Disclaimer: Los personajes e historia previos a la "boda fallida" en el manga Ranma ½ pertenecen a Rumiko Takahashi. No obstante, la trama, el desarrollo narrativo y los personajes creados tras este evento son de mi exclusiva autoría.
ADVERTENCIA: Esta historia está dirigida a un público mayor de 18 años. Contiene temáticas delicadas, descripciones de violencia, lenguaje vulgar y escenas de carácter sexual explícito o sugestivo que podrían afectar la sensibilidad de algunos usuarios. Leer bajo su propia responsabilidad.
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Owari no nai ai
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Capítulo 4: Shinsekai
Abrumada por el calor que parecía digno de una sauna, Akane despertó con la sensación de estar atrapada en una trampa mortal. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que la "trampa" era en realidad una maraña de músculos que la envolvían y aplastaban como si fuera un maki en un restaurante de sushi. Los recuerdos de la noche anterior hicieron que se frenara justo a tiempo, antes de lanzar al trenzudo por los aires y gritarle por centésima vez que era un "pervertido".
Mientras ideaba cómo liberarse de este nudo humano, la puerta se abrió con un suave chirrido, revelando a Nodoka, quien entró con el sigilo de una madre preocupada, asegurándose de no perturbar más de lo necesario.
—Perdón por entrar sin tocar, Akane querida —dijo con una voz suave, aunque claramente disfrutando la situación —pero necesitaba saber si estabas bien. Ya es mediodía… pero, vaya, veo que mi hijo es todo un hombre. Su nombre le hace justicia, ¿eh? Es un verdadero semental ¡Tan varonil! Estoy segura de que pronto tendré muchos nietos… —agregó con una mirada picarona, a la vez que observaba la escena.
Nodoka salió de la habitación con la misma discreción con la que había entrado, dejando a su nuera completamente muda y su rostro transformado en un tomate por la vergüenza.
En ese instante, el pelinegro, como si respondiera al comentario de su madre, cambió de posición, y Akane sintió algo considerablemente grande y duro presionando su trasero. "¡Esto ya es demasiado!" pensó, decidida a escapar de aquella cárcel de carne y hueso.
Con una maniobra rápida, digna de una verdadera Tendo, la chica intercambió su lugar con una almohada y se deslizó fuera de la cama con la agilidad de un lince. "Ya habrá tiempo para lidiar con él", se dijo, mientras se retiraba a toda prisa, esperando que su marido no se diera cuenta del intercambio.
La peliazul salió del dormitorio con un suspiro, buscando despejarse del torbellino de eventos recientes que la habían dejado exhausta. Decidió que un baño relajante sería el remedio perfecto para su agitada mente y el estrés acumulado. Se adentró por la casa, recogiendo algunos artículos necesarios, hasta que finalmente llegó a la puerta del baño.
El ambiente era acogedor, con una iluminación suave que proyectaba sombras tranquilizadoras sobre las paredes y un delicado aroma a lavanda flotando en el aire. La promesa de paz y serenidad era irresistible.
Con una mezcla de alivio y anticipación, Akane encendió el grifo del ofuro, dejando que el agua caliente llenara el espacio. Al mismo tiempo, se desvistió lentamente y se adentró en el cuarto con la esperanza de encontrar un momento de calma en medio del caos de su vida.
La joven se sumergió en el agua con un suspiro de alivio. La calidez envolvía su cuerpo y le brindaba una sensación de confort que no había experimentado en mucho tiempo. Mientras el vapor se elevaba alrededor de ella, pensaba en cómo organizar la mudanza y cómo enfrentar el desafío de empezar en otro lugar. Sin embargo, el calor del baño no solo relajaba sus músculos, sino que también despertaba sensaciones más íntimas.
Sin darse cuenta, su mano derecha se deslizó suavemente hacia su cuello, explorando la piel húmeda con un toque que, aunque accidental, resultaba profundamente erótico. Casi de manera automática, comenzó a descender su mano a lo largo del contorno de sus pechos, sintiendo el roce delicado de sus dedos sobre cada curva. La sensación de la piel empapada y el calor del agua provocaron un estremecimiento de excitación placentera que la llevó a explorar ese trayecto una y otra vez, desde el cuello hasta el final de su abdomen.
Cada movimiento era un susurro de placer, un recorrido que se sentía casi como un abrazo cálido y tentador. El agua envolvía cada toque, intensificando las sensaciones y acentuando la suavidad de su piel. Subir la mano por el mismo sendero, solo para descender nuevamente, la llenaba de una sensualidad que se mezclaba con la relajación, creando una experiencia que desdibujaba las fronteras entre el descanso y el deseo.
No obstante, el sonido repentino de un ruido en el pasillo la hizo regresar a la realidad. El leve chirrido de una puerta y los pasos apagados la sacaron de su ensueño. Akane se dio cuenta de que el tiempo en el baño llegó a su fin, y con un suspiro de resignación, se detuvo en medio de su exploración. Su mente, aún atrapada en la ola de sensaciones que había experimentado, se preparó para enfrentar el mundo exterior.
De vuelta en su dormitorio, Ranma seguía durmiendo profundamente, aferrado a la almohada como si fuera un refugio seguro. La ojicastaña, con una sonrisa suave en los labios, se acercó lentamente, sintiendo su corazón palpitar con una mezcla de ternura y preocupación. Comenzó a acariciar la cara de su esposo con delicadeza, buscando despertarlo sin sobresaltarlo.
Los ojos azules del chico empezaron a abrirse lentamente, y al ver el rostro de su marimacho tan cerca, una expresión de alegría iluminó su cara. Sin embargo, el encanto del momento se desvaneció rápidamente cuando el artista marcial se dio cuenta de que estaba en la cama de su mujer. Con un sobresalto, saltó a un rincón del colchón, usando la almohada como escudo y su rostro estaba pálido por la sorpresa.
—¡Akane, no es lo que crees! —exclamó Ranma, con su voz temblando de nerviosismo —¡Esto tiene una explicación!
La menor de los Saotome, manteniendo una serenidad inquebrantable, le respondió con dulzura:
—Tranquilo, Ranma. Solo quiero hablar contigo.
—¿En serio? ¿No me vas a golpear con tu mazo o gritar que soy un "pervertido"? —preguntó el azabache, su tensión apenas era disimulada.
—No… No lo voy a hacer —aseguró con un tono cálido y tranquilizador —Ranma, ¿desde cuándo tienes pesadillas con lo que pasó en el Monte Fénix?
La mención del lugar pareció caer como un rayo en la mente del ojiazul, haciéndolo encogerse aún más y ocultar su rostro en la almohada, abrumado por la vergüenza.
—Ranma… solo quiero ayudarte —insistió con paciencia, su voz era un susurro reconfortante —¿Ranma?
—Desde que llegamos de China —se escuchó un murmullo salir de sus labios.
—¿Has hablado de esto con alguien? —preguntó su esposa con interés genuino.
—Sí, con el Dr. Tofú… Me dio un té milenario para calmar las pesadillas, pero ayer se me olvidó tomarlo por el matrimonio. De verdad, Akane, ¡lo siento mucho! ¡No va a volver a pasar y voy a dormir en mi futón! ¡No quiero que pienses mal de mí!
—Descuida, Ranma, todo está bien —dijo la peliazul con una sonrisa cálida —Solo quiero que sepas que puedes contar conmigo.
Cuando Akane empezó a levantarse, su marido la tomó del brazo con una expresión de agradecimiento.
—Gracias —dijo el joven con una sonrisa sincera, sus ojos estaban brillando con gratitud.
—No hay de qué. Ahora, prepárate porque tenemos que comenzar a empacar las cosas para la mudanza —le recordó con una nota de firmeza en su voz.
—¿Podemos ir a almorzar afuera? Quiero comprar unas cosas antes de irme a Osaka —sugirió con un tono lleno de entusiasmo.
—Si quieres ir a Ucchan's o al Nekohanten, puedes ir solo —dijo la chica con un toque de molestia, cruzando los brazos. Recordó que se había casado con un mujeriego y se preguntó si estaría buscando a sus "otras prometidas".
—¡No, no, no! —el pelinegro levantó las palmas y negó con la cabeza, enfatizando su respuesta, de verdad no quería entrar en una pelea que sabía que lo iba a mandar a volar por todo Nerima —Solo quiero ir al centro comercial por un par de cosas. ¡Vamos! ¡Será divertido!
—Bueno… pero si aparece uno de los locos, yo me devuelvo a casa —dijo la ojicastaña con un tono molesto, claramente frustrada —Tengo muchas cosas que hacer para estar perdiendo el tiempo con ellos.
Ya en el centro comercial de Nerima, la pareja caminaba entre tiendas y escaparates. Ranma se mantenía alerta, observando cada movimiento alrededor, mientras Akane disfrutaba tranquilamente de la salida. De pronto, un chico con el cabello teñido de rubio se les acercó, sosteniendo un par de folletos.
—Hola, señorita —dijo con una sonrisa demasiado amigable —Tenemos una oferta especial: dos por uno en celulares. No solo sirven para llamadas, sino que también incluyen mensajería de texto y vienen en varios colores.
Akane tomó uno de los papeles y empezó a leerlo con interés. Ranma, por otro lado, fundió el ceño, sintiendo una punzada de celos. Sabía que ese tipejo no solo quería vender un teléfono.
—¿Te parece que compremos unos, Ranma? —preguntó la chica, sin apartar la vista del panfleto.
El azabache se acercó, rodeándola por la cintura con un brazo posesivo. La menor de los Saotome sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Estaba su esposo reclamándola como si fuera su propiedad? No podía ser… ¿o sí?
—Podríamos comprar estos para mantenernos en contacto en la universidad —dijo el ojiazul, mirando el volante con desdén, aunque en el fondo solo quería saber siempre dónde estaba ella.
—Aparte, están con un buen descuento —intervino el vendedor, sin captar la incomodidad en el aire.
—Está decidido. Los llevamos —dijo el trenzudo, sin dar lugar a más comentarios.
—¡Perfecto! Acompáñenme para hacer la compra —respondió el pelirubio llevándolos a la caja.
La joven escogió un celular rosado, mientras que su marido optó por uno rojo. Cuando estaban en el proceso de pago, el vendedor aprovechó para acercase a la peliazul, bajando la voz.
—No suelo hacer esto, pero me encantaría pedir tu número. Quizás podríamos salir a tomar un helado un día de estos. Eres muy linda, y me gustaría conocerte mejor.
Akane abrió la boca, sorprendida, aunque antes de que pudiera responder, sintió una presencia amenazante a su lado. Ranma se acercó, fulminando al platinado con la mirada.
—Si aprecias tu vida, será mejor que te alejes de mi esposa —dijo el artista marcial, golpeándose los puños con un gesto que no dejaba lugar a dudas.
—¡Lo siento mucho! No sabía que estaban casados —balbuceó el pelirubio, haciendo una reverencia antes de salir corriendo.
La ojicastaña miró al chico de la trenza, furiosa.
—¿Era necesario asustar así al pobre vendedor? —dijo, cruzando los brazos.
—Akane, eres mi esposa ahora, y estos idiotas tienen que empezar a entenderlo —replicó el pelinegro, indignado.
—Te recuerdo que nuestro matrimonio es solo un formalismo —le dijo ella, levantando una ceja.
—¡Formalismo o no, eres mi mujer! —exclamó el ojiazul, con su voz cargada de frustración —¡Y no voy a permitir que nadie te coquetee!
—¿Qué estás diciendo, Ranma? —preguntó la joven, sorprendida por la intensidad de sus palabras.
—Lo que escuchaste, Akane. Ahora eres una Saotome, y no voy a dejar que ningún imbécil intente algo contigo —contestó él, intentando mantener la calma, aunque estaba al borde de perder los estribos.
—Un mujeriego como tú no tiene derecho a darme órdenes —le soltó ella, con una chispa de desafío en sus ojos.
—¡¿Mujeriego?! —repitió Ranma, ofendido —¡Akane, tú siempre has sido mi única prometida!
—Las "otras" no dirían lo mismo.
—¡Ellas nunca contaron! —el artista marcial dio un paso hacia ella, su voz se suavizó un poco —Ya hablé con ellas, y les dejé claro que sus compromisos no valían nada. Ahora lo único que quiero es que me creas.
Akane lo miró, viendo en sus ojos una sinceridad que la desconcertó.
—Te creo, Ranma… —dijo finalmente, con una voz más suave.
—Bien… ¿Te parece si vamos por unas hamburguesas? —sugirió él, intentando aliviar la tensión.
—Y después, podríamos ir por un helado —añadió la peliazul, con una pequeña sonrisa.
Después de comer y disfrutar de su postre, Akane se percató de algo.
—Ranma, lo único que hemos comprado son esos celulares. ¿Qué más necesitas antes de la mudanza?
Ranma parpadeó, como si acabara de recordar la razón por la que habían ido al centro comercial.
—Eh… déjame pensar…
—¿Cómo que "déjame pensar"? —replicó ella, con una mezcla de incredulidad y diversión —Nos mudamos en tres días, y el camión viene en dos. ¿Me trajiste aquí solo para pasear?
El trenzudo se rascó la cabeza, avergonzado.
—Quería que pasáramos tiempo juntos antes de irnos a Osaka…
La chica se detuvo un momento, mirándolo con una nueva comprensión.
—Ya veo… —dijo, tocándose la comisura del labio —Entonces, ¿qué quieres hacer, Ranma? —su tono era ahora más suave, casi juguetón.
—Podríamos ir al cine… —sugirió el joven, sin poder ocultar su nerviosismo.
—¿Cómo en una cita? —preguntó ella, disfrutando de cómo se sonrojaba.
—No, no es eso… —empezó a balbucear él.
—No importa, Ranma. Vamos a ver una película —respondió la ojicastaña, tomando la delantera.
Mientras paseaban por el centro comercial, la joven pareja se detuvo frente una tienda de accesorios para celulares. Akane, con ojos curiosos, se quedó observando la colorida vitrina.
—Ranma, mira esto —dijo, señalando una serie de adornos —Aquí venden cosas para personalizar nuestros teléfonos.
El pelinegro se acercó y, entre los colgantes y figuritas, notó algo familiar. Con una sonrisa traviesa, señaló un pequeño patito amarillo, idéntico al que ella tenía en la puerta de su dormitorio.
—Ese se vería bien en tu celular, ¿no crees? —comentó, divertido.
—¡Es adorable! —exclamó ella, con entusiasmo —Ahora te toca a ti. Vamos a buscar algo que te guste.
Con una risa juguetona, Akane lo tomó del brazo y lo arrastró dentro de la tienda. Recorrieron los estantes, mirando cada detalle con atención. Después de un rato, la peliazul encontró lo que buscaba y, con una expresión satisfecha, le mostró un pequeño dragón chino dorado.
—Este es perfecto para ti, Ranma —dijo, entregándoselo —Me recuerda a aquella vez que competimos con Mikado y Asuza.
El chico tomó el adorno, y una sombra de molestia cruzó su rostro al recordar aquel incidente.
—Todo por culpa de ese estúpido cerdo… —murmuró, sin poder evitarlo.
—¡Ranma! —lo reprendió —Ya te he dicho que no me gusta que hables así de P-Chan.
—Hablando de ese cerdo, ¿no lo has visto últimamente? —preguntó él, intentando cambiar de tema.
—No, hace mucho que no aparece —respondió la chica, encogiéndose de hombros.
—Seguro está perdido como siempre… —comentó Ranma, con una mueca de ironía.
—¿Qué dijiste? —Akane lo miró con ojos entrecerrados, sospechando que no había sido un simple comentario.
—Nada, nada —dijo él, rápido —Este dragón es genial, gracias.
—Gracias a ti por el patito —respondió sonriendo.
Después de pagar por sus nuevos adornos, Akane revisó la hora y se dio cuenta de que era más tarde de lo que pensaba. Deberían regresar pronto para empezar a empacar las cosas para la mudanza.
—Ranma, es tarde, deberíamos irnos —dijo, mientras guardaba su celular con el nuevo colgante.
Él asintió, pero justo antes de que se fueran, la detuvo, sujetándola suavemente por el brazo.
—Espera, Akane… —dijo, con un leve sonrojo en sus mejillas —Antes de que nos vayamos, intercambiemos números, ¿te parece?
La menor de los Saotome lo miró, divertida por su timidez, y asintió.
—De acuerdo, pero te guardaré como "Pervertido" —dijo con una sonrisa traviesa.
—¿Ah, sí? Entonces yo te guardaré como "Marimacho pecho plano" —respondió riendo a carcajadas.
—¡Oye! —exclamó la ojicastaña, fingiendo estar indignada —Pensé que habías cambiado, Ranma.
—Era solo una broma —dijo Ranma, mostrando su pantalla —Te he guardado con tu nombre, ¿ves?
Ella miró el teléfono y, viendo que decía "Akane", dejó escapar una pequeña sonrisa.
—Está bien… Entonces te guardaré como Ranma, ¿te parece?
—Bien —respondió él, satisfecho —Por cierto, queda pendiente lo del cine. Podríamos ir una vez que estemos instalados en Osaka.
—¡Siii! —contestó la joven, con entusiasmo —Sería un buen plan para relajarnos después de la mudanza.
Con esa idea flotando entre ellos, salieron del centro comercial y comenzaron a caminar hacia casa. Mientras avanzaban, un cómodo silencio los envolvía, cada paso reflejando la creciente conexión que sentían el uno por el otro.
Los días previos a la partida pasaron en un parpadeo, sin darle a Ranma y Akane oportunidad para asimilar la realidad. Tanto fue así que, cuando el camión llegó para recoger sus pertenencias, apenas podían creer que el momento había arribado. Las cajas apiladas y los muebles envueltos en plástico parecían gritar que su estancia en aque lugar ya era parte del pasado. Con una mezcla de nostalgia y anticipación, ambos se dirigieron a la estación de Nerima, justo cuando los primeros rayos de sol empezaban a teñir el horizonte. El aire fresco de la mañana despejaba sus pensamientos, al mismo tiempo que el cielo, aún pintado de un azul pálido, prometía un nuevo comienzo.
Desde la estación de Nerima, tomaron la línea de metro Toei Oedo hasta la estación de Tokio. Cada parada que dejaban atrás los acercaba más a su destino, acentuando la sensación de que este viaje era mucho más que una simple mudanza. A las 07:00 AM, ya estaban a bordo del tren Kodama, conscientes de que este trayecto marcaba el inicio de una nueva etapa en sus vidas. A medida que el ferrocarril avanzaba, la familiaridad de Tokio se desvanecía rápidamente, dando paso a paisajes rurales que parecían sacados de otra época. Los altos edificios se transformaban en colinas verdes, ríos serpenteantes y pequeñas aldeas detenidas en el tiempo. La constante velocidad del tren y el ritmo monótono de las ruedas sobre los rieles creaban un ambiente casi meditativo, en el que cada kilómetro los alejaba más de su pasado y los acercaba a lo desconocido.
Finalmente, al llegar a la estación de Osaka, el contraste con su distrito anterior fue inmediato y abrumador. La metrópolis los recibió con una explosión de vida y energía que contrastaba radicalmente con la serenidad de su antiguo barrio. Multitudes se movían en todas direcciones, y el bullicio constante de la ciudad llenaba el aire. El sonido de los ferrocarriles entrando y saliendo de la estación resonaba en sus oídos mientras tomaban el tren de la línea Midosuji. Conforme avanzaban, los altos rascacielos comenzaban a dar paso a áreas más tradicionales. Tras cambiar a la línea Sakaisuji, el paisaje urbano volvió a transformarse, revelando la esencia auténtica de la urbe.
Al llegar a Shinsekai, la diferencia con Nerima no podría haber sido más marcada. El barrio era un estallido de colores vibrantes y luces de neón, incluso a plena luz del día. Los carteles animados y las tiendas abarrotadas de objetos llamativos competían por la atención de quienes paseaban por sus estrechas calles. La zona emanaba un aire nostálgico, combinando lo vintage y lo moderno en una mezcla única que resultaba, a la vez, fascinante y un poco abrumadora. Cuando se detuvieron en la entrada del distrito, los chicos absorbieron la intensidad del entorno. El contraste con la tranquilidad de su antiguo hogar los golpeó con fuerza, y Akane, sintiéndose un tanto sobrecogida, se aferró al brazo de Ranma en busca de consuelo. Percibiendo su inquietud, él le ofreció una sonrisa tranquila, y sus ojos transmitieron la promesa de que todo estaría bien. Juntos, sabían que podían enfrentar cualquier desafío, incluso un cambio tan drástico como mudarse a un lugar tan distinto.
Con un leve asentimiento, la peliazul respiró hondo, encontrando la fuerza para seguir adelante. Se adentraron en las calles de Shinsekai, conscientes de que, aunque extraño en ese momento, pronto este lugar se convertiría en parte de sus vidas.
