- . My Hero Academia 180 grados. -
12. Donde Dabi expresa sus demandas
El ambiente en el estudio de los Todoroki estaba cargado de una tensión palpable, casi tangible. Endeavor, de pie frente a su escritorio, se giró lentamente, con la mirada fija en su hijo. Su postura altiva y su presencia imponente eran familiares de otras conversaciones que habían sostenido en el pasado.
—¿Es él? —preguntó finalmente, su voz grave rompiendo el silencio— ¿El que mencionó Hawks: Izuku Midoriya?
—Sí —respondió Todoroki sin titubear, su tono firme, aunque los recuerdos de la conversación con Hawks revoloteaban en su mente.
El ambiente se hizo más pesado mientras Todoroki observaba a su padre sentarse detrás del escritorio, como si el peso de la conversación que estaba por tener exigiera que estuviera más en control. Pero a pesar de la fachada tranquila, Todoroki notaba las pequeñas señales de incomodidad en su padre: la manera en que sus manos se cerraban en puños sobre la mesa o cómo evitaba el contacto visual directo.
—Hasta ahora no he podido desmentir su teoría —admitió Endeavor finalmente, con el ceño ligeramente fruncido—. La firma de tu madre en el documento que nos mostró es definitivamente la suya... pero te pido que asumas que se equivoca. No le cuentes a nadie por ahora sobre estas absurdas suposiciones.
Todoroki frunció el ceño. La manera en que su padre había enfatizado la palabra "absurdas" lo hizo arder por dentro. No pudo contenerse más.
—¿Absurdas? —cuestionó Todoroki, su tono subiendo ligeramente—. ¿Eso lo dices porque tú orgullo aún no quiere creer que mi poder no es el tuyo?
Su padre frunció el ceño.
—Te escuché muy claro en la comisaría ese día —continuó Todoroki —, pero si tienes dudas, te diré que cualquier quirk tomará la forma que quieras si lo sometes durante años y años de entrenamiento sin descanso!
Endeavor se enderezó en su silla, su voz resonando con una mezcla de desafío y convicción.
—Shoto. Lo que hice, lo hice también por tu propio bien.
Las palabras golpearon a Todoroki como una bofetada. La familiar frase que había escuchado innumerables veces en su infancia, aquella que siempre había justificado cada grito, cada entrenamiento brutal, cada sacrificio que había tenido que soportar.
—¿Por mi bien? —repitió, con incredulidad en la voz. Sus manos se cerraron en puños, la ira burbujeando en su interior.
Su padre no titubeó, no bajó la mirada, como si su convicción fuera inquebrantable.
—Cuando seas un héroe —dijo Endeavor— todo te será más fácil.
—¡¿Y tan siquiera te has preguntado si yo quiero ser un maldito héroe?! —gritó Todoroki de repente, su voz rompiendo el aire como un trueno.
La tensión escaló en un segundo, ambos se miraron con esa intensidad característica que compartían. La mirada de Endeavor, fría y calculadora, se encontró con la de su hijo, cargada de dolor, ira y resentimiento acumulado durante años.
Y en medio de esa confrontación silenciosa, una voz que no pertenecía a ninguno de los dos irrumpió en la habitación.
—Vaya, vaya, parece que las discusiones nunca terminan en esta casa.
La frase flotó en el aire, y ambos, padre e hijo, se giraron de inmediato hacia la computadora del estudio. La pantalla, que hasta ese momento mostraba una simple hoja de cálculo, ahora mostraba a alguien sentado cómodamente en un sillón, su rostro cubierto de cicatrices, los brazos mostrando marcas de quemaduras y heridas antiguas.
El silencio cayó de nuevo, pero esta vez no por la tensión familiar, sino por la sorpresa y el horror de ver al secuestrador en la pantalla, invadiendo su espacio privado, como si siempre hubiera estado allí, observando desde las sombras.
—Creo que nos encontramos en una situación similar la última vez, aunque no tuve la oportunidad de presentarme —dijo el individuo con una sonrisa sardónica—. Me puedes llamar Dabi.
Shoto sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esa sonrisa era antinatural. Como si en cualquier momento se le pudiera caer la mandibula.
—Y no, no es una grabación si es lo que piensan —continuó—. Esta es una transmisión directa, cortesía de uno de mis colaboradores con el Quirk de transmitir a cualquier computadora del mundo. Y por suerte, funciona para ambos lados. Por ello nosotros también podemos verlos. Y por "nosotros", claro que también me refiero a ella.
De repente, la imagen cambió. Shoto sintió su corazón detenerse por un segundo. En la pantalla apareció Rei Todoroki, su madre, sentada en un sillón. Sus manos temblaban, y sus ojos, grandes y asustados, se llenaron de lágrimas. Se cubrió la boca, intentando contener el llanto, pero su dolor era evidente. Ella los veía, pero no se escuchaba lo que decía.
—Mamá… —murmuró Shoto, su voz apenas un susurro.
Endeavor, con el rostro contraído por la rabia, dio un paso adelante y, con el puño cerrado, gritó:
—¡¿Dónde diablos la tienes?! ¡¿Qué piensas hacerle?!
Dabi rió, una risa burlona que resonó en los oídos de ambos como un eco malicioso.
—No deben preocuparse por su integridad —respondió finalmente, volviendo su rostro a la cámara—. La cuidaré como si fuera mi propia madre.
La burla en sus palabras hizo que Shoto apretara los dientes, sintiendo cómo la ira subía por su garganta como un fuego incontrolable.
—¡¿Qué rayos es lo que quieres?! —exigió Shoto, sin poder contenerse más.
Dabi esbozó una media sonrisa, reclinándose aún más en su sillón, como si disfrutara cada segundo de esa tortura emocional que les infligía.
—Lo único que quiero es ayudar —respondió con una calma inquietante.
Endeavor y Shoto se quedaron inmóviles ante esa respuesta. La forma en que lo dijo, sin un atisbo de duda, los dejó intranquilos, como si estuviera jugando con sus emociones a un nivel que ni siquiera podían comprender.
—Como yo lo veo —continuó Dabi, con la misma actitud relajada—, el problema central de este asunto es que Endeavor no supo equilibrar bien su trabajo de héroe con su vida familiar. Y al fallar en ser el número uno, le pasó esa responsabilidad a sus hijos. Muy mal hecho.
Shoto sintió cómo la rabia hervía en su interior, y antes de poder detenerse, las palabras salieron de su boca:
—¡¿Y eso a ti en qué te afecta?!
Dabi lo miró con una sonrisa más amplia, inclinándose hacia adelante con una expresión que bordeaba lo macabro.
—Oh, claro que me afecta. Y mucho —respondió—. He pensado mucho en este asunto, Shoto. En cómo solucionar este conflicto... y me di cuenta de que si Endeavor por fin cumple su sueño de ser el número uno, ya no tendría que presionarte a ti para hacerlo. Entonces, por fin, podría concentrarse en ser un buen padre con todos sus hijos.
El gruñido bajo y amenazante de Endeavor interrumpió el monólogo de Dabi. El hombre estaba al borde de perder el control, sus puños apretados y los ojos encendidos con una mezcla de furia e impotencia.
—Yo creo en ti, Endeavor —continuó Dabi, burlón—. Siempre he creído que tienes el poder necesario, y que solo te ha faltado motivación para lograrlo. Por eso me vi forzado a hacer este secuestro tan teatral.
Dabi se recostó aún más en su sillón, relajado, como si estuviera disfrutando de una obra maestra que había creado él mismo.
—Y siguiendo con el segundo acto quiero...
Comenzó a decir mientras la pantalla de la computadora cambiaba a la imagen de un bosque devastado, las cenizas aún visibles en el suelo, como si el lugar alguna vez hubiera ardido en llamas.
—...que lleves el cuerpo sin vida de All Might a este lugar. Sé que lo reconoces bien, Endeavor. Y si no, me decepcionarías mucho.
Shoto se giró hacia su padre, cuyos ojos estaban clavados en la pantalla. El reconocimiento en su mirada era claro. Sabía perfectamente dónde era ese lugar.
—Y para meter solo un poco de presión… —Dabi volvió a aparecer en la pantalla, sentándose una vez más en su sillón con esa sonrisa despreocupada— te daré un mes. De lo contrario, encontrarán el cuerpo de Rei Todoroki en su lugar.
Dabi soltó una risa que resonó en la habitación como un eco funesto, y Shoto sintió que la sangre le hervía. El odio se apoderó de él.
—¡Maldito monstruo desquiciado! —gritó Shoto, pero Dabi solo dejó de reír y lo miró con una sonrisa serena.
—Aquí el único monstruo es el que prefiere seguir siendo un héroe a costa de la integridad de su propia familia —dijo muy seriamente, sus ojos fijos en los de Endeavor, antes de que la pantalla se oscureciera, terminando la transmisión.
El silencio que siguió fue abrumador.
Deku dejó de tallar uno de los platos y lo soltó de nuevo en el agua con jabón, observando cómo se hundía lentamente.
—Matar a All Might... —murmuró, con las manos temblando, apenas consciente del peso de esas palabras.
—¿Estás bien, Midoriya? —preguntó Todoroki, con su voz serena y constante como un ancla en medio del caos.
Deku parpadeó, sacudiendo ligeramente la cabeza como si despertara de un mal sueño. Su mirada se posó en Todoroki con gran preocupación.
—¿Tú... tú estas bien? Eres tú quien está viviendo todas estas cosas terribles —dijo Midoriya, su voz temblando de angustia mientras sus manos se apretaban nerviosamente.
Todoroki, con su calma característica, metió la mano en el agua y volvió a tomar el plato que se había hundido. Lo levantó lentamente, sus ojos fríos y calculadores analizando la situación de manera casi mecánica.
—Si bien las cosas no podrían estar peor, —empezó a decir, mientras continuaba tallando el plato— es un alivio que al fin Dabi se haya comunicado para expresar sus demandas. Eso nos da pistas para continuar con la investigación.
Su tono no vaciló, como si estuviera hablando de una situación rutinaria. Cuando terminó de lavar el plato, lo colocó en el escurridor con precisión.
—Y pudimos corroborar que, al menos por ahora, mi madre sigue con vida —añadió, con una calma que desconcertaba a Midoriya.
Deku lo miró en silencio por un momento, sus pensamientos girando caóticamente en su mente. La serenidad con la que Todoroki hablaba contrastaba tanto con la gravedad de la situación que Midoriya se sintió abrumado.
—Siempre me lo has parecido, Todoroki, pero ahora más que nunca admiro tu capacidad para mantenerte calmado en una situación tan demandante —admitió Midoriya, su voz apenas un susurro. Bajó la cabeza un poco, como si esas palabras lo aplastaran—. Yo nunca podría hacerlo...
Todoroki lo observó, y por un breve instante, su mirada se suavizó.
—Si esto te ocurriera a ti, Midoriya, no sería lo mismo. —Su voz era tranquila, pero las palabras estaban cargadas de una especie de verdad amarga—. La relación que tienes con tu madre es mucho más estrecha que la que yo tengo con la mía. Pasé muchos años sin verla... y aunque estoy preocupado, no puedo decir que la conozca realmente. Especialmente ahora, después de descubrir que pudo haber hecho algo terrible.
Deku levantó la cabeza de golpe, el desconcierto pintado en sus ojos.
—¿Algo terrible? —preguntó, con incredulidad en su tono.
Todoroki asintió, tomando aire antes de continuar.
—Justo de eso quería hablarte…
Antes de que pudiera decir más, la puerta de la cocina se abrió suavemente, interrumpiendo la conversación. Fuyumi entró, sosteniendo el teléfono en una mano.
—Lo siento. Ya puedo continuar con los platos, Shoto. Acabo de hablar con Natsuo por teléfono —dijo, y luego notó la presencia de Deku—. ¡Oh! Midoriya, ¿te vas a quedar a dormir? El último tren saldrá dentro de poco —añadió, mirando su reloj.
—¡Ah! No, no puedo. —Midoriya sacudió la cabeza con nerviosismo— Quede de hablar con mi mamá por haber peleado en la construcción y prometí regresar después de venir a verte o ya no me permitirán regresar—dijo, contrariado. Luego, giró su mirada hacia Todoroki—. ¿Crees que esto pueda esperar al menos hasta mañana?
Las palabras resonaron en la mente de Todoroki. El recuerdo de su padre pidiéndole que esperara también apareció fugazmente, y por un momento, se sintió atrapado en el mismo ciclo de decisiones que lo habían mantenido distanciado de su familia. ¿Acaso había sido demasiado rápido en aceptar la teoría de Hawks? ¿Su urgencia por alejarse de su padre le había nublado el juicio?
Con una expresión seria, Todoroki asintió.
—Sí, puede esperar —sentenció con firmeza.
Unos minutos más tarde, ambos estaban en la entrada de la casa, despidiendo a Midoriya mientras él corría hacia la estación de tren.
—Muchas gracias por todo —se despidió Midoriya, agitando la mano mientras se alejaba por el sendero.
—¡Gracias a ti por venir! —le respondió Fuyumi desde la puerta—. ¡Y no olvides lo que prometiste! —añadió en tono de broma.
—¡No lo haré! —Midoriya respondió enérgico, su figura desapareciendo en la distancia.
Todoroki observó la escena en silencio, su mente aún llena de pensamientos turbulentos.
—¿Qué fue lo que prometió? —le preguntó a su hermana, con una curiosidad sincera.
Fuyumi solo sonrió y dejó escapar una pequeña risa antes de volver a la casa, dejándolo con la sensación de que, a pesar de todo lo que estaba pasando, aún quedaban momentos de sencillez que podían traer una pequeña chispa de luz en medio de tanta oscuridad.
—¡¿Así que de nuevo has estado molestando al pobre chico sin quirk?! —gritó la madre de Bakugo, su voz retumbando en toda la sala—. ¡¿Qué rayos pasa contigo?! ¡¿Qué tan fuerte debo azotarte para que entiendas?!
Bakugo chasqueó la lengua, apartando la mirada con frustración, sus manos en los bolsillos mientras su madre lo fulminaba con la mirada.
—¡Como si en verdad pudieras azotarme, mujer ilusa! —le respondió, la arrogancia goteando de cada palabra.
—En realidad, a todos nos pareció que fue Bakugo el que recibió la mayoría de los golpes —intervino Kirishima, sin mucha preocupación, mientras se llevaba otra galleta a la boca, disfrutando el ambiente de caos como si fuera algo cotidiano.
Bakugo se giró bruscamente hacia él, sus ojos ardían de furia.
—¡Cállate! ¡¿Y quién rayos te dejó entrar a mi casa?! —gritó, apartando el plato de galletas de las manos de Kirishima con brusquedad, como si eso fuera a resolver el problema.
Kirishima, imperturbable, solo sonrió. Se limitó a encogerse de hombros, tomando otra galleta del montón que quedaba en la mesa.
—Yo lo invité —respondió su madre, suspirando con cansancio mientras observaba el desorden que su hijo estaba causando—. Deberías darte cuenta del buen amigo que tienes, Katsuki, e invitarlo más seguido. —Acarició su frente con un dedo, como si el simple hecho de lidiar con Bakugo le trajera jaquecas—. Supongo que mañana en la mañana tendré que llamar a la doctora para que aumente tu dosis e intentar reducir tu testosterona de nuevo —dijo con una sonrisa que solo una madre podría tener, mezclada con un toque de ironía.
Bakugo se tensó visiblemente, pero antes de que pudiera protestar, su madre continuó hablando.
—Ahora, Kirishima, cuéntame un poco más sobre cómo le patearon el trasero a mi hijo.
La sonrisa que acompañó esa frase era tan despreocupada que Bakugo casi explotó.
Kirishima, por su parte, mantuvo su calma habitual y, con la misma sonrisa relajada, comenzó a relatar lo sucedido.
—Verá, señora...
—¡Aquí el único trasero pateado será el tuyo!
—Siento la demora, es que pasaron muchas cosas —dijo Midoriya entrando a su casa, aún con el peso del día sobre sus hombros. No tuvo tiempo de quitarse los zapatos antes de que los brazos de su madre lo envolvieran en un abrazo cálido, pero también cargado de preocupación.
—¿Q-qué sucede? —preguntó, sorprendido por la intensidad del gesto.
—Izuku... —respondió su madre, alejándose lo suficiente como para examinarle el rostro con un escrutinio maternal que no dejaba escapar ningún detalle. Sus dedos rozaron suavemente las marcas en su piel, los arañazos en sus brazos y el ojo levemente hinchado que ya empezaba a tornarse morado—. ¿En verdad te peleaste hoy?
Midoriya bajó la mirada, sintiéndose de repente como un niño que acababa de ser atrapado haciendo algo indebido.
—S-sí... —admitió en voz baja, incapaz de ocultarlo ante su madre.
Ella se dio la vuelta, caminando hacia la cocina con una expresión de inquietud mientras comenzaba a hablar en voz baja, murmurando casi para sí misma.
—Oh, cielos. Pensé que tal vez había sido un error... Siempre has sido tan bueno que no sé cómo debería reaccionar. Al principio pensé que debía llamarte la atención, pero seguramente lo que hiciste fue por una buena razón o en defensa propia... —continuaba, su voz llena de dudas—. Pero por otra parte, no quiero que esto se vuelva algo habitual... No sé si restarle importancia o si debería preocuparme más...
Midoriya sonrió al verla. En ese momento, se dio cuenta de que había heredado de ella esa costumbre de murmurar, de reflexionar en voz baja sobre cada pequeño detalle. Esa misma capacidad de analizar cada situación, de buscar las razones detrás de cada acción, estaba tan profundamente arraigada en él, que ahora podía ver claramente de dónde provenía.
—Tal vez podríamos aprovechar esto para hablar... —sugirió, mientras caminaba hacia la mesa del comedor, su tono más tranquilo, aunque aún algo tenso.
Su mamá asintió, sin dejar de mirarlo con una mezcla de preocupación y cariño. Tomaron asiento uno frente al otro, la mesa del comedor como un espacio neutral donde las palabras podían fluir con más calma.
Notas de la autora.
Listo el doceavo capitulo. Sus comentarios siempre son bienvenidos! Muchas gracias por leer, seguir y darle like. Saludos!
