Llegó la primavera
Era una cálida tarde de marzo. Los pájaros cantaban y el amor imperaba en el aire. Incluso el joven Clyde sentía los efectos de la primavera.
Muy contento paseaba por el parque Árboles altos, deteniéndose de vez en vez para oler las flores. El día estaba tan precioso que inspiraba a cantar... y eso fue lo que hizo.
–Cuando la flor tempranera de la primavera dice que...
Hay que buscar la manera de que alguien me quiera, yo bien sé...
Que encontraré en una esquina a aquella amiga colosal...
Y le diré que la quiero, que muero si espero su amor sin igual...
Preciso, vio a Lori en una banca. Por lo que, sin demora, cogió una margarita que halló cerca y se aproximó, llevándola bien oculta tras su espalda.
Al verlo, la muchacha dejó su teléfono y lo saludó con un gesto amistoso, para luego cantar con él a coro:
–Pasan camiones y trenes, pasa la cuenta el doctor...
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Para desgracia de Clyde, justo cuando estaba por entregarle la margarita a Lori, esta corrió al encuentro de Roberto Santiago, a quien vio llegar con un ramo de flores más vistosas que la suya.
–Pero si llega ese bobo de Bobby, que es su novio, a estorbar...
–canturreó el chico, lamentándose–.
Para evitar el oprobio, resulta más obvio claudicar...
Y aguantaré la desdicha de ver que mi dicha no fue real...
Porque yo soy caballero, sincero y entero de vida formal...
Lo bueno es que Lori tuvo el acierto de regresar con él, por lo menos para volver a acompañarlo en el coro. Esto, en lo que Bobby trataba de alcanzar a un heladero ambulante con su carrito.
–Pasan camiones y trenes, pasa la cuenta el doctor...
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Una vez más, Clyde se propuso a llamar su atención, esta vez regalándole un caramelo para la tos que recordó llevaba en su bolsillo; y una vez más, Lori lo ignoró para irse con Bobby, visto que le compró un helado de chocolate triple con confitura de fresa.
Con lo que, una vez más, el pobre tuvo que resignarse y lamentarse cantando:
–Como no habrá más remedio que dar a mi tedio luz y sol...
¡Voy a quitarme de en medio con un litro y medio de formol...!
Y guardaré en un armario las notas del diario que formé...
Cuando gasté mis mesadas en citas programadas que no aproveché...
Para su dicha, en ese instante, Lori le pasó un helado de menta con chocochispas que Bobby pidió para él y, de paso, lo siguió acompañando en el coro.
–Pasan camiones y trenes, pasa la cuenta el doctor...
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
En cuanto Bobby los alcanzó, él y Lori jugaron a embarrarse helado en la mejilla para después limpiárselo a chupetones. Así que Clyde se retiró, a sabiendas de que hacía mal tercio.
Y mientras se alejaba, siguió cantando acongojado:
–De mi fatal experiencia, como consecuencia, pude ver...
Que es lamentable dolencia sufrir la carencia de mujer...
Y como estamos nerfeados, tan sólo consejos hay que dar...
Porque ya estamos carentes de fanes leales que sepan shippear...
Igual, Bobby y Lori no tardaron en alcanzarlo y acompañarlo en el ultimo coro.
–Pasan camiones y trenes, pasa la cuenta el doctor...
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el amor?
Si hasta la ciruela pasa, ¿cómo es que no quieres que pase el a...
...Mor?
Al final, todo esto dejó tan emocionalmente agotado a Clyde, que terminó sufriendo uno de sus muchos ataques de ansiedad, en los que se ponía a actuar como un robot averiado.
–(Sobrecarga del sistema)
(Sobrecarga del sistema...)
Tras lo cual se desmayó delante de Lori y Bobby, quienes no tuvieron más remedio que cargar con él, levantándolo de un brazo cada uno, para de ahí llevarlo a la casa Loud donde podría descansar hasta recuperarse.
FIN
