Capítulo 40

* * * P.V.A * * *

Cojo las llaves antes de ponerme los zapatos con rapidez, ya que si no me doy prisa perderé el tren y llegaré tarde al último examen que tengo, y para uno que sé que voy aprobar de seguro, no me conviene perdérmelo.

Agarro la bandolera del suelo y salgo de casa cerrando deprisa, asustándome en cuanto me giro y veo a dos tíos frente a mi puerta apoyados en la barandilla, fumando.

-¿Qué queréis? –Pregunto con miedo, mirándolos fijamente mientras siento que me tiemblan las piernas. El que es más mayor y tiene pelo corto y algo canoso se acerca, tirando la colilla del pitillo por la barandilla.

-Somos del clan de los Ryusekai, no te preocupes. Hemos venido por orden de Genji, para protegerte de Kuroki.

-Estoy bien, gracias. –Murmuro, para después salir de allí, pero ambos me siguen y el mismo tío se pone delante al llegar a la calle.

-No vamos a molestarte, sólo te acompañaremos a los sitios, es peligroso que vayas sola. Ven, vamos. Te llevaremos a la universidad.

Sin poder resistirme mucho por que ambos me agarran de los brazos, me dejo guiar hasta el coche negro que tienen aparcado cerca mientras el mismo hombre me dice que será mejor que me adapte a aquello, porque no van a marcharse.

Cuando me siento en la parte de atrás y empezamos a movernos pienso en lo que el tipo dijo; Por orden de Genji. ¿Cómo que por orden? ¿Qué significa eso? Desde luego nada bueno, me temo. ¿Se ha metido en el sindicato?

Sólo al pensar en la posibilidad de que haya dado el paso me entra un horrible miedo, y no puedo evitar hablar para hallar información.

-¿Genji está trabajando con vosotros? ¿Ha entrado en el sindicato para ir a por Kuroki?

Tras unos segundos me cabreo al ver que ellos pasan de mí deliberadamente, cuando tras repetir la pregunta me dicen que hable con él, que ellos no saben nada y no están aquí para hablar.

Desde luego que voy a hablar con Genji de un par de cosas, empezando por lo de estos tíos tan bordes y que haga lo que le dé la gana con mi vida sin preguntarme si quiera.

Paro de pensar cuando el coche se detiene a la entrada de la universidad, y el mayor sale del coche y me abre la puerta, empezando a seguirme hacia la facultad.

-¿También piensas entrar conmigo al examen? –Le digo con molestia, pero él ni se inmuta y responde igual de tranquilo.

-No. Estaré aquí fuera cuando salgas para llevarte a casa.

-Qué bien. –Comento con ironía antes de entrar en el edificio, haciendo que él sonría ante mi gran ilusión, y me deseé suerte.


Cuando salgo del examen dos horas después ya son las seis de la tarde, y al saber que esos dos me están esperando fuera no puedo evitar resoplar con cansancio. No obstante, me dirijo despacio a la salida, aunque al recordar que ya han puesto notas de otros exámenes, me dirijo al tablón de anuncios para encontrar mis suspensos.

Como esperaba he suspendido ya dos de las que sé la nota, aunque he aprobado una que no esperaba, así que algo es algo. Con un poco de consuelo dentro me alejo del lugar, y pronto veo con molestia como la pareja de mafiosos han entrado en la facultad, y se acercan a mí, pero pronto me extraño cuando veo que se acercan corriendo y a los instantes alguien me sujeta por un hombro, girándome.

Sólo me da tiempo a ver la cara de uno de mis compañeros antes de que el más joven de los dos hombres le dé un puñetazo y lo aleje de mí.

-¡Nobu! ¿Estás bien? –Hablo alarmada mientras me acerco al chico, girándome hacia los matones con cólera-. ¡Pero qué coño hacéis, idiotas! ¡Va conmigo a clase! ¡Qué hacéis aquí dentro!

-No nos fiábamos de que no intentaras escaparte. Lo sentimos, chico. Creíamos que ibas a hacerle daño.

-¿Por qué iba a hacerle nada? –Se queja Nobu con la mano en la nariz sangrante, pero yo intervengo rápido, no dejando que nadie responda a eso.

-Voy a acompañarlo a la enfermería y después vais a llevarme a casa de Genji para decirle que os aguante él. ¡Esperadme fuera!

Ellos asienten y se marchan como si nada, mientras yo y mi compañero nos alejamos en la dirección contraria a la vez que mi cabreo aumenta, aún sin dar crédito a todo esto.

Cuando salgo a la calle y distingo en la lejanía el coche y a los dos hombres fuera fumando, me acerco rápido y me dispongo a montarme detrás sin decirles nada más que nos vamos, haciendo que me obedezcan sin decir nada para poner rumbo a casa de Genji.

En unos quince minutos llegamos a Shinjuku, y sólo en un par de minutos más ante la puerta de la casa Takiya, donde el coche se detiene y me bajo veloz para llegar ante la puerta y llamar con fuerza, puesto que aún perdura mi enfado.

Genji debía estar a punto de salir para irse a bar por lo poco que tarda en abrir. En cuanto me ve frente a él su rostro cambia y muestra sorpresa, la cual elimina rápido para volver a su frialdad prefabricada de últimamente.

-¿Qué pasa? Me voy al trabajo.

-Pues llama a Ushiyama y dile que vas a tardar, porque tengo que hablar contigo ahora.

Él me mantiene la mirada unos segundos, y al ver que no cambia mi firmeza saca el móvil y llama a Ushiyama, al que escucho decirle que no se preocupe de nada, que él se encarga de todo.

Antes de que Genji diga nada al colgar, me adentro en su casa para cerrar la puerta y perder de vista a sus matones, quedándome en el vestíbulo para no descalzarme.

-Dile a tus hombres, o lo que coño sean para ti, que dejen de seguirme y se larguen.

-Airi, ya hablamos de esto. Es peligroso y no vas a estar sola.

-¡Han pegado a un chico de mi facultad por acercarse a mí por detrás! No quiero tener que ver con la Yakuza, así que paso de llevar gente del clan de tu padre, Genji. Prefiero ir a la policía.

-No podrán hacer nada. Sólo nosotros podemos ayudarte. –Añade, adentrándose en el salón, empezando a pasar de mí, lo que me cabrea y hace que vaya detrás de él tras quitarme los zapatos.

-¿Nosotros? ¿Cómo que nosotros? Yo sólo aceptaré que seas tú. ¿Qué está pasado? –Pregunto mientras el miedo crece a cada segundo. Él se toma unos segundos, y cuando está preparado me mira y responde indiferente.

-Estoy dentro del sindicato. Soy un Yakuza, así que tampoco quieres estar cerca de mí. Hablaré con ellos y no te molestarán, pero seguirán contigo.

Así que es cierto y lo ha hecho. Oh Dios, esto no puede acabar bien.

Me entra un miedo enorme en cuanto soy capaz de asimilarlo y pensar en las consecuencias. Con la ansiedad aflorando por segundos, voy hasta él y le doy la vuelta para que me mire, hablando con tono de súplica.

-Genji, no puedes hacer eso, por favor. Tú siempre has dicho que no querías eso para ti, sabes que no trae nada bueno. Déjalo antes de que no haya marcha atrás.

-No hay marcha atrás ya, Airi. Vete, es mejor que no estés cerca de mí.

-¡Eres un gilipollas! –le grito con rabia por todas las cosas contradictorias que estoy sintiendo, volviendo a agarrarlo para que no se vaya y me mire-. ¡El que va a acabar muerto eres tú! Voy a ir a hablar con la policía ahora mismo. Esto no puede desmadrarse más.

Esta vez él me agarra a mí para que no me vaya, sujetándome los brazos para retenerme y mirarme cerca, diciéndome con firmeza que me tranquilice y que no haga tonterías, que él estará bien. Pero da igual lo que trate de decirme porque la ansiedad y el miedo siguen dentro ganado terreno y haciendo que me cueste respirar, y quiera romper a llorar.

-No quiero que te pase nada, Genji. Te quiero. –Sollozo mientras me abrazo a él, sintiendo un gran alivio cuando su cuerpo se aprieta contra el mío, y a la vez que lo siento respondiendo a mi abrazo y tratando de calmarme con cariño, no puedo reprimirme y me separo buscando sus labios, besándolo con ganas.

Poco después Genji se deja llevar por las ganas y me responde con la misma intensidad, sujetando mi cara a la vez que yo empiezo a acariciar su cuerpo despacio, quitándole la chaqueta del chándal que lleva, para después ir a por su camiseta cuando él mete las manos por debajo de mi jersey, y siento aquel deje de lujuria en sus caricias que me enciende de inmediato.

Cuando he desnudado su torso me dirijo a su pantalón, empujándolo hacia el pasillo para ir a su cuarto, y cuando llegamos allí nos apresuramos a desnudar al contrario del todo para acabar en la cama del lugar, donde volvemos a besarnos con lentitud y pasión hasta que las cosas se escapan a nuestro control. Ojalá pudiera detener el tiempo para siempre y borrar todo lo demás para quedarme en aquel momento donde fuimos felices juntos, porque cuando esto acabe él seguirá como si no hubiera pasa nada, y yo volveré a echarle de menos con un terrible dolor.