Sorry

10.


Kakashi está sentado en una cafetería concurrida de su barrio; le sonríe de oreja a oreja a una mujer, cercana a su edad, de piel trigueña, cabellos largos y oscuros con iluminaciones verdes y posee un perfil tan fino, que cualquiera pensaría que es alguna actriz de renombre o una ídolo retirada. La mujer lleva puesto un vestido color crema, holgado, y sus piernas son muy largas, dando la ilusión de que es muy alta. Calza tacones de aguja negros, hermosos. Yo me vería como un mamarracho usándolos. A leguas se nota que es una mujer con clase.

Podía escuchar cómo mi respiración se iba acelerando, y las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos a medida que iba pasando las fotos. Todas eran casi iguales; de lo único que se diferenciaban era en las posiciones de sus manos o sus miradas cómplices. Hasta que llegue a la última foto, en la que se abrazaban apasionadamente, como si fueran amantes de toda la vida. De nuevo esa horrible sensación… Soy la chica más ilusa y absurda de todo Tokio.

—¿P-por qué lloras, Sakura? —Naruto está contrariado. Es la tercera vez que me pregunta lo mismo, y yo no oigo; estoy concentrada en lo que estoy viendo, y solo deseo gritar y no volver a ver a Kakashi. —Estás temblando... —Mis manos tiemblan mientras sostengo el teléfono, sudan.

—¿Qué fue lo que te enviaron? Debió ser algo muy malo porque estás hasta pálida. —Naruto se incorpora y decide sentarse a mi lado para entender lo que está pasando. Oculto mi teléfono inmediatamente en mi abrigo; él no debe ver, él no debe saber.

—Nada... —Lo abrazo, esperando a que me envuelva en sus brazos; reposo mi cabeza sobre su pecho. He vuelto a ser vulnerable. Naruto acaricia cariñosamente mis cabellos, que están más largos desde que todo comenzó con Kakashi. Es inevitable que comience a sollozar, pero muerdo mis labios para evitarlo.

—Esto no tiene nada que ver con Kakashi-sensei, ¿verdad?

—No… —Miento. Puedo sentir y saborear mis propias lágrimas. Siento una urgencia por saber qué significan esas fotos; estoy segura de que detrás de eso tiene que estar Sasuke y el peligro es inminente.

Un mareo ataca mi cabeza, me duele el estómago y siento un vacío. Deseo que esto sea una mentira. Ojalá hubiera una explicación coherente. Comienzo a sentirme enferma sin siquiera haber agarrado lluvia; es verano, no es posible que me sienta así. Mientras lloro, mi teléfono vibra dos veces. No, no quiero saber más. Si siguiera siendo la misma chica impulsiva de hace cinco años, sería capaz de tomar el teléfono y estrellarlo contra la pared, pero esta vez me tomo las cosas con calma. Puedo esperar…

Naruto paga la cuenta, mientras yo contengo el llanto. Huyo al baño para revisar el resto de los mensajes. Me asusto al ver una notificación de Kakashi saltándome a la vista.

"Sakura, tengo que hablar contigo. ¿Puedo verte?"

Pierdo el aliento de nuevo, pero me tranquiliza saber que quiera hablar conmigo. Merezco una explicación. Aunque es iluso pensar que tiene que ver con estas fotos, es demasiada coincidencia. No le respondo; mi dedo se mueve debilmente por el chat del número desconocido. El impulso se apodera de mí y comienzo a escribir como una maníaca.

"Sasuke, no quiero enterarme de que eres tú quien está detrás de esto. Déjame en paz".

El mensaje es visualizado inmediatamente y la respuesta llega casi como un rayo.

"Nunca me vas a olvidar".

Sí, efectivamente era él. Es un estúpido…

Me guardé el teléfono en el bolsillo, el cual comenzó a timbrar; me estaban llamando. Hastiada de tanto sacar el aparato de mi bolsillo, volví a tomarlo; era el número desconocido.

No dije nada; dejé que hablaran.

Se escuchaba una respiración entrecortada.

—Sakura, Kakashi no es lo que tú piensas. Por favor, veámonos... —me implora Sasuke patéticamente desde la otra línea, y lo único que siento es ganas de vomitar. ¿Y este descarado? No le bastaba con haber hecho trizas mi autoestima. Y ahora que ya podía estar solo con Karin, se empecinaba en joderme. No podía ser que el pasado quisiese regresar cuando yo había corrido lo más lejos posible para salvarme de él y sus huellas.

Colgué el teléfono furiosa.


Kakashi's POV

Soy un hombre que difícilmente se deja dominar por las emociones, y esta vez, reaccionar a las tonterías de un exalumno suponía dejarle ganar. Y vaya que no me agradaba dejarle ganar… Se notaba que no le había caído nada bien saber sobre la relación que mantenía con mi exalumna, al mismo tiempo que su exnovia. Y si soy honesto, me daba gusto alterarlo.

Me detuve en la puerta de mi casa, aún impactado por las imágenes que mis ojos veían reflejadas en la pantalla de mi celular: Una Sakura más joven, acostada en una cama, enteramente desnuda y en unas posiciones de lo más descaradas.

—Mm.

Contemplé cada una de las fotos, idiotizado por su belleza, pero fue inevitablesentirme sucio y arrepentido; no estaba bien. Daba la impresión de que eran fotos tomadas sin su consentimiento. Sus ojos verdes estaban rojos y nublados, su cuello estaba hinchado, marcado. Era una posibilidad que tuvieran alguna práctica extrema en el plano sexual. La sangre comenzó a hervirme; detestaba que a estas alturas de la vida siguiera molestándola. Además, me parecía de lo más infantil que me enviara esas fotos. ¿Qué conseguía con eso?

Siempre lo consideré un petulante, patético y hasta psicópata encubierto. Nunca me pasé sus inútiles esfuerzos para sobrepasarme en todo o dejarme en ridículo. Sus comentarios ácidos y pasivo-agresivos en las clases de la universidad solo provocaban que me riera de él y su nefasta personalidad. Nunca iba a ser capaz de entender cómo una chica como Sakura se había prendido tanto de un pelagato como Sasuke. Aunque había ocasiones en que el muchacho me inspiraba lástima, inclusive compasión, y esto me llevaría a cometer errores en el pasado.

No respondí a los mensajes. Lo único que necesitaba era ducharme, sentarme a pensar en una manera de alejarlo de Sakura y, obviamente, ir a verla.

Acomodé mis cosas en un perchero y me dirigí al baño. Me desnudé parsimoniosamente y abrí la regadera. El agua fría me hizo suspirar por su temperatura, pero me fui acostumbrando poco a poco. Un pensamiento recurrente me asaltó de repente: Sakura parecía incómoda las últimas semanas. Ya no hablaba con casi nadie del hospital; la fogosidad a la que me tenía acostumbrado se había disipado y ya no la notaba tan motivada con el trabajo. Lo relacioné con cosas hormonales de las mujeres; a fin de cuentas, aún era muy joven, y esto de los comentarios que hacía la gente sobre nuestra unión parecía sobrepasarla. Quería hablar con ella, hacerla relajarse. Ya le había dicho lo común que estas relaciones eran en los trabajos; y obviamente esto era nuevo para ella.

Después de enjuagarme y lavar mi cabello, sequé mi cuerpo cuidadosamente, apretando mis labios por el clima que hacía en casa. Pese a encontrarnos en verano, aquel día hacía un frío de mil demonios.

Salí del baño y me vestí con ropa de casa. En mi habitación aguardaba la lectura de la noche: Tácticas para hacerlo, parte cinco. Sonreí pícaramente. Sin embargo, debía resolver lo de Sakura cuanto antes. Me preocupaba que Sasuke fuera tan canalla como para divulgar aquellas fotos.

Saqué mi teléfono del abrigo colgado en el perchero y le envié un mensaje.

"Sakura, tengo que hablar contigo. ¿Puedo verte?"

Llevé el teléfono conmigo a la habitación y me acosté en la cama. Suspiré contento por estar de nuevo en casa. Odiaba tener que dedicarme a un trabajo que realmente no me interesaba; lo único que quería era leer y, algún día, dedicarme a pescar, eso es… pescar y escuchar a las aves acompañado de un buen libro. A mi edad, aún faltaba tiempo para retirarme. Mis días como maestro terminaron cuando me fui a vivir con Hanare. En verdad extrañaba enseñar, pero me ofrecieron este trabajo hace un año y el salario era lo mejor que había conseguido en toda mi carrera como médico, pero a decir verdad… poco me importaba lo que pasaba en ese hospital. Me limitaba a cumplir con el deber y punto.

Volví a revisar mi teléfono; Sasuke detuvo su insistencia con los mensajes. ¿Quién creía que era yo? Fruncí el entrecejo. Tomé un par de capturas de pantalla de las fotos, solo para estar seguro de tener alguna evidencia de lo que hacía.

Retomé mi lectura de tácticas. Esta vez estaba leyendo sobre una pareja que debía poner fin a su relación porque el hombre era un criminal atractivo que mantenía una relación secreta con la hija de un hombre importante y dueño de unas tierras. El padre ya los había encontrado en plena faena, pero la parejita seguía cediendo a la tentación. La historia estaba ambientada en el periodo Edo; por lo tanto, esto hacía mucho más interesante la historia y su contexto. Avancé rápidamente, hasta llegar a la parte más erótica en la que el hombre se escurría en la habitación de la chica mientras esta dormía. Se metía bajo sus sábanas, y la muchacha, al notar su presencia, se asustaba. El criminal se abalanzaba sobre sus hambrientos labios y acababan manteniendo relaciones sexuales que incluían fetiches que no voy a mencionar. No pude evitar sonrojarme con cada una de las escenas; la escritura de Jiraiya era muy candente, hasta vulgar se podría decir. Con un lenguaje malsonante que, si soy honesto, me excitaba. Fantaseé con la imagen de una sensual y atrevida Sakura vistiendo un sexy y rojo kimono. La imaginé sosteniendo un abanico, mientras que con sus piernas me sobaba la rodilla, invitándome a poseerla. Mordí mi puño, entusiasmado por las imágenes. Pero, caí en cuenta de algo importante: Sakura no había respondido a mi mensaje y ya había transcurrido cerca una hora. No era normal en ella. Tenía por costumbre responderme inmediatamente y yo procedía a llamarla, pero esta extraña vez, no fue así. Revisé mi teléfono, esperando encontrar un mensaje suyo, pero me había dejado en visto. Presioné el icono del teléfono para marcarle, se escucharon varios pitidos, pero no obtuve respuesta sino hasta pasados unos diez timbres.

—Sakura, ¿qué pasa? ¿Dónde estás?

Pude escucharla respirar rápido; parecía estar llorando.

—Necesito hablar contigo. —Me pidió con una voz dolorosa. —Necesito verte. —dijo, casi implorando.

—Ok, salgo para allá en diez minutos. ¿Estás en tu casa?

Tardo en contestar.

—No… estoy en Kabukicho con Naruto, en un bar. Pero no tardé en despedirme de él.

—Dime qué bar.

—Veámonos en el letrero rojo. —Me omitió el bar, algo no estaba bien.

—Sakura, escúchame, ¿cuál bar?

Permaneció callada un momento.

—Kakashi, ¿por qué? ¿Por qué no me dijiste que estabas con otra mujer?

¿De qué mierda me estaba hablando esta niña?

—¿Qué…?

Escuchar a Sakura llorar removió cosas en mí, pero me enfurecía no entender nada de sus palabras.

—Te esperaré. —La llamada se cortó.

Me llevé una mano a la frente, confundido por lo último. ¿Quién le había dicho tremenda patraña y con qué fin? Se me hizo de lo más fastidioso e infantil. Nuevamente se me ocurrió que había sido su exnoviecito Sasuke. Detestaba meterme en un drama de este calibre; creo que ya estoy muy viejo para este tipo de cosas.

Tomé un abrigo, enojado, pensando en el infernal frío que me esperaba durante el camino a Kabukicho. Me calce unas zapatillas y salí del departamento. Preferí tomar un taxi. En unos 25 minutos llegué al famoso letrero rojo que daba la entrada al distrito más entretenido de Shinjuku, apodado como la ciudad que nunca duerme. Y esa noche no iba a dormir, sí, señor.

Con una expresión de fastidio, comencé la búsqueda de Sakura; era imposible no reconocerla por el color peculiar de su cabello. Algo que siempre me había atraído poderosamente a ella. Al igual que sus penetrantes e intimidantes ojos verdes que me habían hecho perder la cabeza hace un tiempo ya.

Caminé hasta un restaurante para poder divisar mejor su presencia entre la multitud; iba a ser difícil porque era sábado y todo estaba abarrotado. Avancé un poco más, hasta unos moteles; nada, no había ninguna pelirrosa por ninguna parte. Me detuve en un bar, intentando hallarla con algún rubio dentro del establecimiento; no había rastro. Impaciente, crucé la calle para buscar por las otras aceras. Miré hacia todos lados, sin resultados. Desvié la mirada a un enorme letrero de una chica en ropa interior, publicidad de burdel. Resoplé y decidí hacerle otra llamada a Sakura, pero mientras lo intentaba, un sujeto se cruzó en mi camino y se me abalanzó. Fue demasiado tarde cuando levanté la mirada para reconocerlo, hasta que sentí el rasguño de algo filoso atravesar mi ojo izquierdo.

—Agh… ca-cabron. —Solté un alarido de dolor y me llevé la mano al ojo que había sido herido. Rápidamente agudicé la mirada para reconocer a quien fuera el loco que hizo eso, pero esta persona huyó despavorida antes de que me pusiera a correr como un desquiciado para perseguirle. Me horrorizé al sentir mi mano húmeda; la revisé preocupado, estaba empapada de sangre y no podía ver más que oscuridad por ese ojo. El sangrado continuaba, y sentía que perdía el equilibrio. Choqué con un grupo de tres adolescentes que estuvieron a punto de insultarme por las miradas que me lanzaron, pero al verme sangrar optaron por auxiliarme, llevándome con ellos hacia una tienda. La gente a nuestro alrededor se asustó y comenzaron a huir espantada, pensando que algún psicópata o ladrón estaba suelto. Escuché la voz de una mujer gritar que el "tipo" se había escondido en un bar. Mi teléfono comenzó a timbrar.

Una de las adolescentes, de cabello rubio, que me había tomado por el brazo para guiarme, lo tomó del bolsillo de mi abrigo.

—¿Quiere que conteste? —me preguntó cálidamente, enseñándome la pantalla. Era Sakura.

—Por favor. —Le pedí abatido por el dolor, mientras uno de los chicos me retiraba la mascarilla. Este comenzó a hacer presión en mi ojo con un trozo de tela blanca.

—No debemos permitir que siga sangrando; alguien llame a una ambulancia, por favor. —dijo desesperado. Una muchacha que no se veía de más de dieciocho años, de cabello color violeta y piercings, sacó su teléfono adornado por figuritas y llamó a emergencias. La chica rubia contestó mi llamada y acercó el teléfono a mi oído.

—Kakashi, estoy aquí en el letrero, ¿en dónde estás? La gente está corriendo…

Tragué saliva dificultosamente.

—Sakura, alguien me hirió, no sé qué más sea capaz de hacer, pero ten cuidado, por favor. —Subí mi mirada con dificultad hacia la chica rubia. Esta entendió mi mensaje.

—¿Qué te hicieron, Kakashi? —La escuché gritar.

Todos nos miramos asustados.

—Estamos en un Seven Eleven, justo al costado de un bar de rock. —Le explicó la muchacha rubia. —Lo vas a reconocer porque tiene un letrero de Ramones.

—Debo ayudarte… No puedo dejarte así.

La chica de cabellos dorados levantó una ceja, curiosa.

—¿Es su esposa? —me preguntó, alejando el altavoz para que Sakura no escuchara.

—Algo así…

Suspiró; se le veía nerviosa. Quizá era la primera vez que se involucraba en una situación como esta.

—Ya estamos llamando a una ambulancia, por favor, no te tardes. —Acto seguido, colgó. La chica de piercings se sentó a mi lado.

—Señor, ¿quién le hizo esto? —preguntó temerosa.

—No pude reconocer al sujeto. —Le respondí con tristeza. —Así que no tengo idea.

—Pero no le robaron nada valioso, ¿verdad?

—No.

La rubia tomó también asiento.

—Yuki, ¿estás seguro de que esto es lo que se debe hacer en una emergencia? —le preguntó al chico que sostenía mi rostro con el trapo ya empapado de sangre.

—Sí, Erika. —Le respondió con tono molesto. —No en vano he estudiado enfermería durante los últimos seis meses, tonta.

—Tsk. —Rodo los ojos. —Shun, ¿qué te dijeron los de emergencias?

La aludida zapateaba el piso, ansiosa.

—Dijeron que vendrían en quince minutos.

Erika se llevó la mano a la cara.


Sakura's POV

Corrí con todas mis fuerzas hacia el Seven Eleven más cercano que llegase a reconocer. Choque con ancianos, niños, adultos, poco me importó. Necesitaba acudir a Kakashi y serle de ayuda. El corazón quería salir de mi pecho, lágrimas comenzaron a salir como cascadas de mis ojos, el pecho me dolía y comencé a hiperventilar. Qué día tan desagradable.

Detuve mi paso en mitad de la calle y miré hacia todos lados; no veía nada parecido a un letrero de Ramones. Ojalá fuese un sueño, una maldita pesadilla de la que me despertaría pronto.

Tratando de calmarme e hipando como una chiquilla, caminé en la acera de la derecha, con las manos aún temblorosas. Seguí buscando hasta que logré identificarlo dando la vuelta por una esquina. Entré y el corazón se me arrugó; estaba tumbado en un muro y un grupo de jóvenes que no sobrepasaban los veinte años lo rodeaban; uno de ellos le sostenía el rostro, tenía un pañuelo empapado de sangre. Casi me desmayo al ver eso.

Lo envolví con mis brazos y besé su frente, empapada de sudor. Lloré tanto que los jóvenes me miraron como si yo fuese un fenómeno. El chico que sostenía el pañuelo me miró sorprendido al notar cómo yo se lo rapaba de las manos rápidamente.

—¿Q-quien te hizo esto? —Le pregunté apartando varios cabellos de su rostro que estaban pegados debido al sudor. Kakashi mantenía su mirada baja, apretaba los labios. Yo no había sido herida físicamente, pero verlo así era como si me hubiesen hecho lo mismo.

—Ya viene una ambulancia. —Anuncio una chica rubia —reconocí su voz enseguida por ser la que me había contestado el teléfono.

La miré con ternura.

—Gracias por ayudarlo, de verdad, son ustedes unos ángeles. —Hice una reverencia. —No quiero ser atrevida, pero ¿tienen manera de conseguir solución salina?

El chico que inicialmente estaba con el trapo asintió y salió corriendo del Seven Eleven. Me puse a temblar al examinar minuciosamente el ojo de Kakashi; era una herida profunda, y no paraba de sangrar. Me incorporé angustiada, comprendiendo la gravedad del suceso, y estuve a punto de caerme por la impresión; una chica de cabello violeta me tomó del brazo.

—Tranquila, ya llamamos a una ambulancia. Dijeron que vendrían en quince minutos y ya han pasado más de cinco. —Explico con una sonrisa tímida.

Volví a agacharme para analizar la herida y autoconvencerme de que no era algotan grave. Pero fue inútil. Normalmente, en este tipo de situaciones, debido a mi trabajo como médica, ya había perdido la capacidad de impresionarme o de perder la compostura por lesiones o heridas parecidas, pero esto se me salía de las manos.

La dependienta del Seven Eleven, una señora de unos cincuenta años, baja de estatura y con coleta, se nos acercó enojada, sin comprender el alboroto.

—Oigan, jóvenes, les tendré que pedir que se vayan. Están ahuyentando a la clientela. —Vociferó, molesta. Cuando reparo en Kakashi, su rostro cambió bruscamente. —Oh, ¿qué le pasó al joven? ¿Ya llamaron a una ambulancia?

—Sí, y no tardarán en llegar… —Le respondí fríamente. Con fuerza, levanté a Kakashi del piso, ayudándolo a ponerse de pie. Él cruzó su brazo en mi cuello y le indiqué a los jovenzuelos con la mirada que saliéramos de allí.

El único chico del grupo había regresado; agitado, me entregó una botella pequeña de solución salina.

—No pude encontrar una más grande, pero estoy seguro de que esto nos podría funcionar.

—No te preocupes, esto es perfecto. Aunque… creo que ya no será necesario. —Antes de disponerme a hacer cualquier cosa, la ambulancia arribó frente al Sven Eleven. Unos paramédicos se bajaron del camión, me preguntaron sus datos y mi parentesco con él. Kakashi respondió todo por mí dificultosamente, les comentó sobre el incidente e incluso él mismo subió a la ambulancia sin ayuda.

—Chicos, gracias por ayudarme. Les prometo que los invitaré a cenar la próxima vez que los vea. —dijo Kakashi con una leve sonrisa mientras un paramédico lo acostaba en una camilla.

Devolví el dinero gastado en la solución salina al jovencito. Apunté mi número telefónico y se lo di para hacer realidad algún día la promesa de Kakashi. Les hice una nueva reverencia y subí a la ambulancia; los chicos nos gritaron palabras de ánimo. El vehículo arrancó y yo, observando el sangrante ojo de mi novio, me juré a mí misma que esto no se iba a quedar así; Sasuke nos iba a dejar en paz aunque me viese obligada a marcharme de esta ciudad.


Kakashi's POV

No es culpa de nadie. Ni de Sakura, ni mía. Estas cosas ocurren, pero aun así no logro hallarles la lógica. La chica me fascina; he aprendido a ver los atardeceres con ella en silencio, y su fogosidad, su tímida lujuria por la vida, me ha hecho replantearme si realmente soy feliz. Realmente lo soy cuando le hago el amor, cuando la escucho decirme que es feliz; ella es genuina. No necesita fingir. Escucharla llorar o verla apagada me jode; quisiera hacerla cambiar de parecer, mostrarle lo que es el corazón de un viejo como yo, que aunque han sido pocas las veces, ya he amado hasta cansarme y ella no es la excepción. Despierta en mí algo que había olvidado, la juventud.

Cuando tenía veinticuatro años, yo ya era un médico consagrado y especializado en nefrología, pero me aburrí de eso y decidí irme por el lado de la investigación. Me fue mejor ahí, me destaqué incluso más, pero más tarde encontré la pedagogía y concluí que esa era mi verdadera pasión. Los libros de Jiraiya me acompañaron siempre; eran mi refugio después de un largo día en el trabajo. Pero a esta edad no me figuraba que algunas cosas que creía simples o anodinas dolerían tanto. Entre esas cosas estaba la muerte de mi padre y el descubrir que estaba solo en el mundo y que ese era mi camino. En el exterior, mi actitud frente a este duro hecho fue mostrarme imperturbable, acostumbrado a las peripecias y la frialdad del mundo, pero por dentro sufría, lloraba. Ya estaban Rin y Obito, mis mejores amigos de toda la vida; aunque quisiera no admitirlo, sí me aferre a los dos fuertemente y el significado de la amistad se fortaleció con ellos. Eran honestos conmigo, genuinos, divertidos, colaboradores, conocían de pies a cabeza las cosas que yo ya había vivido de niño, nunca se alejaron de mí, jamás me juzgaron, por lo tanto, hoy en día siguen siendo mi familia y enfrentar la soledad ha sido menos difícil. Rin, aunque estaba enamorada de mí, jamás se distanció, y en cierta ocasión me confesó que todo había sido platónico, que a quien en realidad amaba era a Obito. ¿Y saben qué? Tenía razón y así debía ser. A Rin, jamás la vi como amante; para mí era esa dulce amiga que siempre querría y protegería hasta con sangre. Agradezco a la vida que jamás tuve sentimientos más allá de la fraternidad; eso hubiera ocasionado un quiebre entre los tres. Obito la adoraba; era la chica de su vida, con la que siempre soñó. No podría romper lo único que me quedaba en la tierra por un lío de faldas. Siempre traté de ser correcto; el honor era mi emblema.

A los veintiocho, creí ingenuamente que había encontrado a la mujer de mi vida, Hanare Kikuchi. La conocí durante un viaje a Sapporo; era mi compañera de vuelo, la conversación fluyó con naturalidad y acordamos coincidir nuevamente en Tokio; ella me invitó a salir. Mi relación con Anko en ese entonces se debatía entre convertirla en una abierta o simplemente separarnos; me decanté por lo último. Hanare era cálida como el abrazo de una madre, bella como una rosa, y me entendía, siempre lo hacía. O eso era lo que yo creía. Sus caricias tenían el poder de debilitarme; yo era suyo desde el momento en que, sin miedo a fracasar, me besó bajo la nieve. Y para mí no había mujer como ella. Más de seis años a su lado me confirmaron que el amor nunca se había ocultado de mí; solo debía abrir mi corazón a las mujeres correctas. La relación de dos años que mantuve con Anko se había caracterizado por ser apasionada, sexual en demasía. Nos admirábamos mutuamente, pero ella era un ser libre; un hombre tan antisocial y anticuado como yo no podía brindarle esa libertad que tanto buscaba. Para esa época aún éramos jóvenes, pero yo anhelaba una mujer con la que compartir mis confidencias y esa ternura callada que dormía en mí. Buscaba una compañera y Hanare fue perfecta en todas sus formas. Hasta ese bendito día en el que me pidió que tuviéramos hijos. Yo sí que lo anhelaba, pero para mí no era el momento adecuado. Ella terminaba sus veintes y yo comenzaba la mitad de mi treintena; tenía ganas de cambiar de residencia y de pensar las cosas con la cabeza fría. Lo intentamos, no hubo resultados. El bebé no surgió, nuestro amor se fue apagando inexorablemente. En su desespero por concebir, comenzó a sufrir una depresión de la que fue muy difícil sacarla, y eso me terminó afectando. Nos hicimos exámenes, todo parecía perfecto. Solía decirle que se tranquilizara, que podía ser algo hormonal. Pero un día, un tipejo que se hacía llamar médico llegó a la conclusión de que todo era mi culpa, debido a unos medicamentos que tomé en la adolescencia. Ya estaba tan harto de intentarlo que me lo creí a la fuerza, solo para liberar a Hanare de ese estrés y convencerla de intentarlo en otra época, una menos fluctuante como en la que estábamos viviendo. Pero se negó, y un día, con las manos detrás de su espalda, me dio el predecible ultimátum.

Si no puedo tener hijos con el amor de mi vida, entonces lo mejor es separarme. Perdóname, Kakashi. Te amo intensamente, pero quizá la del problema soy yo. No quiero seguir abrumándote con esto. Perdóname.

Y no la volví a ver hasta el comienzo del verano, mi primer verano con Sakura Haruno. La pelirrosa que me traía loco desde la primera vez que la vi, sonriente, al lado de ese muchacho rubio, discutiendo por tonterías de jóvenes de dieciséis años. Porque sí, conocí a Sakura cuando tenía esta edad, y jamás se me ocurrió sembrarle semillas de algo a futuro, pero sí me nacía protegerla, enseñarle lo mejor de mí y, sobre todo, directa o indirectamente, dejarle saber lo idiota que era su novio. Era una niña en esa época.

Lo curioso es habérmela encontrado años después en mi actual trabajo, ya convertida en toda una mujer. Lo admito, me fue imposible no cortejarla.


La cirugía en mi ojo izquierdo resultó exitosa. No perdí la vista, pero sí debía evitar a toda costa que me diera el sol o cualquier tipo de mugre, por lo que tenía que usar un parche durante varios meses. Solo fue cuestión de tener unos cuidados en casa y mantener el reposo. Al día siguiente del incidente, ya me encontraba en casa y recibí una incapacidad de un mes en el trabajo. Obito y Rin me visitaron por la tarde y llevaron un mercado que podía durarme más de dos semanas.

—Kakashi, ¿tú no crees que haya sido Sasuke el que te hizo esto? —me pregunta Obito de brazos cruzados, serio, recargado en la pared de mi habitación. A mi lado, en la cama, está Rin, limpiándome la herida.

—Fue la primera persona que se me vino a la mente.

Obito suspira y mira hacia la ventana. El más que nadie sabe que esto es posible. Trabajamos juntos en un intento de proyecto en el que colaboramos con Sasuke un tiempo atrás, cuando aún estaba con Hanare. Por ser mi exalumno, le di la oportunidad de trabajar con nosotros, dejando atrás cualquier clase de resentimiento o problema que tuvimos en el pasado. Pareció funcionar, pero como era usual en él, siempre terminábamos teniendo un desacuerdo. El proyecto tenía que ver, irónicamente, con una óptica, una idea de negocio en la que Obito pensaba invertir hace mucho tiempo. Dada la oportunidad, nos pusimos manos a la obra. Sasuke se había quedado sin trabajo hacía meses, y se vio obligado a pedirnos el puesto al enterarse de nuestra idea, gracias a su hermano, Itachi. Y aunque en un principio el negocio salió a flote, ganando muchos clientes en Ginza, desafortunadamente quebró por un fuerte terremoto en la zona. Casi todo se perdió, pero Obito no perdió la esperanza y se recompuso en un abrir y cerrar de ojos. Yo le ayudaba ocasionalmente, ya que me encontraba en plena crisis con mi pareja de ese momento. Sasuke empezó a acusarme de flojo y de que él era quien estaba haciendo todo, así que, en venganza, se descaró y comenzó a llevar chicas a la óptica, realizando fiestas clandestinas en las que se le encontraron drogas y en dos ocasiones lo sorprendimos manteniendo relaciones sexuales en la oficina que se suponía era de él. ¿Qué hacía Sasuke en esta óptica? Era el propio optometra que recetaba las fórmulas y realizaba los exámenes; eso era a lo que se había dedicado cuando finalizó la universidad, con la premisa de que eso era lo que más dinero daba. Pero su rebeldía y excesos nos llevaron a que Obito y yo lo despidiéramos pasados unos seis meses. Otra vez en venganza, unas semanas más tarde, apedreó las ventanas y puertas, e incluso pintó un graffiti con mensajes de odio. Solo pude pensar en que necesitaba ayuda psicológica urgente.

—No lo despedimos por ser malos con él, Obito; Sasuke no hizo las cosas bien en esa óptica y él lo sabe. —Arremetí, alcanzando de la mesa de noche un vaso de agua.

Mi amigo ladeó la cabeza varias veces, riendo irónicamente.

—No deseo culparte, Kakashi, pero en primer lugar, nunca debimos haberlo metido en ese negocio. Jamás. Parece que se te olvida cómo te llevabas con ese niñato en la universidad. —La manera en que lo dijo me enfureció. Apreté los puños conteniendo mi rabia. —Y sé que quisiste ayudarlo, pero mira lo que te ha hecho, hermano, casi te deja ciego de un ojo…

Tomé una larga respiración para contenerme.

—Obito, Kakashi solo intentaba ser bueno. No lo culpes por las locuras de ese chico. Ni siquiera podemos estar seguros de que haya sido él.

Obito comenzó a caminar repetidas veces por mi habitación.

—No les dije esto, pero Sakura fue novia de Sasuke. —Obito abrió más los ojos y se me quedó viendo suspicaz por tal revelación. Rin estaba igual.

—No me jodas, Kakashi. —Empezó a reír tan fuerte que me fastidió. —No, jodas. Encima te metiste con su ex, por favor…

Tragué hondo. No dije más, no quería que siguiera reprendiéndome. Pero en parte tenía razón; siendo lógicos, debí pensar mejor las cosas antes de involucrarme con Sakura. Yo sabía de antemano lo loco que estaba Sasuke. Como último arrepentimiento, recordé aquella ocasión en la que me lo encontré en TokyoZero, y sin pena, le comenté de mi relación con Sakura.

Estaba con la prima de Naruto, Karin, a la que tenía sentada en sus piernas, coqueteándole y acariciando su cabello. Cuando reparo en mi presencia, la pelirroja sonrío maliciosamente. Sasuke apretó los dientes; yo era consciente de cuánto le disgustaba verme.

—¿Qué hace aquí, Kakashi? —La pregunta la formuló con su típica hostilidad. Sonreí de bajo de mi máscara, pedí una cerveza y cuando me sirvieron, bebí un trago largo; me tomé mi tiempo para dejarle saber mi triunfo.

—¿Yo? Me divierto, Sasuke. —Bebí otro trago. —¿Qué tal ustedes? Parece que tú y Karin se llevan bastante bien.

Karin, al escucharme, se retorció como un gusano.

—No le incumbe. —Dijo a secas, con una mirada amenazante. La música al fondo retumbaba en mis oídos e inevitablemente me daban ganas de bailar, pero mantuve la calma. Calma que fue destruida por el veneno que soltaba mi exalumno por la boca. —Mirese, que le hace posar de esa manera tan arrogante cuando no puede ni tener hijos con su mujer. —Me atraganté con la cerveza. —Por más macho que intente ser, debería de sentirse como un inútil.

Sus palabras me cortaron, pero no permití que lo notara. Sonreí con orgullo.

—Di lo que quieras. Yo no necesito ir a destruirle el negocio a otro sujeto para sentirme bien conmigo mismo. Eres un desagradecido, Sasuke Uchiha. Estás demente y necesitas ayuda.

Imito mi sonrisa. Su acompañante, incómoda por la situación, nos interrumpió.

—Iré al baño, no tardo, Sasuke-kun. —Se bajó de sus piernas y se fue meneando el trasero; pude ver su ropa interior. Miré a otra parte, incómodo.

—Tranquilo, Kakashi. Yo ahora gano más dinero que usted y ese amigo suyo. Además, soy más joven. Usted no tarda en comenzar a tener achaques y su esposa lo va a dejar por uno como yo. —Solté una carcajada. —Yo puedo tener las mujeres que quiera, mire. —Señalo a la multitud que bailaba y se retozaba en la pista de baile; esto me hizo pensar que ya llevaba varias copas encima. —Las mujeres me miran, quieren que me las folle.

Me carcajeé.

—Hablas por hablar, Sasuke. —Note como una mujer de unos veinticinco años me miraba directamente, coqueteándome y haciéndome ojos para bailar. —Si las mujeres te desean tanto, dime, ¿por qué todo terminó con Sakura?

Y me pareció que mencionarla lo sintió como una apuñalada profunda, certera. Qué bueno que la pobre prima de Naruto no estaba. El rostro de Sasuke se transformó con solo escuchar el nombre de mi novia.

—No le incumbe. —Repitió. —Sakura es una niñata, ¿no cree? —Escucharlo hablar así de ella me revolvió el estómago. Saqué de mi abrigo un cigarrillo y lo encendí, preparándome para soltarle lo que iba a terminar por hundirlo.

—No, no lo creo. —Me llevé el cigarro a los labios calmadamente. Le di una calada profunda. —Actualmente salgo con ella, y es maravillosa.

Metafóricamente, pude sentir como sus ojos me escupían fuego, fuego severo que me alcanzó a quemar, pero era una quemazón agradable, placentera.

—¿Que usted qué? —Apretó con tanta fuerza su whisky que se quebró en su mano, haciéndolo sangrar. —Aléjese de Sakura; además, ella no andaría con un viejo decrépito como usted. No mienta. —Farfullo iracundo. No reaccioné, solo sostuve mi mirada en la suya.

—No miento, Sasuke. —Le di otra calada a mi cigarrillo. —Sakura se merece algo mejor; todavía no comprendo cómo pudo andar contigo. Ahí te lo dejo… —Descargué las incipientes cenizas de mi cigarrillo y me di la vuelta para irme, dejándolo fuera de sí y con una mano sangrando sin haberle hecho ni un solo rasguño.


Me arrepentía. Quizá sí se me pasó la mano con Sasuke; actué infantil, pero mis ganas de dejarlo en su lugar podían más.

—Viejo, aparte de que es bastante jovencita, es la exnovia de ese pelagato. ¿En qué estabas pensando cuando te metiste con ella? Ese chico está loco. —Exclamó, aún escéptico. Rin me miraba con tristeza.

—Ya, no más. —Le pedí detenerse con la voz rasposa.

—¿Cuáles son tus intenciones con ella? —me preguntó cubriendo su barbilla. —La chica es preciosa, es inteligente. Pero ponte a pensar… ¿Realmente vas por algo serio con ella? Es demasiado joven.

Rin hizo una mueca de desaprobación.

—Yo pensé lo mismo.

Toda esta conversación me atormentaba y me ponía tenso.

—Sí, la quiero. Sí, voy en serio con Sakura. Que si Sasuke es un loco suelto, eso ya lo sabía, y ese no es mi problema. —Afirme, ya cansado. —El tipo necesita ayuda y punto.

Obito seguía con su incredulidad plasmada en la cara.

—Kakashi, sabes que te amo, hermano, pero no me cabe en la cabeza que te hayan hecho esto por una nenita. En serio que no me lo creo. —Reanudó su caminata por la habitación, desesperándome.

—¿Ya terminaste? —dije irritado y por fin se detuvo.

Tocaron la puerta; Rin salió a atender. Por el silencio de mi querida amiga y la voz del visitante, supe que era Sakura. Entró a la habitación y Obito, al verla, quedó de piedra.

—Sakura-san…

Rin le hizo ojos a Obito, indicándole que debían irse.

—Buenas tardes, me alegro mucho de que visiten a Kakashi. —dijo sonrojada y con las manos juntas. Obito no pudo decir nada al respecto, tan solo hizo una reverencia. Rin se despidió con un beso en la mejilla de Sakura. A mí me abrazó.

Mis mejores amigos se fueron, dejándome con una sensación pesada.

Sakura los acompañó a la puerta, y cuando regresó a mi habitación, se desnudó enfrente de mí, quedando solo en una diminuta tanga que la hacía lucir exquisita. Se acostó a mi lado, reposando su cara en mi pecho. Acaricié su pelo, nos quedamos en silencio un buen rato, hasta que ella decidió preguntarme algo, retomando ese tema que queríamos hablar antes de que me hirieran.

—Me enviaron unas fotos; salías tú con una mujer muy hermosa. ¿Quién es ella? —Di un largo suspiro, hastiado. Otra vez, Sasuke.

—Enséñame las fotos para explicarte, por favor. —Se levantó para alcanzar el abrigo que había arrojado al suelo antes de desnudarse y sacó su teléfono. Busco hasta encontrar aquellas infames fotos. Efectivamente, concordaban con el principio del verano.

—Sí, ella es Hanare, mi exnovia. La vi a finales de mayo, está embarazada y se va de la ciudad. —Le expliqué con tranquilidad. —Y si te preguntas por qué la vi, me estaba despidiendo de ella. —Finalice.

Sakura no supo qué responderme; seguía analizando las fotos. Hizo un puchero y me miró ilusionada.

—Vaya… es muy hermosa. ¿Con quién se casa? —Quiso seguir hurgando; no tuve más remedio que seguir explicando.

—Con un magnate muy conocido en Sapporo. —Quise cortar la conversación de una vez y comentarle de sus fotos. —¿Ya estás tranquila?

Sakura rió como una niña pequeña y me besó.

—Lo estoy.

Suspiré de nuevo, preparándome para comentarle.

—Sakura, es curioso, pero yo también recibí unas fotos.

Me miró atónita, como recordando algo.

—¿Sí?

Alcancé mi teléfono de la mesa de noche y comencé a buscar dichas fotografías. No sabía cómo lo tomaría, era un tema sensible que podía afectarla. Debía irme con cuidado. Antes de mostrarle, le hice una advertencia.

—Son fotos tuyas al aparecer de hace mucho tiempo; sales desnuda. ¿Segura de que las quieres ver?

Sus lindos ojos jade se empañaron.

—Quiero que las borres, por favor, quiero que cualquier evidencia de eso se borre. Por favor…

Pensativo, intenté idear una solución a eso que le causaba tanto desconsuelo.

—Me haré cargo, te lo prometo. —La atraje hacia mí para abrazarla. Tomé su rostro, adueñándome de sus labios con dulzura. Estoy enamorado de Sakura, pero me siento culpable por causarle dolor. No soy correcto y puede que esté roto por dentro.


Nota de autor: ¡Hola! Tarde, pero aquí está el décimo capítulo. Quiero disculparme; hace un par de semanas entré a la universidad y el trabajo tomó el ritmo de siempre con el nuevo año. Este capítulo fue bastante difícil de escribir porque ocurrió algo que bajó la calentura que traíamos con el KakaSaku. Me tomó mucho tiempo finalizarlo, corregirlo y hacerlo hilar con los anteriores capítulos. Pero estoy feliz porque al fin lo he publicado. Como parte de mi compromiso con este fanfic, el domingo aspiro a subir el undécimo capítulo; como dije hace unas semanas, mi idea es actualizar una vez a la semana. Quiero agradecer a KakaSaku24 por sus hermosos y adorados comentarios. Amo que entiendas la relación entre Obito, Kakashi y Rin. También quiero agradecer a StefanyMejatadeo, quien agregó mi historia a sus favoritos. ¡Te amo! Jaja.

La verdad, en este capítulo no se hace referencia a canciones, pero el título hace referencia a "Sorry" de Madonna (2005), que para mí es la mejor canción de ese disco y con la que quería acompañar el punto de quiebre de esta historia. Ya mencioné en el primer capítulo TokyoZero, la discoteca en donde comenzó todo este romance.

¡Gracias por la paciencia! ! ¡Espero que tengan un gran fin de semana!