Disclaimer: Los personajes e historia previos a la "boda fallida" en el manga Ranma ½ pertenecen a Rumiko Takahashi. No obstante, la trama, el desarrollo narrativo y los personajes creados tras este evento son de mi exclusiva autoría.

ADVERTENCIA: Esta historia está dirigida a un público mayor de 18 años. Contiene temáticas delicadas, descripciones de violencia, lenguaje vulgar y escenas de carácter sexual explícito o sugestivo que podrían afectar la sensibilidad de algunos usuarios. Leer bajo su propia responsabilidad.

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Owari no nai ai

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Capítulo 2: Cambios

El tiempo pasó rápidamente, Akane fue aceptada en la Universidad de Osaka con una beca que cubría dos tercios de su colegiatura. Aunque estaba feliz y orgullosa de sus logros, el temor de que su padre se opusiera a su decisión y la obligara a quedarse en casa amenazaba su recién ganado estado de dicha. Sabía que tenía que ser extremadamente cuidadosa al plantearle esta nueva meta, eligiendo sus palabras con precisión para que él entendiera que no era un capricho ni un simple deseo pasajero. Era algo que necesitaba para recuperar la confianza que había perdido desde la llegada de los Saotome a su vida.

Otra de las cosas que Akane disfrutaba recientemente era contemplarse en el espejo, admirando cómo su cabello caía por debajo de sus hombros. Al principio, dejó de cortárselo por simple pereza tras la boda fallida, pero con el tiempo comprendió que ya no tenía sentido mantenerlo corto. Su transformación interior se reflejaba en su apariencia, y eso le resultaba satisfactorio. Ya no quería ver en su imagen a la chica que se desvivía por su prometido y que lo conservaba de esa forma solo porque a él le agradaba de esa manera. Tampoco lo estaba dejando crecer para parecerse a Kasumi, como intentó en el pasado. Simplemente, le gustaba verse más libre, salvaje y femenina al mismo tiempo.

Ranma también notó el cambio; extrañaba a su "marimacho" con el cabello corto, aunque temía preguntar el motivo del crecimiento. Por las noches, o cuando se sentía melancólico, sacaba una caja escondida al fondo de su armario. En ella guardaba el mechón de cabello que Ryoga cortó a Akane como símbolo de afecto y devoción. Había escuchado en la escuela la leyenda de Owari no nai ai, la cual le parecía similar a su situación, pues esos mechones azulados representaban su conexión eterna y la promesa de amor.

Además, la caja contenía todas las fotografías que compró a Nabiki cuando ella lucraba con la menor de los Tendo. Entre ellas, se encontraba enmarcada la que le robó al cerdo durante su viaje para enfrentarse a Saffron. Estos recuerdos no solo le permitían sentirse cerca de Akane en momentos de tensión y distancia, sino que también le recordaban que no se daría por vencido. La recuperaría a toda costa, porque ella era suya por derecho desde antes de su nacimiento, y nadie ni nada podría arrebatársela.

En un arranque por llamar la atención de su prometida, Ranma decidió deshacer su trenza y hacerse una cola de caballo igual a la del Dr. Tofú y ese tal Shinnosuke. Esperaba que Akane notara el cambio y comprendiera que él también estaba dispuesto a adaptarse y a seguir formando parte de su vida. Pasó horas frente al espejo del baño, tratando de reunir el coraje necesario para mostrar su nuevo look. Sin embargo, repentinamente, Nabiki entró a la habitación y no pudo contener su risa al ver su aspecto.

—Cuñadito, creo que tu nuevo estilo me recuerda a alguien… —dijo Nabiki apenas conteniendo la risa —¿No me digas que quieres conquistar de nuevo a mi hermanita con esto?

Ranma estaba rojo de vergüenza, mirando al suelo y deseando que la tierra se abriera para tragárselo por completo. Aun así, su suerte seguía empeorando.

—¿Nabiki, qué es ese escándalo? —preguntó Akane al abrir la puerta y sorprenderse con la escena —¡Ranma!

—Hermanita parece que tu prometido quiere parecerse al Dr. Tofú y a Shinnosuke —Nabiki disfrutaba visiblemente de la situación.

—¡Nabiki, no lo molestes! Ranma… ¿por qué te quitaste la trenza?

Ranma no podía abrir la boca para defenderse; se sentía completamente paralizado y no encontraba dónde escapar. Aunque la situación no era directamente asunto de Akane, una punzada de su antiguo yo se despertó en ella. Revivía su aversión por ver cómo los abusones se burlaban del más débil, y no iba a dejar pasar esto.

—¡Vamos, Nabiki! Todos tenemos derecho a hacer cambios —dijo Akane tratando de defender a Ranma. Él levantó la cabeza con la esperanza de que su mensaje se entendiera, pero fue demasiado optimista —Además, creo que Ranma se cansó de hacerse la trenza y prefirió una cola de caballo.

—Si tú lo dices, hermanita —Nabiki rodó los ojos y, al salir del baño, le susurró al pelinegro —Cuñadito, si quieres recuperar a mi hermana, tendrás que hacer mucho más que un cambio de peinado —el ojiazul asintió con los ojos como huevo frito, captando el mensaje.

Rápidamente, el chico deshizo su peinado para volver a su trenza habitual. Sentía que era lo único que podía controlar en medio de todo ese caos de emociones que lo abrumaba. A pesar de haber intentado un cambio, se dio cuenta de que no estaba listo para renunciar a lo que siempre había sido su marca personal. Mientras retomaba su imagen cotidiana, no podía evitar preguntarse si alguna vez sería capaz de hacer algo que realmente impresionara a Akane nuevamente.

Los días pasaron y el momento para revelar las noticias estaba apunto de llegar.

Esa noche, Akane intentó dormir, pero le fue imposible debido a un mar de pesadillas. Sin embargo, pronto sintió la presencia de su guardián, que llegó para protegerla y calmarla con esas caricias en la cabeza que tanto le gustaban. Gracias a ellas, sus sueños se volvieron serenos, preparándola para el gran día.

Los primeros rayos de sol entraron por la ventana, indicándole que era hora de levantarse. Era domingo por la mañana, y aprovecharía la visita de su hermana del medio para soltar la bomba. Aunque sentía que no era correcto que Ranma se enterara de golpe, nada cambiaría su decisión de irse a Osaka. Con el folleto en las manos, pidió en silencio que todo saliera bien. Enfrentarse a los patriarcas de ambas familias no era fácil, especialmente ahora que eran mayores de edad y aún no habían concretado el "susodicho" matrimonio.

Akane eligió un beatle mostaza con una falda negra entallada, suspensores, calcetines cortos blancos con rayas negras y zapatillas a juego. Después de asearse y vestirse, comenzó a arreglar su cabello azulado, poniéndose un lazo del mismo tono que su prenda superior. Se veía hermosa, y lo sabía. Se aplicó un poco de máscara de pestañas, rubor y lápiz labial para darle un toque fresco a su rostro.

Cuando ya estaba lista para ir a desayunar, un toc-toc en su puerta la sacó de sus pensamientos.

—¿Se puede? —preguntó Ranma desde el otro lado de la puerta.

—Sí, pasa, Ranma —dijo Akane dulcemente.

Ranma entró al dormitorio sin percatarse de cómo se veía la peliazul.

—Akane, antes de ir a desayunar, me gustaría hablar contigo sobre un asunto… —el chico se dio la vuelta y se quedó sin palabras al verla. Ella estaba tan hermosa que sintió su corazón detenerse un instante antes de latir con fuerza —Akane, tú estás…

—¿Qué pasa, Ranma? —la ojicastaña lo miró curiosa, con una sonrisa juguetona en los labios —Si no te conociera, pensaría que me encuentras bonita.

—Es que… estás hermosa… —el ojiazul se sonrojó, y su expresión lo decía todo; la amaba con toda su alma.

—¡Ay, Ranma! No me digas esas cosas porque no te creo. Ven, vamos a desayunar, que tengo hambre —rápidamente, Akane se acercó al chico y tomó su muñeca para que ambos salieran de la habitación.

Toda la familia estaba reunida en el comedor: los Saotome, los Tendo y el Dr. Tofú. Akane había terminado su porción y se preparaba para anunciar su gran noticia.

—Familia, tengo algo que decirles… —comenzó, aunque antes de que pudiera continuar, Ranma la interrumpió abruptamente. El rostro de la chica se crispó, mostrando claramente su enojo.

—Así es, familia, con Akane tenemos una noticia muy importante que contarles —dijo Ranma con una mezcla de pánico y determinación, levantándose de su puesto —Pero antes de que siga hablando, necesito que me esperen un segundo por favor.

Sin esperar respuesta, salió corriendo hacia su habitación, dejando a todos perplejos. Akane, tratando de controlar su creciente irritación, pensó en cómo ganar tiempo mientras su prometido no llegaba al comedor. Sin embargo, Nodoka, siempre astuta, intervino.

—He visto que mi hijo ha trabajado arduamente en este último tiempo, me pregunto qué será lo que nos quiere mostrar. Esperemos para ver qué tiene preparado —sugirió Nodoka, con una sonrisa enigmática.

—Estoy de acuerdo contigo, Nodoka, esperemos a Ranma —apoyó Soun, mirando a su hija menor que empezaba a mostrar signos evidentes de frustración e impotencia.

El chico regresó jadeando, pero con una expresión de entusiasmo. Llevaba consigo siete carpetas que distribuyó entre los presentes.

—Familia… con Akane hemos decidido marcharnos a Osaka.

—¡¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ?! —la exclamación de todos fue unísona, reflejando la incredulidad y el asombro en sus rostros.

—Lo que escucharon, con Akane nos iremos a estudiar a la Universidad de Osaka apenas comiencen las clases. En las carpetas podrán ver todos los beneficios que esto traerá para nuestras carreras, el dōjō, la Escuela de Combate Libre y, sobre todo, para nuestra familia.

Akane estaba al borde del estado de shock. ¿Qué carajos estaba diciendo Ranma? ¿Qué era eso de "nosotros iremos"? El mundo le daba vueltas, al igual que su desayuno.

Akane salió disparada al baño, con lágrimas de impotencia desbordándose conforme el malestar le revolvía el estómago. Vomitó todo lo que comió, sintiendo cómo un torrente de emociones la abrumaba. Ese era su sueño, y él lo estaba tomando como si fuera propio, sin el más mínimo reparo. Entre sollozos, se reprochó por haber sentido culpa por lo que iba a anunciar esa mañana sin consultarlo con él. Después de lo que hizo Ranma, no merecía ni un gramo de su compasión. Se sentía traicionada, invadida.

Al menos él tuvo la decencia de intentar hablar con ella más temprano, aunque ella no lo dejó. ¡Qué ingenua había sido! Se miró en el espejo, intentando recomponerse, mientras se decía: "Si él quiere ir a Osaka, está bien, pero no va a robarme mi sueño". Se retocó el maquillaje y salió a enfrentarse a su familia.

—Tener una médica especializada en deportes y traumatología no solo me beneficiará en mis combates, torneos y campeonatos, sino también permitirá atender a futuros pacientes en el dōjō. Además, podría colaborar con el Dr. Tofú en la clínica y ayudar a expandir el negocio familiar…

Akane sintió un nudo en la garganta. Ranma estaba defendiendo su carrera, y ella malinterpretó sus intenciones nuevamente. Esta montaña rusa de emociones la estaba dejando agotada, aunque sabía que lo mejor en ese momento era guardar silencio y prestar atención.

—Sabemos que los costos son elevados, pero Akane ha conseguido una beca que cubre la mayor parte de su carrera y yo, una completa. Así que los únicos gastos serán el tercio restante de sus estudios, más el alquiler y otros gastos. Me comprometo a trabajar duro para que Akane pueda concentrarse plenamente en sus estudios, ya que necesitará dedicar más tiempo que yo.

—Ranma, hijo, valoro mucho que antes de casarte ya estés pensando en cómo cuidar de Akane, pero si aceptamos esta idea, los gastos de la universidad de mi hija correrán por mi cuenta, como es debido. El resto lo cubrirás tú —respondió Soun con seriedad.

—Muchas gracias, tío, les prometo que no se arrepentirán.

—Ranma, ¿cómo piensan resolver el tema del alojamiento? Porque, hasta donde sé, no nos sobra el dinero —preguntó Nabiki con su habitual malicia.

—Bueno… ese punto… nosotros vamos… —Ranma titubeó al llegar a la parte que prefería evitar.

—¡Dormiremos en las residencias estudiantiles dentro del campus, que están separadas para hombres y mujeres! —interrumpió Akane de repente, intentando cortar el problema de raíz.

—¡Ay, hija! Esa opción no es viable por la maldición de Ranma. ¡Imagínate si alguien descubre que mi hijo, tan varonil, se transforma en una linda pelirroja! Sería un desastre… ¿Qué opinas, Genma? —Nodoka intervino preocupada.

—¡Vaya, hermanita, qué egoísta eres! Ranma ha trabajado tanto para convencer a todos de que los dejen ir a estudiar, y tú lo quieres exponer así… Lo mejor, Akane, y para no estar en deuda con él, es que compartan un departamento en Osaka. Piénsalo, sería como vivir aquí, pero con la libertad de que no los estemos molestando. ¡Eso suena a un paraíso! —dijo Nabiki con picardía sabiendo que apelando al sentido del deber de su hermana, ella cedería a la idea de vivir con Ranma.

—¡Está bien, pero que tenga dos habitaciones separadas! —Akane estaba furiosa con la intromisión de su hermana del medio.

—¡Y tú crees que somos ricos! Akane, sé realista; si quieren dormir separados, uno tendrá que sacrificarse y dormir en el sofá —Nabiki, como siempre, daba en el clavo.

—Bueno… Ranma tendrá que hacerlo, total está acostumbrado a dormir en cualquier parte —Akane se quedó sin palabras, sabiendo que jamás podría ganarle a Nabiki.

—Un momento, señorita, ¿acaso piensan que vamos a financiar esta inmoralidad? ¿Cuándo se ha visto que dos prometidos vivan en la misma casa sin la supervisión de sus padres? —dijo Genma, quien había estado callado durante todo el desayuno.

—¡¿Pero papá?! ¡¿Qué demonios estás diciendo?! ¡Si ustedes mismos nos han metido en más de una situación comprometedora y ahora hablas de moralidad! —Ranma, colérico, no soportó la desfachatez de su padre. Realmente, esto era el colmo.

—Hijo… a nosotros nos da igual lo que hagan, pero no queremos que el apellido Saotome o Tendo se vea manchado por culpa de sus caprichos —Genma, con una actitud seria, continuaba provocando a su hijo.

—¡PERO QUÉ DESCARADO ERES! —Ranma estaba a punto de lanzarse contra su padre si no fuera porque su madre lo detuvo desenvainando un poco su katana.

—Es verdad lo que dice Saotome. Si los chicos quieren estudiar, tendrán que casarse inmediatamente —sentenció Soun.

—¡PERO PAPÁ! —Akane no lo podía creer; su plan se había ido a la mierda.

—Así es, Akane. Si quieren estudiar, tendrán que casarse y vivir juntos. ¿Está de acuerdo Saotome?

—Estoy de acuerdo con usted, Tendo —Ranma, enojado, lanzó a su padre al estanque, convirtiéndolo en panda; sin embargo, eso no cambió nada. Los patriarcas tomaron una decisión, y ya no había vuelta atrás.

Akane se retiró del comedor hacia su habitación, sintiendo cómo el dolor se apoderaba de su pecho. Todos sus esfuerzos fueron en vano, pues no podía concebir la idea de casarse con Ranma si entre ellos no existía un amor recíproco y verdadero. Las lágrimas la consumieron, y el agotamiento terminó por vencerla, dejándola dormida sobre su escritorio, sin darse cuenta de que la noche había caído, sumiéndola en su tristeza.

Al despertar en medio de la oscuridad, bajó las escaleras en busca de un vaso de agua para calmar su ansiedad. Fue entonces cuando lo vio: su prometido estaba sentado en la terraza, con la mirada perdida en la luna llena. La luz plateada de la noche lo envolvía, haciéndolo lucir como una visión etérea, casi irreal. Akane sintió cómo su corazón se aceleraba. Ranma no era el mismo chiquillo que llegó a Nerima hacía unos años atrás. Había crecido; su cuerpo mostraba una madurez que irradiaba fuerza y seguridad, en contraste con la nostalgia reflejada en sus ojos. Aun así, más allá de su físico imponente, lo que realmente capturó el corazón de la peliazul era la pureza que siempre vio en él. A pesar de sus defectos, él era, en esencia, una buena persona, y eso la conmovía profundamente.

La chica se quedó quieta, como hipnotizada, admirando a ese yūgen que sentía tan cercano y a la vez tan lejano. Era como si la luna y la noche lo hubieran convertido en un ser de ensueño, imposible de alcanzar. Una brisa acarició su rostro, devolviéndola a la realidad, mientras se daba cuenta de la profundidad de sus sentimientos.

—Akane, sé que estás ahí —la voz de Ranma era suave, como un susurro en la brisa nocturna. Él ya sentía su presencia mucho antes de que se acercara.

—Ranma… —Akane sintió que sus mejillas se encendían al darse cuenta de que había sido descubierta, como si el simple hecho de estar cerca de él la envolviera en un aura de intimidad que la desconcertaba.

—No te preocupes, no te voy a molestar. Ven, siéntate a mi lado —le dijo, con una calidez en la voz que reflejaba una mezcla de alegría y algo que la peliazul no podía descifrar del todo, una tristeza oculta tras esos ojos que siempre parecían tan seguros.

La menor de los Tendo se acercó lentamente y se sentó junto a él, sintiendo la frescura de la noche acariciar su piel mientras la luna iluminaba sus rostros. El silencio entre ellos era cómodo, cargado de significados no expresados.

—Akane… nosotros… —el pelinegro se detuvo, buscando las palabras correctas, pero sabiendo que ninguna sería suficiente para lo que estaba apunto de decir —Mañana… nosotros nos casaremos.

—Ranma… no puedo… lo siento —susurró la ojicastaña, su voz temblaba a medida que bajaba la cabeza, incapaz de contener las lágrimas que empezaban a llenar sus ojos.

—Akane… —su tono era ahora suave, casi suplicante —Esto ya está decidido…

—¡Pero nosotros no nos amamos! —exclamó la chica levantando la cabeza para mirarlo, buscando en su rostro alguna señal de duda, de que tal vez no era necesario seguir ese camino.

—¿Y crees que un enamoramiento vale más que nuestro propio sueño? —el menor de los Saotome la miró con intensidad, tratando de hacerla entender la importancia de lo que estaban sacrificando —¡Akane, despierta! La Universidad de Osaka no nos dará otra oportunidad como esta. Si para eso debemos casarnos, entonces lo haremos. Así, al menos, los viejos nos dejarán en paz. ¿O crees que se rendirán antes de lograrlo?

—Ranma…

—Mira, Akane… Podemos tener un matrimonio de papel, ¿lo entiendes? —su voz ahora era más suave, intentando calmarla. Ella asintió lentamente —Bien… Mañana podemos ir al ayuntamiento y hacer el trámite, sin complicaciones.

—No es justo, Ranma… pero no veo otra salida —admitió, resignada, aunque en su interior la tristeza seguía oprimiendo su pecho.

—Lo sé… No es justo para ninguno de los dos, pero si es lo que debemos hacer para seguir adelante, lo haremos. Mañana te pondrás bonita y firmaremos esos papeles —dijo con una sonrisa cargada de su típico "encanto Saotome", intentando aliviar la tensión —Verás que al final no será tan malo. Podemos volver a ser el equipo que éramos antes, ¿recuerdas? —le guiñó un ojo, esperando arrancarle una sonrisa.

Akane soltó una risita tímida, sintiendo cómo la conexión entre ellos se hacía más profunda, a pesar de todo.

—¿Quién lo diría? Mañana, las Escuelas Saotome y Tendo finalmente se fusionarán… —comentó con un suspiro, poniéndose de pie y dándole una última mirada a la luna antes de girarse hacia ella —Descansa, Akane. Buenas noches.

—Buenas noches, Ranma… —respondió, su voz era apenas un murmullo a medida que lo veía desaparecer en la oscuridad de la casa.

La noche continuó su curso mientras la luna mantenía su vigilia en el cielo. Akane permaneció en la terraza, sumida en sus pensamientos. Cada palabra intercambiada con Ranma, cada emoción revelada, pesaba en su corazón como un susto persistente. La conversación dejó una marca profunda, un eco de sentimientos que no podía ignorar.

La transformación del chico era asombrosa. La luz plateada había desvelado una profundidad en él que solía esconderse tras la inmadurez de la adolescencia. En ese momento, bajo el cielo nocturno, mostró una combinación de fortaleza y sensibilidad inesperadas, acompañadas de una gentileza y nobleza que la conmovieron profundamente.

Con una última mirada a la luna, testigo silenciosa de su encuentro, la chica se retiró a su habitación, llevando la calidez de la noche y la incertidumbre de lo que vendría. Mañana, dejaría el apellido Tendo para convertirse en Saotome.