Holi, antes de proceder asegúrense de haber leido el cap anterior, ff anda loquillo y desaparece capítulos.

XI.1


Tomoyo bebió medio litro de agua de un sorbo, aun después de mediodía tenía la lengua pastosa y los ojos inflamados por la resaca. Se despertó encima de un futón medio extendido en la sala de su mejor amiga, su desbalance emocional la orilló a alojarse en la casa de las Kinomoto sin previo aviso. Arrugó el gesto saludando al retrato del padre de Sakura poniéndose de pie con las piernas tambaleantes.

Se suponía que era su día libre, las grabaciones del drama se suspendieron debido al festival musical que se estaría llevando acabo en el centro de la cuidad, era un encuentro de bandas de diversos géneros, entre ellos la aclamada agrupación ExoDo, en la cual su menesteroso amante Niwa D. ejercía como vocalista principal.

Se emborrachó lo suficiente la noche anterior para desviar la tentación de acampar frente a la tarima en la que esos estúpidos se presentarían, puesto a que las entradas eran gratis no existía obstáculo legal que le impidiese seguirlos, solo estaba su ya pisoteada dignidad.

El timbre de su teléfono le destrozó los sentidos, la rabia que en ella hervía casi la convence de ignorar la llamada, casi. Suspirando reconoció que todavía le faltaba un largo camino por recorrer.

—¿Qué quieres? —masculló sentándose en el retrete con las piernas encogidas, le encantaba el cobertor rosado y la alfombra peluda que decoraba el baño de Sakura. Era tan femenina que se enorgullecía de ella.

—¿No te agradó mi sorpresa?

Maldita sea.

Tomoyo se mordió el puño echando en vacío la excitación que le provocaba esa voz, sonaba más ronco de lo usual, como si recién despertase de una larga siesta.

—Idiota —masculló.

Su jefa le llamó minutos antes para informarle que uno de sus clientes exclusivos necesitaría asistencia esa noche y dado que las agendas de todas las estilistas estaban sobresaturadas por el festival, ella tendría que trabajar horas extras en la locación de ExoDo.

—Creí que escucharía una respuesta más complaciente —se quejó Niwa, dejando escapar una risa sensual que le puso los pelos de punta a la pelinegra—. Ya sabes, siempre podemos escabullirnos por ahí después de la presentación.

—Ni lo sueñes…

—¿Dónde estás? Mi asistente pasará a recogerte —Le cortó. Niwa nunca atendía sugerencias, solo daba órdenes. Tomoyo tuvo el impulso de rechazarlo sin embargo consideró lo difícil que sería entrar a las locaciones con el tráfico que ese tipo de eventos provocaba.

—Te enviaré la dirección.

Sus extremidades cedieron a la derrota cayendo a sus costados sin importarle que el teléfono se deslizara de su mano. El ciclo repetitivo con Niwa la agotaba incluso antes de comenzar, la llenaba de placer por algunas horas y luego desaparecía por semanas.

Ni siquiera tenía energías para ir a su casa a cambiarse de ropa, así que se arrastró a la bañera y meditó con el agua enfriándole la cabeza, era un tipo de autocastigo no usar la calefacción en pleno invierno, quería abandonar esa vida de libertinaje. El cielo debía ayudarla, enviarle una señal para que dejase de ser tan estúpida.

Desde que su cuerpo comenzó a desarrollarse no dejó de recibir propuestas de todo tipo de hombres atractivos, al principio fue divertido ser asediada por incontables pretendientes y aceptar beneficios por su cara bonita, pero la mayoría de ellos terminaba alejándose una vez satisfechos sus deseos.

Cuando Tomoyo quería pasar el rato en un sitio público como el parque o ver una película en el cine, su cita del día la dejaba plantada. Por eso cerró las ventanas de su corazón al amor y se limitó a complacer las necesidades de su cuerpo. Actualmente ya ni eso era tan divertido.

Fue por su ropa al cuarto de lavado, sus pies eran un desastre pese a las medias protectoras así que tomó prestados unos tenis blancos de la habitación de Sakura. Carecía de sentido alisarse el cabello habiendo tanta humedad en el aire, se limitó a recogerlo en una coleta.

La camioneta de Niwa se aparcó frente a la cafetería mientras ella descendía por las escaleras. La compuerta se movió revelando una figura alta envuelta en un holgado suéter negro con capucha, gafas oscuras y cubre bocas. Tomoyo corrió robando miradas discretas a su entorno.

—Vuelve adentro —le regañó ella, tomándolo del brazo—. Ocasionarás un escándalo si la gente descubre tu identidad.

—Tengo las piernas entumecidas —se quejó Niwa, reanudando su camino a la cafetería—, ¿por qué luces tan desaliñada? ¿Interrumpí algo importante?

Tomoyo caminó atrás de él con la ira enrojeciéndole las mejillas. ¿Eso era todo lo que diría? ¿No un te extrañé o es bueno verte sino un comentario despectivo acerca de su aspecto?

Para su buena fortuna la cafetería parecía desolada. Nadeshiko daba sorbos perezosos a una taza de té mientras que los ayudantes departían inmersos en un juego de dados.

Niwa estudió el menú ladeando la cabeza, su cuerpo se había engrosado desde la última vez lo vio de cerca, se notaba el empeño que le ponía a su imagen. Un mechón de cabello rubio le caía por la frente, su perfil varonil no pasaba desapercibido ni con ese disfraz.

—¿Dormiste bien, cariño? —Nadeshiko saludó, volviendo a su papel de cajera.

—Sí, tía, tengo que regresar al trabajo —se mordió la lengua antes de pedirle que la despidiera de Sakura, se suponía que ella era su coartada para esa noche—. Pero dile a Sakura que estaré de regreso en mi casa para la cena.

El maldito Niwa fingió una tos y Tomoyo arqueó las cejas en reprimenda, si se ponía en mal plan, él sabía perfectamente que ella era capaz de exponer su identidad y desatar un caos, se sintió como un impecable perro caniche mostrando sus dientes a través de su pelaje encantador.

—Le transmitiré tu mensaje. —Nadeshiko asintió con una suave sonrisa maternal.

Cielos, cuán difícil era mentirle. ¿Cómo reaccionaría si supiera que su bien portada hija conocería los placeres carnales esa noche? Tomoyo se lamió los labios antes de hablar disimulando su sonrisa lobuna.

—Necesito seis americanos y dos rosquillas simples —recitó, era lo que Niwa solía comer en sus viajes, sorprendentemente él le picó las costillas, señalándole un pan de hojaldre con relleno de manzana—. Oh, también uno de esos —agregó.

El pecho de Tomoyo se hinchó, los postres de Sakura tenían tan buen aspecto que lograron antojar al insulso de Niwa D. La auxiliar de despacho dejó a un lado los dados para empacar su pedido mientras que su compañero fue a envasar las bebidas.

—Entonces, ¿vendrás conmigo esta noche? —susurró Niwa, encorvándose un poco para hablarle al oído.

Tomoyo resopló exteriorizando su incomodidad.

—¿Cuál es la prisa? ¿Vas a buscarme un reemplazo si me niego con anticipación?

—No se trata de eso —replicó él, acercando su tarjeta al dispositivo de pago—. Haré lo posible por quedarme unos días en la ciudad si aceptas, de lo contrario no me verás hasta mediados de primavera. Iniciaremos una gira con la agrupación para promocionar el nuevo álbum.

Un tembloroso chico de gafas colocaba frente a ellos dos portavasos de cartón, Tomoyo tuvo que parpadear varias veces para reconocer al simpático estudiante de preparatoria con el que había coqueteado de manera furtiva la noche pasada.

—Eriol, ¿eres tú? —exclamó, adelantándose al mostrador.

Los labios del chico temblaron ligeramente cuando sus ojos se encontraron con los de ella, eran de un azul cristalino resaltado por el sutil sonrojo en sus mejillas. Era tan tierno que extender su mano para tocarle la cabeza fue un gesto que a Tomoyo le nació del corazón.

—¿C-Cómo estás? —saludó Eriol, agarrándose de la mesa. Iba a desmayarse, los dedos blancos de Tomoyo adornados con varios anillos jugaron con los mechones desordenados de su cabello, en sus adentros veneró a Syaoran por prestarle sus productos de cuidado personal esa mañana.

Tomoyo hizo un puchero cruzando los brazos por debajo de su generoso pecho.

—¿No me ofrecí a arreglarte el cabello?

Eso sonaba como un reclamo. El rostro de Eriol se calentó súbitamente, no quería que ella malinterpretara la situación.

—¿Quién lo hizo? —instó Tomoyo, sacudiéndose del hombro la mano de Niwa, su honor como estilista se sintió ofendido por el desplante del chico.

Eriol se tocó la cabeza con sus ojos reflejando culpabilidad.

—¿Un amigo? —dijo no muy convencido.

Tomoyo entrecerró los ojos.

—Ese amigo tuyo debe ser bastante hábil —sonrió relajando su expresión, su aura de diosa guerrera decayó—. Es justo el estilo que había pensado para ti. Te queda bien.

Niwa enfureció sintiéndose aislado. Toleraba el temple ácido de Tomoyo porque era sencillo llevársela a la cama, la mayoría de chicas se impresionaban por su buen aspecto y fama, sin embargo eran pocas las que reunían los requisitos suficientes para merecerlo.

Esa estilista ardiente era un torbellino de pasión y era lo único en lo que estaba interesado, un artista de su categoría no podía darse el lujo de salir de manera oficial con una mujer fácil y de baja cuna, a raíz de las conversaciones que surgían en los interludios del sexo se enteró que Tomoyo era hija de una madre soltera y que residía en el barrio humilde en el que se encontraban situados.

Era tan descarada que se atrevía a coquetearle a un menor de edad enfrente de él. Chaqueó la lengua apropiándose de las bebidas con una mano y halando el brazo de Tomoyo con la otra.

—Suficiente. No tengo tiempo para tus niñerías, nos vamos en este instante o me aseguraré de que camines la tarde entera para llegar a la locación.

Los ojos de Nadeshiko y Eriol se abrieron con sorpresa ante el comentario despectivo del desconocido, así se tratase del jefe de Tomoyo no tenía por qué amenazarla de semejante manera, no cuando hacía el sacrificio de trabajar con los pies ampollados. Eriol notó que todavía cojeaba un poco y que llevaba zapatos que desentonaban con su seductor atuendo.

Daidouji estiró sus labios en una sonrisa fingida a sus conocidos antes de avasallar con la mirada al inútil artista de pacotilla.

—Aprendí a caminar hace veintidós años, tengo la práctica suficiente para ir por mi cuenta. Por mí, puedes largarte al infierno, idiota.

Lidiar con hombres groseros no la intimidaba, acostumbraba a pelearse desde temprana edad con los novios abusivos de su madre y con los chicos mayores que la invitaban a salir solo para toquetearla cuando todavía era una estudiante, un grandulón de casi dos metros con aires de grandeza no le representaba el mínimo problema.

Niwa jadeó bajándose el barbijo, la curvatura de su boca era cruel.

—La otra noche me comparaste con un dios mientras te follaba —soltó Niwa con ironía a decibeles ofensivos, su tía, los empleados y los escasos comensales lo escucharon a la perfección—. Eres rápida para cambiar de opinión y abrirte de piernas.

Tomoyo apretó su puño conteniendo sus ganas de golpearlo, si lo tocaba se enfrentaría a una demanda cuya compensación no podría pagar, además su carrera como estilista de famosos se vería comprometida, en el segundo que se distrajo para moderar su carácter, Eriol empujó a Niwa, empapándolos a ambos de café.

Por fortuna sus abrigos los protegieron de quemarse. Niwa arrojó al piso los recipientes vacíos con la cara violeta por el enojo.

Lo más sensato era echarse a correr, Eriol no calculó las consecuencias de su gallardía, defender a una damisela en peligro era obligatorio aunque bañarla de café no encajaba en sus planes ni tampoco torear a un bravucón sin las habilidades suficientes para defenderse. Su orgullo de caballero le detuvo de huir, aceptaría la derrota con valentía.

Tomoyo chilló cerrando los ojos interponiéndose entre Niwa y Eriol, lo mínimo que podía hacer era recibir ese puñetazo por él, contuvo la respiración esperando un ramalazo de dolor que nunca llegó.

Una risita presumida reemplazó la cacofonía normal del negocio de comida, Tomoyo retrocedió un paso chocando con un aturdido Eriol que contemplaba el incidente con la boca abierta.

Syaoran Li bloqueó el golpe de Niwa con la fluidez de un luchador profesional.

—¿Quieres pelear de verdad? Vamos afuera —retó Li soltando el puño cerrado del sujeto revoltoso. El piso estaba hecho un desastre por su culpa y los clientes seguramente les dejarían una mala reseña por el altercado. Qué fastidio.

—No es tu asunto —escupió Niwa, la altanería de Tomoyo le hizo perder los estribos. Absolutamente nadie lo rechazaba y humillaba en público. Le daría una buena tunda para enseñarle el significado del respeto y de paso incluiría también al mocoso atrevido.

—Lo es. Resulta que el chico al que intentabas golpear es mi hermano menor y la mujer que insultaste su amiga —Syaoran bajó la voz, atrayendo la cabeza de Niwa cerca de él con un firme agarre en la parte posterior de su cuello, lo que diría a continuación debía mantenerse en secreto hasta que afinara otros detalles—. Y el negocio que estás desprestigiando le pertenece a mi novia y su reputación es importante para mí, cualquier asunto que ocurra aquí adentro me concierne.

Tomoyo espabiló tocando el antebrazo de Syaoran.

—Déjalo ir, por favor —susurró angustiada. No tenía dudas de la hombría del amante de su amiga, pero nunca se perdonaría ocasionarles problemas por su mala cabeza—. Él es más influyente de lo que aparenta, no vale la pena sufrir más apuros por mi culpa.

Syaoran obedeció como un gato malhumorado que retira la pata de su presa moribunda con aburrimiento. Por encima de su hombro captó la mirada ansiosa de Sakura, que los observaba con las manos juntas a la altura del pecho. Detestaba pasar por alto las injusticias, sin embargo acataría la advertencia de Daidouji por el bienestar de Sakura.

Niwa le dio una sonrisa ladina a Eriol.

—Buen provecho, deléitate con las sobras de media cuidad.

Declarándose ganador de la guerra se giró abandonando la sala a grandes zancadas.

Eriol rechinó los dientes con la intención de seguirlo cuando Syaoran lo detuvo poniéndole una mano en la cabeza, le despeinó el cabello con amabilidad.

—Muy valiente —felicitó bajando la guardia, el huésped hostil subió a una camioneta yéndose a toda velocidad del barrio—. Ahora viene la parte difícil, consolar a tu chica.

Eriol fijó sus ojos en Syaoran un lapso de tiempo significativo, él era el auténtico héroe, nadie lo congratulaba a menudo y por supuesto, jamás hubo una persona que lo rescatara de los constantes abusos en su vida estudiantil.

La sonrisa serena con la que ese engreído charlatán lo miró fue un vendaje para su alma, Syaoran Li lo había adoptado, depositaría su entera confianza en él de ahí en adelante. Con un pequeño asentimiento dio media vuelta persiguiendo a las mujeres quienes se dirigían al vestidor de empleados entretanto su compañera en turno trapeaba el piso.

Vaciló en interrumpir la conversación emotiva de las amigas, Sakura abrazaba a Tomoyo asegurándole que todo estaría bien mientras Daidouji gimoteaba avergonzaba por el mal sabor de la discusión que se armó. Ella fue la primera en percatarse de su presencia apartando las lágrimas de sus mejillas esbozando una débil sonrisa.

—Lo lamento —se disculpó Eriol desviando la mirada—. Las dejaré a solas.

Tomoyo le dio un golpecito a Sakura en el hombro indicándole que se fuera, la repostera no estuvo de acuerdo en retirarse, advirtiéndole en modo silente que no debía jugar con los sentimientos de su tierno empleado.

—No te preocupes, regresaré a la cocina —avisó Sakura, dando una palmadita condescendiente en el brazo de Eriol—. Surgió un pedido de muffins de arándanos para una fiesta infantil del día de mañana. Toma el tiempo que necesites, la sala de exhibición será un desierto en las próximas horas, la cuidad está alocada por el festival musical.

Eriol agradeció con su rígido cuello negándose a colaborar. Se acercó con timidez a la pelinegra quien permanecía de pie junto a las bancas de madera. Tomoyo era unos cinco o seis centímetros más alta que él, su abrigo blanco echado a perder yacía enrollado en el suelo exhibiendo su blusa de botones también arruinada.

Se sonrojó a la mitad del escrutinio ya que su vista se atoró en su rozagante escote. Eriol se obligó a privarse de tal deleite fingiendo ajustarse las gafas.

Tomoyo soltó una risita conmoviéndose por el bochorno del adolescente, si comparaba esa mirada con la que otros hombres solían darle, la de Eriol era bastante inofensiva.

—Solo vine a decirte que… una mujer como tú no debería salir con una escoria como esa —Eriol se apretó el brazo alzando su mirada, la expresión de Tomoyo era una mezcla de confusión y sorpresa.

—Te dije que tengo una afición por las cosas bonitas que me hacen daño —contestó ella dando un paso adelante con cautela.

Eriol apuñó las manos evitando moverse de su sitio, no volvería a catalogarse como un hombre cobarde, iba a desafiarse a sí mismo a cambiar los aspectos débiles de su carácter. Ahora que tenía a Syaoran como guía aprovecharía cada una de sus enseñanzas para construir una mejor versión de Eriol Hiraguizawa.

—E-Entonces —sorbió aire ahuyentando su tartamudeo—, es una suerte que nadie pueda considerarme una cosa bonita. Yo no… te haría daño.

Tomoyo acarició la oreja inflamada del chico, el arete que portaba era de buena calidad, dedujo que el amante de Sakura era el responsable de los cambios en el aspecto de Eriol por la ferocidad con la que lo defendió. Eso la puso celosa de alguna manera.

—Al contrario —murmuró dejando que su mano se deslizara por la mejilla del chico—. Creo que tú serás la próxima cosa bonita en darme problemas.

A Eriol le palpitó el corazón tan fuerte que el golpeteo de sus venas le llegó a los oídos. Su diosa del amazonas insinuaba que las posibilidades de que ellos terminaran saliendo no eran nulas.

—Puedes retractar tu interés si te decepcionas al conocerme. Lo que la escoria dijo es seriamente cierto —Tomoyo se apartó con brusquedad sentándose abatida en la banca—. Tengo más experiencia de la que quisiera.

Eriol tragó saliva con dificultad. Ese en realidad era un detalle insignificante, se imaginó la respuesta que daría su amigo e intentó replicarla.

Sintiéndose un completo imbécil carraspeó—: Soy un estudiante de preparatoria tratando de seducir a una mujer mayor, es obvio que anhelo tu experiencia y quizás termine aprovechándome de ella.

Tomoyo comenzó a reírse, ese lindo sonido hizo que Eriol se olvidara del estrés que lo atosigaba, el fulgor de esos ojos amatistas lo renovó.

—Ya que nos pusimos atrevidos, ¿te molestaría prestarme tu suéter? Mi blusa se echó a perder y no tengo tiempo de ir a casa por un repuesto. Todavía debo cumplir con mi trabajo.

Eriol se quitó la prenda sin meditarlo, llevaba una camiseta simple debajo y por fortuna olía a limpio. Se sentía tan emocionado de poder ayudarla que reflexionó tarde lo que pasaba, Tomoyo se desabrochó la blusa regalándole un vistazo espectacular de su ropa interior.

Eriol se tapó los ojos con las manos convirtiéndose en un tomate maduro.

—Nos vemos luego —se despidió, corriendo al pasillo.

Eso se sacaba por hablador, ¡no le interesaban las mujeres mayores por motivos enfermizos! Su mentalidad era aún bastante inocente y esperaba que Tomoyo lo comprendiera en el futuro.

Tomoyo se arrebujó en el suéter, el estampado era genial, le encantaba la temática extraterrestre pero le apenaba hablar acerca de ello. Gastaba una pequeña fortuna en la tienda de comics y era triste no tener a nadie con quien discutirlos.

Confiaba en que las citas con ese adorable chico resultaran satisfactorias, ella quería disfrutar de una relación sana cuya prioridad fuese complacer los sentimientos de ambos, construir una verdadera conexión y convertir todo eso en algo físico en el momento adecuado, sin prisas ni presiones.

Abrió la puerta del vestidor encontrándose con Syaoran Li, estuvo apunto de agradecerle por su ayuda cuando le colocó un casco de motocicleta en las manos, ella parpadeó interrogándole en silencio.

Él se limitó a curvar ligeramente su boca antes de darle la espalda y Tomoyo comprendió todavía mejor a Sakura con ese gesto. Ese sujeto era realmente ardiente.

—El niñito de secundaria me pidió que te llevara —explicó Li, su grácil andar se ralentizó al pasar por la cocina.

Tomoyo se acercó a la ventanilla robando un tasajo del panorama, su amiga Sakura vertía harina en la batidora industrial y Syaoran suspiró inclinando la cabeza con un flagrante rubor en la nuca. Daidouji se mordió los labios aguantándose la risa, entre esos dos había surgido algo además de lujuria.

Cruzó los dedos para desearle la mejor de las suertes a su amiga esa noche. Antes de cruzar la salida ondeó la mano en el aire para despedirse de su tía Nadeshiko y lanzarle un beso coqueto a Eriol.


Me iba a esperar unos días en publicar para terminar el capítulo, pero les dejo aquí la primera parte considerando el margen de extensión que han mantenido los anteriores, espero el fin de semana completar lo demás. El tiempo se pasa volando y no quería que se cumplieran los dos meses sin noticias de la continuación, recuerden que ante cualquier inconveniente pueden leer en wattpad, que no me encanta pero es una gran opción ahora que ff atraviesa una crisis con eso de que no aparecen los capítulos.