-¡Hola chicas!- saludó Hugo escandalosamente.
-¡Hugo!- exclamó Clary, sorprendida- ¿qué tal?
La biblioteca era todavía más desértica prácticamente en vacaciones, irónicamente. Tenían que hablar en voz muy baja, pero Hugo como siempre, iba en contra de todo.
-Bueno, bien- así era como contestaba todo el mundo, últimamente- con los T.I.M.O.S y otras cosas tocándome las narices- ¿y vosotras?
Edith había levantado la vista, aparentemente desinteresada.
Hugo estratégicamente, no paraba de mirarla. Clary empezó a sentirse fuera de lugar.
-Esto...bien, bueno. ¿Nos veremos en vacaciones Hugo?
La miró por primera vez. Suspiró.
-Eso espero, aunque no sé si será posible- se lamentó. Miró a Edith- ¿puedo hablar un momento contigo?
Procuró fingir sorpresa. Miró a Clary, y el rostro de su amiga rozaba entre la sorpresa y la picardía. Cada vez estaba más claro. La chica no sentía nada por su amigo.
Pero el chico al que Edith esperaba poner celoso estaba allí, así que todo iba a seguir según lo rápidamente planeado.
-Claro, vamos.
Ambos se alejaron, dejando a Clary un tanto estupefacta. Edith se fijó de reojo en si su chico en cuestión los estaba mirando, y efectivamente, apartó un segundo, pero apartó, la vista de sus apuntes para mirarlos.
Se alejaron por una de las más largas estanterías de libros.
-¡Ha funcionado!- exclamó en voz baja- menos mal que dijiste que ibas al baño y viniste a buscarme...ha sido la oportunidad perfecta.
-¿Te ha dado la impresión de que a Clary le molestaba?- interrogó, curiosa. No podía creerse lo cegado que estaba.
-Claro que se ha molestado- afirmó, seguro- ¿no has visto la cara que ha puesto cuando nos íbamos?
-No. Estaba mirando a Heath Stadler.
-Ah, es verdad- se acordó- ¿nos ha visto?
Edith asintió, levemente.
-¡Genial!
-No creo que eso solucione mucho. Nunca se fijará en mí.
-¿Por qué no?- contestó, animado- cada día estás mejor. Si te lo propones, sí.
Ella subió la mirada para mirarlo, incómoda. Él también se puso nervioso.
-Pero ¿por qué te gusta tanto?
Edith miró a los lados.
-Siempre se ha portado muy bien conmigo- suspiró- es guapo, y una buena persona...siempre he sospechado que la que le gustaba de las dos era Clary, pero la verdad es que siempre ha hablado mucho más conmigo. Si yo pudiera estar más con él a solas...no sé. Estoy soñando.
-Ah ahora sí que se permite soñar, ¿no Lawrence?
Lo miró como si lo fuera a enfrentar, pero finalmente se sonrieron ambos.
-Procuraré ayudarte en lo que pueda. Si alguna vez hablo con él le comentaré un poco sobre ti.
-Bueno...pero sin pasarte. No quiero que se piense algo que no es. ¿Qué quieres que le diga a Clary cuando vuelva?
-¡Nada, obviamente! Que se muera de la intriga, así funciona.
Negó varias veces.
-Bueno, como quieras.
-Si no te veo antes de las vacaciones de Navidad, pásalo bien, sé feliz.
Una sombra de tristeza que Hugo sí que fue aquella vez capaz de ver se asomó por el rostro de la chica.
-Gracias, igualmente, no te metas en líos.
-¡Yo nunca!- dijo, alejándose por el lado contrario
¿Ann?
La chica se sobresaltó un poco, pero apenas se movió.
-Estoy aquí- contestó, y su voz sonó amortiguada.
Yem llevaba unos minutos buscando a la chica. Normalmente, Ann Harley y él, las únicas tres personas que estaban permanentemente en aquella casa y sus terrenos, buscaban cada vez más tiempo para estar solos. La compañía en un espacio tan cerrado era casi siempre soportable. Pero había días peores y días mejores.
Yem encontró a Ann tirada en la hierba, con las cortas piernas subidas en una roca y un libro sobre la cabeza.
-¿Qué haces?- preguntó un tanto desconcertado. La chica le sorprendía prácticamente cada día.
-Pensando- se apartó el libro de hechizos complejos de la cara- intentando hacer ejercicios de memoria, como me dijo el señor Thomas.
Él no se molestó en preguntar si sentía que estaba mejorando. Sabía que la evolución de Ann era imperceptible. Sí que había ganado mucha destreza conjurando hechizos, y que su memoria abarcaba cada vez más, pero...se le acababa la paciencia.
Pero al mismo tiempo, todo valía la pena.
-¿Vamos a ver otro recuerdo?- preguntó Ann, un tanto esperanzada.
Yem negó, con una media sonrisa.
-Ya hemos visto casi todos los recuerdos que teníamos para ti.
Pareció decepcionada.
-¿No tienes frío, así en el suelo?
Ann sonrió. Yem no recordaba haberla visto sonreír antes. Quizás la chica tenía mil sonrisas.
-Hechizo de calidez.
Abrió, los ojos, impresionado, y se acercó a donde estaba.
Se sentó en la hierba y la temperatura ascendió hasta un cómodo nivel.
-¡Es un hechizo muy complicado!- alabó Yem.
Ann apoyó la espalda en la roca, como él.
-No es que no aprecie lo que hacéis por mí, pero es que...cuando menos presionada me siento, más fácil es sacar lo poco especial que ahora puedo tener.
Yem la miró, pero no supo qué decir. Todo el mundo empezaba a impacientarse, incluso Harley se había encerrado horas y horas en su habitación, frustrado con la situación. Le costaba creer que un vínculo tan especial como el que les había unido toda la vida en cierto modo se había roto. Ahora eran hermanos, pero no eran lo que todo el mundo le describía a Yem con tanta incredulidad. No era lo que el chico había visto en la mirada de la antigua Ann.
Pero cada vez que intentaba echar de menos a Ann, ahí estaba ella.
-Me ayuda a relajarme pensar en los paisajes de Hogwarts. No recuerdo haber estado allí, pero puedo imaginar cómo huele el campo en primavera, o cómo es tocar la nieve en invierno. Quizás una parte de mí aún lo recuerda- se hundió en sus propios brazos.
Esas palabras también le hicieron rememorar a Yem.
-Nunca había visto la nieve hasta que fui a Hogwarts. Lo más frío que había pisado era el desierto en invierno. Dieciocho grados.
-No me cuentas nada de ti. Sabía que eres Australiano, pero no que vivías cerca del desierto.
-Sí. Pero mi padre quería que pasara unos años también en Inglaterra. Así que por eso estudié en Hogwarts.
-¿Cómo fue el primer año en el colegio?
-Difícil- respondió- bonito pero difícil. Cuando eres diferente...parece como si todo el mundo lo supiera, y eso pone de los nervios- Ann sonrió, por alusiones- La adaptación a Hogwarts...fue complicada. Pero hice amigos en Ravenclaw, todo salió bien...fue una época feliz. La más feliz de mi vida.
-Me alegro. Por mis recuerdos, o al menos los felices, parece que en mi caso pasó lo mismo.
Silencio.
-¿Te enamoraste de Victoire antes, o después de Hogwarts?
Yem la miró, sorprendido.
-¿Cómo...
-Está...visible. Cuando habláis...es como si se pudiera saber. Sabe cómo te sientes hacia ella, y se siente culpable.
Yem negó varias veces.
-Estuve muy enamorado de Vic, pero eso ya pasó. Siempre voy a quererla mucho, pero supe que jamás podríamos estar juntos y bueno...no quiero perder su amistad. Empecé a olvidarla cuando estuve a punto de morir en San Mungo.
Ann frunció el ceño.
-Estuviste a punto de morir...-repitió, consternada- sabía que habías estado allí, pero...
Él tardó en contestar. A la chica le dio la impresión de que quería callarse algo.
-Sí, fue un milagro que saliera de allí vivo- solo respondió, y Ann le vio un brillo extraño en los ojos, y cómo su mirada se estiraba. Parpadeó, por si se lo había imaginado. Efectivamente, se lo había imaginado.
-No soporto estar encerrada- confesó- sé que no debería de quejarme, porque en teoría ¡tampoco conozco nada más que esto! Pero necesito ver otra cosa. Tengo que salir...tú lo has hecho, Harley lo ha hecho...solo un rato- suplicó.
Eso no hizo sino reafirmar la convicción de que Ann se trastornaría si seguía viendo solo aquella casa y a la gente que vagamente pasaba por ella.
-Tendrás que estar siempre acompañada, y no ir descubierta- advirtió.
-Sea como sea.
Incluso un domingo por la noche, allá en la Sala Común de Slytherin, la actividad no era igual a antes de toda aquella guerra no proclamada. Reinaba un tenso silencio tras la segunda semana del grupo de debate. Grace miraba a un punto de la pared, perdida en sus ensoñaciones, más malas que buenas.
-Puedo oler tu preocupación desde aquí- notificó Josh, mientras seguía subrayando sus apuntes de Encantamientos. Tendría que esperar al menos una hora para comenzar a estudiar las hojas de hechizos que Rose le había prestado como favor personal en parte, o en parte también porque era prácticamente un miembro honorífico del E.M.
-¿A ti no te preocupa lo que está ocurriendo? Los miembros del E.M cada vez nos estamos exponiendo más. Ya has escuchado el discurso de Albus hoy. Me sorprende que aun ni le hayan castigado. No tardarán en hacerlo- se temió, parpadeando mucho.
Josh alzó la mirada.
-En estos temas Scorpius es un conversador mejor que yo, pero... ¿no crees que es justo lo que tienen que hacer? No podemos dejar que los Neos- Josh llamaba así a los Mortífagos- y el C.d.O nos digan el bando en el que tenemos que estar. Tu preocupación radica en que es Albus Potter el que más se está jugando el cuello. Normal. Rose ya se encarga de mantener el E.M a flote, que no es poco.
Grace tuvo ganas de gruñir, pero no lo hizo.
A Josh no pudo evitar que se le escapara una sonrisa.
-¿A que no adivinas qué me ha preguntado discretamente una alumna de segundo, de esas que te adoran?
Eso atrajo un poco su atención.
-Sorpréndeme.
-Me preguntó que a dónde te escapas por las noches- levantó las cejas.
Arrugó el ceño.
-Te espían, Grace, te espían.
-¿Y cuál es tu teoría sobre lo que hago por las noches?- preguntó, bromeando, a pesar de todo.
-¿Que te escapas para ver a Albus a escondidas?
Aquello técnicamente era mentira. Se escapaba para ver a Albus, pero no por las noches, siempre de día. Por las noches asistía a las reuniones de la Orden de la Serpiente.
-Ya te expliqué que mi relación con Albus está en un punto un poco raro.
Sintió que Josh era capaz de leer todos sus pensamientos.
-¿No habrá otro además de Potter, verdad?
El rostro de Cygnus le pasó un segundo por la cabeza.
-No. Desgraciadamente no- suspiró.
Josh apoyó el mentón en los nudillos.
-No me parece justo.
Grace creía que se refería a todo lo que estaba ocultando.
-Josh, yo...
-Sea lo que sea lo que me ocultas, yo tengo un secreto también. Estoy...con alguien. De Hogwarts.
Grace se olvidó de sus cosas por un momento, totalmente descolocada.
-¿Cómo dices?
-He intentado resistir, porque es una relación difícil, y sé que lo pasaré mal, pero Scorpius y tú no me lo habéis puesto demasiado fácil, desapareciendo cada dos por tres con corazones por ojos en busca del amor, o alguna cursilada así.
-¡Josh, deberías de estar contento!- se alegraba por su amigo.
-¡Lo estoy, mucho!- replicó- pero sé que no será fácil, y menos en tiempos como estos. Ya sabes, somos los dos chicos, y bueno...
-¿Quién es?- exigió saber.
Josh se retorció.
-Entiendo- solo dijo Grace.
-No es mi secreto. Por eso te estoy entendiendo a ti ahora. Sé que me ocultas cosas, pero no es por nuestra relación, sino porque sé que realmente tienes que hacerlo.
Ella inspiró hondo.
-Bueno, por el momento tendrá que valerme esa excusa. Pero algún día quiero saberlo.
Josh se acercó a ella.
-Y yo quiero saber qué haces de tu vida. Pero entiendo que no solo es tu vida, y que tienes que guardarte ciertas cosas.
Grace puso cara de circunstancias.
-Sigues siendo mi mejor amigo ¿lo sabes, no?
Sabía que Josh era más sentimental que ella, que apreciaba mucho un gesto de cariño, y por lo que le había contado, que necesitaba y necesitaría apoyo con su situación. La miró levemente conmovido, pero sobretodo con guasa.
-¿Quién eres tú, y qué has hecho con Grace Wilson?
Chasqueó la lengua.
-Sé que desde que empezó el curso hemos estado los tres más distanciados de lo normal, pero nos seguimos queriendo...con todo lo que está pasando, todos los cambios...no quiero que mi relación con vosotros sufra ningún cambio. Solo eso. Scorpius y tú seguís siendo lo más importante.
Josh le sonrió.
-Entiendo lo que quieres decir- se expresó con señas- has aumentado tu círculo del amor, pero seguimos siendo de los que están en el centro
Grace le rio la gracia.
-Algo así. Algo así.
-¿Podré escribirte en vacaciones?
A Scorpius le daba entre pánico y vergüenza preguntarle eso a Lily. Pero no quería perder contacto con ella, aunque fuera solo durante un par de semanas.
Lily lo miró, como pensándolo, mientras subía al vagón del tren que los llevaría de vuelta a casa por vacaciones de Navidad.
-No creo que debas exponerte tanto- sus mejillas volvieron a colorearse de rojo, inconscientemente- vamos a vernos a la vuelta ¿no?
-Bueno, eso espero, si tú vuelves.
Lily volvió a girarse.
-¡Claro que voy a volver!
Scorpius dudó.
-Si dependiera de Albus, y un poco más de Rose, no volveríais.
-Pero depende de que son necesarios aquí.
Se miraron unos segundos, incómodos.
-Pasa unas buenas vacaciones. Que no te pase nada malo.
-Igual a ti.
-¡Vamos, Scor!- lo llamó Josh desde lejos.
-Tengo que irme.
-Y yo. Mis amigas me buscan seguro.
Scorpius se alejó, pero aún Lily lo llamó antes de que se perdieran de vista.
-¡Scorpius!
Se giró.
-Cuídate.
Sonrió.
-Tú igual.
Fue la misma mañana del primer día de las vacaciones de Navidad. Yem no pudo evitarlo, estaba todo planeado para que Ann y Harley fueran los únicos que salieran, pero él no fue capaz de resistirse a compartir un poco de la felicidad de Ann. Se aplicó en sí mismo los hechizos que habían usado para transformar a Ann en una muchacha más gordita y rubia, con ojos marrones, hasta que fueron Yem y Ann los que parecieron hermanos. Andrew estaba nervioso. Él también añoraba ver algo más que lo muros de la casa del padre de Yem. Precisamente por eso, era por lo que Yem también tendría que salir disfrazado. A pesar de que era un pueblo pequeño lo que tenían más cercano (o lo único que tenían cerca), existía la posibilidad de que hubiera por la zona Neomortífagos vigilando la casa, quizás se habrían enterado de la pequeña relación que habían mantenido Ann y Yem durante los cuatro meses que estuvo allí, y Sameor no era precisamente tonto. Quizás estaba esperando un fallo en sus planes.
Por fortuna, todo salió bien. Harley aprovechó para vagabundear por las calles tranquilo, y Ann lo observaba todo con inusitado interés.
-Yem- lo llamó.
Se acercaron a una pequeña papelería en la que en el escaparate había un caballete de madera.
-Qué pasa.
-Me gustaba dibujar ¿no?
Harley se acercó también.
-Había uno así en tu habitación. Regalo de tu décimo cumpleaños.
Ann esperaba que ambos le preguntaran si estaba recordando, pero por una vez, no fue así y no le preguntaron nada. No recordaba, pero sí había una sensación de familiaridad enorme, presente en las cosas que ella había amado. Sonrió, y ambos la vieron sonreír, reflejados los tres en aquel cristal.
Aquella misma tarde, pudo ver de nuevo a sus amigos Rose y Albus. Casi de noche, cuando Ann no podía dejar de estar contenta: había salido fuera de aquella casa, y además, eso también parecía haber mejorado el humor de Yem y de Harley. La alegría por verlos aparecer, y saber que a lo mejor podían quedarse, no hizo sino aumentar su felicidad. Una parte de ella se llenó, como una presa cuando se abre la enorme compuerta.
-¡Rose, Al!- gritó Harley, cuando vio aparecer a su amigo, con el traslador en la mano.
Tanto Ann como Yem estaban hablando con Ted, Vic y el señor Longbottom en la cocina, pero tan pronto como oyeron esos gritos, se levantaron también. Cogieron a Harley abrazando con ganas a Albus.
-Merlín, cuánto has cambiado. Ya vas pareciendo tú- le dijo cuando se separaron.
-¡Te has dejado barba! ¿A quién quieres impresionar con ese aspecto tan maduro?- se burló Harley.
El rostro de Ann se iluminó al ver a Rose.
-Parece que hace años que no os veo- confesó, cuando la pelirroja se acercó a saludarla como era debido.
-También han sido años para mí, créeme.
-¿Qué hacéis aquí?- interrumpió Yem, no bruscamente, pero sí preocupado.
-Rose- llamó Vic, acercándose deprisa- Albus... ¿Y los tíos?
-No van a venir. De hecho solo podemos estar un rato- confesó la pelirroja- tenemos que volver en seguida. Los Neos estarán pendientes de todo lo que hagamos.
Un gato bailó entre las piernas de Rose.
-¡Paul!- exclamó Harley. La miró- te has traído al gato ¿Por qué?
-En Hogwarts estaba muy inquieto. Es un elemento muy dramático que el gato me siga a todas partes...pero está mejor contigo.
-Te dije que era tuyo ahora- dijo- mientras cogía al gato que había sido minúsculo cuando Harley entró en Hogwarts.
"Hola, Ann" escuchó, en su cabeza. Parpadeó varias veces. ¿Se lo habría imaginado? Últimamente imaginaba demasiado...
-Lo necesitas más a tu lado. Pondré cualquier excusa, no te preocupes.
Harley soltó a su gato en la mesa. Miró directo a Ann.
"Era yo el que te estaba diciendo hola. Ya sé que vuelves a oírme"
Ann abrió mucho los ojos, con el corazón a punto de salírsele del pecho.
-¿Ann?- preguntó Yem, en un susurro, mientras Rose explicaba que hoy se irían, pero que andarían yendo y viniendo, y que incluso algún día Ann y Harley también podrían desplazarse a alguna casa Weasley.
Parpadeó. Ann supo exactamente qué pasaba.
-Estoy bien. Me he mareado un poco- mintió.
El gato la seguía mirando fijamente.
Ann estaba recuperando sus poderes, lo cual comenzó a asustarla. Se despertó al día siguiente siendo capaz de escuchar murmullos de animales ocultos en los rincones, y esa ansiedad la llevaba prácticamente a contarle al menos a Yem sus progresos.
Por otro lado, tenía miedo. Por fin las cosas eran menos agobiantes. No quería darles falsas esperanzadas de que ella, Ann, fuera a regresar.
-¿Cómo se hace para ignorar todas las voces?- preguntó a Paul el gato, el día de Navidad, antes de que los tres permanentes habitantes de la casa la abandonaran aquel día la misma. Nadie interrumpiría la cena de Navidad de los Weasley, desde que una ley que se había implementado hace años obligaba a autoridades y prensa a respetar la intimidad de familias famosas, una ley que se acabaría derogando por Scarbot pero si quería hacer las cosas bien y dentro de democracia tardaría en eliminar. Yem ya les había expuesto aquella misma mañana a Harry, Ron y Hermione, que a Ann le convendría conocer un nuevo ambiente, conocer más para conseguir progresar. Por ello, no se habían negado a que al menos por un día, estuvieran fuera de aquella casa.
"Es algo fácil" escuchó en su cabeza. "Solo tienes que fingir que no están"
Ann miró a los lados. Estaba en su habitación. Los otros no andaban cerca.
-El problema es que no sé cómo hacerlo.
"Con práctica. Es como cuando estás dormido. Dejas de escuchar, a no ser que el ruido sea alto"
Ann intentó apagar aquellos murmullos lejanos que se oían constantemente. No lo consiguió. Pero consiguió otra cosa.
"Lo intento, pero no puedo"-dijo, pero sin abrir la boca. Lo que abrió fueron los ojos, de la sorpresa.
"Bien. Anderson Ann ya habla" Paul movía la cola de un lado al otro. "Naints Yemhal se alegrará de ello"
Ann negó. Fue capaz de hablar con la mente de nuevo.
"¿Yem?No se lo quiero decir"
"Acabará sospechando. Él también puede comunicarse de la misma manera que tú"
Ann frunció el ceño. Lo que el gato decía no podía ser.
-No es posible-murmuró- me lo habría contado para ayudarme a recuperar mi poder.
"Tendrá motivos igual que tú tienes los tuyos para no contárselo tampoco. Antes ha sospechado, pero ha optado por creer que sigues sin tu don. Humanos- el gato bostezó, mostrando los dientes-a veces estáis sordos, ciegos y mudos"
El gato abandonó el baño de Ann, y ésta se levantó con pesadez del suelo, pensando en lo que el animal acababa de decirle.
Si Yem podía también comunicarse con el mundo animal...entonces... ¿podría comunicarse como ella acababa de hacer con el gato? ¿Podrían alcanzar un nuevo nivel de comunicación entre ambos?
Entonces cayó en la cuenta. El desinterés que siempre había tenido Yem ayudando a Ann...quizás no era tal. Yem ya conocería su don. Yem quería que se recuperara por eso. Para encontrar a una igual. Se sintió dolida, aunque no supo muy bien por qué. No pasaba nada por eso ¿no?
Es porque no te ha contado la verdad, se dijo, esta vez solo para ella misma.
Tenía razón. Le había mentido. Y todas las demás actitudes que había tenido, en las que también parecía estar callándose cosas...
Recordó lo que le acababa de decir Paul el gato.
"Solo tienes que fingir que no están"
Cerró los ojos y se concentró. No están. No existen.
Tras un minuto, lo logró. El murmullo cesó. Respiró aliviada. Aprendía deprisa.
Intentó incluir a Yem en la lista de entes que no existían. Así tendría que mantener al chico, tan solo en un plano de comunicación humana.
Y resulta que tras el viaje por traslador a la Madriguera, ya bien entrada la noche, Ann supo que su barrera funcionaba, o quizás una mezcla de su barrera y la ignorancia de Yem.
A pesar de los tiempos que La Madriguera volvía a vivir, el salón había sido genialmente decorado otro año más por Ginny, y reinaba el color y cierta atmósfera alegre, si no fuera porque todos los que estaban cenando en la mesa estaban ciertamente un poco tensos. Aun así, consiguieron dejar los temas sobre el Ministerio, Sameor o Hogwarts.
Rose se levantó a comenzar a limpiar los platos, que se acomulaban ya en el fregadero formando una enorme montaña. Necesitaba perderse en sus pensamientos.
Aunque había algo que necesitaba más.
Harley surgió al cabo de un par de minutos tras de ella. La imitó en agarrar un plato y comenzar a limpiarlo.
-¿Por qué no lo haces con magia?- preguntó, con un tono un tanto menos grave que la última vez que lo había visto.
-A mamá le gusta limpiarlos así, sin magia. Dice que te hace entender mejor lo que cuesta conseguir las cosas- contestó, no sin ponerse un poco nerviosa. Harley siempre le causaba el mismo efecto.
-Nunca fui un gran mago, está claro- la mayor parte de las dificultades de Harley en Hogwarts habían sido por eso- pero echo mucho de menos la magia.
Rose se paró un momento a mirarlo, ya tuvo que alzar la vista.
-Lo puedo imaginar.
Se miraron unos segundos. Rose retomó su tarea.
-Tu padre me ha lanzado una mirada asesina cuando ha visto que venía aquí.
Eso hizo reír a la chica.
-Suerte que tengo experiencia en revivir.
Ahí ya no se rio.
Finalmente, Rose abandonó la friega de platos, como debatiéndose por algo.
-Ven conmigo- le pidió, en voz baja, como si alguien pudiera oírlos con el jaleo del comedor.
Harley pensó que la chica lo llevaba a una habitación, pero a mitad de las escaleras, donde la oscuridad del piso de arriba ya los ocultaba, lo hizo sentarse. El chico intuía que quería contarle algo.
Sus ojos azules parecían brillar en la oscuridad.
-Siempre me he enfadado contigo por ocultarme cosas. He pensado que no merecía que me contaras tus secretos, tus problemas, o lo que te pasaba por la cabeza.
-Creo que ya no hay nada de eso- se defendió Harley.
-No lo digo porque tú me ocultes algo. Tengo un secreto, Harley- Rose tomó aire- no es nada peligroso, ni nada de eso, pero tengo que mantenerlo para mí, aunque me cueste mucho.
El chico se molestó.
-Pero si no puedes contármelo...
-Ni a ti ni a nadie. Albus no está metido en esto. Es una cosa mía, que nadie puede saber. Y no te la puedo contar- la expresión de desagrado del chico fue agravándose por momentos- me moriría de ganas por contárselo a Albus, y a ti, pero después de todas las veces que me he enfadado contigo porque te guardabas cosas para ti...yo tengo que hacer lo mismo.
-¿Y entonces por qué me lo cuentas, Rose? Ahora estoy preocupado, me paso los días encerrado en una casa que no es tan grande, atrapado siempre con los mismos propósitos...voy a volverme loco, lo juro.
-Porque es muy duro llevar esto yo sola- confesó, agobiada, y le brillaron los ojos y Harley no pudo continuar enfadado con ella. Sabía lo que quería decir. Esa sensación de soledad, de culpa...-no puedo decirte de qué se trata, pero al menos puedo decirte que es un secreto mío, que no me pone en peligro, pero que no puedo contar.
Se quedaron minutos en silencio.
-¿Y algún día me lo dirás?- tentó él.
Rose asintió, fervientemente.
-Te lo prometo.
Entonces él también asintió, despacio. La chica se acercó para que la abrazara. Antes de apoyarse en él, se lo agradeció con un corto beso, posiblemente y seguramente el que llevaba impreso más cariño de todos los que ella había dado.
-Gracias. Gracias por esto.
-Es solo porque es Navidad y en un mes tu cumpleaños, y no he visto nada que pudiera comprarte en la hora que he estado fuera de alguna casa.
Y permanecieron así unos segundos hasta que Ron Weasley gritó el nombre de su hija a los cuatro vientos, sospechando cosas que no eran, y Rose bajó deprisa las escaleras, a su encuentro.
-Tengo que decir- comenzó James Potter, que cenaba con su familia como el resto de miembros aquel día, a pesar de que se había ido a vivir a una casa compartida cerca del Ministerio con sus amigos y Louis- que estoy muy sorprendido, Al.
Albus desvió la vista de su nuevo reloj, con manecillas doradas que serpenteaban con el viento- y la dirigió a su hermano, que se sentó a su lado para aparentemente, contarle lo sorprendido que estaba.
-¿Por qué, exactamente?
-¿Tú dando discursos prácticamente políticos en Hogwarts, haciéndote carne de cañón? Estoy muy sorprendido porque estoy muy orgulloso. Sé que papá no quiere ni hablarte desde que lo sabe, y créeme que mamá echa humo por todas las partes de su cabeza, pero yo creo que francamente ni yo hubiera sido capaz de exponerme tanto. Ni de cabrear tanto a papá y a mamá, que es por lo que estoy más impresionado.
-A ver que me aclare... ¿estás siendo irónico, o te parece bien de verdad?
James pareció pensarlo.
-Creo que lo que intento decir- comenzó- es que siento que tengo que pedirte disculpas por algo que te dije el año pasado, que conociendo lo rencoroso que eres, recordarás perfectamente.
Albus rio, nervioso.
-No creo que no seas importante, Al. No creo que ninguno de nosotros lo seamos. Lo queramos o no, llevamos el apellido que llevamos, y tenemos que hacer honor a él. Puede que no seamos los completos protagonistas pero...todos tenemos un papel. Todo el mundo es importante.
Al chico de ojos verdes le sentó muy bien escuchar eso. Le dio paz, y al mismo tiempo muchas ganas de seguir peleando.
-Es lo que procuro decir en los discursos. Y lo que seguiré diciendo a la vuelta de vacaciones. Siempre supe que haría mejor labor con las palabras que con la varita, como los Aurores.
Lily los escuchó de refilón y se acercó a escuchar. De pequeña solía escaparse de noche a la habitación de sus hermanos, y allí hablaban y se metían unos con otros durante horas.
-Quizás por eso dije lo que dije. Somos muy diferentes. Y tú, a pesar de eso que dije en su momento, sigues haciendo las cosas bien.
-Es que habría que ser idiota para hacerte caso cuando te pones prepotente- bromeó.
-O en cualquier otro momento de tu vida- secundó Lily, con ganas de meterse un poco con su hermano mayor.
Ambos la miraron, como si ella fuera incorregible. Albus miró de nuevo a James.
-Sí tienes y tenías la razón en que cada uno hace su papel- afirmó Albus, cediéndole parte de razón- Y es un deber, nos guste o no nos guste tanto a veces, frustra no tener todo bajo control, pero tampoco vas a poder salvar el día tú solo. -Es algo que estoy aprendiendo en la Academia. Solo os digo dos cosas: a los dos- miró a sus hermanos- van a ser contradictorias, pero bueno. Una es que hagáis todo lo que vosotros debéis hacer. Y la segunda...que no os metáis en problemas.
