"Ten times out of nine, I know you're lying
And nine times outta ten, I know you're trying
So I'm trying to be fair
And you're trying to be there and to care […]

Nine times out of ten, I'm in my feelings"

– Love Drought (Beyoncé)

Capítulo 43. Estado

A la salida de la iglesia hubo un despliegue de silencios y conversaciones en voz baja.

Toda la gente importante de Nueva York había asistido al funeral. Como para perderse una función como esa…

Vio a su abuelo hablando con su abogado y amigo Roger cuando se dio la vuelta todavía con la mano en el brazo de Monique. El hombre le sonrió como si la conociese bien, aunque apenas habían llegado a intercambiar unas palabras. Ella saludó con la cabeza y se movió.

Lavinia comenzó a caminar hacia Lukas, sin estar segura de qué iba a decir después de todo, escuchando el sonido de sus propios tacones entre las voces a su alrededor.

Le dio la impresión de que habían vuelto varios capítulos atrás, antes de intimar, y ahora no sabía en qué capítulo se encontraban. Se sintió incómoda por su confesión, pero egoístamente no quería que las cosas cambiaran con él... no ahora.

Cuanto más pensaba en la situación con Lukas, más quería evitar tener que decir algo de lo que se arrepentiría.

Aunque no había ningún lugar adonde ir. No podías escapar de aquello hacia lo que habías escapado en primer lugar.

No había acudido nunca en serio a un terapeuta, pero estaba segura de que había algo que decir sobre su constante huida hacia adelante. Todos los planes que le había contado a Stewy, GoJo, Suecia... pasaban por él.

Le llevó un minuto recomponerse después de saludar a los recién llegados. Arreglarse el vestido y comprobar el maquillaje con el pobre reflejo de la cámara del móvil.

Se había frotado la cara demasiadas veces durante la mañana como para no estropear la máscara.

Había salido el sol pero la temperatura había bajado hasta los cinco o seis grados, y tiritó abrochándose mejor el abrigo.

Cuando Lukas se acercó, ella notó la expresión expectante en su rostro, seguida de una sorpresa vacilante. Él sonrió pero luego...

De cerca, se hacía más evidente el relieve disimulado de la corbata oscura.

Llevaba unos zapatos de cordones, bien enlucidos, y con una punta tan puntiaguda que si hubiera pisado a alguien le habría destrozado los pies.

Su padre y su amiga se habían quedado unos segundos atrás.

Hugo les estaba haciendo preguntas con alguien de seguridad. «Por precaución», había dicho.

Monique estaba mintiendo como una bellaca sobre su profesión.

El director de su periódico le había pedido la cobertura de las manifestaciones en la ciudad, pero Lavinia sabía que sería demasiado tentador no escribir unas líneas sobre el funeral.

La mayoría de los periodistas de las agencias estaban detrás de las vallas.

Monique había tenido una vez un medio novio consejal de los verdes que decía, riéndose, que los periodistas son como pequeños dráculas hambrientos: no pueden entrar en tu casa si no los invitas, pero una vez que están dentro no puedes echarlos hasta que se sacian.

«La prensa es libre», remataba el chico con ironía cuando ella se picaba.

Supuso que sus primos no se enterarían.

Monique no escribía para un periódico de gran tirada.

– Hola de nuevo – tanteó Lukas en voz baja, sin estar seguro de cómo estaban los ánimos. Movió las cejas, porque era un hombre expresivo. – Espero que no te haya molestado que haya guardado el secreto de Monique.

Lavinia parpadeó. Tenía que centrarse. Lukas parecía cargar con un cierto arrepentimiento pese a su rictus.

– En absoluto – Ella respondió, con gratitud en su voz.

Las palabras flotaron en el aire entre ellos, con incerteza. Lavinia respiró hondo, tratando de encontrar las frases adecuadas.

– ¿Todo está bien? – quiso asegurarse Lukas.

– Sí – Lavinia confirmó – Nos vemos en la recepción, ¿vale?

Las últimas horas habían sido miserables, no había otra manera de decirlo.

Se alegraba que el funeral se hubiera celebrado con el ataúd cerrado. Todavía se le encogía el estómago al pensar en la reacción de Roman.

El pobre había embotellado su duelo hasta ese momento.

– ¿Lo de la India?

– Sigo las novedades. Todo está en calma – Ella lo tranquilizó.

Lukas ladeó la cabeza para mirarla y sus ojos azules atravesaron los suyos. – ¿Te llevo?

– No, no te preocupes.

Él desvió la vista hacia un lado. Lukas llevaba pintada en la cara una especie de impaciencia interna, muda.

Dejó escapar un leve suspiro.

– Realmente, uh, he estropeado las cosas… – aventuró con la mirada baja finalmente en ella.

Lavinia se echó hacia atrás físicamente. Pensó que debería ser más honesta con él.

– ¿Quieres la divulgación completa…?

– Por favor – Él respondió de inmediato. Le ofreció una mano para sostener la suya con cuidado y se frotó la barbilla afeitada con la restante. Fue un gesto cariñoso, casi caballeroso.

No hizo ninguna mueca ni ninguna señal de desaprobación. Esperándola.

Lavinia se mordió el labio. – No, para nada… Es sólo que no es buen momento.

Sabías que era un riesgo que no debías correr con él, pero lo permitiste de todos modos…

Después de unos segundos, Lavinia soltó su mano y pronto su padre y Monique se unieron a ellos.

– ¿Entonces este es nuestro chico? – preguntó su padre.

– Lukas Matsson. Gracias por el chivatazo – Monique dio un paso adelante con un guiño.

Su padre les interrogó de guasa, mirándola: – ¿Es a quien debo amenazar?

Lavinia se mordió el carrillo.

– No, papá… Pero deberíamos irnos. Por aquí empieza a haber mucha gente.

– Tú mandas – aceptó Liam.

– ¿Así nos darán una copa de champán en algún momento? – Intervino Monique – Estoy desesperada por algo.

– Bueno, yo no creo que deba beber, pero estoy segura – Vinnie sonrió levemente, entrecerrando los ojos para evitar la luz del sol. Se protegió la cara con una mano.

Su amiga le rodeó los hombros con un brazo. – Toma, unas gafas de sol – le ofreció las suyas.

Lukas permaneció en el mismo lugar donde estaba parado, inclinando un poco la cabeza hacia las dos chicas.

Hizo una mueca a Monique ladeando la cabeza, comunicándose en silencio.

Volvió a sonreír ambiguo hacia ella y abrió y cerró sus ojos azules.

– No más charlas. Os llevo en mi coche…

Lavinia sabía que aquel rictus de una sonrisa era su mejor baza. Cuando se soltaba, parecía más franco y menos sueco.

– Lukas…

– Dime.

– Es que no sé si es apropiado... Es solo para la familia y los amigos cercanos. Ya sé que en teoría… Pero no quiero empeorar las cosas con Roman.

Los medios de comunicación los habían inmortalizado a la entrada y a la salida de la iglesia.

Serían la comidilla rosa de las próximas semanas.

Pero lo más importante es que sus primos se enfadarían muchísimo con ella.

– No voy a bajar del coche.

– Pero…

Tenía otras cosas que decir pero no era el momento ni el lugar.

Todavía en la puerta de la iglesia vio a Josh Aaronson vestido con un traje oscuro. Y a Frank, y a Karl conversando con Layton.

– ¿Entonces aceptáis mi oferta?

Lavinia tomó una decisión asintiendo resueltamente, pero sus ojos rápidamente encontraron a Stewy entre la multitud.

Estaba bastante lejos.

No te hagas eso otra vez, se reprendió a sí misma.

No importaba cuanto la había consolado su presencia en la iglesia.

Necesitaba mantenerse firme y recordar lo que le había dicho antes. Después de todo, la vida no era una novela romántica…

Sintió como sus pensamientos se revolvían contra sí mismos y luchó con las emociones que la empujaban en direcciones opuestas. Estaba dividida entre la presencia constante que Lukas le ofrecía, aunque fuera sólo a través de su trabajo y su amistad, y ese amor dolor que compartía con Stewy y que parecía condenado al fracaso ante la realidad.

Dios, ¿por qué hace que te vuelvas un desastre?

¿Qué te pasa?

En cierto modo había sido consciente que Lukas estaba más y más de ella cada día y… se dejaba querer.

Era algo egoísta y pueril.

Todas las noches esperaba un cambio en la mañana, sólo para despertarse con el nombre de Stewy resonando en su cabeza.

Suspiró en profundidad.

No era lo que le convenía ahora mismo.

Mientras Lavinia sopesaba el futuro, se sintió frustrada. En cierta manera ya había tomado esa decisión cuando decidió quedarse con los bebés.

Aunque solo tuvo la opción de renunciar… a los bebés o renunciar a ellos dos juntos.

Merecía alguien que la apoyara incondicionalmente.

Lavinia comprendía que a veces el amor por sí solo no era suficiente para cerrar la brecha entre lo que era y lo que podría ser.

En momentos de debilidad es cuando uno se demuestra a sí mismo la voluntad de crecer…

Desde el principio, hubo una innegable incompatibilidad que ambos decidieron pasar por alto.

Tenía parte de culpa de eso.

La voz de Lukas interrumpió el pensamiento. – ¿Tu abuelo? – Lukas cruzó los brazos sobre el pecho mientras una mirada seria cruzaba sus rasgos. Sus ojos se movieron entre ella y el punto donde estaba Stewy.

Ella se dio cuenta pero lo ignoró mordiéndose la mejilla por dentro.

En cambio, Lavinia desvió su atención a su padre.

Era mejor no mezclar al abuelo con papá.

– Greg y mamá se encargarán.

Sus primos ya habían dejado de recibir el pésame de todos en la iglesia y se marchaban de allí.

Mientras el coche negro recorría las calles del perímetro norte de Nueva York hacia el cementerio de Woodland, Lukas mantuvo la mirada en ella en busca de… cualquier señal. Descendió los ojos claros por su rostro hacia sus labios.

Lavinia iba apoyada en Monique, su cabeza acurrucada en su hombro.

Ella notó su concentración.

El camino se hizo más largo de lo que parecía, una consecuencia de que la ciudad estuviera sitiada por la policía.

Varias avenidas del centro estaban totalmente cortadas.

Las palabras que Lukas había pronunciado antes se encendieron en su cabeza. Una vez había usado libremente frases como enamorarse y luego... Stewy era la única persona con la que decir "te quiero" había parecido correcto desde el principio.

Seguía sintiéndolo en la piel.

Todavía recordaba a Monique escribiendo un manifesto contra el amor romántico en su carpeta de la universidad.

Quizás no se habría metido en este lío si lo hubiera tenido presente.

Pero en aquel entonces no tenía ni idea.

Ella había cometido el ridículo movimiento de salir con Mark después.

Se mordió el labio, sintiendo que le dolía de insistir en el gesto.

Todo podría ser mucho más fácil con Lukas… Si lo hubieras conocido en otro momento…

Si las cosas hubieran sido diferentes.

Era infinitamente más atractivo e interesante que el promedio y sería absurdo pretender que no le hacía tilín de alguna manera.

Pero claro, con su suerte, era mucho más probable que hubiera terminado asistiendo a la boda de Ken y llevara con el corazón roto por Stewy una década y media.

Tal vez Stewy ni siquiera hubiera reparado en ella entonces. Oh, Dios. Para.

A medida que se acercaban a las puertas del cementerio, Lukas escaneó la calle casi vacía desde el coche.

Los establecimientos estaban tapiados. Las calles tranquilas en ese momento.

Cuando el coche se detuvo, Lukas se volvió hacia ella.

– No has dicho ni una sola palabra en todo el camino. ¿Te ocurre algo?

– Nada, estoy bien.

Lukas inclinó el cuerpo hacia delante.

– ¿Te importa si dejo que crean nuestra pequeña situación por unas cuantas horas más? Shiv piensa que mi nueva reputación puede ayudar con Mencken.

Lavinia asintió.

– Vale.

– Tengo una propuesta para ti y me gustaría que me dieras la oportunidad de – meneó la cabeza – contártela, ¿ok? Tiene que ver con lo que hemos hablado antes.

Ella se fijó en las arrugas en su frente. – Sí – dijo pensativa.

Supuso que no podía evitarlo.

No podía perder de vista que parte de su trabajo en GoJo dependía de que él pudiera confiar en ella.

Pero además, juntos caían como sin querer en… algo casi bueno.

¿Por qué no poner un poco más de sí misma?

¿Qué otras razones en contra tenía? Además del lío con Ebba.

Y que vas a enterrar tu carrera…

Lukas había estado pidiendo ya por un tiempo que dieran una oportunidad a lo que fuera esto: No debería haberla sorprendido tanto en la iglesia.

Pero la pilló con el paso cambiado quizás porque era en un momento de atribulación, quizás porque todavía estaba enfadada con el hombre más importante de su vida. Quizás también porque estaba embarazada y se sentía rara, o porque de repente tuvo que hacer frente a ese artículo sobre ellos.

Conocía a Lucas lo suficientemente bien como para sentir ahora la energía nerviosa que irradiaba su cuerpo.

Monique se aclaró la garganta. – ¿Vamos?

El chófer les abrió la puerta para salir pero Lukas la detuvo un segundo.

– Hache…

– De acuerdo. Sí…

Lukas se movió en su asiento en la limusina con algo serio en la mirada. Le puso la mano en la rodilla antes de que saliera del coche.

– Hasta luego.

– Gracias por traernos…

– Claro, Lavinia.

Por una vez en su vida tenía que pensar en sí misma. Porque era la manera en que aseguraría el bienestar de sus niños.

Era lo que había dicho a Stewy y estaba convencida.

Volvió a sentir náuseas.

Lukas retiró la mano de su rodilla.

Lavinia acaló los ojos. Lukas le levantó entonces la barbilla con dos dedos para que volviera a levantar la vista. – Nos vemos después.

– Igualmente.

A Lukas se le escapó la sonrisa, aunque incierta, al igual que a ella se le había escapado aquel igualmente como un formalismo fuera de lugar, un acto reflejo. Algo que no encajaba ahí.

Le dio un beso rápido en los labios. Un beso de roce, y ella le puso una mano en el hombro para retirarse. – Lukas…

– Lo siento, perdóname – él se disculpó apartándose.

En los ojos de Lukas vio ese qué de las oportunidades perdidas, ya no se dijeron nada más.


Stewy estaba de pie en la acera frente a la iglesia, mirando al vacío, como si buscara algo escondido entre los edificios.

Caminó un poco, intentando recordar cómo respirar bien, como calmar su piel bajo la americana. Algo en su interior le gritó que debía respetar el espacio de Lavinia como ella le había pedido. Ojala no fuera así. Debí…

Odió la opresión del cuello del jersey.

Su teléfono emitió un sonido agudo.

El nombre de Joey apareció en la pantalla.

No quería hablar con él ahora.

Pero el negocio llamaba.

– Hola.

– Hola.

– ¿Estás bien? – intentó su colega.

– Estoy en el funeral y eso, ¿sabes? Ya lo hablamos.

– Sí, súper triste – dijo Joey inexpresivo – Hablé con Sandi. ¿Te parece bien una reunión esta noche? Para hablar. El gran consejo está previsto ¿en dos días siendo optimistas? ¿Una semana?

Stewy suspiró. – Todavía no lo sabemos.

– De acuerdo. Recibido – Joey dijo. Pero no colgó. – ¿Cómo estás?

– ¿Acerca de?

– Sandi. ¿Nuestra socia? Ella está preocupada por ti.

Sabía por su tono que Sandi había hablado demasiado.

– Ahora no, tío.

– Yo solo… ¿Estás cabreado porque su pene ha estado muy cerca de donde está tu hijo? ¿O es más grave? Sabes que el feto no está en la vagina, ¿verdad? Tienes toda mi solidaridad, joder – hubo un ruido al otro lado del teléfono como si hubiera caído algo en la mesa. Idiota – Vamos, esta noche te invito a algo fuerte. Has estado muy callado estos meses, pensé que tal vez habías pasado página. Pero no lo sé, estabas raro. ¿Cuándo me lo ibas a contar todo? Hosseini papá, maldita sea…

Stewy solo…

Se presionó la nariz con dos dedos.

– Vete a la mierda, hostia. Y no vuelvas a decir vagina. Joder… Stuhlbarg.

– Ok, no te enfades con el mensajero. Pero os necesitamos a los Furness y a ti en el mismo barco. El sueco está pagando… siento que él también esté, ya sabes... allí, pero...

– No puedo hablar ahora si te importa…

– Pero colega, Stewy… no te cabrees tío.

Cortó la llamada.

Greg se abalanzó sobre él en la calle, dándole dos palmadas en la espalda.

– H-Hombre… Ha sido muy… emotivo, ¿huh? – Stewy resistió una oleada de sorpresa y luego de resignación.

Se pasó una mano por los ojos y le miró.

Greg continuó, sin ninguna preocupación en el mundo. – Estamos… estamos esperando un coche. Porque he… venido en bicicleta… antes. Pero mamá no puede, bueno… mejor no.

A su lado había otra figura, la madre de Lavinia, Marianne.

Era una mujer menuda, morena, puede que objetivamente guardara un leve parecido con su hija pero se le hacía difícil relacionarlas.

No le había gustado como le habló a Lavinia durante el funeral…

– Déjame a mí – Ella masculló hacia su hijo en tono de regañina. – Vinnie no nos ha presentado correctamente en la iglesia. Marianne Roy. Por favor, tutéame.

Stewy ladeó ligeramente la cabeza. – Soy Stewy. Lamento mucho tu pérdida – ofreció su mano y le dio un beso en la mejilla por educación.

La mujer olía a perfume de flores y a polvos de talco.

Su mirada se clavó en él, rompiendo su fachada de cortesía, y pronunciado un simple "gracias". Hubo un atisbo de interés en sus ojos claros, quizás de desaprobación.

Eran diferentes a los castaños de Lavinia.

Entonces Marianne le evaluó con la mirada de una forma que lo hizo sentir incómodo.

La madre de Lavinia sacó un paquete blando de cigarrillos de un pequeño bolso. Llevaba una pulsera de abalorios en la muñeca que tintineó.

Stewy sopesó las salidas que tenía, antes de que la voz de Greg lo devolviera de vuelta a la realidad. Necesitaba un momento para respirar.

– Uh, huh, ¿todo bien, tío? – preguntó el chico.

Vaciló pero su atención regresó a la mujer que tenía delante y que le estudiaba.

– Sí, si me disculpáis, tengo que atender unos asuntos – se pasó una mano por la sien.

Marianne le sorprendió cuando apretó el brazo un momento como para detenerlo físicamente.

Se detuvo en seco.

– Eres muy amable por tus palabras. Quería hablar contigo, espero que no te moleste –La mujer inquirió – Después de todo parece que estáis a punto de convertirme en abuela, aunque no quiero que me llamen de esa forma ni tampoco yaya claro. Eso me hará más vieja… ¿Cómo han tomado tus padres la noticia?

Stewy frunció el ceño.

Marianne sacó un cigarrillo, lo encendió, inhaló y exhaló el humo mientras le miraba seria.

– ¿Uno? – ofreció, tendiéndole el paquete de tabaco.

– No, gracias.

Ella asintió.

Pero…

Stewy presionó sus labios y… – Uno. Por favor.

Esto va a ser un desastre, pensó mientras cogía el cigarrillo.

Dio una calada en silencio cuando la madre de Lavinia le prestó el encendedor.

– Tus padres deben creer que Vinnie te ha querido ligar en corto. Ya sabes lo que dicen, los nietos de las hijas, no es lo mismo que los de las nueras. Espero que no piensen que es una buscona...

Stewy se mordió el labio. Tenía que admitir que por su tono no estaba muy seguro de si hablaba en serio, pero en su estupefacción no pudo evitar sentirse jodidamente protector con Lavinia.

¿Cómo iba a decir…? Aunque fuera una broma.

Stewy sabía que para Lavinia crecer con su madre fue muy complicado.

Pero estaba casi seguro de que había una parte de ella que aun anhelaba una relación adulta diferente con Marianne.

¿Después de todo a quién le agradaban sus padres en el instituto?

Era injusto, joder.

Se quedó en silencio un momento más: podía sentir el pulso en el cuello.

El cigarrillo en los dedos.

– En realidad están felices. Si a alguien le echan la culpa es a mí y con razón. Marianne... perdóname..., amo a tu hija y agradezco tu preocupación, pero por favor... tratemos de no complicar esto más de lo necesario...

Stewy intentó ser educado; después de todo, así es como lo criaron sus padres.

No pudo evitar pensar que Lavinia era un millón de veces mejor persona que cualquiera que la rodeara aquí.

¿Cuantas veces tendrás que darte de cabezazos en la pared al darte cuenta del daño que has causado?, se dijo.

No quería que Lavinia o los bebés pasaran por esto.

No quería que Joey hiciera bromas sobre ella… ni…

Tenía un nosequé de presión en el pecho.

¿Mierda por qué hacía tanto calor?

Marianne ofreció una sonrisa forzada, soltando el humo del cigarrillo. – No sé si te sirve de algo – empezó – Mi hija, bueno, es un alma delicada, con algunas espinas, como una flor rara. Lo entiendes, ¿verdad? No te lo va a poner fácil… Ya sabes, lo que sea que signifique.

– ¿Lo siento?

Marianne se reacomodó el chal que llevaba en la espalda, la mujer negó con la cabeza con una mueca como si le dolería una muela.

– Será muchas cosas buenas, pero es una chica que necesita mucha reafirmación. A la que rascas un poco sale la niña insegura. Debes pensar que soy un poco dramática…

Podría haber sido incluso una preocupación genuina.

Stewy no respondió. Su mirada se quedó en blanco por un momento.

Marianne alzó las manos como en una disculpa antes de apagar el cigarrillo con la misma cajetilla.

Él terminó tirando la colilla y pisándola.

Era una mujer guapa con un atisbo de cansancio grabado en sus rasgos.

– Bueno, lo siento, por meterme… Sería la primera vez que me cuenta algo. Así que en realidad… – Ésta hizo un signo de cerrarse los labios con una cremallera.

Stewy recordó fragmentos de lo que Lavinia le había contado sobre su vida en casa.

A veces la había pellizcado por frustración.

Marianne había usado un tono brusco con Lavinia en la iglesia, el aire de reproche de una madre que la habría mandado a comer al lavadero de la galería si retiraba el brócoli del plato con la excusa de un dolor de cabeza.

Pero hubo cosas peores.

Stewy respiró hondo y, finalmente decidido, dijo: – Lo que siento por Lavinia es… muy importante. Ella es una mujer increíble.

Era extraño tener que confrontar a la madre de Lavinia en un día como hoy.

Después de decepcionarla más, del funeral, del puto Joey…

Marianne se rascó distraídamente la piel de su ojo hasta que logró quitarse una pestaña que se le había caído. Se manchó la piel con ello.

– Mi hija…– suspiró – En fin… Es una cabezota. Lavinia siempre tuvo un temperamento difícil. Criarla fue siempre una lucha… Cuando de bebé empezó a sonreír siempre lo hacía a las carantoñas y ruidos de Liam y mis padres, nunca a mí… Me hacía sentir como una inútil. Mi madre decía que es porque ni siquiera se había dado cuenta de que yo era un humano separado de ella todavía. Pero la verdad… Ella y yo somos como dos imanes que se repelen. Es lo que es.

Stewy le sostuvo la mirada durante un momento.

Era sólo un bebé… joder.

Ni hablar.

– Con todo el respeto, creo que te equivocas. Lavinia no se siente así.

Su expresión fue seria.

Lavinia estaría devastada por esa explicación.

Ella nunca mereció nada de esto. Mierda.

Pero sabía que protestar más no lograría nada con Marianne. Eso sería inútil y terminaría mordiéndole el trasero.

Parecía haber tratado unos Roy u otros durante toda su vida.

Marianne sacudió la cabeza una vez como si fuera un asunto trivial.

La expresión de Stewy se arrugó por la confusión cuando ella dio un salto a la conversación con una media sonrisa.

– Eres un hombre con las ideas claras, ¿uhm? Dice Greg que mi padre está dispuesto a darte el beneficio de la duda... Aunque siempre ha sido así: lo que Vinnie quiere... – repuso con una mueca acompañada de la débil protesta de Greg a su espalda – Ya sabes cómo va, una chica guapa puede conseguir lo que quiera. Con lo del embarazo… se la ve muy compungida, pero ha sabido llevarlo bien, no muy en secreto si se le puede decir algo. Aunque a decir verdad, yo no tuve esa barriga hasta los cinco meses...

Habia acabado la frase como si… lo contrario fuera una falta de Lavinia.

Stewy se restregó la palma con la americana. Marianne lo observó como si quisiera decir algo más.

Stewy se aclaró la voz y empezó a abrir la boca pero no llegó a vocalizar sus palabras. Se humedeció los labios.

Ella se avanzó a hablar antes de que lo hiciese él.

– Esta otra parte de la familia… qué te puedo contar a ti. Pero Kendall, Roman han sido buenos con ella… y ahora ese otro chico. Parece un golpe de suerte sinceramente. Ha sido muy amable dándole el trabajo… ¿Sabes? Puede que mi hija no, pero yo creo que sí te recuerdo del último verano que estuvimos todos en Nantucket – y así de simple, dio otro giro de la conversación – Eras muy buen amigo de Kendall, erais un poco liantes por lo que decía Connor.

Stewy arqueó la ceja en señal de interrogación.

– Era un adolescente.

– Por supuesto.

Mientras escuchó a Marianne contar fragmentos de la infancia de Lavinia, no había podido evitar sentirse mal… Si tan solo pudiera cambiar el pasado para ella, hacer las cosas más fáciles.

La situación era completamente diferente a la debacle de Logan Roy y Caroline, pero aún así lo invadió un estado de ánimo sombrío.

No estaban capacitados para ser padres.

Marianne tampoco. Pero ella encima había sido una cría y obviamente tenía problemas.

Se aclaró la garganta antes de hablar. Dilo de una vez.

– Me siento privilegiado de ser parte de la vida de tu hija. Es un placer conocerte, Marianne. Pero tengo que reunirme con alguien pronto, así que por favor perdóname... Disculpad.

Greg, sintiendo la tensión el aire intervino: – Está bien, mamá, es hora de irse.

– Espero que la trates bien, una madre también se preocuparía por, no te enfades… las posibles diferencias culturales entre vosotros dos.

Oh, maldito infierno...

Esto también no.

Stewy sintió una oleada de frustración burbujear dentro de él, una mezcla de ira y exasperación por el tipo de ideas absolutamente equivocadas que Marianne estaba insinuando con aquello.

Pero se mordió la lengua y contuvo su respuesta.

– No estoy seguro de lo que quieres decir – contestó con una flema quieta, siempre educada.

Marianne agitó una mano desdeñosa. – Nada. No me hagas caso…

La mandíbula de Stewy se apretó y sus palabras fueron cuidadosamente medidas.

– Todo lo que puedo decir es que he cometido errores, pero me preocupo profundamente por ella.

Hizo de tripas corazón porque probablemente a ninguna madre le parecería de buen gusto que un idiota como él abandonara a su hija.

Livy merecía algo mejor.

Greg, sintiendo la tensión, intervino torpemente. – Mamá. Stewy estudió con Kendall en el colegio. Es tan americano como la tarta de manzana.

Stewy alzó una ceja casi hasta tocar su cabello.

Esa contribución fue casi peor...

Los labios de Marianne se curvaron en un gesto infeliz.

– Ella piensa que no me importa, qué tontería. Aunque, admito que ella y yo tal vez no estemos hechas para ser madre e hija – Sus miradas se encontraron y ella lanzó una sonrisa rotunda, como si acabara de zanjar un asunto importante. Greg anunció la llegada de su vehículo, salvándolos de una mayor incomodidad.

Una voz detrás de Stewy llamó su atención cuando ellos habían tomado distancia. – Chico…

Stewy presionó con dos dedos el puente de su nariz.

– Cállate – le reprochó Marianne a Greg entre susurros cuando se alejaban – Tú no has visto esa película de Sally Field. Era una de mis favoritas. "No sin mi hija".

– Mamá, por favor. Para – susurró Greg entre dientes.

– Tu hermana… Yo también lo tuve difícil. ¿Crees que no? 40 libras gané en mi primer embarazo.

A medida que se distanciaban, Stewy abrazó el aire más frío de la mañana.

Por un momento la calle se había vuelto sofocante.

Si hubiera hecho las cosas bien, a estas alturas podrían haberse fugado para intercambiar votos en alguna playa exótica a punto de formar su propia familia.

¿A qué le temías? ¿A querer esa vida?

Pero ya lo hacías, joder. Sólo un idiota no lo habría sabido.

¿Qué hacías con alguien como ella si no?

Quizás no había querido que las cosas se complicaran, pero no tenía sentido, porque no podía controlar como Livy lo hacía sentir.


Un pequeño grupo había llegado al cementerio.

Sólo la familia y los amigos cercanos. La gente estaba saliendo de los coches. Personal de la funeraria. El cardenal y sus asistentes.

Hubo saludos en murmullos y abrazos perfumados, unas cuantas personas saludaron a Lavinia educadamente con la cabeza.

Luego, un saludo tenso entre Ewan y su padre Liam.

– Ewan, lo siento mucho.

– Gracias. ¿Vas a quedarte mucho tiempo?

– Bueno, no sé… supongo que no.

Intercambiaron dos gestos tensos.

Construido sobre colinas, el cementerio cubría más de 400 acres con caminos bordeados de árboles.

A ella no le gustó particularmente el mausoleo de Logan, mucho menos en comparación con algunas de las tumbas preciosas de piedra de mármol blanco con lápidas elegantes y estatuas de ángeles que había hasta este punto.

Pero no era un lugar alegre.

Saint Ignatius había resultado una iglesia imponente, aunque con pretensiones, quizás desubicada en medio de una ciudad como Nueva York. Las enormes columnas de mármol, la piedra rosa, la simetría.

El cementerio tenía un encanto aún más especial. Aún si no en ese punto concreto…

En la entrada por donde había accedido su coche habían podido ver como se abría una gran plaza cuadrada, sin tráfico, con una docena de acacias tranquilas y una gran fuente que con cuatro pájaros cardenales de piedra, con la escultura de una joven llorando sobre el mármol, seguramente de algún escultor celebre.

– Echaremos mucho de menos su sonrisa, ¿huh? – ironizó su padre en un susurro cuando se acercó cogiéndola del bracillo. – Creo que Ewan me va a comprar él mismo el billete de vuelta si no desaparezco pronto después del entierro.

Lavinia se volvió y miró a su padre. – ¿Te irás a casa o?

– Supongo que sí, quiero alquilar un estudio en la plaza del mercado, aunque volveré para conocer a mis dos nietos – dijo, y besó paternalmente su mejilla – Eso suena extraño. Tengo 52 años. ¡Por el amor hermoso! Qué mayor me has hecho de repente. Claro que las canas no ayudan. ¿Te gusta? – se puso una mano en el pelo – Me lo teñí en Riga. Un compañero del hostal en el que estaba me recomendó un barbero.

Liam se rió en voz alta aunque no era muy adecuado reírse en un entierro.

Varias personas se giraron para mirarles.

– Papá…

Lavinia observó a sus primos después de arrastrar a su padre unos pasos más adelante.

Tal vez Ken y Shiv estuvieran empezando a sentir que lo peor del día había pasado y que ellos ya habían hecho su parte. Pero Roman seguía preocupándola.

Le llegó ese vídeo que alguien había grabado y subido a las redes.

Incluso con el comportamiento horrible de Rome en muchas ocasiones, la grabación era un acto indescriptiblemente cruel.

Lavinia confió en que alguien recibiera las consecuencias de esto.

Le había parecido ver a Ray grabando con el móvil, pero no estaba segura.

En la iglesia, frente a toda esa gente, no había podido insistir a Roman para que hablara con ella más allá de un breve momento.

En ese momento, no tenían tanto público alrededor, pero tampoco sabía cómo acercarse para reconfortarle.

Había una distancia implícita pese a que le tenía cariño y habían sido amigos de niños.

Porque ningún Roy mostraba emociones en público si podía evitarlo.

Sabía que su primo se sentía avergonzado por haberse roto en la iglesia y que probablemente ahora mismo sentía como si se lo fuera a tragar la tierra.

Lo peor es que era evidente que una mayoría de los asistentes al funeral coincidían en su fracaso.

Lavinia sabía que había muy poco que pudiera hacer aparte de otra mentira piadosa y eso era algo que no le había ido muy bien.

¿En qué mundo importaba…

En uno en la que ahora mismo estaban juzgando a sus primos en base si eran lo suficientemente estables para liderar la empresa.

Observó cómo sus primos se acercaban al panteón su tío abuelo.

– Oh, hombre.

– Mira esta cosa. ¡Jesús!

– ¿Nunca te envió fotos? ¿No lo habíais visto? – escuchó preguntar a Connor.

El mayor de sus primos explicó a continuación cómo Logan había conseguido este lugar en una subasta.

Aparentemente esa monstruosidad la había construido un vendedor de productos para mascotas en línea y había costado 5 millones de dólares.

Jesús.

Lavinia apartó la vista hacia sus alrededores. Era difícil saber si Stewy vendría hasta aquí, pero pensó que no tenía por qué.

Le había prometido a Tabitha que la acompañaría al funeral, pero no lo había cumplido muy bien. Aunque ella…

Por un lado, la había hecho enfadar reclamándole respuestas a lo de Lukas...

No tenía ningún derecho…

Pero se había sentido reconfortada por la proximidad de Stewy cuando Roman tuvo su crisis. Era una de las razones por las que su amiga había querido poder echar una mano de él, ¿no?

Había una parte de Vinnie que había querido más que nada salir y consolar a Roman pese a que sabía que aquel era el lugar de sus hermanos.

Volvió a voltearse para mirar a las otras personas que se concentraban alrededor de las sillas que se habían dispuesto para, éste sí, el adiós definitivo a Logan Roy.

El sepelio era un asunto privado con familiares y unos pocos amigos como le había dicho a Lukas.

El ataúd colocado junto a la entrada donde el cuerpo de Logan reposaría.

Todavía era muy extrañarlo pensarlo.

La idea de la mortalidad de pronto le hizo sentir increíblemente ansiosa.

Mientras la gente se reunía, Kendall, Connor, y Shiv entraron a revisar el interior. Roman se detuvo en la entrada.

Liam interrumpió su tren de pensamientos. – ¿Todo correcto?

– Sí, papá.

– Bien, porque cuando eras pequeña tú estabas, ya sabes, muy apegada a ese demonio de Tasmania, quiero decir… Roman, lo cual es culpa mía y de Marianne. Pasabais todo el día uno encima de otro cuando las dos familias aún veraneaban juntas, nosotros no íbamos muy sobrados, pero tu madre hacía que nos invitaran y no sé si hicimos bien... Ibais juntos a la playa, cazabais bichos. No supe la norma de la piscina… hasta después – pareció irritado – No quiero ser malo en un día tan señalado pero sé que Logan pensó que yo había avergonzado a su hermano, un homosexual en la familia. Qué morro… ¡Dios! Tu abuelo al menos me odia porque dejé a su hija… ¿Te están haciendo pasar un mal rato por lo del embarazo? No me extrañaría.

Lavinia presionó los labios mirándolo. – ¿El embarazo…? No, papá.

– Yo no digo nada. Pero ese canal de ellos… no es lo más progresista del planeta – Liam bajó la voz como si estuviera conspirando. Recobrando el humor.

Lavinia se encogió de hombros.

– No creo que lo que haga yo les importe mucho, la verdad…

Ya tenía suficiente con sus propias tribulaciones, el corazón roto, la falta de apoyo por tener estos niños con un hombre que inicialmente no quería nada de ello, para pensar mucho en sus primos.

¡Especialmente en cuál sería el trato que recibiría cuando la compra se cerrara!

Era como meter la mano en un cubo lleno de cangrejos vivos.

Pero Lavinia estaba haciendo su trabajo, no tomando el control de la empresa.

Era un trabajo que podría haber hecho para ellos, pero Kendall ni siquiera tuvo la consideración de despedirla personalmente después del tiempo que trabajó para él.

No podía sentirse mal por eso, excepto tal vez por Rome.

Y Roman estaba empeñado en hacer de este país un lugar peor.

Sacudió la cabeza. Notó su vientre duro cuando se llevó una mano a él, tal vez porque llevaba mucho rato tensa…

Pero agregó pensativa:

– Te fuiste tres años como si te hubieras divorciado de los tres…

– Hija…

– Lo siento. No debería haber dicho nada.

– Sabes como quería a Roger…, y os mandé regalos y cartas aunque Marianne las escondiera. Fui un cobarde, no tuve el coraje para enfrentarme a tu madre o a tu abuelo. Pero…

– Déjalo en serio…

Liam chasqueó la lengua.

– Me alegra que vinieras a vivir con nosotros, cariño, sé que siempre he estado muy despistado. Cuando Roger me preguntó si creía que ya tenías el periodo o debíamos tener esa conversación contigo… no sé si estaba preparado para tener una hija adolescente a mi cargo. Eso es verdad…

Lavinia alzó la vista hacia las ramas de los árboles.

De hecho fue la madre de Monique quien le dio su primera caja de tampones. Puede que para alivio de Roger y su padre.

También era ella quien siempre le intentó sonsacar por los chicos.

– Ya no importa.

Liam suspiró.

– Tengo que confesar que tu hermano me lo contó primero y Monique llenó algunos blancos. De ese hombre, de lo embarazada que estás… No creo que ese tal Stewy haya hecho un muy buen trabajo, ¿eh?


El sol se escondió entre los robles del cementerio, dejando de proyectar su frío resplandor sobre los dolientes reunidos frente al panteón que había escogido Logan.

Estaba nublado pero todavía era claro.

Sería casi de noche cuando se dirigieran a la recepción que los Roy habían organizado posterior al funeral.

Marcia, una figura elegante vestida de negro, estaba de pie junto al ataúd, no habían ojos enrojecidos por las lágrimas.

Caroline miró a la última mujer de Logan durante un momento antes de desviar la mirada a su nuevo marido. – ¿Qué estás haciendo?

– Garabateando unas líneas que me gustaría dejar sobre el ataúd como muestra de… afecto.

– Si insistes, querido.

Movió la cabeza. Ahí estaba Liam Hirsch.

Tan joven, alto, guapo y gay como siempre.

Un castaño mucho más claro que no disimulaba bien el gris.

Logan utilizaba la existencia de ese hombre para meterse con su hermano pero no es que le hubiera gustado un pelo.

Decía que hablaba mucho.

Que tenía demasiado pluma.

Al menos esa vez que Marianne pidió que lo colocaran en uno de los periódicos.

Caroline simplemente encontraba divertidas sus «travesuras» en California… Sí, algo así.

Qué desastre de hombre…

En medio de los rostros sombríos que la rodeaban, la mirada de Caroline se posó en su joven sobrina, Lavinia.

La nieta de Ewan estaba junto a su padre, sus ojos castaños revelaban una mezcla de algo parecido a la concentración y, tal vez, un atisbo de tristeza.

Seguramente no era por el alma de Logan. Pero bueno, quién podía culparla.

La vio alisarse las arrugas del vestido villutado mientras hablaba.

De pequeña era una monada.

Aunque eso no era del todo cierto… Roman la hubiera devorado el primer día si hubiera sido tan modosita como parecía a primera vista.

Siempre fue ese tipo de niño que menosprecia y es grosero con los que están debajo de él.

Debajo de ese exterior, un niño profundamente inseguro.

Caroline tampoco podía evitar notar el parecido físico entre Louise y esa copia suya del siglo 21. Los mismos ojos expresivos, pero una postura diferente, más retraída. Gracias a Dios, porque era muy siniestro ver fantasmas en un cementerio.

– Ven aquí, niña – le hizo una seña cuando la tuvo cerca. La chica dudó por un momento antes de avanzar. Lavinia sujetó su mano un segundo cuando le ofreció sus delgados dedos como saludo.

– ¿Cómo está tu padre? – preguntó Caroline con la rigidez británica pero con curiosidad. – ¿No nos ha traído ningún novio?

– No – confirmó Vinnie. – Él... Bueno, ya sabes… quedó viudo en marzo.

– Ah, sí, ahora lo recuerdo. Por eso viniste a la boda de Shiv.

– Eso es.

Caroline desvió la cabeza al ataúd de madera noble de su ex marido una vez más.

– Entonces, ¿tu abuelo finalmente ha dejado descansar a Louise, o todavía se aferra a sus cenizas? – preguntó – Lo sé porque tu tío no quiso que Connor hiciera lo mismo, ya sabes, cuando su madre finalmente murió en ese lugar espantoso donde la tenían. Pobrecita.

Lavinia se mordió el labio un poco incomoda por el interés. – El abuelo quiere que la entierren con él.

Caroline ofreció una pequeña sonrisa, más sarcástica que sincera, aunque Lavinia estaba casi segura de que era ambas. – Eso le hubiera gustado. Excepto por lo de estar todos estos años sobre la chimenea. Bueno, menuda era tu abuela. Sacó de quicio a Logan desde el momento en que se conocieron, a veces una podría estar un poco celosa. Oh, como lo irritaba siempre su cuñada… Créeme, lo intenté, puede que al final lo lograra.

Mientras Lavinia jugueteaba con las gafas de sol que le había prestado Monique, parpadeó en confusión.

– ¿Estoy segura que habría escuchado más de eso antes si ese fuera el caso?

Dios, esta mujer…

La aristócrata inglesa hizo un gesto ambiguo y su mirada se volvió divertida.

– No creas, querida. Oh, por cierto… Peter… – llamó a su marido – ¿… recuerdas a Lavinia? La nieta de Ewan. Ewan, ¿nos acompañas?

Lavinia movió la cabeza anticipando la llegada de su abuelo a quien vio caminar entre las sillas cuidadosamente dispuestas en el césped. Caroline le hizo una señal.

– Hola.

– Ewan – Caroline saludó – Le estaba contando a Lavinia antes como Logan y Louise eran como el agua y el aceite.

Ewan la miró por un momento antes de conceder de mala gana: – Tenían sus diferencias. Crecimos en un pueblo pequeño y él siempre fue un impertinente.

– Logan me contó una vez que tu abuela lo golpeó con un libro de geografía – añadió Caroline, mirando a Lavinia.

Era evidente que a su abuelo no le hacía gracia.

– En el colegio le metían cosas en el pelo trenzado para llamar su atención porque era guapa y lista... Logan no fue el primero, pero fue quien recibió su merecido – gruñó. – Ella cumplió su castigo con orgullo y Logan por supuesto se fue de rositas.

– Por eso la vieja escuela a la que asistí en Inglaterra mantenía a los niños y a las niñas separados – apostilló Caroline con sorna.

Peter, que estaba cerca, le sonrió: – Eso es muy Ana de las Tejas Verdes. ¿No era eso en Canadá también?

– Si nos disculpas. ¿Vienes, Vinnie? – Ewan preguntó, listo para partir.

Lavinia lo tomó del brazo, a pesar de que sabía que él diría «quita, quita, aun puedo caminar» casi al instante.

– Abuelo – intentó.

– En el pueblo tenían algo de celos de tu abuela cuando ella y sus padres llegaron, venían de Ontario y su padre conducía el único coche de la zona que no era de granjeros. Vivían en una casa en la colina – Ewan miró a su nieta – Me temo que Louise nunca habría aceptado mi invitación al baile del domingo si me hubiera reconocido como hermano de mi hermano. Tampoco le gustaba mucho Noah.

No se atrevió a cuestionarlo, pero pensó cómo era posible este hecho en un lugar tan pequeño. Quizás ella lo sabía pero decidió aceptar de todos modos.

Lavinia logró esbozar una pequeña sonrisa.

– Lo siento. Quiero decir... Todo, abuelo. Cómo terminasteis en Canadá... y lo de Rose... y Noah – aclaró.

Ewan guardó un momento de silencio pensativo.

La miró.

– Bueno, perdimos un futuro con nuestra hermana, a quien ambos amábamos muchísimo… Quizás habría sido un futuro diferente – reflexionó con un atisbo de algo más – Es fácil idealizar a aquellos que nos dejan demasiado pronto. Pero basta con ver a sus hermanos mayores para darse cuenta de que es posible que Rose no hubiera sido la dulce niña que imaginamos sería para siempre, ¿uhm?


Cuando Liam, Greg y Monique tomaron asiento en las sillas blancas que quedaban libres, los ojos de Tabitha se abrieron con curiosidad. Sabía que los padres de Lavinia eran jóvenes cuando la tuvieron, pero el padre de Lavinia parecía incluso más joven que Connor.

Era un poco inquietante que tuviera una de esas caras que parecían familiares pero que simplemente no podías identificar.

Le resultaban curiosas las historias que había escuchado.

No pudo contener su interés y cuando Lavinia se acercó para comentar con ella la jugada antes de sentarse, soltó suavemente: – ¿Cómo de jóvenes eran tus padres cuando te tuvieron?

– Umm. ¿Dieciocho?

– ¿Me lo presentas? ¿A tu famoso padre?

Lavinia miró a su amiga elevando una ceja pero decidió seguirle la corriente.

Sus primos estaban saliendo del panteón de Logan en ese momento.

Willa les hizo una seña con la mano libre para indicar que se apartaba un momento del grupo.

Estaba hablando por teléfono con alguien del mundo del teatro. ¿Acaso volvía Sands a escena?

No sería raro que todos ellos y sus tribulaciones acabaran en Broadway algún día de estos.

No la culparía.

Monique estaba concentrada escribiendo en el móvil a toda pastilla.

– Estaba diciéndole a su hija que es usted muy joven – Tabitha abrió fuego con Liam Hirsch.

Liam hizo un gesto de interés, levantándose para dar dos besos a la chica rubia. – Oh, tutéame por favor. Me gusta tu amiga, hija – admitió con una sonrisa entre dientes.

– Podemos organizar una cena en mi piso de Nueva York un día de estos. Lavinia y yo tenemos que elegir pronto una ilustración para las botellas del vino de hielo que queremos cultivar en un lugar del… Quebec cuyo nombre no me acuerdo bien – sonrió.

– Bueno, eso…

– Eso sigue en pie, ¿huh? No quiero que te desanimes.

Tabitha le dio un codazo amistoso en el brazo a su amiga y cuando se retiraron un poco añadió:

– Tengo amigos que puedo presentarle a tu padre. Aunque empiezo a ver porque no deberías tener bebés gigantes con Matsson. Tu familia, él… todos son muy altos cariño... Yo también me lo pensaría… Stewy se queda más en la media… Me refiero a la altura.

– ¡Tabitha! – susurró escandalizada.

Su amiga contuvo la risa.

De repente, Lavinia fue a presentarle a otra persona pero se quedó a medias.

Volvió a girarse hacia su padre.

– ¿Dónde está Monique?

– Escondida entre esos arbustos hablando con su jefe.

Tabitha ladeó la cabeza. – ¿Tu amiga, la periodista?

– Sí, ya sé, me van a matar… Le he hecho jurar que cualquier cosa que escuche es off the record. Pero después de todo el trajín que ha tenido no quería que se fuera al hotel… Espero convencerla para que se quede unos días. Me hace mucha falta teneros a mano… – arrugó los labios en una mueca.

– Siempre, cariño, ya lo sabes. ¿Por cierto crees que esto va a comenzar ya?

Lavinia suspiró. – Sería genial porque ya vamos con diez minutos de retraso.

Siguiendo a otras personas, Tabitha se retiró a su fila después de darle un apretón amistoso a su brazo.

– No te preocupes por Martens – Liam tranquilizó a su hija sobre Monique – Vi el correo electrónico de su jefe. La necesitan en Nueva York para las protestas de esta noche. Y la única foto que está usando es mía, o mejor dicho, usará mi firma. Solía trabajar como periodista, ¿recuerdas?

– Papá…

– Tu tío abuelo pasó toda su vida burlándose de mí, tengo derecho a hacerle un poco la puñeta una vez muerto. Nada… Lo último que quiere Monique es estresarte más, hija. Estaba preocupada por ti, enviándole todos eso mensajes de texto a tu chico rubio desde el aeropuerto hasta la iglesia. Además, es un diario belga, nadie de aquí va a leerlo.

Mientras el grupo se reunía para el último servicio religioso, los hombres de la funeraria empezaron a mover el ataúd.

– ¿Hugo está llorando? – Greg le susurró cuando estuvieron sentados.

–… y enjugar cada lágrima de vuestros ojos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. – acabó el oficiante.

Peter se acercó a la caja para dar dos golpecitos a la madera y dejar una nota.

Después de que el féretro desapareció de la vista en el panteón, Roman se retiró apresuradamente.

Kendall extendió la mano para ofrecerle consuelo, pero él la hizo a un lado. Incluso ignoró a Tabitha, que estaba sentada discretamente un par de filas detrás de ellos.

Lavinia agradeció que su amiga hubiera usado su carta de nadie-en-la-familia-sabe-exactamente-si-me-dijo-que-cortaba-conmigo para venir hasta aquí.

Sabía que ella no podía hacer mucho más que ella para ayudar, pero se puso de pie para alcanzar a su primo.

Blandió la cabeza como un niño disgustado con la pelota pinchada.

– Te lo dije, déjame en paz – espetó Roman, cerrando cualquier intento de conversación.

Lavinia vaciló y la expresión de dolor de su primo la disuadió de seguirlo al interior del coche.

Ella entendió que decir nada más le habría hecho sentir aún más ridículo.

Cuando todo el sombrío procedimiento del entierro llegó a su fin, Marcia pasó junto a Lavinia por azar.

La había visto hablar con Shiv hace dos minutos. – ¿Lo llevas bien?

Lavinia logró esbozar una sonrisa. – Sí, me apaño. Lamento tu pérdida otra vez. Yo…

La viuda de Logan le puso una mano en el hombro con gratitud. – Merci, ma chérie.

Los ojos de Lavinia se abrieron con sorpresa cuando vio a Stewy discretamente parado cerca de un roble gigantesco. Le siguió una pequeña conversación que alivió algo de su angustia, pero ninguno de los dos presionó más. No en este momento.

– No sabía que al final habías venido…

– Traje a tu abuelo. Junto con Diego – respondió Stewy, su voz era suave, cálida. El afecto era palpable.

El mismo tono de cuando solo le estaba contando su día en la cocina de su ático, cogiéndola de la cintura con una sonrisa jugando en sus labios.

Lavinia sacudió levemente la cabeza, con una expresión de perplejidad en su rostro.

¿Por qué su abuelo hacía esto?

– ¿Disculpa?

– Me pidió venir en mi coche en lugar del de la familia y debo decir que antes tuve una conversación bastante esclarecedora con tu madre – continuó, ofreciendo una sonrisa tranquilizadora.

Lavinia miró fijamente a sus grandes y bonitos ojos marrones oscuros, sintiendo la seriedad de sus palabras.

– Stewy…

– No te preocupes, Livy. Pero no la dejaremos sola con... Kian y mini tú en el corto plazo – ofreció.

Sus palabras trajeron una sensación de familiaridad, lo que hizo que Lavinia se mordiera inconscientemente el interior de la mejilla.

– No sabemos si... la doctora pudo equivocarse y ni idea sobre qué será el otro bebé – murmuró ella. – Siempre podemos buscar otro nombre. Tu opinión me importa… Cuando lo elegí, no... no contaba con que fueras parte de esto.

Stewy se mojó los labios y ella tomó aire.

– Lo sé. Pero me gusta Kian… – confesó – Funciona en inglés y persa… Y mi madre te adorará por siempre. De todos modos, probablemente no confía en mí para elegir un nombre, no es fanática de Stewy – su boca casi formó una sonrisa.

Un nudo se formó en la garganta de Lavinia mientras luchaba por contener la ligera humedad que le picaba los ojos.

Se encontraba con la guardia baja…

Stewy dijo: – Sabes, tenía curiosidad…

– ¿Acerca de?

– Si tu madre sería como todas las demás madres de las novias que tuve en la época universitaria. Odiaba esa maldita película con pasión…

Lavinia le dirigió una mirada perpleja.

– No te entiendo.

Él sacudió la cabeza.

– Te amo. Que les den a todos, Livy. No me importa – profesó, con una sensación de determinación en su tono.

Stewy siempre había mantenido relaciones de amistad con sus ex, pero sabía que esto sería diferente.

Podía imaginarse sintiendo lo mismo por Lavinia ahora que en los años venideros.

Sabía que ella le quería, joder.

Se vio a sí mismo yendo a buscar a los niños y queriendo hacerle el amor en la puta casa que compartiera con otro.

Y ella podría rechazarlo, pero él estaba convencido, no para siempre… Porque podía ver su barbilla temblar un poco, su mano calmando su estómago sin que fuera un gesto del todo consciente, sus ojos brillando por las lágrimas retenidas.

Quizás no lo lograrían, pero estaban atrapados aquí para siempre.

La quería y eso no iba a cambiar.

No sabía que más hacer además de decírselo.

Pero no se lo podía decir más sin resultar un capullo…

¿Tener citas? Se sentiría idiota en la mesa con otra que no fuera ella.

Saltaron un puñado de notificaciones en el móvil de Lavinia.

– Perdóname.

Stewy extendió la mano y puso una mano sobre su brazo en un gesto de confort antes de que ella se alejara después de una pausa, su corazón sintiendo una mezcla de emociones. Los dedos de ella hicieron clic ágilmente en las aplicaciones de su teléfono, deteniéndose antes de aceptar una llamada.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, después una respuesta.

– Diga.

La llamada telefónica le trajo una sesión de preguntas inesperadas. Un periodista llamado Andrew Gajda preguntó sobre los planes de Lukas con respecto a la compra de Waystar y el futuro de GoJo.

– Soy Andrew Gajda de Vanity Fair. Me preguntaba si podría hacer algún comentario sobre los planes del señor Matsson con respecto a la inminente adquisición, en vistas de la actual inestabilidad política.

Lavinia respiró hondo.

– El señor Matsson no está haciendo comentarios en este momento.

– ¿Eres, Lavinia…? ¿Su compañera? Sólo pido un pequeño comentario. Hemos recibido algunos tips sobre sus ideas para la empresa en Estados Unidos con lo que estamos planeando un perfil para la semana que viene. Nos sería de mucha ayuda si nos echas una mano. Será un buen perfil, te doy mi palabra.

Lavinia respiró.

¿Entonces esto no era sobre la India?

Se mordió el labio inferior.

– Te estoy escuchando Andrew…

– Nos ha llegado que el señor Matsson quiere que GoJo tenga presencia en todos los hogares estadounidenses para finales del siguiente año. GoJo ya ofrece televisión, cine, deportes en vivo… Pero nos han asegurado que GoJoGo pretende convertirse en una aplicación con funciones de compras en línea, apuestas deportivas interactivas y redes sociales a corto plazo en todos los países en los que tiene presencia. Una app para todo para todos. ¿Qué opinas? ¿Dirías que eso es correcto?

Tomó un poco de aire para concentrarse.

Lukas no escondía que tenía esa ambición.

Era algo público a estas alturas.

– Eso no es incorrecto no.

– ¿Entonces podemos decir que el objetivo es competir por el podio del streaming en América?

– Mmm.

– Eso lo haría tan omnipresente como Meta en pocos años. Algunos le tachan de loco, si te puedo ser sincero,… yo no, Lavinia. Me parece fantástico. ¿Se han resuelto las diferencias con Apple?

Ella se pasó la mano por la cara buscando concentración.

Un periodista adulador. Tu clase favorita, se dijo sarcásticamente.

Quiso ir con cuidado con esto.

Lukas no era el único tecnológico sueco obsesionado con las condiciones de Apple Store.

Para empezar, de eso se había tratado esa jornada en Bruselas con Ek.

– ¿Quién os ha llamado?

– No puedo decirlo pero ha sido alguien cercano a vosotros. Estáis cubiertos.

Lavinia pensó en ello un segundo. No, no se fiaba…

– ¿Eso es todo lo que querías saber?

– Bueno, me gustaría que me pudierais facilitar algunas proyecciones.

– Entiendo… mándame un mensaje con tu email y veré que puedo hacer. ¿Con eso ya puedes sacar algo, verdad?

Hubo un silencio en la línea.

– Sí, solo una pregunta… ¿Vais a casaros?

Oh, Dios…mío.

– ¿Perdona?

– ¿Qué si hay un compromiso?

– ¿Es esa una pregunta que Vanity Fair considera apropiada?

– Solo me preguntaba si tu tío lo sabía antes de… Lo siento mucho por cierto. ¿Realmente Waystar se está alejando de la familia? ¿O es un desvío? ¿Quién más seguirá? ¿Alguno de los hijos?

– No tengo comentarios sobre eso. Lo siento.


La gente se iba retirando.

Kendall se acercó a Hugo. Su cabeza burbujeaba con ideas. Las manos en los bolsillos de su mejor abrigo.

– Tengo algo para ti. Necesito que siembres historias en los medios.

– ¡Entonces soy el androide que estás buscando! ¿Qué hay que decir?

– Di que la adquisición de Matsson no cuenta con el apoyo de miembros clave de la familia.

– ¿Quién?

– No digas quién. Di que Matsson quiere la empresa a un precio irrisorio. Al consejo le llevan los demonios. Mi tío es un ermitaño. No será de la familia por follar con una prima lejana… y los niños ni siquiera son suyos. Lo que se palpa es que con lo de Living Plus, el alza tras el anuncio electoral de la ATN y demás, que Matsson subestima a Waystar. La oferta es muy baja. Y las revelaciones sobre la India… son chocantes, han provocado un escalofrío de ansiedad y pánico a través del consejo. ¿Lo entiendes?

Kendall no estaba dispuesto a las medias tintas. – Serás mi perro, solo que las sobras de la mesa serán millones.

– Guau, guau, guau.

Encontró a Stewy esperando su coche y le hizo un gesto de complicidad.

– Maldito vikingo al revés, ¿eh?

– Solo asegúrate de tenerlo todo controlado, Ken. Por favor.

– Bueno, tío, está chupado. ¿Confía en mí, sí? Vamos juntos en eso.

Stewy no contestó.


– Hijo.

Stewy alzó la vista hacia Ewan.

– ¿Quiere que nos vayamos?

– No. Seguro que tienes mejores cosas que ir paseando a un viejo como yo. Ahora sí, voy a usar el coche que han mandado mis sobrinos para retirarme. ¿Has hablado con mi nieta?

Stewy asintió sin parecer convencido.

– Sí, señor.

– Ya veo. El amor no es fácil chico. No cuando uno mete la pata. Disculpa… Ahí viene, Gregory – Ewan anunció la llegada hacia ellos de su nieto.

Stewy hizo una señal de retirarse discretamente.

Miró a su móvil.

– Si me disculpáis…

Abuelo y nieto se miraron el uno al otro.

– Ey. Abuelo. Entonces… Me mentiste. En la iglesia. Qué bien.

– Dije que no haría una escena.

Esto molestó a Greg de alguna manera.

– No te tengo miedo, abuelo. Despedí a cien tipos la semana pasada…

– ¿Oh, estás orgulloso de eso?

– Por cierto, Mamá y yo estábamos hablando y pensamos que no vendremos en Navidad este año.

– Entonces estás despidiendo a tu abuelo ahora.

– No – Greg se retractó – Sólo creo que eres tremendamente injusto. Y no siempre eres tan estricto como para mantener tus escrúpulos – miró a Stewy que se había alejado unos metros pero les lanzaba miradas furtivas. Alzó un poco la voz cuando él miró hacia allí – ¡Lo-lo siento, tío! Pero Matsson va a despedir a mucha más gente y luego hay… Dejas que Lavinia haga cualquier cosa pero si lo hago yo… Me has desheredado y ni siquiera te agrado.

– Me gustas lo bastante.

Greg negó con la cabeza. – No mientas.

– Nunca te gustó venir al rancho, a tu hermana sí.

– Vinimos los dos, no nos dejabas ver la televisión. Le hacías leer la Historia Interminable o la maldita Moby Dick y yo me aburría muchísimo.

Ewan le recordó que lo llevaba a pescar.

– Ella en realidad podría hacer cualquier cosa y a ti te daría igual – volvió a quejarse Greg.

– Tu hermana te quiere.

– Yo también… también la quiero. No estaba diciendo eso.

Stewy alzó la vista para observarlos un último momento.

Pensó en la conversación con Marianne.

Dejar a unos niños solos todo el día una y otra vez, incluso si estaba encerrada en una habitación de la misma casa, también era maltrato. Ewan debería haber pedido ayuda.

No había sido justo para Livy que era la mayor.

Él era otra persona que la había decepcionado.


La sala del hotel St Regis que sus primos habían elegido para la recepción posterior al funeral vibraba con el suave murmullo de las voces y el suave tintineo de los vasos mientras los invitados se mezclaban.

Lavinia se movió con gracia entre la multitud y entabló una conversación educada con varios asistentes.

Sabía que navegar por las traicioneras aguas de la política y las intrigas personales requeriría toda su concentración.

Si le preguntabas a Lukas, estaba radiante, una visión de sofisticación y encanto.

Mientras Lavinia hablaba con un grupo de invitados, Mencken la observó desde el otro lado de la habitación en plena conversación con Dylan, su asistente.

Tenía a Dylan y otros cuatro ayudantes reuniendo a quienes querían saludarlo. Además del Servicio Secreto por todos lados.

Paseó la mirada por la silueta de Lavinia, demorándose un poco de más en las zonas curvilíneas de su cuerpo. Entonces ella era la parienta del sueco, ¿huh?

Sí que se había dado prisa a cerrar la veda el puñetero.

La vio caminar hasta ese molesto chico alto e intercambiar unas pocas palabras.

Era una prima de los Roy, claro.


Lavinia sacó su móvil de su bolsillo y leyó los mensajes que tenía que responder.

Había calma en su teléfono a esta hora, más calma de la que el día parecía permitirse.

Monique saludó a su amiga, cerca de una ventana desde donde se veía la calle. – Lo que no entiendo es porque estás tan reacia… Podrías intentarlo sin expectativas de nada… Ahora mismo tu sueco está mirando en esta dirección.

Lavinia desvió la mirada hacia donde se encontraba Lukas. – Es complicado. Salta a la vista – se hizo una señal reprobatoria hacia sí misma.

Lukas estaba hablando con Oskar junto a una mesa, y Shiv acababa de sumarse.

– Eso le trae al pairo. He hablado con él por mensaje, ¿recuerdas? Tendrás que cerrar las otras heridas algún día…

– No lo sé.

– Déjate querer mujer.

Lavinia la miró. – ¿Cómo te ha fichado?

– Me dejó entrevistarle, aunque fue un capullo, ¿recuerdas? Además… mañana te enseño los mensajes que me ha mandado.

Lavinia la interrogó con la mirada.

Luego habló en un susurro.

– En realidad… Me siento mal por haber dejado que siguiera pasando solo porque… No estoy segura…

Monique sonrió. – ¿Cómo si te hubieras aprovechado de tu jefe? – levantó una ceja haciéndola darse cuenta de lo absurda que sonaba.

– No…

– No has hecho nada malo. El amor duele, cariño. Eso lo sé hasta yo.

Su amiga la abrazó.

– Te quiero mucho, Moni.

– Y yo a ti, tonta. ¿Estás segura que no estás… no sé… tirando hacia lo conocido?

– No, no es eso.

Monique le hizo un gesto con la cabeza pidiéndole permiso para tocar su estómago.

– Estás guapísima. Por cierto… al fin lo he visto… en el cementerio. El cabronazo de papá, niños.

Lavinia meneó la cabeza.

– Me sabe mal que no te puedas quedar a cenar…

Monique empezó a sacar su chaleco de prensa y una identificación del bolso.

– Tengo que ir a cubrir las protestas. ¿Desayunamos, mañana, sí? Toma – le dio un brazalete con la palabra "prensa" impresa. – Por si acaso siguen habiendo cortes en el centro.

Lavinia entonces cayó. – ¿Qué hay de tu… ligue? ¿Eso fue una extravagancia de papá o…

Monique rodó los ojos. – Nada. Hubo un pequeño flirteo al final de la noche. Pero resulta que está casado…


Fuera del hotel… Empezaba una noche complicada. Vallas. Policía.

Los asistentes a la recepción que llegaban más retrasados entraron al edificio entre crecientes medidas de seguridad.

En el salón de recepciones, hubo un poco de rifirrafe para hablar con Mencken.

Connor, Ken, Greg y Roman todos ocuparon su mesa en un momento dado.

– Enhorabuena a falta de una larga y apasionante lucha judicial – Kendall le estrechó la mano.

Todos los Roy querían un pedazo del presidente electo.

Unos para que se pronunciara públicamente sobre sus inquietudes regulatorias.

Otros por su posición personal.

Todos acudieron en masa a su mesa como si fuera The Bachelor y solo quisieran robárselo por un segundo.

Lavinia los observó de lejos con un leve ceño fruncido.

Parecía como si Mencken quisiera estar en cualquier otro lugar menos aquí.

Probablemente esto se reafirmó con Greg. Jesucristo.

Pensó que Kendall había conseguido el primer home run.

Pero Shiv se lo llevó a su terreno, y luego a su mesa.

Deberías ir para allá.

– Señor Presidente, sígame. Si es tan amable soy su equipo de rescate. Estas personas pueden aburrir a la vida misma…

Muy pronto Mencken estaba hablando con Lukas.

– Míranos, un rubio, un moreno y una pelirroja entran a un bar - un liberal, un conservador y un… ¿cuál es tu filosofía? ¿exactamente?

– ¿Privacidad, coños y pasta?

– Parmigiana anarcocapitalista – aclaró Shiv.

Hubo una pausa.

Pero Lukas continuó, tratando de hacer un buen papel.

– Entonces, felicidades… Ambos estamos muy ocupados, pero aquí está mi historia. Quiero Waystar. Hacerme con las noticias, los deportes, el archivo, las marcas, el talento y todo lo bueno. Y me gusta el acuerdo económico.

– Así que supongo – repuso Shiv – de lo que nos gustaría hablar es que sería lo que a ti, suponiendo que lo logres, te tranquilizaría, si él acabara siendo el dueño.

– Quiero ser muy franco, lo importante que es para mí que te sientas cómodo – aseguró Lukas.

Mencken los miró a los dos.

– No, no, la cuestión es que, a pesar de nuestras fricciones, siempre hubo una simpatía ideología con Logan.

Al final Lukas logró introducir la propuesta del director ejecutivo americano.

– ¿Oh, es una idea de Kinder, Küche, Kirche? – El presidente electo dijo refiriéndose a Shiv.

Después de seguir durante unos minutos con la conversación, Jeryd le hizo una seña a uno de sus guardaespaldas para que les asegurara más intimidad.

– ¿Sabes lo que me da miedo? La mierda que digo, en realidad, me la creo.

– Oh, ¿sí?

– Uuhm… sí. – Sus labios permanecían torcidos en lo que seguramente consideraría una sonrisa – Espera – sugirió – ¿No me presentas a tu prometida? No he visto un anillo… Quiero saber más del joven mago sueco punto com cuando se quita la careta.

Lukas asintió.

Lavinia se había mantenido en la periferia de la conversación.

Pero no demasiado lejos porque la junta podía ser en dos días o dos semanas y su trabajo al fin y al cabo era estar pendiente. Aconsejar, informar.

Aunque esto fuera más terreno de Shiv.

Lavinia dudó tratando de saber qué hacer, pero Lukas solo le hizo una señal con la mirada para que se acercara y cuando estuvo a su altura le puso una mano de cercanía en el hombro.

– Presidente, le presento a Lavinia Hirsch, nuestra jefa de comunicación.

– Con mucho gusto, Lavinia.

Los ojos del presidente electo se detuvieron en ella con un sutil atisbo de interés.

Consciente del insultante escrutinio, Lavinia tragó saliva y alzó la barbilla con un leve gesto.

Él no la estaba viendo como nada más que la chica de Lukas Matsson.

Era un fascista, seguro, y una figura que exudaba falso carisma como había podido ver en Virginia ese verano.

Lavinia detestaba a ese hombre, pero mantuvo el aplomo.

– ¿Niño o niña?

Lavinia se mordió la lengua.

– No estamos seguros todavía. Puede que ambos o dos niños o dos niñas – forzó una sonrisa.

Se sintió incomoda por la mentira implícita.

Debería decir algo.

Mencken miró a Lukas. – Caramba, papá por doble partida, felicidades. Te hacía… célibe o todo lo contrario… Si uno lee demasiados rumores en Internet ya se sabe – le hizo un guiño a ella – Creo que mis hombres de seguridad me llaman – se disculpó.

Lukas asintió volviéndole a dar un apretón de manos.

Finalmente, se dirigió hacia ella con una mano en su cintura, guiándola suavemente lejos de la mirada de los demás y hacia un rincón más tranquilo de la habitación.

Lavinia notó el calor de la palma de Lukas a través del vestido.

– ¿Puedo preguntarte algo?

Apretó los labios. – Dime.

– Lo de tu ex. Estabais… discutiendo en la iglesia. Sé que me has dicho que no era sobre él. ¿Pero hay novedades? Me gustaría saberlo…

Lavinia suspiró. – No hay nada nuevo…

Lukas asintió.

– Entiendo.

Se mantuvo muy cerca.

Se habría inclinado para sorprenderla con un beso, como quien no quiere la cosa… por complicidad, para hacer saber a todo el mundo que estaba a gusto.

Una osadía en un funeral. Sus labios en los suyos.

Pero esta vez se contuvo.

No fue la primera vez que Lukas notó el pecho Lavinia al inclinarse para hablar al oído. El olor de ella le sacudió una vez más.

Entonces Lukas bromeó. – Lavinia, debemos tener cuidado.

Sacudió la cabeza. – No te sigo.

La miró con una leve sonrisa, y la desafió con los riesgos calculados.

– Si alguien con tanto poder como el presidente muestra demasiado interés en mi prometida de pega podría tener que hacer algo drástico.

Le golpeó el brazo suavemente. – No digas tonterías.

Oskar les interrumpió para pedirle a él que cogiera una llamada.

Con una sonrisa conciliadora, Lukas apretó su mano antes de excusarse de la conversación.

Pero hubo una especie de pausa.

– Te debería dar las gracias por confiar en mí, – dijo Lavinia – sé que la adquisición es muy importante y yo no tenía la experiencia, sé que esto te preocupa.

Él hizo chocar la lengua contra el paladar. – Dice la mejor chica de la sala después de salvarnos la vida con la India… ¿Crees que lo he hecho bien? – la pregunta fue genuina.

– ¿Cómo?

– Lo que le he dicho al señor presidente… – levantó las cejas. – He visto que estabas pendiente.

Sabía que él había estado un poco nervioso y eso no era solo una puya.

– Sí. Sí, por supuesto.


La expresión de Shiv Roy se ensombreció mientras observaba a su prima Lavinia interactuar con Lukas. Las miradas sutiles y las sonrisas compartidas entre ellos insinuaban una conexión que Shiv entendía que Lukas podía aprovechar estratégicamente para obtener ventaja en Waystar Royco.

Como supuesta heredera al trono del imperio Roy, Shiv no podía deshacerse del sentimiento de desagrado a una situación que no acababa de entender.

A pesar de tratar de mantener una fachada de civilidad con su prima, sintió una punzada de molestia ante la idea de que Lavinia pudiera invadir un territorio que no le pertenecía.

No exactamente. Pero…

La perspectiva de ser eclipsada no le sentó bien, despertando una mezcla de resentimiento y competitividad dentro de ella.

Pero era estúpido.

Increíblemente estúpido.

Lavinia solo era una decoración bonita colgada del brazo de Lukas.

Ella la próxima CEO americana.

Mientras Shiv observaba la cercanía entre Lukas y Lavinia, no pudo evitar contemplar las implicaciones en su propia posición dentro de la empresa.

Decidida a proteger su posición y afirmar su dominio, Shiv hizo un voto silencioso de vigilar de cerca la dinámica en desarrollo entre Lukas y Lavinia, lista para navegar con astucia por la intrincada red de juegos de poder y alianzas dentro y fuera de la familia Roy.


Matsson se volvió a acercar después de responder a una llamada telefónica.

– Ey.

Lavinia lo miró a los ojos. – ¿Hay noticias?

– Es un sí.

– ¿Sí?

– Sí. Mencken cree que podría funcionar con un director ejecutivo estadounidense – luego moduló su voz – Tengo una cena con Lawrence a las 10. ¿Vienes?

Ella miró a la habitación.

– Si me dejas una hora. Quiero estar segura de que papá y Monique estén instalados en el hotel, ella acaba de marcharse, pero mi padre está por aquí en algún lugar.

– Oh por supuesto.


Lukas bajó al hall para salir a buscar una limusina que lo recogiera.

Oskar preguntó en la recepción por el coche.

Entonces lo vio salir del ascensor con la hija de Furness.

– Stewy Hosseini, hombre.

No pudo interpretar su mirada.

– Cómo te va – le ofreció la mano Sandi.

Stewy siguió su marca aunque ambos sabían que no era genuino.

Lukas decidió en aquel momento:

– Esperábamos hablar con vuestro equipo. La votación será en cualquier momento. Quizás tengamos ideas que puedan gustar a tu padre y los otros mandamases – sondeó con su mirada a Stewy – y nos puede interesar escuchar propuestas. Tengo un coche fuera porque después me reuniré con, alguien… sobre mi estrategia. Quizás podríamos hablar allí un momento.

– Eso es fantástico – asintió Sandi.

Lukas luego miró a Stewy, con una especie de sonrisa con dientes.

Éste simplemente hizo una señal con la mano para que guiara el camino.


– Oye, vamos – intentó defenderse Roman en conversación con Kendall en un sofá.

– Lukas y Shiv podrían haber llegado a un acuerdo con Mencken. Con tu amigo, sí – le reprochó.

– No, no. Teníamos un trato y él piensa bloquear el acuerdo…

– Está bien, hombre. No tenemos mucho sobre su cabeza. Así que puede que tengamos que mover algunas fichas y para eso te necesito – dijo Kendall.

La conversación fue de todo menos tranquila.

– No me encuentro muy allá ahora…

– Ya lo sé. Porque la cagaste. Pero no pasa nada.

– Joder, tío – Roman se puso las manos a la cabeza.

En ese momento se sintió muy solo.

– ¿De qué vas? – preguntó a su hermano.

– Son cosas que pasan es normal, intentaste imitar a papá y la cagaste.

– Qué asco das, no te pases. Coño.

Kendall se retiró dándole unos golpecitos en la cabeza y Roman no tardó en levantarse.

Era un mal momento para decirle nada.

Solo ocurrió que Lavinia estaba en la puerta del ascensor después de haberse despedido de Greg y Marianne.

Habría querido preguntarle por la conversación con Stewy pero en el último momento no estuvo segura de querer discutir.

– Ro…

Roman pasó por su lado.

– Que te jodan, que os jodan a los dos, hombre. A ti y al sueco.

Ella estuvo tentada de dejarlo ir, pero en el último momento decidió meterse en el ascensor con él.

Fue una decisión de la que se arrepintió inmediatamente.

– ¿Adónde crees que vas ahora, eh? Eres una traidora.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Lavinia frunció el ceño y se formó una arruga entre sus cejas. –Román, por favor, mírame.

– Vete a la mierda. – Roman apretó los botones del ascensor con impaciencia, con la mirada fija en cualquier lugar menos en ella.

– ¡Oye, oye! Estoy hablando contigo…

– No tengo nada que decirte. Hazte a un lado – Roman pidió cuando el ascensor llegó a la planta baja. – Apártate, zorra inútil…

La visión de Lavinia se nubló de rojo.

– ¿Cómo me acabas de llamar?

– Tú y tu posado de mosquita muerta, dejando que Ewan destrozara a mi padre en su elegía, durmiendo con Matsson, y ahora también con Shiv o tú sabrás. Eres jodidamente repugnante, hasta Hosseini lo va a ver...

– ¿Cómo puedes – murmuró con perplejidad, tratando de rodearlo.

Estaban en el hall del hotel.

Ella no fue muy consciente de haberle seguido esos pocos pasos desde el ascensor.

Se sentía abrumada.

Tocó su brazo, pero él le dio una palmada infantil a la mano para que lo dejara ir.

Hubo una pausa. Como si se hubiera dado cuenta que había estado a punto de empujarla.

Ella no pudo pensar con claridad.

A la mierda, todo él era una pose.

Estaba siendo cruel para escapar de esta conversación.

Y estúpido, muy estúpido.

– Roman.

– Piérdete, ¿quieres? No va contigo.

– Sí, sí lo hace.

Su primo hizo un sonido como de una pedorreta.

Ignoró el coche que lo esperaba en la calle.

Lavinia vio a caminar a Roman calle abajo con arrogancia maníaca y ojos perdidos.

Lo llamó pero su figura en retirada no ofreció consuelo, dejándola sola en la acera.

Lo vio pasar al lado de un puesto de policía donde un agente intentó advertirle que no fuera por ahí. Lavinia paró definitivamente en sus pasos a unos pocos pasos de ese policía.

Recordó que llevaba consigo el brazalete identificativo que le había prestado Monique.

– ¿Todo está bien? – preguntó dirigiéndose hacia los guardias.

– Va a haber cargas en la Quinta.

Rome…

La avalancha de gente más allá en la oscuridad se percibía caótica. Sudaderas negras con capucha, tejanos. Algunos con la cara cubierta.

Algunos manifestantes debieron enfrentarse con los antidisturbios porque el aire se llenó de gritos, olor a humo y sonido de cristales rotos.

Y ahora Roman estaba gritando antes de saltar una valla a varios metros de cualquier perímetro de seguridad. – ¡Que os den, gilipollas…! ¡Volved a casa!

Le perdió de vista en cuanto hubo superado la barrera.

La gente chocó con él, sin mucho interés, tropezó hacia atrás.


Lavinia, cuyo corazón latía con fuerza, se quedó en la acera mientras intentaba navegar entre la conmoción.

De repente alguien arrojó algo cerca de ella.

Un fuego artificial o un disparo. ¿Quizás un petardo?

Se escuchó el sonido de cristales rotos a la vuelta de la esquina.

Un pequeño grupo de personas con el rostro cubierto venía corriendo por la misma acera.

En ese momento, una oleada de malestar hizo que Lavinia perdiera el equilibrio y tropezara con el bordillo, no llegó a caer, pero un grito escapó de sus labios mientras un dolor agudo recorrió su abdomen.

Se dobló en agonía. Necesitaba ayuda, pero la gente que todavía estaba en los alrededores del hotel parecía no prestarle atención.

La policía se había desplazado al otro lado de la avenida donde los policías antidisturbios iniciaron una carga.

Y entonces, a través del caos, apareció una figura familiar.

Era Stewy con los ojos muy abiertos por la preocupación mientras se hacía paso entre la gente hacia ella. Extendió una mano para estabilizarla, su toque suave pero firme.

– Livy, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? – La voz de Stewy se llenó de alarma mientras la miraba a los ojos, buscando una respuesta.

Lavinia contuvo la respiración. – Algo está mal…

Stewy la abrazó contra su pecho mientras se abrían paso entre la multitud, decidido a llevarla a un lugar seguro.

Se movió con determinación, su pecho latía en sincronía con el de Lavinia. Le pidió a alguien cuyos pasos siguieron los suyos que pidiera ayuda, pero Lavinia no pudo ver con claridad.

– Espera, Livy. Estoy aquí. Conseguiremos ayuda.

Alguien dijo que había visto una ambulancia aparcada al final de la calle.


Cuando llegaron hasta los paramédicos, Stewy ayudó a subir suavemente a Lavinia sobre la camilla, sus manos sujetando las de ella con fuerza sin perderla de vista.

Lavinia sintió que una oleada de gratitud la invadía y sus ojos borrosos mientras apretaba la mano de Stewy.

– Lo siento – Las lágrimas picaron en sus ojos. Ella no sabía por qué se disculpaba.

– No hay nada que lamentar – murmuró mientras le daba un beso en la frente. La barba le hizo cosquillas en la piel cuando se apartó.

– Los bebés, yo… – se ahogó en un sollozo. Lágrimas calientes corrían por sus mejillas mientras sollozaba en sus manos. Él la estaba abrazando de cerca ahora.

Se frustró a si misma al no poder hablar por el llanto.

Todavía le dolía.

– Todo estará bien.

Lavinia levantó la mirada para encontrarse con las otras personas a su alrededor.

– Lukas… Ebba.

No entendió por qué…

– Hosseini venía a la cena con Lawrence. Pero Ebba te ha visto salir del hotel…

Pero ella volvió a doblarse con dolor y lágrimas en los ojos.

Un miedo profundo la atravesó por completo.