Delirio:
Introducción
Bienvenidos al Palacio del placer "Zeus".
Somosuna agencia de "citas". Antes de comenzar con su suscripción, por favor lea el siguiente reglamento:
Como socio élite tendrá que acatar las normas claramente descrita a continuación:
1. Deberá acudir puntual a su cita. Cualquier contratiempo favor de comunicarlo con anticipación.
2. Queda estrictamente prohibido intercambiar fichas. Los encuentros son exclusivamente para miembros del club y podrá ser acreedor de una sanción.
3. Las fichas se enviarán al domicilio proporcionado a los cinco días de haber generado su cita junto con una clave de acceso.
4. Una de las normas más importantes es: No nombres, recuerde que es una agencia de sexo no una agencia para encontrar pareja, donde lo importante es el placer. Cualquier socio que sea sorprendido indagando sobre la vida privada de otro suscriptor se cancela automáticamente la membresía.
5. En Zeus prohibimos la infidelidad. Por lo que el socio deberá ser soltero. Tenga la certeza que antes de aprobar su suscripción será mandado a investigación.
En Zeus, todos los datos proporcionados por nuestros clientes son confidenciales.
Si está de acuerdo con nuestros términos, de clip en aceptar para finalizar su suscripción.
Y recuerde, bienvenido al placer.
Capítulo 1
UN PASE AL PLACER
― La vida de adulto es tan complicada – se podía escuchar a una pelinegra un poco decaída – Incluso siento que la vejez me respira en la nuca. Necesito una vacacione urgentes.
Levantó una delgada ceja al ver como su amiga deslizaba una tarjeta roja frente a ella. Sin dudar un segundo la tomó para examinarla. No era una tarjeta bancaria de eso estaba segura solo que únicamente tenía un chip en color dorado.
― ¿Qué es esto, Kikyo? – preguntó, agitando la tarjeta al aire.
Su amiga comenzó a guardar la cartera. Le dio un breve trago a su té helado.
―Me lo agradecerás, estoy muy segura de eso – se levantó de la mesa – La cita es hoy a las diez de la noche. Por lo que debes ser puntual – le envió un mensaje a su móvil―Esta es la dirección, una vez que hayas llegado entrega la ficha en la recepción. La clave de acceso es enjambre. La primera letra en mayúscula.
―Pero no me has dicho qué es.
Kikyo sonrió, se levantó de su asiento y le dio un beso en la mejilla a su amiga.
―Un pase directo al placer. Luego me dices como te fue. Quiero cada detalle perfectamente descrito ¿Entendido, Kagome?
Kagome movió la tarjeta por ambos lados para verla bien.
― ¿Es una sesión de spa? – preguntó de manera inocente.
Kikyo tuvo que tragar con dificultad para no burlarse de Kagome, así que haciendo acopio de toda su fuera, asintió en un gesto amable. Pues nunca se imaginaría para que era realmente aquella cita de "SPA" como ella le llamó.
― Sí, cariño. Es una sesión de spa que solo se puede dar por las noches. Te dan un masaje sumamente delicioso que te deja flotando en las nueves.
Bueno, necesitaba un masaje de esos luego de sus extensas horas de trabajo. Ya comenzaba a sentir los estragos del estrés en sus hombros y no le vendría para nada mal un relajante masaje con aceites aromáticas. En ese aspecto debía agradecer a su amiga por ser tan gentil con ella.
Kikyo comenzaba a moverse en dirección a la salida, pero se detuvo al olvidar algo muy importante con relación a la tarjeta y a la cita de "SPA".
―Una cosa importante. No des tu nombre ni preguntes por el suyo– la miró severa – Si lo hace primero, dileque deben respetar las reglas. Eso será suficiente para que deje de insistir. – le sonrió con malicia – Kagome, disfruta mucho esa sacudida de masaje.
Por supuesto que Kikyo dijo esa frase con doble sentido, pero Kagome no pudo captarla ni a la décima potencia. Y de eso, ella estaba completamente segura.
Siguió el trayecto de su amiga hasta salir del restaurante. Lo cierto es que era viernes por la noche y su único plan era llegar a casa comer palomitas y ver alguna absurda película romántica mientras escuchaba como sus vecinos de alado tendrían sexo. Perdía la cuenta de cuantas veces lo hacían, estaba segura de que sin duda unas siete veces a la semana no podría fallan.
Eso quería, una sacudida. Había perdido la cuenta de cuando fue la última vez que había tenido sexo y un vibrador no era lo mismo que ser tendida de espaldas sobre una pared.
"Un ritmo directo al placer"
Esas habían sido exactamente las palabras de su mejor amiga. Desde luego que podía confiar en ella. Kikyo siempre ha sido una amiga demasiado honesta por lo que no habría razón alguna para dudar de eso.
Tal vez era uno de esos spa que arreglaban citas nocturnas en hoteles. Eso era nuevo para ella. Resultaba incluso cómodo para alguien que trabajaba casi todo el día y no tenía tiempo de ir por las tardes.
La cita era a las diez. Faltaba una hora, por lo que tenía tiempo de ir a su departamento, darse una ducha y ponerse en camino a la dirección que su amiga le había enviado por mensaje.
Había acudido tal y como se lo había dicho Kikyo, puntual. De hecho, había pedido un servicio de Uber ya que no quería conducir hasta aquel barrio y más de noche.
― ¿Seguro que es aquí? – preguntó, observando fascinado el imperiosoedificio a través de la ventana.
―Totalmente de seguro, señorita. Es aquí y el GPS no falla.
Al bajar del auto comprobó bien si era la dirección que su amiga le había escrito, incluso el conductor se lo confirmó de nuevo señalando otra vez el GPS.
El edificio que se alzaba ante ella era demasiado viejo. No sabía de arquitectura, pero era incluso rustico. Se podíaver movimiento tras las puertas giratorias de acceso principal, donde un guardia de traje negro, fornido y alto la custodiaba. Ahora no sabía si iba a un spa o al entrar se encontraría con John Wick en el recibidor bebiendo un vaso de whisky.
Le pagó al chofer y antes de cruzar por la puerta, el guardia inclinó la cabeza en modo de saludo, en un gesto muy cordial se pudiera decir. Abrió la boca al entrar enla recepción, ya que era todo lujo, sofás sofisticados, el mármol de granito estaba tan pulcro que podía ver su reflejo. Incluso una enorme lampara de cristal se alzaba en el techo.
Empezó a dudar al ver el lugar. Kikyo le mencionó que era una sesión de spa, pero nunca imaginó que sería en un hotel de lujo. Pero, no había razón alguna para dudar en la palabra de ella cuando le dijo que era completamente seguro. Su amiga era una mujer de dinero, ya que estaba al frente de un despacho de abogados. Por lo que sus gustos eran totalmente excéntricos y no reparaba en gastos. Aun así, jamás se ocurriríapedirle algo, porque sabía que, si se lo pedía, con gusto y sin rechistar se lo daría.
Sintiéndose cada vez más incomoda al ver a varias mujeres vestidas con ropa muy elegante. Podíaa simple vista reconocer con toda facilidad un bolso Gucci, una prenda a un Versace. Su atuendo, que más sencillo, constaba únicamente de una falda en azul marino, el dobladillo le llegaba a dos dedos por arriba de las rodillas. Sublusa de color amarilla sin mangas y de lunes blancos, tacones amarillos y un maquillaje discreto fue todo lo más elegante que pudo haber conseguido.
Ni siquiera sabía porque usaba maquillaje, si nada más se trataba de una sesión de masaje, no una cita a ciegas.
Se acercó al mostrador donde una chica de cabello negro levantó la cabeza y le obsequió una sonrisa. Kagome no esperó a que hablara y sacó la tarjeta roja del bolso, dejándola sobre el mostrador. De manera automática la recepcionista asintió, tomó la tarjeta y comenzó a teclear algo en la computadora. Introdujo la tarjeta en un lector de chip, aguardando a leyera la información.
―Para confirmar su cita ¿Me podría proporcionar la clave de acceso, señorita?
Eso era lo más extraño, que un spa solicitara una clave de acceso. Probablemente por seguridad del cliente o tal vez para asegurar su turno y avisarle a la masajista.
¿Cuál había sido la clave que le había dicho?
Algo con colmena, no.
Ah, ya.
―Enjambre. La primera en mayúscula.
La mujer asintió y tras cinco minutos de espera, le entregaba otra tarjeta blanca la cual parecía una llave de acceso a una habitación de hotel.
―Piso dos, habitación 101. Los ascensores están a la vuelta. Su cita ya se encuentra en la habitación.
Se quedó ahí un montón más a ver si le entregaban la tarjeta roja, incluso la señorita del mostrador la miraba un poco confusa. Así que se apiadó de ella.
― ¿Es su primera vez enPalacio Zeus?
Sin vacilar asintió, aguardando que le diera algún tipo de instrucción. Cuando mencionó el nombre del spa, quedó asombrada. Incluso tenía nombre de table dance.
―Las fichas se intercambian por la tarjeta de una habitación. Debe irse, su cita la sigue esperando desde hace quince minutos.
¿Su cita? Tal vez se refería al personal de spa. Vaya sí que el servicio en ese hotel era excelente. La persona encargada de atenderla había llegado quince minutos antes. Después del servicio de masaje, le daría cinco estrellitas extras por esperarla.
―Gracias.
―Disfrute su estancia – le sonrió y prosiguió a atender a otro huésped más.
Con unas cuantas dudas aclaradas abordó el ascensor y la dejó en el piso dos. Al abrirse las puertas saltó a su vista a un caballero alto, de ojos verdes. Él al verla le sonrió y entró al ascensor a la par que ella salía de manera atropellada.
Buscó con cuidado la habitación, pensando en el servicio que pediría. Solo por esa vez se aprovecharía de su amiga.
Una puerta blanca apareció delante de ella con el numero indicado, pero el numero de la habitación estaba formado por láminas de acero inoxidable de color rojo. Un tono un poco peculiar para una habitación. Antes de pasar la tarjeta por el lector, los nervios se la volvieron a comer viva, pero tenía que recordar que no podía dejar mal parada a Kikyo, ella había contratado un servicio. Tal vez no era para ella, pero le estaba cediendo su lugar y ante eso debía estar agradecida.
No iba a pasar nada malo, ¿verdad?
Sintiéndose un poco más segura, deslizó la llave en el lector. Un foco rojo cambió a verde, esto significaba que el seguro fue desactivado. Giró la manilla con mucha cautela y entró de lleno a la habitación. Pero se quedó sorprendida al ver lo amplia que resultaba ser. Con facilidad podían entrar dos departamentos ahí. Una luz tenue iluminaba toda la habitación. La cama era enorme, cubierta por sabanas de satín rojo y cubiertas de almohadas en blanco. Alguien estaba obsesionado con el color rojo. No sólo era la cubierta, sino que la cabecera de la cama se encontraban unas esposas seguidas de una larga cadena en color dorado.
Muy bien, esto estaba siendo demasiado extraño y más porque no se encontraba la persona que supuestamente le daría el masaje, sobre todo no veía por todos lados el material a una botella del más champan caro dentro de una cubeta de plata con hielo. Una mesa para dos en un rincón. Dos sofás de cuero blanco, pero lo que hacía contraste era un diván tantra en color rojo, ni siquiera tenía que pensar para saber como se usaba.
No fue eso lo único que le llamó la atención de la habitación de aquel hotel. Sino que desde el techo dependía un columpio con asiento, respaldo y varios arneses. Dos largos y dos cortos.
Retrocedió un poco ante aquel objeto.
¿Dónde rayos la habían metido Kikyo?
Pero aún tenía una pequeña corazonada de que esto no era una habitación de sexo sino de SPA.
― ¿Hola? – llamó, temerosa de la situación.
Era extraño, según la chica del mostrador ya se encontraba alguien esperando. Miró su reloj, había llegado puntual. Faltaban cinco minutos a las diez. Si no contestaba alguien daría media vuelta y saldría de ahí.
Escuchó una voz masculina proveniente del balcón y al mismo instante el sonido de una llamada finalizada.
La cortina del balcón se recorrió lentamente y el hombre que entró en la habitación la dejó completamente muda. Casi con la boca seca. Era el hombre más atractivo que en toda su vida hubiera visto. Bueno, no veía muchos tan seguido, no al menos de ese tipo. Él era alto, de cabello plateado y ojos dorados. Vestía de manera casual, únicamente con unos pantalón de vestir en tono arena y camisa de lino en color negro.
Sus ojos dorados repararon en ella, mirándola con mucho descaro. Podía incluso jurar que la estaban desnudando muy lentamente y eso para su desagrado, la excitó a niveles infernales, cortándole el aliento cada dos segundos.
El elegante hombre cerró las puertas del balcón impidiendo que entrara el ruido de la ciudad. Reparó en su mano, llevaba una botellita de agua que dejó sobre una mesa.
―Siento llegar temprano. Pero si no lo hago el tráfico me hubiera impedido hacerlo.
Kagome asintió, avanzando lentamente. ¿Ese hombre sería el encargado de darle un masaje en la espalda? Porque si era así, entonces ella era una actriz consolidada en Hollywood.
― ¿Quieres algo de beber?
Inclinó un poco la cabeza para ver a la mujer que estaba frente a él, que, dicho sea de paso, lucía muy sexy con esa falda. Se preguntaba sin ningún pudor que era lo que guardaba por debajo de ella.
Kagome negó, no le apetecía beber absolutamente nada. Entonces él asintió con una sonrisa.
―A lo que vamos ¿eh?
Se bebió de un trago el resto de la botella de agua y la lanzó en un exacto pasé a una papeleta.
¿Cómo a lo que iban? ¿Se refería al masaje? ¿Verdad? Kagome únicamente asintió, dejando el bolso sobre unos de los sofisticados sofás.
―Parece que hoy tuve suerte y eres de las mías.
Comenzó a caminar lentamente hacia ella. Kagome no se pudo mover por más que lo habría querido, era como si sus tacones se hubieran adherido al piso imposibilitando su movilidad. Era como si esa mirada intensa, bonita y dorada la estuviese hipnotizando bajo un encantamiento.
Dio un pequeño respingo cuando élla envolvió con un brazo la cintura, atraerla hasta su cuerpo duro y labios se entreabrieron para cerrarse de lleno en su boca y devorarla con habido beso, sentía como si todos sus sentidos comenzaban a estallar en un silencio total de placer y todo con un maldito beso.
Con la otra mano libre fue buscando con deprecación el dobladillo de su falda, que fue arrastrando la fina tela hasta la altura de sus sus dedos largos se acoplaron en la curva de una nalga. Amasándola, apretándolas bajo la palma y sus largos dedos.
Ella cerró los ojos y se arqueo a él, dejándose llevar por el contacto de su mano y el beso devorador de sus labios.
Un intenso calor recorrió su espina dorsal y lo último que escuchó fue un jadeó de sus labios. Él apretó aún más sus nalgas, atrayendo más hacia su entre pierna. Kagome se arqueó al contacto de su pelvis con la abertura que sobresalía del pantalón de aquel misterioso hombre. La mente se le nubló, dejando solo una frase a recordar.
"Un pase directo al placer "
Esas fueron las palabras de Kikyo, esto no era una sesión de spa. Era una sesión de sexo.
Él sonrió cuando por un breve momento se dignó ver la forma en que ese pequeño cuerpo encajaba a la perfección con el suyo. Era la primera vez que una mujer tan menuda lo hacía perder por completo la cabeza. Aquellos tiernos labios lo llamaban a ser besados nuevamente.
Estaba seguro de que, si aguardaba un segundo más sin poder probarla por primera vez, no podría soportarlo.
― ¿Prefieres que te quite la ropa o tú lo haces?
Esperó impaciente a que ella le respondiera, pero se deleitó en aquellos ojos chocolate perdidos por un leve deje de placer. ¿Quién era? Maldita fuese esa cuarta regla que no permitía preguntar por el nombre. Lo peor era que después de ese encuentro ellos jamás se volverían a ver. Pues la aplicación de Zeus nunca permitía repetir parejas.
Debía aprovechar toda la noche que tenía por delante con ella, al menos ese sería su maldito consuelo.
Que tuviera certeza, que una vez finalizado este encuentro y que nunca más se volverían a ver, se la jalaría pensando en ella, en esos tiernos y sensuales labios.
Ella no respondía y esto quería decir una cosa. Que esperaba que él la desnudara y por supuesto que sería un inmenso placer hacer eso.
―Entonces…
Sus dedos se entretuvieron con el primer botón de su blusa. Difícilmente borraría de su mente el color y esos condenados lunares naranjas.
― Eso me dice que…. – desabrochó el tercer botón y reveló una pequeña parte del encaje de su sostén blanco – …quieres que yo lo haga.
Antes de que ella pudiera reaccionar de nueva cuenta asaltaba sus labios. Dio unos cuantos pasos hasta llegar al borde de la cama. Con una mano sacó la blusa por encima del cuello sin ningún problema. Una lengua traviesa se asomó por su rostro y se humedeció con ella los labios al ver sus senos exuberantes, que luchaban con el encaje del sostén para ser liberados.
―El encaje te queda de maravilla.
Kagome sonrió. Era muy tarde para salir corriendo de ahí. Supo cuando vio a ese hombre de mirada dorada que eso no iba a ser una simple sesión de masaje e incluso recompensaría a Kikyo por ese obsequió. Así que cuando esa noche terminara, no iba a regresar a su triste departamento y buscar su consolador o sentir envidia por sus vecinos. Envidia sentiría su vecina si viera al hombre con quién estaba a punto de acostarse.
Jadeó de nuevo cuando él pasó su lengua por el nacimiento de sus pezones. Lo escuchó maldecir cuando se peleó con su sostén. Levantó un dedo y se deshizo del broche que lo sujetaba por la parte de en frente. Sus pechos quedaron expuestos ante de hambrienta mirada y su lengua, que la pasaba por el borde de sus labios. Era como si se los estuviera saboreando, como si estuviese tentado a probarlos. Y vaya que los probó, porque se llevó un pecho devorándolo con su boca, succionando y dilatando el pezón con su lengua.
Un calor de excitación embriago su cuerpo, sintiéndose cada vez más húmeda y solo podía pedir mentalmente que no parara con su asalto.
Lo había hecho una cantidad de veces que podía ser normal y nunca perdía el control de nada. Pero, es que podía jurarse así mismo que había un no sé qué en ella, que desde que la vio hizo que se volvió completamente loco. Bajó a tientas su mano, tocando cada textura de su piel, de sus curvas. Su falda estaba hecha un lío en medio de sus cuerpos por lo que le daba libre acceso a su tanga. Estiró la poca tela que cubría su entrepierna y saboreó la suavidad de sus labios viájenles entre sus largos dedos.
¡Estaba completamente mojada! ¡Dispuesta para él!
Aguardando el momento para entrar en ella.
―No… no te detengas.
Ojalá no hubiera dicho eso, pero lo dijo. Esto no tenía nada que ver con la forma romántica, de hecho, era la primera vez que estaba con un hombre que la trataba de esa manera. Primero anticipando su placer que el de él.
―Oh – lo escuchó susurrar contra otro pezón – No lo haré.
Primero la penetró con un dedo, cerró los ojos cuando sus paredes lo absorbieron por completo. Un segundo más. Sus caderas se balanceaban al ritmo de sus movimientos y llegó a tal punto que dejó de prestarle atención debida a sus deliciosos pechos.
Ahora, solo veía a una mujer envuelta por las llamas, gimiendo por más. Con sus dedos apretando sus antebrazos.
Dejó de penetrarla con los dedos y de un tirón sacó la falda ytanga para dejarlas caer en un extremo opuesto de la habitación. La hizo girar de espaldas, levantó ambas caderas para tener libre acceso a su trasero.
―Apoya ambas rodillas sobre el colchón.
No era una sugerencia, era una orden.
―Arquea un poco la espalda.
Otra orden que ella cumplió voluntariamente.
―Espérame así, en seguida regreso – su voz era áspera y ronca.
Su solo abandono la hizo sentir sola, ansiosa por su regreso. Entonces escuchó como rasgaba algo, probablemente un preservativo.
― ¿Estas lista, dulzura? – preguntó, con la punta de su pene sobre la entrada de su vagina.
―Si…
Apretó los dientes al estar dentro de ella. Su interior era estrecho y cálido. Un bombeo, un gemido, sus manos recorrieron sus caderas hasta llegar a sus pechos, de nueva cuenta amasaba ambos con ellas. Segundo bombeo, entraba duro y cada vez con fuerza a su cuerpo. Pellizcando sus pezones entre los dedos. Ella pavoneaba sus caderas de arriba abajo y ver su cremosa espalda lo hizo caer en un abismo muy profundo. A esa altura, podía veía con facilidad la curva de su espalda desnuda, su cabello largo y ondulado cayendo de un ledo. Mientras sus gemidos era la música que necesitaban en la habitación.
―Si que eres dulce – se inclinó un poco para besar su espina dorsal.
― ¿Cómo… ― Kagome se obligó a callar cuando un gemido se escapó de sus labios ―Te digo a ti?
Abandonó por unos instantes su cuerpo para quitarse él por completo la ropa. Kagome se apoyó con ambos codos sobre el cochón, observando como el hombre que tenía frente a ella se quitaba la camisa. Ahora la que se relamió los labios fue ella. Tenía un cuerpo marcado que quedaba claro sus horas en el gimnasio.
―Como tú quieras – le susurró al oído en cuanto volvió a ella – Como tú quieras.
Sentenció por última vez luego de entrar en su cuerpo una vez más. Un gruñido se escapó de su garganta, con cada embestida de su cuerpo. La chica de ojos bonitos capturó sus caderas con sus piernas largas. A pesar de que el clima dentro de la habitación era agradable, sus cuerpo exudaban más que sudor.
Kagome cerró los ojos yclavó las uñas en la sabana, arqueaba la espalda, jadeaba. Su cuerpo estaba en estado de ebullición.
Él abrió los ojos y contempló a la mujer. Ella no lo sabía, pero una maldita diosa. Con solo ver su estado puro de éxtasis, le bastaba para querer llegar al clímax. Sus pechos se balanceaban de arriba abajo, gotitas de sudor recorrían su piel morena.
Las palabras pasaron a segundo término y los espasmos del orgasmo recorrieron sus cuerpos, abandonando toda razón. Únicamente sensación.
Permaneció unido a ella unos pocos minutos, antes de retirarse y salir directo al baño. Kagome nunca sintió tanto frio como hasta ahora. Pero suponiendo que únicamente esto iba a ser un encuentro sexual, no tenía por qué permanecer pegado a ella de cucharita y haciéndole promesas ridículas a futuro.
Era solo sexo y eso era suficiente.
Estaba tardando y como no quería ser ella quien saliera al último de la habitación, prefirió aprovechar esos momentos en los que él estaba ocupado en el tocados para vestirse. Rápidamente encontró zapatos, ropa interior. En otro rincón yacía su fala y su blusa favorita.
Rápidamente comprobó su estado en un espejo, únicamente requería un retoque en su cabello y ya era suficiente.
Echó una rápida mirada a la habitación y arrojó la llave al centro. Él aún permanecía en el interior, incluso pudo escuchar el agua de la ducha correr y sin despedirse se marchó sin mirar atrás, sabiendo que nunca más lo volveríaa ver.
XXX
Se sobresaltó cuando Kikyo dejó dos vasos de café helado sobre la pequeña mesa del Starbucks donde se encontraban. Ella sonrió a través de sus gafas de sol. Era un sábado por la tarde y no había mucho que hacer, así que su mejor amiga la había invitado a pasear a un centro comercial aquel día.
― ¿Y bien?
Rápidamente tomó el suyo y le dio un pequeño trago.
― ¿Bien de qué?
―No te hagas – dijo Kikyo, inclinándose un poco más ― ¿Qué tal tu cita de anoche?
Kagome movió a la cabeza en forma afirmativa, recordando, según ella, lo que anoche pasó.
―Me hubieras dicho de que iba el encuentro. Pensé que me habías regalado una sesión de spa.
―Por eso – ella asintió – Es "pa" coger. – al ver que no comprendió lo que deseaba decirle, se lo explicó ― Repite varias veces "Es" y "pa" se escucha igual que spa.
Kagome solamente la fulmino con la mirada.
Al finalizar, Kikyo esbozó una sonrisa, sonrisa que terminó en una profunda carcajada debido a la ingenuidad de su mejor amiga.
― ¡Que ingenua!
― ¡Que estúpida eres! – contratacó Kagome – Imagina, voy a un hotel – miró hacia ambos lados para evitar que la escucharan – Y me sorprende que no es una cita para masaje, sino para tener sexo.
―Repítelo en voz alta – pidió ella y al ver que no se animaba, decidió hacerlo por sí misma– Es para tener sexo.
Una mujer de avanzada edad alzó la cabeza al escuchar la palabra en boca de Kikyo. La miró extraño para después hacer una señal de cruz en su pecho. La miraba como si el mismo diablo se hubiese apoderado de esa alma.
―Se dice sexo señora – replicó Kikyo – Y se disfruta muy bien.
― ¡Kikyo! – la reprendió Kagome.
―Bueno, ya.
De pronto observó a su amiga degustar su café y unas galletas de avena. Preguntándose cuantas veces había acudido ella a ese lugar y, sobre todo, cómo se enteró de su existencia.
― ¿Cómo diste con ese lugar? – preguntó, un poco sonrojada.
Kikyo suspiró y le dio otro trago a su café.
―No es tan fácil entrar al Palacio Zeus– respondió – Es únicamente para clase élite. Antes de entrar debes mandar una serie de pruebas médicas todo para seguridad propia y de los miembros, esto se hace cada dos meses. Además, un documento que acredite estatus social, es decir no estar casada y una cuenta bancaria.
―Tú….
Guardó silencio ante lo que estaba a punto de preguntarle y fue la propia Kikyo la que terminó la pregunta.
― ¿Qué si yo he ido? – miró a su amiga agitar la cabeza― Desde luego. Pero la aplicación de Zeus no te permite una doble cita. Automáticamente te bloquea al contacto. Es decir, lo que pasó anoche con él, fue solamente por ese breve lapso. Es para evitar tener algún tipo de relación.
― ¿Cuánto cuesta la membresía?
―Mucho, mucho dinero Kagome – concluyó – Los suficientes como para llevarte a la bancarrota toda tu vida si no eres capaz de pagar una exorbitante suma de dinero.
Entonces quería decir que si Kikyo concretaba otra cita nunca más volvería a ver a ese hombre.
¿Qué estaría haciendo?
¿Pensaría en ella?
Por supuesto que no, desde luego que no era así. Ambos eran adultos y acudieron a una cita con un único interés de por medio. Tener sexo y no volver a saber del uno como del otro. Pero la verdad, cuando regresó a su departamento y tomó una larga ducha de agua tibia, no paraba de sentir sus manos por todo su cuerpo. Su habida lengua succionando sus pezones o su duro pene dentro de ella.
― ¿Te gustó como te cogió?
Inmediatamente despertó de su ensoñación y descubrió a una Kikyo mirándola con una sonrisa de par en par.
―No me has contado los pormenores y eso te hace una mala amiga. Mira que rompí una regla por ti. No debí pasarte mi fecha, eso está prohibido.
Kagome asintió, en eso estaba de acuerdo con ella. Nunca debió haberle dado eso.
―No debiste.
―Te conozco y sé que te gustó. Debes admitirlo.
Utilizó como excusa que iba tarde de regreso al trabajo. Le dio un beso en la mejilla y salió corriendo de vuelta a su vida de asalariada.
― Nunca lo admitiré delante de ti – contestó, un poco sonrojada.
Kikyo, sintiéndose complacida únicamente sonrió de manera juguetona. Porque eso significaba que en realidad si había disfrutado del encuentro. Además, disfrutaba verla incomoda en aquellos momentos.
― Eso me dice todo.
La verdad es que si, jamás admitiría delante de su amiga que había disfrutado de ese breve instante. Si tenía estrés por trabajo acumulado, fácilmente desapareció por arte de magia. Aun recordaba esos labios sobre su piel, su voz ronca sobre su oído, rota por el grado de excitación en el que se encontraban.
No tan lejos de ahí, unos ojos dorados contemplaban desde su rascacielos la enorme ciudad. No podía quitarse el aroma de su cuerpo. Necesitaba dar con ella, saber cómo se llamaba, aunque eso significaba romper las malditas reglas de Palacio.
Al demonio Zeus, la quería a ella, devuelta en una cama y no cesaría hasta encantararla.
Hola
No me pude resistir a compartirles con ustedes este comienzo de un nuevo fic.
Pero solo es un tentempié ya que muy pronto veremos más de él.
Saludos y...
Bienvenidos a Zeus
