N/A: ¡Felices Fiestas! 🎄💖

La buena noticia es que tengo escrita una parte del siguiente capítulo así que es imposible que vaya tan tarde la próxima vez :_


"I can see you standing, honey
With his arms around your body [...]

You're not my homeland anymore
So what am I defending now? […]

Now I'm in exile, seein' you out"

– Exile (Taylor Swift, Bon Iver)

Capítulo 47. Noche de Yalda I

Stewy salió tambaleándose del club, las duras luces de neón de la ciudad le nublaban la vista. Su corazón latió erráticamente en su pecho, una señal segura de que había consumido demasiada cocaína esa noche. Se detuvo un momento, apoyado contra la fría pared de cemento, tratando de estabilizar su respiración.

Su mente estaba desordenada, una maraña de pensamientos y recuerdos, todos centrados en ella.

No sabía qué hacer sin ella y la incertidumbre le carcomía.

Sus compromisos laborales siempre habían implicado salir a reunirse con clientes y establecer contactos como hoy. Una de las cosas que ahora tendría que hacer era compaginarlo con su relación y la paternidad si quería que funcionara.

Pero primero tenía que recuperar a Lavinia.

Con un suspiro de cansancio, cerró los ojos, intentando bloquear el mundo que lo rodeaba.

Pero los recuerdos eran implacables, las imágenes de ella lo perseguían como sombras.

La noticia sobre el embarazo lo había golpeado como un tren de carga, y todavía estaba causando estragos.

Yo soy quien ha desgarrado tu corazón, y al desgarrarlo he destruido el mío... Y ahora no sé qué hacer conmigo mismo.

Mierda.

Sí, una noche como esta, en una discoteca, había gente con la que se hubiera podido acostar... Mentiría si dijera que no hubo ofertas. Pero al final solo la quería a ella.

No puedo dejar de pensar en tu sabor, en tu olor. Necesito dar fin a esta pesadilla.

Se encontraba atrapado en una tormenta de emociones, y digamos que estuvo explorando algunas vías bastante privadas para encontrar algo de consuelo en lo más profundo de sus propios deseos.

Últimamente, se masturbaba mucho. Estaba solo, cachondo y la extrañaba muchísimo. Así que… eso es más o menos lo que hacía para sobrellevarlo. Se sentía como una salida.

Tal vez empezaba a ser un masoquista de corazón. Pero lo había estado usando como válvula de escape, sobre todo después de este silencio de semanas.

Un compañero de Maesbury que salía del club llamó su atención al verle: – Hey, hombre, tranquilo. Los bebés son un caos. Rompen cosas, manchan cosas, dejan líquidos por todas partes… ¡Ya puedes aprovechar ahora!

Al infierno con Joey y su bocaza.

Mientras estaba allí, un destello de memoria cruzó por su mente. Incluso habría jurado verla en un momento de la noche.

En cierto modo, no era una alucinación, sino su maldita cabeza llena de pensamientos intrusivos.

La imagen de su rostro, su melena castaña y sus ojos suaves, permaneció en su mente. Pero estaba demasiado cansado y drogado como para regañarse a sí mismo por dejar que su mente le jugara una mala pasada.

El anhelo, el deseo de recuperarla, era un doloroso recuerdo de lo que habían perdido.

Stewy sabía lo molesta y frustrada que ella debía estar, y sintió un peso en el pecho al pensarlo. Ahora mismo no tenía que ser fácil para Lavinia, con su ruptura, el embarazo y todo lo que conllevaba.

Había leído algunas cosas sobre todo el proceso en el libro que guardaba en casa.

Ya había pasado más de la mitad del embarazo, especialmente tratándose de gemelos.

En su estado, Livy no estaría en un club. De hecho, se dio cuenta que su embarazo sería más visible que la última vez. Apuesto que lo estás haciendo genial… Sé que los bebés están creciendo fuertes, te estás cuidando y ya eres una madre estupenda y yo un idiota.

Él debería haber estado ahí para ella desde el principio.

Lo sé… sé que te hice pasar un infierno. No gestioné bien la noticia, lo sé. Metí la pata. Lo siento mucho.

Caminando hacia el sedán negro donde esperaba Diego, Stewy buscó el móvil en su bolsillo. La música del club todavía resonaba en sus oídos, el olor a alcohol y humo de cigarrillo se aferraba a su ropa. Había sido una noche lo suficientemente inocente tratándose de él y alguien tenía que asegurarse de que Kendall no saltara al Hudson.

Lo había dejado por su cuenta con un agente de viajes cuando encontró a los de su empresa.

Stewy tenía un tío de Alphabet a quien enseñarle algunos números.

Ken mencionó que quería irse a la mierda a Pucket o algo así y convertirse en monje budista. Sí, no eso no… pero aun así…

Mientras se acomodaba en el asiento trasero, los ecos de la juerga de la noche se desvanecían, a Stewy no le gustó la sensación de palpitación acelerada en su pecho. No planeaba morir joven por esta mierda, colega. Pero en ese momento, todo lo que quería era cerrar los ojos y sumergirse en un sueño nebuloso inducido por las drogas. Las consecuencias de sus acciones tendrían que esperar a otro día.


"He oído que has tenido un día duro con los medios. Si necesitas desahogarte… También me vendría bien un estímulo que no sea Oskar ;)" "✈👍🔥➡😜zzz!".

"Estaba pensando en la próxima gala. Definitivamente deberíamos tener un plan para darles una gran entrada…"

Ella releyó los mensajes de Lukas de hace unas horas.

Era el típico martes gris y helado en el que el plan perfecto habría incluido un chocolate caliente y una manta.

Pero Lavinia estaba sentada en su nuevo escritorio en la oficina de Waystar (ahora Waystar GoJo) en Manhattan, situada en el oeste de la penúltima planta. Una mesa amplia, junto a una ventana. Las cuatro y media de la tarde, y ya estaba oscureciendo. La ciudad estaba espectacular allí abajo con todos los adornos navideños puestos, pero desde aquí solo se veía un montón de tráfico.

La luz de la ciudad resplandecía intensamente mientras el sol se desvanecía en el cielo del atardecer.

Había tres bolas gigantes rojas con luces en el vestíbulo.

Un árbol decorado con adornos dorados en la placeta de acceso al edificio.

No había puesto ninguno en casa, solo unas luces blancas sencillas que había comprado en un quiosco del barrio para poner sobre los muebles del comedor y encenderlas por la noche.

Lavinia, inquieta y físicamente incómoda como no lo había estado en días, no quería complicarse mucho por ahora.

Pronto tendría dos pequeños humanos con quienes compartir la emoción de las luces brillantes y el momento de arrancar el papel de regalo.

Tenía demasiado en su plato con su embarazo y ese molesto cuaderno de trabajo repleto de garabatos y correcciones en rojo y negro: Despidos masivos, malabarismos con los departamentos, y divisiones enteras desapareciendo en apenas unas semanas.

Las personas cansadas y agotadas toman malas decisiones y con frecuencia se derrumban.

Así que intentaba centrarse en una cosa a la vez.

Tom era el doctor Cenizo, llevando al borde del colapso mental a docenas de empleados y proveedores.

Pero el mundo seguía girando allí fuera.

A esta hora cientos de personas iban y venían por las calles haciendo las compras navideñas. Des de First Street, en Greewich Village, hasta la calle 218 en el Uptown.

Aquí en Waystar, ella miró su mesa, sus lápices y bolis, sus carpetas, su ordenador portátil, su teléfono.

En otra época le hubiera gustado quedarse allí a oscuras y contemplar las luces de la ciudad mientras trabajaba en el ordenador e imaginaba las vidas de las personas allí abajo.

Ahora ella no podía esperar para volver a casa.

No tenía idea de qué hacer con sí misma, pero se dijo que, para empezar, debería poder estar bien sola. Porque esos niños la necesitarían más que nada y por eso, por sobre todas las cosas, ella tenía que estar bien, feliz.

Siempre le había encantado la Navidad, aunque no tenía muy buenos recuerdos de infancia de las fiestas. ¿Cómo podría? Recordó el bofetón de su madre cuando intentó defender a papá esa Navidad. Todo se vino abajo en esas fechas, ¿no?

¿Podía ser una buena madre siendo una mala hija?

Tal vez su cerebro le hizo olvidar poco a poco la intensidad de las malas experiencias o había fantaseado demasiado con ese futuro perfecto en el que solía refugiarse...

De la forma que fuera, su ilusión por la Navidad permaneció y con el tiempo le encantó cómo Brujas brillaba durante las fiestas. Las calles llenas de gente, las luces centelleantes, algunos años de nieve.

Tenía algo como de cuento.

Bueno, excepto por la turba de turistas que molestaban a todo el mundo todo el tiempo.

Su padrastro Roger y su padre solían hacer un gran qué de celebrar estas fechas y adoraban hacerse regalos.

A los dos les encantaba visitar mercados navideños y sentarse a tomar vino caliente con frutas y especias.

Se acordó del examen oral de neerlandés el año siguiente de llegar a Europa. De cómo había tenido que llevar una familia y describirla. Siempre que lo hacía, se sorprendían.

Que su madre estuviera en otro país, que su padre viviera con otro hombre y que hubiera llegado aquí pensando que solo tendría que hablar francés.

Vivir con Marianne se había vuelto imposible y… Tenías 14 años…

Tendría que haber estado muy enfadada con su padre. Él podría haber logrado estar con Roger sin abandonarlos a ellos dos.

Lavinia nunca había querido pensar demasiado en ello porque Roger había sido bueno con ella en esos años difíciles de la adolescencia. Si también estaba enfadada con él ¿Qué adulto responsable le quedaba?

No permitiría que Stewy hiciera sentir a sus hijos como un error.

Así fue como había comenzado esto, ¿no?

A ver si era sincera, ella lo estaba pasando mal.

Pero no podía hundirse.

Lo haría bien y lo haría sola si es necesario.

Esta época del año y todo el resto.

De cualquier manera, este año los niños todavía no habían llegado y no había tiempo para admirar la vista o escaparse al Rockefeller Centre o de tiendas; tenía que organizar todo lo relativo a la comunicación de la gala benéfica. Lukas le había confiado a Lavinia planificar cada detalle del protocolo del acto y de cara a los medios de comunicación.

Esto incluía conseguir el lugar, coordinar la lista de invitados: políticos, empresarios, gente de la alta sociedad, inversores, y asegurarse de que todos los aspectos de la velada transcurrieran sin problemas. Aunque era una cantidad importante de trabajo, Lavinia estaba decidida a demostrar su capacidad para gestionar con éxito un evento de ese perfil.

Sumándolo a lo demás.

Reorganizar la marca y prepararse para la avalancha de mala prensa cuando comenzaran los despidos.

Mantener a flote a un CEO contratado para comer mierda en el desayuno, el almuerzo y la cena mientras mantenía esa media sonrisa de cara a la galería.

Había decidido que haría las compras que necesitaba en enero.

Sería un infierno intentar hacerlo ahora que estaba exhausta y las calles estaban llenas.

Intercomunicadores, cunas, extractor de leche, ropa, sillitas… ¡Si no tienes coche, Vinnie!

No es que fuera a caber todo en su piso minúsculo.

Pero no estaba siendo fácil encontrar algo más.

Aquí Tom era amable con ella, pero Lavinia se daba cuenta de que, en estos días, la trataba como si se llevara encima una webcam espía de Lukas.

Ni una pizca de sinceridad en sus interacciones.

El peso de sus responsabilidades era tan tangible que casi podía verlo flotando sobre él.

Dado lo poco que a Lukas le gustaba tener paparazis detrás de él o esta ciudad en general, no estaba segura de si fue porque todavía no tenían idea de lo que sucedería con los votos de Wisconsin; o si Oskar y ella habían logrado hacerle entrar en razón y le habían convencido de que no era buena idea desaparecer en una bomba de humo justo después de comprar el quinto conglomerado de medios más grande del mundo.

Tenían pronto un evento en Asia con escala en Estocolmo, aunque Lukas iba a estar perdido unos días entre medias por temas familiares.

Esta vez, Lavinia no iba a poder escapar de este viaje como lo hizo con California.

Tom había concedido varias entrevistas a los medios desde que asumió el cargo.

Había sido… interesante.

Por suerte, Karolina les tenía la medida cogida a todos... Pero por eso se suponía que ella se encargaría de la parte estadunidense mientras que Lavinia asumía un papel más general como Directora de Comunicaciones y se coordinaba con el equipo de Estocolmo.

Se había tomado algunas libertades en las últimas semanas debido al embarazo.

Pero el primer mes después de la adquisición fue un torbellino de actividad para Lavinia. Como responsable de las comunicaciones, le tocaba estar en el centro de todo.

Cada día estaba lleno de comunicados de prensa que coordinar, gestión de crisis que supervisar y relaciones públicas que gestionar.

Se encontró haciendo malabarismos con un millón de tareas a la vez, cambiando constantemente de marcha para mantenerse al día con las necesidades siempre cambiantes de Lukas.

La presión era inmensa y la carga de trabajo parecía interminable.

No podía permitirse también sentirse como una impostora porque Karolina tenía más experiencia.

Lavinia había experimentado en primera persona el coste del estrés, por lo que intentó seguir las instrucciones de sus médicos.

Esta semana el equipo en Suecia había estado ocupado organizando una conferencia de prensa en Estocolmo a la que Lukas se había conectado en remoto.

Lavinia estuvo pasándole notas que había preparado y estaba segura de que habían hecho un gran trabajo.

Tal vez podría haber evitado el sentimiento de culpa ateniéndose al plan inicial de Lukas y desapareciendo con él en alguna isla de Gotemburgo.

Aunque eso habría dado inicio a toda una serie de especulaciones sobre el carácter de Lukas entre los inversores y en la prensa… A los mercados no les hubiera gustado.

Habría sido el movimiento equivocado como jefa del departamento de Comunicación.

Tabitha había estado haciendo todo lo posible para animarla a través de mensajes de texto. "Vi, ¡vamos! Podrías haber conseguido un trabajo como este hace mucho tiempo si hubieras estado en Nueva York". "Cuando vean que eres imprescindible los tendrás arrastrándose incluso después de unos meses de baja". "Diviértete el 27 y feliz Navidad, cariño".

En ese momento, Lavinia estaba pegada al teléfono esperando que alguien a cargo del espacio de la cena de gala le diera algunas actualizaciones para la nota de prensa de la previa.

"¿Quieres un consejo sobre lo del fucker de tu jefe?".

Deslizó el mensaje de Tabitha fuera de la pantalla.

Eso no significa que no estuviera preocupada por Lukas.

No sé... Las cosas han estado raras últimamente.

Sus ojos se desplazaron sobre las fotos que le habían enviado el equipo que trabajaba en la logística de la cena, cada una de las cuales era de un ángulo diferente de la espaciosa sala con numerosas mesas redondas cubiertas con manteles blancos, cargadas de cristalería, vajilla y velas.

La arquitectura de la sala mostraba un techo alto y elegantes columnas características del diseño clásico del edificio.

Todo esto era mucho más divertido que las frenéticas llamadas de los periodistas para entrevistar a Lukas o para sonsacarle información sobre los cambios.

El embarazo le hizo aborrecer tener que plantarse ante las peticiones absurdas.

Más que nada porque algunos de los periodistas veteranos eran realmente groseros cuando percibían una voz nueva al otro lado.

Odiaba tener que ser una bruja para mantenerlos a raya.

Eso sin contar a los paparazzi que la habían seguido al menos dos veces en plena mañana en Manhattan y que incluso le habían gritado.

¿Dormir? Bueno, eso parecía un lujo con el que solo podía soñar en estos días. ¿Y la comida? Tenía hambre todo el día.

Su cabeza… no paraba.

Cada vez que repasaba estos últimos meses, era como si lo estuviera mirando desde afuera. A menudo la hacía sentir más pena por sí misma de lo que le gustaría admitir.

Pobre Lavinia, que había estado tan enamorada… y no iba a dejar que él se saliera con la suya por… alguna razón.

¡Oh, para!

Mientras tanto sí había tomado algunas decisiones… Había decidido que no quedarse más tiempo en el apartamento de Lukas era para mejor.

Ni siquiera si fuera para quedarse trabajando de noche o los fines de semana.

No tengo que justificarme pero me siento extraña, rara… culpable por haber llevado las cosas con Lukas como lo he hecho.

Tal vez no lo incitaste intencionalmente, pero ¿hubo momentos en los que pensaste en aceptar sus avances por completo?

Es decir, toda la historia de la prensa.

Yo estaba sola, él era un consuelo, todavía no negaban estar juntos porque a la prensa le gustaba la historia de que él no era un vikingo reclamando tierra conquistada pero el heredero del imperio, siendo ella la sobrina de Logan y todo eso.

Encontrarse sola en su pequeño apartamento en Queens después de tantos días era claustrofóbico, porque lo único que podía pensar era en Stewy o en las veces que llegaba a casa del trabajo exhausta y miserable.

Lavinia solo quería que los bebés estuvieran aquí sanos y salvos, pero ¡aún quedaba mucho para ello!

Ni aun estando terriblemente enfadada con Stewy había dejado de pensar en él.

¿Podría cerrar los ojos y mandar en su cabeza de una vez y darse una oportunidad con el padre de sus hijos?

El tiempo que habían estado juntos… se complementaban fácilmente, nunca se había sentido tan próxima a alguien… No necesitaban tener intereses similares para ser perfectos el uno para el otro… eso no cambiaba el hecho de que se amaban locamente y ahora tenían lo más importante del mundo en común. Entonces…

Dios, qué ingenuo… No había una única persona para uno. La gente se separaba todo el tiempo ahí fuera…

Puso los ojos en blanco.

Necesitaba sentirse segura con él, saber que no se rendiría con ella.

Pero ella no era perfecta ni mucho menos.

Era demasiado orgullosa y terca.

No te líes con el miedo y la culpa… que mírate.

Por una vez esto no va solo de ti.

No podía evitar pensar que si tuviera a alguien a su lado con esa cosa debilitante del embarazo, tal vez la experiencia no se sentiría tan agotadora.

Cuando pasaba tiempo en su piso, se sentía como si estuviera aturdida, como un trapo tirado en el sofá. Estaría bien que alguien le trajera un vaso de agua, un antojo estúpido o las vitaminas o una manta…

Algunas noches terminaba durmiendo con los brazos alrededor de la almohada y los ojos cerrados con fuerza. Tal vez para fingir que un par de manos estaban secando sus lágrimas, que salían en ese momento solo porque no tenía idea de lo que estaba haciendo.

Por si fuera poco, odiaba tener que usar guantes y toda la parafernalia para limpiar de manera segura la arena de Toffee, porque no quería pedirle ayuda a Greg con eso nuevamente.

Era lo que había.

También estaba más cautelosa con Greg últimamente.

Lavinia intentó ser comprensiva con su hermano pequeño, pero estaba bastante claro que estaba jugando el juego corporativo o como fuera... y ella no quería que se aprovecharan de ella.

Lavinia pasó suavemente la mano por la pantalla de su iPad, donde había abierto un correo electrónico que mostraba una imagen familiar. A pesar de su mejor criterio, había llamado a su madre y le había enviado copias de las fotos que le había dado Connor.

"¿Qué te han parecido?"

"¿No se lo querrás enseñar al abuelo?" "¿Está visitando Nueva York otra vez?" "¿Para qué si puedes decírmelo?"

Lavinia arrugó la nariz intuyendo el tono de su pregunta en el mensaje.

Mientras alternaba entre papeles y pantallas, se había propuesto tomar descansos de diez minutos cada hora para aliviar la hinchazón de sus piernas.

Además, ajustó su silla para brindarle un mejor apoyo a su espalda y consideró pedirle a Recursos Humanos un cojín o un reposapiés. Sin embargo, no quería atraer más miradas extrañas del personal de Waystar. Así que quizás los compraría por ahí… No podía ser la primera mujer embarazada en esta planta. Es decir… había leyes, ¿no? ¿Gerri no tenía hijas?

Se sintió como una bolchevique cuando leyó con detalle sobre la licencia por maternidad en este país, el precio de las guarderías y el coste del alquiler.

Por no hablar de…

Era muy extraño ser… una de los dos únicos Roy en el edificio. Una parte de ella hubiera deseado que Shiv pasara por allí todos los días para acompañar a Tom a alguna otra aburrida cena de compromiso, como en las primeras semanas. De alguna manera, hizo que todo pareciera más… normal.

Todo el mundo la estaba mirando a ella y, sobre todo, a Lukas estos días.

Le daba rabia no ser incapaz de centrar su mente, porque no tenía tiempo ni ganas de seguir dando vueltas a su situación con Stewy.

Sin embargo, allí estaba, en su escritorio, mirando el sol esconderse en el horizonte, su mente inevitablemente volviendo a él, todas sus conversaciones, su cumpleaños, su conversación delante del MET, el funeral, la noche en el hospital, el día de la firma…

Aunque lo arreglaran, no necesitaba ningún anillo o un vestido blanco para saber que él la quería.

Lavinia nunca se sentiría segura si pensaba que… se lo pidió por los bebés.

Él no tenía que salvar su honor como una especie de caballero en una novela de Walter Scott.

Pero luego pensó en el anillo que había visto en el hospital.

Normalmente no le temblarían las rodillas por ninguna joya, ni siquiera una costosa; pero no pudo dejar de pensar que Stewy había puesto genuina intención al elegir ese anillo que había encontrado en su chaqueta.

Era precioso con esa piedra preciosa roja brillante rodeada de un halo de diamantes más pequeños y brillantes, la banda también cubierta con ellos.

No parecía algo que un asistente elegiría por él.

Maldita sea, Stewy.

Ella dudaba entre querer hablar con él y mantenerse lo más alejado posible, al menos dos veces por semana.

Se suponía que debían mantener una relación amistosa.

Y ver poco a poco cómo se desarrollaban en el rol de padres.

Lavinia miró su reloj de pulsera plateado que asomaba por el puño de su blazer azul marino por tercera vez en esa hora. La reunión con Tom, Gerri y Lukas se había prolongado.

Había otra de la sección de Parques mañana.

Lukas estaba decidido a seguir adelante con su hoja de ruta, empeñado en reclutar ejecutivos cuya respuesta fuera siempre sí, señor.

Uno de los puntos principales era la reducción de gastos y los despidos, y eso significaba una buena dosis de trabajo de comunicación durante las vacaciones.

Afortunadamente, no alteraría demasiado sus planes; no planeaba tener una gran celebración navideña este año.

Había hablado con su abuelo pero cuando le preguntó si había hablado con Greg de Navidad éste le cambió de tema.

No supo si quería que ella insistiera o que dejara el tema…

Pero además Lavinia estaría fuera del país.

Tenía reuniones en Suecia el 24, luego dos días libres en Estocolmo mientras Lukas visitaba a su madre y partirían hacia Asia el 27 a primera hora de la mañana.

Había quedado con Tabitha para fin de año y esperaba ver a Roman.

Hasta entonces intentaría no pensar mucho y tomar un poco el aire y el sol.

Si lo había… Había leído que en esta época anochecía antes de las 3 en Estocolmo.

¡Qué bien…!

Mientras revisaba su lista de tareas pendientes, tomaba notas y tachaba las que ya había completado, recordó todo lo que había hecho estos días a pesar de querer tomárselo con calma.

Había estado trabajando como una loca, haciendo llamadas telefónicas, enviando correos electrónicos y reuniéndose con miembros del equipo para asegurarse de que todo estuviera en su lugar para la próxima gala Recny, así como con los nuevos cambios en el departamento.

Técnicamente no era su trabajo, pero hizo un esfuerzo adicional para asegurarse de que todos los invitados recibieran por e-mail las notificaciones con la suficiente antelación.

Mientras seguía metida en ello, su teléfono vibró, su buzón de correo electrónico lleno de mensajes.

Karolina había elogiado su organización, mientras que Oskar se guardó sus comentarios sarcásticos para sí mismo, por lo que supuso que podía considerarlo un triunfo.

Oskar era un gusto que había que adquirir.

A pesar del estrés y las largas horas, no perdía de vista el motivo detrás del baile benéfico: la coronación virtual del nuevo director ejecutivo, Tom Wambsgans, que estaba ansioso por recordarles a todos ese hecho al menos tres veces al día.

Querían que el primer gran acto en público del nuevo y flamante CEO fuera como la seda y se hablara de la fiesta durante semanas.

Mejor eso que los despidos que se avecinaban a las puertas de las fiestas navideñas…

Sí, había ese pequeño detalle que Lukas aparentaba pensar que no sería una catástrofe en la prensa…

Todavía podrían tener problemas con las regulaciones si los demócratas ganaban la actual disputa judicial.

Karolina golpeó con los nudillos la puerta de cristal de la oficina, aunque ella la había dejado abierta. – Hola. Todavía están reunidos. ¿Necesitas algo? – le sonrió cordial.

– No – dijo. La planta a esta hora estaba casi vacía, lo que hacía difícil discernir cuánto había cambiado todo por aquí en solo unas pocas semanas. – ¿Cómo va todo?

– Creo que está bien – contestó Karolina educada. – Sé que tienes todo bajo control, pero si necesitas algo más para la transición, no dudes en preguntar.

– Gracias, de verdad – sonrió levemente.

Fue en ese momento que Lukas entró en la oficina sin previo aviso.

Karolina se enderezó automáticamente, un ligero ceño fruncido revoloteó en sus rasgos. – Hola a todas – Él las saludó radiante.

– ¿Alguna novedad? – preguntó Karolina a Lukas, su voz suave, calculada.

– No realmente… ¿Podemos tener un momento? Gracias, Karolina – dijo, moviendo la cabeza hacia Lavinia.

– Absolutamente.

Lavinia arrugó la frente cuando Lukas levantó las manos en un gesto inocente.

Ella era muy consciente que Lukas estaba ansioso por esconderse de la atención en Suecia y manejar esta parte de manera remota, tal como habían discutido antes de la votación.

– Ya está. Nos despedimos de los dinosaurios y tenemos a todos los monos balanceándose para nosotros. Por cierto – dijo Lukas con un brillo burlón en sus ojos. – No puedo esperar a la próxima súper gala de otoño que este año celebramos casi en Navidad… ¿Está todo listo?

Era difícil decir qué pensaba realmente de la gala, aunque se había asegurado de que entendiera que eso les daría el tipo de atención positiva que necesitaban.

– Necesito el resumen de prensa y los datos sobre todas nuestras actividades de RSE del año pasado – agregó, su voz cambiando a un modo serio.

Lavinia lo miró, apartando los ojos de su portátil. – Está bien. Me pondré a ello…

– Dejé una nota en tu escritorio la semana pasada. ¿No la viste? – Él preguntó, elevando una ceja.

Oh, cielos.

– Mierda, me olvidé por completo… – admitió.

– La reunión es mañana a mediodía y necesito esos detalles. Tienes dos horas por la mañana. ¿Crees que podrás hacerlo?

– Claro – le aseguró, aunque su mente ya estaba tratando de decidir cómo iba a apañárselas.

– Sé que es mucho, pero esta comparativa es esencial – le recordó, y Lavinia pudo sentir la familiar punzada de una noche de insomnio acercándose.

Maravilloso...

– Lo haré – prometió – ¿Cómo fue la reunión con Tom?

Lukas se encogió de hombros, su expresión era una mezcla de indiferencia y humor. – Meh… Nada digno de mención. Está demasiado ocupado adulándome y chupándome la polla, tal vez lo disfruta más que yo – dijo, completando la imagen con un gesto descarado empujando la mejilla con la lengua. – Por lo demás está siendo un baño de sangre agradable y calentito, eso me gusta…

Lavinia apretó los labios evitando hacer un comentario. – ¿Y qué pasa con Mencken?

– Nadie ha decidido nada todavía, porque nadie sabe qué coño está pasando. Estamos asistiendo a los mejores días de la democracia americana – se burló.

Ella mordió distraídamente el capuchón del boli que tenía en la mano, mientras su mente vagaba. – Sí, he visto las imágenes de los disturbios en Wisconsin. ¿Y entonces?

– Mantenemos los planes que tenemos, esa conferencia en Asia, y luego, ¡de vuelta a casa! Sabes que no puedo prescindir de ti el día 27, ¿verdad? ¿No hay problema? Con esto de la gala y las Navidades ya hemos retrasado unas cuantas mierdas más una semana. Estaremos en la jornada inaugural y nos largamos, no quiero correr el riesgo de que algún activista loco me tire huevos o pis un jueves a media mañana por quedarme a escuchar a Bezos y su plan para salvar a las mujeres de los Ent o lo que sea, duh...

– Es una cumbre sobre el clima con multinacionales y lobistas. ¿Qué puede salir mal?

Le guiñó un ojo sonriendo. – Sí, eso es lo que digo. No pierdas el hilo, Hache…

Lavinia intentó disimular sus dudas… Era muy diferente no tener cenas familiares por Navidad que literalmente tener que volar por trabajo, sobre todo con esta barriguita que ya no era tan incipiente.

– Sí. Vale. No te preocupes… Se lo comentaré a mi doctora por si hay algún problema, pero hasta ahora, no ha puesto ninguno.

Él juntó las manos con un gesto teatral. – ¡Fantástico! ¿Lo has visto? Soy el maldito rey de la montaña. ¿Qué te parece?

Lavinia sacudió la cabeza. – Pórtate bien, ¿quieres?

Pero…

– Mmm, ¿Karolina se está comportando? – preguntó, levantando una ceja con fingida gravedad, tal empujado por la seriedad del comportamiento de Lavinia.

– Sí, de hecho, me estaba ofreciendo ayuda – contestó.

– Con fair play, ¿uhm?

– Bueno, estoy casi segura.

– Mm… vale – dijo Lukas, rozando momentáneamente con los dedos el abrigo de lana rojo que colgaba en el perchero junto a la entrada de su oficina.

Se había sentido un poco deprimida últimamente, el mal tiempo no ayudaba, así que pensó que introducir algunos colores en su vestuario podría hacer maravillas para alegrar su día mientras navegaba en el transporte público y los taxis.

Lukas se movió por la oficina. – No, en serio, Karolina y tú, estamos todos muy impresionados, formáis un buen equipo. Ella es buena, pero tú no te asustas fácilmente.

Ella lo miró evaluando si había algo serio en lo que estaba diciendo. – ¿No estás preocupado por lo del Supremo?

– No. Pero veo que tú sí… lo vamos viendo, ¿okay? ¿Alguna otra pregunta? – Alzó una ceja.

– Pues… ahm, ¿cuánto tiempo más contaremos con Hugo? Quiero decir… No sé qué quiero decir… Sólo estoy tratando de planear enero – explicó.

– ¿El tipo del cuello delgado? ¿El lameculos? Lo dejaremos ir cuando tú y Karolina estéis listas para tomar las riendas a full. ¿Suena bien? – agitó la mano. – No hay prisa… Pero si me dices que eso es hoy…

– No, está bien…

La expresión de Lukas cambió de repente, un destello de travesura bailando en sus ojos. – Ser jefe apesta, ¿sabes? ¿Alguna vez has despedido a alguien?

Ella frunció el ceño.

Lukas le guiñó un ojo.

– ¿Eso es un no? Está bien, es una habilidad que necesitarás perfeccionar como jefa de departamento. Lo haremos juntos después de fiestas.

Se acercó a la mesa con una sonrisa extendiéndose por su rostro.

Las campanas de alarma sonaron en su cabeza, ligeramente desconcertada. – ¿Cómo?

– No es tan terrible – desestimó su aprensión con un gesto.

Ella había querido preguntar sobre los días de vacaciones de Andreas.

Porque alguien además de Rasmus también debería hacerse cargo de los prescriptores de opinión y de organizar a los empleados que estaban a su cargo en Suecia… Pero mejor otro día.

Lavinia se encogió de hombros. – ¿Y qué pasa con el departamento de Ebba?

– Pensamos en reestructurarlo – respondió.

– ¿Qué significa eso?

– Muchas cosas, ninguna… Paso a paso, ¿vale?

Lukas había dejado muy claro que quería dividir su tiempo entre aquí y Suecia, aunque prometió no ser muy estricto al respecto, al menos durante este primer año.

Lavinia podía ver el atractivo de criar a un par de niños en un país escandinavo.

Pero tendrían que discutir sobre la custodia con Stewy y los niños serían demasiado pequeños para ir de un lado a otro...

– ¿Estamos bien? – Lukas insistió.

– Sí, claro – contestó ella, con un gesto afirmativo.

– ¿Sí? Genial – Notó el alivio en su rostro – Piensa en ese informe. ¿Te ocuparás de eso?

Lukas la ayudó a ponerse de pie.

– ¿De verdad estás bien? – preguntó en voz baja, con los pulgares apoyados en sus pómulos.

Ella le lanzó una mirada de advertencia.

– Sí. ¿Sabes? Ahora podría demandarte… Los estatutos de esta empresa están mucho más claros…– Sonrió.

Él mantuvo su mano sobre su rostro por un momento más hasta que Lavinia se apartó.

Estaba demasiado cansada para mantener la guardia en alto a esa hora.

No debería ser así, sin importar lo desconectada que se hubiera sentido últimamente...

Las reuniones después del horario laboral se habían convertido en un ritual durante su primera semana como empleada de GoJo en Nueva York.

Pero había estado muy concentrada en su trabajo estos días, entregándose al torbellino de la vida de oficina con un horario que dejaba poco espacio para charlas nocturnas o visitas espontáneas al apartamento de Lukas.

Había estado poniendo como excusa las correcciones de la web.

No es que no tuvieran gente que pudiera supervisarla sin hacer horas extras.

¿Honestamente? no quería darle a Lukas ninguna idea sobre cruzar los límites de nuevo…

Lukas y Oskar habían estado alargando reuniones hasta la una de la mañana con una botella de Russell's Reserve. Él nunca había respetado a nadie que durmiera bien, decía; esperaba que hiciera una excepción por el momento, porque definitivamente necesitaba dormir.

Lavinia lamentaba ahora haber cruzado la línea de la amistad a algo más íntimo porque sentía que ahora las cosas podían ponerse feas y más complicadas…

Lukas era un hombre apuesto, aunque caótico, después de todo.

Se encontró lidiando con emociones encontradas, y apareció alguien con el que conectó.

Estaba hecha polvo, hundida. Perdida.

Fue una sensación poderosa el seguir sintiéndose deseable. ¡Menudo descubrimiento…!

Durante las dos primeras semanas después de la votación, Lukas exigió su atención constante, llamándola y enviando mensajes a todas horas para revisar comunicados de prensa, rehacer estrategias y compartir ideas.

Lo sorteó lo mejor que pudo.

Teniendo en cuenta que después de las once le costaba mantenerse despierta.

Además, le había permitido saltarse el viaje a California, lo cual Lavinia agradeció.

Lukas había estado a dimes y diretes durante días sobre la tradición de Acción de Gracias que los hizo perder medio día hábil de trabajo en Los Ángeles y Silicon Valley.

Al final el aluvión de mensajes de texto a horas intempestivas había disminuido un poco, dejándola cautelosamente optimista.

Pero estaba ocupado yendo y viniendo con inversores y banqueros, así que Lavinia no contenía la respiración esperando un cambio duradero en Lukas.

Todo el mundo quería codearse con el presidente de GoJo, el hombre del momento.

Y algo… También con Tom.

Greg merodeaba por aquí a menudo porque quería que lo ayudara a reservar restaurantes y locales de moda del Soho como colofón a reuniones varias.

«Pero no, Greg, no voy a hacer tu trabajo. ¡Llama tú mismo si Tom te lo ha pedido!»

Lavinia había firmado el nuevo contrato, que ofrecía un 30% más junto con una montaña de acuerdos de confidencialidad.

Todavía era una especie de salario europeo.

– ¿Te llevo? – preguntó Lukas con curiosidad.

– ¡No! Tengo que avanzar lo que me has pedido, y mi abuelo está en la ciudad y quiere cenar – dijo, revisando mentalmente su lista de cosas por hacer.

– ¿Algo nuevo? – preguntó, inclinando la cabeza de esa manera familiar suya.

Ella se encogió de hombros. – No que yo sepa…

Lukas dudó por un momento. – Oye, siento haber echado a Karolina de esa manera…– dijo destilando una seriedad fingida.

– Oh, ¿crees que es gracioso? – levantó una ceja. – No puedes hacer eso…

– ¿Ya has decidido la distribución de las mesas? Tu tío no habría ido sin una acompañante sexy – sonrió mostrando los dientes – Parece una fiesta de graduación costosa mezclada con un festival de Navidad… Probablemente es la razón por la que no lo hacían en diciembre – hizo una mueca – Pero bueno… No es lo mío y me odian… Por eso está aquí Tommy. ¿Qué dices?

– Lukas… – suspiró, medio exasperada.

– Tengo que causar una buena impresión – Le mostró la palma de la mano en un gesto de invitación –. Pero podemos incluir a Oskar en las fotos, para que no se ponga celoso. O no… Que le den – añadió haciendo un chasquido con la lengua.

Lavinia ladeó la cabeza, bajando la voz. – ¿Puedo decir que no? ¿Simplemente sentarme en la mesa de los niños? – alzó las cejas.

– ¿Quieres decir de la prensa?

– Sí.

Lukas levantó una ceja con una sonrisa. – No sé qué diría mi jefa de Comunicaciones si dejara que mi novia se sentara con la prensa. ¿Cómo te tratan esos dos enanos Hirsch? ¿Te dejan dormir más? Es una locura que haya dos humanos pequeños ahí, ¿eh? Al estilo alien – sonrió provocador.

Lavinia frunció los labios.

Había rumores de todo tipo, pero siempre había rumores.

Alguien incluso anunció que planeaban casarse el próximo verano en Italia.

– Probablemente deberíamos desmentir esta idea de tu novia ahora que las cosas se han calmado…

– Temía que dijeras eso.

– Y es…. Es Hosseini. Creo que es cómo van a llamarse – respondió, todavía con duda.

Lo había pensado, aunque aún no se lo había dicho a Stewy, claro.

– Entonces, ¿ya te has decidido? – Lukas arrugó la frente. – ¿Eso es porque estás enamorada de él? – No era exactamente una pregunta.

Estudió su rostro con atención.

Lavinia no quería tener esta conversación aquí. Se pasó una mano por la cara.

– No sé… No estoy segura de por qué, la verdad. Hasta hace poco estaba demasiado enfadada para pensar con claridad.

Ella todavía… Supongo que me sentí decepcionada, tonta, como si me descartaras y me tiraras a la basura…

– Bueno, no me sorprende – Lukas dijo, levantando las cejas.

Lavinia se mordió el labio inferior, tratando de mantener la compostura. – No... Puede que tenga parte de culpa. Pero no es algo de lo que deberíamos discutir… Eres mi jefe y somos amigos, es un poco extraño. Espero que lo entiendas.

Su respuesta fue quieta. – De todos modos, no creo que te merezca… si me preguntas.

Ella sonrió un poco tensa.

Justo en ese momento, sonó uno de sus teléfonos móviles, cortando la tensión. Lukas se despidió con la mano mientras se alejaba cruzando el despacho y hasta salir al pasillo de mármol blanco. Se escuchó a Tom y Greg discutiendo en algún lugar de esa planta.

Tom y Greg no habían vuelto a sus días infames, algo que como directora de Comunicación de la empresa, celebraba.

Aun así, se rumoreaba que había algunas cenas con amigos en las que supuestamente participaba alguna que otra ex Miss Carolina del Norte o similar.

Hugo le había conseguido al nuevo director ejecutivo un codiciado pase para los New York Knicks.

Al parecer Tom quería promocionar su lado, ¿Como lo había llamado Roman cuando hablaron? De princesa del pueblo.

Fue su hermano quien dijo que había visto a Kendall una de esas noches.

Se rumoreaba que Ken había estado consumiendo cocaína y varias drogas de diseño en fiestas en su apartamento en el East 88th y en suites de hotel por todo Nueva York en las que invitaba a actores y músicos.

Lavinia realmente prefería no saber los detalles.

Ken, al parecer, se mantenía alejado de sus hermanos.

Rome reportó que era como un fantasma, negándose a responder llamadas de Frank o Rava, y durante un encuentro incómodo en un club, había hecho como que no conocía a Greg.

Lavinia dudó en preguntarle a su hermano si estaba solo la noche que lo vio.

Su primo pequeño todavía estaba disfrutando del sol de California.

Mientras, Shiv se mantuvo en contacto con Karolina: se imaginó que para estar al tanto del juego, el que sea que se estuviera jugando en este momento.

Ella la había visto fugazmente en el pasillo después de la primera reunión importante de Tom con los jefes de departamento, pero su prima no se había apresurado a saludarla.

Tal vez estaba buscando un puesto en otro lugar. Cambiando su estrategia.

Era un misterio para ella.

Lavinia estaba experimentando los síntomas habituales del embarazo al principio del quinto mes: se sentía cansada y a menudo somnolienta. También tenía acidez estomacal y había vuelto a tener algunos mareos, pero el médico le aseguró que estos síntomas no eran nada fuera de lo normal.

Encima, estaba lidiando con dolor en la parte baja de la espalda ahora que su vientre había crecido más, aunque todavía podía usar algunos de los vestidos que tenía en el armario. Lavinia ya no sentía solo algunos toques fantamas, sino que los movimientos en su tripa se estaban volviendo mucho más reales como si tuviera un par de peces pequeños allí dentro.

Como ahora. ¡Dios mío!

Pero no se sentía muy bien; y estaba empezando a verse como una calabaza…

– Parece que os estáis divirtiendo, ¿eh? – bromeó hablando en voz alta en el despacho vacío – Pero hoy es la cena con el bisabuelo, así que no se permiten antojos de pizza porque nos daría la lata – miró al pasillo.

Debo parecer loca ahora mismo si alguien me ve… No es que sea lo más loco que esta empresa haya presenciado…

Tenía hambre de algo dulce y grasoso continuamente. Por alguna razón, eso la hacía pensar en Stewy.

Y oh, ese pensamiento la enfadaba.

Se sentía hambrienta, preocupada, cansada… y todo para después sentirse culpable por no comer más sano. Justo cuando Lavinia estaba a punto de ponerse el abrigo y coger el bolso, la secretaria de Tom la interrumpió con cara de pocos amigos. – ¿Pasa algo? – preguntó con aire de curiosidad.

Lavinia se giró y frunció el ceño al notar el paquete que la secretaria sostenía en sus brazos. – Un repartidor trajo esto. Fue enviado al departamento equivocado – explicó la mujer.

Lavinia miró el papel de regalo con un deje de interés. – ¿Es para mí?

– Eso parece – respondió la mujer, echando un poco la cabeza hacia atrás – ¿Lo vas a aceptar o…?

– Sí, perdona – exclamó Lavinia, extendiendo la mano para aceptar el paquete. Era ligero y el envoltorio sugería que había venido de una de esas elegantes tiendas de Manhattan.

– ¿De cuando estás? – preguntó la secretaria de repente, interrumpiendo sus pensamientos. – Me preguntaba si pronto estarás de baja por maternidad. Escuché que podrías estar fuera por un año... Porque en Suecia lo de la baja… Es bueno saberlo para mi buen gobierno.

– Oh, no, no, pero todavía falta – intervino Lavinia, sacudiendo la cabeza.

Había planeado pedirle a Lukas, y tal vez también a Rasmus, que la mantuvieran informada cuando finalmente llegara ese momento. No es que dos bebés no la fueran a mantener ocupada, pero un poco de conexión con el mundo exterior no le vendría mal.

Esta vez, la secretaria le sonrió. – Te dejo con el regalo; parece caro – dijo antes de darse la vuelta para irse.

Cuando Lavinia abrió el paquete, se encontró mirando un vestido de maternidad negro con un escote suave y bajo. También había un bonito collar de esos de embarazo que tenían una cadena larga y una bola de plata que se balancearía sobre su vientre, adornada con una piedra preciosa en tonos naranjas.

Una simple tarjeta con su nombre escrito en que ella reconoció la letra de Stewy.

Sonrió levemente, pese a sentirse un poco insegura. Papá quiere que os vayan dando golpecitos, ¿mm?, reflexionó con una leve diversión bailando en sus ojos. ¿Os gustara?

¡Pero probablemente no cuenta con cuánto estáis creciendo aquí dentro! Miró el vestido sintiéndose conmovida pero decidida a ser un poco contraria. La tela parecía lo bastante holgada en todas las partes correctas, pero ¿podría realmente lograr algo tan elegante con el tamaño actual de su barriga? Stewy había dejado el ticket, sin precio, en el paquete, así que supuso que podría cambiarlo si no.

No estaba segura de tener ganas de probarse vestidos en una tienda de Manhattan este momento.

Había planeado ir con una camisa blanca y una bonita falda negra en la que cupiera.

Aun así, le provocó sentimientos encontrados.


Lavinia pudo sentir la tensión en el aire cuando se sentó frente a su abuelo en la pequeña bocatería. Ewan tenía el ceño fruncido, su expresión solemne mientras sacaba su billetera para pagar, un ligero temblor evidente en su mano.

Miró su móvil un momento. Lukas…

"¡Buen trabajo con el comunicado de prensa! Estaré despierto hasta tarde para esa reunión en remoto con los inversores suecos. ¿Puedo mandar alguien a buscarte?"

– Abuelo, ¿qué hay? –, preguntó Lavinia, la preocupación clara en su voz.

Ewan respiró profundamente antes de hablar:

– Nada. Aparte de que estoy preocupado por ti. Te vi en la votación y debo admitir que no me gustó lo que vi... Te recuerdo cuando tenías cinco años y querías salvar a todas las criaturas grandes y pequeñas... Los disgustos que tuvo tu madre… Has cambiado, Vinnie… – Se aclaró la garganta – Pero dime, ¿qué planes tienes con respecto a lo del vino de hielo con tu amiga? ¿Vendrás estas fiestas o tú también has despedido a tu abuelo?

Se movió incómoda en su asiento, sabía que su abuelo era terco y probablemente la cuestionaría.

– No es eso… Pero no sabía qué planes tienen Greg y mamá, y tengo que estar en Suecia justo la víspera – tomó aire.

– Ya veo…

Aunque no estaba segura de la razón de su regreso a Nueva York, decidió no preguntar.

– Ya lo hemos hablado, te aseguro que Lukas no es el hombre del saco – repuso – Abuelo, el día de la firma solo estaba haciendo mi trabajo hablando con Josh y Sandi… No puedes enfadarte. Pero a Tabitha y a mí nos gustaría ir a Canadá después de Año Nuevo... Si sigues estando de acuerdo, claro.

Su abuelo gruñó. – Hmm…

Lavinia lo miró:

– Te pregunté por la navidad y no me respondiste – suspiró – Quizás te guste saber que Lukas tiene planes para una fundación dedicada a iniciativas medioambientales en el sur y el este de Asia – Lavinia no pudo evitar sentirse un poco escéptica, pero continuó: – La gala tiene sentido por el tema de la televisión, claro, pero creo que prefiere explorar más iniciativas de ese tipo… como Bezos y todo eso… el jefe de Amazon.

– Eso parece un torpe intento de ocultar su mala conciencia – respondió Ewan sin pestañear – Sospecho que por eso sus asesores me han estado llamando por teléfono todo el mes. ¿Para qué quiere hacerme la pelota?

– Abuelo…

– Uhm. Mi hermano y su empresa han tenido la sangre de millones en sus manos y aquí estás, revoloteando de un lado a otro de Suecia con ese tipo… ¿Qué piensas hacer con esos críos? Escucha a tu abuelo, el diablo sabe más por ser viejo que por ser el diablo, ¿huh? – Paró – He visto los documentos que me enviaste sobre los viñedos y las fotos de los bocetos de Louise. No me opongo, pero no quiero que la finca acabe siendo un juego para quienes deberían cuidarla… ¿Estás segura de que puedes con todo?

Lavinia sintió una punzada de culpabilidad recorriéndola – Lo prometo. No estoy enferma, solo un poco ocupada creando estos dos pequeños humanos – se humedeció los labios.

La expresión de Ewan se suavizó, solo una fracción.

– Sólo prométeme que serás fiel a ti misma. ¿Qué pasará con toda esa gente que lleva toda su vida en ese nido de víboras? Ya es bastante malo que tu hermano sea otro engranaje en esa escabechina. Nunca imaginé que mis nietos quedarían atrapados en ese lugar después de Logan, mientras que sus propios hijos… ¿Quién queda? Porque Frank y el dichoso Karl también se han retirado.

Y de aquí venía su actitud el día de la votación.

Por supuesto.

Lavinia negó con la cabeza, resignada. –Si no sé… Te lo prometo, abuelo.

Mientras terminaban sus sándwiches (el queso brie prohibidos para ella) y se despedían, Lavinia agradeció haber disipado un poco el aire entre ellos, incluso si él siempre parecía estar a una conversación de desheredarla.

Aunque tenía la impresión de que no terminaría haciendo lo que decía con la parte de Greg.

– Te pediría que vigilaras a tu hermano, pero ambos sabemos que no servirá de nada – le dijo mientras se despedían.

Ella lo miró. – ¿Estás seguro de que no quieres copias de las fotos que le envíe a mamá?

– Ya tengo los recuerdos – dijo brevemente, pero luego – Louise fue mi esposa. Pero si quieres llevarlas contigo la próxima vez que vengas, me gustaría verlas…


Habían pasado semanas desde la votación en Waystar y las cosas se habían calmado en gran medida. Stewy esperaba cautelosamente que darse tiempo ayudaría a que las cosas encajaran.

La necesidad de comunicarse con ella todavía persistía, un peso muerto sobre cada uno de sus movimientos.

Lavinia le había dejado un mensaje en el buzón de voz hace semanas, pero cuando Stewy intentó devolverle la llamada, no logró hablar con ella. Qué cagada.

En lugar de eso, Lavinia le había enviado un mensaje sugiriendo que se reunieran hoy para la ecografía de los cinco meses.

Stewy había planeado meticulosamente su reunión de trabajo de mediodía, reservando tiempo para llegar temprano.

Lavinia había estado trabajando todo este tiempo en las oficinas de Waystar en esta misma ciudad, podría haberse presentado cualquier día. Pero no era lo que ella quería. Luchó contra sí mismo para cumplir su deseo.

Había estado mirando su teléfono todo el día de hoy, habían acordado encontrarse en el Starbucks frente a la clínica, casi estaba tentado de verificar con una llamada telefónica que todo estuviera yendo según lo planeado.

La preocupación y la ansiedad habían ido acumulándose en su interior durante los últimos días, casi como si estuviera sufriendo una especie de síndrome de abstinencia por este tiempo de silencio entre ellos y por oír hablar de ella sólo a través de los artículos de prensa sobre Matsson.

Esta mañana había pasado un tiempo valioso caminando de un lado a otro, intentando mantener la calma, pero había sido difícil. Miró su teléfono una vez más, buscando mensajes o llamadas de ella.

No era que fuera insensible a la posición de Lavinia.

Simplemente era que no sabía qué hacer para mejorar las cosas.

Había insistido, incluso rogado, prometido esperar... Cualquier cosa que dijera ahora sólo podía empeorar las cosas.

Sentado en la mesa de reuniones, respiró profundamente y cerró los ojos. El nudo en su garganta se hizo más grande y pesado.

Estaba tan estresado por el día que pensó que un paseo al aire libre le ayudaría a aclarar su cabeza y calmar sus nervios.

Nunca debería haberla dejado sola en primer lugar. Por supuesto, no había llamado a Diego ni una vez, lo que significaba que había estado apañándoselas por su cuenta…

O vivía con Matsson, como afirmaban algunos periódicos, o bien se movía desde Queens a Manhattan todos los días.

¿Y si tenía otra emergencia y Matsson no estaba allí? Odiaba a ese hombre, pero no cambiaría su presencia por la alternativa si algo malo ocurría.

No quería pensar en ello, pero la imagen permaneció allí, inoportuna.

Ella había prometido llamar si lo necesitaba y racionalmente sabía que no tardaría en enterarse si algo iba mal… la gente de su mundo se movía en círculos muy cerrados.

Incluso si los propios Roy estaban demasiado ocupados lamiéndose las heridas como para preocuparse por su prima.

Stewy pasó el resto del tiempo de la reunión en silencio, con los brazos cruzados sobre el pecho. A veces asentía con la cabeza, pero eso era todo.

Vació la cabeza de ideas durante un rato y se zambulló en el ruido de voces en la sala.

Todavía faltaban casi dos horas.

Estuvo de acuerdo con la sugerencia de Joey de irse a tomar por el culo. Estar en la oficina, esperando, lo estaba volviendo loco.

– Amigo, ni siquiera estás aquí… ¿No se suponía que tenías que irte? Vamos lárgate y refréscate con algo, ¿de acuerdo? Te quiero listo para el maldito baile de Cenicienta.

El sarcasmo de Stewy permaneció en el aire cuando preguntó: – Entonces, ¿de verdad crees que de esto podría salir algo más que otro pico?

– No, supongo que ahora que has arruinado todo el asunto de los Furness al intentar convertirte en virrey del puñetero Roy, tienes libertad de movimiento. Joder, todo el mundo se ha hecho más rico, ¡así que todos contentos!

Necesitaba aclararse la mente y concentrarse en lo único que realmente importaba: el bienestar de Lavinia y los bebés.

Se puso el abrigo y se guardó las llaves.

Pero justo cuando estaba a punto de salir del edifico de Maesbury, sonó su teléfono.

Miró su móvil confundido cuando el nombre de Naomi Pierce apareció en el identificador de llamadas. Sus pestañas se movieron con extrañeza.

Naomi estaba preocupada por Kendall después de la fiesta de la noche anterior, que aparentemente había convertido su apartamento en una zona de desastre.

– Es una tontería pero… no contesta y quizás nosotros... fue una noche confusa. ¿Podrías? Eres su amigo más cercano, ¿no?

– No su niñera – Stewy miró con resignación la esfera azul de su reloj – Claro. Vale… Joder.

Se pasó las manos por la cara.

Había considerado asistir a la fiesta, pero algo le dijo que sería incluso más embarazoso que su cumpleaños.

Y eso que esta vez no recibió una invitación diciendo que Kendall iba a cantar una jodida canción.

Pero lo último que necesitaba era ayudar a Ken a hacer lo que fuera que él creía que estaba haciendo en ese momento.

A ver, él le había puesto un hombro en el que llorar, le había dado drogas que como mínimo no contenían uralita, incluso lo había acompañado cuando el plan era menos lamentable que el de la noche pasada.

Las cosas no estaban mejorando, todo lo contrario.

Aun así, calculando que tenía algo más de una hora libre, decidió pasarse a ver cómo estaba Kendall.

Quizás estar en movimiento le ayudaría a aguantar cuerdo hasta la hora en la que habían quedado.

Además le quedaba de camino… y se sabía los putos pasos del baile.

Llegar, sacar la cabeza de su amigo del lavabo, comprobar que seguía vivo.

No le llevaría más de veinte minutos y tenía tiempo de sobra.

Tal vez entonces su mente dejaría de pensar en el resto por un momento.

Se moría de ganas de tenerla entre sus brazos, pero no iba a presionarla.

En el momento en que ella aceptara, él sabía que eso era todo, no más idioteces.

Por extraño que pareciera, haría lo que fuera para tener eso.

Para criar a sus hijos juntos, para no volver a fallarle.

Quiero experimentar la paternidad contigo, miedos y dudas acechando o no en el fondo de mi mente.

Ojeó su teléfono en la parte trasera de su coche. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que había una despedida de soltera en la calle.

Chicas de veintitantos años riendo y con disfraces atroces.

Un idiota llamando su atención a gritos.

Pensó de nuevo en el puto Kendall.

La adicción a las drogas siempre había sido el talón de Aquiles de su amigo, y sería cínico al no preocuparse por eso.

Miró de nuevo la pantalla, comprobando la hora.

Todavía tenía un poco de tiempo antes de su cita, así que debería ser fácil.

Revisó la situación bursátil del día cerca de la hora del cierre.

Las acciones de GoJo habían estado subiendo durante las primeras semanas, pero él podía ver cómo fácilmente eso podía convertirse en una casa en llamas.

Pero la empresa ya no le preocupaba… No desde una perspectiva económica.

Una vez disuelta la junta… sin tener el mismo control que le proporcionaba un asiento allí… de todas formas no estaba tan interesado.

Ya habían recibido una parte importante con la compra.

Aunque el hecho de que detestara a Matsson ayudó en no poca medida a su pasotismo.

En cuanto pudiera, vendería las acciones que le quedaban y a tomar viento.

Lo había dicho un millón de veces. Se trataba de hacer lo que era efectivo un poco más que la alternativa.

Lo único de lo que tenía que preocuparse ahora en ese lugar era Lavinia.

Habría otras juntas, otras empresas que abordar en su campo de juego.

Waystar siempre tuvo que haber sido una vía de cobro y retiro de efectivo, como todo lo demás.

Pero como otras cosas a las que había llegado por Kendall acababa siendo complicado de la leche.

En otras circunstancias él habría estado increíblemente orgulloso de ella.

Le hubiera gustado estar vinculado a algo de lo que formaba parte.

Al entrar en el vestíbulo del edificio de Kendall y ver a una persona de la limpieza saliendo del ascensor, se detuvo a sí mismo, a punto de arrepentirse de haber venido.

Se preparó para lo que esperaba encontrar.

Y fue justo lo que temía, el ático de Kendall parecía haber sido azotado por un tornado.

Stewy miró a su alrededor cuando un empleado le abrió amablemente la puerta del apartamento, y observó como en la cocina la asistenta se deshacía de los desperdicios de la fiesta.

En aquel momento, lo único que le apetecía era tomarse algo fuerte de beber.

Stewy hizo una mueca pensando en las probabilidades que un día de estos la cosa tomara un giro macabro.

Pero Ken tenía a Colin para vigilarlo.

Él no podía cuidar a su amigo las 24 horas del día, los 7 días de la semana, especialmente no en plena hecatombe personal. Ugh, Ken, tío…

Supuso que resultaría inútil proteger el balcón con redes como si se tratara de un niño de 3 años.

Durante el último mes, había asistido a algunas de las fiestas de Ken pero la mayoría eran bastante lamentables. Ellos dos habían tenido toda la vida la mala costumbre de inhalar cocaína por todo el distrito financiero. Pero…

Sinceramente no le había gustado cómo se había sentido una de las noches pasadas…

De la nada, la maldita arritmia se había estrellado contra él y lo hizo sentir como si estuviera a punto de desplomarse.

Ese fue el momento en el que decidió bajar el ritmo una vez más. Ya había estado intentando alternar días y cosas así.

Estaba tratando de ocupar su mente mientras le daba a Lavinia el tiempo que había pedido. Así que iba al gimnasio de su edificio todas las mañanas, no sólo para sudar, sino para ahogar los pensamientos en su cabeza.

Si ella le daba la oportunidad, él no quería palmarla mañana por un patético ataque al corazón debido a esa mierda.

Siendo realistas: reducir la dosis o cambiar la cocaína por azúcar o café o incluso un vaso de whisky no tuvo el mismo impacto.

Tampoco era que Joey "¿entonces te preocupa que la polla del sueco deje ciego a uno de tus hijos?, jaja" Stuhlbarg y Kendall en plena cuesta abajo se lo estuvieran poniendo fácil.

Ella estaba en una posición delicada y él era consciente de que aún tenían que desentrañar el rompecabezas del futuro, especialmente cuando se trataba de criar a sus hijos.

Mierda, Joder.

Vio a Ken acercándose en medio del desorden y bufó con alivio. El estado desaliñado de su amigo, un evidente resultado de la resaca.

– Me quedé dormido en la ducha, no es un buen momento – murmuró Ken, con el malestar marcado en su semblante.

Stewy, que también parecía cansado, pronunció su nombre en voz baja.

Porque… Tela.

– Tengo resaca.

– No jodas, Sherlock – continuó, manteniendo la mirada fija en su amigo.

Había dejado la reunión temprano, pero la tormenta de aguanieve que había empezado a golpear fuera en la calle le hizo darse cuenta de que las distracciones eran lo último que necesitaba.

Miró hacia la ventana un momento.

El tráfico en esta época del año era una pesadilla.

No podía entretenerse.

– Ken, hombre – Stewy suspiró, entrando en el espacio personal de su amigo, la preocupación incrustada en su cara.

– Estoy bien, ¿qué necesitas? – Ken espetó, luciendo como si hubiera escapado por poco del inframundo – ¿Estás aquí para darme un sermón?

Kendall hizo una pausa, su mirada en algún lugar distante, como si estuviera vagando por una niebla de confusión, que probablemente fue alimentada por el consumo de substancias la noche anterior.

Se preparó otra bebida en un vaso de scotch sin invitarle.

– Naomi Pierce estaba preocupada, hermano – dijo Stewy, con su tono sincero – Todos lo estamos. Yo lo estoy, tío… ¿Por qué demonios invitas a tu ex a esa mierda? Lo que sea… Ella realmente pensó que ayer podrías haber tomado tú solo todas las drogas de la ciudad.

Kendall simplemente se detuvo, dejándose caer en el sofá, sosteniendo la bebida en su mano.

Le miró un momento esperando que dijera algo.

Joder.

Ken se apretó la nariz con una mano como si le molestara.

– Nao tiene unos colegas que están interesados en el sector musical – la voz espesa y pesada. – Olvídalo. Sírvete algo…

Stewy tomó una respiración profunda, adquiriendo toda la paciencia que pudo. Optó por beber un dedo de whisky.

Conocía el camino hacia el mueble bar.

Las paredes estaban revestidas de estanterías de caoba y tomos encuadernados en cuero.

– Tío, no entiendo… ¿por qué puñetas querría un Pierce seguir haciendo algo con alguno de vosotros? ¿No les habéis informado que no adquiriréis una mierda? Había escuchado que estaban extremadamente cabreados. – Stewy enfatizó lo que decía con la bebida en su mano.

– Ella sólo… estaba de fiesta y se pasó. De todas formas, Nan estaba teniendo dudas después de las elecciones. Estoy bien – insistió Ken, aunque su estado de negación era tan transparente como el vaso que sostenía, brillando a la luz del ojo de buey sobre su cabeza.

– No, no lo creo – replicó Stewy, levantando su ceja con escepticismo. – Y, ¿el sector de la música? ¿En serio, tío? Sea lo que sea que hayas estado fumando, quiero un poco...

– ¿Qué pasó con eso de "eres billonario, eres libre, puedes hacer lo que quieras. Monta algo" – Kendall meneó la cabeza, abrumado por una sensación de histeria.

– Kendall…

Ken levantó el rostro después de unos minutos como si se estuviera guardando algo para sí mismo. – Stew…

Stewy entrecerró los ojos, extrañado: – Dime. Pero, tío, debería empezar a irme… Eo…

– El camarero – soltó Ken de repente, sin previo aviso – En la boda de Shiv. Yo, um, yo estaba en el coche – sus palabras fueron tensas y entrecortadas – Stewy, soy un asesino… maté a alguien… ¡Era solo un crío! A ti no te quedaba otro tiro, así que… uh… Me iba a ayudar a conseguirlo. Yo era el que conducía el coche en el accidente – su voz falló.

El rostro de su amigo estaba marcado por la culpa y el arrepentimiento mientras lo miraba, sus ojos suplicaban que lo escuchara. Su admisión apenas un balbuceo.

Stewy se quedó parado por un segundo, sin saber cómo reaccionar, luego negó con la cabeza.

Oh, no me jodas.

– Jesús…

Hubo silencio mientras Stewy absorbía la enormidad de las palabras de Kendall, el peso del secreto que había estado guardando.

Vale, había tenido sospechas que algo había pasado… Es decir, un camarero muere en esta boda en la que estaba y luego Kendall se retira del trato y desaparece… Estaba claro que no le había contado todo lo que fuera que le llevó a clavarle el puto puñal en la espalda. Pero… oh, maldita sea. Se pinchó la nariz con dos dedos.

Después de lo que pareció una eternidad, Stewy se acercó y colocó una mano tranquilizadora sobre el hombro de Kendall, para calmarlo: – Ken…

– El coche estaba en el agua y yo – susurró Kendall pasándose la mano por la boca seca. Respiró nervioso – me largué. Tenía miedo, Stewy... Tenía miedo de las consecuencias, de que me juzgaran... No pensaba con claridad… y umm… Stew… Shiv lo usó para… me lo echó en cara ese día en la oficina cuando… durante la votación – contuvo un gemido y sollozó – ¿No se… no se oía nada afuera, verdad?

Stewy apretó los labios, tratando de contener la incredulidad.

Era el momento más absurdo posible para esta confesión.

Pero también fue el peor momento posible sacar ese tema en una habitación de cristal durante la votación, si lo estaba entendiendo bien.

Al menos no había salido en todos los periódicos... No dudaba que sus hermanos amaban a Kendall a su manera. Pero maldita sea…

Tomó aire.

– Acabas de decirme que fue un accidente… ¿Por qué no te entregaste? ¿Confesaste? Ken, tío, ¿cuándo fue la última vez que dormiste?

– Mi padre me ayudó a encubrirlo. Es por eso que yo… No podía explicarte por qué me rajé— del abrazo del oso. Stew, tú… Con esto podrías destruir mi vida si quedara algo de ella – Ken murmuró para sí mismo, una extraña sonrisa en su rostro – Soy un asesino… Estaba en el coche, pero salí. Soy una persona jodidamente horrible, ahora tú también lo sabes.

Stewy frunció el ceño. No voy a asistir tu suicidio, amigo.

¿De eso se trata? Joder.

Ken levantó la vista, con los ojos enrojecidos y suplicantes. En ese momento parecía más joven, más vulnerable de lo que Stewy había visto nunca en muchos años.

La mente de Stewy estaba acelerada.

Conocía a Kendall, había crecido con él, había visto todas sus fortalezas y debilidades.

No podía aprobar las acciones de Ken, pero tampoco podía abandonarlo... Stewy estaba atrapado entre la lealtad y cualquier otro tipo de indignación moral de la que aún fuera capaz.

– Publicamos parte de ello en los tabloides… ¿recuerdas? con Sandy – dijo. – No sé si pensé… Pero tu padre obviamente había sido un idiota con el chaval así que bueno era una buena historia para devolveros el disparo. Lo siento… Mierda, Ken… Escúchame… Fue un accidente – buscó la mirada de Kendall que bajó la cabeza – Conducías, caísteis al agua – trató de unir las piezas – Joder… ¿Por qué me lo estás contando ahora? ¿Qué demonios pasó? ¿Fuiste y llamaste a tu padre? Joder, tío. Si hubieras ido a la policía… – arrugó la frente.

En realidad, empezaba a darle sentido a todo.

Kendall no pareció seguir del todo el hilo con la mirada frente a él. – No… Pero supo lo que había pasado… y tuve que echarme atrás. Lo siento, Stew…

– ¿Intentaste sacarlo…? Quiero decir… – vaciló. ¿Qué importaba? ¿Por qué quería siquiera saberlo?

Quizás buscaba asegurarse de que no era un ser humano terrible por consolarlo como inevitablemente iba a hacer.

Mierda, hermano.

– Me sumergí un par de veces, creo que sí... Pero luego… no sé… no pude ver nada.

La mente de Stewy se remontó a sus días de universidad, donde más de unas cuantas noches salvajes podrían haber desembocado en algo así. Logan habría estado allí para borrar las huellas, el cabrón se habría regodeado si fuera él quien iba en ese coche.

Y lo habría hecho encerrar para siempre si fuera Ken quien...

El chaval inmigrante que asesinó a su chico de oro.

Pero eso fue hace una vida… Probablemente habían tenido una flor en el culo.

El rostro de Stewy adoptó una expresión estoica y sus rasgos se endurecieron por un instante. Siempre había sabido que Kendall era imprudente, descuidado con su propia vida y con la de los demás, pero esto superaba todo lo que jamás hubiera imaginado.

Por un momento, el infierno se congeló.

Stewy respiró profundamente, levantó la cabeza y se inclinó sobre el brazo del sofá para darle un abrazo de lado a Kendall.

Como no reaccionaba, chasqueó los dedos para llamar su atención. – Tío, ¿sigues aquí? Vamos, vete a la cama. Hablaremos de esto mañana, ¿de acuerdo?

Su amigo asintió como un zombi.

En realidad no se habría ido tan deprisa ningún otro día después de algo como esto, pero hoy…

– No hagas nada estúpido, ¿mm? Necesitas una buena fiesta para sacarlo del sistema y no esas mierdas que te organizan… Confía en mí. Y hazme un favor, no cuentes esa historia a nadie más. No es un secreto si la mitad de la gente que te puede joder la vida lo sabe.

Kendall se rió sin ganas.

– Una juerga cortesía de Stewy. Y yo que pensaba que por fin te habían salido las muelas del juicio – volvió a quedar como perdido – En realidad, cuando Shiv… Le dije a mis hermanos que me lo había inventado…

Stewy se mordió el labio.

Luego, sacudió la cabeza.

– Hostia puta, Ken. Vamos… No prometo nada, pero pronto es mi cumpleaños, ¿crees que no quiero saltar al maldito río? Aunque hoy no… Dile a Colin que se quede, ¿sí? Duerme.

No pensó en preguntar si el maldito Colin tal vez lo sabía...

Había estado enterrando cadáveres, uno podía esperar que no de forma literal, durante mucho tiempo para Logan.

Los dos se quedaron allí en silencio por un segundo.

Una vez fuera, se dirigió al vehículo, su mente acelerándose como un puto hámster en una rueda.

Stewy revisó su teléfono por cuarta vez en menos de una hora, calculando cuánto tiempo tomaría el trayecto. Miró la pantalla y se dio cuenta de repente de que iba tarde.

La lluvia que caía había empeorado el tráfico y sabía que estaba llegando justo a tiempo. La ansiedad y la preocupación se acumulaban en su interior, sabiendo que Lavinia probablemente estaba a punto de preguntarse dónde demonios estaba.

Le hizo una señal a Diego y le dio la dirección de la clínica, rezando para que llegaran a tiempo.

Stewy respiró, recostándose en el asiento del pasajero, sus dedos tamborileando contra su rodilla mientras observaba el paisaje oscuro pasar rápidamente.

El tráfico era terrible y cada minuto que pasaba se sentía como una eternidad.

Dejó que sus pensamientos vagaran, pero siguió mirando el tiempo en su reloj, su corazón ahora acelerado por la preocupación y la frustración.

El coche avanzaba a paso de tortuga, el tráfico estaba congestionado y sentía como si toda la ciudad estuviera trabajando en su contra en ese momento.

Pasaron cuarenta minutos de agonía, cada minuto parecía una hora. Afuera seguía lloviendo, a veces con nieve, y el tráfico parecía empeorar con cada segundo que pasaba. Jugueteó con su teléfono, y se dio cuenta de que ya iba retrasado con un buen margen. La culpa devorándolo.

Tendría que haber estado aquí hace veinte minutos.

Y también… vete a la mierda, Ken, vete a la mierda… No necesito que me enfrenten a mi moralidad taponada ahora mismo.

Lo sentía por el chico pero más por su amigo... lo cual era jodido de narices.

– Detente aquí, saldré – le hizo una señal a Diego, desesperándose por lo tarde que era.

Él sabía que ella estaría enfadada y se le hizo un nudo en la garganta al pensar en decepcionarla otra vez. Se sentía culpable y frustrado consigo mismo y con Naomi Pierce por llegar tarde.

Stewy ordenó sus pensamientos y salió del coche.

Se había hecho tarde y el peso del día presionaba fuertemente sobre sus hombros.

Por favor, no dejes que haya entrado aún… se dijo a sí mismo, implorando a cualquier deidad que quisiera escucharlo.


Hace un mes, Lavinia decidió no iniciar una discusión telefónica con Stewy sobre los nombres de los bebés. Quería mantener abiertas las líneas de comunicación, pero cuando sonó el teléfono al día siguiente de intentar llamarlo, optó por no cogerlo, e envió un mensaje de texto y pidió que esperara hasta la ecografía de los cinco meses.

Tal vez podrían compartir un café y hablar.

Lavinia no se lo dijo, pero le hizo sentir mal pensar que su teléfono estaba apagado la noche en que lo llamó, probablemente porque estaba en algún reservado o club de la ciudad haciendo su vida normal, mientras ella tenía que hacer pipí cada quince minutos.

Ahora mismo a mí también me iría bien irme de fiesta, beber, no saber ni como llamo y ponerme a llorar cinco días seguidos con la resaca…

Pero lo cierto era que tenía que compaginar sus compromisos laborales, y las cenas, las reuniones tardías y las copas con los clientes siempre habían sido parte de eso desde que lo conoció.

Así que allí estaba, parada frente a la clínica en el Upper East Side, tratando de sacudirse los nervios.

Para pasar el tiempo, entró en un Starbucks cercano para pedir un late descafeinado, del tipo que te calienta las manos y te calma el estómago.

Ella miró el aguanieve preguntándose si habría una nevada.

El recuerdo de la voz de Stewy diciéndole que todavía la amaba hizo que su pecho se agitara.

No quiero hacer esto sola… Pensé que podía pero...

Después de diez minutos de mirar hacia la calle, una burbuja de frustración comenzó a surgir dentro de ella. Necesitaba saber realmente si estaba dispuesto a hacer el progreso que esperaba, si iba a comprometerse más con ella que con lo que fuera que le hacía llegar tarde…

No debería ser una tarea tan difícil llegar a tiempo…

Dices que estás muy comprometido pero...

Dios, adoraba a Stewy, pero esto era la prueba que había cosas que se habían interpuesto antes que… seguirían estando allí.

A pesar de amarnos, siempre hemos querido cosas diferentes, y eso no va a cambiar...

Marcó el número de Stewy, sintiéndose enfadada consigo misma cuando su teléfono indicó que estaba ocupado. Sintiendo una mezcla de fastidio y decepción, decidió hacer el corto trayecto hasta la clínica por su cuenta y escribió un mensaje rápido: "Voy a entrar".

Cuando entró en la clínica, una ola de emociones confusas la invadió.

Ella no era la única mujer sola pero… Se sintió tonta, se recordó a sí misma que él podría estar atrapado en el tráfico o en una reunión.

Aun así, no pudo acabar de sacudirse del todo la decepción.

No, ni de coña iba a llorar. Ni siquiera sabes qué ha pasado…

Probablemente deberías llamar a su asistente para recordarle algo así.

La recepcionista la recibió con una cálida sonrisa, pero Lavinia no pudo deshacerse de su inquietud.

Hacía casi veinte minutos que tendría que estar aquí.

La Dr. Touré había sido quien confirmó que estaba embarazada de gemelos en primer lugar. Lavinia pidió seguir viéndola, a pesar de que se había sometido a otras pruebas en el hospital en el que estuvo ingresada.

Cada cita le parecía vital y hoy esperaba una actualización particularmente importante. Era una ecografía crucial en la que se podría valorar mejor el correcto crecimiento y desarrollo de los fetos y el de cada placenta.

Cuando la enfermera la llamó por su nombre, Lavinia entró en la sala de exámenes, muy seria.

Se puso la bata de hospital y se subió a la mesa de exámenes mientras su mente corría con desenas de escenarios sobre posibles problemas de salud para sus bebés.

El retraso de Stewy tampoco fue de ayuda.

Él acababa de responder: "Lo siento mucho, amor. Estoy atrapado en el tráfico, estoy haciendo todo lo posible para llegar lo más rápido que pueda. Llegaré pronto".

Casi se arrepintió de tener el móvil en la mano. Fue breve y respondió: "Ok".

"Te amo, ya casi llego"

Estaba un poco nerviosa, para ser sincera. Se trataba del chequeo de la semana 20 y le harían toda una serie de pruebas y mediciones.

Lavinia estaba ahora demasiado ansiosa como para sentirse mal porque él se estuviera perdiendo este momento importante.

La doctora le había aplicado el gel de prueba por todo el abdomen.

– ¿Estás bien? – preguntó mientras señalaba la pantalla que mostraba a sus bebés. – Podríamos haber esperado si tu pareja va a venir…

– No pasa nada. Entonces, ¿todo es correcto? – El tono de Lavinia delataba sus nervios, no engañaba a nadie sobre eso.

Con una sonrisa amable, la médico la tranquilizó.

– Todo perfecto. Mira aquí… – señaló la imagen de la ecografía – El niño está acostado boca arriba y se está llevando un dedo a la boca. Eso es porque está tranquilo y reconfortado. Y ahí está la niña, esos son sus pies y sus dedos… Se está moviendo, ¿ves? ¡Ese pequeño óvalo oscuro es su corazón latiendo a toda velocidad! Hay una diferencia de tamaño muy pequeña entre ellos, pero eso es normal en gemelos, y tus niveles de líquido amniótico son excelentes. Ahora, solo voy a hacer un examen rápido para revisar tu cuello uterino…

Las palabras de la médico la sobrepasó mientras escuchaba atentamente el sonido del latido del corazón de sus bebés.

En ese momento, las interrumpió un golpe en la puerta. La recepcionista dijo: – Lo lamento, doctora –, y Stewy entró, empapado por la lluvia y respirando con dificultad, antes de verla en la camilla.

Dios, ahora mismo podría matarte…

– Adelante…

Stewy llegó con una mezcla de culpa y preocupación grabada en su rostro, y la enfermera lo siguió.

Se quedó allí un momento, contemplando la imagen de sus gemelos en la pantalla, antes de acercarse.

Él extendió la mano para tomar la de ella, su voz suave mientras hablaba:

– Hola, perdón por llegar tarde. El tráfico era de locos. ¿Estás bien? ¿Cómo están?

Miró la pantalla de ultrasonido, con los ojos pegados a los dos pequeños seres en el monitor.

Stewy se inclinó hacia Lavinia para tomar su mano con una de las suyas. Pero ella se apartó instintivamente.

Pudo ver una mezcla de enfado y dolor en su rostro; era comprensible.

Sabía que había cometido un error al no llegar a tiempo, y se sentía culpable y frustrado consigo mismo… Dio un paso atrás, dándole espacio, pero no pudo ocultar la decepción y la preocupación en su rostro.

– Lo siento – dijo, aun recuperando el aliento.

Ella se sintió algo destemplada. – Estoy bien. – le aseguró un poco brusca.

Él asintió con la cabeza, entendiendo que no bastaba con disculparse. – Lo sé, lo sé. Siento mucho llegar tarde. Había algunas cosas del trabajo hoy y… Tenía que ver cómo estaba Ken y tardé más de lo que pensaba, y el tráfico...– hizo una pausa, sabiendo que sus excusas sonaban huecas.

Stewy volvió a mirar la pantalla del ultrasonido con preocupación y culpa.

Respirando profundamente, Lavinia levantó los hombros ligeramente mientras se apoyaba en la camilla, decidida a mantener la calma.

Él mencionó algo sobre Ken pero ella ni siquiera le escuchó al principio.

No pudo evitar notar la suavidad que llenó sus ojos clavados en el monitor.

– Stewy…

Stewy dudó por un momento antes de extender su mano de nuevo y apretar la de ella delicadamente, brindándole una sonrisa tentativa: – Estás haciendo un trabajo increíble – dijo, reconfortante.

– Ya…

– ¿Recibiste mi regalo?

– ¿Debería…? – la doctora pidió permiso para seguir. Stewy la miró fijamente, tratando de leer su expresión, pero su mirada estaba fija en la doctora, ignorándolo por completo. Lavinia pidió a la mujer que por favor procediera, en un tono lejano:

– Por favor…

– Y eso es lo que quería ver – continuó la doctora – Creo que tu cérvix se ha estabilizado. – añadió transmitiendo una sensación de alivio. – La corrección del cerclaje se mantiene estable, estoy muy contenta por ello.

Con una sonrisa, la mujer retiró la sonda de ultrasonido.

Stewy escuchó atentamente las palabras de la médico, sintiéndose aliviado. Sabía lo mucho que el incidente del mes pasado los había asustado a ambos y estaba preocupado por la salud de Lavinia y la salud de los bebés.

La actualización le brindó una sensación de consuelo, sabiendo que todo está estable por ahora.

Miró a Lavinia y quiso decirle algo, pero sabía que ella todavía estaba molesta y no quería su consuelo, así que se concentró en preguntar al médico:

– ¿Significa que están fuera de peligro? – sus labios ligeramente curvados.

– Bueno, hemos reducido el riesgo de parto prematuro. Por ahora significa que Lavinia puede llevar una vida absolutamente normal, siempre y cuando siga tomando la progesterona que le recetaron – respondió la doctora Touré con un tono tranquilizador. – A parte de eso, los bebés tienen un crecimiento y un desarrollo perfecto, órganos, circunferencia de la cabeza y longitud de las extremidades normal. Tengo que preguntarte Lavinia: ¿has seguido las pautas y has reanudado tu actividad gradualmente?

– Todo como me dijeron – confirmó Lavinia en voz quieta. – Trabajo en una oficina. Es estresante, pero no hago mucho ejercicio, aparte de moverme entre reuniones.

La doctora asintió con la cabeza en señal de aprobación, confirmando que había seguido las instrucciones. Miró a Lavinia y sonrió suavemente. – Está bien. ¿Y tú, um… – vaciló. Tuvo un momento de incertidumbre porque no recordaba bien si los padres que tenía frente a ella eran pareja. La primera vez, ¿qué habían dicho? – Las relaciones íntimas. El sexo, eso es – hizo una pausa para evaluar sus reacciones – ¿Has notado alguna molestia durante… estas? Es muy importante que pidas una cita si experimentas alguna molestia…

Las cejas de Stewy se fruncieron con preocupación cuando la médico dudó en preguntarle si había sentido algún dolor durante el sexo.

La pregunta lo tomó con la guardia baja y sintió una punzada de preocupación y celos.

Sus pensamientos se dirigieron inmediatamente a Lukas Matsson, y la idea de que ella continuara teniendo sexo con él, escuchó atentamente, mientras mil pensamientos corrían por su mente.

Pero en lugar de una respuesta clara, Lavinia negó con la cabeza.

Ella casi podía sentir los ojos de Stewy ardiendo en ella, una mezcla de preocupación y curiosidad.

¡La sola idea de sexo era lo último en lo que pensaba!

– He leído todo tipo de cosas en Internet. ¿De verdad puedo hacer vida normal…?

La doctora sonrió con un semblante amable: – Sí, es verdad. Con el procedimiento de cerclaje y siguiendo las pautas, puedes llevar una vida relativamente normal. Solo asegúrate de escuchar a tu cuerpo y de tomar descansos cuando sea necesario. Si tienes alguna pregunta, siempre puedes llamar a mi enfermera. Para ser sincera, como lo has hecho fantásticamente y fue una intervención preventiva, solo puedo animarte a que hagas cosas. Pero – añadió, mirando a Stewy –, ya sabes, tómatelo con calma. En cuanto a las relaciones íntimas… reanúdalas pero id con cuidado. Evita cualquier cosa demasiado intensa como posiciones incómodas o que pongan demasiada presión en la cérvix. Lavinia… quiero que te relajes. ¡No hablamos de escalar el Everest todavía! Pero date algún paseo, ve a cenar, disfruta de tu libertad.

La doctora continuó explicando el tema de las relaciones íntimas. Le recalcó que podía reanudar la actividad sexual siempre que tuviera cuidado y tomara las cosas con calma. – Sobre todo queremos evitar infecciones – Se produjo un silencio incómodo en la habitación mientras la doctora hablaba, la tensión entre ellos fue palpable.

Su relación aún no estaba clara y la mención del sexo solo aumentó la incomodidad. Stewy miró a Lavinia, tratando de evaluar su reacción, pero su expresión permaneció neutral. Sin mucho que decir, la médico se concentró en la ecografía, moviendo la varita con cuidado por el estómago.

Lavinia permaneció en silencio, absorbiendo el consejo amistoso de la doctora, mientras ésta continuaba su examen, palpando suavemente su vientre.

Desde que supo que estaba embarazada, había desarrollado una conexión con la idea, un fuerte deseo de cuidarlos, criarlos con amor.

Tal vez ella había estado cuidando de otros como Greg, o incluso de las emociones de sus padres, hace mucho tiempo, pero estos bebés realmente serían su responsabilidad.

Stewy le colocó un mechón de pelo suelto detrás de la oreja, una silenciosa promesa de apoyo envuelta en ese simple gesto. – Oye, todo va a estar bien – murmuró con gentileza – Sé que hoy he vuelto a meter la pata, pero lo haré mejor. Lo prometo.

Esta vez ella no le apartó, pero su respuesta fue tibia. – Deja de disculparte…

Stewy suspiró levemente, esperando que ella permitiera el contacto por completo. – ¿Puedo? – preguntó con cuidado.

Su frialdad inicial parecía haberse descongelado un poco, y había un toque de calidez en sus ojos mientras lo miraba.

Lavinia sintió una oleada de emoción, casi absurdamente. – ¿Dónde estabas? – preguntó, con la voz rara.

Le buscó la mirada, sabiendo que esto sonaba mal... Stewy comenzó a contarle que Naomi Pierce lo había llamado preocupada por Kendall. Al parecer, acabó muy colocado en una fiesta que había organizado el día anterior y todos sabían que había estado luchando contra la depresión.

– Naomi me pidió que fuera a ver cómo estaba Ken – contestó suavemente – Ken no vive lejos de aquí… Pensé que llegaría a tiempo, pero luego… El tiempo empeoró y el tráfico es una pesadilla…

La estudió, esperando comprensión y perdón.

– Dijiste que querías involucrarte – le reprochó suavemente, con los ojos buscando los de él.

– Sí, es lo que quiero… Kendall es como de la familia y me siento responsable de él – Explicó, sintiendo remordimiento por la mirada de ella.

– Me refiero al embarazo…

Un rastro de desesperación cruzó su semblante. – Sí, es lo que estoy diciendo. Eh, estoy aquí… – su voz ahora más suave.

Se acercó, su mano descansando suavemente sobre su vientre desnudo de embarazada.

Percibiendo su inquietud, se inclinó más cerca y la besó en la frente, con cierta cautela, incluso. Sabía que esta batalla por el corazón de Lavinia estaba lejos de terminar, y estaba decidido a luchar por ella, sin importar el precio.

Las palabras de Stewy la relajaron un poco, pero… Las hormonas del embarazo… Oh, de ninguna manera. Solo ha pasado un mes y ya llegas tarde a una cita.

– Claro… A tu manera – Stewy pudo sentir la chispa de irritación en sus ojos. – ¿Alguna vez te detienes a pensar en lo que los otros quieren? No necesito que vengas como un favor, Stewy…

Lavinia se sintió fatal.

No es que no tuviera edad de hacer las cosas difíciles, es que ya no tenía ganas…

Stewy respiró profundamente mientras ordenaba sus pensamientos antes de responder.

– No es eso lo que está pasando. – Se defendió. – Lamento no poder estar ahí de la forma que necesitabas. Sé que me pediste que nos diera tiempo… Pero traté de devolverte aquella llamada.

Stewy notó que a ella se le empezaban a llenar los ojos de lágrimas e instintivamente extendió la mano para acariciar suavemente su mejilla con los dedos, tratando de brindarle un poco de comodidad. La atrajo hacia sí, su cuerpo a unos pocos centímetros.

Lavinia se mordió el labio mientras luchaba por encontrar las palabras:

– Ya… no te la cogí… – dijo – ¿Kendall? ¿Está bien? – preguntó, repentinamente frunciendo el ceño.

Con un largo suspiro, Stewy sacudió la cabeza y se pasó la mano por la barba.

– Kendall… no está muy bien – admitió, con la voz cargada de preocupación – Está luchando con algunos demonios en este momento. He hecho lo mejor que he podido para estar ahí para él, pero es difícil. Livy… vosotros sois mi prioridad.

La miró de nuevo y vio la impaciencia en sus ojos, su frustración.

– No te disculpes más – musitó.

Él asintió. – Vale.

Su voz firme y gentil.

En ese momento, la doctora Toure, que había estado mirando unos papeles, regresó con una sonrisa radiante y Lavinia hizo todo lo posible por aliviar su preocupación. Entonces, la médica dijo: – Si quieres, podemos hacer la parte divertida para papá otra vez. ¿Qué te parece? – su tono amistoso aligeró la atmósfera, y Lavinia se encontró asintiendo algo renuente. – ¿Volvemos a escuchar esos latidos del corazón?

Mientras la doctora realizaba la nueva exploración, Stewy miró la pantalla, cautivado por los pequeños movimientos de los bebés, con el corazón henchido.

Si todavía estaba preocupado porque Kendall hiciera alguna estupidez, no lo demostró.

Dios.

Estudió la imagen de sus hijos en ese monitor.

– Todo se ve genial, Lavinia – le aseguró la doctora, con tono optimista – ¡Tus bebés están sanos y se están desarrollando espléndidamente!

Luego empezaron a sonar de nuevo unos tum-tum rítmicos en la habitación.

Lavinia sintió que una ternura brotaba de su corazón con las palabras de la doctora. Suspiró, sus ojos llenos de una mezcla de cansancio y alivio.

– ¿Qué piensas? – preguntó, mirando a Stewy.

– Son perfectos – Le apretó la mano con fuerza, su voz con asombro– Simplemente perfectos.

Hubo un momento de comprensión entre ellos mientras intercambiaban una mirada.

Stewy mantuvo la mano entrelazada con la de ella.

Mientras se miraban, hubo un breve momento en el que el dolor y la frustración aún estuvieron presentes en sus ojos.

Pero, mientras escuchaban el ritmo constante de los latidos del corazón de los bebés, algo cambió. El dolor comenzó a transformarse en algo más suave, más tierno.

– Ahora, puedes limpiarte – dijo la doctora, entregándole una toalla – ¿Todavía vuelas a menudo?

Lavinia asintió, frunciendo ligeramente el sueño. – No he estado volando mucho últimamente, pero debería hacerlo en los próximos días... ¿Eso va a ser un problema? Es a Asia. Ahora te cuento…

– Solo asegúrate de moverte un poco cuando puedas y mantente hidratada Y no olvides usar esas medias para la circulación de las que hablamos – le aconsejó Touré. –No comas nada de la calle, bebe agua embotellada, protégete de los mosquitos, me dices el lugar y miramos… Ah, y – miró de refilón a Stewy, quien se mordió la lengua pero obviamente había dudado cuando Lavinia mencionó viajar. – Es normal que los sentimientos estén a flor de piel, pero no te preocupes de más. Necesitas estar tranquila. Os veo muy tensos, chicos… ¿ok?

En ese momento, en medio de la preocupación y la voz de su médico, Lavinia se dijo una vez más que tenía que estar bien.

Era fácil adivinar lo que pasaba por su cabeza.

Stewy sintió que estaba haciendo todo lo que podía para mantenerse fuerte por el bien de los bebés y de ella misma.

Unos minutos después, los dos salían de la clínica en silencio.

– Hace frío – Ella comentó, su aliento resoplaba en pequeñas nubes de vapor de la tarde.

– ¿Puedo? –preguntó, envolviendo la larga bufanda blanca de Lavinia alrededor de su cuello dos veces. La miró directamente a los ojos: – Deberíamos celebrar que todo está bien… ¿Te apetece comer algo? ¿Cómo has estado? – Mientras estaban allí, Stewy recordó que ambos tenían que asistir a la gala Recny esa noche. Hizo una mueca, al darse cuenta de que iba a ser una noche larga. Mierda. – Vale – dijo con un tono de voz algo decepcionado – Hoy es la Gala Recny. Me temo que tenemos que asistir, aunque preferiría no hacerlo. ¿Un café primero?

Lavinia sonrió un poco.

– No puedo hacer pellas, ni siquiera por un café. Es la noche de la coronación de Tom – respondió, con un tono firme pero con un dejo de humor y un toque de humor en su voz.

Él respondió amablemente a su comentario jocoso.

Pero quería tener un momento más largo con ella.

– Sí que parece la noche de la coronación. ¿No puedes tomártelo con calma un par de horas? Podríamos hacer esperar al CEO electo durante media hora – instó. – Karolina podría relevarte.

Lavinia colocó su mano protectora sobre su vientre embarazado, que crecía día a día. – No creo que Lukas lo aprecie. Tal vez no esta noche– dijo.

Stewy observó cómo apoyaba suavemente su mano sobre su vientre, protegiendo inconscientemente a los bebés que crecían dentro de ella.

Podía ver los cambios sutiles en su cuerpo debido al embarazo.

Luego escuchó su comentario sobre Lukas y una chispa de celos se encendió dentro de él.

Se pasó una mano por la barba y reflexionó un momento.

– Sí, quizá tengas razón – respondió él, intentando disimular su preocupación con una sonrisa. – Pero realmente tenemos que hablar pronto, tú y yo.

– Hago lo que puedo... – No podía decir si ahora estaba empezando a sentirse un poco molesta.

Stewy se quedó en silencio por un momento y le preocupó por ese breve segundo su silencio.

No pudo evitar añadir:

– He oído lo del viaje de Matsson a Bangkok para no sé qué movida del clima. ¿Es… sobre Ewan? ¿Una fundación? Tengo que admitir que el puñetero sueco es listo… ¿Qué os pasa a todos con Tailandia? ¿No habéis oído que hay tsunamis y mosquitos? – tratando de ocultar su genuina preocupación detrás de un tono de broma. No podía evitar preocuparse por la seguridad de ella y la de los bebés.

Lavinia suspiró.

Lo primero lo primero.

– A ver… no sé. Mi abuelo no quiere saber nada de GoJo… Yo también estoy sorprendida. Hablamos de responsabilidad social corporativa pero ha sido algo de última hora… ¿Qué quieres decir con…? ¿Quién más viaja a Tailandia?

Stewy negó con la cabeza.

– Kendall podría estar pensando en convertirse en uno de esos tipos que mueren al sol como un cactus, pero con algún propósito espiritual… y ahora Matsson te arrastra a ti a escuchar hablar de la huella de carbono de su jet como si le importara una mierda. Hay más países…

– Voy por trabajo y no voy a salir del hotel. Ya escuchaste a la doctora, debería ser seguro – insistió ella, suplicándole con la mirada mientras él hacia malabarismos con sus celos.

Lavinia se mordió el labio.

La doctora le había dado el visto bueno pero… claro que también se preocupaba por cada cosa que hacía por si pudiera hacerles daño.

Estuvo tentada de seguir hablando de su viaje de trabajo, pero al final Stewy desistió.

Se dio cuenta de que discutir sobre el tema no tenía sentido y cambió de tema abruptamente.

– Oye, ¿podemos hablar de otra cosa? – preguntó con un tono serio en su voz – ¿Qué tal si discutimos los nombres de los bebés? Es algo que tenemos que decidir. Miré los papeles de la doctora – tanteó – Los llaman bebés Hosseini A y B…

Lavinia lo estudió por un momento.

Ella miró el sobre en su mano.

Se mordió la lengua, tragándose la admisión que burbujeaba en su interior.

Porque sentía demasiadas cosas ahora que él estaba aquí.

Oh, odió darse cuenta que estaba a punto de negar fundamentalmente todo lo que había estado considerando durante las últimas semanas.

Solo necesitaba más tiempo.

– No hagas eso – le pidió.

– ¿Hacer qué? – preguntó él, aparentemente inocente.

– Dar por sentado que ese va a ser su apellido…

Stewy levantó las manos ligeramente, como si se rindiera.

– No está decidido hasta que lo hayamos discutido.

– Mi intención no era esa… Solo pensé… ya sabes, la manera tradicional. ¿Qué tal ese café? – sugirió.

Había un matiz de actitud defensiva en su voz. Ella casi quiso reír. – ¿Desde cuándo Stewy Hosseini es tradicional?

La respuesta de Lavinia lo tomó por sorpresa. Levantó una ceja ante su comentario.

Un momento de silencio quedó suspendido en el aire antes de que él lo rompiera con una broma. – Oye, puedo ser tradicional… a veces – dijo, fingiendo estar ofendido, su voz destilando sinceridad. – Quiero decir, joder... Por tu mensaje en el buzón de voz, pensé que… pero lo haremos como quieras. – Stewy añadió, su voz cambiando a algo más suave, suplicante.

Lavinia lo miró, luchando por encontrar las palabras.

– Me estoy quedando sin tiempo. – Lavinia miró su teléfono y dijo: – ¿Podemos dar un paseo?

– Lo que quieras, pero el suelo está helado. No quiero que te resbales – le ofreció el brazo galante – Mira, lo sé, soy un bocazas... Pero quiero hacer esto bien. Quiero hacerlo bien para ti y para los bebés – continuó.

Absortos en el ruido de hora punta de la ciudad, pasearon por la calle concurrida, el suelo mojado.

Un perro blanco y peludo que paseaba una mujer se acercó a ellos, pero estaba con correa y solo olfateó las piernas de Lavinia. – Lo siento – se disculpó la dueña riñendo al animal, y Lavinia sonrió cortésmente.

– Entonces Kian y… ¿Sara? – Stewy se aventuró a tantear.

Lavinia arrugó la frente. – ¿Tu ex no se llamaba…?

– Zahra. No es el mismo nombre en absoluto… Pero si te gusta… creo que significa…

– ¡Stewy, no! ¿Y qué hay de Lila? – Le interrumpió.

– Mi cuñada se llama Leila. Le gustaría pero… – hizo un mohín.

Recordó una vez más que sabía muy poco sobre su familia.

Pero estás segura de que había dicho antes el nombre de su cuñada.

Quizás en Grecia… Ella recordaba que él le había cocinado un plato con una receta escrita en farsi.

Lavinia le pidió que le enseñara el idioma pero realmente nunca habían empezado.

Kian y Sara… o Lila… son todos nombres muy bonitos.

Ella tenía más en su lista.

– Me gustaba Lila, pero… No sé, ni siquiera conozco a tu Leila. ¿No será raro? También me gusta Maya…

Stewy frunció el ceño. – Eso es sueco, ¿no?

Consideró la sugerencia por un momento, pero tan pronto como el nombre de Maya salió de sus labios, su expresión cambió sutilmente. Trató de ocultarlo, pero no pudo evitar la asociación.

Definitivamente ese nombre gritaría Lukas Matsson hasta el fin de los tiempos, pero trató de mantener la compostura y no dejar que sus emociones se mostraran demasiado.

– No me gusta porque sea… Oh, esto no va a funcionar… Dejémoslo por ahora, ¿vale?

Podía sentir el aire denso entre ellos que hacía que las cosas fueran más complicadas y emotivas.

Había ido bien por un momento.

Lavinia acababa de pedir un Uber en su teléfono cuando levantó la vista, atrapó un copo de nieve en su mano e hizo una mueca: – Ayer dijeron que haría sol y menos frío. Si no hubiera llovido…

– Parece que alguien olvidó enviar el memorándum – Stewy le dedicó una sonrisa.

Ella inclinó la cabeza pero cualquiera que fuera su emoción no llegó a los ojos. – ¿Sabías que no hay dos copos de nieve idénticos? ¿Y por qué son blancos?

– No – respondió, agarrándola firmemente del brazo para evitar que resbalara en el pavimento helado. Lavinia se volvió hacia él, estudiándolo con los ojos.

– Los cristales de nieve reflejan la luz, y… es un poco más complejo, pero es una explicación hermosa – explicó.

– Debí haberme quedado dormido en la clase de ciencias – bromeó.

– ¡Mentiroso! Sr. Fui a Harvard – Lavinia negó con la cabeza, una sonrisa se dibujó en sus labios a pesar de su mejor esfuerzo por no ceder.

– Eso es por el dinero – le hizo un guiño.

Lavinia se movió con una sonrisa que se extendió por su rostro.

Después de un segundo, ella no pudo evitar compartir sus pensamientos, ansiosa por aliviar la tensión que se acumulaba en su pecho:

– Hace dos semanas fui a un control rápido – dijo –, así que sabía que mi presión arterial y mi azúcar están bien y que podía relajarme un poco… Pero estaba aterrada por la prueba de hoy. Te habría matado cuando has entrado de esa forma – hizo una pausa, pensativa. – No tienes que venir a las visitas si no tienes tiempo… Pero me alegra que hayas llegado…

Una vez le había dicho que podía hacer esto sola.

Menudo roto para un descosido.

Stewy juntó los labios con una pequeña sonrisa. – He calculado mal. Es que… la cabeza me daba vueltas… Pensé que si seguía moviéndome, podría tomarme un momento para destensarme… Pero Dios, Livy. Estoy aquí para quedarme. ¿Por qué no me dijiste lo de la otra visita? Hubiera cambiado mi horario. Que se jodan todos... ¿Y que soy un gilipollas? Sí, pero quiero hacerlo bien.

Todavía estaba en shock por la confesión de Ken pero eso ahora era más importante.

Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, pudo escuchar la culpa arrastrándose, aunque también hubo la determinación de permanecer a su lado. – ¿Livy? – La voz de Stewy estaba teñida de preocupación al notar su vacilación.

Cerró los ojos por un momento. – No he sentido náuseas en días. Sólo necesito... – Se frotó la cara con las manos, como si intentara borrar el malestar.

– Vamos – la persuadió Stewy, guiándola suavemente hacia una pared cercana mientras la gente pasaba por la calle a su alrededor.

– Era solo de rutina – Explicó, y un toque de gravedad regresó a la conversación – La otra visita. Quieren verme más a menudo por el cerclaje. Creo que la leche del café de antes me está haciendo… Estoy mareada.

– Está bien – la tranquilizó, moviendo la mano para frotarle la espalda en círculos suaves –. Solo dime si vas a vomitar. ¿Quieres sentarte?

– No, un segundo – contestó ella, con voz débil pero decidida.

– Ven – repitió él, haciéndola apoyar la cabeza en su hombro mientras la envolvía en sus brazos.

Stewy la apretó con fuerza contra sí.

– Voy a arruinar tus zapatos de piel – intentó bromear Lavinia en un susurro, su aliento cálido contra su chaqueta, recordando su primera conversación – y seguro que cuestan una fortuna. Es como si la tierra se moviera bajo mis pies.

– Me lo merezco, amor. Respira y cuenta hasta diez…

Contó en silencio hasta que se le pasaron las náuseas. Pero cuando la seriedad volvió a deslizarse en su tono, comentó: – No se trata de si lo mereces. Solo tenía miedo de que te hubieras olvidado – se sinceró.

Stewy exhaló, tratando de ordenar sus pensamientos. – No, no lo había olvidado. Lo tenía marcado en mi calendario desde hacía días. Escucha… Tal vez podamos celebrarlo con un aperitivo antes de la gala. Intentemos centrarnos en lo positivo. Sé que tengo mucho que compensarte... Dios, Livy, eres la persona más fuerte que conozco. Y me haces sentir orgulloso y asombrado cada vez – admitió con cariño en la mirada.

Lavinia, apartándose lo suficiente para mirarlo a los ojos, suavizó su expresión. – Necesito irme… Hay una especie de photocall en la entrada y no quiero delegar en Hugo. Tú también deberías llegar temprano… La nueva junta directiva aún no ha sido elegida. ¿No intentaréis influir en las cosas de alguna manera, mientras os quedan acciones?

El mareo había pasado y se quedaron quietos en medio de la bulliciosa calle. Stewy reflexionó sobre sus palabras, con una sonrisa en los labios: – Suenas como Joe… Pero ya no me interesa Waystar, sólo adónde os lleva a los tres… De lo contrario, me desentiendo. – chasqueó la lengua para enfatizar.

– ¿Y tu dinero? – cuestionó ella, levantando una ceja.

– Matsson pagó muy bien la mitad de lo que teníamos – Stewy respondió, encogiéndose de hombros – El resto de acciones no significan nada para mí si esta empresa me quita a mi familia. Sé que eso me lo merezco, nena. Sólo… ¿nos sentamos en una cafetería para comer algo dulce un momento? Te sentirás mejor.

Lavinia parpadeó. – Creo que también te has perdido la parte en la que estoy a dieta… ¡No puedo permitirme ganar más peso! Como cómo una lija todo el día. Tus dos hijos me van a comer por los pies… – sonrió un poco.

La mirada de Stewy se suavizó mientras buscaba permiso con los ojos antes de tomarle la mano con delicadeza. Se inclinó ligeramente hacia atrás, estudiándola con una seriedad afectuosa.

– Estás diferente desde la última vez – comentó, con una sonrisa extendiéndose por su rostro.

– ¡Oh, gracias! – respondió ella, incrédula.

– No, quiero decir – se corrigió a sí mismo, con un tono serio –, ya sabes a qué me refiero... Solo se te nota en la barriga… Estás preciosa.

Se mordió el labio, reprimiendo una protesta. – No me tomes el pelo hoy, Stew. ¿De acuerdo? – El enfado en sus ojos almendra era a la vez entrañable y furioso.

Stewy la miró con una extraña determinación en su pupila. – Hay una cosa más – empezó – Mi madre quería venir, pero le dije que te haría sentir incómoda…

Lavinia escrutó su rostro, sin parecer muy convencida. – ¿Quería venir a la prueba?

– Más bien a tomar un café contigo después. ¿Te gustaría? ¿Algún día? – investigó con suavidad. – Ella realmente quiere conocerte, pero no estaba seguro de si era una buena idea considerando... todo. Tal vez si esta noche…

Ella dudó, la incertidumbre flotando en el aire. – No lo sé. Stewy, – le cortó – tu madre probablemente me odia. ¿Qué pasa esta noche…?

– ¿Por qué te iba a odiar...? – Stewy parecía desconcertado, su expresión una mezcla cómica de confusión y curiosidad. Nunca respondió la última parte.

– Quizás porque pensará que te he parado una trampa con los bebés. Honestamente, no la culparía... – Lavinia respondió, forzando una sonrisa que se sintió un poco demasiado forzada – Eres su hijo pequeño, apuesto a que te adora. Y yo... bueno... no sé...

– Livy – protestó Stewy, haciendo un puchero con el labio inferior. Su mano se quedó suspendida en el aire antes de posarse en su cintura, en una súplica silenciosa. – Hey, soy un adulto, ¡de casi 40 años, nada menos! Puedo tomar mis propias decisiones – Hizo una pausa por un momento, observándola – En realidad están bastante aliviados de que no sea un caso perdido – agregó, con una leve sonrisa tirando de las comisuras de sus labios.

– No lo sé…

– Estás esperando a sus nietos… Créeme, soy yo quien les va a decepcionar mucho a los dos, si logro arruinar esto aún más… – frunció el ceño ligeramente – Y para que quede claro, ¡no soy un niño de mamá!

Cuando su mano se movió para descansar sobre la curva de su vientre, por encima de su blusa beige, frunció el ceño, la preocupación grabando líneas más profundas en su rostro. – Está un poco dura. ¿Estás bien? ¿Deberíamos volver a…?

– No, estoy bien – insistió ella, guiando su mano hacia donde estaba la suya, sintiendo el calor que irradiaba de él – No he tenido ninguna contracción en todo el mes… A veces es lo normal.

Sus rostros estaban tan juntos que a Lavinia casi se le cortó la respiración y sus ojos se fueron a los labios de Stewy a solo unos centímetros de los de ella. Los dos tomaron aire.

Tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para no besarla en ese momento. Poder hablar, bromear y reír con Lavinia era todo lo que había pedido durante los últimos meses. Casi había temido que nunca volvería a ser tan fácil.

Lavinia respiró profundamente mientras desvió la mirada a su móvil: – Mi Uber ya está llegando – dijo, cerrando la aplicación y enderezando su postura.

Stewy le dio un suave apretón en la mano, ofreciéndole una sonrisa suave y alentadora. – Puedes hacerlo, Liv. Estoy aquí. Sé que debería haber llevado mejor la cuenta del tiempo; fue una estupidez de mi parte… Ken… está hecho un desastre.

Lavinia le devolvió la sonrisa, un destello de comprensión pasó entre ellos. – Está bien. Puedo imaginarme…

Trató de ser lo más racional posible. Stewy tenía razón, por supuesto, pero aun así; su mente se desvió hacia los nombres de bebé que habían discutido.

Stewy era un hombre ocupado y no esperaba que lo dejara todo cada vez. Aun así, se sentía un poco injusto que él pudiera darse el lujo de llegar tarde mientras ella estaba atada al reloj que corría hacia la maternidad inminente.

Él soltó su mano con cuidado. – Te veo en la gala en un rato…

Se miraron el uno al otro por un momento, compartiendo un acuerdo tácito. Lo tenéis completamente superado los dos.

Mira cómo me lo creo.

Stewy la miró con la cabeza gacha. – Eh, te quiero.

Ella se mordió el labio, con la vista fija en él.

Quería preguntar si alguien más de Maesbury vendría a la gala esa noche. Pero… Entonces, el móvil de Lavinia empezó a sonar. – Vaya, lo siento…

– ¿Va todo bien? – preguntó.

– Lo siento es de trabajo. – Ella miró a la calle – Creo que mi Uber ya ha llegado.

– Con cuidado, espera – le abrió la puerta del coche, bajando de la acera.

– Gracias…

Stewy se sintió reconfortado al verla sonreír. –Te guardaré un baile más tarde, ¿vale? – bromeó. Ella sacudió la cabeza y pasó junto a él. Stewy cerró los ojos por un momento, respirando su aroma a mandarina y vainilla.

Se estaban embarcando en este viaje "como amigos", se recordó, aunque era imposible que fuera algo más que una buena intención. Era obvio cómo se sentían cuando estaban cerca el uno del otro.


El conductor del Uber conocía bien Manhattan y las zonas más concurridas de la ciudad. Pero su navegador se despistó cuando dio un giro equivocado y ella tuvo que darle indicaciones una vez que entraron en el barrio de Queens.

Después de un momento pareció otra vez perdida en sus pensamientos.

Como la clienta estaba distraída, él con la lógica entrenada por más de veinte meses al volante que le permitía disimular, subió por una de las calles principales y fue bajando esperando que ella dijera algo.

De vez en cuando, la miraba por el retrovisor. Le pareció que le había visto antes. Quizás en la tele. Le preguntó a quién acierta adivina si se dedicaba al cine.

Ella arrugó la nariz. – Pues tu cara me suena mucho – tanteó antes de parar en un semáforo.

Ella ya no contestó. Sólo movió la cabeza con una mirada confusa.

Hermosa pero estirada.

Una actriz rica no viviría en esa zona. Pero aun así…

Lavinia, inquieta, no supo qué decir.

No es que pudiera ir explicando porqué aquel hombre debería haberla visto por la tele y no tenía ánimo para charlar con un desconocido.

Estuvo tentada de pedirle que volviera atrás… Estaba cansada de estar sin Stewy y era estúpido estar enfadada por un pequeño retraso.

La cantidad de autosabotaje que se estaba haciendo a sí misma probablemente no era menos que asombrosa.

Se había imaginado salir de la cita de hoy con una sensación muy diferente a ésta.

Pero ella no iba a deambular como una geisha por un campo de arroz por quien obviamente tenía otras cosas en su vida además de pensar en ella, o no habría llegado tarde.


Se puso el vestido de cóctel de Stewy y abrió los ojos de par en par con sorpresa al ver que la tela se ajustaba perfectamente a su figura. Mirándose en el espejo, Lavinia admiró la prenda, sedosa y suelta, que caía en pliegues elegantes sobre su figura.

De hecho, se había resignado a comprar un vestido que no empeorara las cosas y la hiciera parecer una matrona antes de recibir su regalo. Debería usar este también para Año Nuevo.

Se vistió también con unas medias de liga y unos tacones discretos, lista para supervisar la culminación de su arduo trabajo estas semanas.

Se había embadurnado en crema hidratante al salir de la ducha.

Ni siquiera intentó buscar más estrías e imperfecciones ¡y era solo el principio!

En el cuello llevaba el collar que iba en el regalo que le había mandado Stewy. Tenía el rostro maquillado y su cabello relucía. Cuando los invitados comenzaron a llegar y el salón de baile rebosaba de energía, se tomó un momento para detenerse y observar su entorno.

Había tenido menos de una hora para cambiarse en casa.

Había buscado en las listas de inmobiliarias apartamentos más grandes, pero los precios estaban por las nubes o eran en Jersey.

En el vestíbulo del hotel de la gala, dieciséis mil ramas iluminadas de Navidad centelleaban como estrellas, colocadas por un paisajista conocido. Arreglos florales en varios tonos de rosa violáceo oscuro y burdeos adornaban los extremos de ciertas filas de mesas.

La iluminación era de un tono magenta-violeta vibrante, mientras que dos pantallas grandes mostraban el nuevo logotipo azul de la empresa, una cerca del escenario y otra ubicada estratégicamente a un costado.

Lukas, con su amenidad característica, se acercó a ella, con una sonrisa estampada en su rostro. – ¡Te has superado a ti misma, Hache! – dijo. – ¡Esto está triunfando más que la Coca-Cola!

Lavinia sonrió levemente, agradecida porque todo fuera sobre ruedas. Toda la prensa estaba presente. Había dedicado incontables horas de esfuerzo y, al final, si había una cobertura positiva, valdría la pena.

En las mujeres predominaban los atuendos negros hasta los pies o el rojo hasta la rodilla, y bastantes tonos azules tirando al cielo nocturno. Más tirantes que palabra de honor, más cabello recogido que melena.

Entre los hombres no había tanto color ni tantas diferencias.

Ya fuera en esmoquin o en traje imperaba el negro de pies a cabeza con una camisa blanca. La originalidad sólo en la corbata o en el corbatín de lazo.

Nada más pisar el suelo de mármol de la sala, los invitados dieron comienzo al cóctel.

Una fila de camareros les dio la bienvenida con una copa de champán y un suflé de patatas con el nombre de la gala en el pequeño plato.

Mientras estaba de pie frente a un camarero que ofrecía canapés a dos alemanes de Goldman Sachs acabados de llegar, Lukas a su lado con un elegante esmoquin, no pudo evitar mirarlo de reojo.

Lukas realmente no sabía que era lo que la perturbaba, pero había algo de obstinación en su actitud, no quería jugar a las adivinanzas. – ¿Hay alguna razón por la que todavía estás enfadada conmigo? ¿Hay algo que deba hacer? – se aventuró a preguntar, su tono ligero pero sincero.

– Lukas, han pasado semanas…

– Sí, me he dado cuenta. Y, por cierto, hace días que no nos vemos fuera de la oficina... Quiero decir, adoro tu trabajo y todo eso, pero no puedo evitar sentir que estoy castigado. Me vendría bien alguien con quien compartir mis pensamientos además de Oskar.

– Vuelo contigo justo antes de Navidad, Lukas – dijo suavemente. – Ni siquiera he protestado.

Él asintió y alargó la mano para tocar su codo. – Realmente quiero enmendarlo porque creo que podría haber cometido un error. Te envié flores antes, como agradecimiento por esta semana, pero no sabía que no estabas en la oficina esta tarde. No todo lo que has hecho últimamente en Waystar estaba exactamente en tu descripción del trabajo… Y por cierto, al diablo con el plan de quedarte en Estocolmo mientras visito a mi madre, deberías venir… Los amigos son bienvenidos.

– Lukas – le advirtió.

– Vamos… – la persuadió.

Ella se apartó un poco, para mirarle. Necesitaba hacer funcionar esto… profesionalmente.

– Digamos que Kate me envió una foto. De las flores… Son bonitas.

– Pero no como este vestido… – hizo un gesto hacia ella.

Lavinia se quedó un poco parada. Oh, al diablo con los mentideros de Waystar…

– Te lo han contado, ¿eh?

– Tengo mis fuentes… – se encogió de hombros, con una sonrisa juguetona en los labios. – Pero en serio, ¿quién demonios es Kate?

Lavinia suspiró, poniendo los ojos en blanco. – La nueva interna del departamento. Lukas… creo que este no es el momento…

Él se inclinó un poco hacia adelante, la energía cómplice en el aire se hizo más fuerte. – Mensaje recibido. Por cierto, el que me lo dijo fue Hugo…

Eso sí que fue un giro.

– ¿Cómo lo sabe Hugo? – preguntó Lavinia, genuinamente perpleja.

– Paredes de cristal – sentenció él. – Fue un comentario muy casual, estoy empezando a pensar que sus triquiñuelas pueden ser muy divertidas. Podría reconsiderar su despido…

– No me parece gracioso…

La noche apenas comenzaba y pronto todos estarían sentados en las mesas, listos para disfrutar de la cena y las actuaciones.

De repente, un pensamiento asaltó a Lukas. – Oh, tenía que decirte… pospusimos esa reunión porque no tenía tu informe – ladeó la cabeza hacia ella – Oops.

Oh, joder.

– No pude terminarlo. Lukas, me sabe fatal… He estado abrumada y me resulta difícil concentrarme en casa por la noche. Casi lo tenía… Pero me olvidé por completo de ello por la mañana… Con tu discurso, Tom, las notas previas sobre la gala… Y los rumores sobre – bajó la voz – que vas a deshacerte de los parques y los cruceros. Y mantendrás la ATN y otros activos que te gustan, noticias, películas y programas de televisión para tu plataforma… Lo siento.

– Vale. Deberías delegar, ¿huh?

– Puedo hacerlo – insistió, con determinación en la voz – Te lo prometo.

Lukas arqueó una ceja.

Después de una pausa, como si estuviera reconsiderando sus palabras, curvó las comisuras de sus labios. – Está bien. Pero no dejes que vuelva a suceder…

– No, por supuesto que no…

Mierda… No sé dónde tengo la cabeza.

– Te contraté porque eres obstinada y pragmática. Ya sabes, deja algo para los otros…

Ella asintió.

– ¿Desean algo?

– ¿Has probado esto? – Lavinia preguntó, señalando la bandeja de bocados salados que les ofrecía un camarero que pasaba – He oído en la cocina que estas cosas saladas son deliciosas.

– ¡No te llenes de esos! Ojalá salgamos a tiempo para comer algo de verdad. ¿Qué tal unas chocolatinas? – conspiró Lukas, haciéndola alzar una ceja.

Sin embargo, debajo de las bromas, Lavinia no podía quitarse de encima la persistente preocupación de que podría decepcionar a todos, y no estaba segura de si iba a poder seguir el ritmo de la oficina hasta el final. ¡Todavía quedaba mucho embarazo por delante!

– Hay una cena preparada después… ¿Cuánto esperamos recaudar? Debería añadirlo a la nota de prensa – dijo, volviendo al modo de trabajo.

– Quinientos creo. Contribuiremos con ochenta – respondió Lukas con un guiño.

– ¿Millones? Has sido excepcionalmente generoso últimamente.

– Solo intento demostrar nuestra superioridad cívica – sonrió.

– Es mucha superioridad cívica – replicó ella.

– Un pajarito me ha dicho que debemos despistar el personal porque van a estar muy enfadados por los despidos. Pero esto es una revolución, estamos planeando agregar más polvo mágico a nuestra tecnología innovadora, como siempre lo hacemos. Eso debería estar en los periódicos – Lukas enarcó una ceja, con una sonrisa burlona tirando de las comisuras de su boca – Pero en serio, podrías recordarme ¿por qué donamos tanto dinero a las artes?

– Ah, eso sería porque la primera mujer de Logan quería que los niños de cualquier clase social pudieran hacer ballet. – dudó – Al menos, creo que es así como fue. A la gente rica de por aquí les encanta ser filantrópicos, dar dinero a buenas causas…

– Cortar cintas como deporte… – añadió Lukas – Hemos mezclado el nombre de la Recny con el nuevo logo, ¡pero dime que te has asegurado de que no haya ni un solo rastro de esa tontería de Roy Creative en ninguna parte, solo Waystar GoJo! No quiero volver a ver ese nombre… Es decir – Se rascó la nariz dándose cuenta de la mueca de Lavinia.

– Sí, ya lo miramos.

Mientras Lavinia dejaba que su mirada vagara por la habitación, observó alrededor. Tom se pavoneaba como si fuera el dueño del lugar, y allí estaba Shiv, tan elegante como siempre. La corrección con la que se trataban fue un tanto inquietante.

El marido de Shiv le había encomendado a Greg la tarea de asegurarse de que fuera la abeja reina del baile. ¡Como si ese no fuera el objetivo de esta gala!

Bueno, eso sin contar al sueco agente del caos que queriéndolo o no se había convertido en el favorito de los tabloides; y luego estaba Jeryd Mencken, que había confirmado su asistencia a la gala y haría correr ríos de tinta.

– ¿Quieres que los llame para las fotos? – preguntó.

– No, puedes tomarlas más tarde para nosotros. En serio, ¿no me vas a dejar que te luzca en el photocall? ¡Te ves absolutamente impresionante esta noche! Aunque no me importaría que eligieras un vestido diferente…

Lavinia pareció molesta. – ¿Impresionante o deslumbrantemente grande?

Lukas se inclinó más cerca, bajando la voz con complicidad como si compartiera un secreto. – ¿Debería pedirle a ese tipo que parece que navega en siete yates que te consiga otro vestido?

– Ese es del catering, – respondió ella, sacudiendo la cabeza vigorosamente. – Eso lo sabes perfectamente.

– Sí, sí, suerte de tener ciertos privilegios. Si estuviéramos en los cincuenta, te haría quitarte el vestido. – La risa bailó en su voz, arqueando las cejas ante la indignación en su mirada. – Por cierto, ¿por qué me convenciste de que tenía que vestirme como una versión cara de un camarero?

Pese a sus quejas la verdad es que el traje le quedaba como si se lo hubieran cosido encima.

Y luego llegó Mencken, entrando con su equipo de seguridad y la mitad del Servicio Secreto. – ¡Mira, el señor presidente! – exclamó Oskar, tratando de reprimir su diversión.

– No todavía – Ella le recordó en un murmuro.

Lukas hizo un chascarrillo. – Nos tendrá que valer… Por ahora. Tal vez tu primo no haya roto la democracia después de todo. ¿Qué opinas?

Lavinia solo suspiró.

Era una buena publicidad para él estar aquí hoy y lo era para Lukas invitarle.

Una especie de energía nerviosa se extendió por toda la fiesta cuya atención parecía resituarse en Jeryd Mencken…

Lukas la miró rápidamente con una expresión que no pudo definir. – Delega, ¿vale? No podemos permitirnos que esto se salga de control.

– Puedo gestionarlo.

– Bien – Dicho esto, Lukas cruzó la sala a grandes zancadas, encaminándose directamente hacía el nuevo presidente electo de los Estados Unidos de América, si el Supremo no lo impedía. La verdad es que las cosas habían parecido más optimistas hace dos semanas…

– ¡Oh, presidente, mi presidente! ¡Felicitaciones de nuevo! – saludó Lukas con alegría forzada.

Mencken hizo un gesto con la mano y una expresión de desdén juguetón se dibujó en su rostro. – ¡Hola! Dejemos de lado las formalidades, ¿vale? Soy el nuevo presidente, aunque parece que algunas personas aún no han recibido el mensaje – bromeó, con una sonrisa descarada tirando de las comisuras de sus labios. – ¡Pero no temáis! Dadme unos días y estaremos implementando un montón de cambios por aquí.

– ¡Por supuesto, adelante! – respondió Lukas asintiendo con la cabeza, con los ojos brillantes – Mientras no estés planeando deportar a un tipo como yo a Suecia – bromeó, con una risa burbujeante debajo de la superficie.

Entonces Tom se adelantó de un salto, ansioso por estrecharle la mano a Mencken, rebosando entusiasmo. Shiv se quedó atrás, con una sonrisa que oscilaba entre la cordialidad y el escepticismo, una máscara educada.

– ¡No te preocupes, Siobhan! ¡Todavía no hay fotógrafos merodeando por aquí! – le aseguró Mencken, sonriendo de una manera que era a la vez encantadora y arrogante – ¿Cómo estás manejando todos estos cambios? He oído cosas muy interesantes sobre tu hermano... ¿Está bien?

Tom se rió entre dientes torpemente, tratando de seguir el ritmo del encanto arrogante de Mencken.

– Me refiero a Kendall... Connor, por supuesto, todavía se aferra a su trozo de tarta eslovena, eso mola.

– ¿Ajá? – respondió Shiv, fingiendo una mirada de confusión.

– Oh, estoy bromeando. – Mencken intervino, su risa se mezcló con la música que flotaba en el aire y Lavinia no escuchó el resto.

Shiv murmuró algo que tampoco captó del todo, aunque parecía tener un aire de intriga cortesana, dada la sonrisa astuta de Mencken en respuesta.

Probablemente algo de la decisión de los tribunales que estaba al caer.

Connor había sido invitado porque Lavinia pensó que debían incluirlo en la lista de asistentes. Después de todo, esta gran gala fue idea de su madre.

Pero Willa la había llamado esta tarde.

Tenía una "gripe masculina" de caballo.

Lavinia pensó que quizás era una excusa; después de todo, esta gala ya no era un asunto familiar, lo que seguramente debía tirar de su fibra. Pero estaba casi segura de que habría dado un brazo para hablar con Mencken cara a cara en lugar de a través su equipo, fiebre o no.

Mencken le dirigió una sonrisa a Shiv, claramente divertido.

– Extrañaremos a tu padre esta noche, Siobhan. ¡Un verdadero grande! Siempre alerta, listo para denunciar el espectro inminente del globalismo despiadado, ¡como en las cruzadas! – añadió, como si fuera en complicidad. Se volvió hacia Lukas y Tom, con la voz llena de sarcasmo – Gracias por la invitación. Espero que no tengáis una lista muy larga de cosas por pedirme, porque, seamos sinceros, todo está un poco patas arriba en este momento. Además, ¿qué sentido tiene ser diplomático hoy sólo para dejaros a todos decepcionados? Y hablando de decepciones, escuché que Daniel decidió escabullirse de esta noche, ¡qué grosero!

En ese momento, alguien intentó acercarse un poco, pero uno de los imponentes guardaespaldas de Mencken lo disuadió sutilmente.

Un conocido de Mencken se adelantó después e intercambiaron firmes apretones de manos, su charla se sumó al vibrante bullicio de la gala.

– Matsson, ¿no vas a dejar que tu chica se divierta con nosotros? ¡Eres un hijo de puta! –bromeó cuando volvió a prestar atención a Lukas. – Puede que incluso disfrute de la atención si sueltas un poco los grilletes.

– Está ocupada con los periodistas, pero es fantástica sí – respondió Lukas como a despie. – ¿Quieres que comentemos… – hizo un gesto para que Mencken lo siguiera por la habitación.

Los había estado escuchando de refilón, mientras revisaba su teléfono, pero tal vez era hora de que Lavinia explorara otro lugar de la fiesta... justo cuando Lukas le hizo un gesto para que se acercara. Oh, por el amor de Dios, no...

– Buenas noches, entonces… – los saludó con una sonrisa resignada.

– Lavinia... ¿Roy?, quiero decir que creo que es una indignidad que Lukas te tenga trabajando esta noche... Pero si insiste, ¿podrías hacerme un favor y contactar a mi chico de prensa? Quizás tengamos que coordinarnos – preguntó Mencken, cambiando a un tono formal. Ella aceptó sin resistencia.

– Está bien, puedes encargarte de eso – La mano de Lukas se posó en la parte media de su espalda, como una señal.

– Hirsch… Sí, por supuesto – contestó, irguiéndose un poco más. Se miraron.

– En realidad, iba a sugerirle a Lavinia que se tomara el resto de la noche libre. El resto puede continuar a partir de aquí... ¿Te unirás a nosotros cuando acabes? – Lukas no le dejó espacio para una réplica.

– Ahora mismo… aunque necesito cinco minutos para publicar algunas actualizaciones más en las redes sociales...

Lukas le hizo un guiño. – Hecho.

Mencken estalló en una carcajada cordial, el sonido reverberó por la habitación.

– ¡Maravilloso! Es agradable veros a todos reabasteciendo los Estados Unidos con vuestros mocosos… ¡o Suecia, mi error! ¿Pensáis pasar por el altar o eso es anticuado en Europa? – bromeó, con expresión alegre – Dicen que un niño es una maldita bendición, aunque a tu sentido del tiempo, Matsson, le vendría bien un poco de trabajo, ¿eh? ¡Todo de golpe! – exclamó, dándole a Lukas una palmadita en la espalda – ¡Es broma…! Aunque he oído que será la segunda vez que te quedes sin jefa de prensa… temporalmente. Nos espera un año interesante, ¿no?

Lavinia parpadeó una vez, asimilando el comentario con una mezcla de sorpresa y preocupación. Oh, genial.

– Bueno, sigamos adelante. Tu lista de invitados está repleta de gente que me insulta en privado, pero que está ansiosa por halagarme en público… – dijo Mencken en tono casual.

Le tomó un momento ordenar sus pensamientos después de eso. – Hugo está en la sesión de fotos de la entrada… Todavía hay invitados por llegar... Hablaré con su hombre y me aseguraré de que todo esté en orden, señor – su mirada se detuvo en Lukas por un momento más.


A medida que avanzaba la velada, una procesión de invitados elegantemente vestidos se deslizó a través de la entrada del hotel, donde una ráfaga de destellos de luces y flashes estallaba como pequeños fuegos artificiales. Hugo observó cómo la gente posaba para las fotos mientras un grupo de azafatas repartía afanosamente el programa de la noche.

Las cámaras de la ATN estaban situadas en un lugar privilegiado, con otros reporteros empujándose frente a los asistentes al photocall, ansiosos por captar el glamour de unos pocos y la riqueza de muchos.

Lavinia sintió que su corazón se saltaba un latido cuando Stewy hizo su entrada, tomándola por sorpresa por un momento. Se veía tan elegante como siempre, casi demasiado guapo para ser real. No esperaba que llegara con un acompañante, especialmente no con alguien tan ridículamente atractivo.

Se sintió momentáneamente alerta.

Si bien podría haber esperado ver a Joey o Sandi aparecer, ciertamente no esperaba esto. No estaba segura de cómo sentirse al respecto; en realidad no habían hablado de con quien vendría.

El desconocido, con un aire de confianza que prácticamente irradiaba de él, parecía unos diez años mayor que Stewy. Su cabello castaño claro estaba prolijamente recortado, y su barba de tres días se sumaba a su apariencia sofisticada. Esta era la primera vez que Lavinia lo veía; definitivamente se habría fijado en alguien como él antes.

La forma en que el hombre apoyó casualmente su mano sobre el brazo de Stewy despertó una extraña sensación en ella, dejándola inquieta. Tuvo que obligarse a respirar profundamente.

Incluso si no fuera alguien del trabajo… ¿qué derecho tenía ella a reclamarle algo?

Mientras Stewy se abría paso entre la multitud con su acompañante a su lado, intercambió saludos con los demás. Lavinia se quedó atrás, al margen de la alfombra roja, esperando el momento oportuno.

Había visto las imágenes del artículo de Vanity Fair del año pasado en un informe que prepararon los empleados de Waystar esta semana. Stewy había posado junto a su alta y despampanante ex, que lucía un vestido de lentejuelas multicolor con un escote atrevido que dejaba al descubierto su espalda.

Y ahora este hombre, probablemente de su trabajo, tocaba sutilmente a Stewy mientras hablaban.

Pero esta noche mientras Lavinia lo observaba notó las líneas de agotamiento grabadas en el rostro de Stewy.

Aun así, era innegablemente atractivo, con cabello oscuro y una barba bien cuidada. Era la viva imagen del éxito y la sofisticación y atrajo miradas de admiración de varios de los presentes en la sala.

Había luchado consigo misma, pero esta noche, en medio de la celebración y después de la ecografía, un nuevo torbellino de emociones surgió dentro de Lavinia. Justo cuando intentaba ordenar sus sentimientos dispersos, una mujer mayor se acercó a ella.

Stewy, que también la había visto mientras se abría paso entre la multitud con su colega, se inclinó hacia atrás con las manos metidas casualmente en los bolsillos, observando cómo ella le hablaba a la mujer.

No pudo evitar detenerse un momento y admirar su belleza desde lejos.

Observó mientras ella entablaba una conversación educada con la anciana. Esperó pacientemente, sin querer interrumpir, pero también estaba ansioso por llamar su atención.

– Tú, querida, debes ser la jefa de comunicaciones – le comentó la mujer mayor a Lavinia con voz amable. – No recuerdo haberte visto antes. ¿No eres la sobrina de Logan? ¿O estoy mal informada?

– Sí. Un placer conocerla – respondió Lavinia, mientras su mente vagaba en medio de la animada atmósfera de la gala. – Disculpe, tengo que… – se quedó en silencio cuando la mirada de Stewy se cruzó con la suya con familiaridad.

Se disculpó con la mujer y dio unos pasos hacia Stewy.

Entonces Stewy acercándose a ella con una sonrisa confiada y el beneplácito en sus ojos, se inclinó, acercando su cuerpo al de ella y susurró: – Estás guapísima – Las palabras estaban destinadas solo a sus oídos.

Lavinia sintió que se le ponía la piel de gallina en la nuca al imaginarlo recorriendo su oreja con los labios. No…

Lavinia llevaba su vestido y varias pulseras de oro en la muñeca derecha. Su cabello castaño caía en cascada en ondas, enmarcando su rostro.

Stewy había pensado que ella podría usar algo nuevo durante las fiestas, pero no estaba realmente seguro de si estaba cruzando un acuerdo tácito. Sin embargo, se alegró de verla con este puesto. Por tonto que pareciera, sonó como un pequeño gesto de misericordia.

La conexión magnética entre ellos era innegable, pero Lavinia hizo un gesto contrariada. – Dices eso todo el tiempo… ¿Qué has estado haciendo desde esta tarde? – preguntó con curiosidad.

Él se rió suavemente ante su comentario, aceptando la frecuencia con la que esa frase había salido de sus labios.

– ¿Qué puedo decir? Siempre es verdad – replicó con un tono ligero – ¿Y desde esta tarde? Extrañarte – añadió, su tono repentinamente serio.

Ella arqueó una ceja. – No han pasado ni cuatro horas – no pudo evitar mirar al acompañante de Stewy. – Stew…

Stewy no se echó para atrás.

– Lo dices como si solo hubieran pasado unos minutos. Cuatro horas sin ti parecen una eternidad. Imagínate este último mes – le dijo.

– Ha estado todo un poco movido por aquí – contestó, un poco tensa.

Me desequilibras, Stewy. Las malditas hormonas me están desequilibrando…

Stewy le devolvió la sonrisa, pero frunció los labios ligeramente, inseguro de cómo interpretar el matiz en su tono.

Su mirada recorrió su figura. – Livy…

Ella esperó a que él continuara. – Escucha…

– El vestido… debo admitir que tuve una pequeña ayuda en la tienda. Me aseguraron que no habría problema si necesitabas algún arreglo, de ahí el recibo – confesó, con un brillo en sus ojos oscuros – Pero sabía que encontraría el vestido perfecto, estás preciosa. Y también llevas el colgante… – Sus dedos rozaron la bola plateada, provocando que su respiración se entrecortara. ¿Por qué estaba tan cerca? – La dependienta dijo que hace un sonido suave cuando lo mueves, como un pequeño sonajero...

– Stewy – lo interrumpió.

Él se puso las manos en los bolsillos e inclinó la cabeza para mirarla. – Entonces, hablábamos…

Ella ladeó la cabeza.

– Bienvenido al baile burgués – Lavinia hizo un gesto la mano en dirección al salón principal – Hemos añadido salmón noruego al menú. Pensamos que añadir Surströmming era demasiado – dijo, haciendo una mueca de broma mientras fruncía los labios.

Stewy le ofreció una sonrisa genuina y se miraron.

– Espera… Me gustaría que conozcas a Sam – Stewy hizo un gesto hacia su compañero, que dio un paso adelante con una sonrisa relajada y extendió la mano a modo de saludo.

Los ojos azules de Sam, serios y penetrantes, le otorgaban una intensidad interesante, y su traje gris marengo, camisa y corbata negra le sentaban perfectamente.

Lavinia adoptó instantáneamente una actitud profesional. No había necesidad de parecer tonta.

– ¿Os dieron el tríptico del programa? – preguntó seriamente.

Era un poco obvio, ¿no?

– Creo que tenemos dos – comenzó Sam, solo para ser interrumpido por Stewy:

– Liv, por cierto… Me voy a ir temprano. – murmuró, con un atisbo de renuencia en su voz – Te lo iba a decir esta tarde, pero con todo lo demás… espero poder despedirme. No te escondas demasiado después de la cena.

Lavinia frunció el ceño confundida. – ¿Todo bien?

Tal vez era una tontería pensar que no había otra persona ahí afuera para ellos, sin importar cuánto se amaran, pero…

– Le prometí a mi madre que este año me pasaría por casa. Es la noche de Yalda, y mis padres esperan que la celebre con ellos.

Algo hizo clic en su memoria. Habían conversado sobre las tradiciones iraníes y ahora, con la noticia del embarazo, se había propuesto aprender más.

Recordó haber leído sobre ello en Internet. Ahora que estaba esperando a sus hijos, debería saber más. Sería parte de la identidad de sus bebés.

– Seguro – asintió – Claro… Feliz Yalda. ¿Se… dice así?

Él le devolvió la sonrisa: – Feliz Yalda.

Había un dejo de orgullo en su voz, contento de que ella estuviera haciendo un esfuerzo por aprender sobre su cultura.

Lavinia respondió: – Suena emocionante…

– Sí, es una noche especial porque es la noche más larga del año – explicó Stewy. – Nos quedamos despiertos toda la noche, leemos poesía, comemos dulces tradicionales y disfrutamos la compañía de los demás. Mi madre dice que se trata de celebrar la vida y el amor especialmente en familia. La gente celebra esta noche porque, a partir de hoy, los días comenzarán a alargarse…

Una cálida sonrisa se extendió por el rostro de Lavinia. Stewy se inclinó más cerca, la atmósfera entre ellos un poco más íntima:

– Mis padres estarían encantados de conocerte en un día como hoy – dijo, su tono suave y sincero. – Espero que no te parezca inapropiado, pero creo que significa mucho para ellos... y para mí, Livy...– frunció el ceño ligeramente.

Ella lo miró, confundida. No estaba sugiriendo…

– ¿Te refieres a… esta noche?

Un pequeño chasquido escapó de los labios de Stewy ante su pregunta.

Le dio un suave apretón en la mano, con la esperanza de tranquilizarla. – Sé que es repentino – dijo, tratando de mantener una sonrisa cautelosa.

– No hablas en serio…

Él no pudo evitar sonreír. – Supongo que a veces puedo hablar en serio – admitió, dándose cuenta que estaba sobrepasando un poco sus límites–, y me gustaría que vinieras conmigo.

Su mano continuó sosteniendo la de ella con firmeza, sintiendo el calor de su piel contra la suya. – Te quitaría demasiado tiempo. Estoy trabajando y no puedo irme temprano – Rebatió ella, pero estaba sorprendida.

Y lo que decía no tenía mucho sentido… Porque estás loco si crees que eso es algo razonable después de todo.

Stewy dejó escapar un suave suspiro. – Bien – dijo, con decepción en su voz – El deber llama.

Él apretó de nuevo su mano, admitiendo en silencio el conflicto entre su deseo de tenerla a su lado y la comprensión de que ella no podía abandonar sus obligaciones profesionales a voluntad, incluso si estaban juntos.

Su pulgar rozó el dorso de su mano en un gesto tranquilizador. – Pero te voy a extrañar esta noche. Ahora que lo he dicho en voz alta, siento que debería haber preguntado antes.

Sus miradas se encontraron. Todavía estaban en el espacio personal del otro.

Lavinia inhaló, su pecho hinchándose.

La mirada de Stewy se desplazó hacia sus labios cuando de repente se escucharon voces cerca.

Mierda.

Eso rompió el momento entre ellos.

La gala siguió su curso, un tapiz de música y voces mezcladas.

Lavinia se despidió de Stewy mientras la música crecía, lo que indicaba que la noche recién comenzaba. Tom subió al escenario y pronunció un discurso después del plato principal.

Más tarde, hablaría Lukas.

Ella tenía una copia de su discurso en su iPad que había estado corrigiendo.

Durante toda la noche, Stewy vio interactuar a Lavinia y a Lukas Matsson.

Al verle tan cómoda y profesional con Lukas, que ahora tenía una considerable influencia sobre su carrera, no puedo evitar preguntarse si todavía había algo más que una relación comercial entre ellos.

Una punzada de celos se retorcía en su pecho con cada risa compartida y con la forma en que Lukas se inclinaba hacia ella, sus cabezas casi tocándose mientras susurraban conspirativamente.

Respiro profundamente, tratando de calmar los pensamientos irracionales que recorren mi mente... Confío en ti, se recordó.

Pero eso no impidió que la punzada de celos resurgiera cada vez que veía a Lukas tocar su cintura o inclinarse más cerca para hablar.

No estaba muy seguro de cómo expresar sus sentimientos con palabras. Quería confiar en su criterio, pero era difícil cuando era evidente lo que Lukas Matsson quería.

Sentía la necesidad desesperada de reclamar su lugar al lado de Lavinia, de envolverla con sus brazos y protegerla a ella y a los niños de las incertidumbres que los rodeaban.

Me cago en la hostia.

No se podía negar que todavía le molestaba saber que Matsson había aprovechado la oportunidad para acercarse a ella, para intentar hacer un movimiento.

Incluso aprovecharse de su vulnerabilidad durante este tiempo en el que ella había necesitado apoyo y confort.

Una voz cruel consigo mismo resonó en su cabeza por un segundo.

Ni siquiera tienes derecho alguno a reprochárselo…

¿Quieres escuchar otra vez como acabaron follando porque estabas demasiado ocupado con la cabeza dentro de tu trasero?

A medida que avanzaba la noche, se encontró cada vez más inquieto. Le costaba concentrarse en las conversaciones con los demás, su mente vagaba constantemente.

Finalmente, decidió tomarse un descanso y buscar un lugar tranquilo lejos de la multitud.

No podía quitarse de la cabeza la idea de perderla a manos de otra persona... especialmente de *esa* persona. Dejó que Sam navegara solo por las aguas sociales.

Joey había insistido en que se llevara al nuevo fichaje del departamento legal con él.

Estaba casi donde había visto a Lavinia, pero fue interrumpido por Jamie Laird, que de alguna manera seguía con vida después de haber sido banquero externo y financiero de confianza de Logan Roy durante mucho tiempo.

– ¿Así como se ven las cosas con el nuevo jefe Sioux?

Probablemente no estaba en posición de no ser encantador como siempre. – Bueno…

No muchos pasos más adelante, Shiv miró a Lukas a los ojos en una pausa que hizo que la gente se acercara a la barra o saliera a fumar.

– Shiv…

– No me hables…


Mientras cenaba, ella estaba tuiteando sobre las actuaciones y el evento en la cuenta oficial de la compañía. El fotógrafo que habían contratado para la gala le envió por correo electrónico algunas fotos de muestra para que las pudiera utilizar.

De vez en cuando, Lukas elaboraba una declaración que luego ella liberaba al universo después de sanearla o vetar una parte. Tenían a alguien de logística coordinando la cocina y el personal.

– ¿Has colgado el discurso de Tom en redes? Oskar ha contado como cinco páginas sobre la infancia y el esfuerzo.

– Sí…

– ¿Está loco? He estado a punto de morir del aburrimiento y eso que llevo cinco copas de champagne… – Lukas hizo una mueca – Por cierto ¿Has tuiteado lo alegre que está nuestro nazi residente?

– Hay fotos de su llegada y de vosotros dos conversando y de cómo el alcalde de Nueva York ha evitado darle la mano. ¿Estamos seguros de que fue una buena idea? – bajó la voz.

– También extendimos una invitación para que viniera el otro tío… Hay senadores de ambos partidos y un fiscal progresista, toda la prensa… Hemos sido buenos. Ni siquiera tenemos a Mark Ravenhead presentando, si no a esa tal Juno… Joven, guapa, influencer. Ni siquiera es de derechas – sonrió.

– No estoy del todo convencida… – miró su plato.

– Por cierto, ¿qué opinas del Obama hispano?

Lavinia alzó la vista.

– Sht… Te vas a meter en un lío haciendo esos comentarios…

– Siempre olvido que ante todo eres canadiense… Siempre diplomática. Sólo lo dije porque ambos son jóvenes y sexys y hombres de familia – dijo en tono meloso.

– Canadá es una democracia social, no pinta nada que sea canadiense en que no quiera tener que apagar algún fuego del tamaño de Manhattan antes de que amanezca – trató de ignorar su mirada divertida.

Lavinia bebió de su vaso de agua.

Jugó con el tenedor antes dar un buen mordisco a un trozo del enorme ravioli de gambas.

– Eh – Lukas se aburrió del todo de la gala unos platos después – Podríamos hacer un poco de turismo en Bangkok. ¿Por qué no le dices a Phyllis que me haga un hueco en la agenda para algo de eso?

Ella no se sentía tan bien para…

– No lo sé – se puso una mano en el vientre apoyándose mejor en la silla.

– No estás obligada… Me puedo llevar a Andreas o a Hugo si prefieres quedarte – hizo una mueca.

– No, solo es que… El turismo sería genial, pero en otra ocasión, no quiero correr riesgos innecesarios... Me conformaré con subir a la roof terrace del hotel cuando acabe la conferencia y tomarme un refresco sin hielo mientras disfruto de la vista.

Él asintió. – Si es eso lo que te apetece…

Lavinia se volvió a distraer con el móvil.

Había bastante revuelo en Internet por el encontronazo de Mencken y el alcalde.

La gala acogió varias actuaciones.

Un puñado de globos de gran dimensión, predominantemente de tonos violeta y blanco, que se asemejaban a un grupo de nubes flotaron suspendidos en el aire sobre la multitud.

A continuación, se realizó un espectáculo de danza clásica.

Para dar paso al postre, un pianista, cuya silueta quedaba recortada frente a un piano de cola, tocó una pieza inédita en un escenario bañado por la cálida luz dorada de numerosas velas encendida.

Para entonces, si estudiabas todas las mesas próximas, había una cantidad notable de susurros en la sala. Las especulaciones sobre cuál sería el dictamen del Supremo con los votos de Wisconsin habían estado en auge toda la semana.

Pero al parecer el New York Times acababa de publicar al cerrar edición que se había parado el último recuento y que la decisión de la justicia estaba al caer.

Antes de los cafés, las miradas de Stewy y Lavinia se cruzaron un par de veces más en el abarrotado salón de la gala.

La gente ya se había puesto de pie y había corrillos entre las mesas y en el bar.

No pudo evitar notar el comportamiento de su colega, Sam, hacia él.

De buen humor y sonriente sin parar.

Stewy podía atraer a alguien como ese Sam en un abrir y cerrar de ojos. Siempre era bueno flirteando como si no tuviera nada que ver con él.

– Ahora vuelvo.

– ¿Huh?

– Lo siento mucho pero necesito ir al baño – le susurró a Lukas. Otra consecuencia del embarazo.

Tom estaba teniendo una conversación en susurros con Greg.

Shiv al teléfono.

Lavinia fue al baño y luego se paró cerca de una de las barras hablando con uno de los coordinadores del evento cuando una voz a su espalda llamó su atención.

– ¿Qué opinamos de Tom Wambsgans?

Hizo una pausa antes de responder.

Le estaba interrogando nada menos que Jeryd Mencken y, al parecer, no era muy bueno con el espacio personal. – ¿Disculpe señor?

El presidente "electo" hizo una mueca con total naturalidad. – Entretenme ¿quieres?

Alguien quiso pedir algo en la barra, así que ella se movió y él colocó su mano en su espalda, su palma y sus dedos cubriendo casi toda su cintura baja.

Lavinia se echó hacia atrás incomoda, y él la soltó con una sonrisa y una mano en la barra limitando un poco sus movimientos. Le recordó los manierismos de un halcón.

Frunció el ceño.

– Tom… Lukas confía en él. Debería hacer una comprobación con el fotógrafo, lo siento…

Mencken arqueó una ceja e inclinó un poco la cabeza.

– Honestamente, nuestro sueco preferido debería guardar sus cartas más cerca de su pecho. Perdóname pero es una grosería hacer que su novia o como os llaméis trabaje una noche como esta…

Casi dijo: No quiero ser grosera, pero estás en mi espacio personal, muchas gracias.

Pero era el maldito presidente electo, así que se movió enseguida cuando alguien en esa zona abarrotada se apartó un poco.

– Déjala en paz. Ella no come carne cruda...

Shiv apareció de repente.

– Solo estaba siendo amable.

Estuvo agradecida a Shiv por sacarla de la conversación.

Y luego ahí estaba también Oskar.

Ella pensó que iba a ser sarcástico, pero el sueco se encogió de hombros.

– Siobhan acaba de evitar que Lukas causara una tragedia. ¿Crees que eso los vuelve amigos de nuevo?

Ella todavía estaba un poco incomoda. – Lo siento, no quería causar una escena yo misma.

– No dudaba de ti.

– Ya…

Oskar negó con la cabeza. – No somos los únicos que estábamos a punto de provocar un incidente internacional… aunque quizás sí el menos grave.

Dudó un segundo sobre lo que estaba diciendo. "Oh".

Sus miradas se cruzaron por un momento antes de que Stewy se disculpara con la persona con la que hablaba y se acercara rápidamente a ella.

– Eh – murmuró, su voz suave y llena de preocupación. – ¿Estás bien?

Tuvo que resistir el impulso de intervenir mientras la observaba en esa conversación con Mencken. La forma en que la tocaba casualmente e insistía en su atención le hizo hervir la sangre.

Lo peor es que probablemente estaba intentando provocar a Matsson.

Podía ver los signos sutiles de su incomodidad, la forma en que intentaba crear algo de espacio entre ella y Mencken, lo que solo aumentaba su deseo de intervenir.

Stewy apretó los puños, sosteniendo su copa con fuerza, pero sabía que no sería prudente causar una escena frente a tanta gente influyente.

Se sintió aliviado cuando Shiv se lanzó al rescate.

Su corazón todavía latía fuerte por la escena que acababa de presenciar, pero logró mantener su voz firme. – ¿Estás bien?

Lavinia asintió, ofreciéndole una sonrisa tibia. – ¿Ya te vas?

Stewy se inclinó para plantarle un suave beso en la mejilla de Lavinia, preguntando en voz baja: – ¿Me acompañas al vestíbulo?

Lavinia se sintió blanda y transparente, en todos los sentidos.

La voz tranquila pero con afecto de Stewy flotó suavemente en el espacio entre ellos: – Por favor… Solo quiero un momento – murmuró.

Ella asintió, aunque con una pequeña vacilación.

Él sintió una pequeña sensación calmante.

Stewy tomó suavemente su mano mientras la guiaba a través del mar de mesas, donde las animadas conversaciones se difuminaban en un fondo de risas y música.

Mientras salían, la miró con el rabillo del ojo, examinando su rostro.

Livy…

Parece un poco distraída, tal vez todavía perturbada por el encuentro con Mencken.

No puedo culparte; a mí también me habría molestado.

Cuando salieron al exterior del comedor, Stewy no pudo esquivar la sensación de inquietud que lo enfermaba. Se encontraban de pie en lo alto de la gran escalera del hotel donde se celebraba la fiesta, el remolino de voces detrás de ellos se hizo más fuerte.

Entre ellos persistía algo de incertidumbre. – Livy…

– Necesitaba salir de allí un momento… ¿No está la calefacción muy alta? – admitió Lavinia.

La mirada de Stewy estaba fija en ella, sus ojos estudiaron sus rasgos atentamente.

– ¿Y Sam? – preguntó ella en voz baja.

Stewy la miró y una pequeña sonrisa se formó en las comisuras de sus labios. – Antes quería decirte… No es lo que creo que piensas – dijo, y sus palabras resonaron discretamente en el pasillo.

Lavinia lo miró, parpadeando por su franqueza. – Yo no he preguntado – añadió, su susurro ligero, pero serio.

Pero la forma en que los miró era algo que Stewy podía reconocer, incluso en sí mismo.

Sus ojos permanecieron fijos en los de ella.

Su sonrisa se ensanchó ligeramente a pesar de su tono serio. – Sam es el nuevo director asociado de nuestro equipo legal – dijo, ladeando la cabeza – Costó una fortuna, así que Joey se asegura de que sea feliz. No de esa manera… La última vez que intentó dar mi mano en matrimonio fue contigo para que tu abuelo votara por nosotros, ¿te acuerdas? – hizo un pequeño mohín.

Lavinia forzó una sonrisa. – Está bien, Stewy. No es que... solo estoy algo estresada…

Se miraron, compartiendo una familiar puntada de dolor en la boca del estómago. La expresión de Stewy se suavizó.

Hubo una pausa. – Estoy cansado de decepcionarte… Livy… Si terminas odiándome, te...

– Stewy, no me has decepcionado. No hoy… – dijo ella. – Y lo segundo es algo imposible – Ella sonrió un poco.

Stewy asintió, su mirada penetrante pero de alguna manera afectuosa. Bajaron las escaleras y atravesaron el lado derecho del vestíbulo. Él extendió la mano y tomó suavemente la de ella, guiándola hacia un pasillo en lo profundo del edificio.

Stewy entrelazó sus manos, sosteniéndolas con un pulso firme.

– Espera – dijo, deteniéndose de repente y volviéndose hacia él – ¿Qué estás…?

– Livy… todavía estoy tratando de asimilarlo todo, pero son preciosos... Esta tarde...– Una chispa de algo en sus ojos cuando hizo una pausa – Creo que tienen tu nariz.

Ella soltó una risa involuntaria. – Eso todavía es imposible de decir.

Stewy la miró fijamente, su deseo de besarla casi abrumador. Casi la había besado cuando le pidió que lo acompañara afuera.

Lavinia lo estudió. – Tal vez tengas razón, tal vez ir a Tailandia es una idea estúpida... No quiero correr ningún riesgo…– Su voz se apagó.

Sintió que su compostura se disolvía. Stewy se inclinó y capturó sus labios con los suyos, algo que había extrañado desesperadamente durante las últimas semanas. La sostuvo ligeramente en sus brazos, y Lavinia sintió una sensación nueva y extraña: la suave curva de su vientre contra su cuerpo le recordó las pequeñas vidas que habían creado juntos.

La mano de Stewy, que había estado acariciando su vientre por encima del vestido, se movió lentamente hacia arriba para ahuecar su rostro, su toque a la vez suave y firme. Stewy profundizó el beso, su lengua buscando entrar, sus manos sujetándola con fuerza, como si tratara de salvar el espacio y la incertidumbre que los separaba.

El beso se volvió más urgente, más desesperado, como si tratara de expresar todas las palabras que habían dejado sin decir. Su boca se movió contra la de ella con hambre, su cuerpo anhelando su toque y proximidad. La atrajo más cerca de él, sus brazos la envolvieron en un abrazo protector y posesivo.

Para su sorpresa, ella le devolvió el beso, perdiéndose en la sensación de sus labios. Stewy presionó su cuerpo contra el de ella, sintiendo la curva de su vientre contra su estómago.

Livy, Livy... maldita sea.

Quiero mostrarte cuánto te he extrañado y cuánto te amo todavía, a pesar de las circunstancias.

Stewy rompió el beso a regañadientes por un momento, sin aliento y jadeando. Apoyó su frente contra la de ella, sus respiraciones entrecortadas se mezclaron entre ellos.

Respiró profundamente, tratando de calmarse. – No podemos seguir haciendo esto – murmuró, su voz ronca y llena de emoción. – No así…

Cuando su beso se hizo más profundo, Lavinia se derritió en él, un suave gemido escapó de sus labios.

No juegues conmigo si no estás seguro...

Pero Lavinia seguía enamorada de él. Estar con Stewy la hacía sentir completa, mientras que la idea de estar separados la dejaba vacía. Él ya había rogado bastante, se dijo a sí misma.

Se sentía como si estuviera de vuelta en casa, increíblemente aliviada después del incidente en la fiesta. Se quedaron quietos por un momento, sus frentes apoyadas una contra la otra. – ¿Qué…? – susurró ella, reuniendo la fuerza para alejarse.

– No aguanto más, Livy. Me parece injusto… Creo que es importante que entendamos qué fue lo que pasó y que podemos cambiarlo.

Los ojos oscuros de Stewy sostuvieron su mirada, incluso cuando ella se apartó un poco, con el corazón todavía acelerado. – ¿Cómo?

Se encontró con sus manos sobre la americana de Stewy, respirando el aroma familiar, escuchando su voz mientras la tranquilizaba.

La tenue luz proyectaba un suave resplandor dorado sobre sus rasgos mientras la acercaba más, presionando su cuerpo contra el de ella. – Por favor, haz ese viaje… ve si tienes que hacerlo. No te preocupes por mí – su tono era tranquilo pero pudo notar una nota de preocupación.

Stewy inclinó la cabeza, su mirada seria.

Sé que me pediste espacio, pero solo… no renuncies a esto por los dos, solo porque cometí un error… Lo atormentó la posibilidad de haber cometido otro error al besarla.