Ecos del Pasado

El sol caía lentamente sobre la aldea Ishigami, tiñendo el cielo de naranjas y púrpuras. Gen Asagiri se encontraba sentado junto al río, lanzando piedritas al agua con una expresión de melancolía que no encajaba con su personalidad habitual. Sus pensamientos estaban enredados en una sola persona: Ruri.

Era extraño. Al principio, solo la había visto como la sacerdotisa de la aldea, la sabia y gentil guardiana del conocimiento ancestral. Pero con el tiempo, algo cambió. Su voz suave, su manera de hablar, la forma en que sus ojos reflejaban la luz de las velas en la noche... le recordaban alguien que solía apreciar mucho, le recordaban a Lillian Weinberg.

Lillian. La icónica cantante del viejo mundo, cuyo legado había sido clave para engañar a Tsukasa y que ahora solo vivía en grabaciones y en la memoria de unos pocos. Gen no podía evitar sentir que Ruri compartía algo con ella, algo más allá de su tono de voz. Una presencia que le hacía estremecerse, que lo hacía sentir algo que había olvidado en el frío y duro mundo de piedra: calidez.

—¿En que demonios estas pensando murciélago? —murmuró para sí mismo, sacudiendo la cabeza—. Ruri ama a Chrome... Y Kohaku probablemente me mataría si intentara siquiera hacer algo.

Pero la idea no desaparecía.


Una mañana muy cálida, mientras Ruri cuidaba el jardín medicinal de la aldea, Gen se acercó con su habitual sonrisa enigmática.

—Ruri-chan, tus manos parecen tener el toque de la vida misma. Estas plantas florecen bajo tu cuidado.

Era un jardín hermoso.

—Gen, tus palabras son tan floridas como este jardín. Siempre encuentras la manera de halagar.

Gen se ofreció a ayudarla, y juntos pasaron la tarde entre las hierbas y las flores. Sus conversaciones fluían con facilidad, llenas de risas y descubrimientos mutuos.

Los días pasaron y Gen empezó a pasar más tiempo en la aldea, siempre encontrando alguna excusa para hablar con Ruri. Al principio, se decía que era por mera curiosidad, pero pronto comprendió que la buscaba porque quería escuchar su voz. Su risa. Su manera de relatar historias antiguas con una dulzura que solo ella poseía.


Gen observaba a Ruri desde la distancia, su sonrisa serena iluminando su rostro mientras hablaba con Chrome. El ilusionista sintió un pinchazo en el pecho. Era un sentimiento nuevo y peligroso.

"Tch... Esto no es bueno", murmuró para sí mismo.

Kohaku, siempre perceptiva, comenzó a notar el cambio.

—Gen —dijo un día, cruzándose de brazos mientras lo observaba con ojos afilados—. Últimamente, te veo demasiado cerca de mi hermana.

—¿Yo? ¡Oh, Kohaku-chan, qué imaginación tienes! —rió Gen, alzando las manos—. ¿No será que simplemente disfruto de una buena conversación culta? Después de todo, no todos tienen el nivel de intelecto de nuestra querida sacerdotisa.

—No juegues conmigo, Gen. Sé que eres un ilusionista, pero también sé cuándo alguien esconde algo.

Antes de que pudiera responder, Ruri se acercó, sonriendo suavemente.

—Kohaku, no seas tan dura con él. Gen siempre nos ayuda con su inteligencia y sus trucos. —Sus ojos se posaron en el ilusionista—. ¿Todo bien, Gen-san?

El corazón del mentalista latió con fuerza. Su encanto usual no le fallaba, pero frente a Ruri, sintió que era él quien caía en un truco.

—Por supuesto, sacerdotisa. Siempre es un placer hablar contigo.

Ruri rió suavemente y se alejó con su hermana. Kohaku miró una vez más a Gen, con la sombra de la sospecha aún en su rostro.

Kohaku entornó los ojos, no convencida.

—No sé qué tramas, pero te advierto algo. Chrome ha trabajado demasiado por ella. Y si le causas problemas…

Gen sonrió, pero en el fondo, sentía que su corazón se encogía. No quería herir a Chrome, pero tampoco podía negar lo que estaba sintiendo.


Esa noche, Gen se encontró a solas con Chrome cerca del laboratorio. El joven científico estaba distraído organizando algunos minerales.

—Oye, Chrome —Gen habló en un tono casual—. ¿Cómo va lo tuyo con Ruri? Se ven muy... cercanos.

Chrome se rascó la cabeza, un leve sonrojo en su rostro.

—Bueno, somos amigos desde niños, es muy especial para mí despues de todo. Pero... a veces siento que ella es demasiado noble para alguien como yo. Quiero demostrarle que soy digno de estar a su lado.

Gen apretó los dientes detrás de su sonrisa. Entonces aún hay espacio para la duda, pensó. Si podía sembrar la semilla correcta...

—Eso suena difícil. Ruri es alguien especial, después de todo. Quizás necesite a alguien que pueda entender su mundo más allá de la ciencia... alguien con palabras y sutileza.

Chrome lo miró con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres, Gen?

El ilusionista agitó la mano con una sonrisa juguetona.

—Nada, nada. Solo divagaciones de un mentalista. —Pero en su mente, la idea ya estaba germinando. Si Chrome se aleja por su propia inseguridad... entonces Ruri tal vez mire en otra dirección.


Una noche, mientras la aldea dormía, Gen encontró a Ruri junto al santuario. Parecía pensativa, con la mirada perdida en el cielo estrellado.

—Ah, qué escena tan hermosa. Una luna radiante, una sacerdotisa soñadora… es casi como una pintura —dijo Gen, acercándose con una sonrisa.

Ruri rió suavemente.

—Gen-san, siempre tienes las palabras justas —dijo ella, girando para mirarlo—. ¿También has venido a hacer preguntas curiosas sobre la historia de la aldea?

Gen se quedó en silencio un momento antes de susurrar:

—En realidad, solo quería verte.

Ruri parpadeó, sorprendida. Gen sintió que su corazón latía con fuerza.

La Sacerdotisa sabía que Gen era un ilusionista de palabras y engaños, pero en los últimos tiempos, había descubierto en él una sinceridad inesperada. Había algo en su manera de hablar que le resultaba encantador.

—Deberías descansar, Gen. Mañana será un día ocupado con los experimentos de Senku y los entrenamientos de los guerreros —dijo ella con gentileza.

Gen suspiró dramáticamente y se llevó una mano al pecho.

—¡Ah, me rompes el corazón! Pero tienes razón, la ciencia y la batalla nos mantienen en movimiento. Aunque... hay algo más que mantiene mi mente ocupada últimamente.

—¿Y qué es? —preguntó Ruri con curiosidad.

Gen sonrió con picardía, pero su voz adquirió un matiz más suave.

—Tú...

—Gen... —susurró ella, bajando la mirada.

—Sé que sientes algo por Chrome, y respeto eso —continuó Gen, con una seriedad inusual—. Pero los sentimientos son traviesos, ¿no crees? A veces aparecen donde menos lo esperas.

Ruri tomó aire lentamente. Sabía que debía rechazarlo, que debía recordarle su vínculo con Chrome. Y sin embargo...

—No puedo negar que disfruto nuestra compañía —admitió con una honestidad inesperada.

Gen sonrió ampliamente, pero sin su habitual burla.

—¿Eso significa que ...? ¡Ven! salgamos a pasear. Sin trucos, sin ilusiones. Solo nosotros.

Ruri titubeó. Chrome era el amor de su vida, su compañero en la búsqueda del conocimiento, el hombre que la había salvado. Pero en su corazón, algo se agitaba cuando estaba con Gen, algo que no podía ignorar.

—Salgamos —concedió finalmente.


Primero pasearon por un claro iluminado por luciérnagas, donde Gen le contó historias del viejo mundo y cantó con su melodiosa voz. No hubo trucos ni palabras vacías, solo él, mostrándole su lado más genuino. Despues Gen llevó a Ruri a la cima de la colina, desde donde se podía contemplar la aldea bajo la luz de la luna. Allí, le mostró un truco de magia especial, creando una cascada de flores luminosas que danzaban en el aire.

—Es... es hermoso, Gen. Nunca había visto algo igual.

—Como tu belleza, Ruri, única e inolvidable.

Ruri se sonrojó. Gen siempre le decía cosas lindas, no solo a ella, sino también a casi todas las chicas de la aldea, pero esta vez sintió en la voz del mentalista sinceridad absoluta.

Guardaron silencio. Después de esa conversación, decidieron que ya era hora de volver. El retorno fue silencioso, pero tanto Gen como Ruri sonrieron durante todo el trayecto de vuelta. Luego de esa bella noche, ambos sabían que querían pasar más tiempo juntos.


Al día siguiente en su cabaña, Ruri hojeaba un pergamino de los experimentos de Senku y Chrome. Sin embargo, sus pensamientos no estaban en el contenido que tenía frente a ella. Su mirada se deslizó hacia la ventana, donde Gen entretenía a unos niños con uno de sus trucos de "magia". Una sonrisa suave curvó sus labios.

—Gen es… interesante —susurró para sí misma—. Siempre he admirado su forma de hablar, cómo juega con las palabras… Su ingenio es impresionante…

Llevó una mano a su pecho, sintiendo un leve aleteo en su corazón. Su expresión se tornó confusa.

—¿Por qué siento esto? —musitó—. Chrome es más que mi mejor amigo. Lo quiero… ¿no?

Sacudió la cabeza, intentando disipar las dudas que la atormentaban.

—No puede ser. Gen es solo un amigo… Solo un amigo…

A medida que pasaban los días, Ruri comenzó a notar que su corazón latía diferente cuando Gen estaba cerca. Su mente decía un nombre, pero su alma murmuraba otro. Chrome era un gran hombre, pero Gen... Gen la hacía sentir viva de una forma diferente.


Sin embargo, la culpa comenzó a crecer en su pecho. Chrome notó su distancia, y aunque no le dijo nada, sus ojos reflejaban una duda silenciosa. Una tarde, mientras Ruri recogía hierbas medicinales, Chrome la encontró en el bosque.

—Ruri... últimamente has estado diferente —dijo, su voz cargada de preocupación—. ¿Algo te preocupa?

Ruri sintió un nudo en la garganta. No quería herir a Chrome, pero tampoco podía seguir ignorando lo que sentía.

—Chrome, tú eres alguien muy importante para mí —dijo con suavidad.

Chrome se sorprendío por ese comentario.

—Lo sé, también lo eres para mí.

—Mi cabeza me ha estado doliendo pero no es grave...

—¿Segura? —dijo el científico acercándose a ella.

—Sí, no te preocupes —mintió la sacerdotisa.

Por primera vez en mucho tiempo, desde que se curó de su enfermedad, Ruri le mintió a Chrome, y ella sabía que eso era señal de algo malo, algo muy malo... para él.

CONTINUARÁ