El viernes antes de las vacaciones de invierno, mi madre me preparo unas bolsas de viaje y unas cuantas armas letales y me llevo a un nuevo internado. Por el camino recogimos a mis amigas Annabeth y Thalia.

Desde Nueva York a Bar Harbor, en Maine, había un trayecto de ocho horas en coche. El aguanieve caía sobre la autopista. Hacia meses que no veía a aquellas amigas, pero entre aquella ventisca y lo que nos esperaba, estábamos demasiados nerviosos para decirnos gran cosa.

Thalia limpio los cristales empañados del coche y escudriño el panorama con los ojos entornados.

-¡Uf! Esto promete ser divertido.-

Westover Hall parecía un castillo maldito: todo de piedra negra, con torres y troneras y unas puertas de madera imponentes.

Se alzaba sobre un risco nevados, dominando por un lado un gran bosque helado y, por el otro el océano gris y rugiente.

-¿Seguro que no quieres que los espere?-pregunto mi madre.

-No gracias, mama. No se cuanto tiempo nos va a llevar esto. Pero no te preocupes por nosotros.-

-Todo ira bien, señora Jackson.-tercio con una sonrisa Annabeth, que llevaba el pelo rubio recogido bajo una gorra. Sus ojos brillaban con el mismo tono gris del mar revuelto.-Nosotros nos encargaremos de mantenerlo a salvo.-

Mi madre pareció calmarse un poco. Annabeth es para ella la semidiosa mas sensata que ha llegado jamás a octavo curso. Esta convencida de que, si no me han matado, mas de una vez ha sido gracias a Annabeth. Lo cual es cierto, pero eso no significa que me guste reconocerlo.

-Muy bien, queridos.-dijo mi madre.-¿Tienen todo lo que necesitan?-

-Si, señora Jackson.-respondió Thalia.-Y gracias por el viaje.-

-Muchas gracias, mama.-le agradecí a mi madre, mientras me bajaba del coche, siendo seguido por Annabeth y Thalia.

El viento helado me atravesaba el abrigo con sus dagas heladas.

-Tu madre es estupenda, Percy.-dijo Thalia en cuanto el coche se perdió de vista.

-Lo se, aunque a veces desearía que...-deje las palabras al aire con cierto suspenso, lo que causo que Thalia me diera una mirada extraña.-En fin, mejor entremos, que hace un jodido frio, además de que Grover debe estar esperándonos.-

Thalia echo un vistazo al castillo y se estremeció.

-Tienes razón. Me pregunto que habrá encontrado aquí para verse obligado a pedir apoyo.-

Yo alce la vista hacia las negras torres de Westover Hall.

-Nada bueno, me temo.-

Las puertas de roble se abrieron con un siniestro chirrido y entramos en el vestíbulo entre un remolino de nieve.

-Uau.-fue lo único que logre decir.

Aquello era inmenso. En los muros se alineaban estandartes y colecciones de armas, con trabucos, hachas y demás. Yo sabia que Westover era una escuela militar, pero quizás se habían pasado con la decoración.

Me lleve ,a mano al bolsillo, donde siempre guardo mi bolígrafo letal,Contracorriente.

Percibía algo extraño en aquel lugar, algo que no me inspiraba mucha tranquilidad. Algo peligroso.

Thalia se había puesto a frotar su pulsera de plata, su objeto mágico favorito. Los dos estábamos pensando lo mismo: se avecinaba una pelea.

-Me pregunto donde...-empezo Annabeth.

Las puertas se cerraron con estruendo a nuestra espalda.

-Bueeeno.-murmure.-Me parece que vamos a quedarnos aquí un rato.-

Me llegaban los ecos de una musica desde el otro extremo del vestíbulo. Parecía musica de baile.

Escondimos nuestras bolsas tras una columna y empezamos a cruzar la estancia. No habíamos llegado muy lejos cuando oí pasos en el suelo de piedra y un hombre una mujer surgieron de las sombras.

Los dos llevaban el pelo gris muy corto y uniformes negro de estilo militar con ribetes rojos. La mujer tenia un ralo bigote, mientras que el tipo iba perfectamente rasurado, lo cual resultaba algo anómalo. Avanzaban muy rígidos, como si se hubiesen tragado un palo de escoba.

-¿Y bien?-pregunto la mujer.-¿Que hacéis aquí?-

-¿No es obvio, Latiza?-dijo el tipo.-Son extraños. ¡Seréis expulsados!-

Hablaba con acento ; francés, tal vez.

Decía o algo así. Era un tipo muy alto y de aspecto duro. Se le ensanchaban los orificio de la nariz cuando hablaba. tenia los ojos de dos colores: uno castaño y otro azul, lo que le daba una apariencia imponente.

Supuse que nos iban a mandar al carajo sin miramientos, pero entonces Thalia dio un paso al frente. Chasqueo los dedos una sola vez y le salió un sonido agudo y muy alto.

-Es que nosotros no somos visitantes, señor.-dijo.-Nosotros estudiamos aquí. Acuérdese. Yo soy Thalia y ellos, Annabeth y Percy. Cursamos octavo.-

El profesor entorno sus ojos bicolores. Ahora seguramente nos castigaría por mentir y nos echaría a patadas. Pero el hombre parecía indeciso.

-Señorita Latiza. ¿Conoce usted a estos alumnos?-

La mujer pestañeo, como si acabara de despertar de un trance.

-Si...creo que si, señor.-dijo arrugando el ceño.-Annabeth. Thalia. Percy. ¿Cómo que no estáis en el gimnasio?-

Antes de que pudiésemos responder, oí mas pasos y apareció Grover jadeando.

-¡Aparecieron...!-se detuvo en seco al ver a los profesores.-Ah, señorita Latiza. ¡Doctor Espino! Yo...-

-¿Que ocurre, señor Underwood?-dijo el profesor. Era evidente que Grover le caía fatal.-¿Y que significa eso de que aparecieron? Estos alumnos viven aquí.-

Grover trago saliva.

-Claro, doctor Espino. Me refería a que aparecieron... porque no los encontraba.-

Espino nos observo atentamente. Llegue a la conclusión de que uno de los dos ojos tenia que ser postizo. ¿El castaño? ¿El azul? Daba la impresión de querer despeñarnos desde la torre mas alta del castillo, pero la señorita Latiza dijo entonces con aspecto de funámbula:

-Cierto, tiene razón señor Underwood. Por fin aparecieron. Y ahora andando todos. No volváis a salir del gimnasio.-

No tuvo que repetirlo. Nos retiramos con mucho y y saludándolos al estilo militar. Nos pareció lo mas adecuado allí.

Grover nos arrastro hacia el extremo del vestíbulo donde sonaba la musica. Notaba los ojos de los profesores clavados en mi espalda.

Tenia mucha curiosidad por saber que era lo que Thalia había echo cuando chasqueo los dedos, pero me aguante las ganas de preguntarle y seguí a Grover por el pasillo, divagando en mi mente sobre que fue lo que Thalia hizo.

Grover nos condujo deprisa hasta una puerta que tenia tres letras en el vidrio: GYM. Incluso un disléxico como yo podía leerlo.

-¡Por los pelos!-dijo.-¡Gracias a los dioses habéis llegado!-

Annabeth y Thalia lo abrazaron. Yo le choque esos cinco.

Me alegraba verlo después de tantos meses. Estaba algo mas alto y le habian salido unos cuantos pelos mas en la barbita, pero, aparte de eso, tenia el aspecto que tiene siempre cuando se hace pasar por humano: una gorra roja sobre el pelo castaño y ensortijado para tapar sus cuernos de cabra, y unos tejanos holgados y unas zapatillas con relleno para disimular sus pezuñas y sus peludos cuartos trasero. Llevaba una camiseta negra que me costo unos instantes leer. Ponía:

-Bueno, ¿y que era esa cosa tan urgente?-le pregunte.

Grover respiro hondo.

-He encontrado dos.-

-¿Dos mestizos?-dijo Thalia sorprendida.-¿Aquí?-

Grover asintió.

Encontrar un solo mestizo ya era bastante raro. Y dos era por menos decir casi imposible.

-Dos hermanos: un chico y una chica.-aclaro.-De diez y doce años. Desconozco su ascendencia, pero son muy fuertes. Además se nos acaba el tiempo. Necesito ayuda.-

-¿Hay monstruos?-

-Uno.-dijo Grover, nervioso.-Y creo que ya sospecha algo. Aun no esta seguro de que sean mestizos, pero hoy es el ultimo día del trimestre y no los dejara salir del campo sin averiguarlo. ¡Quizás sea nuestra ultima oportunidad! Cada vez que trato de acercarme a ellos, el se pone en medio, cerrándome el paso. ¡Ya no se que hacer!-

Grover miro a Thalia, ansioso. Como si esperaba que ella fuera la que arreglara todos los problemas. Yo mire a Thalia y Grover con una cara de seriedad, no me ofendí, no había ni porque, Thalia era mas veterana y mas experta a la hora de combatir monstruos. Pero ya me había acostumbrado a que yo fuera la solución de todos los problemas de los dioses y semidioses. Y no ser la solución de los problemas por una sola vez, me daba una gran sensación de libertad.

-Muy bien.-dijo Thalia.-¿Esos presuntos mestizos están en el baile?-

Grover asintio.

-Pues a bailar.-dijo Thalia.-¿Quien es el monstruo?-

-Oh.-respondio Grover, inquieto, mirando alrededor.-Acabas de conocerlo. Es el subdirector: el doctor Espino.-

Una cosa curiosa de las escuelas militares: los chico se vuelven completamente locos cuando un acontecimiento especial les permite ir sin uniforme. Supongo que, como todo es tan estricto el resto del tiempo, tienen la sensación de que han de compensar o recuperar el tiempo perdido.

El suelo del gimnasio estaba salpicado de globos negros y rojos, y los chicos se los lanzaban a patadas, o trataban de estrangularse unos a otros con las serpentinas que colgaban en las paredes. Las chicas se movían en grupos, como siempre, llevaban bastante maquillaje, blusas con tirantes finos, pantalones llamativos y zapatos que mas bien parecían instrumentos de tortura.

De vez en cuando rodeaban a algún pobre infeliz como un banco de pirañas, soltando risitas y chirridos, y cuando por fin lo dejaban en paz, el tipo tenia cintas por todo el pelo y la cara llena de grafitis a base de pintalabios.

Algunos de los mayores hacían como yo. Deambulaban incomodos por los rincones ¿, tratando de ocultarse, como si su integridad corriese peligro...Claro que, en mi caso, era cierto.

-Allí están.-Grover señalo con la barbilla a dos jovenes que discutían en las gradas.-Bianca y Nico Di Angelo.-

La chica llevaba una gorra verde tan holgada que parecía querer taparse la cara. El chico era obviamente su hermano. Ambos tenían el pelo oscuro y sedoso y una tez olivácea, y gesticulaban aparatosamente al hablar. El barajeaba unos cromos; ella parecía regañarlo por algún motivo, pero no paraba de mirar alrededor con inquietud.

-¿Ellos ya...?O sea, ¿se lo has dicho?-pregunto Annabeth.

Grover negó con la cabeza.

-Ya sabes lo que sucede. Correrían mas peligro. En cuanto sepan quien son, el olor se volverá mas fuerte.-

Me miro. Yo asentí, no sabia exactamente como era el olor desprendía los mestizos. Pero lo que si se que ese olor peculiar puede acabar contigo. A medida que te conviertes en un semidios mas poderoso, hueles cada vez mas al almuerzo ideal de un monstruo.

-Pues vamos por ellos y saquémoslos de aquí.-dijo Annabeth.

-Espera un poco, Annabeth.-dije, agarrando a Annabeth del brazo.-Mira.-

El subdirector, el doctor Espino, acababa de deslizarse por una puerta aledaña a las gradas y se había plantado muy cerca de los hermanos Di Angelo. Movía la cabeza hacia nosotros y su ojo azul parecía resplandecer.

Deduje por su expresión que Espino, a fin de cuentas, no se había dejado engañar por el truco de la niebla. Debía de sospechar quienes éramos. Ahora estaba aguardando para ver cual era el motivo de nuestra presencia ahí.

-No miréis a los críos.-ordeno Thalia.-Hemos de esperar una ocasión propicia para llevárnoslos. Entretanto hemos de fingir que no tenemos ningún interés en ellos. Hay que despistarlo.-

-¿Como?-

-Somos tres poderosos mestizos. Nuestra presencia debe de haberlo confundido. Mezclaos con el resto de la gente, actúen con naturalidad y bailen un poco. Pero sin perder de vista a esos chicos.-

-¿Bailar?-pregunto Annabeth.

-Si, vamos a bailar.-

-¡Pero si yo no se bailar!-protesto Grover.

-¡Claro que si! Yo te llevo.-dijo Thalia.-Venga, niño cabra.-

Grover soltó un gañido mientras ella lo agarraba del brazo y lo guiaba hacia la pista.

Annabeth esbozo una sonrisa por la escena, pero yo mantuve mi cara de seriedad.

-Oye, Percy.-

-¿Mmm?-

-¿Porque andas tan serio, estos últimos momentos?-me pregunta Annabeth.

-Porque hay algo que me huele muy mal.-respondo.-Algo malo va a pasar, estoy seguro, y quiero estar preparado para cualquier problema.-

-¿No estas contento por tener de vuelta a Thalia?-

-Si.-fue todo lo que respondí, mientras miraba alrededor con preocupación. Podía ver bailar a Grover y Thalia a lo lejos, no muy lejos de los hermanos Di Angelo. El doctor Espino seguía clavado cerca de las gradas, a poca distancia de los Di Angelo.

Mire a Annabeth.

En aquellos meses Annabeth se había vuelto mas alta, lo que le daba un aire mas imponente, no era tan alta como yo, pero si bastante para alguien de su edad. Antes no llevaba joyas, salvo su collar de cuentas del campamento mestizo, pero ahora tenia puestos unos pequeños pendientes de plata con forma de lechuza: el símbolo de su madre, Atenea. En silencio se quito la gorra y su largo pelo rubio se derramo sobre sus hombros y espalda. Tenia una aire a alguien mayor, no se porque.

-Tranquilo, Percy.-me dijo Annabeth.-Todo va a salir bien.-

-Bueno...-dije con cierta duda.-Si tu lo dices.-

-Y...¿has diseñado algún edificio interesante últimamente?- dijerecordando las palabras de Thalia, , que carajos significaba "actuar con naturalidad".

Sus ojos se iluminaron, como siempre que tocaba hablar de arquitectura.

-Uy, no sabes, Percy! En mi nueva escuela tengo diseño Tridimensional como asignatura optativa, y hay un programa informático que es una verdadera pasada...-

Empezó a explicarme que había diseñado un monumento colosal que le gustaria construir en la Zona Cero de Manhattan. Hablaba de resistencia estructural, de fachadas y demás, y yo trataba de seguirla. Ya sabia que de mayor quería ser una gran arquitecta -a ella le encantan las mates y los edificios históricos, todo ese rollo-, pero yo apenas entendía lo que me estaba diciendo.

-Suena muy interesante.-le dije con cansancio.-¿Te va bien en tu escuela?-

Su rostro se ensombreció.

-Bueno, puede que si. Si no es que...-

-¡Eh!-

Thalia nos llamaba. Estaba bailando un tema lento con Grover, que tropezaba todo el rato, le daba patadas en las espinillas y parecía muerto de vergüenza.

-¡Bailad, chicos!-ordeno Thalia.-Tenéis un aspecto ridículo ahí de pie.-

Mire a Annabeth con una mirada de sufrimiento.

-¿Y bien?-me pregunto.

Solté un suspiro de derrota.

-¿Bailamos?-le pedí a Annabeth, mientras le ofrecía mi mano.

-Claro que si, sesos de alga.-dijo Annabeth al tiempo que aceptaba mi mano.

Agarrados de las manos, nos acercamos a la pista de baile; yo mire a Thalia y a Grover para ver como no hay que bailar. Soltando otro suspiro, coloco lentamente una mano en la cintura de Annabeth y agarro su otra mano con la mía.

-No voy a morderte.-se burla Annabeth, que tomo mi lentitud como nervosismo o miedo.-¿Tienes miedo?-

La verdad es que no tenia miedo, mas bien estaba cansado de hacer ridículo en todas las misiones.

Dimos unas cuantas vueltas en la pista de baile, pero yo no ponía atención ni en la musica ni en Annabeth ni en nada de eso, estaba mas preocupado por los hermanos Di Angelo y por la peligrosa cercanía del doctor Espino con ellos.

-Percy.-Annabeth me llama.-Percy.-

Salgo de mi ensimismamiento y vuelvo a la realidad.

-¿Eh? ¿Qué pasa?-

-Nada, solamente que te vi con una mirada perdida.-me dijo Annabeth.-¿Estas bien? Te he notado muy raro estos últimos momentos.-

-¿Porque lo dices?-pregunte con duda.

-Por...-y de pronto se quedo rígida.

-Se han ido.-

-Ay, no.-me lamento, al mismo tiempo que me doy rápidamente la media vuelta mirando hacia las gradas. Los dos mestizos, Bianca y Nico Di Angelo, ya no estaban allí. Las puertas junto a las gradas había quedado abierta de par en par. Y ni rastro del doctor Espino.

-¡Tenemos que avisar a Thalia y Grover!-Annabeth se puso a mirar frenéticamente por todos lados.-¿Donde demonios se han metido esos dos? Vamos.-

Echo a correr entre la gente. Yo me disponía a seguirla, pero a unos cuantos metros vi algo que me helo la sangre, la gorra verde de Bianca Di Angelo. Y unos cuantos cromos esparcidos aquí y allá. Entonces entreví al doctor Espino. Corría hacia la puerta en la otra punta del gimnasio y llevaba del cogote a los Di Angelo como si fuesen dos gatitos.

Aun no veía a Annabeth, pero estaba seguro de que se había ido hacia el otro lado a buscar a Thalia y a Grover.

Iba a salir corriendo tras ella, pero me dije:

Recordé la mirada que Grover le había dado a Thalia, convencido de que seria ella la que resolvería todos los problemas.

No es que yo tuviera nada en contra de Thalia. No era su culpa ser hija de Zeus y acaparar toda la atención, pero aun así tampoco necesitaba correr a ella para que resolviera los problemas. Los Di Angelo estaban en peligro. Tal vez ya habrían desaparecido cuando encontrase a mis amigos. Yo también sabia de monstruos. Podía resolver aquello por mi cuenta.

Saque el bolígrafo de mi bolsillo y corri tras el doctor Espino.

La puerta daba a un pasillo sumido en la oscuridad. Oi ruidos de forcejeo hacia el fondo y también un gemido. Destape aContracorriente.

El bolígrafo fue creciendo hasta convertirse en una espada griega, de casi un metro de largo y con un mago forrado de cuero. Su hoja tenia un leve resplandor y arrojaba una luz dorada sobre las taquillas alineadas a ambos lados.

Cruce a toda prisa el pasillo, pero en el otro extremo no había nadie , abrí una puerta y me encontré de nuevo en el vestíbulo principal. Me quede pasmado. No veía a Espino por ningún lado, pero si a los hermanos Di Angelo, que permanecían al fondo paralizados de terror.

Avance poco a poco, sin bajar la guardia, alerta a cualquier mínima señal de peligro.

-Tranquilos. No les voy a hacer daño.-

Ellos no respondieron. Tenían los ojos desorbitados de pánico. ¿Qué les pasaba? ¿Dónde se había metido Espino? Tal vez había percibido la presencia de Contracorriente y se había batido en retirada, aunque yo no creía eso, era muy improbable que pasara.

-Me llamo Percy.-dije tratando de calmar a los hermanos.-Los sacare de aquí y los llevare a un lugar seguro.-

Bianca abrió los ojos aun mas y apretó los puños. Me tarde un poco en comprender el sentido de su mirada, no tenia miedo de mi, me estaba advirtiendo de un peligro.

Me gire rápidamente, lamentablemente fue tarde, y en ese mismo instante oí un silbido y sentí un impacto en mi hombro, seguido de un dolor agudo. El impacto fue tan fuerte que fui impulsado hacia atrás hasta estrellarme contra la pared.

Lance un mandoble con la espada, pero solo rasgue el aire.

Una fría carcajada resonó por el vestíbulo.

-Si, Perseus Giiiackson.-dijo el doctor Espino, masacrando laJde mi apellido.-Se muy bien quien eres.-

Intente liberar mi hombro. Tenia el abrigo y la camisa clavados en la pared con una especie de pincho o daga negra de unos treinta centímetros. Me había perforado la carne y músculo del hombro y el corte me ardía de dolor. Ya había sentido algo parecido antes. Era veneno.

Inhale hondo y con un quejido de dolor saque con mi mano, el pincho de mi hombro.

Otra carcajada resonó en el vestíbulo. Al mismo tiempo una silueta oscura se nos acerco. En la penumbra distinguí a Espino. Aun parecía humano, pero tenia una expresión macabra. Sus dientes relucían y sus ojos marrón y azul reflejaba el fulgor de mis espada.

-Gracias por salir del gimnasio.-dijo.-Me horrorizan esos bailes del colegio.-

Avance erráticamente debido a los efectos del veneno, le lance un tajo al doctor Espino pero el solamente lo esquivo con facilidad.

-¡Shissssss!-

Un segundo proyectil salió disparado detrás de Espino, que no pareció haberse movido. Era como si alguien invisible lanzara dagas detrás del doctor.

Di un tajo al aire por puro instinto, y al hacerlo la espina que fue lanzada hacia mi fue partida a la mitad, se oyeron dos golpes secos, y las dos mitades se clavaron en la pared, a unos centímetros de los Di Angelo, que gracias a los dioses se salvaron de ser impactados por el proyectil cortado a la mitad.

Bianca dio un chillido de terror.

-Ohh.-dijo el señor Espino con curiosidad.-Al parecer nuestro pequeño héroe es muy interesante. Hay muy pocos seres que pueden visualizar mis espinas y son muchos menos los que son capaces de reaccionar a ellos sin ser perforados antes.-

-Sin embargo... el veneno parece estar haciendo efecto en ti.-dijo el señor Espino, y tenia reacción, me encontraba muy cansado y con un dolor agudo en el hombro, no sabia si seria capaz de interceptar otro proyectil.

-Los tres vendrán conmigo.-dijo Espino.-Obedientes y en silencio. Si hacen un solo ruido, si gritan pidiendo ayuda o intentan resistirse...les mostrare mi punteria.