CAPÍTULO 15

Jack apenas y durmió la noche anterior. Y no sólo porque la cama, banca o lo que sea que tenía en esa celda integrado para dormir, era más incomoda que dormir en el suelo. Lo que en verdad lo tuvo despierto fue su constante búsqueda de una forma de salir de aquel sitio.

Había intentado forzar la reja de la puerta, la reja de la ventana, convencer a algún guardia con su carisma para que le abriera, e incluso a un extraño perro robot que se paseaba de repente por ahí y hacía sonidos extraños. Pero de momento ninguno de sus intentos había rendido frutos.

Su mejor alternativa seguía siendo de alguna forma desactivar esa maldita pulsera inhibidora, recuperar sus poderes, y simplemente atravesar caminando aquellas paredes. Había escapado de esposas mucho más complicadas en el pasado, y estaba seguro de que si tuviera sus herramientas a la mano, aquello sería pan comido. Pero, por supuesto, le habían quitado todo lo que tenía encima al entrar ahí, salvo por la ropa que traía puesta. Y era justo el herrete de sus agujetas lo que en esos momentos intentaba usar para vulnerar la estructura de la pulsera, y liberar el seguro que le aprisionaba. Era una idea desesperada y quizás inútil, pero estaba lo suficientemente desesperado como para intentarlo de todas formas.

—Vamos, ya casi —mascullaba para sí mismo, mientras luchaba con su agujeta contra aquel molesto seguro—. Creo que ya casi…

En realidad no tenía ni idea de si estaba cerca o no, pero tenía que convencerse a sí mismo de que así era o perdería la motivación; que en esos momentos era lo único que le quedaba.

Su intento tuvo que ser interrumpido en el momento en el que escuchó como la reja de la celda se abría abruptamente. Jack rápidamente reaccionó, ocultando la agujeta detrás de él, con todo y la mano con la pulsera. Antes de que cayera en cuenta de lo sospechoso que resultaba que tuviera su mano oculta detrás de él, ya fue tarde pues la persona que había abierto la reja ya estaba dentro de la celda.

—Buenas tardes, Jack —le saludó aquella persona, con una amplia sonrisa amistosa.

Jack la observó con detenimiento. Era una mujer de apariencia joven, pero que no le resultó parada nada conocida. Pero eso tampoco era tan raro; no era como que pudiera conocer a nadie ahí en realidad, excepto a Z, el gran perro azul, y los tres idiotas que los arrestaron.

Pero por encima de eso, había dos cosas en aquella mujer que llamaron su atención al instante. La primera fue que no usaba el uniforme gris y negro que todos los cadetes u oficiales de ahí usaban, sino un atuendo más causal de blusa blanca y pantalones negros. Y lo segundo, aunque a primera vista le había parecido que era humana, un mejor vistazo lo hizo notar sus ojos de una apariencia inusual, sus colmillos que sobresalían un poco al sonreír, las manchas en los costados de su rostro, y en especial aquellas orejas puntiagudas, que todo en conjunto hacían que su rostro tomara una inusual apariencia felina.

«Primero un perro gigante, y ahora una mujer gato» pensó Jack, un poco divertido.

—Espero que tengas hambre —comentó su visitante, alzando la bandeja que traía consigo con un emparedado de jamón y queso y un jugo de naranja—. La oficial en turno te traía tu almuerzo, pero le pedí que me dejara entregártelo yo misma.

La mujer gato dio unos pasos hacia él y le extendió la bandeja. Jack se puso de pie y la tomó con la mano que no ocultaba detrás de él, con el cuidado propio de alguien que tomaba una bomba.

—¿Y usted quién es? —le cuestionó con algo de agresividad.

La sonrisa de la extraña se ensanchó un poco más.

—Soy la Dra. Katherine Manx, Jefa de Investigación y Desarrollo. O, dicho de otra forma, la que está detrás de cada pedazo de tecnología en esta base. Incluida esa pulsera inhibidora que intentas con tanto ahínco quitarte.

Al hacer ese último comentario, señaló rápidamente hacia la mano que Jack ocultaba. Éste respingó un poco.

—¿Qué? ¿Yo? —exclamó con falsa ignorancia—. No sé de qué habla.

Por reflejo jaló la mano al frente para que viera que aún traía la pulsera consigo; y, sin querer, que sujetaba también aquellas agujetas, al cuales de inmediato soltó al suelo.

Kat sonrió, divertida.

—Pasé mucho tiempo diseñando el mecanismo que hace imposible que se puede quitar con facilidad —declaró con orgullo, cruzándose de brazos—. En especial usando como herramienta unas simples agujetas. Si lo logras, dime por favor el cómo, para así poder implementar una mejora en una siguiente revisión.

Jack se encogió de hombros, intentando restarle importancia al asunto.

—¿Vino hasta aquí a decirme eso?

—No —respondió Kat con un tono más serio—. Vine a traerte tu comida, como ya dije. Pero también porque quería hablar contigo un poco.

—¿Sobre qué? —preguntó Jack con tono claramente defensivo, mientras volvía a la banca con todo y su bandeja de comida—. Y no me diga que es para intentar convencerme de nuevo que acepte ser un Power Ranger, porque mi respuesta sigue siendo: ¡no!

Jack se sentó en la banca con las piernas cruzadas, y colocó sobre éstas la bandeja. Sin dilatación, comenzó a comer el emparedado y a beber el jugo. Aunque intentaba disimularlo, por supuesto que tenía hambre. Y tenía que admitir que quien quiera que hiciera esos emparedados de jamón y queso, era bueno en lo que hacía.

—De acuerdo —suspiró Kat, no dejando muy claro si se sentía decepcionada o no—. ¿Puedo entonces preguntar en su lugar el motivo de tu renuencia a la idea?

—¿Tengo que tener un motivo? —respondió Jack con tosquedad.

—Usualmente todo tiene un motivo —señaló la doctora—. Pero en tu caso, uno esperaría que alguien tan dispuesto a ayudar y proteger a los pobres, se sintiera atraído hacia la idea de ser un súper héroe.

—Oiga, no hable como si me conociera, ¿quiere? —le advirtió Jack, apuntándole de forma acusadora con un dedo—. No sabe nada de mí.

—Bueno, tanto como "nada", yo no lo diría así. Sé algunas cosas, en realidad.

—Sí, claro. ¿Cómo qué?

Kat guardó silencio unos segundos, observando atenta al joven ante ella. Éste la miraba de regreso, sin dejar de comer su emparedado ni un segundo. Tras un rato, la científica comenzó resumirle con calma lo que sabía de él; al menos lo que estaba dispuesta a revelarle de momento.

—Te llamas Jack Landors, de veintiún años, nacido en New York. Tus padres dirigían su propia organización benéfica dedicada a ayudar a países en desarrollo, y zonas afectadas por desastres naturales y conflictos armados. Ambos ganaron bastante fama mundial por todo su trabajo altruista. Ayudar y hacer del mundo un lugar mejor era su mayor anhelo, y prácticamente desde que naciste te inculcaron sus mismos valores y principios.

Hizo una pequeña pausa, y dejó escapar un largo suspiro, casi doloroso.

—Pero antes de que cumplieras los cuatro años, los dos murieron en un terremoto en Filipinas, y te quedaste totalmente solo. Fuiste repatriado, pero entraste directo al sistema, pasando de orfanato en orfanato, y de un hogar temporal a otro. Hasta que a los ocho años, cuando tus metapoderes se activaron por primera vez, te escapaste de tus últimos padres adoptivos. Y luego de eso nadie volvió a saber de ti, hasta ahora, trece años después. ¿Qué pasó en todo ese tiempo? ¿Dónde estuviste estos últimos años? Eso es algo que sólo tú podrías responder con seguridad.

»No obstante, puedo teorizar un poco. Me parece que estuviste viviendo en la calle, moviéndote de una ciudad a otra, manteniéndote oculto de la policía o de cualquier autoridad en general, y haciendo todo lo que fuera necesario para sobrevivir. Sin embargo, aunque eras muy joven cuando murieron, el recuerdos de tus padres, y de las cosas que te enseñaron, siguió muy vivo en ti. Y al igual que ellos, siempre quisiste poner de tu parte para hacer de este mundo un lugar mejor; más seguro, más pacífico, más limpio… más amoroso.

Jack la escuchó con atención, totalmente mudo, y su expresión más llena de asombro conforme progresaba. Incluso en algún momento dejó de masticar el bocado de emparedado que aún tenía en su boca.

Muchas de las cosas que esa mujer había dicho bien podría haberlo leído directo de su expediente juvenil. Sin embargo, había algo extraño en la forma en que lo describía; una comprensión superior de aquello, un entendimiento de Jack y su pasado que no parecía originarse de únicamente haber leído un simple expediente.

¿Quién era en realidad esa mujer?

Kat se aproximó entonces, hasta colocarse delante de él. Se agachó de cuclillas para que sus rostros quedaran a la misma altura, y poder verlo a los ojos. Jack se sintió incluso un poco intimidado por aquella mirada felina, pero le fue imposible mirar hacia otro lado.

—Tus robos de comida y ropa fueron siempre destinados a ese mismo fin —afirmó Kat con solemnidad—: hacer lo que se encontraba en tus capacidades para ayudar a otros. Cualquier otra persona en tu lugar hubiera optado por el mal camino, dejando que la amargura y el egoísmo dirigieran sus acciones. Pero a pesar de todo por lo que pasaste, tú mantuviste en tu corazón la nobleza que heredaste de tus padres. Y eso, Jack —extendió en ese momento una mano, permitiéndose tomar con gentileza la de él—, es una cualidad hermosa, que no muchas personas poseen. Una cualidad digna de un Power Ranger.

Jack tardó unos segundos en reaccionar, pero al hacerlo lo primero que hizo fue apartar abruptamente su mano de la de ella, con marcado desdén en su acción. Se paró abruptamente de la banca, y se encaminó hacia un extremo de la celda, creando un poco más de distancia entre su visitante y él. Se paró frente a la ventana y observó atento al cielo, mientras respiraba lentamente, intentando calmarse.

—Ya que me conoce tan bien, o quiere actuar como si así lo fuera, déjeme le cuento algo sobre mis padres —indicó Jack con severidad, girándose de nuevo hacia Kat. Ella se paró derecha de nuevo, y lo escuchó con atención—. O sobre mi padre, en específico. Sí, es cierto, era muy joven cuando ellos murieron. Pero recuerdo vívidamente muchas de las cosas que él me dijo y me enseñó; una de ellas en especial. Me dijo que si querías cambiar el mundo, tenías que hacerlo tú mismo, por tu cuenta. Porque los gobiernos, la empresas, y las grandes instituciones, nunca lo harían. Todos ellos siempre debían a menor o mayor medida rendirle cuentas a alguien. Tenían que apegarse a sus intereses, y no desviarse demasiado del carril. Siempre haciendo lo mínimo, sin más. Y si te hacías parte de ellos, terminarías siendo un simple muñeco de plástico más entre la multitud, haciendo sólo lo que los de arriba te decían, sin salirte nunca de la línea ni un centímetro.

Kat pareció sorprendida al inicio de aquella afirmación, pero al final terminó incluso sonriendo con diversión en su rostro.

—Suena a algo típico de Joe —soltó al aire en voz muy baja.

—¿Cómo dice? —preguntó Jack, confundido.

—Nada, no te preocupes —aclaró Kat, negando con la cabeza. Aunque ciertamente era agradable recordar a su viejo amigo en un contexto diferente al de su trágica muerte—. Pero es un pensamiento un poco pesimista, si me lo peguntas.

—Sí, lo es —admitió Jack—. Pero es cierto. Y en estos trece años yo lo vi con mis propios ojos. Las personas en la calle podremos ser pobres, pero nos ayudamos entre nosotros, porque nadie más lo hace. Incluso muchos de los que ustedes consideran criminales, tienen hijos, esposos, padres, o amigos a los que tienen que cuidar. Y esas personas son lo más cercano que tuve a una verdadera familia, después de mis padres.

Jack soltó entonces una risilla irónica.

—Pero, ¿quiere escuchar lo más interesante? A pesar de todo lo que mi padre decía de casi todo el mundo, siempre hablaba bien de los Power Rangers.

—¿De verdad? —inquirió Kat con emoción.

—Él decía que los Power Rangers eran justo el ejemplo de lo que uno debía aspirar a ser. Los Power Rangers eran personas comunes; como él o como yo. Personas que protegían el mundo, sin rendirle cuenta a ningún gobierno o institución. Ellos hacían lo que hacían con total libertad, sólo con el deseo de ayudar, porque así les nacía. Y ahí radicaba su mayor fortaleza, y era lo que él más admiraba.

Mientras hablaba de su padre, el rostro de Jack se iluminaba visiblemente, entusiasmado y feliz de recordarlo, y de pronunciar aquellas palabras en voz alta. Debía ser su forma de mantenerlo vivo de alguna forma. Y la idea conmovió bastante el corazón de Kat.

Sin embargo, justo después el semblante del muchacho cambió, adoptando de nuevo su actitud tosca, un tanto agresiva.

—Pero… La S.P.D., todo esto… —alzó sus brazos hacia los lados, intentando abarcar la celda entera, pero también toda la base en la que se encontraban—. Esto no es lo que mi padre tanto admiraba. Esto es otra institución más, con su jerarquías, sus reglas, y sus protocolos que dicen lo que se tiene que hacer, y lo que no. Son una organización que tomó a los Power Rangers como su ejército privado para combatir contra aquellos que no piensan o actúan como les gusta.

—Eso no es cierto —se defendió Kat con firmeza.

—¿Ah no? ¿Cómo explica que yo esté aquí encerrado entonces?

—Cometiste un crimen, así es como pasó.

—Lo hice por un motivo —recalcó Jack—. Y conozco a muchos que han robado por hambre y desesperación, y que también terminaron en sitios como éste, y nunca los volví a ver. ¿Me va a decir en serio que ustedes son diferentes? Porque hace unos meses atrás, yo mismo vi cómo tres de sus oficiales vestidos de colores golpeaban a un pobre chico alienígena en la calle para sacarle una información que él ni siquiera tenía.

—¿Oficiales de colores? —exclamó Kat, alarmada—. ¿El Escuadrón A?

—¿Y yo qué sé? —contestó Jack con irritación, encogiéndose de hombros—. Sólo le puedo decir que cuando intervine para ayudarlo, también me llevé mis buenos golpes. Pero me las arreglé para escapar con algunos de mis trucos. Si no, quién sabe lo que nos hubiera pasado a los dos. Dígame, ¿esa es la forma en la que se comporta un Power Ranger? Porque los Power Rangers que mi padre tanto admiraba, deberían ver más allá de las leyes o de las reglas; deberían ver la situación de las personas, ser empáticos, y usar su propia brújula moral para decidir el mejor camino, no hacer lo que otros les digan que es lo que está bien. Y lo más importante, no tratar a nadie de esa forma, aunque su labor fuera, en teoría, "legal". ¿No está de acuerdo?

Kat agachó la mirada, un tanto avergonzada. Ahora comprendía mejor las cosas. No era sólo un repudio general contra las instituciones o la autoridad como podría parecer en un inicio; Jack en verdad tenía sus motivos para no confiar en la S.P.D. Motivos que, debía admitir, no podía recriminarle. Ella misma era consciente de que en su búsqueda por hacer de la protección de la paz del universo una tarea conjunta y organizada, se habían apartado significativamente del camino original.

Y ese era el motivo por el que estaban justo en esa situación.

—No te mentiré —masculló Kat, tras soltar un largo suspiro—. La S.P.D. tiene mucho en lo que aún puede mejorar. Se han cometido muchos errores en el pasado que intentamos reparar, y hacer las cosas bien esta vez. El Comandante Cruger es un hombre extraordinario y noble, que tiene la total disposición de hacer el bien en este mundo.

—¿El gran perro azul? —musitó Jack, escéptico.

—Sé que no lo conoces bien aún, ni a mí tampoco. Y no tienes motivos para creer en ninguno de los dos. Pero él también pasó por muchas cosas en el pasado que podrían haberlo desviado del camino, pero aun así se mantuvo firme en su rectitud y en su bondad. Si te dieras la oportunidad de conocerlo, te darías cuenta de eso casi de inmediato. Y estoy convencida también de que a tu padre le hubiera agradado mucho. Si no puedes creer en las instituciones, en la S.P.D. o en los Power Rangers, cree en Anubis Cruger. Yo creo en él, con cada fibra de mi ser.

Incluso Kat se sintió un tanto sorprendida por el fervor que acompañaba a sus propias palabras al momento de pronunciarlas. No se había dado cuenta de qué tanta confianza depositaba en el Comandante Cruger en lo que respectaba al futuro de la S.P.D. y del mundo entero. Pero, si tenía que depositarla en alguien, no había duda alguna en Kat de que esa persona debía de ser él.

Así de importante se había vuelto el Comandante para ella en todo ese tiempo.

Por su lado, Jack en efecto no conocía a ninguno de los dos, y no tenía motivo para creer en sus intenciones. Aun así, su rostro dibujó una expresión curiosa tras escuchar todo aquello. Fue evidente que sus palabras le habían llegado de alguna forma, pero Kat de momento no tuvo del todo claro si de buena manera.

Tras un rato de deliberación, Jack soltó un suspiro exasperado, y pasó una mano por su cabello, casi con nerviosismo.

—Sigo sin entender por qué les interesa tanto que yo sea un Ranger —comentó con confusión en su voz—. Debe haber cientos de candidatos mejores que yo allá afuera.

—Quizás —aceptó Kat—. Pero ninguno con tu corazón, Jack.

—Mi corazón —repitió el muchacho, soltando justo después una risilla divertida—. El perro azul dijo algo parecido.

—¿Lo ves? Él sabe lo que dice. Por favor, no dejes pasar esta oportunidad de cambiar tu vida sólo por aferrarte a un viejo prejuicio. Te aseguro que esto no es lo que tú padre querría para ti.

—Habla casi como si lo hubiera conocido —señaló Jack, intrigado.

Kat se sobresaltó un poco, sintiendo que quizás se había sobrepasado un poco. Meditó rápidamente en sus opciones: ¿debía decirle ahí mismo que sí, en efecto, conocía a sus padres, y de paso también a los de Elizabeth? ¿Qué el que su padre confiara tanto en los Power Rangers no era sólo una coincidencia? ¿Qué sus padres fueron parte de su equipo y trabajaron juntos en varios proyectos directamente para los Power Rangers?

Era difícil predecir cómo reaccionaría Jack al escuchar tal revelación que, evidentemente, él desconocía. Podría ayudar a que confiara más en ella, pero también podría lograr todo lo contrario. Y teniéndolo ya tan cerca y al menos dispuesto a escucharla, ¿valía la pena arriesgarse tanto?

Kat decidió que no; no era el momento. Si todo salía bien, siempre podrían hablar al respecto después.

—Puedo empatizar enormemente con su sentido de justicia, y en cómo veo éste reflejado en ti —afirmó, y no era en realidad ninguna mentira.

Jack no dijo nada, ni dio seña de estar convencido o no; de esa última afirmación, o de cualquier otra de las cosas que habían hablado en ese rato.

Lamentablemente, Kat no tenía nada más que decir diferente a lo que Cruger o ella ya habían dicho. El resto ya sólo quedaba en manos del propio Jack.

—Aún tienes unas horas antes de que te trasladen —indicó al tiempo que se giraba a la reja—. Por favor, aprovecha este tiempo para reconsiderarlo.

Kat se dispuso a salir de la celda, pero antes de hacer que la reja se abriera, la voz de Jack a sus espaldas la detuvo.

—El perro azul —pronunció el muchacho con fuerza. Kat se giró a mirarlo sobre su hombro—. Cruger, ¿cierto? Mencionó hace rato algo sobre una crisis. Algo que supuestamente pondría en peligro al mundo entero. ¿Hablaba en serio?

Kat vaciló un momento antes de darle cualquier tipo de respuesta.

—No puedo revelarte demasiada de esa información… Pero, sí —admitió con pesar en su voz—. Me temo que no sólo este planeta, sino toda la galaxia, enfrentan una gran amenaza. Y somos los únicos que podemos hacer algo para detenerla.

—¿Y harán que Z se enfrente a eso ella sola? —le recriminó Jack con actitud protectora.

—No estará sola —afirmó Kat con marcada convicción—. Ahora es parte de un nuevo equipo.

Aquellas palabras al parecer tomaron un tanto desprevenido a Jack. Quizás dentro de su enojo por su aparente "traición", no se había detenido a pensar con más cuidado todo lo que significaba la decisión de su amiga.

En ese momento Kat salió ahora sí de la celda, para dejarlo meditar un poco en su última charla. Esperanzada, por supuesto, de haber logrado algo.