" […] And they said
There goes the last great American dynasty
Who knows if she never showed up, what could've been"

– The last great American dynasty (Taylor Swift)

Capítulo 42. Los mercaderes del templo

Stewy se sintió robado por ese artículo del Atlantic.

Su mente luchaba por comprender la imagen de Lavinia y Matsson, justo delante de él.

Cada doloroso detalle de esas fotografías granuladas quedó grabado en su memoria: el beso, su mano en su cintura, las sonrisas borrosas entre la multitud en el club.

"No finjas que no lo viste venir", se reprendió a sí mismo en silencio.

Los celos que había dejado de lado momentáneamente cuando la abrazó en el apartamento de Shiv resurgieron con venganza.

– ¿Estoy equivocado…? Matsson…

Stewy no había querido escuchar la verdad de sus labios.

Pero había tenido ojos. También oídos para escuchar a Roman provocarlo al respecto esa misma noche.

Maldita sea, ¿qué hice mal…? ¿Qué hice para empujarla a los brazos de ese maldito vikingo? Oh, él sabía lo que había hecho mal. ¡Mierda!

No podía apartar la mirada de la pantalla de su teléfono móvil: sentía como si se hubieran abierto las puertas del infierno. Ella se estaba deslizando entre sus dedos.

Vale, me estoy volviendo loco. Cualquier excusa, joder.

No importa qué conversaciones habían tenido recientemente o cómo se sentía él al tenerla en sus brazos, eso no cambiaba el hecho de que la estaba perdiendo.

Tenía su petición tatuada a fuego.

Hablarían, bajo sus condiciones.

No, esto no puede estar pasando, se dijo.

Él no había arruinado su relación hasta el punto de no saber si ella alguna vez lo perdonaría. Sin embargo, ahí estaba, todo dispuesto ante sus ojos. La idea le hizo frotarse la cara con las manos con frustración.

Matsson se estaba aprovechando de la mala cabeza que él había tenido, seguramente sin saber que ella era la persona más especial del mundo.

Lo mejor que te podía pasar en tu puta vida.

Agotado, tomó un sorbo de su humeante taza de café.

Poco podía hacer, sintiéndose amputado por sus propios errores.

Desde que ella se había ido… a veces sentía como si los sonidos de su cuerpo reverberaran dentro de él.

Lavinia había llenado con un soplo de aire fresco los espacios vacios de su vida cotidiana cuando sólo había superficialidad en lo que hacía, sus drogas, sus negocios y sus escarceos en camas ajenas.

Con ella cerca, todo parecía un poco más brillante, un poco más importante.

Recibió un mensaje de Sandi antes. "¿Es cierto?".

Los Sandis estarían allí, en la iglesia. Como otras personas que por desgracia habían aprendido bastante de sus asuntos personales en los últimos meses.

"No".

"¿Estás completamente seguro?"

Durante años, Stewy había vivido la vida en sus propios términos y según sus propios deseos, sin limitarse ni poner límites a nadie.

En el nombre de la acumulación de capital, las fiestas, las casas lujosas, los contactos en los lugares adecuados, el sexo.

Por supuesto, Sandi Furness no hablaba en pro de su vida amorosa.

Quizás hoy no, pero la noticia sería la comidilla de la ciudad dentro de unos días.

El titular sobre el nuevo romance y la "paternidad" de Lukas Matsson le retrataba como un hombre diferente del genio solitario por el que era conocido.

De un excéntrico habitante de 4chan a un padre de familia.

De su familia.

Al día siguiente que ganara la América más recalcitrante y conservadora.

Todo parecía demasiado perfecto, demasiado conveniente. ¿Fue simplemente una estrategia de imagen bien orquestada? Se burló de la idea, sabiendo que Livy no usaría a sus bebés por nacer como peones en algún juego retorcido.

Ella no era una Roy.

Ella no…

"Es una ridiculez", le respondió a Sandi.

Stewy se había despertado hoy tan cansado como si no hubiera dormido en absoluto.

La culpa y la ansiedad que lo carcomían no desaparecieron mientras se apresuraba a tomar una ducha. No podía dejar de pensar en ella y en cómo le había fallado.

Después se vistió para el funeral, con el desayuno a medio comer en la barra de la cocina. El cabello azabache y rizado todavía desordenado.

Una luz gris se había filtrado a través de las cortinas desde primera hora de la mañana.

En algún momento había estado tentado de darse la vuelta y volver a dormir, pero la mitad de las sábanas estaban frías. Suspiró, rodó sobre su espalda y se frotó la cara con las manos.

Al final, tomó una decisión y se levantó de la cama.

Habría hecho todo lo posible para retrasarlo si hubiera predicho lo que le deparaban las alertas de Twitter.

Sandi metiendo sus narices en esto.

También recibió varios mensajes de su asistente sobre los números indios.

Esta noche podía acostarse temprano o mejor no acostarse.

Tal vez era hora de perderse en una maldita orgía de drogas e ir tras Venus.

Oye, todo lo que tenía que hacer era asistir al puto funeral de Logan Roy.

Dar su pésame a Ken, que tenía los ojos del mundo puestos en la despedida de su padre y en las decenas de repercusiones de haber permitido que Rome entregara la presidencia a un fascista.

En lo personal, volver a sobrevivir a la realidad de Lavinia junto a Matsson. En cualquier dimensión que fuera.

Su mano inconscientemente palpó la superficie de su pecho, como para asegurarse de que todavía tenía vísceras, músculos, piel y huesos.

Lavinia estaba embarazada de sus hijos.

Lienzo y pincel de los dos… joder…

Dudó aunque fuera sólo por un segundo…

Pero Stewy sabía que si Livy tuviera alguna duda sobre su paternidad, se lo habría dicho. Todavía no estaba lo suficientemente desquiciado como para dudar de ella.

Tenía la PGN puesta en la tele. El equipo de Daniel Jiménez había solicitado un amparo judicial para impedir la certificación de los resultados electorales. Había disturbios en varios puntos de la ciudad.

Pero las palabras del presentador no lograron mantener su atención.

En cambio, sintió un nudo en el estómago.

Y te reías de la jodida obsesión de Ken con Paul... sobre Rava.

Ahora parece que tienen tu pene atrapado en la tostadora.

Lucy, su empleada del hogar, le había dejado el periódico doblado en la cocina junto a las pastas del desayuno y la fruta cortada, Stewy apenas miró los gráficos sin interés, el tacto de la tinta en sus manos.

Mencken en portada. Un artículo sobre la decisión de la ATN bajo el titular de: "Detrás de la polémica llamada en la ATN" en las páginas centrales.

El texto recordaba como Kendall denunció a su padre por el escándalo de los cruceros y toda esa mierda. La noche anterior no se había opuesto a la decisión sobre Wisconsin. La prensa lo calificaba de "aséptico de Mencken" que no impidió la decisión final.

No envidiaba a quien hubiera estado en ese pozo de serpientes que era la ATN ese martes.

Tocó su iPhone una vez más, usando su huella digital para desbloquearlo mientras la pantalla se iluminaba. Siguió la rutina habitual: consultar la bolsa, los correos electrónicos, la agenda de la semana, su cuenta de Twitter por enésima vez, los mensajes de texto... cualquier cosa para mantener su mente ocupada.

El reloj marcaba las nueve y cuarto y Stewy se encontró leyendo los mensajes de Joey sobre el precio de Waystar.

Sí, vi el precio, brutal…

Su socio estaba completamente en Babia acerca de la India. Como la mayoría de la gente todavía.

Caminó como un autómata hasta un pequeño mueble, donde había dejado descuidadamente el reloj y las llaves.

Luego miró hacia la mesa, tal vez debería tomar algo más fuerte que el café…

Un gesto irónico escapó de su boca y exhaló. Esto es ridículo.

La noche había traído una lluvia torrencial, dejando tras de sí una espesa niebla que se pegaba a la ventana como un invitado testarudo. Stewy se encontró envuelto en recuerdos de Lavinia, a pesar de que habían pasado meses desde la última vez que agració este apartamento con su presencia.

El recuerdo de ella permanecía por todas partes con dolorosa intensidad. Este lugar la había visto reír a todo pulmón, amarlo, preocuparse, soñar, bromear, correrse… Tenía el eco de ella.

Todavía podía sentir sus dedos recorriendo su barba, sus labios encontrándose con los de él con una sonrisa.

A veces le hacía reír a carcajadas, ¡maldita sea!

El dolor agridulce de extrañarla se mezcló con la incertidumbre de si algún día volverían a tener esos momentos juntos.

Siento que mi casa está embrujada porque te veo por todas partes. No puedo distraerme porque mis pensamientos son tan ruidosos que ahogan todo lo demás. Me despierto en mitad de la noche sin poder dejar de pensar. Es difícil ir a trabajar y vivir mi vida como antes cuando siento que me estoy cayendo del techo sin paracaídas. Te amo tanto y no puedo entender el hecho que hace unas horas pensara que había una posibilidad... y ahora me encuentro esto. ¿Qué quieres que haga?

Stewy entrecerró los ojos cuando una sensación de letargo se apoderó de él.

No era así como se suponía que debía terminar...

Se sentía como un fantasma, deambulando por los pasillos de su propia mente con un vacío ensordecedor que parecía crecer minuto a minuto.

En sus pensamientos podía verla sentada desayunando con ese capullo de Matsson, besándolo, respondiendo con un sonido suave y entrecortado mientras él bajaba la mano a su vientre abultado con una sonrisa descarada.

Todo estaba en su cabeza, pero se estaba asfixiando. Lavinia extasiada en el sofá, acostada, con… con Matsson encima, ese hombre colocándose entre sus piernas con expresión depredadora. Algo que Livy no podía ver con sus ojos vidriosos por el placer.

La habitación oscura y silenciosa. Un murmullo fantasmal muy rápido y en voz baja: "me encanta esa boca pero quiero tu coño" y ella jadeó.

Stewy fue consciente que la habitación se llenaría con su olor…, ese olor que conocía íntimamente.

Con un parpadeo furioso, trató de desterrar las imágenes perturbadoras de su mente, decidido a no dejar que lo consumieran.

No sabía muy bien qué hacer.

No movió un músculo.

Apartó los pensamientos intrusivos, decidido a no dejar que lo controlaran. Maldito imbécil arrogante. No tienes ningún derecho.

Ni siquiera sabía a quién se lo estaba diciendo, si a Matsson o a él mismo.

De vuelta en la realidad, se encontró mirando a la ventana, con la mente en blanco.

No sabía que te iba a perder tan fácilmente…

Daría cualquier cosa por volver atrás.

Oh, Livy. ¿qué me has hecho?

Presionó sus manos tensamente contra la mesa, sintiéndose como una copa de coñac rota que no podía arreglarse.

Todo era difícil, incluso las tareas más fáciles como masticar el último trozo de mango del desayuno, la fruta se le había quedado atascada en la garganta.

Había cometido un error colosal. ¿Pero era justo que tuviera que pagar por sus errores de una forma tan brutal?

Tomó otro sorbo tratando de concentrarse en el café.

Terminó dejando la taza sobre la mesa. Demasiado amargo.

Lukas Matsson había estado rondando alrededor de Lavinia en la fiesta preelectoral, pendiente de cada palabra y de cada sonrisa que le dirigía.

Stewy siempre fue del tipo tranquilo y sereno, que evitaba dramas innecesarios en sus relaciones. ¿Celos? No era lo suyo.

Prefería elegir sus batallas, centrándose más en cultivar sus finanzas que enredarse en triángulos amorosos.

Stewy "sabía" que en muchos sentidos era un hombre egoísta, pero siempre fue directo con las personas cercanas a él. No había ni un pelo de Lord Byron en su cuerpo.

El afecto perezoso después del sexo, los besos y la indulgencia ocasional eran más su estilo. Sin compromisos.

No le gustaba el dolor, ni se torturaba a sí mismo ni a quienes lo rodeaban.

Le gustaba descansar entre sábanas de satén y disfrutar del salmón con huevos, cortesía de un chef a domicilio, los domingos tranquilos, ese tipo de cosas.

Pero entonces llegó Lavinia y puso su mundo patas arriba.

En el fondo, Stewy podía ver que Lavinia estaba tan devastada como él por esos meses de ruptura… Era un consuelo egoísta, admitió, pero ¿qué otra cosa era él sino egoísta?

Él se la está follando, mereces saberlo porque es tu culpa, se burló su voz interior.

¿Lo estaba castigando? ¿Era eso lo que estaba pasando?

Stewy tragó con fuerza para superar la bilis que notó en su garganta.

Lavinia lo había amado total y francamente; pero el puto miedo se apoderó de él, hiriéndolos a ambos terriblemente.

La mera idea de tener un mocoso a su cuidado era aterradora.

Se prometió a sí mismo que lucharía por ella hasta el final, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios demonios. Quizás fue para convencerse de que era una promesa que de alguna manera exoneraba su culpa.

Pero ahora mismo, en ese mismo momento, sintió que iba a vomitar.

Podía sentir su pulso latiendo con fuerza en sus oídos.

La mente de Stewy era un desastre, con recuerdos perfectos, esparcidos por todas partes: Risas desbordadas, besos de celebración, suaves, apasionados, inesperados… Sus labios rojo profundo, su sonrisa perfecta. Su generosidad, valentía.

Habría rincones de su cuerpo que habrían cambiado para adaptarse a su embarazo y que de repente serían totalmente nuevos para él…, se dio cuenta de que sería como volver a alfabetizar en ella.

Una vez Stewy había visto a Lukas Matsson bajo una luz completamente diferente. Porque era el tipo de persona en la industria que podía ganar millones con sólo un par de tuits estúpidos.

A lo que no necesariamente se oponía.

Un oportunista que utilizaba el mercado y capitalizaba situaciones a su favor mientras saltaba descalzo de avión privado a avión privado.

Verla con Matsson en el apartamento de Shiv, su evidente cercanía, le había provocado una punzada de celos en las venas. Y ahora, con esas malditas fotos...

Era insoportable, pero no permitiría que lo que sentía ahora arruinara su oportunidad de recuperarla.

No me rendiré, por favor, no te rindas conmigo…

Es posible que nunca le hayas dado una razón convincente para creer en ti, confiar en ti o sentir que estás comprometido con ella.

Ser socio de capital privado en Maesbury y pasar los días sentado en varias juntas directivas, logrando convertirse en un dolor de cabeza para los presidentes y directores ejecutivos, elaborando estrategias en cenas y discotecas, ganando dinero en los márgenes y susurrando al oído de la gente, era un estilo de vida en el que Stewy prosperó fácilmente.

Uno no muy ideal para tener una familia.

Te vuelve un cínico, hijo de puta.

Con hábitos que Lavinia había aceptado, ocultando muchas veces una mueca de preocupación.

Pero entonces llegó la ecografía y la realidad lo golpeó como una tonelada de ladrillos. "Esto está pasando".

Todavía miraba la foto de la eco que había tomado con su teléfono de vez en cuando.

Todos los recuerdos de esos meses se resumían allí de alguna manera... la primera vez que la vio, su primer beso en el jardín en esa fiesta y los innumerables momentos posteriores.

Amarla le parecía simple y liberador: una exigencia que podía alcanzar y cumplir. Lo que sea que trajera era algo que protegería con su vida.

Trabajaría en ello si fuera necesario.

Aunque al parecer ahora la realidad había hincado violentamente los dientes en sus esperanzas.

Esas fotos fueron una bofetada.

Lavinia estaba trabajando para ese lunático.

Y peor aún, Matsson tenía un apego religioso a ella.

Stewy se recordó a sí mismo que ella lo amaba a él. Estaba esperando a sus hijos. Todavía tiembla en tus brazos.

El miedo a estar perdiendo a Lavinia por otro se veía magnificado por el hecho de que era alguien inestable. Un genio raro de la tecnología que desayunaba psicocibina y tenía cambios de humor extremos.

Alguien que seguramente estaba manipulando su camino hacia ella.

Los paquetes de sangre congelada y mechones de cabello que envió, durante Dios sabe cuánto tiempo, los números fraudulentos... Los tweets drogado, las extrañas historias sexuales que lo exponían como un completo y absoluto lunático…

Quería desesperadamente creer que estaba siendo el idiota aquí.

Livy estaba en una situación vulnerable, embarazada, sola. No, Sherlock. Y además, ¿de quién sería la culpa?

Les has fallado estrepitosamente.

Luchó por ignorar el dolor en su cráneo y la frustración en su pecho.

Pero cuanto más lo pensaba, más amenazaba con asfixiarlo. – ¡Maldita sea!

Stewy había odiado cada palabra del artículo de Carly Flight.

Era ridículo que un artículo de mala calidad en Internet que estaba teniendo más clics en Europa que aquí, acompañado de fotografías confusas e igualmente dudosas, pudiera afectarle tanto.

La primera sensación había sido insoportable, como si le hubieran arrancado brutalmente las entrañas y las hubieran dejado tiradas en el suelo de su apartamento.

Necesitas retroceder y mirar los hechos, no seas estúpido, por favor.

En el fondo, sus celos surgían de donde siempre surgieron los celos, del miedo a ser remplazado y de su propio ego.

Pero tambien había algo primitivo en su cerebro que hizo clic.

Un nuevo instinto dentro de él hacia ella y sus bebés por nacer que estaba haciendo saltar todas las malditas alarmas contra Matsson.

Por el bien de tu propia cordura, no metas la pata.

Esas fotografías no demostraron más que que Matsson no tenía límites.

Meter ficha a una nueva subordinada, cuando la forma en que había manejado el asunto de la tal Ebba todavía lo amenazaba, no parecía sensato.

¿Qué quería de ella?

Un hombre como él, ¿cuánto tiempo tardaría en cansarse de la novedad?

Quizás debería enseñar a volar a Matsson. De un puente. Sin cuerdas. Sobre un pantano infestado de caimanes.

Fue como darse con sus sentimientos en la cabeza.

Lavinia lo había cautivado por ser genuina, constante, dulce, a veces insegura, pero firme. Sabía que él no tenía derecho a controlar o cuestionar las decisiones que ella tomaba.

La había estado perdiendo a cada paso hasta que de alguna manera caminó fuera de su vida con la cabeza demasiado metida en el trasero.

Pero ahora…

En ese momento, también pensó en la sensación que tuvo cuando sobrevolaron Nueva York en helicóptero, con el plano de ese apartamento que quería para ellos guardado a buen recaudo en su bolsillo. Ella había brillado intensamente en la fiesta de cumpleaños de Kendall. Todavía podía imaginarla con ese deslumbrante vestido azul, su cabello recogido dejando su cuello a la vista y sus labios brillantes bajo las luces.

Matsson estuvo allí esa noche y en Italia y Bruselas, haciéndose cada vez más presente, mientras Stewy ignoraba que ella estaba embarazada y que muy pronto él iba a meter la pata terriblemente.

¡No tenía derecho a tener sentimientos tan fuertes al respecto!

Cuando recibió la noticia, entró en pánico. ¿Qué pensó? ¿Qué quería permanecer libre? ¿Qué tenía demasiados planes con Lavinia como para compartirla con nadie?

Puede que fuera igual.

Ser padre nunca había sido parte de las aspiraciones de Stewy. Pero si tenía que suceder, sólo podía ser con ella. Sería una madre generosa, cariñosa y contagiosa en el amor que daría.

Antes de esto, no había pensado mucho en la paternidad.

Aparte de dibujar una mueca de dolor ante la responsabilidad que percibia que implicaba.

Pero se prometió a sí mismo que nadie excepto él, a parte por supuesto de Lavinia, amaría a esos niños con tanta pasión, incluso cuando no siempre fuera perfecto.

Stewy se sentó en el sofá y cambió de su teléfono al iPad, para ponerse al día con las noticias de GoJo y la India. Pensó en Matsson, un sombrerero loco creado por la IA que también le iba a joder en lo económico.

Se preguntó si Logan estaría soltando sapos y culebras por su elección o sólo riéndose en las profundidades del infierno.

Ken estaba luchando por la empresa, Roman puso a un nazi en el gobierno y Shiv, lo que sea que estuviera haciendo.

Ewan parecía creer que Lavinia estaría mejor sin él.

Stewy no pudo evitar desviar sus pensamientos hacia el anillo que había comprado ayer en Tiffany's por una corazonada. Le hizo pensar en el anillo de compromiso de su madre, perdido hace mucho tiempo.

Lo conectaba con un pasado que nunca conoció.

Las familias habían semi propiciado esa boda de sus padres.

Pero la madre de Stewy solía contarlo cuando él era un crío como si fuera un cuento. Como el de los príncipes convertidos en piedra o el hombre que tenía por amigo un oso.

Ella nunca rehuyó contarles un cuento antes de dormir ni les dijo basta cuando le pedían que lo repitiera luchando contra el sueño.

El guapo hijo de los vecinos, a quien había visto a menudo a través de los setos del jardín de esa magnífica casa en Teherán, que le propuso matrimonio con un rubí.

Su madre siempre decía que encontró a Behrouz Hosseini muy apuesto e inteligente, pero también serio, y que después se había enamorado de él porque era una buena persona y tenía una pasión casi fascinante por sus puentes.

Parvaneh atesoraba los recuerdos de los meses antes de convertirse en marido y mujer.

32 años y 20 años acabados de cumplir.

Las familias y amigos solían reunirse los viernes y los picnics eran muy populares. Ellos paseaban por el acomodado barrio de su infancia, a menudo acompañados, charlando y sumergidos en el fragante aroma de las flores de los parterres o sentados a la sombra, mientras Behrouz musitaba sobre esa autovia que estaban construyendo en el oeste y ella sobre la universidad y ese viaje que hizo con sus tías a Shiraz.

"Tuve suerte y resultó ser la persona más leal que he conocido, nos enamoramos y creamos una hermosa familia de la que estamos muy orgullosos".

Su padre era un buen hombre, más serio con sus hijos en su infancia que cuando fueron adultos.

Entre las joyas que su madre se llevó con ella de Irán diez años después no estaba el anillo porque se había perdido en el trajín o estaba en una caja fuerte del banco al que su padre ya no podía acceder.

Behrouz lo había reemplazado por un diseño más convencional con brillantes cuando llevaban un tiempo en Nueva York — que después fue el que Darian dio a Leila.

Al escoger un anillo para Lavinia, Stewy esperó que simbolizara algo más que una simple pieza de joyería. Quería que hablara sobre su compromiso y la promesa de permanecer firmes juntos a pesar de cualquier obstáculo.

Cuando pensaba en Lavinia y sus padres, le resultaba todo un poco abrumador.

Presionó el anillo convertido en amuleto en su bolsillo, su peso ligero proporcionó una pizca de claridad en su mente confusa. Tal vez merezcas recibir este tormento. ¿Qué planeas hacer al respecto?, se preguntó.

Apagó la televisión con el mando a distancia provocando un silencio repentino.

Sólo será permanente si luchas por ello…

Stewy no podía recordar los detalles exactos de la joya original, ya que su madre siempre añadía toques extravagantes a la descripción.

Un rubí de color rojo intenso y diamantes, un diseño sencillo pero elegante, parecía apropiado por sí solo.

Esperaba que tuviera significado para Lavinia.

Todo esto que estaban pasando le haría recordar día tras día que ella no era suya, que tenía que trabajar para conservarla.

Stewy hizo girar el iPad sobre su rodilla, sintiendo una sensación similar a la niebla del exterior. Qué desastre, Livy. Qué putada.

Parvaneh se había graduado como profesora de matemáticas cuando ya tenían a Darian.

Decían que eso no acabó de convencer a su abuelo materno que fue físico o químico dependiendo de a quién le preguntaras.

Seguramente vivieron algunos momentos de felicidad en la siguiente década. Pero las cosas cambiaron.

Irán sufrió una rápida transición interna política y cultural como legado de la Revolución iraní de 1979.

Después vendría la guerra entre Irak e Irán pero para entonces sus padres ya habían tomado una decisión forzados por las circunstancias.

El resto era su historia. Manhattan, Buckley, Harvard.

Parvaneh había insistido en elegir Sadegh como nombre para su benjamín. Sincero.

Había una ironía ahí en alguna parte.

Lavinia no le había pedido nada, pero Stewy quería hacer las cosas bien por una puñetera vez en su vida.

Nunca antes había creído en el matrimonio y no era una cura ni una solución perfecta.

Pero era algo.

Por más milongas que se contara, iba a cumplir los 40 pronto e iba a ser padre. Necesitaba garantías de que ella y los mocosos estarían bien.

Estaba decidido a demostrarle a Lavinia que estaba listo para hacer que las cosas funcionaran.

Stewy se mordió el labio inferior.

Pensó en todas las veces que no había logrado hacer feliz a Livy, y en cómo sus acciones habían dañado su alguna vez genuina conexión. Era egoísta, cobarde y estúpido, y le había fallado como habían hecho el resto de personas en su vida.

Había adquirido de entrada un primer anillo el día de la boda de Connor, cuya cajita de terciopelo rojo había reposado días en un cajón.

Pero en medio de la urgencia por convencerla, él realmente no había estado en condiciones de decidir cuál era la joya perfecta.

No quería que ella pensara que lo estaba intentando forzar.

¿Hizo alguna diferencia en el gran esquema de las cosas?

Stewy había confirmado todos sus miedos uno a uno. Por supuesto, tratar de recuperarla sacaría a relucir cosas sobre su familia y su infancia.

Quizás lo que realmente necesitaba era un milagro.

Daría cualquier cosa para volverse a quedar dormido, temprano en la madrugada, con Livy en brazos en los confines de ese castillo inglés. Recuperar la primera oleada de adrenalina y la posterior satisfacción que los envolvió mientras se abrazaban siendo todavía dos extraños.

Desde que la conoció, nada más había tenido cabida. Claro, habían tropezado en Washington, pero ya casi estaban allí. Casi al borde del éxito.

Antes, inevitablemente encontró una manera de arruinarlo…

Stewy se levantó de su asiento y se dirigió al baño donde se quedó mirando su imagen, tomándose un momento para alisarse el pelo rebelde en el espejo.

Su mirada se detuvo en su reflejo, gel en mano. Recuerdos y, seguramente, algunas mentiras que se contaba para seguir viviendo consigo mismo.

Tomó una respiración profunda.

No debería haberla dejado sola ni un solo segundo, encima con una carga preciosa que cualquier idiota habría reconocido por lo que era.

Su ego debería haberse inflado en proporciones cósmicas por la idea de que… sus súper nadadores habían creado vida.

Él había contribuido a esos dos pequeños humanos, impactando la vida de Lavinia de una manera que duraría para siempre. Era casi como una extraña forma de inmortalidad.

Ahora lo quieres todo más que nunca porque otro tiene tu juguete… Fue un pensamiento cruel, susurrado por el remordimiento.

Hizo lo mejor que pudo consigo mismo y se preparó para dirigirse al funeral de Logan Roy.

A pesar de luchar con sus emociones, Stewy recurrió a la cocaína en busca de un alivio temporal antes de salir de su apartamento, una tirita en una herida que necesitaba puntos. A medida que pasaban los días, se encontraba atrapado en su propia cabeza, insensible al mundo que lo rodeaba. La noticia de la muerte de Logan Roy sólo aumentó su sensación de que el tiempo se prolongaba.

Se le ocurrió que las personas a menudo eran débiles a la hora de llevar a cabo sus buenos propósitos, incluso cuando se trataba de renunciar a vicios que alguna vez habían controlado fácilmente.

Stewy no era un adicto, pero descubrió que no podía dejarlo de golpe así como así.

Cerró la puerta detrás de él y salió de casa con el abrigo en el brazo.

Septiembre, octubre: vinieron y se fueron como ruido de fondo.

Con noches inquietas y resacas matutinas por las reuniones tardías con los clientes de Maesbury Capital.

Alguien que había pedido una copa de vino junto a él en un bar hace unas semanas le ofreció una mamada en el baño. Sin paños calientes.

Stewy lo rechazó porque el concepto le hacía querer salir de su propia piel.

¿Qué podía hacer?

Lavinia le había quitado hasta las terminaciones nerviosas, dejándolo entumecido.

Se sentía atrapado en su cabeza y sólo encontraba consuelo en duchas heladas y rutinas privadas.

Las mañanas sin su muleta habitual, la cocaína.

Y así, las semanas se volvieron confusas, marcadas por noches de insomnio y agotamiento constante. Porque eres… un puto irresponsable.

Entonces llegó la noticia del fallecimiento de Logan Roy y Stewy tuvo la sensación que estos quince días habían durado meses.

Era solo un fantasma sólido con eco dentro.

Ése no puede ser el futuro. No puede ser nuestro futuro.

Por el camino al funeral vio pancartas y gente corriendo.

¿Quién podría haber predicho la devastación grabada en su rostro en el funeral del padre de Ken?

El hombre tal vez le respetaba en los negocios pero en realidad no podía soportarlo.

Incluso había intentado humillar a su hijo usándolo a él cuando eran unos críos. Como esa vez que obligó a Ken a servirles la cena.

Logan pensaba que era él, Stewy, el que manipulaba a Kendall.

Stewy podría casi reírse sino fuera tan jodidamente triste.

Al bajar del coche, y abrochar su americana, reconoció una figura alta, conocida, rubia.

Tabitha, siempre perspicaz, encadenó su brazo al suyo y lo hizo subir las escaleras de entrada junto a ella, con la preocupación plasmada en sus rasgos.

– ¿Estás bien? – preguntó en un tono gentil.

– No – Stewy suspiró suavemente, su boca se torció en una sonrisa irónica que bailaba al borde del humor y que era más un "¿no salta a la vista?".

Tabitha arrugó la nariz mirándolo por debajo de sus pestañas.

– Yo te veo perfecto. Pero cariño, no consumes coca para un funeral. No nací ayer – susurró. – ¿Qué es?

Claro, Tabitha todavía no había visto nada en la red.

Stewy supuso que no era fácil con las elecciones y las protestas.

Mientras luchaba por desviar sus pensamientos, notó que sujetaba con fuerza la caja que contenía su anillo de compromiso. Rápidamente, lo deslizó en el bolsillo de su chaqueta, silenciosamente agradecido de haber traído un par de capas de ropa. Vestía un abrigo negro impecable y un traje con jersey de cuello alto.

Su carne de gallina, no por la caída de temperatura dentro de la iglesia, sino por su tumulto interior.

¿Eres lo mejor que ella puede tener?

Negó con la cabeza.

– Olvídalo es que… Estoy cansado.

Era verdad porque apenas había dormido por segunda noche consecutiva.

Pero la droga lo había puesto alerta.

Se sintió suficientemente molesto con tener que mantener entre las manos la hoja con el programa del funeral de Logan Roy que les habían entregado en la puerta.

La congregación de gente dentro de la iglesia cada vez era mayor.

Kendall estaba allí con sus hermanos.

La vieja guardia, Cyd y Gerri.

Frank, Karl, Ray, Hugo, Karolina.

Sandi con la silla de ruedas de su padre.

Un par de representantes de la familia Pierce.

Phillipe Layton, el irlandés, Josh…

Muchas personas ricas e influyentes que habían odiado a Logan en vida y, francamente, hoy probablemente apenas lograrían ocultarlo mientras estaban todos encerrados en este lugar.

Por toda su crueldad, era cómico y trágico al mismo tiempo.

Al principio no vio a Lavinia ni a Greg.

Nadie de la parte de Ewan Roy.

Y todavía tampoco a Matsson.

Pero ese otro sueco grande estaba allí. Oskar.

No importa lo que fuera esa pseudonoticia, un vago atisbo de algo, un malentendido o una estrategia, independientemente de sus propios miedos o dudas, nadie la necesitaba tanto como él.

No a riesgo de perderla para siempre.

Una puta familia… ¿Cómo había sido tan idiota?

Lo que he hecho, lo que te duele… te lo compensaré por el resto de mi vida.


Lavinia pensó brevemente en el hecho de que Roman iba a hablar hoy en la iglesia.

Se mantuvo muy callada durante el viaje en coche.

Ella todavía estaba enfadada con él por los incesantes memes sobre Mencken a través de mensajes de texto, pero estaba preocupada.

Tozudamente, optó por ignorar que él básicamente había condenado al país, o al menos decidió que lo ignoraría hasta después del funeral.

Rome le había dejado un mensaje de voz en el contestador.

Estaba animado. Quizás de una manera demasiado típica.

– Hola. Sólo te llamaba para avisarte que estoy espolvoreando azúcar por todo el desayuno, lleno de energía y confianza, ¿huh? ¡Espero que tu nuevo novio esté de regreso a la tierra de Papa Noel porque a partir de ahora este huerfanito lo va a petar! De hecho, sinceramente, estoy emocionado. Enfermo, ¿verdad? Pero gana Mencken. Él mata el trato. Y vosotros empezáis: whoa, whoa… Todo eso, primita. Vas en el Titánic. No digas que no te lo dije…

Lavinia respiró hondo.

Roman podía ser carismático y sincero cuando no estaba siendo un pequeño idiota. Y sorprendentemente, también cuando era un idiota.

No tenía por qué tener un mal desempeño en el atril.

Le pareció un poco extraño que Kendall o Shiv no hubieran querido su momento. Pero todos estaban francamente conmocionados por la muerte de su padre, así que tal vez por una vez no había más de lo que se veía.

Lavinia miró su teléfono un poco por el rabillo del ojo.

Pleitos judiciales. Posibles altercados en la calle. Algo cambiaba cada cinco minutos.

Descansando cómodamente en la lujosa limusina de GoJo, Lukas tenía su atención en ella. Siempre que estaban juntos, sus ojos se detenían en Lavinia.

Lavinia dejó escapar un profundo suspiro con el móvil en la mano. El peso de la situación pareció caer sobre ella: – ¿Quién lo entiende? – reflexionó en voz alta.

Lukas, intrigado, preguntó con curiosidad: – ¿Qué?

Sus ojos se elevaron para encontrarse con los de él. – Todo esto – respondió – Estábamos bien con la cobertura de la India, pero la pieza del Atlantic está ganando atención. No como… una explosión. Pero si buscas tu nombre, verás que la gente está hablando – suspiró – El Daily Mail, nada menos. El enlace a su artículo en la edición del Reino Unido circula incluso más que el artículo original.

– ¿Por?

Lavinia se encogió de hombros, con un atisbo de resignación en su gesto.

– Nos hemos convertido en una especie de macburger para esa gente. Un snack fácil de masticar en medio del flujo interminable de la cobertura electoral americana, la crisis tory y lo bien que se llevarán con Mencken. Alerta de spoiler porque a su lado Johnson parece moderado. Ah, y luego está la trágica historia de la caída fatal de una joven madre desde un acantilado frente a su novio – hizo una mueca –, y, oh, aparentemente los aguacates en el desayuno de Camila Parker también están en los titulares.

A pesar del peso de la situación, Lavinia no pudo evitar esbozar una sonrisa irónica ante lo absurdo de todo.

Lukas sacudió la cabeza en señal de comprensión. Con un toque de picardía en sus ojos, se permitió añadir cierta levedad en la conversación:

– Me gusta ser una hamburguesa contigo en este gran día. Después de todo, ¿a quién no le encanta un giro sorprendente a su comida?

Lavinia se mordió el carrillo y colocó suavemente su mano sobre el cinturón de seguridad del coche, acomodando su medio centro.

– Alguien también te elogia en los comentarios porque no tengo 25 años. Al parecer soy una 'novia apropiada' para tu edad... – pensó en ello más detenidamente.

Eso era lo que hacían los hombres en este círculo, ¿no?

Lukas enrcó una ceja, con un dejo de diversión en sus ojos: – Ya veo – dijo, prolongando la pausa antes de continuar – Lavinia…

– ¿Sí?

– ¿Entonces estamos bien? – preguntó.

Una expresión pensativa cruzó su rostro mientras fruncía los labios. – Lo estaremos – le aseguró, mirando su reflejo en el espejo retrovisor.

Lavinia llevaba una chaqueta cruzada, combinada con un vestido formal negro.

No le habían pedido al chófer que subiera la ventanilla, pero el hombre permaneció en un estoico silencio. Una persona del equipo de seguridad de Lukas iba de copiloto.

Se dio cuenta de que esta era una oportunidad para lograr una cobertura amigable y un lavado de cara al chico "malo" de las tecnológicas.

Podrían alinear eso cuidadosamente sin volver a mencionar el artículo de Carly Flight.

Era muy fácil para los hombres como él, pensó.

Incluso los que no eran tan guapos, rubios y altos. Con menos millones en la cuenta.

Le dabas un poco de buena publicidad y, vaya, de repente puede que ya no estuviera loco, sino simplemente fuera un genio. Dejaba de ser alguien inestable ante los ojos de la gente, e incluso pasaba a ser alguien con una vida personal aburrida.

Hasta que esta historia se desvaneciera, o Lukas comenzara a dar que hablar de nuevo, lo cual no tenía dudas que sería el caso.

No pudo librarse de una sensación de incomodidad.

Tendría que desconocer absolutamente todo de los medios para no ver cómo hacían que sonara la palabra sobrina en esas piezas.

O no tener la vista fija ahora mismo en la pantalla del móvil de Lukas.

No deberías hacer eso.

Parpadeó.

– ¿Uf, en serio?

– ¿Lawrence? Está tratando de ser amable. Te manda besos.

Respirando profundamente, dejó caer su mano suavemente sobre su falda.

– Tenía miedo que tu nombre allí afuera levantara la liebre, pero creo que no tienes de qué preocuparte. ¿Alguna otra felicitación?

Lukas la miró con los ojos azules abiertos y una señal de atención en sus facciones. – Solo de Estocolmo y— no importa. Sur de Asia, entonces eso es todo... ¿tan fácil?

Hubo algo forzado en su tono que…

– Sí – Lavinia respondió, vacilante. Entonces: – Es como si hubiéramos retrocedido en el tiempo antes de 2007. Aparentemente, nadie está leyendo la columna de la página de economía ni ésta da visitas al web detrás de un muro de pago.

– Genial – asintió Lukas, tirando un chicle que había estado mascando en una especie de cenicero del coche – Buen trabajo. No dudé de ti ni un segundo – exageró con un movimiento de ceja – Aunque, a veces es mejor no ir a una playa nudista cuando la tienes pequeña…

Lavinia se permitió sonreír.

Eso sonaba como algo que le habría dicho a Shiv o a Oskar esa mañana.

– Bueno, al menos ahora mismo nadie piensa que te falta algo en ese departamento.

– ¡Ja! Me gusta. En lugar de esconder mi polla, todos piensan, joder, qué tío – bromeó. – Y ella está buena.

Lavinia puso los ojos en blanco, sin resistirse la provocación de su sonrisa.

– He oído que fue cosa de la cigüeña, ¿sabes? Entregan ese tipo de paquetes.

Él ladeó su cabeza y la estudió atentamente, deteniéndose por un momento.

Sabía lo que iba a preguntar antes de hacerlo.

Lukas hizo una mueca de duda.

– ¿Existe, bueno, ya sabes, el riesgo de que tu ex venga y me dé una paliza? ¿Va a creerse el artículo…?

Mientras había estado sentada en el coche, Lavinia no pudo quitarse de encima una cierta inquietud, con pensamientos sobre Stewy persistiendo en su mente.

Pero…

Miró hacia abajo, sumida en sus pensamientos. – Tenemos que hablar pero… quiero pensar que él no me considera una mentirosa. ¿Tú cómo te lo toma— ?

Se arrepintió de lo que iba a preguntar.

– ¿Te refieres a si haría arrojar a las vías del tren a cualquiera que se atreviera a acercarse a ti si esperarás a mi bebé?

– Lukas…

Lukas, con expresión impotente, arqueó las cejas en respuesta.

Lavinia dejó escapar un largo suspiro y su mirada se desvió por la ventanilla del coche.

Habían protegido el aparador de un café cercano con tablas de madera, presagiando el caos que aguardaba a la ciudad a medida que avanzaba el día.

– ¿Me ayudas con esto? – preguntó con una mano en la corbata negra.

Hoy iba perfectamente trajeado.

Ella sonrió un poco tensa y se movió levemente en su asiento para arreglarle la corbata.

Stewy siempre tuvo la habilidad de hacerlo a la perfección.

Ella lo había contemplado ensimismada muchas veces.

– No me gusta – admitió Lavinia, con la voz teñida de frustración, mientras revisaba su nudo – Pero pedirle a Carly que lo elimine no es la decisión más inteligente en este momento. Hemos enterrado bien los números de la India y, de postre, si alguien intenta buscarte en Twitter, Reddit o incluso TikTok, encontrará primero este artículo.

– Lo siento – ofreció Lukas. Pero hubiera mentido si dijera que le molestaba el artículo – ¿Por cierto – intervino mojando su labio inferior con la punta de la lengua – ¿cómo vamos a manejar a Menken? ¿Debería simplemente aceptar que el acuerdo será bloqueado debido a las regulaciones?

Lavinia hizo una pausa, considerando su respuesta, antes de dejar caer su mano a su costado.

– ¿Qué le dijiste a Shiv cuando hablaste por teléfono esta mañana? – preguntó, su voz llena de curiosidad.

Lukas sonrió y acercó su cabeza a la de ella como si compartiera un secreto.

– Mencioné que este país solo ha tenido 50 años de democracia, lo que lo hace tan veterano en ella como Botswana.

– ¡Lukas! – exclamó Lavinia, con una mezcla de incredulidad y reprimenda en su tono.

– Pero es la verdad – Se defendió con diversión – Piénsalo un minuto.

Suspirando, Lavinia admitió que tenía razón. – Sólo... no twittees sobre eso – suplicó – No creo que estén dispuestos a aceptarlo. Los demócratas tampoco.

Lukas no pudo evitar reírse, su brazo descansaba casualmente en el respaldo de su asiento. – Pero si me he convertido en un pajarito que sólo pía con tu permiso.

Ella sacudió la cabeza. – Eso no es verdad…

En medio del caos que los rodeaba, Lukas se vio cautivado por Lavinia.

Sus ojos marrones se encendían con un determinado brillo cuando podía ver que ella tenía razón y él se equivocaba. Había una calidez innegable en Lavinia, incluso cuando su sonrisa vacilaba.

Había esperado que las citas nocturnas se convirtieran en un ritual entre los dos, pero los últimos días habían resultado un desafío.

La preocupación de Oskar flotaba en su cabeza.

No hizo falta que Lukas preguntara para saber que creía que volvería a poner en peligro la empresa o a sí mismo, como le pasó con Ebba.

No era una preocupación descabellada.

Lukas tenía tendencia a traspasar los límites y a adoptar comportamientos de autosabotaje.

Hirsch le demostró pronto que no pasaría por el aro, pero a la vez que lo pillaba. Que sabía quién era él.

Lukas no pudo evitar sentirse intrigado por el desafío y su aceptación.

En cierto modo, era algo nuevo y excitante.

Se imaginó sosteniendo la mano de Lavinia en la iglesia, frente al escrutinio público.

Se preguntó si a Lavinia le importaría ahora mismo, en el coche.

Había un aire serio en ella diferente a otras veces, aunque al final siempre caía en sus pequeños tira y afloja.

Lukas le hizo cosquillas en la mano juguetonamente con las yemas de los dedos.

Cuando sus ojos se encontraron con los interrogantes de ella, Lukas no pudo evitar preguntarse si había un rayo de esperanza, una oportunidad de derribar del todo los muros que ella construía tan meticulosamente todos los días.

Decidió que si lo lograba se sentiría victorioso, de una manera diferente al día en que firmará la compra de Waystar, pero también excitante.

Cuando se detuvieron frente al hotel, Ewan y Marianne ya estaban esperando impacientes. Los nervios de Lavinia eran palpables ahora, y Ewan Roy, bueno, parecía un hombre formidable pero no era conocido por ser fácil.


– Abuelo.

Ewan miró a Lavinia, y una expresión severa apareció en su rostro.

– ¿A qué se debe todo esto? – demandó.

Lavinia respiró hondo.

– Hay muchos problemas en la calle debido a las protestas, así que se ha ofrecido a acompañarme.

El escepticismo de Ewan era palpable. – ¿Esto es por la votación? Porque hoy voy a enterrar a mi hermano... No toleraré ninguna tontería.

El aire estaba cargado de tensión cuando la mirada penetrante de Ewan Roy se clavó en el coche oscuro con la ventanilla bajada en el que Lukas todavía seguía dentro.

– No… Abuelo – Lavinia explicó – Sólo era imposible pedir un Uber hoy y ha insistido en no dejarme venir sola.

Marianne, de pie cerca, un vestido oscuro y un chal, observó cómo se desarrollaba la escena. Esta era la primera vez que la veía embarazada pero no dijo nada sobre ello. En cambio, preguntó: – ¿No nos lo vas a presentar?

– Hola, mamá…

– Dios santo, tienes el pelo mucho más fino que la última vez – dijo y trató de pasar su mano por el mechón de cabello que cubría sus hombros.

– Supongo… también es más largo.

Ewan emitió un gruñido y el sonido flotó un segundo en el aire. En ese momento, Lukas salía de la limusina con una sonrisa.

El anciano Roy se aclaró la garganta en un acto deliberado. Su voz tenía un dejo de brusquedad cuando se dirigió al hombre joven delante de él:

– Así que aquí está, el hombretón al que mi hermano quiso vender su imperio podrido. Lukas Matsson.

Lukas sonrió, mientras extendía su mano derecha hacia Ewan Roy. – Señor.

Ewan ofreció la mano a regañadientes.

– ¿A qué debemos el honor? Ya me han advertido, señor Matsson, que es usted genio y figura, y que al parecer siente mucho apego por mi nieta…

– Llámeme Lukas por favor. Y permítame decirle que las personas con las que ha hablado no están nada mal informadas. Si no le importa.

Ewan se aclaró la garganta. – No intentes convencerme de nada. Por supuesto, la obra de mi hermano atrae a los oportunistas como moscas a una herida purulenta. Si esperabas pedir mi voto, siento decir que has hecho todo este camino para nada.

Una pequeña sonrisa irónica bailó en los labios de Lukas mientras retiraba la mano después del apretón. – Me encantaría sentarme con usted para que habláramos en otro momento. Hoy solo quería darle mi pésame.

– Hmm – tararéo Ewan.

Lukas se encogió de hombros y mantuvo su media sonrisa:

– Le gustaría oírlo, le doy mi palabra.

– ¿Oh, sí?

Lukas se rascó la cara, hoy perfectamente afeitada.

– Queremos cerrar el acuerdo lo más rápido posible, pero le prometo que no dejamos de lado la importancia de que nuestra empresa tenga un impacto positivo. Los pequeños cambios no son suficientes hoy en día para darle un giro a una gran corporación, pero hoy no he venido a convencerle. En Escandinavia… – se pasó la lengua por los labios – ¿Ha oído a hablar de mi compatriota—

Por alguna razón, Lavinia pudo ver la siguiente frase escrita en su rostro. No bromees sobre Greta. Lukas, mierda…

Por un momento su expresión divertida contenía algo que se parecía mucho a «esto va a causar problemas». Pero aparentemente, recobró el sentido en el último momento y dejó que su abuelo lo interrumpiera.

Ewan tosió. – Hablas como un insumiso muchacho pero si lo fueras aún estarías juntando algo de dinero para vivir dignamente. No compitiendo en amasar fortunas con los chicos de mi hermano.

Lukas no se inmutó.

Lavinia parpadeó con una mueca. «Abuelo…».

Pero entonces su jefe sólo remató: – No quiero mentirle, en Suecia hay beneficios si lo haces bien. ¿Conoce nuestros productos?

Ewan respondió, su preocupación por Lavinia añadió otra capa de tensión a la atmósfera ya cargada.

– Hmm. Mi nieto pequeño me ha contado un poco. Al final, el capital siempre encuentra nuevas formas de destruirlo todo, como las malas hierbas en los prados. Sabes, aprecio a mi nieta y no me gusta pensar que la estén utilizando para fines nefastos.

– Solo ponemos contenidos al alcance de mucha gente: cine, televisión, deportes, música, redes sociales, periodismo documental. Lavinia podría decirte uno o dos planes para la ATN que difieren del actual y con el que sus sobrinos ya expresaron su desacuerdo, odio el olor a cerrado… Aunque no negaré que con lo que pasó ayer, ellos no me lo han puesto fácil.

– Sí, ya veo – dijo Ewan, su tono escéptico evidente – En primer lugar, quiero que sepas que ahora mismo tengo la intención de votar con mi familia, incluso si no son de mi agrado. Así que no necesitas cantarme al oído.

– Entiendo. La familia... Eso es bueno – continuó Lukas sonriendo, fijando sus ojos en los de Lavinia por un momento. – Estoy muy apegado a su familia, señor. No a esa parte si me permite. Su nieta me está salvando la vida hoy y he conocido a Greg. Menudo es, Gregory…

Ewan suspiró y cedió de mala gana. – Me temo que sí.

– ¿Entonces me permitiría acompañarlos a Saint Ignatius? Hay algunos obstáculos en la ciudad ahora mismo. No quería que Lavinia viniera sola. Me sentía responsable de ella. Ha estado trabajando muchas horas. Tengo un equipo de seguridad listo.

La tensión entre ellos pareció disminuir ligeramente mientras Ewan consideró sus palabras, con la mano tensa sobre su bastón, y miró a Lavinia.

Después de un momento de contemplación, asintió renuente.

– Muy bien, señor Matsson. Si insiste. Aunque esperemos que sus acciones futuras hablen más fuerte que las palabras que ha dicho hasta ahora – se aclaró la garganta – Especialmente sobre asuntos que parece no conocer y de los que mi nieta debería estar más concienciada. No me atrevería a hablar sobre Suecia, pero no me imagino viviendo en Ámsterdam ni siquiera un año, entre todas las ciudades, y tolerando esa broma que hizo.

Los dos la miraron a la vez.

Ella movió la cabeza ligeramente. – Abuelo… Escúchame, nosotros…

– Ella estaba muy enfadada conmigo por eso, señor, se lo aseguro. No era mi intención – intercedió Lukas.

– Sí. Eso decís siempre los jóvenes.

Lukas chasqueó la lengua discretamente, pero al mismo tiempo, experimentó una enorme curiosidad. – No se sentirá decepcionado. Le doy mi palabra.

Ewan murmuró algo para sí que Lavinia no pudo oír. Una vez concluido el intercambio, se dispusieron a emprender su viaje hacia Saint Ignatius.

Mientras se acomodaban en sus asientos, el motor cobró vida y el vehículo comenzó su avance constante por las caóticas calles de la ciudad. El mundo exterior se desdibujó en un torbellino de colores, las protestas y el malestar se mezclaron en una sinfonía de frustración y rabia en las noticias que daban por la radio.

Pasaron varías de las declaraciones que Mencken había hecho durante la campaña.

Algunas le fueron atribuidas en la misma convención de Virginia en la que fue elegido como candidato. Cosas como "La gente confía en las personas que se parecen a ellos" y "Amo este país, pero tomemos un respiro antes de alterar fundamentalmente su composición".

A Vinnie le ponía la piel de gallina.

Sobre todo porque también hablaba de sus hijos.

Dentro del capullo de la limusina, Lavinia encontró consuelo en la presencia de Lukas a su lado. No pudo evitar preguntarse, sintiendo un poso de ansiedad, qué les esperaba en Saint Ignatius.

También pensó… Quizás su abuelo tenía razón… sobre Ámsterdam.

Los copos de nieve sobre el canal de Prinsengracht.

A ella le había gustado estudiar allí cuando cursó su máster, las manifestaciones llenas de colores, de gente libre de expresarse tal y como era, de coffee shops, de todo tipo de libertad.

La bofetada que sentías al conocer las historias de un pasado no tan lejano.

Muchos judíos alemanes se habían refugiado en los Países Bajos antes de la invasión nazi.

Había conversado de esto con Monique cuando llegaron nuevos refugiados en esos años, porque eso enfrentó a muchas personas a la imagen que querían tener de sí mismas y a sus prejuicios rampantes.

Recordó que su amiga había escrito una serie de artículos sobre la ciudad: sobre lo bonito, lo feo y lo peor…

Vio a su abuelo toquetear un papel que acababa de sacar del interior de su americana de cuadros oscuros.

– ¿Todo está bien? – Ella preguntó.

Esta vez fue Marianne quien hizo un sonido de protesta. – Quiere hacer el ridículo…

Lavinia miró a su madre un momento, despacio.

Pero Ewan ya estaba hablando: – Hablar sobre mi hermano en público en un día como hoy no es ser ridículo.

– No necesitas hacer eso. Incluso Lavinia estará de acuerdo. Díselo tú porque a mí no me hace caso. Vamos al funeral a apoyarles, no a que tú digas la tuya y nos dejes a todos en evidencia.

La manera en que la miró, casi esperando conformidad, hizo que Lavinia guardara silencio un momento.

– ¿Se trata de lo que vas a decir?

Su madre se removió en su asiento molesta. – ¿Ah, entonces lo sabías? No le animes, por favor.

Con Marianne siempre hubo ese familiar sentimiento de vulnerabilidad que la transportaba a la infancia. Quizás ni siquiera fue culpa de su madre o no había estado en manos de ninguna de los dos.

En algún momento, a Marianne probablemente le gustó la idea de tener una hija.

Pero todos sus defectos e inseguridades parecían aflorar en su presencia, como si tuviera una extraña habilidad para ahondar en sus miedos más profundos.

A veces, era simplemente el tono, la frustración en su voz cuando le hacía un comentario.

Sus dedos encontraron un soporte de madera en el lateral del elegante coche en el que viajaban.

Notó que Lukas le apretaba la mano.

– Si necesita ayuda de alguien de mi personal, Ewan…

– Eso no hará falta. Puedo manejar solo a mis sobrinos. No sea tan engreído, señor Matsson. Y quiero que tú tampoco intervengas, Vinnie. ¿De acuerdo?

Lukas se fijó en su cara. – ¿Va todo bien?

– Una cuenta de Anonymous ha publicado los detalles del funeral en las redes sociales. Podría ser un objetivo de los manifestantes.

Lukas contempló sus palabras con una sonrisa.

– ¿Algo así como engancharse con pegamento al coche fúnebre o?

Ella se encogió de hombros con una mirada de reprimenda. – No lo sé.

– Vale. Hombre, Magnus, ¿qué demonios sabes de eso? – llamó la atención a su jefe de seguridad que llevaba diez minutos pendiente del móvil.

– Hay una manifestación que sale del parque, iremos por el norte. Habrá un sistema de barrera para permitir que sólo los automóviles autorizados se acerquen a la entrada. Personal de control de seguridad discreto en la iglesia.

– ¿Estamos autorizados? ¿Este coche?

– Deberíamos.

– Bueno, asegúrate, no haremos caminar al señor Roy.

– Eso es muy amable de tu parte – lo alabó Marianne – No protestes, uhm, ¿papá?

– Gracias – Estuvo de acuerdo Lavinia.


Kendall hizo una señal a Roman por un momento.

Ambos en lo alto de las escaleras de la iglesia.

– ¿Has visto? ¿A qué está jugando?

– Parece obvio que a las casitas. Pero tenemos al presidente… lo que sea.

– No lo sé, Roman.

Hugo los interrumpió.

– Solo quería avisaros que Mattson ha insinuado que hay alguna especie de desfase con los suscriptores en todo el sur de Asia. No está saliendo en muchos sitios pero quería que lo supierais igualmente.

– De acuerdo. Gracias Hugo.

Los dos hermanos se miraron.

– Oh, por cierto – siguió Hugo – Hay también otra cosa.

– ¿Qué es? – le interrogó a Kendall.

– Un chisme… bueno más que eso, supongo. Ya que él – se aclaró la garganta desviando la mirada hacia las escaleras con una seña – al parecer están oficialmente juntos.

– ¿A qué te refieres con oficialmente? – imitó Roman.

– Son noticia en los tabloides. Y su bebé GoJo, o bueno…

Kendall levantó la cabeza para mirarlo sólo un segundo.

– Eso no es… No hay ningún bebé GoJo.

Hugo dio un vistazo a Roman esperando alguna reacción, pero él simplemente negó con la cabeza.

– Ve, no nos molestes con idioteces.

Después de un momento:

– Están buscando esa narrativa – articuló Kendall.

Le agradaba Lavinia, pero hoy no podía arriesgarse a incendios sorpresa.

– No hay una puta narrativa. Son todo chorradas.


El coche se detuvo delante de San Ignatius, su brillante exterior negro brillando a la luz del sol. Había varias cámaras enfrente de la iglesia y mucha policía.

Lavinia no pudo evitar dudar mientras miraba hacia afuera.

En voz baja, susurró en el oído de Lukas: – ¿Estás pensando en convencer a mi abuelo con discursos sobre responsabilidad corporativa?

Lukas respondió con una sonrisa:

– Bueno, Mark Zuck abrió una fundación para su esposa. ¿Quizás deberíamos considerar abrir una para Oskar? – hizo hincapié en el nombre de su segundo burlonamente.

Sus ojos se encontraron, el afecto era inconfundible en la mirada de Lukas.

Lavinia no pudo evitar una pequeña sonrisa resignada. – Tú eres algo más – lo regañó en broma.

Antes de que pudiera continuar, Lukas ya había saltado del coche, listo para ayudar a su obstinado abuelo. Ewan rechazó la mano en su brazo tan pronto como sus pies tocaron el asfalto, mostrando su determinación característica.

Lukas le sonrió a Marianne y le tendió una mano. – Es bastante terco… qué carácter.

Marianne se enderezó y su expresión adquirió una amabilidad desconocida.

Lavinia no la había visto nunca gustarle alguien que le prestara atención a ella.

Pero tal vez tuviera sentido, considerando que la última vez que había pensado que la familia perdería el control de la empresa había hecho todas esas compras en Internet.

El trabajo de Greg estaba también en duda con todo eso de Tom.

Su hermano había asegurado que le había cortado los fondos cuando lo de su tarjeta — Pero seguramente no.

– No quieres saber cuánto, querido. ¿Estáis vosotros dos… juntos? Un amigo me envió un enlace esta mañana. Al menos podrías habérselo dicho a tu madre, Lavinia. Estaba preocupada, con todo lo que te viene encima. Pensé que habías dicho que—

Lavinia sintió un rubor facial por la ligera conmoción. – Mamá, aquí en la calle no…

Estaba lleno de cámaras y gente y Lukas era un tipo distinguible. La atención ya estaba sobre ellos.

Marianne sacudió la cabeza. – Todos pueden ver las fotos. No es que me parezca mal – estudió a Lavinia por un momento, antes de volverse a Lukas: – Solo ten cuidado con las escaleras, no dejes que se caiga.

– Mamá, de verdad… – murmuró Lavinia, resistiendo el impulso de replicar.

Le dolían los pies y anhelaba la comodidad de unas zapatillas, pero hoy no era el día para eso.

Además, sus pies estaban demasiado hinchados para el otro par apropiado de zapatos que tenía.

– En tu estado no deberías usar tacones – la amonestó Marianne

– Mamá, no es una norma…

– Está bien, está bien, como quieras. Sólo quiero que nos llevemos bien, ¿de acuerdo? Hoy es un día difícil. Siempre fuiste tan tozuda…

Siempre se sentía triste por la niña que fue.

Cuando era una criatura pequeña no recordaba haberle dicho a Marianne cuál era su color favorito ni qué quería ser cuando fuera mayor, y muy pronto dejó de colarse a su habitación llorosa por las pesadillas para no enfadarla.

Aprendió que la sombra del grande roble en el jardín era precisamente eso cuando hacía viento y eso fue todo.

Debería sentirme más asustada por asumir el papel de madre — o de madre y padre.

A sus niños los abrazaría, espantaría monstruos y jugaría, realmente jugaría con ellos. Los calmaría cuando se hicieran un rasguño y les escucharía hablar de querer ser astronauta o apuntarse a danza.

En el fondo sabía que era mucho más complicado que eso, que no rompería el círculo simplemente abrazando ferozmente a un niño.

Suspiró.

Marianne ni siquiera había sido distante o desagradable en el camino hacia aquí.

Lukas le ofreció el brazo, interrumpiendo sus pensamientos.

Lavinia protestó a medias, consciente de los espectadores y las cámaras que los rodeaban. Finalmente, ella suspiró y aceptó su gesto.

– Ni siquiera son altos – susurró, aunque su comentario pareció inútil en medio de la constante llegada de invitados y el zumbido de las cámaras.

Necesitaban seguir adelante, unirse a su tozudo abuelo, quien, a pesar de su edad, se mantuvo decidido e inflexible. Ewan lucía impecable con esa chaqueta oscura a cuadros, aunque le había notado un pequeño temblor en las manos. Hoy estaba enterrando a su hermano pequeño.

– Tu madre puede ser dura – murmuró Lukas, su voz mezclada con disculpa.

– Ella es bastante dura conmigo sí – respondió Lavinia forzando una pequeña nota de "no tiene importancia" en la voz.

– ¿Vamos?

Ella le dio un apretón en el brazo para darle una señal afirmativa.

Antes de subir el primer escalón, le envió un mensaje de texto a Greg preguntándole si vendría. No importaba cuánto intentó poner cara de valiente; después de ese artículo, era natural sentirse un poco nervioso.

Aunque bueno, ¿a quién le importaría?

No es como si el país no se estuviera cayendo a pedazos.

Ella misma tenía que estar atenta a la difusión de algo más importante como lo de la India para controlar los daños si la cosa se disparaba.

Lavinia subió las escaleras del brazo de Lukas siguiendo con los ojos el sonido de las voces

Ya había mucha gente aquí.

Intentó no volverse paranoica respecto a los ojos que había puestos en ellos.

La Iglesia de San Ignacio de Loyola (St. Ignatius Loyola) en Nueva York era un espacio enorme para un funeral corriente. Pero éste estaba lejos de ser ordinario.

Un par de puertas de bronce de doce paneles conducían al interior.

Recordó que había leído en algún lugar que el funeral de Jackie Kennedy también había sido aquí.

La atmósfera se sentía diferente a la de los funerales a los que había asistido antes. Claro que había sido una zombi en el de Roger. A veces todavía deseaba poder llamarle para pedirle consejo.

Aunque en realidad no lo hizo cuando más lo necesitaba con Mark.

Su ex siempre tuvo una manera de mostrar su mejor lado a los demás, puede que le hubiera dado vergüenza.

Mientras miraba a su alrededor, vio el cardenal y tres sacerdotes que esperaban en el altar mientras la gente avanzaba entre las filas de bancos. Se acordó que estaban aquí porque tenían que enterrar a Logan Roy.

Parte del tiempo que había estado en América esta vez, su tío se había burlado de ella por ser la niña de los ojos de Ewan, y luego hubo ese incidente en Grecia cuando la descubrió con Stewy.

Una parte de ella todavía medio esperaba que él apareciera de repente, gritándole sobre todo este lío con GoJo.

La mirada de Lavinia se dirigió arriba hacia el órgano de la iglesia y las intrincadas esculturas de mármol.

Las columnas, hechas de granito rosa, tenían un aspecto bastante bonito. Pinturas religiosas adornaban las paredes, llenas de detalles que le hubiera encantado explorar en cualquier otra ocasión.

Pero hoy todo aquello no le resultó particularmente reconfortante.

En cambio, sus ojos se posaron en Lukas, que parecía completamente absorto en el momento. Su mirada se detuvo en la forma en que su mano descansaba suavemente sobre su brazo.

Enseguida reconoció rostros familiares. Caroline estaba conversando con Kerry y Lavinia no pudo evitar preguntarse qué estaban discutiendo. Kendall estaba a lo lejos y la figura de Rome llamó su atención.

Shiv empezó a caminar hacia ellos un momento después.

La sujeción de Lukas firme en su codo. – Déjame encargarme de esto – susurró lleno de confianza.

Lavinia dudó un instante. – Está bien…

Pero Lukas cambió de opinión. Chasqueó la lengua y le hizo una señal hacía una de las filas vacías. – Aunque… podríamos… será un momento.

Se detuvieron cerca de un confesionario y ella notó una placa cercana que enumeraba a los feligreses notables que habían asistido a misa en ese mismo lugar. La crème de la crème del Nueva York católico.

Lavinia se sintió confundida. De repente, la mano de Lukas se movió a su cintura, un toque firme. – Hay algo que necesito decirte antes, en caso de que no deba o no pueda decirlo más tarde – empezó, tomándola por sorpresa.

– ¿No debas? ¿Qué pasa? – Lavinia bajó la voz discretamente, intentando darle sentido al inesperado momento.

Lukas movió la cabeza.

– Creo... no, lo sé... estoy enamorado de ti, Lavinia – se corrigió, con una pausa.

Desconcertada, Lavinia pestañeó.

Sus palabras dejándola momentáneamente aturdida.

– Lukas... me siento halagada, de verdad, pero ¿aquí en un funeral? – su intento de sonreír se sintió un poco incómodo.

Trató de restarle importancia con eso, esperaba que él captara la indirecta y se echara atrás.

Al encontrarse con su mirada, Lukas le devolvió una sonrisa discreta. – Lo sé, este no es el escenario más privado, los ojos vigilantes de Siobhan están sobre nosotros. Está lejos de ser ideal – reconoció – Sólo necesitaba que lo supieras.

Lavinia asintió lentamente, seria, todavía confusa. – Sí, pero…

Supuso que las cosas se estaban acelerando deprisa con todo aquello del artículo. ¿Pero por qué…?

No es que no haya dicho antes que le gustas.

Mierda. Pero el amor era una bestia compleja, y Lukas le había lanzado una bola curva.

Antes de que pudiera expresar la perplejidad, él volvió a intervenir:

– No digas nada ahora, pero sabes que formamos un buen equipo. Tal vez soy como la diablesa roja que compite por un puesto codiciado, pero en tu vida, Lavinia. ¿Tengo alguna posibilidad? – la cuestionó, con anticipación en su voz.

– Lukas… – murmuró, buscando las palabras adecuadas.

Él la soltó suavemente y el momento se esfumó.

Pero justo cuando empezaba a ordenar sus pensamientos, Shiv apareció a su lado.

– Wow, hola.

Lavinia trató de recuperar la compostura mientras Shiv hablaba, desviando la atención de su momento personal.

– Están empezando a publicar artículos. ¿No hay repercusiones negativas?

– No, no de la India. Por ahora, todo está bien. Una medalla para la reina roja. Felicitaciones – respondió Lukas todavía con la atención en Lavinia.

– Sí, he visto… uh, la otra cosa – continuó Shiv, como si dudara de donde estaban parados – La verdad es que no es un mal planteamiento. Hay varias personas hablando de vuestra… llegada – Se volvió hacia Lavinia y le preguntó: – Te lo robaré por un segundo, ¿de acuerdo?

– Adelante…

Mientras se apartaban, vio a Oskar e intercambiaron un rápido asentimiento.

La mirada de Lavinia se desvió y se percató de Jess en la última fila sosteniendo un abrigo de hombre, probablemente el de Ken. Y un poco más a la izquierda, Tabs estaba de pie, haciéndole señas. Sin embargo, antes de que pudiera acercarse, reparó en Stewy.

Su corazón dio un vuelco, un sentimiento familiar recorrió sus venas.

El alivio se mezcló con el recelo. Él corría siempre por algún lugar de su subconsciente.

Vestido con un traje oscuro y un jersey de cuello alto, parecía serio, tal vez incluso muy serio. Sólo habían pasado unas pocas horas desde la última vez que hablaron, pero algo se sentía mal. Lavinia no pudo evitar la ola de vacilación que la invadió: por alguna razón estuvo segura que había visto el artículo.

No estaba segura de que supiera qué estaba haciendo.


Caminó hacia Roman.

Sabía bien que el funeral de Logan no era sólo un funeral. Fue una oportunidad para juegos de poder, insultos crueles y algunos contactos verdaderamente incómodos.

La presencia de Mattson y Mencken anulaba cualquier deseo de decoro.

Esa tenía que ser la razón por la que Roman estuvo hablando con Frank durante más de 50 segundos.

Lo que fuera que le dijo, se ganó un desaprobador "hmm" de Frank, que se disculpó poco después.

– Mira quién nos ha honrado con su presencia. La prima Vinnie… ¿o debería decir la futura señora Matsson? Entonces ¿ahora qué? ¿Vas a convencer a alguien de que la familia está de acuerdo con la compra con un montón de tweets del Daily Fail dándole besitos? Está muy mal mentir a los periodistas, son pobres y desgraciados.

Ella le dio un apretón en el brazo con afecto.

Tendrían mucho tiempo después para discutir eso y… sus mensajes de la noche anterior.

– Roman. ¿Cómo estás?

Él apartó el brazo de ella: – Pst.

– Bandera blanca, ¿vale? – ella intentó.

Roman se encogió de hombros pero no se comprometió.

– Bueno, podrías haber mencionado que habías hecho un pacto con Shiv como en esa película con las adolescentes preñadas – dijo – ¡Ah! ¿Y adivina qué? No habrá tiempo para que hable Ewan. ¿Puedes controlarlo o pedimos a los SWAT?

Lavinia meneó la cabeza: – No estoy del todo segura que—

Pero Roman la interrumpió, sus palabras con un soniquete:– Si lleva una pancarta o va a tirar pintura a alguien tú solo distráele mientras llamamos a seguridad.

– Rome… – insistió.

– ¿Qué?

– ¿Qué has querido decir con eso del pacto de Shiv?

Él levantó una ceja, la burla dibujada en su rostro.

– Oh… Shivy. ¿No os lo notáis eso entre vosotras o…?

Lavinia se pasó una mano por el pelo, que estaba más lacio que de costumbre. – He oído algunos rumores – aventuró.

– Ya, pues estamos de baby boom. Qué apropiado – comentó, sus palabras sorprendentemente locuaces para la sombría ocasión.

Pero Lavinia no se tragaba que hubiera pasado el duelo, como él decía.

– Tendré que rechazar tu ofrecimiento para ser padrino porque se me van a acumular las ofertas. Para que lo sepas.

Lavinia elevó una ceja. – Nunca te lo he ofrecido en primer lugar.

– Nah. Ya lo harás…

– Claro.

– Oh, estoy seguro de que lo harás.

– Sí… como si me fuera a fiar de ti cerca de dos criaturas inocentes. ¿Nos ponemos al día más tarde?

– Estadísticamente es imposible que estos niños sean inocentes. Está Stewy, y luego… ¿Qué es él ahora? ¿el padre putativo?

Su ceño se hizo más profundo. – ¡Rome…! No hagas broma con eso, ¿quieres?

– Lo que tú digas… Hoy se trata de enterrar a mi padre. Puedo decir lo que me dé la santa gana.

Su atención se desvió cuando la mirada de Roman se desplazó detrás de ella. Siguió su línea de visión y encontró a Lukas absorto en una conversación con Shiv.

Greg había llegado hasta esos dos, sumándose a la creciente concurrencia.

– ¿Qué tan ocupada estás con el equipo de traidores? ¿Hugo mencionó algo sobre que hoy también enterráis los números fraudulentos de tu novio?

Ella se mordió el labio, contemplando la respuesta:

– Supongo que entonces no importa... Sí, hemos publicado algunas cifras hoy. ¿Feliz?

– ¿La India?

Lavinia se encogió de hombros.

Roman se rascó una ceja, en un gesto indiferente.

– Mencken os va a patear el trasero de todos modos y todos van a apoyar a los huerfanitos— Eres solo la primita prodiga con el sueco ese que es extranjero y Jeryd odia…

Ella le dirigió una pequeña sonrisa. – Quién sabe que va a pasar.

– ¿No te importa?

– Roman, estás buscando problemas. Pero tengo que admitir que tu amigo el presidente me asusta.

– Eres muy delicada.

– Muy bien, voy a darle dos besos a Connor. Continuaremos esta conversación más tarde, ¿de acuerdo?


Con un brillo en sus ojos, Lukas no pudo evitar sentir una leve sensación de antelación. – Así, dime, Shiv ¿Qué opinión te merece el nazi ese tan guapete? ¿Crees que va a ganar? Y si así fuera, irónicamente, ¿le perjudicaría a este rubio tan blanco?

Fue cuando volvieron a discutir de la posibilidad de un director ejecutivo estadounidense… Sólo para las propiedades nacionales.

Shiv le recordó: – ¿Sabes quién lo haría bien?

Lukas sonrió y respondió: – No, dime, ¿quién lo haría bien?

– Shiv Roy – declaró Shiv con confianza.

– Shiv Roy. Valee. Pero le falta experiencia – Levantó una ceja inclinándose hacia ella.

– Pero con su pasado en la política y la ATN tiene las cosas claras que te cagas. – interrumpió Siobhan defendiendo su posición – Además, he oído que, por lo visto, el dueño, ese triste sueco, es quien le mueve los hilos a ella.

– Ya. ¿Pues sabes qué he oído yo? Qué ella está…

La conversación adquirió un tono ligero, pero Lukas no pudo evitar la sospecha acechando bajo la superficie.

Shiv no era necesariamente una mala opción.

Era lista como el hambre y llevaba el apellido.

Pero era demasiado ambiciosa.

El puesto no necesitaba una cabeza pensante.

Simplemente alguien eficaz, funcional y que no quisiera tomar el control.

Shiv le cuestionó: – ¿Qué?

Lukas chasqueó la lengua con un brillo en los ojos.

– Verás, tal vez el propietario esté considerando tomarse unos días libres a finales de abril y organizar una fiesta en el Lago Como en verano... una vez que todo esté en orden, por supuesto… pero no sé si me convence si mi marioneta no funciona las 24 horas del día.

Shiv forzó una sonrisa y replicó: – Acabo de decírtelo, tu nueva directora podrá manejarlo. Se cogerá ¿qué? un día y medio de baja por maternidad. Enviara correos desde el quirófano.

– Ya. ¿No sé si eso me dejaría muy bien sabes?

Se quedaron en silencio por un momento hasta que la mirada de Shiv se desvió hacia un rincón de la iglesia donde Connor estaba abrazando a Lavinia.

– No son… tuyos, ¿verdad? – Los ojos entrecerrados de Shiv subieron la vista hacia su cara – Pero tú y ella… Vaya, vas a toda velocidad. Pensé que era sólo una estratagema para mejorar tu imagen. No es mi estilo, pero no puedo objetar.

Si pensaba diferente, no lo demostró.

Lukas movió la cabeza abriendo los ojos.

No estaba interesado en airear todos sus planes en este momento.

– Es complicado.

– Te puedo asegurar que podrás enviar mensajes desde cualquier lugar y en cualquier momento. Shiv Roy estará ahí al pie del cañón, sin ningún problema.

Lukas asintió, aunque en el fondo todavía albergaba dudas. Confiar en alguien nunca había sido su fuerte y sabía que un director ejecutivo estadounidense no era sólo un capricho para Mencken. Tenía un gran plan en mente, uno que implicaba recortar, recortar, recortar... y era mejor hacerlo desde las sombras.

No tener que atender ruidosas entrevistas ni cenar con accionistas después de despachar a más personas y ganar miles de nuevos dólares en un día.

Además de que le gustaban bastante los veranos en Suecia.

– Y te ganarías su aprecio… ¿El de Mencken, es decir…? ¿Puedes presentarnos?

– Puedo hacer lo que quiera, después de todo mi padre acaba de morir.


– Cuídate – Connor plantó un beso en la mejilla de Lavinia. – Tu madre dice que estás radiante y no podría estar más de acuerdo, ¿eh, Willa?

Lavinia no pudo evitar fruncir el ceño, confundida.

– ¿Eso dice…? – preguntó extrañada.

– Te doy mi palabra – le aseguró cálidamente Connor.

Una sonrisa bailó en los labios de Willa que estaba al lado de su marido.

– Bueno… gracias.

Lavinia se dio la vuelta y sus ojos recorrieron la iglesia en busca del banco de su familia. En la segunda fila, en el lateral.

Marianne ya había ocupado su lugar.

Inesperadamente, Stewy se materializó ante ella.

– ¿Podemos hablar? – sintió la intensidad de su mirada.

– ¿Ahora? – Lavinia vaciló, sin saber si era el momento adecuado.

– Por favor – suplicó.

Ella lo miró a los ojos, que transmitían mil cosas.

Su rostro estaba contorsionado en una máscara que apenas se mantenía.

Ver a Lavinia allí de pie con Matsson sólo había intensificado su malestar.

Silencio.

– ¿Dónde?

– Por aquí, ven – respondió él, guiándola hacia la izquierda, donde una serie de escalones de mármol conducían a un nivel inferior.

La entrada a lo que parecía una cripta exudaba un encanto neoclásico que la tomó por sorpresa.

Lavinia se detuvo en seco cuando llegaron al primer rellano de las escaleras, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. – Stewy…

– ¿Por dónde quieres empezar…? – preguntó Stewy.

Ella pareció aturdida.

Una conversación silenciosa pasó entre ellos.

Él inclinó su cabeza mirándola.

Lavinia negó con el gesto. – No es… No sé qué estás pensando pero…

– Deberías haberme avisado, me habría ahorrado vomitar el desayuno.

– ¿Avisarte?

Stewy se humedeció los labios, intentando encontrar las palabras adecuadas.

Ella quiso pedirle que no complicara más las cosas. Habían acordado retomar la conversación pendiente durante una cena.

Pero eso no era… no se trataba de los bebés, sino de Lukas. No había ningún motivo para esconderse o prorrogarlo.

Cuando sus miradas se encontraron, él dejó caer los brazos a los lados con expresión herida. – ¿Te acuestas con él? – espetó.

– Stewy…

– Contéstame – suplicó.

– ¿Eso es lo que te preocupa? – le recriminó Lavinia.

Stewy frunció el ceño, genuinamente confundido: – ¿No debería?

Ella se sintió incómoda.

Niégalo todo…

– No lo sé.

Stewy se dio la vuelta, con la frustración evidente en su lenguaje corporal, mirando al techo por un momento.

Sintiendo la coca en la garganta y sintiéndose un fraude.

Eres patético, se autoflageló.

– Dios, Livy. No entiendo qué te pasa con Matsson, pero debe ser en serio si sientes la necesidad de entrar a la iglesia del brazo con él. Necesitamos hablar...

Lavinia dejó escapar un suspiro y una sonrisa agridulce apareció en sus labios. Él encontró su mirada y luego ella habló en voz baja y cansada:

– Estoy agotada – se lamentó – Quizás debería haberte escrito, pero pensé que sabrías distinguir lo estúpido que es parte de ese artículo. Stewy, no sé si realmente quieres tener la conversación que prometimos… pero acordamos que esta vez lo haríamos bien. Aquí no.

Los irises marrones de Stewy se habían oscurecido y eran casi negros. – ¿Desde cuándo te folla? – preguntó con un gesto sombrío.

Sus emociones quedando expuestas. Dame algo, ¿maldita sea? ¿Qué está sucediendo?

La incredulidad llenó la amplia mirada de Lavinia. – Oh, vete a la mierda…

Stewy tensó sus manos y el obituario que sostenía se arrugó entre ellas. – Maldición. ¿Te folló… en Noruega… aquí? ¿Crees que es por morbo?

El repentino zumbido en sus oídos inundó todos los sentidos que pudo reunir en ese momento.

Lavinia luchó con emociones encontradas por un segundo, apretando la mandíbula mientras se preguntaba si él merecía una respuesta.

Estaba enfadado, pensó. Ja.

Dios, quería abofetearlo. – ¿No puede ser simplemente porque le gusto? ¿Tiene que ser algo retorcido?

Stewy se pasó una mano por la cara, obligándose a aliviar la presión. El estrés no era bueno para ella durante el embarazo.

Oh, mierda, joder.

– Sólo quiero saber lo imbécil que fui al dejarte ir, porque estoy la hostia de pillado. He estado pensando durante las últimas 24 horas que lo solucionaríamos – imploró – ¿Es cierto entonces…? Por favor… Sólo respóndeme.

La tensión entre ellos era palpable.

Se sentía como una extraña en la habitación.

– Ni siquiera ibas a estar allí – le reprochó – ¡No es justo que quieras tener esta discusión ahora!

– Livy… – insistió Stewy. Su orgullo se estaba desmoronando mientras peleaba por mantener el tipo. No podía soportar la idea de que alguien más tuviera el privilegio de tenerla. Maldita sea. Joder.

La expresión de Stewy se suavizó por la preocupación. Lavinia estaba jodidamente pálida bajo esas luces.

Luchó contra la desesperación que le arañaba el pecho, buscando alivio en forma de una respuesta.

Lavinia se mordió el labio inferior. – Dijimos que hoy nos comportaríamos como personas civilizadas – le recordó.

Stewy alargó la mano tentativamente, con la esperanza de acortar la distancia entre ellos, pero Lavinia se alejó de él.

El momento se esfumó cuando él entendió que su tacto no era bienvenido.

Lavinia permaneció en silencio, mirando al suelo debajo de ella. Si tan solo estuviera de regreso en su pequeño apartamento, descansando en el sofá envuelta en una manta que la protegiera del mundo exterior.

El aire entre ellos crepitaba con palabras no dichas y sentimientos no resueltos. Stewy persistió, con la voz llena de una mezcla de desesperación y remordimiento: – Livy, no sé cómo hacerlo mejor, ¿vale? No sé qué hacer…

Ella alzó la vista hacia sus ojos cafés oscuro.

Consciente de la presencia de otras personas que asistían al funeral de Logan Roy a unos metros, Lavinia continuó descendiendo las escaleras, con la mano presionada contra la fría pared de piedra.

El funeral de su tío había atraído a una audiencia selecta, incluidos sus hijos, su hermano, sus esposas, ejecutivos de Waystar, socios e incluso el potencial presidente electo, Jeryd Mencken.

Hubo un silencio pesado y el pecho de Lavinia sintió una punzada de opresión. – Sí, me he acostado con él – admitió, deteniéndose nuevamente en las escaleras. La reacción de Stewy fue inmediata, su sorpresa tangible – ¿Vamos a llevar la cuenta de cada persona con la que has estado? Por favor, no quedes por mí… – lo interrogó con la mirada desafiante.

El rostro de Stewy perdió el color mientras luchaba por protestar.

Soltó aire en una exhalación como si le acabaran de dar una bofetada, y su desesperación fue perceptible en su voz cruda.

Ni siquiera subió el volumen.

– ¿Por qué? ¡Joder! Livy…

Pero Lavinia había pasado por esto sola, sufriendo todas las dificultades, embarazada no de uno, sino de sus dos bebés.

Ella sacudió la cabeza y sus ojos brillaron.

Le dolía tanto mirarlo…

– ¿Importa siquiera? –preguntó tercamente – ¿Importa que… que estuviera con él?

Iba en piloto automatico: estaba desesperada por rendirse a Stewy. Pero…

Cuando estaban casi al pie de las escaleras, Lavinia vaciló un momento y su pie se enganchó en un escalón. Casi resbaló, pero sintió su mano en la parte superior de su brazo, sujetándola con firmeza. – Livy... – Él murmuró.

Stewy elevó la mano y le apartó un mechón de pelo de la cara, su tacto fue suave y tranquilizador.

Lavinia se rebeló contra el impulso de ceder a su caricia durante más de unos segundos. Era una yonqui. Adicta a él aunque le hacía daño…

Stewy parpadeó con los ojos irritados por la luz y ella de repente se puso rígida.

Era una señal de que él había tomado algo.

– Déjame ir – susurró Lavinia.

Stewy vaciló y la soltó, pero ya casi estaban en terreno llano.

– Por favor, ten cuidado – instó con una preocupación genuina grabada en su rostro.

No estaba segura de que le saliera la voz, por lo que evitó el contacto con su cuerpo y no se dio la vuelta hasta un momento después.

Lavinia cerró los ojos, frunció los labios y se alejó otro paso.

– Si te hubieras quedado cuando te lo conté, en lugar de ir a Boston o… dondequiera que desaparecieras esa semana… – dijo, con incertidumbre en sus palabras. Quizás fue expresamente a lastimarlo – Quería hablar contigo de tantas cosas… Pero no estabas… ¿sabes? En cierto modo él sí... Me dejaste sola cuando decidiste que no querías esto. ¿Qué se suponía que debía hacer?

Stewy sintió que se le paraba el corazón. Sabía que Lavinia no diría esas cosas a la ligera. Un dolor absoluto se apoderó de su rostro, pero no iba a darse por vencido.

La miró sin palabras. Esto había hecho añicos lo que quedaba de su compostura.

Rogaría a sus malditos pies.

– Mierda, Livy. Sé que me he portado como un maldito infeliz, soy un capullo. Pero te amo y quiero a mis hijos, esta familia contigo. Livy… pensé que podría recuperarte después de estos días, y entonces me encuentro con ese artículo… Lo único que ese bastardo quiere es jugar con todos nosotros. Estás herida, lo sé, pero…

El pasillo por el que entraron estaba bañado de luz y las paredes adornadas con pinturas de paisajes, una exposición hoy cerrada al público.

Lavinia estudió el rostro de Stewy como si intentara memorizar sus rasgos.

– Stewy…

Se quedaron allí con el peso de sus emociones suspendido pesadamente entre ellos. – ¿Por qué me castigas? – la voz de Stewy tenía un tono más áspero, con el ceño fruncido.

Sin saber de dónde salieron sus palabras, enmascarando su agitación, Lavinia reveló:

– Lukas va a apostar por un CEO estadounidense que trabajará con Karolina… Shiv quiere el cargo. Yo... viajaré con él tanto como sea posible, tendré que alquilar otro apartamento en la ciudad para cuando estemos aquí, pero mi lugar de trabajo no será en Nueva York…

Stewy apretó los labios.

Se llevó una mano al pelo, por impotencia. – No puedes alejarme de esos niños. No lo permitiré.

Lavinia lo miró entonces como si no pudiera creer lo que acababa de decir. Una sonrisa cansada se esbozó en su boca. Dios, Stewy. – No me hagas esto – protestó ella, incrédula.

Se habían quedado atrapados en estas conversaciones que parecían interminables, pero tal vez, sólo tal vez, finalmente pudieran concluir una.

Stewy luchó contra sí mismo. – Daría todo por tenerte de vuelta, ya lo sabes… Te quiero, joder. Necesito que vuelvas a mí. No puedo perder la esperanza… que a pesar de todo, a pesar de lo que digas…

Estaba hecha polvo en todos los sentidos. – He pensado mucho en todo esto, ¿vale? Seguí adelante sin escucharte. Es justo si estás resentido conmigo… Al final, me elegí a mí antes que a ti. Llegaremos a un acuerdo… Ya lo hemos dicho. Sobre la paternidad compartida. Sé que quieres estar ahí para los bebés. Pero no finjas que esto se trata de ellos y no... ¿qué? ¿Tu orgullo?

Livy bajó la voz y sus palabras flotaron en el aire como una delicada confesión.

Stewy abrió la boca para protestar, para defenderse, pero la habla se le atascó en la garganta. – Nunca dije… No puedo imaginar la vida sin ti. No sé si esperas que te lo suplique. Livy…

Por alguna razón, una ola de intensa y renovada desesperación lo invadió, abrumándolo. No era la primera vez que su estómago se retorcía con este sentimiento.

Había una maraña de emociones, deseos y verdades no dichas que se habían tejido entre ellos, asfixiándolos.

– Somos adultos, Stewy. Las cosas son así. Ambos sabemos lo que hay...

Inhaló, como si hubiera recibido un golpe físico. No…

– Sólo quiero que la puta tierra me trague si te pierdo, Livy. Es que… – Stewy negó con la cabeza con sensación de urgencia. – Escúchame…

Pero antes de que pudiera continuar hablando, Livy lo interrumpió en un intento por recuperar el control de sus pensamientos dispersos. – Basta. Por favor…

– Dime una última cosa, ¿estás empezando a enamorarte de él? Liv… ¿Esa mierda es sólo por ese periódico basura o hay algo más? ¿Cómo te convenció? ¿Qué clase de promesas… te ha hecho?

– No seas estúpido.

– ¿Entonces por que?

¿Fueron las hormonas del embarazo, su amor por Stewy o simplemente la culminación de todo lo que la había llevado a este punto?

Cualquiera que fuera la razón, Lavinia ahora estaba furiosa con él.

Ella curvó los labios con disgusto y miró hacia arriba, evitando las lágrimas.

– No, Stewy. Es a ti a quien quiero. Pero ese hecho me pone muy triste en este momento.

– Entiendes que es un tío peligroso, ¿verdad? ¿Qué pasara cuando le digas que no?

Lavinia cerró los ojos. Dijo exasperada:

– ¿Es por Ebba? Porque, créeme, en el ranking de cosas jodidas que he oído desde que estoy aquí, enviarle sangre a su ex está ahí ahí con tatuar vagabundos. No, en serio… Creo que es peor… Al menos no está haciendo marcas en la piel de la gente o borrachísimo con personas que las hacen.

Vio la confusión en su rostro.

– Eso no… Roman tuvo mucho más que ver en esto que nadie. ¿No merecemos otra oportunidad?

La resolución de Lavinia flaqueó un poco. – Esto entre nosotros, antes Stewy, me sentía tan bien y ahora… ahora no lo sé… me siento como una tonta, egoísta…

– No digas eso. Por favor, Livy – rogó en tono de súplica. Stewy extendió la mano para limpiar suavemente unas gotas de rímel debajo del ojo sin manchar la línea del delineador.

La notó temblar.

– A esos niños les debemos estar en nuestro mejor momento, pero creo… sólo puedo ponerlos en primer lugar si me pongo a mí misma primero – argumentó Lavinia cruzándose de brazos – y sabes que tu compromiso con ellos no puede depender de que nosotros estemos bien. Me siento superada y… Quiero que tengan una vida normal.

Estaban uno frente al otro, en precario equilibrio en el espacio que los rodeaba.

La mano de Stewy quedó suspendida en el aire mientras daba un paso atrás.

– Yo… lo siento mucho. Por favor ayúdame a convertirme en la persona que viste en mí, ¿de acuerdo? Estoy dispuesto a tomar las medidas necesarias y a esforzarme para ser mejor. Solo necesito tu ayuda...

Stewy sentía cada segundo de su aliento pasar por sus pulmones.

– ¿No te das cuenta? – preguntó Lavinia con firmeza, moviendo su mano para apoyarla en la solapa de la chaqueta de Stewy. Ella forzó una sonrisa a medias – Te amo a ti y a nuestros bebés, no quiero estar separados. Pero mira el daño que nos hacemos… Quedamos en que podríamos saludarnos como adultos normales en un día como hoy, y no hemos sido capaces.

– Lavinia – la voz de Stewy se suavizó con dolorosa sinceridad mientras quitaba su mano de su pecho y la llevaba a sus labios. Los mantuvo allí un momento – Mierda. Lo sé… Pero eso fue antes de que me atragantara con el café de esta mañana. Lo odio, Livy, con cada fibra de mi ser. Si soy brutalmente honesto, quiero saber cada detalle... para poder borrarlo de ti…

Lavinia sacudió la cabeza: – Es hora de dejarlo ir…

Stewy dudó. – ¿Dejar ir qué?

Entrelazó los dedos con los de ella y luego los soltó con gentileza.

El gesto requirió más de lo que hubiera esperado de sí mismo.

– Esto. Nosotros, Stewy… Tú y yo estamos en soporte vital aunque no nos guste. A pesar de todo, no me arrepiento de nada. Nunca he querido a nadie más. Te adoro, de verdad, pero… míranos – Ella volvió a tomar su mano cálida y la colocó después de un momento a un costado de su vientre – Stewy… La verdad es que no me siento bien – cerró los ojos sobresaltada, tratando de superar una ola de malestar que cruzó su rostro – Es sólo un calambre. Ya está…

Stewy la miró con preocupación, sin saber qué hacer. – ¿Qué quieres que haga?

Ella hizo una mueca y luego reemplazó esa expresión con resolución. – Está bien. ¿Podemos volver?

Él movió su palma y presionó la suya suavemente. – Desde luego.

Los dos comenzaron a caminar hacia las escaleras, sus hombros tocándose.

Había tomado tiempo, pero Lavinia hizo las paces con su situación. Era agridulce, pero deseaba poder poner a sus hijos por encima de todo eso.

– ¿No es mejor que nada? ¿No es mejor intentarlo...? – Stewy empezó a decir.

Quería besarla. Maldita sea.

– No a la larga.

Lavinia se detuvo un momento, pero continuó con lo que decía: – Coparentaremos y lo haremos bien, ¿uh? Y no hablemos más porque estoy muy enfadada contigo.

Stewy asintió sin apartar su vista de ella. Mientras caminaban, su mano permaneció cerca de su brazo para evitar que tropezara. – Livy…

Lavinia lo miró. Todavía se sentía como siempre se había sentido cerca de él.

– Esta semana o semanas hasta la firma probablemente tendremos que vernos. Nos comportaremos como personas que nos apreciamos y te llamaré para la semana 20 –guardó silencio un momento – No… Es muy probable que pronto sepa el sexo. Del segundo bebé. Tengo una prueba en poco menos de dos semanas. ¿Querrás saberlo?

Sus ojos reflejaron su dolor.

Quería pedirle que no volviera a acostarse con Matsson.

No al menos en este estado.

Pero no podía.

No puedes. ¡Hostia!

– Por supuesto.

Lavinia sonrió, todavía metida en lo más profundo de sus pensamientos.

Stewy ofreció: – ¿Quieres que…?

– ¿Vengas? No, sólo me sacaran un poco de sangre. No me darán los resultados de inmediato, me llamaran. Pero me gustaría que estuvieras en la eco de los cinco meses. No quiero ir sola a eso – apretó sus labios. – Un poco antes de Navidad.

Él se quedó pensando. – Más de un mes…

Ella asintió.


Habían desaparecido por una puerta bajo la mirada de Tabitha que los había estado observando preocupada.

– Eh, tú – Roman llegó saludándola.

Tabitha lo abrazó.

– Eh, tú, ¿cómo vas? – preguntó con una mueca – ¿Puedes hacerme un favor y pedirle al chico de seguridad que no moleste a la pareja que bajó esas escaleras?

– ¿Huh?

– Lavinia y Stewy.

– Oh, ¿quieres que encuentre la llave de la cripta y los encierre?

Tabitha sonrió, con afecto en su expresión. – Creo que hoy es mejor que no, ¿no crees?


Cuando subieron Lavinia se acercó a su amiga que estaba preocupada.

Stewy se quedó por un momento observando la gente tomando sitio en los bancos.

– Dios mío, cariño. He visto fantasmas con más color…

– No es nada, creo que me he mareado un poco.

Su amiga le cogió del brazo. – Le pedí que viniera conmigo para ayudarme, pero si llego a saberlo— Ya le vale.

– No, está bien. Es por el maldito artículo.

– Sí, he visto algo en mi feed mientras volvíais de las mazmorras.

Lavinia forzó su sonrisa.

– Es demasiado. Hemos luchado por todo esto, ya sabes... Creo que Stewy está decepcionado. Supongo que no le falta razón… Pero no puedo más.

Sintió que le aumentaban las ganas de llorar al ver la expresión de Tabitha, pero sabía que tenía que seguir adelante con el día de hoy.

No tenía ningún derecho a flaquear.

Estaban aquí para enterrar al padre de sus primos.

Contuvo la mueca en su rostro.

Tabs suspiró. – Vaya gilipollas…

Lavinia negó con la cabeza.

– Está bien, de verdad. No te preocupes por mí. – se dio la vuelta. – ¿Dónde está Lukas de todos modos?

– Allí con tu hermano y Shiv. Y Caroline en carne y hueso.

– Nos vemos a la salida. ¿Roman?

– Dice que está bien pero… No estoy segura. A la salida me encargo yo, ¿vale? Tú no te preocupes. Yo lo vigilo, tú respira hondo. Coge del brazo a tu abuelo, haz lo que sea que tengas que hacer por trabajo, lo que quieras ¿mm?… Estate tranquila.

Asintió apretando los labios.

– Gracias.

Fue hacia Greg.

Lo había visto moviéndose entre Lukas y sus primos.

Se situó cerca de los gorilas de Mencken por un momento y luego vio como Roman se lo sacaba de encima.

¡Un funeral no es un evento para establecer contactos, Greg!

– ¿Todo bien?

– Si es que Tom no va a llegar así que voy a ocupar su puesto para portar el féretro.

– Ahm…

– Sí, es genial, uhm, quiero decir, que está bien… Es un honor…

– Claro…

Greg se humedeció los labios.


Stewy no pudo evitar observarla mientras se dirigía hacia Tabitha cuando llegaron al último escalón. Luego, a la multitud.

Se acercó a saludar a Sandi todavía con un peso en el pecho. – ¿Estás bien? – Ella le interrogó con la curiosidad grabada en su rostro.

– Creo que sí.

La mujer pareció escéptica.

Miró a su izquierda después de un momento.

– Creo que alguien quiere hablar contigo – indicó ladeando la cabeza en esa dirección – Comentamos eso más tarde, ¿hmm?

Stewy levantó la vista y su expresión reflejó el ceño fruncido de Ewan.

– Le acompaño en el sentimiento.

– Sí, claro. ¿Vienes?

– ¿Perdone? – Stewy fue tomado de improviso.

– ¿Tengo que pedirle al señor Matsson que se una a nosotros en mi fila?

La confusión hizo callar a Stewy. – Señor…

– Me guste o no, eres el padre de mis bisnietos y un buen amigo de la familia, según me han dicho. Creo que lo que te estoy pidiendo está claro.

Stewy apretó con más fuerza el folleto que tenía en sus manos.

– Lavinia y yo…

– Sois como niños, en vez de los padres maduros que se esperaría de ambos. No deseo interferir. Simplemente estoy invitando al padre de mis bisnietos a unirse a nosotros. Como lo habría hecho con mi yerno idiota si éste hubiera podido salir solo del aeropuerto a estas alturas – replicó Ewan.

Las palabras del hombre fueron como barrenas, como si la mera idea de la estupidez del ex de su única hija fuera suficiente insulto para él. – Ahora, por favor, déjame ir a ver dónde quieren que me sitúe y asegúrate que Lavinia esté bien – dijo y se dio la vuelta.

Stewy se quedó quieto, observándolo alejarse durante lo que pareció una eternidad, antes de finalmente decidir hacer un movimiento.

Dio unas palmaditas en uno de los bancos con la mano, reunió su determinación y se acercó a Lavinia en el pasillo opuesto, pero su expresión estaba lejos de ser feliz.

Stewy no pudo evitar sentir una punzada de culpa por ser la causa.

Lavinia parecía agotada, con el cansancio y la frustración escritos en todo su rostro.

– Livy… – murmuró Stewy.

No había nada más que decir que lo dicho. Stewy sabía que se había puesto las cosas aún más difíciles.

El anillo quemaba en su bolsillo.

Ella sólo asintió. – Está bien.

Stewy suspiró profundamente antes de continuar.

– No quiero que te enfades más conmigo, ¿vale? Ewan me quiere en vuestra fila pero puedes disculparme si quieres.

Lavinia lo miró un segundo y la música empezó a sonar.

Le dirigió una mirada que reflejaba que "da igual".

– Deberíamos sentarnos ya – afirmó en un impase con firmeza.

– Lo siento porque Tabitha…

– No lo hagas. Ella quiere matarte así que estarás mejor en una fila lejos – ofreció.

– Lamento lo de hace un momento. Verte con él— Por favor, no me odies – dijo.

Lavinia apartó la mirada un instante. Se sintió… desinflada.

– Yo también. Lo siento.


El sonido de la música llenó el aire, señalando el comienzo de la ceremonia.

– ¿Y este quién es? – le susurró Marianne cuando se acercaron.

Los violines habían iniciado las notas de la pieza musical y todos terminaban de ocupar los bancos.

– Stewy. Mi madre, Marianne Roy – su voz se elevó un poco para presentarlo sobre la música – ¿Dejamos las presentaciones formales para más tarde, sí? ¿Te parece bien?

Marianne frunció el ceño, miró al hombre que estaba al lado de su hija y los dejó pasar para tomar sus lugares.

Bajó mucho la voz. – ¿Estás jugando juegos en el funeral de tu tío abuelo?

– No, mamá. Se lo ha pedido el abuelo…

Marianne negó con la cabeza en señal de desacuerdo.


Los portadores del féretro cargaron solemnemente el ataúd escaleras arriba en la entrada de la iglesia, y lo colocaron en el carro. Greg, Frank, Karl, Ewan lo acompañaron por el pasillo, sus expresiones sombrías. Detrás de ellos estaban Connor, Kendall, Roman y Shiv.

El cardenal pidió a la concurrencia que todo el mundo se pusiera en pie.

Roman miró a Greg y le hizo un gesto para que vigilara a Ewan, una silenciosa petición de ayuda. Greg asintió, entendiendo la demanda tácita y se posicionó para estar cerca de Ewan durante toda la ceremonia.

Cuando llegaron al pasillo, Greg le ofreció un asiento a su abuelo, pero el anciano se negó, eligiendo quedar en el corredor.

– Gracias. Pero prefiero quedarme en el exterior.

– No vas a montar una escena, ¿verdad, abuelo?

– No tengo planes de hacer una escena, Greg. Quiero sentarme en el pasillo está bien.

Lavinia miró al frente, con Stewy a su lado, su presencia ofreciendo un poco de calidez pese a su conversación.

Intercalada entre él y su madre.

Roman estaba a punto de subir al atril cuando sucedió algo no tan inesperado. Ewan, para horror de Greg, comenzó a levantarse, aparentemente ajeno a la solemnidad del momento.

– Greg, detenlo.

– ¿Qué quieres que haga?

– ¿Sacarle las piernas?

Greg y Shiv se acercaron a Ewan con la esperanza de guiarlo de regreso a su sitio.

– ¿Creo que es posible que no estés en el programa aquí? – dijo Shiv.

– Gracias. Voy a hablar.

Lavinia se movió incómoda. Suspiró y le pidió a su madre que la dejara pasar.

– Lavinia, por favor, hazlo por la familia, no te metas – Marianne le pidió murmurando.

Ella se mordió el labio pero pasó por delante de Marianne que le lanzó puñales con los ojos.

Stewy la miró con la frente arrugada.

Lo último que le importaba ahora eran las acciones del puto Waystar.

– Greg… ven – Lavinia tocó el brazo de su hermano, instándolo silenciosamente a regresar a sus asientos. Ellos estaban creando un pequeño alboroto en el pasillo de la iglesia.

Roman le recriminó: – ¿No vas a hacer nada? – su pregunta teñida de frustración.

– Él es su hermano. Quiere hablar en su funeral…

– Oh, gracias, gracias por nada, sí…

Le hizo un gesto de impotencia a su primo.

Ewan ya caminaba hacia el atril.

Su abuelo inmediatamente abordó la falta de respeto y dijo: – ¿Qué clase de personas impedirían que un hermano hable por el precio de una acción?

Luego, su abuelo dio un discurso que no dejó a nadie indiferente. En esos cinco minutos, pronunció una despedida que fue menos un homenaje y más un derribo. Logan había "causado las cosas más terribles" y "apelado a los peores instintos de los hombres".

Ewan llamó a Logan, codicioso, tacaño y mezquino. Pese a todo humanizándolo ante la multitud, entre la que se encontraba el propio presidente electo.

También habló sobre su peligroso viaje con Logan desde Escocia a Canadá cuando eran niños pequeños.

Brindó respuestas sobre la tragedia de Rose.

La polio que la mató.

Yo… lo quería, supongo. Y supongo que algunos de vosotros también lo hacíais, en cualquier forma que él nos dejara y pudiésemos.

Greg se estaba tocando una manga nervioso. – Ya está, no pasa nada – le dijo su madre.

– Cállate – pidió Greg.

– No es culpa tuya. Y cállate tú.

Ewan seguía hablando de su hermano allí arriba.

– ¿Estás contenta? – murmuró Marianne ahora a su hija.

– El abuelo es mayor de edad. No podíamos impedírselo.

– No pero no tenías que defenderlo…

Stewy dudó un momento antes de tocarle el brazo: – ¿Estás bien?

Lavinia movió la cabeza discretamente. – Sí.

– … Era arrogante, y con ese rasero media él al resto del mundo. Y fomentó una cierta mezquindad entre los hombres, tal vez sin quererlo, porque por dentro era mezquino. Y tal vez yo también un poco no lo sé. Intento no serlo, lo intentó. No sé cuándo sería pero en algún momento dejó de esforzarse en mejorar y eso fue una gran lástima – decía Ewan.

Después, llegó el momento de que Roman ofreciera otra faceta de la figura de su padre, como le advirtió Kendall, excepto que el primero no había pasado el duelo previo en absoluto.

Rome subió las escaleras a trompicones. Jugó nerviosamente con su micrófono y sus tarjetas de referencia. Conmocionado por la proximidad del ataúd de su padre, su bravuconería desapareció para revelar a un niño pequeño perdido.

Greg le había dicho a su abuelo: – Estuvo bien lo que dijiste. Duro pero bien.

Lavinia se quedó allí observando cómo Roman llamaba a sus hermanos y se desplomaba, gimoteando de dolor.

Era más difícil de lo que había esperado.

¿Está él ahí? ¿Podemos sacarlo?

Fue un momento horrible y desgarrador y no había nada que ella pudiera hacer.

Porque realmente no tenía ningún papel ahí arriba.

Miró a Rome, plegado sobre sí mismo, y apoyado a sus hermanos.

Dios. Mierda, Rome…

Lavinia sintió el calor del brazo de Stewy contra el suyo.

Deseó por un segundo que Stewy le pasara el brazo por los hombros para hacerla sentir mejor, y tal vez él lo supo, porque su palma fue hasta la mitad de su espalda y la frotó a través de su abrigo en un delicado movimiento que a Lavinia le trajo una sensación de conexión. Pese a todo.

El aroma de su colonia le permitió concentrarse en algo más que Roman.

– Livy…

– Apenas lloré – murmuró. Ella iba a llorar ahora...

Stewy no lo entendió y la miró confundido.

– Roger. Tuvimos tiempo de aceptar el cáncer. En cierto modo, parecía un alivio que estuviera descansando. Ojalá, no lo sé... Me sabe muy mal por Rome. Por todos ellos…

La mano de Stewy la volvió a reconfortar.

Lavinia escudriñó a la multitud para intentar reponerse cuando Rome regresó al banco, su vista se dirigió a la parte de atrás de la iglesia después de un segundo.

La mayoría hacía valoraciones silenciososas sobre su primo: Pobre niño. Pobre tipo. Ese chico todavía está verde.

Fue injusto.

Lukas la miró en ese momento desde la distancia.

No podía decir qué estaba pasando por esa cabeza.

No había recibido ni un solo mensaje en todo este rato.

Kendall tomó el relevo.

Cuando no atravesaba una crisis, se defendía bien en público. Ella lo sabía bien después de haber trabajado para él.

Comenzó inestable pero ganó en confianza. A pesar de la brutalidad de su padre, Kendall recordó a todos su vigor y vitalidad, su capacidad para construir y crear, dejando un impacto importante tanto en el mundo empresarial como en sus vidas.

Por último, Shiv dijo su parte. Claro, su padre excluía a la gente, pero "cuando te dejaba entrar, el sol brillaba y la luz hacía calor". No era fácil ser la hija de Logan, porque no había lugar para una mujer completa en su cabeza.

Ése era un defecto que Logan compartía con muchos hombres.

Roman había bromeado sobre quién "ganaría el funeral". Con cada apretón de manos y palmada en la espalda que recibió Kendall después, el resultado fue innegable.

Connor ni siquiera había tenido la oportunidad de pronunciar su panegírico.

Lavinia sintió una tristeza genuina por los cuatro.


Una vez terminada la misa, la gente empezó a moverse en cuanto los portadores se llevaron el féretro hacia la salida.

No esperó que Stewy dijera algo. – Tengo que ir…

Salió entre la gente hacia sus primos.

– Roman…

– No necesito tu puta lástima.

– ¿Lástima? – Repitió Lavinia, con perplejidad – ¿De dónde diablos sacaste esa idea?

– Vete al infierno.

Ella dejó escapar un suspiro de cansancio.

Pero lo intentó otra vez: – ¿Puedes escucharme?

– No, no paraste a Ewan. Vete a la mierda un rato, ¿quieres?

– Roman…

Él hizo una mueca. Aflojó un poco.

– Lo jodí, ¿eh? Qué guay.

– No. Es el funeral de tu padre – dijo para ayudar. Aunque había visto las caras — y él también.

Entonces Roman volvió a cerrarse sobre sí mismo. Se pasó una mano incomoda por el cabello.

Se quedaron en silencio por un momento hasta que hubo menos gente alrededor.

– No entiendes una mierda. ¿Toda esta gente? Oh, sí, seguro que dicen pobrecito.

– Rome… No puedo ser la primera en decirte que hoy nadie lo tendrá en cuenta…

– Oh, qué te den, Vinnie. Piérdete.


– No creo que le haya caído bien a tu abuelo – la voz de Lukas llegó hasta ella mientras salían.

No dijo nada sobre Stewy.

Lavinia ya no pudo eludir la conversación que se avecinaba.

Respirando profundamente, se volvió hacia Lukas, su voz apenas era más que un susurro:

– ¿Podemos? – le indicó cuando llegaron a la salida.

Lukas asintió, sus ojos traicionaron un indicio de algo más debajo de la superficie.

Haciendo acopio de valor, Lavinia habló en voz baja: – Escucha, siempre hemos estado de acuerdo en que esto no es nada serio... Trabajo para ti, somos amigos… No quiero arruinar eso.

– Hacemos un gran equipo – coincidió Lukas con un brillo en los ojos.

Lavinia vaciló brevemente. – Sí.

– Creo que no es lo único que haríamos bien juntos.

– Lukas…

Varias personas pasaron por su lado.

Se pararon en un rincón en lo alto de las escaleras, el mundo bullía a su alrededor. Lukas puso una mano en la barandilla balaustrada de piedra. – Quiero más.

– Lukas… eres mi jefe, sé que debería haber pensado en esto antes – Lavinia se detuvo, ajustándose el dobladillo de la manga de su chaqueta mientras coincidía con sus ojos evaluadores.

– Quiero que sea algo más de lo que es. Lo siento… Sé que quieres que me quede callado al respecto. Pero no me digas que no – pidió con la mirada.

Ella suspiró. – Yo… no… – comenzó, antes de que Lukas la interrumpiera con una pregunta inquisitiva:

– ¿Es por Hosseini? ¿Entonces por qué estás tan triste? – interrogó.

Lavinia dejó caer los hombros con un toque de incertidumbre. – No me mires así... Es más complicado… necesito concentrarme en el embarazo.

– Entiendo – aceptó Lukas, estudiándola, pero Lavinia no pudo evitar la sensación de que en realidad era un asentimiento para contentarla. Justo cuando estaba a punto de hablar de nuevo, Lukas desvió la atención a su teléfono con expresión críptica.

– ¿Qué es eso? – preguntó Lavinia.

– Alguien acaba de llegar – dijo misteriosamente Lukas. Lavinia siguió su mirada hacia la calle y vio a su padre, seguido de Monique.

– ¿Cómo—

Nuestra corresponsal favorita fue enviada a Wyoming para cubrir las elecciones de ayer para su periódico y creo que para una agencia. Quería sorprenderte, así que no estoy seguro de cómo logró contactar a Phyllis. Probablemente deberías ir hacia allí…

Lukas tenía razón porque Greg y su madre estaban saliendo de la iglesia en ese momento. Antes de que pudiera moverse, apareció Karolina buscando su ayuda.

– ¿Lavinia, disculpa, lo tienes bajo control? Tus padres – Preguntó, señalando la escena.

Lavinia asintió antes de acabar de procesar la repentina presencia de su amiga.

– Voy allí – afirmó, deteniéndose para mirar a Lukas: – ¿Hablaste con Monique?

Lukas puso cara de no haber roto nunca un plato. – Alguien tuvo que explicar cómo colarse. ¿No es así?

Ella lo pensó. – ¡No… quiero decir, sí…! Gracias – logró sonreír un poco.


Tabitha puso una mano en el hombro de Roman.

Salían de la iglesia.

– No pongas esa cara. Es el funeral de tu padre, pienso como Vinnie, no cuenta. Nadie puede ser tan retorcido. Bueno… ¿Quiénes son?

Roman miró alzando una ceja: – Su padre. El jodido Waterloo más bien. Nos invaden los suecos y ahora los belgas… de puta madre.


– Hola – saludó calurosamente, con una sonrisa jugando en sus labios. Los ojos de Liam se abrieron cuando miró a su hija.

– Hija mía. Dios mío, ¿por qué no me dijiste que estabas tan...

– No lo sé. Yo… ¿no te lo dijo Greg? – Ella dudó. Miró a su amiga. – Monique, qué sorpresa.

– Cubrí la sede demócrata en Denver. Quería darte una sorpresa. Y bueno me he colado aquí ahora. Con tu padre. El funeral de Logan Roy, creo que la crónica molara – explicó, con los ojos brillando con picardía, medio en broma.

Luego, la mejor amiga de Lavinia la abrazó con fuerza, en un gesto de apoyo silencioso.

– Pórtate bien – le susurró Lavinia a Monique.

– Hecho.

La llegada de Greg y Marianne interrumpió el momento, añadiendo una capa de incomodidad al ambiente.

Esta era la primera vez que Marianne y Liam hablaban en mucho tiempo.

– Al final has venido – le dijo la hija de Ewan a su exmarido.

– Se lo dije a Greg – respondió Liam, su respuesta mezclada con una tensión subyacente.

– Por supuesto – murmuró Marianne, con la mirada fija en la de Liam. – Entonces, um… ¿Cómo ha estado tu viaje? – preguntó ella, tensa.

– Perfecto – respondió Liam – ¿Estamos invitados al sepelio? – cuestionó, intentando romper el hielo.

Greg se movió incómodo junto a su madre, sintiendo la creciente tensión.

– Va toda la familia. Probablemente tengamos que empezar a irnos, mamá... ¿Vas con Lavinia, pa- papá? – preguntó, con la esperanza de desviar la conversación de aguas peligrosas.

– Sí, si os parece bien – respondió Liam, con un toque de gratitud en su voz. – ¿Ewan?

– Estaba dentro, hablando con su amigo Roger, el… el abogado – aclaró Greg.

– Claro.

Mientras se alejaban, Liam se volvió hacia ella. – ¿Tengo que hablar con el padre? – preguntó, su tono serio.

– No, papá. No tengo 16 – corrigió Lavinia suavemente, con un deje de diversión resignada en su voz.

– ¿Pero no me lo presentarás? Monique dice que ligó ayer.

Increíble.

– Papá…

Negó con la cabeza mirando a su amiga.

– No pasa nada. Solo le eché el ojo.

– Al menos no fue en la sede republicana.

– ¡Nunca! ¿Por quién me tomas?


Kendall y Stewy se encontraron en la azotea de un edificio en la misma calle que la iglesia después de compartir un par de mensajes.

Había una buena vista desde aquí.

Stewy fue hacia él. – Qué pasa. ¿Estás bien, hermano? Ven aquí.

Se dieron un abrazo.

– Estoy bien. Quiero decir, ya has visto a las viudas haciendo el sonido de un banshee. Pero sí. – Kendall sonrió un poco. Stewy también.

– Lavinia me ha dicho que Shiv pide un puesto de director para placar a Mencken.

– Tío.

– Me importa un carajo, Ken. No la quiero en Suecia.

– Eso es bueno porque necesito hablar contigo.

– No uses ese brillo en los ojos colega.

– Estoy hablando con mi chico Jeryd. Se opondrá al trato.

Stewy se humedeció los labios, contrariado.

Juntó las cejas.

– ¿Estás en la cama con él? ¿Las botas no irritan tus bonitas piernas? – Luego admitió: – Leí algo esta mañana en el periódico.

– Hay incertidumbre. Quiero cargarme el trato de una vez por todas. Que se joda.

– No tienes que convencerme a mí. Pero sigo pensando que los grandes accionistas… todos ellos quieren irse. ¿Cómo vas a conseguir los votos? ¿Dewi? ¿Tus hermanos? Creo que ya hemos tenido esta conversación.

Ken hizo los cálculos.

– Tú – respondió Ken. – Sandi y Sandy, ¿um?

Stewy hizo un gesto ambiguo con la cabeza.

– ¡Vamos! Acabas de decir que…

– Que no la quiero en Suecia que es donde enviarás de regreso a GoJo.

– No, si ganamos y la contratamos. Eso tiene solución.

Stewy era consciente que no era tan fácil pero claudicó por el bien de la discusión.

– También es un poco deprimente. De nuevo golpeándonos con los mismos de siempre. La misma mermelada de la mañana, de la misma fábrica de mermeladas. En lugar de dinero en efectivo, y... Maldita sea, ni siquiera puedo fingir que quiero ver su maldita cara sonriente sueca tanto como debería. No se lo digas a Joey.

– Uh. Lo apuñalamos en la cara. ¿Cómo te parece eso?

– Y despegamos a la luna – ironizó.

– Tenemos capacidad de endeudamiento. Tenemos la ventaja creíble del registro. Podemos gestionar sus activos pero ellos no pueden gestionar los nuestros. Los accionistas de GoJo están perdiendo la fe en el puto robot sexy de los cojones.

Stewy hizo un pequeño sonido de queja ante esa definición. – ¿También te lo vas a follar antes de despedirte? Por mí no te cortes.

Su amigo sonrió cariacontecido. – No, lo siento, lo siento... Fue… Me estaba burlando. No debería. No puedo entender qué paripé están haciendo, ¿vale? La jodida narrativa, no le va a servir. Es una jugada desesperada de él queriendo pasar por puta familia. Quiero decir… Hasta el tío Ewan le ha captado. Lo lamento. Y uhm…

No necesitaba decirlo.

– Son míos, Ken, vamos…

–Vale. Vale. Lo siento, creo que he hecho demasiadas veces esta pregunta hoy.

Stewy no lo entendió. Movió la cabeza confundido.

Kendall lo intentó de nuevo:

– Pero de todos modos, ¿estás seguro?

– ¿Quieres decir que si recuerdo haber hecho el amor con ella antes de que Matsson fuera siquiera un pensamiento semi-original aquí?

– De todos modos… Vale, olvídalo… Tienes razón. Es Vinnie. Ella está loca por ti, hermano. Hablemos, hablemos de la empresa.

Stewy asintió. – Supongo que los precios apuntan en la dirección correcta. Para lo que decías.

– Exactamente. Pon a mi gente, destruye su C-suite. Decimos que va de putas, que le pone los cuernos con lady boys cuando va a Tailandia los veranos. Lo estrangulamos en el suelo y absorbemos su poder. El maldito vikingo al revés.

Stewy forzó una mueca parecida a una sonrisa.

– La buena noticia es que mi pelo no está ardiendo y no he cagado en el suelo ni he llamado a la policía. Pero…

– ¿Pero? – cuestionó Kendall.

– No soy tu idiota de siempre ahora mismo. Tengo que tener la cabeza bien puesta, no voy a arriesgar a Lavinia y los niños. Dame una semana o dos. No apresures la votación, ¿vale? Habla con la junta, acampa, no pretendas volarle la cabeza a la gente en dos malditos días. ¿Sabe siquiera si Mencken es el presidente? Ahora mismo puede parecerlo. Pero…


N/A: Estaba viendo los SAG Awards y ¡oh Dios! amo tanto el cast de Succession :')