Rose esperaba en la sala común, no sabía muy bien si paciente o impacientemente. Eran las cuatro de la mañana y, aunque no había ni un alma, a la chica le pareció que mil personas invisibles la vigilaban. En cierto modo, era difícil tener miedo. Ann y Harley la habían abandonado; no por voluntad propia, pero el resultado era el mismo. Su preocupación era latente para todos, aunque algunos lo confundían con su duelo. Hacía diez días que el colegio había hecho un funeral para los alumnos muertos en el ataque de Neomortífagos. Entre ellos, Harley, cuyo falso nombre extranjero ya rezaba en una tumba del cementerio del colegio. La chica se había preguntado en sus momentos de mayor desesperación si no hubiera sido mejor que una vez muerto, se hubiera mantenido así. Pero entonces pensaba en Ann, en cómo iba a morir ella también...y lo que había hecho había sido la única manera de que los pulsos de ambos hermanos siguieran latiendo. Y la esperanza era una llama que no se apagaba.
-Siento llegar tarde- se disculpó Albus, que ocupó con cierta prisa o nerviosismo el asiento que estaba más cerca de su prima. Rose se espabiló, incorporándose un poco- Henry y Nick seguían despiertos.
-¿En serio? Bueno, da igual- sacudió la cabeza, agotada.
-¿Te ha contestado tu madre a la carta?
-No- negó ella- pero supongo que ahora que el padre de Yem ya sabe que en realidad está vivo, no tendrá ningún problema en ayudarnos con el plan.
-Tengo miedo por los abuelos sobretodo- confesó Al- quizás deberíamos haber escondido a Ann y a Harley en otra parte.
Hablaban en voz baja por si alguien bajaba de las habitaciones.
-¿Qué otro sitio piensas que sería adecuado?-suspiró. No había respuesta para eso.
Hubo un silencio que nada rellenó.
-¿Qué vamos a hacer, Albus?
El chico pareció igual de perdido que ella.
-A los ojos de todos, Harley está muerto, y Ann desaparecida. Quizás Sameor piense lo mismo- a Rose no se le esclareció el pensamiento con darle vueltas a eso- quizás esté...demasiado alerta de lo que pasa como para hacer algo más...
Los dos lo sabían. Los cambios se empezaban a notar. Según Harry Potter, no sería como la última guerra. Aunque, al mismo tiempo, sí lo sería. La única razón por la que Rose, Hugo, Albus, Lily...todos seguían en Hogwarts, era para no levantar sospechas a Sameor y porque el mismo Harry había jurado que a Sameor el colegio no le importaba.
"Entró porque estaba Ann. Si ella no está, no le importará más que otros lugares. Él nunca ha sido estudiante"
Por lo que sabían no.
Pero dentro del Ministerio, si no había empezado ya, empezaría una corrupción y un golpe de Estado paulatino que se verían obligados a sufrir, al mismo tiempo que combatirlo.
Tanto Albus como Rose se sentían impotentes. Allí dentro no podían hacer nada. La mente de Rose estaba muy lejos del colegio, y la de Albus prácticamente se mantenía allí porque Grace permanecía aún en la enfermería.
-¿Qué hacemos con el ejército de Merlín? Sin Ann...
-Nos tenéis a nosotros.
A Rose casi le da un ataque al escuchar la voz de su hermano pequeño. Estaba en la bajada de los dormitorios, ya con pijama. Y no había venido solo. Lo acompañaban Lily, Molly y Fred.
-¿Qué hacéis?- preguntó Al antes que ella.
Hugo mostró las orejas extensibles, agitándolas en el aire. Que aun tuviera esa mirada de travieso terminó de encender a Rose.
-Parece mentira que aún te tomes esto a broma, Hugo- lo reprendió- dame las malditas orejas. Quedan confiscadas.
Su hermano se aproximó para obedecer.
-Crees que soy un niño, pero no soy ni dos años más pequeño que tú, Rose. Nosotros también tenemos derecho a escuchar lo que decís, a que nos digáis qué pensáis...
-¡Sois muy pequeños! Al menos vosotros- miró a Fred y a Molly- suerte que habéis tenido la decencia de dejar a vuestras hermanas de doce años al margen, y...
-Lily, vete a dormir- ordenó Albus.
-Una mierda, Albus- contestó- ¿crees que nos hace gracia ver cómo sufrís y llevais a cabo vuestros silenciosos planes sin nosotros enterarnos? Somos vuestra familia. Y puede que James, Louis, Dominique y Victoire ya no estén aquí dentro, pero nosotros sí. Y podemos y vamos a ayudaros- determinó.
Rose miró a Lily, que le daba un poco más de confianza que su propio hermano, que a pesar del cambio que había dado tras las semanas que habían temido por la vida de su madre, todavía era muy inmaduro.
Sin embargo, por una vez Hugo sonó como un adulto.
-Y el resto de gente también querrá participar. Todos saben que se avecina una guerra. Y amigos de todos han muerto. Nadie va a quedarse con los brazos cruzados, por eso el ejército de Merlín tiene que continuar con o sin Ann.
-Michael...-dijo Fred, con los ojos brillantes.
Michael Bennet había sido amigo de Fred desde primer año. Rose apretó la mandíbula.
-La gente escucha lo que dices cuando hablas Albus, realmente lo hace- lo convenció Hugo- tienes esa habilidad para tranquilizarles y darles la fuerza, eres su punto de apoyo... y tú- miró a su hermana- tal vez todo esto empezó por Ann, pero no la ven como una líder. A ti sí- la chica frunció el ceño. ¿Eso era cierto?- incluso a veces parecía que ella estaba subordinada a ti. Has nacido para mandar- imprimió un poco de burla en esas palabras, pero no demasiada.
-Hugo tiene razón- secundó Lily- el ejército tiene que volver.
Y volvió. A final de curso, todos estaban reunidos de nuevo, en la Sala de los Menesteres. Rose respiraba, nerviosa. Todos se estaban buscando un sitio, pero al mismo tiempo le echaban miradas de expectación. Ya lo había hablado con Albus, cuando por fin habían conseguido estar los dos solos. ¿Qué podían contar y qué no? ¿Qué harían? ¿Cómo reaccionaría la gente? Sabían que le tenían un mínimo respeto por presenciar la muerte de Harley y ver desaparecer a Ann, por no hablar de que se había enfrentado a Sameor y había vivido para contarlo y ya todos sabían del nombre y poderes sobrenaturales del Mago Oscuro...
Quizás Hugo tenía razón. Ahora la seguirían a ella. Tenía a Albus y al resto de su familia para ayudarla, pero...el peso a partir de ahora recaía todavía más sobre sus hombros.
Suspiró, una vez más, cuando por fin se hizo el silencio. Rose paseó la mirada. El número de gente había aumentado notablemente. Iría a más. Recordó lo que contaba su tía Ginny acerca del ejército de Dumbledore cuando llegó la guerra...casi la mitad de alumnos del colegio se reunían en la Sala de los Menesteres. Solo el pensamiento la abrumó.
La verdad era que de momento no podían hacer nada más que mejorar con sus hechizos, hacerse más magos experimentados y menos estudiantes. Prepararse para lo que viniera. No podía arriesgarse a contarle a todo el mundo la verdad: que Harley estaba vivo, que solo los dos igualaban el poder de Sameor...y, por supuesto, se guardó para sí peligrosas teorías que su tío había formulado junto con sus padres con ella presente que no había compartido ni con Albus. Si decepcionó a alguien en su airado discurso sobre la unidad que debían tener entre ellos y el sentimiento de justicia y lucha, nadie lo manifestó. Rose fue la última de salir de la sala de los Menesteres. Su primo lo esperaba a la salida, mirando por una ventana abierta el cielo. Estaba anocheciendo.
-¿Qué tal ha estado?
Al soltó una media sonrisa, pero pareció perdido.
-Genial. No has necesitado mi ayuda en ningún momento. Si hay que luchar, lucharán. Y será del lado de Ann.
Ella miró con el chico el horizonte. Estaba demasiado pensativo.
-Hoy hay luna llena- dijo, en voz baja.
Rose tardó muy poco en atar cabos.
-¿Por qué te preocupa tanto?- aunque era una pregunta tonta, la formuló igualmente- en el peor de los casos...Badgreen guarda en su despacho poción matalobos.
-No se la darán esta noche- negó Albus, serio- quieren ver hasta dónde llegan los efectos.
-Pero Grace no se transformará. No es una mujer-lobo- negó, convencida- Vic dijo que estaba fuera de peligro.
-Pomfrey me lo ha confirmado esta misma mañana- Al tenía un nudo en la garganta- aún dudan. Es casi improbable pero dado el estado actual de Grace no pueden descartarlo del todo.
-Merlín, cómo es eso posible- maldijo la pelirroja.
Él pareció tomar una determinación. Agarró a su prima cariñosamente del brazo y le dio un ligero apretón.
-Ve a cenar. Descansa. Tienes razón. Seguro que no le pasará nada. Pero yo tengo que ir.
Rose lo entendió. Le abrazó, despacio.
Los ojos de Albus parecían todavía lejos de allí.
-¿Rose, tú sabes quién eres?
Ella se sorprendió, separándose un poco de él.
-¿A qué te refieres?
-Creo que yo nunca lo he sabido. Y estoy empezando a pensar que nunca lo sabré- confesó- cada vez que quiero ser algo, resulta que soy lo contrario. Toda mi vida he pensado que al ser el hijo de Harry Potter había un gran destino esperándome, que estaba "escrito" ¿sabes?- le estaba costando un mundo confesar eso- Pero a veces siento que mi lugar está siendo uno más, un peón en este perverso juego de ajedrez mágico. James me lo dijo cuando intentaba ayudar a Ann encontrando a Harley, cosa que aunque hubiera seguido haciendo no habría logrado, ya que estaba muy lejos del castillo y habría llegado tarde.
-¿Qué dijo?- quiso saber.
-Que tendría que empezar a darme cuenta de que no soy el héroe. Ann, incluso Harley, incluso tú...-la miró con una admiración que jamás le había visto en la mirada- pero no yo. Tal vez...no esté escrito que yo haga nada grande.
-Salvaste la vida de Grace aquella noche...
-Entre James y yo- corrigió.
-Da igual, no es lo importante. No importa si es con otra persona, si es a una sola persona o si es a quinientos. Eres- remarcó- un héroe. Para mí, para ella y para cualquiera que sepa lo que has hecho.
Albus no fue capaz de mirarla a los ojos, levemente emocionado. Entonces fue Rose la que pareció estar lejos de allí.
-Tal vez haya algo muy grande esperando por nosotros. Pero la realidad es...que somos nosotros los que tenemos que esperar por ello- regresó al mundo- pero llegará, Albus- le apretó el brazo de nuevo- no tengas prisa por llegar a Ministro- bromeó.
Grace estaba en silencio. Siempre lo estaba. Llevaba dos semanas sin pronunciar palabra. Pomfrey lo había llamado delante de ella "shock post-traumático". Pero la verdad era que no quería vivir. No estaba lista para enfrentar el mundo todavía. No quería saber nada. Ni su propio estado. Se había mantenido inmóvil mientras Victoire pronunciaba esas agridulces palabras.
-No te vas a convertir en una mujer-lobo, Grace. No tengas miedo.
Le daban poción para dormir sin soñar, pero los retazos de sus pesadillas aún se dibujaban. Y por las curas que le aplicaban en el vientre cada día, la secuela debía de haber sido grave. No sabía si estaba preparada para afrontarla.
Josh y Scorpius venían a verla cada día, pero ella no pronunciaba palabra ni con ellos. Miraba a un punto fijo y se abstraía, recordando a veces aquellos pocos días que había podido disfrutar al lado de su madre.
-Grace, es importante que me escuches- dijo Victoire, de nuevo. Ya no sabía si habían pasado cinco minutos desde la última vez que le había hablado o tres días- hoy es luna llena- el cuerpo de la chica convulsionó levemente. Luna Llena. Ante esas palabras no quedaba más remedio que reaccionar- y ya te he dicho que no vas a ser una mujer-lobo, pero...queremos asegurarnos de que sigues en el mismo estado bajo su influencia.
Tragó saliva, pero no llegó a contestar. Vic suspiró y se marchó. Y así pasó el resto del día, y al final, llegó la noche. Grace apartó la cabeza a un lado, el que daba al enorme ventanal, para no tener que mirar ni por casualidad a cualquiera de las dos enfermeras que estuviera espiándola.
El astro apareció en el cielo. Grace subió su mirada, apretando la mandíbula. Nada había cambiado. Solo que había dejado de sentir miedo, y una rabia se cocinaba a fuego lento dentro de ella cada vez que sentía la luz de la luna iluminar su rostro.
-Grace...
Ella parpadeó. Reconocía perfectamente esa voz. Pero no se giró a mirarle. Hizo que él, tras un par de minutos, diera la vuelta a la cama para mirarla a los ojos. El verde se fundió con el verde. Verde sobre verde, diferente pero igual.
-¿Estás bien?
Le había oído mil veces pronunciar esa pregunta. La respuesta siempre era no, pero nunca la pronunciaba. Dejó caer los párpados, pesadamente.
-No hay nadie más aquí. Puedes hablar conmigo, si quieres.
Habían estado solos otras veces y ella seguía sin hablar. Aquello no la alentaba a despertar.
-Grace, nadie soporta verte así. Estás viva, estás bien- incluso en ese estado, ella reconoció esa emoción. Albus volvía a emplear ese tono que la había atrapado desde la noche que se encontraron en el pasillo desierto, esa seguridad, esa calidez...cientos de veces se había preguntado cómo lo conseguía él. Cómo conseguía ser tan persuasivo- tienes que seguir adelante, tú siempre lo has hecho...no tengas miedo. Tus amigos están contigo- incluso Rose iba a verla muy a menudo ¿estaría bien Ann Anderson tras el ataque?- yo estoy contigo. Eres lo suficientemente fuerte. Salvaste a muchas chicas ese día- ese argumento también había sido muy repetido- eres una heroína para ellas, y para todos los Slytherin. Incluso los Gryffindor saben lo que hiciste- no puedo evitar estremecerse cuando la tomó de la mano. Era cálida, delgada, elegante. Encajaba con su mano como dos piezas de un puzzle. Albus tragó saliva- ¿recuerdas lo que te dije? ¿Lo recuerdas?
Grace cerró los ojos.
-Sí, lo recuerdas- confirmó él.
El pulso de la chica se disparó como una bala a máxima velocidad. Albus se estaba transformando. El lobo gris apareció en cuestión de segundos ante sus ojos. Grace se sobresaltó, encogiendo sus piernas y agarrándose a las sábanas. La escena volvió a repetirse. Volvía a estar en peligro. Chilló, en voz baja.
Pero nada pasaba. Sintió la necesidad de huir, retorciéndose en la cama. La herida no le dolió tanto como esperaba con el movimiento. Tras unos segundos, oyendo su propia respiración acelerada, se atrevió a mirar al lobo.
Vio los ojos verdes de Albus, y se quedó petrificada por minutos. Él la miraba fijamente, sin apartar sus ojos de ella, manso e inocente.
Cogió fuerzas para incorporarse de la cama y sin mucho cuidado se dejó caer en suelo. El animal se acercó despacio.
Y Grace soltó todo el aire, estallando. Las lágrimas cayeron sin control, y la angustia del momento vivido salió a borbotones. Cuando lo tuvo suficientemente cerca, se abrazó al cuello peludo de Albus. El lobo se dejó acariciar, mientras consolaba a la chica dándole su calor.
A partir de esa noche, la montaña rusa solo fue cuesta arriba.
-¿Estás lista para verte la herida?- preguntó la señora Pomfrey la mañana que le darían el alta por fin. Apenas quedaban días para acabar el curso.
Inspiró hondo. Habían estado preparando demasiados días la respuesta.
-Sí, estoy preparada- no vaciló en absoluto. Su voz sonó segura.
-Recuerda todo lo bueno que esta cicatriz implica, Wilson- le aconsejó- te recordará siempre que no elegiste el camino fácil. Elegiste el correcto.
Asintió unas cuantas veces, nerviosa.
Pomfrey comenzó a quitar la venda con la varita. El corazón se le subió a la garganta. Ya no podía dejar de mirar. Para cuando la venda desapareció y se vio la mitad del vientre deformado, incluso le pareció menos horrible que en sus pesadillas. La parte izquierda se mostraba como quemada, y la piel maltratada le llegaba casi a la columna por atrás. En medio del tejido vio tres enormes marcas rojas, y una más leve.
-Pasará, en parte- aclaró. Supuso que a pesar de su preparación para el momento, su expresión era de horror- el tejido está quemado por el hechizo para quitar la infección que James Potter hizo cuando te arañaron. Pero eso pasará con tiempo y paciencia.
Tragó saliva.
-Pero las marcas del arañazo seguirán ahí.
-Seguirán ahí- confirmó Pomfrey.
Respiró pesadamente.
-¡Potter!
Se giró, sorprendida. Scorpius Malfoy corría hacia ella. Aquel chico lograba sorprenderla cada vez más. Primero había pensado que era hasta malvado, luego un completo idiota, luego una buena persona, y ahora parecía que estaba hasta en la sopa.
-He oído lo de tu amigo, Daniels. Lo siento mucho.
Lily sintió un vacío en su interior. Adrien y ella habían sido amigos desde segundo año. Era un buen alumno, un buen amigo y quizás con el paso del tiempo algo más. Sus amigas solían insinuarlo de vez en cuando, pero no sabía si de verdad lo sentían así o no.
-Oh- se sorprendió, sin mucho ánimo- gracias, Mal...Scorpius- procuró sonreír, a pesar de todo. No tenía la culpa, y además le debía un enorme favor. Pero...¿por qué había tardado tanto en agradecérselo?- perdona que haya tardado tanto en agradecerte lo que hiciste en la batalla- se disculpó.
-No tienes nada que agradecer.
-Me salvaste de un Mortífago. Yo creo que sí.
Era cierto. Scorpius y su amigo Joshua habían llegado justo a tiempo para combatir junto con Lily contra un Mortífago joven del que Scorpius había dado mil veces las gracias de no conocer. Le habían aturdido y ahora estaba a la espera de juicio. Iría directo a Azkaban, donde ya le preparaban la celda.
-Cualquiera lo habría hecho- se quitó importancia.
-¿Cómo está tu amiga?- se interesó ella.
-¿Grace? Mucho mejor- dijo, alegre- hoy le dan el alta.
-¡Estupendo!- Scorpius se ablandó todavía más con esa sonrisa, y sonrió también.
Su amiga Jenna se había metido un par de veces con Scorpius Malfoy, y con ella. "Primero fue Rose, y como no le ha salido bien, ahora lo está intentando contigo"
¿Pero era eso verdad? ¿En serio estaba Malfoy interesado en ella?
Recordó cómo se había reído.
"A Papá seguro que le hace mucha gracia todo este asunto" le había contestado.
Lo cierto era que aunque Rose era su prima preferida, no eran muy parecidas. Lily se parecía a Harry, y Rose a Hermione. La única razón que entre ella y su amiga habían encontrado era que a Scorpius le atraía la idea de salir con las dos últimas chicas de Hogwarts con las que debería salir.
-¿Volverás para el curso que viene, verdad?
La pregunta de Scorpius la descolocó. Sabía que iba a tener una dura discusión con sus padres por ello. No quería dejar Hogwarts. Ahí estaban sus amigos, parte de su familia, el E.M...lo miró, y descubrió unos ojos grises ansiosos porque le dijera que se quedara. Cogió aire, abrumada.
"Le gustas" pensó.
"O solo se preocupa por el destino de Rose, que probablemente sea el mismo que el tuyo"
Jugó con los pergaminos que llevaba en brazos, nerviosa.
-¿Te ha hablado Rose de lo que va a hacer ella?
-¿Rose?- pareció como si él no la hubiera recordado hasta ahora.
Frunció el ceño. No lo entendía. Al chico. No lo entendía.
-No creo que ella lo decida hasta que lo hable con sus padres.
-Ah- comprendió- ¿y tú igual, no?
-Sí. Pero no quiero irme- aclaró- ¿y qué harás tú?
Scorpius lo pensó.
-Posiblemente no volveré a Hogwarts. Me costará mucho convencer a mis padres. Primero el ataque solo a mí, y después los Neomortífagos- puso cara de circunstancias.
-Oh, vaya- se hizo un poco la tonta. No le hacía mucha gracia, pero necesitaba comprobar una cosa- ¿eso significa que a lo mejor es la última vez que nos vemos?
Y lo notó. Ese ligero desaliento de él. Boqueó un par de veces.
-Todavía podemos escribirnos, si quieres- comentó, a la desesperada- ya sabes dónde vivo, obviamente, y también es obvio que yo sé dónde vives tú, así que...
-Te escribiré- contestó, rápidamente. Se sentía un poco culpable.
Scorpius sonrió de nuevo. Estaba casi hasta guapo cuando sonreía.
-Genial. Esperaré tus cartas.
Lily solo fue consciente del calor de sus mejillas cuando Scorpius se hubo alejado.
La segunda vez que Ann despertó, nada había cambiado dentro de ella, a excepción de que se encontraba un poco mejor, y que no había tantas personas en la habitación agobiándola. Solo quedaba una. Era por la mañana, y los rayos de sol que entraban por la ventana le iluminaban el cabello rojo y enmarañado. Ann respiró, sobresaltada, pero la reconoció. Había estado presente la primera vez que había despertado.
-¿Qué me habéis hecho?- preguntó con voz pastosa.
La chica se sentó en el borde de la cama, mientras Ann se incorporaba y quedaba sentada con la espalda en el cabecero de, ligeramente adormilada.
-Dormirte de nuevo, discúlpanos- informó- teníamos que tener tiempo para hablar de tu estado.
Ann la miró fijamente. Su instinto más primario le decía que no se fiara de ella, pero sus ojos azules la llamaban como un hogar.
-¿Quién eres?- preguntó, demandante.
La chica parecía haberse preparado para el interrogatorio.
-Me llamo Rose. Rose Weasley- aclaró- no lo recuerdas, pero yo era amiga tuya. Soy amiga tuya- se corrigió- estuve presente cuando perdiste la memoria.
-Y ahora llega esa gran pregunta...¿por qué no recuerdo absolutamente nada de quién soy?
-Ann, antes de explicártelo, debes saber que fue tu decisión.
-¿Estoy así porque yo lo quise?
-No- se contradijo- estás sin memoria y...sin magia, porque salvaste la vida de alguien y lamentablemente es el precio que estás pagando. Y sí, yo te pedí que lo hicieras, pero tu propia vida estaba en peligro también.
Parecía más confusa que nunca. Rose vio una gran ignorancia en su mirada. La Ann de antes jamás había empleado esa expresión.
-Salvé a alguien estando yo también el peligro, tú me lo pediste, yo lo hice. ¿Sigo estando en peligro?
Rose tragó saliva.
-No me mientas- advirtió Ann.
-No vas a morirte, pero sigues estando en peligro. Hay gente que te quiere ver muerta.
Se asustó. ¿Había hecho algo tan malo como para merecer la muerte?
-Pero están muy lejos de aquí- la tranquilizó- las personas que viste antes...todas ellas te protegen.
-¿Qué he hecho?- preguntó, ansiosa.
-Nada malo- contestó- pero hay una guerra de dos bandos. Y tú representas uno de ellos.
El peso del mundo cayó sobre ella de sopetón.
-Así que no mato gente. La salvo- afirmó, como preguntándole.
Rose asintió.
Recordó los mínimos recuerdos que se había formado. Frunció el ceño, intentando atar cabos.
-¿Salvé a mi hermano?
La chica inspiró rápido, sorprendida. La tomó de la mano.
-¿Ann?
-No- contestó, apartando la mano. Vio la decepción en sus ojos, y se sintió culpable. No debió apartarla- lo he...deducido.
-Oh- no podía evitar sentirse decepcionada- sí. Fue a él a quien salvaste- se sacudió la cabeza, centrándose- estuvimos hablando anoche de ti, de cómo podemos ayudarte a recuperar la memoria. Finalmente hemos acordado una conclusión, un método que podría funcionar. Pero entendemos naturalmente que quieras confiar en nosotros primero.
-¿Y mis padres?
Rose pareció consternada.
-¿Están muertos?- siguió interrogando.
-Ambos- confirmó, en un susurro- tu madre vivió en un orfanato hasta que fue mayor de edad, y la familia de tu padre lo repudió, y él a ellos...tu hermano es la única familia que tienes. También tienes un padrastro y un hermanastro, pero ellos son muggles y apenas los conoces. ¿Entiendes ese término? ¿muggle?
-Si...no-mágicos- confirmó, tras unos segundos- entonces...debo de estar muy unida a mi hermano. Además, salvé su vida.
-Lo estás. Quizás de una particular manera, pero te aseguro que lo estás.
Se quedaron un minuto en silencio.
-Sé pocas cosas- dijo ella, despacio- pero sé que me fio de ti, Rose Weasley.
Ella sonrió, afable.
-Entonces confía en mí y dúchate- le dijo- y abajo, Yem y yo te estaremos esperando.
Así lo hizo. La ducha no le devolvió sus recuerdos, pero al menos y en cierto modo le devolvió la vida. Se estuvo mirando al espejo, mucho rato. Tocaba cada parte de ella, conociéndose. Le gustaban mucho su pelo, y sus ojos. Cuando se hubo acostumbrado, se puso la ropa que Rose le había puesto en la cama y bajó, todavía desconfiada.
La casa era bastante grande. Tan solo el segundo piso tenía varias habitaciones: unas cinco más el baño, dispuestas en los bordes de un cuadrado en el que el centro estaba la escalera. Se preguntó si debía mirar lo que había dentro de ellas, pero todas tenían la puerta abierta de par en par y parecían casi vacías. El olor a café y bollos ganó a la desconfianza de Ann: sentía un gran agujero en su estómago y necesitaba llenarlo cuanto antes. Bajó despacio, sin embargo.
El piso de abajo era completamente diferente. No era tan esquemático, y se perdió enseguida. Entró como en una bodega en la que solo había trastos viejos. Miró a los lados, desorientada. No parecía haber ni rastro de toda la gente a la que había visto en su otro despertar.
-¡¿Ann?!- gritó Rose desde el mismo piso- ¡por la derecha!
Retrocedió, y siguió la voz de Rose.
Entró en la modesta cocina, pequeña pero bien iluminada por el sol de verano. Por la ventana entraba aire demasiado fresco, y sintió frío.
-Hay que aprovechar que por fin parece haber dejado de llover- se excusó la pelirroja, que parecía vigilar la tetera. Puso un plato con uncroissanten la mesa, pero Ann no le prestó atención. Miraba al chico que estaba junto a la ventana, aparentemente relajado, pero no conseguía disimular su nerviosismo. Lo reconoció. Era al que habían llamado "Yem".
-Por favor, siéntate.
Yem inclinó la cabeza, secundando la petición de Rose. Ann dudó, pero finalmente obedeció.
-Ya me conoces ¿no?- preguntó Yem.
-Sí. Pero de antes no lo sé- cogió tímida un brazo del bollo- ¿te conocía antes de perder la memoria?
-Un poco- contestó, en voz baja- era solo el aprendiz de Sanador en el colegio en el que estudiabas- Rose se revolvió un poco.
Se acordó de una cosa.
-¿Dónde está mi hermano?- preguntó Ann.
-Fuera, dando un paseo- contestó ella- hemos creído que lo mejor sería que esperaras para verle.
-¿Por qué?- exigió saber- ya sé que es mi hermano. No le haré nada- aseguró.
-Sabemos que no le harás nada- la tranquilizó Yem. Finalmente, como Rose, cogió una silla y se sentó en la mesa- no es por eso.
Los miró alternativamente, sin entender.
-Nos gustaría poder explicarte todo con muy pocas palabras, pero no va a poder ser así- explicó Rose- por eso tenemos que ser lo más rápidos posibles en que sepas al menos ciertas verdades.
-No estoy entendiendo nada- Ann dejó de comer.
-No solo salvaste la vida de tu hermano una noche, Ann. Él sigue dependiendo de ti para seguir vivo. Aún ahora.
Ann frunció el ceño.
-Compartís la misma magia- explicó Yem más profundamente- y si permanecéis actualmente mucho tiempo separados...creemos que los dos podríais morir, pero estamos seguros de que Harley no sobreviviría.
Se hizo un tenso silencio.
-¿Qué tengo yo que hacer para que eso no ocurra?
-Yem y varios Sanadores más están investigando el funcionamiento de vuestra magia. Pero por el momento para sobrevivir tienes que estar en contacto físico con él. Con tomarle de la mano es suficiente. Cuando os tocáis, la magia se equilibra lentamente...
-Lo que podría devolverte la memoria, también- interrumpió él.
-Pero si os separáis...se desequilibra.
Ann respiró hondo varias veces, nerviosa.
-Usaremos otro método para intentar devolverte la memoria. Es muy complejo- le informó, taladrándola con sus ojos esmeralda- en San Mungo no se usa por falta de recursos, pero dado que somos muchos los que trabajamos en tu recuperación hemos conseguido los medios.
-¿En qué consiste?- quiso saber.
-Tú no tienes recuerdos. Los has perdido. Pero hay recuerdos de ti que no puedes perder, porque no eres tú la que los tienes.
No acababa de comprender.
-Vamos a sumergirte en los recuerdos de los demás que tengan relación contigo. Es...una posibilidad que nunca llegues a curarte, y es la mejor oportunidad que podamos ofrecerte de que te conozcas a ti y a los que te rodean. Ya tenemos muchos recuerdos almacenados. Empezaremos cuanto antes. Cuando te veas lista.
-La Profesora...la Directora del colegio en el que estudiabas nos ha cedido el objeto que necesitamos para ello.
-Se llama pensadero. No es doloroso- aclaró.
-¿Por qué mi hermano no ha perdido la memoria?- se cuestionó Ann.
-Porque he perdido otras cosas- contestó una voz grave que provenía de sus espaldas.
Rose se incorporó de su silla.
-¡Harley!- lo reprendió.
-No he podido evitarlo- se excusó. El muchacho delgado y de ojos tan azules como los suyos entraba en la cocina, posiblemente saliendo de su escondite- hace sol, pero sigue haciendo un poco de frío. Y nunca se me ha dado bien mantenerme al margen.
Ann lo observó, sin levantarse.
-Dentro de lo malo no puedo quejarme- le contó mientras se apoyaba cansado en la encimera- perdí salud- le confesó- belleza, fuerza, capacidades que nadie tenía... y ahora soy alérgico, débil, más pequeño en todos los sentidos- rio ante un chiste que Ann no entendió- pero he curado de un mal que llevaba torturándome toda la vida, y Yem dice que si tú y yo colaboramos es posible que yo vuelva a ser quien era sin esa enfermedad, que no era más que un muggle como yo rechazando la ola de magia que tú ya me habías dado al nacer.
-Harley nació muerto, y tú le salvaste la vida entregándole parte de tu magia- aclaró Rose- por cierto, sois mellizos. ¿Es lo que querías?- le preguntó al chico, desconcertada- ¿Qué se enterara de todo de golpe? No lo va a entender.
-Lo entiendo- contradijo Ann. Aunque sí se hubiera perdido un poco por el camino- haré lo que sea por recuperar la memoria. Y voy a ayudarte- le dijo a Harley.
Aunque parecía llevar una máscara puesta para ocultar sus sentimientos, vio cómo sus ojos brillaban con emoción.
Rose arrastraba su baúl y su lechuza Brighter en el vagón, con Albus pisándole los talones. Pero no solo arrastraba sus pertenencias físicas. Arrastraba su sacrificio y su determinación, y con ella la de su primo.
-¿Dónde crees que están?- le preguntó, haciéndose oír por encima del ruido.
-Les gustan o el primer o el último vagón- contestó Albus- pero...no sé. Habrá que buscar.
Suerte que los primos sabían el destino que les deparaba el verano antes de acabar las vacaciones, aunque eso fuera solamente el último día. Al menos tendrían tiempo...de despedirse.
Tras minutos de búsqueda, Rose divisó la rubia cabellera de Scorpius. Lo llamó, y entonces vieron que estaba con Josh y Grace, como habían esperado. Estaban los tres solos en el vagón, así que se metieron dentro con ellos.
-Tenemos que contaros una cosa- dijo Rose, con voz levemente trémula- sobre nosotros. Sobre lo que vamos a hacer.
Los tres Slytherins se llenaron de expectación mientras se Albus se aseguraba con un muffliato de que nadie los escuchaba.
-Después de todo lo que has hecho, te confiaría mi vida- le dijo Rose a Scorpius, seria y solemne y tú me has demostrado que la fidelidad existe también casi viniendo de un completo desconocido- siguió con Josh. Luego, se dirigió Grace- y tú tienes tanta valentía dentro que no puedo más que sentir envidia.
-Tenéis que guardar este secreto. Nadie lo sabe. Nadie que no se apellide Weasley o Potter- insistió Albus.
-¿Qué ocurre?- preguntó Josh, ansioso.
-Harley está vivo- soltó Rose.
La sorpresa los golpeó con fuerza.
-Hubo un funeral...-insistió Grace.
-Pero nunca visteis el cuerpo- completó Albus.
-Y supongo que ya lo sospechabais pero...claro que sabemos dónde está Ann. Están los dos en coma- aquello ya no le gustó tanto confesarlo- y tenemos que encontrar una manera de despertarlos.
-Eso...eso es una buena noticia- dijo Scorpius, todavía impresionado- al menos es mejor que la realidad que nos habéis hecho creer.
-También es una realidad peligrosa, Scor- contestó- Sameor buscará a Ann por todas partes, si descubre que está viva. De hecho, debe de dudarlo, y preferimos que siga siendo así. Nos da ventaja.
Silencio.
-¿Y cómo podremos ayudaros?
-En el caso de que no volvamos el curso que viene.
Grace estaba sospechando que esa podría ser una posibilidad. Pero escucharlo fue difícil, muy difícil.
-Por lo pronto, estaremos todo el verano incomunicados. Fingiré que me he encerrado en mi cuarto, a llorar por Ann y Harley, y Albus fingirá alguna enfermedad que lo meta en la cama todo el verano. Pero la verdad es que tenemos que irnos muy lejos- explicó- y no podremos estar en contacto con nadie.
-¿Y si os pasa algo?- preguntó Grace, con urgencia. Su mirada se desviaba a Albus, sin poder evitarlo.
-He hablado con Lily- informó Rose a Scorpius- si necesitáis algo de nosotros mandad la carta a casa de los Potter. De hecho, si podéis mandar alguna igualmente, para no levantar sospechas, os lo agradeceríamos. Si nos pasa algo, Lily te mandará una carta- informó, sin parar de mantener contacto visual con Scorpius, para asegurarse de que lo entendiera.
-¿Correréis peligro?- preguntó Josh.
Rose no pareció saber qué contestar.
Grace bufó.
-Y si no volvéis el año que viene...está será la última vez que os veamos en... ¿Cuánto tiempo?- exigió saber.
-No podemos saberlo- contestó Albus por su prima.
Grace lo taladró con la mirada. Era la que más cerca estaba de la puerta. Así que solo tuvo que apartar al Gryffindor un poco, abrir la puerta y salir, mientras pronunciaba una palabrota con toda su rabia. Albus no tardó en seguirla.
Rose miró a los chicos, con los ojos brillantes.
-Ojalá las cosas hubieran salido de otra manera.
Josh fue el primero en abrazarla.
-Ojalá todas las personas fueran como tú- confesó ella aún en sus brazos- me diste tu amistad cuando más perdida estuve.
-No seas tonta- le recriminó- el placer ha sido mío. Y nos vamos a volver a ver.
Despedirse de Scorpius fue todavía más duro. Rose vio reflejado en sus ojos todo lo que había madurado aquel año. Todo lo que el chico le había hecho entender.
-¿Sabes lo que me dijo mi padre sobre nosotros el primer día de primer año?
-¿Sobre mí?- sonrió, nervioso- ¿El qué?
-Que no me hiciera demasiado amiga tuya.
Se rieron juntos, los ojos de ambos brillaban un poco.
-Nunca había desobedecido tanto a mi padre.
El abrazo pareció durar hasta que llegaron a Londres.
-¡Grace!- la llamó, por el pasillo. La chica tropezó con el carrito de las chuches, lo que le hizo perder ventaja. El tren se había puesto en marcha hace minutos, y ni se habían dado cuenta- ¡Grace no te enfades conmigo, no es justo!
Eso pareció detener su trayectoria, justo antes de llegar a los baños y al final del tren.
-¿No es justo?- se giró, indignada, y procuró con todas sus fuerzas no gritar, sin conseguirlo del todo- ¿El qué no es justo? ¿Qué me fueras a ver tantos días cuando no quería saber ni de ti ni de nadie, que salvaras mi vida, que me ofrecieras tu amistad cuando te tiré por la borda, que te empeñes como un loco en entrar en mi vida- no se sintió para nada identificado con esa descripción- y que luego tenga que dejarte ir con una bonita sonrisa y sacudiendo el pañuelo como si no me importara no saber nada más de ti?
-No es justo porque no es mi decisión.
-¡Sí lo es!- desmintió.
-Tengo que hacer esto- se explicó- de la misma manera que tenía que estar aquella noche salvándote del hombre-lobo. Por Harley, por Ann, por mi familia...pero no es mi decisión tener que estar alejado del resto del mundo. O no saber si nos vamos a volver a ver.
Ella pareció más enrabietada que nunca.
-Solo soy ese efecto colateral en tu vida.
Albus se cabreó al mismo nivel.
-¿¡Cómo puedes decir que eres algo secundario en mi vida y creerlo!?
-¡No hemos llegado a tener nada y ya me estás dejando!
-¡Mil veces he deseado que las cosas fueran fáciles, mil veces! ¡Pero lo sabes, desentonas en mi vida, ese es el problema, ese es el maldito problema que hemos tenido desde que te conozco! ¡Tenía claro quién era hasta que tú apareciste en ese pasillo!
Dos alumnos de primero salieron del compartimento para espiarlos, debido a las voces.
-¡Adentro!- ordenó Albus, y se escondieron en menos de un segundo.
Grace lo miraba, incrédula. Quizás tenía razón. Quizás era eso.
-Pues vete- dijo, fríamente. La rabia parecía haberse escondido tras un muro de hielo- ve y encuéntrate a ti mismo. Fue lo que intenté decirte después de caer de la escoba, que no podíamos..- se le quebró la voz- Pero seguiste insistiendo y...- casi pudo oír el hielo resquebrajarse- ya no tengo más muros para ti. Tú ganas, y yo pierdo. Vete.
-¿Qué gano?- le preguntó, también para él mismo. Y él mismo se contestó.
"Su corazón"
Supuso que no lo rechazó porque no lo había esperado. Se había muerto de ganas por besarla otra vez mil veces, y sus labios, finos y sorprendidos, supieron a sal y a gloria. La rodeó con el brazo por el cuello, para asegurarse de que seguía cerca de él cuando el beso acabara. Y acabó.
Grace se había quedado de piedra, y lo miraba, pero no a los ojos.
-Qué haces- murmuró.
-Hacerlo fácil una segunda vez- contestó- solo una segunda vez.
Solo una última vez.
Tal vez solo fue un segundo, pero se le hizo eterno. Esta vez fue ella la que se inclinó para besarlo, mucho más efusivamente, sorprendiéndolo a él. Sus pequeños manos lo agarraron del cuello, y él la atrapó por la cintura, aunque la urgencia que ella imprimía en sus labios, que se movían sin suavidad previa y sin descanso sobre los suyos, y al revés, lo hizo desear recorrerla entera. Chocaron contra la pared, sin darse cuenta. Grace se separó.
-¿Cuánto tiempo falta para llegar a Londres?- preguntó, por encima de sus respiraciones.
Albus parpadeó. Apenas podía pensar en otra cosa que no fuera ella.
-Un par de horas. Más, quizás.
-Bien- contestó, deprisa- podemos hacerlo fácil más tiempo.
Abrió la puerta del baño de chicas, y tiró de su mano para que la siguiera.
