Todo debe Iniciar de Forma Perfecta

Emilia me relata la historia de Lugunica, un país enclavado en el oriente del planeta. En sus primeros días, Lugunica se regía por una monarquía, donde el poder fluía de una generación a otra.

Sin embargo, una devastadora catástrofe acabó con la familia real, arrebatándoles la vida y llevando a los sabios a tomar las riendas del país, tomando decisiones en su nombre.

Los sabios, ese grupo de eruditos, asumieron la responsabilidad de los asuntos financieros y las determinaciones cruciales para la nación.

Aunque Lugunica carece de cifras precisas sobre su población, se conoce que la capital, como centro de todo, alberga a unos trescientos mil ciudadanos.

Más allá de la capital, se extienden pequeñas urbes, pueblos idílicos, aldeas pintorescas y refugios seguros, algunos bajo la custodia vigilante de la Guardia Real, una fuerza militar comprometida con la seguridad del país.

Sin embargo, en las entrañas de Lugunica también yacen lugares peligrosos: cavernas enigmáticas, bosques oscuros que ocultan misterios insondables, y barrios marginales que languidecen sin protección alguna.

En el tiempo que los sabios han ejercido el poder, han buscado incansablemente a las cinco aspirantes al trono de Lugunica, ya que la nación ha abrazado durante generaciones un sistema feudal.

Hasta ahora, han sido halladas cuatro de las candidatas, y la elección aún no ha tenido lugar.

Una vez que se ubique a la quinta contendiente, todas ellas se congregarán en el majestuoso castillo para inaugurar la competencia por el anhelado trono de Lugunica.

Y la quinta ya ha sido encontrada.

—Tenemos, pues, tiempo hasta entonces. Y tú discurso, Emilia, será sin lugar a duda el más esplendoroso de todos.

—Si... —Emilia responde, sin alegría ni negación, como si aún le asaltaran dudas.

—Ahora que comprendo más o menos la situación, puedo asegurarte de que tu sueño es alcanzable. Quizás solo necesitas reconfigurarlo, abordarlo con una mirada más madura y profunda.

Emilia, al escucharme, hace un puchero y gira la cabeza en señal de negación.

—¡Hmpf! Soy mayor que tú, deberías tratarme con respeto —declara Emilia, cruzándose de brazos en su negativa.

Emilia escucha mis palabras atentamente, aunque al principio muestra cierta resistencia y hace un gesto de descontento.

No obstante, continúo explicando mi punto de vista sin titubear.

—La edad no determina la sabiduría, son las experiencias y cómo aprendemos de ellas lo que realmente importa —le digo con convicción, a lo que Emilia responde en tono juguetón sacando la lengua.

Sigo argumentando, tratando de hacerla reflexionar.

—Hay varios tipos de igualdad; si hablamos de respeto, sin duda alguna, podemos establecer reglas y cambiar la mentalidad —afirmo con seriedad, notando la curiosidad en la mirada de Emilia—. Será algo difícil, pero no imposible. En el caso de la igualdad de condiciones, es imposible.

—¿Por qué? —me pregunta intrigada.

—Es algo muy sencillo de entender —respondo con calma—. Las personas son individuos diferentes, el estatus se forma a partir de cómo aprovechan las oportunidades, no importa el punto de inicio; la brecha se rompe al instante en que esas personas deciden qué hacer con sus oportunidades.

Explico con ejemplos concretos para que Emilia comprenda mejor.

—Digamos que a cada uno les das mil monedas de oro. Uno de ellos las gastará en lujos y placeres, otro las utilizará para invertir en un negocio exitoso, mientras que otro las perderá en apuestas.

Hago una pausa para que Emilia asimile la idea antes de continuar.

—Incluso si comenzaron con la misma cantidad, al final tendrán resultados diferentes; lo mismo sucede con las aptitudes y habilidades, por ende, el estatus importa.

Emilia piensa por un instante, entendiendo lo que quiero decir.

—Pero entonces, ¿por qué dijiste que mi sueño es posible?

—La igualdad absoluta es una utopía, porque cada individuo tiene sus propias habilidades, decisiones y oportunidades.

No somos iguales, no importa si nuestro cuerpo es el mismo es fácil diferenciar uno de otro.

—La verdadera igualdad radica en brindar a todos las mismas oportunidades y derechos, pero no en asegurar los mismos resultados. La verdadera igualdad se encuentra en la equidad, en tratar a cada persona de acuerdo con sus méritos y necesidades, reconociendo que somos seres únicos.

Termino mi explicación con una mirada esperanzadora hacia Emilia, deseando que comprenda el mensaje que intento transmitirle. Detrás de su escritorio, señalo hacia la gran ventana que da hacia el exterior de la mansión.

—Hay un pueblo más allá de esta mansión —menciono.

Emilia parece prever lo que voy a decir.

—Tu primer gran objetivo es ganarte la confianza de todos —afirmo.

En ese momento, Emilia tiembla brevemente, consciente de que las personas en ese pueblo también la discriminan y probablemente la tratan mal. Al notar su expresión abatida, tomo sus manos con firmeza y la obligo a mirarme a los ojos.

—No estás sola, Emilia. Trabajaremos incansablemente para alcanzar nuestros objetivos. Por eso, nunca dejes de mirar hacia adelante —le expreso con firmeza.

Tanto ella como yo debemos tomar acción y avanzar. No importa cuánto sacrificio requiera, quiero sobrevivir en este mundo, y eso significa que no puedo permitirme ser negligente en mi trabajo.

Tras esas palabras, el tiempo continúa su marcha y el atardecer se cierne sobre nosotros.

Emilia se retira para conversar con los espíritus.

No estoy seguro si mi intervención fue la correcta. Tal vez fue demasiado pronto, pero tampoco puedo quedarme atascado siguiendo los mismos pasos de siempre.

No me resignaré a seguir el mismo camino; en su lugar, trazaré mi propio destino.

Salgo de la habitación, dejo la bandeja en la cocina y veo que Rem ya está preparando la cena.

—¿En qué te puedo ayudar? —pregunto.

Rem me mira durante un instante, su mirada aún refleja frialdad y desdén. Soy consciente de esas emociones, las percibo con facilidad. Ganarme su confianza no será tarea sencilla, aunque al menos no parece que tenga intenciones de dañarme.

—Puedes batir unos huevos —me dice Rem.

Asiento y me pongo manos a la obra, utilizando una cuchara de madera para batir los huevos con destreza. Dado que no soy fan de la comida japonesa, siempre he tenido que cocinar por mi cuenta.

Con los ingredientes disponibles, preparamos una tortilla. No es una cena despreciable, aunque indudablemente habría ganado en sabor si hubiéramos tenido un poco de queso a disposición.

Rem observa atentamente mi labor mientras ella concluye de picar los ingredientes. Luego, me pide que le entregue el batido, pero decido negarme a hacerlo.

—Debes de estar exhausta por todo el trabajo. Si quieres, puedes quedarte a observar mientras termino este plato, no hay problema —le digo con consideración.

Rem me mira en silencio, y sin pronunciar palabra alguna, me entrega las verduras cortadas. Las añado al mismo recipiente donde se encuentran los huevos batidos.

Aunque intento disfrutar del proceso de cocinar, la mirada incisiva de Rem no me lo permite.

Parece que sospecha que podría envenenar la comida o algo parecido. Incluso dudo que ella se atreva a probar algo que yo prepare.

Mientras continúo revolviendo, aprovecho para hablar.

—¿Debo cocinarlos duros o blandos

Para ser honesto, en mi preferencia personal, los prefiero blandos. Sin embargo, en este mundo desconocido, no tengo certeza de la higiene de los huevos, por lo que la opción más segura sería cocinarlos duros.

No pertenezco a este mundo.

Aquí existen la magia curativa y la fuerza impulsada por el mana. Esto implica que las enfermedades debieron adaptarse para afectar a las personas en este lugar.

En este momento, mi microbiota no debe estar adaptada a este mundo, por lo que debo tener precaución. Además, considero que en mi organismo pueden existir superbacterias que se hayan vuelto resistentes a los medicamentos de mi era.

¿Podría ser, acaso, un portador de amenazas microbianas letales?

Mis pensamientos son interrumpidos por Rem.

—Prepara la mitad de los huevos duros y la otra mitad blandos, será suficiente para todos.

—Así lo haré.

Intento entender cómo funciona la estufa, pero veo que debajo de la placa de hierro hay un cristal rojo. Claramente, todo aquí funciona mediante magia.

Miro a Rem con una sonrisa incómoda y le pregunto:

—¿Podrías activarla por favor?

Sus ojos me miran burlonamente y, al mismo tiempo, parecen lanzarme una maldición silenciosa.

—Parece que el señor de otro mundo no puede manejar algo tan simple —comenta con sarcasmo.

Es un golpe duro para mi ego, aunque en realidad no es culpa mía.

Incluso ahora, no estoy seguro de si puedo canalizar mana en objetos.

Observo a Rem mientras ella utiliza el cristal con destreza, colocando la mezcla en la sartén, lo que llena la cocina con el delicioso aroma de la comida.

—Aprenderé, incluso si no puedo hacerlo ahora, me esforzaré por aprender —le aseguro a Rem.

Sin embargo, ella no me responde, su mirada sigue siendo un desafío silencioso.

Definitivamente, no será una tarea sencilla.

Abandono la cocina después de lavar los utensilios que he usado para cocinar, dejando solo el sartén sucio en el que Rem está preparando la cena, junto con los posibles platos a utilizar.

Navego por la mansión en busca del baño. Sé que su entrada se encuentra en un rincón, y a diferencia de las puertas normales, esta tiene un diseño ligeramente diferente. La noche está a punto de caer, y mi segundo día en este mundo llega a su fin.

En este mismo instante, hace apenas un día, mi mentalidad era completamente distinta. Sin embargo, hoy me enfrento a la vida con una perspectiva renovada, y me cuestiono qué depara el mañana.

Abro la puerta con la expectativa de finalmente llegar al baño, pero en su lugar, me envuelve un olor a antigüedad.

Ante mis ojos se despliegan estantes y más estantes repletos de libros, una vasta colección de conocimiento de Roswaal y Echidna.

Esta oportunidad es demasiado valiosa para dejarla pasar.

Cuanto más conocimiento adquiera, mejor preparado estaré para evitar los desafíos que este mundo me presenta. Sería un absurdo desaprovechar esta oportunidad.

Cuando finalmente aprenda a leer en este mundo, mi primer destino será este lugar.

Sin embargo, dejo de prestar atención a los libros y dirijo mi mirada hacia la pequeña persona frente a mí. Sus ojos me observan directamente, sin cambiar su expresión.

—Eres Beatrice, ¿verdad? —digo mientras sostengo la puerta, aún sin entrar—. ¿Te importaría si entro?

—De hecho, me molesta —responde ella con un tono molesto.

Me disculpo con un gesto y comienzo a cerrar la puerta lentamente. Pero antes de que se cierre por completo, la abro de golpe.

Beatrice se sobresalta en su silla por el movimiento inesperado de la puerta.

—¿¡Qué estás haciendo, supongo!? —exclama sorprendida.

Su voz es aguda, a diferencia de Puck, quien tiene una voz más madura. Supongo que esta voz corresponde al cuerpo que Echidna le dio.

—Lo siento, es que cuando estaba a punto de cerrarla, me dio la impresión de que tenías algo que decir.

Entro finalmente en la biblioteca y cierro la puerta. La magnitud del conocimiento almacenado aquí es abrumadora; leer todo esto llevaría años.

—¿No te enseñaron a no entrar donde no te buscan de hecho? —resopla Beatrice con enfado.

Beatrice, a quien más me he acerco emocionalmente, ha soportado una soledad que ninguno de nosotros podría comprender por completo.

A diferencia de todos los demás, ella ha estado atrapada en este lugar sin esperanza, refugiándose en la lectura constante de estos libros.

Su única fuente de entretenimiento real probablemente sea Puck, pero él también pasa tiempo con Emilia.

Me acerco a Beatrice con la intención de entablar una breve conversación con ella. Sin embargo, antes de que pueda decir una palabra, ella hace una expresión de desagrado y se tapa la nariz con la mano mientras me mira.

—Tienes un olor desagradable de hecho—me dice con franqueza.

Cuando menciona el olor, instintivamente intento olerme para verificar si hay algún mal olor en mí.

Por supuesto, sé que se refiere al miasma de la bruja que me rodea.

—¿Huelo mal? Bueno, he estado trabajando todo el día, así que es normal.

—No me refiero a ese tipo de olor, supongo. Me refiero al miasma de la bruja que emanas de hecho.

Cuando Beatrice menciona el miasma de la bruja, finjo no entender a qué se refiere, ya que no quiero revelar mis conocimientos sobre este mundo en el que me encuentro.

Ella continúa explicándome que en este mundo existió una bruja que, en un acto de locura, consumió la mitad del mundo y causó la muerte de miles de personas. Según la historia, la bruja fue detenida por un sabio, un dragón y el santo de la espada de esa época.

Su tono se vuelve más serio mientras continúa hablando.

—Se dice que la bruja tiene la apariencia de una semi elfo, con cabello plateado y ojos amatista.

Mis ojos se abren sorprendidos y coloco mi mano ligeramente en mi barbilla, simulando estar pensativo.

—Entonces... esa es la razón por la cual las personas le temen.

Beatrice asiente.

—Su mera mención es un tabú, y que alguien se parezca exactamente a ella es algo repugnante, ¿no crees?

Asiento con la cabeza, comprendiendo la gravedad de la situación.

Es similar a alguien en Alemania que se parezca exactamente a Hitler después de su muerte. Son cosas que también suceden en nuestra época, así que puedo entenderlo.

Aunque no comparto la sensación.

—Entiendo. La gente tiene miedo solo por el hecho de que la apariencia de Emilia les hace pensar en la bruja.

—Sí, es lo más acertado de hecho. Pobre chiquilla, ¿no te parece?

Beatrice hace una sonrisa burlona.

—Es triste, ni más ni menos —respondo, sin emoción en mi voz.

No quise decir más, hablar de Emilia no va a llegar a ningún punto porque Beatrice no va a dar mucha información aún.

Además, lo que quiero para Beatrice es diferente. Después de todo, puedo sentirlo, cuando indagó sobre la gravedad.

Su sed de conocimiento no ha desaparecido.

—Entonces... El miasma que está en mí es el de esa bruja.

—Sí, la bruja de la envidia de hecho.

Beatrice entonces me mira con una expresión molesta. Como si se estuviese hartando de hablar.

—¿Hay algo que pueda hacer para quitarlo?

—Se irá con el tiempo, pero es increíblemente molesto supongo —Beatrice hace una señal con las manos para que me aleje de ella.

Yo doy unas pequeñas carcajadas incómodas, mientras lo hago me alejo de ella y abro la puerta.

—Lo siento, debe oler realmente mal si te es tan incómodo. Mejor, vendré mañana para hablar.

—¡Es mejor si no vienes, supongo! —resopla Beatrice con furia.

Le doy las buenas noches y cierro la puerta. Mi primer contacto con ella no estuvo mal, solo tengo que ir interactuando y haciendo las cosas bien.

Me siento como si estuviera en un espectáculo, por alguna razón, aunque puedo ver y sentir mi cuerpo, aún no me acostumbro a este lugar. Siento una energía extraña que nunca había experimentado.

Después de cenar, me despedí de todos y me dirigí a mi habitación. Agotado por haber trabajado tanto, pero más que físicamente, el problema fue la carga mental. No puedo fallar. Si fallo, todo podría volverse incontrolable. Y lo que menos quiero es morir.

Me recuesto en mi nueva cama, mirando hacia el techo que me recibirá cada noche a partir de hoy. Mis objetivos están claros:

Formar a Emilia.

Hacer uso de Roswaal para traer los conocimientos de mi mundo.

Aprender con Beatrice y Puck sobre este mundo.

Ganarme la confianza de las personas en la mansión.

No lo he pensado, pero quizás pueda usar magia, así como lo hizo el protagonista.

Quizás pueda aprender magia, lo cual sería algo interesante.

Ensimismado en mis pensamientos, no me doy cuenta de que alguien está tocando la puerta, al menos no hasta que...

—Señor, ¿se encuentra? —dice Rem detrás de la puerta.

Me levanto inmediatamente y abro la puerta. Al hacerlo, Rem parece estar un poco molesta por haber tenido que esperar.

—Perdona, estaba a punto de dormir —le hago una señal para que entre.

—No, es mi culpa por venir tan tarde —responde cortésmente.

Rem sostiene en sus brazos mi nueva ropa: un traje de mayordomo, una chaqueta sin mangas de cuero, junto con un saco negro y un pantalón del mismo color.

El traje, aunque algo incómodo al principio, se ajusta a mi cuerpo de manera adecuada. Con esfuerzo, me acostumbro a su presencia y continúo con la conversación.

—¿Esto es el traje que usaré a partir de ahora? —pregunto mientras me quito la chaqueta, dejando solo la camisa blanca.

Rem asiente con seriedad, confirmando que este es el atuendo que debo adoptar.

Observo el pantalón y lo sostengo frente a mis piernas para asegurarme de que encaje correctamente. Afortunadamente, parece que todo está en orden.

—Creo que está bien, no parece haber ningún problema, aparte del hecho de que soy el portador —comento, tratando de encontrar algo de humor en la situación.

Rem examina el conjunto con atención y asiente nuevamente, demostrando que el traje, a pesar de su inicial incomodidad, me sienta adecuadamente.

Mientras ella se prepara para retirarse, siento la necesidad de pedirle un favor. Muestro las hojas y la pluma que tengo en la mano, explicando mi situación.

—Roswaal me pidió que le entregara una carta, pero no sé leer ni escribir. Ram me dará clases mañana, pero quiero hacer esto lo más pronto posible.

Rem reflexiona durante un momento, considerando si aceptar mi solicitud es conveniente para ella. Es evidente que ve esta oportunidad como una forma de conocerme mejor.

Finalmente, toma una decisión y se acerca.

—Si se trata solo de escribir, no tengo ningún problema en ayudarte —afirma con cortesía.

Acto seguido, camina hacia mi escritorio y toma el papel y la pluma, dispuesta a cumplir con la tarea encomendada.

Mientras Rem espera pacientemente, saco mi celular y comienzo a buscar en una carpeta las cosas que había guardado en previsión de situaciones como esta.

La ironía de la situación no pasa desapercibida para mí; guardé esta información sin saber si realmente la necesitaría, y ahora resulta ser de utilidad en este mundo desconocido.

La curiosidad en la mirada de Rem no pasa desapercibida mientras reviso cuidadosamente mi celular en busca de la información que necesito.

—A continuación, añado la lista de materiales para la producción de hormigón. El hormigón es un material de construcción altamente resistente y relativamente fácil de producir. Aquí tienes la lista de los materiales necesarios: —explico mientras enumero los componentes—. Arena, preferiblemente la más fina y limpia disponible. Piedra caliza, que generalmente se encuentra en montañas o cordilleras. Grava, pequeñas rocas que se encuentran en los ríos y sus alrededores. Arcilla y agua.

Continúo detallando la lista de materiales necesarios para crear un nuevo tipo de arma:

—Además, con el propósito de crear un nuevo tipo de arma, es pertinente traer dos sacos de salitre, que es un polvo o arenisca blanca utilizado para conservar alimentos o como fertilizante, dos sacos de carbón y dos sacos de azufre, un elemento que probablemente se use como pigmento o para fumigar plagas y olores.

Finalizo mi explicación y le entrego la información a Rem, asegurándome de que tenga una comprensión clara de la carta.

—En caso de alguna duda respecto al nombre de algún material, por favor, házmelo saber de inmediato —añado con seriedad.

Rem, después de escribir la carta, la revisa minuciosamente, tratando de comprender la importancia de los materiales mencionados en su contenido. `

Sus ojos escudriñan las palabras con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—No te preocupes —le aseguro, tratando de disipar sus dudas—. Cuando llegue todo, podrán presenciarlo ustedes mismos.

Rem me mira con escepticismo, posiblemente reflexionando sobre mi mención de un arma en la carta. Sin embargo, sus preocupaciones parecen disiparse poco a poco.

—Gracias por hacerme este favor —agradezco sinceramente, mirándola directamente a los ojos.

Aunque no tengo malas intenciones, soy consciente de su cautela, especialmente considerando mi olor.

Rem, sin embargo, rompe momentáneamente la tensión con un comentario inesperado:

—Para ser honesta, pensé que me ibas a pedir un favor sexual. Mi hermana me ha estado diciendo cosas de ti.

Me río suavemente ante su franqueza y la sorprendente revelación.

—Jaja, parece que no le agrado a tu hermana. Supongo que tendré que hacerles cambiar de opinión con esfuerzo.

Ignorando mis palabras con elegancia, Rem se despide y deja mi habitación, dejándome a solas con mis pensamientos.

Ahora, con mi celular en mano, me doy cuenta de la importancia de conservar la batería al máximo.

Elimino todas las aplicaciones que podrían consumirla en segundo plano y ajusto las opciones de desarrollo para minimizar las animaciones y efectos visuales.

Quiero que la batería dure hasta que encuentre una forma de cargarla sin dañarla.

Con la conciencia de que el tiempo es valioso, decido anotar los datos esenciales de la novela, así como fórmulas y conocimientos sobre mi mundo.

Los videos y el contenido innecesario pueden esperar; mi objetivo es sembrar una semilla de conocimiento para las generaciones futuras, permitiéndoles crecer y desarrollarse a su propio ritmo.

Así como evitar que este conocimiento se pierda, ya que mi memoria es temporal y a medida que siga avanzando iré olvidando cosas.

Antes de continuar, decido tomar un breve descanso y dormir durante cuatro horas.

No puedo permitirme perder tiempo valioso.

Como anhelaría tener café para mantenerme despierto y alerta.

Así concluye mi primer día en este mundo, un torbellino de emociones y decisiones.

Como ser humano, sé que mis elecciones no siempre serán perfectas. Aún tengo dudas sobre si hice lo correcto con Emilia, Rem o Beatrice. Sin embargo, me comprometo a esforzarme por mejorar y lograr mis ambiciones.

El camino es incierto, pero mi determinación es inquebrantable.

Si deseo alcanzar mis ambiciones, debo demostrar mi valía. Aunque desconozco las consecuencias de mis acciones en este mundo, no tengo la menor intención de detenerme.

Avanzaré con determinación, forjando mi camino y enfrentando los desafíos que se presenten en mi camino.