Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es completamente mi invención
Capítulo 52
Miré hacia todos lados descubriendo que solo andábamos mujeres en el supermercado a esta hora de la mañana, lo interesante era que las señoras se notaban de más avanzada edad que yo. Supuse que eran esposas que habían optado por seguir en casa después de que sus hijos crecieron e hicieron sus vidas.
De igual manera, eran unas mujeres amables que parecían estar en la misma frecuencia que yo: tener la comida lista a tiempo.
Seguí empujando el carrito mientras Emmy se mantenía entretenida en la caja de cereal de froot loops.
Tomé de la hilera, el jugo de remolacha.
— Buena decisión.
Levanté la mirada. Una dulce señora de cabello cano señalaba el jugo. Le sonreí.
— Es la mejor opción cuando tienes la presión arterial elevada —añadió, explicándome— y es muy bueno para promover la salud digestiva, lo recomiendo en ayunas.
Mi sonrisa se amplió en agradecimiento. Ya era más normal obtener esta clase de comentarios cada vez que venía al supermercado, y yo trataba de aprender de personas con mayor experiencia, así que tomé tres botes de jugos y los dejé en el carrito.
— Gracias, es bueno aprender.
— De nada cariño —la amable mujer acarició el cabello de Emmy antes de continuar con su recorrido.
Suspiré hondamente.
— Me habían dicho que estabas en la ciudad.
Volteé hacia esa voz nasal que yo recordaba. Irina estaba al lado mío, vestida en un conjunto ejecutivo de falda que resaltaba sus caderas. No pasé por alto que ahora tenía el cabello teñido de negro haciendo resaltar sus ojos azules.
Quería rodar los ojos pero me resistí.
— Irina, no has cambiado nada.
— Sigo siendo hermosa —expresó de forma engreída.
— Arrogante, diría yo —espeté en el mismo tono que ella usaba conmigo. De pronto llegó a mi mente que ella había sido unas de las causantes de que Edward me odiara en su momento, me crucé de brazos, enfrentándola—. ¿Por qué, Irina? —cuestioné, sin quitar mis ojos de ella— ¿por qué le inventaste a Edward que te había entregado una carta?
Irina miró hacia todos lados visiblemente nerviosa.
— Le mentiste, diciéndole que yo lo dejaba y eso no era cierto —añadí molesta.
— Por Dios, Bella, relájate. Fue una simple broma. No es para tanto.
— ¿Qué no es para tanto? No sabes lo mucho que significó que le mintieras. —Apreté los labios y me reservé los comentarios que necesitaba gritarle.
— Digamos que solo le di un empujón —me dio un guiño—, para que buscara a mi hermana, ¿no hiciste lo mismo por tu hermana? Hasta le diste una hija, ¿no?
La sangre hirvió dentro de mí, hice puños mis manos. Estaba conteniéndome para no irme encima de ella, ya no era una adolescente irracional que solucionaba todo a punta de golpes.
— Eres despreciable —murmuré con los dientes apretados.
— Kate siempre amó a Edward, se lo puse en bandeja de plata con un moño rojo en la cabeza —ironizó—, hasta la fecha me sigue agradeciendo porque no ha tenido otro amante como él y déjame decirte que si no hubieras aparecido, ellos ahora mismo estuvieran comprometidos. Edward no dejaba de buscarla cada noche.
Mi estómago se revolvió. La pizca de celos se incendió como mecha danzando en el fuego que se resiste a ser apagado.
— Perra —susurré, mirándola fijamente. Quería morderme la lengua para no decirle lo que se merecía.
— ¿Pela? —repitió mi niña.
Cerré los ojos solo un segundo. Sabía que debía tranquilizarme porque era capaz de arrastrar de los cabellos a Irina.
— ¿Onta pela, mami? —Emmy miraba hacia el piso buscando a un inocente cachorro.
Empujé el carrito con brusquedad tratando de pasar por los bonitos zapatos altos de Irina. Pero ella fue rápida y se hizo a un lado antes de que pudiera hacerlo.
Tomé una bocanada de aire y continué mi camino cuando escuché su voz a mi espalda:
— ¡Kate dice que tu esposo es experto en comer y qué ama sus gemidos!
Sacudí la cabeza.
— ¿En comer, mami? —Emmy preguntó sin saber el verdadero significado de la palabra.
Me detuve en seco, exhalando con paciencia. Emmy me miraba con esos ojos grandes y curiosos, esperando una respuesta que no estaba dispuesta a darle en ese momento.
Me giré lentamente hacia Irina, esbozando una sonrisa serena, sin ninguna emoción. Di algunos pasos. Por supuesto que no la atacaría, pero le dejaría claro que no se podía meter conmigo y salir triunfante.
Estreché los ojos.
— Qué curioso, Irina —murmuré hipócritamente—. Hablas de mi esposo con mucho atrevimiento. Anda, dime ¿en qué momento de tu mísera vida tienes derecho a opinar?
Irina parpadeó completamente sorprendida que no me alterara con facilidad. Claro, ya no era adolescente para perder el control.
— Eres tan poca cosa —continué—, que necesitas hablar de las fantasías de tu hermana porque vives a la sombra de los demás, te conformas con historias ajenas porque a nadie le importa tu vida.
Su mandíbula se tensó.
— ¿Te molesta la verdad? —murmuró, con un intento patético de sonreír.
Me acerqué un poco más, lo suficiente para que solo ella me escuchara
— No, Irina, lo que me da pena es que creas que lo que dices me afecta. —Incliné la cabeza levemente—. Pero entiendo, debe ser frustrante saber que, después de todo lo que hiciste, al final, Edward sigue eligiéndome a mí.
Le di un guiño divertido y sin esperar respuesta, empujé el carrito con tranquilidad, dejando a Irina con la humillación escrita en el rostro.
.
Me metí bajo las sábanas una vez toda la cocina estuvo en orden y Emmy durmiendo en su habitación. El brazo de Edward me rodeó y me atrajo a su costado, permitiéndome apoyar mi cabeza en su pecho.
Deslicé suavemente mis dedos por los escasos vellos de su pecho y empecé a juguetear.
No había hablado de mi encuentro con Irina en el supermercado. Pensé que esa idiota no era nadie para malgastar mi valioso tiempo de cena con mi familia por hablar de ella.
— ¿Qué pasa amor?
Levanté la cabeza para enfocar el rostro de Edward en medio de la oscuridad. ¿Cómo había adivinado qué algo tenía?
Soltó una risita que me hizo sonreír al mismo tiempo.
— Sé qué algo te sucede —continuó, sus largos dedos acariciando mi espalda por sobre mi camisón— desde que llegué te noté ausente y tratando de fingir.
Mis hombros se desplomaron, no tenía caso hacerme valiente y fingir que las palabras de Irina no me habían afectado.
— Hoy por la mañana me encontré con Irina en el supermercado.
Los dedos de Edward que hacían círculos en mi espalda se detuvieron de golpe.
— ¿Te molestó?
— Lo hizo. Y sabes que usó a su hermana para hacerme sentir mal, pero no le di gusto. Ya no soy una adolescente que terminaba discutiendo por todo y nada. Sin embargo, a ti no te mentiré, en el fondo me dolió que dijera que has sido el mejor amante de Kate.
Los dedos de Edward se pusieron bajo mi mentón. Acariciándome con suavidad y firmeza.
— Qué tontería más grande. Irina cree que es una chiquilla aún, de verdad que había olvidado lo pesada que es.
— Supongo que cuando me desaparecí, ustedes convivían mucho ¿no? Ella dijo que buscabas a su hermana cada noche.
Resopló.
— No es verdad. Irina miente y lo hace para lastimarte, lo que tuve con Kate ni siquiera tuvo nombre… ¿me entiendes? Quizá no deba ser yo quién diga esto porque sé que me veo como un patán, pero Kate y yo nunca tuvimos una relación real ni tampoco la buscaba cada noche, no fue así.
Incliné mi cabeza, sin embargo sus dedos se encargaron de atraerme a su cara.
— Te amo, Isabella Marie, te juro que no existe nadie más importante en mi vida que no seas tú y Emmy.
Sus labios rozaron los míos en apenas un corto beso.
Me dejé caer en su pecho, escuchando los latidos de su corazón.
— Yo creí que el matrimonio era distinto —exhalé, mis dedos jugando de nuevo con sus vellos y mi mirada perdida en la cortina que cubría la ventana—. Siempre imaginé que estar casado era solo felicidad y júbilo, que estaríamos riendo todo el tiempo.
— En cambio, yo imaginé que solo estaríamos teniendo sexo.
Levanté la cabeza y enfoqué mis ojos en su rostro.
— ¿En serio? —indagué, riéndome.
— ¡¿Qué?! Es verdad, no tiene nada de malo imaginar que estaría todo el tiempo de esa manera contigo.
Sacudí la cabeza aun incrédula. Edward aprovechó mi descuido, tiró de mi cintura y me hizo rodar por el colchón mientras reíamos, su cuerpo cubrió el mío. Quedando arriba de mí.
Empezó a mecer su cuerpo contra el mío. Buscando fricción, empujando su dura polla confinada en su bóxer contra mi entrada cubierta por bragas.
— Podemos divertirnos esta noche —gimió—. ¿Ya has empezado a tomar la píldora?
Negué con la cabeza.
— Me postergaron la cita para dentro de tres semanas.
Edward suspiró, pero eso no lo detuvo para que sus manos empezaran a bajar mis bragas.
— No importa —susurró—, te prometo no terminar dentro de ti.
Arqué las cejas sin importar qué no viera mi cara, ya que Edward estaba más entretenido bajando mis bragas.
— Por favor… —suspiré, sujetando sus mejillas— sé más precavido, amor
Edward se inclinó besando mis labios fugazmente. Mis bragas habían salido de mis piernas y seguramente cayeron en algún lugar de la cama.
No perdimos tiempo. Atraje sus hombros a mí y busqué sus labios con desesperación, dejando que una de mis manos vagara a su miembro. Lo froté de arriba y abajo…
— Date prisa —supliqué, guiándolo a mi entrada— Emmy puede despertar.
Edward gimió metiendo sus dedos en mí
— Cariño, tranquila, estoy preparándote.
Negué.
— Estoy más que lista, anda… —insté, abriendo más mis piernas.
Hizo un chasquido y fue determinante al entrar en mí de un solo golpe. Ahogué un jadeo en su hombro cuando comenzó a mover su cadera, creando una deliciosa fricción de su miembro endurecido contra mi centro.
Abrí la boca necesitando el aire. Mis tetas estaban aplastadas por su pecho y sus gemidos resonaban en mi oído, sus embistes eran fuertes contra mí.
— Ah… —jadeo tan fuera de sí. Mi piel se erizo y puede que mi mente empezara a alejarse de lo que estábamos haciendo, sus gemidos eran un canto de lujuria que mis celos querían acallar en protesta.
¡Kate dice que tu esposo es experto en comer y qué ama sus gemidos!
Suspiré, negándome a ir ahí.
Mis manos presionaron su trasero, hundiendo con fuerza mis dedos en su piel, mis piernas se envolvieron en su cadera, haciendo fuerza para sentirlo más adentro, como si eso fuera posible.
— Mmm… —suspiré— Eres mío.
Chupe su cuello sabiendo que dejaría una horrible marca en él. Pero un deseo incontrolable porque supieran que era mío, me gobernó.
— Oh Bella… —gimió sonoramente sin dejar de moverse.
Arqué mi espalda bajo su cuerpo. Mientras mis caderas seguían impulsándose para recibirlo y me dejé ir…
Edward sacó su miembro segundos antes que terminara salpicando mi vientre.
Se inclinó besando mis labios. Alargó su mano y sacó una toalla húmeda para limpiar el desastre en mi piel.
— Será mejor que durmamos porque mañana tengo una sorpresa para ti.
— ¿Una sorpresa? —inquirí. Su índice aplastó mi nariz.
— Shhh… ahora duerme, Bella.
Cerré mis ojos manteniendo una sonrisa en mis labios.
Edward me amaba a mí y no tenía porqué dudar…
Estoy intentando hacer los capítulos más largos para poder avanzar más rápido, ya saben como soy, pero si veo que no funciona, volveremos al mismo formato de capítulos cortos. En este capítulo ya apareció Irina que será un personaje que seguirá apareciendo, Bella está tratando de no ser tan impulsiva, sé qué tienen dudas pero esperen un poco más... ¿les gustaría otro capítulo?
Me pidieron más momentos de Edward con Emmy y sí más adelante vendrán.
Gracias totales por leer
