El trato
Cerró el libro con fuerza, si él tan solo hubiera sabido como trataban a Anna en su casa habría huido con ella sin pensarlo, pero ella jamás habló acerca de como la maltrataban, él veía los moretones que tenia la pequeña pero nunca creyó que sus padres fueran tan crueles.
-Fue mi culpa Anna- lloraba con fuerza mientras abrazaba el diario
-Vaya vaya, Yamato llorando como un niño chiquito- rió un joven que lo observaba desde la ventana
-¿Qué haces aqui?- preguntó Miko mientras se ponía de pie en forma defensiva
-¿Esa es tu forma de saludar? Que maleducado- dijo al momento de entrar a la habitación
-¿Quién eres?- cuestionó seriamente
-He tenidos muchos nombres...- explicaba mientras tomaba asiento en un sillón que se encontraba en una esquina -Pero puedes llamarme Grimm
-¿Y a qué has venido?- cuestionó Miko mientras lo miraba fijamente
-He venido a proponerte un trato- y con esto sonrió el chico de una forma espeluznante
El traqueteo del tren marcaba el ritmo de un silencio denso entre los tres chicos. Cada uno perdido en sus pensamientos. Pero era la rubia quien más luchaba contra la maraña de dudas que se enredaban en su mente.
No dejaba de pensar en lo que vio durante su "sueño", como decidió llamarlo. Había demasiadas preguntas sin respuesta, pero una destacaba sobre todas: la puerta número 2.
¿Por qué Layla no quiso que la abriera? ¿Era tan terrible ese recuerdo? ¿Y por qué, entre todas las posibilidades, pudo ver un fragmento del pasado de Layla?
El peso de la incertidumbre se hizo insoportable.
"Ya basta de rodeos. Pregunta de una vez lo que quieres saber" espetó Layla, su voz cargada de irritación. No necesitaba escuchar a Anna hablar para saber lo que pensaba.
Anna entrecerró los ojos, analizando sus palabras.
"Es bastante obvio que tuviste una familia que te quería" pensó, más para sí misma que para Layla.
"Sí, ¿y qué?" respondió la otra, con frialdad.
Anna se mordió el labio, buscando las palabras adecuadas. ¿Cómo podía preguntar por qué era así, si aparentemente lo había tenido todo?
Layla suspiró, como si ya hubiera previsto la pregunta.
"Es muy sencillo, Anna. Tuve todo lo que puedas imaginar: una familia que me amaba, lujos, comodidades… incluso un prometido" su voz se tornó más suave, más frágil "Pero un día, todo eso me fue arrebatado."
Anna guardó silencio. No hacía falta decir nada más.
Layla dejó escapar una risa amarga.
"Así es. Duele mucho más haberlo tenido todo y perderlo… que jamás haberlo tenido."
Anna sintió un escalofrío. Layla tenía razón. Ella jamás conoció lo que era una familia. O al menos, no una que pudiera recordar. Por eso ese tema no le afectaba del mismo modo que a Layla… o a Hao.
Y entonces lo comprendió.
Tal vez esa era la razón por la que Layla era tan importante para Hao. Tal vez… compartían el mismo dolor.
Respiró hondo antes de hacer la pregunta que realmente quería hacer desde el principio.
"Layla… ¿cómo conociste a Hao?"
-¿Qué clase de trato?- cuestionó el castaño mientras tomaba asiento delante del otro chico
-Bueno, creo que antes de proponer cualquier cosa, debería exponer la situación para que tengas un panorama correcto
-Te escucho-
—Hace quinientos años... me arrebataron algo que no tenía precio para mí. Algo que, aún en esta época, me consume. —Grimm hizo una pausa, como si las palabras costaran salir, su mente viajando a tiempos lejanos y oscuros—. Estoy seguro de que conoces a Hao Asakura.
-...-
El castaño asintió lentamente, un reconocimiento en su mirada. Grimm dejó escapar un suspiro que resonó con una mezcla de amargura y dolor.
—Déjame contarte algo, Miko. Hace cinco siglos, Hao y yo fuimos… amigos. O al menos eso creí. Pero las apariencias engañan, y la traición que él me hizo fue más oscura de lo que puedes imaginar.
-...-
—Ambos fuimos parte del torneo de Shamanes. Pero ya entonces, Hao no tenía corazón. Su alma estaba sumida en la oscuridad, consumida por el ansia de poder. Nada más le importaba, no importaba quién quedara atrás.
-Júralo- dijo con ironía el castaño
-Hao me tomó como un enemigo, y no lo culpo, después de todo nuestro nivel furyoku era similar, por no decir el mismo, sin embargo creí que los años de amistad le harían verme diferente, pero nada de eso lo detuvo...
-...-
—Lo que no esperaba… lo que jamás imaginé, fue que la oscuridad que Hao albergaba fuera tan grande que fuera capaz de destruir todo lo que amaba. Él... me destruyó. —Grimm apretó los puños, la ira y el dolor pululando en sus venas—. Me mató, Miko. Pero no fue solo eso. Me despojó de lo que más amaba.
-Mmh-
-Asakura asesinó a mi prometida... Layla
-Mmmh-
-Y claro, después de confrontarlo también me asesinó- dijo mientras hacia una mueca de disgusto, al menos esto si era verdad —Es por eso que mi alma reencarnó en esta época. Vine a buscarlo a él.
—A Hao —completó Miko, su tono más sombrío, como si estuviera asimilando el peso de las palabras.
—Así es... —Grimm dijo, sus ojos brillando con una furia controlada—. Pero sobre todo, vengo buscando a ella.
Miko frunció el ceño, la confusión marcando su rostro.
—¿A quién? —preguntó, la inquietud ya filtrándose en su voz.
Grimm lo miró fijamente, un brillo oscuro en su mirada, como si estuviera esperando este momento, como si las palabras que estaba por decir fueran la clave de todo.
—No fui el único que reencarnó, Yamato. Hao no fue el único que volvió. Layla también lo hizo.
Miko se quedó en silencio, procesando la información, como si el tiempo se hubiera detenido un segundo. El aire en la habitación se volvió denso.
—¿Layla...? —su voz vaciló, pero su mente ya corría tratando de comprender.
—Sí —dijo Grimm, con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos—. Layla reencarnó en Anna Kyouyama. Y esa es la razón por la que estoy aquí. Eso es lo que vengo buscando.
Miko no pudo evitar un escalofrío. La mención de Anna Kyouyama provocó un nudo en su estómago, pero no podía dejar de hacer una pregunta más.
—¿A Anna? —su voz se mantuvo fría, aunque algo en su interior se revolvía ante el tono de Grimm.
—No —respondió Grimm, negando lentamente con la cabeza, su mirada fija y penetrante—. No la quiero a ella... quiero venganza.
La habitación se llenó de un silencio pesado. Miko, intrigado pero cauteloso, entrecerró los ojos.
—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —preguntó, sin poder evitar que su voz dejara escapar una mezcla de desconfianza y desafío.
Grimm se levantó de la silla de manera lenta y calculada. Caminó hacia la cama, su presencia imponente, casi amenazante. Se detuvo y se giró hacia Miko, sonriendo con una calma peligrosa.
—Te diré algo, Miko... yo sé toda la verdad. —Su voz se volvió más baja, más cargada de misterio—. Sé todo sobre tu pasado con Kyouyama. Sé que estás enamorado de ella, y también sé que ella ha olvidado todo sobre su vida pasada, incluyéndote a ti.
Las palabras de Grimm cayeron como una losa sobre Miko. El aire parecía volverse más denso, y Miko, sintiendo la presión, no pudo evitar tensarse.
—Y si te preguntas cómo sé todo eso, te diré que es un secreto. —Grimm levantó lentamente el diario de Anna, dejándolo reposar en sus manos con una mezcla de arrogancia y conocimiento—. Es por eso que vengo a proponerte algo que puede ser tu única esperanza.
—¿Ayuda? —Miko preguntó, con una mezcla de escepticismo y desdén, incapaz de comprender qué podía ofrecerle ese hombre.
—Sí —respondió Grimm, su voz grave, como si estuviera contando algo demasiado importante para ser ignorado—. Sé que la familia Asakura es un obstáculo... un muro inquebrantable. Desde Kino hasta el más pequeño de los Asakura, ellos estarán siempre entre tú y Anna. Sin ellos, podrías acercarte a ella, pero con ellos, ni siquiera tus esfuerzos más desesperados te llevarán a su lado.
Miko lo miró fijamente, sin decir palabra. El dolor de esas palabras se clavó como una daga.
—Te equivocas —dijo finalmente, su voz temblorosa por la rabia contenida—. Sin tu ayuda, ya me he estado acercando a ella.
Grimm sonrió levemente, pero no con simpatía. Más bien, con una especie de suficiencia que rozaba la burla. Se levantó de su asiento, caminó hacia Miko, y cuando el castaño intentó tomar el diario de Anna de sus manos, Grimm lo retuvo un segundo más.
—Lo sé —respondió simplemente—. Eso fue antes de que los Asakura pusieran sus garras en el asunto.
—¿De qué estás hablando? —La confusión y el miedo empezaron a mezclarse en el tono de Miko, pero Grimm, impasible, continuó.
—Dime, Miko, ¿Sabes que Anna ya no está en Izumo? —La pregunta salió de su boca como un susurro envenenado.
Miko, al principio, no entendió. Su cuerpo se tensó, y su mandíbula se apretó con fuerza.
—Mientes —dijo, apenas dejando escapar la voz, como si negar aquello pudiera hacer que desapareciera la pesadilla que Grimm acababa de desatar.
Grimm lo miró con unos ojos que brillaban con una calma aterradora. Finalmente, se apartó, dejando que Miko se acercara a la puerta.
—Puedes comprobarlo por tus propios ojos —dijo con una frialdad mortal. Abrió paso a Miko, dándole espacio para que saliera. Sin embargo, antes de que el castaño pudiera decir algo más, Grimm concluyó—: Cuando lo veas, hablaremos sobre el trato.
Sin una palabra más, Miko dio media vuelta y salió corriendo, sin pensar ni un segundo. El motor de su coche rugió mientras arrancaba a toda velocidad. La adrenalina lo impulsaba, pero dentro de él, una semilla de duda comenzaba a germinar.
No puede ser cierto.
Anna no podría haberse ido así, sin más, sin explicarle, sin decirle siquiera una palabra. Había algo en la voz de Grimm, una certeza inquietante que lo desconcertaba. ¿Realmente se estaba quedando atrás en la vida de ella? ¿Realmente la había perdido?
¿Qué diablos pretendía ese tipo con todo esto? Las preguntas rebotaban en su mente mientras las imágenes de su pasado con Anna se fusionaban con una desesperación creciente. Cada recuerdo de ella, cada conversación, cada mirada, parecía desvanecerse como el humo.
El camino hacia la mansión Asakura era uno que conocía demasiado bien. Había recorrido esa ruta más veces de las que podía contar, siempre en la oscuridad, siempre desde las sombras, mirando a lo lejos, deseando acercarse, pero sin poder hacerlo. Durante un año entero había estado cerca de ella, pero nunca lo suficiente. Solo observando. Solo esperando.
Hasta que Kino Asakura lo descubrió. Y lo que ocurrió después fue peor que cualquier cosa que Miko hubiera imaginado. Kino no solo le advirtió, sino que levantó una barrera invisible que lo mantenía alejado, un muro que lo bloqueaba cada vez que intentaba acercarse a Anna.
La mansión Asakura se perfilaba en el horizonte. Miko apretó el volante, su respiración acelerada. Algo dentro de él gritaba que lo que Grimm le había dicho podía ser verdad. Anna ya no estaba en Izumo.
Con una rapidez y una rabia que no podía controlar, aceleró aún más, dirigiéndose hacia lo que podría ser la última oportunidad de ver a la chica que había dejado escapar, la chica que había olvidado quién era... y a él.
Ya no más.
Ahora defendería sus sentimientos.
Aparcó el auto y bajó con decisión. Se acercó a la entrada con pasos firmes, pero entonces, sin quererlo, su mente lo arrastró a un recuerdo imborrable...
El último día que pisó esa casa.
FLASH BACK
-¡Suéltame!- gritaba un pequeño castaño de tan solo 5 años mientras varios shikigamis lo estaban sujetando de su camisa levantándolo del piso
Miko peleaba dando patadas al aire mientras trataba de soltarse de ese agarre, eran varios espíritus de la naturaleza los que lo estaban cargando con dirección hacia la entrada de la mansión Asakura. Llegando ahi lo dejaron caer de una altura considerable, el chico estaba apunto de gritarles pero vio como delante suyo se encontraba una mujer.
-Niño entrometido, ¿qué hacías espiando a mi aprendíz?- preguntó la anciana
-Solo quiero ver a Anna- dijo el pequeño mientras hacia un puchero
-Largo de aqui chiquillo- dijo con seriedad la mujer -Vete y no vuelvas
-No- dijo Miko cruzándose de brazos -Quiero ver a Anna
-Miko Yamato- pronunció la señora Kino mientras se acomodaba sus gafas -Te lo diré una vez, Anna no quiere saber nada de ti
-¿Qué?- que inocente era el niño -¿Por qué?
-Porque la dejaste sola- mintió Kino mientras el chico comenzaba a derramar lágrimas por sus pequeños ojos -Ella te odia
-¡Eso no es cierto!- decía con desepseración mientras sentía como los espíritus lo volvian a cargar para llevarselo lejos de ahi -¡ANNA!
FIN FLASH BACK
Miko sacudió la cabeza, tratando de despejar el doloroso recuerdo que lo acechaba. Ese mismo recuerdo lo perseguiría durante años, marcando cada uno de sus pasos, dejándole una pesada carga de culpa y tristeza. La idea de que Anna lo odiara por haberla dejado sola lo atormentaba. Sin embargo, en el fondo sabía que solo era un niño en ese entonces.
Un niño inocente.
Pero ya no lo era.
Caminó lentamente hacia la imponente mansión de los Asakura, la residencia de su peor enemigo, sintiendo el peso de sus propios pensamientos mientras el viento de la noche agitaba su cabello. A medida que se acercaba a la entrada, vio a una figura familiar aguardándolo allí, con la misma serenidad fría que siempre la había caracterizado.
—Buenas noches, señora Kino —saludó con voz grave, controlando las emociones que amenazaban con desbordarse.
Kino Asakura, su rostro arrugado pero aún lleno de una severidad implacable, lo miró fijamente, reconociéndolo de inmediato.
—Miko Yamato —dijo con una calma que no ocultaba el desdén—. La última vez que te vi fue hace…
—Quince años —respondió el chico, sin vacilar, con un tono de voz que no permitió ninguna suavidad.
—¿Y qué te trae por aquí, a esta hora? —preguntó ella, su mirada escrutadora fija en él.
—Mi objetivo sigue siendo el mismo —declaró Miko con determinación, su voz ahora más firme.
La señora Asakura, sin inmutarse, respondió con una fría certeza.
—En ese caso, la respuesta sigue siendo la misma.
Miko la miró fijamente, sin temerle. Dio un paso al frente.
—Solo que yo ya no soy el mismo. Vengo por Anna —dijo con voz grave, dejando que esas palabras flotaran en el aire, impregnadas de una tristeza irreparable.
La señora Asakura dejó escapar una risa amarga.
—Muchachito insolente... ¿Quién te crees que eres? —Y en un abrir y cerrar de ojos, invocó varios Shikigamis, espíritus de la naturaleza, que se materializaron a su alrededor y se dirigieron rápidamente hacia él, flotando con una rapidez sobrenatural.
Miko solo resopló con indiferencia, sin perder la calma. Cuando los espíritus estaban a solo centímetros de él, se disolvieron en el aire, como si nunca hubieran existido.
—Mmh... —dijo en voz baja, sin que su mirada se apartara de Kino—. Ya no soy aquel niño que usted lastimó.
Kino, que sabía exactamente lo que estaba haciendo, lo observó con una mezcla de disgusto y cálculo. Estaba jugando, pero Miko ya estaba perdiendo la paciencia.
—¿Dónde está? —La pregunta salió de su boca como una orden impaciente.
Kino no mostró miedo. Al contrario, su tono se volvió aún más cortante.
—Eso no es de tu incumbencia. Te lo dije hace mucho y te lo repito ahora: ella ya te olvidó.
—¿De verdad cree que no lo sé? —respondió Miko, irónico, mientras una sombra de dolor pasaba fugazmente por sus ojos—. Pero ahora las cosas son diferentes. Lucharé por ella.
Kino lo miró, casi burlándose de su audacia.
—¿Es una amenaza? —preguntó, su voz cargada de veneno.
Miko sonrió, pero esta vez fue una sonrisa diferente, una que no era de burla sino de firmeza, una sonrisa que prometía un futuro lleno de confrontación.
—Si… —susurró, relajando su semblante, pero sin perder el peligro latente en su voz—. Sé que todavía queda algo de mí en ella.
Kino, en silencio, lo observó, pero no pudo evitar dejar escapar una risa fría.
—Yo no tendría tantas esperanzas, muchacho —dijo, su tono más severo, mientras la sombra de un futuro incierto llenaba la atmósfera—El destino de Anna es estar con la familia Asakura. Por eso es la prometida de mi nieto, Yoh.
La sonrisa de Miko se desvaneció momentáneamente, pero una chispa de desafío brilló en sus ojos.
—¿Y qué diría Anna si supiera toda la verdad? —La pregunta flotó entre ellos, cargada de una amenaza sutil.
Kino frunció el ceño, como si un sudor frío le recorriera la espalda.
—¿De qué verdad hablas? —inquirió, casi con desdén.
Miko lo miró con una mezcla de dolor y resolución.
—La verdad que su "familia" le ha ocultado- dijo haciendo énfasis en familia -La verdad sobre sus padres. Sobre su vida. Y sobre mí.
Kino, al oír eso, se tensó y su rostro se endureció, un rugido bajo de furia escapó de su garganta.
—¿Me estás amenazando? —gruñó, sus ojos brillando con furia.
Miko, sin inmutarse, hizo un gesto que solo dejaba espacio a la indiferencia.
—Puedes tomarlo como quieras —dijo, su voz firme y sin remordimientos. Dio media vuelta, comenzando a alejarse de la mansión, sus pasos resonando con la determinación que lo impulsaba—. ¿Dónde está Anna?
Kino lo miró, el odio en sus ojos, pero Miko ya no estaba allí para escuchar más de sus mentiras.
—Lejos, muy lejos —respondió la anciana, haciendo especial énfasis en la palabra "prometido", como si fuera un puñal—. Ella y su prometido se han ido. Jamás la encontrarás.
Miko sonrió levemente, pero con una confianza gélida, como si ya lo hubiera previsto.
—Eso ya lo veremos, señora Asakura. Yo ya la encontré una vez. —Con una última mirada de despedida, Miko se dio vuelta y siguió su camino, sin que nada pudiera detenerlo. No sin antes añadir en un tono cargado de desafío —Nos veremos pronto.
Con paso firme, se dirigió hacia su automóvil mientras la anciana Asakura desaparecía en la penumbra de la mansión. Aquel chico ya no era el niño frágil de antes; el tiempo y el esfuerzo lo habían moldeado en alguien imponente. Había entrenado sin tregua, con una determinación inquebrantable, aferrándose a la esperanza de volver a ver a Anna. Y cuando ese momento llegara, estaría listo. Ahora, no solo igualaba la fuerza de Yoh… quizás incluso lo había superado.
La anciana Asakura lo observó con el ceño fruncido. Algo en él le incomodaba. Ese poder, esa resolución… ¿Hasta dónde podía llegar?
Cerca del auto, su corazón latía con violencia. Por un instante, creyó que la vería, que el pasado irrumpiría en el presente como un vendaval imposible de ignorar. Pero no. No aún. Su alivio al no sentir el furyoku de Anna lo sorprendió. ¿Era miedo, o simplemente sabía que no estaba listo? Pero entonces, una pregunta se instaló en su mente, punzante como una daga:
¿Dónde estaba ella?
—¿Y bien? —La voz de un chico resonó desde lo alto de un árbol, una presencia que parecía flotar en la oscuridad de la noche. Sus ojos fijos en Miko, que permanecía quieto, como si la respuesta que iba a recibir fuera un peso sobre su alma—. ¿Ya lo comprobaste?
El castaño no respondió de inmediato. La sensación de incomodidad aumentaba con cada segundo que pasaba cerca de ese extraño. El chico que estaba frente a él no inspiraba confianza, algo en su actitud, en la forma en que se movía, lo hacía sentir como si estuviera siendo observado desde las sombras. A pesar de sus reservas, Miko sabía que enfrentarse a este tipo podría ser la única manera de acercarse a lo que realmente importaba. A la rubia. A Anna.
—Vamos, Yamato —dijo el chico con una sonrisa fría, saltando del árbol con la agilidad de una sombra—. Esto te conviene más a ti que a mí.
Miko suspiró, pasándose una mano por el cabello, su mente trabajando a mil por hora. No le gustaba lo que estaba escuchando, pero sabía que el tiempo se le escapaba. Cuanto más tardara, más difícil sería.
—Habla —dijo finalmente, su tono grave, su mirada fija en los ojos del desconocido.
El chico se acercó a él, el aire pareciendo volverse más denso con cada paso que daba.
—Necesito que te acerques a Layla...
—Anna —interrumpió Miko, el rostro de la rubia cruzando por su mente con una punzada de dolor.
El chico frunció el ceño, como si el nombre de Anna le disgustara, pero lo dijo sin vacilar:
—Sí, sí, Anna. Quiero que cuides a Anna. Ella está en una posición peligrosa. Hao quiere traer de regreso a Layla.
Miko lo miró, sus ojos fríos reflejando un entendimiento sombrío.
—Usando el cuerpo de Anna —completó, el peso de las palabras cayendo como una losa entre ellos.
Grimm asintió, la seriedad de su expresión haciendo que la atmósfera se volviera aún más tensa.
—Exacto. Pero como ya debes saber, eso implicaría que Anna muera. Y eso… eso es algo antinatural.
Miko lo miró, su mente trabajando en un torrente de pensamientos oscuros.
—¿Antinatural? —cuestionó, su tono lleno de curiosidad, pero también de desconfianza.
Grimm se acercó un paso más, la voz baja pero cargada de un peso oscuro.
—Sí, el hecho de que dos almas puedan coexistir en un mismo cuerpo... eso no está en el orden natural de las cosas.
Miko permaneció en silencio, asimilando lo que le estaba diciendo. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero aún quedaban muchas sombras por aclarar.
—Hao ya ha comenzado con sus planes —añadió Grimm, su tono ahora urgente—.
—¿A qué te refieres? —preguntó Miko, su paciencia empezando a ceder ante la incertidumbre.
—Ya ha comenzado con el proceso de transmigración —respondió, su mirada fija en la de Miko, como si estuviera midiendo su reacción.
—¿Transmigración? —La palabra parecía ajena, casi mística, como si se tratara de algo prohibido, una verdad oscura que Miko aún no comprendía.
—¿Alguna vez escuchaste la leyenda del Eclipse de las Almas? —preguntó Grimm, su voz casi un susurro, como si compartiera un secreto ancestral.
Miko frunció el ceño, la niebla de la ignorancia envolviendo su mente.
—Mmm… no.
Grimm gruñó con impaciencia, y Miko pudo ver cómo sus ojos se oscurecían por un momento, pero el chico logró calmarse antes de que su frustración lo traicionara por completo.
—No entraré en detalles —dijo, con un tono que implicaba que había mucho más de lo que estaba dispuesto a revelar—, pero ese ritual es tan antiguo y sagrado como los mismos Grandes Espíritus. Habla sobre el intercambio de almas, la posibilidad de que dos almas compartan un solo cuerpo.
Miko lo miró, completamente cautivo por lo que decía, su mente comenzando a formar conexiones peligrosas entre los recuerdos y las palabras de Grimm.
—¿Y a dónde quieres llegar con todo esto? —preguntó, su voz seria pero llena de una creciente ansiedad.
Grimm se inclinó ligeramente hacia él, la oscuridad de la noche reflejando la seriedad de su mirada.
—Es sencillo, Yamato. Yo te puedo ayudar a acercarte a Anna, a estar a su lado sin que los Asakura se enteren. Además, puedo darte las herramientas necesarias para que ella vuelva a recordarte.
Miko lo observó con desconfianza, el corazón acelerado. Nada en esta oferta parecía genuino.
—¿Y qué quieres a cambio? —preguntó, con cautela, aunque la tentación de conseguir lo que quería era fuerte.
Grimm esbozó una sonrisa macabra, una sonrisa que hizo que el aire pareciera volverse más espeso y sombrío.
—Que llegado el momento, me entregues a Anna.
Miko parpadeó, confundido por un instante, y luego sus ojos se entrecerraron en desconfianza.
—¿Entregarte? —La palabra no tenía sentido, pero el tono de Grimm hacía que todo pareciera aún más retorcido.
El chico sonrió, y por un instante, Miko pudo ver algo profundamente oscuro en sus ojos, algo que no podía comprender completamente.
—Soy el único que puede evitar que Hao Asakura logre traer a Layla de regreso —dijo Grimm, su voz baja y llena de una amenaza velada—. Solo yo tengo el poder de detenerlo.
Miko lo miró fijamente, su mente llenándose de dudas y preguntas. Algo no encajaba, algo en todo esto le parecía un juego sucio, pero lo que Grimm ofrecía parecía ser la única solución.
—Entonces, tú me ayudarás con Anna, y a cambio, yo debo ayudarte a evitar que se haga el cambio —concluyó Miko, sus palabras cargadas de incertidumbre.
Grimm asintió, la sonrisa en su rostro más retorcida que nunca.
—Así es.
Miko lo observó, su corazón dividido entre el deseo de estar cerca de Anna y el miedo de lo que esto podría significar para ella.
—¿Pero todo esto, en qué te beneficia a ti? —preguntó, su voz más baja, más cautelosa.
Grimm se encogió de hombros, como si esa pregunta no importara, como si ya todo estuviera resuelto en su mente.
—Eso es algo privado —respondió con misterio, la intriga creciendo con cada palabra.
Miko lo miró fijamente por un largo momento, sintiendo el peso de la decisión sobre sus hombros.
—¿Aceptas? —preguntó Grimm, con una sonrisa que prometía más mentiras que verdades.
El castaño cerró los ojos por un momento, sintiendo la oscuridad que se cernía sobre su futuro, pero también la llama de esperanza que aún ardía en su interior.
—Acepto. —Y con esas palabras, selló su destino, sin saber las consecuencias de lo que había comenzado.
Este fue el capítulo jeje espero no haber tardado tanto y sobre todo espero que si les este gustando, me harían feliz si dejaran sus comentarios jeje al menos para saber que alguien si los esta leyendo jaja
En fin, las preguntas del capítulo.
¿Que consecuencias traerá ese trato? ¿Por qué Kino odia a a Miko? ¿Será que Grimm cumpla con su palabra? ¿Layla que le dirá a Anna?
Orcistia: Gracias por tu comentario, sería mejor que me mandaras un mensaje privado por aqui jeje, pero igual tomaré en cuenta tus palabras.
Soy Christal MP :v
