba la agudeza.

– Lo haces… Pero esa cabeza tuya nunca para, ¿mm? Así es como Oskar adora en secreto mi elección de nueva jefa de comunicaciones.

Él bajó la mano y rozó el borde de sus braguitas dentro de sus pantalones desabrochados porque no pudo sacarla de su ropa lo bastante rápido; las piernas de ella se abrieron involuntariamente contra su mano.

Deslizó un dedo dentro de ella; Ella jadeó ante la invasión inesperada. Pero el toque envió placer por todo su cuerpo.

– Ahora viene lo mejor – dijo. Dos dedos entraron y salieron de su interior húmedo arrancándole un soneto de gemidos. La besó insistentemente sintiendo todo su cuerpo ablandarse y ceder por la presión de su boca.

Lukas le lamió el labio, el calor de la caricia le provocó escalofríos por la espalda. Entonces ella dejó que la llevara a la cama levantándola por el trasero como si no tuviera peso.

Lukas se quitó la ropa pateando sus pantalones y los bóxers y se quedó de rodillas en el colchón, desnudo. Luego, la ayudó con algunas de las prendas que llevaba ella.

– Mírate.

Lavinia no respondió, inhalando el olor de ella en los dedos con los que la acarició la cara.

Pero luego se incorporó apoyándose con un codo contra la almohada.

– ¿Puedes… sin prisas… Necesito…

Lukas bajó la lengua hasta el ombligo a lo largo de la curva de su vientre y luego volvió a subir hasta uno de sus pezones dorados mordiéndolo suavemente, mientras le apartaba el sostén.

Ella bajó sus manos y le acarició la cara. – Lukas…

– Sí. Te oí… Soy un puto café de vainilla aquí.

Él se acercó con ambas manos detrás de ella para desabrocharle el sujetador, sin mirar; tiró fácilmente y lo sacó.

Sus pechos se derramaron notando el aire frío y tuvo la tentación de cubrirse con las manos.

Había pequeñas nuevas venas en ellos que Lavinia había visto esta mañana en la ducha por primera vez. Se negó a sentirse cohibida por su mirada pero…

Lukas pasó las yemas de sus dedos por el interior de su muslo, luego los movió contra la tela de sus braguitas, sintiendo la humedad caliente y aplicando presión.

Era la única tela que todavía vestía.

– ¿De esta manera?

– Sí.

El torso de Lukas la cubría del resto de la habitación, y ella se sujetó de su cuello, él entre sus muslos.

La sensación de la barrera de la tela de sus braguitas contra su polla al moverse lo hizo maldecir en sueco y se mordió el labio inferior para evitar jadear en voz alta.

Lukas lamentó el no haber hecho que ese trozo de ropa estuviera ya en el suelo.

Era tan jodidamente perfecta que era insoportable.

La respiración de Lukas se hizo más pesada.

Estaba tan dolorosamente duro. Le dolió cuando intentó manipular su miembro con la mano. – Podrías ser un espía que han enviado tus primos para matarme. Ni siquiera protestaría.

Ella sonrió mordiéndose el labio.

No, no estaba enamorada.

Pero pensó que podría acostumbrarse.

Al sexo, el morbo, esa sonrisa que en algún momento le daban ganas de borrar con la almohada.

Lukas besó su estómago, sus pechos, su cuello. Jadeó tragó su propia saliva, se volvió hacia su mejilla y le dio un beso cariñoso.

– Necesito que estés conmigo todo el tiempo – dijo. – Como la otra noche, ¿vale?

– Sí.

Los dedos de Lukas encontraron otra vez su camino entre sus piernas, acariciando su clítoris sensible.

La sensación de poder cuando ella jadeó era como una droga.

Lukas apretó los dientes cuando se sostuvo con la mano en el colchón, la sensación se intensificó. Ella deslizó las yemas de sus dedos por el contorno de su erección.

Se levantó para besarla, mientras se masturbaban mutuamente entre gemidos.

Al mirarla sentía placer y una punzada de inconformidad que le oprimía al mismo tiempo el pecho y la erección.

Él sabía que ella no era del todo suya… no todavía…

Ahora mismo le importaba una mierda… lo que le importaba era que le había seguido y estaba aquí.

– Lavinia – protestó entre respiraciones pesadas. – Te ves tan bonita con mi polla en tus manos, tan jodidamente hermosa, mírame.

– Lukas…

Siguió moviéndose contra la fricción.

– No voy a entrar en ti sin que me lo ruegues – apretó los dientes.

Le levantó la pierna y la enganchó alrededor de su cintura, inmovilizándola contra el colchón, su miembro frotándose contra su entrada suavemente.

– Pero joder quiero que me lo ruegues – dijo con voz ronca.

Ni siquiera estaba seguro de si ella se dio cuenta de que estaba perdiendo la chaveta por esto, pero luego se frotó ayudándose con una mano a lo largo de sus labios inferiores sin darle oportunidad de replicar más que con un leve gemido.

Simplemente dejando que su eje se deslizara por encima. Después, acariciando la parte inferior de su clítoris con el pulgar.

La boca de Lukas regresó a su cuello, mientras deslizaba los dedos dentro de ella.

– Suplícalo – le indicó – Hirsch, joder. No me dejes así…

Ella gimió y él emitió un sonido instintivo y luego su respiración agitada.

Estaba tenso, hipnotizado

Una mezcla de placer y dolor pulsando por su cuerpo, su miembro palpitando y sus bolas apretándose dolorosamente. Su respiración era rápida y superficial.

– Lukas…

– Pídelo bien.

– Por favor…

– Jodidamente desesperada, ¿huh? – murmuró en voz baja.

Maldita sea, su piel estaba caliente cuando estaba excitada. Le pasó la palma por el vientre. La mirada de Lukas se dirigió hacia el techo para concentrarse. – Solo dímelo, Lavinia – volvió a mirarla. – ¿Qué quiere este maravilloso coño de mí?

Ella se mordió el labio, pero sonreía moviendo la cabeza. – Que te enjuagues la boca con jabón…

Lukas se mordió la respuesta en la punta de la lengua – Así sin más, amor. – Se movió y separó aún más sus piernas para verla mejor.

Volvió a frotar su clítoris a través de la fina tela antes de plegarla hacia un lado para que no estuviera más en su camino.

Ella se encontró de repente con el corazón y un puñado más de vísceras en la garganta por su tono.

Pero volvió a concentrarse en su caricia.

Lukas se separó, tomó un condón con la otra mano y la miró. Ella pasó la mano por su propio vello bajando hasta el lugar que él había dejado descuidado.

Lukas sonreía con todas las dientes.

Se veía tan condenadamente sexy desnuda y abierta para él.

Impidió que ella se acariciara.

– Hazlo, por favor.

– Así es – bajó la cabeza para mordisquearle el cuello – Sí.

– Ah—

Ella quedó apoyada contra el colchón con un gemido mientras sus dedos agarraban el borde de las sábanas.

Lukas presionó la cabeza de su pene contra su abertura y empujó dentro unos centímetros y luego el resto. – Eres tan jodidamente sexy – jadeó.

Ella echó la cabeza hacia atrás y gimió.

– No pelees conmigo, déjame sentir que te corres por mí.

– Lukas…

El ritmo de sus caricias no se detuvo mientras la follaba, con un brillo en sus ojos azules cuando ella apretó sus piernas alrededor de su cintura para profundizarle.

Su respiración se acortó mientras intentaba desesperadamente disminuir el ritmo.

– ¿Puedes con esto?

– Sí.

Lavinia sintió la falsa sensación de tener total y completo control cuando puso la mano en sus abdominales, la oleada que recorría sus venas cada vez que él tocaba ese punto ahí.

– No puedo hacerlo ahora con la consciencia tranquila, pero un día te voy a follar hasta imprimirme en ti – subrayó cada palabra con una embestida distinta – o hasta que ambos nos desmayemos. Eres una preciosidad. Joder – Sus gemidos sólo lo animaron, enviando una ola de deseo por todo su cuerpo.

Estaba hablando galimatías…

Él desearía... Él desearía tomarla y follarla contra este colchón como lo habría hecho antes que estuviera embarazada, pero no era un bruto y esto ya era más intenso que el sexo que tuvo con todas esas chicas de Instagram cuando ni siquiera le importaba si se corrían.

– Por favor, Lukas – susurró. No podía resistirse a escucharla suplicarle, era como ver el éxtasis de una criatura mítica.

– Un día lo haré, ya sabes, me correré como Dios manda dentro de ti.

Oh, a ella le gustaba ser enfurecedora.

Él lo vio en sus ojos.

– Ya veremos.

– Sí…

Lukas sonrió y la besó nuevamente.

Y continuó acariciándola, moviéndose lenta, constante y vigorosamente dentro de ella.

– Eres tan jodidamente preciosa – le susurró al oído. – Cuando estoy dentro de ti, me siento poderoso e invencible – sus manos bajaron por sus muslos. – ¿Sientes eso? ¿Puedes sentirme dentro de ti? – la empujó hacia atrás y besó su mejilla, su oreja.

Mantuvo el vaivén varias veces más, subió, apartando las caderas para tener una mejor vista. – Estás tan perfecta aquí Lavinia. Desnuda y en exhibición para mi vista.

– Lukas – se quejó.

– Exhausta pero no saciada. Dios, la forma en que te estremeces debajo de mí. Joder, joder, joder, joder.

– Mierda – sus caderas se sacudieron en protesta por sus movimientos y él sonrió contra su cabello y saboreó el sudor en su piel.

Lukas presionó su rostro en el hueco entre su hombro y cuello, el roce de sus dientes contra su punto de pulso donde respiró profunda y lentamente.

Gimió suavemente la cabeza de lado sobre la almohada cuando él acertó entre embestidas en ese punto en particular que le bloqueó hasta la memoria.

– Dime… ¿Hay algo más que anhelas y que puedo proporcionarte? ¿Algo más que mi polla?

Lukas sonreía como el jodido peligro que era.

Ella intentó protestar entre jadeos más indignada que pudorosa.

Le puso una mano en la cara para que la mirara… pero él la ignoró.

Él apoyó la frente en el hueco de su hombro, pero su propia excitación era demasiado grande para notar que su urgencia.

– Eso es terrible…

– A mí me parece que te gusta.

– Solo te lo parece… ah-h.

– ¿Sí? Porque estoy haciendo… que estés jodidamente mojada. Y me gusta jodidamente mojada. Córrete por mí, necesito que te corras ahora como una buena chica.

Sus ojos se cerraron con fuerza y su boca se abrió en éxtasis. Cuando todas sus terminaciones nerviosas estuvieron en alerta, tembló contra él. – Ah, – Gimió

– Maldita sea, Lavinia.

Ella tuvo el orgasmo, él pudo sentir la humedad caliente y sus músculos cerrándose instintivamente a su alrededor, era suficiente, sabía que tenía que acabar ahora. Lukas la embistió una vez más, sintió que llegaba al clímax pero aún no había terminado. – Mierda.

Ella dejó escapar un gemido lánguido, él continuó, quería asegurarse de que todo fuera lo más posible, cada cosa que hacía. – Lukas…

Su orgasmo lo golpeó fuerte esta vez.

Su cuerpo se estremeció, jadeando con cada embestida. El mundo se desvaneció de su alcance sus pensamientos no eran más que las respiraciones de ella.

Su semilla brotó en el condón que odiaba usar, pero no importaba porque la sensación de su polla entrando completamente dentro de ella, la tensión que sintió dentro y entre sus cuerpos, la cálida sensación de su sudor deslizándose juntos mezclándose, fue suficiente para hacerlo sentir tan jodidamente vivo, que lo compensara.

Si no había estado salvajemente enamorado antes, ahora se sintió absolutamente feral por ella.

Lavinia volvió la cabeza hacia su pecho, respirando con dificultad. Estaba sonrojada, su cabello desordenado, parecía agotada. Él se deshizo del condón sin mirar a donde iba. ¿Para qué?

Lukas siguió acariciándola mientras su respiración comenzaba a calmarse. – Eh. ¿Estás bien?

Ella no respondió. Simplemente siguió en silencio. Intentó moverse hasta que él pasó un brazo por su cintura. Finalmente ella se relajó.

La habitación estaba tranquila y cálida, ambos yacieron desnudos, en la calma.

Lavinia tomó consciencia de dónde estaba cuando amaneció.

Estaban acostados en el colchón, desnudos salvo por unas cuantas mantas, todavía cálidas de la noche anterior. Desnudo, Lukas parecía más largo y delgado, y su piel más pálida.

Era guapo, billonario, un poco un bicho raro. Pero podía tener a cualquiera, ni siquiera sabía porque buscaba esto con ella.

Él la volvió a besar haciéndole ligeras cosquillas en los costados con las manos.

– No, para, para. Los bebés.

– Mierda, perdón.

Dejó su mano vagar por su estómago un momento de todos modos.

Luego se acurrucó con ella en las sábanas hasta que el sol empezó a calentar en las calles.

En la cama era igual que en cualquier otro sitio: terca, resuelta y todavía no suya del todo.

Lukas podría pasar una noche besando esa piel que hacía brillar la luz que entraba del exterior antes de ir a trabajar todos los días.

Se dijo que no tenía ninguna intención de soltarla en ningún momento cercano.

– No te habría dejado ir, te habría seguido con el rabo fuera si hacia falta – le confesó sonriéndole mientras ella decidía que él era inaguantable.


Se sentó vestida y cogió un pintalabios rojo.

Mientras se pintaba entró una mujer del servicio.

Vacío una papelera y se retiró con una sonrisa avergonzada.

No la escuchó llamar, pero no era raro porque Lukas había salido por esa puerta descalzo y con solo unos pantalones de chándal hace un momento con la promesa de un desayuno.

Escuchó la voz potente de Oskar en algún sitio del piso de abajo.

Después, unos pasos sobre la madera del suelo.

– ¿Te vas?

Se giró para mirarle mientras le ponía una taza de descafeinado delante con un ruido de la lengua. Ella se hizo un moño con una goma y sonrió.

– Sí. Pero antes voy a hablar con Andreas por FaceTime.

– Sí, he visto el memorándum…

Ella bromeó levemente. – Oskar dándote trabajo y no vas ni vestido.

Lukas la abrazó por detrás con un ligero beso en la mejilla.

Parecía un niño en el día de Navidad.

Pero ella dio un respingo sin querer.

– Lukas…

– Van a tener que acostumbrarse.

Lavinia se sintió como una tramposa.

Dios, tendrías que ser de hielo para no sentir algo.

Había sido magnifico, había pasado la noche con él, se había sentido especial, como una mujer sexy. No sólo un recipiente de bebés o una mujer dolida.

O su jefa de prensa.

Esa sonrisa suya fue solo la guinda del pastel.

Pero un mierda, te aprecio no era probablemente lo que debería haber sentido al despertar y verlo al lado con ese impresionante cuerpo suyo y sus ronquidos.

Se había movido de la cama para ducharse mientras él todavía estaba adormilado acariciándole el cuerpo con una mano.

El desplazamiento del peso sobre el colchón apenas lo turbó pero protestó en sueco por la repentina ausencia de contacto.

Rodó y se quedó de espaldas sin abrir los ojos.

Estaba jugando con fuego.

Lo miró ahora con esa pinta de recién levantado frente de ella.

– Lukas… esto…

– No tiene por qué ser complicado.

Su semblante era serio.

– Está bien. Estaré aquí para la reunión del mediodía.

Se había follado a su jefe, no una sino tres veces.

Su empleador.

Parecía demasiado personal ahora, demasiado íntimo.


– Abuelo.

Le dio un beso en la mejilla aunque él refunfuñó. Luego, Ewan retrocedió, y no supo qué decirle.

– Ya pensaba que no te vería hasta el día del funeral.

– No, perdóname. Tengo mucho trabajo. Sé que querías que habláramos.

Ewan se aclaró la garganta.

– Claro que quiero que hablemos. Le he estado dando vueltas a tu situación – la miró significativamente – Encinta, soltera, de aquí para allá. Tu abuela no me perdonaría que no te pidiera que vinieras al rancho. Sé que no siempre he sido claro al respecto y que puse condiciones, pero es tuyo y vas a asumir mucha responsabilidad de aquí a poco, quien sabe si estaré en este mundo mucho tiempo más.

Frunció el ceño. – No digas eso.

Entraron en un bar de desayunos del centro que estaba repleto de actividad ese sábado.

Uno en que la decoración era la misma que cuando abrió.

Lo quiso ayudar a bajar un par de escaleras que había pasado la puerta tomándolo del brazo o guiarlo hasta una rampa, pero Ewan se soltó y le hizo un gesto brusco con el bastón.

Se sentaron en una mesa y él pidió una tortilla al camarero.

– ¿Entonces? – presionó su abuelo.

Sabía que no le gustaría su respuesta.

– Quiero continuar en mi actual trabajo.

– ¿Cómo es eso?

Ella puso las manos sobre la mesa mientras les servían zumo de naranja.

– Si Lukas— Matsson adquiere la empresa, seguramente estaré por un tiempo entre Estocolmo y Nueva York. Ya te habrá contado mamá o Greg que…

Ewan asintió, aunque no pudo descifrar su expresión.

El anciano se mantuvo ante ella, simplemente mirándola como si no se atreviera a estirar la mano y apretarle el brazo.

– Eres lista y te has hecho una adulta… Pero ojalá tu abuela estuviera aquí para hablar contigo. Porque Marianne... Estoy preocupado por ti, niña. No creo que fuera demasiado duro con el padre de mis bisnietos. No más de lo que se merece. Eres mi nieta. Pero supongo que lo amabas lo suficiente por cómo le mirabas en casa de Logan. ¿Me equivoco? Sí soy más viejo que matusalén, puedes no hacerme caso. Eres franca, luchadora. Pero lo que me cuenta tu hermano...

Intentó interrumpirlo: – ¿Qué te ha…

¿Qué diablos le había contado Greg?

– Sé que puedo parecer un viejo gruñón, pero siempre he sentido debilidad por ti, tal vez porque te pareces a Louise, tal vez porque eres testaruda y obstinada, o porque a menudo he compartido la frustración con tu madre, siempre he sentido que debía protegerte. Por eso, si te observo cometer errores de juicios, creo que debo decírtelo. Deberías concentrarte en convertirte en madre. Es tu deber. Una vez tengas eso por la mano—

Ella se miró las manos.

– Por favor, abuelo. Estoy bien.

– Bien, bien. ¿Puedes hacerme un favor?

Sólo esperó que fuera algo que lo obligara a cambiar de tema.

Se sentía algo acalorada tal vez porque todavía llevaba puesto su abrigo gris de paño. – Dime.

– Sé feliz.

Parpadeó.

– Pensé que…

–Di.

Negó con la cabeza insegura de lo que iba a decir.

Sonrió un poco, arrepintiéndose de las palabras mientras las decía. – Pensé que dirías que es mejor morir de hambre que vivir inmoralmente o algo así…

Ewan levantó una ceja. – ¿Desde cuándo os he dejado morir de hambre, Vinnie?

El camarero le sirvió la tortilla a Ewan con rodajas de tomate. Luego, colocó pan en la mesa y un plato vacío delante de ella.

Se quedó mirando un momento el plato.

– No, yo, lo siento, abuelo.

– El rancho es tu casa. No importa cuándo la necesites. ¿Me harás el favor de recordarlo si cambias de opinión?

La sorpresa de Lavinia debió verse en su rostro, ya que Ewan respondió:

– No estoy tan seguro de las cosas como solía estarlo, eso ya te lo dije. Me estoy volviendo viejo. Y ahora haz el favor de cortarte un trozo de tortilla. Debes alimentarte.

Cortó un trozo pequeño para no discutir y se lo sirvió.

Comenzaron a comer.

Después de un momento:

– Es importante que seas feliz pero también estable, ¿uhm?

Esa mañana Ewan le habló de su madre Helen sin que ella inquiriera mucho. Esa mujer que mandó a sus hijos a América durante la guerra pero se quedó detrás. Nunca salió de Escocia.

Después le preguntó qué hacía y se consideraba que era algo decente. Decidió no añadir demasiadas florituras.

– Matsson está tratando de lograr la adquisición. Ya sabes que mi trabajo es hablar con la prensa y también ayudarle con su imagen. Pienso que puedo ayudarle.

Ewan dejó de comer: – Me han dicho que es una nueva versión patentada de mi hermano.

Casi se atraganta.

– Eso no es tan así…

– ¿Lo amas?

Oh, Dios.

Se iba a cargar a Greg.

No, en serio. Era hombre muerto.

– Amo a Stewy, abuelo. – dijo resignada. – Pero da igual, ¿no? Tú odias a los dos.

Ewan sonrió como si acabara de decir una tontería.

– ¿A quién le importa que piense tu abuelo?

Lavinia no podía concebirlo. ¿Qué había sido de su abuelo?

Suspiró antes de responder.

– Lo amo, lo hago. Pero necesito saber que se preocupa por los bebés y que no es simplemente algo que esté dispuesto a "soportar".

– Eres joven, Vinnie. Tú sabrás lo que estás haciendo pero no dejes que la amargura te arrastre. Estoy aquí para cantarle las cuarenta. Ese es mi papel. Pero tú tienes que pensar en que esos niños necesitan a su madre y que su padre sea el hombre que tiene que ser cuando su familia le necesite.

Se llevó las manos a la frente mientras se echaba hacia adelante.

– Nadie debería forzarle.

Ewan tosió.

Ella se preocupó. Ya hacía días que arrastraba esa tos pero él apartó el brazo cuando fue a tocarle.

– Déjame, estoy bien. Puede que el próximo miércoles entierre a mi hermano pequeño pero todavía tengo cuerda.

Lavinia trató de convencerlo de que llamaran a Tony para que le acompañaran al médico, pero Ewan se la quitó de encima acabándose la tortilla y haciendo que le sirvieran una infusión de camomila. Cuando partió, ella también salió a la calle y lo vio caminar hacia al este. Un hombre viejo que ya había enterrado a sus dos hermanos pequeños.

Puede que se hubiera moderado en su rigidez, pero todavía tenía voluntad de hierro. Desapareció entre la multitud de las calles y ella alzó la mano para un taxi.

Entró en el centro comercial de Hudson Place antes de volver donde estaba todo el equipo de GoJo.

Tenían una reunión con LionTree y luego con sus abogados a la que Lukas le había pedido que estuviera.

Solo se había escapado para ver a Ewan y después pasar por su apartamento para asegurarse que todo estaba en orden.

Estaba teniendo remordimientos por Toffee. ¿Y cuando las cosas se pusieron serias? ¡Ella iba a ser madre!

Lo único que deseaba era ser una buena madre.

En el interior del centro comercial había numerosas tiendas de lujo, marcas y tecnología y restaurantes. Un hall interior con vegetación y un techo de cristal.

Acabó desabrochando el abrigo del calor de la calefacción cuando tuvo que recuperar un poco el aliento.

Sentía una intensa curiosidad por cómo serían sus bebés.

¡No solo sus caras, sino sus personalidades!

Se sintió culpable por tener tanto respeto a comprar los primeros bodys. No vas a gafarlo porque te haga ilusión.

Había acordado por teléfono con su médico hacer un test genético más extenso en la semana 16. Los resultados de sangre explicaban cosas asombrosas en estos días.

Así que muy pronto tendría no sólo la confirmación de que todo estaba bien, sino también el sexo de los dos niños.

Esas personitas están creciendo dentro de ti.

Estuvo un rato estudiando la ropita de bebé de una de las tiendas, luego se permitió dar una vuelta por el resto de tiendas de esa planta.

Entró en otra donde tenían ropa de 0 a 14 años de marcas que hace un año no se hubiera podido permitir.

Se distrajo cuando su atención se desvió a dos chicas preadolescentes que estaban mirando ropa y se reían y discutían entre ellas.

La madre de las niñas la miró por un segundo como si por alguna razón pensara que la conocía. En su rostro hubo confusión y algo más que Lavinia no pudo adivinar.

La gente hacía esas cosas cuando estabas embarazada. Supuso que sentían interés.

La desconocida llevaba una blusa crema y una falda plisada amarilla, era guapa, de piel aceitunada.

Enseguida desvió su atención a lo que le estaba diciendo la mujer mayor que la acompañaba.

Lavinia no pudo verla bien porque las niñas hicieron un corrillo con ellas sujetando un puñado de piezas para el probador.

Se le ocurrió que una hija suya, una con Stewy, podría parecerse mucho a esas chicas.

Quizás porque la pequeña, de expresión traviesa, frunció el ceño de una manera parecida a la de él cuando estaba contando algo a su hermana.

Una fina diadema en zigzag de color verde botella en el cabello castaño largo.

Se forzó a salir de su ensoñación.

Últimamente veía cochecitos y criaturas por todas partes.

Sobretodo padres con bebés.

Allí donde estaban esas chicas la dependienta que las atendía ahogó una risita detrás de su mano.

Las mujeres sonreían con la broma de una de las niñas y a Lavinia le dio vergüenza seguir fisgoneando.

Sostuvo contra su pecho los bodys de bebé color pastel que había elegido y se dirigió a la caja para pagar.

Todo aquello se le olvidó cuando veinticinco minutos después, la ropita en su bolso, saludaba a alguien conocido cerca de la cafetería donde había quedado con Greg para verse un momento.

No estaba segura de que no fuera de paso a matarlo por explicarle a saber qué al abuelo.

– Hola.

– Oh, Vinnie. Qué sorpresa. Hola. Tu hermano está en el baño. Ken le ha mandado para darme con Fickret unos documentos que le había pedido.

Rava.

– ¿Todo bien? ¿Sophie y Iverson?

– Sí, claro, sí. Bueno… Pensé que vendría Ken así que tendré que volver a insistirle para… cosas de padres. Pero, ¿y tú?

Le pareció que su sonrisa era forzada pero no la cuestionó demasiado.

Apenas habían tenido trato hasta este año tan extraño.

– Bien – miró hacia abajo y Rava le siguió le siguió la mirada y abrió un momento los ojos con reconocimiento.

– Santo cielo. No tenía ni idea. ¿Es de… – Rava pareció un poco desconcertada – Stewy? ¿Cómo no me fijé esos días que estuviste en mi apartamento con Kendall?

Allí estaba… Ella iba a tener esta conversación muchas veces empezando por este momento.

No es que quisiera esconderlo. Sólo que…

Algo muy personal sobre ella estaba a la vista de todo el mundo, sujeto a juicio, y no había nada que pudiera hacer al respeto.

Era una sensación un poco extraña saber que estabas siendo estudiada de esa forma.

Quizás porque Rava era también una extraña para ella, quizás porque no lo era lo suficiente como para no preguntar por Stewy.

– Sí – sonrió mordiéndose un carrillo – No estaba… no lo estaba aún. Pero son mellizos así que… Por eso… Se ha empezado a notar antes.

La sonrisa Rava parecía más sincera ahora, Lavinia no quería pensar que sentía algún tipo de pena por ella, pero… tal vez…

El semblante de la ex de Ken reflejó una preocupación bienintencionada. – Dios mío. ¿Estás bien?

Asintió forzándose a parecer convencida.

No estaba muy segura que quería que Rava tuviera una peor impresión de Stewy.

Ella sabía que no era exactamente coser y cantar entre ellos. Rava podía vivir sin tener todos los detalles. – Sí. Genial.

– Me alegro.

Se despidió con una sonrisa cuando volvió Greg. – Os dejo. Nos vemos pronto. Greg.

– Greg.

– Hey.

Lo miró resignada.

– Voy a matarte.

– Whoa. ¿Por qué? – protestó.

– ¿Qué demonios le has dicho al abuelo de mí?

– Bueno yo… Pero espera. Ahm, tengo noticias, ¿sabes?

– ¿Sobre qué?

– Papá.


Stewy no estaba muy seguro de donde iba cuando se presentó en casa de sus padres esa mañana.

La figura robusta de Darian le recibió.

– ¿Está papá?

– En el estudio.

– Vale.

Su hermano mayor lo estudió un segundo.

Farah estaba preparando la comida por el delicioso olor en la entrada. Su madre y Leila habían ido de compras con las niñas pero estaban por volver.

Había esperado que estuvieran sus padres, no la mitad de su familia.

Stewy cambió el peso de un pie al otro incómodamente bajo la aguda mirada de su hermano.

Una pausa después, Darian le mostró un tubo de plástico negro que llevaba entre las manos. – Ahora iba a subirle estos planos de la casa. Acabamos de empezar – dijo – Es por el pleito con los vecinos. ¿Le doy un mensaje de tu parte? ¿Le llamarás?

– No, puedo esperarme para hablar con él.

Por su cara su hermano mayor pensó que le pasaba algo terrible.

Una enfermedad terminal, una investigación federal…

Parecía apropiadamente consternado.

Lo tanteó con una broma. – ¿Te estás muriendo?

– Darius, joder, todo está bien. Solo quiero hablar con baba a solas.

– Y una mierda "todo" está bien. Te ves hecho una mierda.

Darian vio como la cara de su hermano cambiaba de inmediato.

Una tensión extraña en la boca. – ¿Puedes decirle a baba que he venido—

Se tragó su malestar intentando ser civilizado con su hermano.

Porque… ¿Por dónde empezar?

Soy un terrible idiota que arruinó la oportunidad de estar con la mujer que ama porque elegí simplemente sentarme y esperar a que lo que estaba pasando desapareciera.

Tal vez sólo estaba asustado como el demonio.

Y ahora es más real y me importa. ¿Pero por qué ella creería cualquier basura que diga?

– ¿Sadegh? – su hermano interrumpió su silencio.

Stewy frunció más el ceño.

– Te prometo que lo hablaré contigo después.

Darian Hosseini carraspeó. – Como quieras.

Le dio dos pequeños golpes en la espalda con una mirada de hermano mayor.

– ¿Cómo va con tu chica?

Hubo un silencio.

Espera.

¿Habría hecho alguna tontería como dejarla escapar?

Darian recordaba la videollamada en la cocina cuando estaba en Grecia y sí él arrastró su figura triste por la boda de Amin y Leila decía que había algo mal... Pero pensó... – ¿Es definitivo? – indagó.

Stewy miró hacia el cielo gris por la ventana del salón, sintiéndose terrible. Esa tarde iba a llover.

Sabía que no había hecho esto de la manera correcta, pero también le preocupaba no poder compensarla.

Mantuvo las dos manos en los bolsillos de los pantalones. Miró fijamente a su hermano.

– Sube eso, va. Después hablamos.

El tono de Stewy indicaba que estaba agonizando sobre lo que fuera que era.

Darian esperó a que siguiera hablando pero Stewy solo se humedeció los labios.

Hubo un momento de silencio y otro suspiro, casi ahogado por el ruido que venía de la cocina.

Darian sabía que… alguna pieza se les escapaba.

– ¿Pero a ti que te pasa? Leila dijo que estabas atortolado perdido por ella. Me niego a pensar que eres idiota. ¿Se la has pegado con alguien?

Ni siquiera era la primera vez que su hermano le preguntaba esto en relación con una de sus relaciones fallidas.

Pero Darian sabía algunas cosas sobre su hermano pequeño.

No todo. Sólo esnifar cocaína en baños públicos sucios y salir con modelos increíblemente hermosas a las que luego dejaba por razones estúpidas.

– No – contestó rotundo. Parpadeó por la pregunta – Déjalo.

Darian Hosseini siempre había creído que su hermano pequeño estaría bien al final.

Tenía el corazón en el lugar correcto aunque fingiera lo contrario.

Había cosas que le llegaban que no le gustaban demasiado, pero quería a este tonto y tenía que darle cancha cuando la necesitaba.

Había sido mejor tío con sus niñas tan pronto como pudieron mantener una conversación aunque fuera sobre sus Barbies.

– Vale, borra eso último – la voz de Darian cambió a un tono mucho más gentil – Lamento haber sonado como un capullo. Es solo… sabes que ya no eres un crío. Si sigues dejando relaciones como quien se cambia de calzoncillos – razonó – Intenta no disgustar a baba. Maman todavía tiene años por delante y está estupenda. Pero nuestro padre ya es mayor… ¿Por qué no pasas por mi casa el lunes y comes con Leila y las chicas? Estoy fuera de viaje.

– No creo que pueda. Tengo la agenda llena.

– Uhm. De acuerdo.

Stewy se mesó el pelo con la cabeza hacia atrás. Suspiró.

– El lunes por la noche hay una fiesta por las elecciones. Me ha invitado Ken Roy. Tengo que pasar por la oficina al mediodía y por casa después. Pero dile a Lei que la llamaré. No voy a ir a la oficina el martes.

Su hermano lo observó un segundo.

Sus hermanos nunca habían entendido porque Kendall Roy y él eran culo y mierda.

– Por cierto. Hay una foto de tu chica en The Economist. Leila estaba segura que era tu ella. ¿Prima de Roy, huh?

La mirada que le lanzó Darius le hizo agradecer que no supiera la historia completa porque probablemente estaba planteándose llamar a un terapeuta para él.

– No he visto el artículo.

– Míratelo.

Darian dio unos pasos atrás y volvió a pararse antes de cruzar el marco de la puerta.

Se giró para mirarle con algo rondándole en la cabeza. – Eso de la fiesta… ¿Ahora estás interesado en política?

– No. No. Son solo negocios.

– ¿Con Roy? ¿De nuevo?

– Sí.

– Ay, hermanito… Vale, me callo.

Stewy se sentó en sofá, cruzando las piernas. Una mano en el tobillo.

Buscó el artículo que había mencionado su hermano en su iPhone.

Treinta minutos después aquí estaba esperando a su padre.

– Baba.

– Mira quien ha aparecido. La reunión continuaba pero yo tenía curiosidad. ¿Qué está sucediendo? – preguntó su padre desde la puerta.

– Nada. Sólo estaba cerca.

Su padre le echó una mirada de desconfianza.

Stewy tensó los hombros y se puso de pie.

El caso es que, aunque no sabía si él mismo sería un buen padre, Lavinia nunca dejaría en la estacada a esos niños. Sentía un enorme alivio por ello.

No tenía idea de lo que habría hecho si quien había dejado embarazada era otra que Lavinia.

Miró a su progenitor.

No estaba seguro de haber venido aquí buscando apoyo o que el desdén de su padre igualara el que sentía por sí mismo.

– ¿Pido a Farah que traiga la tetera? ¿Café?

Le dio un leve abrazo. – No, no hace falta.

– Ya sé que estuviste aquí hace una semana. Pero me alegra verte a menudo. Tu madre estará contenta de saber que has venido.

– No sé si podré quedarme mucho tiempo, tengo varias reuniones. ¿Cómo lo haces baba?

– ¿A qué te refieres?

– Esto. Quizás sea egoísta de mi parte pero siento que lo he arruinado todo. Voy a… He venido a decirte que vas a ser abuelo – admitió con una pausa – Pero en lugar de estar feliz, estoy temblando.

Durante los primeros segundos su padre permaneció en silencio y Stewy se arrepintió de haber abierto la boca.

Entonces su padre dio un paso adelante y le puso las manos en los hombros.

– Tú. ¿Padre? ¿Hablas en serio? – le apretó el hombro cariñosamente y le obligó a girarse – Aquí. Siéntate – le indicó el sofá.

En cuanto ambos se encontraron cómodamente sentados, su padre fue directo al corazón del asunto: – ¿Y dónde está mi nuera? ¿No nos la vas a presentar?

– Es complicado baba.

Su padre lo hizo callar un segundo dirigiéndole una mirada seria. – ¿Estás en algún arreglo moderno al que tengo que acostumbrarme? Quiero decir, sabes a lo que me refiero. – se aclaró la garganta pasándose la mano por el cabello y la barba gris – Vamos, soy un viejo. Ya no me vas a sorprender. ¿Cómo es ella?

Stewy no contestó inmediatamente.

Su padre frunció el ceño profundamente y sacudió levemente la cabeza haciendo contacto visual: – Vamos, habla. No puedo decirte muchas más veces como de importante es tener un apoyo como tu madre lo es para mí.

Stewy miró fijamente a la mesa de centro. – He metido la pata hasta el fondo.

– ¿Y eso que significa? – lo juzgó levantando la cabeza entonces hubo algo de comprensión en sus pupilas – Oh, ya veo.

– Baba.

– No lo sé, Sadegh. Porque parece que… estoy aquí esperando que te hagas hombre. A veces debes demostrar que estás asustado, obsesionado o loco por algo. Es una señal de que te preocupas. Porque eres tonto, hijo, otro lo haría porque no le importa un comino, ¿pero tú? Mírate la cara. ¿Lo sabe ella?

– ¿El qué?

Su padre desvió la mirada, pensativo.

– ¿Dónde has estado estos últimas días?

– Trabajando.

– A eso me refería.

Stewy no comprendió lo que quería decir.

Había una obstinación allí, en su actitud. Se le pasó por la cabeza que su padre quería decir que no se había centrado en resolver sus problemas con Lavinia.

Pero era mucho más complicado.

– ¿Quieres a esa mujer para siempre?

Stewy desvió la mirada.

Notó algo pesado en la garganta.

Apretó los labios.

– Ella es… la cosa más maravillosa que me ha sucedido en toda la vida. Pero baba, no depende de mí.

Su padre suspiró. – Realmente pienso que hablas en serio ahora.

Le habría dejado la oreja roja por algo como esto hace 20 años.

Pero era un hombre hecho y derecho.

– Lo hago.

– Pero aquí estás – meneó la cabeza con desaprobación.

– Ella es… Sí.

Su padre lo interrumpió una vez más. – ¡No seas tonto! A una buena mujer, te la has de ganar. ¿Ella es buena? ¿Qué haces aquí siquiera?

– Baba, no lo entiendes.

Le puso una mano en el brazo lo más serio que lo había visto en mucho tiempo.

– Debo haber sido un mal padre. Si no te he hecho saber… En cinco años. ¿Crees que otro hombre amará a tu hijo como tú? Porque si tú le has echado el ojo es que es una mujer guapa y lista. Quiero ser el abuelo de ese niño y tu madre querrá lo mismo cuando lo sepa, ¿me escuchas?

Stewy se mordió el interior de una de sus mejillas.

Su voz se endureció considerablemente, sacudiendo la cabeza consternado.

Stewy miró a su padre.

– Espero que me perdone, baba. Pero no—

Se miraron durante un momento. – Ay hijo... Déjame decirte, arregla esto y regresa con ella. Y si no lo solucionas, al menos dile que tiene una familia aquí. Sea lo que sea lo que haga mi hijo idiota.

Pero después de un momento: – Son dos.

– ¿Cómo…

– Espera dos bebés. Francamente, todavía me aterroriza que esa doctora dijera la palabra riesgo. Soy un imbécil y este es mi castigo.

Su padre lo observó absorbiendo la noticia: – Ven aquí, dame un abrazo, no soy tu enemigo. ¿Qué he hecho para que creas que soy tu enemigo?


Iban a intentar la vía regulatoria con Matsson.

Shiv miró a sus hermanos en ese restaurante.

Eran malditamente indignos de ninguna confianza, mucho más de hacer esto sin ella.

– Pero sí, despedí a Gerri.

– ¿Tú qué? ¿Despediste a Gerri?

– Pero no fue un fuego real, fue un fuego de advertencia. Yo no la despedí, yo le dijo que la habían despedido. Fue un juego de poder. La estaba poniendo en su lugar y es tan estúpida, ella lo entendió mal.

– Oh, claro, es lo que tiene Gerri, es tonta – ironizó Shiv.

Joder, por supuesto que no.

– Eso no es nada. Lo suavizaré. Voy a arreglarlo.

Ken parecía tener poca paciencia para el intercambio de sus hermanos.

– Entonces, ¿está bien? ¿Llamarás a Nato-Potato o…?

Y después de un instante:

– Y chicos, Rome, ¿qué hay de Vinnie? ¿Podríamos ofrecerle algo para que se baje del barco vikingo?

– ¿Con que objeto?

– Uh-hu intercambio de información, tocarle las pelotas al sueco. Hemos puesto a un puto roedor a escarbar la ropa sucia pero probablemente, bueno, ella ya estaba trabajando con nosotros podría darnos esa información extra de mucho más cerca.

Roman alzó la cabeza. – Sí, Sherlock, recuerdo cuando te cargaste su puesto en un estilo icónico de aspergie. ¿Por lo menos la llamaste?

– ¿Ahora vas a defender que trabaje para el sombrerero loco?

– No, claro que no. Pero ella no es el jodido Greg. Y tú estás proponiendo esto en parte para contentar al intrépido Stewy que está enfadado porque el hombre de las nieves se folla a su pequeña novia preñada, uh. ¿Qué le pasa? Yo le enviaría de interlocutor. Se nota que comparten muchas cosas.

– Vete a la mierda. Hostia, Rome – musitó.

Connor pestañeó: – Perdona, ¿qué habéis dicho?


Shiv decidió su movimiento tan pronto como estuvo fuera del alcance del oído de sus hermanos.

Llamó.

– Hola, Lukas. Sí. Escucha. Van a ir por la vía regulatoria. Así que necesitas estar allí esta noche. Es fácil. Mi padre te invitó, ¿verdad?

Lukas suspiró. – ¿En serio?

– Hay cuarenta líderes de opinión, políticos y funcionarios que decidirán esto. Y la mitad de ellos estarán allí, ¿vale?. Te lo digo, lo necesitas. Para nivelar.

Lukas alzó la vista.

Lavinia estaba en su ordenador.

– Seh, vale.

Lavinia le miró directamente. – ¿Entonces…

Lukas ironizó. – Hay una fiesta. Nos encantan las fiestas – dijo irónico.

– ¿Por el champagne? – se mofó Oskar.


Lavinia intentó llamar a Roman cuando salió al balcón a tomar el aire.

Ya lo había intentado durante el domingo.

Se acababa de comunicar con Connor sobre la hora del funeral y para acabar de cerrar los detalles de la asistencia de su parte de la familia.

Había una inclusión inesperada.

Connor no tuvo problema en acomodar su petición.

La verdad es que no me lo esperaba… llamó a Greg porque se ve que últimamente le envía memes sobre la ATN y se lo acabó diciendo a él.

Bien, ¡Liam! ¿Quién lo diría? ¿Crees que sentarlo en el lado opuesto de Marianne en la iglesia bastara para mantener la pax romana?

Ella suspiró al teléfono pasándose una mano por el vientre.

Sentía como si se hubiera bebido mucha Coca-cola u otra bebida gaseosa hoy pero estaba teniendo más energía.

Ayer por la tarde cuando acabaron de hablar del nuevo logo con el equipo de Ebba incluso salió a caminar.

Tenía que cuidarse más.

Él ha estado viajando y siente curiosidad ahora que su hijo es Goebbels o eso dice. Si no os va bien que asista, yo puedo decírselo.

No. Él es familia. Creo que a papá le resultaría divertida la indignación de tu abuelo. Y está soltero…, viudo, ¿no?, no es que fuéramos a decir algo, no me hagas caso. Estoy emocionado por las elecciones. Pero bueno, al parecer fui el único que tuvo tiempo para esto. Por cierto, me han contado una cosita en el desayuno de esta mañana. Felicidades.

Muchas gracias, Con.

Tardó bastantes más tonos de llamada en lograr que Roman cogiera el teléfono.

Se planteó por qué lo llamaba en absoluto.

En general, había pasado por más cosas con Roman que con cualquier otra persona de esa familia.

No le gustaba lo que escuchó sobre la ATN y Mencken.

No es que no supiera a que se dedicaba la ATN pero Mencken estaba muy a la derecha. Vamos, que es un fascista.

Ese no era el país donde ella quería que crecieran sus hijos.

Lavinia luchó por sentirse adecuadamente decepcionada por aquello en lo que imaginaba que estaba participando Roman.

Esas reuniones con el equipo de publicidad de Mencken.

Era un hábito que continuaba des de la infancia, lo de excusar cualquier barbaridad que hiciera o saliera por esa boca suya.

Pero sospechaba que se sentiría bastante peor si se hubiera criado en este país.

De todos modos, estaba empezando a sentirse nerviosa por todo el tema de las elecciones. ¿Ese hombre no iba a ganar, verdad?

Esperaba que Jiménez hiciera un home run.

Aparentemente eso también beneficiaria a Lukas.

Cogió aire.

Roman odiaba a Lukas y por lo tanto su actual posición.

– ¿Qué quieres?

– Hola Roman. Buenos días.

– ¿Lo has estrangulado en la cama? Puedes hacerlo pasar por auto asfixia erótica. Te puedo echar una mano. Por cierto, ¿qué es eso? ¿Lujuria a primera vista?

– No. Sólo estaba pensando… El otro día no pretendí irme temprano, pero me doy cuenta de que no fue una buena idea. ¿Todo bien con Tabitha?

– Oh sí. Entonces llegó Stewy. Estaba todo ga-ga sobre ti. Y también apareció Kendall. ¿Crees que están de nuevo aguantándose la cabeza del otro en la taza del váter?

Frunció el ceño.

– ¿Ken vuelve a consumir?

– No claro que no. Está más puesto en irritar a tu vikingo. Todos lo estamos – y luego seco – A ti te lo diría para una de tus campañas de difamación para GoJo. Todavía no habéis empezado ninguna. ¿O comparar nuestro producto guay para abuelos con los nazis pretendía serlo? ¿Qué es lo que quieres de verdad?

– Nada. Sólo comentarte que al parecer mi abuelo quiere hablar en el funeral sí o sí y que mi padre va a asistir.

Hubo un momento de silencio.

– No, ni de coña a lo primero. Ni de coña. ¿Y qué hace tu papaíto en América? ¿Nuevo novio?

– No estoy pidiendo permiso, Rome, sólo paso la palabra para que lo sepáis. Y no lo sé. Ni siquiera me llamó a mí. Él está haciendo otra vez lo de intentar hacerse perdonar por Greg – dijo más bien como un pensamiento en voz alta – Al parecer quiere visitar a sus hijos.


A las seis empezó a vestirse para la fiesta.

Había dejado algunas cosas en una de las habitaciones de este apartamento.

Pero había dormido en su cama en Queens con Toffee enroscado en sus piernas el sábado y el domingo.

Estaba segura que estaba sola en esa planta.

Lukas tenía metida la cabeza en su móvil.

Oskar daba órdenes a alguien por teléfono en el comedor mientras sorbía un dry martini.

Ebba y Michiko estaban encerradas en una de las salas hablando en susurros.

La apertura de la puerta donde estaba la sobresaltó.

Lukas golpeó después de abrir.

Porque… claro que sí.

– Entra.

– Quería darte los detalles para esta noche.

– De acuerdo. – Lavinia dejó las medias que llevaba en la mano y se sentó en el respaldo de una butaca delante de él. Tenía puesto el vestido que llevaría esta noche pero iba descalza – Soy toda oídos.

Lukas se acercó. – ¿Qué te pasa?

– Nada. Solo que no estoy entusiasmada con una nueva noche de mal rollo con mis primos a tan poco del funeral. Gajes del oficio. Pero dame las instrucciones.

Él le puso una mano en la rodilla inclinándose. – ¿Sabes? Después de que haya convencido a la gente de esa fiesta van a comportarse como corderitos.

Sonrió levemente. Ya, seguro.

Lukas le puso un mechón de pelo detrás de la oreja pero ella se sobresaltó un poco.

– Lukas...

– Oye, hace tres noches hicimos el amor. Te lo digo por si lo has olvidado… porque llevas dos días que apenas me dejas tocarte.

Todavía no estaba segura de este camino.

– No lo sé Lukas… No delante de todos.

Él se irguió ofreciéndole una mano.

– Déjame verte…

Se mordió el labio algo nerviosa. – Vamos…

– Eh, seamos claros por un minuto, luego podemos seguir pasando de puntillas por el lado del otro si eso te parece sexy, pero realmente quiero que sigamos haciendo eso. Tú y yo. ¿Está bien?


Kendall inició un momento de silencio en memoria de su padre.

Lavinia quiso que la tierra se la tragara cuando se dio cuenta en qué momento habían entrado.

Lukas llevaba la peor chaqueta que pudo haber encontrado.

Por supuesto esa había sido su intención, la de sobresalir como un proverbial dolor de cabeza entre toda aquella gente aburrida vestida con trajes grises.

Buscaba destacar y que todos lo miraran preguntándose qué diablos había ido a hacer allí. Como arrojar una granada en esa habitación llena de senadores y banqueros de inversión, derechistas, momias de centro y centro izquierda y evasores de impuestos.

De repente vio a alguien más. No esperaba… Su corazón se aceleró. Roman no le había dicho… ¿Por qué Roman no le había dicho…?

Tampoco le dijiste que vendrías tú.

Stewy clavó sus ojos en ella.

Frunció el ceño y le lanzó una mirada inquisitiva.

Parecía preocupado.

Él tenía el corte correcto de americana pero le había destrozado el corazón.

Se veía guapo con su traje azul oscuro y el pelo peinado hacia atrás.

Ella llevaba un vestido de cóctel color crema y tacones altos. Las bailarinas de Los Ángeles en su bolso por si acaso.

Un maquillaje sencillo y el pelo suelto que relucía. Al fin un efecto positivo del embarazo. Un poco más de confianza en sí misma.

Notó el camino que siguieron los ojos de Stewy, pero no le devolvió la mirada.

Oh, maldición.

No era actriz; no podía haber fingido cómo se sentía. Sus entrañas la habrían delatado inmediatamente.

Ella no quería más atención puesta en su persona que eso.

Quiso alejarse de aquí lo más rápido posible.

Sus zapatos de tacón ni siquiera eran cómodos para caminar. Seguramente iba a ser una noche larga, porque Stewy no parecía más vivo que ella.

Le tomaría un poco de esfuerzo no concentrarse en él.

Nadie te prepara para lo que es que te rompan el corazón cuando una nueva vida se abre paso dentro de ti.

En cambio, se centró en todo lo que la rodeaba. La gente, las decoraciones... hacían que el aire a su alrededor pareciera demasiado caliente pese a la perfecta climatización del apartamento.

A su lado un malhablado Oskar que tenía la sospecha que se había pasado con la marihuana y Ebba que parecía súper incomoda.

Habían respondido a la invitación hace cuatro minutos exactos.

Kendall se recuperó de la sorpresa de ver a Matsson allí casi tan pronto como el ruido en la habitación pareció cesar de nuevo.

– No pasa nada, ¡está bien! ¡Hay un VIP en la casa! Señor Matsson, ¿sea usted bienvenido? Por cierto en el acuerdo no entra el tríplex de mi hermana, ¿sabes? ¡No te hagas ilusiones! – dijo.

Lukas sonrió. – ¡Ya veremos! Todavía nadie ha firmado.

– Genial. En fin, bienvenidos. Ya sabéis que mi padre os apreciaba a todos, al igual que nosotros. Vamos a pasar un buen rato. Que empiece el juego.

Lavinia se sintió atrapada y huyó a una de las barras que habían dispuesto Shiv y Tom en su apartamento, tomó un vaso de agua con dos cubitos.

Lukas la miró y la sostuvo cuando levemente pasó junto a él, su actitud frívola pero la mirada suave. – ¿Dónde vas?

– Tengo la boca seca.

No podía beber del vino y no estaba muy segura de que eran muchos de los canapés. No es que se sintiera animada a preguntar.

Así que esos de salmón. Eso es.

Lukas se acercó.

– Necesito seguir a Shiv como hablamos. ¿Estarás bien?

– Sí.

Entonces le habló con un tono más íntimo, inclinándose con las manos en esa chaqueta dorada. – ¿Seguro?

Lavinia le miró.

– Creo que sí. Tenemos trabajo que hacer, hagámoslo.

– Yep. Vamos a fastidiarles un poco.

No tenía idea de en qué parte de la fiesta estaba Stewy ahora y no quería saberlo.

Le pareció verlo salir al balcón con sus primos.

Salió del trance.

–Eh – Insistió Lukas moviendo un dedo adelante y atrás en el aire entre ellos, mirándola con grandes ojos azules y una sonrisa y bajando la voz – Así es como me cargo a tus primos y al SEC, pero eres libre de darme una señal si quieres que te rescate o decirle a ese hombre que te estoy follando tan bien que no lo creería si lo viera con sus ojos. Lo que necesites – Hizo una pausa para lograr un efecto dramático. – Eso suena como un plan.

Intentó que su voz sonara normal, pero sus palabras tropezaron.

Lukas estaba especialmente insufrible esta noche.

– No quiero eso… Lukas… Además puedo rescatarme sola.

– Ya veo – volvió a sonreírle comprensivo como si fingiera no creérsela.

Lavinia se encogió de hombros.

– Solo estaba siendo generoso, pero si no deseas considerarme tu caballero andante… – sus ojos se estrecharon críticamente.

Ella elevó una ceja, cediendo con una sonrisa.

– Sí, eso fue muy generoso.

– Bueno. En realidad… ¿Qué tal si sí? Porque él me amaría si no pensara que, ya sabes.

– No te quería mucho en el cumpleaños de Ken…

Lukas bajó los ojos hacia ella con un guiño. – ¿Y por qué fue eso? Por lo menos merezco que intentes convencer a tu abuelo de votar por los intereses de su nieta – estuvo satisfecho cuando lo miró a los ojos – ¿Cuál es su papel aquí de todos modos?

– No tengo ni idea.

Le puso una mano en el brazo para interrumpir el intercambio. – Aquí viene Tommy de Siobhan.

– Entonces, estábamos hablando con Lavinia… ¿tu papel es más de producir o supervisar?

Tom tartamudeó. – Pues, diría que…a ver, ¿qué es lo que valorarías más positivamente?

Lavinia alzó una ceja.

Lukas, que masticaba chicle, pareció mofarse. – ¿En serio?

Ella desconectó de la conversación.

Reconoció la espalda de Stewy hablando con Kendall entre la gente.

La voz de Lukas se acercó. – ¿Tú qué piensas?

– ¿Perdón?

Shiv había aparecido en la conversación.

– Le estaba diciendo a Shiv que aquí su marido estaba intentándomela colar.

– Oh.

Greg le puso las manos en los hombros. – Ey hermanita.

Los otros le ignoraron.

– Ahora en serio, la casa es muy, muy agradable. ¿A quién le toca en el divorcio?

Este era Lukas.

Notó su mano en la parte baja de su espalda, mientras se dirigía a Shiv. – ¿Qué empezamos a hablar con la gente? Gary te la robo.

– Es… Es Greg.

– Eso, eso.

Shiv empezó a disparar. – A ver, primero tienes que hablar con Nate, Carly y Valerie, y ahh…

La miró.

Eso no iba a funcionar así.

– Yo mejor me repliego con Oskar y Ebba.

– Eh… sí…

Lavinia oyó que le hablaba de activos culturales, medios de comunicación y de meter los dedos en guacamole.


Cuando se giró se encontró con el rostro fino de Ebba, con sus ojos brillando, no estaba segura si con simpatía.

Vale, eso había ido así: The Economist había elogiado los cambios que había hecho Lukas implementando su departamento, así que todos habían estado de acuerdo que asistieran las dos.

Aunque Lavinia sospechaba que Oskar sólo había insistido para fastidiar a Ebba.

– Te habría dejado quedarte. Lo sabes, ¿verdad?

– Ey, Ebba. Da igual, lo he hablado antes con él, voy a intentar ganarme a Carly, mientras ellos... tú puedes venir. Carly aparentemente es una entusiasta en su podcast.

– ¿Del nuevo feminismo descubierto por GoJo?

No parecía enojada, sólo irónica.

Ella podía entenderlo.

– Algo así, sí. Ebba... quería decírtelo, lo sé sobre... ya sabes. Lo lamento.

Pero Ebba negó con la cabeza.

– No lo hagas. Aún podría llevar a toda la empresa a los tribunales. La cuestión es que él no sentiría nada. No le haría ni cosquillas. Ya no. No como… – se calló.

No pudo evitar pensar que Ebba estaba intentando decir algo más pero la conversación se detuvo antes de tiempo.

Lavinia sintió un peso en las palabras que su colega no había dicho.

Pero su propia mirada había perdido la atención.

Stewy estaba ahora a sólo un metro de distancia.

Entonces sus ojos se encontraron. Se le hizo un nudo en el estómago cuando se dio cuenta de que él estaba allí esperando hablar con ella.

Lavinia podía sentir su impaciencia en sus ojos. Frunció el ceño.

Ella lo había evitado en Los Ángeles sólo por esa razón. No se sentía preparada para volver a tener la misma conversación.

Nunca había respondido a su último mensaje.

Sus pasos se acercaron.

Lo peor de todo era la culminación lógica de lo sucedido con Lukas…

Ebba se alejó sin decir nada.

Los demás no les prestaban atención en ese momento.

Eran sólo dos personas más entre gente que apenas los conocía, mientras su familia y Lukas libraban una guerra fría por la empresa.

Stewy sacó una mano del bolsillo como si estuviera pensando en llegar a ella. Pero antes de estar a su alcance, ya estaba hablando.

– Lavinia – Su corazón empezó a latir más rápido.

Stewy.

Stewy le dirigió una sonrisa de disculpa, y aunque era algo que conocía bastante bien, se dijo a sí misma que era una sonrisa apuesta.

Irresistible, inmune a simple vista.

Pero con un deje más grave de lo que la recordaba.

Siempre había sido bueno para ocultar emociones excepto por esos ojos de aguas profundas donde ella se ahogaba una y otra vez.

– Stew.

Se sintió muy vulnerable en ese momento.

Tenía el corazón roto.

– Te veo genial. ¿Recibiste mi regalo?

Su voz seguía afectándola de la misma manera que el primer día.

Ella habría dado lo que fuera para que él demostrara que la quería tanto como ella a él con un gesto que no pudiera rechazar.

¿No era cierto?

– Sí. Pero las flores… no deberías haberlas enviado… Pensaba que estábamos de acuerdo.

– Quería tener algún gesto después de la noticia que recibimos. Te echo muchísimo de menos. ¿Te has sentido bien?

Sus ojos marrones oscuros se clavaron en ella.

Lo quería.

Pero su amor no era suficiente.

Todo este tiempo había estado conteniendo la respiración. – Sí, dentro de lo que cabe.

– Ha pasado poco más de una semana pero te ves… diferente.

– Muchas cosas son diferentes todo el tiempo ahora.

Stewy la miró fijamente. – ¿Puedo darte un abrazo?

Lavinia bajó la mirada. – Mejor no. ¿Cómo es que has venido a la fiesta?

– Ken me pidió que viniera. Me alegro de haber aceptado porque así puedo verte. Me quedé con las ganas de hacerlo en Los Ángeles…

– Stew…

– ¿Dónde está Matsson?

Lo había visto cuando estaba en el balcón con Kendall y Roman.

El maldito idiota deambulaba alrededor de Lavinia como si fuera a besarla en público.

Le volvía loco pensar en lo que Matsson quería de Lavinia si era honesto consigo mismo.

Su instinto le decía que ese run run que sentía al respecto estaba en lo cierto.

Cuanto más pensaba en ello, menos le gustaba.

Pero necesitaba luchar por ella al margen de eso.

El sueco no era en ese momento su principal preocupación.

Ella sacudió la cabeza. – Está con Shiv.

Todos los demás parecían estar hablando entre ellos, pero para Lavinia sólo había tres voces, la de él, y la suya, y escuchaba a Roman de fondo, a un volumen natural un poco más alto que el resto de personas. Sonaba como si estuviera diciendo algo de Connor, no podía oírlo con claridad.

La sala amplia estaba borrosa a su alrededor.

Está bien, Vinnie, todo estará bien.

Sólo concéntrate, concéntrate.

Se obligó a no mostrar debilidad.

Dar una buena imagen hoy era literamente su trabajo.

Ninguno de ellos podía permitirse el lujo de montar un espectáculo aquí.

– ¿Podemos hablar a solas? – pidió.

Stewy hizo un gesto afirmativo con ojos suaves.

La observó cerrando la puerta del guardarropa en el que acababan de colarse.

Palpó la pared y encendió las luces de la habitación.

La miró a los ojos.

Estaba aquí triste, consumido por la culpa y la responsabilidad.

Arrepentido por haberla perdido. Dolido porque la mujer que amaba no quería escucharlo, a pesar de sus ruegos.

Lavinia se cruzó de brazos y se pellizcó el dorso de la muñeca para calmar los nervios. – Stewy…

– Estás todavía más hermosa.

– No sigas.

Stewy la estudió.

– Livy. Escucha – Fue hacia ella – Cuando las cosas se complicaron, me cerré por miedo. Me bloqueé y te hice pasar un rato terrible. Quiero que sepas que lo sé.

Ella sacudió la cabeza desviando la mirada.

– No es necesario que me vuelvas a decir eso – le dijo con resquemor.

Él dio un respingo involuntario como si le hubiera dolido como una bofetada.

– Estoy devastado por esto. Liv. Mírame. – Ella seguía mirando hacia otro lado – ¿Qué se supone que debo hacer?

La voz de Stewy sonó algo quebrada. Su boca demasiado ansiosa, humedeciendo los labios.

Insistió: – Livy…

Ella no podía desmoronarse ahora.

– No lo sé. Esto no me hace ningún bien. – susurró, volviendo la mirada en su dirección – Me dejaste sola. Quedamos que dejaríamos descansar esta conversación. Por favor entiende eso. Simplemente no puedo seguir teniéndola.

No especialmente si sólo quieres volver conmigo y no sé si realmente los bebés son algo que aceptas como un peaje.

Stewy rompió sus razonamientos alargando una mano para tomar la suya. – Solo quiero decirte que no té brindé el apoyo que necesitas y que merecías tener y lo siento muchísimo. – Sus dedos se curvaron alrededor de los de ella. – ya no me dejarás arreglarlo, ¿verdad? – Una mirada suplicante en sus ojos.

Él mismo se había partido el corazón en dos.

Liv lo miró fijamente.

– No puedo dejar que esta situación... este problema... me hunda – Después, admitió: – No estoy segura de ser la madre que creo que esos niños que llevo dentro merecen. Mierda, Stewy. La idea de hacerles daño porque me estoy haciendo daño a mí misma es aterradora. Lo último que quiero ofrecerles es el caos.

– No vas a hacer eso.

– Si me quieres…

Se sintió desesperado y frustrado.

Estaba dispuesto a pedir disculpas y a enmendarse, pero no quería jugar con esto. Los dos sabían que se querían mutuamente. – No uses eso en mi contra, Liv. Ya sabes que te quiero.

– Quiero que la persona que está con nosotros… esté ahí al 100% y que estar ahí no sea un problema… que pueda confiarle los asuntos de los bebés o cualquier otra cosa en la que necesitemos su apoyo. No soy yo en quien debes concentrarte.

Stewy se llevó ambas manos a la frente y cerró los ojos por un instante. – Jesús, Lavinia. ¿Qué tengo que decirte para que me creas? Estoy centrado en ti porque te quiero. Eso no significa... Eres mi prioridad. Pero lucharé con uñas y dientes para protegerlos. Livy… Siempre estaré agradecido de haber tenido mi oportunidad contigo… Lo haría de nuevo incluso si las probabilidades estuvieran en mi contra.

Lavinia escaneó su cara. Estaba tan guapo, ahí de pie mirándola.

– Para empezar vamos a compartir el amor de estos niños cuando nazcan, ¿vale? Centrémonos sólo en ser sus padres – ofreció en voz baja. – Lamento no haber respondido tu mensaje, pero lo haré si me escribes la próxima vez. Quiero que estés al día. No estoy segura si estoy cómoda con el resto en este momento.

Stewy quiso encontrar algo que decir. Su determinación era tan desoladora que parecía inútil discutir. Pero lo intentó:

– Te dije que te lo demostraría, lo haré… Simplemente no me excluyas porque creas que no podemos ser felices juntos. Eso es una mierda. No lo compro.

Lavinia respiró entrecortadamente. – Stewy… Escúchame una vez, ¿de acuerdo? – Dijo en voz suave y seria.

Vaciló dudando entre enfadarse o llorar.

Él respondió como alelado:

– No puedo creer lo que estás diciendo, no puedo aceptarlo tampoco...

Ella se volvió hacia el fondo de la habitación donde estaba el perro de Tom en una triste jaula. Permanecieron en silencio durante un momento, sin mirarse.

Enamorarse de ella no fue el comienzo sino sólo la consecuencia natural de conocerla. Stewy no podía ver su rostro, pero sabía que tenía los ojos llenos de lágrimas.

– Cometí un error. ¿Pero cómo puede ser justo que me hagas pagar por ello para siempre?

– Yo no he dicho…

– Te habré perdido mucho antes de que me hayas perdonado. Los niños te necesitarán mientras sean bebés y yo nunca pretendería... cuando pueda hacer algo, se habrá acabado el juego para mí, seré un extraño para ellos. Nunca me lo perdonaré.

No le dijo que por separado no sabía si podría hacerlo en absoluto.

Lavinia se mordió el labio. – Sólo te doy más tiempo. ¿No lo ves? No puedo arriesgarme a que esto, yo tomando la decisión, tú no sintiéndote realmente preparado, resucite cada vez que discutimos. Me acabarías odiando.

No tenía más sentido que al principio, pero él sintió todo su dolor.

Stewy lo encontró desgarrador.

Tenía un puto anillo en casa.

Y estaban en una habitación llena de abrigos pero—

– Nunca podría odiarte. Joder, Lavinia, lo siento, lo siento. Nunca – le suplicó, extendiendo la mano hacia su brazo. Volviéndola hacia él. – Quiero que vuelvas a mí. Sé que estos bebés fueron una sorpresa pero seré bueno en esto.

No eres tonto. Nunca te ha gustado hacerte el tonto. Me gusta eso de ti, no hagas esto.

Ella gruñó. – Oh, Stew, fueron más que una sorpresa, ¿uhm?. Recuerdo tu cara. Pero si quieres hacerlo…, no tiene por qué depender de nosotros... eres su padre pase lo que pase.

Stewy arrugó la frente.

– Sólo necesitaba asimilarlo. No quise abandonarte. Ojalá me dieras el beneficio de la duda.

Ella lo miró, mordiéndose los labios, conteniendo las lágrimas más para su beneficio que para el de él.

– Parecías muy serio cuando dijiste que no podías ser padre. Te creí.

Él aspiró aire. – Sólo… Vale, sí esto acojona. Estaba asustado, más asustado de lo que nunca he estado en mi vida. Me daba miedo no estar preparado y no llegar a estarlo nunca. Pero sé que podemos seguir adelante los dos juntos.

– Te amo Stewy, pero lo que quiero… una vida aburrida contigo… estabilidad…

Lavinia siguió hablando pero ya no podía oírla. Sólo podía pensar en cómo sería su vida sin ella.

– Cásate conmigo – él susurró. Buscó su mirada – Te lo ruego… no sé qué más quieres que diga. Pero si te pierdo, yo… Déjame hacer esto. No puedo vivir sin ti, no puedo jodidamente respirar. No dejes que te pierda, por favor.

Ella sintió… quería reír.

Algo parecido a la desesperación.

Pero nada salió de su boca. Hasta que dijo:

– Dejaste claro que no creías en el matrimonio – Él frunció el ceño con los labios apretados. Ella protestó – Mierda Stewy, me dijiste eso una vez cuando estábamos en la cama, no tengo idea de por qué lo dijiste así pero lo hiciste. Aunque probablemente fue porque querías asegurarte de que no se me pasaran ideas por la cabeza.

– No… no, Liv. Pero esto es diferente – sus palabras se arrastraron con suavidad.

– Porque estoy embarazada. Qué romántico de tu parte – Lavinia fue sarcástica.

Pero estaba llorando.

Se veía tan triste y hermosa. Se sentía como el fin del mundo. No, espera. El fin del mundo se habría sentido mejor que esto.

Sintió que estaba perdiendo una parte de sí mismo.

Su reacción le cortó profundamente. Era como si le clavaran cuchillos y dagas en el pecho.

– Liv. Siempre te dije que quería morir a tu lado, es solo que… No me alejes de ti y de ellos.

Lavinia no quería que él siguiera haciendo promesas que en su opinión se veía forzado a hacer. No estaba preparado.

¿Cuál era el propósito si Stewy no podía ser él mismo?

Necesitaba fijar sus condiciones, sus límites.

– Yo nunca… Sé su padre primero. – Él dio un paso más en su espacio personal y Lavinia no pudo evitar subir su mano a su rostro con un gesto triste. En la barba tenía más pelos grises que antes.

Alguien que tenía que coger algo del abrigo los interrumpió carraspeando.

Entonces el teléfono de Lavinia se activó. – Tengo que responder a esta llamada…

– Espera…

El hombre viejo del abrigo entró y salió dejándolos solos otra vez.

Stewy también sintió lágrimas de frustración brotar de sus ojos. Odiaba cada vez que eso pasaba. Como si estuviera fallándole todavía más.

Sus pupilas ardieron. – Lamento haberte hecho esto. Haberte hecho sentir como te sientes.

Presionó sus labios contra la boca de Livy tan suavemente como pudo.

Lavinia cerró los ojos. Las dos manos de Stewy sosteniendo su rostro, sus palmas extendidas. Durante unos segundos ella no se resistió, pero luego su resolución volvió.

Se sintió mareada.

Un par de veces durante su relación habían compartido besos angustiados, pero este fue casi peor.

Fue necesario un gran esfuerzo para darse la vuelta.

No aferrarse a él.

– Stewy, siempre serás su padre, si así lo deseas – puso una mano a la altura de su corazón, en la chaqueta azul inmaculada – Pero ahora ellos y yo necesitaremos cosas muy diferentes de ti.

La colonia de Stewy olía igual que siempre: almizclada, amaderada, cara.

Él la desarmaba como siempre hizo cuando estaban juntos.

Pero esta vez no iba a recomponerla.

Su teléfono volvió a sonar.

Lukas.

– Lo lamento. Disculpa. Tengo que…

– Espera… Hemos de hablar más de ello. No te vayas – pidió.

Stewy le pasó una mano por el cabello suelto como si pudiera quedarse con la imagen un momento, respirando pesadamente y dejándolo caer.

Dio un paso atrás y la miró disculpándose.

Esta vez también sonó su móvil.

– Estoy trabajando y estoy segura que mi primo te está buscando.

Luego abrió la puerta y oyeron las voces de la gente detrás.

– Ops. Lo siento.

Nate estaba allí.

Hizo una mueca.

– Disculpa. Ya nos estábamos moviendo.

La fiesta continuó afuera.

Lavinia cruzó la habitación sin mirar.


Detestaba admitir esto pero sin Logan Roy el resto de Waystar era como un montón de criaturas que necesitaban un monitor.

A Stewy le resultó tan obvio que Shiv estaba cuidando de Lukas Matsson no sólo vigilándolo que solo pudo gruñir.

– Oh, Hosseini, ¿cómo estamos? Parece feliz, ¿no? – bromeó con Shiv quien hizo una mueca.

– Matsson...


N/A: Creo que este es el capítulo que me ha costado más hasta la fecha, tal vez por el caos en el que está Livy. Me daba hasta vergüenza tardar un mes a acabarlo :) Sorry!