Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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—¡Satori!— La desesperación en Akane se hacía presente en forma de gritos. La adrenalina se aferraba en ella, pero el miedo por no encontrarlo era mil veces más grande. —¡Satori!... ¡Satori!... ¡Satori!
Las nubes se volvieron aún más grises, lo que significaba que posiblemente llovería mucho más fuerte. El viento se volvió frío, y la noche comenzaba a caer en el sitio. ¿Cuánto tiempo llevaban buscándolo? Parecía una eternidad, aunque llevaban si acaso tres horas. Jadeó, desesperada al no obtener ni una sola respuesta. Revisó su celular por si Ranma le mandó mensaje, aunque no existía nada.
Se abrazó a si misma, lamentándose. Una lágrima salió de sus ojos marrones, pero la quitó brusca. No era el momento de llorar.
—¡Satori!
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—¡Satori!
Ranma observó a todos lados, pero la densidad del bosque no permitía que su visibilidad fuese buena. Corrió hacia la derecha, y luego, hacia la izquierda. Sin embargo, ni una sola señal del niño existía en el espacio. Las gotas finas de lluvia comenzaron a caer, además de algunos rayos en las lejanías del lugar. Todo se volvía sombrío, pero no debía de rendirse.
Encontraría a Satori, cueste lo que cueste.
—¡Satori! ¡Satori!
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El pequeño cuerpecito se hallaba agazapado en un lugar que no conocía. Hizo mal en alejarse, y lo entendía. Es solo que no pudo soportar lo que ella le dijo. Tal vez aún era muy chico para entender algunas cosas, y quizá no sabia nada de lo que era el amor.
Pero ahora, podía decir lo que se sentía tener el corazón roto.
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Capítulo 13.- El club de los corazones rotos.
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Dos días antes...
Akane saltó de su cama, emocionada por los numerosos mensajes de cumpleaños que recibió. Con una sonrisa resplandeciente respondió a cada uno de ellos, empezando por el de su propia familia. Al parecer, su madre se hallaba feliz por el fin de sus quimioterapias. Kasumi le aseguró que hacían lo posible por cuidarla de forma diligente, para que no enfermara.
Luego, sus amigas. Yuko y Sayuri no dejaban de mandarle muchos emojis de felicitaciones, mientras que Akari le pasó una foto de uno de sus cerditos con un gorro de fiesta. Su amiga siempre tan ocurrente.
Por último, pero no menos importante, Shinnosuke. Deseó un muy feliz día para ella, y le prometió mandarle una foto de un regalo que le tenía preparado. No dijo mucho más. Emocionada respondió que lo esperaria con ansias, y fue entonces que decidió que ya era suficiente de holgazanear. Se colocó su ropa de entrenamiento, y salió de su habitación con demasiada energía.
Tanto Ranma como Satori se hallaban desayunando, retándose entre ambos. Durante todos estos días, los entrenamientos solían ser un poco tedioso ya que el pequeño Satori no dejaba de desafiar a Ranma constantemente. Se había desarrollado una rivalidad extraña, como si quisieran demostrar quien era el mejor peleando el karate kumite.
Pero cualquier tensión desapareció al mirar a una sonriente Akane, quien se servía su porción del desayuno en su plato bailando de manera curiosa y, hasta cierto punto, graciosa.
—¿Qué rayos te sucede?— Preguntó el de trenza mientras alzaba una ceja. Observó como la chica se sentaba en la mesa, bailando aún.
—Hoy es mi cumpleaños.— Mencionó antes de probar un bocado de su arroz.
Satori, muy interesado en el dato inclinó su cuerpo en la mesa. —¡¿Es de verdad, sensei?!
Asintió. —Lo digo en serio.
Ranma no dijo nada. Sim embargo, una sonrisita se dibujó en sus labios. —Bueno, en ese caso tendremos un entrenamiento especial.
—¿Entrenamiento especial?— Preguntaron los dos chicos.
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—¡¿Pero... que... sucede... contigo?!— Exclamó una furibunda vocecita femenina.
Akane y Satori ya no podían con la falta de aliento. Todo un circuito gigantesco en el que debían evitar obstáculos fue el maravilloso entrenamiento especial de Ranma. La verdadera pregunta es, ¿Cómo diablos había logrado armar esa pista del infierno en tiempo récord? A menos que ya lo tuviera planeado desde antes, pero no parecía ser así. Las rocas gigantescas iban y venían, mientras que unos pobres y cansados chicos a duras penas podían esquivar para no ser aplastados.
Un muy sonriente Ranma les observaba desde lo lejos, cruzado de brazos y muy divertido al ver las caras de esfuerzo de ambos. —¡Es tu entrenamiento especial! ¡¿No te gusta la sorpresa?!
—¡No!— Esquivó una roca, aunque le costó un poco menos de esfuerzo hacerlo. —¡Eres hombre muerto!... ¡Ya verás cuando salga de esto!
El de trenza observó a Satori. —¡Debilucho!
¡Debilucho nada! Rebasó una de las rocas saltando ágilmente sobre ella. La siguiente corrió con la misma suerte, y así se mantuvo, esquivando piedras super pesadas con más confianza que antes.
—¡Whoa! ¡Satori, estás mejorando!— Exclamó Akane, impresionada con su pequeño alumno.
Aquél pequeño renacuajo sonrió satisfecho, pero borró el gesto al notar que el pedante sensei no estaba ahí para verlo. Se hallaba de espaldas, haciendo quien sabe que cosa. Sacó la lengua burlesco, frunciendo el ceño.
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El trío de chicos caminaba de regreso a la cabaña, sintiendo sus músculos agarrotados gracias al entrenamiento arduo. Sin embargo, había sido un poco más fácil de llevar a cabo que la semana pasada. Parecía que cada cosa hecha no les beneficiaba en nada, pero era todo lo contrario.
Tanto Akane como el pequeño Satori se percataron del aumento en su fuerza y velocidad, lo que quería decir que los entrenamientos iban viento en popa. Bueno, no le discutirían tanto a Ranma por lo rudo que a veces era con los ejercicios solo por la misma razón de que les beneficiaban.
—¿Aún están enojados?— Preguntó el de trenza, riendo divertido ante la visión de sus víctimas cansadas.
Akane entrecerró los ojos. —¿Tú que crees?
—Pero les ha funcionado, ¿No?— Ranma cruzó los brazos por detrás de su cabeza. —Han mejorado.
—A base de ejercicios raros. ¿Y así me decías que tenías miedo de que nos lastimáramos?
—Pues los subestimé.
Una vez que llegaron a la puerta de la cabaña, Ranma sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta pero sin entrar al lugar. —Oh, por cierto, mañana el entrenamiento será mil veces peor.
—¡No, ya no! ¡Por favor!— Se quejó de la pelo corto. —Sé que dije que moriría por las artes marciales, pero tengo mis límites.
—¿Por qué te quejas? Si eres una gorila con tanta fuerza, así que no deberías tener límites.
Satori se enojó. Corrió hasta el chico, propinándole un codazo en su estómago y sacando el aire de él. —Deja en paz a Akane sensei.— Luego, corrió hacia adentro de la cabaña.
Ranma sobó sus costillas, quejándose de la pequeña molestia y resoplando con dolor. —¿Qué diablos le pasa al mocoso?
—Di que te fue bien, y no te golpeó un gorila fortachón como yo.— Añadió ella, pasando de largo a Ranma sin prestarle mucha atención.
—¡Whoa!
Al escuchar la expresión de sorpresa de Satori, la joven adelantó más sus pasos, hasta que se detuvo.
Akane, atónita, observó a detalle cada cosa instaurada en el lugar. Un pequeño letrero de Feliz cumpleaños se hallaba colgado en el muro, y un delicioso y sencillo pastel les saludaba en la mesa. Lentamente fue acercándose, llegando hasta la mesa, examinando el postrecito. Chocolate y fresas adornaban el alimento, además de algún que otro merengue.
—¿De donde salió?— Preguntó asombrada.
El sonrojo tenue alcanzó al de trenza, frotando su cabeza con una de sus manos. —Le pedí a la casera que lo hiciera. Me cobró un poco más, así que espero que lo aprecies de verdad.
—¿Fuiste tú?— Akane abrió los ojos como platos. ¿De verdad el idiota era detallista?
Entrecerró su mirada. —No me mires así. ¿Qué acaso no crees que haya sido yo?
Negó con la cabeza. Se acercó a Ranma, y tomando un poco de impulso, lo encerró en un tierno y dulce abrazo. Akane podía sentir su corazón corriendo como loco, además de que la respiración se le agitó, incluso aún más que cuando entrenaba. Podía parecer un detalle simple, y a pesar de ser solo comida, la intención de hacerla feliz pesaba mucho más. —Gracias, Ranma.— Susurró en voz baja, sonriendo tímida, ocultando un poco su rostro en el pecho de ella.
Claro que todo esto descompuso al de trenza. Si estuviese en una caricatura, el humo saliendo en sus oídos podría ser percibido. Robóticamente llevó sus manos hacia la espalda de Akane, tocando apenas la ropa de ella. Tragó saliva, y comenzó a balbucear. —No... nada... es... ehm... ah...
Satori los observaba con celos. Llevaba varios días intentando superar las pruebas de Ranma para demostrarle a Akane que podía ser más fuerte que el chico, y ahora ese idiota venía y con un solo pastel se llevaba los abrazos de la chica más hermosa del mundo. ¡No era justo!
—¡Sensei!— Exclamó el pequeño, corriendo hasta ella y jalando la ropa de Akane. —¡Vamos a partir el pastel!
Ella se separó de Ranma, sonriendo gustosa. —Si... pero antes vamos a ducharnos, que nos hace falta..— Caminó hasta su cuarto, esperando poder controlar su euforia.
Ranma, por otra parte, despertó del trance para mirar un poco molesto al niño. ¡Siempre tenía que interrumpir! Estaban a la mitad de un momento importante, algo que difícilmente se volvería a repetir. Y el malcriado lo arruinó. Refunfuñando se les unió.
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Una vez que el trío de personas terminó de ducharse, se reunieron en el comedor para poder partir el delicioso pastel de Akane. Satori corrió por el encendedor antes de que el idiota de su sensei fuese por el objeto. Luego, tomando ventaja sobre el chico, recorrió la silla más cercana al pastel y le ofreció el asiento a Akane, como si se tratara de un caballero de armadura brillante. —Tome asiento, sensei. Usted debe descansar un poco sus pies después del entrenamiento.
—Muchas gracias, Satori.— Acarició la cabeza de forma suave, tomando asiento en la silla.
El de trenza gruñó mirando como la cara del niñito ese cambiaba a una burlesca. —Parece que la miel se derrama. ¿Quién diría que a Satori le gustan las frutas maduras?
—¡S...Sensei!— Exclamó Satori muerto de la pena.
—¿Frutas?— Akane observó durante unos segundos las fresas. —¡Oh! Cuando partamos el pastel te gustaría una. ¿No?
—Si.— Se apresuró y trató de encender el fuego de la velita para evadir el tema. Sin embargo, le estaba costando un poco, ya que el encendedor se estaba vaciando.
Ranma soltó una pequeñita risa irónica, acercándose al niño. Le arrebató el encendedor, prendiendo la chispa de la velita. —Tonto.— Masculló, saboreando la victoria en esa pequeña riña entre ambos.
—Gracias, Ranma.— Agradeció la joven.
—¡Pida un deseo, y sople las velas.
—¿Un deseo?— Dubitativa, comenzó a pensar en que podía pedir. Había tantas cosas, que no tenía claro cual sería su petición, hasta que una chispa la iluminó. Fue entonces que ella cerró los ojos, pidiendo un deseo desde lo profundo de su corazón de forma fugaz. Luego, abrió la boca y sopló hacia el fuego, apagando la velita instantáneamente. Dio un par de aplausos, y sonrió. —¡Listo!
—¿Qué pidió?— Preguntó el niño, interesado de más.
—Que genio saliste, Satori. Es obvio que no nos lo puede decir porque si no no se cumple.— Comentó el de trenza, lleno de ironía y sarcasmo.
—Bueno, basta ya. No entiendo que sucede contigo Ranma, pero por favor cálmate. Mejor comamos pastel ya.— Ella tomó el cuchillo, con la esperanza de partir el pastel. Sin embargo, fue detenida por dos manos que se posaron en su muñeca.
—¡Yo lo corto!— Exclamaron ambos hombres a la par, mirándose fulminantes.
Ella solo suspiró. —Lo hago yo. No se preocupen.
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Akari le administraba a un cachorrito la medicina correspondiente a través de una vía intravenosa, mientras meditaba en el gran problema que sostenía. Desde que la arpía de Ukyo Kuonji la amenazó con el secreto sobre la mamá de Akane, ella y Ryoga no podían tener un momento en paz. Llevaban dos semanas sin poder hablar más que por mensajes, y eso la abrumaba un poco. Lo extrañaba, pero la bruja malvada parecía acaparar toda la atención del chico.
—Oye, amiguito. Los hombres son unos idiotas.— Dijo mientras depositaba la jeringa en la basura. —Pero más idiota soy yo. ¿Debería decirle a Akane sobre el secreto de su madre? Porque no me gustaría que la señora recaiga. Recién está recuperando fuerzas.— Suspiró. —Además, extraño a Ryoga. Tampoco puedo decirle nada a él, o Ukyo hablará. ¿Qué debería hacer?
El cachorrito pasó de estar tranquilo, a alterarse un poco, ladrando hacia la puerta. Sin embargo, adoptó una posición menos relajada, como se estuviese a la defensiva. Esto desconcertó a Akari, quien giró su rostro en dirección hasta la entrada. Se sobresaltó un poco al ver de quien se trataba. —Ah, Taro. No te escuché llegar.
Taro se encogió de hombros, restando importancia. Caminó hacia ella, pero al estar cerca el cachorrito ladró con más insistencia. —Está agresivo.
Akari frunció el ceño. —Es extraño. Hace unos segundos estaba tranquilo.
—Cosas de perros, supongo.
La chica regresó al cachorrito a la jaula donde se hallaba, y luego la cerró. —¿Qué tal te has sentido trabajando aquí? ¿Te gusta el ambiente?
—No está nada mal.
—Me alegra saberlo. Bueno, debo ir a...
—A la sala de los conejitos.
Se extrañó. —¿Cómo sabes a donde voy?
Volvió a encogerse de hombros. —Solo lo supuse.
—Claro. Bien, debo ir...
—Te acompaño.
—Si... esta, bien...— Aceptó, aunque una corazonada negativa se instauró en ella. Sin embargo, decidió ignorarla.
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Ranma gruñó, harto de tener la peor suerte del mundo. El idiota de Satori tuvo la brillante idea de retarlos a jugar algunos juegos de mesa y poker, y eso le instauró una gran revelación que ni el mismo sabía que existía: su nula habilidad para ese tipo de juegos. ¿Cuántas partidas de cartas ya llevaba perdidas? Unas ocho. ¿Y cuantas habían jugado? Si, ocho. Observó con rencor al niño, quien detrás de sus cartas sonreía malévolo. Mocoso malcriado.
—Muestren sus manos.— Pidió el niño.
Akane y Ranma pusieron encima de la mesa sus manos correspondientes, esperando tener la suerte de resultar vencedores.
—Parece que han perdido...— Satori pronunció esa frase demasiado orgulloso de sus intentos de humillar a Ranma. Mostró su mano de cartas, revelando que poseía la mano más grande de las tres.
—¡Eso es trampa!— Exclamó Ranma, tomando su pelo desesperado. —¿Cómo es posible que no pueda ganar ni una sola ronda?
La de pelo corto le brindó unas cuantas palmaditas en la espalda. —Tranquilo. Solo no fue tu día...
—¡Exijo la revancha!— Desafió el de trenza.
—¿Eh?— Akane observó la hora en su celular. —Pero ya es tarde. Será mejor que vayamos a descan...
Satori reaccionó enérgico ante el desafió de su sensei. —¡Trato hecho!
—Chicos...— Se interrumpió gracias a las vibraciones de su teléfono. En la pantalla, el nombre de su mejor amigo aparecía marcando una videollamada. Emocionada por tener noticias de él deslizó el dedo en el botón de contestar, rogando por que hubiese la suficiente señal.
—Akane...
Tanto Ranma como Satori detuvieron su pelea infantil al percibir la voz de una tercera persona. Lamentablemente para el de ojos azules, sabía quien estaba hablando con Akane. Maldita sea.
—¡Shinnosuke! No esperaba tu llamada.
—Lamento la hora. Pensé que estabas durmiendo.
El de trenza se asomó, apareciendo un poco en la pantalla de Akane. —En realidad, ya estábamos a punto de irnos a dormir. Mañana seguiremos entrenando, y Akane no debe de desconcentrarse.
—Oh. Supongo que debo ofrecer una disculpa sincera. Akane, si estás cansada, podemos hablar después.
Ella negó rápido, propinando un codazo discreto a Ranma. —No le hagas caso a Ranma. Está de mal humor porque le ganamos en el poker.— Dedicó una mirada furiosa al chico, y luego sonrió hacia Shinnosuke.
Shinnosuke, a través de su pantalla, correspondió la sonrisa de su amiga. Por dentro, disfrutó de la humillación de Saotome. —Es una pena, Saotome. Soy bueno jugando poker, ¿quieres que te enseñe?
—No.— Respondió grosero.
—Deja de ser tan brusco con Shinnosuke.
—No soy brusco, tonta.
—Idiota.
Satori pestañeaba, atento a lo que sucedía. No entendía que pasaba, pero a juzgar por la voz irritada de su sensei, parecía ser que se trataba de una persona muy especial para Akane. Aunque haciendo memoria, todo cuadró. Es el amigo de Akane sensei. ¿Por qué a Saotome sensei le molesta su presencia?
—No te preocupes, Akane. Seré breve. Para mi proyecto de artes realicé un cuadro. Y pensé en que sería una excelente idea mostrártelo. Serás la primera persona en verlo. Bueno, además de Saotome.
—Que gran honor.— Ironizó el de trenza, rodando los ojos.
El castaño giró el celular, evidenciando el regalo para ella. Y tanto Ranma como Akane abrieron la boca, impresionados por la creación espectacular del chico. El rostro de Akane se hallaba trazado en ese lienzo. Los colores brillantes resaltaban la belleza del rostro femenino, y las facciones, delicadamente dibujadas retrataban la viva imagen de la pureza. Ese cuadro no solo parecía el retrato de una mujer asombrosa. Transportaba a quien lo miraba hasta el corazón la esencia de la persona a la que reflejaba, logrando cautivar al espectador.
—Shinnosuke... es... muy hermoso.— Akane sonrió enternecida. Adoraba a su mejor amigo, y a pesar de que fue su primera decepción amorosa, aún el cariño estaba ahí.
—Me alegro que te gustara. Es tu regalo de cumpleaños.— Miró a Saotome, recalcando con sus ojos un claro gané.
—¡Gracias, Shinnosuke!
Fue entonces que Ranma sintió la bilis recorrerle por todo su esófago. El sabía que Akane cumplía años ese día. Se aseguró de enterarse un par de días antes al preguntarle de forma discreta a su padre, y hasta le pidió el favor a la casera de que cocinara un pastel, ya que de haberlo hecho él mismo ella se hubiese enterado de la sorpresa. Quería ser el motivo de la sonrisa de Akane, pero ahora no solo estaba el niño. Shinnosuke también seguía persiguiéndoles, aún sin estar presente. Y encima, no podía negar que el chico tenía talento para la pintura.
El demonio dentro de él se desató. —Si, si. Gracias por tu demostración. Akane necesita descansar.— Arrebató el teléfono de ella, y antes de colgar la llamada, habló fríamente. —Adios.
Akane, enojada, recuperó su aparato. —¡Ranma! ¡¿Qué diablos te pasa?! ¡No tenias por qué hacer eso!
—Pero es la verdad. Debes descansar.— Declaró, levantándose de la silla. —Ya te lo había dicho. Él solo te entretiene.
—Que idiota.— Frunció el ceño. —Parece como si estuvieras celoso.
—Ja.— Cruzó los brazos. —¿Celoso? ¿De qué?
—De él. Y no entiendo el por qué.
—¡No estoy celoso!— Si lo estaba, pero no iba a admitirlo frente a ella. —Te puede pretender quien sea.
—Shinnosuke solo es mi amigo.
— Como sea. No me interesa si te intentan conquistar.
Satori no entendió eso último. Además, tampoco le hacía sentido que negara el estar celoso. Se suponía que ambos eran prometidos, por lo que él tenía el derecho de estarlo... ¿o no?
Akane apretó los puños fuerte. Lo que dijo fue un poco más confuso para su corazón. —Me parece perfecto. Lo consideraré. Buenas noches.
Satori le dio un pequeño golpe en el brazo a Ranma. —Eres malo con Akane sensei. ¡No te merece!
—Di lo que quieras, renacuajo.— Dijo él, yendo directo a su habitación.
La chica llegó a su cuarto, cerrando de un fuerte portazo su pieza. Dejó el celular en la mesita de noche, y se desparramó de forma descuidada en su cama. Suspiró, observando al techo de madera. ¿Qué sucedía con Ranma? No tenía idea, pero cada vez que Shinnosuke salía a flote, él parecía estar celoso. Pero luego lo negaba como hizo hacia unos instantes. —Que molesto.— Murmuró.
El sonido de notificación salió de las bocinas de su celular, por lo que se apresuró a leer el mensaje. Era de Shinnosuke.
Shinno:
No te preocupes por lo sucedido. Lamento haber llamado tan tarde, pero te extrañaba.
Por cierto, ¿recuerdas al chico que te mencioné? Te desea un feliz cumpleaños, y espera que pronto pueda verte, ya que desea entregarte un regalo personalmente.
Ten dulces sueños, Akane.
El chico que le mencionó, ese que se sentía atraído por ella, y del cual desconocía su identidad. De nuevo la molestia nacía en ella. —¡Que confuso es todo!— Exclamó, ahogando su cabeza contra la almohada.
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Dos días después...
Akane se había despertado temprano nuevamente, y ensayaba en el circuito de rocas gigantes que Ranma organizó para sus entrenamientos. Se hallaba concentrada, esquivando las piedras con la mayor velocidad que su cuerpo le permitía.
Durante esos dos días posteriores a su cumpleaños, los tres actuaban de forma extraña. Satori y Ranma no dejaban de retarse entre si, creando un ambiente un poco incómodo. Y entre ella y Ranma había tensión, pero una muy rara, como si se tratara de una mezcla entre enojo, frustración y anhelo. Intentó hablar con él sobre lo sucedido en su cumpleaños, sin embargo, cada que ella quería hacerlo, él le esquivaba diciendo que debían entrenar más.
Sin querer, dio un golpe a la piedra, disolviéndola en pequeños pedacitos que salieron volando en múltiples direcciones. Jadeó fuertemente, y se detuvo por completo. Ni siquiera eso podía despejar sus dudas en el corazón.
—Vaya.
La voz masculina le sorprendió. Al girar su rostro, pudo observar a Ranma parado frente a ella, mirándole sereno. —¿Qué haces aquí?— Preguntó con cautela.
La respuesta era simple: le escuchó salir de la cabaña. Al principio se negaba a seguirla, pero la curiosidad le mató. Cuando llegó al lugar, la estuvo contemplando durante un buen rato. Se asombró de que en tan poco tiempo parecía haber adoptado agilidad y destreza tras los entrenamientos, pero a la vez, en sus adentros se sintió orgulloso de ella.
Llevaban peleados durante ese par de días, y eso no le gustaba. No podía tolerar el hecho de que ella le tratase de forma fría, y que ni siquiera las cenas fuesen animadas. Si de por si parecían tener una barrera invisible entre los dos, ahora con el disgusto anterior se agrandó más la distancia.
Carraspeó, aproximándose hacia ella. —Me desperté temprano, y te escuché entrenar.
Asintió, desviando el rostro hacia sus vendajes en las manos. Los acomodó, distrayéndose con ello para calmar la tensión que sentía. —Ya. Me hace falta mejorar. ¿No?
—Si, pero lo que has hecho es... increíble.
—¿Qué?— Le extrañó de sobremanera escuchar ese halago. —¿Hablas enserio?
—Si.— Resopló. No sabía como disculparse por su arrebato anterior, hasta que se le ocurrió la mejor forma de hacerlo. Sin esperarlo, lanzó una patada hacia ella, sorprendiéndola.
Akane la bloqueó sin entender que rayos sucedía? —Oye.— Protestó, aunque tuvo que esquivar otro puñetazo.
Ranma no dijo nada. Siguió atacando a Akane, mientras que ella bloqueaba cada golpe. Los golpes se repartían en intervalos diferentes, alternando direcciones y posiciones. El de trenza lanzó una patada doble, y Akane decidió contratacar con otra. El de trenza esquivó aquél movimiento, empezando a caminar el círculo. Ella le siguió el ritmo, dejándose llevar por el fluir de sus cuerpos. El viento del bosque les acompañaba, musicalizando toda la escena de acción que un par de chicos llevaban a cabo.
Ambos atacaban y bloqueaban, sumiéndose en una danza llena de karate. Una danza como la que habían compartido antes del baile que comenzó las confusiones entre los dos. Fue entonces que Akane se dio cuenta de lo que hacían. Una sonrisa se asomó en sus labios, y la risa salió natural. Ese tonto se estaba disculpando con ella sin necesidad de palabras.
El chico se contagió de la serenidad de ella, riendo de igual forma. Los movimientos dejaron de ser rígidos para convertirse en unos más relajados. Hasta que todo terminó con Akane impactando su puño contra la palma abierta de Ranma.
Se miraron por unos instantes, contemplando los rostros de cada uno. A pesar del sudor en sus pieles, y de las respiraciones agitadas gracias al esfuerzo físico, la imagen del otro era de las mejores que jamás habían visto en su vida, y todo por la estúpida sonrisita que se asomaba en sus caras. La más brillante que jamás hayan puesto. Y dios, como adoraban ver esos labios curveados en cada uno.
—¿En serio esta fue tu manera de pedirme disculpas?— Preguntó Akane, divertida.
—No me digas que no fue una muy buena y original.— Soltó egocéntrico.
Ella separó su mano sin querer hacerlo realmente. Luego, se incorporó. —Ah, tu ego es enorme. Pero bueno, disculpas aceptadas.— Suspiró, caminando hacia un árbol cercano.
Ranma le siguió, notando que le pasaba algo. —¿Todo bien?
—Es solo que...— Dudó en si decirle acerca del chico que Shinnosuke le mencionó. Sin embargo, supuso que no sería buena idea. —No, no es nada.
—De acuerdo.— Sonrió. —¿Te parece si peleamos un rato más?
Akane asintió. —Seguro. Pero ni creas que me vencerás.
—Tonta.
Y mientras ellos se sumergían en un baile nuevo lleno de risas y diversión, un pequeño niño les observaba desde su ventana en la cabaña, iracundo y con frustración en sus pupilas.
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—Gracias por venir a ayudarme, hija. No sé que sería de mí sin tu ayuda.
Nodoka sonrió brillante a su madre. Le tomó la mano, besándola tierna. —Mamá, tu siempre me cuidaste cuando era más chica. ¿No recuerdas la vez en la que me enfermé de tifoidea y estuve al borde de la muerte? Me ayudaste a salir adelante, a pesar de encontrarte en una situación muy precaria.
—Lo sé, querida. Y sé que lo mismo has hecho por nuestro Ranma. Por cierto, tienes mucho que contarme sobre él. ¿Cómo es que está comprometido?
—Es una larga historia, pero antes, debo preguntarte que ha sucedido. No es normal que te enfermes, al menos que hayas recibido una noticia muy impactante.
Atsuko suspiró. La anciana entendía las dudas de su hija, y a pesar de haber podido ocultar algunas cosas anteriormente, ahora parecía que la caja de pandora se abrió por completo. Miró hacia la ventana doble abierta, contemplando el sol radiante. La comunidad rural siempre había sido su lugar favorito para vivir, y más cuando tuvo que irse para nunca volver a donde el pasado doloroso se quedó atrás.
—Es sobre tu padre biológico. Han surgido noticias de él.
La matriarca Saotome sintió en su corazón un poco de pesar. Cuando era pequeña, nunca tuvo a una figura paterna a su lado. Creció mirando como su pobre madre salía adelante sola, y aunque de niña no entendía nada, sabía que en algún lugar existía la persona que la había procreado junto a su madre. Muchas interrogantes en ella se abrieron paso en su adolescencia, más nunca hizo nada por aclararlas. Menos al saber que a su mamá le dolía hablar de aquello.
—¿Noticias?
Asintió. —Antes de hablar contigo sobre ello, me gustaría pedirte que vayas a comprar las cosas necesarias para hacer tu sopa preferida. ¿Crees que puedas ir?
—Seguro, madre.
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Shinnosuke se hallaba ansioso, y muy incómodo. El elegante traje que portaba había sido idea de su abuelo. Si, aquél que lo metió en este desastroso embrollo. ¿Cómo era posible que pensara que sería lo mejor hacerle ir a comer con los Kumon, pero estar frente a la odiosa mujer que lo había arrastrado hasta un acuerdo para separar a Akane y a Saotome? Ni idea.
Y al igual que él, una molesta Xian Pu le observaba, enfundada en un vestido estilo qi pao que el señor Kumon le compró. Había aceptado la invitación porque creyó que solo sería una cena común y corriente, pero cayó en la trampa de ese hombre. Su abuela no lo habría permitido. Si tan solo no hubiera decidido ir a su pueblo a visitar a su hermana, nada de esto estaría sucediendo.
—Me alegra que hayan aceptado la cena, estimado señor Ueda.— Ryutaro quería más y más. Si no pudo obtener a la joya del dojo Tendo, entonces haría lo posible por unir fuerzas con los Ueda. Si la cena resultaba bien, él podría tener conexiones, y tal vez eso influya en los resultados del torneo.
El abuelo Ueda asistió a la reunión, convencido por su hermano. Sin embargo, no esperó las intenciones de esa reunión. —Me sorprende que desee una unión entre mi familia y su familia.
—No debería. Después de todo, sería beneficioso para ambos.— Señaló con la palma de su mano a la amazona. —Ella es una gran guerrera. ¿Se imagina las posibilidades como resultado de la unión entre ellos?
El castaño decidió interrumpir. —Lo lamento, pero yo no entreno artes marciales.
Xian Pu le siguió. —Además, yo soy amazona. Solo nos comprometemos si derrotamos al hombre que pelea con nosotras.
El abuelo de Shinnosuke asintió. —Si, mi nieto no entrena artes marciales.
—Pero supongo que podría hacer una excepción.— Trató de convencer Ryutaro.
El joven se levantó de la mesa. —No quiero comprometerme en matrimonio. No con ella. Amo a otra chica.
Xian Pu le imitó. —Yo también amo a alguien más.
—La mujer frente a mí es distinta a quien amo. Frívola, y caprichosa.— Observó al señor Kumon. —Si me disculpan, me voy.
No esperó nada más. Se marchó de aquél lugar, enfadado con su tío. Shinnosuke lo aborreció. ¿Tan corrupto era como para querer asociarlos con la familia Kumon? Y todo por el dojo de Akane.
Akane.
El secreto de su madre le torturaba un poco la consciencia. Sin embargo, sus ganas por conquistarla eran más fuertes que su voluntad de ser honesto. Perdona, Akane. Pero quiero recuperarte. No me odies por hacerlo.
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Nodoka caminaba hacia el mercado del pequeño pueblito. A veces echaba de menos el paisaje campestre de su tierra natal, más tranquilo y sereno que el lugar citadino en donde ahora residía. Llevaba la típica canasta tejida que su madre usaba para el día a día, con la esperanza de encontrar los insumos necesarios para preparar un platillo delicioso.
Sin embargo, a pesar de lo brillante del cielo, su cabeza no dejaba de pensar en la información que le comentó su madre. No sabía nada de su pasado, pero ahora resurgían sus dudas sobre quien era ella. ¿Qué tenía que ver su presencia con toda una familia? ¿Y por qué después de tanto tiempo todo ese caos llegó?
Tan distraída se hallaba, que no se fijó en donde caminaba. Chocó contra alguien, en específico, un cuerpo masculino. Al menos pudo sostenerse de un poste cercano a ella, pero sin lugar a dudas, el impacto fue un poco extraño.
—Oh disculpe.— Se disculpó Nodoka, con una leve reverencia.
—No, descuide. Yo lo... ¿Señora Saotome?
Nodoka entendió que aquél hombre le conocía. Para ella parecía un desconocido por completo, pero ahora que lo observaba, se dio cuenta de que se trataba de nada más y nada menos que del padre del jovencito a quien su hijo y la pequeña Akane llevaron para el entrenamiento. —¡Señor Abe! Que sorpresa encontrarlo por aquí.
—Lo mismo digo, señora Saotome.— Sonrió de forma amable. —Vine por cuestiones personales hasta acá. Es mi ciudad natal.
—Vaya, que coincidencia. La mía también. He venido a ver a mi madre, quien se ha enfermado.
Kotaro si que se había sorprendido. Pero esto solo reforzó sus sospechas sobre la investigación. —¿Su madre? De casualidad... ¿Cómo se llama?
—Oh, se llama Atsuko Arashi.
Arashi. Ese apellido sonaba similar a uno que el anciano investigador encontró en sus registros. —¿Tiene tiempo? Debo hablar con usted.
La mujer, extrañada e intrigada, solo sonrió de forma cortés. —Iba al mercado a comprar la despensa. ¿Gusta acompañarme mientras hablamos?
—Será un placer.
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Ranma había salido a buscar más leña para colocar a la chimenea, y mientras eso sucedía, Akane no dejaba de pensar en el lindo gesto que él había tenido con ella por su cumpleaños el día anterior.
Con cada acción y con cada gesto se sentía confundida. ¿Qué era ella de Ranma? ¿Él estaría sintiendo algo más allá de una amistad? Porque después del beso que compartieron, su corazón ya no fue el mismo. Akane estaba desarrollando sentimientos por ese tonto chico de trenza, pero no estaba segura si él estaría sintiendo algo por ella. Todas la veces que él parecía renegar de Shinnosuke, era como si se pusiese celoso, pero al negarlo, su duda volvía en sí.
No es que dudara de sus propios sentimientos. En realidad, ella no quería salir de nuevo lastimada. Lo que sentía por el de trenza ni de lejos se asimilaba a lo que sintió por Shinnosuke. A pesar de llevar poco tiempo conociéndose, se había encariñado de forma más profunda. No solo se trataba de lo bien que a veces le hacía sentir, como con la sorpresa por su cumpleaños, o como el entrenamiento matutino de ese día. Existía complicidad y mucha química, que hasta para ella ya era difícil de admitir que solo fingía ser su prometida.
Akane no fingía, porque ya se había enamorado.
Tomó una piedrita, y la lanzó. Suspiró, acomodándose más en la roca en la que se encontraba sentada. Miraba hacia el cielo del atardecer, el cuál ya venía presentando un sol que se ocultaba cada vez más por las nubes.
—Sensei.
Giró su cabeza, hallando a su pequeño alumno parado atrás de ella. Parecía estar un poco raro desde hacía un par de días, pero supuso que no se debía a algo malo. Sonrió cálida. —Satori, ¿pasa algo?
Negó tímido. —¿En que piensa?— Preguntó, sentándose a un lado de ella.
—En que a veces la vida es complicada.
—No tiene por que serlo.
—No. Pero lo es.— Pausó por un instante, contemplando las nubes grisáceas.
—¿Tiene que ver con Saotome sensei?
Negó, aunque era cierta la cuestión. —No es nada importante.— Se levantó de su lugar de un salto. —No te preocupes, estoy bien.
—No lo está.— Realizó un puchero un poco tierno. —No es justo que Saotome sensei le haga sentir mal.
—No es nada de eso. Lo digo en serio, Satori. No te preocupes.
—Pero...
Soltó una pequeña exclamación mientras estiraba su tronco superior. —En fin, será mejor que entremos a la cabaña. Casi llueve, y Ranma no tardará en llegar con la leña.
La chica de cabello corto avanzó de poco a poco, en forma silenciosa. Pero Satori, realmente frustrado, no le seguía. Ya no podía soportar más el callar sus sentimientos. Se puso de pie, y saltó de la roca. Estaba decidido a no dejar pasar su oportunidad.
Satori agachó la cabeza, y con el sonrojo más marcado que jamás había notado en él, decidió que era la mejor idea confesar en voz alta lo que sentía por ella. —Me gustas, sensei.
Akane, impactada por lo que escuchó, detuvo su andar. El viento sopló fuerte, y las nubes comenzaban a arremolinarse en pequeños cúmulos grisáceos que amenazaban con estallar para dejar caer su lluvia. Giró su cuerpo de forma lenta, observando al pequeño sin saber que hacer o que decir. —¿Satori?
—Me gustas.— Levantó la mirada, con decisión. —Sé que soy pequeño, pero lo que siento es sincero. Quiero casarme contigo cuando sea más grande.
El silencio se hizo paso entre ambos. Akane suspiró, sintiendo en su corazón un peso que jamás había sentido. Muchas veces, varios chicos solían declarar su amor hacia ella. Durante los White Day, las confesiones amorosas se volvieron una constante en su vida. Y a cada uno de esos pobres diablos los mandaba a volar, declinando sus ofertas de forma amable pero contundente.
Sin embargo, un niño de tan solo doce años le estaba confesando los más puros sentimientos que existían en el mundo. Y eso le causaba cierta pena, porque nadie te prepara para aquello. Con Satori, no tenía la necesidad de rechazarlo de forma más dura. Pero no podía corresponderle.
Caminó con parsimonia hacia el chico, y una vez que estuvo frente a frente, se agachó hasta quedar a su altura. No era alguien de un tamaño demasiado pequeño, pero deseaba hacer las cosas bien. —Satori...— Tomó el brazo del pequeño con delicadeza. Relamió sus labios, buscando la mejor selección de palabras para decirle la verdad.
—¿Me aceptarías, sensei?— Pronunció sonrojándose aún más por las acciones de la bella dueña de su corazón.
Lentamente negó con la cabeza. —Satori... lo lamento. Escucha, eres un niño muy dulce, y tierno. Pero debo decirte que no puedo aceptar tu confesión.
—¿Qué? Pero... dijiste que soy lindo y tierno.— Frunció el ceño. —Soy más lindo y tierno que Saotome sensei.
—Satori, lo eres. Solo que aún estás muy pequeño.— Acomodó el pelo del niño. —Tú tienes que crecer mucho más.
Se apartó brusco, retrocediendo unos pasos. —¿Es por la edad? ¡Creceré! ¡Lo haré! ¡Y en un futuro podremos estar juntos!
—No es eso, Satori.— Akane caminó unos pasos frente a él, aunque era inútil. El pequeño retrocedía con cada movimiento de parte de ella. —Sé que en este momento te duele que te rechace, pero no quiero darte falsas esperanzas.
—No sabe lo que siente.
—Si lo sé. ¿Recuerdas a Shinnosuke? Mi mejor amigo... Pues él... me rompió el corazón. Sentía algo por él. Antes de que llegara Ranma, estaba enamorada de mi mejor amigo. Nunca le dije lo que sentía, pero cuando me enteré de que tenía novia... me rompí.
—Basta. No quiero escuchar nada.— Colocó sus manos en sus oídos, tapándose, queriendo ocultar las palabras negativas.
—Satori, te entiendo. Sé que es difícil que lo aceptes, pero... no puedo corresponderte. De verdad, lo lamento muchísimo.
—¡Basta!
Un trueno se oyó a lo lejos, interrumpiendo a los dos. Akane desvió la mirada hasta el cielo, pero cuando observó de vuelta a Satori, él ya no estaba ahí.
—Satori...
Las gotas empezaron a manifestarse, empapando la tierra y el cuerpo de Akane. —¡Satori!— Gritó, sin obtener respuesta. Corrió hasta la cabaña, esperando que aquél pequeño se haya ido a su cuarto a refugiarse. Pero nada. Y tras buscar de forma exhaustiva por todo el lugar, no obtuvo rastros del chico. —¡Satori! Gritó, dando vueltas por la estancia principal. Con velocidad suficiente sacó su celular, mandando un mensaje a Ranma.
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—¡Satori!
Las huellas de los zapatos del niño se volvían borrosas gracias a las gotas de agua. Su respiración se agitaba cada vez más, y la desesperación por no encontrar al pequeño se aferraba en su estómago, torciéndolo cruel. No había rastros de él, y la noche ya estaba cayendo. ¿Por qué las cosas se salieron de control?
—¡Satori!— Corrió más y más deprisa, yendo hacia donde encontrara una sola pista. —¡Satori!
Llegó hasta dar con un acantilado pequeño. Se asomó al fondo, comprobando que no estaba tan hondo. Pero no parecía haber señales en ese lugar de Satori. Estaba preocupado por el pequeño, a pesar de que este le hiciera pasar a veces malos ratos. ¿Y si algo malo le sucedió? ¿Qué le dirían a sus padres? Juntó sus manos hasta su boca, y tomando aire, gritó lo más que pudo, soltando la desesperación en ese sonido. —¡Satori!
El eco resonó, pero ni una sola señal del niño. Iba a darse la vuelta y seguir con su camino, cuando lo escuchó. La señal que necesitaba se manifestó.
—¡Largo!
Asomó su cuerpo aún más, comprobando que el niño estaba parado ahí, a un lado de una cueva cercana. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Ni idea. —¡Satori!
—¡Vete!
Tecleó veloz en su celular un mensaje para Akane, sin dejar que su aparto se mojara demasiado por el agua que caía. Observó el acantilado pequeño, y entonces, se decidió a descender.
Ranma saltó, esquivando las piedras gigantes atascadas en el ahora fango. La lluvia seguía cayendo, aunque en menor medida que antes, así que no se le dificultó tanto el descender hasta el nivel donde se hallaba el pequeño. Llegó a su lado, y juntos se metieron a la pequeña cueva que se hallaba ahí mismo.
Satori lo miró. Entendía que estuviese molesto con él, aunque en realidad él tenía que estar molesto con el sensei. Por culpa de Ranma, Akane nunca podría corresponder sus sentimientos. Era un niño de apenas doce años, y en un futuro deseaba que ella se fijase en él. Una pena que no sería así.
—Satori…— Pronunció el de trenza, moderando su tono de voz. No deseaba perturbar ese momento crucial, o Akane lo mataría por ello.
Frunció el ceño, y se alejó un poco del muchacho. —Si viene a regañarme, hágalo.
Contra todo pronostico para el pequeño, sucedió algo inesperado. Ranma se agachó a su altura, acercándolo a él. Con la linterna de su celular, alumbró el cuerpo del niño, dando vuelta por todo el. Manchitas de lodo y algunas raspaduras chicas fue lo único que encontró, por lo que suspiró aliviado. —Menos mal estás bien.— Dijo sonriendo.
Eso desubicó a Satori. —¿No me va a regañar?
Negó. —No. Pero quiero saber el motivo por el cuál huiste. Dejaste preocupada a Akane, y te pusiste en riesgo. Estamos un poco retirados de las cabañas, ¿Sabes los peligros del bosque?
—No me importa.— Declaró, bajando su vista hasta el suelo. Apretó sus puños sin contener el cúmulo de sentimientos que lo invadían. —La sensei Akane… a ella no le importo.
—¿Qué?... Satori, es mentira… ¡Claro que le importas!
—¡No lo es!— Gritó sonoro, dejando escapar sus lágrimas sin control. —Le confesé a la sensei que me gusta. ¡Y ella me dijo que yo no le gusto! ¿Por qué?
Así que todo el lío fue por eso. Bueno, no entendía el motivo exacto por el que el niño huyó de ese modo, y a ojos de otros podía parecer más un berrinche de niño malcriado. Pero en el tono en el que dijo aquello le dejaba en claro que el asunto era más complicado. —Satori, Akane tiene veintiuno. Es más grande que tú. Tienes tan solo doce años, y por más que crezcas, no podría funcionar.
—¡No digas mentiras!
—Satori, estoy hablando en serio.— La desesperación crecía en él, aunque debía de entender que trataba de razonar con un niño. Rascó su cabeza, esculcando las palabras que podría decir. —A Akane... a ella...bueno, le gusta alguien más...
El niño, demasiado furibundo, se acercó y empujó lo más que pudo al chico de trenza. —¡Le gustas tú! ¡Y por eso te odio!
—¡No es verdad! ¡No le gusto!— Exclamó sonrojado. Se le estaba olvidando que ante todos fingían ser prometidos, pero es que él tenía el presentimiento de que a Akane le seguía gustando Shinnosuke. Lo deducía por los mensajes y llamadas que aquél imbécil tenía con ella.
—¡Pero si están comprometidos! ¡Y no lo entiendo! ¡Te comportas de forma grosera con la sensei!
—¡No estamos compro...!— Se detuvo de forma instantánea. —...¿Qué acabas de decir?
Con lagrimitas escurriendo en sus ojos, siguió hablando a gritos. —¡Le dices que no es linda! ¡Le reclamas por que según tú tiene un mal genio! ¡Le haces bromas pesadas, y la lastimas con cada comentario burlón sobre su apariencia y sobre sus habilidades!
Un trueno hizo eco en la pequeña cueva, antecediendo a la lluvia que caía en cascada de nueva cuenta. Ranma estaba a nada de reprochar por las falsas acusaciones, pero es que de falsas no tenían ni una pizca. Quizá las acusaciones de ese niño podían sonar un poco exageradas. Aún así, debía admitir honestamente que si solía pasarse de la raya con ciertas cosas. Como los berrinches hacia Shinnosuke, o hacia cualquiera que le robara protagonismo con ella.
Respiró profundo. —Satori, verás...— De acuerdo, decirle a Ryoga que le gustaba Akane era una cosa. Pero admitirle a otra persona diferente sus sentimientos parecía más complicado. —No es... no es mi intención lastimarla. De verdad que no...
Satori se sentó en el suelo. El cansancio ya se asomaba ligeramente en su sistema. —No seas mentiroso...— Apretó los puños fuerte, y cerró sus ojos mientras fruncia el ceño. —¡No te gusta...!
—¡Estoy enamorado de ella!— Gritó fuerte, sintiendo todas sus mejillas arder. Lo había dicho, pero esta vez con las palabras adecuadas. Al darse cuenta, no dejó de percibir la efervescencia en su estómago. Su piel se hallaba erizada, y un atónito niño le miraba. Tragó saliva para lograr articular algo. — Yo... ahm... si, bueno... lo... lo es... estoy... es... Akane... linda... es... ¡Ya me entiendes!
—¿Qué?— Preguntó Satori.
— ¡Ahrg!— Gritó mientras se removía impaciente. La respiración se le agitó, imaginando que Akane le escuchaba. Akane. El nombre más lindo del mundo. Akane y su bella sonrisa. Akane y su mirada molesta. Akane y su cabello corto. ¿Cuál sería su rostro si escuchara aquello? ¿Y si le besaba? —¡Ya basta!— Se dijo a si mismo, tapando sus oídos como si no quisiera escuchar nada.
Satori se acercó al chico, esta vez un poco consternado. Tomó en sus manos un pedazo de la sudadera empapada de su entrenador, tratando de llamar su atención. —¿Sensei?
Bien. Con Satori necesitaba abrirse, quizá eso ayudaría a mejorar la situación. Además, genuinamente quería comprender al pequeño. Inhaló, y exhaló. Luego, largó un enorme suspiro. Se zafó del agarre, dando vuelta para tomar asiento en un lugar de la cueva. Le hizo la seña a su alumno, quien atendió el llamado imitado sus acciones.
Cuando le tuvo frente a frente, decidió empezar la conversación. —Satori, hay algo que tienes que saber. Akane y yo... no estamos comprometidos de verdad.
—¡¿Qué?! Pero... todos hablaban de ello. ¡Hasta salieron en el periódico!
—¡Fue una mentira que yo inicié!— Rascó su nuca. Admitirlo no era bonito. —¿Recuerdas a Shinnosuke?
—El amigo de la sensei.— Bajó la cabeza. —Tendo sensei me dijo que él le había roto el corazón hace un tiempo.
Asintió. —La mentira sobre el compromiso la dije porque... porque su padre y el abuelo de Shinnosuke querían comprometerlos. Los escuché durante la fiesta de presentación de dojos, y... no sé, mi cerebro actuó solo.— Soltó otro suspiro. —Bueno, en realidad... si sé que es lo que le pasó a mi cerebro. Fueron...— Tragó saliva. —Celos. Estúpidos celos.
Un muy sorprendido Satori pestañeaba rápido. —Imposible...
—Estoy hablando en serio. Todo eso del compromiso fue una mentira. Pero lo que te he dicho ahora...— En el suelo, con su dedo meñique trazaba líneas de forma tímida. —Honestamente... si... bueno... Akane me... me gusta... Aunque no lo pareciera.
—No, no, no.—Satori se acercó. —No es que no lo pareciera...— Ahora el avergonzado era él. —En realidad... es por eso que tenía celos de ti. Porque se notaba la buena química entre ustedes dos. Exageré un poco al decirle que le lastimaba, aunque también es cierto que a veces no lo entiendo. Cuando le dice que no es linda...
—Es una mentira...— Dibujo más líneas, pero sin un orden aparente. —Si es... es linda... y... también es amable... y es muy ti...tierna...si...
La honestidad no se podía ocultar. —Vaya... si le gusta.
Movió la cabeza en señal de afirmación. Dejó de dibujar en la tierra, y levantó la mirada. —Satori... Akane no sabe nada sobre mis sentimientos. Cada cosa mala ha sido para ocultarle lo que siento por ella, porque me da miedo que me rompan el corazón. Cuando a ella se lo rompieron, la vi destrozada. Lloraba sin control, y lo único que podía hacer era tratar de consolarla. No quiero salir lastimado, ni lastimarla a ella. No soportaría ese dolor.
—Así como a mí me lo hizo.
—Solo que no era su intención. Satori, Akane te quiere, y te estima. No de la forma en la que tu esperas, pero lo hace. Está muy preocupada por ti, y estuvo buscándote también.
Abrió sus ojitos más de lo que estaban. —¿Ella hizo eso?
—Si.
Satori apenas tenía doce años, y quizás no comprendió en un inicio el rechazo de Akane, pero ahora veía algunas cosas con claridad. Ella le rechazó, y le rompió el corazón. Sin embargo, y a pesar de que no correspondiera sus sentimientos, se preocupó al grado de buscarlo bajo la lluvia, sin importarle si pescaba un resfriado. Y más allá de que no fuese correspondido, se dio cuenta de que los adultos también sentían miedos. Entonces, juzgó mal a Ranma por todo ese tiempo. Ese chico tampoco quería un corazón roto.
—Lo lamento.— Susurró arrepentido.
Ranma lo tomó de los brazos, y lo acercó más hacia él. Abrazó el pequeño cuerpo, tratando de consolarlo. Mientras la lluvia empezaba a cesar, el corazón de Satori se llenaba de calidez. Hizo mal, actuó de forma impulsiva y preocupó a los dos. Ahora, su arrepentimiento le alcanzó. Así duraron unos buenos minutos, escuchando como la tormenta disminuía hasta la última gota.
Una vez que todo cesó, se separaron del abrazo, mirándose con más tranquilidad que antes. Ranma levantó su mano, y desordenó el pelo húmedo del pequeño, sonriendo aliviado de que se hallara mucho mejor. Tal vez no le caía bien el niño antes, pero este momento le permitió sentir empatía y una conexión especial por él.
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La oscuridad en el bosque no los atemorizaba. Al contrario, les permitió andar por los senderos de forma relajada. Las nubes se fueron, y a pesar de tener las ropas mojadas no se sentían incómodos. Ranma llevaba a Satori cargándolo de caballito en su espalda, mientras reían, conversando de muchas cosas. Al fin ambos habían dejado las asperezas a un lado. Comprendieron que los dos se equivocaron en muchas cosas, además de que Satori comenzaba a admirar a Ranma.
—Y eso fue lo que pasó. Por eso no me gustan los gatos.— Declaró el de trenza. Al escuchar las risas escandalosas del niño, hizo un movimiento, como si estuviera a nada de tirarlo. —¡Oye! ¡No te burles!
—Lo siento.— Suspiró, mirando hacia el cielo nocturno. Las estrellas ya se veían, pues no había nada de nubes arriba. —Sensei... Debería decirle a Akane lo que siente por ella.
—No es tan sencillo, Satori.— Tocó una rama con la mano derecha, logrando que algunas pequeñas gotas del rocío cayeran bajo ambos. —Creo que le sigue gustando Shinnosuke.
—Eso es lo que crees. Pero, ¿Será verdad? ¿Le has preguntado sobre ello?
Negó. —No es necesario que lo pregunte. Tan solo viste su reacción cuando él le envió el mensaje por su cumpleaños. No quiero terminar con el corazón roto.
—Aún si su corazón se rompe, debería decírselo. Si no lo hace, se arrepentirá.
—Es que no me siento listo. Ya sé, soy un cobarde.— Declaró pateando una roca.
Giró su cabeza en dirección al lateral del chico. —Prométame que se lo dirá cuando llegue el momento.
—De acuerdo. Te lo prometo.
A lo lejos, ambos divisaron la cabaña donde se alojaban. Podían distinguir la silueta de Akane, enfundada en una ropa más calientita y con toallas en mano. La saludaron con una mano, y ella sonrió aliviada. Bajó las escaleras de la plataforma donde se hallaba la cabaña, y corrió en dirección a los dos. Ranma se agachó y bajó de su espalda al pequeño, con mucho cuidado para no lastimarlo.
—¡Chicos!— Gritó Akane, llegando a su lado. Le tendió la toalla a Ranma, y con la otra envolvió el cuerpo de Satori. —¿Están bien?
—Si. Descuida, no le pasó nada a Satori.— Declaró Ranma, secando lo más que podía su pelo.
—Sensei Akane... lo lamento.— Declaró el niño, manteniendo su cabeza agachada.
Las lagrimas salieron de ella. Lo entendía a la perfección. Un corazón roto no era lindo de experimentar, y ella lo sabía de mano propia. Tocó su frente y sus mejillas, depositando un suave beso en ellas. —Creo que ambos pertenecemos al club de los corazones rotos. Pero, Satori... estarás bien. Te lo dice alguien que creyó que sería el fin del mundo. Lo prometo.
El pequeño se abalanzó al cuerpo femenino, abrazándolo con muchas ganas. Ella le correspondió, con alivio recorriendo su cuerpo entero.
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La chimenea repiqueteaba, destellando como nunca antes. Ranma observaba el fuego danzando, devorando los troncos paulatinamente. Cuando pensó en que debían entrenar, no imaginó que algo como eso pasara. Y por fortuna para todos, la situación no escaló a mayores. Sin embargo, esto había resultado ser una llamada de atención para él. A pesar de que Satori le tranquilizó, diciéndole que no se portaba tan mal con Akane, sintió la culpa recorriendo su cuerpo. Tal vez no era un completo grosero con ella, pero si había ocasiones en las que se pasaba de la raya. Como las escenitas de celos hacia Shinnosuke, y otras tantas situaciones. Además, no estaba siendo claro con ella. Ni con ella, ni con nadie, en realidad.
Atrajo aún más la manta delgada en su cuerpo, queriendo protegerse con el objeto. Aunque él le dijera algunas cosas malas a Akane, ella aún seguía tratando de ser amable con él. Que horrible. Debería sentir mucha vergüenza por aquello.
—Lamento la tardanza. Debía asegurarme de secarme bien.— Akane se aproximó hasta donde se hallaba Ranma, sentándose a un lado de él. Acomodó sus piernas, estirándolas al igual que sus brazos, tratando de tocar un poco de las flamas de la fogata. —¿Todo bien?
—Si. ¿Por qué la pregunta?
—Tanto silencio en ti no es normal. Me habrías dicho algo como que soy muy torpe, que seguramente me caí y que por eso me tardé. O que mis pies no coordinaban. O que estaba tan ida por Shinnosuke y que eso me mantenía como estúpida.
Aferró más la manta, apretujando fuerte la tela. —No digas nada más. Por favor.
—¿Eh? Has estado muy extraño desde que llegaste con Satori.
—No es cierto. Es solo que... estoy cansado.
Ella no dijo nada más. Sonrió, observando el fuego crepitante. —Comprendo mucho a Satori. El pobre solo me confesó lo que sentía por mí. A su edad es más intenso todo, así que el hecho de que él estuviese mal por aquello lo hizo huir de esa forma.
—Solo le dijiste la verdad. No tenía por qué reaccionar así.
—Ajá, lo sé. Y déjame decirte que no es lindo romper un corazón.— Suspiró. —Le conté de Shinnosuke antes de que saliera corriendo. Por un momento, me vi reflejada en él. Comprendo a Satori, porque sé lo que se siente que un impacto en el corazón te dañe. Pero lo que le dije fue verdad. Estará bien, tanto como lo estoy yo ahora.
Giró su rostro, observando a la chica. Las sombras del fuego solo creaban un juego mágico en su rostro, permitiendo que el chico obtuviera la visión más hermosa en el mundo. —¿De verdad lo estás?
—Sí.— Respondió, observándole de vuelta, sonriendo tranquila. —Estoy bien. Soy fuerte. Sobreviví a un corazón roto. No es el fin del mundo.
Contempló los ojos marrones, embelesado por su brillo. Su mano viajó lentamente hacia la de la chica, tomándola con cierto cariño. Era linda, de verdad que lo era. Su estómago burbujeaba solo por ella, y sus sonrojos aparecían gracias a la chica. —Akane...— Pero enseguida, la apartó, temeroso de lo intenso que todo se sentía. No puedo... No puedo hacerlo. La mirada se volvió a girar de frente a la chimenea. —Solo quería decirte que... que lamento si alguna vez te... te herí con algún comentario. Nunca ha sido mi intención hacerlo.
La esperanza en ella se desvaneció lentamente. Extrañó la calidez de la mano masculina, y a pesar de sus palabras, no era lo mismo. —Descuida. No pasa nada.— Se levantó de forma silenciosa. —Ya es tarde. Debo irme a dormir. Descansa.
Escuchó los pasos alejándose, y en ese mismo instante se arrepintió de su cobardía. A pesar de prometerle a Satori que le diría sobre sus sentimientos a Akane, aún seguía sintiendo miedo por lo que pudiera suceder. Tal vez ese no era el momento, pero esperaba hallarlo pronto.
Akane... te lo diré. No sé cuando, pero lo haré. Solo discúlpame por ser tan cobarde. Y, por favor, cuando lo haga, no me hagas caer en el club de los corazones rotos. No creo poder soportarlo.
La chica de cabello corto llegó a la habitación, cerrando la puerta con cuidado. Los latidos en su corazón aún se sentían apresurados, pues a pesar de que el contacto entre sus manos fuese corto, a ella le maravilló. Sin embargo, a veces no entendía a Ranma.
Acomodó su cama, y en cuanto pudo se acostó, cubriéndose a medio cuerpo con las sábanas. Miró su celular, revisando el último mensaje que Shinnosuke le mandó. Algo sobre ese chico que estaba dispuesto a conocerla y a ganarse su corazón. Dejó el celular en la mesita de noche, suspirando de forma profunda. Si, tal vez existían muchos interesados en ella, pero Akane solo deseaba saber de uno en específico.
Recordó la pregunta de Ranma. ¿Estaba bien realmente?
No. No lo estoy, porque me confundes a veces. ¿Qué sientes por mí? ¿También sentirás las mismas chispas que yo al mirarte? Quisiera saberlo. Solo así mi corazón no volverá a romperse. Solo así no perteneceré al club de los corazones rotos de nuevo. Akane cobijó su cuerpo, cerrando los ojos. Ranma, me gustas. Por favor, dame una sola señal de que ambos sentimos lo mismo.
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Después de las circunstancias ocurridas en aquél día, las cosas ya no fueron iguales. A partir de ese momento, los tres se sincronizaron aún más. Cada entrenamiento les ayudó a mejorar sus habilidades de pelea, mientras que ellos se encargaban de disfrutar el momento.
Satori dejó a un lado los sentimientos por su primer amor, y decidió enfocarse en superar sus barreras. Así mismo, la admiración por Ranma fue cambiando. Ya no se dedicaba a reñirle, ni a competir con él. Ahora le pedía consejos antes de dormir sobre su ejecución de las técnicas, y aunque aún le jugaba bromas, lo hacía por diversión.
Akane, por su lado, se dio cuenta de que era capaz de alcanzar rapidez y destreza similares a las que Xian Pu tenía. Aunque las dudas con respecto a Ranma seguían ahí, los entrenamientos le ayudaban a despejarse de todo. Y más allá de la extraña relación entre los dos, cada vez más sentía que el vínculo amistoso se fortalecía.
Ranma era el culpable de muchos de los cambios en la dinámica del trío. Con Satori se comportó más empático, aceptando ayudarle con posiciones y técnicas. Además, ambos adquirieron un curioso hábito: ir por leña juntos. Todas las veces que iban a cortar leña, era como pasar un tiempo con un hermano. Siempre deseó tener uno, pero sus padres decidieron solo criar a un solo niño. Y sin embargo, y a pesar de que solo era su aprendiz, la conexión entre los dos se transformó en algo muy peculiar. Como si tuviesen una gran química. Una cosa extraña, pero satisfactoria.
En cuanto a Akane... Con ella, todo fue distinto. Después de reflexionar, se decidió a ser más amable con ella. Si bien seguía bromeando, otras veces se le escapaba algún que otro halago. En ocasiones, fue sorprendido mirándola embelesado ya sea entrenando o haciendo otra cosa. Comenzaba a abrirse poco a poco, y eso le encantaba. El miedo iba desapareciendo gradualmente. Ahora la tomaba más fácil de la mano, y le sonreía más.
Además, el hecho de tener la promesa con Satori le abrió los ojos. En algún momento, se lo diría. Aún no era el momento. Pero prometía hacerlo.
Y así se pasaron las dos semanas restantes. Entre entrenamientos intensos y risas en la cena. Entre técnicas dominadas y el cielo azul. Entre karate y el verano entrante.
Y, por fin, el último día de entrenamientos fue completado con éxito. Todo un mes en el que aprendieron no solo a entenderse como un equipo, sino que también crecieron un poco más que ayer.
Ahora, era momento de regresar y seguir preparándose para el torneo. Los niños del jueves muy lejos están llegando, y muy lejos llegarán.
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—¡¿Otra vez perdí?! ¡No puede ser!— Se quejó Ranma, haciendo un berrinche del tamaño de Japón.
Para celebrar que al día siguiente regresarían a Nerima, habían decidido realizar una noche de juegos de mesa. Por supuesto que Ranma aceptó aún sabiendo que perdería, pero se retractaba ahora mismo, ya que no había podido vencerlos en cada cosa que jugaban.
—Tienes mala suerte. Acéptalo Ranma.— Se mofó Akane. Nunca había conocido a alguien tan pésimo en esas cosas como al chico.— Largó un suspiro. —Mañana regresaremos a nuestra rutina habitual. Y el Lunes regresaremos a presentar exámenes finales. El tiempo pasó muy rápido, pero fue divertido.
Satori asintió. —Quiero darles las gracias a los dos. Me he vuelto más fuerte y he aprendido mucho.
—No tienes nada que agradecer.— Dijo Akane, revolviendo el pelo de Satori.
—¡No teman! Daré lo mejor de mi en el torneo.— El pequeño hizo una pose al estilo super héroe con sus manos. Y luego, una idea brillante se le ocurrió. La promesa de su sensei seguía pendiente, pero había sido testigo de que lo estaba intentando. Bueno, pues supuso que un empujoncito podría ayudar. —Por cierto... Quedamos que el perdedor de esta ronda cumpliría un castigo.
El de trenza al escuchar la palabra castigo temió por su integridad. —No, por favor.— Y más le atemorizó la sonrisa diabólica del niño. —Bien. Pero no me pongas nada embarazoso.
—Es un castigo muy sencillo.— Guardó silencio de forma dramática por unos segundos. Y luego, dejó caer la bomba. —Debes darle un beso a Akane sensei. En la boca.
Esto dejó a los dos fríos, congelados en su sitio. Se miraron, y después, desviaron sus ojos al niño. Volvieron a observarse, y el sonrojo los alcanzó. —¡No! ¡De ninguna manera!— Exclamaron al unísono.
—Vamos, son prometidos, ¿no?
A Ranma se le había olvidado el detalle de que Akane no sabía que Satori ya conocía la verdad detrás de su falso compromiso. Pero eso lo hacía más maquiavélico. Ese mocoso se estaba aprovechando de la situación para ponerlo incómodo. Lo observó con furia. Si pudiera, lo mataría en ese instante. —Pero... no. No puedes ver esas cosas porque estás chico.— Negó el de trenza.
—Ya no estoy tan pequeño. ¿O es que no quieres besar a Akane sensei?
Más alterado negó. —No es que no quiera. Pero yo... no... no puedo.
—Pues debes hacerlo. Es parte del trato por haber perdido.— Reclamó Satori, comenzando a desesperarse por el idiota. Le estaba ayudando y así le agradecía.
—¡Que no!
—¡Hazlo!
—¡No!
—¡Que lo hagas!
—¡Que no!
Akane se estaba hartando de la discusión entre ellos dos. Rodó los ojos, y sin pensarlo, lo hizo. Cogió a Ranma de las solapas de su pijama, y lo acercó hasta que quedaron pegados labio con labio. Pudo haberse negado a hacerlo, tal como lo hacía Ranma. Pero una parte de ella actuó de forma impulsiva. Y esa parte pedía a gritos volver a sentir el roce de los labios del chico contra ella. Solo fueron unos segundos, pero eran los mejores segundos de su vida. Y con las cosquillas en su estómago, se separó en contra de su voluntad. —Listo. Problema resuelto.— Soltó rápidamente. Se puso de pie. —Ya es hora de ir a descansar. Buenas noches.
El pobre de Ranma, en estado de shock, parpadeó múltiples veces. Tragó saliva, y las mariposas en su estómago se removieron violentas. No pensaba hacerlo, pero ella se le adelantó. Y aún así, la sensación fue maravillosa.
Satori, con los ojos bien abiertos, también se congeló. —No pensé que lo haría ella.
—Buenas noches.— Dijo Ranma, corriendo en dirección a su cuarto.
—Ni modo, Satori. Te toca alzar este desastre.
Akane se cubrió por completo, retorciéndose en el colchón invadida de la más pura de las vergüenzas. Y Ranma hacía lo mismo, cubriendo su rostro con la almohada.
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Satori sonreía satisfecho, sentado en su asiento individual del tren. Y como no hacerlo, si su plan de hacer que Ranma y Akane se sentaran juntos había funcionado.
El par de chicos se hallaban tiesos, como un par de estatuas. Las ojeras en sus ojos solo indicaban que hubo falta de sueño en ambos, y no era para menos. Lo sucedido la noche anterior no les dejó descansar. El beso pequeño daba vueltas en sus mentes, torturándoles una y otra vez, sin descanso.
El remate de todo fue el hecho de que Satori se las arregló para juntarlos en los mismos asientos. Ese pequeño diablillo se las pagaría a Ranma. De eso se encargaría después.
Un bostezo salió de la boca de Akane, lo que fácilmente fue interceptado por Ranma. —¿Estás... cansada?
—Si... No pude dormir bien por... por la emoción de regresar...— Verdad a medias.
—Pu...puedes... recostarte en mi... mi hombro...— Ella se giró a verlo, y él solo atinó a ponerse más nervioso. —Solo digo.
Bueno, debían actuar como prometidos frente a Satori. Akane recostó con parsimonia su cabeza en el hombro de Ranma, sonrojándose a más no poder. —Gracias... prometo que solo será hasta llegar a la estación.
El sobresalto que lo invadió fue tenue. —Si... no hay problema...— Miró al pequeño del otro lado. Maldito Satori.
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El bosque había sido muy divertido, pero también extrañaban Nerima. Cuando arribaron a la estación, la ciudad se sintió distinta. Y no solo era la ciudad. La dinámica de los tres se fortaleció, volviéndose un gran equipo. Ahora era justo volver a la rutina de siempre, aunque eso significaba que los problemas seguirían creciendo. Akane se había enterado de lo que el señor Kumon quería hacer. Le daba repulsión que un hombre tan vil y bajo existiera. Debían andarse con cuidado, y no bajar la guardia.
—¡Satori!— Exclamó la señora Abe, abriendo los brazos para recibir a su hijo.
—¡Mamá!
Ranma y Akane observaron la escena, alegres por ser testigos del amor maternal. Satori tenía suerte de poseer a una madre tan cariñosa como la señora Abe.
—¿Qué tal se portó?— Preguntó la mujer, separándose de su pequeño.
—Se portó muy bien. Ahora, debe ir a descansar.— Dijo Akane, acariciando la cabeza del niño.
—Muchas gracias por cuidarlo.
—Los entrenamientos seguirán realizándose de Lunes a Sábado hasta que lleguen las semifinales. Pero serán mucho más sencillos.— Añadió Ranma.
—De acuerdo. Gracias por todo. Nos vemos el lunes.
En cuanto los dos Abe se fueron, Ranma y Akane se sumieron en un silencio profundo. Caminaron en conjunto hasta llegar a la salida de la estación, observando a la gente pasar. En el transcurso, sus manos se rozaban, y eso encendía cierta chispa en ambos. Definitivamente el viaje en el bosque cambió ciertas cosas en ellos.
Menos la seguridad. Aún seguían existiendo las dudas con respecto a lo que sentían el uno por el otro. Había señales, había indicios, pero no estaban del todo claros. Y el miedo a salir con el corazón roto aún los anclaba.
—Gracias por el entrenamiento.— Dijo Akane, rompiendo el silencio entre los dos. Lo observó, sonriente.
—No tienes que agradecerme. Después de todo, eres tú quien me dio la oportunidad de pertenecer a tu dojo.
—Ranma...— Comenzaba a armarse de valor. ¿Sería prudente decírselo ahí mismo? —Estaba pensando, y... verás, hay algo que quiero...
—Akane.
La voz masculina interrumpió a la chica. Un sonriente Shinnosuke, acompañado de Nabiki caminaba en su dirección. Sonriente, y sin ocultar su alegría, se impulsó para abrazar a Akane efusivo, todo bajo la atenta mirada de la hermana mediana y de Ranma. —Te eché de menos.— Dijo, observando de reojo a Saotome.
—Vaya...— La mediana de las Tendo no pasó por alto la expresión de su cuñado falso.
Ranma endureció su gesto, maldiciendo al muchacho frente a él. Apretó los puños, empezando a sentir ira. Ira hacia Shinnosuke. Pero más que nada, ira hacia él mismo y hacia sus estúpidos miedos. Lo peor, es que Akane correspondió el abrazo. Y la duda de si a ella le seguía gustando renació en él.
Por su parte, Akane se hallaba consternada. El abrazo de su amigo se sentía distinto, y no sabía a que se debía. Además, eso la hizo despertar de la locura que iba a cometer. Se separó de ShinnosuKe, sonriendo amable. —Y yo a ti.— Luego, miró a Ranma. ¿Era su imaginación, o se le notaba celoso?
Shinnosuke, de forma cínica, hizo como si recién reparara en la presencia de Saotome. —Oh, lo lamento. Me dejé llevar por la emoción. ¿Algún problema?
—No. Ninguno.
Nabiki sospechó de algo. Sin embargo, lo discutiría con Akane después. —Bien, debemos irnos. El taxi nos espera.
—Oh, claro.— Akane tomó la maleta que dejó abandonada, y giró a ver a Ranma. —Vamos, te llevaremos a tu casa.
No quería ver como Shinnosuke acaparaba la atención de Akane. —No te preocupes. Espero a papá.
—Pero...
—Ya lo oíste, Akane. Respetemos su decisión.— Intervino Shinnosuke.
—Bien.— Soltó, no muy convencida. —Te veo el lunes.
Desde lo lejos, el de trenza admiró como el idiota de Shinnosuke tomó la mano libre de Akane de forma casual. ¡Vaya idiota! Y una vez que desaparecieron de su vista, comenzó a andar por su cuenta en la calle. Su padre le había comunicado días antes que alcanzaría a su madre en Kyoto, ya que necesitaba ayuda para cuidar a su abuela. Y que estarían fuera por lo menos por dos semanas más, que llegarían dos días antes del torneo. ¿Por qué? Ni idea. Pero en fin.
Pateó una lata tirada en el suelo. Ya estaba harto de no ser claro. Le diría a Akane lo que sentía por ella el lunes. Ya se las pagaría el maldito de Shinnosuke.
—¡Ranma!
La voz chillona que menos quería escuchar. Eso fue lo que no extrañó durante su entrenamiento. Cansino, giró su cuerpo hasta ver a la joven china. —Xian Pu. ¿Qué diablos quieres?
Ella, alegre, se adelantó hasta pescar su brazo. —Vamos a una cita. Yo invito.
Se soltó de su agarre. —No tengo ganas.
La sonrisa malévola en ella salió sin esfuerzo. —¿Y si te digo que tengo un secreto que te interesa?
—Ajá. Si, bueno, otro día me lo dices.
—Tiene que ver con la madre de Akane Tendo.
Pausó su andar. Giró lento, observando a la chica frente a él. Frunció el ceño. —¿De qué se trata?
—Digamos que Akane comparte lazos sanguíneos con los Kumon.
La brisa cálida que invadía el ambiente no pudo alcanzar a Ranma. El secreto que le sería revelado podría alzar una nueva barrera entre ambos. ¿Lograría evitar aquello, para no pertenecer al Club de los corazones rotos?
¡Hola a todos!
¿Qué tal les ha parecido este capítulo? Siendo sincera, les pido mucha anticipación, porque créanme que el siguiente será cardiaco. La relación entre Ranma y Akane dará una vuelta. ¿Será que habrá otro beso? ¿Una declaración? ¿Confusión? Hagan sus apuestas.
Sé que es sorpresiva la actualización, pero tenía enormes ganas de traerla. Se preguntarán, ¿Por qué? Bueno, porque el aniversario de esta historia es el día 22 de marzo. ¡Si, lleva ya un año desde que la comencé! ¿Pueden creerlo? El tiempo vuela muy rápido. Hace un año que publiqué el primer capítulo, y realmente está siendo un honor seguir actualizando. Este proyecto inició gracias a que me hallaba recuperándome de una operación de vesícula. Ahora, un año después, a mis 28 años debo decir que me siento orgullosa de ver cuanto a crecido esta historia.
A quienes la han leído desde los comienzos, de verdad les agradezco mucho por acompañarme. Gracias, porque ustedes me brindaron una oportunidad en este vasto mundo del fanfiction, y en este mismo fandom. Pero también, agradezco a la gente que ha llegado de forma paulatina. De verdad espero que esta historia cumpla con sus estándares.
Prometo traer la actualización siguiente pronto. Lo mismo con Nieve de cristal. Solo dejen terminar mi proyecto llamado Volverás por más. El cual si no lo han leído vayan. En esa historia hay mucha comedia para reír.
De nuevo, gracias por la oportunidad para esta historia. ¡Son los mejores!
¡Nos leemos pronto!
Con amor, Sandy.
