Ay, de uno, que acostumbra a perder, y tú eres la victoria de alguien más

(Los Choclok)

La vida tiene un sentido del humor cruel.

Pensé que amar a Marín sería lo más difícil que enfrentaría, pero resulta que aprender a dejarla ir es aún más complicado.

Cuando me confesó que estaba enamorada de Saga, algo en mí se rompió. No porque no lo esperara, sino porque ahora era real. Siempre lo supe, en el fondo. Solo me faltaba escucharlo de sus labios.

Y al hacerlo, lo entendí todo.

La forma en que ella lo mira, cómo su voz cambia cuando habla de él, la forma en que sus cuerpos parecen atraerse sin necesidad de palabras… Yo nunca tuve eso con ella. Nunca lo tendría. Y, sin embargo, verla así me da paz.

¿Duele? Claro. Pero al final, lo único que quiero es verla sonreír. Y si Saga es quien puede darle esa felicidad, entonces está bien. No es difícil verlo. Desde aquella noche en Piscis, supe que Saga la amaba. No lo dijo, pero lo vi en sus ojos cuando mencioné a Marín. Y ahora, viéndolos juntos, sé que su amor es genuino.

Ahora están más cerca. No sé si ya lo han hablado, si ya no quedan palabras pendientes entre ellos, pero sé que Marín nunca había sonreído así. Su sonrisa… es más cálida, más real. Como si, al fin, hubiera dejado de cargar un peso invisible. Y aunque esas sonrisas no son para mí, me alegra verlas. Porque su felicidad siempre será lo más importante para mí.

No puedo negar que hay una parte de mí que la seguirá amando, pero no de la misma forma. No con esa necedad de aferrarme a algo que nunca fue mío. La amaré a través de su alegría, en los momentos en que la vea brillar sin sombras en su mirada.

Soy Milo de Escorpio. No soy el héroe de esta historia, ni el hombre que ella eligió.

Pero puedo vivir con eso.

Continuará…