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Para evitar que se hiciera más incómodo el silencio, InuYasha puso música bajita en el estéreo mientras, frente al espejo, Kikyō se desmaquillaba y quitaba las joyas; a su vez sobre la cama, él se quitaba los zapatos. Miró para la mesita de noche cuando el celular vibró y lo tomó para responder el mensaje que Gume le había dejado.

"Se suspende la reunión con Miroku mañana, InuYasha: se tuvo que regresar a Kioto todos estos días por motivos de su divorcio y llega el domingo por la noche, así que no tendremos espacio para reunirnos a comer"

El mensaje estaba acompañado de un par de emojis tristes y luego el sticker de un gato llorando. Aquello último le arrancó una ligera risita entre el mal rato que había pasado, además de la insatisfacción por no poder llevar a cabo los planes que tenían para el fin de semana.

"¿Pero todo está bien? Espero que no se haya complicado todo.

Y entonces ahora ¿estás con Sango?"

Pocos segundos después hubo respuesta.

"Ay, si te contara… Pero el lunes a la hora del almuerzo nos ponemos al día si te parece bien.

Y no, estoy sola, Sango está en su departamento ya que era muy tarde para venir, pero mañana de seguro voy a visitarla para pasar tiempo juntas. Le debo un tratamiento en la cara"

Tecleó una última respuesta para desearle suerte junto a su típico arrivederci que ahora también tenía una versión mensaje de texto; puso el celular de nuevo en el puesto y en seguida notó que su esposa giraba el cuerpo para quedar frente a él. Taishō no la había visto, pero Itō tuvo que armarse de valor para dejar de lado su molestia por lo que pasó en la fiesta y tener la conversación que le había pedido la noche anterior. Después de haber sabido de Naraku otra vez, admitía que no había estado muy dispuesta a dialogar con su marido, en especial cuando su matrimonio parecía estar en la peor crisis. Tenía miedo y justo después de haber convivido con sus suegros, quienes siempre halagaban lo bien que se veían juntos y el matrimonio tan perfecto que eran, todavía había ido a peor.

—¿De qué querías hablar ayer conmigo?

InuYasha agachó la mirada y por un segundo pensó en decirle que lo dejaran para después, pero no, no tenía que seguir aplazando más esa conversación. Se puso de pie para tenerla en frente, notando cómo sus ojos marrones claros reflejaban cierta frustración y tanta seriedad, que a InuYasha se le hizo imposible seguir sosteniendo la mirada.

—Es sobre alguien de mi infancia que regresó —le dijo por fin, tratando de evitar introducciones tontas y yendo al grano como solía hacerlo.

Kikyō alzó la quijada y no supo cómo sentirse con eso. ¿Se trataría de sus padres?

—¿Pasa algo con tu familia? —Apoyó las manos en la cómoda para tenerse de ahí y seguir la conversación. Todavía traía puesto el elegante vestido mientras su esposo estaba descalzo y sin saco.

—¿Recuerdas a Gume, mi amigo de la infancia? —Todavía se le hacía increíble que Kagome fuera Gume.

En serio el destino a veces parecía un jugador de cartas senior.

—Sí… —su tono cambió, ahora ya era menos tenso y parecía interesado—, cómo no, me hablaste de él mil veces cuando nos conocimos.

—Bien, la noche de miércoles que te dije que tenía una reunión con alguien de la empresa, así fue… —realmente no sabía cómo decir eso, había sido difícil de entender incluso para él también y no quería imaginar qué sería para Kikyō que no entendería demasiado sobre la situación que llevó a Kagome a mentir sobre su identidad por tanto tiempo. Vio a su esposa hacerle un gesto para que prosiguiera porque no entendía qué tenía que ver una cosa con la otra, así que agregó—: con Kagome, mi asistente.

—Ah, pero eso no me lo habías dicho —sonrió apenas, suspicaz—. Se suponía que estabas con personas —hizo énfasis en el plural— del trabajo.

—Sí, lo sé —asintió. ¿Debería sentirse culpable?

—¿Qué tiene que ver tu asistente —se llevó las manos a la frente y cerró los ojos para tomar aire— en todo esto de tu amigo Gume?

—Que es ella —lo soltó por fin, dejando ir el aire contenido.

No sabía que esa conversación debería ser tan incómoda, en especial porque con su esposa jamás había tenido problemas que incluyeran a un tercero. Kikyō era una mujer muy segura de sí misma, antes que eso habían sido amigos y tenían confianza para hablar de todo, pero en aquella ocasión la notaba extraña y hasta molesta por nombrarle a Kagome, de quien solo le había hablado antes una vez, que fue cuando la contrató y por el incidente de la coca cola.

—¿Ella es quién? —Claro que su mente supuso que Gume y Kagome tendrían algo que ver, pero no terminaba de entender en qué.

—Kagome es Gume, Kikyō —terminó por confesar, con tono áspero y casi cansado.

La aludida abrió los ojos sobremanera y poco después le hizo una mueca de confusión total.

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—¿Cómo que éste InuYasha es tu mejor amigo de la infancia?

Era plena mañana del domingo cuando Kōga había aparecido en su puerta para decirle que ya era hora de que pasaran tiempo juntos, aprovechando incluso que Miroku no estaba y que el sábado ya lo había pasado con Sango.

Le sirvió el café en la taza blanca y se lo pasó con cuidado. Su novio tomó la bebida y pronto la consumió. De la conversación sobre InuYasha que le había pedido «disculpas» en la fiesta del viernes habían pasado a la confesión de que ese mismo InuYasha había sido el mejor amigo de Kagome en su etapa de Gume. Entonces todo tuvo sentido, por eso Taishō había dicho que era su amiga, ¡no había estado mintiendo!

Él sabía perfectamente por qué Kagome siempre se había hecho pasar por Gume, así que el no haberle dicho a Taishō quién era realmente no le asombraba, lo que lo tenía un poco desconcertado era por qué si ese amigo había sido tan importante para ella, jamás se refirió a él por su nombre. Siempre que Kagome hablaba de su infancia y lo refería decía "un amigo" o "mi mejor amigo de la infancia", por eso él jamás habría tenido idea de que siempre estuvo cerca de él.

—El mismo —corroboró y soltó un suspiro. Igual había sido más fácil de lo que pensó—. Yo no me había atrevido a decirle, me daba vergüenza —agachó la vista y las mejillas se le pusieron rosadas. Como fuera, no podía evitar sentirse apenada por todo eso.

—¿Y cómo se enteró? —Le asaltó la duda al segundo siguiente. Analizaba toda la historia que Kagome le había comentado, pero algo seguía sin cuadrarle mucho, como que allí faltaba información.

—Es un poco raro… —entrecerró los ojos. Tal vez podría malinterpretarse lo que tenía que decir, así que al final no estuvo segura, pero Kōga seguía sosteniéndole la mirada—, dice que siempre me vio el rostro familiar —comenzó a decir, pero seguía viendo a cualquier otro lado—, pero no fue hasta que pudo observar bien mis ojos que le pareció que mi mirada —en ese momento volvió los ojos directo a los de su pareja y su voz fue bajando, insegura— era idéntica a la de Gume.

Los nervios de Wolf se crisparon al instante, incómodo por la situación de imaginar a esos dos tan cercanos que Taishō pudo haber visto a detalle la mirada de su novia. Quería decir, no estaba creyendo que realmente estuviera pasando algo raro, sabía que Kagome no era de esas mujeres, pero, insistía: no conocía las intenciones de InuYasha y mucho menos cuando se enteraba de que Higurashi no era precisamente una desconocida.

—¿Tantos meses trabajando ahí y apenas se dio cuenta de tu mirada? —Fue lo único que se le ocurrió decir, tomando más café para bajar sus emociones.

La azabache puso los ojos en blanco y de inmediato cruzó los brazos delante del pecho como una señal típica de molestia.

—Pues es que es mi jefe —negó con la cabeza, preguntándose si realmente tenía que explicarle eso—, me paga por trabajar no por andar viéndolo.

Quitó la mirada, a pesar de que sabía que no había hecho nada malo, le costó ver a su pareja a la cara.

—Entonces ¿cómo se dio cuenta? —dejó la taza a un lado y la encaró, buscando sus ojos chocolate que huían de él de forma disimulada—, ¿en qué íntimo momento lo viste tanto que pudo encontrar parecido en la mirada? —Y lo soltó por fin, lo que estaba pensando porque sí, ¿qué estaban haciendo que mágicamente de repente habían estado tan cerca y con tanta intimidad?

—No, no puede ser que vas a empezar otra vez con esa mierda —al tiempo que dijo eso con tono hastío y molesto, comenzó a caminar para salir de la cocina lo más rápido que pudo.

—No, no, espera —la detuvo con el brazo y trató de abrazarla mientras tomaba su cintura para calmar los ánimos—, espera, amor… —Kagome se detuvo, inhaló y empezó a negar—. Lo siento, ¿sí? —Se inclinó para tratar de besarle la mejilla.

—No, déjame —pero ella lo empujó con moderada fuerza para que se apartara—, últimamente te portas como un patán —en ese momento sí que lo enfrentó y en sus ojos había ira. No era posible que ahora fuera él quien desconfiara cuando ella no fue quien lo traicionó, en primera instancia.

—Es que tengo miedo —la apretó cuando sintió que el rechazo físico disminuía. Su tono ya comenzaba a oírse desesperado.

Porque lo estaba.

—¿Miedo de qué? —Kagome arrugó las cejas y puso ambos brazos en el pecho masculino en posición de rebote.

—De que nuestra relación se acabe —confesó, acercándose más a ella y tratando de esconder la cara entre el cuello—, porque desde que te dije sobre el regreso de Ayame estás distante, y no quiero que me dejes —le acarició la espalda por encima de la ropa con suavidad.

—N-no te voy a dejar —titubeó. Bueno, sí era verdad que las cosas no andaban iguales entre ellos, pero tampoco era para terminar.

—Entonces ven, dame cariño —le besó la comisura de los labios y con picardía metió las manos por dentro de la holgada prenda de vestir para tocar la cintura—, mira que en dos semanas ya es tu cumpleaños y no quiero que estemos así… —le dejó un beso en la mejilla que insinuaba que quería más.

—Espera, espera… —por primera vez en mucho tiempo la escuchó reír por las cosquillas que le daba que le hablara cerca del oído. Kagome se separó de él ahora con una sonrisa un poco nerviosa; había usado una buena táctica para hacerle olvidar el enojo de un minuto atrás—, está bien, solo déjame ir a retocarme un poco —no iba a negar que cada vez que se trataba de la intimidad, el hecho de vestir tan poco adecuada le hacía sentir mucha vergüenza, así que solía optar por ponerse ropa más «femenina» y lencería más atractiva cada vez que Kōga se quedaba con ella y en esa mañana se veía justo como no tenía que verse y menos cuando la propuesta de irse a la cama ya había sido expuesta y aceptada— y ponerme algo más… —no supo cómo expresarlo y el aire se que le quedó agotado en el pecho. Su pareja la miraba con el deseo ardiendo en cada poro— adecuado.

Sin volver atrás, salió de la cocina a gran velocidad y con las manos heladas.

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Una nueva semana había iniciado y las cosas parecían tener un color diferente en la vida de InuYasha y Kagome. Saber que al llegar a la oficina no solo encontrarían a un compañero de trabajo sino a un amigo era… extraño y, ciertamente, reconfortante.

A la hora del almuerzo, jefe y asistente se reunieron para comer en el lugar de siempre para Taishō, y aunque al principio Kagome se sintió un poco fuera de lugar, rápidamente su compañía la distrajo. Higurashi le contó al ambarino que Miroku se había ido el fin de semana a Kioto para enfrentar a Yara acerca de las fotos que Bankotsu le había enviado, además de que también quería reunirse con su abogado para verificar que el proceso estuviera avanzando. Lo malo era que, con ese viaje imprevisto, la cita de ellos para ponerse al día de había extendido otra semana. A pesar de que, en general, InuYasha escuchaba la conversación con mucha atención, su mente a veces lo traicionaba para llevarlo al momento de la charla que había tenido con Kikyō la madrugada del sábado después del evento en Sensitive; por supuesto que Higurashi se había dado cuenta, pero él solo pudo atinar a decirle que mejor podría pasar a su departamento esa noche después del trabajo para tomarse un té y conversar más ampliamente, ya que las horas del almuerzo eran pocas y pronto tendrían que volver a la oficina.

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InuYasha vio caer el té caliente a su taza de manos de Gume y entre tanto, su mente solo pudo evocar los recuerdos con su esposa luego de que la azabache le hubiera preguntado qué había dicho "la señora" Kikyō al respecto, justo después de contarle cómo Kōga había reaccionado.

"—Pensé que la noticia te alegraría —abrió los brazos como si estuviera esperando otra reacción aparte de una simple alzada de cejas de parte de su esposa como si no acabara de contarle algo totalmente fuera de lo común.

—Me alegro por ti —ella se encogió de hombros e inmediatamente empezó a caminar hacia la cama para sacarse los zapatos e irse despojando de su indumentaria como si, efectivamente, no le hubiera contado nada trascendental.

InuYasha se llevó las manos a la cabeza y se estiró el cabello mientras respiraba. Otra vez estaban en una extraña situación incómoda; ya estaba acostumbrado a que su esposa no fuera alguien excesivamente expresiva, pero Kikyō sabía siempre qué decir, especialmente si se trataba de personas importantes para él. Y eso no estaba pasando, literalmente le estaba dando la espalda mientras se sacaba las pantimedias

—Este fin de semana he quedado con su hermano Miroku para reunirnos y ponernos al día —decidió contarle y también se sentó sobre la cama quedando espalda con espalda, divididos por el ancho del colchón—, pensaba que incluso podríamos —bajó el tono de voz, indeciso—… hacer una comida aquí, en la casa.

Kikyō negó de inmediato con la cabeza. Era obvio que segundos después de que su esposo hablara de su asistente, no le había gustado nada la situación respecto a las mentiras que parecía haber detrás. El interés por saber sobre Gume se le había ido al piso tal y como había llegado, creía que era muy obvio y se le notaba en la cara. Se puso de pie, cruzó los brazos debajo de sus pechos y se giró para verlo, esperando que diera la cara.

—¿Quieres que meta a mi casa a una completa desconocida y además mentirosa? —Le inquirió con un tono sosegado, pero completamente hostil.

—¿De qué estás hablando? —Le dio la cara de inmediato, su rostro reflejaba entera indignación y hasta confusión—. ¿Cómo que mentirosa?

—Acabas de decir que apenas te enteraste de que Gume siempre fue una mujer —ladeó el rostro. ¿No era acaso muy evidente el motivo de su negativa? Le sorprendía que, siendo InuYasha un hombre adulto y con experiencia en la vida, hubiera podido ser engañado de esa forma y por alguien que estaba trabajando para él—, no parece haber mucha confianza o simplemente es una mitómana —volvió a alzar las cejas, suspicaz.

Hubo un pequeño silencio antes de que InuYasha decidiera hablar, pues en serio le estaba costando entender la actitud de su esposa con alguien que ni siquiera conocía.

—Voy a pedirte que no vuelvas a llamar así a Kagome —soltó con un tono un poco más grave, tenso. Era la primera vez que hablaba de ella con Kikyō y con esa forma ofensiva, sintió que la tenía que defender. Seguía pareciendo increíble que estuvieran teniendo esa conversación de esa manera—, no sabes nada de ella.

—Exactamente, no sé nada de ella —soltó los brazos y lo apuntó con el dedo índice— o de él —añadió con saña—, y por eso no quiero que venga a mi casa —su esposo agachó la cabeza, asintiendo, con una sonrisa decepcionada. Se produjo un silencio de unos segundos mientras Kikyō reflexionaba en si estaba siendo demasiado intransigente, pero también se trataba de su casa, de su espacio y no le apetecía, por lo menos no por ese momento, aunque se tratara de alguien importante en la vida de InuYasha. ¿Estaría mal? También contaba su propia comodidad, y sea como fuere, Gume era una completa desconocida para ella quien, además, siempre creyó que era un hombre—. Cuando yo quiera conocerla, paso por tu oficina y la veo —le dijo entonces, con un tono que daba tregua, lo pensaba mejor—, es muy fácil para mí.

Entonces Taishō volvió a verla y con una sonrisa sarcástica le dijo: —Gracias por tu comprensión, Kikyō, estoy impresionado."

—¿Y bien? —Kagome lo llamaba a tierra otra vez.

El aludido pestañeó un par de veces, todavía indeciso. Se le hacía un poco incómodo contarle lo que había sucedido, pero nada ganaba con mentirle si de todos modos era inevitable que lo supiera.

—Kikyō no ha reaccionado tan bien —resolvió decirle, encogiéndose de hombros y volviendo a beber su té que ya estaba bastante más frío. Kagome solo pestañeó un par de veces, seria—, piensa que eres una mitómana por mentir todo el tiempo sobre tu identidad —Higurashi alzó ambas cejas y la boca se le abrió ligeramente por la impresión. ¿Una mitómana? ¿En serio? Quería decir, Kikyō no conocía nada sobre ella, le parecía un poco exagerado, aunque tal vez lo podía entender hasta cierto punto, sin embargo, no le debía nada y mucho menos comprender el motivo de sus acciones de cuando era una niña de diez años—. Le dije que podríamos hacer una comida para que se conozcan, e incluso a Miroku, pero se negó… —subió lentamente la mirada hacia su amiga, ¿estaría molesta? Podría entender si sí.

La azabache suspiró y se llevó los dedos hasta el nacimiento de la nariz para apretarla. Asintió un par de veces, avergonzada por todo eso.

—Es comprensible… —después de un momento solo pudo atinar a disculparse—. Lo lamento, InuYasha.

—¿Por qué?

—De alguna forma, tal vez te he causado problemas —también se encogió de hombros. La verdad era que no esperaba que el simple hecho de ser Gume hubiera sido tan problemático, especialmente para su amigo.

Podía comprender a Kikyō de cierta manera, realmente ella no tendría por qué adivinar sus propios motivos para haberse hecho pasar por un niño, además, con lo ajetreada que de seguro era su vida, tal vez no le habría hecho ni puta gracia que de repente su esposo le saliera con que su asistente mujer era un amigo de la infancia. Es que no tenía sentido incluso para ella si lo miraba más fríamente.

—¿Sabes? Puede que haya otro motivo por su reacción —regresó su atención a él, que ahora reposaba ambas manos en su mentón, pensativo—. Quizás es mi culpa, yo… —dejó ir el aire, incómodo. La azabache lo observó con extrema atención, parecía que en la cara de su jefe se estaba gestando la explosión de una bomba nuclear o algo—. Las cosas con Kikyō hace mucho tiempo que vienen… —tomó aire antes de proseguir, sopesando la idea; no quería sonar como un chillón y menos de que se estaba quejando de su esposa, pero tenía que decirlo porque en realidad no lo había exteriorizado con nadie. Sus padres no ayudaban, lo ponían peor, y no iba a írselo a decir a Sesshōmaru—, no lo sé, no es igual.

—Soy toda oídos —Kagome le extendió su escucha activa mientras atraía el desayunador para sentarse.

InuYasha volvió a llenar sus pulmones de aire. Eran años de esa mierda encima, de guardarse todo, de no saber cómo manejar ciertas cosas y tener que autogestionarlo sin a veces saber qué camino tomar y observando en silencio a los demás para imitarlos. Debía admitir que estaba harto de tener que llevar todo a cuestas y su asistente ahí se veía como un confesionario con patas.

Con ese permiso, finalmente expuso parte de lo que sentía. A veces no era fácil para él simplemente decírselo a Kikyō porque la comunicación había empezado a fallar. Justo antes de que Kagome entrara a trabajar a JP, InuYasha había estado de vacaciones celebrando su aniversario de dos años, él mismo había propuesto ese viaje porque sentía que era necesario darse un respiro y qué mejor que aprovechar esa fecha, pero parecía que ambos se habían encerrado en sí mismos, porque, al volver, discutían más que antes por pequeñeces. El ambiente se había vuelto algo pesado, llegar a casa no significaba lo mismo, no había nada de alegría. Lo único bueno era que sus enojos duraban periodos cortos de tiempo, lo arreglaban luego, pero las peleas eran muy seguidas y aunque las reconciliaciones estaban bien, InuYasha llegaba a cansarse de eso y sabía que ella también.

Había tratado incluso cambiando, regulando su orgullo y su carácter, que siempre era más bien fuerte, así Kikyō también había ido bajando la intensidad en las discusiones, cuando se dieron cuenta ya casi no peleaban, pero la relación se había vuelto fría… Ya para el final, antes de lo de Sensitive, nuevamente habían vuelto las micro peleas, sin embargo, aunque no eran de gritos, sentía que eran un poco más hirientes. Y sí, quizás ambos estaban sometidos a mucho estrés, pero claramente estaban descuidando aspectos más importantes para su vida. Luego estaban los padres de ambos que parecían tener un empeño a propósito por recalcar el increíble matrimonio que eran, lo cual era uno de los motivos más frecuentes por los que podía iniciar una discusión; era obvio que a ninguno de los dos le hacía gracia y en vez de enfrentarlo, claro, por respeto, se descargaban uno a otro sus frustraciones.

Siempre se habían llevado bien y quizás era lo que más hería, que justo cuando se suponía que debían estar más unidos, cada día se sentían más lejos. Por supuesto que todavía había cariño, pero más que eso, ninguno de los dos quería deshacer lo que llevaban construyendo, incluso después querrían hijos, lo normal que una pareja podría aspirar… Todavía había mucho por mejorar, pero InuYasha suponía que era una crisis y todas las parejas pasaban por ello.

También habló un poco sobre sus carreras, ya que la de su esposa había escalado tanto, que sentía que todo se había salido de las manos y aquello simplemente no encajaba con él, por lo que era difícil cuando ella lo quería hacer participe de ello; la carrera de InuYasha también lo consumía, su vida era esa empresa, el legado de generaciones, el cumplir su meta de hacer crecer JP cuando, junto a Sesshōmaru, que aunque imbécil, era buen administrador, hacerla líder y exponente en ropa jean, así que poco tiempo tenían para verse, llegaban a casa en horarios distintos…

Kagome había escuchado absolutamente en silencio todo lo que Taishō había estado descargando, analizaba las situaciones, se ponía en los zapatos de ambos y meditaba que siempre se escuchaban las dos versiones antes de lanzar una opinión, aun así, sí que tenía alguna sugerencia ya.

—…y es por lo que creo que las cosas no van bien —había terminado de explicar el ambarino con la taza vacía y sintiendo que un peso acababa de abandonarlo.

Kagome se tomó su tiempo para analizar exactamente lo que diría, así que el silencio luego de eso se extendió un poco. Se sentía un poco fuera de lugar, en especial porque solo tenía la versión de InuYasha y porque era obvio que desde antes de verse en persona ya no le caía bien a la esposa de Taishō, entonces las cosas se tornaban un tanto extrañas y no estaba segura de qué tan adecuado sería hablar, pero finalmente aquella conversación era el puente para empezar a afianzar más su amistad, además de que demostraba que él, de alguna manera, confiaba en ella, así que tampoco iba a quedarse callada o a ser hipócrita, debía encontrar el equilibrio antes de proceder.

—Bueno, InuYasha —comenzó a decir y automáticamente obtuvo su atención, estaba bastante serio—, sé que técnicamente nos conocemos hace un montón de años, pero la verdad es que hace muy poco tiempo que he entrado de nuevo a tu vida —era necesario aclararlo—, en realidad agradezco la confianza que has tenido conmigo y sinceramente me reservo de opinar algo sobre tu matrimonio —es que era así, no podía soltar simplemente una opinión a lo tonto.

Por su parte, su interlocutor pareció sentirse ligeramente avergonzado; era cierto que quizás había sido muy prematuro solo ir y soltarle eso, pero realmente no tenía a nadie más a quien contarle y eran años de eso desde que se había vuelto pareja de Kikyō, porque ella era literalmente la única amiga cercana e íntima que tenía.

Hasta que Gume volvió, claro.

—Sí, entiendo —le dijo en voz un poco más baja. Cruzó los dedos de ambas manos y se removió en el asiento—, en realidad, tal vez solo buscaba a alguien que me escuche más que darme un punto de vista… —Y así era: en realidad, tampoco buscaba un consejo especial, solo necesitaba desahogarse y saber que había alguien que podría escucharlo finalmente.

—Y eso es precisamente lo que agradezco —enfatizó. ¿Había sido muy dura? Esperaba que no se hubiera malinterpretado—, porque es un paso más para acercarnos un poco. De todas maneras, tal vez pueda darte un consejo, si me lo permites —porque ella sí que tenía algo que decir, InuYasha le había dicho muchas cosas como para solo dejarlo allí.

—Adelante —hizo un gesto que le dio carta abierta para explayarse.

Se aclaró la garganta antes de seguir.

—Sé que hay sentimientos entre ustedes, por lo que me has contado —lo vio asentir despacio—, que ambos quieren perpetuar su relación porque, vaya —alzó ambas cejas—, están casados —entendía que era totalmente distinta una relación como la de ella y Kōga a un matrimonio que además parecía ser alabado religiosamente por los padres de ambos, incluso también entendía que a sus treinta tal vez podrían sentirse fracasados si decidían separarse o algo por el estilo—, pero su comunicación es mala, ¿no? Y es justamente la clave para volver a ser los de antes —el aludido tomó aire y golpeteó las yemas de sus dedos contra el mármol—. InuYasha, creo que, si has tratado de todo lo que has podido hasta ahora, tu último recurso es ir a terapia de pareja.

¿Terapia de pareja? Imposible. Se quedó de piedra. La idea ni siquiera había sido considerada, era obvio que Kikyō no aceptaría por mil razones, en especial por sus padres y por su carrera que, si le llegaba a descubrir algún periodista, ambos estaban fritos, pero claro, después de probar muchas cosas para intentar arreglarlo, era obvio pensar en que, si de verdad querían seguir juntos, tenían que sacrificar ciertas cosas y dejar atrás miedos.

O eran ellos o lo que la gente diría de ellos.

Se quedó un buen rato analizando la propuesta, ni siquiera había notado que no abrió la boca un tiempo. Después de analizarlo un rato más, consideró que podría ponerlo sobre la mesa lo más pronto posible, porque las cosas con Kikyō en ese instante también estaban tensas.

—Tal vez…, no lo sé, podría hablarlo con ella —dijo por fin, volviendo a la realidad, su compañera le sonrió como quien ha conseguido que un niño pequeño coma verduras—. Parece que eres buena en esto.

—Ay, por favor, no exageres —hizo gestos con las manos y se sonrojó ligeramente.

InuYasha volvió a suspirar; lo decía en serio.

—Seguro que la llevas mejor con Kōga, ¿no? —No le había dicho que le pidió "disculpas" por el encontronazo en la empresa porque suponía que eso se lo diría Wolf. Tampoco diría nada sobre su conversación con Ayame porque tal vez no iba al caso.

En cambio, fue ella quien calló. A su mente llegaron los recuerdos de todos sus dolores con Kōga, esa época oscura con Ayame y el hecho de que, probablemente, ese día se hubieran visto otra vez en Sensitive… No creía llevarla mejor que InuYasha, de hecho, seguro que peor, porque había estado distante de su pareja aun cuando no se lo merecía.

—Mi relación está muy lejos de ser mejor que la tuya, pero ahí vamos… —reparó en que ella no se había detenido a pensar que tenía que reconocer que su relación estaba en crisis y que ella misma se ponía más trabas para resolverlo—, pronto habrá tiempo para contarte un poco más —de seguro que luego InuYasha terminaría sabiendo lo que había sucedido, pero no era el momento, menos sabiendo que ambos hombres no se llevaban tan bien y que ese era el espacio del ambarino.

Después de eso último, InuYasha anunció que era tarde y se tenía que ir. Había sido una charla interesante, pero era cierto que debía volver y hacerse cargo de lo suyo al igual que ella. Taishō agradeció el café y se despidió de su amiga con su gesto Arrivederci ya acostumbrado. Cuando de nuevo Kagome se vio sola en el departamento, inspiró aire hasta le dolieron las fosas nasales.

¿Por qué si ella era capaz de recomendar a alguien que tomara terapia entonces no podía llevar las riendas de su propia relación? No era justo que mientras parecía ser la mejor consejera con los demás, su propia vida se estuviera saliendo de control. Quizás debía empezar a tomarse sus consejos como una señal del destino de que era momento de ponerse seria.

O dejaba sus inseguridades con Ayame o terminaba con Kōga de una vez.

Se dirigió a la sala para tomar su celular y mandarle un mensaje a su pareja.

»


Me puse a escribir otro fic en medio de este capítulo y me siento un poco más despejada, irónicamente.

Hola, gente hermosa. Ya sé, ya sé que me tardé 20 años otra vez. Jamás creí que corregir capítulos demoraba más que escribirlos y lo peor es que habrá algún error, y eso que lo corregí como unas 4 veces.

Quiero agradecer infinitamente sus comentarios, como siempre me alegran y me encanta que expresen todo lo que piensan. Sé que por la miserabilidad de mis actualizaciones (respecto al tiempo), parece que esta historia va demasiado lenta y de seguro me quieren tirar de las mechas, pero les juro que no es tan lento como parece.

Un beso enorme para:

Benani0125

Rosa Taisho

Valentinehigurashi

Karii Taisho

MegoKa

Lady Minisa Bracken

Shikon de Oz

Nos leemos. Muchas gracias.