Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia pertenece a Inadaze22

xxx

Capítulo uno

Primera parte: El final

5 de junio

—¡Se acabó! Ya no aguanto más esta maldita depresión —Ginny me hace girar para mirarla, apoyando ambas manos en mis hombros—. Estabas tan bien cuando llegamos, Hermione, ¿qué pasó?

—Yo no estoy deprimida, Ginny, estoy melancólica —discrepo rotundamente. Ella me juzga despectivamente—. No del todo —corrijo, apartando la mirada.

Me devuelve la mirada, con un brillo decidido.

—Quiero que repitas después de mí —me ordena Ginny, mirándome fijamente a los ojos— Me llamo Hermione Granger.

Exhalando dramáticamente, pongo los ojos en blanco y gimoteo.

—Por el amor de...

Chasquea la lengua, enfadada.

—Me llamo Hermione Granger —vuelve a decir.

—Me llamo Hermione Granger —murmuro.

Sé muy bien que revolcarme en la autocompasión como una niña mimada y malhumorada no va a funcionar con mi casi irritante y testaruda mejor amiga, Ginny Weasley.

—Bien, por algo se empieza —me anima Ginny—. Ahora di: "Soy la mujer con vida más inteligente y los hombres me desean."

Se me abre la boca para protestar.

Ginny enarca una ceja.

Me callo y sigo las instrucciones.

—Soy la bruja con vida más inteligente y los hombres me desean.

Sonríe con satisfacción.

—Ahora dilo todo junto.

Me cruzo de brazos.

—Me llamo Hermione Granger. Soy la bruja con vida más inteligente y los hombres me desean.

Ginny asiente convencida y baja las manos.

—Ahora, sonríe como si lo dijeras en serio —y esboza su propia sonrisa.

Le sonrío ampliamente. A regañadientes, me siento mucho mejor. Esta noche no va a ser horrible y no va a ser como si me estuvieran arrancando los dientes. Todo va a ir bien porque tengo a mi incorregible mejor amiga aquí conmigo. Esta noche es una noche importante para mí. Es la última noche de mi vida. No, no lo digo literalmente, sino en sentido figurado.

Esta noche me estoy rindiendo.

Sí, la implacable, obstinada y decidida Hermione Granger, santa patrona de todos los desvalidos... Se rinde.

Y es lo más difícil que he tenido que hacer.

Me estoy despidiendo de todo, descartando mi antigua vida junto con la persona que he sido durante los últimos tres años. Todo debe irse para que pueda seguir adelante: mi trabajo, mi apartamento, él. Empiezo de nuevo. Esta es la decisión más dura y madura que he tomado en mis veintiún años de vida. Una que estoy tomando con calma, aunque no quiera hacerlo, aunque sea durísimo.

—¿Vas a volver a entrar o te vas a quedar mirándome otros diez minutos? —me pregunta Ginny, irrumpiendo en mis pensamientos, con las manos en las caderas.

Seguro que esta noche está dispuesta a llamar la atención, porque lleva un corto vestido negro y ajustado que le sienta de maravilla. Lleva pendientes, tacones y su rojo cabello en un moño con mechones rizados sueltos.

—Estaré allí muy pronto —le ofrezco una sonrisa tranquilizadora.

Que ella no devuelve porque me conoce por dentro y por fuera.

—Hermione, sé que esta noche... Sé que esto de dejarlo es muy duro para ti, lo entiendo, pero necesitas divertirte, bailar un poco, beber otro poco y olvidarte de él. Probablemente, ni siquiera lo veas esta noche. Odia las fiestas, aunque las organice todo el tiempo.

Lanzo un gran suspiro.

—Lo sé, lo sé —respiro hondo porque sé todo de lo que está hablando. Pongo una sonrisa en mi rostro. No me llega a los ojos, pero es todo lo que puedo hacer—. Entra, yo iré detrás de ti, ¿bien?

Ginny sonríe lo mejor que puede.

—De acuerdo, pero deja de pensar en él.

Hay al menos cuatro millones de pensamientos rondando por los recovecos de mi mente horas después de despedirme de mis compañeros y empleados en la fiesta de despedida que me organizó mi jefe... Bueno, técnicamente, fue una fiesta de despedida/cumpleaños/inauguración de casa, todo en uno. Nunca sabré cómo lo consiguió.

Todo el mundo lo está pasado bien y funciona.

—Así que —una chica sin nombre comienza su historia, interrumpiendo mis pensamientos de nuevo—. Beth me retó a hacerme un piercing en el ombligo a la manera muggle... Y lo hice.

—¡Oh, déjame ver! —grita otra chica sin nombre con una voz que me recuerda al sonido que hacen las uñas al arañar una pizarra. Doy un respingo.

—¡No puedes! Deja que te cuente lo que paso. Al parecer, soy alérgica a ciertos metales, así que, menos de una hora después, la maldita cosa se hinchó y mi piel se puso de varios colores. Parecía que tuviera una enfermedad. Mi madre me llevó a un hospital muggle donde me clavaron una aguja con algún tipo de medicamento. Fue ridículo. Nunca volveré a hacer algo así.

—Vaya, qué locura, Leila.

Pausa.

—¿Alguien ha visto a Draco Malfoy?

—No desde que le cantaron el cumpleaños feliz. Sopló las velas, tomó un trozo de pastel y se fue. Me encantaría pillarlo a solas para que este sea un cumpleaños muy feliz para él.

Por fin se alejan de mi vista y no puedo dar más gracias a las estrellas. La sola idea de que alguien haga de este un "cumpleaños muy feliz" para Draco me pone enferma... No. No voy a pensar en él esta noche. Y no, no voy a torturarme así. Oh, ¿a quién quiero engañar? Pienso en él todo el tiempo. No puedo recordar un momento en el que no lo haya hecho.

Incluso con las voces de fondo, mi mente corre a mil por hora con todo tipo de pensamientos aleatorios.

Cambio mis pensamientos a tomar una nota mental de recordarle a Ginny que le dejé la llave al casero, recordé que tenía que limpiar los envoltorios de caramelos del último cajón de mi escritorio, de revisar si me ingresaron el último cheque, de devolverle a Pansy sus zapatos favoritos, y todo bien a partir de ahí. Pero ¿no creo recordar dejarle mi nueva dirección como él quería para que no pueda conectarse a mi nuevo apartamento por flú?

¿Tengo lo necesario? ¿Seré una buena sanadora? ¿Estaré bien?

¿Lo extrañaré?

¿Qué aspecto tengo? ¿Lo hemos limpiado todo? ¿Extrañaré mi trabajo?

¿Seré reemplazable?

Y así transcurrieron unos quince minutos más mientras permanezco de pie en el vestíbulo de su enorme casa recién construida; la silueta de la luna llena se filtra a través de las enormes ventanas, mezclándose con mi sombra. Desde mi posición ventajosa en lo alto de las escaleras, veo que algunos rezagados entran en la casa, riendo y entregándoles sus bolsos y regalos al elfo que está en la puerta. Los veo caminar por el pintoresco vestíbulo. Algunos invitados se detienen a contemplar la belleza clásica de la habitación; para mí luce como el paraíso.

Retratos mágicos, pinturas muggles clásicas y muy caras adornan las paredes, esculturas de piedra, hay una enorme lámpara de oro y cristales, los relucientes pisos son de mármol blanco con motas doradas y una clásica escalera doble de mármol blanco. Con las luces encendidas, es luminoso, acogedor y relajante; nada que ver con la mazmorra que solía ser. No escatimó en gastos al construir esta casa; lo sé porque estuve con él durante todo el proceso de diseño y construcción, dando y denegando aprobaciones. Es la primera vez que veo la Mansión Malfoy desde que los albañiles la terminaron el mes pasado y más de cuatro años desde de que la derribaran tras la muerte de sus padres.

Una vez que los invitados terminaban de asombrarse con el vestíbulo, suelen desaparecer en la enorme sala apodada "ala para fiestas."

Cuando llega más gente, miro el reloj, sorprendida al ver que es casi medianoche; en las invitaciones que llevaron los búhos seguramente decía que la fiesta empezaba a las nueve. Sacudo la cabeza, suelto otro suspiro y camino en dirección al estruendo de la música, sabiendo perfectamente que detrás de esas puertas dobles será el último lugar donde me cruce con el solitario cumpleañero. En los minutos que tardo en encontrar la fiesta, es cuando todo se detiene, la gente me deja en paz y toda la atención se centra en otro lugar, ahí es cuando realmente puedo pensar con claridad.

Es en ese momento cuando no puedo evitar preguntarme cómo he llegado hasta aquí.

—¡Hermione! —Ginny grita mi nombre por encima de la música.

Ni siquiera sé cómo la oigo, no puedo verla. Está tan oscuro y lleno de gente.

Cuando vuelvo a la realidad, la fiesta de inauguración está en pleno apogeo. Tiene que haber cientos de personas. La música suena gracias al DJ, Blaise Zabini, la gente se lanza literalmente a la pista de baile, las parejas se besan libremente en los sofás de la esquina de la sala, las luces parpadean en la oscura habitación al ritmo de la música, hay un montón de gente charlando lejos de la pista de baile, las brujas esnobs miran con desprecio a cualquiera que tenga mejor aspecto que ellas, las bebidas fluyen en las siete barras temáticas y la comida es del gusto de todo el mundo.

Hay un lugar tranquilo donde la gente puede ir a hablar. La puerta trasera está abierta para quien quiera llevar la fiesta fuera, en los amplios jardines.

Dentro de una hora, todo el mundo estará afuera para ver el espectáculo mágico de fuegos artificiales.

Realmente él sabe cómo organizar una fiesta... Todo es un gran espectáculo. Verdaderamente.

Tardo un minuto en divisar a Ginny entre la multitud de cuerpos girando en la pista de baile y me acerco a ella con precaución porque está tomando chupitos de algo que luce como gasolina y está bailando con dos hombres extremadamente atractivos. Ron se desmayaría si la viera ahora mismo y Harry... Harry maldeciría a los chicos hasta el olvido.

Está sonrojada por el baile.

—¿No es genial?

—Sí, ¡simplemente increíble! —grito mi respuesta, moviendo las caderas para parecer que estoy bailando y divirtiéndome.

Para alguien que se está "tomando un descanso" de Harry para que él pueda "encontrarse a sí misma" antes de tomar una decisión sobre si quiere o no sentar la cabeza, eso también se traduce como: quiere acostarse con otras mujeres para ver si el césped es realmente más verde del otro lado de la cerca. Ginny se lo estaba pasando mejor que ella. Creo que es porque tiene diecinueve años, acaba de terminar su primera temporada como jugadora profesional de Quidditch y también se está "encontrando a sí misma".

Uno de los hombres se desliza hacia mí, moviendo sus caderas contra mí de forma tan seductora que me sonrojo y niego con la cabeza, claramente sin mostrar interés en bailar.

De todas formas, no es que pueda hacerlo.

Él se encoge de hombros y vuelve a machacarse contra el trasero de mi mejor amiga y yo voy en busca de algo para beber.

El Firewhisky quema más de lo habitual esta noche y todos los planes de emborracharme salen volando por la ventana.

En lugar de eso, me siento en la barra, ajena a todo el mundo y pienso.

Pienso y me pregunto cuándo mi vida se volvió tan escandalosa, tan loca, que me llevó a tomar la decisión que acabo de tomar. He terminado mi formación como sanadora y he dejado mi trabajo, que era muy bien pagado, para aceptar otro que no lo es en San Mungo. Me mudé a un apartamento nuevo más cerca al hospital y terminé abruptamente algo que solo se puede clasificar como "un error gigante".

—La siguiente canción va dedicada para el cumpleañero, Draco Malfoy, donde sea que esté.

Le hago una señal a la camarera para que me dé otro Firewhisky, y mejor que sea doble.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Segunda parte: Enamoramiento

Dos años.

Diez meses.

Quince días.

Doce horas.

Cuarenta y siete minutos.

Ese es exactamente el tiempo que llevo enamorada de Draco Malfoy.

Es exactamente el tiempo que he estado acostándome ocasionalmente con él.

Y exactamente cuánto tiempo he estado planeando mi escape.

Se supone que los enamoramientos son inocentes, exquisitos y te hacen sentir fantástica, pero este enamoramiento vino acompañado de una de las peores angustias que he sentido en mi vida. Me hace querer arrancarme los ojos con una cuchara saturada de veneno. Este enamoramiento me hace querer patalear y gritar de frustración hasta que ya no pueda respirar. Este enamoramiento es exactamente lo peor: es un enamoramiento que me está destruyendo la vida.

Y no puedo permitirlo, ya no más.

Estar cerca de alguien que no comparte tus sentimientos es enloquecedor.

Recibir señales contradictorias de alguien que te importa es tan horrible como confuso.

Que te obliguen a mantener la distancia es una de las peores torturas a las que me he sometido.

Tener sexo de vez en cuando con alguien y tener que fingir que cada encuentro no significa nada es doloroso.

Ver a innumerables mujeres coquetearle abiertamente, reírse y tratar de seducir a alguien a quien quieres es simplemente agonizante.

Cada día que paso en su presencia, cada vez que me tortura sentándose en mi despacho, cuando se queda parado en la puerta de mi despacho luciendo estoico y cuando trae almuerzo para los dos. Cada día que este enamoramiento no es correspondido, cuando me cuenta sobre sus horrendas citas y su igualmente espantosa relación de cinco meses con Astoria Greengrass que empezó justo después de nuestra primera vez juntos, cada vez... Es como si desprendiera un pedacito de mí.

Así que me voy antes de que sea demasiado tarde. Me voy antes de que no quede nada de mí a lo que aferrarme. Antes de que sea incapaz de reconocer mi reflejo en el espejo. Me voy porque quiero recuperar mi vida. Me voy. No aguanto más esta mierda. No soporto esto.

Y aunque me voy, la triste verdad, la verdad que me rompe el corazón... Y aún quiero que él me ame.

Quiero significar algo para Draco. Algo extraordinario. Quiero ser algo más que Granger de Gryffindor y algo más que la mejor amiga de cabello esponjado de Harry Potter y la exnovia de Ronald Weasley. Quiero ser más que la bruja más brillante de mi generación y más que su analista financiera principal. Algo más que la persona que le ayudó a descorromper la empresa de préstamos que heredó tras la muerte de su padre.

Quiero que mi nombre evoque algo profundo en él y que le llegue al corazón. Por una vez, quiero prevalecer en los pensamientos de Draco. Deseo importarle. No sé si es una consecuencia de mi necesidad de venganza por este amor no correspondido, pero más que nada, quiero que me ame. Deseo ser la persona a la que acuda cuando necesite compartir con alguien. Merlín, eso me hace gracia, porque soy esa persona para mucha gente, pero ahora, quiero ser esa persona para él.

Ansío ser vital. Incluso más que eso, quiero que me encuentre entrañable en lugar de molesta. Ser hermosa para él en lugar de tierna. Quiero que muestre algún tipo de emoción hacia mí y no solo que se acueste conmigo. Anhelo ser inteligente y no una sabelotodo. Quiero que quede cautivado con mi idiosincrasia, hipnotizado con mis malos hábitos y que adore todas las cosas maravillosas de que me hacen... Ser yo.

Quiero que se dé cuenta de todos mis pequeños detalles y los aprecie. Que de vez en cuando eche un vistazo a su trabajo y se pregunte qué estoy haciendo en ese preciso momento. Deseo que me busque antes de que le envié una lechuza. Y como nada de eso ha sucedido, porque probablemente nada de eso sucederá, me voy.

Cada vez que está cerca, que alguien coquetea con él, cada vez que alguien menciona lo apuesto que es... Siento que me convierto en una mujer horrible, petulante y necesitada, que detesto ser y lo odio. Lo odio por hacerme sentir así. Lo odio.

Y esa es otra razón por la que me voy.

—Una chica tan linda como tú no debería estar sentada sola.

Levanto la vista y veo a Theodore Nott sentado en el taburete de al lado. Está fumando un cigarrillo y bebiendo un vaso de Firewhisky y no creo que sepa quién soy porque, si lo supiera, no me habría hecho un cumplido. No lo he visto desde que su padre recibió el beso del Dementor después de la guerra; fue su castigo por los crímenes cometidos como mortífago. Pansy me dijo que había abandonado el Mundo Mágico con su madre, así que verlo aquí esta noche despierta ligeramente mi interés.

—¿Estás disfrutando de la fiesta, Nott?

Al instante, reconoce mi voz.

—¿Granger? —me mira con los ojos muy abiertos—. ¿Hermione Granger?

Lentamente y con un toque de humor le respondo.

—La única e inigualable.

Su rostro se frunce como si se hubiera comido un limón podrido.

—Pareces... Diferente.

Lo sé. He conseguido domar mi cabello, la túnica me queda bien y hace poco me he sumergido en el mundo del maquillaje sutil.

Idea de Pansy, no mía, por supuesto.

—Umm... Gracias, tú te ves... Igual —honestamente apenas puedo recordarlo de la escuela. Recuerdo haberlo visto en la biblioteca algunas veces. Estaba en Aritmancia y Runas Antiguas conmigo, pero no que estuviera en ninguna de mis otras clases, ni siquiera en las que teníamos con los Slytherin. Quizá no estaba prestando atención.

Los siguientes minutos estuvieron llenos de conversaciones de mierda. ¿Qué tal estás? ¿Estás disfrutando la fiesta? ¿Qué has estado haciendo desde el colegio? ¿Dónde trabajas? ¿Estás saliendo con alguien? Es la basura que tienes que quitar de en medio antes de decidir si realmente quieres seguir hablando con esa persona. Y puedo decir inmediatamente que no quiero.

Me doy cuenta de que Theodore Nott todavía me tiene en poca estima por mi sangre. Puede que sea educado, neutral y demasiado maduro para burlarse de mí y llamarme Sangre Sucia, pero sigue considerándome como tal. Me cuenta que dejó Londres y se mudó a los Estados Unidos con su madre para alejarse de todo y que ahora ha vuelto, trabaja en la sucursal londinense del Departamento de Cooperación Mágica Internacional. No es muy amigo de nadie aquí, pero nunca lo ha sido.

Pansy lo invitó a la fiesta, pero él cree que solo lo hizo por cortesía. Y conociéndola, él tiene razón.

No pregunta nada sobre mí; es casi como si no le interesara y no le importara. Es aburrido y sus indirectas subyacentes contra mí, las que no se da cuenta de que entiendo, son muy poco apreciadas. Aun así, estoy demasiado cansada para discutir, así que me limito a escucharlo educadamente y a asentir, mientras mi mente divaga.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Tercera parte: Escalofríos

Theodore me deja sola después de los fuegos artificiales y me encuentro vagando por los pasillos, perdida en mi búsqueda de la nada, completamente ajena a todo.

—No deberías andar sola por aquí, Granger, no sabes qué o quién está al acecho.

Sorprendida, giro sobre mis talones y doy un grito ahogado, encontrándome frente al austero y solitario cumpleañero, vestido con una túnica negra que lo hace parecer más pálido de lo que es en realidad. Cuando su rostro se ilumina en una sonrisa burlona, rápidamente me doy cuenta de que el único peligro que acecha en estos pasillos está delante de mí.

Él es el peor peligro de todos.

Momentos después encuentro mi voz, pero no sueno tan segura como debería.

—La fiesta es fuera, ¿por qué estás aquí?

Su sonrisa es evidente incluso en la penumbra del pasillo mientras me apoya acorrala contra la pared, con su cuerpo apretado contra el mío.

—Estoy bastante seguro de que la fiesta va a ser aquí mismo.

Los ojos de Draco no se apartan de los míos ni por un momento, mientras su mano busca brevemente su varita en su túnica confeccionada a medida. Murmura un encantamiento que hace que la pared se abra y revele una habitación a la que no tengo más remedio que entrar. Con un movimiento de su varita, las luces se encienden, se atenúan y me encuentro maravillada ante esta pequeña e inmaculada biblioteca privada de paredes claras y ricos suelos de madera. Filas de libros perfectamente organizados en estanterías de madera de cerezo talladas a mano, un escritorio y una silla a juego, unos cuantos sillones y un sofá verde esmeralda completan la estancia.

Frente al escritorio hay una gran chimenea que extrañamente me recuerda a la de la torre de Gryffindor.

—Puedes pasar, Granger.

Sé que puedo, solo que no quiero.

Me paro en la puerta.

—De acuerdo, ya que planeas ser difícil esta noche... —Draco coloca su varita sobre el escritorio. Se afloja la corbata, se quita la túnica y se acerca tranquilamente a mí; la suela de sus zapatos de piel de dragón resuena en la habitación con cada paso que da.

Cuando habla, su voz es baja y la siento contra mi cuello, justo debajo de la oreja.

—¿Estás disfrutando de la fiesta? ¿Te gustó?

¿Sí me gustó? ¿Desde cuándo le importa si algo me gusta?

—Desde luego es magnífica —me maldigo internamente por dar una respuesta tan estúpida.

—Maravilloso —sus labios están a centímetros de mi cuello y todos mis sentidos se concentran en la sensación. El olor de su colonia se mezcla con algo que extrañamente huele a pastel y a Firewhisky. Es todo tan absorbente, tan volátil. Me toca los hombros con manos tensas. Imagino que me veo como se sienten sus manos en este mismo momento, con la única diferencia de las lágrimas que amenazan con entorpecerme la visión.

Aun así, me niego a llorar. Nunca le daré la satisfacción de saber que puede generar en mí emociones tan intensas.

Mientras sus manos recorren mis brazos, las mueve por los contornos de mi cuerpo, quiero correr. Alejarme. Quiero decirle que no, pero ni siquiera puedo moverme y mucho menos hablar. Odio que sea el único que pueda hacerme esto; que es el único hombre que quiero que me haga esto. Desearía que acabara de una vez, que se hastiara, para que yo pudiera alejarme y no mirar atrás. Desearía que lo hiciera porque ahora mismo, quiero que lo haga. Yo también quiero saciar mi sed.

La puerta se cierra tras de mí y sé lo que está a punto de ocurrir... Y lo permito.

Porque esta es la última vez que va a pasar, me he decidido.

Con un pequeño y bajo gemido los labios de Draco tocan mi cuello y a veces deseo que sus labios toquen los míos, pero nunca lo ha hecho. Mientras me besa la carne del cuello, me doy cuenta de que quizá sea bueno que nunca nos hayamos besado. Besar es mucho más íntimo y apasionado que el sexo. Besar a alguien es una conexión personal basada en la confianza y la emoción. Puedes follar con cualquiera; es solo la unión de los cuerpos. Pero besar, uno no se besa con cualquiera. No dejas que cualquiera invada algo tan personal como tu boca.

Si alguna vez llego a besar a Draco, será desastroso para mí porque despertará al dragón dormido que llevo dentro; uno que necesita permanecer dormido el mayor tiempo posible.

Draco se queda de pie, recorriendo mi cuerpo con las manos, cada vez baja un poco más. Hasta mis pechos, justo debajo de ellos, los toma por encima de mi fina túnica y los levanta. Me estiro hacia sus manos mientras mi cuerpo me traiciona, deseando más. Me toca la cintura, las caderas, todo. Abro los ojos y miro al techo. Consigo contener las lágrimas hasta cuando vuelve a pasarme las manos por los pechos y las lleva a mi clavícula, me obliga a mirarlo a los ojos.

Uno a uno, comienza a desabrochar pacientemente la serie de diminutos botones negros que adornan la espalda de mi vestido. Cuando las mangas de mi vestido empiezan a aflojarse, dejando al descubierto más piel, tira de la tela y el vestido cae en un montón alrededor de mis tobillos, dejándome expuesta ante él. Debería tener frío, pero su cuerpo me mantiene caliente.

Draco se inclina y besa cada centímetro de mi carne expuesta mientras se quita la ropa con suavidad.

Es un maestro de los besos suaves. Me besa cada centímetro de piel hasta que creo que ya no puedo soportarlo más y entonces vuelve a empezar, alimentándose suavemente de mi cuello mientras sus manos me acarician. Hay algo en el aire de esta habitación, en el calor de su cuerpo, en su proximidad, algo en todo esto que me vuelve ligera y lenta, algo que me calma y me hace desear que no se dé prisa.

El sofá está junto a la puerta y lo siguiente que sé, es que me levanta del suelo y me coloca ahí.

Cuando me separa las piernas y desliza un dedo en mi interior, mi piel zumba mientras mis caderas se mueven al ritmo que él marca. Sus dedos me penetran profundamente, el pulgar me acaricia el clítoris. Mi mente está abrumada por las sensaciones, mis labios se abren y suelto gemidos incontrolables; e intento desesperadamente olvidar todas estas nuevas sensaciones porque esta noche se trata de romper con Draco Malfoy.

No tardo en sentir esa familiar tensión y sé lo que está por venir; echo la cabeza hacia atrás, perdida en este salvaje abandono, esperando que las olas creadas por el movimiento de sus dedos se estrellen contra mí. Estoy justo al borde, lo siento, la liberación es palpable. Alargo la mano para tocarlo, pero de repente sus dedos se retiran y abandona mi cuerpo, dejándome deseosa y muy insatisfecha.

Cierro los ojos con fuerza y lo maldigo en silencio.

—La paciencia es una virtud —murmura roncamente. Siempre me dice lo mismo, cuando en realidad Draco es la persona más impaciente que conozco.

Créeme, la paciencia es una virtud que tengo en abundancia; es la razón por la que me he quedado tanto tiempo. Y estoy harta de tener paciencia.

Levantándome ligeramente, mis manos alcanzan el respaldo del sofá. Me estabilizo justo cuando él entra en mí sin previo aviso, llenándome profunda y completamente. Se me van de la cabeza todos los pensamientos sobre la paciencia, la resiliencia y la lógica. Jadeando, me aferro a él con fuerza. Gimo y respiro entrecortadamente. Nunca nadie me había llenado así, nunca me había sentido tan al límite, créeme, he tenido suficientes experiencias para saber que el cuerpo de Draco encaja en el mío a la perfección. Es como un guante que se adapta a mí. Se queda quieto durante lo que parece una eternidad, permitiéndose a sí mismo y a mi cuerpo acostumbrarse.

Las tenues luces son su centro de atención y mis ojos están puestos en él.

Es todo un espectáculo a la vista. Sus ojos contarían mil historias si no los ocultara. Por un momento, quiero esforzarme y ver esas ventanas, queriendo saber qué secretos puedo descubrir mientras él está en plena pasión, pero no lo hago. No puedo. Porque empieza un movimiento perfecto que me hace desmoronarme contra él. Se me cierran los ojos y más que verlo moverse, siento cómo sujeta mi cuerpo mientras él marca el ritmo. Mis piernas flaquean, siento débiles los brazos que se anclan a su cintura; necesito su apoyo porque estoy perdida en las sensaciones que recorren mi cuerpo.

Lo oigo gemir, lo siento temblar y, cuando se detiene, no sé por qué. Solo sé que ha parado lo que mi cuerpo anhela. De repente, me suelta; la conexión de nuestro cuerpo se corta.

—Abre los ojos.

Se lo permito y vuelve a llenarme, esta vez se mueve dentro de mí con rápidas caricias. El caro sofá cruje, agitado por los movimientos. Sus dedos se extienden por mi vientre y bajan hasta atrapar mi clítoris, acariciándolo sin piedad mientras se mueve contra mí.

Mi cuerpo está suspendido en una sensación que no quiero describir. Mis músculos están tensos, pero me siento relajada. He dejado de respirar, pero no necesito aire. Algo en lo más profundo de mí se está gestando, empieza como un pequeño destello de calor y crece hasta convertirse en un infierno. No puedo controlar los sonidos que brotan de mis labios, los gemidos, su nombre y otras palabras que no había murmurado hasta esta noche. Aprieto los labios con fuerza mientras los temblores se convierten en sacudidas, la acumulación en mi interior se acerca a su punto álgido y me agarro a sus brazos, enrosco mis piernas alrededor de él. Draco se mueve más deprisa, con los ojos cerrados.

—Granger —susurra sin romper el ritmo—. ¿Qué quieres?

No tengo que decírselo, creo que mis gemidos dicen lo suficiente, pero aun así él ya sabe lo que quiero y obedece a mi silenciosa petición, penetrándome con más fuerza. A cada embestida, siento que me aprieta más. Con cada arremetida, los músculos se me tensan más. Con cada embestida, los nudillos se me ponen blancos y le clavo las uñas en la piel. Solo oigo nuestra rápida respiración, nuestros gemidos resonando en las paredes, puras sensaciones. Siento cómo se vuelve más frenético, oigo cómo aumentan sus gemidos, siento cómo empieza a temblar. Y el gemido que emite cuando está a punto de llegar al orgasmo. Es un sonido profundo, como si hubiera comido algo realmente soberbio.

Cuando oigo ese gemido, me vuelvo loca... Y él también.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Cuarta parte: Separarse

Permanecemos en silencio durante varios minutos, con los cuerpos inmóviles. Se levanta cuando nuestra respiración vuelve a la normalidad. La realidad regresa y yo no quiero que vuelva. Verás, en un mundo perfecto estaríamos así toda la noche, pero por desgracia esta es la realidad y aquí no somos más que una aventura ocasional.

Mientras nos vestimos, estoy más decidida que nunca a cortar esta pseudo relación destructiva.

—Entonces —su voz me saca de mis pensamientos—. ¿Por qué te vas? Y sé sincera, Granger. Tampoco me vengas con mentiras sobre tu pasión por convertirte en sanadora —Draco frunce el ceño—. Puede que engañes a todo el mundo con esa mentira, pero sé que es una completa estupidez. Ni siquiera querías ser una maldita sanadora hasta que empezamos a acostarnos.

Aprieto el último botón y me giro para mirarlo. Mantengo la cabeza alta y le respondo con la misma frialdad que él.

—Lo que quiero saber es por qué te importa, Draco. Es muy raro que te importe alguien que no seas tú mismo.

—Touché, Granger, touché.

—¡Yo no soy egoísta, tú lo eres! Que te jodan.

—Ya lo has hecho —sonríe jactancioso.

—Te odio —lo digo en voz alta, sin querer, pero secretamente estoy contenta de que haya oído esas palabras.

Todo el comportamiento de Draco se transforma en algo que no reconozco. Su expresión es algo que nunca había visto antes. Incredulidad es la única palabra que se me viene a la mente. Esto es definitivamente nuevo para él. Las mujeres no odian a Draco Malfoy; lo aman, aspiran a follarselo, a casarse con él, no lo odian.

Rápidamente, recupera la compostura.

—Ah, ¿sí? Bueno, la vida sigue.

Por supuesto, consigue añadir un insulto a mi injuria.

Felicitaciones, Draco, ¿quieres destrozarme un poco más?

Levanto la voz hasta casi gritarle.

—Vete a la mierda. Me da igual. Irme es mi elección —siento el sabor del desafío en la boca—. Te di mi carta de renuncia hace meses y ni siquiera te molestaste en preguntar. Nunca dijiste una palabra, así que ¿por qué preguntarme ahora, Draco?

—No tengo por qué responder a eso.

—Y yo no tengo que responderte. Estoy segura de que ya tienes alguna teoría conspiratoria preparada.

—De hecho...

—Ahórratelo, me importa una mierda. Atribúyelo a lo que quieras, no me importa. Me voy. —y me dirijo hacia la puerta.

Draco me agarra del brazo.

—¿Adónde crees que vas?

Me quito su mano de encima, hirviendo de rabia.

—Aléjate de mí, Draco.

El poco color que le queda en el rostro desaparece rápidamente.

—No lo dices en serio.

Me río. Sueno amarga y vacía de emociones, aunque no soy más que sentimientos, especialmente por él. Me mantengo firme, por difícil que sea.

—¿No lo entiendes? Esto, sea lo que sea, se acabó. Hemos terminado, Draco. Espero que hayas disfrutado esta noche porque nunca más tendrás la oportunidad de tocarme. Así que búscate otra puta para empezar a follar, consigue todas las putas que quieras porque yo ya no voy a ser tu amiga con beneficios.

Se queda estoico, mirándome con los ojos entrecerrados, pero su voz suena extrañamente vulnerable.

—No puedes irte, menos, así como así.

—¿No puedo? —suelto una risita triste—. Pues mírame.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Notas: ¡Ahhh! Vengo con otra historia. Nuevamente de la mano de Inadaze. Definitivamente, yo no poseo autocontrol y me encanta trabajar en fics a los desquiciada, jijij.

Naoko Ichigo