Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de Inadaze22.

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Capítulo cuatro: Teoría de la incompatibilidad

25 de marzo de 2011

A Hermione siempre le habían fascinado las estrellas.

A veces, en las noches despejadas e inusualmente cálidas, llevaba una manta al prado que había detrás de su casa para tumbarse y contemplar el cielo.

La hacían sentir pequeña, pasada por alto, pero a Hermione eso le gustaba.

Todo el dolor y la ansiedad que arrastraba desde la guerra y la recuperación, las preocupaciones que revoloteaban dentro y fuera de su mente, todo lo que culminaba y amenazaba con consumirla, era menos abrumador cuando inhalaba, exhalaba y se recordaba a sí misma que solo era un ser humano en medio de algo mucho más grande.

El universo.

Y Hermione sabía cuál era su lugar ahí.

Era vital para unos pocos, importante para algunos, un rostro entre la multitud para otros y una extraña para la mayoría.

En general, era insignificante para el gran ciclo de la naturaleza.

Estaba allí por un propósito. Para vivir la vida de la mejor manera que pudiera.

Durante esos breves y tranquilos momentos, en contacto con la tierra y eclipsada por el cielo, se sentía satisfecha.

En paz. Libre.

La insignificancia, como se había dado cuenta durante la terapia, no era algo degradante; simplemente, era un recordatorio de que no tenía que serlo todo.

Solo debía ser ella misma en ese momento.

Armada con ese entendimiento, el universo entero se había abierto, extendiéndose ante ella y llenándola con la noción de que todo era posible.

Esta noche no esperó mucho a que terminara la Noche de Chicas para salir con su manta. Aún achispada por el vino, Hermione se tumbó en la hierba y observó el cielo. La noche estaba despejada; las pocas nubes eran lo bastante finas como para ocultar parcialmente la luna menguante, lo que le permitía observar el cielo salpicado de estrellas.

Algunas eran grandes, otras una pequeña mancha, pero todas eran impresionantes.

El canto de los bichos era apacible. Tranquilizador. Hermione divisó primero la Osa Mayor, inclinada justo sobre ella; luego siguió hacia Polaris. Encima, se posaba el siempre presente Draco, que serpenteaba entre las estrellas.

Desde la punta hasta la cabeza, Hermione dibujó con el dedo el cuerpo del dragón en el cielo. Se dirigió hacia Eltanin cuando el zumbido de sus barreras la interrumpió.

Eran Harry y Ron.

La visita fue una sorpresa, aunque no una desagradable.

Hermione observó cómo se acercaban; no los identificó por sus firmas mágicas, sino por la forma en que caminaban. Incluso en la hierba, Ron era ruidoso; Harry se movía con sigilo debido a los años que llevaba siendo Auror y padre. También era más identificable porque venía con otra manta, una que parecía haber salido de su sofá.

Qué considerado.

No había tenido en cuenta que sentiría frío mientras estuviera fuera.

Harry se dedicó a desplegar la manta mientras Ron se dejaba caer a su lado, saludándola con una sonrisa infantil. La luz de la luna resaltaba el azul de sus ojos y el rubor de sus mejillas.

—Hola.

—Hola —dijo Hermione mientras él se acomodaba a su lado—. Hueles a pub.

Ron se rió como siempre hacía cuando estaba molesto.

—Seamus estaba en la ciudad y tuvimos que aprovechar la noche libre de Harry. Nos reunimos en El Caldero Chorreante, pero terminamos al otro lado de la ciudad, en un bar más cercano a la casa de Dean. No quiere estar demasiado lejos de Daphne.

—No tendrá al bebé hasta junio.

Ron se limitó a encogerse de hombros; no tenía experiencia práctica con bebés aparte de sus sobrinas y sobrinos.

Harry extendió la manta y los cubrió.

—No se sentía bien.

—Ah —tendrá que hacerle una visita.

Muy pronto, Hermione estuvo entre sus mejores amigos, acurrucada bajo la misma manta. Caliente y contenta, se sentía como en casa.

Se sentía como en familia.

Ese sentimiento nunca cambiaba.

Harry miraba hacia arriba con las manos detrás de la cabeza. Hermione sabía que no tenía idea de lo que estaba observando porque nunca se molestó en recordar lo que aprendieron en Astronomía. Ron estaba en una posición similar, con una mano metida detrás de la cabeza y la otra a escasos centímetros de la suya, igual de inconsciente.

Ella apartó la mano.

Ron se terminó durmiendo, con la cabeza pegada a su hombro y su respiración chocando con su brazo. Solo cuando dejó escapar un ligero ronquido, Harry habló.

—No quería que te enteraras de esta forma de lo de Narcissa Malfoy.

Era lo último que ella esperaba oír de él.

—No tienes que contármelo todo, Harry.

—Sí, lo sé, pero no te lo conté porque yo mismo no estaba seguro de cómo me sentía al respecto. No está mal. Ella es... —Él se frotó el rostro con una mano. Después de luchar para encontrar las palabras, se decidió por—. Interesante.

Esa reflexión la hizo resoplar en desacuerdo, pero Harry se rio igualmente.

La Narcissa Malfoy que había conocido era mucho más que simplemente interesante.

Más bien era complicada.

También era astuta, dominante y orgullosa.

Aun así, entendía por qué Theo la había recomendado a ella en vez de a la sensata Susan.

—Aprendí una gran cantidad de cosas inútiles, sobre todo de etiqueta mágica, pero no fue mala. Malfoy me recuerda a ella cuando mira mal o cuestiona a alguien, como si ellos fuesen capaces de tener un nivel de pensamiento superior. Que es... Básicamente, todo el tiempo —Harry sacudió la cabeza, divertido—. Ah, y me preguntó por qué les ponía nombres de personas muertas a todos mis hijos; eso fue divertido.

Hubo un momento de pausa antes de que ambos empezaran a reír.

—¿Qué le respondiste? —preguntó Hermione.

—Le pregunté por qué todos en la familia Black llevaban nombres de estrellas. Me miró como si yo fuera un idiota antes de decir: por tradición. Luego, me miró como diciendo "tu turno" y me callé.

Hermione no pudo contener la sonrisa.

—Ella es aguda, eso es seguro.

Lo que hacía su inevitable declive aún más trágico.

Y aleccionador.

Humillante, en realidad.

Todo lo que había creado, construido y superado, pronto lo olvidaría. Hermione no podía imaginar perder sus recuerdos. Eran pedazos de lo que ella era: lo bueno y lo malo.

Conexiones entre el pasado y el presente que creaban el camino hacia el futuro.

Perder eso era un destino que nadie merecía.

Uno peor que la muerte.

—Sabía que iba a rechazarla antes de empezar la consulta —confesó Hermione.

Harry la miró a los ojos.

—¿Por qué la rechazaste? No voy a actuar como si entendiera tu trabajo, porque no lo hago, pero nunca te he visto rechazar a nadie.

—No trabajo con gente que conozco.

Ron resopló en sueños, con el cabello haciéndole cosquillas en la mandíbula.

—¿De verdad la conoces? —preguntó Harry—. Aparte de la guerra, tienes poca idea de quién es. No sabes en quién se ha convertido. Confieso que yo aún no lo sé, pero como padre, entiendo sus razones. Si tuviera que hacerlo, le pediría ayuda a Malfoy si eso significara tener más tiempo con mis hijos.

Hermione lo dudaba mucho, por muy serio que sonara.

—Además, trabajaste con Molly después de su envenenamiento.

—Eso es diferente —argumentó Hermione suavemente, incapaz de levantar la voz. Habían pasado por demasiado para hacer eso—. Narcissa va a necesitar años de cuidados para librar una batalla que nunca va a ganar.

—¿Y quién mejor que para estar de su lado?

Se quedó mirando a Harry durante un largo rato, repitiendo mentalmente su pregunta una y otra vez, incapaz de formular una respuesta. Ron se movió, murmurando palabras ininteligibles en voz baja mientras se acercaba a ella.

—Cambiando de tema, ¿qué vas a hacer al respecto? —Harry miró en dirección a Ron. Cuando ella lo miró largamente, él fingió una expresión inocente—. No me entrometeré, solo estoy preguntando.

—¿Qué puedo hacer? Rompimos. Hace años. Una ruptura fea, como seguro recuerdas.

La mirada de él le dijo claramente que dejara de engañarse. Nunca se había entrometido en sus problemas, ni siquiera cuando ellos eran novios. Siempre había sido el mediador. Cuando las cosas se ponían feas, se escondía de los dos hasta que se resolvía el problema.

Eso era mejor que elegir un bando.

—Ya sabes lo que quiero decir, Hermione —Harry frunció el ceño—. Él piensa...

—Soy consciente de lo que él piensa, pero está equivocado.

—Entonces quizá deberías empezar a tener citas —se pasó una mano por su oscuro cabello, despeinándolo. Claramente, él no quería tener esta conversación, pero eso no le impidió hablar de aquello—. Mientras estés soltera, él siempre creerá que tiene una oportunidad. Nunca se dará por vencido. Es testarudo, como tú.

Ella lo interrumpió con una mirada que parecía que podría separar las aguas.

—Escúchame, si no estás disponible, él...

—No quiero salir con alguien solo para detener a Ron, Harry. Sabes que no soy así.

—No estoy diciendo eso —Harry mantuvo la voz baja, sus palabras eran lentas y medidas—. Estoy diciendo que tengas a alguien y le demuestres a Ron que no eres una opción.

—Con decir que no estoy disponible debería bastar.

—Lo sé. Lo sé.

—Entonces, ¿por qué sacas el tema? ¿Por qué no lo animas a seguir adelante?

—Lo he hecho, pero insiste —Harry suspiró—. Si no estás disponible, captará el mensaje, y no tendré que escuchar más sus planes para recuperarte sabiendo que no funcionarán.

Hermione sabía la tensión que Harry sufría por el fracaso amoroso de sus amigos.

—Lo pensaré.

—Es todo lo que pido.

Harry la conocía lo suficiente como para saber que casi nunca tomaba decisiones impulsivas. Romper con Ron no había sido algo impulsivo. Dejar el ministerio. Ir a terapia. Nada lo hacía precipitadamente; solo actuaba después de pensarlo profundamente y considerarlo todo.

Moviéndose un poco sobre la manta, giró el cuerpo hacia ella, abrió la boca y se detuvo.

—Sé lo que harás. Eres feliz como eres, pero te conozco, Hermione. Sé que estás estancada porque buscas algo que aún no has encontrado.

Ella no discutió. En la tranquilidad, Hermione pudo admitir que él no estaba equivocado.

—¿Qué crees que estoy buscando?

—Lo que buscan la mayoría de las personas. Algo más profundo... Con mayor significado. Conexión. Emoción. Algo real —Harry luchó para decir sus siguientes palabras—. Espero que lo encuentres. Sé que no lo digo tanto como debería, pero aprecio todo lo que haces. Todos lo apreciamos. Das mucho, no solo a tus pacientes, sino también a tus amigos. Especialmente a Albus. Me preocupa que sea demasiado.

Hermione lo empujó ligeramente.

—¿Te estás poniendo blandengue?

—No —puso los ojos en blanco—. Pero estaría bien que recibieras algo a cambio.

—Es satisfactorio ayudar. Estoy contenta y conozco mis límites. —Hermione vio que la expresión de su amigo se tornaba seria en la oscuridad, lo que la hizo detenerse. Una ligera brisa agitaba los árboles—. Lo hago porque quiero. Lo sabes, ¿verdad? No para obtener algo a cambio.

—Y eso te hace merecer aún más lo que sea que quieras.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

28 de marzo de 2011

Nadie se sorprendió más que Molly Weasley cuando Hermione se presentó en la Madriguera el lunes por la mañana, armada con una cesta de mimbre llena de verduras frescas y huevos de su pequeño gallinero.

No era mucho, pero no necesitaban tantas cosas. Al menos no hasta el primer domingo de cada mes, cuando todos los Weasley, los amigos de la familia, sus parejas e hijos que no estaban en Hogwarts se reunían para cenar en familia.

Agradecida como siempre, Molly le pidió que se quedara un rato y le preparó una taza de té antes de que pudiera negarse.

Así era ella.

Cariñosa, aunque un poco insistente, pero de corazón amable.

—¿Cómo te sientes, querida? —la sonrisa maternal de la señora Weasley la hizo sonreír. Se acercó y acomodó el cabello detrás de la oreja de Hermione—. No estás trabajando demasiado, ¿verdad?

—Me va bien, no estoy trabajando demasiado, lo juro. —Hermione sorbió su té, notando la rodaja de limón en su Earl Grey. Molly había puesto el azúcar justa.

Qué extraño. Esa pregunta la irritaba cuando era hecha por su propia madre, pero sonaba tan diferente viniendo de Molly.

—He conseguido que mi último paciente sea transferido a un Sanador Primario para los chequeos. Lo está haciendo bastante bien. Es notable su avance.

—Eso es emocionante, querida. Vi a una mujer en el callejón Diagon y no paraba de alabarte. Me alegro mucho de que su familia vuelva a estar completa. —Su sonrisa era genuina, aunque un poco triste como siempre que pensaba en Fred.

No era mucho, pero era todo lo que Molly podía hacer.

La pena nunca llegaba y se iba. Hermione acercó su silla y apoyó la cabeza en el hombro de Molly.

Permanecieron así hasta que ella apretó cariñosamente el brazo de Hermione.

—Gracias.

—Cuando quieras.

Molly sonrió.

—Sí que luces más descansada.

—Anoche dormí bien —ella, Harry y Ron habían pasado la noche viendo películas en la casa de Harry. Era su última noche antes de que Ginny y los niños regresaran de Shell Cottage, pero él tenía que trabajar, así que no pudieron estar despiertos hasta muy tarde. Ron tenía el día libre y la había acompañado a casa.

—Bien, ahora bebe tu té antes de que se enfríe. —Molly observó hasta que Hermione se echó hacia atrás y obedientemente bebió otro sorbo—. Me alegro de que estés descansando entre tareas. Estoy orgullosa de ti, pero tiendes a esforzarte demasiado cuando trabajas. No olvides dedicar tiempo para ti.

—No lo haré.

De nuevo.

La implicación tácita flotaba en el aire.

Más que la incomodidad de Harry, lo que más le preocupaba a Hermione era lo que pensaría Molly cuando rompió con Ron. Su pasado fue un poco turbulento, pero la señora Weasley era más que una figura materna, era alguien en quien confiaba. Discrepaban tanto como coincidían, pero en general Molly le había dado ejemplo tras ejemplo de que los lazos de sangre no siempre eran necesarios en una familia.

La apoyó cuando Hermione volvió de Australia solo con el perdón de sus padres y su número de teléfono; la abrazó después mientras lloraba hasta quedarse dormida. Y continuó apoyándola durante su ruptura con Ron y cuando despertó en San Mungo, frágil y perdida. Molly la acompañó durante la recuperación y la terapia, la Academia de Sanadores y más allá. Sin vacilar, a veces sermoneándola y regañándola, pero siempre queriéndola.

Hermione le había devuelto los cuidados, aunque inesperadamente, hacía dos años. Molly había entrado en contacto con una carta que había sido untada con veneno y Hermione se había hecho cargo de su tratamiento, preparando el antídoto y sin dejarle efectos duraderos.

Después de aquel incidente, Hermione descubrió el hechizo que los hacía a todos imposibles de encontrar.

—¿Han empezado Neville y tú a planear la próxima temporada de siembra? Si aún no lo han hecho, avísenme cuando lo hagan. Me encantaría ayudar.

—Oh, no te molestes. Podemos...

—Insisto —Molly sonrió con nostalgia—. Las guerras, perder a mis hermanos, a Fred y a todos los demás... Me hizo darme cuenta de lo valioso que es el tiempo. Ser envenenada también me lo recordó. Son las cosas sencillas, como plantar frutas y verduras con mis seres queridos, las que me hacen apreciar más la vida. Eso no tiene precio. Mis nietos no serán pequeños para siempre, pero los recuerdos con ellos son preciosos para mí.

La afirmación se le quedó grabada a Hermione y le hizo volver a pensar en su discusión con Pansy y en su discusión con Harry sobre Narcissa. Pensó en lo que sabía, en lo que no sabía y en lo que había aprendido en el camino.

Tiempo, eso era algo por lo que Narcissa Malfoy estaba dispuesta a pagar, pero nunca podría comprar el suficiente. Debía de ser difícil para ella tragarse su orgullo y pedir la ayuda de Hermione cuando eso era algo que le había dado a Molly gratis.

—¿Qué te preocupa, querida?

Hermione estuvo a punto de desviarse hacia otro tema, pero no pudo.

Necesitaba a alguien objetivo.

Alguien sin intereses en este asunto.

—Tuve una consulta con una paciente —Hermione consideró cuidadosamente sus palabras—. Tiene una enfermedad cuya progresión puedo ralentizar con cuidados agresivos a largo plazo, pero he rechazado el caso.

—Oh, querida, ¿por qué?

—Theo la sugirió, sabiendo que iba contra mis reglas.

—¿Porque la conoces? —Molly esperó a que Hermione asintiera—. Entonces estoy segura de que tuvo sus razones.

—Las tenía —Hermione seguía dándole vueltas a esa parte.

Había algo en la situación que no tenía sentido: el papel de Theo. La razón de su participación. Su juego.

Simplemente, no podía aceptar el hecho de que ella fuera la madre de alguien a quien Theo consideraba parte de su familia.

—No sé cuáles son sus motivaciones, pero ella pidió al mejor Sanador y él cree que yo lo soy.

—Por lo que he oído de tu trabajo y lo he visto yo misma, tendría que estar de acuerdo —Molly sonrió con orgullo—. Se suponía que iba a tardar mucho en sanarme del veneno, pero me tuviste de vuelta en casa antes de lo previsto con tus cuidados.

Bajando la cabeza con tranquila modestia, Hermione se acomodó el cabello detrás de la oreja.

—Su enfermedad es diferente a tu envenenamiento. Su padecimiento no es raro en los muggles, pero en los magos y es agresivo. Tan agresivo, de hecho, que no se sabe mucho. Ni siquiera puedo garantizar que podré proporcionarle los cuidados que necesita o el tiempo que desea... Está fuera de mi alcance.

—Confío en que leerás e investigarás para saber si puedes darle los cuidados adecuados.

—Lo dices como si fuera a aceptar el caso.

—¿No es así? Si se tratara de mí, de Arthur o de cualquier persona que te importe, ¿lo harías?

—Sin siquiera dudarlo.

—Bueno, eso va contra tus reglas. —Molly la miró desafiante—. ¿Por qué esta persona es diferente?

Hermione recordó la forma en que Narcissa y ella se habían visto con molestia en su despacho la semana pasada. Las diferencias entre ellas eran más que una cuestión de clase social y temperamento. Se reducían a sus valores y a su sangre.

—Razones de sobra. Si las circunstancias fueran al revés, no lo pensaría dos veces...

Nunca te he visto rechazar a alguien que necesite ayuda. Ni siquiera cuando no te agradan o tú no les caes bien. Te he visto aceptar pacientes que no te respetan hasta después de haber estado bajo tu cuidado. Nunca te ha importado. Son tus pacientes y sigues siendo objetiva pase lo que pase. Los ayudas pase lo que pase.

En respuesta al argumento de Molly, ella no tenía palabras.

—No puedo decirte lo que tienes que hacer, cariño. Al final, es tu decisión y yo apoyaré lo que decidas. Pero piénsalo.

—Lo haré.

—Bien —Molly sonrió—. Ahora, ¿cuándo viene Neville?

—El sábado por la mañana. Harry va a llevar a Lily a una cita de padre e hija, así que Ginny vendrá con los chicos para ayudar a limpiar el terreno del huerto. Todas las plantas están listas; Neville trajo macetas para las berenjenas, el apio y el brócoli. Dejo que cada uno elija una fruta o verdura que quiera plantar en el invernadero. ¿Alguna preferencia?

—Pepinos, sin duda. Los del año pasado eran tan crujientes y bonitos.

Hermione asintió; ya tenía algunos listos para plantar.

—¿Qué eligieron los niños?

—Al quiere sandía, lo cual es mucho, así que ya veremos. James quiere uvas, pero definitivamente tendría que cultivarlas en el invernadero con los árboles frutales. Lily comerá cualquier cosa que crezca de un arbusto. He podado el arbusto de arándanos y parece que va a ser un gran año para ellos. Eso le gustará. Ginny está de acuerdo con James sobre las uvas para que pueda hacer vino —ambas pusieron los ojos en blanco—. Sea como sea, será divertido.

—¿Y qué quieres ?

Hermione se encogió de hombros con una suave sonrisa.

—Un huerto saludable.

—Tienes que querer más que eso.

Ella sacudió la cabeza.

—Los cultivos sanos serán suficientes.

—Si tú lo dices —Molly se quedó callada un momento y Hermione pensó que volvería a hacerla confesar que quería más, pero luego preguntó—. ¿Ron hizo alguna sugerencia?

Ah. Ahí estaba.

El único problema de Hermione, y una queja similar que tenía con su propia madre, era el hecho de que Molly seguía empeñada en que se convirtiera en su hija.

De un modo u otro.

—Se ha autoinvitado para ayudar este fin de semana.

Molly no pudo ocultar su euforia.

—Qué buen hombre es mi hijo. Siempre dispuesto a ayudar a los que le importan —le dirigió una mirada significativa que Hermione ignoró al beber su té—. Incluso está arriba ahora mismo ocupándose del ghoul que nos despertó a Arthur y a mí esta mañana golpeando las tuberías. No tardará en bajar.

Casi de improviso, su hijo menor entró en la cocina, apartándose el cabello del rostro. Llevaba unos jeans oscuros, zapatillas y una camiseta del Arsenal que su padre le había regalado hacía años para Navidad.

—Ya he terminado... —Ron se fijó en Hermione justo cuando se terminaba el té—. Hola, ¿qué haces aquí?

—Trajo huevos y verduras —dijo Molly antes de que Hermione pudiera hablar—. Asegúrate de llevarle un regalo para la buena suerte cuando trabajemos con las plantas este fin de semana.

Los ojos de Hermione se entrecerraron ante la mirada punzante que le dirigió a su hijo. Ella nunca había oído hablar de esa tradición.

Molly se levantó lentamente, dándole cariñosas palmadas en el hombro.

—Ustedes dos hablen, yo guardaré las verduras.

—Yo puedo...

—No, no. Yo puedo encargarme. Volveré pronto.

Ron observó a su madre marcharse, pero antes de que pudiera tomar asiento, Hermione se puso de pie, lista para irse. Por desgracia, la acción la puso directamente frente a Ron, que le dirigió una mirada con la que estaba demasiado familiarizada.

—¿Qué vas a hacer el resto del día? —la pregunta salió de golpe. Ante el suspiro impaciente que ella soltó involuntariamente, él se encogió y, nervioso, se pasó una mano por el cabello—. Hacía tiempo que no salimos. Los dos solos.

Eso fue intencional.

La última vez que habían estado juntos a solas, Hermione tomó unas cuantas decisiones lamentables fruto de la debilidad, soledad y la costumbre de hacer estupideces para evitar problemas mayores.

Los viejos hábitos tardan en morir y son más fuertes de lo que ella quería admitir.

Realmente debería haberlo sabido mejor.

Caer en la cama con Ron sería problemático y destructivo.

El sexo no era el problema. Ron era bueno. Cuando se sentía apasionado, ponía todo de su parte. Y estaba entusiasmado con ella.

Solo que eso no era... Suficiente.

No estaba bien.

El problema no tenía que ver con que ella no lo quisiera a él, sino con que ella quería algo, una cosa que aún no podía identificar.

¿Quizás algo más?

Harry había tenido mucha razón, más de la que ella quería admitir.

Ron había aprovechado la oportunidad. Lo que faltaba no les había importado en ese momento. No cuando Ron estaba allí, besándola incansablemente, acariciándola suavemente. Hacía todo lo que ella quería, todo lo que deseaba, no por instinto, sino por familiaridad, porque ella ya le había dicho cómo hacerla feliz. Le había enseñado cómo le gustaba el sexo. Y aunque Hermione intentó concentrarse en el acto en sí, centrarse en él, no pudo borrar la verdad.

Intentaba llenar un agujero con aire.

Estaba buscando algo que no podía identificar en un lugar en el que ya sabía que no lo encontraría.

Un lugar en el que nunca podría hallarlo.

Eso había sido hacía más de dos años. Después, Hermione le dijo que no podía volver a ocurrir y mantuvo la distancia cuando él no le hizo caso. Ella había creado límites. Organizó, categorizó y numeró reglas de por qué no podían volver a hacerlo. Incluso había reforzado sus muros cada vez que él intentaba traspasarlos.

Y, lo que era más importante, Hermione había suprimido con éxito esa pequeña sensación de que le faltaba algo y que no era capaz de identificar.

De todos modos, eso era irrelevante.

Tenía lo que necesitaba en su trabajo y amigos. Su vida era estupenda. Estaba sana y contenta. Lo único que esa sensación le había hecho era perseguir algo que no existía, como el humo que se escapa entre los dedos y también tomar malas decisiones.

Pero mientras Hermione avanzaba, Ron tenía muchas ganas de volver atrás.

Se paró frente a ella como si el espacio personal no significara nada.

—Hoy voy a elegir colores con Pansy para mi baño. —Hermione lo esquivó con cuidado—. Eres bienvenido a venir con nosotras.

Ron palideció como si hubiera comido algo asqueroso.

—Sigo sin entender por qué eres amiga de ella. Intentó...

—Mi amistad con ella es asunto mío. Hemos hecho las paces con el pasado. Firmé un tratado. Literalmente. Está terminado. Lo he dejado ir y Harry también. Si él puede seguir adelante, ¿por qué te aferras tanto al pasado? Nunca serán mejores amigos, pero al menos son civilizados el uno con el otro... —pensó en la vez que Harry y Pansy se habían gritado mientras ella y Ginny los observaban con diversión y comían caramelos—. Bueno, la mayor parte del tiempo.

—Realmente no quiero hablar de ella. Solo quiero pasar tiempo contigo.

Hermione se cruzó de brazos, enarcando una ceja ante el tono íntimo de su voz.

—Respeta mi elección.

—La respeto. Solo creo que te equivocas.

—No pensabas eso cuando rompimos. De hecho, si mal no recuerdo, te sentías aliviado.

Ron no podía negar la verdad, pero eso no significaba que no argumentara su punto de vista.

—Sí, pero trabajabas a todas horas, de día y de noche, Hermione. Apenas te veía. Te quería en casa, pero cuando estabas ahí, apenas me dejabas tocarte porque te estabas quejando de que te pedía que hicieras algo. Estabas estresada y me alejaste una vez que dejé el departamento de Aurores. Siempre ibas a los actos del trabajo y a mí no me importaba ir contigo, pero nunca pasábamos tiempo juntos, porque siempre había alguien que te apartaba. Cuando me quejaba de ello, te desentendías. Por supuesto, quería acabar con ello. Te sentías desgraciada, y yo también.

Él no se equivocaba.

Hermione podía admitir sus defectos y lo había hecho en varias ocasiones, tanto con él como con su terapeuta. No era perfecta, pero sus imperfecciones eran parte de sus problemas. No era propio de Ron resaltar sus defectos.

—Tengo varias ediciones que hacer a tus argumentos. Primero: no me quejaba cuando me pedías que hiciera algo. Me pediste que lo hiciera todo. Cocinaba y limpiaba después de trabajar todo el día y tú te sentabas allí como si eso fuera lo que esperabas de mí. No soy tu maldita madre. Segundo…

—No intento discutir contigo, Hermione —tuvo el descaro de suspirar.

—¿No quieres discutir? —ella ya estaba movilizando su flota de respuestas y su unidad de artillería para rebatir cualquier cosa y todo con precisión y exactitud—. Eso es interesante cuando...

No —Ron resopló, pasándose una mano por el rostro—. Bien, quizás me exprese mal. Intento señalar que ahora somos diferentes. Cuando tuviste el ataque y dejaste el trabajo... Las cosas cambiaron y mejoraron. Ahora estás mejor y yo también. He descubierto lo que quiero y este es el momento adecuado. Somos mayores. Más maduros. Podemos hacerlo.

—Tú no me amas, Ron —ella lo miró con la boca apretada—. La verdad es que no.

—Eso no es verdad.

—Lo es. Dices que podemos hacerlo otra vez. Que somos mayores y que las cosas van a mejorar. Pero ni una sola vez dijiste que aún me amabas.

Sus grandes ojos azules contrastaban con sus enrojecidas mejillas.

Hermione negó con la cabeza.

—Está bien que no lo hagas, Ron. Deja de forzarte a conformarte conmigo cuando yo no soy lo que realmente quieres.

—Que no lo haya dicho no significa que no lo sienta.

—Estás dando vueltas otra vez porque crees que ahora las cosas serán más fáciles, pero no es así. Crees que lo que pasó me cambió, pero te equivocas. Solo cambió mi trayectoria profesional, no lo que soy.

Ella no necesitaba más datos para demostrar que sus personalidades no funcionaban juntas. Tenían años de pruebas que apoyaban su teoría de la incompatibilidad.

Exhalando su frustración, Hermione se frotó la sien, luego se pasó la mano por el rostro y volvió a respirar hondo.

—Solo quiero que dejemos en el pasado, donde pertenecemos. Quiero recuperar a mi amigo.

—Te gusta más la acción que las palabras —se acercó un poco más—. Entonces, déjame demostrártelo.

Ron se aferraba a sus creencias. Era una cualidad admirable, pero ahora le molestaba. Lo que él no entendía era que ella no tenía que hacer nada. No estaba obligada a darle la oportunidad de resucitar su relación muerta porque era algo que él y todos deseaban. Que esperaban, incluso. No funcionaba así. Hermione no les debía nada a ninguno de ellos.

—Me voy. Te veré este fin de semana para plantar, si es que decides ir.

Hermione entró en la cocina, donde Molly estaba de pie junto al fregadero, fingiendo lavar las verduras.

Lo había oído todo.

—Me voy, nos vemos el sábado.

—De acuerdo, querida —Molly esbozó una leve sonrisa, vaciló y luego añadió—. Sabes que los quiero a los dos. Siempre he pensado que ustedes resolverán las cosas a su tiempo, pero piénsalo un poco.

Ante la mirada que floreció en el rostro de Hermione, Molly levantó su mano llena de cicatrices.

—Y si de verdad ya no lo quieres, no le des la oportunidad de demostrarte su afecto. Déjalo ir para que pueda seguir adelante.

Lo que Molly no entendía era que su consejo llegó demasiado tarde.

Hermione ya lo había dejado ir.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

29 de marzo de 2011

Cuando Hermione se comprometía con una idea, era como una Buscadora con una Snitch a la vista.

Le había prometido a Molly que lo pensaría y así lo hizo. Al amanecer tomó su té y se instaló en su despacho con el expediente de Narcissa para revisarlo y reflexionar.

Se convirtió en una inmersión en un precipicio que la envió a lugares inesperados.

Como la casa de sus padres.

Su madre había salido a comprar y su padre, que se levantaba tarde desde que se jubiló, acababa de empezar el día. Con una taza de té en mano, se sorprendió al verla en la puerta.

—Hola.

—Perdona, sé que es temprano, papá, pero ¿puedo usar tu computadora?

—Por supuesto —su padre la acompañó al salón—. Tu madre nunca la usa a pesar de insistir en que la tengamos.

—Gracias.

Durante dos horas, Hermione buscó en Internet algunas investigaciones y artículos sobre el equivalente muggle de la enfermedad de Narcissa: Demencia de Cuerpos de Lewy.

La idea era aprender todo lo que pudiera sobre la enfermedad: la historia, los síntomas, las causas, la acumulación de proteínas responsable, los pasos en el diagnóstico y la progresión. Hermione absorbió todos los detalles que pudo, tomando notas en un trozo de papel que se transformó en un cuaderno cuando su padre se apiadó del abarrotado papel.

Cuando acercó una silla a su lado, Hermione preguntó.

—¿Cuánto sabes sobre la demencia?

—Soy dentista jubilado —su padre se encogió de hombros—. Sé tanto como las personas que no tienen experiencia en la medicina —miró la pila de papeles junto a la impresora—. Pero lo que sí es que, si imprimes todo, necesitaremos más papel. El cartucho es nuevo. Es otra cosa que tu madre insiste en tener, pero que no usa.

Compartieron una sonrisa. Típico.

Hermione se mordió una uña.

—¿Puedes traer más papel, por favor? Es sobre un caso al que prometí echarle un segundo vistazo.

—¿Oh? —Él rara vez mostraba interés por su trabajo—. No creía que los magos pudieran contraer enfermedades como la demencia. O si lo hicieran, lo arreglarían con magia.

—No es común, pero en este caso, hay algo en el núcleo mágico que hace que progrese más rápido —la única vez que tener magia no era beneficioso. Su padre parecía confundido, así que Hermione hizo lo posible por explicárselo—. La magia puede protegernos de muchas cosas, pero no de todo. Al fin y al cabo, seguimos siendo humanos y nuestros cuerpos están sujetos al mismo deterioro.

—Cierto, pero ¿por qué investigar la demencia de Cuerpos de Lewy si no es lo que ella tiene?

—Porque es lo más parecido que hay a lo que ella tiene. La demencia es rara en magos; hay poca investigación. Los americanos tienen más casos, pero no hay cura, solo un plan de cuidados y tratamiento. Hay otros libros también, y conseguir conocimiento práctico de algo similar puede ser eficaz en el largo plazo. Esta forma de demencia en magos tiene síntomas similares y la naturaleza de las enfermedades es casi idéntica. Solo difiere la velocidad de la progresión.

Su padre se quedó callado el tiempo suficiente para que Hermione volviera a desplazarse.

—Me recuerdas mucho a tu madre en este momento —la sonrisa de su padre era modesta, pero indulgente—. ¿Qué necesitas?

Hablar con él se había sentido armonioso y fluido de una manera que ella había extrañado.

Se sentía... Bien.

Tenían los mismos ojos, la misma nariz y barbilla, pero por primera vez en mucho tiempo no se sentía como una desconocida.

Realmente se sentía como su hija.

—Necesitaré papel —su voz era tranquila, con el corazón retumbando en su pecho.

—¿Uno o dos?

Atrapada en el torrente de emociones, Hermione apenas lo escuchó.

—¿Hmm?

—Paquetes de papel. ¿Uno o dos?

Sonrió lentamente.

—Mejor que sean dos.

Con un movimiento de cabeza, la dejó sola.

Hermione tardó un minuto en volver a centrarse en su tarea; se sumergió en la investigación, pasando de un artículo a otro, frunciendo el ceño ante lo que encontraba. La enfermedad era implacable, incluso en los muggles, y recibir un diagnóstico concluyente llevaba el mismo tiempo. Pansy había mencionado que Narcissa fue con Sanadores al menos un año antes de su diagnóstico, lo que planteaba una pregunta: ¿Desde cuándo tenía síntomas?

En los muggles, la demencia tenía siete estadios, pero a la mayoría de los pacientes no se les diagnosticaba hasta que estaban en el cuarto.

Hermione no paraba de tomar notas cuando una voz interrumpió su concentración.

—Deberías comer.

Era su padre otra vez; llevaba una chamarra negra, con el cabello claramente despeinado por el viento. También parecía ligeramente... ¿Mojado? ¿Llovía? ¿Había salido? Una mirada a los dos paquetes de papel perfectamente secos que llevaba bajo el brazo respondió a su pregunta. En el otro brazo llevaba un paquete con comida.

—Qué rápido —dijo Hermione con los ojos muy abiertos—. No te oí salir.

Su padre rió y le dio una rápida sacudida de cabeza que despeinó más su crespa cabellera.

—He estado fuera durante una hora. Toma. Probablemente, no sea tan orgánico como lo que comes de tu jardín, pero... —Le puso delante una bolsa con lo que parecía una ensalada y se aclaró la garganta con torpeza—. Pensé que tal vez no habías comido.

—Gracias. Es perfecto.

Fuera de los momentos inducidos por el whisky mientras pintaba, no era demasiado expresivo. Hermione lo observó cargar la impresora con más papel y observó el segundo recipiente de comida en una mesa cercana.

—Si quieres, podemos comer juntos —apenas pudo contener la esperanza en su voz.

—No, continúa en lo tuyo. Estás investigando. Yo voy a escuchar los comentarios del Arsenal en la radio.

Como no estaba dispuesta a cortar la tenue conexión que los unía, Hermione se pasó los dedos por el cabello. Luego comenzó la cuidadosa tarea de desenredárselo porque no se había molestado en cepillárselo esa mañana después de la ducha.

—Entonces... ¿Cuándo es el próximo partido? ¿O ya ha terminado la temporada? No estoy segura.

Sí, esta era una manera de conectar, pero ella aprendería si funcionaba o no.

Su padre parecía sorprendido por la pregunta.

—Aún no ha terminado. El próximo partido es el día 2 contra el Blackburn Rovers. No tiene buena pinta, pero ya veremos. No todo ha sido malo en esta temporada —echó un vistazo a su pantalla—. Te dejo. Avísame si necesitas algo más.

Hermione lo observó hasta que se perdió de vista.

Tal vez no era nada, pero se sentía como algo.

La ensalada no estaba buena, pero el sentimiento que había detrás era suficiente para que Hermione se comiera cada bocado mientras trabajaba. Pasó otra hora antes de que se reuniera con su padre en el sofá. Se puso unas gafas de lectura y hojeó el periódico buscando los comentarios deportivos. Cuando miró por encima del borde, vio que ella esperaba pacientemente.

Dejo de lado el periódico.

—¿Qué pasa?

—¿Tienes una tarjeta para la biblioteca?

Poco después, fueron a la biblioteca. Su padre, perplejo, miraba la biblioteca mientras ella buscaba en las estanterías. Probablemente, no había puesto un pie allí desde que Hermione era una niña, pero hoy la siguió mientras ella reunía libros sobre enfermedades neurológicas muggles.

Un paso natural en su búsqueda de conocimiento.

—Creo que hay un límite —su padre sonrió cuando ella se esforzó por equilibrar cuatro volúmenes en sus brazos mientras tomaba un quinto libro. Él ya tenía tres en los brazos y parecía, lamentablemente, fuera de sí—. De hecho, estoy seguro de que lo hay.

Y existía tal límite.

Hermione usó la tarjeta de su padre para sacar el máximo número de libros; con un suspiro lastimero dejó tres libros en el mostrador. Hicieron otra parada donde ella le compró un nuevo juego de pinceles como agradecimiento antes de volver a la casa con cientos de páginas impresas y una pila de libros que debía devolver en dos semanas.

Fue suficiente para mantener a Hermione ocupada durante el resto del día, pero en cuanto llegó a su casa, su atención se volcó en los Sanadores que Narcissa había visto antes de su diagnóstico.

Ellos también debían tener expedientes sobre ella.

Archivos con información pertinente.

Ella también los necesitaría. Solo para darle al caso de Narcissa un examen completo y justo.

Al principio, las llamadas por flú no tuvieron incidentes. Los tres primeros Sanadores no contestaron. Hermione estaba a punto de darse por vencida, después de preparar cartas para enviarlas más tarde desde la lechucería del Valle de Godric, cuando se dio cuenta de que, aunque allí estaba anocheciendo, el Sanador de Boston estaba cerca de su hora de almuerzo.

Charles Smith se había graduado en Ilvermorny y era un destacado Sanador en el campo de las enfermedades neurológicas mágicas. Poseía veinte años de experiencia tanto en la variedad muggle como en la mágica de esta enfermedad; era su mejor esperanza para encontrar respuestas.

Probablemente, estaba almorzando, pero persistencia era su segundo nombre, así que probó suerte y fue recompensada cuando el flú finalmente se conectó.

Una voz hizo bailar las llamas.

—Soy Charles Smith.

Hermione se apresuró a sentarse frente a la chimenea, con el cuaderno preparado.

—Hola, siento molestar con esta abrupta llamada por flú.

—No hay problema. Estaba terminando una consulta. Tu sincronización es impecable.

Es bueno saberlo.

Ahora, manos a la obra.

—Perfecto. Me llamo Hermione Granger y soy Sanadora en Londres. Te llamaba porque hace unos meses le diagnosticaron demencia a una paciente. Estoy revisando su expediente después de una consulta y tengo algunas preguntas.

Más bien varias, pero no quería asustarlo.

Hubo un silencio lo bastante largo como para que ella se preguntara si la conexión transatlántica había fallado, pero entonces.

—¿Y cuál es el nombre de la paciente?

—Narcissa Malfoy.

Otra pausa.

—Ah, ella —eso no presagiaba nada bueno, pero considerando a la persona, tenía sentido—. Es bastante difícil —eso era obvio—. Se sometió a mis métodos de prueba poco convencionales, que implican una batería de pruebas no mágicas; eso generalmente incomoda a la mayoría de los magos. Creo que solo quería respuestas. Sin embargo, cuando me ofrecí a tomarla como paciente y trabajar junto a sus Sanadores de cuidados paliativos, le expliqué lo que implicarían mis cuidados y ella no estuvo de acuerdo con mi metodología. Dijo que buscaría a su propio Sanador.

—¿Oh? —Hermione tomó más notas—. ¿Con qué no estuvo de acuerdo?

—Mi trabajo es con un especialista No-Mag. Él empezaría a medicarla y se encargaría de que los especialistas de Londres empezaran a trabajar de la misma forma con ella.

Hermione dejó el cuaderno. Interesante.

—¿Por qué ese especialista?

—Me he dado cuenta de que una combinación de tratamiento mágico y no mágico es lo mejor para alargar el tiempo entre las fases. Cuando mencioné a mi compañero y lo que implicaba su cuidado, se negó y salió de mi despacho.

—¿Dijo por qué? —Hermione hizo crujir sus nudillos. Tenía las manos cansadas de tanto escribir.

—No.

Palabras como prejuicio e intolerancia vinieron a su mente, pero Hermione no quería juzgar y sentenciar a Narcissa por un crimen que no sabía si realmente había cometido.

—Me choqueó, pero ella sentía desconfianza hacia la gente sin magia, lo que es comprensible en pacientes de su edad y de su cultura. El padre de mi compañero es un Squib. Su hermana es bruja, pero él nació sin magia. Está familiarizado con las costumbres mágicas e intenté explicárselo, pero ella se negó a verlo y a conocer su metodología. Y eso fue todo.

—¿Hay algún Sanador en mi zona que tenga experiencia con su enfermedad?

—No sé de ninguno, pero la demencia en los magos está empezando a aumentar allí. Narcissa fue mi tercer paciente ese mes. Los otros dos empezaron mi programa y están tan bien como se puede esperar.

Era bueno oír eso.

Charles se rio para sus adentros, haciendo que las llamas se encendieran ligeramente.

—Es curioso que me llames; el dueño de San Mungo se puso en contacto conmigo y me hizo las mismas preguntas a principios de año.

¿Oh?

—Le aconsejé que eligiera a alguien inteligente con piel dura. Tienen que estar dispuestos a aprender mucho y rápidamente; algo de experiencia en pociones y cuidados paliativos es bueno, también en fisioterapia. Mientras sean capaces de tratar la situación con un enfoque dinámico y delicadeza, Narcissa saldrá beneficiada. Con enfermedades poco conocidas, pero terminales, no es cuestión de especialidad, sino de paciencia y comprensión.

Bueno, eso explicaba muchas cosas.

—¿Hay alguna forma de incorporar métodos muggles para tratarla sin un especialista?

—La hay. Centramos nuestro tratamiento en aliviar los síntomas. El especialista muggle se encarga de la medicación. Se centran en terapias, como la física y la del habla. También cambios en el estilo de vida. Los mismos cambios saludables que se utilizan para prevenir la demencia en los muggles también pueden ser útiles en brujas y magos.

—¿Cómo, por ejemplo?

—Ejercicio regular, sueño, mitigación del estrés, estimulación mental y compromiso social. Por lo que recuerdo, ella tiene una vida social sana, así que la controlaría para asegurarme de que no se está sobreexigiendo. También una dieta saludable para ayudar al cerebro. El Sanador que la cuide tendría que ocuparse de su deterioro del control motor y la depresión, que probablemente se convertirá en un problema a medida que progrese. Por último, asegurarse de que su familia ayude es clave, pero como Sanadora, eso ya lo sabes. En su caso, su familia necesita un plan para garantizar su seguridad a medida que sus recuerdos y su cuerpo se deterioran. Por lo que tengo entendido, ella es responsable de su nieto.

—Recuerdo esto.

—Recuerda, todavía tiene magia y los estallidos accidentales de magia serán cada vez más comunes a medida que avanza su enfermedad. Apariciones durante un momento de confusión pueden ser muy peligrosas. Las quemaduras son comunes y pueden ser fatales.

Hermione subrayó esa nota dos veces.

—Supongo que el aspecto mágico del tratamiento incluye pociones.

—Sí, pero es complicado. He leído que tiene un régimen de cinco pociones, pero no estoy segura de que funcionen —a juzgar por lo que Hermione había visto durante su breve encuentro, no lo hacía—. Yo personalmente uso un sistema de nueve pociones para mis pacientes. Cuanto más específica sea la composición de la poción con relación a su respuesta metabólica, mejor funcionará.

Y luego enumeró las nueve pociones sin que ella tuviera que preguntar.

Hermione garabateó cada una de ellas.

—Se está desarrollando una poción que englobe todo en uno. En teoría, puede ralentizar el avance de la enfermedad, pero no estamos seguros. Nuestros investigadores aún están estudiando la composición y luego está el tema de la burocracia.

Sabía que los políticos metían sus narices en cosas que no les incumbían.

—Buena suerte con eso y gracias. Si es necesario, ¿estarías disponible para futuras consultas?

Para otros pacientes, por supuesto.

No para Narcissa Malfoy.

Hermione siempre había estado comprometida con el continuo intercambio de conocimiento y Charles parecía un buen aliado.

—Tengo un Magi-Horario; solo tienes que programar algo cuando estés libre. Puedes agregarme. Mi segundo nombre es Alexander. Hay más Charles Smith de los que puedo contar.

—Probablemente, sea la única Hermione Granger, así que será fácil añadirme. —Ambos rieron entre dientes y ella miró la hora, dándose cuenta de que habían pasado casi quince minutos—. Gracias. Tengo mucho que repasar. De nuevo, discúlpame por interrumpirte.

—No es necesario. Buena suerte tratando a la señora Malfoy.

—Oh, no la estoy tratando. Solo estoy investigando un poco.

Antes de terminar la llamada de flú, juró haber oído un muy confuso: "Espera, ¿qué?"

Hermione se levantó, se estiró y fue a servirse un té negro con un chorrito de leche. Estaba empezando a ordenar sus hallazgos cuando pensó en una última llamada que tenía que hacer; una llamada por flú al Sanador de cabecera de la señora Malfoy, que le había recetado su régimen actual de pociones.

—Kendrick —el mago que contestó sonaba muy molesto.

—Hola, soy Hermione Granger...

—¡Oh! —Con cierto grado de molestia, ella lo escuchó balbucear y notó su abrupto cambio de tono—. Sanadora Granger, ¿en qué puedo ayudarla?

—Disculpe la hora...

—No, en absoluto. No todos los días se recibe una llamada de Hermione Granger. Es un honor.

Hermione tuvo que recordar que estaba buscando información, lo cual iba a ser una misión más fácil ahora que él quería impresionarla.

—Gracias. Quería hablarle de una paciente suya. Narcissa Malfoy. Me la remitieron después de diagnosticarla con...

—Ah, sí. Un asunto desagradable, su demencia.

—Realmente desafortunado —Hermione hizo una pausa—. ¿Cuánto sabe sobre su condición?

Obviamente, él no había esperado su llamada ni su pregunta, así que ella esperó pacientemente mientras él encontraba ese historial clínico; Hermione incluso había pedido una copia. Para revisarlo, por supuesto.

—Admito que no sé mucho. Soy más bien un Sanador general. Le receté pociones basándome en lo que creía que funcionaría mejor. El Sanador que la diagnosticó le recetó nueve pociones, lo que me pareció excesivo.

—¿Cómo elegiste esas cinco pociones?

—Su enfermedad es incurable. Cuando acudió a mí, tomaba siete de las nueve que le habían recetado. Elegí las cinco con más beneficios y menos efectos secundarios para que pudiera seguir con normalidad el mayor tiempo posible. Fue su petición.

—¿Y dejas que los pacientes decidan su propio tratamiento? —Durante el silencio, Hermione se dio cuenta de lo cortante que había sonado su pregunta—. ¿Tiene un maestro de pociones personal que crea las pociones especialmente para ella?

—No... —Kendrick sonaba como si estuviera tratando de averiguar cómo debía sentirse—. Ella las adquiere de la Boticaria.

—¿Tuviste en cuenta la química de su cuerpo al elegir las pociones?

—No.

Eso era de esperarse de alguien que solo tenía los conocimientos básicos sobre el tema.

No importaba.

Cuantas más preguntas hacía Hermione, más se irritaba el otro Sanador. Ella no sabía por qué. Conocer la cantidad y la calidad de los ingredientes de cada poción prescrita era un aspecto vital del arte de sanar. Cuando ella se lo recordó... Bueno, al parecer la llamada se cortó.

Qué lástima.

Pero podría averiguarlo por sí misma.

«—Incluso sin magia, la demencia es un extraño juego mental —pensó Hermione mientras repasaba toda la investigación que había reunido aquel día».

Parecía que la propia magia alimentaba la enfermedad, haciéndola más impredecible y agresiva. Eso la llenaba de incertidumbre, cosa que a Hermione no le gustaba. Podía mantener todas las variables iguales, hacerlo todo bien y Narcissa igual podría morir en tres años. O podría vivir seis. ¿Nueve? Bueno... Eso sería inaudito, según el libro.

La cuestión era que no había garantías, no había forma de controlar el resultado o el tiempo y eso no la hacía sentir cómoda. Pero Narcissa no pedía una cura, sino tiempo. Y era algo que ella no pudiera garantizarle, ni siquiera prometer. Lo único que podía hacer era intentarlo.

Pero, ¿sería suficiente?

Hermione frunció el ceño, si es que la hubiera aceptado como paciente.

Lo cual no era el caso.

Demasiado llena de energía nerviosa como para sentarse, Hermione vagaba por su despacho, leyendo y organizando su investigación, que clasificó en tres montones: relevante, irrelevante y desconocido. Llevaba más de un cuarto de kilómetro recorrido cuando se dio cuenta de que el sol ya no estaba en el cielo.

—Hmm.

Entonces se dio cuenta del estado de su despacho.

—Bueno.

Alguien llamó a su puerta. Solo podía ser Pansy. Ni siquiera había sentido el cosquilleo de las barreras en respuesta a su llegada. Interesante. Hermione tuvo la intención de guardar los papeles, pero ya era demasiado tarde.

Pansy abrió la puerta de golpe.

—Granger, llevas aquí... —Echó un vistazo al estado del despacho y se quedó boquiabierta—. ¿Estás loca?

—Estoy investigando. Es culpa tuya.

La voz de su amiga subió una octava.

—Pero ¿qué...?

—¡ fuiste la que me dijo que reconsiderara a Narcissa!

—Sí, pero... —Pansy entrecerró los ojos—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Era de día la última vez que revisé.

—¿Has comido?

—¿Mi padre me compró una ensalada?

Pansy parecía como si quisiera asesinarla.

—¿Fuiste a casa de tus padres?

—Y a la biblioteca —señaló los libros en su pila de "guardar"—. También hice algunas llamadas por flú. Una al Sanador americano que diagnosticó a Narcissa.

—Bien, te lo diré de otro modo —la paciencia de Pansy se estaba agotando—. ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

—Comí una ensalada.

—Mierda —Pansy giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta—. ¡Voy a llamar a Weasley!

Hermione maldijo violentamente, casi tropezando con una pila de papeles mientras trataba de alcanzar a la otra mujer. Llamó a Pansy, pero ésta solo se tapó los oídos y le lanzó un graznido del que Luna se habría sentido orgullosa mientras marchaba hacia el flú.

La última persona con la que Hermione quería hablar de sus hábitos alimenticios era con Ginny Potter. Ella arrasaba con cada momento de paz; la haría pagar las penas del infierno si es que Ginny aparecía, por no mencionar las muchas miradas de decepción, habilidad que había dominado desde que se había convertido en madre. La última vez que Ginny se había preocupado por ella, había habido muchas amenazas memorables sobre llamar a su terapeuta.

O peor, a su madre.

No, gracias.

Solo había una opción, un movimiento que ella podía utilizar. Sabía que no debía negociar con un Slytherin, pero tiempos desesperados requerían medidas desesperadas.

—¡Vamos a cenar! Donde tú quieras.

Tanto Pansy como sus odiosos ruidos se detuvieron. Se dio la vuelta, sonriendo.

—Creo que tenemos un trato.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

30 de marzo de 2011

Roger Davies era un Sanador brillante.

Su hermano mayor estaba en el pabellón Janus Thickey por intentar Obliviarse después de que su mujer, una nacida de muggles, fuera asesinada por los Carroñeros. A causa de su hermano y de todo lo que su familia había sufrido después, mejorar la salud mental fue la misión personal de Roger.

Había innumerables casos de Aurores traumatizados que tenían flashbacks durante las misiones y los ejercicios de entrenamiento. Las estadísticas de abuso de pociones y sustancias eran astronómicas y el fuerte aumento de casos relacionados con encantamientos para la memoria aplicados incorrectamente provocó un exceso de pacientes en la sala Janus Thickey.

Tras interminables peticiones, el Wizengamot le permitió a Roger presentar su propuesta de financiación para crear un departamento de Salud Alternativa en San Mungo. El departamento investigaría y trataría a pacientes cuyas dolencias fueran principalmente mentales y no tuvieran cabida en ningún otro lugar. Su trabajo en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas no le había permitido asistir a la audiencia, pero se había enterado de que la propuesta había sido rechazada casi por unanimidad.

Kingsley había sido el único que la aprobó.

El fracaso de Roger era digno de mención por lo que sucedió después.

Unos seis meses después, Parvati Patil publicó un artículo en El Profeta sobre sus dificultades al sentir culpa del superviviente tras la muerte de Lavender Brown. Hablaba de cómo deseaba que el Ministerio ayudara a los que seguían luchando, no con una compensación económica, sino con algo importante. Alguien que pudiera ayudarles a navegar en la nueva normalidad de su comunidad. Al día siguiente, Dennis Creevey publicó un artículo complementario. Había rendido homenaje a su hermano caído utilizando la cámara de Collin para contar la historia de su familia adaptándose a la vida sin él.

Los artículos habían tenido tanta repercusión entre todos los que perdieron a alguien durante la guerra que el público empezó a hablar de sus problemas, en lugar de enterrarlos.

De hecho, la respuesta había sido tan poderosa que el Wizengamot tuvo dos opciones: aprobar la propuesta o arriesgarse a la ira de la opinión pública. A los ojos de Roger, el viaje no importaba, solo que había ganado la carrera.

Fue pionero con su investigación sobre el efecto del estrés postraumático en la magia, con artículos publicados en periódicos de todo el mundo mágico. Eso había sentado los precedentes. La salud mental ya no era un tabú.

Incluso antes de su abrupto cambio de carrera, Hermione leyó sus artículos sobre los efectos del trauma y el estrés en la magia mientras navegaba por su propia vida postguerra. Eso debería haberle anticipado lo que le ocurriría, pero la retrospectiva siempre es perfecta, como dice el refrán.

Hermione tenía a Roger en alta estima, pero había una cosa.

Bueno, en realidad, había más de una, pero lo primero era lo primero: Ella nunca podría confiar en alguien que tuviera una oficina impecable.

Hermione era una persona ordenada, pero prefería cierta locura en su mundo. Prefería que la vida estuviera lo suficientemente desordenada como para que las cosas resultaran interesantes sin que parecieran, bueno, desordenadas. Con la investigación que conllevaba su trabajo, siempre había algo tirado por ahí.

Tanto Roger como su despacho parecían sacados de la Witch Weekly. Y dada su popularidad, bien podía ser cierto. Hermione, que llevaba una jardinera de trabajo en desuso, una camisa blanca y unas zapatillas con un hechizo antideslizante, no se sentía bien vestida. Pero recordó el motivo de su visita.

No estaba allí para impresionar a nadie.

Hermione llamó a la puerta, que estaba abierta, dos veces, intentando no parecer demasiado crítica cuando él levantó la cabeza y le hizo señas para que entrara en su impecable despacho con una sonrisa en el rostro.

Roger era guapo en cierto sentido.

Tenía ojos marrones. Complexión media. Cabello castaño corto y bien peinado. Daba la apariencia de ser una persona de éxito.

—Puntual como siempre. Pasa, por favor.

Hermione cerró la puerta tras de sí.

—Buenas tardes, Roger.

Cuando se sentó, Hermione le echó un vistazo al expediente que tenía sobre el escritorio. No era de un paciente, sino de investigación. Su último proyecto consistía en un tratamiento experimental para los pacientes extremadamente traumatizados que residían permanentemente ahí.

Por lo que Padma le había contado, los ensayos no iban bien.

—¿Cómo estás? —Roger saludó a Hermione con una sonrisa amistosa. Aunque sus historias de guerra los habían hecho famosos, eran poco más que colegas que se respetaban mutuamente—. Me sorprendí mucho cuando tu nombre apareció en mi agenda. Pensé que estabas con pacientes.

Todo el mundo era consciente de que, cuando eso ocurría, ella apenas aparecía por el hospital, excepto para reunirse con Theo.

En lugar de entablar una charla forzada, Hermione fue al grano.

—Me preguntaba si has empezado a trabajar en el caso de Narcissa Malfoy.

—No lo he hecho —Roger apoyó los codos sobre su escritorio de roble—. Sin embargo, revisé su contrato. Mañana nos reuniremos para discutir mis condiciones.

—¿Sin mirar su caso?

Roger era presuntuoso, sin restar importancia a su talento y éxitos. Los Sanadores eran un grupo de personas arrogantes, por extensión; Hermione también lo era. ¿Cómo podían confiar los pacientes en ellos si no estaban seguros de sus habilidades?

He revisado su expediente, pero también tengo otros cuatro casos prioritarios por delante del suyo. Si te soy sincero, solo acepté a la señora Malfoy por sus referencias y, bueno, por curiosidad. Nunca he visto un caso como el suyo. Me interesa la posibilidad de hacer pruebas para determinar si su condición es genética o adquirida.

Las pruebas estaban bien, pero la enfermedad de Narcissa estaba en sus primeras etapas. Cuanto más rápido la atacaran, más posibilidades tendrían.

Lo que la llevó a otra cosa que le molestaba de él: Roger era un investigador.

Era meticuloso, tenía buen ojo para los detalles y sabía cómo respaldar un argumento. Hermione era de ideas afines, le resultaba fácil trabajar con él, pero en lo que diferían enormemente era en su trato con los pacientes.

Roger no veía a sus pacientes como individuos, sino más bien en cómo podrían contribuir de forma útil a su investigación. Trabajaba incansablemente y tenía un historial de éxitos que justificaban su método, pero al fin y al cabo eran investigaciones que caminaban, hablaban y respiraban. Roger solo trabajaba con casos de alto perfil, en personas que habían sufrido traumas extremos o que padecían psicosis graves y eran demasiado peligrosas para vivir en sociedad.

Su trabajo, últimamente, consistía en desarrollar un elixir para combatir el trastorno de estrés postraumático con varios fabricantes de pociones, pero tenía un creciente interés en casos como el de Narcissa, en los que los trastornos muggles se veían exacerbados por la magia.

Había sido la razón por la que Hermione le había remitido el caso para empezar.

—¿Has creado un plan de tratamiento? —preguntó Hermione.

—Un esbozo. Quiero hacer más pruebas para tratar de determinar la causa.

Eso estaba perfectamente bien, pero...

—¿Cuándo piensa empezar a tratarla?

—Unos meses de investigación bastarán —Roger se acarició la barbilla, sumido en sus pensamientos—. Entonces podremos empezar con las opciones experimentales de tratamiento.

—Opciones agresivas, ¿verdad?

—Experimentaré con algunas pociones conocidas ahora mismo…

Hermione exhaló con fuerza, tratando de disimular su frustración.

—¿Qué combinación usarás?

—No lo he pensado.

Eso hizo que la poca paciencia que Hermione poseía se esfumara.

—Si no te importa que pregunte, ¿en qué has pensado exactamente? —se había cansado de eludir el tema. Quería una respuesta. Más pronto que tarde.

La pregunta hizo vacilar a Roger; luego ladeó la cabeza y la miró con dureza.

En ese momento, Hermione se dio cuenta de que había ido demasiado lejos.

—Esto parece un interrogatorio.

—Lo siento, no fue mi intención —ciertamente lo era, pero ella sabía cuándo mantenerse firme y cuándo debía retroceder. En ese momento, lo segundo se convirtió rápidamente en su mejor opción, una que no arruinara una relación profesional perfectamente buena—. He pasado un tiempo investigando su estado y quería tener un intercambio de ideas, pero no sabía que no habías empezado. Mis disculpas —soltó una suave carcajada de autodesprecio y se frotó la nuca con una mano, tratando de parecer torpe—. Ya sabes cómo soy. Poseo una sed insaciable de conocimiento.

Estaba llegando a algo, pero recurrir a sus años escolares siempre funcionaba con excompañeros como Roger y vio cómo la expresión severa de su rostro se suavizaba.

Luego sonrió, sacudiendo la cabeza mientras se reía.

—Sé cómo eres. Recuerdo verte siempre en la biblioteca. Sigo creyendo que te habría ido bien en Ravenclaw.

Todo el mundo lo creía, pero ella había sido clasificada en Gryffindor y no se arrepentía de nada.

Aun como Ravenclaw, hubiera perdido mucho sueño tratando de mantener a Harry vivo.

—Pero nos habría hecho ganar muchos puntos de casa —le dedicó una sonrisa encantadora.

Hermione soltó un suspiro nostálgico.

—Las cosas que hice por Gryffindor.

Roger se rio más fuerte mientras ella se reía con él solo para que hubiera ruido en aquel silencioso despacho. Camaradería. Su paso en falso estaba perdonado. No dejaría que su impaciencia provocara otro arrebato.

Ahora, debía abordarlo desde otro punto de vista.

A Roger le encantaba preguntarle cuando se quedaba atascado o algo no funcionaba. Hermione solo daba pequeñas pistas para satisfacerlo. Y nunca las daba gratis.

—Cuando entré, vi que estabas revisando tu investigación sobre el nuevo régimen de tratamiento experimental para casos extremos de trauma emocional.

Él no se molestó en preguntarle cómo había visto todo aquello tan rápidamente.

—Sí, los ensayos no van bien.

—Eso he oído. —Hermione frunció el ceño, lamentándose brevemente con él—. Y puede que tenga algunas ideas al respecto.

—Continúa.

—Creo que tu fracaso se debió, en parte, a la adición que provoca el Filtro de Paz. Su uso prolongado provoca reacciones adversas. ¿Has considerado el Elixir de Tranquilidad? Es más fuerte, pero no crea hábito ni es peligroso si se prepara mal. Podría valer la pena.

Con expresión de entendimiento, Hermione supo que había despertado su interés.

—Lo haré. Eres realmente brillante, Hermione. Sé que tienes tus pacientes e intereses, pero si alguna vez quieres colaborar o incluso unirte a la investigación...

—Lo pensaré —Hermione mintió suavemente y luego dio media vuelta—. Sinceramente, me llevaré tu agradecimiento en forma de un favor.

Él hizo un gesto. Como diciendo: continúa.

—Sube el caso de Narcissa en tu lista. Solo lo sugiero porque su estado no ha progresado demasiado. Cuanto antes empieces, podrás trabajar con ella desde el diagnóstico y más allá, al tener en cuenta todos los factores imaginables por el camino.

La miró un momento. Luego asintió con la cabeza.

—Puedo hacerlo.

—Si te interesa, he investigado un poco el caso de Narcissa. Solo para darte una ventaja, por supuesto. Después de todo, eres un Sanador ocupado —los halagos nunca hacían daño, a juzgar por lo rápido que accedió a escucharla. Hermione rebuscó en su bolso, sacó un grueso rollo de pergamino y lo colocó sobre el excesivamente pulcro escritorio.

—¿Un poco? —Roger sonaba divertido.

—Solo una breve sinopsis de toda la investigación que he recopilado sobre las versiones muggle y mágica de su enfermedad.

Debido al resumen que estaba hojeando en ese momento, su escritorio era un caos de libros, pergaminos, papel y cada trozo de investigación que había encontrado. Después del sushi y sake en Londres, seguidos de una película que Pansy quería ver, Hermione había vuelto a su casa la noche anterior y había decidido concertar una breve cita con Roger, solo para hacerle unas cuantas preguntas de seguimiento.

Después de todo, él tenía que haber investigado tanto como ella, ¿cierto?

La respuesta, como ahora sabía, era que no.

Hermione tenía dudas y todas empezaban por el estado de su despacho... Y por el hombre mismo, que estaba sentado detrás del escritorio que solo tenía una placa con su nombre, un vaso de agua, su archivo de investigación y una foto de su familia. Había investigado lo suficiente como para saber que el tiempo que Narcissa deseaba no sería posible si él la trataba como a un experimento.

No importaba lo que él prometiera; ella seguía sin sentirse bien dejando a Narcissa a su cuidado.

Su decisión, se dio cuenta mientras observaba los ojos de él escudriñar el pergamino, estaba tomada.

—De hecho, voy a necesitar que me devuelvas eso.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Antes de que pudiera convencerse a sí misma de que esto podría ser una mala decisión, Hermione tomó su pergamino y salió con un destino en mente. No se detuvo hasta que estuvo frente a la puerta de Theo. En un movimiento poco característico, llamó y no esperó a que alguien le dijera que podía entrar.

Y se quedó helada.

El hombre estaba sentado en el sofá frente a la chimenea, con el brazo echado sobre el respaldo.

Nada fuera de lo común... Excepto por el niño que estaba sentado a su lado, hojeando el diccionario infantil mientras él lo miraba. Había suavidad en los ojos de Theo, una expresión de cariño que ella nunca le había visto. Era extrañamente cálida e intensamente atractiva, pero no tuvo tiempo de analizarla porque delante de la chimenea estaba su objetivo.

Narcissa.

Llevaba una rígida túnica gris y parecía sumida en sus pensamientos, tocando la banda dorada de su collar.

Hermione carraspeó.

Tres cabezas se giraron hacia ella.

—Perdón por la intrusión. Venía a hablar con Theo sobre su caso, pero ya que está aquí, me gustaría discutir los términos del contrato, señora Malfoy.

La cabeza más pequeña de la habitación se inclinó con inocente curiosidad, con las cejas fruncidas como si estuviera esperando pacientemente a que ella terminara su declaración. Lucía... Extrañamente adulto. Más aún porque Theo tenía una expresión similar.

—O podríamos concertar una cita si... Para no hablar de estos asuntos cerca de él —señaló torpemente al niño que vestía pantalones y camisa de color negro, con el cabello rubio platino severamente peinado hacia un lado.

—Mi nieto tiene cinco años —el rostro de Narcissa permaneció impasible—. ¿Scorpius?

El niño abandonó inmediatamente el diccionario y se puso de pie.

Obediente, incluso sin instrucciones.

Entrenado.

El ceño de Hermione se frunció cuando notó una expresión igual en el rostro de Theo. Antes de que la mujer mayor pudiera darle más instrucciones a su nieto, Theo se puso en pie.

—Daremos un paseo por el piso mientras hablan.

Le ofreció la mano al niño, pero con una mirada que a Hermione le recordó mucho a la de su padre. Scorpius bajó los ojos a la mano de Theo y luego al hombre que parecía implorarle que la aceptara.

—Tus modales —la voz de Narcissa era cariñosa y sermoneadora a la vez. Una mezcla extraña.

A pesar de su reticencia, Scorpius obedeció, colocando su mano en la más grande de Theo y se dejó llevar. Hermione se hizo a un lado; su atención estaba tan centrada en Narcissa que apenas se dio cuenta cuando se marcharon.

Narcissa no esperó a que se cerrara la puerta. Hermione no esperaba que lo hiciera.

—Creo que ya me has rechazado. Tengo una reunión con el Sanador...

—Cancélala. He decidido aceptar su caso.

—¿Por qué?

Hermione no se había esperado la pregunta, pero ya tenía preparada una respuesta.

—Tengo debilidad por ayudar a los necesitados.

No soy un caso de caridad, señorita Granger.

—No, no lo eres. —Hermione decidió abordarla desde un ángulo diferente, uno que las pusiera a ambas en un terreno neutral que necesitarían más adelante—. Usted nos salvó una vez y, aunque no puedo devolverle el favor, ni le ofrezco garantías, si me deja, puedo intentar darle lo que me ha pedido.

Narcissa se puso rígida.

—¿Y qué es eso, señorita Granger?

—Una oportunidad para luchar.

Nos elevamos al ayudar a los demás.

Robert Ingersoll

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Notas: Apenas puedo tener los ojos abiertos del sueño, pero… Me prometí que la actualización seria doble.

Naoko Ichigo