NOTA DE LA AUTORA:
Estimados y queridos lectores, espero se encuentren de lo mejor, reportándome, sin quererlo, justo un año después de la última actualización de la historia. Dios, realmente estoy apenada por el retraso más que evidente, pero, si puediese contarles cuánto ha cambiado mi vida y todo lo que me ha sucedido en este último año, no lo creerían; tengo una vida totalmente diferente en todas las cuestiones y por la misma razón, mi tiempo se ha escaseado muchísimo. Sin embargo, por fin, pude darme tiempo de continuar con esta historia a la que le tengo un cariño grande y que espero, ustedes aún la sigan queriendo igual que yo.
Bueno, no me extiendo más, ya habrá tiempo para ponerlos al corriente con la aburrida vida de su amiga escritora, lo importante es la historia y sin más, ¡a leer!
Pero antes, les agradezco infinitamente su paciencia, el amor y el cariño para conmigo y mis historias. ¡Nos leemos!
ACCIDENTALLY IN LAW
Por Light of Moon.
CAPÍTULO 27: SIN MÁSCARAS
Miró el teléfono celular y observó como la línea de su esposa desviaba las llamadas como "número ocupado". Apretó los puños con fuerza y sin poder evitarlo, le dio un puñetazo al escritorio. Lo que le faltaba; Claire estaba furiosa y lo había puesto contra las cuerdas; básicamente le había exigido ponderar entre ella o Stacy. Sin duda, la balanza siempre se inclinaría en favor de su esposa, pero a qué costo. Despedir a Stacy desencadenaría a un escándalo entre las familias accionistas de la Compañía, sumado a que retrasaría todos sus planes, entre ellos, el volver a Estados Unidos de Norteamérica para iniciar su nueva vida al lado de Claire.
Quería demandar, no, mejor dicho, quería asesinar a la prensa amarillista.
Se pasó una mano por la melena y suspiró. Estaba furioso, tenía demasiadas preguntas y pocas respuestas, lo cual no le permitía pensar con claridad; en primer lugar, ¿cómo rayos los medios se enteraron de la relación que mantuvo con Angela Miller? Esa relación era sumamente clandestina, duradera, pero al fin y al cabo, clandestina. Durante muchos años había sido totalmente discreto con ese asunto y no le había contado a nadie sobre ella, ni siquiera a Claire, en razón de que no había sido algo serio; esas habían sido las reglas del juego desde un inicio; era una relación abierta sumamente conveniente para ambos, Angela incluso estaba conforme con ese acuerdo, aunque después no finalizó en buenos términos. Con todo y eso, dudaba mucho de que Ángela la hubiese traicionado; a ella tampoco le convenía que lo suyo se supiera. Lo único que esa mujer deseaba es que se fuera al demonio, según sus propias palabras. Entonces quedaba el planteamiento de su esposa; Stacy. ¿Cómo había logrado esa mujer enterarse de su romance clandestino con Angela Miller?
—No, no hay manera, no hay ninguna forma... —Se repetía constantemente.
Quería ir directamente a la oficina de su ex novia e ir a reclamarle; sin embargo, no podía dar pasos en falso, ya que eso podría provocar una discordia con los Watson y poner en serios problemas a la Compañía.
Entonces hizo algo que en otras circunstancias, no se hubiera atrevido a realizar. Sacó un artículo del bolsillo de su pantalón el cual tenía meses sin usar, y sólo lo llevaba consigo para casos de emergencia: su PDA perteneciente a su antiguo trabajo.
Sacó rápidamente el artefacto tecnológico y contactó a un número que conocía muy bien.
—¿Hola? Sí, soy yo... —Djio después de unos segundos y continuó: —Escucha Hunnigan, no tengo mucho tiempo, necesito que me hagas un favor muy especial, quiero que intervengas un dispositivo móvil, me urge averiguar algo.
En cuanto dijo esto, guardó silencio mientras escuchaba la respuesta de la otra línea:
—Sé que no es muy ético, si no fuera importante, créeme que no lo estaría pidiendo, me puede costar el matrimonio... ok, muchas gracias.
Diciendo lo último, cortó la comunicación y se sentó sobre su enorme silla de cuero.
—En unos minutos sabré si Stacy fue o no la culpable de esto.
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—¿Se encuentra bien señora Kennedy?
Había olvidado cuánto tiempo la sobrecargo había estado a su lado hablándole y seguramente era el mismo que tenía ignorándole, por lo que rápidamente volvió a la realidad antes de que la mujer creyera que ella era una engreída.
—Oh, lo siento, estaba un poco distraída. Sí, estoy bien. —Repuso con una sonrisa amable.
—No se preocupe, señora. Pero, ¿está segura que no le puedo ofrecer algo de comer? Aunque sea algo ligero, las instrucciones del abogado Kennedy fueron que le diéramos la mejor atención posible.
No dudaba ni un segundo que Joey hubiera sido tajante en cuanto ordenar a los empleados del jet privado de la familia Kennedy que ella fuera atendida como una reina, pero ciertamente en estos momentos sólo quería estar sola y no tenía ni un poco de apetito. Pero recordó que privarse de alimento probablemente no fuera beneficioso para el bebé, por lo que decidió comer un poco, aún contra su voluntad.
—¿Tienes alguna ensalada?
—César y tropical. Pero si gusta, podemos preparar alguna a su gusto.
—César está bien.
—Enseguida.
En cuanto la azafata se fue, ella se llevó la mano al vientre casi de manera inconsciente. En cuanto supo que estaba embarazada, tenía muchas ganas de contarle a Leon la noticia, pero con lo que acababa de suceder, ahora no sabía cómo iba a dar ese paso. Estaban en medio de una crisis y sin duda este sería un obstáculo grande en su relación; sabía que iba a ser muy difícil que Leon sacara definitivamente a Stacy de sus vidas debido a la Compañía, pero por otro lado, no pensaba seguir pasando disgustos por su causa; ella podía soportarlo todo y tragarse su enojo, pero la vida y la salud de su hijo era otro tema. Los disgustos no eran recomendables para ella, sobre todo por sus antecedentes con las exposiciones a diferentes virus, por lo cual su embarazo era un tema delicado y que debía cuidar con todo rigor, y que por supuesto, no iba a arriesgar por culpa de la molesta ex novia de su marido. ¿Qué tal si su siguiente paso era ponerla en peligro o hacerle daño físico? Nunca fue una persona que viviera con miedo, pero la posibilidad de que algo pudiera sucederle a su pequeño, la hacía temblar. Stacy era una mujer con todos los medios y alcances y sin ningún límite, si quería quitarla de su camino, no tenía duda de que iba a terminar consiguiendolo de la manera que fuera. Una parte de su raciocinio, pensaba que quizás estaba exagerando, pero su instinto le gritaba que nunca debía subestimar a nadie; eso lo había aprendido varias veces en su vida y por la mala forma. Así que pronto estuvo resuelto; protegería a su hijo sí o sí, y ninguna precaución sería mínima, el problema era cómo tomaría Leon la noticia. En el contrato nunca estaba enamorarse y mucho menos embarazarse, aunque tenía la certeza de que su esposo jamás la dejaría sola y le daría todo su apoyo, esta no era una decisión fácil de tomar, ya que probablemente complicaría las cosas con su familia. Sumado a que, quizás Stacy se aferrara más en dañarla si se enteraba de su estado de gravidez. Había tantas posibilidades, que pensar en todas la abrumaban.
Suspiró.
Aún tenía muchas cosas qué meditar y el vuelo no era tan largo como ella hubiera querido.
—Quizás lo mejor sea hablar del embarazo con Leon hasta que la situación con Stacy se arregle.
Enseguida apareció la sobrecargo y le entregó su comida en una bandeja, acompañada de una botella con agua. Comió sin realmente tener hambre, pero sabía que era necesario por el bebé.
No pasó mucho tiempo cuando el piloto anunció que estaban por aterrizar y que pronto estarían en suelo canadiense. En cuanto el avión se detuvo, Claire sacó su teléfono celular y cuando tuvo señal, detectó muchísimos mensajes y llamadas de su esposo, las cuales continuó ignorando para responder el mensaje de Joey Kennedy, quien ya la esperaba desde hacía un par de minutos.
En cuanto bajó por la escalinata, el abogado Kennedy se acercó para ayudarla a caminar y ofrecerle su brazo, dándole un cálido recibimiento.
—¿Cómo estás? —Le preguntó a la vez que le daba un beso en la mejilla.
—¿Realmente quieres saberlo?—Respondió la Redfield con suspicacia.
—Sólo si tú quieres hablar del tema.
—De mi orgullo ni hablamos, soy la burla local. En este momento, cualquier persona con un poco de acceso al ojo público, está enlodando mi nombre.
—No digas eso.
Claire sacó su teléfono y le enseñó la imagen de un alce con una foto de su cara.
—¿Conoces los memes?
Joey negó con la cabeza, evidentemente molesto.
—Son unos idiotas. Por favor, una mujer de tu calibre no puede permitir que una estupidez como esta te derrumbe.
—Tienes razón, es una estupidez. Realmente no me molesta lo que diga un puñado de estúpidos detrás de una pantalla, lo que me afecta es el saber que alguien me odia tanto para pretender dañarme a este grado.
Joey asintió, sin duda alguna, él ya tenía un par de nombres en la lista, pero estaba amordazado por su hermana, que seguramente, ella en colaboración con Stacy, estaban detrás de esto.
—¿Algún sospechoso?
—Yo diría "culpable". Y sí, acuso directamente a Stacy Watson.
—¿Tienes alguna prueba que lo compruebe?
Claire lo miró con incredulidad.
—Joey, ¿qué otra prueba quieres? ¡Esa mujer me odia a muerte!
—Lo sé, lo sé. Pero para poder acusarla, necesitamos tener pruebas en mano, obviamente ella se va a defender de esto. —Explicó.
—Esto no es un juicio de los que ganas todos los días, Joey. Esto es el daño que me causó una mujer resentida que no puede superar a mi marido. No necesito que nadie me crea, sólo la quiero lejos de mi vida y listo. —Dijo soltándose del brazo de Joey y comenzando a caminar más rápido rumbo a la camioneta que ya los estaba esperando.
—Claire, por favor no te enfades, yo te creo y estoy de tu lado. Pero que tal y esta vez no fue ella y es otra persona la responsable de esto. —Comentó alcanzándola.
—¿Y quién más, Joey?¿Quién me odia tanto?
—Pudo haber sido esa misma mujer, la tal Angela.
—No ella no lo hizo. La conozco y no es su estilo.
Entonces Joey se detuvo en seco.
—Espera, espera... ¿Conoces a esa mujer? ¿Sabías de la relación que tenía con Leon?
Claire entendió que había hablado de más. Se suponía que ella desconocía a esta mujer y lo que probablemente había sucedido con Leon y aunque ciertamente, no sabía de esta relación, si estaba consciente de que hubo cierta atracción entre ellos en algún momento.
—No, digo, no exactamente, conozco a Angela Miller desde hace varios años. Es una historia larga.
—Pues cuéntamela, tenemos todavía un buen tiempo antes de llegar a casa.
El segundo hijo de los Kennedy la había tomado por sorpresa y ya no tenía humor para mentir; así que decidió que le contaría la verdad a Joey sobre Ángela, una verdad a medias, porque no podía hablar sobres los términos de su matrimonio con Leon, pero al menos una verdad muy maquillada y creíble.
—La conocimos en Harvardville y supongo que a partir de ese momento, comenzó a tener contacto cercano con Leon. —Comentó distraída.
—Pero, ¿no se supone que fue en ese incidente cuando Leon y tú se reencontraron y comenzaron a salir?
—Sí, también. Pero algo pasó…
—¿Qué pasó? —Preguntó realmente interesado.
—Joey, son demasiadas preguntas, y realmente no tengo ganas de hablar del tema. —Pidió ella.
—¿Fue acaso que Leon te engañó?—Cuestionó con tono enfadado.
—Tampoco, es sólo que me ocultó algo. Tu hermano y yo éramos mejores amigos, pero sucedieron cosas y… Por favor, Joey, algún día te contaré todo, pero te pido, no me agobies más.
El segundo hijo de los Kennedy suspiró resignado.
—¿Algún día me vas a contar toda la verdad de lo que está pasando, Claire?
—¿Qué verdad? —Dijo ella con fastidio.
—Tú y mi hermano nunca tuvieron nada y creo firmemente, que incluso ahora, siguen sin tenerlo. —Soltó sin reparos.
Ella tragó saliva. Joey no era ningún tonto y a estas alturas, la mentira de su relación con Leon iba perdiendo credibilidad y se volvía cada vez más insostenible.
—Joey, por favor, no digas ni una palabra de esto a nadie, te prometo, que te contaré la verdad pronto, pero hoy no. —Pidió con mirada sincera, mirando directamente a los ojos verdes de Joey.
Él asintió sin decir nada y le colocó una mano en el hombro a la pelirroja en señal de apoyo.
—De acuerdo, se hará como tú digas.
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Leon continuaba en su oficina mirando a través de la ventana, estando aún muy furioso. Después de la información que le había brindado Hunnigan estaba más intrigado que enfadado y con un gran cargo de consciencia; después de la intervención al número de Stacy, Ingrid le informó que en sus registros no obraba nada relacionado con el tema; ningún número que vinculara a Angela, a la prensa, o siquiera a algún tema de su vida pasada. Su ex pareja no era la culpable de esto. Y ahora el problema era, ¿quién es el responsable?
Se estrujó las sienes, no tenía ni idea de quién podía haberlo saboteado; pero lo averiguaría, sin importar dónde, ni cómo. Pero ahora tenía algo qué hacer y eso era hablar a su esposa; Claire no le respondía los mensajes ni las llamadas; sabía que ya había llegado a casa por la servidumbre, quienes le dieron aviso de que la Redfield había usado el jet de la familia, pero ella no daba ninguna señal de querer hablar. Estaba consciente que debió de haberla buscado en cuanto llegó a Canadá, pero sabía que cuando cruzara el umbral de la puerta, Claire le exigiría respuestas y a decir verdad, no contaba con ninguna. Ella le había pedido la cabeza de Stacy a cambio de su matrimonio, pero ¿con qué argumento iba a despedirla? No había cometido ninguna falta dentro de la Compañía y ni siquiera tenía pruebas para acusarla de este ataque hacia él y su mujer; además, si echaba a Stacy provocaría indudablemente una ruptura con los Watson, que automáticamente significaría un retraso al regreso de su vida normal en los Estados Unidos de Norteamérica junto a su esposa y eso era algo que no deseaba; ya quería empezar su vida de matrimonio al lado de su cónyuge y formar una familia como todos los demás; sin mentiras, ataduras, ni la presión de la compañía o la lejanía de la gente que amaban.
Suspiró y tomó el portafolios, entre más demorara en llegar, sería peor. Necesitaba hablar con su esposa ya.
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La pelirroja permanecía recostada sobre el diván cercano a la ventana; estaba furiosa pero trataba de mantenerse tranquila por el bebé; ese pequeño ser era su nuevo centro de gravedad y no iba a alterarse antes de tiempo. Tomó de su bolso una pastilla de ácido fólico y luego caminó hasta la mesita donde solía tener una jarra de agua y bebió un vaso para tomar las vitaminas; como Rebecca le había dicho, era importante iniciar cuanto antes los cuidados prenatales. En ese momento la puerta de la habitación se abrió, apareciendo la figura de Leon cruzando el umbral, por lo que escondió rápidamente debajo de un bowl con fruta la caja de medicamentos y guardó el contenido en su bolso antes de que su esposo se diera cuenta; no le iba a dar la noticia de su embarazo en un momento así.
Leon llegó y tiró el maletín a un lado, junto con el saco y la corbata en el perchero para luego acercarse cautelosamente a su esposa, que la conocía lo suficientemente bien para saber que estaba furiosa. Ella por su parte, además de estar colérica, se encontraba terriblemente nerviosa por enfrentarlo; no sabía si pedirle una explicación tranquila, reclamarle o ponerse a llorar, porque además de sentirse enfadada, se sentía herida con él por haberle ocultado lo de Ángela. No entendía ni comprendía la razón del por qué Leon no le había hablado de ella y a pesar de todo, se sentía celosa. Era pasado, es cierto, pero habían mantenido una relación de casi diez años, o tal vez más y ella solo era su esposa por accidente, que ahora esperaba un hijo de él por la misma razón. Sus sentimientos de inseguridad la desbordaban, por lo que prefería ocultarlos bajo la máscara del enojo.
—Fui a buscarte al aeropuerto, pero me dijeron que habías decidido volar en el jet de la familia.
—Sí, así fue. —Respondió la Redfield sin mirarlo. —¿Por qué llegaste hasta esta hora? —Le dijo sin rodeos.
Leon se cruzó de brazos, en temas difíciles, lo mejor era decir la verdad.
—Porque no sabía qué decirte, Claire.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar; ciertamente, él no sabía qué decir y la pelirroja no tenía humor de hablar con él, tenía miedo; sin embargo, era un tema que tenía que afrontar.
—¿Hablaste con Stacy?
—No.
La chica se puso de pie casi de manera inmediata.
—¿Qué? ¿Por qué? —Dijo sintiéndose furiosa, demandando una explicación.
—Porque ella no es culpable.
Esta última declaración hizo que retrocediera un paso.
—¿Es en serio? —Soltó con un toque de ironía.
—Sí, Claire, lo digo en serio. Le pedí a Hunnigan que interviniera su teléfono celular y ahí no hay nada. —Contó con la voz cargada de vergüenza, sintiendo que había cruzado una línea importante.
La pelirroja soltó una carcajada irónica.
—¿En serio, Leon? ¿Por esa razón ya no es culpable? ¡Pudo haber usado algún teléfono desechable o haber obtenido contacto con la prensa por otro lado!
—Pero no tengo pruebas para culparla. —Insistió tratando de mantener la calma.
—Creí que el abogado de tu familia era Joey.
—No hablemos de Joey ahora. Claire, por favor, no puedo despedir a Stacy, así nada más, tú sabes perfectamente lo que implicaría.
—¿Entonces qué sigue? ¿Seguir aguantando estos ataques a mi persona porque la señorita es sumamente hábil para salirse con la suya?
—Creí que lo que ella hiciera o inventara no te importaba.
—Pues ya ves que sí.
Diciendo esto, la Redfield caminó hacia la ventana y se sentó en el diván intentando calmarse mientras Leon se quedó en su sitio, como si fuera una estatua de piedra. Las quejas de Claire eran completamente válidas y entendibles, pero hacer lo que ella le pedía implicaría un enorme problema dentro de la Compañía que le tomaría mucho tiempo en resolver y que como consecuencia lógica, tendría que alargar su periodo como presidente de la chocolatera y probablemente, ocasionaría problemas. Estaba en un completo dilema.
Pasaban los minutos y ninguno de los dos se atrevía a decir palabra alguna, hasta que el silencio se hizo insoportable y la pelirroja no quería seguir aguardando más.
—¿Por qué nunca me lo contaste?
El mayor de los hijos Kennedy sabía perfectamente a qué era lo que se refería su esposa, pero no estaba seguro de querer contestar; no obstante, no quería resolver un problema recurriendo a mentiras absurdas.
—Porque no fue nada importante.
—Ella dijo que fueron diez años, así que no me salgas con que no fue importante. Quiero saberlo todo. —Exigió sin voltearlo a mirar.
Leon se encogió de hombros sin sentir que tenía muchas opciones y se acercó para sentarse a su lado en el diván, con la vista fija en el cristal.
—Sí tuve una relación con Angela Miller, fue una relación de diez años, eso también es cierto. No la amaba, pero disfrutaba su compañía y las reglas fueron claras desde el principio; lo nuestro era algo informal, sin etiquetas, reglas o formalismos, la pasábamos bien cuando coincidíamos sin pedir explicaciones, eso estaba de más. —Suspiró. —Si alguno de los dos se aburría, esto se acababa sin más y... el que terminó botando todo fui yo. No es algo de lo que esté orgulloso.
—Supongo que terminaste tu relación con ella cuando decidiste "iniciar algo conmigo". —Resaltó entre ademanes y una sonrisa irónica que no le llegó a los ojos.
—Sí, así fue. —Contestó sintiéndose un miserable.
Por más que luchó, la Redfield sintió como una lágrima se resbaló entre sus mejillas, pero que limpió rápidamente con el dorso de su mano para que él no pudiera verla llorar.
—¿Por qué nunca me lo contaste, si según tú, su relación no fue importante?
Él se quedó un momento en silencio antes de hablar.
—De alguna manera, tu opinión siempre me ha importado y desde que nos conocimos, tu aprobación es algo que me interesa bastante. No quería que te formaras una mala imagen de mí, con esto. Lamento no haberlo dicho antes.
Ella sentía un nudo en la garganta, le dolía enormemente esta revelación porque si Angela con diez años de convivencia no había logrado hacer mella en el corazón del agente, ¿qué le esperaba a ella?
Leon notó la actitud errática de su esposa y se puso de pie para abrazarla por los hombros y tratar de consolarla.
—Prometo no volver a ocultarte nada, no quiero volver a lastimarte.
—Leon, ¿cómo sé que yo significo algo o que soy importante?
Él se arrodilló y colocó las palmas de las manos entre las suyas, ya presentía que la pelirroja tendría esos sentimientos de inseguridad después de su confesión.
—Porque te amo, Claire. Nunca había estado tan seguro de algo como de mis sentimientos por ti; debes estar pensando que soy un patán de lo peor, pero realmente me enamoré de ti sin quererlo y no me arrepiento de ello, por favor, eso nunca lo dudes.
La ojiazul se puso de pie y caminó rumbo al vestidor.
—Iré a ponerme la pijama, quiero descansar.
—¿Sigues enfadada? Por favor, estoy dispuesto a contestar todas tus dudas, pero no quiero que sigamos así. —Insistió caminando detrás de ella.
—Leon, por favor, quiero descansar.
—¿Al menos me contarás cómo te fue con Rebecca?
Ella guardó silencio. Sin duda alguna, no era el mejor momento para hablar de su embarazo.
—Bien, sólo necesitaba algunos suplementos alimenticios y vitaminas.
Él no le creyó, sin embargo no quiso insistir; ya que de no haber significado nada esa visita con Rebecca no le habría dicho por teléfono que aguardaría para hablar con él en persona. Pero sabía que Claire debía sentirse mal y en cierta forma se sentía culpable, por lo que no insistiría con el tema, hasta que ella se sintiera mejor.
"Juro por lo más sagrado, que no volveré a fallarle." Pensó Leon mientras miró la figura de su esposa, desaparecer por el vestidor.
"¿Puedo volver a creer en él?" Pensaba con lágrimas en los ojos, mientras un gran debate acontecía en su fuero interno; Su esposo siempre había sido un hombre asediado por las mujeres, por lo cual, compañía femenina no le faltaba y tenía para escoger. ¿Y si ella sólo era una atracción del momento? No dudaba que Leon la amara, pero ese amor quizás era un espejismo producto de factores externos; como la convivencia diaria, el dormir en la misma cama, fingir que eran una pareja. Después de todo, ellos habían sido amigos por años y él nunca había logrado verla como algo más que eso. Tal vez, al volver a su entorno normal, a la vida cotidiana, ese amor se acabaría o le terminaría aburriendo. Tenía tantas dudas que la estaban carcomiendo por dentro, pero al final, ella era su esposa, tal vez debía darle el beneficio de la duda por ahora. Tenía que hacerlo, porque necesitaba creerlo para sentirse mejor.
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—¿Dónde está todo el mundo? —Preguntó Richard Kennedy cuando ya era hora de cenar y miró que en el comedor solo estaba él y sus dos hijos; Julia y Joey.
—La señora —explicó la empleada doméstica refiriéndose a Meryl—aún no llega del desfile de modas al que fue invitada. Y su hijo Leon y su nuera no quisieron bajar a cenar.
Joey sintió una leve tensión al escuchar este mensaje y Julia ocultó una sonrisa de satisfacción mientras acomodaba una servilleta en sus piernas.
—¿Al menos les llevaste la cena a su habitación?
—La señora Claire ya estaba dormida cuando subí y el señor Kennedy me dijo que no tenía hambre.
Richard levantó las cejas en signo de resignación y le pidió a la cocinera que empezara a servir la cena.
—Parece que hay problemas en el paraíso. —Dijo Julia mientras daba un sorbo a su copa de vino espumoso. —Creo que les afectó lo del reportaje en la televisión.
—¡Por Dios, Jules! Estamos en la mesa, sé más prudente con tus comentarios. —Regañó su padre.
—¿Qué? No dije nada malo. —Se defendió.
—Todos los matrimonios tienen problemas, Julia. Ahórrate tus burlas. —Expresó su hermano, visiblemente molesto. —¿No es cierto, papá?
—Así es. Llevar una vida de matrimonio no es fácil, es una constante de altibajos, pero lo importante es saber resolver las desavenencias. —Explicó Richard Kennedy mientras comenzaba a comer sopa de portobello y almendras.
—Además, no sabemos si realmente tienen problemas, sólo estamos especulando; Leon llegó tarde de la oficina hoy y Claire viene de un viaje largo, quizás sólo están cansados. —Comentó el abogado.
—Vaya, no sabía que eras el vocero oficial del matrimonio Kennedy-Redfield. —Dijo la rubia con ironía a la vez que tomaba un tomate cherry de su ensalada con el tenedor.
—No soy el vocero, pero sabes que me enfadan tus comentarios sarcásticos.
—No es ningún sarcasmo, pero tal vez mi comentario es impreciso; más bien, eres el abogado personal de Claire Redfield desde que llegó a Canadá.
—Cuida tus palabras. —Amenazó comenzando a sentirse realmente molesto, el segundo hijo de los Kennedy.
—¿Quieren dejar de irrespetar la mesa, por favor? Creo que ambos son adultos con modales. —Comentó alzando la voz el patriarca de la familia.
—No estoy cometiendo ninguna falta de respeto, papá. Sólo comento algo que es evidente. Por cierto, ¿cómo le fue a Claire en su viaje? Supe que fuiste a recogerla y que preparaste todo su viaje en el jet.
Esta última afirmación hizo que el padre de la familia soltara los cubiertos de un golpe. Joey le lanzó una mirada asesina a su hermana.
—¿Fuiste a recoger a Claire? —Cuestionó con ojos inquisidores a su hijo.
Joey apretó los puños por lo bajo.
—Así fue, le hice ese favor a mi hermano. ¿Hay algo de malo en eso? —Mintió.
Richard no le creyó absolutamente nada a su hijo porque sabía perfectamente que cuando se trataba de Claire, Leon quería encargarse personalmente de todo lo relacionado con ella, pero de eso hablaría más tarde con David Joseph.
—Escúchenme los dos, quiero que pongan atención porque no pienso repetir dos veces lo que voy a decir; —advirtió llamando la atención de sus hijos— todos sabemos el lío mediático que se armó hoy y no es una novedad, la prensa rosa se dedica a eso; chismes, dimes, diretes, que la mayoría de las veces no son más que exageraciones o difamaciones de la vida de otras personas. Hoy el tiro fue para su hermano y su esposa, pero el día de mañana podría ser cualquiera, incluso alguno de nosotros, hasta a su madre y a mí; sin embargo, lo que Leon y Claire decidan en su matrimonio respecto a esto, no es de nuestra incumbencia; ya suficiente tienen con estar en boca de toda la gente como para que también existan chismes de corredor en su propia casa con su propia familia. Por lo que les pido encarecidamente que no hablen de este tema, ni se inmiscuyan en nada; ni para bien, ni para mal. ¿Está claro?
Ambos hijos asintieron; empero, Joey Kennedy sabía que esta última advertencia iba dirigida a él.
Después de la amonestación del padre de familia, ninguno de los dos se atrevió a decir una palabra más y continuaron la cena en un silencio por demás incómodo. Pero la noche aún no terminaba.
La familia continuaba cenando cuando escucharon el ruido de unos tacones caminando rápidamente hacia su dirección, lo que sólo podía significar una cosa; la matriarca de la familia había llegado a la casa y estaba furiosa. Meryl Kennedy entró a la velocidad del rayo en el comedor y buscaba a alguien con la vista.
—Querida, llegaste temprano. —Mencionó Richard a su esposa, mirando su reloj de pulsera.
Ella ignoró campalmente el comentario y continuó con su camino.
—¿Dónde está Leon? —Preguntó.
—Probablemente durmiendo. —Contestó Richard.
Julia desvió la vista y Joey bebió un sorbo de vino para evitar la mirada de su madre.
—Esto es el colmo. —Bufó.
—Meryl no vamos a hablar de esto, no es nuestro asunto. —Intentó apaciguar las aguas el patriarca.
—Por supuesto que es nuestro asunto cuando el nombre de la familia está en boca de todos. —Contraatacó. —El tema de conversación en el desfile dejó de ser la pasarela cuando esos reporteros de quinta categoría publicaron por todos los medios posibles la entrevista que le hicieron a esa mujer, la tal Angela. ¿Pero qué le pasa a nuestro hijo? ¿Acaso no nos presentó a Claire como "el amor de su vida? Ya llevaba años saliendo con ella, según sus propias palabras.
—Meryl, no lo sé y no quiero saber. Conoces a la prensa y sabes que viven de esto; de hacer chismes y exagerar las situaciones.
—Y tú sabes perfectamente que la prensa habla cuando tienen motivos, no inventan cosas de la nada y esto no me gusta, Richard. —Insistió.
Joey Kennedy se quedó pensando en las palabras de su madre, pero no se atrevió a comentar nada.
—Querida, esto no nos va a afectar como familia. —Determinó.
—Ya nos afectó. —Comentó a la vez que desaparecía del comedor y caminando furiosa a sus habitaciones.
Richard Kennedy conociendo el carácter fuerte de su esposa, pensó que lo mejor era dejar que a Meryl se le pasara un poco el enfado antes de buscarla otra vez. La segunda persona en retirarse fue Julia Kennedy, quedando solamente el abogado Kennedy, que terminaba de comer su postre.
—Joey, te veo en cinco minutos en mi despacho. —Ordenó el padre de familia en un tono que no dejaba lugar a discusión.
El hijo menor guardó silencio, ante tal indicación sabía que no había lugar a argumento en contra, por lo que se apresuró a seguir a su padre en cuanto él se levantó del comedor.
—Cierra la puerta.—Ordenó el padre a su hijo, para luego sentarse en la enorme silla de cuero reclinable.
Joey obedeció y se quedó de pie frente al escritorio, cara a cara con su padre, tratando de mantenerse impasible ante los posibles cuestionamientos de su progenitor.
—Hijo, seré franco. —Inició cruzando ambas manos sobre su mentón.—Tú y yo somos hombres hechos y derechos, por lo que no voy a andar con rodeos, y espero que me contestes con la verdad a lo que te voy a preguntar: ¿Acaso estás enamorado de Claire?
El interpelado bajó la cabeza, no estaba orgulloso de lo que iba a decir, pero ya no había vuelta atrás.
Carraspeó la garganta y se ajustó la corbata, para finalmente deliberar:
—Sí, papá.
