Resumen: Perteneciente a la serie 'Constelaciones'. Una determinación adquirida demasiado tarde, una simple vacilación al momento de tomar una decisión, pueden cambiar el destino de Draco y Harry por completo. ¿Será suficiente la fuerza del amor para destruir la brecha inquebrantable que parece separarlos? ¿O el poder de las memorias perdidas será el responsable de ponerle fin a sus entrelazadas vidas? DRARRY

Disclaimer: el universo de Harry Potter no me pertenece, todo es propiedad de Rowling y Warner Bro.

Notas de autora: ¡Hola a todos! Esta historia que les traigo pertenece a mi serie 'Constelaciones' y es un ¿Qué hubiera pasado si…? que comienza a partir del final del capítulo once de 'Cosmos'. Por lo tanto, si eres nuevo/a aquí y no has leído mi serie de tres partes 'Constelaciones', no entenderás demasiado de la trama de 'Cosmos: un giro en el destino', así que te recomiendo que primero leas 'Constelaciones', 'Galaxia' y 'Cosmos' antes de aventurarte en 'Cosmos: un giro en el destino'. Otra cosa que me gustaría aclarar es que esta historia está completamente escrita, pero no he podido corregir los capítulos en caso de que me quedaran errores de tipeo. Es por ello, que las actualizaciones serán semanales.

La historia estará escrita en primera persona y los capítulos irán alternando los puntos de vista. Por ejemplo, comenzaremos con el POV de Harry, y en el siguiente tendremos el POV de Draco. De todos modos, esto quedará bien aclarado en las advertencias al comienzo de cada capítulo para que no haya confusiones. Por último, pero no menos importante, esta historia contendrá sexo explícito. Si bien pondré las respectivas advertencias en los capítulos donde corresponda, quiero aclarar de antemano que esta historia contendrá Top Draco y Bottom Harry. Aclaro esto último en caso de que a alguien no le guste este tipo de dinámica sexual entre ellos, para que no haya sorpresas más adelante.

Ahora sí, no los entretengo más, espero que disfruten del capítulo.

Advertencia: el capítulo está escrito desde el POV (point of view = punto de vista) de Harry.


6 de enero de 2011

Cuando mi cuerpo deja de girar y las imágenes borrosas de las chimeneas por las cuales estoy siendo transportado desaparece, enfoco la vista y me apresuro a salir al atrio del Ministerio. A esta hora de la noche no queda absolutamente nadie en el que, diariamente, suele ser un lugar muy concurrido de magos y brujas, aunque esto no es algo que me interese en este momento ya que lo único que quiero es llegar lo más pronto posible al lugar al cual me dirijo. Mis pasos resuenan con fuerza en el piso reluciente de mármol oscuro, mientras me obligo a aumentar la velocidad con la que estoy corriendo. La cuenta regresiva espeluznante que ha recaído sobre mí luego de haber conocido la verdad de todo lo ocurrido no hace nada más que producirme un sudor frío por cada parte de mi cuerpo, uno que nada tiene que ver con la forma en la que estoy corriendo. Cada segundo agonizante que pasa no parece indicarme que estoy un paso más cerca de rescatar a mi dragón, de hecho, es todo lo contrario; porque cada segundo que pierdo, es otro más en el cual Draco se encuentra a merced de una perra que no tiene otra intención más que la de alejarlo de mí para siempre.

Mis manos se cierran en puños al pensar Ginny y todo lo que ella hizo para alejarme de Draco, pero me obligo a apartar los deseos que tengo de hechizarla hasta que ni siquiera Arthur y Molly sean capaces de reconocerla, porque a unos cuantos metros de mí aparecen los ascensores dorados del Ministerio. Apresuro lo más que puedo mis pasos, y en menos de lo que uno podría tardar en pestañear, me encuentro presionando insistentemente el botón del ascensor que tengo frente a mí para llamarlo. Sin embargo, y sin importar cuántas veces presione el maldito botón, el ascensor no parece querer acudir a mí con la rapidez que necesito en este momento.

¡Maldita sea! ¡No tengo tiempo para esto!

Creyendo que llegaré más rápido al cuartel de Aurores si simplemente utilizo las escaleras, abandono los ascensores y me dirijo hacia la puerta que se encuentra a mi derecha, la cual me llevará a las escaleras. Sin perder más tiempo, abro la puerta y comienzo a bajar los escalones a una velocidad tan grande que realmente me sorprende no haberme tropezado todavía, para pasar a rodar por ellas en una masa de túnicas azules. Sin duda alguna la adrenalina que recorre mis venas es suficiente como para hacerme olvidar de cualquier autopreservación que tenga, porque lo único que pasa por mi mente es apresurar el paso y llegar cuanto antes al segundo piso.

Afortunadamente, mi acción imprudente da sus frutos y frente a mí aparece el rellano del segundo piso. Bajo los últimos pasos que me quedan dando un gran salto que me hace pasar por encima de tres escalones y giro hacia la izquierda para adentrarme en el segundo piso. El hecho de no tener que bajar escaleras consigue aumentar la velocidad de mis pasos, y nuevamente, vuelvo a correr hasta ingresar en el Departamento de Aurores. Una vez allí, recorro la sala con prisa y descubro que, para mi mayor fortuna, el jefe de Aurores se encuentra conversando con varios de los mejores Aurores del escuadrón.

¡Perfecto! Eso es justamente lo que necesito.

Sin detenerme siquiera a recuperar el aliento, corro hacia ellos e interrumpo cualquiera sea la conversación que estén teniendo. Después de todo, nada de lo que ellos estén diciendo puede ser más importante que salvar a Draco.

─¡Señor! Necesito… necesito un… un equipo de rescate. Draco… ¡Ginny tiene a Draco! Ella… ¡Ella va a borrarle la memoria!

Mis palabras salen en una especie de jadeo apresurado que, si debo ser honesto, incluso a mí me resulta bastante difícil de comprender. Sin embargo, no es como si tuviera tiempo de sobra para ser elocuente en estos momentos. Lo único en lo que puedo pensar es en salvar a Draco. Desafortunadamente, mi jefe no parece haber comprendido nada de lo que acabo de decirle, y su cara de confusión es un claro indicativo de ello.

─Cálmate, Potter. No estás teniendo ningún sentido. Toma un poco de aire y respira; pareces a punto de ahogarte.

Robards me hace un gesto para que tome asiento junto a él y extiende la mano hacia la tetera que hay sobre la mesa con la clara intención de servirme una taza de té para tratar de calmarme. No obstante, esto sólo consigue irritarme por completo y elevar a niveles preocupantes la desesperación que estoy sintiendo. ¡¿Cómo puede Robards perder el tiempo de esta manera siendo que Draco está corriendo tanto riesgo en este momento?! ¡¿Es que él no puede ver la gravedad de la situación?!

Al parecer, no. Él no puede, o no tiene intenciones de ver lo grave que es esto que acabo de decirle. Y es justamente este último pensamiento, el hecho de que a mi jefe ni siquiera le importe lo que Ginny pueda hacerle a Draco en su estado de locura, lo que hace que algo se rompa dentro mío, desatando una ira y enfado que no he sentido desde mi quinto año en Hogwarts, cuando la conexión que tenía con Voldemort parecía influir en mis estados de ánimo. Sin detenerme por un segundo a pensar en lo que hago, aprieto las manos en puños y suelto un grito muy fuerte que retumba alrededor de toda la bulliciosa oficina.

─¡ESCÚCHEME!

Mi grito parece funcionar como un interruptor del sonido y, de repente, cada conversación que estaba llevándose a cabo en la sala queda silenciada automáticamente. Por el rabillo del ojo, puedo ver que todas las miradas de mis compañeros se encuentran puestas en Robards y en mí, mientras que nos observan con los ojos bien abiertos en asombro. Robards, por su parte, parece haberse quedado aturdido en el lugar y en sus ojos puedo ver algo que se asemeja a la sorpresa. Ciertamente debe haberle causado una extraña impresión que el siempre correcto y bondadoso Harry Potter le haya contestado de esa manera tan brusca e irrespetuosa. Sin embargo, y como ya lo he dicho antes, no tengo tiempo para preocuparme por las represalias que seguramente recaerán sobre mí debido a ese arrebato porque, de inmediato, aprovecho este momento de silencio para explicarle mejor qué está ocurriendo.

Y así lo hago. Después de tomar una fuerte inspiración para darme ánimos, le doy un resumen preciso y conciso de todo lo que estuvo haciendo Ginny a lo largo de estos años. Sí, años, porque empiezo hablando acerca de la forma en la que ella me estuvo reteniendo a su lado envenenándome con Amortentia y, ciertamente, no pierdo oportunidad para dejarles muy en claro a todos los magos y brujas presentes en esta oficina que este hecho estuvo ocurriendo durante más de cuatro años y que sólo gracias a Draco pude, no sólo percatarme de los efectos de esta poción, sino que también fui capaz de detectar y confirmar mis sospechas. Brevemente, les cuento sobre la primera vez que Ginny secuestró a Draco en la Casa de los Gritos y cómo pude ser capaz de rescatarlo en aquella ocasión, para pasar a terminar mi relato con otra explicación de los hechos ocurridos en las últimas veinticuatro horas.

Siento mi garganta seca después de terminar la explicación, a la vez que el nudo doloroso que tengo instalado en mi pecho se comprime aún más después de echar un rápido vistazo al reloj ubicado en la pared frente a mí. Ya han pasado diez minutos, diez minutos en los cuales Ginny podría haber terminado la poción, y una cosa es segura, ya no puedo seguir perdiendo más tiempo. Si Robards no tiene pensado salir de este estado de sorpresa para comenzar a movilizar a sus Aurores en una misión de rescate, entonces, yo me encargaré de ir a detenerla por mi cuenta.

Afortunadamente, alguna deidad parece haber escuchado mis súplicas, porque Robards se levanta apresuradamente de su asiento como si este último se hubiera llenado de clavos ardientes de repente, y empieza a hablar con un tono que desborda de irritación y algo que se asemeja a la decepción.

─¡Por Merlín bendito, Auror Potter! ¡¿En qué diablos estaba pensando al no denunciar las acciones de Weasley ni bien supo que ella estaba envenenándolo?! Una acción como esa debe ser notificada de inmediato a las autoridades una vez que se tiene conocimiento de ello, especialmente si la víctima es un miembro de los Aurores. ¡¿Cómo pudo ser tan irresponsable de pasar por alto esto, siendo que es algo que hasta uno de los novatos en entrenamiento conocen?!

Sí, sé que Robards tiene todo el derecho del mundo a enfadarse conmigo por los errores que cometí con Ginny, y también sé, muy a regañadientes, que yo sigo haciéndome esas mismas preguntas a mí mismo. Sin embargo, eso no es algo que sea relevante en este momento, y mucho menos que tenga la importancia suficiente para mí. No, lo único que me importa es llevar un jodido equipo de rescate al sótano donde Ginny tiene secuestrado a Draco antes de que sea demasiado tarde. Las recriminaciones por mi momento de estupidez ciertamente pueden esperar, y así se lo hago saber a mi jefe en una especie de gruñido cargado de descontento.

─Sin ofender, señor, pero de nada sirve recriminarme en este momento por mis acciones pasadas. Después de todo, no es como si el hecho de reprenderme por ello fuera a salvar la vida de mi novio. De hecho, mientras usted está reprendiéndome por no haber aplicado correctamente el estúpido reglamento de los Aurores, en este preciso instante, Draco podría estar perdiendo la memoria para siempre.

Robards me frunce el ceño y su rostro severo se vuelve incluso más peligroso cuando termino de responderle altaneramente a su reprimenda. De inmediato, Robards suelta unas palabras con los dientes apretados y me regala una mirada de advertencia que me indica a la perfección que, si doy un paso más en falso, estaré en graves problemas.

─Cuide el tono con el cual se dirige a mí, Auror Potter. No olvide que soy la persona ante la cual usted responde. ─Robards me lanza una mueca irritada, mientras comienza a colocarse su túnica con prisa. Luego de que termina de abrochar el último botón de ésta, vuelve a poner sus ojos en mí y dice algo que me hará temblar con enfado y algo de pavor, pero no porque tenga miedo de mi jefe, sino por la consecuencia que podría acarrear un nuevo comentario impertinente de mi parte. ─Y como el mago a cargo de usted, tengo la potestad de apartarlo de la misión de rescate si así lo considero necesario. Así que, si todavía quiere formar parte de la misión de rescate de su pareja, yo, en su lugar, mantendría la arrogancia al mínimo.

Luego de escucharlo amenazarme con apartarme de la misión de rescate, no tengo otra opción (muy a pesar mío) que cruzarme de brazos, cerrar la boca y apretar los dientes con toda la fuerza que tengo para evitar soltar algo que, seguramente, me causará más inconvenientes. Después de todo, no puedo poner en riesgo mi presencia en el escuadrón de rescate. Draco me necesita, y no dejaré que nada ni nadie me aparte de esta misión, mucho menos si mi presencia en ella depende sólo de mí. Sin embargo, eso no evita que le lance una mirada de rencor a Robards cuando este último se gira para llamar a los Aurores que irán con nosotros dos.

─Savage, Proudfoot, Robins y Williamson, vienen con nosotros. Misión de rescate en el número noventa y tres del Callejón Diagon. La víctima secuestrada ha sido identificada como Draco Malfoy. Nos apareceremos a tres cuadras de la tienda para que el sonido de la aparición no alerte a la atacante, Ginevra Weasley, y allí nos dividiremos en grupos de a dos. ─Robards señala con un gesto a Robins y Williamson, y con ese tono autoritario que tanto lo caracteriza, comienza a dar órdenes del plan que llevaremos a cabo, pero lo único que yo puedo hacer es mirar el reloj con impaciencia. El tiempo sigue corriendo y esto parece estar llevando una eternidad, eternidad que claramente no tenemos. ─Robins y Williamson, ustedes se encargarán de colocar los hechizos antiaparición ni bien lleguemos a destino. Luego, vendrán de inmediato al lugar del secuestro. Savage y Proudfoot, ustedes nos cubrirán a Potter y a mí mientras recorremos el establecimiento. La prioridad principal es rescatar a la víctima, pero estén atentos ante cualquier movimiento extraño que pueda haber. De ser posible, me gustaría apresar a la chica Weasley esta misma noche. ¿Entendido?

Un coro de '¡Sí, señor!' se escucha por todo el escuadrón, aunque yo no le doy importancia y simplemente comienzo a caminar hacia el pasillo de salida para llamar al ascensor mientras el resto de los Aurores que se unirán a la misión terminan de colocarse las túnicas y asegurarse de tener listas sus varitas. Un sonido de traqueteo metálico me despierta de mis pensamientos, unos en los que no puedo parar de rogarle a cualquier dios que exista porque Draco esté a salvo y, es entonces, donde descubro que el ascensor llegó. Por fortuna, todos mis compañeros Aurores ya se encuentran a mi lado y, de inmediato, nos apresuramos a ingresar en el pequeño recinto.

El viaje en ascensor se me hace eterno, pero estoy seguro de que esto es sólo el producto del miedo y la desesperación que estoy sintiendo por la peligrosa situación en la que se halla Draco. Después de todo, las puertas doradas se abren en menos de un minuto, y cuando elevo la vista, nos encontramos en el atrio del Ministerio. Sin perder tiempo, nos dirigimos a una de las chimeneas más cercanas y reaparecemos fuera de la entrada al Ministerio en los baños públicos. Luego, salimos con prisa y nos aparecemos en nuestro destino programado.

El Callejón Diagon se encuentra vacío y en completo silencio, pero eso no es algo que me llame la atención, ya que es bastante tarde y el cielo está totalmente oscuro. Después de comprobar que la calle está desierta, Savage, Proudfoot, Robards y yo corremos hacia la tienda de George, mientras escucho detrás de mí a Robins y Williamson levantando los hechizos antiaparición, aunque este es el último pensamiento que le doy a mis compañeros porque, de inmediato, mi mente se enfoca en una sola cosa, llegar lo más rápido que pueda a Draco. Mis piernas aumentan la velocidad con la que corren, y no sorprende a nadie cuando soy el primero en arribar a la trastienda de los Weasley. Sin esperar a mis compañeros, fuerzo la entrada con un hechizo para abrir la puerta, e ingreso con prisa en el lugar, pero asegurándome de no hacer demasiado ruido para no poner en sobre aviso a Ginny. Sin embargo, ella no parece estar aquí. De hecho, nadie parece estar en el edificio. El silencio absoluto y mortal que se escucha es un claro indicativo de ello.

Tratando de ignorar con todas mis fuerzas el sentimiento desgarrador que se apodera de mi pecho, el cual está dificultándome en demasía el respirar con normalidad, ingreso en el lugar y comienzo a buscar la puerta que me llevará al sótano. Detrás de mí escucho a Savage y Proudfoot recorrer todo el piso, mientras que Robards se apresura a seguirme una vez que doy con la puerta que nos llevará al lugar donde, con suerte, Draco todavía se encuentra atado a una tubería. Sin embargo, nada me prepara para lo que veo una vez que bajo con prisa todas las escaleras del sótano.

Nadie.

No hay nadie en el sótano.

No, miento. La única persona que se encuentra en el sótano es George, quien parece estar inconsciente junto al borde de las escaleras. Robards se apresura a tomarle el pulso, pero, honestamente, no podría importarme una mierda si él está vivo o no porque lo único en lo que mi mente puede pensar es en recorrer el sótano de arriba a abajo para tratar de encontrar a Draco. No obstante, y sin importar cuántas veces doy vueltas a lo largo de este pequeño recinto, ni los hechizos que lanzo para ver si hay algo oculto que se me haya pasado por alto en mi desesperación por encontrarlo, nada surte efecto.

Draco no está aquí.

Ni él ni Ginny están aquí.

Llegamos demasiado tarde.

Mis sospechas se confirman cuando Robins se acerca a nosotros y dice algo en un tono completamente apenado que termina de romperme el corazón en miles de fragmentos.

─Registramos todo el lugar, pero no hay rastro de nadie, señor. Sólo encontramos un caldero con restos de una pócima blanca, creemos que puede ser la Poción del Olvido Total. Williamson ya se lo ha llevado como evidencia al laboratorio de investigación para que puedan examinarlo.

Y eso es todo lo que necesito escuchar para que mi magia comience a descontrolarse. De inmediato, mis manos se recubren con un resplandor dorado y siento a la perfección la corriente eléctrica que las recorre. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero ninguna de ellas cae y simplemente se quedan acumuladas en mis ojos provocando que mi vista, la cual de por sí es espantosa, se vuelva incluso más borrosa. Escucho a mi jefe moverse a mi derecha, mientras intenta empezar a decirme algo que no tiene ningún sentido para mí porque lo único en lo que mi mente puede pensar es en una sola cosa.

Se lo llevó.

Ginevra se llevó a Draco.

─Tranquilícese, Auror Potter. Los encontraremos, tenga por seguro que lo haremos. De ser necesario, pondremos a todo el escuadrón a buscarlos.

Y a pesar de que una pequeña parte de mí debería estar al menos agradecida por el apoyo que está intentando darme mi jefe, en lo único que mi mente se centra es en la figura inconsciente de George. Sin darle tiempo a que ninguno de los presentes se percate de mis intenciones, doy los pasos que me separan de George y le lanzo un hechizo para atarlo con unas fuertes cuerdas. Luego, me dispongo a despertarlo para empezar a interrogarlo hasta forzarlo a sacarle una confesión sobre el paradero de Draco. No me importa lo que tenga que hacer para que hable, no hay límites en lo que estoy dispuesto a hacer para arrancarle una confesión de sí. Amenazas, violencia física al estilo muggle o Legeremancia, nada está fuera de los límites. Estoy dispuesto a todo con tal de hacer que George me diga a dónde se llevó la perra de su hermana a mi dragón o, mejor aún, forzarlo a que me confiese el por qué no protegió a mi novio como dijo que lo haría. ¡Merlín! ¡Incluso estoy dispuesto a utilizar la maldición Cruciatus si eso le hará aflojar su lengua! Y no, no estoy exagerando en ello. Realmente puedo sentir cómo el odio que me recorre en estos momentos podría ser capaz de hacerme lanzar esa maldición imperdonable mejor de lo que Bellatrix Lestrange solía hacerlo.

Desafortunadamente, no consigo llevar a cabo ninguna de mis ideas para hacerle hablar a George porque, de repente, mi jefe utiliza su cuerpo alto y fuerte para apartar el mío con una facilidad que me deja incluso más enfadado. Forcejeo en sus brazos para alejarlo de mí, pero él no cede y me mantiene apresado con sus brazos para que no pueda escaparme. Silenciosamente, veo cómo Robards les hace un gesto a Savage y Proudfoot para que se lleven a George de aquí, y en un parpadeo, ambos toman el cuerpo inconsciente y lo suben por las escaleras para trasladarlo a San Mungo.

Y es como si toda la lucha que me quedara se hubiera ido junto al cuerpo inconsciente de George. De inmediato, dejo de forcejear y mis piernas ya no consiguen sostenerme de pie. Me siento caer de rodillas al suelo y, finalmente, mis lágrimas comienzan a desbordarse de mis ojos. No estoy seguro del tiempo que paso llorando desconsoladamente porque lo único que mi mente puede hacer es pensar en Draco y en la verdad inevitable que no quiero asumir. En algún momento de mi estado de desconsuelo siento a Robards colocar una mano paternal sobre mi hombro mientras lo escucho darme promesas vacías sobre encontrar a Draco, pero yo sé mejor que creer en esas fantasías utópicas. La realidad es clara e inamovible, y sin importar cuánto me obligue a no perder las esperanzas, yo sé que eso no cambiará nada porque nada hará que pueda encontrar a Draco con sus recuerdos intactos.

Sus recuerdos. Draco ha perdido sus recuerdos o, al menos, está a punto de hacerlo.

Esas simples palabras son las únicas que se necesitan para terminar de destrozarme por completo. Mi llanto se convierte en una especie de aullido desgarrador y nada de lo que Robards dice para calmarme consigue apartarme de este pozo de desesperación en el que he caído. Por el rabillo del ojo, alcanzo a ver un resplandor plateado elevándose hacia el techo, pero mi mente está tan ocupada culpándose por no haber conseguido salvar a Draco a tiempo, que ni siquiera intento adivinar qué la produzco, aunque no necesito hacerlo porque, de inmediato, escucho a dos personas bajando las escaleras, y en unos pocos segundos, tengo a Hermione y a Ron agachados junto a mí y tratando de consolarme. Al parecer, y al ver que sus intentos de consuelo no estaban dando resultado, Robards tomó la decisión de enviarles un Patronus a mis amigos para que vinieran a tratar de calmarme.

─Se lo llevó… Ella se lo llevó, Hermione. No pude llegar a tiempo. No pude salvarlo.

Me aferro a Hermione y lloro contra su pecho sin consuelo alguno. Ella frota delicados círculos contra mi espalda para intentar calmarme, mientras se asegura de susurrarme palabras tranquilizadoras, pero ni siquiera esto consigue hacer que deje de llorar. Ron también intenta acercarse, y con gran incomodidad, me da unas palmaditas de aliento sobre el hombro. Y sin tener la necesidad de mirarlos, puedo saber que mis amigos están intercambiando miradas silenciosas entre ellos para decirse algo que no tengo la intención de averiguar qué es, aunque no necesito hacer nada para descubrirlo porque, de repente, siento cómo Ron comienza a forcejear conmigo para ayudarme a poner de pie. Sin esperar a que mi cuerpo contribuya a moverme, ambos me ayudan a levantar y me arrastran por las escaleras del sótano hasta que alcanzamos una sala que tiene contra una de las paredes una chimenea. Ron se apresura a llevarme a la chimenea, mientras Hermione toma un poco de polvos flu de la encimera. Rápidamente, me maniobran lo suficiente como para que los tres quepamos en ella, y después de que Hermione susurra una dirección, viajamos a través de la red flu hacia un destino que no alcancé a escuchar.

El viaje no dura nada más que unos pocos segundos y, de inmediato, aparecemos en la sala de estar de la casa de mis amigos. Ron se apresura a salir de la chimenea y me deja con cuidado sobre el sofá más amplio para que ambos puedan ocupar un lugar a mis costados y facilitar, de esta forma, el abrazo en el que me tienen apretado. Me quedo sollozando durante varios minutos contra el cuerpo de Hermione, pero, rápidamente, me obligo a dejar de lado mis sentimientos para traer de vuelta al Auror imperturbable que se supone que debo ser. Después de todo, llorar desconsoladamente no traerá a Draco de vuelta. Cuando me siento lo suficientemente calmado como para poder hablar sin romper en llanto, me aparto de Hermione y limpio mis lágrimas descuidadamente con la manga de mi túnica. Luego, y sin dar ninguna explicación, me levanto del sofá y comienzo a dar pasos hacia la chimenea con el único propósito de comenzar a buscar a Draco por cada rincón del planeta de ser necesario. Desafortunadamente, mis planes son detenidos incluso antes de que puedan comenzar a ejecutarse debido a las preguntas que suelta Hermione.

─¿Harry? ¿Qué estás haciendo? ¿A dónde vas?

─A buscar a Draco.

─Harry, no puedes… no puedes ir en ese estado. No conseguirás nada más que retrasar la búsqueda. Lo mejor será que te quedes aquí esta noche e intentes descansar para que mañana puedas ayudar en la investigación.

─¡NO VOY A QUEDARME SENTADO Y SIN HACER NADA MIENTRAS MI NOVIO ESTÁ A MERCED DE UNA MUJER TOTALMENTE LOCA! ¡VOY A IR A BUSCARLO! ¡Y NO HAY NADA QUE NADIE PUEDA HACER O DECIR PARA INTENTAR DETENERME, NI SIQUIERA USTEDES!

Sin embargo, y a pesar de la convicción con la que digo esto, soy detenido de todos modos debido al Patronus con forma de halcón que atraviesa la ventana y comienza a hablar con la voz de Robards.

─Potter, tengo que hablar con usted. Estaré en el apartamento que comparte con Malfoy en cinco minutos. Asegúrese de estar allí y de permitirme el paso a través de su chimenea.

Y con eso dicho, el halcón plateado desaparece en una especie de niebla blanca hasta que nada queda de este último. Después de que el Patronus desaparece, les doy una mirada de reojo a mis amigos, y sin tener que decirles o preguntarles nada, ellos dicen a la vez: ─Vamos contigo, Harry.

Les doy una sonrisa pequeña que seguramente se encuentra cargada de tristeza, pero, al menos, intento reflejar con ella lo agradecido que me siento de tenerlos como mis hermanos del alma, siempre incondicionalmente a mi lado. Ellos me devuelven la sonrisa y se apresuran a colocarse junto a mí para que podamos viajar a través de la red flu al apartamento que comparto con Draco. En unos pocos segundos, atravesamos la chimenea y aparecemos en la silenciosa sala de estar, y los tres nos apresuramos a ubicarnos en el sofá frente a la chimenea a esperar por lo que sea que Robards tenga que decirme. Afortunadamente, no debemos esperar demasiado porque las llamas se vuelven esmeraldas unos minutos después, y por ellas aparece Gawain Robards, el jefe de Aurores.

─¿Lo encontraron?

No puedo evitar levantarme y preguntar esto ni bien veo a la figura de mi jefe materializándose entre las llamas esmeraldas, a pesar de que yo sé que es una pregunta estúpida e inútil porque la respuesta es obvia.

Ellos no lo han hecho. Ellos no han encontrado a Draco, y la mirada cargada de tristeza que Robards me da es una clara confirmación a mis suposiciones.

─No, Potter. Lamentablemente, todavía no hemos podido dar con su paradero. ─Dice Robards con un tono de voz cargado de lástima, a la vez que atraviesa la chimenea y va a sentarse en uno de los sillones individuales de la sala. Cuando se encuentra ubicado y con la vista fija en nosotros, él continúa explicando algo que tiene la intención de tranquilizarme y brindarme confianza, sin embargo, nada de eso ocurre y sólo me quedo con una sensación de devastación en mi pecho que me impide respirar con normalidad. ─Sin embargo, tengo a Savage y Proudfoot interrogando a George Weasley con Veritaserum para intentar sacarle información del posible paradero de Draco Malfoy y Ginny Weasley. De hecho, fue el mismo George Weasley quien nos dio su consentimiento para que lo interroguemos con Veritaserum, y también está dispuesto a dejarnos ver sus recuerdos de ser necesario. Al parecer, y según lo que Savage me comentó, cuando Weasley recuperó la conciencia y mis Aurores lo pusieron al tanto de la situación, él se sintió devastado al escuchar que Malfoy y su hermana no estaban en el sótano. Según Savage, mis Aurores ni siquiera tuvieron que intimidarlo, porque, automáticamente después de enterarse de la situación, George Weasley se puso a completa disposición para contribuir en la búsqueda de Malfoy.

Escuchar que George parece muy arrepentido de todo lo que hizo no elimina nada del enfado que todavía tengo con él por haber ayudado a Ginny con este plan desquiciado, pero, al menos, consigo agradecerle internamente el hecho de que él esté haciendo todo lo que está al alcance de sus manos para ayudarnos a encontrar a mi novio. Robards, por su parte, parece recordar algo, y con prisa rebusca dentro de su túnica de Auror.

─Lo que me recuerda, ─Robards parece encontrar lo que estaba buscando y, de inmediato, saca una varita de uno de sus bolsillos, una que yo conozco en demasía. Inmediatamente, siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas, pero, afortunadamente, consigo evitar que estas rueden por mi rostro. ─Savage me entregó esto. George Weasley les confesó que él tenía la varita de Malfoy en uno de los bolsillos de su pantalón y le suplicó a Savage y Proudfoot que se la diéramos a usted, Auror Potter.

Robards extiende su mano y me entrega la varita de Draco, y yo no consigo evitar el temblor que recorren las mías al tomarla entre mis dedos, aunque no tengo tiempo de entrar en sentimentalismos al pensar en lo indefenso que se encuentra mi dragón sin tener su varita consigo, ya que la expresión de cautela y algo de arrepentimiento que me da Robards me indica que lo próximo que dirá mi jefe no va a gustarme.

─Pero lo cierto es que no vine hasta aquí sólo para darle la varita de Malfoy, sino para decirle que tomé la decisión de excluirlo del caso. ─Al escuchar esto, intento comenzar a protestar, pero Robards continúa con su explicación y evita que siquiera pueda emitir una opinión. ─Sé que no quiere apartarse de la investigación, Potter. Créame, lo sé, pero usted está demasiado involucrado en el caso, tanto personal como emocionalmente; y, honestamente, no creo que pueda ser lo suficientemente objetivo o tener la mente enfocada al cien por ciento en el caso siendo que es su novio quien está desaparecido.

Y eso es lo último que le permito decir a Robards porque, de inmediato, comienzo a gritarle todas y cada una de las frustraciones que siento con el único propósito de forzarlo a reincorporarme en la investigación.

─¡NUNCA! ¡¿ME OYE?! ¡NUNCA VOY A APARTARME DEL CASO! ¡BUSCARÉ Y ENCONTRARÉ A DRACO, LE GUSTE O NO! ¡Y YA ME GUSTARÍA VERLO INTENTAR…!

─¡SUFICIENTE! ¡ES SUFICIENTE, AUROR POTTER! ─El grito de Robards retumba por toda la sala y hace que mis amigos den un respingo en el asiento, pero a mí eso no puede importarme en lo más mínimo. Lo único que quiero es hechizar a mi jefe hasta enviarlo a San Mungo de por vida. Sin embargo, Robards no me permite volver a abrir la boca porque, rápidamente, me da un ultimátum que me deja con las manos atadas de forma figurativa y rumiando con odio en mi interior. ─¡Está fuera del caso, y es mi última palabra! Y se lo advierto, si intenta inmiscuirse en la investigación, será lo último que haga, porque me aseguraré de despedirlo. ¡Sí, Potter, despedirlo! Soy el jefe de Aurores y tengo el poder y la potestad de hacerlo; y créame cuando le digo que no me temblará el pulso para hacerlo. Nadie es imprescindible en nuestro Departamento, nadie. Ni siquiera usted lo es.

La mirada de odio que le doy a Robards podría congelar en el lugar a cualquier otro mago o bruja, pero mi jefe resulta ser más valiente de lo que yo creía en un principio y ni siquiera parece inmutarse al ver cómo mis manos vuelven a adquirir ese brillo dorado que representa a mi magia fuera de control, por el contrario, simplemente me observa impasible durante unos segundos, y luego suelta un suspiro que denota el gran cansancio mental que parece pesar sobre él. Al ver que no encuentro nada con lo cual refutar a su orden, Robards suaviza su expresión y me deja en claro algo que pretende apaciguarme y brindarme confianza en su decisión, aunque eso no surte el efecto que él espera. De hecho, es todo lo contrario, porque refuerza mi creencia de que él está cometiendo el peor error de su vida al apartarme de este caso.

─Sé que es difícil que me crea, Auror Potter, pero le aseguro que no tiene nada de qué preocuparse. Su ausencia en el caso no verá comprometida la investigación. De hecho, yo mismo estaré involucrado en la búsqueda de Malfoy y, además, me aseguré de poner a nuestros mejores Aurores en el caso. Es sólo cuestión de tiempo antes de que encontremos a su pareja y pongamos bajo arresto a la chica Weasley.

─Con todo el respeto del mundo, señor, pero no creo que eso que dijo sea cierto.

─¿Y por qué cree eso, Auror Potter? ─Pregunta Robards con marcada confusión opacando su rostro, mientras yo me encargo de observarlo con enfado y portando una mueca arrogante de la que Draco estaría orgulloso. Luego, y sin previo aviso, suelto algo que deja a Robards en jaque.

─Porque estoy completamente seguro de que no puso a todos sus mejores Aurores en este caso. Si así lo hubiera hecho, usted nunca me habría dejado a mí fuera de la investigación, siendo que soy el mejor Auror de su cuartel.

A mis costados escucho a mis amigos tratando de disimular sus risas con toses fingidas debido a la gracia que les causó el desparpajo con el que dije esto, pero mi atención no está puesta en ellos, sino en la forma en la que Robards eleva una ceja en alto al mejor estilo Malfoy y me devuelve la mirada como si no supiera si reprenderme por mi comentario arrogante, o enmascarar su risa junto a Ron y Hermione. Finalmente, Robards decide resolver esta situación contradictoria simplemente dándome unas palabras que no me dejan forma de refutarle algo incluso si yo supiera qué decir, lo cual, claramente, no sé.

─Por mucho que esté de acuerdo con esa afirmación acerca de sus cualidades como Auror, eso no hará que decida volver a incluirlo en el caso. Y esa es mi última palabra.

Me obligo a intentar decir algo más, lo que sea con tal de que me permita volver al caso. ¡Por el jodido Godric Gryffindor! Incluso estaría dispuesto a rogarle a este imbécil si eso fuera a asegurarme que formaré parte de la búsqueda de Draco. Sin embargo, Robards vuelve a interrumpirme al poner una mano en alto y me da una tarea para tratar de conformarme, aunque ambos sabemos que eso es sólo un consuelo de tontos.

─De todos modos, no es como si usted fuera a estar apartado por completo. De hecho, y si quiere contribuir a la investigación, comience a pensar en lugares donde Ginny Weasley pudo haberlo llevado, y hágamelos saber de inmediato para poder tenerlos en consideración al momento de realizar la búsqueda de su novio.

Le lanzo una mirada letal para hacerle saber que su intento de apaciguarme es, en el mejor de los casos, patéticamente pobre, aunque esto no parece perturbar a mi jefe en lo absoluto, y simplemente se eleva del sillón y comienza a caminar hacia la chimenea. Después de tomar un poco de polvos flu de la vasija que hay en la repisa, se gira hacia mí, y dice: ─No se preocupe, Potter. Le prometo que encontraremos a Malfoy pronto, y se lo devolveremos sano y a salvo para que él pueda volver a hacerlo llegar tarde al trabajo.

Y con esa broma que deja hacia la vida sexual apasionada que tengo con Draco, Robards se desaparece en un remolino de llamas esmeraldas. Cuando el fuego vuelve a adquirir su tonalidad normal, me dejo caer sobre el sofá sin ánimos de nada. Ni siquiera consigo reunir las fuerzas suficientes para avergonzarme por la insinuación a la forma en la que Draco siempre me hace llegar tarde después de haberme hecho el amor hasta altas horas de la noche, lo único que consigo hacer es volver a descargar todo mi sufrimiento y dolor en un llanto desconsolado. Automáticamente, siento a Hermione abrazarme contra su pecho y a Ron frotarme con torpeza el brazo derecho en un intento por brindarme consuelo, pero ni siquiera esto sirve para calmar el puñal que siento clavado dentro de mi corazón.

─Draco… Draco…

Y así pasamos toda la noche, Hermione acariciándome el cabello y Ron dejándome cada tanto una caricia dubitativa sobre mi brazo, mientras yo me encargo de sacar todo mi dolor a través de lágrimas y llamados desgarradores hacia Draco que nunca llegarán a oídos de mi novio.

En algún momento de la noche que no puedo ubicar, consigo dejar de llorar. Inmediatamente, siento el cansancio del día pasarme factura y mis ojos comienzan a hacerse cada vez más pesados, y aunque no quiero dormirme porque sé que debo estar alerta en caso de que los Aurores consigan encontrar a Draco, no puedo evitar que mis párpados se cierren y caer en un sueño intranquilo. El último pensamiento coherente que pasa por mi mente, antes de quedarme dormido en los brazos de Hermione y apretando entre mis manos la varita de mi novio, es el recuerdo de las últimas palabras que Draco me dijo esta mañana en un tono desesperado, palabras que, desafortunadamente y por obra de los accionares malvados de Ginevra Maldita Weasley, yo nunca le devolví.

Te amo, Harry.


Notas finales: y así comienza este ¿Qué hubiera pasado si…? Espero que les haya gustado. Sé que fue un capítulo bastante angustiante, pero es sumamente necesario para que podamos adentrarnos en la trama. Para los que se estén preguntando qué pasó con Draco, no teman, que en el próximo capítulo tendremos el POV de Draco y sabremos qué ocurrió con él.
Ahora sí, les pido que se tomen dos segundos más para dejarme sus opiniones al respecto de este capítulo. Sus comentarios siempre me ayudan a darme ánimos en la escritura y a crecer en mi redacción.

Antes de despedirme, quiero desearles a todos una muy feliz Navidad. Espero que tengan una noche mágica, repleta de buenos momentos y muchos regalos. Ahora sí, nos leemos la próxima semana.