FRAGMENTOS

¡Hola! Tenemos actualización.

- Kayla Lynnet: ¡Vaya, vaya! Si no fuera porque estoy leyendo tu comentario, casi pensaría que estoy viendo una escena de acción en pleno desarrollo. Te agradezco tanto la emoción y la intensidad que le pones a cada palabra, porque transmites toda tu desesperación y frustración de una manera que me hace reír, sufrir y emocionarme a partes iguales. Créeme que te entiendo, y no sabes lo mucho que me alegra que te sientas tan involucrada con la historia, aunque te tenga al borde de un colapso nervioso. Todo lo que mencionas, desde las teorías sobre el pobre Kuma hasta el misterio de Koga y la sospecha sobre Naraku, me hace sonreír porque, sin darte cuenta, estás atrapando todas esas pistas que dejo caer entre líneas. No puedo darte respuestas todavía, pero te prometo que lo que viene será igual o más intenso que lo que has leído hasta ahora. Y sí, quizás deberías respirar un poco antes de agarrar el vuelo hacia aquí jaja, porque, aunque me emociona tu entusiasmo, ¡aún tengo que seguir escribiendo y no puedo hacerlo bajo amenaza de secuestro! JAJA, Gracias, de corazón, por tu cariño y por confiar en mi locura literaria. Tu apoyo significa muchísimo, y te prometo que seguiré dándolo todo para que esta historia te mantenga mordiéndote las uñas… bueno, ¡tal vez no tanto como esta vez!

- Cbt1996: ¡GRACIAS POR ESTE COMENTARIO LLENO DE EMOCIONES! De verdad, me has hecho reír, sufrir y emocionarme mientras lo leía. Las mayúsculas y la intensidad dicen absolutamente todo, y me encanta ver que el capítulo te dejó con tantas sensaciones encontradas, justo como lo esperaba. Sé que te puse al límite, y no puedo decir que lo sienta mucho porque… bueno, así es esta montaña rusa que nos trae de cabeza a todos. Sobre lo que mencionas de Kagome y Kikyo, ¡sabía que ibas a sospechar desde que insinué ese detalle! Pero me alegra que, aun con las pistas, el impacto haya sido fuerte cuando todo salió a la luz. Entiendo tu frustración con Inuyasha, Koga, Sesshomaru y todo el caos que se desató en este capítulo. Es difícil saber en quién confiar cuando las cosas están tan revueltas, ¿verdad? Y lo de Moroha y Hoshiro… uf, me partió el alma escribir esa escena, pero créeme cuando digo que hay razones detrás de todo esto (aunque duela ahora). Por supuesto, no puedo darte todas las respuestas todavía (y me encanta verte dudar de medio mundo, jejeje), pero espero que el próximo capítulo aclare algo… o quizás te deje con más teorías locas. Mientras tanto, te agradezco de corazón por estar tan metida en la historia, por tus palabras y por el cariño que transmites en cada comentario. Nos leemos pronto, bella, ¡y gracias por vivir esta locura conmigo!

- Rosa. Taisho: ¡Holaaa! Pero qué comentario más divertido jeje. Eres un amor, aunque eso de querer matarme con tus propias manos suena un poquito extremo, ¡lo acepto! Y te entiendo porque este capítulo fue un caos total. Y sobre tu idea del fic con un muerto y todos como sospechosos, debo decir que me encantó, suena a algo lleno de intriga y drama, así que lo dejaré anotado, quién sabe qué pueda salir de ahí... Ahora, entrando en detalles, me encanta que aún estés dudando de Koga y no lo condenes tan rápido, porque es un personaje complicado y puede ir en cualquier dirección. Lo de Bankotsu, ¡vaya sorpresa, verdad! Y sí, la escena fue como un choque en plena carretera, totalmente inesperada. En cuanto a Inuyasha, parece que alguien decidió darle la lección que todos querían, y vaya que la recibió. Sobre Moroha, ojalá este caos la haga valorar más lo que Kagome ha hecho por ella. Y lo de Sesshomaru... entiendo que te parezca sospechoso, hay mucho que aún no se ha revelado. Respecto a Kagome y Naraku, tienes razón en tus dudas, y hay muchas piezas sueltas que necesitan encajar antes de que todo tenga sentido, pero te prometo que todo lo que parece raro tiene una razón. Naomi, desde luego, guarda más secretos, y ya veremos si está lista para aclararlos. Mil gracias por el cariño y por tu emoción en cada palabra. Me llena de alegría saber que disfrutas tanto de la historia, nos vemos en el próximo capítulo. Un abrazo enorme, linda.

- Karii Taisho: Gracias por tu comentario, linda, me encanta ver lo inmersa que estás en la historia y lo emocionada que te pone cada capítulo. Entiendo perfectamente esos nervios, y más después de lo que les ha tocado vivir a los personajes. Lo que mencionas sobre Kagome es clave, y su dolor por esa posible traición es algo que va a necesitar tiempo para procesar, porque confiar tanto y sentirse engañada es algo que duele profundo. En cuanto a la relación con Naraku, entiendo tus sospechas y teorías, y me encanta ver cómo analizas cada detalle. Hay muchas piezas aún por descubrir, y créeme que todo tiene un propósito en esta trama enredada. También me rompe el alma la situación de los niños, porque ellos no deberían estar pagando por todo esto, y sí, Naomi debería haberse apresurado un poco más, pero ya veremos qué más tiene que decir. Me encanta que en el grupo estén armando teorías jaja, eso hace que todo sea mucho más emocionante. Gracias a ti por leer y por dedicar tanto tiempo a reflexionar sobre cada detalle. Nos vemos en el próximo capítulo, un abrazo enorme.

- Annie Perez: Gracias por tu comentario, me encanta que te sorprendas tanto con los giros de la historia. Todo lo que está saliendo a la luz empieza a aclarar algunos sentimientos y rencores, como el de Kikyo hacia Kagome, aunque aún queda mucho por descubrir sobre el trasfondo de todo esto. No te preocupes, poco a poco las piezas irán encajando, y algunas respuestas llegarán cuando menos te lo esperes. ¡Nos vemos en el próximo capítulo!

- Samudio Marlenis: Muchas gracias a ti por seguir la historia con tanto entusiasmo y por compartir todas estas emociones. Me alegra que sintieras ese breve alivio con Inuyasha al ver a Kagome y a los niños bien, aunque, como bien dices, las cosas no podían quedarse tranquilas por mucho tiempo. Lo sé, me gusta mantener la tensión, pero créeme que todo tiene un propósito, y cada golpe es parte del camino hacia algo más grande. Sobre Sesshomaru, su ausencia es sin duda sospechosa, y lo que realmente sucedió detrás de todo esto aún está por revelarse. Entiendo perfectamente tu frustración por la separación de la familia, es desgarrador, pero no pierdas la esperanza, porque Inuyasha luchará con todo por reencontrarse con ellos. Y sí, la revelación de Naomi y Kagome trae muchas más preguntas que respuestas, y Rin no se queda fuera de ese misterio... ¡pero todo llegará a su debido tiempo! Espero poder actualizar pronto y seguir sorprendiéndote. ¡Nos leemos en el próximo capítulo!

- MegoKa: ¡Qué comentario tan maravilloso y lleno de emociones! Me encanta cómo analizas cada detalle y cómo le das vueltas a las posibilidades. Tienes razón, los hermanos Taisho son imparables cuando luchan juntos, pero, claro, nadie vio venir esa emboscada... Sobre Rin y Sesshomaru, ¡me encanta que imagines ese tipo de reencuentros llenos de tensión! Lo suyo es un tema complicado y lleno de heridas no sanadas. Y pobre Inuyasha, lo hago sufrir mucho, lo sé, pero también tiene que demostrar que puede redimirse y recuperar a su familia. Lo de Koga y Kikyo es definitivamente sospechoso, y lo de Naomi... bueno, hay secretos que guardó por miedo o por razones que aún no han salido a la luz. La obsesión de Kikyo y la conexión de Kagome con Naraku son piezas clave que irán encajando poco a poco, aunque el camino esté lleno de dolor y confusión. Gracias por estar siempre al pendiente y por compartir tantas teorías. ¡Un abrazo gigante y nos seguimos leyendo pronto!

- Carli89: ¡Jajaja, me encanta tu energía! Sí, la obsesión de Kikyo con Kagome ya es algo que pasa todos los límites, y es imposible no sentir pena por Hoshi, tan pequeño y atrapado en medio de todo este caos. Lo de Kag siendo hija de Naraku fue una bomba, ¿verdad? Todo empieza a encajar, pero aún hay muchas verdades por descubrir. Entiendo tu frustración, y créeme que después de tanto sufrimiento, la venganza puede estar más cerca de lo que imaginas… ¡Kikyo tiene muchas cuentas pendientes! Gracias por leer con tanta pasión, prometo que lo que viene no te dejará indiferente. Nos seguimos leyendo.

- Rey0109: ¡Me alegra muchísimo que te haya sorprendido! La verdad, este giro estaba esperando su momento para explotar y parece que llegó con toda la intensidad. Me encanta saber que logró impactar porque justo buscaba dejarles con la boca abierta y la mente llena de preguntas. Aún hay más piezas por encajar, así que prepárate porque las sorpresas no han terminado. ¡Gracias por leer y emocionarte conmigo!

- Lin Lu Lo Li: Me emociona mucho ver cómo conectas con cada personaje y cómo entiendes sus dolores, sus decisiones y hasta sus equivocaciones. Todo lo que mencionas tiene un peso tremendo en la historia, porque sí, Inuyasha lleva años cargando culpas y luchando con su propia fragilidad, y Kagome también tiene heridas que, aunque parezcan cicatrizadas, siguen doliendo. Lo que pasó con Sango, lo de Kikyo, y la desesperación de Raigo son piezas claves que no han terminado de revelarse del todo, y entiendo que esa incertidumbre sea frustrante. Pero lo más importante aquí es la fuerza de la familia, esa esperanza que sigue latiendo a pesar del sufrimiento. Los vínculos que Inuyasha ha creado, especialmente con Moroha y Hoshi, serán fundamentales para lo que está por venir, aunque el camino no será nada fácil. Me dolió mucho escribir este capítulo porque, como dices, la impotencia es enorme y el dolor, compartido. Pero, como siempre, aún queda algo por lo que luchar. Gracias por sentir tanto y por leer con el corazón. No sabes cuánto significa eso para mí.

¡Arrancamos con la maratón!

Pronto explicaré por el canal de WhatsApp los motivos por los que me demoré en actualizar. Y sí, como ya les había dicho, tuve una semana de locos.

Espero que disfruten la lectura. Me encanta leerlos, me encanta ver sus reacciones, y aunque no pueda verlos directamente… puedo imaginarme sus caras tras cada review.

Estos capítulos serán intensos. Quizás no sean del todo agradables: son tristes, devastadores, y reflejan realidades que existen, aunque a veces nos resulten ajenas.

En fin, la historia aún no ha terminado, pero estamos muy cerca del final.

Disfruten lo que queda.

"May every chapter of your life be as unforgettable as the last."

Atte. XideVill


Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.


CAPÍTULO 41.

INUYASHA

Era una posibilidad que jamás había considerado seriamente, y ahora que la había pronunciado en voz alta, sonaba aún más aterradora. ¿Qué significaría eso para ella? ¿Para todos nosotros?

La incertidumbre se deslizó bajo mi piel como una corriente helada. No era solo la respuesta lo que me preocupaba, sino todo lo que implicaba. La identidad, la sangre, la carga de un pasado que no elegimos pero que nos define de formas que ni siquiera imaginamos.

Porque la verdad nunca es simple. A veces, en lugar de respuestas, solo abre más preguntas.

–¿Cómo…?

Me costaba hablar, me costaba incluso ordenar mis pensamientos. Sentía la garganta seca, como si las palabras se negaran a salir.

Naomi intercambió un par de miradas con mis padres antes de suspirar pesadamente.

–No es fácil… nunca lo fue.

Su voz tenía un tono amargo, casi resignado.

–Entonces, todo este tiempo tú… ¿lo sabías?

Ella bajó la mirada por un instante, pero cuando volvió a alzarla, su determinación seguía ahí, firme e inquebrantable.

–Soy su madre. Solo quería protegerla.

–¿Ocultándole la verdad? –Mi voz salió más cortante de lo que esperaba.

Naomi exhaló con cansancio. No intentó justificarse de inmediato, solo me observó con una tristeza que parecía pesarle en los hombros.

–A veces, proteger a alguien significa tomar decisiones difíciles… aunque duelan.

El silencio en la habitación era pesado, tan denso que respirar se volvía una tarea insoportable.

–Naraku… ¿Él lo sabía?

–No –respondió firme–. Y no me arrepiento de nunca habérselo dicho, hasta entonces. Él nunca… lo habría aceptado.

–Sigo sin entender nada… –murmuré, con un torbellino de preguntas en la cabeza.

–Hijo… Hace muchos años, Naomi fue la prometida de Naraku. En aquel entonces, no éramos solo aliados, éramos amigos. Pero todo cambió el día en que tu padre nos presentó a su amigo, Takeshi Higurashi.

Naomi asintió, con la mirada perdida en algún recuerdo lejano.

–Así es… De haber sabido cuánto cambiaría mi vida después de conocerlo, tal vez… –bajó la cabeza, y su voz tembló– nunca me habría atrevido a asistir a esa reunión. Pero no cambiaría nada. Rompí mi compromiso con Naraku semanas después, sin saber que estaba embarazada de mi Kagome.

–¿Y qué pasó después?

Mi madre tomó la mano de Naomi en un gesto de apoyo.

–Fui a verlo… quería decírselo. De alguna forma, necesitaba que supiera que tendríamos una hija. Fui ingenua, ilusa, porque… ese mismo día supe que se había casado con otra mujer y que ella también esperaba un hijo suyo.

–Kikyo… –susurré, comprendiendo finalmente la raíz de su resentimiento.

–Entonces decidí criar a mi hija sola.

–Nunca estuviste sola –aseguró mi padre con firmeza.

Naomi lo miró con ternura y asintió.

–Lo sé… Tenía a Takeshi. Él aceptó a Kagome como si fuera su propia hija. Luego tuvimos a Rin, juntos formamos una familia. Esos fueron los años más felices de mi vida… hasta que esa maldita enfermedad me lo arrebató.

Su voz se quebró y cerró los ojos por un momento antes de continuar.

–Con su muerte, el pasado quedó sepultado. Solo él y yo conocíamos la verdad sobre Kagome… y después de su partida, cargué sola con ese secreto. Hasta que…

–¿Qué pasó?

Naomi me miró fijamente.

–El día que me enteré de que Kagome estaba viva y que había sido secuestrada por Naraku, algo cambió dentro de mí. Entonces me cuestioné el hecho de habérselo ocultado. Si hubiera sabido la verdad, tal vez Naraku jamás se habría atrevido a manipularla, a tratarla de ese modo. Claro, lo entendí todo. La trataba así, le hizo tanto daño porque creía que Kagome era fruto de la traición. Creía que lo había engañado con Takeshi. De ahí su rencor contra todos nosotros. Siempre ha culpado a tu padre por presentarnos a Takeshi, por hacer que formara parte de nuestras vidas. Por eso siempre buscó la forma de destruir a su familia.

–¿Por qué no hiciste nada al respecto?

–Lo hice –soltó de pronto–. Fui a verlo, hablé con él, solo que…

–¿Qué…?

–No pude hacerlo –admitió, bajando la mirada–. Temía su reacción, temía por la vida de mi hija y la de mi nieta, que ahora también era suya –tomó aire y lo soltó con lentitud, como si aún sintiera el peso de aquel miedo–. Hui como una cobarde. Tomé la verdad y me la llevé conmigo.

Se quedó en silencio un instante, atrapada en sus recuerdos.

–Solo hasta que me enteré por las noticias de que él estaba preso reuní el valor suficiente. De todos modos, tras las rejas, no podría hacer nada. Fui a visitarlo… hablé con él… y le dije toda la verdad. Qué Kagome en realidad era su hija…

Un escalofrío recorrió mi espalda.

–¿Cómo lo tomó?

Naomi desvió la mirada, como si en las sombras de la habitación pudiera encontrar una respuesta menos dolorosa.

–No dijo nada –susurró al final–. Solo… me pidió que me fuera porque estaba esperando a Kikyo.

Tragué saliva.

–¿Y qué hiciste?

–Me fui –respondió con un hilo de voz–. Y esa fue la última vez que lo vi.

El silencio se alargó, pesado, casi opresivo.

–Al día siguiente –continuó, casi en un susurro–, me enteré de que lo encontraron muerto en su celda.

–¿Crees que se lo haya dicho a Kikyo?

–No lo sé… pero si lo hizo, entonces ya sabemos la razón de su comportamiento.

Un escalofrío me recorrió la espalda al escuchar sus palabras. De repente, todo encajaba. La hostilidad de Kikyo, su mirada llena de resentimiento hacia Kagome, la forma en que siempre la había tratado con desprecio… todo tenía sentido ahora.

Y más que nunca, temía por su vida.

No sabía de lo que Kikyo era capaz, no tenía idea hasta dónde llegaría ahora que conocía la verdad. ¿Qué haría con Kagome? ¿Cómo la trataría? Solo imaginarlo me helaba la sangre.

Entonces mis ojos volvieron a la carta una vez más. El mensaje era corto, pero cada palabra estaba impregnada de una frialdad escalofriante.

"No quiero que el apellido de mi padre ande regado por ahí como si no valiera nada. Eliminaré a cualquiera que lo manche, empezando por mi querida hermana, Kagome."

El papel temblaba entre mis manos, o tal vez era yo quien temblaba.

No había odio en esas palabras. No había rabia. Solo una certeza cruel y absoluta.

Kikyo no estaba amenazando.

Estaba sentenciando.

Y Kagome… estaba en la lista.


KAGOME

El auto se detuvo de golpe, haciéndome dar un ligero brinco contra el asiento. No tuve tiempo de reaccionar antes de que la puerta se abriera de un tirón y unas manos ásperas me sujetaran con fuerza.

–¡No! –intenté resistirme, pero el agarre fue brutal. Me sacaron del vehículo a jalones, haciendo que mis pies tropezaran contra el suelo húmedo.

–¡Mamá!

Giré el rostro de inmediato y la vi.

Moroha forcejeaba, pataleando con todas sus fuerzas mientras un hombre la sujetaba del brazo con brutalidad. Su pequeño rostro estaba invadido por el miedo, y sus ojos estaban bañados en lágrimas.

–¡Déjenla! –grité con desesperación, intentando correr hacia ella, pero otro jalón me obligó a caer de rodillas sobre la grava.

Entonces… la risa de una voz femenina me erizó la piel.

–Qué conmovedor.

Kikyo.

Mi estómago se revolvió al verla allí, de pie, observándome con aquella sonrisa cruel que ya conocía. Sus ojos brillaban con fuego puro, como si disfrutara cada segundo de nuestro sufrimiento.

–Por favor… –supliqué con la voz entrecortada–. No le hagas daño, ella es solo una niña.

Kikyo inclinó la cabeza, como si estuviera considerando mis palabras, pero su expresión nunca perdió aquel aire de superioridad. Se acercó lentamente hasta quedar justo frente a mí.

–Solo una niña… –repitió en un murmullo antes de agacharse a mi altura–. Pero lleva la sangre equivocada.

Mi pecho se contrajo.

Mientras que Moroha sollozaba, llamándome entre gritos ahogados.

–No tienes por qué hacer esto… –susurré, aferrándome a su mirada con desesperación–. ¡Ya basta con esto, Kikyo!

Ella sonrió y luego chasqueó los dedos.

Y la orden fue dada.

Las escaleras crujieron bajo nuestros pies mientras nos arrastraban hacia el sótano. Cada paso nos hundía más en la oscuridad. El aire era denso, helado, y olía a humedad y encierro. Todo estaba hecho de piedra, como si hubiéramos entrado en el interior de una tumba. No recordaba haber estado aquí antes.

El agarre en mi brazo se endureció, haciéndome tropezar y chocar contra la pared fría.

–¡Mamá! –Moroha gritó, y su voz se quebró en un sollozo.

Intenté ir hacia ella, pero uno de los hombres la sostuvo del brazo con tal brutalidad que su pequeño cuerpo se sacudió.

–¡Déjala! –chillé con desesperación, sintiendo el corazón martillarme el pecho.

Moroha sollozaba, temblando, con el rostro bañado en lágrimas.

–¡Camina, mocosa! –gruñó el hombre y la empujó con tanta fuerza que cayó de rodillas contra el suelo de piedra.

–¡MOROHA! –Me lancé hacia ella, pero una mano me detuvo del cabello, tirando de mí hacia atrás.

No les importaba si la lastimaban. No les importaba su dolor. Todo en mí se quebró al verla allí, acurrucada, con el rostro contraído por el miedo y los brazos rodeando su pequeño cuerpo, sollozando en silencio.

–Por favor… –susurré, con la voz hecha trizas–. No le hagan daño.

La única respuesta fue el sonido metálico de una puerta abriéndose. Nos arrojaron dentro con un empujón. El golpe contra el suelo me dejó sin aire, pero lo único que importaba era ella. Me incorporé de inmediato y la envolví en mis brazos, aferrándola con toda mi fuerza.

–Shhh, estoy aquí… –susurré, sintiendo su cuerpecito temblar contra el mío–. Todo va a estar bien, mi amor, mamá está aquí…

La puerta se cerró con un chirrido oxidado y un golpe seco. Y entonces lo sentí. No estábamos solas. El aire se movió. Un escalofrío me recorrió la espalda antes de que mis ojos se encontraran con los de alguien más.

En la penumbra, desde el rincón más oscuro de la habitación, una figura se irguió con lentitud. Sus ojos carmesí brillaron a contraluz.

Kagura.

¿Kagome?

Moroha levantó la cabeza de inmediato al escuchar su voz.

–Tía Kagura… –soltó entre sollozos.

Kagura se apresuró a ayudarnos a incorporarnos, su respiración era agitada y las manos le temblaban sin parar. No hubo dudas ni vacilaciones, simplemente nos envolvió en un abrazo desesperado, como si necesitara asegurarse de que éramos reales.

–Dios… –murmuré entre su cuello–. No puedo creer que te tengan aquí… que te hicieran esto…

Mi voz sonaba rota, llena de impotencia. Me aferré a ella con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo en medio del frío insoportable del sótano.

–¿Qué está pasando…? –susurró Moroha, y su cuerpecito se encogió contra el mío.

Kagura la miró con los ojos empañados, acariciando su mejilla con suavidad.

–Eres tan valiente, pequeña… lo siento tanto.

No podía comprenderlo del todo. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Desde cuándo? Antes de poder preguntar, un ruido metálico retumbó en la puerta.

–¡Basta de sentimentalismos! –la voz de un hombre resonó con dureza–. Disfruten el reencuentro mientras puedan. No les queda mucho tiempo juntas.

El sonido de unos pasos alejándose me hizo contener el aliento. Mi pecho se oprimió. Kagura apretó los dientes, con los ojos encendidos de rabia.

–No voy a dejar que les hagan daño. No otra vez –murmuró con furia.

Tomé aire con dificultad.

–¿Desde cuándo estás aquí?

Kagura bajó la mirada, como si le pesara la respuesta.

–No hace mucho...

Mi estómago se revolvió. No podía ser real. No esto.

–Koga… –susurré, y el nombre se sintió como veneno en mi lengua.

Kagura asintió con los labios apretados.

–Me engañó –su voz fue firme, pero temblaba de rabia y dolor–. Nos engañó a las dos. Koga no era quien creíamos, Kagome.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

–¿Qué…?

Kagura desvió la mirada y su rostro se contrajo en angustia.

–Tiene a mi hija… –su voz se quebró y su cuerpo se sacudió con un sollozo sofocado–. No sé dónde se la llevó. Lo último que recuerdo es que me despedí de él, le dije que me iría con Sesshomaru… le di la espalda por un segundo, ¡un maldito segundo! –su respiración se agitó y apretó los puños con fuerza–. Y cuando volteé… tenía a Kanna en brazos.

Su rostro se llenó de desesperación.

–Intenté quitársela, pero… me sedó. Todo se volvió borroso después… y cuando desperté estaba aquí. Sola. Sin mi hija.

Las palabras cayeron sobre mí como una losa de piedra.

No.

Esto no podía estar pasando.

Koga… él… ¿todo este tiempo?

No.

Eso no era verdad. Tenía que haber otra explicación.

Sentí el frío de la habitación clavándose en mis huesos, pero nada se comparaba con el gélido terror que se extendía en mi pecho.

–No… no puede ser… –murmuré, negando con la cabeza.

Kagura me miró con los ojos enrojecidos y húmedos.

–Lo es –su voz fue apenas un susurro–. Y si Koga está involucrado… entonces esto es más grande de lo que imaginamos.

El aire se volvió más denso, como si la misma habitación se cerrara sobre nosotras.

Moroha sollozó entre mis brazos y la abracé con más fuerza.

–… tengo miedo –susurró.

Tragué el nudo en mi garganta y besé su frente con ternura, aunque por dentro me estuviera desmoronando.

–No dejaré que te hagan daño –le prometí.

Pero incluso mientras lo decía, sentí el peso de la incertidumbre estrangulándome. Porque no tenía idea de cómo íbamos a salir de esta.

.

El sonido metálico de la cerradura girando nos congeló. Kagura y yo nos tensamos al instante, e instintivamente acerqué a Moroha entre nosotras. La puerta se abrió con un rechinido que rasgó el silencio, y dos hombres entraron. Sus rostros eran sombríos, carentes de emoción.

–Muévanse –ordenó uno de ellos con voz áspera.

Nos quedamos inmóviles. No quería soltar a Moroha, no quería moverme, no quería salir de ahí sin saber a dónde nos llevarían. Pero uno de los hombres se acercó sin paciencia y me tomó del brazo con rudeza.

–¡No la toques! –gruñó Kagura, lanzándose contra él.

El hombre reaccionó de inmediato, empujándola con fuerza contra la pared. El golpe la dejó sin aire y se desplomó de rodillas con un jadeo de dolor.

–¡Tía Kagura! –Moroha gritó con pánico, aferrándose más a mí.

No me dieron tiempo de reaccionar. Sentí un tirón brusco en el brazo y me obligaron a avanzar. Kagura, a pesar del dolor, se enderezó y me lanzó una mirada de advertencia: no pelees. Si lo hacíamos, solo empeoraríamos las cosas.

Nos empujaron fuera de la habitación y nos guiaron por un pasillo frío y lúgubre. La sensación de estar atrapada bajo tierra me oprimía el pecho. Caminamos en silencio, escuchando solo el eco de nuestros pasos y la respiración agitada de Moroha.

Finalmente, llegamos a una puerta diferente. Más grande. Más abierta.

Nos empujaron dentro sin ceremonia. La habitación era amplia, con grandes ventanales cubiertos por pesadas cortinas. Una lámpara colgaba del techo, proyectando una luz amarillenta y opaca. No había muebles, sólo una silla colocada en el centro de la habitación.

Y de pie, esperándonos con una expresión gélida en el rostro, estaba Kikyo.

Vestida de blanco cegador, su mirada se posó en nosotras con una mezcla de desprecio y algo más oscuro. Algo que hizo que mi estómago se revolviera.

Los hombres se quedaron a la espera detrás de nosotras, listos para cualquier movimiento.

–Por fin –susurró Kikyo, con una sonrisa apenas perceptible en sus labios–. Bienvenida, hermana.

Mi sangre se heló.

¿Hermana?

Sentí la mirada de Kagura sobre mí.

–¿No vas a responderme? Mira que me vestí acorde a la ocasión.

–No tengo nada que decir.

–¿Estás segura? –La ignoré–. Porque yo sí tengo mucho que decir. Empezando por tu patética forma de proteger a esa niña y terminando con todo lo que tengo planeado para hacer con ustedes.

–Ya obtuviste lo que querías. ¿Qué más quieres? ¿No te basta con todo el poder que tienes?

Kikyo soltó una risa irónica, cargada de veneno, antes de mirarme fijamente.

–Tu sufrimiento no me basta, Kagome. ¿Crees que me conformaré con eso?

–¿Qué es lo que quieres? Ya estoy harta de formar parte de tus asquerosos planes, ya estoy harta de que tú y tu maldito padre me usen como se les dé la gana. Si tanto les molesta mi presencia, entonces, ¿qué estás esperando? ¡Termina conmigo de una maldita vez!

–¡No! –Moroha gritó, raspándose la garganta–. ¡No, por favor!

–Moroha…

–Luego no te quejes –dijo Kikyo con frialdad–. Tu hija está siendo testigo de lo miserable que eres. No te importaría dejarla huérfana con tal de librarte del dolor.

Entonces miré a Moroha, que me veía con súplica.

–No es así. Solo no quiero que mis hijos tengan que sufrir por mi culpa.

–Qué patética eres, Kagome. Eres igual o peor que tu estúpida madre.

–Cállate…

–Al tratar de proteger a tus hijos, no te das cuenta de las consecuencias.

–¿Qué es lo que quieres? –cuestioné agria.

Kikyo se puso de pie y avanzó hacia mí con pasos medidos.

–La otra vez dejamos una conversación pendiente.

–No sé de qué hablas.

–¡Cállate y escucha! –sentenció con dureza–. ¿Crees que me temblará la mano al momento de deshacerme de ti o de mi querida prima? ¡Pues no! Ustedes no son más que escoria, manchan el apellido de mi padre con solo respirar.

–De mí puedes decir lo que quieras –intervino Kagura–, pero Kagome no tiene nada que ver con esto…

–En eso estás muy equivocada, querida prima –corrigió Kikyo con sarcasmo, volviendo a su lugar con pasos lentos–. En realidad, el apellido Hirano se manchó desde hace mucho tiempo y, como mi padre siempre decía, hay que arrancar la plaga desde la raíz…

–Y por eso lo asesinaste –solté, sabiendo que lo había confesado tiempo atrás.

Kikyo sonrió con satisfacción.

–Nunca fui más feliz que ese día –confesó. Kagura la miró con terror–. Pero no te conté todo…

–No necesito saber los detalles.

–Oh, querida, sí que los necesitas –afirmó con una sonrisa ladina–. Ese día tenía planeado una reunión con Naraku. Ya sabes, el pobre idiota quería que lo sacara de prisión. Solo que no contó con la visita de aquella mujer.

–No me interesa nada de esto, Kikyo…

–Tu madre –soltó, apuntándome con un dedo–. ¿Sabías que tu madre fue a verlo a prisión? Qué romántico, ¿no crees?

–¿Qué…?

–Ese día llegué temprano y lo escuché todo. Tú siempre fuiste una piedra en mi zapato, y no sabía muy bien por qué. Siempre creí que era por Inuyasha, pero ese día lo comprendí todo.

–No quiero escucharte…

Kikyo soltó una risotada.

–Porque en el fondo lo sabes, ¿no es así? –sentenció–. Sabes que tu vida siempre ha sido una farsa. Mírame, Kagome, tú y yo nos parecemos…

–Yo jamás sería como tú…

–Sin embargo, llevamos la misma sangre, porque sí… Naraku es nuestro padre.

–¡Cállate!

–¿Te molesta?

–No quiero escucharte…

–¿Te molesta pensar que el hombre que debió protegerte, cuidar de ti y estar a tu lado solo te utilizó? Porque eso fue lo que hizo. A él no le importó que fueras su hija, solo te utilizó…

–¡Al igual que hizo contigo! –exclamé, harta de su veneno–. Al final sí, Kikyo, ambas sí somos iguales.

De pronto, su sonrisa se borró.

–No –dijo alargando la palabra–. Kagome, me equivoqué… no lo somos. Porque mientras él sabía que yo era su hija, me utilizó como una marioneta, en cambio tú…

–Ya dijiste que también me utilizó…

–¿Sabes por qué lo maté?

–Porque quisiste arrancar el mal de raíz. Tú misma lo dijiste.

Su mirada se perdió en algún punto de la habitación, como si recordara el momento.

–No… fue porque a ti te utilizó sin saber que eras su hija.

–¿Qué diferencia hay? –cuestioné–. Lo hubiera hecho de haberlo sabido o no…

Kikyo me miró y negó con la cabeza.

–Lo maté porque cuando se enteró de que tú eras su hija, el idiota me pidió que no lo sacara. Es más, quiso obligarme a entregarme. ¿Puedes creerlo?

–¿Qué…?

–Por eso lo maté. Se atrevió a poner en riesgo todo lo que habíamos logrado hasta entonces. ¿Y por qué? Solo por ti. Porque, al parecer… fuiste más importante que yo para él…

–Estás mintiendo…

–¿Lo hago? –me miró con burla–. Tal vez sí, tal vez no… Es algo que nunca sabrás, y morirás con la duda. Tráiganlo.

Los hombres tras nosotras se movieron y salieron, obedeciendo la orden dada.

–Déjenme contarles lo que pasará a continuación –dijo Kikyo, inclinándose hacia adelante–. Primero, voy a acabar con lo que mi padre inició. Eso de utilizar mujeres para sus propios beneficios no es mi estilo. Y viendo el cabo suelto que dejó, empezaré por ahí.

–Me llamaste.

Ambas volteamos a ver a Koga, quien entró sin ninguna culpa.

–Kanna… –musitó Kagura, con la voz cargada de angustia–. ¡Dame a mi hija, maldito!

–¡Mami…!

Koga pasó por su lado, ignorándola por completo, mientras los hombres volvían a sujetarnos del brazo. Kanna, aquella pequeña niña, se movía incómoda en los brazos de Koga. Quería correr junto a su madre, pero le resultaba imposible.

–¡Suéltala! –exigió Kagura, forcejeando contra el agarre de los guardias.

–Tranquila –respondió Kikyo con una sonrisa burlona–. Aún no es momento de la despedida.

–¿Qué…?

–Tú eres el cabo suelto, Kagura. Tú y tu bastarda son el error que mi padre no fue capaz de solucionar.

–No…

–Debiste deshacerse de ella en cuanto tuviste la oportunidad. ¿O acaso creías que podrías seguir jugando a la familia feliz con alguien que no te ama?

–Déjala… es solo una bebé…

–Mami…

Koga se detuvo junto a Kikyo y ladeó la cabeza con fastidio.

–¿Para qué todo este drama? Si alargas esto por mucho más, puede que...

–¿Y dónde estaría la diversión en eso? –Kikyo apoyó un codo sobre el reposabrazos de su asiento y dejó caer la cabeza sobre su mano–. Me gusta verlas sufrir. Especialmente a ti, Kagura.

Kagura le lanzó una mirada de puro odio.

–Eres una desgraciada.

–Lo sé –replicó Kikyo con una mueca burlona, antes de volver su atención a la niña en brazos de Koga–. ¿Sabes? Es curioso… Tu hija se parece mucho a Sesshomaru, sin embargo… es una Hirano de los pies a la cabeza.

Kagura palideció.

–Cállate…

–Apuesto a que se preguntará por qué su madre la abandonó.

–¡No la abandoné!

–Oh, pero eso está por suceder, tú tranquila –Kikyo sonrió con frialdad–. ¿Por qué no le preguntas a Koga qué le dijo a la niña?

Kanna sollozó y se removió con más fuerza.

–¡Mami…!

El corazón de Kagura y el mío se rompieron un poco más al escucharla.

–Voy a matarte… –susurró entre dientes, y sus ojos brillaron con ira.

Kikyo rio suavemente.

–Haz la fila, querida.

Koga, visiblemente fastidiado, acomodó mejor a la niña en sus brazos y se dirigió a Kikyo.

–Ya basta de juegos, no tenemos mucho tiempo. ¿Qué quieres que haga con ella?

La sonrisa de Kikyo se ensanchó.

–Oh, tengo planes muy especiales para esta pequeña…

–No te atrevas… –advirtió, Kagura, con la voz temblorosa.

Kikyo ignoró su súplica y chasqueó los dedos. Un par de hombres se acercaron de inmediato.

–Llévensela.

–¡No! –Kagura luchó con todas sus fuerzas, pero los guardias la inmovilizaron con facilidad–. ¡Kanna!

La niña gritó cuando Koga la entregó sin esfuerzo a uno de los hombres.

–¡Mami! ¡Mami…!

Sentí un nudo en la garganta. Ver a la niña llorar, extendiendo sus bracitos hacia su madre, me recordó un miedo que conocía demasiado bien.

–¡Déjala ir! –grité con desesperación–. ¡Kikyo, esto no tiene sentido!

Kikyo giró la cabeza lentamente hacia mí, su sonrisa aún estaba intacta.

–Claro que lo tiene –murmuró con diversión–. Solo que tú no puedes entenderlo.

–¡Maldición, Kikyo! –Kagura forcejeó con rabia–. ¡Eres una maldita enferma! ¡No puedes hacerle esto a una niña! ¡Me necesita…! ¡Me necesita tanto como tú necesitaste a tu madre a su edad! ¿Ya no lo recuerdas?

Kikyo ladeó la cabeza, fingiendo pensarlo.

–Oh, claro que lo recuerdo. Pero no me importa.

–Si le haces algo… –Kagura se oía agitada– ¡Si te atreves a lastimarla ten por seguro que su padre no te lo perdonará! ¡Sesshomaru no se quedará tranquilo hasta encontrarte!

–Solo si me encuentra, querida. Para entonces yo ya no estaré aquí, y tú… estarás bajo tierra.

Kanna seguía llorando mientras los hombres la arrastraban hacia la puerta.

–¡Mami, no me dejes!

–¡NO, NO! ¡DÉJENLA! ¡KANNA… KANNA!

Pero los hombres la sacaron de la habitación, cerrando la puerta tras ellos. El sonido del llanto de la niña se desvaneció poco a poco, dejando tras de sí un silencio aterrador.

Kagura se desplomó de rodillas, con la mirada perdida y el cuerpo temblando.

Sabía que nada podía doler más que ver a un hijo ser arrebatado de los brazos de su madre. Lo sabía muy bien.

–¿Por qué haces esto? –murmuré, incapaz de contener mi furia–. ¿Qué ganas con todo esto, Kikyo?

Kikyo se puso de pie lentamente, caminando con elegancia hasta quedar justo frente a mí

–Gano lo que siempre he querido –susurró inclinándose–. Poder. Control. Y lo más importante…

Sostuve su mirada, sintiendo un escalofrío recorrer toda mi espalda.

–...su sufrimiento. Porque si mi vida fue miserable, entonces las suyas también lo serán. Ese es el peso de cargar con el apellido Hirano, ese es el peso de la sangre, querida hermana. ¿Ahora lo entiendes? ¿Ahora comprendes mi odio hacia ustedes? ¿Ahora ves por qué las desprecio? Ustedes no merecen ser felices, no sobre mí…

Kikyo se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada era oscura y carente de emoción.

–Creíste que podías ser feliz con Inuyasha, ¿no es así? Hace cinco años pensaste que serían una familia perfecta. Pero déjame decirte algo, Kagome: nada de eso pasará. No mereces ser feliz, no mientras yo esté aquí. Y tú, Kagura, tampoco.

La voz de Kikyo se volvió un veneno sibilante. Miró a Kagura y arrugó la frente.

–No sabes cuánto desprecio el hecho de que tú sí pudiste embarazarte de un Taisho. Para bien o para mal, esa bastarda tuya lleva su sangre, y no lo mereces. No mereces ser la madre de una Taisho. No mereces que ese idiota te haya elegido otra vez. ¿Creíste que ahora serían una familia? Dime, ¡¿le creíste como una estúpida?!

Kikyo sonrió con crueldad antes de soltar el golpe final.

–Pero hay algo que no sabes... Sesshomaru Taisho no quiere a nadie más que a sí mismo. Él nunca te vio como una mujer, Kagura ¡No seas tonta! Solo te vio como un objeto que podía manipular y usar a su antojo cuando tenía ganas de sexo.

El cuerpo de Kagura tembló, pero se mantuvo firme.

–Al menos pude disfrutarlo… –musitó–. Al menos pude darle una hija. ¿Y tú qué, Kikyo? ¿Qué hiciste? ¿En qué le serviste a tu padre…? No lograste hacer nada útil. Por eso Naraku nunca te quiso...

–Cállate –espetó Kikyo, su voz cargada de advertencia.

Pero Kagura no se detuvo.

–Por eso nadie en esta vida te ha querido.

–¡CÁLLATE, MALDITA ZORRA!

El estruendo del disparo retumbó en el salón.

Los gritos de desesperación llenaron el aire. Moroha se aferró a mí con fuerza, escondiendo la cabeza contra mi pecho. Con las manos sujetadas, hice lo imposible por calmarla, aunque mi propio corazón amenazaba con romperse.

Miré por encima de mi hombro y entonces la vi.

Y todo mi mundo se vino abajo.

–¡Kagura!

La sangre teñía el suelo de piedra pulida.

–¡KAGURA!

Kikyo soltó una carcajada helada, tan fría y cruel que me cortó la respiración.

–¡NO, KAGURA!


INUYASHA

–¿Qué haces?

–Iré a buscarlas.

Sesshomaru me detuvo.

–Ya escuchaste al doctor.

–También leí la amenaza de Kikyo. Y no pienso quedarme aquí sin hacer nada. Moroha y Kagome están en algún lugar, ellas me necesitan.

–No puedes hacerlo todo –sentenció con frialdad–. La policía ya está en eso…

Lo miré con furia contenida.

–¿Acaso no te preocupa? –espeté con incredulidad–. Kikyo dijo que eliminará a cualquiera que manche el apellido de su padre.

–Lo sé, pero…

–Tu hija, Kanna. Es una Hirano. Eres consciente de eso, ¿verdad?

La realidad pareció golpearlo de lleno.

–¿Crees que…? –murmuró, mirándome de pronto–. No puede… ¿o sí? Kanna solo tiene cinco años, es una…

–¿Qué? ¿Es tan solo una bebé? –interrumpí con dureza–. ¿Y desde cuándo eso ha detenido a Kikyo? Te recuerdo que mis hijos estaban dentro del auto, y Hoshiro también es un bebé. Y aun así a ella no le importó.

Sesshomaru bajó la cabeza y soltó un suspiro pesado. El silencio reinó por varios segundos, segundos que rápidamente se tornaron insoportables.

–Lo siento… –musitó de pronto–. Debí intervenir. Si lo hubiera hecho, tal vez…

–Tal vez las cosas hubieran salido peor –afirmé con firmeza–. Tenías a Rin, a Sango y a sus hijas en el auto. Al menos cuidaste de ellas al no intervenir.

El silencio que siguió fue denso, cargado de remordimiento y miedo.

Sesshomaru se pasó una mano por el rostro, su expresión estaba endurecida con la sombra de la duda nublando su mirada dorada.

–No podemos quedarnos quietos –murmuré con determinación–. Si esperamos demasiado, será tarde.

Él alzó la vista y me sostuvo la mirada. Durante un momento, pareció debatirse consigo mismo. Luego, su mandíbula se tensó.

–Voy contigo –declaró con firmeza mientras me ayudaba a incorporarme–. Me necesitas más que nunca. ¿Te has visto? Apenas puedes mantenerte en pie.

–No me importa.

El sonido de una puerta abriéndose bruscamente nos hizo girar la cabeza.

–¿Qué creen que están haciendo? –nuestro padre irrumpió en la habitación con el ceño fruncido–. Inuyasha, el doctor…

–Al carajo el doctor –gruñí–. Mi hija y mi… y Kagome me necesitan.

–¿Y Hoshiro? –su voz se endureció–. También te necesita, y no te veo preocupado por él.

Ladeé la cabeza, sintiendo un nudo apretarse en mi garganta.

–No puedo… –murmuré con la voz quebrada–. Hoshi… me cuesta mirarlo a los ojos –confesé tragándome el orgullo–. No quiero que vea al hombre que permitió que lo alejaran de su madre y hermana.

Mi padre suspiró con pesadez.

–Hijo, tienes que dejar de culparte por todo.

Negué, sintiendo la rabia y el dolor consumir mi pecho.

–No puedo, padre. Cada vez que lo miro, siento que… soy responsable de su dolor. Que debí haber hecho algo más. Que yo…

Me detuve al notar cómo me observaba, con un peso distinto en la mirada.

–Entonces ya sabes lo que siento al verte en esta situación –sentenció.

Lo miré fijamente, sin palabras.

–Les he fallado a los dos como padre –continuó con un dejo de amargura–. Permití que mis hijos sufrieran, pero quiero enmendarlo.

–Padre, tú no…

–Recibimos noticias –me interrumpió. Ese era su modo de evadir el llanto–. Jaken tiene información crucial. Rastrearon el auto que se llevó a Kagome y a mi nieta.

Mi cuerpo se tensó.

–¿Y Kagura? ¿Saben algo de ella?

Nuestro padre negó con la cabeza al ver a Sesshomaru.

–Por ahora solo encontraron botellas de alcohol vacías en el lugar donde se estaba quedando.

–¿Qué quieres decir con eso?

Dudó, un segundo, antes de hablar.

–Hijo…

–No, sé más franco –escupió Sesshomaru con frialdad.

Mi padre respiró hondo.

–Tal vez Kagura se fue porque así lo quiso.

Sesshomaru apretó los puños con furia.

–No es cierto. Me niego a creerlo. Ella no me alejaría de Kanna de esa manera.

Mi padre bajó la mirada.

–Hay algo más…

–¿Qué? –preguntamos al unísono.

–La policía logró dar con el paradero de Raigo Okami. Está dando su declaración en este momento. Si todo sale bien, pronto sabremos si está involucrado en todo esto. Mientras tanto…

De repente, Sesshomaru me soltó con brusquedad y dio varios pasos hacia atrás.

–¿Qué ocurre? –pregunté alarmado.

Él se llevó una mano al pecho, respirando con dificultad.

–No lo sé… de pronto sentí que me faltaba el aire…

–¿Estás bien?

Asintió, pero en sus ojos… en sus ojos solo se dibujaba el terror mismo.

Kagura…

.

Las horas pasaban, y con cada minuto que transcurría, el pánico se aferraba más fuerte a mi pecho. Mi mente no dejaba de conjurar escenarios aterradores, cada uno más cruel que el anterior. Pero había uno en particular que me desgarraba por dentro, uno que me costaba siquiera imaginar sin sentir que me ahogaba en el terror.

La muerte de Kagome.

El simple pensamiento era suficiente para hacerme temblar. Nuestros hijos… ellos serían los más afectados, condenados a crecer sin su madre, a cargar con una ausencia que los marcaría para siempre. No importaba cuánto intentara protegerlos, jamás podría llenar ese vacío.

Yo sabía lo que era perderla. Lo había vivido antes, y el dolor me había destrozado. Pero en aquel entonces solo era un muchacho inmaduro, aferrado a la ilusión de que el amor bastaba para vencer cualquier obstáculo. Me equivoqué. Y ahora… ahora era padre. No podía darme el lujo de ser ingenuo. La vida era mucho más cruel de lo que alguna vez imaginé, y si la perdía otra vez… esta vez no habría redención.

Pedí un milagro. Cualquier cosa. Un susurro del destino, un atisbo de esperanza que me arrancara de este abismo de desesperación. Nunca antes me había sentido tan perdido, nunca antes había necesitado tanto arrodillarme y rogarles a los dioses por un poco de misericordia, sin embargo, lo hacía por mis hijos. Mi alma pendía de un hilo, y cada segundo que pasaba sin noticias me arrancaba un pedazo más de cordura.

Necesitaba un ancla. Algo que me impidiera ahogarme en el horror de imaginar un mundo sin ellas. Un poco de fe, aunque fuera frágil, si eso significaba que Kagome y nuestra hija volverían conmigo. Y entonces lo prometí.

Si la volvía a ver, si tuviera una segunda oportunidad, haría todo lo que estuviera en mi poder para hacerla feliz. No habría nada más importante que verla sonreír junto a nuestros hijos, incluso si eso significaba renunciar a ella. Incluso si eso significaba verla en los brazos de otro, viviendo la vida que yo no pude darle. No era que me rindiera con ella, no. Me estaba rindiendo conmigo mismo. Con el hombre que fui. Con el hombre que la perdió.

Me rendía por haberla abandonado, por haber dudado, por no haber luchado lo suficiente. Me rendía porque nunca la busqué como debí haberlo hecho, porque negué lo que era nuestro, porque la dejé creer que su amor no era suficiente para mí.

Y la verdad era que ella lo merecía todo. Merecía la luna y las estrellas, el sol y el mar, la ternura y la paz. Y yo… yo no era suficiente. Nunca lo fui.

De pronto, como si Dios hubiera escuchado mis súplicas en el último instante, mi celular vibró en mis manos. El sonido me arrancó de mi desesperación con la fuerza de un trueno en plena tormenta.

Mi corazón se detuvo por un segundo antes de desbocarse contra mi pecho. Con manos temblorosas, desbloqueé la pantalla. Era un mensaje.

El aire se volvió espeso, como si el tiempo mismo contuviera la respiración junto conmigo. Tragué saliva, sintiendo el peso de la incertidumbre en cada fibra de mi ser. ¿Sería una pista? ¿Una respuesta? ¿O la peor noticia de mi vida?

Tomé aire con dificultad y abrí el mensaje.

Continuará...