El rey que lo tiene todo
El mercado de Huesosburgo estaba tan ruidoso y vibrante como siempre, con brujos regateando precios y demonios revoloteando entre los puestos. Eda Clawthorne, la célebre Dama Búho, se hallaba cómodamente sentada en su puesto de "Curiosidades Humanas", intercambiando chucherías del Reino Humano por montones de caracoles.
A su lado, King, el autoproclamado Rey de los Demonios, reposaba con aire pensativo, tamborileando sus pequeñas garras en la mesa del puesto. Llevaba con orgullo una corona de cartón con el logo de "Burger Queen", pero algo dentro de él se sentía... incompleto.
—Hmm... —murmuró King, frotándose la barbilla—. A veces siento que me falta algo...
Eda arqueó una ceja y soltó una carcajada.
—Te falta mucho, pequeñín, pero sé más específico.
—Tengo la corona, tengo el carisma, pero... —King se cruzó de brazos, frunciendo el ceño—. Algo me dice que un verdadero rey necesita más que solo eso. ¡Necesito completar mi imagen real! ¡Tenerlo todo!
Eda chasqueó la lengua con diversión.
—Quizás lo que te falta es una reina.
King parpadeó. Se hizo un silencio. Luego, su expresión cambió por completo: sus ojos brillaron con determinación.
—¡Tienes razón! ¡Necesito una de esas!
Eda se dio cuenta de su error al instante.
—No, oye, era broma...
Pero ya era demasiado tarde. King había salido corriendo.
—Ugh, por el amor del Titán... —murmuró Eda, frotándose las sienes.
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King marchaba por la ciudad con una mirada resuelta.
—Veamos que hay en el harén.
Su búsqueda comenzó de inmediato.
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Intento #1: Una bruja de aspecto rudo.
—¿Te gustaría gobernar a mi lado como mi reina? —preguntó King, inflando el pecho.
—No, pero me interesa tenerte como mascota —respondió la bruja con una sonrisa afilada.
King retrocedió lentamente.
—Paso...
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Intento #2: Un demonio esqueleto con un aura sombría.
—¿Quisieras ser mi reina?
El demonio lo observó con ojos vacíos y respondió con una voz espectral:
—Yo solo busco almas para mi amo en el bajo mundo.
King tragó saliva.
—Oh... eh... ¡Lo pensaré!
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Intento #3: Un gusano gigante con ojos brillantes.
—¿Y tú? —King lo miró esperanzado.
El gusano se limitó a retorcerse y emitir ruidos viscosos.
—¡Mmm, lo tomaré como un "quizás"! —concluyó King, avanzando con dignidad.
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Después de un rato, King llegó hasta un enorme bote de basura viviente de color verde. Sin dudarlo, dio un salto ágil, se sujetó del borde con sus pequeñas garras y se asomó al interior, gritando con toda la fuerza de su diminuto cuerpo:
—¡¿HAY ALGUNA REINA AQUÍ?!
Su voz resonó dentro del contenedor, perdiéndose en la oscuridad. Por un momento, nada ocurrió... Luego, un leve estremecimiento recorrió el bote.
Y de repente… ¡se sacudió violentamente!
—¡AHHH! —King chilló cuando el contenedor se lo tragó de un solo bocado.
Un sonoro CLAP retumbó al cerrarse la tapa, sellando su destino.
Desde el interior, su voz amortiguada clamó con indignación:
—¡TRAICIÓN!
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Minutos después, King caminaba entre la multitud, sacudiéndose los restos de basura con indignación.
—¡Esto es ridículo! ¡Un rey no debería pasar por tantas dificultades solo para...!
Se detuvo de golpe al chocar con alguien.
—¡Oye, mira por dónde...!
Las palabras murieron en su garganta. Frente a él había una criatura de su misma especie. Una titánide. Pequeña, con cuernos curvados y ojos brillantes de curiosidad. También se quedó en silencio, analizándolo con la misma sorpresa.
Por un instante, ambos se quedaron mirándose a los ojos.
—Oh... Yo... ¿qué eres tú? —King sacudió la cabeza—. Digo, ¡claro que sé qué eres! Pero... ¡nunca había visto a otro Titán como yo!
La criaturita ladeó la cabeza con inocencia.
—¿Cuál es tu nombre?
Ella abrió la boca y emitió un suave sonido.
—Ñaña.
King parpadeó.
—¿Perdón?
—Ñaña.
King esbozó una sonrisa.
—Oye, no importa si no hablas mucho. Yo puedo hablar por los dos.
Con un aire dramático, se ajustó la corona de cartón y se arrodilló ante ella.
—Preciosa, encantadora y adorable titánide que salió de la nada, ¡te ofrezco un honor que pocas mujeres podrían soñar! ¡Ser mi reina!
La criaturita lo observó en silencio. Luego, sin previo aviso, se acercó y le dio una lamida en la mejilla.
—Ñaaa —respondió, con dulzura.
King se llevó una garra a la mejilla, maravillado.
—¡Lo tomaré como un sí!
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King y la titánide corren juntos por el mercado, riendo a carcajadas.
King le muestra su corona de cartón con orgullo, y ella la mira con admiración.
Ambos comparten un enorme not-doc de carne, mordiéndolo desde lados opuestos.
King la sube a su espalda, trotando como si fuera su noble corcel.
Finalmente, se sientan juntos en el techo de una casa, contemplando el atardecer mientras sus colitas se mueven alegremente. Con una expresión tranquila, se inclinan hacia el otro y, con un suave gesto, sus cráneos se encuentran, uniéndose en un contacto tierno. Cierran los ojos, disfrutando de la calidez del momento, sintiendo una paz compartida que solo ellos comprenden.
King suspira con satisfacción.
—Ahora sí lo tengo todo.
