No suelo poner notas al inicio, pero para aclarar este capítulo se sitúa en el especial de Nebulandia, por conveniencia, después de la isla Gyojin, antes de Punk Hazard, por si acaso existía la duda.
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Desde hace días, algo andaba mal. Luffy no podía explicarlo, pero sentía un vacío extraño en el pecho, uno que ni siquiera la carne podía llenar. No importaba cuánto comiera; esa sensación persistente no desaparecía. De hecho, últimamente pasaba más tiempo en la cocina, para el desagrado de Sanji, quien ya estaba harto de verlo merodear mientras preparaba las comidas.
—Sanji, más comida —murmuró Luffy con el rostro recargado en la mesa, el ceño fruncido con un gesto inusualmente cansado.
El cocinero chasqueó la lengua, echándole una mirada molesta mientras revolvía la olla frente a él.
—Tendrás que esperar a que la cena esté lista para comer con los demás. No voy a cocinar sólo para ti.
Luffy no replicó. Ni siquiera protestó como solía hacerlo cuando le negaban comida. Simplemente soltó un suspiro y volvió a hundir la cara en la mesa. Chopper, que pasaba por allí, ladeó la cabeza con preocupación.
—Oye, Luffy, ¿te sientes bien? —preguntó el reno, inclinándose para mirarlo mejor.
—Tengo hambre —fue lo único que respondió, aunque no era del todo cierto. Algo dentro de él estaba inquieto, como si tuviera una comezón persistente de la que no podía librarse.
Y claro, sus pensamientos siempre terminaban aterrizando en Nami.
La imagen de ella en la biblioteca seguía grabada en su mente. Su rostro tenso y la forma en que sus labios se entreabrieron por un instante antes de apartarse bruscamente. Pero lo que más lo molestaba era lo que ella dijo después: "Fue un error".
Luffy nunca se había complicado demasiado con las palabras, pero aquello no tenía sentido. No lo entendía. ¿Por qué sería un error? A él no le había parecido un error.
Se removió en su asiento con impaciencia. Había intentado no pensarlo, enfocarse en otras cosas: comida, entrenar, dormir… pero cada vez que cerraba los ojos, la escena volvía. Nami, tan cerca. Nami, con ese brillo extraño en los ojos. Nami, alejándose de golpe.
Frunció los labios. No le gustaba esta sensación. No le gustaba no entender lo que estaba pasando.
Desde ese día, Nami se había mostrado menos distante con él. Al menos ya no lo evitaba. Parecía que haber dicho aquello había sido suficiente para ella, como si todo pudiera volver a la normalidad con solo esas palabras.
Luffy, en cambio, no estaba seguro de cómo actuar. Algo dentro de él le decía que debía buscarla como siempre lo hacía, acercarse sin más. Pero cada vez que lo intentaba, la frase volvía a su mente.
"Fue un error."
Solo recordarlo le molestaba. No entendía por qué, pero le molestaba.
Durante esos dos años en Rusukaina había extrañado muchas cosas: la tripulación, el Sunny, las aventuras. Pero, sobre todo, la había extrañado a ella. Nunca había entendido del todo qué hacía a Nami diferente, por qué siempre terminaba buscándola primero cuando quería compartir algo, o por qué su risa le parecía la mejor de todas. Pero en esos dos años creyó haber entendido, al menos un poco más, qué significaba todo aquello que pasaba entre ellos.
Pero ahora ella decía que no sentían lo mismo.
Luffy apretó la mandíbula y enterró la cabeza en sus brazos sobre la mesa. No le gustaba pensar en estas cosas. No le gustaba no entender.
Y, sobre todo, no le gustaba esta sensación de vacío que no desaparecía, sin importar cuánto intentara ignorarla.
En la cubierta del Sunny, el ambiente era animado. Franky y Usopp estaban en plena competencia de tiro, midiendo su puntería con distintos objetivos improvisados. Un barril flotando en el mar, una botella vacía, cualquier objeto perdido en el océano era un buen objetivo.
—¡Ja! ¡Mira eso! ¡Directo en el blanco! —exclamó Usopp con orgullo cuando su proyectil impactó de lleno en un coco, haciéndolo añicos.
—¡Aaaaaag! ¡No pude ser! ¡Estás haciendo trampa! —dijo Franky cuando sus disparos fallaron por poco.
Nami observaba la escena con una sonrisa, mientras Robin, le pasaba otra moneda dorada.
—Franky, ya van tres seguidas —dijo Robin con seriedad.
—Oigan, dejen de apostar con nosotros —exclamó Usopp agitando los brazos.
Pero la competencia fue abruptamente interrumpida cuando Chopper, que estaba revisando el horizonte con su catalejo, pegó un brinco de sorpresa.
—¡Chicos! ¡Estoy viendo una señal de auxilio!
Todos voltearon de inmediato.
—¿Qué? ¿Dónde? —preguntó Franky, girándose para ver mejor.
—Allí, en esa isla cubierta de hongos gigantes —señaló Chopper con emoción y preocupación mezcladas. A lo lejos, una masa de terreno cubierto por enormes setas de distintos colores asomaba en el horizonte. —Parece que su barco naufragó, son muchas mujeres.
—¿Mujeres? —preguntó Sanji, que parecía haberse materializado en la cubierta ante tal información.
Luffy que había escuchado todo, por primera vez en días sintió que su pecho no estaba tan apretado. Era una aventura, algo nuevo, algo que podía hacer sin quedarse atrapado en sus propios pensamientos.
—¡Vamos ahí! —exclamó con energía, llegando donde estaban los demás.
—¡Oye, espera! —Nami frunció el ceño—. No sabemos qué clase de isla es esa. Podría ser peligrosa.
—¡Aún mejor! —respondió Luffy con una sonrisa que, por primera vez en días, no se sentía forzada.
Tomar decisiones apresuradas era algo que siempre lo caracterizaba, pero esta vez, más que nunca, agradeció tener una razón para distraerse.
El Sunny se acercó lentamente a la isla cubierta de hongos gigantes, con la tripulación en guardia. Desde la cubierta, podían ver a un grupo de figuras agitándose en la costa, ondeando lo que parecían ser trapos blancos en señal de auxilio.
—Son muchas —comentó Chopper, entrecerrando los ojos—. Y parecen… ¿felices?
Cuando el barco estuvo lo suficientemente cerca, la "desesperación" de las supuestas náufragas se convirtió en una carcajada estridente. Entre el grupo de mujeres apareció una silueta familiar, con una risa inconfundible.
—¡Fa-fafa fafa! ¡Cayeron en la trampa, Sombrero de Paja!
Toda la tripulación se quedó en silencio un instante antes de soltar un suspiro colectivo.
—Tch, ¿en serio? —gruñó Zoro, cruzándose de brazos.
—Esto es una pérdida de tiempo —bufó Nami.
—¡Es Foxy! —exclamó Chopper, que aún no olvidaba su último encuentro.
El excapitán pirata, con su característico peinado de media luna y su sonrisa burlona, levantó los brazos triunfalmente.
—¡Han caído en la trampa del gran Foxy! ¿Recuerdan nuestra gloriosa batalla en la Davy Back Fight? ¡Pues he regresado para una revancha!
—Espera, espera —interrumpió Usopp con incredulidad—. ¿Nos tendiste una trampa solo para pedir una revancha?
—¡Por supuesto! ¡Y esta vez no perderé, fa-fafa fafa!
Robin sonrió con calma, girándose hacia Luffy.
—¿Qué opinas, capitán?
Nami ya tenía una respuesta en mente. Diría que no, que simplemente zarparan y lo dejaran hablando solo. Pero antes de que pudiera abrir la boca, Luffy ya estaba sonriendo de oreja a oreja.
—¡Un juego, ¿eh? ¡Claro, acepto!
—¡¿QUÉÉÉÉÉ?! —gritaron varios al mismo tiempo.
Zoro y Sanji, sin embargo, se miraron con expresión desafiante antes de asentir.
—Un verdadero hombre nunca rechaza un reto —declaró Zoro, cruzándose de brazos.
—Tch. No me gusta este idiota, pero tampoco me gusta echarme atrás en un desafío —añadió Sanji, encendiendo un cigarro.
Nami suspiró con exasperación al ver que ya no había nada que hacer. Franky y Usopp también se rindieron ante la idea.
—Bueno… supongo que no es como si pudiera ir peor que la última vez —murmuró Usopp.
—¿Quién dice? —añadió Robin con una sonrisa críptica.
Foxy extendió los brazos dramáticamente.
—¡Entonces, que comience la segunda Davy Back Fight!
Cuando el primer juego estaba en marcha, algo cambió. No era solo la intensidad del enfrentamiento, ni la competitividad de Foxy. Todo sucedió en un sorpresivamente: los hongos aletargadores dejándolos fuera de combate, y la tripulación sin saber que hacer.
La trampa no era solo de Foxy. La Marina los había engañado a todos.
Luffy parpadeó, reaccionando después de que Robin le diera el antídoto. Zoro y Sanji seguían incapaces de luchar. No se había percatado del momento exacto en que fueron enjaulados, y eso le molestó. Apenas y fue lo suficientemente rápido para escapar, pero no logro ayudar a sus amigos.
Frunció el ceño. No había tiempo para darle vueltas. No pensó en cómo ocurrió ni en si era culpa suya. Solo sabía que tenía que recuperarlos.
—Vamos por ellos.
Su voz no tenía dudas, solo determinación. El resto de la tripulación asintió sin preguntar. Todos sabían lo que significaba perder a un nakama, y también sabían que no iban a permitirlo.
El plan estaba en marcha, cada quien donde correspondía, incluso Foxy que quería salvar a Porche y Hamburg los acompañaba, Luffy se aferraba a la barandilla, con la mirada fija en el horizonte. No importaba si era la Marina. No importaba si era una trampa. Los iba a traer de vuelta, sin importar lo que costara.
Pero esa isla resultó ser peor de lo que imaginaba.
Las estúpidas plantas se enroscaban sobre de él cual serpientes, drenándole la energía y dejándolo incapaz de defenderse. Arrancó una con un tirón brusco, pero otra se enredó en su tobillo casi de inmediato.
—Tch. ¡Qué molesto! —gruñó, sacudiéndose con más fuerza.
Uno a uno, sus nakamas fueron apresados. Robin, Usopp, incluso Franky cayó en una trampa.
Luffy sintió cómo algo familiar comenzaba a formarse en su pecho, algo que debía ignorar, un pensamiento que no podía permitirse tener, no en ese momento. Su respiración se volvió más pesada, sus puños temblaban. No por miedo, sino por el impulso de seguir. No tenía tiempo para pensar en lo que pasaría si fallaba. No tenía tiempo para dudar.
Todo lo que sabía era que no podía detenerse.
Pero conforme avanzaba, la sensación de agotamiento se iba acumulando. Al principio, apenas lo notó. Un cosquilleo en los brazos, un leve peso en las piernas. Pero pronto se volvió evidente. Cada paso era más lento. Cada movimiento, más torpe.
Sin darse cuenta la niebla de agua de mar ya los tenía rodeados.
Apretó los dientes y avanzó. Aunque su cuerpo pesara como el ancla de un barco, aunque cada paso lo hiciera sentir como si caminara a través del lodo. No importaba.
Los iba a recuperar.
No importaba cuánto le costara.
Incluso si sabía que era una trampa. Incluso si Foxy le decía que esperara. Incluso si Nami intentaba detenerlo. Nada importaba.
Iba a seguir adelante.
Y lo hizo.
Porque al final, logró vencer.
La niebla se disipó, arrastrada por la explosión de la base naval. Chopper y Brook llegaron justo a tiempo para ayudar a Zoro y Sanji, y entre todos, destruyeron aquel lugar maldito. No solo recuperaron a sus compañeros, también liberaron a los piratas de Foxy, que habían sido capturados.
El grito de victoria resonó entre los escombros y el estruendo del mar.
Y al final cuando todo quedó zanjado y el Sunny zarpó, no quiso pensar en nada más.
Solo sintió el viento en su rostro cuando el barco zarpó, se dejó caer sobre la cubierta con una sonrisa satisfecha, sin preocuparse.
Por fin.
Sus párpados se sintieron pesados al instante.
Las voces de sus nakamas se volvieron un murmullo lejano, hasta que dejó de escucharlas por completo.
Sanji salió a la cubierta, secándose las manos con un paño mientras exhalaba el humo de su cigarro.
—Oigan, la comida estará lista en diez minutos —anunció con la misma confianza de siempre—. Así que más les vale venir con hambre.
El ambiente se encendió de inmediato.
—¡Sí! ¡Hora de celebrar! —exclamó Usopp, levantando los brazos.
Franky soltó una carcajada.
—¡SUPER! Necesitamos un brindis por esta victoria.
—Creo que todos lo necesitamos —agregó Robin con su enigmática sonrisa.
Brook tocó una melodía animada en su violín mientras Chopper asentía con entusiasmo.
Pero Luffy no contestó.
Sanji arqueó una ceja.
—Oye, idiota, ¿me escuchaste?
Nada.
El cocinero chasqueó la lengua con fastidio y se acercó, esperando que su capitán estuviera simplemente dormido.
—Oye, Luffy, despierta.
Usopp fue el siguiente en notar que algo no iba bien. Se acercó, moviendo a Luffy por el hombro.
—Vamos, no es momento para quedarte dormido, la comida ya casi está… —Se detuvo al ver que no había reacción.
El ambiente cambió en un instante.
—Luffy… —murmuró Chopper, acercándose de inmediato.
Lo sacudieron con más fuerza, pero no hubo respuesta.
—¡O-Oye! ¡No despierta! —Usopp retrocedió con nerviosismo, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.
Los ojos de Chopper se abrieron de golpe en pánico.
—¡NECESITAMOS UN DOCTOR!
—¡TÚ ERES EL DOCTOR, MALDITA SEA! —le gritó Franky mientras ya levantaba a Luffy en brazos.
—¡Llévalo a la enfermería, rápido! —ordenó Nami, su voz cortando el aire con autoridad.
Sin perder un segundo, Franky cargó a Luffy y corrió dentro del barco, mientras el resto de la tripulación lo seguía de cerca, sus risas de hace un momento reemplazadas por una tensa preocupación.
Cuando Chopper salió de la enfermería, todos seguían fuera, esperando en un silencio tenso.
Las caras serias de Sanji, Zoro y Nami reflejaban la inquietud en el ambiente, mientras que Usopp y Brook se removían incómodos, sin saber qué decir. Franky tenía los brazos cruzados, con una expresión poco común en él.
Pero cuando el pequeño reno los miró con calma, sin rastro de pánico, la tensión se disipó un poco.
—Está bien —anunció Chopper con su tono profesional—. Solo está agotado.
El grupo exhaló un suspiro de alivio casi al unísono.
—Respiró demasiada agua de mar en algún punto, y ya saben lo que le pasa a los usuarios de akuma no mi con eso. Sumado a todo lo que pasó en la isla, su cuerpo simplemente llegó al límite. Solo necesita descansar.
—¿Eso es todo? —preguntó Sanji, pasándose una mano por el cabello—. Maldito idiota, nos hizo preocuparnos por nada.
—Típico de Luffy —murmuró Zoro con los brazos cruzados, cerrando los ojos.
Usopp, ahora más relajado, puso las manos en la cintura.
—¡Nosotros aquí imaginando lo peor, y el muy tarado solo está dormido!
—¡Yo podría haber muerto del susto! ¡Yo-hohoho! —se quejó Brook, llevándose una mano al pecho.
—Pero tú ya estás muerto, Brook—. dijo Chopper
—Bueno, al menos ahora sabemos que incluso Luffy tiene un límite —comentó Franky con una sonrisa.
—Entonces lo mejor es dejarlo descansar —decidió Robin con tranquilidad.
Todos asintieron. Ya no había razones para preocuparse. La batalla había quedado atrás, estaban de vuelta en el Sunny, y su capitán solo necesitaba reponer fuerzas.
Sanji suspiró y se dio la vuelta.
—Bien, ¿alguien más sigue con hambre? Porque la cena todavía está lista.
Las expresiones se iluminaron de inmediato.
—¡SÍ!
La tripulación recuperó rápidamente la normalidad tras la cena. Las risas resonaban en el comedor, las bromas fluían con facilidad y el ambiente se llenó de la calidez habitual del Sunny. Franky contaba una historia exagerada sobre cómo destruyeron la base naval, Usopp añadía detalles aún más ridículos, y Chopper escuchaba con los ojos brillantes de emoción. Brook se reía de todo, intercalando su propio relato sobre la aventura que tuvieron para conseguir los hongos rechazo.
Pero Nami no se sentía del todo en sintonía con el resto.
Había intentado relajarse, sonreír con naturalidad, incluso participar en la conversación de vez en cuando. Sin embargo, las palabras que salían de su boca no terminaban de encajar con lo que realmente sentía.
No era solo la tensión de la batalla, ni siquiera el miedo momentáneo de perder a sus amigos. Había algo más, algo que seguía pesando en su pecho y que no lograba apartar.
Se sentía tonta por no saber qué hacer con ello.
Preocuparse por Luffy tan abruptamente había sacado a relucir cosas que prefería dejar enterradas. Porque su reacción había sido inmediata, visceral. No había pensado en los demás, ni en la situación en general. Solo en él.
Y eso no debería haber pasado.
Se removió incómoda en su asiento, sintiendo que su propio cuerpo no la dejaba estar tranquila. Tomó su vaso y bebió un poco, esperando que al menos el gesto la distrajera.
Pero la sensación no desapareció.
De alguna forma, Nami sabía que no lo haría tan fácilmente.
Cuando Sanji terminó de preparar la bandeja con la comida de Luffy, Nami se ofreció a llevarla.
Nadie la cuestionó. Ni siquiera Sanji, que siempre insistía en hacer cualquier labor por ella.
Pero igual no pudo justificarse.
No tenía ninguna razón lógica para hacerlo, y, aun así, tomó la bandeja antes de que alguien más pudiera ofrecerse.
Sabía que estaba siendo incoherente.
Fue ella quien le pidió a Luffy espacio. Quien había intentado mantener una distancia segura después de su última conversación. No quería retractarse de ello, no cuando había tomado esa decisión por un motivo.
Pero tampoco podía dejar las cosas así.
No cuando algo la estaba molestando, empujándola a actuar incluso antes de que pudiera pensarlo.
Luffy parpadeó varias veces, desorientado.
La última imagen en su mente era la cubierta del Sunny, la brisa marina en su rostro y el peso del agotamiento arrastrándolo al sueño. Ahora, estaba en la enfermería, con la luz tenue de la lámpara iluminando la habitación.
Se movió un poco, sintiendo el leve entumecimiento en sus extremidades. Entonces, su estómago gruñó.
—Tienes comida ahí —señaló Nami con un leve gesto hacia la bandeja sobre la mesa.
Luffy giró la cabeza y la vio sentada en una silla junto a la cama. En su regazo, sostenía algo que reconoció al instante.
Su sombrero.
El borde estaba un poco más doblado de lo normal, y al observarlo mejor, notó los restos de un hilo enhebrado en la paja.
No tuvo tiempo de preguntar antes de que Nami hablara.
—Cuando Kansho te disparó, la chapa de Foxy detuvo la bala… pero igual atravesó el sombrero —explicó con voz neutra, sin mirarlo directamente—. Lo estoy reparando.
Luffy bajó la vista a su sombrero, luego la miró a ella.
Nami no lo miraba directamente. Sus dedos pasaban el hilo con cuidado entre la paja dañada, pero había algo tenso en su postura, algo que no encajaba con su actitud habitual.
Entonces, sin levantar la vista, habló.
—Eres un idiota.
Luffy parpadeó.
—¿Eh?
—Asustaste a todos.
Su voz era firme, pero no alzó el tono. No era un regaño común, de esos que terminaban con ella golpeándolo en la cabeza. Esto era diferente.
—Te lanzaste directo a una trampa sin pensarlo. Debiste esperarme.
Luffy ladeó la cabeza.
—Pero no había tiempo.
Nami soltó un suspiro frustrado, dejando el sombrero a un lado.
—¡Casi te ahogas, Luffy! —dijo, ahora sí mirándolo a los ojos—. Si yo no hubiera estado ahí… si hubiera llegado un poco más tarde…
Se interrumpió, pero la frase quedó flotando entre ambos.
Luffy no respondió de inmediato.
Ella todavía podía sentir el frío del agua de la fosa, una artimaña tan ridícula que resultaba ofensiva, la desesperación de ver su cuerpo inerte mientras lo sacaba, el miedo de notar que no respiraba.
Cerró los puños.
—Siempre actúas como si nada fuera a pasarte. Pero esta vez fue diferente. Esta vez, casi… —se mordió la lengua, negando con la cabeza—. ¡No puedes hacer esto otra vez!
Luffy la observó con atención.
—No iba a dejar que se los llevaran.
Nami frunció el ceño.
—Eso no significa que…
—Ya los vi desaparecer una vez.
La interrupción la tomó por sorpresa.
—¿Qué…?
Luffy desvió la mirada.
—Ya vi cómo toda la tripulación desaparecía frente a mis ojos —murmuró—. No iba a permitir que pasara otra vez.
Su voz sonaba más grave, más baja de lo normal.
—¿De qué hablas?
Hubo un breve silencio antes de que él respondiera.
—Si no hacía nada… si algo salía mal… —sus manos se cerraron sobre la sábana.
Nami no apartó la mirada.
—No tenías que hacerlo solo —dijo, con el ceño fruncido—. Solo tenías que esperarme. Para eso se supone que somos nakama.
Luffy levantó la vista.
—¿Ah, sí? —su tono no tenía el mismo enfado que el de ella, pero tampoco sonaba como el de siempre—. ¿Y por qué tú no haces lo mismo?
Nami se quedó en blanco.
—¿Qué?
—Dices que somos nakama… pero tú me ignoras todo el tiempo.
El comentario la golpeó con más fuerza de la que esperaba.
Por un instante, solo pudo mirarlo, incapaz de encontrar una respuesta inmediata.
—Eso… —desvió la vista—. Eso no tiene nada que ver.
—Sí que tiene.
—¡No, no lo tiene! —exclamó, sintiendo cómo el calor subía a su rostro—. Lo que pasa entre nosotros es otra cosa, no tiene nada que ver con la tripulación.
Luffy la miró con atención.
Y luego preguntó:
—Entonces… ¿qué es lo que está pasando entre nosotros?
Nami sintió que se le cortaba la respiración.
—No importa —dijo, con un tono más seco de lo que pretendía—. Lo que fuera que haya pasado… da igual. Ya te dije que quiero olvidarlo.
Luffy frunció el ceño.
—No.
La respuesta fue inmediata.
Nami sintió que su pecho se tensaba.
—No puedes decidir eso tú solo —murmuró.
—Tampoco puedes decidir por mí.
Luffy la miraba con la misma intensidad de siempre, pero había algo diferente en su expresión. Algo firme.
—No importa lo que tú quieras hacer —continuó, sin apartar la vista de ella—. Yo no pienso olvidar nada.
El aire se hizo más pesado.
—Todavía quiero entender qué es lo que está pasando.
Nami tomó aire con discreción, no quería hablar de eso. Estiró la mano.
—Aquí tienes.
Luffy parpadeó cuando ella le puso el sombrero reparado en las manos. El hilo aún era visible en algunas partes, pero el daño estaba cubierto.
—No me debes nada —agregó ella, enderezándose—. Descansa.
Se dio la vuelta con la intención de salir.
Pero antes de alcanzar la salida, algo le cerró el paso.
Luffy.
Ni siquiera lo había visto moverse, pero ahí estaba, su brazo apoyado en la puerta impidiéndole abrir.
—¿Qué…? —Su primer instinto fue retroceder, pero no había donde moverse.
Luffy no dijo nada al principio. Su mirada la estudiaba con una seriedad poco común en él.
—Nami —su voz sonó más suave, pero cargada de algo que la hizo contener la respiración—. Por favor… dime por qué estás tan molesta conmigo.
Ella apretó los labios.
No podía esquivar la pregunta. No podía esquivarlo a él.
Sintió su corazón latir con fuerza contra su pecho.
No podía moverse.
La cercanía de Luffy era abrumadora. Podía sentir su respiración, el calor de su cuerpo a tan solo centímetros del suyo. Su mente gritaba que retrocediera, que lo apartara, que escapara de esa situación antes de que su orgullo sufriera un golpe del que no pudiera recuperarse.
Pero su cuerpo no respondía.
Sus dedos se crisparon levemente cuando la calidez de su aliento rozó su mejilla. Su intención era apartarse, lo sabía… pero sus propias emociones la estaban traicionando.
No podía permitirse esto. No cuando la sola idea de Luffy con otra mujer la estaba carcomiendo por dentro.
Era ridículo.
Él no le había prometido nada. No había títulos ni promesas entre ellos. Y, sin embargo, la sola imagen de aquella mujer rodeándolo con su atención, su mirada dulce, su voz cálida dirigiéndose a él con familiaridad… la hacía sentir como si una tempestad se desatara dentro de su pecho.
No era justo.
No tenía derecho a sentirse así.
Y, sin embargo, allí estaba, luchando contra el impulso de aferrarse a su camisa en lugar de empujarlo lejos.
Sus ojos se humedecieron sin que pudiera evitarlo.
No. No podía ceder.
Apretó los labios con fuerza y bajó la mirada, sintiendo que el orgullo y la confusión la desgarraban por dentro.
Pero Luffy lo notó.
—¿Nami?
Su voz era suave, llena de una preocupación genuina que la hizo sentir aún más tonta.
No quería que la viera así.
Pero cuando intentó moverse, su propio cuerpo la traicionó.
Su respiración era inestable, y la tensión acumulada en su pecho amenazaba con desbordarse. Y Luffy, sin entender por qué, pero sabiendo que algo en ella estaba mal, no se apartó.
Al contrario.
Con el mismo instinto con el que siempre actuaba, llevó una mano a su mejilla, su pulgar rozando su piel con torpeza.
—¿Por qué estás triste?
Ese simple gesto, esa simple pregunta, la desarmó.
No podía decirle la verdad.
No podía admitirlo.
Pero tampoco podía escapar.
Su garganta se cerró, y en el siguiente parpadeo, una lágrima solitaria resbaló por su mejilla.
Luffy la vio.
Y, como siempre, reaccionó sin pensar demasiado.
Sus dedos limpiaron la gota con suavidad, su ceño fruncido en una expresión que rara vez mostraba: una genuina confusión ante algo que no entendía pero que, de alguna manera, le importaba demasiado.
Nami sintió su pecho comprimirse con fuerza.
No podía quedarse ahí.
No podía permitirse seguir sintiendo esto.
Pero tampoco podía mentirse más a sí misma.
Y en ese instante, justo cuando la tormenta en su interior amenazaba con romperla, Luffy hizo algo que la dejó completamente sin aire.
La abrazó.
Sentía sus brazos rodeándola con firmeza, sin prisa ni fuerza desmedida. No era como cuando la alzaba sin aviso, tampoco se parecía a esos momentos en que invadía su espacio sin razón. Incluso si se habían besado antes, casi llevándose al límite en momentos de torpe impulsividad.
Nunca antes se habían abrazado.
Ese pensamiento la golpeó con más fuerza de la que esperaba.
No supo qué hacer con sus brazos, ni cómo responder, ni siquiera cómo respirar. Todo su cuerpo se tensó automáticamente, pero Luffy no la soltó.
No había nada juguetón en el gesto.
No era uno de esos momentos donde él la atrapaba sin previo aviso solo porque sí.
Este abrazo tenía un peso distinto.
Una voz absurda en su cabeza le dijo que estaba más alto que antes.
Que después de esos dos años separados, su pecho se sentía más firme, más fuerte.
Que su calor la envolvía de una manera que la hacía sentir demasiado consciente de cada punto de contacto entre ellos.
Su corazón latía tan fuerte que temió que él lo escuchara.
Sus dedos se aferraron débilmente a su camisa, como si su propio cuerpo no supiera decidir entre alejarlo o quedarse así un poco más.
—No quiero verte triste —murmuró Luffy contra su cabello, con la misma sinceridad desarmante de siempre.
La voz de Nami se atoró en su garganta.
Porque por primera vez en mucho tiempo, en medio del torbellino de emociones que la envolvían, se sintió segura.
Por primera vez, no lo apartó.
No lo empujó, no lo regañó, no se alejó con fastidio.
En lugar de eso, su cuerpo se relajó apenas… y antes de que pudiera detenerse, hundió el rostro contra su pecho.
No quería que la viera así. No quería que notara el temblor en su respiración, el leve ardor en sus ojos, la forma en que su orgullo luchaba contra el impulso de quedarse ahí un poco más.
Pero lo hizo de todos modos.
Y Luffy lo sintió.
Él, que siempre había sido rechazado cuando intentaba acercarse. Él, que no entendía por qué Nami se alejaba de él cuando todo lo que quería era entender que ocurría. Él, que no sabía por qué, desde aquella noche en la biblioteca, su pecho se había sentido tan vacío.
Ahora entendía una cosa.
Esta vez, ella no lo estaba rechazando.
Luffy bajó la mirada, sintiendo su respiración contra su pecho, la forma en que su cuerpo encajaba contra el suyo de manera natural.
No sabía qué significaba esto.
Pero sí sabía que, por primera vez en mucho tiempo, la sensación de hambre y vacío en su pecho desapareció.
Exhaló suavemente, dejando caer su barbilla sobre su cabello con un gesto instintivo.
Si esto hacía que Nami se sintiera mejor, no iba a moverse.
Si ella necesitaba esto… entonces él también.
Y, sin darse cuenta, sus brazos la rodearon un poco más fuerte.
Por primera vez, Luffy sintió que no necesitaba palabras.
Porque, esta vez, Nami tampoco las usó para apartarlo.
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Bueno, creo que este capítulo es un avance muy tierno moría por escribir la escena del abrazo y el especial de Nebulandia me gusta muchísimo pesar de que los especiales son menos canon aún que las películas no quería desaprovecharlo.
Mayale. M Muchas gracias por tu review, la verdad me dio mucho gusto saber que mi historia te gustó tanto que te mantuvo pegada a la pantalla, ojalá y este capítulo esté a la altura.
Todavía falta un poco más para terminar toda la travesía, pero ahora que los protagonistas se han reconciliado un poco esperen más romance aún.
A todos los que hayan leído hasta aquí les envío un fortisimo abrazo.
